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Alicia respiró hondo, Claire la estaba abrazando, ya había pasado el juicio, estaba separada, habían probado los malos tratos; todo había salido bien. Se rindió a ese abrazo, aunque para ella la mejor imagen fue justo después del abrazo, los padres de Claire le dieron las gracias y abrazaron a su hija. Todo el trabajo hasta llegar a ese momento, todos los desvelos, merecían la pena al saber que Claire contaba con el apoyo de su familia. Se quitó la toga lentamente, estaba muy cansada pero tan satisfecha que no dejó que el cansancio dominase la situación. Abrazó a Grace, la victoria era de las dos, aunque lo más importante era Claire, la vieron salir de la sala abrazada a sus padres, esa imagen era la importante. Alicia salió de la sala, debía volver al despacho, la mañana no había acabado, llamó a un taxi mientras veía como Claire empezaba a caminar junto a sus padres. Una vez que vio que Claire se alejaba abrazada por su madre y con la presencia de su padre al lado, Alicia se masajeó la frente, respiró y la compostura de abogada dejó pasó a la mujer, a la persona. Muchas veces era incapaz de transmitir esa empatía hacia sus clientes, incluso hacia las personas que le rodeaban, pero si alguien se hubiera fijado le temblaban las manos, llevaba el maletín agarrado fuertemente y, ya en el taxi, una lágrima recorría su cara pensando en el calvario de esa mujer
Fernando estaba escribiendo a máquina, llevaban unos días enfrascados en una serie de artículos sobre el fin de la guerra y los atentados que había provocado la Declaración general de las dos delegaciones de 18 de marzo de 1962, que era la noticia del momento, y no era para menos. El mismo día de entrar en vigor los acuerdos, la OAS había vuelto a atentar, el resultado fueron miles de muertos. Pero el paso ya estaba dado, el alto el fuego, un proceso para la independencia; fue un día importante aunque se empañó por las nuevas víctimas inocentes. Llevaba muchos cafés esa mañana, había folios en la papelera y el paquete de tabaco tenía tan sólo dos cigarros. Apoyó su cuerpo contra la silla intentando concentrarse pero comenzó a recordar esos días, había pasado más tiempo en la redacción que en casa, la alegría de la noticia había dejado paso a un movimiento frenético en la revista, y él sólo pensaba en llegar a casa para estar con Alicia y Roberto. Sonrió pensando en la noche del 19 de marzo; aquel día había madrugado tanto que apenas vio a Alicia y a Roberto despiertos; a Alicia la besó antes de salir de casa, ella estaba adormilada aunque al sentirle se despertó para verle salir, a Roberto le besó la frente con cuidado para no despertarle. Mientras se vestía sigilosamente no dejaba de mirar cómo dormían, tuvo que atarse varias veces los botones de la camisa y el nudo de la corbata le costó más que nunca. Decidió calzarse en el salón para no recordar las ganas de volver a meterse en la cama un rato más. Durante todo el día había llamado a casa, para darle a Alicia la última hora de la situación pero, sobre todo, para hablar unos minutos con ella, para saber cómo iba el día en casa, cómo estaba Roberto, para decirle que les echaba de menos… Alicia había envuelto ella misma el regalo mientras compartía con un Roberto ese momento, el niño parecía mirarla con interés hasta que volvió a quedarse dormido. Se fumó un cigarro y preparó algo de cena, no dejaba de mirar el reloj, Fernando estaba trabajando mucho y le preocupaba que se alimentase a base de café y más café. Apagó las luces de la casa y decidió leer un rato pero su propio cansancio le venció. Fernando llegó al portal después de darse cuenta lo tarde que era, la calle estaba desierta y el portero hacía horas que ya no estaba en su garita. Subió andando para estirar las piernas, llevaba sentado la mayor parte del día, y al entrar en casa se encontró la casa sin iluminación. Se quitó el abrigo intentando no hacer ruido y vio su parte de la cena en la mesa, recogió las cosas y fue a la habitación. Alicia estaba en la cama, se había dejado una lámpara encendida, se acercó despacio dejando en una silla la chaqueta, se quitó los zapatos, los dejó colocados al lado de la cómoda, se quitó el pantalón y lo llevó al cesto de la ropa sucia. La puerta necesitaba ser, de nuevo, engrasada y el crujido alertó a una Alicia que podía sentirle y olerle aún dormida, sonrió pensando que daba igual lo cansado que estuviese, siempre dejaría todo ordenado. Se incorporó en la cama justo cuando Fernando volvía, él sonrió suspirando.
-Te he despertado, lo siento…
-No me has despertado, quería despertarme…
Fernando se sentó en la cama y Alicia se movió para quedarse a su lado y abrazarle.
-Ha sido un día agotador, no veía el momento de llegar a casa…
Alicia le besó mientras le acariciaba el pelo, sabía que él hubiese preferido no haber estado tan implicado para poder estar en casa con ellos. Sin embargo, ella estaba muy orgullosa, juntos habían encontrado la manera de seguir luchando por lo que creían justo, aunque tampoco podía disimular las ganas que había tenido de abrazarle durante todo el día.

-¿Sabes qué vamos a hacer? Voy a prepararte un baño, hoy soy yo la que voy a mimarte…
-Alicia, no hace falta, sólo necesito abrazaros, sentiros conmigo…
-Hay tiempo para todo.
Siguió abrazándole durante unos minutos, probablemente era el día que más tiempo habían pasado separados desde que estaban en París. Oyeron a Roberto, parecía que él también había echado de menos a su padre; Alicia se levantó y acarició la mano de su hijo mientras iba al baño. Fernando cogió a Roberto y le besó, perderse todo un día de su hijo no le gustaba nada, esperaba que la situación no se alargase porque no estaba dispuesto a pasar todo el día alejado de su familia. Alicia preparó el baño como había visto a Fernando hacerlo otras veces, muchas veces, sonreía mientras lo hacía; cuando terminó fue a la habitación y se emocionó al ver a Fernando tumbado en la cama girado hacia Roberto y haciéndole cosquillas. Se unió a ellos sin dejar de mirarles, Fernando la acarició el pelo y ella vio sus intenciones, se preparó para recibir cosquillas sin hacer movimientos bruscos para no dañar a Roberto. Sus carcajadas se mezclaron con las risas de Roberto y con la respiración tranquila de Fernando; en ese momento le hubiese gustado que alguien sacase una foto a esa escena. No podía disfrutar más que escuchándoles reír, a pesar de la opinión de Alicia sobre Roberto, él creía que se parecía más a ella de lo que pensaba.
