Fernando Solís & Alicia Peña  
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31 de diciembre de 1961
31 de diciembre de 1961

Fernando se levantó antes de que sonase el despertador, se incorporó con cuidado mientras metía los pies en las zapatillas y se colocó el pelo con las manos; antes de levantarse de la cama, Alicia ya se había girado tomando el espacio de toda la cama. Sonrió para sí mismo, Roberto lo miraba con sus grandes ojos mientras lo agarraba colocando la mantita tapándole las manos. El pasillo apenas estaba iluminado por la poca fuerza de los rayos que se filtraban por las ventanas. Al llegar al salón puso la radio muy baja y se sentó en el sofá con su hijo. Era el último día del año y lo iban a pasar en casa, los tres juntos; Pierre les había invitado a la fiesta de fin de año que daba en su casa, pero entendió que rechazasen la invitación. El último día del año… 1961, un año que se quedaría para siempre en su memoria, había recuperado tantas cosas en tan poco tiempo… Recostado en el sofá, con la respiración de Roberto en su cuello fue haciendo balance de su año, estiró las piernas para acomodarse mejor. Hacer balance era muy difícil, en menos de un año su vida había cambiado por completo. Empezó el año en París y también lo terminaba en París, pero él era otro, en realidad, volvía a ser quien era. Si había dos nombres que hacían importante ese año, sin duda eran Alicia y Roberto, eso no era difícil, no había más opciones, eran ellos. Pero hasta llegar a donde estaba, muchas personas se habían cruzado en su vida ese año para ayudarle, para hacerle pensar, para hacer que volviese a confiar en el ser humano. Recordó la llegada a Madrid, los primeros encuentros con Valeriano… En el fondo, él no estaba tan paranoico cuando pensó que Valeriano le había traicionado, acabó traicionándole, y no podía extrañarle después del recibimiento que tuvo por su parte. Recordó a Isabela, su propia negativa a que viajase a Madrid sola, su implicación en sacarla de la cárcel… Si en algún momento se había sentido mal por no poder frenar lo que estaba volviendo a sentir por Alicia, ya no podía sentirlo; se había liberado por completo de ese sentimiento de culpa, él había sido leal con Isabela hasta el final, la puso a salvo incluso cuando él estaba en peligro. Isabela no sería otro cargo de conciencia para él; en ese momento, solo la veía como un mal recuerdo, una etapa perdida de su vida. Arturo Olazábal, no le conoció mucho pero le respetaba tanto como Arturo lo hizo con él. Tenían sus diferencias, algunas insalvables, pero a los dos les movía un mismo ideal. Su mirada se ensombreció cuando recordó el momento en que Arturo le confesó que él siempre supo lo de Mignot y había dejado que condenasen a Elsa Navarro… Implicarse tenía consecuencias, y a veces no podías hacer lo que creías justo sin ponerte en peligro; la superioridad moral que Arturo le demostró en el segundo encuentro con él, seguramente estaba provocada por su propia vergüenza al recordar no haber hecho nada por aquella buena mujer acusada injustamente.
Roberto se había quedado dormido, le dio un beso en la cabeza mientras le metía en la cuna y la puso al otro lado del salón, quería fumar y no quería molestar a su hijo. Encendió un cigarro y apoyó el brazo en el quicio de la ventana, en esos momentos sentía que París estaba a sus pies, pensó en Pelayo… El primer amigo con el que se reencontró, quien no dudó en atenderle cuando estaba herido, en esconderle, en buscarle un lugar donde poder recuperarse… Pensar en Pelayo era casi como pensar en un padre, en alguien que estaría dispuesto a lo que fuese por ayudarte, por ponerte a salvo. Le dolía no poder tenerle cerca, conversar con él, reírse con él, tomarse algo, escucharle, que le escuchase… Apagó el cigarro consumido por sus pensamientos, decidió tomarse un café pero antes arropó a Roberto. Quien le sorprendió sobremanera cuando se reencontraron fue Manolita, ¡menuda es Manuela Sanabria! Ya estaba echando la bronca a Pelayo por tener cerrado y por lo raros que habían estado Marce y él por la tarde, cuando salió para dar la cara, para que Pelayo no se llevase una regañina que no le tocaba. Si cerraba los ojos todavía podía ver la cara de incredulidad de Manolita, si la hubiesen pinchado, en ese momento no le hubiese salido ni una gota de sangre. Se emocionó al recordarla tan apurada porque él estuviese en el cuarto del bar y al recordar cómo le ofreció su casa… Nunca lo podría olvidar, y nunca se lo podría agradecer lo suficiente. Sonrió recordando a Belén, una buena mujer a la que nunca le gustó; ojalá pudiese cambiar lo del dinero de aquel chico… Entendía que Belén no quisiese saber nada de él; aun así, aunque no le gustaba, al principio trató de ayudarle en todo, incluso intentó hacerle la estancia más agradable. ¡Y cómo no acordarse de Daniel! Desde el principio tuvieron conexión, aquella partida de ajedrez, intentar adivinar cosas del otro… Por un momento, sintió la angustia que había sentido cuando tuvo la pesadilla de la que le despertó Daniel, en aquellos tiempos no era algo insólito que tuviese pesadillas. Pero aquella vez, Daniel le despertó, intentó ayudarle, él no quería cargarle con ese peso… Le parecía increíble cómo Daniel había hecho desde el principio que recordase el pasado, no sólo preparando el encuentro con Alicia, lo que nunca le podría agradecer lo suficiente, sino también cuando le despertó de la pesadilla… Si tenía que pensar en alguien a quien le hubiese importado, que se hubiese jugado todo por él… Ésa era Alicia, sin duda alguna; pero ya había enterrado esa parte de su vida, Alicia tenía su propia vida y no irrumpiría para destrozarla. Lo descartó desde el primer momento, por eso no se atrevió ni siquiera a nombrarla delante de Daniel, sabía que él haría algo… Su hijo empezó a gimotear, apagó el cigarro, abrió levemente la ventana para ventilar, y cogió al niño con la mantita. Decidió irle contando todos sus pensamientos, hablarle de sus amigos y de cómo les habían ayudado hacía que Roberto levantase levemente la cabeza, por desgracia, pronto perdía interés. Al tener a Roberto en brazos recordó a Marce, sonrió pensando en que ahora le entendía mejor que nunca. Se estaban haciendo viejos los dos, pero merecía la pena; recordó el orgullo de Marce al enseñarle las fotos de sus hijos, sobre todo de Manolín, el niño que siempre había querido tener. Volvió a pensar en la necesidad de comprar una cámara de fotos, él quería poder enseñar muchas fotos de su hijo, poder sentirse así de orgulloso. Echó de menos tomarse una caña con Marce, hablando de cualquier cosa, riendo con él, sentados los dos en la terraza… Algún día tendría que poder volver a hacerlo, su hijo tendría que conocer España, a sus amigos, Alicia tendría que poder volver a trabajar en su país… El niño volvió a dormirse, probablemente la siguiente vez que se despertase ya no lo haría porque tendría hambre. No le dejó en la cuna, quería sentirle; recordó el reencuentro con Alicia, la sensación de estar viendo visiones, de que no era real, la vio acercándose poco a poco, entre emocionada y confundida, se recordó a sí mismo sin reaccionar, había repetido su nombre varias veces en su cabeza, pero fue incapaz de pronunciarlo, intentó hacerlo pero solo movió los labios. Se rio de sí mismo, no podía creerse que en aquel momento no se diese cuenta; esa reacción sólo podría tenerla al ver a Alicia, era la única capaz de dejarle sin palabras. Lo veía más claro que nunca, desde el principio sus sentimientos por Alicia empezaron a filtrarse por las rendijas de aquel rincón donde había enterrado al Fernando anterior al fusilamiento. Recordaba cada momento con Alicia, incluso los peores, como cuando le pilló con la morfina y le contó los dolores del fusilamiento, sus pesadillas, despertarse con el olor a muerte… Desahogarse con Alicia había sido necesario, con ella no intentaba hacerse el fuerte, el superado, podía dejar salir todos sus fantasmas. Acarició a su hijo al recordar el momento en que Alicia le confesó lo que había pasado con Martín… Cada vez que recordaba a Martín… Intentó concentrarse sólo en Alicia, serenándose en sus brazos, confiando en él, dejándose abrazar y cuidar… Fue de las primeras veces que Alicia rompió el muro que había construido para no dejarse llevar. Le costó mucho llegar a ella, y si era sincero, lo había necesitado desde el principio; no soportaba la distancia que ponía entre ellos, no quería pensar la razón, pero necesitaba tenerla cerca. Por su cabeza pasaron muchos momentos, besos, caricias, conversaciones, promesas de futuro, incluso alguna discusión… Siendo sincero, era bastante torpe en las relaciones sentimentales; pero, como ya le dijo a Alicia, llegado el momento era capaz de reconocer sus sentimientos. Recordó a Inés, la gran amiga de Alicia que había presenciado algún momento tenso entre ellos… Negó divertido con la cabeza al recordar el momento en que intentaban decidir qué hacer para sacar los papeles; pobre Inés, se debió sentir incómoda ante tantos sentimientos encontrados entre ellos dos. Al recordar a Inés era imposible no recordar a Mauro… Sonrió tiernamente al recordar sus primeras conversaciones, Mauro era un ser puro, ingenuo, en algún momento le había recordado a Roberto, con grandes diferencias, pero sí le vio un poco así, sobre todo cuando le habló de cómo manejar el miedo en su beneficio, por eso cogió cariño a Mauro casi desde el principio. Bonilla… Quizás le había dejado para el final por lo que significó para él; desde el principio reconoció en Bonilla la buena persona que era, por mucho que hubiese sido policía… Se rio con ganas, entre todos le habían hecho replantearse sus prejuicios; Daniel, un hombre que había sido cura; Bonilla, un ex policía del franquismo; Mauro, un niño bien, burgués, ingenuo… Si un año antes le hubiesen dicho que esas tres personas serían amigos suyos, que les querría sinceramente y les echaría de menos, no se lo hubiese creído. Se centró en Bonilla, estaba seguro que hubiesen formado un buen equipo si se hubiesen conocido antes; casi no le dio tiempo a conocerle, pero lo poco que conocía se había quedado en su memoria para siempre. Nunca olvidaría los días en su despacho, las conversaciones con él, que le ayudase hasta el último momento… Ojalá él encontrase la felicidad, si había alguien que se lo merecía, ése era él.
