Fernando Solís & Alicia Peña  
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Fernando miró el reloj, eran más de las dos de la tarde y no había podido volver a casa a comer, había llamado varias veces y la última vez reconoció a una Alicia ya cansada de contestarle siempre lo mismo. Los mineros franceses llevaban en huelga desde el día 16 reivindicando una subida de salarios que no tenían desde el 57, estaba prevista una huelga general para el día siguiente, 1 de febrero, para desbloquear la situación pero por discrepancias entre la Confederación General del Trabajo y la federación Fuerza Obrera parecía que no se llevaría a cabo. Fernando acababa de entrevistar a un minero de la federación FO, todavía tenía que pasar por la redacción para escribir el reportaje y la entrevista. Estaba seguro que la lucha de esos mineros tendría más consecuencias de las que cabría esperar, la sociedad tenía que volver a luchar por sus derechos y los mineros estaban dando un gran ejemplo. Resopló al entrar al despacho, Pierre le vio llegar y le saludó preguntándole qué tal la entrevista, se echó a reír porque sabía que a su amigo le hubiese gustado hacerla mientras que él hubiese preferido no dejar sola a Alicia tanto tiempo. Quedaba sólo un mes para que saliese de cuentas, el parto de Roberto se adelantó unas semanas y el médico les había dicho que éste podría adelantarse un poco más así que no dejaba de pensar en ello. Hasta el sábado anterior había estado trabajando en casa, llevaban más de dos semanas casi sin separarse; lo mejor había sido compartir cada detalle los tres juntos, una sola sonrisa de Roberto o de Alicia era algo tan importante para él que no necesitaba nada más. Alicia le había propuesto que  trabajase en el pequeño cuarto porque si estaban los tres juntos en el salón, acababan jugando, riendo a carcajadas o simplemente tumbados en el sofá disfrutando de estar juntos. Esos días había creado una rutina, se levantaba pronto para sacar a Tor a la calle, darse una ducha, preparar el desayuno, desayunar los tres juntos y después trabajar unas horas en el pequeño cuarto sin dejar de oír a Alicia y Roberto de fondo. Alicia seguía ayudando a Liberto ofreciéndole documentación y casos antiguos, aunque no iban al despacho, Liberto iba a casa, lo que complicaba bastante poder avanzar porque Roberto no dejaba de reclamar su atención para jugar juntos o simplemente hablar. El sábado había recibido una llamada de Antoine y había tenido que ir a la redacción; se había celebrado el consejo de guerra contra 26 detenidos en Valencia por apoyar las huelgas de los mineros asturianos. Dos habían sido absueltos mientras que el resto se enfrentaban a penas de 4 a 10 años; había contactado con un familiar de uno de los condenados, pero además tuvo que contactar con uno de los abogados militares, esa llamada le había costado mucho hacerla y estuvo tentado varias veces de soltarle un par de verdades y colgar el teléfono. Al entrevistar al minero de la FO, había pensado en las consecuencias que habían sufrido esos estudiantes valencianos sólo por apoyar la huelga de otros mineros; además de redactar la entrevista y el reportaje apoyando sus reivindicaciones, tenía pensando escribir un artículo comparando las consecuencias que eso podría traer en su país. No quería minimizar la situación de los mineros franceses ni su lucha, pero necesitaba escribir sobre la diferencia que habría si las huelgas se diesen en España. Se sentó cansado en la silla mientras empezaba a explicarle a Pierre cómo estaba la situación, sonrió al ver el entusiasmo de su amigo.
Alicia estaba terminando un informe para la comisión de juristas internacionales, Roberto había salido al parque con Diane y se llevaron a Tor, su hijo se había acostumbrado a ir todos los días por las tardes; pero desde que Fernando había vuelto al despacho, no habían podido ir. Esa mañana Diane la convenció para llevarle a pesar del frío, aprovecharían que no llovía para poder correr y jugar con más niños. Se frotó el cuello cansada y recordó que Grace le había pedido que echase un vistazo a los papeles de la adopción, aunque los habían mirado Emile y ella, quería asegurarse del todo. Ya conocían al hijo de sus amigos, la semana anterior habían pasado una tarde con ellos, al principio Roberto se había mostrado serio y cauteloso, Loan estaba jugando con Liberto cuando ellos llegaron y Alicia pudo ver lo poco que le gustaba ver a ese niño junto a su amigo. Pero al final de la tarde, Roberto había ido aceptando su presencia e incluso parecía que quería hacer todo lo que hacía Loan y hacía verdaderos esfuerzos por seguirle el ritmo a pesar de la diferencia de edad entre ellos. Se frotó los ojos cansada y se centró en la documentación, no estaba muy familiarizada con las adopciones francesas, pero quería leerlo con atención; se mordió el labio cuando sintió el impulso de encender un cigarro, se levantó a por unas galletas y siguió leyendo. No levantó la vista de los documentos hasta que, minutos después, oyó entrar a Diane, Roberto corrió hacia ella llamándola y le acarició el pelo preguntándole cómo se lo había pasado. Había estado tentada de ir con ellos, las tardes que pasaron los tres juntos en el parque con el perro había disfrutado mucho a pesar de no poder correr y saltar como a ella le gustaría; se conformaba viendo a su hijo hacerlo y pensando que en pocos meses podría jugar con su hijo mientras sus hijas dormirían en el cochecito y Fernando estaba pendiente de los cuatro. Miró el reloj y suspiró, había esperado para comer con Fernando a pesar de que Diane insistió para que comiese a la vez que ella y Roberto, pero empezaba a tener mucho hambre. Se echó a reír ante la mirada de Diane, siempre que estaba con ella pensaba que Fernando y ella se habían puesto de acuerdo para no dejar que se descuidase con nada; se levantó y la dio un beso antes de ir a la cocina a por su comida. Roberto se había sentado en la manta junto con Tor, los dos parecían cansados y, antes de entrar a la cocina, Alicia sonrió al verles descansar juntos. Comió mientras Diane le contaba las últimas aventuras de Roberto en el parque; se giró para mirar a su hijo y se dio cuenta que se había quedado dormido apoyado en Tor, que también estaba dormido. Diane la frenó cuando iba a levantarse para acomodar a su hijo; vio cómo su amiga ponía todos los cojines en la manta para apoyar a Roberto, Tor abrió un ojo molesto y se volvió a acomodar junto al niño. Hacía unos días había estado hablando con Fernando sobre dónde se quedaría Roberto cuando ella se pusiese de parto, inmediatamente los dos habían pensado en Diane y Pierre, aunque Fernando no quería ni pensar en no pasar una noche con Roberto, pero era necesario. Terminó de comer antes de contárselo a su amiga, sabía que Diane no pondría ninguna pega, que incluso se hubiese ofendido si no se lo pedían a ella, pero a veces sentía que les pedían demasiado a sus amigos.
-Diane… -se giró para mirarla directamente- El otro día Fernando y yo estuvimos hablando y… Cuando tenga a las niñas tendré que estar un par de días como mínimo en el hospital, y estoy segura que Fernando no querrá alejarse, no me le imagino dejándonos solas durante toda una noche…
Diane sonrió moviendo la cabeza, sabía qué iba a decirle y no entendía por qué daba tantos rodeos.
-El caso es que no nos dejarán que Roberto esté en el hospital, estoy segura que Fernando lo intentará, no en el momento del parto, pero seguro que cuando ya estemos las tres en la habitación, él hablará con quien haga falta… Pero por mucho que lo intente, Roberto no podrá pasar con nosotros la noche y… Bueno, creo que no hay mejores personas para quedarse con nuestro hijo que Pierre y tú, siempre que queráis claro…
-Alicia, yo ya contaba con ello, no sé por qué das tantos rodeos, no hacía falta ni hablarlo; de hecho, espero que en cuanto te pongas de parto nos llames, tendréis que salir hacia el hospital y Roberto no puede, así que me enfadaré si no me llamas.
Abrazó a su amiga sonriendo, siempre estaría agradecida a sus amigos, sentía que tenían una verdadera familia, a falta de familia de sangre sus amigos suplían esos lazos en la vida de su hijo y en las suyas. Al pensar en la familia, se le vino a la cabeza la imagen de Mati, su prima estaría encantada de formar parte de la vida de su hijo, pero no les habían dejado ser primas, ni siquiera pudo despedirse de ella.
La voz de Diane preguntándole si no pretendía tomar el postre la trajo de vuelta al presente, sonrió a su amiga y cogió el plato con el trozo de tarta que su amiga había preparado para ella.
