Fernando Solís & Alicia Peña  
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Fernando besó a Alicia que, después de algunas vueltas en la nueva cama, se había quedado dormida casi destapada, la arropó con cuidado de no despertarla. El calor comenzaba a tomar París esos días y eso hacía que Alicia terminase destapada más veces de las normales. Apoyó su codo en la almohada y se quedó mirándola mientras miles de recuerdos se paseaban por su mente. Sonrió recordando cada detalle de ese día, el cumpleaños más feliz que recordaba; aunque pensó que al año siguiente serían los cumpleaños más felices de sus vidas porque ya estarían los cuatro.

Esa mañana
Alicia apartó con cuidado el brazo de Fernando, habían estado casi hasta las tres de la madrugada hablando, ella había querido esperar hasta medianoche para felicitarle en ese momento. Miró el reloj y sonrió, había pensado levantarse antes de las siete, eran menos cuarto, se acarició el vientre mientras se levantaba despacio. La persiana a medio bajar había funcionado, miró el cielo, estaba totalmente despejado y ya, a esas horas, hacía buena temperatura, estaba segura que iba a ser un día caluroso. Se quedó unos segundos mirando a Fernando, todavía a veces se sorprendía al verle dormir totalmente relajado; los días que habían pasado en el piso franco llegó a pensar que no dormía. Roberto dormía junto a él, sonrió pensando lo que les había costado dormir las dos últimas noches al tenerle con ellos en la cama. Calculaban sus movimientos para no molestar al niño, de hecho Fernando la primera noche no había dormido. Cogió a Roberto, que se revolvió molesto, no quería dejarle en la cama sin estar ella, podría darse la vuelta y caerse. Cerró la puerta con cuidado, tumbó a Roberto en el capazo, hacía mucho que no lo usaban, pero esos días les venía bien. Se mordió el labio al ver el salón tan vacío, sólo quedaban los muebles, era totalmente impersonal. Se dijo para sus adentros que era mejor así, esa ya no era su casa así que no parecía su casa; apenas les quedaban un par de cajas que llevar a su nueva casa, y prácticamente eran todo cosas de Roberto. La tarde anterior había bromeado con Fernando sobre que realmente ellos podían vivir con lo imprescindible, pero su hijo no. Dejó el capazo junto a  la puerta, al entrar en la cocina abrió la ventana, el olor del café seguía produciéndole náuseas, el jarabe que le había recetado el médico había surtido efecto con todos los olores menos con el del café, y en realidad se moría de ganas de tomarse uno. Sonrió al recordar la cara de Fernando cuando le dijo que trabajaría desde casa hasta que se pasase la etapa de los mareos; llevaba ya varios días trabajando en casa y disfrutando a tiempo completo de su hijo. Aunque echaba de menos la actividad frenética del despacho, las reuniones, las charlas con sus compañeros; había tenido que pasarle a Grace el caso del trabajador acusado de robar información de su empresa. Durante las mañanas echaba de menos a Fernando, recordaba las últimas semanas del embarazo de Roberto y no podía dejar de pensar en tenerle en casa agobiándola con sus atenciones, pendiente de todo… Solía llamar tres o cuatro veces durante la mañana, así que en el fondo seguía agobiándola con atenciones. Por suerte, la última semana había conseguido llegar a comer todos los días y por las tardes trabajaban juntos desde casa; antes de cenar aprovechaban para seguir trasladando cosas a su nueva casa. Hacía un par de días habían alquilado un coche, su nueva casa estaba al lado, pero había cosas que no podían trasladar de un portal a otro; habían llevado la cuna de Roberto, el pequeño mueble de su habitación, la mecedora, un par de pesadas maletas con la ropa de los tres… Esa noche había conseguido que Fernando se plantease en serio la compra de un coche, se sintió mal al utilizar a su hija para darle otra razón, pronto serían uno más en la familia y sería difícil ir de un sitio a otro con el coche de su hija y la silla de Roberto. Acordaron dejarlo para final de verano, Fernando ya habría terminado de preparar el suplemento y tendrían más tiempo para mirar modelos. Empezó a preparar el desayuno sin dejar de sonreír; mientras hacía el zumo pensó que no había preparado nada especial para ese día, al menos no algo como las sorpresas de Fernando para su cumpleaños. Sabía que Fernando querría pasar todo el día con ellos dos, sin pensar en el trabajo y sin ninguna visita. No pudo evitar recordar lo rara que se sintió al abrir la caja de recuerdos de Fernando, quería enmarcar la foto de cuando era pequeño junto a una foto de ellos tres, acabó riéndose porque nunca había tenido tantas fotos enmarcadas, Fernando tampoco. Había esperado a que Fernando se fuese a trabajar, por un día había entrado a una hora normal y no tan pronto como solía hacerlo. Desayunó antes de ir a la habitación a abrir la caja, no quería que Fernando se hubiese olvidado algo, apareciese y la viese; estaba preparando una sorpresa, un regalo, pero aun así, se sintió mal al abrir esa caja sin su permiso. Le temblaron las manos mientras sacaba los recuerdos hasta dar con esa foto, un golpe de su hijo la hizo sobresaltarse, se echó a reír al ver que había llegado gateando hasta la habitación. Guardó la caja y cogió al niño en brazos regresando al salón para guardar la foto en su bolso. Empezó a hacer crepes sin dejar de pensar en la foto, en la cara que pondría Fernando al entrar en su nueva casa y ver en el recibidor las dos fotos enmarcadas. Antes de empezar a preparar las tostadas regresó al salón, Roberto seguía dormido, ocupaba todo el capazo dando la sensación de incomodidad; le arropó intentando mejorar su posición pero el niño protestó.
-Shhhh es muy pronto y papá está dormido.
Se quedó unos segundos mirándole y volvió a la cocina para terminar de preparar el desayuno, estaba segura que en unos minutos Fernando se despertaría y quería estar ya de vuelta en la habitación. Hizo tostadas, chocolate, puso en un plato croissants y brioches, sonrió al ver en el armario las latas de sardinas y el embutido que había comprado para la comida de ese día. Tuvo que contener una lágrima al recordar cómo Fernando le había dicho que a Roberto le encantaban las sardinas, que él había comprado todas las latas que había en el piso franco.
 
 
Despejó su mente de ese recuerdo pensando lo difícil que había sido que el día anterior Fernando dejase que ella cocinase, si hubiese abierto el armario lo habría visto en seguida, ya apenas tenían nada en esa casa; esperaba que le gustase la idea de comer lo mismo que habían comido el primer cumpleaños que habían pasado en Madrid. Se mordió el labio pensando que tendría que salir de casa antes de comer, tenía que recoger la tarta que había encargado, era consciente que la tarta de chocolate le gustaba más a ella que a Fernando, pero quería también comer una tarta como la de aquel primer cumpleaños que pasó junto a él. Habían sido muy importante para ella aquellas rosas y aquella tarta, no tenían mucho pero Fernando hizo de ese cumpleaños uno de los más felices, un cumpleaños que había recordado durante más de 10 años. Para la cena había encargado comida en el mismo restaurante que Fernando la había encargado para el día se su boda; cenarían en su nueva casa, la primera noche en su casa. Dejó preparada una papilla de frutas para cuando Roberto se despertase y preparó el café intentando contener una arcada, se echó a reír cuando comprobó que había preparado tantas cosas que no cabían en la bandeja, tuvo que coger otra bandeja y dar dos viajes hasta la habitación. Cerró la ventana de la cocina y cogió a su hijo en brazos, le vio estirarse sonriendo, parecía que empezaba a desperezarse y no dormiría más, al entrar en la habitación Fernando se dio la vuelta todavía con los ojos cerrados. Le vio abrirlos de golpe al no sentirles a ellos junto a él.
-Buenos días mi amor –se sentó en la cama y le besó- tenía cosas que hacer antes de que te despertases…
Fernando miró el reloj un poco desorientado aunque la entrada de Alicia sonriendo consiguió que se tranquilizara. Llevaba varias noches teniendo pesadillas, estaba seguro que el cambio de casa, el embarazo de Alicia y el exceso de trabajo propiciaban las mismas. La miró sonriendo después del pequeño susto por despertase solo en la cama; miró a la mesilla y al ver una de las bandejas se echó a reír.
-Ya veo… No hacía falta que preparases el desayuno.
Se agachó a dar un beso a Roberto, acarició suavemente la tripa de Alicia y terminó besándola despacio.
-Claro que hacía falta –le besó la mano y le miró a los ojos- Felicidades Fernando.
-Gracias…
Se frotó los ojos intentando evitar las lágrimas y la besó, por suerte, su hijo relajó la emoción del momento, le señaló y dijo “oooooooh”.
-¡Roberto también quiere felicitarte!
Se echaron a reír mientras empezaban a jugar con su hijo, tuvo que ser Alicia quien le recordase el desayuno, señaló hacia su mesita para que viese la otra bandeja.
-¡Pero si podríamos desayunar durante días! –probó el café riéndose ante la cara contrariada de su mujer por no poder tomar una taza- Crepes, croissants, brioches, tostadas, zumo, chocolate… Es el mejor desayuno del mundo.
-Pues aprovecha porque la comida… -sonrió probando el chocolate.
-¡Oh lá lá! Un  misterio con la comida…
La carcajada de Alicia le hizo sonreír embobado hasta que vio a Roberto cogiendo las tostadas y manchándose las manos de mermelada. Le limpió con cuidado y se echó a reír ante la cara contrariada de Roberto al ver que le ofrecía una cucharada de la papilla y no lo que había en la bandeja. Alicia disfrutó viendo cómo Fernando conseguía que Roberto se concentrase en la papilla, se echaron a reír cuando el niño tiró la cuchara sobre la cama al manotear. Fernando intentó limpiar las sábanas mientras Alicia limpiaba la mano de Roberto.
-Fernando, deja las sábanas, esta noche dormiremos en nuestra casa…
Dejó de limpiar la sábana y se quedó mirándola sin dejar de sonreír, hacía unos días habían hablado de cuándo se trasladarían definitivamente a la nueva casa, había sacado él el tema y ahora entendía por qué Alicia había echado balones fuera.
-Así que eso estabas tramando estos días…
-Bueno, siempre viene bien tener algún secretillo…
-¿Y cuántos secretos más has tenido estos días? –la besó y empezó a hacerla cosquillas- No te hagas la misteriosa…
-Como tú siempre dices, lo sabrás en su momento. –se separó intentando que Roberto se sentase para poder terminar de desayunar- ¡Venga! Que se enfría el desayuno.
Desayunaron entre risas e intentos de que se su hijo no cogiese lo que ellos tenían en las manos, Fernando se quedaba mirándola como si todavía no se creyese que esa era su vida. Hacía un año habían celebrado el cumpleaños paseando por París, bailando, soñando con su hijo, disfrutando de su recién estrenada vida; ahora ya tenían una vida estable, pronto tendrían otro hijo. Terminó pensando en los años que hacía que no celebraba su cumpleaños antes de volver a París con Alicia; ni siquiera con Belle había celebrado su cumpleaños, su relación había estado totalmente marcada por la Resistencia. Recordó su noveno cumpleaños, unos meses antes del accidente de caza de su padre; recordaba que después su madre celebraba los cumpleaños, a pesar de la muerte de su marido salió adelante, le sacó adelante a él sin hundirse. Pero el cumpleaños más feliz que recordaba de niño era ese, cuando cumplió nueve años; si cerraba los ojos aún podía ver a sus padres felicitándole y esa mirada cómplice de los dos. Regresó al presente, cumplía 44 años y estaba al lado de la mujer a la que amaba y de su hijo, un niño al que quería por encima de todo, tanto como ya quería a su hija. Compartió con Alicia el recuerdo de su noveno cumpleaños mientras acariciaba a su hijo, ella le miraba emocionada acariciándose el vientre y pensando que sus hijos tenían el mejor padre del mundo. Estar en la cama con Roberto y Alicia, escuchando tan sólo los coches y las motos de fondo, le producía una paz infinita. Tenía las manos pegajosas y las sábanas se adherían a su pantalón del pijama pero eran sensaciones maravillosas porque venían de los intentos de Roberto por tocarlo todo. Miró a Alicia que parecía menos ojerosa, estaba radiante y su abdomen comenzaba ya a curvarse por el embarazo. Alicia se levantó de la cama despacio, Fernando la miró confundido pero sin dejar de sonreír, Roberto alzó los brazos hacia su madre, pero ella ya había salido de la habitación.