 
Se levantó con Roberto, fue a la habitación y se quedó de pie en el quicio de la puerta, mirando a una Alicia totalmente dormida, 1961 siempre sería el año en que hizo realidad su sueño oculto de estar con Alicia, el año en que habían tenido a su hijo. Recordó a Alicia llegando al despacho, casi en el último momento… Él ya había vuelto a aceptar que su destino era la soledad, que no servía para tener una relación porque su pasado pesaba mucho. Alicia le enseñó que no era así, que había un futuro para él, que juntos construirían su futuro. Saber que iba a ser padre le llenó de una felicidad que no conocía, le había apetecido gritarlo, para que se enterase todo el mundo. Sonrió al recordar un momento del día anterior, otra primera vez de su hijo, ahora sólo podía pensar en Roberto, cualquier recuerdo terminaba en él.

Un día antes
A Roberto se le acababa de caer el cordón, el doctor les había dicho que era mejor esperar hasta ese momento para empezar a bañarle. Los dos tenían miedo ante el primer baño de su hijo, era tan frágil que sólo podían pensar en que le pudiesen dañar. Alicia se levantó de la mecedora ya con el niño en brazos mientras Fernando acarreaba todas las cosas para el baño, se preguntó para qué necesitaban la mitad de las cosas que había llevado, extendió la toquilla para ir desnudándolo poco a poco, una vez que Fernando se hizo cargo de él, subió el suéter y metió el codo en el agua para comprobar la temperatura, Fernando no había querido hacerlo porque no se atrevía a dar el visto bueno al agua, temía que estuviese muy fría o muy caliente. Fernando llevaba las mangas de la camisa subidas hasta los codos, la ventana del baño estaba cerrada y también habían cerrado la puerta, habían tenido la calefacción encendida hasta unos minutos antes de entrar al baño, tampoco querían pasarse con el calor. Alicia le dijo que prefería que la primera vez le bañase él, vio cómo a ella le temblaban las manos, la besó el pelo mientras le decía que no había qué temer. Otra vez, él tenía miedo pero intentaba no transmitírselo; Alicia ya conocía esa táctica, pero confiaba en él, sabía que pasase lo que pasase, Fernando reaccionaría a tiempo. Con cuidado metió al niño en el agua, Roberto se revolvió, empezó a gimotear pero cuando Fernando le pasó la esponja se tranquilizó. Alicia les miraba ilusionada, el baño tenía un halo de vaho casi denso, olía al jabón especial que utilizaban para Roberto, que parecía muy relajado en el agua, a Fernando se le veía seguro, trataba al niño con mucha delicadeza pero también con firmeza para que no le pasase nada. Limpió despacio al niño, dejó que ella también lo hiciese, era un momento de los tres y no debía perdérselo. Roberto movió los brazos chapoteando, en unos segundos, Alicia y Fernando estaban mojados y riéndose. Fernando llevaba una parte de la camisa por fuera y toda la pechera pegada a la camiseta interior por el agua; Alicia decidió quitarse el jersey que empezaba a pesar por la cantidad de agua, fue un gesto totalmente espontáneo que atrajo más la atención de Fernando de lo que ella hubiera deseado…Al sacarle de la bañera, Alicia le secó con cuidado mientras Fernando empezaba a recoger el baño; secó cada dedo, cada pliegue de su piel mientras le besaba, le encantaba sentirle, olerle. Mientras vestía a Roberto, tuvo que luchar, entre risas, con las indirectas de Fernando que, en esos momentos, se dedicaba a ir recogiendo y guardando todo.

Roberto empezó a llorar e hizo que su madre se despertase levemente, al verles a los dos en la puerta sonrió; iba a ser el mejor fin de año de su vida. Con Roberto en los brazos se sentó en la cama, usó la mano del niño para intentar hacerle cosquillas en el cuello, Alicia se dio la vuelta para seguir durmiendo ante las risas de Fernando, le costó diez minutos despertarla del todo antes de que Roberto perdiera la paciencia por el hambre. Mientras Alicia amamantaba al niño, Fernando preparó el desayuno, por la mañana irían al despacho, Alicia quería presumir de hijo, además de recoger trabajo para los próximos días. Aunque empezaba a pensar que no podría trabajar, siempre que lo intentaba, encontraba un motivo para volver junto a su hijo y dejar el trabajo en la mesa. Al llegar al salón el olor a crepes lo inundaba todo, el zumo recién hecho, el café y, por supuesto, esa crema de avellanas para rellenar los crepes hicieron la boca de Alicia agua.
-He pensado que después de pasar por el despacho podríamos ir a casa de Pierre, como esta noche no le veremos…
-Pero Alicia, ¿no serán muchas horas fuera?
-Fernando… -resopló- Estoy segura que nos va a venir bien salir, al niño también, además, si estamos mucho en el despacho puedo amamantar al niño allí, en la sala pequeña… Por favor, no te preocupes por todo…
Fernando respiró, le iba a costar mucho no sacar su lado más paranoico… Por suerte, Alicia tenía la suficiente paciencia para manejar ese lado sumamente protector.
-Lo siento… -le cogió la mano- Ya sabes que no puedo evitarlo… Solo necesito esa mirada tuya, un poco molesta, y se me quitan las ganas de insistir…
-¡Ni que fuese un ogro!
Ambos se echaron a reír, siempre podrían dejar atrás sus miedos entre bromas y risas. Alicia recogió todo mientras Fernando se duchaba, después del repaso a sus recuerdos, se sentía en paz con aquel año que terminaba, por una vez, disfrutó de la ducha sin pensar en nada. Alicia era capaz de sentir la mirada de Fernando estando de espaldas, ya no sólo su presencia o su olor, sino también la intensidad de su mirada. Ese día se sentía pletórica y llena de energía. Miró por la ventana porque sabía que había previsión de nieve, de momento el sol se abría paso entre las nubes, pero cruzó los dedos para que no cayera ningún copo antes de salir de casa. Se duchó después de recoger, Fernando se encargaría de preparar al niño; ya sabía cómo se le encontraría al volver al salón. Entró en la habitación para preparar sus cosas y estirar la cama, cerró la ventana y comenzó a sacar la ropa. Se sentó en la cama con una mano en su escapulario y haciendo balance de su año. La ducha le dio energías, pero el día que era hizo que se centrase en todo lo que había conseguido aquel año. Fernando y Roberto eran lo principal de su año, tener un hijo no podía compararse con nada. Pero sabía que la vuelta a la Plaza de los Frutos había sido el inicio del cambio que su vida dio ese año. Cuando supo que Inés estaba hospedada en un Hostal en la plaza no se lo pudo creer… Pensó que su destino era volver, reencontrarse con Pelayo, Manolita y Marce… Con Inés desde el principio sintió mucha cercanía, tanta como para decirle que se sentía sola, y Macarena… Sonrió al recordar el día que la conoció, cuando la habló de Fernando sin decir su nombre; estaba claro que Inés le había convencido de ir, ella no tenía ningún interés por el trabajo… Y al final acabó por apasionarse con cada caso, con cada cliente. Cómo echaba de menos una charla con las dos; al recordarlas no pudo evitar que Martín Angulo pasase por su cabeza… Era lo único malo del año, haberse encontrado con él, que se volviese a cruzar en el camino… Por suerte, pudo dejar eso atrás y pudo vengarse, aunque fuese mucho menos de lo que ese cerdo merecía; verle humillado delante de los franceses fue su pequeña satisfacción y se quedó con esa sensación.