-Fernando, el baño está listo…
Él suspiró, quería quedarse en todo momento con ellos, se incorporó despacio, se agachó a coger a su hijo y le besó en la nariz, Alicia cogió al niño. Ya en el baño, Fernando terminó de desnudarse, se dio cuenta que Alicia había echado sales como si el baño fuese para ella, la vio quedarse en el quicio de la puerta con Roberto en brazos.
-Estás preciosa… Muchas gracias, de verdad, pero no hacía falta.
-Pero quería hacerlo, has estado todo el día fuera, preocupado por nosotros…
Se acercó a besarle y le vio entrar a la bañera, se dio cuenta que Roberto se había quedado dormido, fue a la habitación, le metió en la cuna y le dejó al lado de la puerta del baño, no quería que el niño pasase demasiado calor por el vaho del baño. Cuando regresó, vio a Fernando con los ojos cerrados y de repente le notó cansado, todo lo cansado que no le había visto cuando les hizo cosquillas en la cama. Sus huesos y músculos agradecieron el agua caliente, frotó su cara intentando alejar el cansancio y torció divertido su boca cuando vio a Alicia dispuesta a acompañarlo en el baño. La miró intensamente intentando adivinar sus intenciones, realmente estaba muy cansado, Alicia pareció leerle la mente.
-Podemos relajarnos juntos en la bañera, nada más.
Esos momentos privados le aportaban la energía para seguir luchando día a día. Empezó a acariciar a Alicia de forma inconsciente, cerró los ojos intentando olvidarse de todo lo que estuviese fuera de su casa, hablaron sobre Roberto, no quería otra cosa que estar con su familia. Fue el primer instante del día en que Alicia se relajó completamente, había echado de menos a Fernando, le imaginaba trabajando, nervioso por volver; sólo en los momentos en que amamantaba a Roberto había estado tranquila. Fernando se había quedado dormido, Alicia sintió tener que despertarle, pero el agua empezaba a quedarse fría, se dio la vuelta para besarle, Fernando abrió los ojos sobresaltado, al verla sonrió casi con culpa.
-Me preparas un baño y me quedo dormido…
-Bueno, te has relajado, que era lo importante.
Alicia salió primero de la bañera, le pasó una toalla mientras ella empezaba a secarse, Fernando la miró con una pasión que intentó controlar, se rio pensando en el efecto que siempre tenía Alicia en él, pero aquella noche estaba muy cansado. Llegaron juntos a la habitación, Alicia movió la cuna para dejarla al lado de la cama; vio a Fernando ponerse el pijama, ella se puso un camisón y fue al salón, Fernando la miró con suspicacia, estaba tramando algo. Cuando regresó, lo hizo con un pequeño paquete en las manos; se echó a reír ante la mirada interrogante de Fernando.
-Sé que estas celebraciones no te gustan, pero estoy segura que dentro de unos años te quedarás embobado cuando Roberto te regale algún dibujo o alguna manualidad… Como todavía no puede, este año te he comprado yo el regalo del día del padre.
Fernando se llevó la mano al pelo, había olvidado por completo el día del padre, aunque en realidad pensó que nunca había tenido en cuenta ese día, se sentaron los dos en la cama. Le temblaron las manos al coger aquel regalo, no era tanto lo material, sino el motivo de Alicia para hacerle el regalo, era casi una promesa de futuro, una promesa de ver crecer a su hijo. Alicia se dio cuenta que le temblaban ligeramente las manos cuando le dio el paquete, le costó decidirse a abrir su contenido, cómo si por un momento no se creyese digno del mismo. Rasgó el papel, en aquel momento no tenía paciencia y por un instante comprendió a Alicia y su impaciencia, sonrió emocionado al ver un pequeño libro. Alicia había encuadernado todos sus artículos, incluso los que no habían sido publicados; se quedó sin palabras, la abrazó con toda la fuerza que tenía en ese momento. Alicia vio su emoción reflejada en sus ojos, los mismos que pareciesen haber recuperado la vida que una jornada tan larga y ardua le quitaba.
-Gracias… No puedo decirte otra cosa; gracias por estar aquí, por seguir siempre aquí… Por la vida que hemos construido; gracias Alicia.
Ella sonrió emocionada, le besó, por un momento pensó seguir besándole, pero se separó inmediatamente, se metieron juntos a la cama y apagaron la luz. Fernando dejó el regalo en la mesilla respirando profundamente sin saber muy bien cómo expresarle a Alicia lo que sentía, la abrazó tan fuerte que temió lastimarla, respiró el aroma de su cuello y antes de que el pelo estuviera completamente seco ya estaba dormido con la sensación que su alma estaba a buen recaudo. Alicia disfrutó del calor que emanaba de su cuerpo, del abrazo firme y tierno que le ofrecía, se fijó que esa noche tampoco había bajado la persiana y podía ver al fondo las luces de una ciudad que se había convertido en su refugio.

Regresó al presente al oír el teléfono, al descolgar oyó la voz de Diane, lo que ya le hizo ponerse en guardia.
-Fernando, perdona por molestarte.
-No pasa nada Diane, ¿ha pasado algo?
Diane dudó, había pensado llamar a Alicia, Fernando la imponía cuando se trataba de su hijo, pero ya les conocía un poco y admiraba la forma en que Fernando tomaba el control en cualquier situación. Respiró hondo y empezó a hablar.
-No es nada grave, Roberto tiene un poco de fiebre –notó cómo Fernando tragaba saliva- estoy segura que no es nada, pero voy a llevarle al hospital.
-Ahora mismo salgo para allí, yo aviso a Alicia, no te entretengas en nada, deja la casa como esté, abriga a Roberto y llévale al hospital.
Se despidieron, Fernando se levantó en cuanto colgó, recogió sus cosas y, sin despedirse de nadie, salió de la redacción dando grandes zancadas. No tuvo paciencia de esperar el ascensor, bajó andando, fue abrochándose el abrigo mientras miraba la hora esperando localizar a Alicia, pensó ir directo al hospital, pero no podía llamar a Alicia, no podía decírselo por teléfono. Una vez en la calle, respiró hondo intentando controlar el miedo que sentía, tenía la boca seca, apretaba los puños. El tipo de miedo que sintió en ese momento era muy difícil de controlar, cruzó varias calles casi sin mirar y tuvo que pedir perdón varias veces a los coches. No había otro pensamiento que el hecho de que Roberto estuviera malo, intentó convencerse que era normal, podía ser un resfriado, pero seguía sin servirle. Respiró profundamente antes de abrir el portal del despacho, se puso su máscara de control para ir a buscar a Alicia.