Fernando agradeció el bocadillo que Pierre dejó en su mesa, le miró sonriendo y se rascó el pelo antes de pedirle que llamase a su casa.
-Pero espera… Llama a Diane, como si hubiese salido de ti… He llamado ya unas cuantas veces a Alicia y creo que se cabrearía si vuelvo a llamar…
Pierre se echó a reír, estaba seguro que Fernando nunca había hecho algo así, encendió un cigarro y se sentó frente a él cogiendo el teléfono, Fernando jugó con el mechero y empezó a comer el bocadillo mientras esperaba a que Alicia o Diane contestasen al teléfono. Diane miró irónicamente al sonar el teléfono y ver que Alicia ponía los ojos en blanco, las dos estaban seguras que era Fernando, Alicia suspiró y se incorporó despacio mientras Diane hablaba antes de pasarle el auricular. Cuando Pierre habló supo que lo había cogido Diane por la sonrisa que vio en su amigo. Esperó pacientemente mientras Pierre hablaba de cosas sin importancia hasta que le preguntó qué tal la mañana, Pierre se echó a reír pasándole el teléfono.
-Creo que no ha funcionado…
Fernando se rio por lo bajo y cogió el teléfono suspirando, sonrió al oír a Alicia saludarle.
-Hola Fernando, ya ves que estoy perfectamente, como la última vez que llamaste…
-Bien –no dejaba de reír- bueno, quería llamarte para decirte que salgo en un rato del despacho, sólo era eso…
-Ya… Acabo de comer, Roberto y Tor están echando la siesta, el paseo por el parque les ha sentado muy bien…
-¿Acabas de comer? –respiró hondo arrepintiéndose de esa pregunta- Yo he terminado ya, quiero escribir otro artículo pero puedo hacerlo en casa así que pasaré a ver a Antoine y saldré para casa.
Alicia se echó a reír al notar que había querido ocultar la pregunta preocupada con toda la información que le estaba dando sobre el trabajo; se despidieron sin dejar de reírse, Alicia colgó el teléfono y sonrió a su amiga sentándose en el sofá para compartir un té con ella, se echaron a reír intentando no despertar a Roberto. Alicia no pudo evitar quedarse mirando a su hijo junto a su mejor amigo pensando en lo poco que tardaría Fernando en entrar por la puerta. A veces notaba cómo se despertaba tan sólo con que ella intentara girarse en la cama y no pudo evitar contarle a Diane que jamás había tenido miedo estando junto a Fernando. Fernando colgó y miró a Pierre algo avergonzado al darse cuenta que su amigo había presenciado esa conversación; Pierre le tomó el pelo como hacía meses se lo tomaba a él. Al final acabaron riendo mientras Fernando se levantaba para ir al despacho de su jefe. Antoine pretendía que la reunión se alargase más de lo que él quería, dejó el reportaje y la entrevista sobre su mesa diciéndole que a última hora llamaría para dictar un artículo comparando la situación de los mineros asturianos y los franceses. Antoine se echó a reír cuando Fernando le miró fijamente casi de forma retadora, acabó diciéndole que podía irse; Fernando sólo sonrió cuando su jefe no podía verle, se despidió de él casi en la puerta y fue al despacho a por sus cosas para volver a casa junto a su mujer y su hijo. Paró en la floristería antes de llegar a casa, quería cambiar las flores y, aunque el jardín estaba cuidado, todavía no tenían flores suficientes para no tener que comprarlas. Eligió un ramo sencillo y le hizo un gesto a la dependienta para que se quedase con la vuelta, esa chica parecía nueva y tardaba mucho como para quedarse esperando. Salió deprisa y se obligó a calmar su paso, había llegado a la floristería sin darse un respiro y ya no estaba para esos trotes; los días que pasó trabajando en casa se había relajado mucho, pero ahora que volvía a pasar tantas horas fuera de casa, no podía dejar de preocuparse. Saludó al portero con una sonrisa, el día anterior habían estado comentando la noticia de los estudiantes valencianos encarcelados; le había entretenido tanto que había estado a punto de contarle lo que le había dicho el abogado militar. Al abrir la puerta de casa respiró hondo relajándose completamente, se mordió el labio al notar la mirada divertida de Diane y Alicia, dejó las flores sobre la mesa y se quitó el abrigo mientras ellas le saludaban, se echó a reír mirando a Alicia y, antes de ir a darla un beso, cambió las flores. Se iba a acercar a ellas pero se quedó parado frente a Roberto y Tor, le parecían adorables cuando dormían juntos, se agachó sonriendo y le dio un suave beso a su hijo, Roberto alargó sus manos y le acarició la mejilla pero inmediatamente volvió a abrazar a su perro para seguir durmiendo. Se incorporó pensando que nunca había sido tan feliz por un simple gesto, Roberto hacía especial cualquier momento.
-Has debido batir un récord para llegar tan pronto…
Miró a Alicia sorprendido por ese comentario estando Diane pero no pudo aguantarse la risa, se sentó en el brazo del sofá y la besó. Diane preguntó por Pierre, aún le quedaban unas horas para volver a casa, Alicia la miró y sonrió recordando su conversación. Antes de que pudiese contárselo a Fernando, Diane se levantó y se puso el abrigo diciéndoles que tenía unas compras que hacer aunque se pasaría al final del día. Fernando la miró divertido y se rascó el pelo, llevaba días pensando en el momento en que Alicia se pusiese de parto, tendrían que reaccionar rápido y no dejaba de pensar que Roberto se tendría que quedar con sus amigos. Parecía que Diane tenía la misma preocupación, estaba seguro que en las próximas semanas pasaría más tiempo con ellos que en su propia casa, incluso se les imaginó a ella y Pierre instalándose en su casa. Se despidió de ella casi riendo ante esa imagen; Alicia la abrazó antes de dejarla ir, y volvió junto a Fernando con pasos lentos al cerrarse la puerta, se sentó suspirando.
-Deberías descansar más…
-Fernando, por favor, me paso el día descansando, es normal que me cueste caminar con esta tripa… Y cada día me costará más según se acerque el momento del parto.
-Tienes razón… Lo siento.
Alicia se echó a reír y le besó la mano, notaba cada día cómo Fernando luchaba para no expresar toda la preocupación que sentía cuando la veía ir de un lado a otro de la casa con pasos cada vez más lentos; se acomodó en el sofá y subió los pies apoyándolos en Fernando.
-Diane y yo estuvimos hablando… Creo que incluso se preocupa más que tú, y ya es difícil… -sonrió al escuchar la carcajada de Fernando- No sólo acepta quedarse con Roberto, sino que ya lo tenía pensando…
-Me lo imagino… Pero yo no quiero que pasemos dos o tres días alejados de Roberto… -empezó a masajear los pies de Alicia- Y no sólo por nosotros, que la verdad, me cuesta bastante, sino por Roberto también. –se giró para mirar a su hijo que seguía durmiendo junto a Tor- Le hemos implicado en el nacimiento de sus hermanas, no deja de hablar de ellas, de decirnos que algunos de sus juguetes son para ellas… ¿Crees que sería bueno que no nos viese en unos días y después aparezcamos con las niñas? Está tan ilusionado como nosotros, quiere a sus hermanas y creo que podría sentirse abandonado y sentir que sus hermanas le quitan su lugar… Por mucho que se quede con Diane y Pierre, a los que adora y sé que con ellos estará perfectamente, pero no podemos hacer eso…
Alicia se había emocionado mientras Fernando hablaba casi como si pensase en voz alta, estaba segura que llevaba días pensándolo, respiró hondo antes de hablar, ni en sus mejores sueños sus hijos habrían tenido un mejor padre.
-Pero podemos implicarle también en esto, Tor no se puede quedar solo, seguro que Roberto lo entiende, es muy listo… Además, quizás tú consigas que le dejen entrar a la habitación aunque sea unos minutos… -Fernando se echó a reír ante su tono de voz- Y después del parto tú tendrás que venir a casa, descansar un poco, ducharte… No vamos a estar los tres días alejados de él, no podrá dormir con nosotros, pero tampoco estará solo; seguro que Pierre no deja de entretenerle, incluso Liberto querrá estar con él.
Quitó los pies para acercarse y abrazar a Fernando, iba a ser difícil hacer frente a dos bebés además de atender a Roberto, pero juntos lo conseguirían, estaban formando su familia y todo lo demás daba igual.
-No me has contado nada de la entrevista ¿cómo ha ido?
-Bien… La situación de los mineros es mala, pero creo que conseguirán mejores condiciones, al final mañana no habrá huelga general.