Mientras se vestía recordó a Pelayo, el abrazo que se dieron nada más verse… Bueno, el abrazo que él la dio, a ella le pilló de sorpresa, qué sensación más triste tenía al recordar lo sola que había estado tanto tiempo, ella siempre había sido una persona alegre, sociable… El encuentro con Pelayo se lo recordó, se había entregado a ese abrazo recordando aquellos tiempos en los que vivía en la plaza. Manolita no podía faltar en sus recuerdos, desahogarse con ella, contarle que su matrimonio estaba roto fue liberador. No la juzgó, no preguntó, solo la escuchó y la apoyó. En los últimos días había echado de menos tenerla cerca, sus buenos consejos, su cariño… Y Marce, con sus sonrisas y la manera de mirarla cuando sospechaba lo que pasaba pero no quería meterse. Recordó dos momentos, cuando la pilló con el expediente de Fernando, y cuando Fernando y ella discutieron en el Asturiano antes de que la siguiese a casa de Inés. Daba igual lo que Marce pensase, se lo callaba y siempre tenía una sonrisa para ella; echó de menos eso, entrar al Asturiano, que Marce le preguntase con una sonrisa si le ponía lo de siempre y ella dijese que sí respondiendo a la sonrisa.
Cuando Fernando se acercó a la habitación pudo verla sentada en la cómoda maquillándose, a través del espejo le sonrió y arrugó la nariz ante su mirada a la ropa sucia que había dejado esparcida.
Recordó el primer encuentro con Daniel, cuando nombró a Fernando le dio miedo, no sabía qué pensar… Martín había pasado por su cabeza, no hacía mucho había estado en su casa para decirle que lo sabía todo… Pero ¿qué podría querer haciendo eso? ¿Diciendo que Fernando estaba vivo? No confió en Daniel hasta que nombró a Pelayo, seguía sin entender nada, pero si era amigo de Pelayo podría confiar en él. El momento en que volvió a ver a Fernando no podía explicarlo con palabras, se acercó despacio dudando de si lo que veía era real, no daba crédito, le veía mirarla sin reaccionar, cuando estuvo cerca le saludó afirmando su nombre, como si necesitase confirmar que era él, que no estaba alucinando… Solo respiró aliviada cuando escuchó su voz, no pudo retener las lágrimas de alegría, Fernando estaba vivo, ¿cuántas veces había soñado con eso? Sonrió al salir de la habitación, el año 1961 siempre significaría su reencuentro con Fernando, el nacimiento de su hijo; todo por lo que había pasado merecía la pena hasta llegar a donde estaba ahora.
Fernando había permanecido en el salón con Roberto en brazos ya preparado, tan sólo le faltaba el abrigo y los guantes, miraba el reloj subiendo las cejas cómo símbolo de rendición, por suerte su hijo se quedó dormido ante la espera. Vio a Fernando con el niño en brazos, bueno, dudaba de si era Roberto o solo una bolita de abrigo… Besó a su hijo en la cabeza y besó a Fernando, un beso intenso, como si quisiese volver a confirmar que era real, que no veía visiones como aquel día en el Pozo. Fernando se fijó en ella, día a día había ido recuperando su figura, todavía se notaba el efecto del embarazo, pero él no se fijó en eso… Le pareció que estaba guapísima, diría que nunca la había visto tan guapa, pero siempre se equivocaba porque cada día encontraba una nueva razón para pensar lo mismo. Hizo que se abrigase casi tanto como el niño, Alicia no se quejó porque la realidad era que aquel último día del año estaba siendo muy frío. Cuando estuvieron listos, salieron de casa los tres, sería una mañana muy entretenida.
Alicia llevaba el cochecito, Fernando caminaba al lado suyo atento a cualquier cosa que pasase, iban a paso ligero, hacía mucho frío y querían pasar el menor tiempo posible en la calle. Alicia sentía la mano de Fernando apoyada al final de su espalda, a través del abrigo sentía el calor de su mano a pesar de la temperatura que hacía, se dio cuenta que caminaban totalmente acompasados, como si hubieran encontrado el mismo ritmo y ya no lo perdiesen en ningún momento. Al entrar al despacho pudieron comprobar la diferencia con la redacción, el silencio imperaba y sólo sobresalía el humo mezclado con el ambientador de limón. Fernando miró a Alicia porque sabía lo mucho que echaba de menos la actividad de su trabajo, no necesitaba nada más que verla dirigirse a su mesa y revisar las carpetas, se sintió inmensamente orgulloso de ella y se alegraba que no hubiera tenido que renunciar a eso. Roberto fue el centro de atención, ni la recuperación de Alicia, ni las anécdotas que Fernando contaba sobre él tuvieron el mismo efecto. El niño hizo las delicias de todos, los que ya le conocían del día de nochebuena le vieron más grande, y quienes no le conocían se quedaron prendados con él. Todos bromearon con el parecido del niño con su padre, cosa que Alicia aceptó encantada aunque mirase a Fernando en broma con cara de fastidio por lo poco que se parecía a ella. Mientras Alicia se ponía al día con el trabajo y organizaba lo que se llevaría para trabajar en casa, Fernando cogió al niño y se puso a hablar con David, uno de los compañeros de Alicia que mejor le caía. Fernando estaba apoyado en la mesa con Roberto descansando en su hombro, disfrutaba de la conversación con David, Alicia se giró para mirarlos pensando en la capacidad que tenía para introducirse en cualquier ambiente, su don innato para las relaciones sociales, a pesar de lo que él mismo creía. Al principio, la conversación se centró en un caso que estaban llevando en el bufete, aunque a Fernando le interesaba mucho, al final acabaron hablando de Roberto. Había empezado a gimotear porque nadie le hacía caso y, al segundo, varios compañeros de Alicia rodearon a Fernando y escucharon algunas de sus anécdotas mientras iban turnándose para coger al niño siempre con la mirada alerta de Fernando. Le seguía costando dejar que otras personas cogiesen a su hijo, se controlaba porque además sabía que no iba a pasar nada, pero aun así le costaba. Antes de irse, Alicia recibió emocionada un detalle de sus compañeros por el nacimiento, miró a Fernando y empezó a abrir uno de los regalos. Al sacarlo no pudo evitar que se le escapase una lágrima, era un sonajero de plata precioso, lo agarró contra su pecho unos instantes y empezó a abrir el siguiente mientras Fernando cogía el sonajero e intentaba que su hijo lo agarrase, cosa que no consiguió. Al abrir el otro regalo, vio un pañuelo precioso, lo acarició emocionada y empezó a dar abrazos y agradecimientos. Mientras agradecía a sus compañeros los regalos, Fernando besó la mano de Roberto contemplando la alegría sincera y resplandeciente de Alicia. Al término de los agradecimientos se situó a su lado y Fernando aprovechó para acariciarle el cuello mirándola con una sonrisa, pasó el sonajero por delante de sus ojos bromeando con ella. Todos bromearon con Fernando, que era el único sin regalo.
Salieron a la calle, la temperatura había mejorado un poco, pero decidieron coger un taxi, la casa de Pierre estaba un poco lejos y no querían pasar tanto tiempo en la calle. Fernando cogió a Roberto, Alicia se había empeñado en desmontar ella el cochecito del niño; cosa que a Fernando le divertía… Se empeñó en cerrar el coche sin darse cuenta que tenía un pequeño tope, su orgullo le impedía admitir que ni se había dignado a mirar las instrucciones, soltó un par de tacos mientras Fernando se mordía el labio intentando no reírse y le susurraba a Roberto que su madre era una mal hablada. Alicia le miró torciendo el gesto.
-Tanta sonrisita y ¿ni me echas una mano?
Fernando terminó de reírse, posó a Roberto en los brazos de Alicia y en un instante tuvo desmontado el cochecito, metió las ruedas en el maletero del taxi y el capazo lo metió junto a Alicia que ya estaba en el taxi. Se puso al lado de ella y susurró en su oído.
-Por cierto… Siempre te echaría una mano…
Alicia sonrió mientras Roberto, ajeno a lo que sus padres se traían entre manos, empezaba a llorar. Alicia sintió el calor de la calefacción del taxi unido a la insinuación de Fernando, se giró para intentar calmar a Roberto sin darse cuenta que así, sin querer, quedaba casi sentada encima de Fernando. Notó la mano en la cintura con una suave caricia…
Agradecieron que el trayecto en taxi fuese corto, si fuese por ellos, no habrían salido de aquel taxi en todo el día… Disfrutaron de aquellas caricias furtivas, ese juego de seducción que solo entendían ellos; Roberto pareció querer respetar ese momento de sus padres, en cuanto Alicia le calmó, se durmió. Cuando se paró el taxi, Alicia notó cómo Fernando, antes de sacar la cartera para pagar al taxista, paseaba sutilmente su nariz por su cuello oliéndola.