Alicia estaba reunida con Antonio y sus dos contactos, habían conseguido localizar a uno de los guardias que acompañaron a Mendoza y Andrea el día en que la asesinó. Estaban trazando un plan para llegar a él, aunque no sería fácil, aquel hombre seguía en Madrid, pero en esos momentos estaba relegado a tareas menores en una comisaría de un barrio periférico. No sólo tenían que planear llegar a él, sino cómo abordarle para que hablase sobre Andrea, si es que lo recordaba… En esos momentos Alicia echaba de menos que Fernando estuviese colaborando con ellos, estaba segura que iría pensando planes, algunos descabellados, seguro, pero al final daría con la solución. Sonrió recordando el momento en que planeaban en Madrid cómo sacar los documentos de Arturo del banco; ella había sido muy dura con él, pero realmente no había dejado de dar soluciones por muy imposibles que fuesen algunas, hasta dar con una factible. Fernando entró justo en ese momento, la vio sonreír y de nuevo tomar el control de la situación, se acercó despacio, sabía que interrumpía avances en el caso de Andrea. Alicia estaba completamente concentrada en la reunión pero no dejaba de pensar en Fernando, su sagacidad y experiencia les ayudarían en ese caso. Apoyó los codos en la mesa mientras se fumaba un cigarro pero ver a Fernando le produjo una sensación extraña, apagó inmediatamente el cigarro mientras se levantaba. Notaba los esfuerzos de Fernando por parecer despreocupado, le conocía demasiado bien para dejarse llevar por su mirada firme y no fijarse en sus manos nerviosas. Se disculpó con Antonio y los otros dos hombres, se acercó a Fernando besándole suavemente.
-¿Qué ha pasado?
-Roberto… Tiene un poco de fiebre, Diane le ha llevado al hospital aunque no cree que sea nada grave.
Notó la tensión en la voz de Fernando a pesar de que hablaba pausadamente, se acercó a la mesa, habló aparte con Antonio, que entendió perfectamente que se marchase e incluso se ofreció a acompañarles aunque Alicia lo rechazó. Cogió el abrigo, el bolso, los guantes y la boina y salieron del despacho, Alicia terminó de vestirse en el ascensor, Fernando notó sus manos temblorosas y le ayudó a abrocharse el abrigo, al terminar se abrazó a él, respiró su olor intentando calmarse, aunque aquella vez era imposible. Fernando se dio cuenta que Alicia se movía entre nerviosa y angustiada, sus movimientos, la forma de mover las manos, tuvo que sujetarla porque se trastabilló al chocar un zapato contra otro. Cogieron un taxi, Fernando miró fijamente al taxista y le dijo que por favor se diese prisa, que pagaría lo que hiciese falta con tal de llegar cuanto antes. En el trayecto no hablaron, no podían hablar, ambos se sentían culpables por no haber estado en casa, su hijo se ponía enfermo por primera vez y ellos no habían estado ahí para él. Alicia no pudo reprimir las lágrimas, Fernando secó sus mejillas intentando transmitirle una tranquilidad que ni él mismo sentía.
-Alicia, va a estar bien, es un niño y los niños tienen que enfermar…
Ella intentó sonreír, pero el resultado fue una mueca que preocupó todavía más a Fernando, la llevó contra él y la besó en el pelo. Alicia notaba las manos de Fernando sudando, estaba serio pero intentaba insuflar ánimos con sus gestos. En menos de diez minutos estaban en el hospital, aunque a ellos les parecieron horas, Fernando pagó al taxista y ni se preocupó en esperar la vuelta. Salieron del taxi a toda prisa, Fernando la llevaba casi en volandas al salir del taxi, el suelo estaba resbaladizo y Alicia tropezó al salir del taxi. El olor a hospital les recibió con un golpe, Fernando fue desabrochándose el abrigo mientras localizaban a Diane, Alicia intentaba mantener el paso ligero que imponía Fernando. Al llegar a la recepción, Fernando tuvo la sensación de que la recepcionista era la misma que le había desesperado cuando Alicia estaba de parto. Decidió no pararse, Alicia le miró confundida pero no hizo preguntas. En la sala de espera vieron a una Diane dando vueltas, cuando les vio tragó saliva, era imposible no notar la preocupación de los dos.
-Están atendiéndole, no me han dejado pasar porque no soy familia…
-¿Le has dejado solo? –Fernando no pudo evitar un tono amenazador, Alicia le apretó la mano- Perdona Diane… ¿A quién podemos preguntarle?
Cuando Fernando alzó la voz, Alicia le agarró el brazo mirándole con desaprobación, vio cómo resopló y se pasó las manos por la cabeza. Diane respiró hondo antes de contestar, esperaba una reacción así de Fernando, sabía que si tenía que ver con su hijo, no podía ser condescendiente.
-Le está atendiendo el doctor Moreau.
Fernando la miró intentando sonreír, ella le dio un abrazo a Diane antes de irse a buscar al doctor mientras Fernando le daba las gracias. La dejaron sola en la sala de espera, buscaron al doctor, cuando entraron en la habitación en la que estaba Roberto, ambos corrieron a su lado, Fernando le cogió la mano mientras Alicia le besaba la frente y susurraba en su oído.
-Lo siento Roberto… Pero ya estamos aquí, nunca te dejaremos.
Al ver a Roberto sonreír y mover los brazos respiró tranquila, tenía cara de cansancio pero color en la cara, Fernando no estaría tranquilo hasta que estuviera bien, sin necesidad de ningún medicamento. El doctor les dijo que era un pequeño catarro sin importancia, tenían que hidratarle mucho, debían evitar usar la calefacción durante unos días porque necesitaba un ambiente húmedo, la fiebre se le pasaría sola y, si le costaba respirar o expulsar los mocos, debían aplicarle gotas de suero fisiológico en la nariz. Estaba con el cuerpito de Roberto contra él mientras Alicia le besaba la mano, estuvo a punto de reírse ante la mirada del médico, se les notaba que eran padres primerizos. Fernando le preguntó varias veces sobre la fiebre, sobre la tos, qué debían hacer si no se pasaba… Alicia le miraba tranquila, estando Fernando todo estaba bajo control; él sólo respiró tranquilo cuando se aseguró que no era importante y que tampoco era porque hubiese pasado frío sino por la época del año. Cogió al niño con cuidado, le beso la coronilla mientras le miraba con lágrimas en los ojos, había tratado de controlar tanto la situación que sólo pudo dejarse llevar cuando supo que todo estaba bien.
-Hijo te prometo que nunca te pasará nada; mamá y yo te cuidaremos siempre.
Alicia sonrió enternecida, besó a Fernando en la mano y empezaron a salir de la habitación despacio, al llegar a la sala de espera, Diane respiró aliviada. Fernando dejó que cogiese al niño, sabía que con sólo una frase había sido muy duro con ella.