-Tranquilo Roberto, mamá volverá enseguida… Parece que le gusta hacerse la misteriosa, pero te diré un secreto –se acercó a la cara de su hijo, que le miraba muy atento- no se le da tan bien como a mí…
Las risas de su hijo le hicieron reír, estaba deseando que empezase a hablar y pudiese contestarle en esas conversaciones que sólo se permitía mantener a solas con él. Alicia abrió una de las cajas que quedaban por trasladar, había tenido que guardar el regalo ahí y estar pendiente de que Fernando no se empeñase en revisar las cajas. Cogió el paquete emocionada, esperaba que le gustase, llevaba semanas preparándolo aunque no sabía si a Fernando le molestaría. Pasó la mano por el paquete y regresó despacio a la habitación, las risas de su marido y su hijo apartaron de su mente el contenido del paquete, estuvo a punto de saltar sobre la cama como si fuese una niña, pero contuvo el impulso, no había tenido ningún mareo desde que se había levantado y no quería tentar a la suerte. Se sentó al lado de Fernando, él veía cómo le temblaban las manos, le quitó el paquete para apretar sus manos mirándola a los ojos.
-Alicia, te amo, este desayuno, cada desayuno, cada instante que paso con vosotros dos es el mejor regalo, no necesito nada más.
-Que no necesites nada más –estaba emocionada pero intentaba controlarse para darle el regalo- no quiere decir que no pueda regalarle algo a mi marido el día de su cumpleaños ¿no?
-Claro que no… -cogió el paquete que Alicia el ofrecía- Gracias Alicia.
Ella sonrió y cogió en brazos a Roberto para que Fernando lo pudiese abrir con calma, estaba nerviosa y esperando su reacción. Fernando sonrió al ver una corbata, se echó a reír pensando que esa vez Alicia había pensado más en su gusto que en el de él; era una corbata muy aparente y elegante, estaba seguro que la había elegido para algún momento en concreto.
-Es preciosa.
-¡Anda ya! Sabía que te iba a parecer un poco excesiva, pero a mí me gusta… -puso cara de niña y sonrió al escuchar la carcajada de Fernando- Pero aún queda la parte más importante…
Fernando terminó de desenvolver el regalo, sacó el cuaderno que había y le temblaron las manos, pasó los dedos por el título escrito por Alicia “Cartas desde España”, lo abrió despacio, en la primera página estaban las primeras cartas que habían recibido de Inés y de Pelayo. Pasó las hojas y pudo reconocer cada carta que habían recibido en el último año, todas encuadernadas, tuvo que contener el aire al verlas, pasó las hojas con cuidado, acariciando todas esas letras que significaban tanto. Alicia vio cómo se emocionaba y le abrazó intentando dejar espacio para que su hijo no protestase.
-Fernando… Aún hay más.
-¿Más?
Alicia pasó las páginas hasta que sólo quedaban tres, Fernando empezó a leer el encabezamiento, sus amigos le habían escrito por su cumpleaños. Tragó saliva pensando que hacía muchos años, muchísimos, que ningún amigo le felicitaba, por un momento deseó haber pasado algún cumpleaños junto a Roberto, el cumpleaños de 1949 lo pasó solo en París, recordando a Alicia, pensando en Roberto y Federico; esa noche Andrea se había empeñado en que saliesen a cenar, la compañía de su amiga y su familia consiguió que se olvidase durante unos minutos de las personas que había perdido; aunque a su regreso al piso donde vivía se sintió todavía más vacío, en esos momentos estaba seguro que él nunca tendría algo parecido a lo que tenía Andrea. Andrea, ella había sido la última amiga que le había felicitado, se frotó los ojos regresando al presente, besó a Alicia intensamente y tragó saliva cuando vio la letra de Daniel en la última carta encuadernada. Roberto se cansó de mantenerse al margen, se incorporó apoyado en su madre y alargó el brazo hacia la cara de su padre. Fernando sonrió mientras se acercaba a besarle y le contaba el maravilloso regalo que le había hecho su madre.
-¿De verdad te gusta? No estaba segura si podría molestarte que les dijese que te escribiesen por tu cumpleaños…
-¿Cómo me va a molestar? Alicia –acariciaba a su hijo con una mano mientras alargaba la otra para acariciar la mejilla de su mujer- es el mejor regalo que podrías hacerme. Gracias, es más de lo que merezco…
-No, es lo que merecemos, después de tantos años por fin la vida es justa con nosotros.
Alicia apartó las bandejas del desayuno y se sentó apoyándose en el pecho de su marido, Roberto se tumbó sobre ella mientras Fernando sonreía al sentirles a los dos. Alicia se mordió el labio mientras cerraba los ojos ante la sensación de estar en brazos de Fernando, celebrar un segundo cumpleaños junto a él, intentó contener las lágrimas pero el embarazo le hacía más difícil enfrentarse a todos esos sentimientos. Hacía unos días que, después de trabajar durante horas sola en casa, se dio cuenta que jamás se había sentido sola desde que tomó la decisión de comenzar una nueva vida con Fernando.

Cuando sonó el teléfono eran más de las once de la mañana, habían alargado al máximo el momento del desayuno, no tenían prisa por nada y eran felices así, estando juntos, jugando con su hijo, hablando del bebé, de la nueva casa, de sus amigos… Alicia se levantó despacio diciéndole que no se moviese, fuese quien fuese le despacharía en un minuto. Fernando se tumbó sin dejar de mirarla, le encantaba verla caminar despacio, descalza y despeinada, esos momentos le parecían especiales y por mucho que pasase el tiempo, siempre sería así. Cogió el teléfono sin dejar de sonreír, al otro lado de la línea escuchó a Antonio, habló con él unos minutos, era consciente que quería felicitar a Fernando pero el mismo Antonio dudaba, le conocía muy bien y sabía que recordaría los cumpleaños que había celebrado con Andrea. Finalmente se despidió deseándoles que pasaran buen día; colgó mordiéndose el labio, se levantó y volvió despacio a la habitación.
-Era Antonio, Grace y él se van a pasar el día fuera y quería…
-Felicitarme, lo sé… -tragó saliva, recordaba muy bien los dos últimos cumpleaños que había pasado con ellos- Andrea y él fueron los últimos amigos que me felicitaron un cumpleaños…
Alicia se sentó al lado suyo, le cogió la mano y le besó el pelo, Roberto estaba tranquilo jugando con las sábanas. Cerró los ojos pensando en los años que Fernando había pasado junto a Isabela, estuvo a punto de preguntarle por los cumpleaños que pasó junto a ella pero se mordió la lengua.
-Estoy segura que le ha costado mucho llamar, no pedirme que te avise…
-Lo sé Alicia, de hecho, con sólo llamar siento que ya me ha felicitado, en días como hoy es imposible no acordarme de Andrea. Pasé con ellos el cumpleaños del 49, poco después de despedirnos… -Alicia le miró con lágrimas en los ojos, Fernando le había regalado el mejor cumpleaños de su vida mientras que él no tuvo ni siquiera eso- Ella sabía que había pasado algo en Madrid, que algo me había cambiado… -se echó a reír y consiguió sorprender a Alicia- Me conocía casi tan bien como tú me conoces, hizo verdaderos esfuerzos porque desapareciese la arruga de mi frente, mi preocupación… Nunca le hablé de ti, no podía, compartir tu recuerdo era algo para lo que no estaba preparado, pero ella sabía que había conocido a alguien.
Alicia se sorprendió al no sentir ni un ápice de celos al pensar que Andrea llegó a conocer muy bien a Fernando, al contrario, le alegró saber que después de haberse despedido, Fernando tenía a alguien con quien compartir su cumpleaños. Al escucharle pensó si le había contado a alguien algo de ella, aquellos que no estaban en su entorno en Madrid y que resultaron mucho más avispados de lo que parecía. Le abrazó intentando alejar ese sentimiento de culpa que siempre notaba en Fernando al hablar de Andrea, Fernando cerró los ojos respirando el olor de su mujer y acarició la cara de su hijo, estaba totalmente pegajoso y aún tenía restos de la papilla por la cara pero el calor de los abrazos que ya empezaba a dar producía un efecto devastador en él. Tragó saliva y decidió que no era momento para recordar ni para estar tristes; empezó a hacerle cosquillas a Alicia, su hijo se animó ante las risas de ella y empezaron a hacerle cosquillas los dos juntos. En unos segundos la habitación volvió a estar llena de risas, Fernando estuvo a punto de caerse de la cama intentando alejarse de Alicia para que no se tomase la revancha con las cosquillas; la carcajada de Alicia sorprendió a su hijo, que se la quedó mirando con los ojos muy abiertos.
-¿Has visto Roberto? Casi me caigo por culpa de mamá y ella se ríe de mí… -besó a su hijo en el moflete sin dejar de mirar a Alicia- Desde luego…
Alicia les miraba sonriendo, adoraba el tono de voz que Fernando usaba para hablar con su hijo, les besó a los dos y se levantó despacio.
-Voy a preparar el baño para los tres –le tiró un cojín sin mucha fuerza por si daba a su hijo- no tardo nada.
Fernando se apoyó en el cabecero sin poder apartar la vista de ella, Roberto se incorporó apoyándose en él, paseó sus manos por la cara de su padre hasta que consiguió hacerle reír.
-Estás aprendiendo mucho… Cualquier día echas a correr y no podemos seguirte el ritmo... ¿Y sabes qué? Tengo muchas ganas pero a la vez me da miedo, por muchas cosas, pero sobre todo porque creces muy deprisa.
Roberto seguía apoyado en él haciendo pequeños ruidos, Fernando se quedó en silencio unos segundos intentando escuchar algo con sentido, estaba deseando oír su primera palabra. A veces Alicia le tomaba el pelo diciéndole que no hablaría antes porque él se quedase en silencio mirándole y escuchándole.
-Te voy a contar un secreto, bueno, otro… Pasar con vosotros mi cumpleaños es lo más especial de mi vida, y cuando nazca tu hermanita… Es imposible estar triste si os tengo conmigo. –sonrió al notar de nuevo una mano de su hijo sobre su cara y oírle decir “aaaaaaaaaah”- Tienes razón, hoy no es día para ponernos serios, ¿verdad?
Empezó a jugar con su hijo sin dejar de reír, Alicia escuchó las risas de fondo, se remangó mientras abría el grifo, no había dejado de sonreír desde que se había levantado. Se sentó en el taburete mientras sacaba el gel de Roberto para el baño, acarició su abdomen y disfrutó del sonido de la habitación. Su hijo había conseguido sacar lo mejor de los dos, el niño no lo sabía pero les había ofrecido mucho más de lo que ellos serían capaces de darle. Se incorporó con cuidado antes de colocar las toallas en el taburete y dejarse embriagar por el suave olor del gel del niño. Cerró la ventana, a pesar de la buena temperatura no quería que hubiese corriente, volvió a la habitación y se quedó en la puerta unos segundos viéndoles jugar.
-¿Espiándonos señora Peña?
Fernando se acomodó en la cama dejando de jugar con su hijo, que torció el gesto al ver que su padre dejaba de hacerle cosquillas. Alicia se sentó junto a Fernando e hizo que su hijo se calmase en sus brazos.
-Así que ahora además de charlas secretas queréis jugar a solas…
-Nunca querría dejarte al margen de estos momentos –acarició el pelo de Alicia mirándola intensamente- ni de estos ni de ningún momento.
-Lo sé Fernando, sólo bromeaba.
Empezó a besarla pero ella se separó despacio recordándole el baño, se echó a reír ante la cara de Fernando y se levantó despacio con Roberto en brazos. Fingió indignación al llevarse Alicia al niño, cerró los ojos, se estiró todavía en la cama, les vio entrar en el baño y decidió incorporarse. Antes quitó las sábanas y recogió la bandeja sin dejar de pensar en la suerte que tenía, por un segundo pensó en Daniel, gracias a él había podido pasar los dos últimos cumpleaños con Alicia. Decidió que antes de que acabase el día le escribiría, no podía alargar ese momento, daba igual lo extraño que se sintiese, tenía que escribirle, era una de las personas más importantes de su vida. Despejó los recuerdos de su cabeza y fue al baño sin dejar de sonreír, Alicia y Roberto ya estaban en la bañera, el niño movía los brazos chapoteando mientras Alicia le sujetaba.