La casa de Pierre parecía la típica casa de soltero algo bohemio, a Alicia le gustó conocerla, le daba otra visión del propio Pierre; olía a incienso y esa fragancia que siempre llevaba puesta, si cerrabas los ojos podías ver las reuniones de intelectuales hablando de la Guerra de Argelia, de Vietnam, literatura… el tabaco e incluso otras sustancias quemándose en los ceniceros. Pierre les abrazó, no esperaba verles aquel día y les echaría de menos en la cena de fin de año. Alicia se disculpó y le pidió si tenía un sitio tranquilo donde poder alimentar al niño, les dejó solos mientras Fernando se quedaba con ganas de seguirla para no perderse el momento. Alicia encontró la estancia acogedora aunque con una decoración muy diferente a la que ella hubiera elegido, Roberto permaneció todo el rato con los ojos abiertos mientras ella le susurraba una canción que estaba sonando en algún lugar del edificio de Edith Piaf. Fernando se quitó el abrigo y la chaqueta, la colocó en una de las pocas sillas que había en la sala, se encendió un cigarro aceptando una copa. Pierre se sentó en uno de esos sofás redondos y tan modernos que tenían casi a la altura del suelo, tomando lo mismo que Fernando y aceptando un pitillo. Empezaron a hablar de la redacción, había habido cambios, algunos despidos, nuevos jefes… Al final acabaron hablando de la situación de la guerra, todo indicaba que estaba dando sus últimos coletazos. Cuando Alicia regresó ya estaban por su segunda copa y hablaban animadamente de algunos cotilleos de la redacción, cedió su sitio a Alicia para tomar al pequeño, por su cara ya intuía que le costaría dormir, al besarle la cabeza se dio cuenta que olía exactamente igual que Alicia y, por un segundo, su mente divagó por los momentos de intimidad que habían tenido en el taxi… Parecían más una pareja de adolescentes que dos adultos. Inmediatamente volvió al momento actual sonriendo ante las réplicas de Alicia a Pierre, se parecían demasiado, demasiado idealistas, demasiado vehementes y terminaban teniendo conversaciones apasionantes. Mientras se balanceaba con Roberto, no dejaba de mirar a Alicia, estaba fumando y hablando de la guerra con Pierre, la manera en que daba la calada, su manera de expulsar el humo… Podría pasarse el día mirándola y siempre encontraría una razón para no dejar de hacerlo. Después de dejar a Roberto en el coche decidió sentarse en uno de los sofás de Pierre, sus piernas quedaron abiertas, apoyando la espalda en la pared, llevó la contraria a Alicia un par de veces, sólo para picarla, y terminaron riéndose los tres ante sus ocurrencias. Las horas se pasaron volando, con Pierre se sentían a gusto y podían hablar de cualquier cosa; a él le encantaba escucharles hablar de su hijo, de hecho, sentía cierta envidia de la familia que tenían. Se despidieron felicitándose el año, Fernando y Alicia le invitaron a comer a casa al día siguiente, aunque era posible que después de la fiesta no tuviese ganas de salir de casa…
Volvieron a casa dando un paseo, Fernando llevaba el coche, Alicia se agarró a su brazo, los dos estaban algo melancólicos, era el último día de un año que siempre recordarían. Fernando se soltó del brazo para agarrar a Alicia por el hombro y llevarla contra él, con la otra mano conducía el coche con un Roberto ajeno al intercambio de sus padres. Fernando notó ese ambiente entre ellos y empezó a bromear con el trayecto en taxi, con que eran incorregibles… En unos minutos, la risa de Alicia se escuchaba por cada calle que pasaban.
La casa estaba iluminada por los reflejos de las farolas, las horas de luz se notaban con respecto a los primeros días en París, Fernando encendió la calefacción, Alicia le miró preocupada por esa fijación; cogió al niño y empezó a quitarle capas de ropa a la vez que Fernando les besaba e iba a la cocina a preparar la comida. Mientras estaba en la cocina Fernando vio que comenzaba a nevar, le gustaba pensar que estarían los tres solos aquella nochevieja; era el fin del año en que había conseguido su sueño, y quería que lo celebrasen ellos tres. Por un momento, se le pasó por la cabeza la idea de una nochevieja en el Asturiano, con sus amigos, Roberto mimado por los hijos de Manolita y Marce, ellos emocionados al poder charlar con sus amigos… Algún día tendrían que poder celebrar el fin de año con sus amigos. Intentó no pensar en nada que no fuesen Alicia y Roberto, su familia, una familia que le había costado muchos años tener, una familia que le hacía feliz… Mientras se hacía la comida, se acercó a la habitación del niño, Alicia amamantaba a Roberto y a la vez le hablaba de sus amigos de Madrid. Se quedó en la puerta escuchando los susurros de Alicia, sonrió con ternura, Roberto no dejaría de escuchar hablar de Madrid en toda su vida… Le divirtió pensar que en unos años Roberto se tomaría todos esos recuerdos que se sabría de memoria, como las batallitas de sus padres.
Alicia se cambió después de hacerlo con un Roberto totalmente dormido, lo dejó en la cuna y, justo cuando salía de la habitación, casi se choca con Fernando que venía entusiasmado para decirle que estaba nevando. Fueron al salón y, mientras Alicia miraba por la ventana los copos cada vez más grandes con la cara de una niña que sólo piensa en salir corriendo a la calle, Fernando la miraba a ella pensando que en algún lugar de Madrid y Barcelona tenían unos amigos que seguro compartirían sus mismos pensamientos. Le besó el pelo y lo que comenzó como un beso tierno se tornó más apasionado…
Se tumbaron en el sofá, Alicia empezó a desnudar a Fernando, él seguía besándola, desde que estuvieron en el taxi habían deseado hacerlo y no parecían dispuestos a frenarse. Fernando le quitó la blusa a Alicia, se quedó mirándola sin poder apartar la vista, ella empezó a besarle el cuello, se tumbó sobre él, llevaba días con ganas de volver a sentir a Fernando de esa forma. Fernando la besó, esta vez dulcemente, hacía unos días que había tenido al niño, no podían dejarse llevar. Hizo que se sentase y se sentó junto a ella, siguió acariciándole el pelo. Fernando le besó la frente y fue incorporándose poco a poco, la nieve golpeaba con fuerza la ventana y ese era el único sonido que competía con el de sus respiraciones. Alicia apoyó la cabeza en el sofá girada hacia Fernando, le acarició el pelo y se acercó a besarle. Para un hombre con un control tan férreo, le costó admitir lo mucho que le costaba aplicarlo con Alicia.
-Alicia, deberíamos esperar, acabas de dar a luz, siento haberme dejado llevar debería…
-Fernando, si hay que sentir dejarse llevar, yo sería la primera… El doctor dijo que podríamos volver a tener relaciones en cuanto me sintiese mejor, que eso sólo podría saberlo yo… Y te aseguro que me siento mejor que nunca… -volvió a besarle- Y me siento mejor si puedo sentir tu piel, tus besos, tus caricias… No creo que eso sea malo…
Fernando no podía frenar a Alicia, se sintió culpable porque probablemente había sido su comentario en el taxi lo que había provocado que no pudiesen frenarse ninguno de los dos. Siguió besándola, acariciándola, estaba tan guapa…

Alicia se levantó del sofá al oír llorar a Roberto, sonaba como ese despertador que oyes entre sueños y te cuesta distinguir si es real o parte del mismo, se puso la blusa mientras le pasaba a Fernando la camisa. Se echó a reír, parecían dos adolescentes, en el sofá, besándose, como si no existiese nada más; por un momento, se vio a sí misma tumbada sobre Fernando en el sofá del piso franco, seguían siendo los mismos… Cogió al niño de la cuna, Fernando se quedó sentado mientras se ponía la camisa, se pasó las manos por el pelo y decidió que, hasta que el médico se lo comunicase, intentaría no volver a llevar una situación íntima tan lejos. Se encendió un cigarro mientras miraba, sentado en el sofá, por la ventana.
-Fernando, creo que te toca a ti… Hay que cambiarle…
-Ya veo… -se incorporó ante la llamada de Alicia, divertido la besó la nariz al levantarse y acarició la cara del niño- Así que la señora de Solís pretende que me pase la vida cambiando las gasas…
-¡Claro! Lo haces mejor que yo así que… -soltó una carcajada- Venga, no seas quejica, que me encargo de poner la mesa, aunque la comida se habrá quedado fría…
Fernando la miró con una sonrisa pícara, la agarró suavemente de la muñeca para hacer que se acercase, la besó intensamente y dejó que se fuese a la cocina, se reía de él mismo mientras cambiaba las gasas a un Roberto ajeno a la pasión de sus padres, eran como dos adolescentes recién enamorados, empezaba a pensar que lo serían siempre… Alicia terminó de llevar al salón los platos y la comida, Roberto empezaba a dormirse en brazos de Fernando, se acercó a besar la mano del niño. En un momento, se quedó dormido, Fernando le dejó en la cuna, que puso al otro lado del salón para no molestarle con su conversación y con el olor de la comida. La comida se había quedado fría, era cierto, pero les supo mejor que nunca, comieron entre miradas cargadas de intención, algún comentario sobre las novedades del despacho y la redacción, sobre sus amigos… La conversación era relajada, las miradas no, ese juego de miradas les gustaba mucho, tanto como para alargarlo sin necesidad de que pasase nada más. Durante la comida hubo un momento que Alicia se quedó callada, con la mirada perdida y una leve sonrisa, Fernando le preguntó qué le sucedía, respondiéndole con una caricia en la mano obvió contestarle. Fernando empezó a recoger la mesa, le trajo un café a Alicia, ella se sentó en el sofá mientras él fregaba en la cocina. Alicia sería quien cocinase la cena, le apetecía hacer algo especial para aquel fin de año, el primero que pasarían juntos. Tendría que salir a comprar lo que faltaba, aunque estaba segura que Fernando no la dejaría, por mucho que la tienda estuviese a dos pasos, estaba nevando, y preferiría ir él a comprar… Pensó en si debería darle a Fernando antes el regalo de Reyes, podrían utilizarlo aquella noche; seguro que le gustaría… Pero no, quería esperar al día 6, por más que le hubiese gustado tenerlo en ese momento. Se levantó a dejar la taza de café en el fregadero, vio a Fernando fumar mientras terminaba de guardar todo, se acercó por detrás y le abrazó.