-Perdóname por lo de antes Diane, estaba asustado y preocupado…
-No tienes que disculparte Fernando, está todo bien.
Diane besó a Roberto en la frente y le metió en el coche, le arropó casi con la misma dedicación con la que lo hubiese hecho Fernando. Le dijeron que podía irse a casa, ellos ya no volverían al trabajo, se despidieron mientras Fernando se disculpaba una vez más. Después de ver a Diane con Roberto se dio cuenta que, después de ellos, no estaría mejor con nadie más. No sólo se disculpó con ella, le dio las gracias por actuar rápido y no dudar un segundo en llamarle. Se quedaron en la sala de espera unos minutos, los dos tenían miedo a salir a la calle con un Roberto enfermo, se abrazaron, Fernando no soltó el coche, se sentía muy mal por no haber estado con él.
-Fernando, no le hemos fallado, estábamos trabajando, las personas tienen que trabajar… En cuanto lo hemos sabido, hemos corrido a estar con él, no le hemos fallado.
Fernando asintió sin dejar de mirar a Roberto, pensó en las veces que tendrían que pasar por algo parecido en el futuro, otro catarro, alguna trastada que terminase con alguna brecha… Tragó saliva pensando que el miedo que sentía en ese momento no tenía nada que ver con el miedo que había sentido antes, pensar en que a su hijo le pudiese pasar algo era algo que no podía controlar. Alicia se acercó al teléfono público para llamar a un taxi, puso su mano en el pecho al llegar al teléfono público, habían pasado miedo, bastante miedo, pero había sido un pequeño susto. Se dio cuenta que eso también formaba parte de ser padres y la suerte tan grande de tener a Fernando para compartir todos esos momentos. No salieron del hospital hasta que el taxi estuvo en la puerta; Fernando metió el capazo junto a Alicia y las ruedas en el maletero. Al entrar al taxi se quedó un segundo mirando a Roberto, cogió la mano que le ofrecía Alicia, la besó y la agarró fuerte. La mirada de Alicia le transmitía tranquilidad, sonrió sinceramente e hizo que Alicia apoyase la cabeza en su hombro. El viaje de vuelta fue completamente diferente, Roberto parecía hiperactivo, Alicia estaba abrazada a él mientras jugaba con el niño y él controlaba la mezcla de pensamientos y sentimientos de esa mañana. Sonrió con tristeza sabiendo que era el principio e intentaría no fallarle nunca, apoyó su espalda en el asiento mientras estiraba la pierna. Cuando llegaron a casa, se habían tranquilizado, aunque el miedo de saber a Roberto enfermo no había desaparecido. Fernando pagó al taxista, sacó las ruedas del maletero y las metió al portal mientras Alicia cogía el capazo, cerraba la puerta del taxi y entraba rápidamente al portal.
Al abrir  puerta de casa, Alicia respiró tranquila, estaban en su casa, en su refugio, Fernando cerró la ventana que Diane había dejado abierta por las prisas, estuvo a punto de encender la calefacción, pero recordó las indicaciones del doctor, le iba a costar mucho hacerle caso en ese punto. Dejó que Alicia se quitase el abrigo mientras él llevaba la cuna al salón, metió a Roberto, que seguía dormido, y le arropó; se quedó mirándole unos segundos, ojalá pudiese ahorrarle esas pequeñas enfermedades que eran lógicas pero él no soportaba que tuviese. Tragó saliva mientras le besaba, seguía teniendo la boca seca, el tipo de miedo que había sentido esa mañana era desconocido para él. Levantó la vista para ver a Alicia parada junto a él, había dejado el abrigo de cualquier manera encima de la mesa; le abrazó respirando su olor. Estuvieron abrazados unos segundos hasta que el teléfono les interrumpió, Fernando lo cogió contrariado pero respondió tranquilo, era Antonio. Hablaron unos minutos, Antonio estaba preocupado por Roberto, Alicia le cogió la mano mientras Fernando le explicaba lo que había dicho el doctor; le preguntó a Antonio si había algo urgente, sabía lo importante que eran los pocos avances que tenían para encontrar a Andrea, él le quitó importancia y dijo que podrían seguir cuando Roberto estuviese bien, Alicia cogió el teléfono para asegurarle que podrían quedar en casa para seguir planteando soluciones. Antonio rechazó el ofrecimiento, estaba seguro que lo único que necesitaban en ese momento era estar con su hijo; recordó el momento en que Liberto reapareció después de pensar que estaba muerto, la enfermedad de su hijo había sido un momento muy angustioso para él. Fernando fue desabrochándose el abrigo mientras Alicia hablaba por teléfono, abrió un par de cajones buscando el termómetro y se lo puso al niño. Lo movió con energía al comprobar que no tenía fiebre, disfrutó mirándole y se pellizcó la nariz recordando que tenía que ir a la farmacia. Con las mismas volvió a ponerse el abrigo, comprobando que llevaba la cartera. Alicia colgó el teléfono y se giró para mirar a Roberto, estaba durmiendo tranquilo, nadie diría que tenía un poco de fiebre y catarro.
-Alicia, voy a bajar a la farmacia un segundo a comprar el suero fisiológico, vuelvo antes de que te des cuenta que he salido…
-Fernando, por favor, deja de sentirte culpable, Roberto tiene que enfermar como todos los niños, nosotros preocuparnos, pero sin pasarnos…
-Lo sé, Alicia, lo sé… -la besó mientras volvía a coger su abrigo- Vuelvo en un minuto.