-Estáis tan guapos en la bañera…
-Bueno, sólo faltas tú.
Se quitó el pijama despacio sin dejar de mirarles, antes de quitarse el pantalón salió del baño, rebuscó en la bolsa de Roberto para encontrar la cámara. Cuando regresó al baño Alicia estaba posando con Roberto sobre ella, sonrió mientras les sacaba la foto, dejó la cámara en el mármol del lavabo.
-Ya no puedo ni sorprenderte sacándote una foto…
-Claro, porque te conozco demasiado… -le salpicó mientras se quitaba el pantalón- ¡Venga! Que al final el agua estará fría cuando entres.
Fernando se echó a reír entrando en la bañera, sabía que en los primeros minutos no habría calma, Roberto disfrutaba chapoteando y sin dejar de reír. Alicia estaba apoyada en él, intentó hacerla cosquillas pero sólo consiguió que ella se picase y acabase haciéndole cosquillas ayudada por su hijo.
-Está bien, está bien, ¡me rindo! –Fernando levantó los brazos sin dejar de reír- Está visto que siempre estaré en minoría…
Acarició el vientre de Alicia mientras se relajaban después de las risas, cerró los ojos y respiró profundo, en esos momentos se sentía más vivo que nunca. Pensó en todos los momentos en que se había sentido muerto, en que de verdad creyó que Fernando había muerto esa mañana en el monte. Alicia se giró para mirarle, sabía exactamente en qué estaba pensando; le acarició la cara, era una de las formas que tenía de sentir que era cierto que lo tenía delante. Estaba segura que a Fernando le sucedía igual, veía cómo tragaba saliva y su mirada se perdía, por suerte esa sensación cada vez duraba menos, Fernando abrió los ojos, sonrió y la besó. Las pequeñas manos de Roberto sobre sus heridas, investigando aquellas cicatrices le producían sentimientos encontrados, por una parte le recordaban que estaba vivo y era su propio hijo quién lo hacía pero por otro lado era consciente que no dentro de muchos años sus hijos realizarían preguntas y algunas respuestas eran dolorosas. Alicia se emocionó al ver cómo Roberto trepaba para intentar dar un beso a Fernando ante la cara de emoción de su marido. El niño se fue tranquilizando con las caricias de sus padres, Fernando bromeó con el momento en que estuviesen los cuatro en la bañera esperando que no se uniesen los tres para hacerle cosquillas a él. Alicia sonrió al notar cómo Fernando iba dominando poco a poco todos los malos recuerdos, siempre estarían presentes, pero desde hacía más de un año tenían mucho por lo que vivir y mirar hacia delante.
Alicia se incorporó cuando notó que el agua empezaba a enfriarse, Fernando tardó un segundo en levantarse para sujetarla mientras salía de la bañera con el niño en brazos. Le miró con un falso reproche mientras secaba a su hijo después de ponerse el albornoz, Fernando volvió a acomodarse en la bañera sin dejar de mirarles, se echó a reír cuando Roberto manoteó para evitar que Alicia le metiese la mano en la manga del traje. Alicia le miró entrecerrando los ojos pero riéndose también.
-¡Venga! ¿Qué haces todavía en la bañera? Vas a coger frío, además tengo que salir un momento y Roberto no parece que vaya a dormirse…
-¿Tienes que salir? –de la sorpresa se incorporó de golpe- ¿Y a dónde vas?
-Tendrás que esperar para saberlo –se acercó a él y le besó lentamente- hoy me toca a mí dar las sorpresas…
Fernando se echó a reír mientras terminaba de secarse y se ponía un pijama limpio, no podía apartar su vista de Alicia, cada día estaba más guapa, sabía que dentro de unas semanas ella empezaría a pensar que estaba engordando y no lo estaba, pero a él le gustaba cada día más. Empezó a besarla olvidando el cumpleaños y la sorpresa que tendría preparada, fue Roberto el que les hizo regresar al presente manoteando en el aire y consiguiendo dar a Fernando en el pecho.
-Está claro que os habéis puesto de acuerdo…
Alicia se echó a reír ante el comentario y la cara de Fernando, posó a Roberto en sus brazos y fue a la habitación a vestirse. Fernando se quedó unos segundos mirando al niño, hasta que notó que empezaba a impacientarse, tenía ganas de jugar, fue al salón y, por primera vez, se dio cuenta de lo vacío que estaba. Posó a su hijo en la manta rodeado de juguetes, se sentó en la butaca encendiendo un cigarro y sin dejar de mirarle. Alicia se vistió rápidamente, ni siquiera se maquilló, tenía que salir a por la tarta, las flores y el vino, pero no le apetecía alejarse así que no estaría fuera más que unos minutos. Cuando entró al salón vio a Roberto entretenido con uno de los juguetes, al ver a Fernando fumar estuvo a punto de quitarle el cigarro para darle una calada. Vio a Alicia de pie, sin maquillar y mirándole, apagó el cigarro, las últimas semanas procuraba no fumar delante de ella, y se levantó tragando saliva.
 
 
-Estás más guapa que nunca…
-Fernando, si lo dices todos los días pierde sentido.
-Tienes razón, pero es lo que veo.
La abrazó y empezó a besarle el cuello, Alicia se separó despacio, le dio un último beso y cogió el bolso.
-Por mucho que lo intentes, no me vas a desconcentrar…
Escuchó la carcajada de Fernando mientras iba hacia la puerta, le sonrió y salió de casa decidida a volver cuanto antes. Fernando miró la puerta durante unos segundos, podía escuchar los pasos de Alicia bajando por la escalera y el sonido de la cremallera del bolso.
-¿Has visto Roberto? Mamá nos deja solos…
Se agachó junto a su hijo, que le miró casi sin prestarle atención mientras seguía jugando, verle tan concentrado le recordó la carta que tenía pendiente. Sonrió mirando a su hijo antes de cambiar de expresión y tomar las cuartillas. Divagó varios minutos antes de comenzar a escribir y no pudo evitar recordar la última vez que vio a Daniel en Madrid, sentando en un banco en la plaza hacía ya más de un año. Cogió cuartillas, la pluma y un libro para apoyar y empezó a escribir sentado al lado de su hijo.

Querido Daniel
Antes de nada quiero disculparme por no escribirte más a menudo, la verdad es que me siento raro escribiéndote, preferiría volver a verte, darte un abrazo, escuchar tu experiencia en Colombia, comprobar por mí mismo que estás vivo. Me acuerdo de ti muy a menudo pero sentarme a escribir me cuesta, siempre me costó escribir, este último año ha sido la excepción. Supongo que por eso me ha costado tanto dar el paso de volver a escribirte, espero que no pase tanto tiempo hasta que vuelva a hacerlo, porque realmente has sido y eres muy importante en mi vida.
Gracias por tu última carta, por la felicitación, por seguir estando ahí para nosotros, en buena parte, celebrar mis últimos dos cumpleaños con mi familia te lo debo a ti. Creo que hoy hay más sorpresas, pero las cartas han sido increíbles y me han hecho muy feliz. Aunque, si te digo la verdad, soy feliz cada momento que paso con Alicia y Roberto, no podría pasar ni un día sin ellos. Hay una noticia que me hubiese encantado compartir contigo justo cuando nos enteramos, pero no tuve valor para escribirte, no sabía cómo hacerlo… Alicia está embarazada, vamos a volver a ser padres; no sabes lo felices que somos, y quiero que sepas que gran parte de nuestra felicidad te la debemos a ti. Roberto está empezando a andar, me encantaría que le vieses, va agarrándose dando pequeños pasos, y estoy seguro que pronto empezará a hablar.
Espero que estés bien, que estés tan feliz como nosotros, si el mundo es justo te lo debe. Me encantaría poder volver a hablar contigo cara a cara, si en algún momento venís a Francia, no olvidéis que aquí siempre tendréis una casa.
Un abrazo muy fuerte y dale recuerdos a Belén.
Fernando Esquivel

Al acabar alargó el brazo para dejar la carta sobre la mesa y empezó a jugar con su hijo, estaba emocionado pero los juegos de Roberto le hicieron reír. Alicia no podía evitar caminar con una mano sobre su abdomen, era consciente que muchos de sus conocidos no le preguntaban directamente pero sospechaban que estaba otra vez embarazada, sonrió a cada uno de los pasos dejándose llevar por los recuerdos. Cuando salió del ascensor, escuchó perfectamente las risas de los dos, sólo pudo sonreír mientras pensaba en el momento en que naciese su hija. Abrió la puerta despacio, casi deseando que Fernando no la oyese, pero en cuanto se asomó, Fernando giró la cabeza. Se la quedó mirando sin dejar de sonreír.
-Alicia… -se mordió el labio recordando el momento en que él había entrado en el piso franco con flores, tarta y una botella de vino- Eres maravillosa.
Se levantó despacio con su hijo en brazos, se acercó a ella y la besó suavemente, tuvo que apartar al niño, que estuvo a punto de coger una de las rosas y estrujarla en su pequeña mano. Alicia posó la tarta y la botella de vino en la mesa, cogió a Roberto y le ofreció el ramo de rosas.
-Son preciosas… Gracias de verdad, Alicia, pero no hacía falta.
-Bueno… Me hiciste pasar uno de los mejores cumpleaños de mi vida aunque estábamos en peligro… Esta vez me toca a mí, aunque no estemos y nunca más vayamos a estar en peligro.
-Te amo.
La besó intentando evitar las lágrimas, Alicia se sentó mientras disimulaba un pequeño mareo, Fernando la miró serio. Intentó que Alicia no le quitara importancia al mareo, entendía que a otras mujeres les pasaba durante su embarazo pero Alicia no era una mujer cualquiera, además, temía que le sucediese con Roberto en brazos y el daño que les ocasionaría a los demás.
-Alicia, no tendrías que haber salido de casa.
-Fernando, llevo días mareándome, estoy embarazada y es normal, me pasa en la calle o en casa, no ha sido por salir, además, he estado fuera menos de media hora… Relájate.
-Está bien… Voy a por el jarrón –la besó el pelo y cogió a Roberto para posarlo en la alfombra- estaba deseando volver a jugar…
Alicia sonrió sabiendo que si no se hubiese mareado, no lo hubiese hecho, le vio ir a la cocina, pensó que por suerte el jarrón estaba en la encimera, si habría uno de los armarios vería las latas. Regresó con las rosas ya colocadas en el jarrón, al posarlo en la mesa vio la carta y sonrió, se la pasó a Alicia para que la leyese, se sentó en una silla haciendo que ella se sentase sobre él. Mientras iba leyendo podía ver a Fernando concentrado escribiendo, podía ver la arruga de su frente que iba desapareciendo a la vez que plasmaba en esas cuartillas lo que sentía. Fernando vio las lágrimas en los ojos de Alicia, apretó la mano que tenía libre, cuando terminó de leer la carta le abrazó y dejó que las lágrimas cayesen sobre sus mejillas. Fernando nunca sería consciente que le emocionaba tanto lo que leía cómo el hecho de que compartiera con ella esas cartas, el hombre que tenía delante confiaba en ella como una mujer, como una confidente en muchos momentos y ese era el mejor regalo que podía hacerle en días como ese. Se separó lentamente sin levantarse, le besó y se quedaron unos instantes mirando jugar a su hijo, Fernando acarició sus mejillas para limpiar el rastro de las lágrimas. Se rascó la cabeza y bromeó sobre lo sentimentales que se habían vuelto, su hijo interrumpió ese momento y él se acercó para leer la etiqueta del vino recordando exactamente aquel vino barato que habían compartido tantas veces en el piso franco al igual que el olor de la pastelería dónde compró la primera tarta de cumpleaños. Alicia miró el reloj, todavía quedaba un rato para comer, se dio cuenta que Fernando la miraba intentando adivinar qué había preparado para la comida. Se sentó en el sofá y arrastró con ella a Fernando, Roberto seguía en la manta entretenido con uno de los juguetes que había descubierto esa mañana. Alicia dejó que Fernando se acomodase y apoyó la cabeza en su regazo, Fernando empezó a acariciarle el pelo sabiendo que estaba planeando algo.