-¿Y eso? Yo pensaba que la hacían para forzar las negociaciones.
-Sí, pero se la han jugado… La CGT no quiere ir a la huelga porque el día 2 van a firmar unos acuerdos con Rusia para importar carbón… Creo que los miembros de Fuerza Obrera van a seguir adelante con la huelga minera, al menos el minero al que le he hecho la entrevista no parece que se vaya a rendir…
-Entonces te habrá gustado entrevistarle; os imagino a los dos hablando sobre la lucha, las huelgas, lo mucho que queda por conseguir, incluso sobre España…
Fernando se echó a reír pero no pudo negar que había sido así; a pesar de las ganas que tenía de volver a casa, de que hubiese preferido no tener que ir a hacer esa entrevista, una vez allí había disfrutado de la conversación con aquel hombre. Y Alicia tenía razón, había acabado hablando con él de la situación de los mineros asturianos y los estudiantes valencianos.
-Pues sí… Acabé hablando de España y de lo distinta que sería allí esta huelga… A pesar de todo lo que les está costando, los mineros franceses tienen derecho a quejarse, nadie pasará 10 años en la cárcel por apoyar su huelga…
-Papá…
Fernando giró la cabeza en cuanto oyó el susurro de su hijo, besó a Alicia y se levantó despacio para acabar tumbado en la manta junto a Roberto y Tor; Alicia se levantó torpemente y fue a buscar la cámara, Fernando se dio cuenta pero no se movió, en otro momento Alicia ya habría sacado la foto así que pensaba esperar a que lo hiciera. Además, le encantaba ver cómo Roberto abría los ojos, le besó la mano cuando Roberto la llevó hacia su cara.
-Hola pequeño, ya he visto que no me has esperado para echar la siesta…
-Papá abajar no sieta.
Fernando sonrió y le besó tiernamente, Alicia regresó en ese momento y les sacó la foto emocionándose, se sentó en la butaca sin dejar de mirarles. Los susurros de Roberto llamándola terminaron de despertar a Tor, que fue a la cocina a beber agua; Fernando se quedó tumbado apoyando la cabeza en el brazo mirando a Alicia, no podía explicarlo pero cada día le parecía más guapa, sólo con verla sonreír sentía que se iluminaba el mundo.
Roberto se subió encima suyo abrazándole, Alicia se echó a reír al ver cómo el niño intentaba desabrochar los botones.
-Mamá juar emanas.
-Dentro de poco estarán aquí tus hermanas mi amor.
Fernando besó la cabeza de su hijo y se incorporó consiguiendo que el niño protestase hasta que le dejó en el suelo y echó a correr hacia su madre; Alicia le recibió sonriendo y se mordió el labio al notar el abrazo que le daba.
-Alicia, ¿te apetece salir a merendar? Podríamos dar un pequeño paseo y al volver parar en la cafetería.
-¿Quieres salir? ¿No quieres que descansemos?
Fernando se echó a reír y terminó torciendo el gesto ante el tono burlón que había puesto, se levantó despacio y se quedó mirándola.
-¿Y no tienes trabajo? ¿No tenías que escribir un artículo?
-Sí, pero todo eso puede esperar, vosotros no…
Se acercó y sonrió al sentir las manos de su hijo en la cara, le besó y ayudó a Alicia a levantarse, estaría pendiente en todo momento de ella pero no quería que se pasase en casa las semanas que quedaban hasta que diese a luz. En unos minutos estaban listos para salir, incluso Tor se había quedado quieto en la puerta esperando a que le atasen para salir de casa. Antes de abrir la puerta se aseguró de que los dos estuviesen bien abrigados, el frío de París en esa época del año era difícil de soportar; Alicia le miró y le besó diciéndole que él también debía abrigarse, por un momento se había olvidado de sí mismo, se echó a reír y se puso el abrigo. Había sido imposible convencer a Roberto para ir en la silla, día a día demostraba más carácter y eso les encantaba; Fernando le llevaba en brazos mientras abrazaba a Alicia y ella llevaba a Tor. Miró al perro sonriendo, las únicas veces que no tiraba de la correa cuando salían a pasear era cuando le llevaba Alicia, ni siquiera se ponía tenso al ver a otros perros, su hijo había sabido elegir el perro perfecto para ellos. Pasearon despacio alrededor del barrio, varios vecinos les saludaron preguntando por el embarazo, Fernando observaba a Alicia mientras contestaba ilusionada sobre el poco tiempo que quedaba para tener a sus hijas con ellos. Roberto seguía llamando la atención de todas las personas con las que se cruzaban, les conociesen o no; en esos momentos, dejaban que su hijo llevase la conversación mientras ellos se mantenían al margen mirándole con una sonrisa y una mirada totalmente orgullosas. Entrar a la cafetería siempre les provocaba una sonrisa, era una segunda casa y la dueña así les hacía sentir; Tor solía tumbarse al lado de su mesa de siempre mientras que Roberto empezaba su pequeña aventura entrando en la barra para curiosear todo. Fernando siempre le miraba mordiéndose el labio para al final sonreír al ver cómo le atendían todos los camareros, desde luego, su hijo era el cliente estrella en aquella cafetería; por un segundo pensó en el Asturiano, se le imaginó corriendo por la plaza hasta llegar a la puerta del bar para abrazarse a Pelayo. Alicia le besó preguntándole si estaba bien, sonrió y la ayudó a sentarse asegurándole que estaba perfectamente. Alicia disfrutó de un chocolate caliente mientras Fernando se tomaba un café, los últimos días había dormido poco intentando aprovechar cada minuto que pasaba en casa para estar con ellos en vez de dormir; Roberto disfrutaba de las galletas que su amiga siempre reservaba para él.
Fernando se alarmó al ver cómo el gesto de Alicia se tensaba, la vio cerrar los ojos apretando los dientes y no pudo evitar levantarse para agacharse junto a ella, en ese momento controló con un vistazo dónde estaba Roberto por si tuviesen que salir corriendo de la cafetería.
-¿Estás bien? Puedo llamar a un taxi y… -se pasó la mano por el pelo ofreciendo la otra a Alicia- ¡Joder! No debimos salir.
-Fernando, estoy… Estoy bien, de verdad –se agarró a su mano y tragó saliva- sólo ha sido un pinchazo, ya ha pasado.
-¿Un pinchazo? Alicia, deberíamos ir al hospital, quizás se están adelantando…
-No Fernando, –le besó suavemente y sonrió- no estoy de parto, lo sabría, sólo ha sido un pinchazo, el doctor ya dijo que unas semanas antes pasaría. Tranquilo, de verdad, estoy bien; y sabes que necesitaba salir, no me gusta estar todo el día en casa… Además, el chocolate caliente me ha sentado perfectamente.
Alicia cogió la taza sonriendo y terminó su chocolate, Fernando acarició la tripa y la besó suavemente, en esos momentos se sentía impotente, no le gustaba no poder controlar algo de lo que le pasase a Alicia, necesitaba saber que todo estaba bien. Roberto se acercó corriendo al ver a su padre agachado, se frenó justo antes de llegar para quedarse mirando a su madre.
-¡Mamá! ¿Mien?
-Sí, mi amor, estoy muy bien, y ahora mejor.
Fernando besó a Roberto y le cogió en brazos acercándole a Alicia, ella le besó la mano y agradeció el abrazo que su hijo le daba. Su amiga se acercó a ellos una vez que Fernando se sentó en la silla, estuvieron hablando unos minutos y Fernando sonrió mientras recogía las cosas para volver a casa; ayudó a Alicia a ponerse el abrigo y la acarició suavemente la mejilla, Alicia sonrió ante tantas atenciones.
-Alicia… Quizás deberíamos llamar a Diane, tenemos que ir al hospital para asegurarnos…
-Fernando –levantó su barbilla para que la mirase fijamente- confía en mí, no estoy de parto, todavía no.
Fernando se mordió el labio, confiaba en ella totalmente, pero necesitaba tener todo bajo control, Tor se levantó y se puso a su lado mirándole, le acarició sonriendo y decidió volver a casa. Cogió a Roberto en brazos, su hijo también parecía preocupado y no dejaba de alargar los brazos hacia Alicia, estuvo a punto de decirle que llevaba él a Tor, pero la mirada tranquila de Alicia le hizo desistir de esa idea. La abrazó y se despidieron de su amiga para volver a casa despacio, Fernando controlaba cada paso de Alicia, su respiración, sus gestos, incluso notó que Roberto no dejaba de mirarla de reojo. No podía evitar sonreír, aunque tenso, por la actitud protectora de Roberto hacia Alicia, la forma de estar pendiente y parlotear con ella. Respiró hondo recordándose que todo iba a salir bien. Cuando entraron en casa, dejó a Roberto en el suelo y desató a Tor, el perro se metió en la caseta mientras que Roberto se quedó al lado de su madre; la ayudó a quitarse el abrigo y la acompañó hasta el sofá, Alicia sonrió y se sentó volviendo a asegurarle que estaba bien.
