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Fernando estaba llegando a casa en el coche que habían alquilado, hacía mucho que no conducía uno, sonrió pensando que precisamente conduciendo uno había conocido a la mujer de su vida. Recordó la conversación que había tenido con Alicia unos días antes.

Dos días antes
Estaban comiendo, el día había sido duro pero, por suerte, aquella tarde no tendrían que volver al trabajo. A punto de cumplir los cinco meses, Roberto ya hacía esfuerzos por mantenerse sentado e incluso por coger los juguetes que estaban algo alejados; le miraban entre maravillados y asustados, pronto empezaría a gatear y sabían que no les daría tregua. Alicia llevaba unos días cavilando cómo proponerle a Fernando invertir en un coche, cada día costaba más llegar a cualquier sitio con la silla y todas las cosas de Roberto, además le apetecía poder conocer zonas no alejadas de París y disfrutar del aire libre y de un tiempo de ocio. Fernando jugaba con el tenedor en el mantel, algo que sabía desesperaba a Alicia, mientras Roberto intentaba arrancarle un botón de la camisa, le miró con ternura mientras recordaba que debía montar la trona para poder sentarle. Fernando le acababa de contar a Alicia su idea de pasar unas semanas fuera, los últimos meses habían sido difíciles y le parecía un buen momento para hacer su primer viaje con su hijo. El niño protestó al ver que no le hacían caso y, al final, terminó sentado en brazos de Fernando mientras tomaban el postre. Estuvieron hablando de dónde ir, Alicia quería un sitio de playa, el tiempo estaba siendo muy bueno e, imaginaba que al sur, lo sería aún más. Fernando dudó, serían muchos kilómetros y no quería que su hijo hiciese frente a un viaje tan largo en autobús.
-Pero ¿por qué tiene que ser en autobús? Fernando, podemos ir en coche.
-Mmm sí, podría ser, alquilamos el coche y así podremos movernos libremente una vez allí…
-¿Alquilar? ¿Y por qué no compramos uno? Podemos permitírnoslo y sería más práctico, cuando queramos salir no necesitamos estar alquilando…
-Pero… -Fernando sabía que probablemente Alicia tenía razón- Yo no quiero tener un coche, no creo que sea necesario…
Alicia no pudo evitar reírse ante la cara cómica de Fernando por el tema del coche, tenían profesiones liberales, una persona para cuidar a su hijo y el coche representaba otra figura contraria al concepto de propiedad privada de Fernando. Suspiró resignada pero sonrió antes de hablar.
-Fernando… Comprar un coche no te hace ni más, ni menos burgués –él se echó a reír- además, a mí me parece más burgués alquilar un coche cada vez que vayamos a algún sitio, es más costoso, desde luego…
Fernando no dejaba de reír, en algún momento tendría que dejar de ser tan transparente para Alicia y, probablemente, también debería dejar de pensar en lo burgués que se había vuelto, pero no podía controlarlo… Atendió a Roberto, que quería coger uno de los platos de la mesa y tuvo que conformarse con el sonajero que su padre dejó en sus manos. Fernando se rascó la cabeza mientras sopesaba los pros y los contras, estaba seguro que terminaría con una pequeña casa en la costa con jardín y una hipoteca de muchos años. Ante la duda que veía en la mirada de Fernando, Alicia volvió a la carga.
-Fernando Solís, no tengo que recordarte que cuando nos conocimos tú ibas conduciendo un coche ¿verdad?
Fernando volvió a echarse a reír, sabía que en algún momento Alicia utilizaría ese argumento.
-¿Y yo tengo que recordarte que no era mío? Yo sólo lo conducía, y muy mal, por cierto, te atropellé en cuanto te vi…
Picó a Alicia a la vez que recordaba la primera vez que se vieron, pero era consciente que al final ella se saldría con la suya. Esa vez fue Alicia la que se echó a reír, se levantó para sentarse junto a Fernando y agarró la mano de su hijo, que volvía a pedir algo que había sobre la mesa.
-Bueno, eso fue más culpa mía, que aparecí de la nada… Pero no te vayas por la tangente. Conducías un coche, tuyo o no, tenías coche, y eso no te hacía burgués ¿verdad?
-Alicia… Ese coche, además de no ser mío, pertenecía a una vida prestada, a la vida de un frívolo productor de cine…
-Bueno, con más razón, -cogió a Roberto y se sentó sobre Fernando- ahora no tienes una vida prestada, puedes tener cosas verdaderas…
Fernando se echó a reír y la besó, por una vez, Alicia no se saldría con la suya, al menos de momento… Dejó a Roberto en la cuna con sumo cuidado, cada día dormía menos horas y pedía más atención, usaban una vieja manta que extendían en el salón, mientras estaban trabajando, pero el niño no paraba hasta conseguir ser el centro de ese tiempo. Alicia se relajó en los brazos de Fernando, la idea de pasar unos días de vacaciones le apetecía mucho, especialmente todos los preparativos y poder desconectar de sus trabajos y los últimos acontecimientos. Se mordió el labio pensando si debían decírselo a Pierre y Diane.
Alicia había torcido el gesto cuando, horas más tarde, acordaron que aquella vez alquilarían el coche, Fernando se sentó en el sofá arrastrándola, Roberto estaba dormido en la cuna.
-Venga, cambia esa cara… Piensa en dónde quieres que vayamos.
-Claro, ahora me dejas escoger eso a mí, pero lo del coche lo decides tú ¿no?
-Alicia… -la besó intentando que cambiase el gesto- Ya hablaremos del coche que compraremos más adelante, pero ahora céntrate en las vacaciones.
Alicia le miró entre divertida y resignada, esperaba poder convencerle poco a poco, no sólo era por el coche, sino precisamente por su actitud, tenía que quitarse esa responsabilidad de encima, eran demasiados años acostumbrado a no necesitar más que lo que tenía, como él mismo le había dicho en el piso franco.
-Está bien… -se acomodó junto a él mientras se descalzaba- Ya sabes que yo quiero playa…
Fernando se echó a reír, era incapaz de imaginarse en la playa con Alicia y su hijo, era algo tan idílico que a veces pensaba que no podía ser su vida. Terminó pensando que muy posiblemente, pronto podría sentir la brisa del mar mientras besaba a Alicia y tenían a su hijo en brazos. Antes de besar a Alicia, se quedó contemplándola, el brillo de los ojos y su sonrisa compensó a Fernando por todas esas semanas tan difíciles. Disfrutó imaginándosela reír y jugar con la arena cómo si fuera una niña.
-¡Entonces tendremos que comprar bañadores!
-Poco a poco Fernando, primero decidamos dónde vamos… ¿Conoces la costa de Francia?
Una sombra invadió la mirada de Fernando, Alicia se llevó la mano a la boca, al verle fue consciente de la pregunta que había hecho; Fernando conocía una parte de la costa francesa y no de vacaciones precisamente…
-Perdona Fernando, he hablado sin pensar.
-No te disculpes –Fernando despejó su mente para centrarse en Alicia y las vacaciones- no es culpa tuya… Además, no nos vamos a poner a recordad ¿verdad? –Alicia le miró sonriendo y admirándole- Venga, di algún sitio que se te ocurra.
Fernando seguía pensando que era un viaje muy largo, por mucho que fuesen a hacerlo en coche, pero al menos lo tendrían en cuenta por si era posible. De hecho, pensó que si era lo que Alicia quería, seguramente acabarían pasando un día entero en el coche con tal de ir donde ella quisiese. Después de decir varios lugares, Alicia tuvo una idea, Fernando la vio sonreír mientras se incorporaba para sentarse derecha.
-¡Ya está! ¡Marsella! Yo nunca he estado, pero sé que tiene playas preciosas, y es una ciudad multicultural, creo que es perfecta.
-Me parece buena idea, ¿hará buen tiempo?
-Pues eso espero, porque quiero darme un baño, relajarme en la playa con mi marido y mi hijo…
Alicia empezó a besarle y volvió a acomodarse en el sofá, esta vez sobre Fernando, él se separó para echarse a reír, como siguiesen así, no terminarían de planear nada...
-Pero Alicia, ¿no serán muchos kilómetros hasta llegar? Desde París debe haber más de 700… Pasaremos todo un día en coche viajando…
-Bueno, qué suerte tener todo el tiempo del mundo ¿no?
Fernando volvió a reírse pero fue interrumpido por uno de los besos de Alicia, dejaron el resto de planes para más tarde porque en ese momento sólo podían pensar en sentirse haciendo el amor.
Regresó al presente cuando entró en su calle, al ver a los dos vecinos les pitó, ellos se quedaron boquiabiertos al ver el coche. Fernando dejó que mirasen y toqueteasen el coche, en esos meses les había cogido bastante cariño, eran traviesos, mucho de hecho, pero eran generosos, educados y muy amables. Miró el reloj y decidió subir a casa.