-Fernando, tenemos que ir de compras… Esta noche nos vamos a mudar, y al final no hemos cambiado el salón, no hemos comprado nada para la habitación de la niña…
-Pero Alicia, tenemos mucho tiempo, y por estar unas semanas con el salón tal y como está no va a pasar nada.
-Para la habitación de la niña sí tenemos tiempo… ¿Pero el salón? ¿De verdad te gusta cómo está?
Alicia levantó la mirada, esperaba convencerle, últimamente trabajaba mucho y le apetecía salir de compras con él y con su hijo.
-Bueno, no sé… Tampoco está tan mal ¿no?
-Eso te parece ahora –Alicia se echó a reír mientras se incorporaba- ¿Te has fijado en el sofá? ¿Crees que podremos tumbarnos cómodamente los dos? –empezó a besarle haciendo que se tumbase- ¿Ves? No podríamos estar como estamos aquí…
Fernando se echó a reír, estaba seguro que había estado pensando durante días cómo abordar el tema para convencerle, suspiró resignado mientras la atraía hacia él para abrazarla.
-El coche, una casa nueva, un salón decorado…
Fernando disfrutaba picándola con el tema de la casa y el coche, en el fondo le sacaba una sonrisa la cantidad de cambios que se habían producido en su vida. Se veía con Roberto en brazos y recorriendo todas las tiendas de París, eso le hizo menos gracia y terminó resoplando. Movió la cabeza divertido mientras Alicia se reía, la risa de Alicia fue interrumpida por Roberto, se había levantado apoyándose en la mesita y había llegado hasta el sofá. Llevó su mano hacia la cara de su madre consiguiendo que ella se incorporase.
-¡Mi niño! Has venido solo hasta aquí…
Besó las manos de su hijo mientras le sujetaba para que no perdiese el equilibrio, Fernando les miró sonriendo, estaba dispuesto a lo que fuese con tal de hacerles felices. Se acercó al oído de su hijo susurrando varias veces “mamá” señalando a Alicia.
-Fernando, no va a hablar antes por mucho que se lo repitas.
-Bueno, puede aprender por repetición, estoy seguro que es más fácil así.
Alicia le miró sorprendida, hablaba muy seguro y dudó si habría leído algún libro o artículo sobre ello, Fernando bajó la mirada mordiéndose el labio y Alicia se echó a reír.
-¿Has leído algo sobre cómo empiezan a hablar los niños?
-Bueno sí… El otro día encontré un artículo en la revista, no sé de cuándo ni por qué se publicó… Pero al encontrarlo, pues… Lo leí.
Alicia le miró enternecida por el hecho de que lo hubiese leído pero también por parecer tan avergonzado por ello, le subió la barbilla y sonrió.
-Eres perfecto.
Le besó conteniendo las lágrimas, se acarició el vientre mientras se incorporaba despacio.
-Voy a preparar la comida…
-Pero eso me tocaría a mi ¿no? Yo compré los regalos y tú preparaste la comida…
-No hace falta que repitamos todo ¿no? –se echó a reír guiñándole un ojo- Además, tú tienes que darle el puré a Roberto, lo come mejor que conmigo…
Alicia se dio cuenta que su hijo le había mirado al decir su nombre, se mordió el labio pensando si ya sabría que ése era su nombre, Fernando le leyó el pensamiento y se levantó.
-Por lo que leí… Sí, ya puede saber que ése es su nombre, aunque no sé si lo sabe…
Alicia cogió al niño en brazos y lo dejó en los de Fernando, les miró un segundo antes de ir a la cocina intentando controlar la emoción. Alicia era consciente que Fernando no estaba acostumbrado a que nadie le cuidase o tuviese detalles con él, seguía produciéndole un tic nervioso y no dejaba de rascarse el pelo, sonrió ante la mirada a su hijo y la forma en la que lo tomaba en brazos cómo si fuera lo más preciado del mundo. Fernando se sentó a la mesa después de coger el juguete de su hijo, parecía molesto si le alejaban de él.
-Tienes que decir mamá Roberto –el niño le miró con los ojos muy abiertos- sé que no es fácil, pero estoy seguro que si te concentras lo harás porque eres un niño muy listo…
Fernando era consciente que Roberto hablaría cuando él quisiese, ya daba muestras de su carácter e, incluso, de su vena anárquica pero no le importaba se le veía feliz y eso era todo lo que importaba. Siguió repitiéndole “mamá” mientras Alicia le escuchaba de fondo, no podía dejar de sonreír, la dedicación de Fernando con su hijo la emocionaba profundamente. Puso a cocer los huevos mientras preparaba el embutido, se rio pensando que no era una gran comida pero para ellos sería igual de especial que en el pasado. Sacó las sardinas, al abrir la lata tuvo que contener una arcada, respiró profundo mientras preparaba los platos; calentó el puré de Roberto que había sobrado la tarde anterior. Cuando regresó al salón, Fernando estaba haciendo cosquillas a Roberto, puso los platos y los vasos, y colocó las servilletas tal y cómo lo había hecho en junio del 49. Fernando sonreía sin dejar de mirarla, empezó a darle el puré a Roberto pensando qué estaría tramando Alicia. Ella se sentó mirándoles, Roberto tenía más energía que otros días, a Fernando le costaba que prestase atención al puré. Poco a poco fue comiéndolo, aunque Fernando no se libró de ser salpicado por sus manoteos, cuando terminó, cogió al niño en brazos y se sentó frente a Alicia.
-Cierra los ojos…
Fernando se echó a reír obedeciéndola, tapó suavemente los ojos de Roberto con su mano; esperó pacientemente casi adivinando la comida que había preparado. Alicia dejó los platos delante, la botella de vino y el agua y se sentó frente a él.
 
 
-Ya puedes.
Al abrirlos se echó a reír al ver los platos y sobre todo las sardinas, desde aquellos días en el piso, el olor de las sardinas siempre le había recordado a esos momentos que pasaron juntos. Alicia vio cómo Fernando acarició el mantel con las manos siendo consciente que sus recuerdos volaban.
-Alicia es increíble, gracias por este cumpleaños, por querer pasarlo así, sin necesidad de salir o hacer algo extraño… Sólo con esto soy feliz porque estando con vosotros lo soy.
Fernando sentó a Roberto en la trona, parecía que después de comer se había tranquilizado un poco. Alicia sonrió sirviendo el vino, Fernando torció el gesto al ver que ella se servía también.
-Tranquilo, sólo voy a brindar y mojaré los labios…
Fernando sonrió mientras Alicia se echaba a reír, brindaron por su futuro, ese brindis que en el pasado no se permitieron hacer, y por el futuro de sus hijos. Empezaron a comer mientras hablaban de sus amigos, Pierre y Diane le habían felicitado el día anterior, Fernando sonrió recordándolo, le conocían tan bien como para dejarles intimidad en ese día. Alicia bromeó sobre lo transparente que se había vuelto en el último año, le dio la razón sin dejar de reírse, se levantó para tumbar a Roberto en el capazo, se estaba quedando dormido, dudó al ver que había crecido demasiado para ese capazo, por suerte aquella noche la pasarían ya en su nueva casa y volverían a tener todas sus cosas. Al sentarse lo hizo al lado de Alicia.
-Fernando, no hemos terminado de comer…
-Estaba muy bueno, gracias por la comida, pero estoy mejor aquí, a tu lado…
Empezó a acariciarle el pelo sin dejar de mirarla, Alicia se mordió el labio mientras se sentaba sobre él, se besaron olvidándose de todo, por mucho tiempo que pasase, siempre sentían lo mismo al estar juntos. Alicia se levantó sin dejar de besarle, notó la reticencia de Fernando a levantarse pero finalmente consiguió que la siguiese al sofá. Empezó a desnudarle despacio, Fernando no dejaba de mirarla dudando, aunque el doctor había dicho que el malestar y los mareos eran normales y que no había ningún inconveniente en tener relaciones, él no dejaba de pensar en ello. A la vez, no podía negar que cada segundo le apetecía más besarla y sentirla junto a él, esa sonrisa de Alicia, sus suaves manos desnudándole… Se rio pensando en la comida y la tarta, un nuevo beso de Alicia hizo que se olvidase de todo, empezó a desnudarla muy despacio, casi sin rozarla. Alicia cerró los ojos disfrutando de las caricias de Fernando al desnudarla, él lo tomó como una nueva molestia y se frenó.
-Fernando… No me pasa nada, -volvió a besarle- todo está bien y estará mejor…
Se mordió el labio respirando profundo, era consciente que estaba siendo un tremendista, pero llevaba varios días preocupado desde que había sido la propia Alicia la que decidió que trabajaría desde casa. Volvió a besarla intentando alejar esos pensamientos, Alicia se tumbó sin dejar de sonreír al sentir las manos de Fernando por su cuerpo.

Fernando se echó a reír mientras Alicia descansaba sobre él, estaba seguro que Alicia no pretendía olvidarse de la tarta y que le hubiese gustado que soplase la vela justo después de la comida. La besó el pelo cerrando los ojos, estar así con Alicia, oír la suave respiración de su hijo… Era todo lo que necesitaba el día de su cumpleaños, acarició suavemente la tripa de Alicia, por un momento recordó todos los años que habían perdido, recordó los años que pasó junto a Isabela… Se mordió el labio, quería compartir ese recuerdo con ella, pero no sabía si le molestaría; aunque era consciente que no podían callarse nada por mucho que fuese doloroso. Alicia notó la respiración profunda de Fernando y levantó levemente la cabeza, estaba segura que algo le había producido desasosiego, hacía unos minutos estaba riéndose pero ahora su mirada era turbia, también notaba el cambio en sus caricias.
-Alicia… -cerró los ojos y suspiró- No es fácil hablar sobre esto… Hemos pasado muchos años separados, muchos cumpleaños alejados… Antes del año pasado, no había celebrado ni un solo cumpleaños desde 1950, el último que pasé junto a Andrea y Antonio…
Alicia seguía mirándole a los ojos, era consciente de lo difícil que era para él hablar de esos 10 años tras el fusilamiento, 10 años perdidos, también lo habían sido para ella, le entendía perfectamente. Tragó saliva pensando que esas conversaciones les unían más, por eso nunca dudaba al contarle algunos episodios difíciles con Álvaro, por eso no le molestaba que Fernando hablase de su vida junto a Isabela. Los sentimientos acerca de esos años siempre le causaban sensaciones encontradas, no podía olvidar que aquella mujer era la culpable, junto con Valeriano, de que terminasen en la cárcel. Siempre le subía una sensación amarga de cómo les había traicionado sin pestañear y tampoco podía evitarlo sabiendo que había estado tantos años junto a Fernando sin haber compartido una verdadera vida.
-Desde hace unas semanas no dejo de pensarlo… Siempre afirmé que Isabela me había devuelto las ganas de vivir… No fue así pero no podía verlo, ahora sí puedo porque ahora sí quiero vivir, disfrutar de mi familia, celebrar mi cumpleaños… -no dejaba de acariciar el pelo de Alicia atento a sus reacciones- Nunca celebré un cumpleaños junto a ella, siempre había algo más importante, entrenar a chicos, enseñarla a moverse sin llamar la atención, alguna reunión… De hecho, creo que nunca le dije cuándo era mi cumpleaños…
Alicia no podía negar que sentía celos del tiempo que había pasado con Isabela, no eran celos posesivos, el tema de Isabela estaba superado hacía mucho; pero sentía celos al pensar que pudo estar ahí para él, que podían haber empezado a vivir lo que ahora tenían pero años antes. Era consciente que Fernando sentía lo mismo con respecto a lo que pasó ella con Angulo, nunca dejarían de sentir cierta responsabilidad por el dolor que el otro había pasado cuando no estaban juntos. Le besó intentando evitar las lágrimas, sabía que esas confesiones hacían más fuerte su relación, podían ser sinceros en todo momento y saber que el otro les comprendería.
-Fernando… Gracias por compartirlo conmigo, no es fácil pero no podemos olvidar todo lo que nos ha pasado, es parte de lo que somos… Pero ahora –se incorporó cambiando el gesto, Fernando sonrió al verlo- ¡tenemos que comer la tarta! Ni siquiera has llegado a soplar la vela y pedir el deseo.