-Eso espero… De todas formas, voy a prepararte un baño, seguro que te viene bien.
Alicia le besó antes de dejarle ir al baño, Roberto fue hasta el sofá para sentarse a su lado y poner su cabeza al lado de la tripa llamando a sus hermanas. Alicia debió sentirse agobiada pero ver a Roberto imitar a Fernando le producía ternura, le acarició la mejilla e intentó que fuera a jugar pero obvió esto último, exactamente igual que Fernando.
-Mi amor, todavía tienen que tardar un poco en nacer, -acarició el pelo de su hijo sonriendo- tienen que crecer un poco para poder estar con nosotros.
-¿Ecer? Emanas momir cuna, ton penenas etán en tripa de mamá.
-Claro, son muy pequeñas todavía, pero cuando crezcan un poco estarán con nosotros, ya verás, vamos a cuidarlas entre los tres.
-Os tes.
Se había emocionado hablando con su hijo, se recostó en el sofá sin dejar de acariciarle el pelo y hablando con él. Fernando se quedó un momento frente al espejo, nunca podría controlar ese miedo que sentía al pensar que a Alicia o a Roberto les pudiese pasar algo, además, pronto tendría dos pequeñas más por las que preocuparse. Abrió el grifo y se aclaró la cara intentando borrar ese gesto de preocupación, tendrían que prepararse para el momento en que de verdad estuviese de parto, probablemente muy pronto, el doctor les había dicho que esos pinchazos eran normales pero que estarían anunciando que el parto de acercaba. Se secó la cara y empezó a preparar el baño, controló más que nunca la temperatura del agua, no podía estar muy caliente, el doctor les había dicho que no era bueno a esas alturas del embarazo, pero tampoco podía estar fría, fue a encender la calefacción para compensar que el agua no estuviese tan caliente como otras veces. Apagó las luces dejando sólo una pequeña bombilla encendida y echó al agua las sales preferidas de Alicia, cuando volvió al salón sonrió al ver a Roberto con las manos en la tripa y hablando con Alicia que le acariciaba el pelo sin dejar de hablar con su él.
-Alicia, el baño está listo, aunque se os ve tan bien en el sofá…
-Pero el baño seguro que me viene bien.
Se levantó despacio ayudada por Fernando, miró el reloj pensando que Diane aparecería en casa de un momento a otro, se abrazó a Fernando esperando que no se convenciesen el uno al otro de que necesitaban ir al hospital, ella estaba tranquila y sabía que no había llegado el momento. Roberto les siguió al baño pero antes cogió su animal preferido de la granja que le habían regalado Diane y Pierre, era el perro y quería que su madre lo tuviese en su baño. Alicia se echó a reír al ver cómo corría para meterlo al agua, se agachó torpemente mientras Fernando la sujetaba, y besó a su hijo sabiendo lo que significaba que metiese ese juguete en la bañera. Fernando la ayudó a desnudarse mientras Roberto se sentaba en el taburete, no pudieron evitar mirarle emocionándose, Alicia siempre se sentaba ahí cuando Fernando bañaba a Roberto, ahora era él quien se sentaba para contemplar cómo ella se daba su baño. Fernando la ayudó a entrar en la bañera pero antes apartó el juguete por si molestaba a Alicia; ella se tumbó y cogió el perro de juguete en la mano sonriendo. Fernando, aprovechando que Alicia estaba tomándose el baño, hizo una lista mental de las cosas que les faltaban para las niñas, para Roberto e incluso cómo tenía que organizar un maletín para trabajar mientras Alicia estuviera en el hospital. Una carcajada de Roberto le devolvió a la realidad y decidió levantarse cuando Alicia se quedase dormida esa noche. Alicia podía ver en la mente de Fernando que estaba tramando algo, cerró los ojos aprovechando el vapor del agua caliente y se dejó mimar por su pequeño. Disfrutó de un relajante baño mientras Fernando y Roberto la contemplaban, al verles tan pendientes se echó a reír recordando otro momento de hacía muchos años.
-Acabo de recordarnos en el piso franco, cuando yo me empeñé en cargar sola los cubos de agua para darme un baño…
-Sí, siempre tan cabezota… -sonrió y se agachó junto a la bañera haciendo que Roberto se pusiese a su lado- Nunca me imaginé que después de tantos años pudiésemos volver a compartir momentos así.
-Sin embargo, yo sabía que podíamos compartirlos, que seríamos muy felices juntos.
-Y no te creí cuando me lo dijiste… Nunca creí que fuese justo que tuvieses que salir huyendo, exiliarte otra vez para llevar una vida llena de incertidumbres… Pero cada vez que pienso todo lo que viviste después de que te dejase en Madrid…
-Fernando por favor, estábamos recordando buenos momentos, que los tuvimos, los malos ya no tienen importancia.
-Enos papá.
-Tenéis razón –besó a su hijo sonriendo y acarició la mejilla de Alicia- pero es cierto que siempre tuviste razón. No dejabas de ser una chiquilla idealista, pero siempre tuviste razón; aunque es cierto que en aquel momento yo no tenía nada que ofrecerte… Ahora no podríamos vivir escondidos, sin casi comida, sin todo lo necesario para que Roberto pueda crecer cómodamente…
-Claro que podríamos vivir sin todo lo que tenemos, solo necesitamos estar juntos, aquí en nuestra casa o en cualquier piso pequeño donde no tengamos tantas comodidades. Sólo a tu lado he sido feliz y desde el principio, también aquellos días en los que comíamos sardinas y patatas. Ahora no tenemos que hacerlo, pero podríamos vivir así porque lo importante es que estamos los tres juntos.
-Pero yo no permitiría que ni Roberto ni las niñas tuviesen que vivir así, ni por un momento…
-Lo sé Fernando –se incorporó suavemente para besarle emocionada y acarició la pequeña mano de su hijo- sé que nunca permitirías que nuestros hijos pasasen por necesidades.
Evitó decirlo pero recordó cómo había robado ropa de la azotea vecina para que ella pudiese cambiarse de ropa sin necesidad de ir a casa de sus tíos o comprarla; en cambio, sí compartió con Fernando el recuerdo de aquella conversación en la plaza cuando le ofreció los libros que ella no podía comprar.
-Desde el principio me impresionó esa sonrisa, me daba igual cualquier otra cosa, sólo quería verte sonreír, aunque después intentase alejarte para centrarme en la misión… Pero te aseguro que no dejaba de pensar en tu sonrisa, esa forma en la que cruzabas la plaza sin dejar indiferente a nadie… No dejaba de pensar en las ganas que tenía de verte, de poder hablar unos minutos…
-Ya, como aquella vez que viniste a casa de mis tíos ¿no? Después me dejaste plantada…
Fernando se echó a reír recordando la escena que les montó en la productora, se rascó el pelo divertido y sonrió tiernamente al recordar a Roberto.
-Aquella vez quería despedirme… No sabía si iba a volverte a ver y necesitaba hablar unos minutos contigo, sin importar de qué, sólo verte y hablar contigo aunque fuese por última vez… Claro que no me preparé ninguna excusa y tú creíste que te citaba en la productora…
-Dutora mamá.
-Sí mi amor, papá y yo trabajábamos en una productora de cine, Numancia Films, en la plaza donde está el bar de Pelayo.
-¡Peayo! Tine abajar Numacia.
Fernando besó a su hijo y pensó en el comentario de su amigo aquel día en la productora.
-¿Sabes? Después de que te fuiste de la productora enfadada, Roberto me sorprendió durante un momento, dijo que reconociese que me gustabas… -Alicia sonrió recordando aquel día y lo enfada que salió de allí- Por un momento me quedé mirándole pensando que no se me podía notar… Pero se refería a que me gustaba sacaros de quicio, que lo hacía con los dos… Robertiño… Cómo me hubiese gustado poder compartir tantos momentos con él.
Alicia se incorporó y se quedó frente a él mirándole, tenían muy buenos recuerdos del pasado, pero sabía que a Fernando le pesaban mucho los malos, a pesar de eso, habían conseguido vivir mirando hacia el futuro.