Alicia intentaba tener todo listo para cuando llegase Fernando a recogerles, Roberto dormía ya preparado en el coche mientras ella iba de un lado a otro terminando de guardar todo lo que necesitarían aquellas semanas. Eran las primeras vacaciones con su hijo, no les había costado nada conseguir días libres en el trabajo, ella se llevaba un caso realmente complicado y que podía llevar desde la distancia y Fernando había acordado con Antoine los temas de los próximos artículos que transcribiría por teléfono. Se dio cuenta que en la bolsa de viaje había más juguetes de Roberto que ropa de ellos, se echó a reír pensando en que su hijo les había cambiado por completo su vida, un cambio que no podía hacerles más feliz. Fue a la habitación, recordó que no había metido su perfume, se echó un poco y lo guardó en el neceser en el que ya no cabía nada más. Al volver al salón estaba sorprendida al girar y ver que todo estaba listo, apagó el gas y disfrutó saboreando los días que tenían por delante. Se sentía pletórica por esas vacaciones, miró el reloj pensando que Fernando estaba a punto de llegar. Se sentó en el sofá mientras encendía un cigarro, no recordaba ningún viaje de placer aparte de los tres días que pasaron en Chartres tras su boda. Recordó con nostalgia que la última vez que había salido fuera había sido cuando fueron a visitar a su primo; después de eso, no había salido de la ciudad, las clases, la vida de una mujer casada con un hijo ya crecido… Todavía se tensaba al recordar su vida con Álvaro. Cuando pensaba en él, no podía quitarse la sensación amarga de los últimos días de convivencia, había llegado a odiar esa casa, lo que representaba, esa mirada reprobatoria de Álvaro… Pensó en Pedrito, probablemente el único buen recuerdo que era capaz de conservar de esos años. Oyó gimotear a su hijo y se acercó a él, al verle destapado le arropó sonriendo, daban igual los malos recuerdos, ahora tenía una familia y no podía ser más feliz. Recordó el telegrama de Pelayo, sonrió al recordar a Fernando entrar por la puerta de casa pletórico.

Una semana antes
Fernando subió las escaleras de dos en dos, se había asustado cuando Antoine le dijo que tenía un telegrama urgente de Madrid, no le escuchó nada más, cogió el telegrama y lo abrió con impaciencia. Era de Pelayo, pero no eran malas noticias, al leerlo abrió mucho los ojos, no podía creérselo. Salió de la redacción a toda velocidad, incluso se dejó el abrigo en el perchero, por suerte hacía buen día. Llegó a casa sudando, pero no podía pensar en otra cosa que en ese telegrama. Alicia aquella mañana no tenía que ir al despacho, cuando oyó la puerta salió de la habitación de Roberto alarmada y no se tranquilizó al ver el estado de Fernando, aunque su sonrisa desmentía la urgencia que parecía tener el resto de su cuerpo.
-¡Alicia! ¡Mira!
No entendía nada, vio un telegrama urgente en su mano, lo que no ayudó a que pensase que eran buenas noticias.
-Fernando ¿qué ha pasado?
-Todo, Alicia, todo… ¡Daniel! ¡Pelayo!
Alicia le miró preocupada y confundida, se acercó a él y le pasó la mano por la mejilla para quitarle los restos de sudor, se dio cuenta que había salido de la redacción sin recoger sus cosas.
-Fernando, cálmate y cuéntame qué ha pasado.
-Daniel, Alicia, Daniel… ¡Está vivo!
Alicia le miró entrecerrando los ojos, Fernando parecía muy seguro, pero decía algo imposible. Le cogió el telegrama de las manos, pero Fernando no la dejó leerlo, la tomó en brazos y ella se echó a reír.
-Bájame, Fernando, que así no puedo leer.
Ambos reían como si fuesen unos chiquillos, Alicia seguía sin entender nada, pero ver a Fernando tan feliz hacía que ella sintiese la misma felicidad. Cuando la posó en el suelo, la arrastró suavemente al sofá, se sentaron al lado y dejó que Alicia leyese el telegrama; habían identificado erróneamente el cadáver de Daniel, finalmente habían dado con él y ya estaba de vuelta en Madrid y se había reencontrado con Belén. Al sentarse en el sofá cogió aire, realmente había hecho un esfuerzo físico y le había pasado factura, pero merecía la pena. Alicia le abrazó emocionada, pensó que, a ese paso, se acostumbraría a esas situaciones en las que descubría que alguien que creía que estaba muerto, resultaba que no lo estaba. Fernando guardó aquel telegrama dentro de una caja con cosas importantes, él sabía mejor que nadie las vueltas que podía dar la vida y la felicidad que le dio saber a su amigo vivo fue un estallido frente a unos días grises y oscuros. Puso música en volumen bajo y sacó a bailar a Alicia, sus risas sonaban por encima de la canción, se frenó un segundo, fue a la habitación y cogió la cámara de fotos, la preparó para que sacase una foto de forma automática y abrazó a Alicia sin poder disimular la felicidad que sentía en ese momento. Aquella noche llamaron a Pelayo, sabían que muchos días se quedaba hasta tarde en el Asturiano a escuchar radio Pirenaica, después de saludarse, Pelayo les dio todos los detalles de lo que había pasado Daniel en Colombia. Escuchar a sus amigos les tranquilizó aquella noche, disfrutando de la cena más de lo que habían hecho en semanas.

Alicia regresó al presente cuando oyó un pitido, sonrió mientras iba a asomarse, pudo ver a Fernando saludar a los dos vecinos y se echó a reír. Fernando aparcó el coche y salió, instintivamente miró hacia arriba y vio a Alicia, se echó a reír mientras caminaba hacia el portal. Fernando había subido sin prisa, estaba seguro que no estarían listos y se sorprendió cuando casi tropieza con los bolsos en la entrada, se echó a reír dándose cuenta de las ganas que tenía Alicia de esas vacaciones, ella estaba de pie en el salón.
-Vaya, no pensé que ya estaría todo preparado…
Alicia le miró frunciendo el ceño pero divertida, se acercó a él y le mordió suavemente en broma la mano.
-Fernando Solís, no querrás empezar nuestras vacaciones con un enfado ¿verdad?
Fernando se echó a reír y la besó, se acercó al coche de Roberto, que estaba despierto y metiendo el sonajero en la boca. Cogió al niño y se giró para mirar a Alicia, hacía un año seguían los dos en Madrid, no estaban seguros de nada, además estaban en peligro… Sonrió pensando que lo habían conseguido y que esas primeras vacaciones eran otra prueba más de que su vida era real, que no eran momentos prestados.
-Voy a ir bajando todas las cosas, -dejó a Roberto en brazos de Alicia- ¿esperas aquí y bajamos los tres juntos?
-Claro, pero podemos bajar los tres las cosas.
-No te preocupes, en un momento tengo el coche preparado y podremos empezar el viaje…
Fernando cogió primero el coche de Roberto, dentro del capazo metió las bolsas con todo lo necesario para atender al niño. Bajó en el ascensor con una sensación muy extraña, nunca había tenido unas vacaciones, bueno, quizás de niño, antes de morir su padre; pero no recordaba mucho. Sonrió pensando que sólo con Alicia podía haber celebrado sus primeras navidades y sus primeras vacaciones; nunca antes de reencontrarse con ella había pensado en esas cosas. Y, cómo no, Roberto, se rio por lo bajo pensando que vivía las cosas por primera vez a la vez que su hijo. Al salir del portal volvió a mirar hacia arriba y sonrió, Alicia estaba observando; metió el capazo en el asiento de atrás del coche, dejó las bolsas de Roberto en el asiento del copilo y metió las ruedas en el maletero. Subió a casa a por el resto de las cosas, al igual que Alicia, pensó que la mayoría de las cosas eran de su hijo. Cuando tuvo todo colocado en el coche, cerró el maletero y subió a buscar a su mujer y su hijo, quería que saliesen los tres juntos de casa para empezar sus primeras vacaciones. Antes de salir se aseguró que todo quedase cerrado y apagado, Alicia le miraba resignada, no podía olvidarse ni por un momento del orden. Fernando se acercó a ella despacio, saboreando el momento, cogió en brazos a Roberto y la besó.
-¿Vamos?
-Sí.
Respiraron hondo y cerraron la puerta de casa, Roberto no dejaba de moverse en brazos de su padre, le miraron sonriendo, Fernando abrió la puerta del ascensor y cedió el paso a Alicia. Una vez dentro, se quedaron muy juntos, como si el coche de Roberto no les dejase espacio; Alicia cerró los ojos respirando la mezcla del olor de su marido y su hijo, no podría vivir sin esa sensación. Fernando intentó calmar a Roberto que parecía que quería que jugasen con él, pensó que sería difícil que estuviese calmado en el coche. Mientras bajaban, Fernando le relató a Alicia que sus primeras vacaciones en el pueblo marcaron su vida, aquella anécdota sólo la había compartido con Mario el día antes de ser fusilado y ella se emocionó al pensar en lo orgullosa que se sentía de haberle conocido y compartir su vida con él. Antes de salir del portal, le dejaron indicaciones al portero, así como la dirección y el teléfono de la pequeña casa que habían alquilado en Marsella, Fernando insistió en que les llamase si les llegaba correo o alguien iba a su casa. Alicia le miró divertida pensando que seguro que era la primera vez que le decía a una tercera persona donde podría encontrarle, él que se había pasado la vida intentando no dar más información de la cuenta sobre sí mismo.