-Nunca olvidaré este año… -le besó en la oreja, lo que hizo que Fernando dejase lo que tenía en las manos- Nos han pasado tantas cosas desde que volví a verte, desde que supe que estabas vivo… Fernando, ha sido uno de los mejores años de mi vida –empezó a acariciarle el pelo- ni en mis mejores sueños me imaginaba tanta felicidad…
-Alicia… Nunca olvidaremos este año, reencontrarnos, que nuestro amor volviese a surgir, Roberto… Pero estoy seguro que año tras año pensaremos lo mismo, 1961 sólo ha sido el comienzo…
Sonrieron, de pronto desde el patio les llegó el sonido de una canción en español, Fernando le ofreció la mano, que ella aceptó inmediatamente y comenzaron a bailar en la cocina. El viento hacía que los copos de nieve cayesen contra el cristal acompañando la canción, cerraron los ojos y se dejaron llevar por la música.  Mientras bailaban en la cocina entre risas, el grifo de la cocina seguía corriendo, los vecinos les miraban a través de la ventana, Roberto dormía con los brazos abiertos.
Como Alicia había previsto, Fernando se empeñó en ir él a comprar, no iba a dejar que ella saliese con el frío que hacía. Sacrificó el pequeño descanso que se tomaba después de la comida para realizar los encargos, decidió usar las botas, guardadas en el altillo, que usó durante la salida de España, sus zapatos podrían causarle una caída en cuanto pisara la calle. Se colocó la bufanda, todavía en la habitación, mientras Alicia se desvestía para darse el baño, resopló pensando lo poco consciente que era del poder que ejercía sobre él. Alicia se relajó al darse el baño, aquella noche iba a estrenar un vestido que Fernando no había visto, esperaba que le sentase bien, no había recuperado totalmente la figura, pero ya se la veía mejor. Fernando compró lo que necesitaban, pero también aprovechó para comprar unos dulces en la cafetería, además de una tarta. Al regresar a casa se cruzó con sus dos vecinos, estaban jugando con la nieve, dejó las bolsas en el suelo para tirarles una bola a la que ellos respondieron con una avalancha de bolas de nieve… Al final, Fernando acabó empapado por la nieve pero no dejaba de reírse, pensó en el momento en que Roberto empezase a jugar… Disfrutó tanto jugando con los vecinos que no le importó la mirada reprobatoria de la vecina del bajo cuando vio cómo dejaba el rastro de barro y nieve por el portal, optó por la escalera para no manchar el ascensor, por suerte las bolsas las dejó a buen recaudo. Fue sacudiéndose los copos del abrigo, posó las cosas en el suelo mientras abría la puerta. Se descalzó en la entrada y colgó el abrigo en una percha solitaria para que se secase, estaba completamente despeinado y Alicia lo primero que hizo fue reírse de su pinta.
-¿Pero de dónde vienes? –le miró divertida- ¿Has estado jugando con la nieve?
-Esos dos diablillos me han ganado en nuestra batalla… Estoy empapado…
Alicia se rio mientras le cogía las bolsas que traía y las dejaba en la mesa.
-Ven anda, que si no te vas a resfriar…
Alicia llevó a Fernando a la habitación, fue desnudándole poco a poco mientras él no apartaba su vista de ella, le secó, y le vistió. Él no dejo de sonreír y de acariciarla casi sin tocarla porque tenía las manos frías, el simple roce de la mano de Fernando le erizaba la piel. Fernando concentró sus pensamientos en el frío intenso de la calle mientras le ayudaba a cambiarse, había tanta familiaridad en sus gestos que tuvo que reírse, no debió ser fácil para ella enfrentarse a tener que ayudarle en todo mientras estuvo herido en el piso franco. Roberto interrumpió el momento rompiendo a llorar, se había cansado de esperar. Fernando le dio un suave beso pero evitó tocarle, aún tenía las manos frías. Alicia cogió al niño y se sentó en la mecedora mientras Fernando colocaba en la cocina todas las compras. Pensó que habían comprado más de lo necesario, los armarios estaban llenos de dulces de navidad, tenían comida para varios días… Sonrió negando con la cabeza, esos pensamientos nunca dejaría de tenerlos. Alicia amamantaba al niño mientras le contaba entre susurros cómo fueron las últimas navidades que había pasado en París. Fernando se acercó a la habitación y escuchó atentamente el relato de Alicia. Llevó una silla del salón a la habitación de Roberto, mientras hablaban sobre los artículos fue poniéndose los calcetines, estaba sentado con el respaldo de la silla apoyado en su parte frontal, valorando la opinión de Alicia.
-Fernando, ya sé que lo hemos hablado pero… Deberías reconsiderar escribir artículos contando toda tu experiencia en la lucha… -Fernando se acercó a acariciar a su hijo- Desde que leí lo que escribiste hace unos días, no dejo de pensarlo…
-Pero Alicia, eso lo escribí porque necesitaba plasmar todo lo que sentía, pero no quería compartirlo con nadie más que contigo…
Alicia sonrió, en el pasado Fernando no se lo hubiese enseñado, se lo hubiese guardado para él, pero esta vez, a la mañana siguiente pudo leerlo mientras él atendía al niño. Alicia se había emocionado al leer aquella especie de diario en forma de artículos, Fernando sabía escribir muy bien, sonrió pensando en la primera carta que le había escrito, siempre dijo que no se le daba bien expresar lo que sentía… Estaba equivocado, sabía hacerlo muy bien.
-Creo que podría ayudar a mucha gente leer tu experiencia, que nadie olvide lo que pasó… Pero si no quieres, no hay más que hablar.
Fernando se incorporó para besarla, pensó lo mismo que ella, en el pasado no se lo hubiese enseñado, se había pasado la mitad de su vida escondiendo quién era, lo que sentía… Sólo Alicia había conseguido que venciese ese miedo. Cuando Roberto se quedó dormido, Alicia se fue a la cocina, quería empezar a preparar la cena; le prohibió a Fernando entrar en la cocina, quería que fuese una sorpresa y también que esa noche él no se encargase de nada. Se encerró en la cocina, se sirvió una copa de vino y comenzó a cocinar, recreando en su cabeza alguna de las recetas que le habían ido dando para ese tipo de noches. En el salón, Fernando se sentó en el sillón, colocó la lámpara junto a él por la falta de luz y comenzó a repasar el trabajo de la semana, pasaba los folios mientras fumaba con la otra mano. Desde que había nacido Roberto, evitaba escribir a máquina, el ruido que hacía era demasiado para el niño. Se sumergió en la sensación agradable de plasmar en un papel sus pensamientos, apenas se daba cuenta que los cigarros se consumían, sólo se levantó para colocar correctamente el jarrón con las rosas que estaba a punto de caerse. Sin darse cuenta, había escrito sobre el exilio, los campos de refugiados después de la guerra civil, los españoles abandonados por cualquier país democrático… Pensó en él mismo, en Alicia y su padre teniendo que empezar de cero en París, también pensó en Belle, ella se avergonzaba del trato que Francia había dado a los españoles. La conversación con Alicia seguía en su cabeza, ¿de verdad serviría de algo escribir sobre ello, sobre algo que pasó hacía 20 años? No estaba seguro siquiera que lo quisiesen publicar. Decidió no pensar sobre ello, ya vería qué haría con ese artículo, empezó a escribir sobre la situación de las chicas de servicio. Hacía unas semanas había conocido a un par de chicas españolas que servían en casa de franceses adinerados. Vivían en habitaciones compartidas, su jornada laboral podía alargarse al máximo si era necesario… Probablemente con un artículo no consiguiese nada, pero si conseguía llegar a una persona y que se concienciase, valía la pena escribir sobre ello.
Alicia pensaba en su padre mientras preparaba la cena, pensó en las veces que había cocinado para él, siempre le decía que lo hacía muy bien, pero nunca había estado segura que lo pensase de verdad. Cocinar la relajaba, excepto cuando no conseguía que todo quedase como ella quería, nunca había tenido paciencia y se desesperaba fácilmente. Sonrió pensado en lo diferentes que eran Fernando y ella, él podría pasarse toda la mañana haciendo algo, por más que no le saliese, no paraba hasta que lo conseguía. Ella era más impaciente, si se mentalizaba podría llegar a conseguirlo, pero normalmente soltaba algún taco y lo dejaba para otro momento. Se contradijo a sí misma, con Roberto y Fernando nunca perdía la paciencia, podría estar todo el día intentando que Fernando dejase de preocuparse por todo o que Roberto se concentrase en comer. También pensó en la paciencia que tenía en su trabajo, incluso le gustaban los retos, los casos que se complicaban, que requerían una mayor implicación. Mientras terminaba la copa de vino pensó que para lo importante sí tenía paciencia. Se quedó mirando la mesa dónde tenía ya preparados todos los entrantes, canapés, queso -había conseguido encontrar una pequeña tienda dónde vendían queso manchego y sabía que le daría una alegría a Fernando-, chacina y crepes salados. Sonrió cuando se dio la vuelta pensando en todos los utensilios que había manchado. Se mezclaban los olores de la sopa de marisco, el queso recién cortado y el conejo estofado, la carne de caza era la favorita de Fernando -suponía que recordaba las cacerías con su padre- y para ella había optado por preparar un pescado en el horno a la sal. El único problema era el desastre que había ocasionado cada uno de sus platos. Miró la hora, antes de cenar tendría que cambiarse, se dio prisa por terminar, en un rato Roberto se despertaría con hambre.