Alicia le vio salir, sonrió preocupada, sabía que para Fernando era muy difícil aceptar que no podía hacer nada para evitar que su hijo enfermase. Se descalzó antes de sentarse en el sofá mirando a su hijo, se fijó en el termómetro en la mesa auxiliar y le explicó a Roberto que tenía que tener paciencia con su padre. Acarició la mano de Roberto pensando en todas las veces que se pondría enfermo haciendo que ellos tuviesen el miedo más profundo que habían tenido nunca. Estaba mucho más relajada, se preparó un café en un momento controlando la cuna cada dos por tres. Se sentó en el sofá con la cuna al lado. Fernando bajó las escaleras andando, no quería perder ni un segundo esperando el ascensor, el portero intentó detenerle para comentar con él alguna noticia del periódico pero se disculpó con un gesto de la mano y salió con grandes pasos del portal. Por suerte a un par de calles tenían una farmacia, entró resoplando de lo rápido que había hecho el camino hasta allí, tuvo que respirar y serenarse, tres personas estaban por delante de él, miró resignado a la señora que estaban atendiendo, parecía que no tenía prisa por despedirse, cuando el farmacéutico daba con lo que estaba buscando, ella recordaba otra cosa que necesitaba. Respiró intentando controlarse, miró nervioso intentando encontrar otra persona que le atendiese, no parecía haber nadie más. Cerró los ojos y recordó el momento en que tuvo a Roberto en brazos por primera vez, en ese momento se mezclaron muchos sentimientos, pero uno de ellos era el miedo, ese miedo le invadía mientras esperaba en la farmacia. El farmacéutico miró la cola que estaba formando aquella señora que parecía dispuesta a llevarse toda la farmacia, entró un segundo en la trastienda y salió junto a una chica más joven. Permaneció estoico, con las manos metidas en los bolsillos en la farmacia hasta que el movimiento de sus pies y la mirada al reloj constante denotaban su impaciencia. En unos minutos, la chica estaba atendiendo a un Fernando que seguía impaciente; se olvidó de la amabilidad, le pidió el suero, pagó y se despidió ya casi en la puerta. Volvió a casa todavía más rápido de lo que había salido, se permitió hablar un minuto con el portero y subió las escaleras con grandes zancadas y de tres en tres, tan rápido que Alicia no se había terminado el café cuando escuchó la puerta, le sonrió para transmitirle tranquilidad y que todo estaba bien. Respiró tranquilo, Alicia estaba sentada junto a la cuna, posó la bolsa en la mesa y se agachó junto a ella apoyando la cabeza en su regazo, se abrazó a ella mientras no dejaba de mirar hacia Roberto. Su estómago hizo un ruido recordándole las horas que llevaban sin comer. Cuando se separó cogió el teléfono, se había ido de la redacción sin avisar a nadie, lo primero era Roberto; llamó a Antoine, le explicó qué había pasado, él se interesó por Roberto y le dijo que podía trabajar desde casa los próximos días. Fernando se lo agradeció, la verdad era que no le apetecía nada pasar por la redacción. Le aseguró que a última hora del día llamaría para dictar los artículos que tenía pendientes; mientras hablaba por teléfono fue comprobando las instrucciones de los medicamentos, apoyó su cadera en la mesilla e intentó no alargar la conversación. Al colgar se dio cuenta que Alicia le hacía una mueca moviendo la cabeza haciéndole ver lo exagerado que estaba siendo, la miró cansado.
-Lo siento Alicia, sé que me he preocupado en exceso…
Alicia sonrió y le acarició la mejilla.
-No te disculpes por eso, has mantenido el control cuando la situación lo requería, es normal que ahora que estamos en casa dejes salir tus miedos. Ven –hizo que se sentase junto a ella- juntos podremos con todo.
Se dejó abrazar por Alicia, nunca se había sentido tan impotente, sabía que no podía hacer nada más que esperar, pero eso cuando se trataba de su hijo no lo soportaba. Alicia le masajeó el cuero cabelludo bromeando sobre su sobreprotección pero sabía que Fernando asentía dándole la razón aunque volvería a comportarse de la misma forma. Roberto se removió dormido, Fernando lo vio y al instante ya estaba arropándole y acariciándole la mejilla para tranquilizarle. Miró el reloj sobresaltado, no habían comido, de hecho él ni siquiera había desayunado, se sintió culpable por sentir hambre en aquel momento. Alicia pareció leer sus pensamientos, se levantó del sofá, le besó y se acercó a Roberto para respirar su olor.
-Fernando, voy a hacer algo de comer –se volvió hacia él- no tardo nada.
-No, no, voy yo, ya lo había pensado, sólo es que…
-En serio, hoy cocino yo, quédate con el niño.
Le besó una vez más y fue a la cocina; estaba tranquila, sabía que todo se había quedado en un susto. Sonrió pensando lo bien que se complementaban; Fernando había sido capaz de controlar la situación en el momento, había ido a buscarla tratando de calmarse, sin mostrar preocupación, en el taxi había intentado tranquilizarla, con el doctor insistió hasta tener claro todo lo que tenían que hacer… Pero una vez en casa, una vez que la situación ya estaba controlada, dejaba salir sus miedos, sus culpas, su preocupación. Ella actuaba justo al revés, por eso en ese momento podía dedicarse a preparar la comida, sabía que su hijo estaba bien, que Fernando no le quitaría el ojo de encima, que sólo era cuestión de tiempo. Fernando seguía inclinado hacia su hijo, se frotó los ojos cansado, intentó convencerse a sí mismo de que no había nada que temer, pero no sirvió de nada. Besó la frente del niño prometiéndose a sí mismo que no dejaría que le pasase nada, se recostó en el sofá sin dejar de sujetar la cuna.
Al entrar en el salón, ya con ropa cómoda y los platos, vio a un Fernando medio dormido agarrando la cuna cómo si alguien fuera a arrancársela, se acercó para intentar no sobresaltarle, antes comprobó que Roberto seguía dormido, tomó una manta y tapó a Fernando. Alicia le pasó la mano por la frente mientras le tapaba, estaba algo preocupada porque Fernando no tenía buena cara, temía que él se pusiera malo. Roberto respiraba algo mejor, se le notaba el catarro pero sacarle la mucosidad con la perita le había producido bienestar, Fernando se incorporó para sentarse a la mesa con movimientos lentos y pausados, lo primero que hizo fue mirar a la cuna, después vio a Alicia sonriéndole, se incorporó un poco, se debatía entre comer o quedarse en el sofá adormilado pero sin dejar de vigilar a su hijo. Alicia trasladó los platos a la mesilla, tenían que comer y no quería tener que echarle una nueva regañina porque Fernando quisiese quedarse junto a la cuna.
-Gracias Alicia… Tendría que haberlo hecho yo.
-Bueno, pero lo he hecho yo y ahora tenemos que comer.
Reconoció en Alicia el tono que él siempre utilizaba con ella cuando le decía que no debía saltarse ninguna comida, Alicia le vio reírse sinceramente por primera vez después de aquella mañana tan tensa. Empezaron a comer en silencio pero sin dejar de mirarse, aunque Alicia notaba las miradas de reojo que Fernando dedicaba al niño, de hecho, seguía cogiendo con una mano la cuna mientras con la otra comía. Sus estómagos agradecieron la comida, según pasaban las horas veían que Roberto seguía descansando con tranquilidad. Fernando controlaba la fiebre cada poco tiempo, la última vez el niño se revolvió pidiéndole que le dejase en paz, eso le hizo sonreír por primera vez en todo el día. Alicia intentó controlar la mirada de suave reproche que le salía, sabía que Fernando necesitaba tenerle controlado, notaba cierta culpa en su mirada y sería muy difícil que se olvidase de que no había estado con su hijo en el momento de enfermar. Fernando notó la mirada de Alicia, bajó un segundo la mirada, aunque quisiese, no podía controlar la preocupación; dejó por un segundo la cuna y acarició la mano de Alicia.