Empezó a vestirse y le pasó a Fernando su pijama, no dejaba de mirarla sonriendo lleno de admiración, era capaz de escucharle, de entenderle, de decirle las palabras precisas y de reconducir la situación para que el pasado se quedase en el lugar que le correspondía. Fernando se quedó unos segundos tumbado admirando su vitalidad pero también la capacidad de Alicia de afrontar esas conversaciones. Tomó el pantalón del pijama y valoró bromear sobre un episodio en Madrid pero decidió que no procedía. Cuando terminó de ponerse el pijama tiró suavemente de la mano de Alicia para besarla y susurrar en su oído cuánto la quería. Alicia fue a por la tarta sin dejar de sonreír, pensó divertida que su plan había sido comer la tarta antes, bailar, charlar… Nunca podían controlar lo que sentían al estar juntos, y lo cierto era que no quería controlarlo, era feliz sólo con estar junto a él, daban igual los planes. Cuando regresó al salón Fernando ya estaba sentado a la mesa y tenía a Roberto en brazos, dejó la tarta frente a él.
-Parece que hoy no tiene muchas ganas de echar la siesta…
Alicia se echó a reír por el comentario, le pasó el mechero mordiéndose el labio recordando el momento en que ella había pedido su deseo. Fernando encendió la vela pero antes de soplar tuvo que sujetar las manos de su hijo, que no dejaba de alargarlas queriendo coger la tarta. Cerró los ojos mientras sonreía, Alicia cogió la cámara y le sacó una foto, se echó a reír al oír el clic de la cámara pero sin abrir los ojos. Sopló despacio la vela, abrió los ojos y miró emocionado a Alicia.
-Felicidades…
-Gracias Alicia.
En un momento de descuido, Roberto soltó una mano y la metió en la tarta, Fernando le miró divertido y se levantó, con la mano de su hijo llena de chocolate manchó la nariz de Alicia riéndose, su hijo hacía pequeños ruidos juntando algunas sílabas pero sin ningún sentido.
-¡Está bien! No tenía que haberlo hecho… -se frenó al ver las intenciones de Alicia, seguía riéndose- Pero en mi defensa diré que estás guapísima así.
-¡Mentiroso!
Se echó a reír mientras veía cómo Fernando cogía la cámara, se ponía junto a ella y sacaba una foto de los tres sin dejar que ella se limpiase.
-Estás a punto de quedarte sin probar la tarta Fernando Solís…
La besó el cuello mientras limpiaba su nariz con una servilleta, Roberto se impacientó y al notar sus manoteos regresó a su silla frente a Alicia. Mientras limpiaba la mano de Roberto recordó que ese sería el último día en la casa, su mirada recorrió un salón desangelado con olor a tarta y muchos recuerdos. Roberto no dejó de intentar quitarle la cuchara de la mano mientras comían la tarta, Fernando bromeó con que hasta en eso había salido a ella, estaba seguro que cuando creciese, a Roberto le gustaría la tarta de chocolate tanto como a ella. Justo cuando terminaron la tarta, por la ventana abierta empezó a escucharse la música que algún vecino acababa de poner; se echaron a reír al mismo tiempo recordando el momento en que bailaron justo después de que Alicia pidiese el deseo.
-¿Me concede su primer baile con 44 años señor Solís?
-Por supuesto…
Empezaron a bailar, Fernando tenía a Roberto en brazos pero eso no impidió que disfrutasen del baile tanto como lo hacían cada vez que bailaban; Alicia se quedó quieta unos instantes y Fernando la llevó hasta el sofá. Se culpó por ese pequeño mareo, debían haberse quedado en el sofá tumbados; Alicia resopló sabiendo lo que estaba pensando.
-Fernando, no quiero que cada vez que note algún malestar pienses que podríamos haberlo evitado, estoy embarazada, no enferma, puedo marearme en la calle, en casa, descansando… Estoy bien y ya vale de sentirse culpable, si me mareo es porque así tiene que ser, no porque hayamos hecho el amor, bailado, porque haya trabajado o lo que sea que esté haciendo en ese momento.
Fernando tragó saliva, no esperaba esa seriedad de Alicia, aunque era consciente que tenía toda la razón, la abrazó suavemente y dejó a Roberto junto a ella. Empezó a hacerles cosquillas a los dos, aunque Alicia notó el cuidado que tenía con ella; en unos minutos el momento tenso había pasado y sólo se escuchaban las risas de los tres. Alicia sabía que acababa de exagerar, Fernando tan sólo la había ayudado a llegar al sofá antes de desplomarse, llevaba unos días con la sensibilidad a flor de piel, por suerte a él siempre se le pasaba inmediatamente y no pudo evitar abrazarle fuertemente, intentando no aplastar a Roberto por ello. Fernando no pudo evitar recordar la primera vez que bailaron en el piso franco y cómo le gustaría retroceder siendo sincero con todos los movimientos y preocupaciones de esos días. Regresó al presente al ver la hora en el reloj de pared, sonrió al recordar que Alicia le había encontrado en uno de los armarios, hacía un año le había quitado ella misma porque no le gustaba nada y decía que no quedaba bien con el estilo del resto del salón. En esos momentos era el único reloj, además del despertador, que quedaba en la casa. Se sentó en el brazo del sofá mientras Alicia seguía jugando con Roberto, sonrió pensando que parecía más que nunca una niña.
-Alicia, si hoy vamos a dormir en nuestra casa tendremos que llevar lo poco que queda aquí… -se mordió la lengua porque en realidad lo que quería decir era que él iba a empezar a llevar las cosas- No creo que tardemos mucho y cuando antes empecemos, antes acabamos.
Alicia dejó de jugar con su hijo, no había contado con que tendrían que llevar a casa lo que quedaba, tenía la mesa preparada para la cena, la foto ya estaba colgada en el recibidor e incluso había dejado a la vista los trajes que quería que se pusiesen para la cena; un vestido para ella y un traje para Fernando y otro para Roberto, los tres nuevos. Se castigó a sí misma, debía haber pensado en ello; miró de soslayo a Fernando y tuvo que echarse a reír, estaba segura que él estaba pensando en cómo convencerla de que ella no estaba para hacer mudanzas.
-Fernando…
-Lo sé, lo sé, Alicia, sé que tú llevarás cosas también, cuento con ello.
La carcajada de Alicia le confundió, se rascó el pelo valorando si esos cambios de humor se alargarían durante el embarazo, era difícil saber a qué atenerse si hacía unos minutos se había puesto tan seria y en ese momento se reía.
-No es eso Fernando… Es que… Bueno, que quizás deberíamos esperar para ir a casa…
Fernando se rio de sí mismo, había más sorpresas y estaban en su nueva casa; se sentó junto a ella sonriendo.
-Vaya, he estropeado alguna sorpresa… Pero bueno, ya que lo sé… -la besó dulcemente y cogió el peluche que su hijo le ofrecía- Podemos ir ahora y así vemos Roberto y yo qué has preparado…
-¿Y piensas salir así? Estamos cerca pero tanto como para ir en pijama…
Fernando se frotó la cara sonriendo por no haberse dado cuenta que Alicia había preparado algo, no pudo evitar levantarse mirando las estancias de la casa con una sensación extraña. Volvió a reírse pensando que no se había vestido porque en realidad sólo tenía unos pantalones y una camisa en casa, el resto ya estaba en su nueva casa. Besó a Alicia en el cuello mientras susurraba “gracias”. Antes de entrar en la habitación pasó la mano por aquella pared que se había empeñado en pintar Alicia pero decidió cambiarse sin dejarse caer en la melancolía, la nueva casa supondría otros recuerdos, otros momentos y muchos más días especiales. Alicia le vio entrar en la habitación y sonrió, suspiró pensando que tendría que controlar su carácter, no pensaba ceder ni un ápice en cuanto a lo que podía hacer estando embarazada, pero tampoco pretendía estar todo el día recordándoselo. Roberto hizo que olvidase la preocupación por ese tema, alargó su brazo hacia ella ofreciéndole uno de sus juguetes.
-Gracias cariño, -le besó en el moflete mientras el niño la miraba con los ojos muy abiertos- es muy bonito. Sabes que hoy es el cumpleaños de papá ¿verdad? Esta noche tendremos una cena muy especial los tres, pero es un secreto…
Alicia sonrió pensando en la obsesión de Fernando porque su hijo dijese su primera palabra, ella estaba segura que lo haría cuando menos lo esperasen y que lo mejor era hablarle sin más, no repetirle la palabra para que la dijese. Eso podría servir con otros niños, pero Roberto en seguida perdía la atención si algo le aburría, y repetir mucho una palabra seguro que le hacía perderla. Alicia acomodó a Roberto sobre ella y fue quedándose dormida mientras escuchaba los gorgoteos de su hijo, el sol comenzaba a entrar por la ventana y el calor comenzaba a hacer mella en ella.
Fernando escuchaba de fondo los susurros de Alicia, no la entendía pero el tono de voz le hizo sonreír, fumó un cigarro antes de empezar a vestirse, al día siguiente tenía que madrugar más que nunca, ése había sido el trato con Antoine, podría tomarse el día libre si al día siguiente recuperaba las horas. Dio una calada pensando que Alicia pasaría sola el primer día en su nueva casa, estaba seguro que él llegaría a la hora de cenar; estaba deseando acabar el dichoso suplemento, no les venía mal el dinero extra que les estaba reportando, pero estaba harto de pasar tantas horas allí. Apagó el cigarro mientras terminaba de abrocharse la camisa, se echó a reír porque era una de las que casi no usaba, la había guardado como ropa vieja para pintar o estar en casa, tenía manchas de lejía de aquellos primeros días lavando las gasas de Roberto. De pronto sintió nostalgia, sabía que se mudaban para seguir construyendo su vida, para aumentar la familia, sus hijos estarían más cómodos en la nueva casa; pero allí dejaban sus primeros momentos juntos, la espera de su primer hijo, los primeros instantes con él, el primer baño o incluso los primeros pasos de su hijo. Nunca había sentido nostalgia al dejar una casa en la que hubiese vivido, era algo nuevo para él, aunque se dijo que desde hacía más de un año había experimentado muchas cosas nuevas, todas positivas. Cuando llegó al salón sonrió, Alicia se había quedado dormida, Roberto estaba sobre ella y acariciaba la cara de su madre. Cogió a Roberto para dejarle en la manta del suelo y hacer que Alicia se tumbase del todo, podrían terminar la mudanza más tarde, la tapó suavemente con una manta y la besó la frente; se sentó en el suelo junto a su hijo, el niño estaba tranquilo. Le sentó en sus piernas mientras el niño se le quedaba mirando muy serio.
-Cuando seas mayor te contaremos lo felices que fuimos en esta casa, nuestra primera casa… Estoy seguro que te cansarás de oírnos contar las anécdotas, tu primer catarro, de esa anécdota te reirás seguro; aunque te aseguro que en ese momento ni tu madre ni yo estábamos para risas. En esta casa pasamos los meses hasta que tú naciste, no hacíamos otra cosa que pensar en ti, la primera noche que pasamos aquí juntos los tres fue muy especial… -Roberto se cansó de tanta tranquilidad y empezó a agitar los brazos- Es verdad, no tenemos que ponernos tristes –dejó al niño sobre la manta y se echó a reír al ver que iba directo hacia uno de los juguetes para lanzarlo por los aires- en la nueva casa tendrás más sitio para jugar, ¡y hasta tendremos un patio! Cuando crezcas un poco podremos jugar con el balón… Incluso podemos invitar a nuestros dos vecinos a que jueguen con nosotros en el patio, estamos al lado…
Al hablar de los dos niños recordó el momento en que estaban sacando la mecedora del portal y ellos iban a entrar, al enterarse que se mudaban se quedaron muy callados, algo extraño en ellos, hicieron una mueca mientras uno de ellos decía que les iban a echar de menos y que no habían podido jugar con Roberto. Fernando les tranquilizó diciéndoles que no se mudaban muy lejos, Alicia y él se echaron a reír cuando los dos diablillos les aseguraron que irían a visitarles muy a menudo. Sonrió pensando que fue en ese momento cuando decidieron que tendrían que despedirse de sus vecinos, aunque se mudasen al portal de al lado, no sería lo mismo, se sentían parte de ese portal y habían cogido mucho cariño a todos. La tarde anterior, después de llegar de trabajar, habían ido juntos casa por casa para informar a todos de que se mudaban, en esos momentos Fernando no había dejado de reírse de sí mismo, había tomado café o té en cada casa de sus vecinos, otra prueba más de cómo había cambiado su vida. Roberto tiró otro de los juguetes, al caer hizo bastante ruido, miró preocupado a Alicia, pero ella seguía durmiendo profundamente.