Fernando llamó a la puerta, estuvo tentado de entrar sin avisar, pero sabía que Alicia se molestaría, llevaba toda la semana pensando en la cena, en sorprenderle. Se quitó el delantal, dejándolo hecho un ovillo en una de las sillas justo cuando Fernando tocó a la puerta, se apresuró para que no entrara a la cocina. Su parte presumida prefería que no la viese con la ropa llena de lamparones, el pelo oliéndole a pescado y las manos pegajosas... Alicia se asomó al quicio con una sonrisa.
-¿Sabes que pareces una niña traviesa?
Ambos se echaron a reír, Alicia salió de la cocina cerrando la puerta tras de sí.
-Una niña no, pero traviesa… -se acercó a besarle- ¿Has terminado los artículos?
-No, pero por hoy se acabó el trabajo… Sólo me apetece estar con vosotros, cenar juntos, recordar, imaginar cómo serán los próximos años… Es todo lo que quiero hacer en el último día de 1961.
Alicia sonrió, ella no quería otra cosa; se acercó a la cuna y, para su sorpresa, Roberto estaba despierto y sin quejarse, últimamente no solía llorar al despertarse. Mientras Alicia amamantaba a Roberto, Fernando se sentó en una silla en frente de ellos y, entre susurros, le leyó a Alicia su artículo sobre las chicas del servicio. Mientras Fernando leía el artículo no se dio cuenta que se le empañaron los ojos, entre esas cuatro paredes perdía, muchas veces, la noción de todo el horror que quedaba fuera. Miró a Roberto pensando lo orgulloso que se sentiría si pudiese entender esos textos. Alicia no dejaba de sorprenderse por la capacidad de Fernando para ponerse en el lugar de otros, sus artículos eran la prueba de ello. Nunca había oído una defensa más enérgica de los derechos de las trabajadoras, una denuncia más fuerte de sus condiciones laborales… Le miró emocionada y le dijo que le gustaba mucho, en ese momento le habría gustado tener la capacidad de expresión que tenía Fernando, decir que le había gustado mucho era casi banal, había sentido tantas cosas al oírle… Roberto se durmió con el movimiento de la mecedora y la voz de su padre, Alicia le posó con cuidado en la cuna y le tapó. Fernando se acercó al niño, le tocó la cara y besó su mano. Salieron de la habitación sin hacer ruido, entornaron la puerta, probablemente Fernando se pasase la noche yendo y viniendo para comprobar que todo estaba bien.
-Fernando, me voy a cambiar –lo dijo con una sonrisa enigmática que cautivó a Fernando- No tardo nada y podremos empezar a cenar…
-¿Qué no vas a tardar? –Fernando le cogió la mano divertido- Eso no te lo crees ni tú…
-Lo bueno se hace esperar…
-¡Engreída!
Alicia ya estaba en la habitación cuando oyó a Fernando reírse y llamarle engreída; pensó que cuando saliese le dejaría sin palabras. Cuando salió de la ducha se sintió una mujer nueva, olió su piel y optó por secarse el pelo con el secador, tarareaba una canción y, sin darse cuenta, escribió en el espejo empañado. Al contemplarse con el vestido y maquillada no pudo sentirse mejor, transmitía exactamente la felicidad que sentía.
Fernando estaba esperando que terminase Alicia, se encendió un cigarro mientras se servía una copa de vino, era una botella que le había regalado Mauro cuando estuvo en la boda, se acordó de ellos y la celebración que, seguro, estaban teniendo en Barcelona. Cogió las cuartillas que aún tenía encima de la mesa, corrió la silla y le escribió unas letras. Hacía semanas que no hablaban y, aunque eran muy distintos, le hubiese encantado que pasasen juntos las navidades. Al escribir le sorprendió que fuese capaz de ser tan claro y sincero.

Querido Mauro
Espero que por Barcelona las cosas vayan igual de bien que por aquí; Roberto está cada día más grande y más guapo, me encantaría que le conocieseis… ¿Qué tal lleva Inés el embarazo? Seguro que estáis deseando que nazca, ya verás, será increíble cuando le podáis tener en brazos, incluso cuando no podáis dormir mucho porque se despierte cada pocas horas para comer… Todo merece la pena cuando coges a tu hijo en brazos.
El día de navidad os echamos mucho de menos, estar en otro país en días así es difícil… Lo pasamos muy bien con nuestros compañeros, ya amigos, pero siempre faltaréis vosotros. Ya sabéis que aquí tenéis vuestra casa, aunque imagino que cuando nazca el niño será más difícil que podáis venir a París.
Espero que el año 1962 sólo os traiga cosas buenas porque os lo merecéis.
Un abrazo muy fuerte
Fernando Esquivel

En cuanto terminó la carta encendió un cigarro, escribir a Mauro siempre le dejaba la misma sensación de nostalgia. Al terminar guardó todo y decidió despejar la mesa para poner el mantel de la cena e ir colocando las servilletas y los candelabros. Una vez que estuvo todo, apagó la luz central, dejando el salón en un ambiente mucho más tenue, más íntimo. Estaba dando una calada cuando vio aparecer a Alicia, estaba deslumbrante, apagó el cigarro lo más rápido que pudo y se puso de pie delante de ella. Le parecía estar viendo una perfecta combinación entre la chiquilla que había conocido en Madrid, la mujer con la que se reencontró 12 años después y la mujer que era ahora después de los meses que llevaban juntos. El contraste de la luz de las velas, la sonrisa y verla tan radiante produjo que volvieran a fallarle las piernas, decían que las pupilas se dilataban y llegabas a no tener noción de los sonidos ni de aquello que te rodeaba, en esos momentos sabía que era cierto. Por un segundo se olvidó de todo, sólo existía Alicia, ese vestido que le sentaba tan bien y que él no conocía, esa sonrisa entre soñadora y complacida al verle sin saber qué decir…
-Estas… Preciosa.
Alicia sonrió orgullosa de haber podido sorprenderle, después de tantos meses compartiendo todo, aún era capaz de hacer que Fernando se quedase sin palabras. Se acercó despacio a él, le besó y pasó su mano por el cuello de Fernando; aquella noche sería muy larga y no dejarían de mirarse como si fuese la primera vez que se veían. Decidió darse una ducha rápida, al salir, se fijó en el mensaje que Alicia había dejado en el espejo del baño, el vaho lo había vuelto a descubrir. Apoyó las manos en la encimera de piedra sonriendo.
Alicia estaba sentada en el sofá, se había descalzado, los tacones aún le incomodaban un poco, pero en cuanto Fernando saliese de la habitación se los pondría. Se había servido una copa de vino después de ir a la habitación del niño y comprobar que seguía dormido. Estaba mirando todas las cartas que sus amigos les habían enviado, hacía menos de un año se sentía sola, ahora tenía amigos en varias ciudades, incluso al otro lado del charco. Daniel les había escrito cuando llegaron a Colombia, tenían que contestarle pero ella quería esperar hasta después de Reyes, Fernando no lo entendía pero dejó que Alicia se saliese con la suya, como siempre… Dio un trago al vino mientras pensaba en sus amigos, Inés y Mauro también celebraban sus primeras navidades juntos, se habían casado, iban a tener un hijo… Macarena estaría como siempre, pasándoselo bien, trabajando, siendo el centro de atención de la noche. Daniel y Belén seguramente pasarían la nochevieja con amigos a los que acababan de conocer, pero sabía que Daniel estaría feliz de estar allí, con Belén y ayudando a los demás. Se imaginó a Pelayo cantando villancicos con sus nietos y a Manolita yendo de un sitio a otro intentando que todos estuviesen atendidos; Marce estaría ya con alguna copa de más… Y, por fin, pensó en ellos, Fernando, Roberto y ella, tenía una familia, después de tanto tiempo volvía a sentirse parte de una familia. Ojalá su padre pudiese verla, conocer a Fernando, a Roberto… Brindó en el aire por su padre, Fernando apareció en ese momento en el salón tirándose de los puños de la camisa hacia abajo mientras veía a Alicia rodeada de todas las cartas y postales que recibían.
Estaba sentada en el sofá con las piernas subidas y todas las cartas esparcidas, habían comprado una caja labrada para irlas guardando todas, formaban parte de sus vidas, su historia. Se quedó embobada cuando lo vio aparecer, le costó ponerse el zapato derecho y algunas de las postales cayeron al suelo. Se acercó para hacer una de las cosas que más le gustaba, olerle. Comprobó que Fernando también estrenaba traje, se rio de los dos, por muchas veces que se hubiesen visto desaliñados, no dejaban que el encanto se perdiese, se seguían arreglando para estar juntos no necesitaban que fuese para salir fuera.