Alicia abrió los ojos cuando vio que el coche estaba listo para salir, Fernando había colocado absolutamente todo, él le tendió la mano para que pasase al asiento de atrás, Roberto no podía ir solo, aunque sabía que se pasaría el viaje deseando que Alicia estuviese a su lado. Cuando vio que Alicia colocaba el bolso a un lado y se sentaba cómodamente, entró para dejar a Roberto en sus brazos, que seguía manoteando para que jugasen con él. Besó a Alicia durante más tiempo del que debería, tuvo que hacer acopio de todo el autocontrol que tenía para separarse, ella se echó a reír pensando en las horas que les quedaban por delante. Fernando besó a su hijo y le hizo cosquillas antes de incorporarse y colocar su asiento; cerró la puerta del coche cuando se sentó. Se puso el cinturón sonriendo por ver a Alicia estirándose la falda en el asiento, era uno de sus gestos más característico, además de darse cuenta la cantidad de equipaje que llevaban para tan pocos días, movió la cabeza y puso el coche en marcha. Antes de arrancar, miró a su mujer y su hijo por el retrovisor, algo que haría muchas veces durante las siguientes horas; y arrancó, por fin, para empezar las primeras vacaciones los tres juntos.
Llevaban un par de horas de viaje, Alicia no había dejado de reír ante cualquier comentario de Fernando, él no dejaba de mirarles por el retrovisor, sentía ganas de parar el coche y sentarse junto a ellos, pero si querían llegar al destino, debía controlar esos impulsos. Fernando iba concentrado en la carretera, recordó que Alicia había arreglado su permiso de conducir, llevaba tantos años conduciendo y jamás había tenido el carnet para ello, tamborileó los dedos contra el volante tarareando bajito la canción que sonaba en la radio. Roberto iba tranquilo, el vaivén del coche le relajaba, aunque se había empeñado en mirar por la ventanilla, Alicia le sujetaba sobre ella, el niño parecía encantado viendo los lugares por donde pasaban. Alicia disfrutaba del paisaje, además el sol que se filtraba por la ventana conseguía hacerle sentir relajada y feliz, Roberto se portaba estupendamente y los nervios previos a que pudiera marearse se pasaron enseguida. Fernando sonreía ante la curiosidad de su hijo, pero a la vez tenía una sensación de nostalgia, Roberto estaba creciendo y le encantaba verle hacer progresos, disfrutaba con cada uno de ellos, su hijo le hacía feliz y no podría pensar en no tenerle en su vida. Pero también echaba de menos esos días en los que era un bebé recién nacido, descubrir sus primeros gestos, su forma de dormir, la manera en que arrugaba la nariz como Alicia… Pensó en volver a ser padre, le encantaría tener una niñita preciosa que se pareciese a Alicia, dentro de unos años correr detrás de los dos, o de los tres, porque Alicia también echaría a correr como si fuese una niña… Alicia le miraba con los ojos entrecerrados intentando adivinar en qué pensaba, esa sonrisa le anunciaba que estaba imaginándose algo bueno. Fernando le devolvió la mirada y se echó a reír, calculó la reacción de Alicia si compartía con ella sus pensamientos. Sólo soltó la mano derecha del volante para frotarse la nuca, estar en la misma posición varias horas le producía siempre mucha tensión en esa zona, por suerte el buen humor lo hacía más llevadero. Suspiró mientras escuchaba atento a Alicia hablar con un Roberto que pronto le contestaría y pensando cómo plantearle la decisión de tener más hijos, frunció la frente al darse cuenta de cómo había cambiado su vida y muchos de sus pensamientos en tan sólo un año. Era feliz y había conseguido vivir más en ese tiempo que durante los diez anteriores. Volvió a concentrarse en la carretera, por suerte, el tiempo estaba acompañando su viaje, hacía sol y buena temperatura. Bromearon por lo mal que cantaba Alicia, ésta terminó retorciendo el labio y Fernando tuvo que disculparse en tono de broma. Era consciente que si hubiera estado el coche estacionado le hubiese lanzado alguno de los juguetes de Roberto. Alicia recordó el día anterior, Antonio se había empeñado en pagarle sus honorarios por el caso de Andrea, estuvo a punto de gritarle cabreada, pero se contuvo. Finalmente, se le había ocurrido una solución, utilizarían ese dinero para que Liberto y él pasasen unos días en Marsella con ellos, lo que pretendía pagarle Antonio era más que suficiente para que comprasen dos billetes de avión y pasasen tres o cuatro días con ellos. Antonio no estaba seguro, acababan de enterrar a Andrea y no podía gastarse ese dinero en unas vacaciones; Alicia le convenció, ella no iba a cogerle ningún dinero y les vendría bien desconectar de todo, disfrutar de su hijo lejos de París, con tiempo… Finalmente Antonio había aceptado, Alicia estuvo a punto de decirle que quizás a Grace le apeteciese ir, pero se mordió la lengua, no iba a presionar a su amigo y sabía que posiblemente no era el momento para viajar con Grace. La semana siguiente estarían con ellos, volvió a pensar si debían habérselo dicho a Pierre y Diane.
-Fernando… -la miró por el retrovisor- ¿Les decimos a Pierre y Diane que vengan ellos también? Podemos llamarles y proponérselo, seguro que ellos también lo necesitan…
-Quizás quieran pasar estos días a su aire… Diane no tiene que cuidar a Roberto, igual han hecho planes y se los estropeamos…
Alicia se echó a reír, estaba segura que no se habían separado desde que Pierre había vuelto de Madrid, de hecho, algún día de esa semana le dio la sensación que Diane se había quedado en casa de Pierre a dormir, aunque había evitado preguntar. Alicia sabía que Fernando no era completamente partidario de pasar esos días con sus amigos, le gustaba estar con ellos pero no había que ser muy duchos para darse cuenta que buscaba la intimidad, ella, sin embargo, lo veía cómo una forma de compartir unos días de risas que tanto necesitaban todos.
-Eres imposible… Pero no piensas que quizás puedan hacer mejores planes en Marsella, no sé, bañarse en la playa, disfrutar de una noche paseando…
El tono de Alicia le hizo soltar una carcajada, desde luego, si él era imposible, ella no se quedaba atrás. Volvió a tener el impulso de parar el coche, Alicia notó esa mirada y sonrió, iba a ser un viaje muy largo y empezaba a pensar que deberían haber elegido un destino más cercano.
-Bueno, pues entonces ¿les llamamos cuando lleguemos? Espero que no piensen que es una encerrona para que cuiden a Roberto…
-¡Qué bobo eres!
Siguieron riéndose mientras atravesaban Francia en coche, Fernando no dejaba de mirar a Alicia, transmitía felicidad y alegría, realmente necesitaban aquellos momentos después de unos meses tan difíciles. Recordó la noche de la semana anterior en que se quedó tomando algo con sus compañeros, el día anterior habían recibido el telegrama de Pelayo y no podía ocultar la felicidad que sentía.

Una semana antes
Aquella tarde se habían unido muchos compañeros de la redacción además de los de siempre, las risas se podían escuchar desde fuera del bar, Fernando miraba divertido a Jean, que se estaba pasando con las copas y estaba hablando con mucha intimidad con Sophie, se le pasó por la cabeza que Catherine apareciese en el bar en ese momento y no pudo evitar echarse a reír ante la escena que estaba seguro montaría. Recordó a Alicia y las ganas que tenía de abrazarla, tomó un trago de su copa y volvió a reírse mirando a Jean. No dejó de levantar su copa brindando por cualquier cosa, en silencio y con la complicidad de Pierre, brindó muchas veces por Daniel. Poco a poco se fueron retirando todos, Fernando miró alrededor y se dio cuenta que sólo quedaban Pierre, Jean, Antonio y él; pidieron otra copa mientras hablaban divertidos de algunos cotilleos de los que se habían enterado por estar allí media redacción, incluso Antoine se había tomado una copa con ellos. Empezaron a relajarse después de tanta risa animada, fueron a una de las mesas apartadas, Pierre hablaba en ese momento de Diane y no se libró de que Fernando soltase algún comentario de los suyos. Entre risas vieron cómo se acercaba una mujer y las intenciones que llevaba, Fernando se echó a reír pensando que tendría que buscarse otro objetivo, aquella mujer interrumpió su risa pidiéndole fuego sin dejar de mirarle, notó cómo sus amigos se callaban. Le pasó el mechero a aquella mujer, no podía negar que era atractiva pero su coqueteo lo único que conseguía era hacerle reír. Al devolverle el mechero sujetó su mano pero sólo consiguió que Fernando la mirase de forma irónica.