-Roberto, cuidado, si hacemos ruido despertaremos a mamá y necesita dormir…
Roberto señaló a Alicia diciendo “maaaaaaaaa”, Fernando se quedó sin habla unos segundos, se rascó el pelo casi sin saber cómo reaccionar. Era cierto que los últimos días Roberto había empezado a pronunciar sílabas sin sentido, pero señalar a Alicia diciéndolo era demasiada coincidencia. Había sentido una punzada al escuchar a Roberto, se juntaba la emoción, la risa que le causaba al niño sus caras y las ganas de poder grabar esos momentos. Se mordió el labio interno pensando si no había llegado el momento de usar sus contactos para conseguir una cámara para filmar a su hijo.
-¡Muy bien Roberto! Ella es mamá, -se acercó a su hijo señalando a Alicia- mamá.
El niño se echó a reír alzando los brazos hacia él, le cogió riéndose y empezó a hacerle cosquillas, por mucho que él insistiese, su hijo hablaría cuando quisiese y sin previo aviso. Suspiró al oír el teléfono, ese día no esperaban llamadas, intentó levantarse deprisa para que Alicia no se despertarse, tuvo que cerrar los ojos al escuchar al otro lado de la línea a Antoine. Que su jefe le felicitase el cumpleaños ya le puso en guardia, estaba seguro que querría que aquella tarde trabajase aunque fuese desde casa; tuvo que mirar unos segundos a Alicia para poder concentrarse en hablar con él sin que su voz reflejase el cansancio que sentía. Tras unos minutos de cortesía, Antoine le sorprendió diciendo que al día siguiente podía llegar sobre las once de la mañana, estuvo a punto de echarse a reír, por suerte, su hijo había gateado hasta donde estaba y al notar sus manoteos le cogió mientras intentaba sonar despreocupado con su jefe. Al parecer al día siguiente tenían visitas importantes en la redacción y no podrían trabajar hasta media mañana. Fernando se apoyó en la mesa, intentando que Roberto no cogiera el teléfono, que se empeñaba en tirar. Por suerte había descubierto los botones de su camisa y se empeñaba en arrancarlos de forma estéril. Disfrutó viéndole tan concentrado a la vez que recibía una buena noticia desde el trabajo. Cuando Antoine le dijo que disfrutase de lo que quedaba de día, se echó a reír despidiéndose de él divertido; por una vez, la llamada de su jefe le daba una buena noticia. Al colgar recordó que no había recogido los platos de la comida, últimamente se estaba relajando con el orden, estaba seguro que tenía que ver con pasar tanto tiempo en el trabajo. Dejó a su hijo rodeado de juguetes cerca de la puerta y empezó a recoger todo, ver la tarta empezada le hizo sonreír, había muchas diferencias entre la primera tarta que compartieron y esa. Hacía muchos años había pasado la noche del cumpleaños de Alicia planeando cómo salir de la situación en la que estaban y sin dejar de culparse por ponerla en peligro a pesar de saber que ella no podía quedarse en Madrid porque significaría volver con su tío. Se mordió el labio, recordar esos momentos siempre le hacía sentirse muy culpable, si hubiese tomado otras decisiones, si hubiese escuchado más a Alicia, sus propios sentimientos… Escuchar la risa de Roberto le hizo reaccionar, siguió recogiendo intentando no pensar en el pasado, no lo podía cambiar, lo que sí podía cambiar era el futuro y hacía mucho tiempo que tenía claro que nunca haría nada que dejase solos a Alicia y Roberto, estando junto a ellos no permitiría que les pasase nada.
Alicia se estiró en el sofá todavía medio dormida, miró confundida alrededor, recordaba que Fernando había ido a vestirse, pero el ruido del agua le hizo pensar que había dormido más de lo que hubiese querido. Su hijo la miró sonriendo, empezó a gatear hasta llegar a la mesa, se incorporó para llegar hasta el sofá sujetándose.
-Me encanta despertarme y que vengas a saludarme… ¿Dónde está papá? –vio cómo el niño señalaba a la cocina y se quedó mirándole sin creérselo- Muy bien Roberto.
Le cogió torpemente pero teniendo cuidado y le llenó de besos; Fernando se asomó a la puerta del salón, le pareció oír la voz de Alicia, al ver la escena se quedó mirándoles sin decir nada. Alicia notó la mirada de Fernando aún sin levantar la cabeza, estaba apoyado en el marco con un paño en las manos y totalmente despeinado, sonrió mientras le relataba la nueva proeza del pequeño.
-Veo que tú también nos espías…
Fernando se echó a reír, sin quererlo vio en su cabeza el momento en que estaban en la plaza y le había dicho medio en broma que era un espía; se acercó a ellos secándose las manos con el trapo.
-Nunca me he sentido tan feliz haciendo de espía… Por cierto, llamó Antoine –Alicia se sentó mirándole seria pensando que tendría que ir a trabajar- Sí, esa misma cara puse yo… -se echó a reír sentándose junto a su mujer y su hijo- Mañana podremos dormir un poco más, entro más tarde…
Alicia sonrió mientras volvía a estirarse haciéndose la remolona, paseó su mirada por todo el salón, tenían un par de cajas preparadas, el capazo de Roberto y todos los juguetes esparcidos, su maletín y algunos libros que había estado consultando los últimos días. Le sorprendió no sentir en ese momento lo que sintió al regresar después de haber visto por primera vez su nueva casa, hacía días que sentía que esa ya no era su casa, con cada nuevo traslado de muebles, ropa y demás objetos suyos, había dejado de ser su casa. En esa casa quedaban momentos maravillosos, muchos de ellos los conservaban no sólo en la memoria sino también en fotografías; para ella esa casa significaba el principio de una vida con la que siempre había soñado, Fernando y ella compartiendo casa, conviviendo, formando una familia… Habían vivido muchas cosas entre esas paredes, pero ya no era su casa y no le apenaba, se acarició la tripa pensando que en la nueva casa, su casa ya, seguirían construyendo su vida, nuevos recuerdos, el nacimiento de su hija, las primeras palabras de su hijo, la felicidad de tener una familia. Tragó saliva y se frotó los ojos para dejarse de sentimentalismos, tenían que terminar la mudanza; se levantó despacio y notó cómo Fernando se ponía tenso y evitaba levantarse para sujetarla.
-¡Qué haces ahí sentado! Tenemos que recoger todo…
Fernando se echó a reír, cogió en brazos a su hijo y se levantó, dejó al niño en la trona, se rascó el pelo pensando que era lo único pesado que tenían que transportar y no sabía si podría trasladarla hasta el portal de al lado. Sonrió al ver que Alicia empezaba a recoger los juguetes, él trató de poner orden en los documentos que Alicia había dejado el día anterior sobre una de las mesillas. Recogió también las cosas de la habitación y del baño, probablemente era lo único que quedaba de ellos en esa casa, el resto eran cosas de su hijo, tuvo que cerrar todos los productos que Alicia usaba a diario y siempre dejaba abiertos. En pocos minutos tenían todo preparado para terminar de llevar sus cosas a casa, Alicia cogió a Roberto en brazos y se abrazó a Fernando, notaba que él estaba más nostálgico. Sonrió pensando que seguramente era la primera vez que Fernando dejaba una casa y le afectaba, le besó susurrándole que nada terminaba, que les quedaba toda la vida por delante para seguir teniendo una casa en la que vivir junto a sus hijos. Fernando besó al niño y a Alicia y se separó despacio, decidió que bajarían todas las cosas al portal y poco a poco lo llevarían todo. Alicia se encargó de sujetar la puerta del ascensor mientras tenía a Roberto en brazos, Fernando fue sacando las cajas, la trona, el capazo con todos los juguetes dentro, las bolsas con el resto de sus cosas… Cerró la ventana del salón y apagó la luz, suspiró ya en la puerta mirando esa casa que estaba vacía, que ya no era suya, se giró para ver a Alicia sonreír mientras Roberto no dejaba de hacer pequeños ruidos jugando con sus pendientes. Cerró la puerta y abrazó a su mujer entrando en el ascensor, la última vez que bajaban, no entendía por qué le costaba tanto dejar atrás esa casa. Aunque en realidad pensó que era normal, el último año junto a Alicia le había devuelto esa vida que él creía que no podía tener, una vida familiar, una vida que no tenía desde pequeño. Cogió a Roberto en brazos mientras bromeaba con Alicia sobre lo bien que les vendría en ese momento haber comprado ya el coche. Hubo un momento de silencio, Fernando acarició el pelo de Alicia mientras besaba su coronilla y ella no dejaba de pensar en la primera vez que estuvieron en esa casa. Al llegar abajo tenían una pequeña comitiva de despedida y Fernando vio cómo su mujer intentaba no derramar lágrimas por la emoción.
Tardaron tanto en despedirse que Roberto pasó por los brazos de todos sus vecinos, Fernando sonreía mientras Alicia no dejaba de charlar con todos, las conversaciones se cortaban de golpe para empezar otras, como si tuviera miedo de no poder volver a hablar con ellos y quisiera hacerlo en ese momento. Uno de sus vecinos se ofreció a ayudarle a llevar la trona, Alicia arrugó la nariz porque no contaban con ella, aunque otro de sus vecinos le preguntó sobre su trabajo y lo dejó pasar. Fernando interrumpió la conversación para preguntarle si les acompañaba, Alicia se emocionó, le dijo que sería mejor que no, quería seguir charlando, pero le hizo prometer que dejarían todo en el portal, que no entraría a casa sin estar ella. Fernando cogió las cosas agradeciendo a su vecino, giró la cabeza antes de salir del portal, pero su mujer ya estaba charlando y Roberto se entretenía con sus pendientes. Se detuvo a ver la escena de Roberto jugando con los pendientes de Alicia, ella seguía charlando ensimismada, pero la situación le sacó una sonrisa mientras contestaba de forma autómata. Mientras caminaba hacia su nuevo portal y contestaba a las preguntas de su vecino, no dejaba de pensar en su mujer, no la había visto afectada por dejar su casa, después de los primeros días de mudanza Alicia había adoptado una actitud más práctica, necesitaban más espacio y era lo mejor. Pero una vez en el portal sí notó la pena que le daba dejar ese portal, se sentían parte de esa comunidad, conocían a todos y por primera vez en mucho tiempo sentían que tenían un hogar. Despejó su mente al llegar al portal y dejar todas las cosas junto a la puerta de su nueva casa, el portero les aseguró que no pasaría nada por dejar las cosas ahí mientras regresaban. Al entrar al portal vio cómo Alicia no había podido evitar las lágrimas, estaban allí los dos niños y se habían empeñado en jugar con Roberto. Alicia sujetaba a Roberto de las dos manos mientras los niños le hacían cosquillas; al ver a Fernando se incorporó suavemente y su hijo protestó. Fernando revolvió el pelo de los dos niños, iba a echar de menos encontrárselos por el portal, las visitas que a veces les hacían, escuchar las risas a primera hora de la mañana, incluso sus trastadas. Alicia y Fernando se miraron fijamente mientras sus pequeños vecinos hablaban con Roberto cómo si fuese un niño más, él alargaba las manos y se reía mientras ellos contenían la emoción. Probablemente esos niños no eran conscientes de las pocas raíces que los dos habían tenido, ni de la vida que esperaban para su hijo, pero había un brillo en los ojos de esos niños que les hacía desear que siguiesen formando parte de la vida de su hijo. Se acercó a Alicia abrazándola y la miró casi buscando su afirmación, Alicia le apretó la mano afirmando, Fernando cogió al niño, acarició la mejilla de su mujer limpiando el resto de las lágrimas y salieron abrazados del portal ante la mirada de sus vecinos. Alicia no se permitió volver la vista, toda la emoción que no había sentido al mirar su casa por última vez, la sentía en ese momento, notó el suave contacto de la mano de Fernando y sonrió, estaban juntos, eso era lo importante. Caminaron despacio hacia su nueva casa, Fernando iba pendiente de Alicia y Roberto, sobre todo de ella, estaba seguro que la emoción le pasaría factura y quería estar atento en todo momento. Acarició el abdomen de Alicia mientras se reían de las despedidas que les habían promulgado, él llevaba casi en volandas a Alicia mientras luchaban para que Roberto se parase quieto. Alicia se mordió el labio al llegar al nuevo portal tenía la sensación de llevar toda la vida despidiéndose de aquellos que tenía cariño, miró a Fernando convenciendo a Roberto, a duras penas, para mantenerse entre sus brazos y siendo consciente que era injusta con ese pensamiento pues su marido llevaba más despedidas de las que ella contaba en su vida. Escuchar a Fernando susurrando un “¿vamos?” sonriendo le hizo olvidar toda la melancolía que estaba acumulando esos días. Al traspasar el portal de su nueva casa, Alicia se echó a reír, si algún vecino hubiese querido salir o entrar lo habría tenido complicado; esperó que sus cosas no hubiesen molestado a nadie, quería empezar con buen pie la convivencia. Fernando sonrió al ver que Alicia intentaba despejar tanta emoción, dejó que ella abriese la puerta, no tenía ni idea de lo que se encontraría en casa. Abrió la puerta cediéndole el paso, Fernando entró con Roberto en brazos, al encender la luz echó un vistazo rápido, lo primero que vio fue la mesa preparada para la cena, en el centro había un pequeño jarrón con dos rosas blancas, al girarse para mirar a Alicia vio las fotos colgadas en el recibidor, Roberto no dejaba de manotear en el aire, pero en ese momento él no notaba nada. Se acercó al pequeño cuadro con ambas fotos, sus padres y él junto a su mujer, su hijo y él; acarició el marco con mucho cuidado, Alicia le miraba sonriendo. No era un gran regalo, pero sabía que le iba a gustar, en cierta forma unía las dos familias de Fernando, una que perdió muy pronto y otra que sólo acababa de empezar. Disfrutó viendo la cara de Fernando, la forma de pasarse la mano por el pelo le indicaba que estaba nervioso y se dio cuenta de que esa foto acaba de darle a la casa el estatus de su casa, la de los tres y muy pronto la de los cuatro. Fernando se frotó los ojos mientras con sujetaba a Roberto, tragó saliva antes de mirar fijamente a Alicia, no hubo palabras, ambos sabían qué se estaban diciendo sólo con la mirada. La besó intensamente, le hubiese gustado poder entregarse a ese beso, a abrazarla, no pensar en nada más, pero sus cosas seguían en el portal, además de la impaciencia de Roberto, que al manotear les dio suavemente a los dos. Alicia se separó riéndose, los momentos importantes ya no sólo eran de ellos dos, había alguien todavía más importante, y pronto tendrían otra personita igual de importante. Se sentó en una de las sillas sentando a Roberto sobre ella mientras observaba cómo Fernando iba metiendo todas las cosas, se aguantó la risa al verle cargar con la trona, Fernando la miró sin dejar de sonreír, seguía emocionado por el marco con las dos fotos. Al cerrar la puerta respiró hondo, acababan de mudarse definitivamente, se agachó junto a Alicia, Roberto seguía queriendo jugar, puso sus manos sobre la cara de su padre y él se echó a reír.