-Roberto estaría muy orgulloso de ti, puedo verle mirando a nuestro hijo, sonriendo al saber que lleva su nombre… Y, sobre todo, sonriendo al ver que has superado muchos malos momentos para poder disfrutar de estos momentos.
La besó suavemente con un nudo en la garganta, siempre quiso proteger a Roberto, que si uno de los dos caía no fuese su amigo, pero no lo logró; la suave voz de su hijo llamándole le sacó del pasado recordándole que Alicia debía salir de la bañera. Le pidió a Roberto que le diese la toalla, ayudó a salir a Alicia y cogió la toalla que su hijo arrastraba por el suelo para envolverla y secarla suavemente. Roberto volvió a intentar sentarse en el taburete, se echaron a reír al ver sus esfuerzos pero Fernando le convenció para que dejase de intentarlo porque salían del baño. Se fijó en cómo les siguió hasta la habitación sin dejar de estar pendiente de su madre, al llegar se agarró a sus piernas volviendo a preguntarla si estaba bien.
-Mi amor, estoy perfectamente porque os tengo a vosotros… -se sentó en la cama ayudaba por Fernando y sonrió cuando también ayudó a Roberto a subir- Ven, –se tumbó haciendo que Roberto se tumbase junto a ella- tus hermanas van a nacer pronto, y por eso tengo que descansar, pero estoy mejor que nunca. –le besó la frente sonriendo- Y estaremos mejor cuando estemos los cinco juntos.
Fernando se quedó parado frente a ellos, Alicia siempre lo había tenido claro, pero él nunca se creyó que pudiesen tener una vida así, incluso durante mucho tiempo tuvo la certeza de que él nunca sería suficiente para Alicia, que no estaba a su altura y lo mejor había sido dejarla en Madrid. Se tumbó junto a ellos y la besó intensamente alejando cualquier pensamiento negativo, disfrutaron de la conversación de su hijo que no dejaba de relacionar datos, mezclaba a Liberto con Pelayo, con Numancia e incluso con Inés y Mauro. Fernando sonrió siendo consciente que le estaban ofreciendo a su hijo una vida plena, unas raíces que le explicarían cuando fuese un poco más mayor. Estaban exiliados, pero no dejarían que sus hijos creciesen sin saber que tarde o temprano regresarían a España, a su país, para vivir libremente. Fernando veía cómo Alicia seguía teniendo pinchazos e intentaba disimularlos, torció el gesto y produjo en Roberto el efecto imitación. Ayudó a Alicia a ponerse el pijama mientras Roberto se sentaba en la cama apoyándose contra el cabecero sin dejar de observarles, bromearon con la actitud tan protectora de su hijo; Alicia sonreía pensando que cada día se parecía más a él, aunque también tenía mucho de su carácter. Se acarició la tripa pensando cómo serían sus hijas, si se parecerían a ella o a Fernando, se mordió el labio sonriendo, cada vez quedaba menos para tenerlas con ellos.
-Alicia, voy a preparar la cena, hoy cenamos en la cama ¿te apetece?
Alicia se echó a reír suavemente y, ayudada por Fernando, se sentó junto a su hijo apoyándose en las almohadas que Fernando acababa de acondicionar para que pudiese apoyarse en el cabecero. Respiró hondo al taparse con las mantas, su hijo la imitó y se echó a reír.
-¿Y si manchamos las sábanas?
-Bueno, pues ya las lavaremos, un día es un día –la besó la frente- hoy cenamos los tres juntos en la cama y no hay más que hablar. ¿Quieres leer mientras lo preparo?
Fernando no esperó su respuesta, fue a buscar el libro que Alicia estaba leyendo, lo tenía sobre la mesita del salón, y se lo dio sonriendo.
-Descansa un poco hasta la cena… Y tú –se agachó junto a su hijo susurrándole- cuida de mamá pero sin que se dé cuenta…
-Uidar mamá enta.
Alicia sonrió mirándole y besó a su hijo viendo cómo Fernando salía de la habitación, estaba segura que en los próximos días no podría mover un solo músculo sin que uno de los dos le siguiese los pasos. Se acomodó y dejó que Roberto se apoyase en ella, abrió el libro sin muchas ganas de leer, realmente estaba cansada, pero no quería dormirse todavía. Acarició el pelo de Roberto que parecía Fernando en miniatura en esos momentos, intentaba casi no moverse en la cama como temiendo hacerle daño. Sus pensamientos se fueron a la última salida que habían hecho todos juntos, incluido Tor, e intentaba controlar el sentimiento de incertidumbre y algo de miedo que le suponía enfrentarse al parto. Fernando fumó un cigarro mientras hacía la cena, después del pequeño susto de ese día, había decidido no pasar más por el despacho, por nada del mundo querría estar fuera en el momento en que Alicia se pusiese de parto. No le importaba si Antoine estaba de acuerdo o no, le gustaba su trabajo pero su prioridad era su familia; además, en el periódico le pagaban bien por su artículo semanal, siempre podría estar unos meses trabajando sólo en el periódico y cuando las niñas hubiesen crecido un poco, buscar otro trabajo. Resopló recordando que tenía un artículo que escribir, le importaba la situación de los mineros, tanto de los franceses como, por supuesto, de los asturianos, pero en ese momento le apetecía olvidarse de cualquier cosa que estuviese fuera de su casa. Quitó la sartén del fuego cuando escuchó el timbre, alzó la voz para decirle a Alicia que iba él, estaba seguro que serían Diane y Pierre; les saludó con una leve sonrisa y dudó si debía contarles el pequeño susto. Tor se levantó a saludarles y se dirigió a la habitación para tumbarse al lado de la cama, Alicia le llamó, les dejó en el salón para ir a ver a su mujer, quería que sus amigos entrasen en la habitación; Fernando se rascó el pelo pensando que si Alicia no insistía en levantarse tenía que estar muy cansada. Volvió al salón para indicarles que pasasen, Diane se acercó deprisa a la cama y la besó la frente preguntándola cómo estaba.
-Estoy bien, he sentido algunos pinchazos pero es normal, sólo necesito descansar.
-Bueno, pues descansa, nada de empeñarse en sentarse a trabajar o salir a comprar algo.
Alicia puso los ojos en blanco ante las recomendaciones de su amiga, Fernando estuvo a punto de echarse a reír ante la escena pero ver a Pierre intentando convencer a Roberto para ir a jugar le hizo sonreír tiernamente. Su hijo no pretendía alejarse de su madre, el tío Pierre tendría que esperar a otro momento, sus amigos estuvieron apenas unos minutos, Diane se despidió diciendo que Alicia debía descansar, la besó tiernamente y pellizcó suavemente el moflete de Roberto diciéndole que cuidase de su madre. Fernando les acompañó a la puerta, se rascó el pelo mirando hacia la habitación y se acercó más a Diane para que Alicia no pudiese oírles.
-Diane… Creo que las niñas ya no tardarán mucho y…
-Fernando, llamadnos en cuando penséis que puede estar de parto, estaremos aquí lo antes posible.
Agradeció la seriedad de su amiga, para él era muy importante saber que en esos momentos su hijo estaría perfectamente cuidado. Al cerrar la puerta se frotó el cuello, antes de volver a la cocina pasó por la habitación, Alicia sonreía con un brazo alrededor de su hijo y sujetando el libro con la otra mano.
-Fernando ¿me traes el cuento de Roberto? Me apetece leer para él un rato.
-Claro, pero la cena ya está lista, ¿cenamos y después lees?
-Está bien… -le vio girarse para salir de la habitación- Fernando –se giró para volver a mirarla- te amo.
Se acercó para besarla suavemente, en momentos así no sabía qué contestarle, las palabras le parecían poco para expresar todo lo que sentía por ella, Roberto se inclinó para llegar hasta él y darle un beso para, después, volver a abrazarse a su madre.
-Jamás creí que pudiese llegar a ser tan feliz Alicia. Os amo por encima de todo, absolutamente de todo…
Volvió a besarla y se incorporó para ir a por la cena, sonrió pensando que esa noche se le haría muy larga con todo lo que quería hacer, aunque estaba seguro que de todas formas no podría dormir, después del susto en la cafetería necesitaba estar atento a cualquier gesto. Estaba dispuesto a que Alicia no lo notase, lo más importante era que estuviese tranquila así que no pensaba agobiarla. Había agradecido la visita de sus amigos, llevaba varios minutos dando vueltas por la cocina sin concentrarse en lo que tenía que hacer, sabía lo fuerte que era Alicia y podía repetirse a sí mismo cien veces que muchas mujeres daban a luz en peores situaciones, que ella contaría con una comadrona, un médico y demás, pero aquello no servía cuando regresaba a la habitación y la veía tan frágil y algo asustada aunque lo negara; por suerte Roberto era capaz de hacerles olvidar todo. Recordó el día que pasaron fuera, por suerte aquel día Alicia no había sentido ninguna molestia, se hubiese sentido muy culpable si por su idea de regalarle un día fuera, se hubiese adelantado el parto.