-Vas a necesitar tener mucha paciencia estos días conmigo…
-Lo sé –le besó la mano- y la tendré, pero tú necesitas no preocuparte tanto, al final enfermarás tú si te pasas el día despierto atento a cada movimiento de Roberto.
Fernando sonrió, la besó y volvió a coger la cuna con una mano, podría intentar hacerlo, pero sabía que no conseguiría dejar de preocuparse, no cuando su hijo tenía catarro. Cuando terminaron de comer, Fernando hizo todo un ejercicio de autocontrol y se levantó a recoger, Alicia sabía lo que le estaba costando y no puso ninguna pega a que volviese al salón casi cada minuto. Mientras recogía todo preparó café, fue al cajón de las medicinas para tomar un analgésico, le dolía la cabeza y no podía permitirse enfermar. Tardó menos que nunca en recoger todo, volvió al salón todavía remangado y con las manos húmedas, Fernando pululaba por la casa en total estado de alerta, Alicia se estaba poniendo nerviosa y casi sonrió aliviada al sonar el teléfono y saber que era Pierre. Pensó que estaría un momento entretenido, Fernando había mirado el teléfono cansado aunque sonrió al descolgar y escuchar a un Pierre preocupado. Se le imaginó hablando con Diane, enterándose de lo que había pasado y frenando el impulso de presentarse en casa para no incordiarles; sabía que si hubiese sido por él, ya estaría llamando al timbre. Le tranquilizó diciéndole que todo estaba bien, que era un simple catarro y que sólo había que esperar a que se le pasase, Pierre se ofreció a llevarles lo que necesitasen a casa o a ir a recoger los artículos, Fernando se lo agradeció, estuvo tentado de aceptarlo, pero no quería que su amigo estuviese de un lado para otro. Se despidió de Pierre agradeciéndole la llamada y prometiéndole que si les hacía falta, le llamarían. Justo cuando estaba colgando, Roberto empezó a llorar, Fernando se sobresaltó, los latidos se aceleraron al cogerle en brazos, besó su frente intentando tomarle la temperatura aunque en realidad no sabía controlarla. Alicia le miró preocupada, iba a ser más difícil de lo que ella había pensado.
-Fernando, tiene hambre, le toca comer, no le pasa nada…
-Puede ser, pero de todas formas le pondré el termómetro mientras preparas el biberón…
Alicia suspiró mientras besaba a Roberto y acariciaba el pelo de Fernando, fue a la cocina, desde allí vio cómo Fernando le ponía el termómetro, negó con la cabeza mientras preparaba el biberón. Pensó en el momento en que Roberto ya pudiese quejarse de tantas atenciones, sonrió pensando en lo difícil que sería para Fernando ese momento en el que su propio hijo se quejase de su sobreprotección. Fernando comprobó que no tenía fiebre, se acomodó en el sofá con el niño sobre su pecho, seguía gimoteando, esperaba que no empezase a llorar con fuerza antes de que Alicia regresase con el biberón, en ese momento sí que no podría soportar verle llorar desconsolado. Por suerte, Alicia volvió al salón antes de que Roberto se impacientase, Fernando se incorporó sentándose y acomodó al niño en sus brazos. Alicia le miró enternecida, le pasó el biberón y se sentó a su lado, no dejó de mirarles en ningún momento, Fernando intentaba que Roberto comiese despacio, si tenía la nariz entaponada podría atragantarse al comer deprisa. Alicia le miró admirando su templanza, sabía que seguía preocupado, pero le veía concentrado, sabiendo lo que tenía que hacer y controlando su preocupación para no transmitírsela al niño. Disfrutó más que nunca al ver a Fernando darle el biberón, por un momento se recordó a si misma hablando con Inés de si debía decirle o no a Fernando que estaba embarazada… Cerró los ojos casi cabreada con ella misma, negarle a Fernando la posibilidad de conocer a su hijo, de cuidarle, verle crecer, negarse a sí misma compartir con él esos momentos, tenerle junto a ella para afrontar juntos cualquier situación… Qué injusta había sido. Se acercó a ellos cuando Roberto ya estaba terminando, le besó el moflete y sonrió a Fernando.
-Nunca me habría perdonado no poder disfrutar de momentos así…
Fernando entendió perfectamente por qué lo decía; él lo había pensado esa mañana, había pasado mucho miedo pero era peor no saber que tenía un hijo, que podía estar enfermo… También había pensado en Alicia afrontando sola esa situación y se había asustado todavía más.
-Alicia, ya te lo he dicho muchas veces, no pienses en eso… Viniste a buscarme, huimos juntos, hemos construido nuestra vida, hemos visto nacer a nuestro hijo y le cuidamos juntos… No puedes seguir pensando en qué hubiera pasado si no hubieses llegado a tiempo.