-Señor Solís, estás más guapo que nunca…
-No soy el único… -la atrajo hacia sí, la abrazó y le habló al oído- Me encantan tus mensajes…
Alicia sonrió y le besó, se separó al instante, no quería empezar la noche con un beso pasional que les hiciese olvidarse de la cena…
-¿A dónde vas? –la frenó- Tú has hecho la cena, me toca a mí servirla…
Alicia iba a replicar, pero Fernando ya estaba en la cocina, mientras Fernando iba a recoger las cosas a la cocina, terminó de colocar los cubiertos, se mordió el labio esperando un profundo suspiro de él, éste no tardó en llegar y le habló alzando la voz.
-Por eso no quería que fueras tú…
Siguió riéndose mientras Fernando intentaba no desesperarse ante el desorden de la cocina y concentrarse en la comida. Lo primero que vio fue el queso y no se pudo resistir a probarlo, no sabía cómo pero Alicia lo habría conseguido, era queso manchego. Todo tenía muy buena pinta, Alicia había pensado en todo. Llevó los platos de los entrantes al salón, al posarlos besó a Alicia en la mejilla saboreando todavía el queso. Cuando comenzó a poner todos los platos en la mesa se fijó en la elegancia de todos sus movimientos mientras miraba sus manos, estaba profundamente enamorada de sus manos.
-Si alguien podría encontrar queso manchego tenías que ser tú…
-Bueno, tengo mis trucos…
Antes de sentarse, fue a la habitación de Roberto, seguía dormido, decidió sacar la cuna de la habitación y ponerla al otro lado del salón, para tenerle controlado desde la mesa. Empezaron a picar, Fernando sirvió el vino, Alicia le miraba casi sin pestañear, la conversación fue fluida, hablaron de todo, el tema principal fue Roberto, se imaginaron dentro de unos años celebrando con él la navidad, cantando villancicos… Encadenaban unos temas con otros, siempre sin dejar de mirarse y sonreírse, de vez en cuando Alicia reía con ganas, a Fernando le parecía que su risa le daba vida a la casa. Justo antes de sacar la sopa, Roberto se despertó, cuando Fernando le cogió no parecía estar preocupado por comer, agitaba los brazos como si quisiese unirse a la fiesta. Fernando terminó con Roberto en brazos, con la silla girada hacia Alicia mientras seguía comiendo con la otra mano, el salón quedaba poco iluminado con respecto a la ciudad, la ciudad de la luz resplandecía más que nunca en esas noches. Alicia les miraba emocionada, ahí estaban los dos hombres de su vida, no podría imaginarse su vida sin ellos.
-Roberto… -seguía hablándole en susurros- ¿Has visto que guapa está mamá? –Alicia sonrió enternecida- No encontrarás una mujer más guapa en todo el mundo… Pero guárdame el secreto ¿eh?
Alicia se echó a reír mientras le contaba que había elegido ese vestido porque era muy parecido al que se puso cuando la dejó plantada hace muchos años, Fernando permaneció en silencio ante ese comentario y siguió alabándola, por suerte Roberto reclamó su atención. Alicia se reía pensando en los tres meses que estuvo sin hablar a Fernando por aquel plantón…
Alicia se levantó para coger al niño, aunque no hubiese protestado, era la hora de la toma. Fernando cogió otro trozo de queso y la siguió, no se imaginaba mejor nochevieja que esa, ver a Alicia alimentar a Roberto, su mujer y su hijo en ese momento de intimidad que le encantaba compartir. Alicia tarareaba una canción, Roberto la miraba casi entendiéndola y Fernando se acercó a ellos y apoyó la cabeza en uno de los brazos de la mecedora mirándoles. Alicia hizo que apoyase la cabeza en sus piernas, estuvieron así hasta que Roberto se durmió. Le encantaba la sensación de estar amamantando a Roberto mientras sentía a Fernando, muchas veces se quedaba de pie, junto a ella, y dedicándose a tocarle el pelo. El problema era que Roberto dejaba de mamar en cuanto notaba que hablaba o se movía. Fernando se incorporó besando la frente de su hijo y el cuello de Alicia, que llevó al niño a la cuna.
De vuelta en el salón, Alicia se sentó mientras veía a Fernando ir a la cocina a por la sopa de marisco. Le hizo gracia ver cómo Fernando hizo tres viajes, uno para los platos, otro para la sopera y otro para llevar la sopera a la cocina una vez servidos los platos. Ella sólo habría hecho un viaje, la sopera iría encima de los dos platos hondos y se quedaría en la mesa. Seguía sorprendiéndole lo meticuloso que era Fernando, hiciese lo que hiciese parecía que había nacido para desarrollar esa tarea, era imposible no darse cuenta del contraste entre ellos dos, sonrió ante este pensamiento. Fernando se dio cuenta de la mirada divertía que le devolvía Alicia en cada viaje y se rio también, era incapaz de dejar las cosas de cualquier manera. Cuando se sentó, Alicia soltó una carcajada.
-Pensé que no terminarías nunca…
-Las cosas hay que hacerlas bien ¿no?
-Claro… Aunque te recuerdo que la que hacía todo tan bien era yo…
Fernando sonrió ante el recuerdo de la comida del cumpleaños, Alicia había usado el mismo tono que él usó en el pasado para preguntárselo. No pudo evitar que el tono de Alicia le recordase al momento que habían vivido aquella tarde… Intentó quitárselo de la cabeza con una broma, al minuto Alicia se estaba riendo como si volviese a ser la chiquilla que él conoció hacía años. Tomaron la sopa despacio, se entretenían hablando de cualquier cosa, Fernando se atrevió a proponerle otra vez lo del biberón y, para su sorpresa, no encontró tanta reticencia en Alicia, aunque aún seguía pensando que era muy pronto. Cuando terminaron la sopa, Fernando recogió los platos, los llevó a la cocina y los dejó apilados en el fregadero; pensó que era inútil tanto orden después de cómo había dejado Alicia la cocina… Llevó los platos con el conejo y el pescado al salón y, sin que Alicia dijese nada, le puso a ella el pescado. El olor del conejo estofado inundaba el salón, Fernando sabía que a Alicia no le gustaba la carne de caza, de hecho aborrecía el hecho de matar un animal por lo que consideraba una mera diversión, aun así su gesto le llegó directamente al corazón. Empezaron a comerlo entre sonrisas, Fernando bromeaba cogiendo un poco del plato de Alicia.
-Es la mejor cena que he probado nunca… El conejo te ha quedado muy bien… -ella sonrió, merecía la pena la tarde cocinado si el resultado era ese- ¿Sabes? Acabo de recordar las comidas de los domingos cuando yo era pequeño, mi madre lo cocinaba muy bien, casi tanto como tú…
Alicia se emocionó con el recuerdo de Fernando, él se sorprendió, hacía muchos años que no pensaba en las comidas de los domingos… Fernando le ofreció un poco de su plato, acercó el tenedor a su boca, Alicia lo probó mientras no dejaba de mirarle.
-Pues sí que está bueno…
Entre risas y recuerdos les dieron más de las 11 de la noche, por la ventana entraban las voces de la gente que lo celebraba en la calle, les hubiese gustado dar un paseo por las calles de París, respirar la alegría del ambiente, las luces, la felicidad… Pero sería otro año, esa nochevieja no necesitaban nada más que estar los tres juntos. Fernando recogió la mesa con el mismo orden que hacía todo, apilaba los platos por tamaños, de mayor a menor, para colocar los cubiertos encima. Puso la radio ante la mirada extrañada de Alicia que además le vio ir a la cocina a dejar los platos. Lo dejó todo en la cocina y contó, minuciosamente, las uvas colocándolas en un bol. Volvió con dos platos pequeños y el bol con uvas, Alicia ni se había acordado de las uvas, sonrió al comprobar que él estaba en todo.
-En nuestra primera nochevieja no pueden faltar las uvas ¿no crees?
-Claro… -cogió el plato que le ofrecía Fernando y dispuso 12 uvas en cada plato- Espero no atragantarme, hace muchos años que no como las uvas…
Fernando le acarició la cara con una sombra en la mirada, no le gustaba que Alicia recordase la soledad de los últimos años; por suerte, en la radio pusieron una canción y empezaron a bailar como dos adolescentes. Alicia no dejó de acariciarle el pelo, le encantaba el tacto, Fernando no pudo evitar cogerle de la cintura… Sus risas, mientras bailaban, eclipsaban los sonidos del resto del edificio, las prisas de esa noche para tener todo a punto y celebrar el momento mágico en el que entraba un nuevo año causaban estragos en más de una casa. La canción terminó y Fernando aprovechó para ir a por las copas y el champan para después de las uvas; además, trajo la tarta para el postre. Se quedó mirando por la ventana a ese cielo totalmente despejado, sus pensamientos eran complejos y simples a la vez, nunca había comenzado un nuevo año pensando en la consecución del resto de los años, este sí, deseaba poder enseñarle a encender una bengala a Roberto, saber que significaba no volver a sentirse solo jamás, exactamente lo que sentía en ese momento.