-Un hombre de pocas palabras por lo que veo… -consiguió que Fernando se echase a reír, lo que la animó- Pero a veces las palabras no son necesarias…
Se había sentado al lado de él mirándole a los ojos, a Fernando le divertía a la vez que le incomodaba la situación, por muy interesante que fuese, estaba perdiendo su tiempo… Antonio estuvo a punto de echarse a reír, conocía lo suficiente a Alicia y podía imaginarse la cara que pondría si estuviese allí… Fernando también pensó en Alicia, en la actitud que tendría ante aquella escena, por dentro se divirtió pensándolo, pero estaba serio dando gracias en silencio porque Alicia no estuviese allí. Sin que nadie se diese cuenta jugó con la alianza y sonrió.
-Hoy no es tu día –la miró serio pero con un punto divertido- al menos no conmigo.
-Quién sabe, quizás puedas cambiar de opinión…
Se acercó más a él sin dejar de mirarle, Fernando intentó alejarse y apartó suavemente la mano que había posado en su rodilla.
-Estoy casado.
-Bueno, pero no veo a tu mujer por aquí…
-Yo sí.
-Entiendo… -el tono cortante de Fernando fue más efectivo que el hecho de que dijese que estaba casado; se levantó sin que su ánimo se viese afectado- Una pena… Pero ¿no me vas a presentar a tus amigos?
Los cuatro se echaron a reír, tenían que admitir que no ocultaba nada y resultaba atractiva por ello; Fernando hizo las presentaciones sin saber si debía decirle que la respuesta de todos sería la misma. Antonio la miró casi con pena, pero sin dejar de sonreírle, tenía algo que conseguía que no pudiese apartar la vista de ella; Pierre la saludó sin ganas, pero, para sorpresa de todos, Jean le dio dos besos levantándose para saludarla. Aidee tomó ese saludo como una victoria, habló al oído de Jean ante el estupor de todos, finalmente, Jean se despidió de ellos, Fernando le sujetó un segundo del brazo mirándole. Nunca soportó a Catherine, pero sabía que Jean sentía algo por ella, no pretendía hacerle sentir culpable porque no era asunto suyo lo que pasase entre Jean y Aidee, pero no quería que todo fuese a causa de la borrachera. Jean le miró tranquilo, le dijo que estaba bien, que las copas no le habían afectado tanto… Vieron cómo se alejaba con aquella mujer entre risas y acercamientos. Los tres se echaron a reír, pero Fernando se había quedado algo preocupado, era posible que a Jean le hubiese pasado algo con Catherine y aquella mujer le daba la excusa perfecta para olvidarse de los problemas, esperaba que no se arrepintiese al día siguiente. Decidieron tomar la última copa, Fernando estaba deseando llegar a casa y abrazar a su mujer.

Se echó a reír al recordar a Aidee y Jean, al día siguiente, él no había contado nada aunque sí comprobó que Catherine estaba demasiado callada para lo que era. Alicia le miró intentando adivinar qué pensaba, Fernando miró por el retrovisor todavía riéndose pero sin decidirse. Se debatía si contarle cómo aquella mujer había intentado ligar con él y cómo detectó una actitud en Jean que anunciaba problemas con Catherine, resopló y decidió contárselo pero era imposible no reírse al ver sus caras por el retrovisor. Alicia intentaba poner una sonrisa pero resultaba falsa, se estiraba la falda con nerviosismo y vio cómo hasta que no terminó el relato no fue capaz de relajarse. Se mordió el labio y bromeó con él al ver la seguridad que siempre le ofrecía, de hecho se quedó algo preocupada pensando si Catherine tendría alguien a quién recurrir para hablar. Ese gesto provocó una sensación profunda de admiración en Fernando, era incapaz de poder expresar todo lo que sentía por Alicia y mucho más cuando tenía esa capacidad de anteponer el sufrimiento o la alegría de los demás a sus propios pensamientos. Arrugó la nariz y se dio cuenta que pronto tendrían que parar para cambiar a Roberto y estaba seguro de a quién le tocaría hacerlo. Alicia se acercó a Roberto, que se había quedado dormido.
-Fernando, creo que tenemos que parar… Roberto necesita que le cambies.
-¿Que le cambie yo? Tienes una cara…
Se echaron a reír mientras Fernando buscaba donde parar el coche, cambiar a Roberto allí fue muy incómodo, no consiguió hacerlo sin que se despertase. Cuando acabó, aprovechó para apoyarse en el hombro de Alicia mientras cogía a su hijo y le daba su peluche preferido.
-No me apetece nada seguir conduciendo… -besó a Alicia y después a su hijo- Se está tan bien aquí detrás, los tres juntos…
Alicia empezó a besarle, por suerte, su hijo seguía despierto y acabaron recibiendo un suave golpe del peluche, su hijo le agitaba sin descanso. Se echaron a reír, Fernando besó a su hijo y salió del coche para colocar su asiento y seguir el viaje.
Roberto volvió a quedarse dormido enseguida, Alicia le miraba sin dejar de pensar en todo lo que había crecido, lo comentó con Fernando y empezaron a hablar de los primeros días de Roberto en casa y de las navidades. Fernando la veía sonreír ante cada recuerdo sobre su hijo, pensó si sería buen momento para plantearle volver a ser padres, pero esa conversación requería tiempo y concentración, no podían tenerla en el coche. Vio cómo Alicia se fue quedando dormida mientras hablaba de su hijo, paró el coche sin hacer movimientos bruscos y se giró para tapar a Alicia, arropó también a Roberto que se había destapado al darse la vuelta. Alicia sintió el calor de la manta sobre ella antes de dormirse completamente. Bajó un poco la ventanilla para que el calor del coche no le produjese sueño, se había subido las mangas de la camisa, dejando la chaqueta en el asiento del copiloto. Los pensamientos y recuerdos fueron pasando cómo flashes por su cabeza, también la sensación de haber olvidado qué significaba estar de vacaciones, disfrutar del tiempo sin reloj, sonrió al darse cuenta que había guardado el suyo en la chaqueta y tuvo que sacarlo antes de arrancar el coche, era curioso cómo había dejado de ser esclavo del tiempo siempre sintiendo que esa hora podía ser la última. Al reanudar el viaje, bajó la radio para que no les molestase, suspiró mientras se daba cuenta que el tráfico aumentaba, no iba muy rápido, pero no quería ir dando frenazos cada poco. Se armó de toda la paciencia que tenía, pensó divertido que con los años había ido perdiendo paciencia, aunque no con respecto a Alicia o Roberto. Sonrió recordando el momento en el que le había explicado a Alicia que su trabajo consistía sobre todo en esperar, en ver pasar las horas sin impacientarse. Se echó a reír esperando que no le quedasen horas hasta que volviese a disfrutar de la carretera casi desierta. Miró el reloj sin soltar el volante, antes de dos horas tenían que parar para comer algo y sobre todo para que Roberto tomase el biberón. Suspiró pensando que debería haber convencido a Alicia para haber escogido un destino más cercano, aunque siempre supo que acabarían donde ella quisiese. Miró por el retrovisor para ver a una Alicia que, instintivamente, alargaba la mano hacia el capazo para agarrarlo, le pareció una de las imágenes más tiernas de su vida. Aprovechando que estaba parado, buscó la cámara de fotos, se giró y tomó una foto de ese momento, sabía que Alicia se enfadaría cuando la viese, pero quería guardar ese momento para siempre. Antes de girarse para mirar la carretera, alargó el brazo acariciando la mejilla de Alicia, que sonrió dormida al sentir ese contacto. Se mordió el labio intentando no reírse al guardar la cámara recordando lo poco que le gustaba que la fotografiasen a traición, también lo mucho que la vio disfrutar con su primera sesión de fotos, al recordarlo le vino a la cabeza Soledad, cómo al llegar al barrio estaba defenestrada e intentó ayudarle dándole el mayor número de trabajo posible. Un pensamiento le llevó a otro y recordó la sensación de ver la Plaza tan cambiada pero con problemas parecidos y la misma lealtad de sus amigos. Guardó la cámara junto a los carretes nuevos que había comprado, estaba seguro que acabarían todos en sus primeras vacaciones, se sintió extraño, nunca había tenido tantas fotografías, tantos recuerdos, algo que siempre se había negado a sí mismo. Respiró hondo al ver que el coche de delante no arrancaba aunque el atasco ya se había disuelto; esperó pacientemente, no quería pitar para no despertar a Alicia y Roberto. Después de unos minutos que le parecieron horas, pudo arrancar para seguir su camino. Recordó con una sonrisa la excursión con Alicia para ir a ver a su primo; a pesar de estar también Mati e Hipólito, se tensó al pensar en él, no dejó de mirarla por el retrovisor disimulando. En algunas de esas miradas se había cruzado la mirada con Mati, que no perdía ningún detalle, él apartaba su mirada inmediatamente, pero en aquel momento estuvo seguro que Mati se olía algo y que seguro que acabaría diciéndole a Alicia que había estado todo el día mirándola. Decidió que le preguntaría a Alicia por eso cuando se despertase, mientras tanto siguió atento a la carretera, por suerte, el tráfico volvía a ser fluido. La excursión al campo tenía un propósito muy marcado pero como toda su vida con Alicia, el azar terminaba desbaratando esos planes, movió la cabeza ante los ruiditos de un Roberto dormido.