Alicia sonrió suavemente, el aplomo con el que Fernando se lo decía una y otra vez estaba consiguiendo que poco a poco no pensase en ello, aunque en situaciones así siempre lo pensaba. Alicia cambió al niño mientras Fernando iba a fregar el biberón, a pesar de que sólo tenía que hacer eso, se asomó a la puerta varias veces. Al cambiarle se dio cuenta que estaba algo irritado, usó una crema que le habían regalado en la farmacia y volvió a usar la perilla. Le había dado un baño rápido que había relajado completamente a Roberto. Cuando lo tuvo vestido lo abrazó pensando lo maravilloso que era mirarle cada mañana, cada noche, y pensar que el destino había sido mucho más sagaz que ellos mismos, Roberto estiró la mano y se agarró a su cabello. Cuando regresó al salón, cogió al niño en sus brazos y empezó a pasear por todo el salón para dormirle, acercó su oído a la nariz de Roberto, parecía que respiraba sin dificultad. Alicia se acomodó en el sofá, estaba cansada, se recostó sobre el cojín, no pretendía dormirse, pero ver a Fernando tan confiado paseando a su hijo, hizo que se relajase, cerrase los ojos durante un instante y, finalmente, se durmiese. Fernando se acercó a besarla en el pelo, cuando Roberto se durmió, le dejó en la cuna y le arropó con cuidado, ayudó a Alicia a estirarse en el sofá y la tapó con la manta. Se sirvió una copa, se sentó en el sillón, tenía la cuna delante y a Alicia enfrente, no dejaba de mirarles, tomó un trago mientras dejaba salir todo el miedo que sentía. Fernando disfrutó viéndoles dormir, tuvo que acomodar a Alicia y al niño, taparles era un poco inútil así que tendría que estar pendiente de los dos. Se frotó la frente mientras se incorporaba, era mejor ponerse a trabajar aunque no estaba concentrado, miraba de reojo a Roberto y Alicia con cada línea que escribía. La copa le quemó la garganta que comenzaba a estar algo irritada, miró el paquete de tabaco y decidió fumarse un cigarro en la cocina. Mientras miraba por la ventana se rio de él mismo, vaya padre más tremendista estaba hecho, después de haber pasado por tanto, se asustaba por un simple catarro…
Aprovechó para preparar más café, lo necesitaba para no dormirse, había pensado en llevar la cuna hasta la cocina, pero podía imaginarse a Alicia sobresaltada despertándose y no viendo la cuna. En los minutos en que tardó en hacerse el café, volvió tres veces al salón, se quedaba mirando al niño, dormía tranquilo, una de las veces tenía el chupete caído y le ayudó a encontrarle. Al volver a la cocina, cogió unos brioches, no podía tomar tanto café sin comer algo, no quería enfermar y no poder atender a su hijo además de darle más preocupaciones a Alicia. Con el café ya frío regresó al salón, bajó la persiana con cuidado para que la claridad no les despertase. Él pretendía estar despierto toda la noche pero pensó que seguro que era Alicia la que se quedaba despierta porque estaba durmiendo mucho aquella tarde. En las siguientes horas dividió su tiempo entre el trabajo y atender a los dos; Alicia se destapaba tanto como su hijo al darse la vuelta, cuando les veía a los dos destapados sonreía con ternura. Antes de que Roberto empezase a llorar le cogió en brazos, se relajó al tenerle en brazos y ver que sólo gimoteaba de hambre, el color había vuelto a su cara, aunque tuvo que volver a usar la perita. Era la segunda vez que la usaba y le daba un poco de miedo hacerle daño, Roberto se retorcía pero se calmó cuando comenzó a chupar del biberón. Hasta ese momento había pensado que era imposible preparar el biberón con el niño en brazos, pero se equivocaba, había ganado destreza en los últimos meses. Se había sentado en el sillón, hubiese preferido ir a la mecedora, pero no quería que Alicia pudiese despertarse y se asustase al no verles. Volvió a tratar de que comiese despacio, le daba miedo el ansia con el que cogía el biberón, aunque no parecía que tuviese mucosidad, pero toda precaución era poca. Estiró las piernas mientras le mantenía firmemente en los brazos, había tenido que hacer malabares en la cocina por la inquietud del niño pero verlo comer le tranquilizaba, era buena señal. Le cambió con más cuidado que otras veces, tardó menos que nunca, no quería que pudiese coger frío en los segundos que pasaba desnudo; pensó en la falta que le hacía en aquel momento tener la calefacción encendida, pero el doctor había dicho que necesitaba humedad. Se dio cuenta que la casa estaba demasiado fría, optó por ponerle un pijama más abrigado enterizo, por lo menos se aseguraba que aun destapándose no cogía frío en los pies ni en las manos. Cuando se aseguró que estaba arropado, preparó la mesa con agua, un café muy cargado y su trabajo, Alicia se había girado hacia dentro del sofá y no se la veía debajo de la gruesa manta. Se sentó en el sillón cogiendo la cuartilla que había dejado a medio escribir; tuvo el impulso de encender un cigarro, pero se dio cuenta que aquel día había fumado demasiado, tenía la boca seca y áspera. Consiguió concentrarse y trabajar durante unas horas, escribió dos artículos de un tirón aunque desviando muchas veces la mirada hacia Roberto y Alicia, cuando terminó se levantó a arropar a Alicia, le acarició el pelo mientras ella daba otra vuelta en el sofá. Cogió el teléfono y alargó el cable todo lo que pudo, llamó a la redacción y dictó los artículos a Pierre, que antes quiso asegurarse de que todo fuese bien. Tuvo que frotarse la frente varias veces, estaba cansado, la adrenalina de la preocupación había dado paso a una laxitud en sus músculos. Antes de colgar, Pierre le contó que aquella noche iba a invitar a Diane a cenar en casa, Fernando agradeció la confidencia de su amigo echándose a reír y deseándole suerte. Escuchar a Pierre siempre le transmitía cercanía y una alegría muy extraña; se acercó a Roberto y le vio despierto, le pareció buena señal que no hubiese protestado, cuando estaba bien podía pasar minutos hasta que se diesen cuenta que estaba despierto. Le cogió con ternura pensando que ya era tarde y debía preparar algo de cena, Alicia dio otra vuelta más en el sofá estirándose, se frotó los ojos abriéndolos despacio, les vio juntos y sonrió. Al mirar el reloj se despertó del todo.
-Pero si he dormido toda la tarde…
-Bueno, has descansado –Fernando sonrió al notar su tono de reproche hacia sí misma- que era lo importante, Roberto ha estado muy bien atendido, díselo tú hijo.
Fernando le posó en brazos de Alicia, que le besó la frente y sonrió mirando a Fernando.
-Eso no lo dudo… Yo creo que hasta le has agobiado…
Alicia puso una mueca divertida para pincharle y Fernando se echó a reír, se sentó junto a ellos y colocó un poco el pelo de Alicia, ella no se daba cuenta que parecía una niña enrollada en la manta, semisentada y con el pelo revuelto, miró a Roberto y se imaginó que llegaría el día que le diría lo pesado que era.
-Estás preciosa… Voy a hacer la cena.
Alicia le vio levantarse con una energía que no entendía, estaba segura que se había pasado toda la tarde cuidando de los dos, atendiendo al niño, tapándoles a los dos, además de escribir lo que tenía pendiente… Y, aun así, parecía que se acababa de despertar, aunque sí notaba el cansancio en su cara. Fernando fue a por la cámara de fotos, le costó encontrarla unos minutos, Alicia tenía un concepto muy laxo del orden pero quería inmortalizar ese momento, Roberto en brazos de Alicia. Volvió sin hacer ruido, llamó a Alicia y les sacó la foto; Alicia se echó a reír pensando que ya se le había pasado un poco el miedo, que era consciente de que todo estaba bien.
-Algún día no vamos a tener donde guardar tantas fotografías…
-Bueno, pero mientras llega ese día, a mí me encanta tener cada momento especial en una imagen. Creo que Roberto ya está recuperado, no ha tenido mocos en toda la tarde, ha respirado con normalidad y tampoco ha tenido fiebre.
-Fernando… Un pequeño catarro no es grave, pero tampoco se cura en una tarde… Relájate, todo va a estar bien.