Durante las campanadas, Fernando no dejó de mirar divertido a Alicia, parecía que de un momento a otro iba a mandar las uvas a tomar vientos porque era incapaz de comerlas a tiempo. Alicia engullía las uvas de dos en dos, de tres en tres, hubo momentos que Fernando dudó en que se atragantase, él, sin embargo, tomaba cada uva con cada campanada. En secreto tomó una uva por cada año que habían estado separados prometiéndose compensar cada uno de esos días… Cuando por fin Alicia acabó las uvas, se abrazaron y besaron, acababan de empezar el primer año juntos.
-Feliz año mi amor…
-Feliz año… Te prometo que será todavía mejor que el que acabamos de terminar…
Fernando descorchó el champan consiguiendo que Alicia se riese, el corcho golpeó con la lámpara a la vez que los fuegos artificiales y petardos comenzaban a iluminar de luz y sonido las calles de París. Fernando llenó dos copas, le ofreció una a Alicia y levantó la suya.
-Alicia, brindo por ti… Por ser capaz de olvidar los malos momentos, de perdonar tantos años de silencio… Por estar siempre junto a mí, incluso cuando yo no te lo ponía fácil…
-Brindo por ti, Fernando, por enseñarme que los sueños no son imposibles, por volver a enseñarme a amar, a ver el lado bueno de la vida… Por escucharme cuando lo necesito… Porque te quiero y juntos hemos creado lo más importante, nuestra familia…
Los dos a la vez levantaron la copa y dijeron “por Roberto”, le dieron un sorbo, a Alicia el champán le hizo cosquillas en la nariz y cerró los ojos saboreando la primera copa de ese año. Al segundo, ya estaban bailando al ritmo de la música que entraba por la ventana ligeramente abierta. Empezaron a besarse al ritmo de aquella canción que no lograban identificar; Fernando sabía a champán mezclado con tabaco. El teléfono les interrumpió, cuando fue consciente que el teléfono sonaba se separó de Alicia mientras soltaba un suspiro y miraba hacia el techo. Los dos se echaron a reír, el mundo parecía decidido a ayudarles a no dejarse llevar. Alicia observó a Fernando mientras hablaba con Pierre, estaba apoyado en la mesa, con los pies cruzados e intentando no devolver las felicitaciones a Pierre a gritos. Fernando observó a Alicia dando un sorbo a la copa de champán mientras su mirada vagaba por la casa por suerte, inmediatamente, comenzó a reír y se acercó para felicitar a Pierre a través del auricular. Hablaron durante unos minutos, se notaba que Pierre ya había brindado varias veces. Cuando colgó se echó a reír mientras volvía junto a Alicia para darle un beso más y hacer que se sentasen a la mesa, quedaba la tarta. Fernando cortó dos porciones de tarta, aunque sabía que Alicia repetiría, probaron la tarta a la vez, saboreándola y mirándose. Alicia se levantó, puso el disco de Edith Piaf bajito y se sentó sobre Fernando, comieron juntos lo que quedaba de tarta, Alicia cogió la cuchara y le dio a probar a Fernando, haciendo que parte del trozo de tarta se le quedase por la cara… Mientras permanecía sentada en sus piernas, con la cara con resto de la tarta, recordó la guerra de pintura en la habitación de Roberto. Fernando vio las intenciones de Alicia y, cuando estaba a punto de besarle, manchó la nariz de Alicia, empezaron una pequeña guerra de chocolate, aunque controlada porque se veían tan guapos que no querían acabar con manchas por toda la ropa. Fernando le acarició el pelo, los dos tenían la cara llena de chocolate, parecían dos niños, se acercó a olerle el pelo, la mezcla del perfume y el chocolate le gustó mucho. Se quedaron unos instantes así, abrazados, acariciándose, como si el mundo se hubiese detenido sólo para que ellos pudiesen disfrutar de ese momento. Alicia sonrió cuando oyó llorar a Roberto, empezaba a pensar que les sería muy difícil disfrutar de un momento íntimo en una buena temporada… Fernando cogió al niño de la cuna pero evitó darle un beso, su cara seguía llena de restos de tarta, Alicia había ido al baño a intentar quitar los restos de la suya sin estropear el maquillaje. Cuando la vio regresar sin manchas pero también sin maquillaje, pensó que era el momento de la noche en que estaba más guapa, resistió las ganas de besarla para no pringarla de chocolate otra vez, dejó a Roberto en sus brazos y él también fue a limpiarse. Alicia estaba en la mecedora, casi dormida mientras Roberto comía tranquilo, estaba completamente relajada sintiendo a Roberto contra ella, día a día notaba cómo ganaba peso, pero sobre todo disfrutaba de las sensaciones. Era consciente que al regresar a trabajar tendrían mucho menos tiempo para estar juntos, saborear las pequeñas cosas, aún tenían que decidir si contratarían a alguien o Roberto iría a una guardería. No necesitó abrir los ojos para saber que Fernando estaba en la habitación, ni siquiera sentir el calor de sus manos o el timbre modulado de su voz para no despertar al niño. Se acercó a ella, le besó el pelo y ella abrió los ojos sonriendo.
-No estaba dormida… -Fernando tuvo que contener la risa para no molestar a Roberto, Alicia no quería que al verla cansada terminase la noche- Sólo estaba un poco… Relajada.
No pudo evitar reírse, lo hizo en bajo pero fue incapaz de aguantar la risa ante esa afirmación de Alicia. Cuando Roberto se quedó dormido, Fernando le cambió mientras susurraba al oído de su hijo “feliz año”, Alicia se limpió con un paño y cerró cuidadosamente su vestido. Fernando llevó al niño a la cuna y se sentó en el sofá al lado de Alicia mientras rellenaba las copas con champan; ya era tarde, la gente seguía celebrando en la calle, pero en los últimos días ellos habían dormido poco, el cansancio tenía que notarse. Alicia apoyó su espalda en el pecho de Fernando, brindaron y tomaron un sorbo, Fernando no dejaba de acariciarle los hombros.
-Ha sido el mejor fin de año de mi vida… Sólo comparable al último fin de año con mi padre… ¿Sabes? En días como hoy me gustaría que siguiera conmigo –Fernando encendió un cigarro mientras acariciaba su mejilla-, que os conociera a los dos…
-Tú siempre has dicho que sientes a tu padre cerca… Estoy seguro que está contigo, siempre, parte de lo que eres se lo debes a él… -Fernando pensó en su padre, en cómo le hubiera gustado conocerle de verdad, no sólo tener los recuerdos de niño- Roberto conocerá a su abuelo, le hablaremos de él, de lo unidos que estabais, del gran abuelo al que nunca conoció…
Fernando pensaba en lo diferente que sonaba Alicia cuando hablaba, ahora, de su padre, cuando la conoció apenas había fallecido hacía nada pero los años le habían dado la experiencia y la energía para demostrar que lo sentía junto a ella siempre. No sabía si se hubieran llevado bien o no, la descripción de Joaquín le daba a entender un hombre carente de prejuicios, alguien paciente y generoso. El tipo de persona que le hubiera gustado que tuviera su hijo o sus hijos cerca. Su padre tenía esos rasgos, por desgracia, no conocería a su nieto. Se rascó la cabeza pensando si ellos conocerían a su nieto o a sus nietos. Alicia se dio cuenta que Fernando hablaba con cierta envidia, recordó el momento en que le contó la muerte de su padre; probablemente nunca había visto a Fernando tan vulnerable como en aquel momento, delirando, contándole el primer recuerdo doloroso que tenía, el miedo, la culpa… Besó la mano de Fernando mientras cogía el cigarro que le ofrecía.
Alicia iba notando el cansancio poco a poco, no quería perderse ni un segundo de ese primer día del año pero tuvo que pasarle el cigarro a Fernando mientras se acurrucaba a él.
-También le hablaremos de tu padre, de lo buen cazador que era, de lo que te pareces a él, de que probablemente Roberto se parezca a su abuelo paterno… Y le hablaremos de sus abuelas, yo no recuerdo mucho de mi madre, pero por poco que sea, tenemos que hablarle de nuestros padres, sus abuelos…
Terminaron el cigarro que compartieron, Fernando se levantó a cerrar la ventana, se quitó la camisa y el pantalón, acercó la cuna al sofá y sopló las velas, aquella noche durmieron en el sofá. Alicia, quitándose el vestido, se apoyó suavemente sobre Fernando, sus cuerpos se acoplaron como si fuesen uno, Fernando estiró la manta. Alicia pensó que por suerte aquel sofá era mucho más cómodo que el sofá que tenía en su casa en Madrid. El salón se quedó en silencio y sin luz, sólo se oía la fricción de la mano de Fernando acariciándole el pelo, que no dejó de acariciar hasta que oyó la respiración profunda de Alicia, las rosas-que habían regresado a la mesa-desprendían el olor de las primera horas del día- Cuando supo que Alicia estaba dormida, se relajó, le dio un peso en el pelo y cerró los ojos sonriendo. La gente seguía celebrando en la calle, en sus casas, pero ellos se rindieron a morfeo cómo si tuvieran todo el año por delante, todo el tiempo del mundo.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!
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