Alicia se desperezó con cuidado de no despertar a Roberto, sonrió recordando dónde estaban, frotó sus ojos y pensó que Fernando estaría ya muy cansado. Pensó que debía sacarse ella también el carnet por comodidad y para ser más autónoma, al ver la mirada de Fernando en el retrovisor sonrió.
-¿He dormido mucho?
-Bueno… Un rato. Creo que deberíamos parar a comer, a ver si encontramos un bar o restaurante pronto.
Alicia se estiró la falda pero vio que las arrugas ya eran imposibles de alisar, miró el capazo, Roberto seguía dormido.
-Fernando, antes de salir de casa preparé unos bocadillos, si no encontramos donde parar, podemos comerlos.
-¿Te dio tiempo a preparar bocadillos? –la miró sorprendido girando la cabeza un segundo- Na, no me lo creo…
El estómago de Fernando sonó al escuchar hablar de los bocadillos y la comida, intentó contenerlo concentrándose en la cara de falso enfado de Alicia y disfrutó del resto del trayecto hasta que pararon. Alicia torció el gesto, le hubiese gustado estar ya parados en el coche para hacerle cosquillas o vengarse tirándole un peluche, contuvo ese impulso. Fernando sonrió adivinando lo que le había costado controlar el impulso.
-Estás muy gracioso hoy… Sigue así y me los comeré yo…
Fernando se echó a reír divertido consiguiendo que ella sonriese olvidándose del pequeño pique que acababan de tener.
-Oye Alicia… ¿Sabes de qué me he acordado? De la excursión para ir a ver a tu primo…
Alicia sonrió pero le pasó lo mismo que a Fernando cuando pensó en su tío, se quitó esa idea de la cabeza centrando su recuerdo en Fernando y Mati.
-Fue Mati la que me convenció, menos mal que lo hizo, me lo pasé muy bien, aunque falté a clase…
-Mati… Creo que Mati me miró mucho aquel día intentando adivinar si me interesaba en ti.
Alicia se echó a reír recordando la conversación de esa noche con su prima, aunque a ella le hizo ver que no le importaba demasiado, le había gustado escuchar que Fernando sólo la prestaba atención a ella.
-Ya lo creo que te miró… -Fernando sonrió al confirmar sus sospechas- Ella estaba segura que me pusiste ojitos –se echó a reír- aquella noche hablamos de ti…
-¿Ah sí? Claro, ya decía yo que me pitaron los oídos toda la noche…
Alicia le miró entrecerrando los ojos pero riéndose, se acercó al asiento de Fernando y le besó en el cuello separándose inmediatamente, no quería desconcentrarle. Fernando miró, otra vez, por el retrovisor y, otra vez, tuvo ganas de tenerles a los dos al lado.
-No pudieron pitarte los oídos porque no te criticamos, Mati estaba segura que te gustaba, yo le quité importancia porque eras así con todas… Aunque reconozco que me gustó oírlo.
Fernando se sintió culpable, era cierto que no había dejado de mirar a Alicia en todo el día, cada vez que los demás se despistaban él se centraba en Alicia, en sus gestos, en su sonrisa… Pero aquel viaje no pudo disfrutarlo de verdad, en el coche sí, pero una vez allí, tuvo que estar pendiente de muchas cosas. Alicia adivinó sus pensamientos por la arruga que vio en su frente, se acercó y estiró la mano para acariciarle la mejilla.
-Fernando… Aquel viaje fue hace mucho tiempo, ahora podemos disfrutar de nosotros y nuestro hijo sin que haya nada más. No te sientas culpable por algo que no puedes cambiar, el pasado es eso, pasado.
Fernando sonrió emocionado, no sabía cómo, pero Alicia siempre sabía lo que pensaba, lo que le preocupaba. Alicia era demasiado reticente a hablar de su familia, el daño que le había causado su tío y el momento con su tía en el cementerio fueron una losa, además del sentimiento de culpa por no llegar a pensar que Mati, su Mati, pudiera ser forzada por su propio padre. Intentó alejar esos pensamientos concentrándose en Roberto y en un Fernando que ya buscaba restaurantes para parar. Le revolvió el pelo suavemente y volvió a sentirse cómo si fuera una niña en su primera excursión fuera de casa. Fernando aceleró el ritmo, quería encontrar cuando antes un lugar para comer, en unos minutos, estaban aparcando junto a un restaurante modesto pero que tenía las mejores vistas que pudiesen desear. Al entrar en el restaurante, se quedaron sorprendidos, tenía un aspecto muy familiar y a la vez distinguido, Alicia pensó que era muy difícil conseguir ambas cosas. Les ofrecieron comer en la terraza, Fernando miró a una Alicia que, con Roberto en brazos, ya había aceptado la propuesta siguiendo al camarero, él fue detrás cargando la bolsa de Roberto. Al sentarse, lo primero que hicieron fue pedir que les calentasen el agua para el biberón, mientras esperaban, se fijaron en el paisaje, Alicia respiró hondo y se relajó mirando las vistas. Fernando agradeció la comodidad de la silla, estiró sus piernas y movió el cuello ligeramente, algo cargado por las horas de coche. Sonrió a una Alicia disfrutando del entorno, cuando estaba relajada parecía mucho más joven de lo que realmente era, se rascó la cabeza porque si le trasladaba ese pensamiento arrugaría la nariz pensando que la estaba llamando vieja. Sirvió el vino que les habían dejado en la mesa, ofreció una copa a Alicia.
-Por nuestras primeras vacaciones juntos.
-Por nosotros tres, Fernando.
Tomaron un sorbo mientras veían cómo Roberto alzaba los brazos intentando coger la copa de Alicia, se echaron a reír mientras el niño arrugaba la nariz exactamente igual que Alicia al ver que no le dejaban coger lo que tenía su madre.
-Es un calco tuyo Alicia.
Ella sonrió dándose cuenta que era verdad, físicamente se parecía muchísimo a Fernando, pero en el carácter y los gestos tenía que reconocer que era igualito que ella. Cuando tuvieron listo el biberón, Fernando pidió agua, había brindado con vino pero si tenía que conducir todo el día no pensaba hacerlo después de haber bebido. Alicia comprobó la temperatura del biberón y se lo pasó a Fernando, comenzó a probar los entremeses dándose cuenta que tenía mucha más hambre de la que pensaba, se fijó en Fernando con Roberto, en la tranquilidad que transmitía y cómo no dejaba de sonreír. También que siempre terminaban llamando la atención allá dónde fueran, unas veces por el niño, otras por hablar en español y muchas otras por las miradas que solía despertar su marido. Masticó la comida intentando obviar esta última parte. Miró a Alicia que se entretenía charlando con la hija de una de las camareras; pensó que quizás esa niña le estaba dando la oportunidad de sacar el tema de volver a ser padres. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un camarero, que les traía una trona para que sentasen al niño. Fernando miró la trona con recelo, sería la primera en la que se sentase su hijo, y no la veía muy segura; Alicia le miró con una sonrisa resignada mientras probaba el queso. Fernando vio cómo Roberto se terminaba el biberón, pensó en volver al coche a por el capazo, pero cuando intentó dormirle se dio cuenta que el niño no tenía ninguna intención de dormirse. Le sentó con cuidado en la trona mientras dejaba en sus manos el pequeño peluche que Roberto no dejaba de pedir, Alicia sonrió al ver que tardó en sentarse inspeccionando la trona. Finalmente, Fernando se sentó después de poner la trona a su lado, Roberto empezó a babear el peluche, feliz de estar sentado. Cuando les sirvieron la comida, ambos empezaron a comer sin perder tiempo, aunque sin dejar de bromear al mirar los aspavientos de su hijo con aquel peluche. Estaban solos en la terraza, a pesar del encanto de aquel restaurante, estaba vacío, disfrutaron de las vistas y el buen tiempo mientras terminaban de comer. Encendieron un cigarro a la vez y, al darse cuenta, volvieron a echarse a reír. La temperatura era tan agradable que sabían cuánta pereza les iba a dar retomar el viaje. Fernando no comió postre, pero pidió un café cargado, aún quedaban muchos kilómetros hasta llegar a Marsella, Alicia pidió un trozo de tarta y un té. Se iba a sentar sobre Fernando cuando vio a Roberto alzar los brazos para que le cogiesen, le cogió y terminaron los dos sobre Fernando. Él estaba cansado, pero no cambiaría esos momentos por nada, tomó el café mientras acariciaba la mano de su hijo. Fernando movió la taza del café mientras los miraba, se dio cuenta que el camarero intentó acercarse dos veces para comentarles algo pero cambió de idea al ver a Alicia sentada encima de él con el niño en brazos. Le habían pedido que rellenasen el termo de café para el viaje e imaginó que intentaba entregárselo. Alicia degustó su tarta con cuidado de no soltar a Roberto. Fernando tuvo que probar la tarta ante la insistencia de Alicia, acabaron los dos riéndose a carcajadas y con alguna mancha de chocolate. Estaban alargando el momento de volver al coche, se sentían muy relajados, Alicia empezó a besarle pero su hijo se removió en sus brazos y se separó de Fernando sonriendo. Pidieron la cuenta pero, antes de volver al coche, entraron al baño a cambiar a Roberto, era un baño amplio, no tuvieron ningún problema de espacio aunque, finalmente, acabaron muy juntos mientras Alicia terminaba de vestir a Roberto. Cada día era más difícil cambiar a Roberto uno solo, sus movimientos y patadas eran constantes. Por suerte la poca clientela facilitó que nadie les llamase la atención por ocupar tanto tiempo los aseos. Antes de salir los abrazó a los dos bromeando sobre el tiempo que los dos tardaban en el cuarto de baño, ganándose un falso manotazo de Alicia que terminó echándose a reír. Fernando olió el pelo de Alicia, controló el impulso de besarla, volvió a pensar que deberían haber escogido un destino más cercano, tenía muchas ganas de llegar y relajarse junto a su mujer y su hijo. Alicia le besó suavemente sin acercarse mucho y terminó de vestir al niño; Fernando se echó a reír mientras veía cómo Alicia salía del baño. Al llegar al coche, Alicia se quedó de pie sin entrar.