Fernando la besó, besó al niño y fue a la cocina, al día siguiente tendría que salir a comprar, pero por esa noche se apañarían con lo que tenían. Preparó dos tortillas francesas, un poco de ensalada y de postre una porción de tarta que quedaba del día anterior. Puso la radio bajita mientras cocinaba, batió los huevos con la energía que le daba saber que todo estaba bien, controlado. Puso la mesa mientras veía a Alicia hacer carantoñas al niño en el sofá, se acercó a ellos haciendo cosquillas en los pies a Roberto y en el cuello a Alicia. Les vio reír y sonrió sin preocupaciones, respiró hondo pensando en lo feliz que le hacía verles reírse, las carcajadas de Alicia eran más escandalosas, aunque intentaba controlarlas porque a ella también le encantaba escuchar a su hijo.
-La cena ya está lista –alargó los brazos hacia Alicia para coger al niño.
-Deberías cenar tranquilo Fernando, has estado toda la tarde trabajando y vigilándonos… Seguro que no has comido nada…
-Se equivoca señora de Solís… Pensé en todo, no he dejado de comer brioches, de hecho… Creo que los he acabado…
Alicia se echó a reír torciendo el gesto, le encantaba desayunar brioches, aunque la sonrisa pudo más, Fernando había tomado algo más que café y coñac. Fernando pensó en llamar a Pierre para que les llevase unos brioches, pero recordó que tenía cosas más importantes que hacer, no iba a molestarle aquella noche por mucho que hubiese insistido que le llamasen para cualquier cosa. Roberto pasó la cena apoyado en el hombro de su padre, Alicia le acariciaba continuamente y disfrutó de la tortilla, la comida no había podido degustarla cómo quería, sirvió dos vasos de vino y escuchó con atención el contenido de los artículos. Alicia admiró la capacidad de control de Fernando, había podido estar pendiente de todo aquella tarde que ella pasó durmiendo. Cuando terminaron, fue Alicia la que empezó a recoger, Fernando iba a levantarse pero ella no le dejó, se sentó en el sofá con su hijo sobre él, al rato el niño estaba dormido en brazos de su padre, él cerró los ojos un instante respirando su olor y quedándose adormilado aunque oyendo de fondo algún taco que Alicia soltaba mientras intentaba recoger todo rápidamente. Al terminar, regresó al salón con un té, sabía que Fernando preferiría un café o incluso una copa, pero tendría que conformarse con un té para poder dormir esa noche. Le vio con los ojos cerrados, pero al sentir que entraba los abrió.
-No estoy dormido… -ambos contuvieron la risa, normalmente esa situación era al revés- Sólo estaba descansado…
Dejó que Alicia se acercara a él para tirar de su mano con cuidado, ella fingió enfado pero terminaron riéndose, realmente había estado a punto de quedarse dormido. Acarició la cara del niño para comprobar que la temperatura estaba correcta, notaba su respiración estable. Se levantó con cuidado de no despertar a Roberto, le dejó en la cuna y abrazó a Alicia; no podía negar que estaba muy cansado, por eso no dijo nada al ver el té, se sentó y se lo tomó de un trago. Alicia no dejó de acariciarle el pelo hasta que notó que se había dormido; pensó que debían haber ido a la habitación, el sofá era cómodo pero Fernando necesitaba descansar de verdad. Disfrutó ayudándole a tumbarse, le quitó el calzado, el reloj y le arropó cómo si fuese un niño. Se deleitó con el olor que desprendía, estaba segura que había sacado tiempo para darse una ducha rápida y afeitarse. Le miró con ternura sabiendo que él tenía la intención de no dormir aquella noche para velar a su hijo. Al incorporarse se dio cuenta de todo el trabajo que tenía Fernando normalmente antes de acostarse, empezó a apagar las luces, cerrar las ventanas del baño y la cocina, dejó encendida sólo la lámpara de pie. Cogió las cuartillas y se sentó en los pies del sofá, levantando las piernas de Fernando, estaba relajada entre el sueño de uno y otro. Escribir a Inés siempre le producía alegría y añoranza, tenía muchas ganas de verla, no podía evitar que le supieran a poco las cartas que se intercambiaban.

Mi querida Inés
Espero que estés llevando bien las últimas semanas del embarazo, suelen ser las más difíciles, piensa que dentro de muy poco tendrás a tu hijo en brazos, eso lo compensa todo. Hoy ha sido un día agotador, la verdad, empezó muy bien, tuve una vista muy importante y todo salió bien, ayudé a Claire a seguir adelante con la denuncia a su marido… Fue un momento muy especial; tuve una reunión sobre otro caso, pero lo más importante de hoy ha sido volver a ver a Roberto sano y salvo. No te asustes, sólo tiene un pequeño catarro, pero cuando Fernando vino al despacho para avisarme sentí un miedo desgarrador, nunca había sentido algo parecido. El miedo que se siente por un hijo paraliza, hace que el mundo no importe nada en comparación con saber que él está en peligro. Afortunadamente, como te digo, sólo tiene un catarro, debemos vigilarlo más unos días, pero todo está bien. Tendrías que haber visto cómo Fernando tomó el control de la situación desde el primer momento; estando junto a él sé que nada puede salir mal. Ha pasado toda la tarde pendiente del niño y de mí, no quiero ni pensar cómo habría sido de no tenerle a él al lado.
Espero que en Barcelona todo esté bien, dale un abrazo muy fuerte a Macarena y recibe tú otro igual de fuerte. Tengo muchas ganas de que podamos volver a vernos y que nuestros hijos se conozcan.
Alicia Peña

Guardó las cuartillas en un sobre y el sobre en el bolso; se agachó junto a Fernando, le acarició la mejilla y susurró.
-Fernando… Debemos ir a la cama…
Estaba adormilado, abrió los ojos de forma automática, apenas escuchaba lo que Alicia le decía, aun así miró a Roberto y vio que seguía dormido. Suspiró tranquilo y caminó de forma mecánica a la habitación trasladando la cuna, Alicia apagó la lámpara y le siguió a la habitación. Abrió la cama de un sólo movimiento, le dio un beso a Roberto y se acostó después de que Alicia se acomodase. Abrazó a Alicia de forma casi inconsciente al sentir el calor de su cuerpo a su lado, y volvió a quedarse dormido en un minuto. Alicia le acarició el pelo y se fijó en sus ojeras, intentó no moverse para no despertarle y, a la vez, disfrutar el contacto de tenerlo junto a ella. No se durmió hasta que ya empezaba a amanecer, estuvo velándoles a los dos toda la noche, además de amamantar a Roberto. Se levantó antes de que Roberto llorase, había dormido tanto esa tarde que no le costó salir de la cama, tuvo que abrigarse porque se notaba la temperatura. Después de amamantarlo y cambiarlo, sostuvo durante horas en sus brazos a Roberto, disfrutando de cada pequeño gesto y de verlo dormir.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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