-Alicia, estaríamos mejor en el sofá.
Se incorporó lentamente consiguiendo que su hijo protestase al no poder jugar con él, al mirar hacia el sofá se dio cuenta que había más sorpresas, Alicia le miró sonriendo, mientras preparaba las sorpresas había pensado que no eran tan especiales como las que le había preparado Fernando, pero al verle sin palabras supo que para él sí lo eran. Vio cómo Fernando se acercó lentamente al sofá, primero miró detenidamente su vestido para acabar negando con la cabeza divertido, cogió el traje de Roberto y lo acarició suavemente, Alicia podía adivinar que estaba pensando en todo lo que había crecido su hijo desde la primera vez que lo tuvieron en brazos. Finalmente, miró su traje y se echó a reír.
-La corbata era para este traje ¿verdad?
Alicia se levantó sujetándose, Fernando corrió a su lado, tenía a Roberto en brazos y aunque tuviese cuidado podría pasarles algo al levantarse. Sujetó a Alicia por el codo mientras ella sonreía, terminó cogiendo a Roberto ante el suspiro resignado de Alicia.
-Pues sí, la corbata era para este traje, tiene usted una cita señor Solís.
-Vaya, suena interesante, aunque supongo que será una cita de tres.
Alicia se echó a reír, fue hasta el sofá para apartar la ropa y poder sentarse unos minutos, la verdad era que estaba cansada; al sentarse arrugó la nariz, Fernando intentó contener la carcajada pero no pudo.
-Está bien… La semana que viene iremos de compras… A quien se lo diga…
Dejó a Roberto sentado junto a Alicia y movió la cabeza irónicamente mientras empezaba a colocar las últimas cosas que acababan de llevar a su casa. Alicia contuvo un bostezo, miró el reloj, todavía quedaba algo más de una hora para que llegase la cena, vio cómo Fernando llevaba a la cocina la tarta que había sobrado, en realidad era poco más de la mitad, ella comió un trozo bastante grande… Fernando veía a Alicia contener el sueño cada vez que colocaba alguna de las cosas, Roberto intentaba quitarle los pendientes y a ella se la veía laxa, con una sonrisa radiante pero muy cansada.
-No me has dicho quien hará la cena… -Fernando había regresado para sacar de las bolsas todos los productos del baño- Espero que…
-¿Esperas que qué? –le miró de manera desafiante pero sin dejar de reírse- Es una sorpresa, pero tranquilo, no la haré yo, es nuestro primer día en nuestra casa, no quiero poner la cocina patas arriba…
Fernando se acercó a ella riéndose, la besó suavemente y acarició la mejilla de su hijo, que seguía queriendo llamar su atención. Cuando le vio entrar a uno de los baños, Alicia cerró los ojos, sentía los manoteos de Roberto, pero estaba cansada; antes de poder pensar que si seguía con los ojos cerrados se dormiría, se quedó dormida. Al colocar los últimos bultos cerró la puerta y se quedó unos segundos apoyado en ella, estaba emocionado y feliz pero siempre dudaba si era capaz de transmitirle todos esos sentimientos a Alicia. Acarició la corbata sonriendo y decidió coger a su hijo para acomodar a su mujer totalmente dormida. Encendió un cigarro y lo fumó sentado en la mesa disfrutando de sus primeras horas en aquella casa. Miró a su hijo que rebosaba energía y se dedicaba a lanzar sus juguetes lo más lejos posible mientras él movía la cabeza e intentaba ponerse serio. Se acercó a Alicia para arroparla suavemente, al sentir su mano acariciándole la mejilla, Alicia sonrió dormida. Fernando fue a cambiarse, no sabía qué tendría pensado Alicia para la cena, pero quería estar preparado cuando ella se despertase. Llevó a Roberto a la habitación, le metió en la cuna, le seguía pareciendo muy grande para su hijo, pero lo cierto era que si tenía muchos juguetes se quedaba tranquilo. Fue al baño a darse una ducha rápida, sonrió al sentir que era su baño, su casa, ya no sentía esa especie de tristeza por dejar su antigua casa, estaban en su casa y en unos meses serían cuatro. Se echó a reír al escuchar a su hijo decir “paaaaaaaa” se le oía por encima del ruido del agua al caer sobre él; salió de la bañera todavía riéndose, empezó a secarse con la toalla, estuvo a punto de patinarse mientras salía del baño colocándose la toalla pero ver la sonrisa de su hijo relajó las palpitaciones, le acarició la cabeza viendo cómo mordía uno de sus juguetes con los dos únicos dientes que tenía, finalmente le vio lanzarle quedándose sin ningún juguete en la cuna.
-Roberto, no puedes tirar todos los juguetes, ¿ves? Ahora no tienes con qué jugar...
Su hijo se le quedó mirando muy serio y pronunció casi en un susurro “no”, Fernando abrió y cerró los ojos varias veces sin terminar de creérselo; le encantaba sentir que de alguna forma su hijo le entendía e intentaba comunicarse con él. Le devolvió uno de sus peluches y empezó a vestirse con el traje nuevo sin dejar de mirarle, todavía a veces le miraba con una mezcla de incredulidad y culpabilidad. No podía creerse que después de tanto tiempo hubiese conseguido ser feliz, tener una mujer y un hijo a los que amaba por encima de todo; y sobre todo solía sentirse culpable pensando en todo el tiempo que había perdido, en que podría haberse perdido a Roberto, a Alicia… Sabía que pensar en las decisiones erróneas que tomó le hacía daño, pero muchas veces no podía evitarlo, sobre todo en días como ese; su cumpleaños, una fecha que nunca había celebrado especialmente pero que en ese momento era muy importante por las personas a las que tenía en su vida. Su hijo le sacó de los recuerdos, había vuelto a tirar el peluche y empezó a llorar al ver que su padre no le hacía caso; se acercó lentamente mientras terminaba de abrocharse la camisa, se agachó para quedarse a la altura de su hijo y le pasó la mano por las mejillas intentando limpiar las lágrimas. Su hijo sonrió casi al momento, Fernando le miró preocupado pensando si le estaba enseñando que con sólo llorar tendría la atención de todos. Había momentos en los que no sabía si lo estaba haciendo bien como padre, adoraba la manera en que su hijo sonreía cuando le hablaba o jugaba con él, pero no podía quitarse de la cabeza pensar si sabría estar a la altura como padre. Se puso la corbata nueva sonriendo, y cambió a su hijo poniéndole el traje que le había comprado Alicia, cuando estuvo listo empezó a hacerle cosquillas. Disfrutaba tanto de los momentos que pasaba con Roberto que no se dio cuenta de la hora que era, se colocó el reloj y tomó a su hijo que intentaba arrancar los botones de su propia camisa. Alicia se movió sonriendo, oyó las risas de su marido y su hijo y se estiró pensando cuánto habría dormido, al mirar el reloj se asustó, en unos minutos la cena estaría en casa y ella no estaba preparada, de hecho debía tener una pinta horrible después de la pequeña siesta. Justo cuando iba a levantarse apareció Fernando con Roberto en brazos, no pudo evitar sonreír ante una Alicia completamente despeinada, con uno sólo de sus pendientes y la manta tirada en el suelo. La vio levantarse torpemente y corrió a su lado, Alicia agradeció su mano para incorporarse.
-Veo que ya te has puesto guapo para la cena… En cambio yo estoy horrible…
-Alicia… -la besó suavemente- No sé cuántas veces tendré que decirte que nunca puedes estar horrible…
-Bueno, entonces no importa que cene así ¿no?
-Por supuesto que no, -la miró fijamente- y te lo digo en serio. Estás preciosa recién despertada, con el pelo despeinado, la mirada relajada todavía sin despertar del todo, la sonrisa que no se te borra ni dormida…
Alicia le besó evitando las lágrimas, siempre sentía algo especial cuando Fernando se ponía tan serio en esas situaciones, pero suponía que el embarazo hacía que estuviese especialmente sensible.
-De todas formas… Tendré que arreglarme aunque sea un poquito, tú estás tan elegante…
-Claro, porque normalmente no estoy guapo, así que tengo que intentar parecerlo a través de la ropa…
Fernando sonrió ampliamente mientras Alicia se echaba a reír, le colocó la corbata y se separó lentamente.
-Eres el hombre más guapo que yo he visto en mi vida, pero te sienta tan bien el traje…
Cogió su vestido para ir a cambiarse, prefería hacerlo a solas, como si de verdad fuese una cita. Fernando se sentó en el sofá con su hijo en el regazo, cerrar los ojos y sentirle sobre él siempre le hacía sentirse especial. Pensó en el momento en que pudiese tener a sus dos hijos en brazos, estaba deseando que llegase el día en que pudiese jugar con los dos, verles crecer juntos, disfrutar junto a Alicia de todos los avances de sus hijos. Alicia se cambió de manera rápida, quería estar lista antes de que llegase la cena, aunque se permitió unos segundos frente al espejo acariciándose la tripa. Torció el gesto al comprobar que empezaba a notarse un poco, se mordió el labio pensando si era normal, estaba de dos meses y desde hacía una semana había empezado a comer más. Respiró hondo sentándose frente al espejo y empezando a maquillarse, ni siquiera pensó que era la primera vez que estaba sentada en su nueva habitación, ella había asumido hacía días que esa era su casa. Se sentó en la cama mirando la habitación cómo si la descubriera por primera vez, jugó con la alianza pensando que era la primera noche en su casa y no podía ser más especial el hecho de ser el cumpleaños de Fernando. Sonrió a su reflejo, y se levantó despacio mientras se protegía el abdomen.