-Fernando, creo que ahora que Roberto no parece que vaya a dormirse… Podríamos ir los dos en el asiento del copilo.
Fernando estaba abriendo la puerta del coche, dejó la puerta para mirarla sin dejar de sonreír.
-Iréis más cómodos detrás, además seguro que Roberto no tarda en quedarse dormido y tendríamos que parar para tumbarle en el capazo.
-Bueno, pues volvemos a parar, pero yo quiero ir un ratito al lado tuyo…
Le pareció mejor idea ir en el asiento de copiloto, temía que Fernando pudiera quedarse dormido o notar cansancio unido a que iba pendiente de ellos. Fernando se echó a reír, hizo que Alicia entrase en el asiento de atrás y entró con ella. Se acomodó haciendo que Alicia se apoyase en él, podría quedarse así el resto del día, cerró los ojos al besar el pelo de Alicia, pero los volvió a abrir cuando notó la mano de su hijo en su mejilla. Alicia soltó una carcajada y besó a su hijo entre risas.
-Ya veo… Estáis compinchados para no dejar que me duerma…
-Claro, si te duermes no podremos empezar las vacaciones… -Alicia le miró divertida, pero se puso seria- Fernando, ¿estás cansado? –le pasó la mano por la mejilla-  Podemos echar la siesta en el coche y después seguimos el viaje.
-¿Insinúas que estoy demasiado mayor para conducir? –se echó a reír consiguiendo que Alicia sonriese levemente- Es hora de ponerse en marcha.
Alicia le sujetó la mano cuando vio que se incorporaba.
-Fernando, lo digo en serio, son muchos kilómetros conduciendo…
Roberto estaba sentado en el capazo, Alicia se acercó a Fernando y empezó a masajearle el cuello, notaba la tensión, se culpó pensado que si se hubiesen quedado más cerca ya habrían llegado y no tendrían que pasar más horas en el coche.
-Alicia… Como sigas no voy a tener ganas de seguir conduciendo…
Terminó el masaje, sin dejar de reírse aunque estaba preocupada, vio cómo Fernando salió y la hacía salir para colocar los dos asientos de delante. Bromear con Alicia y sentir sus caricias le había despejado totalmente, tenía muchas ganas de llegar a la costa y disfrutar de un paseo cerca del mar, antes de arrancar estiró su cuello para darle un larguísimo beso antes de girarse y arrancar. Alicia tardó cinco minutos en estar tan dormida cómo Roberto a pesar de haber sacado un libro para entretenerse, Fernando se echó a reír, encendió la radio, bajó la ventanilla un poco y se dispuso a fumarse un cigarro.
Fernando terminó agradeciendo que Alicia se hubiese empeñado en ir de copiloto, podía arroparles sin girarse ni parar el coche, sonreía ante cualquier ruido de Roberto. Comprobó que Alicia le tenía bien sujeto y se echó a reír en voz baja, desde que habían sido padres eran capaces de dormir sin dejar de estar alerta. Evitó un bostezo encendiendo otro cigarro, calculó que aún les quedaban un par de horas para llegar, Fernando aparcó suavemente, estiró el brazo para tomar el termo y cerró los ojos disfrutando del vaso rebosante. El sol pegaba con fuerza produciendo una sensación de relajación. Se giró para mirar a Alicia y Roberto antes de volver a la carretera, vio que Roberto se había despertado, probablemente por sentir que estaban parados. Pensó en cogerle un momento, pero sabía que Alicia se despertaría si intentaba hacerlo, se acercó con cuidado y le hizo cosquillas consiguiendo que se echase a reír.
-Shhh que vamos a despertar a mamá…
Roberto movía las manos e intentaba hacer lo mismo con los pies, al pasarle los dedos por la cara disfrutó de la suavidad de su piel además de su risa que cada día se parecía más a la de Alicia. Arrancó el motor suavemente después de desabrocharse un par de botones de la camisa, a los pocos minutos de arrancar, Roberto volvía a estar dormido. Se concentró en la carretera aunque no dejaba de pensar en el momento en que pudiesen pasear por la playa, estaba deseando ver a Alicia jugar con la arena. Pensó que en menos de un mes sería el cumpleaños de Alicia, y haría un año que habían llegado a París, sonrió pensando qué sorpresa podría darle. Pensó si no deberían haber esperado para hacer ese viaje, seguro que a ella le hubiese gustado pasar su cumpleaños en la playa. Alicia empezó a despertarse, se movió ligeramente y le miró casi culpable.
-Me he vuelto a dormir…
Fernando no pudo evitar reírse por el tono de Alicia, le acarició la mejilla mientras ella se incorporaba sin despertar a Roberto. Bromeó por la cara de sueño que tenía, le costaba despertarse del todo y estuvo a punto de tirar el libro que llevaba en el regazo.
-Alicia, yo sabía que acabarías dormida, no te preocupes, yo no me he despistado ni un minuto…
-Eso lo sé –sonrió mientras pasaba su mano por el pelo de Fernando- tienes que estar muy cansado…
-Bueno, ya descansaremos cuando lleguemos que no queda nada… Por cierto, Alicia, -acarició su rodilla- Roberto se despertó, pero fui incapaz de cogerle, no le soltabas por nada del mundo…
Se giró para mirarla tiernamente, Alicia sonrió y besó a su hijo mientras acariciaba la mejilla de su marido.
-¿Entonces has parado? –Fernando asintió divertido- Has parado y no me he despertado…
Fernando se echó a reír ofreciéndole un cigarro que ella rechazó, guardó el libro que no había empezado a leer y sacó cuartillas.
-Creo que voy a contestar la última carta de Inés y así evito volver a dormirme…
-Alicia, si quieres puedes dormir… -ella se acercó a besarle el cuello con cuidado de no molestar a Roberto- Entiendo eso como que no quieres seguir durmiendo… -Alicia soltó una carcajada- Pero podemos parar a tomar algo, o sólo para que paséis al asiento de detrás, así Roberto duerme en el capazo y tú puedes escribir tranquila.
-No, prefiero ir aquí…
Empezó a escribir con cuidado de no molestar a su hijo, no era fácil, había visto muchas veces a Fernando hacer el biberón o terminar un artículo con Roberto en brazos, pero para ella era complicado, aunque al final, escribiendo despacio, consiguió estar atenta a su hijo y escribir a su amiga sin poder olvidar la foto que les había llegado con la última carta. Estiró las piernas para ocupar más espacio y poder escribir con más comodidad, el peso de Roberto comenzaba a notarse en sus brazos, los llevaba prácticamente dormidos, cada vez que iban al pediatra, había ganado peso por encima de la media. Sonrió pensando en Inés, hacía poco más de un año que se conocían y sentía una conexión más allá de lo racional con ella. Fernando la miraba de reojo mientras escribía, siempre se concentraba tanto que incluso movía los brazos, volvió a encender la radio para escuchar las noticias y saber la hora que era.

Mi querida Inés
Vuestra hija es preciosa, me encantaría conocerla en persona, es tan linda… Se parece mucho a ti, tiene tus mismos ojos. Espero que no hayan sido muy difíciles los primeros días, verás como pasan muy rápido las primeras semanas y cuando te quieras dar cuenta ya no es un bebé.