Unos días antes
Alicia se había despertado muy pronto, hacía meses que no madrugaba tanto; Fernando se hizo el remolón hasta que la insistencia de Alicia le hizo levantarse. Ni siquiera Roberto estaba despierto todavía; desayunaron despacio sin dejar de hablar de todo lo que Alicia quería ver, Fernando la miraba embobado pensando cómo había podido vivir tantos años sin oír su voz, su risa, ese olor que desprendía recién levantada… Se prepararon despacio pero tardando menos que otras veces, Fernando disfrutó de la alegría y vitalidad de Alicia, pensaba estar atento en todo momento, pero quería también que aprovechasen ese día, era el regalo de Alicia y quería que pudiese disfrutar de cada minuto. Alicia sonrió al subir la persiana y ver que había algunas nubes pero no parecía que fuese a llover; Fernando la observaba ir de un lado a otro de la casa casi como si flotase, se rascó el pelo pensando que no debía hacer tantos esfuerzos pero prefirió no decirle nada, además, Roberto les llamó justo en ese momento. Hasta su hijo parecía que tenía prisa, desayunó rápido mientras preguntaba por Tor, Fernando se mordió el labio pensando si debían llevarlo, no sabía si aguantaría el viaje en coche. Al final, fue Roberto quien tomó la decisión, él no pensaba salir de casa si no llevaban a su perro, Fernando movió la cabeza entre divertido y resignado, preparó las cosas para pasar el día fuera y salieron de casa sin dejar de reír. Al salir a la calle sonrieron al notar que no hacía nada de frío, Fernando se echó a reír pensando que Alicia siempre conseguía todo lo que quería, incluido que el tiempo les diese una tregua para poder disfrutar del día. Respiró hondo antes de arrancar, le gustaría llevar a su lado a Alicia, pero tenía que ir detrás con Roberto, a cambio, en el asiento del copiloto iba Tor que, en un primer momento, se mantenía alerta mirando por el cristal.
La hora en coche estuvo amenizada por la conversación de Roberto y algunos recuerdos, Alicia recordó a su padre, esos días lo había recordado en muchos momentos hablando con su hijo; pero en el coche no pudo evitar pensar en todos los viajes que a su padre le hubiese gustado hacer con ella de pequeña pero no había podido.
-Alicia –había visto por el retrovisor su mirada perdida y no sabía qué podía pasarle- ¿Estás bien?
-Sí, es que… He recordado a mi padre, sé cuánto le hubiese gustado que yo disfrutase de un viaje así de pequeña, primero por Madrid junto a mi madre, y luego ya aquí, en París, sé que se quedó con la espinita de poder llevarme a muchos sitios… -acarició el pelo de su hijo, que había apoyado suavemente la cabeza en sus piernas- Y sólo desde que soy madre he entendido lo importante que era para él.
-Alicia, tu padre estaría muy orgulloso de ti, y juntos podremos cumplir ese propósito con nuestros hijos.
Alicia sonrió emocionada pero una broma de su hijo les sacó de esa nostalgia, Tor se había tumbado en el asiento del copiloto después de un rato, Fernando no dejaba de sonreír pensando en lo feliz que era sólo por estar con ellos y compartir un día fuera. Cuando llegaron aparcó frente al embarcadero, el barco que había alquilado era el más modesto pero a Alicia le pareció precioso, tanto que le convenció para navegar un rato por el río. Fernando no pudo resistirse a su petit Alice y la besó sonriendo para después atar a Tor y coger a Roberto en brazos, la ayudó a subir y se echaron a reír cuando Roberto quiso que lo dejase en el suelo y empezó a recorrer el pequeño barco. Alicia sintió una suave patada y bromeó con Fernando sobre lo mucho que les gustaba también a sus hijas el barco. La abrazó por detrás pero ella estaba entusiasmada mirando alrededor, Alicia señaló las fortificaciones de la edad media que se veían a lo lejos, le parecían preciosas y le gustaría visitarlas algún día. Hizo que se sentase mientras Tor seguía a Roberto en su inspección del barco, al final acabaron sentados junto a Alicia, el perro estaba en tensión vigilando todo mientras Roberto no dejaba de parlotear sobre el agua y los puentes. Alicia sonrió al pasar por debajo del Pont-aux-Moulins, todo el paisaje parecía un sueño; sacó la cámara y no dejó de hacer fotos, Fernando la miraba embobado y, finalmente, decidió dejar de navegar para disfrutar junto a Alicia. Se sentó al lado de ella, las siguientes horas no dejaron de hablar y reír, descubrían todo a través de los ojos de su hijo, que no dejaba de señalar todo lo que llamaba su atención. Cuando volvieron al puerto, Alicia insistió en dar un paseo por la ciudad, Fernando le acarició la tripa pensando que no eran buenas tantas emociones y tantos esfuerzos, pero tampoco pudo resistirse, la abrazó mientras llevaba a Roberto de la otra mano y Alicia llevaba la correa de Tor. Al llegar al Paseo de Vaux, Alicia estuvo a punto de ponerse a saltar, los tilos le daban un ambiente muy familiar para ella pero, a la vez, ese paseo era especial, se agarró más fuerte a Fernando y le propuso sentarse en uno de los bancos. Alicia cerró los ojos respirando la mezcla de olores y sonrió, Fernando aprovechó para sacarle algunas fotos, le acarició la tripa pensando en el momento en que tuviese que estar pendiente de los cuatro. Regresaron al barco con paso lento, Alicia disfrutaba de todo, desde las personas con las que se cruzaban hasta las maravillosas vistas; Roberto no dejaba de saludar a todo el mundo y se paraba a hablar con los niños que se encontraban. Comieron en el barco atentos en todo momento a su hijo, Alicia sonreía ante cada atención que recibía de los dos, no dejaba de pensar que nunca había sido tan feliz pero tampoco había creído que pudiese serlo tanto. Se abrazó a Fernando cuando terminaron de comer, Roberto se apoyó en Fernando para terminar echando la siesta. Fernando se rio en voz baja, le encantaba estar así pero, aunque quisiera, no podría moverse. Cerró los ojos disfrutando de la sensación de estar con su mujer y su hijo, había pasado la mayor parte de su vida negándose ese tipo de vida, esa felicidad que en otro momento habría llamado burguesa; en ese momento no podría vivir sin ellos, sin estar pendiente de cada gesto, sin los abrazos de su hijo, sus ocurrencias, la risa de Alicia, su olor, sus abrazos… Había perdido mucho tiempo, muchísimo, pero pensaba recuperar cada segundo, recompensar a Alicia por todos los días que habían pasado separados desde que la dejó en Madrid; en cierta forma, sentía que ya lo estaban haciendo, cada día era especial, cada mirada o gesto, escuchar a su hijo sin pensar en nada más. Navegaron por el río otro rato y aprovecharon el resto de la tarde para pasear por la ciudad admirando las vistas, a Alicia le hubiese gustado entrar a las cuevas pero no podía ser, era peligroso con la tripa que tenía. Volvieron al barco para ver atardecer sentados, Alicia le hizo prometer que cuando las niñas creciesen un poco saldrían más a menudo fuera; Fernando sonrió, era una promesa que no le costaría nada cumplir.

Apagó el cigarro y decidió llevar la bandeja antes de que se enfriara, sonrió al escuchar a Alicia preguntarle por la cena, llevó la bandeja a la habitación, aunque tuvo que volver a por el resto para llevarlo en otra. Cuando regresó, Alicia ya estaba probando la sopa, la miró riéndose y se sentó con cuidado frente a ella, Roberto se adelantó hacia él pidiéndole la cena. Alicia había dejado la cuchara esperando a que él empezase a comer, Tor seguía a los pies de la cama, ni siquiera la comida le hizo ladrar para que le diesen algo.
-Alicia puedes empezar a cenar mientras yo se lo doy a Roberto.
-No, omo solo.
Alicia se echó a reír, Roberto llevaba semanas comiendo solo y no pensaba perder su independencia, era consciente que Fernando lo hacía porque estaban cenando en la cama, pero su hijo no pensaba ceder. Fernando resopló divertido y le dio la cuchara a Roberto, empezaron a cenar sin dejar de reírse. Alicia no pudo evitar la carcajada cuando Fernando entrecerró los ojos al ver cómo Roberto ofrecía la cuchara a Tor para terminar, directamente, en la colcha pero su lo siento en francés hizo que él también se echara a reír.