-Estoy segura que sabes que hoy es un día muy especial mi niña, es el cumpleaños de papá, soy muy feliz de poder pasarlo junto a él y tu hermanito, pero el del año que viene será todavía más especial porque tú estarás con nosotros…
Arrugó la nariz al ver la lágrima que le cayó por la mejilla, inspiró evitando derramar más lágrimas y se arregló el maquillaje antes de salir. Fernando levantó la vista justo cuando Alicia aparecía en el salón, le vio quedarse boquiabierto y se echó a reír; Fernando se levantó y la abrazó respirando el olor de su cuello. Roberto protestó al ver que le había dejado en el sofá, se sentaron junto a su hijo y Alicia se apoyó en el hombro de su marido.
-La cena está a punto de llegar…
-¿Llegar? Eso sí que es todo un misterio…
-Después de todas las sorpresas de mi cumpleaños pensé que sería difícil sorprenderte… -se mordió el labio, no estaba segura de contarle que había pensado algo todavía más importante pero que sabía que era casi imposible- Aunque…
-Aunque nada, ha sido un día perfecto porque os tengo a los tres –acarició suavemente la tripa de Alicia- y no hay más que hablar. Las sorpresas han sido preciosas y me han emocionado –pensó en las cartas de sus amigos y sonrió- pero mi mayor regalo es teneros.
-Lo sé, pero quiero que sepas que… -se incorporó para mirarle fijamente mientras cogía a su hijo y le sentaba sobre ella- Pensé en invitar a Daniel, sé lo importante que es para ti volver a verle… Pero al final no me atreví a pedírselo, estoy segura que hubiese hecho lo imposible por venir, no quise ponerle en ese aprieto.
Fernando tragó saliva, pensando en Daniel pero sobre todo en Alicia, le emocionó mucho que no se lo hubiese pedido a Daniel, admiraba esa capacidad de su mujer para valorar los sentimientos y las circunstancias de todas las personas.
-Alicia, las cartas han sido perfectas, Daniel es importante en mi vida, pero antes está la suya, me alegra que no se lo pidieses. Pero gracias, de verdad, gracias por pensar en ello, por estar siempre para mí, conmigo, por dejarme formar parte de tu vida, de vuestra vida, después de…
-Después de nada Fernando, -le miró fijamente con todo el aplomo del que fue capaz- hemos hablado muchas veces de todo lo que pasó, de tus decisiones, de las mías, de nuestros errores y nuestros remordimientos… No podemos olvidarlo, pero tampoco castigarnos una y otra vez. Por cierto… -cambió el tono y volvió a apoyarse en su hombro- Este sofá además de ser horrible es incomodísimo, me duele el cuello y eso que casi ni he dormido…
Fernando se echó a reír olvidándose del pasado, la miró sonriendo pero su mente le devolvió a otro episodio de su pasado, compartió con ella el recuerdo de Andrea y su dolor de cuello. El timbre les interrumpió, Fernando la miró arqueando las cejas, estaba seguro que ella sabía quién era; Alicia se levantó despacio y fue a abrir con una sonrisa en los labios y estirándose las arrugas del vestido. Cedió el paso a un par de camareros que sirvieron la cena de manera profesional, Alicia les dio una buena propina y les despidió todavía sonriendo. Fernando había presenciado la escena boquiabierto, no había esperado para nada que Alicia hubiese encargado una cena especial; había sonreído al ver el nombre del restaurante, era el mismo en el que él había encargado la comida del día de su boda. Se levantó con Roberto en brazos, le sentó en la trona y abrazó a Alicia tomándose su tiempo; podrían preparar muchas sorpresas, ser ingeniosos, pero lo más importante era estar juntos, abrazarse y que no importase nada más que ellos y su hijo. Alicia miró a su hijo y se mordió el labio pensando que tendría que haber preparado una papilla especial para él, Diane le había sugerido que podía introducir una galleta a la papilla de frutas y así hacer que comiese algo nuevo; pero al final no había tenido tiempo y tendrían que darle la papilla que había sobrado de la mañana.
-Creo que Roberto tiene que cenar antes que nosotros…
Fernando la sonrió, besó su pelo y fue a la cocina a por la papilla; una vez allí se asomó al patio y miró hacia la ventana de su antigua cocina, se rascó el pelo suspirando, de fondo escuchó las risas de Alicia jugando con el niño y sonrió cogiendo la papilla y regresando junto a ellos. Fernando movió la silla para que Alicia se acomodara, Roberto estuvo muy tranquilo mientras comía, tenía hambre y no protestaba por no poder coger las cosas de la mesa. Sonreía cada vez que le veía pedir una nueva cucharada, notó la mirada de Alicia mientras daba de comer a Roberto, estaban tan habituados a compartir esos momentos que debían recordarse lo cerca que estuvieron de no hacerlo. Alicia estaba sentada en una silla frente a ellos, daba igual cuántas veces hubiese presenciado ese momento, siempre sonreía al verles a los dos. Fernando limpió la boca y las manos de Roberto cuando terminó la papilla, el niño se frotó los ojos pero se reía mirándoles, le dio uno de sus juguetes preferidos, movió la trona y se sentó junto a Alicia teniendo a su hijo al otro lado.
-La cena se habrá quedado fría… Con todas las molestias que te has tomado…
-La cena estará buenísima porque lo que importa es que cenamos juntos.
-¡Es cierto! No recordaba que era una cita en toda regla… Señora Peña, está usted deslumbrante.
-Usted no se queda atrás.
Se echaron a reír sin dejar de mirarse, Alicia le ofreció una copa de vino y cogió otra para brindar; después de brindar mojó los labios y cambió la copa de vino por zumo. Fernando sirvió los platos mientras Alicia empezaba a hablar de los planes que tenía para la habitación de la niña; vio cómo Fernando se mordía el labio para no decirla que podría ser niño. Le daba igual lo que fuese porque ya le quería, pero tenía la certeza de que era niña y no podía olvidarlo. Mientras cenaban, Fernando le contó la idea de comprar una cámara de video, hacía unos meses había salido un modelo algo más sencillo que era perfecto para un uso más familiar. Se emocionó al saber que Fernando pretendía grabar a su hijo, simplemente eso, a Roberto.
-¿Pero no será muy cara? Además de difícil de conseguir…
-Bueno, tengo mis contactos… Creo que hay algún modelo económico y la verdad… Al ver a Roberto empezar a andar, a hablar… Me encantaría conservar esos momentos para siempre, estoy seguro que nunca se nos olvidarán, pero tenerlos en imágenes es otra cosa…
Fernando se rascó el pelo pensando si no estaba despilfarrando demasiado, no se le olvidaba que había accedido a comprar un coche y aunque no quería ni pensarlo ni reconocerlo, seguía sintiéndose burgués al hacer esos planes. Miró a Roberto, que también le miraba a él sonriendo, haría lo que fuese por su hijo, daba igual lo que pensase de sí mismo, poder ver una y otra vez los avances de su hijo en una pantalla sería casi como revivirlo. Alicia disfrutó de la cena pero se dio cuenta que había momentos que Fernando se quedaba mirándola o mirando al niño absorto, sin embargo, ella no podía esperar para poder tener en sus manos la cámara y poder grabar lo que era su vida. Fernando cambió el gesto para centrarse en la cena, en su mujer y su hijo; bromeó sobre su edad diciendo que empezaba a sentirse viejo. A partir de ese momento la cena trascurrió entre risas y bromas, Alicia no dejaba de pensar que era la cena perfecta para estrenar su nueva casa, sabía que les esperaban momentos muy felices entre esas paredes. Fernando disfrutó viendo cómo Alicia comía más de lo que solía hacerlo y lo hacía despacio; antes de comer la tarta, Fernando llevó a Roberto a la cuna, empezaba a quedarse dormido, le arropó con cuidado y movió la cuna hacia el lado de la cama de Alicia. Sonrió pensando que eso era algo que estaba seguro que su mujer nunca cambiaría, le gustaba ver a su hijo en la cuna nada más abrir los ojos. Roberto se dio media vuelta y volvió a arroparle, al salir dejó la puerta entreabierta para estar atentos a su hijo. Alicia esperó a que se sentase para sentarse sobre él, comieron la tarta juntos, más de una vez manchó a Fernando de chocolate al darle una cucharada en la boca, él sólo sonreía y la acariciaba el pelo. Al terminar el postre, Alicia se abrazó más fuerte a Fernando y cerró los ojos, notó cómo Fernando recorría suavemente su espalda. Empezó a besarle suavemente aunque poco a poco el beso se volvió más pasional, se levantaron torpemente, Fernando sujetó a Alicia y se separó lentamente. Una vez que comprobó que estaba bien, la llevó en brazos hasta la habitación, la posó suavemente en la cama y regresó al salón para apagar las luces, antes de hacerlo se acercó a las dos rosas que seguían en el pequeño jarrón, las olió y cogió una de ellas. Apagó las luces de la casa que estaba en completo silencio, miró la hora dándose cuenta que su cumpleaños ya había pasado y había sido tan importante cómo cada uno de los días que compartían. Alicia se incorporó levemente para comprobar que su hijo estaba arropado y dormía tranquilo; cuando entró en la habitación, Alicia estaba mirando hacia la puerta en el mismo sitio donde la había dejado, se acercó a ella, acercó la rosa a su nariz. Alicia cerró los ojos respirando el olor, le quitó la rosa de las manos para posarla en la mesilla y empezar a desnudarle lentamente, sonrió pensando que prefería ese olor, Fernando rozó su hombro casi sin tocarla. La desnudó muy despacio, Alicia empezó a besarle y se dejaron llevar por la pasión, aunque Fernando seguía teniendo mucho cuidado y estaba pendiente de cualquier gesto.

Alicia sonrió al notar cómo Fernando iba a encender un cigarro pero se frenaba inmediatamente, le besó la mano apoyándose en su pecho. Se mordió el labio pensando en el cumpleaños del 49, hacía ya 13 años, Fernando no había podido celebrar su cumpleaños junto a ella. La vida había sido muy injusta con los dos, pero sobre todo con él; Fernando le había regalado el cumpleaños más maravilloso, un cumpleaños que recordó durante los años que pasaron separados, pero él no había tenido ni siquiera eso. De alguna forma, había querido que ese año vivieran el cumpleaños como si hubiese sido en el pasado, en su momento, por eso había hecho lo de la comida o la tarta, las flores y el vino. Abrazó a su marido pensando que finalmente la vida sí había sido justa con ellos y eso era lo que importaba.
-Espero que haya sido un día especial porque te mereces esto y más…
-El más especial, -tenía la mirada perdida, en esos momentos sentía una extraña mezcla de melancolía y felicidad- pero estoy seguro que es más de lo que me merezco…
-Fernando… No puedes estar todo el día pensando lo mismo, los dos nos merecemos muchos cumpleaños igual de felices, tenemos que recuperar mucho tiempo perdido y lo cierto es que tenemos todo el tiempo del mundo por delante.
 
 
-Te amo Alicia.
Sonrió besándole y abrazándose más fuerte a él, Fernando notó cómo le costaba quedarse quieta, pensó que quizás les costase acostumbrarse a la nueva cama. Finalmente, después de varias vueltas, se quedó dormida apoyada en su hombro, no pudo evitar quedarse dormida con una sonrisa en los labios, le hubiera gustado estar horas hablando y riendo con Fernando pero el embarazo y el cansancio comenzaban a notarse. Después de recordar cada detalle de aquel día, Fernando miró hacia la cuna, su hijo dormía profundamente, programó el despertador para la mañana siguiente, estiró las mantas e intentó abrazar a Alicia con sumo cuidado. Eran los momentos que aprovechaba para acariciarle el abdomen y sonreía pensando en la llegada de ese nuevo bebé, se tumbó acomodándose al lado de su mujer, acarició su pelo hasta que se quedó dormido.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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