Te escribo desde el coche, el último mes ha sido un poco difícil, he terminado el caso que estaba llevando, pero han sido unos días muy tensos. Además, tuvimos noticias de Daniel, aunque finalmente Pelayo nos dijo que todo había sido una confusión, pero antes de eso, pasamos unos días horribles pensando que Daniel había muerto. A Fernando se le ocurrió que después de las semanas tan complicadas que habíamos tenido, podríamos cogernos unos días de vacaciones; así que, aquí estamos, viajando en coche. Nuestro destino es Marsella, me apetece mucho conocer el mar, la playa, sentir la brisa acompañada de mi marido y mi hijo… Roberto está cada día más grande, ya empieza a jugar con todo, a querer coger lo que tenemos nosotros en las manos, yo creo que cualquier día empieza a gatear y no podremos despistarnos ni un segundo. A veces me sorprendo de lo que ha cambiado mi vida en sólo un año, ahora mismo no podría imaginarme sin Roberto y sin Fernando, pienso en los años que pasé tan sola en Madrid… Pero bueno, eso es pasado y ahora soy feliz, mucho más que en toda mi vida. Ojalá pudiésemos vernos y conocer a nuestros hijos, es la única espinita que tengo, que nos hayamos tenido que alejar de tantos buenos amigos. Saluda a Mauro y Macarena de mi parte, también les echo de menos.
Un abrazo muy fuerte para ti y un beso para tu niña.
Alicia Peña

Justo cuando firmaba notó cómo Roberto se removía en sus brazos, guardó la carta y sentó a su hijo sobre ella. Fernando alargó la mano para acariciar a Roberto y terminar haciéndole cosquillas a ella.
-Tú espérate a que lleguemos…
Fernando se echó a reír pensando en las cosquillas que Alicia estaba deseando hacerle, vio el cartel que anunciaba que Marsella estaba a 20 kilómetros y lo señaló para que Alicia mirase.
-Pues llegaremos enseguida…
Alicia se estiró feliz mientras veía cómo su hijo la imitaba, se echó a reír; Fernando tuvo que contener las ganas de besarla para concentrarse en la carretera. En unos minutos estaban en Marsella, Fernando no estaba seguro por dónde ir a la pequeña casa que habían alquilado, Alicia vio las dudas en su mirada, se mordió el labio intentando no soltar una carcajada ante la reticencia de Fernando por preguntar la dirección.
-Antes de que sigas riéndote creo que preguntaré a alguien, no vayamos a perdernos y me eches la culpa…
Alicia torció el gesto divertida, vio cómo Fernando bajaba la ventanilla y le preguntaba a una señora, ésta le dio indicaciones aunque no estaban seguros si lo sabía o se perderían por seguir sus instrucciones. Fernando se metió por un pequeño camino, entre dientes iba maldiciendo a la señora, por allí no parecía que fuesen a llegar a ningún sitio, Alicia evitó reírse, aunque sabía que Fernando acabaría encontrando la forma de llegar. Pensó en bromear al ver que no daban con la casa sobre su poco dominio del francés pero su marido le leyó el pensamiento y entre resoplido y resoplido, por no dar con la casa, bromeó con lo que ella estaba pensando. Finalmente, llegaron a una casa apartada del resto, Alicia miró la dirección y era el número correcto. Fernando aparcó frente a la puerta, no se bajó inmediatamente del coche, se bajó las mangas de la camisa, se puso la chaqueta y tomó a un Roberto que amagaba con llorar al ver que Alicia había saltado, prácticamente, del coche sin él. Le miró intentando explicarle que su madre era así de espontánea y se masajeó la nuca intentando olvidar las horas conduciendo. Alicia echó a correr hacia el jardín, Fernando se rio y la siguió con Roberto en brazos. Al final del jardín había unas escaleras que bajaban hasta el paseo de la playa, una pequeña cala de arena blanca, Alicia estaba frente a las escaleras con los ojos cerrados y respirando la brisa que llegaba. Fernando la besó en el cuello, se puso a su lado y, con el brazo que tenía libre, la atrajo hacia él. Roberto manoteaba en el aire intentando que le hiciesen caso para jugar. No era tarde, pero el sol ya estaba empezando a no calentar, a pesar de eso, la temperatura era buena. Alicia besó a un Roberto que parecía más calmado, después besó a Fernando tomándose su tiempo, disfrutaron de su primer beso frente al mar. La brisa hacía que a Alicia se le descolocase el pelo, Fernando cerró los ojos respirando la mezcla del olor de su pelo y el olor a mar. Alicia respiró hondo abrazada a Fernando.
-Ya hemos llegado… Me apetece bajar a la playa, pero quizás deberíamos descansar, sobre todo tú…
-¿Descansar? –Fernando la besó y se adelantó hacia las escaleras- Hay mucho tiempo para descansar, bajemos…
Alicia se agarró a él y bajaron juntos muy despacio, Roberto reía ante las carantoñas de Alicia, Fernando no podía dejar de sonreír. Cuando llegaron al paseo, Alicia se descalzó y cogió a Roberto para que lo hiciese Fernando, él miró sus zapatos y su pantalón, se descalzó sin estar seguro, no era ropa para andar por la playa… Alicia adivinó sus pensamientos y empezó a hacerle cosquillas mientras con la otra mano agarraba fuerte a Roberto. Fernando estalló en una carcajada y se alejó un poco sin dejar de mirarles, recogió sus zapatos y los de Alicia, los puso a un lado y volvió junto a su mujer. Alicia le besó, dejó a Roberto en sus brazos y echó a correr entrando en la playa, Fernando la miraba embobado, era una mezcla perfecta de la chiquilla que conoció en Madrid y de la adulta que era en ese momento. Empezó a caminar despacio con Roberto en brazos, Alicia corría de un lado a otro sin dejar de reír, estaban solos en aquella pequeña cala, cuando Fernando llegó junto a ella, se abrazó a él besando a Roberto. Pasearon juntos al mismo ritmo, Roberto manoteaba en el aire para que le posasen en la arena, Fernando no tenía ninguna intención de hacerlo pero se reía ante la insistencia de su hijo. Alicia jugaba con la arena mientras caminaban, Fernando suspiró viendo los bajos de su pantalón pero un beso de Alicia le hizo olvidarse de los pantalones. Se acercaron a la orilla, el agua estaba algo fría, pero Alicia no pudo evitar salpicar con los pies; Roberto reía ante algunas gotas que le habían llegado, Fernando vio cómo agitaba los brazos queriendo jugar con el agua. Siguió a Alicia metiendo los pies en el agua, el pantalón ya no tenía remedio así que no le importó mojarlo un poco; caminaron con el agua en sus pies. El sitio les pareció casi irreal, sentir la brisa, el agua fría, las risas de Roberto, produciendo una sensación extraña al ver lo mucho que habían cambiado sus vidas en un año. Alicia se dedicó a coger algunas conchas que le llamaban la atención y Fernando le planteó subir a por las cosas de Roberto y una manta. Alicia torció el gesto, suspiró mirando hacia las escaleras, Fernando se echó a reír y le besó la nuca.
-Ya voy yo… -dejó a Roberto en sus brazos- Seguro que a ti se te olvidaría alguna cosa…
Alicia le miró entrecerrando los ojos pero sin dejar de reírse, terminó haciéndole cosquillas, Fernando la besó en el cuello un instante y se alejó yendo hacia las escaleras. No dejó de mirarle hasta que le perdió de vista, se sentó en la arena obviando que mancharía la falda, agarró la mano de su hijo, que quería coger la arena.
-¿Has visto Roberto? Tienes el mejor padre del mundo, eso no lo puedes dudar, daría su vida por nosotros… Pero no vamos a pensar en esas cosas ¿verdad? –giró al niño para que le mirase- Tenemos mucha suerte ¿sabes? Ha pasado por muchas cosas, los dos hemos pasado por muchas cosas, pero está aquí con nosotros, para nosotros…
Alicia se iba emocionando al hablar con su hijo, pensó en el momento en que fuese capaz de entender lo que le estaba diciendo, estaba segura que Roberto estaría muy orgulloso de él. Cuando llegó al coche sonrió al ver la puerta de Alicia sin cerrar del todo, pensó en meter todas las cosas en la casa, pero tardaría mucho y estaba deseando volver junto a su mujer y su hijo. Lo que sí hizo fue entrar a calentar agua para el biberón de Roberto, no se fijó en la casa, fue directo a la cocina, mientras se calentaba el agua, fue preparando lo que quería llevar a la playa, pensó en bajar el capazo, pero se mancharía… Decidió meter tres o cuatro mantas y así podrían posar el capazo sin que se manchase además de sentarse ellos sobre la arena; sonrió pensando que probablemente Alicia ya estaría sentada sobre la arena… Rebuscó entre las bolsas que Alicia había dejado en el asiento de atrás hasta dar con los bocadillos, volvió a la cocina, cogió el termo que no habían usado, la casa olía a cerrado y a un limpiador de pino, la cocina era luminosa y desde ella podías ver el mar. Metió todas las bolsas en el capazo, sonrió ante tanta cantidad de cosas que iba a bajar para estar un rato en la playa, terminó riéndose al pensar que nunca en su vida había necesitado tantas cosas para un rato. Su hijo estaba por encima de todo y si no estaban en casa, tendría cerca todo lo que pudiese necesitar. Cerró el coche, antes de coger el capazo volvió a masajearse el cuello, lo estiró pensando que el cansancio no era nada comparado con disfrutar de la playa con su familia, fue hacia el jardín cargando con el capazo que pesaba bastante. Desde el jardín pudo oír la risa de Alicia, se quedó un segundo frente a las escaleras concentrado en esa risa, no había sido consciente de lo que había echado de menos precisamente su risa hasta que la había vuelto a escuchar reír en Madrid. Mientras bajaba con todas las cosas pensó que no era la primera vez que estaba en esa costa, sí en esa zona de la playa, pero que todos aquellos recuerdos pertenecían a otra vida. Despejo su mente y bajó las escaleras sonriendo, Alicia giró la cabeza antes de oírle, al verle se echó a reír de lo cargado que venía.