Fernando miró el resultado de la cena y no pudo más que reírse, hacía no tanto tiempo le hubiesen exasperado las manchas que había por toda la cama, en cambio, en ese momento no podía más que sonreír ante la mirada alegre de su hijo y la diversión de Alicia. Controló el plato de Alicia, había comido todo así que le ofreció una manzana, llevaba días pensando que tanta tarta no era buena, le quedaba poco de embarazo y debía cuidar un poco más lo que comía; ella le miró suspirando a la vez que Roberto intentaba quitarle la manzana de la mano.
-Esta es para mamá Roberto, ahora cogemos una para ti, -le dio la manzana a Alicia y alargó la mano hacia su hijo- ¿Vienes a por la manzana?
-¡Anana! Papá busca, yo no.
Roberto le abrazó separándose casi al instante para quedarse mirando a su madre, se aguantó la risa esperando que Alicia nunca se cansase de las atenciones de su hijo, estaba seguro que podría llegar a ser tan agobiante como él. Se levantó despacio intentando no tirar nada de la bandeja, aunque en realidad daba un poco igual, la colcha estaba para el cesto de la ropa sucia. De hecho pensó que después del postre la cambiaría, se fue a por la manzana riendo ante la determinación de su hijo. Troceó la manzana para su hijo y miró el reloj, le sorprendía que Antoine no llamase, había quedado en llamar a la redacción a última hora para dictar el artículo, lo escribiría más tarde, no pensaba desperdiciar ni un segundo mientras Alicia y Roberto estuviesen despiertos. Cuando regresó, Alicia estaba comiendo la manzana mientras su hijo tenía una mano sobre la tripa y le hablaba del parque, Alicia contestaba mientras mordisqueaba la manzana, no tenía más hambre, pero pensaba que una fruta no le vendría mal. Fernando posó el plato con la manzana troceada delante de su hijo, trató de que le mirase pero estuvo a punto de darle un manotazo por ponerse delante y no dejarle mirar a su madre.
-¡Papá! Mamá mien mirar.
-Está bien… ¡Menudo carácter! –le besó sonriendo- Me pregunto a quién habrás salido…
-Yo no me lo pregunto…
Fernando torció el gesto divertido mientras Alicia disimulaba volviendo a morder la manzana, Roberto cogía a tientas los trozos de manzana sin dejar de mirar a su madre, tampoco dejaba de hablar con ella, le contaba de todo, mezclando situaciones y nombres, Alicia sonreía pensando en la suerte que habían tenido con su hijo. Fernando puso las bandejas en la mesita y se acomodó junto a Alicia abrazándola, Roberto les miró suspirando, terminó la manzana y se tumbó boca abajo subiendo la cabeza para seguir mirando a su madre. Fernando no pudo aguantarse la risa, Roberto se dio media vuelta y se incorporó para quedarse mirando a su padre intentando averiguar de qué se reía. Empezó a hacerle cosquillas controlando no dañar a Alicia, ella les miraba sonriendo y acariciándose la tripa; cerró los ojos al sentir un fuerte pinchazo que intentó disimular, dejó de oír las risas y al abrir los ojos había otros cuatro ojos, seis con los del perro, pendientes de ella.
-Estoy bien… -tragó saliva y apretó la mano de Fernando- Creo que están deseando unirse a vuestros juegos.
La débil sonrisa de Alicia no aligeró la mirada de preocupación de Fernando, Roberto se sentó junto a ella abrazándola y llamándola en susurros. Alicia debería sentirse algo agobiada ante la actitud tan protectora de Fernando que había encontrado dos aliados perfectos, sin embargo, se sentía feliz, algo asustada aun no siendo una primeriza y con ganas de tener a sus niñas entre los brazos. Sonrió al ver que Roberto se frotaba los ojos e intentaba disimular el sueño que tenía, suspiró irónicamente porque era un fiel reflejo de Fernando.
-Fernando… ¿Crees que se preocupará cuando le dejemos con Diane y Pierre? No por los celos que pueda sentir, sino verdadera preocupación al no vernos después de estos días tan atento a cada gesto mío…
La miró siendo consciente de su miedo, no había pensado en ello, otros niños con poco más de un año no podrían entender algo así, pero su hijo sí, lo demostraba cada día; de pronto sintió un nudo en la garganta pensando en lo que pudiese sentir su hijo al no verles, intentó calmarse para ofrecerle una respuesta a Alicia pero sentía que le faltaba el aire pensando en no poder hacer nada para que su hijo no lo pasase mal. Alicia le vio quedarse pálido, le pasó una mano por el pelo para terminar acariciándole la mejilla, Fernando la besó el pelo y abrazó a su hijo, que empezaba a quedarse dormido.
-Tenemos que explicárselo y… Uffff me costará, pero creo que tenemos que intentar que no nos note preocupados en el momento de ir al hospital, que no note nada distinto a otras veces que hemos salido…
Se incorporó para limpiar con cuidado la cara de Roberto que tenía todavía restos de la cena y se le quedó mirando, era increíble todo lo que sentía por él, no podía explicarlo pero sólo con pensar que podría pasarlo mal, se le partía el alma. Besó a Alicia y se levantó despacio, fue a la habitación de su hijo y cogió el cuento que Alicia le había escrito hacía un año. Alicia sonrió al verle volver con el cuento en la mano, le besó cuando les ayudó a acomodarse mejor, abrazó a Roberto, que se apoyó en su pecho sin dejar de llamarla susurrando, y cogió el cuento que le daba Fernando. Fernando la besó mientras empezaba a leer, se les quedó mirando un momento y empezó a recoger las bandejas, no se quitaba de la cabeza el miedo de Alicia a que su hijo se preocupase al verles irse. Mientras fregaba se prometió a sí mismo controlar absolutamente todos sus sentimientos cuando llegase el momento, su hijo no podía preocuparse y él tendría que aparentar normalidad. Alicia leía despacio, casi en susurros al notar que Roberto iba quedándose dormido, se le quedó mirando emocionada, en el pasado muchas veces había soñado con ser madre aunque inmediatamente se lo quitaba de la cabeza al ser consciente de su realidad, pero ni por un segundo había llegado a imaginar el amor inmenso que sentiría por su hijo, ni tampoco habría imaginado a un niño tan perfecto, tan parecido a Fernando y a la vez con muchas cosas de ella. No podía pensar otra cosa, su hijo era perfecto y estaba segura que sus hijas lo serían en la misma medida, serían diferentes entre sí, pero perfectos los tres, frutos del amor de Fernando y ella. Siguió leyendo acariciando el pelo de su hijo, que se abrazó más a ella suspirando. Fernando encendió un cigarro y llamó a la redacción, no le apetecía nada tener que hablar con Antoine, pero había quedado en llamar y, aunque fuese sin artículo, tenía que hacerlo. Suspiró al oír a su jefe, se obligó a poner su mejor sonrisa y voz mientras le explicaba que no había podido escribir nada todavía, al día siguiente llamaría a primera hora para dictarlo. Antoine le cortó preguntándole por Alicia, Fernando miró hacia la habitación sonriendo.
-Está bien, aunque quería comentarte algo… He decidido no pasarme por la redacción estas semanas, prefiero no salir mucho de casa.
-Claro, tómate el tiempo que quieras, ¿vas a seguir escribiendo?
-Sí, sí –se concentró en la conversación al oír la pregunta de su jefe- siempre que quieras publicarlo, seguiré escribiendo.
-Bueno… Tal y como están las cosas no creo que pueda permitirme perder a uno de los mejores.
-Qué exagerado –hablaba entre risas pensando que su jefe intentaba camelarle por si acaso le necesitaba en los próximos días- de todas formas, gracias por tenerme en tan buena consideración…
Hablaron unos minutos más, Antoine no dejaba de bromear sobre su otro trabajo en el periódico, estaba seguro que su jefe quería que aceptase más ofertas para hacer publicidad de la revista. En cuanto pudo le cortó, quería volver junto a Alicia, a la que oía leer susurrando pero estaba seguro que Roberto ya estaría dormido; colgó el teléfono y en dos pasos se plantó en la habitación. Alicia levantó la vista sonriendo, le había oído hablar en voz baja con su jefe y recordó que tenía que haber escrito esa tarde. Fernando quitó la colcha de la cama ante la mirada resignada de Alicia, Tor se bajó de la cama gruñendo suavemente y se tumbó en la alfombra en el lado de Alicia. Antes de llevar la colcha al baño, sacó otra del armario para que ni por un segundo pasasen frío; cuando volvió, Alicia seguía sentada mirándole.
-Al final no has escrito ese artículo…
-Bueno, hay tiempo para todo, ahora hay que dormir –la besó suavemente y miró a su hijo- creo que hoy puede dormir aquí ¿no te parece?
-Sí, pero ¿y tú? –iba a incorporarse para dejarle espacio pero Fernando la sujetó- Tengo que dejarte sitio.
-No importa, tenéis que estar cómodos.
Se sentó junto a Roberto corrigiendo su postura para que no se apoyase en Alicia, le vio manotear llamando a su madre pero enseguida se apoyó en la almohada para seguir durmiendo.
-Fernando, vas a trabajar cuando yo me duerma ¿verdad?
La besó sonriendo y la ayudó a tumbarse junto a Roberto, el niño puso su brazo sobre ella y siguió durmiendo, Fernando les miró emocionándose y subió las mantas.
-Trabajaré un rato, pero seguro que veros dormir es mucho mejor que escribir…
Alicia recordó la noche antes de su cumpleaños en el piso franco, Fernando había estado junto a ella, leyendo, preocupándose, y mirándola; se acomodó entre las sábanas pero antes se incorporó un poco para besarle.
-Te amo, pero por favor, descansa un poco esta noche.
-No te preocupes Alicia, trabajaré y después dormiré, da igual si no tengo espacio porque me encanta dormir con vosotros.
Alicia cerró los ojos sonriendo, besó a Roberto y se relajó sintiendo cómo Fernando le acariciaba el pelo, estaba segura que lo haría hasta que comprobase que estaba dormida. Fernando no dejaba de sonreír al verles dormir tan plácidamente, estuvo tentado de tumbarse junto a ellos y olvidarse de todo, pero además de escribir quería dejar lista esa noche la habitación de sus niñas. Estaba seguro que nacerían pronto y quería que todo estuviese listo para su llegada; estuvo todavía unos minutos acariciando el pelo de Alicia y mirándoles, Roberto se movía despacio para acercarse un poco más a su madre. Se movió despacio intentando que no lo notasen, al levantarse se frotó el cuello pensando dónde podría escribir, no quería alejarse de ellos pero en la cama no podía. Decidió primero arreglar la habitación de sus hijas, entrecerró la puerta de su habitación y preparó un poco de café, resopló al entrar a la habitación de las niñas, la cama estaba allí y no sabía dónde podrían ponerla. Roberto todavía era pequeño para dormir sólo en su cama, se echó a reír porque al principio sus niñas no usarían mucho esa habitación, dormirían con ellos en el lado de Alicia, como pasó con Roberto los primeros meses. Ese pensamiento le hizo volver a preocuparse, esperaba que su hijo no tuviese celos porque sus hermanas durmiesen con ellos en la habitación, Roberto era muy independiente y sabía que valoraba dormir solo, pero quizás con dos bebés en casa sintiese que le dejaban de lado. Se tomó el café de un trago y movió la cama hacia una de las paredes, tenía que ordenar el pequeño armario de sus hijas, Alicia iba dejando en bolsas amontonadas toda su ropita, empezó a sacarla y a colocar el armario. Hizo un poco de ruido al colgar los cuadros con sus nombres que Alicia les había comprado para reyes, sonrió al ver en un rincón algunos juguetes de Roberto, hacía unos días se había empeñado en llevarlos a esa habitación diciendo que eran para sus hermanas. Algunos sonajeros, peluches e incluso algún chupete; llevó el chupete a la habitación de su hijo y lo guardó de recuerdo. Antes de volver se asomó a su habitación, Alicia y Roberto seguían dormidos tal y como los había dejado, sonrió y volvió a la habitación de las niñas para empezar a colocar todos sus juguetes. Casi una hora después, la habitación ya estaba lista, incluso había llevado allí la mecedora pensando en el momento en que Alicia amamantase a dos preciosas niñas, decidió preparar la bolsa para llevar al hospital y el maletín que llevaría él para poder trabajar mientras las vigilaba. Cada cosa que dejaba lista le parecía que les acercaba más al momento de tener a sus niñas en casa, en el pasado no le habrían gustado ese tipo de preparativos, nada de planes a largo plazo, nada de futuro, vivir el presente… Pero en ese momento era todo lo contrario; cogió un viejo peluche de Roberto y lo olió sonriendo, estaba deseando volver a sentir la sensación de tener a un bebé en sus brazos, un bebé de Alicia y suyo, sus hijas. Metió en la bolsa las mantitas que les había comprado en reyes, unos días antes habían tejido entre los dos los nombres; Alicia apenas dio dos puntadas, pero había tenido más paciencia que otras veces. Respiró hondo y volvió a la habitación después de coger cuartillas y la pluma; se sentó en la silla en frente de la cama, encendió una tenue bombilla para poder escribir sin molestar a su mujer y su hijo. Cada poco tiempo desviaba la mirada hacia ellos, comprobaba que respiraban tranquilos y volvía a escribir, la verdad era que estaba cansado; además, quería aprovechar esos días para descansar todo lo posible antes de que naciesen las niñas. Cuando las tuviesen con ellos pretendía que Alicia no tuviese que preocuparse de nada, él estaría pendiente de todo, si lloraban o necesitaban que las cambiase. Se frotó la cara intentando concentrarse para terminar de una buena vez el artículo y poder dormir unas horas.

Huelga sin represión
Los mineros franceses siguen en huelga, llevan ya más de dos semanas y parece que va para largo; la CGT ha retirado su apoyo a la huelga general haciendo que la situación se complique, Fuerza Obrera no irá a las negociaciones del día 15.
Este colectivo lleva en huelga desde mediados de mes, una lucha que no va a acabar hasta que consigan sus objetivos: aumento salarial, que no tienen desde el 57, semana de 40 horas y una cuarta semana de vacaciones. Reivindicaciones justas, sin duda, como justo es que puedan manifestarse para pedirlo; en España esta huelga tendría consecuencias muy distintas. Estoy seguro que los mineros franceses lo conseguirán, será un camino difícil pero lucharán y lo conseguirán; los mineros asturianos, en cambio, no podrán. El año pasado, en Asturias, despidieron a siete mineros por pedir lo mismo: mejoras salariales y laborales; sus compañeros no se resignaron a pesar de saber cómo se las gasta el régimen fascista de Franco. Empezaron así una huelga que se alargó más de dos meses, la noticia en su caso fue la brutal represión de la dictadura. Detenidos, torturados, despedidos, enviados fuera de Asturias… Los mineros asturianos no pudieron defender sus peticiones, la represión no se lo permitió. Tampoco el resto de ciudadanos españoles se quedaron callados, en muchas ciudades españolas se dieron muestras de apoyo y solidaridad con los mineros asturianos, Madrid, Barcelona, Valencia… Hace unos días se celebró un consejo de guerra contra 26 detenidos en las manifestaciones de apoyo en la universidad de Valencia, dos de ellos han sido absueltos, el resto, pasarán entre cuatro y diez años en la cárcel. Diez años de cárcel por apoyar una huelga, por estar al lado de unos trabajadores que sólo pedían lo que es justo. Otras muchas personas siguen esperando el juicio, hubo muchísimos detenidos, jóvenes, estudiantes, trabajadores y trabajadoras, cualquier persona que se atrevió a pedir lo que creía justo o a apoyar a quienes lo pedían.
La lucha de los mineros franceses no es fácil, pero no olvidemos que un poco más allá de nuestras fronteras hay otros mineros que lo tienen todavía más difícil. Aprovechemos que en Francia sí tenemos derecho a la huelga y a reivindicar mejoras; sigamos luchando por todos aquellos que no pueden hacerlo porque pagan un precio muy alto.

Posó las cuartillas en el comodín, le hubiese gustado contestar la última carta de Daniel, pero necesitaba dormir unas horas; apagó la luz y se acercó sigilosamente, sonrió cuando su hijo se giró para dejarle un poco de espacio. Se tumbó dándose cuenta que apenas podría moverse, pero no le importaba, besó a Alicia en la frente, acarició la tripa y sonrió al notar que su hijo posaba el brazo sobre él. Cerró los ojos mientras se los frotaba, estaba cansando pero había aprovechado el tiempo. Intentó hacer el menor ruido posible y disfrutó al poder estirarse en la cama agradeciéndolo especialmente su espalda y cuello, minutos después estaba completamente dormido.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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