-¡Fernando! Ni que fuésemos a hacer una acampada en la playa…
La miró algo avergonzado, se agachó junto a ella sin posar el capazo y la besó hasta que sintió las manos de su hijo en la cara y se echó a reír.
-Alicia, ¿puedes coger la manta y estirarla para posar el capazo?
Ella se levantó emocionada, había pensado en todo y sobre todo en su hijo; con cuidado se levantó con Roberto y estiró la manta, por fin Fernando pudo soltar el capazo y respiró hondo intentando que no se notase su cansancio.
-Fernando… Necesitas descansar…
-Creo que subestimas a tu marido… ¡No soy tan mayor para estar cansado por tan poco!
Alicia sonrió dándose cuenta que quería que no se sintiese culpable, dejó a Roberto en sus brazos y empezó a sacar todo del capazo. Se sacudió la falda, pero sin mucho empeño, había aceptado que la arena se quedaría pegada a ella; estiró otra manta para ir sacando todo. Fernando se quedó de pie contemplándola y acariciando a su hijo, veía cómo Alicia sacaba todo de la forma más desordenada que se podía hacer, evitó reírse porque sabía lo que le estaba costando sacar todo antes de sentarse.
-Fernando, pero si has traído hasta los bocadillos y el biberón…
-Claro, así podemos quedarnos aquí tranquilamente… Hasta que empiece a hacer frío.
Vio cómo Alicia terminaba de sacar todo suspirando ante su último comentario, ella tenía claro que al primer síntoma de frío haría que subiesen a casa.
-Muchas gracias señorita…
-Señora si no le importa…
Alicia hizo un mohín riéndose y le invitó a sentarse, Fernando se echó a reír mientras se acomodaba en la manta, Alicia disfrutó viendo cómo se quitaba los zapatos cuidadosamente, metiendo los calcetines dentro, tuvo que girarse para que el viento no llevase el pelo a la cara, no podían haber elegido un sitio mejor para desconectar de todo. Pensó que pronto sería su cumpleaños y estaba deseando poder celebrarlo con sus amigos y sus vecinos pero, sobre todo, con ellos dos. Capturó una lágrima antes de que Fernando pensase que estaba llorando de tristeza, nunca se había sentido tan feliz pero, salvo con 18 años, tampoco creía que se pudiera ser tan feliz. Se tumbó apoyando la cabeza en el regazo de Fernando, que estaba sentado. Acomodó al niño sobre Alicia y empezó a acariciarle el pelo a su mujer cerrando los ojos, ese era su mayor descanso, disfrutar junto a su mujer y su hijo. El vino amenizado con un cigarro, unido a la playa desierta, era el lugar ideal para plantearle si debían darle un hermano o una hermana a Roberto, frunció el ceño porque Fernando y ella no habían vuelto a hablar de tener más hijos. Se echaron a reír ante el intento de Roberto de coger la copa de vino que terminó en un pequeño berrinche por no salirse con la suya.
Fernando se quedó dormido entre los gorgoteos de Roberto y el parloteo de Alicia, de fondo el mar golpeaba contra las rocas, quería haber hecho muchas cosas, sacar fotos, darle el biberón al niño, tumbarse sintiendo a Alicia sobre él pero el cansancio pudo con él. Había tenido que subir las ventanillas del copiloto y de la parte de atrás del coche, dar varios viajes con todo el equipaje, la chaqueta la colocó cuidadosamente en el perchero de la entrada. Alicia jugó con los botones de su camisa y al levantar la cabeza se dio cuenta que Fernando estaba dormido, acarició su mejilla e intentó ayudarle a que cogiera mejor postura. Roberto se había quedado dormido en el capazo y aprovechó para sentarse, agarrándose las rodillas mirando el horizonte y el vaivén de las olas. Respiró hondo disfrutando de la tranquilidad de ese momento, en situaciones así solía pensar en todo lo que se hubiese perdido si no hubiese llegado a tiempo al despacho de Bonilla. Miró culpable a Fernando, ninguno de los tres se hubiesen merecido no vivir esos momentos, alargó la mano para arropar a Roberto, que se había dado la vuelta destapándose. Cogió otra de las mantas y la posó suavemente sobre Fernando, estaba empezando a irse la luz del día, ella no tenía frío, podría pasar toda la noche allí y sólo sentiría una sensación de felicidad infinita. Recordó que la obsesión de Fernando por el frío era entendible, después del fusilamiento solía bajarle la temperatura con frecuencia, las manos se le quedaban heladas. Respiró profundamente al darse cuenta que llevaba un año sin administrarse morfina, muchas noches se levantaba y cubría sus dolores con un café, un cigarro y un analgésico. Sonrió tiernamente al ver a Fernando respirar tranquilo, había pasado todo el día conduciendo y atento a cada movimiento suyo y del niño, era increíble su capacidad para tenerlo todo bajo control. Le acarició suavemente el pelo y le vio sonreír sin despertarse, recordó el momento en que le había visto dormirse tras inyectarse la morfina. Se mordió el labio pensando lo que le había costado dejar salir todo lo que seguía sintiendo por Fernando, sólo se lo permitía a sí misma cuando no estaba con él o cuando estaba dormido. Hasta aquella noche después de las jornadas en el Ateneo, aquella noche dejó salir todo lo que sentía, no pensó, sólo sintió. Con los pies empezó a jugar con la arena mientras terminaba la copa de vino, sonrió con tristeza pensando si en algún momento podrían disfrutar de unas vacaciones así en España, se emocionó pensando en que quizás podría ser en una playa de Barcelona, reencontrándose con sus amigos… Sonrió pensando en Inés y Macarena, en Mauro y la niña a la que no sabía si llegaría a conocer; justo en ese momento oyó a Roberto gimotear y dejó los recuerdos para otro momento. Cogió al niño en brazos y sacó el termo con el biberón, Roberto comía pausadamente, estaba tan relajado como ella. Recordó que pronto tenían que introducirle cosas nuevas a la dieta, esperaba tener mano para poder hacerle los purés y papillas, muchas veces se sentían un poco perdidos por la inexperiencia pero lo cubrían preguntando y viendo que su hijo era feliz. Cerró los ojos al sentir la brisa en su cara pensando en lo importante que era lo que habían construido entre los tres. Notó cómo Fernando acariciaba su espalda, le hubiese gustado que durmiese más, había sido un día muy cansado para él, sonrió girando la cabeza para mirarle. Le vio estirar el cuello y mirarla con una sonrisa, Fernando había notado la espalda de Alicia relajada y al girarse una sonrisa que seguía produciendo un efecto devastador en él, nunca se había quedado dormido en un lugar público desde que era niño, sin embargo ahora era una constante.
-¿He dormido mucho?
-Bueno, un rato, estabas muy cansado… Aunque sé que no eres tan mayor para cansarte.
Fernando se echó a reír todavía adormilado, se frotó los ojos pensando que estaba anocheciendo, las olas comenzaban a golpear con fuerza, pensó que deberían ir a casa en breve e instalarse. Se incorporó para besar a su hijo en la mano, acababa de terminarse el biberón, le cambiaron entre los dos intentando hacerlo con rapidez para que no sintiese frío. Tuvieron que moverse, la marea estaba subiendo y en poco tiempo llegaría el agua a donde estaban; Fernando paseó con Roberto mientras Alicia movía las cosas. El niño se durmió relajado con el sonido de mar de fondo, le posó en el capazo y le arropó, incluso pensó que demasiado, aunque se hubiese ido el sol, no hacía tanto frío. Alicia estaba tumbada en la manta sin dejar de mirarle, Fernando se tumbó junto a ella y le acarició la cara sonriendo.
-Fernando… Cuando hablamos de Mati esta tarde… -sonrió pensando en su prima, cómo la gustaría que todo hubiese sido distinto- Nunca te lo he dicho, ni lo hablé con ella; pero siempre supo que nos habíamos seguido viendo…
-¿Cómo? –Fernando abrió los ojos sorprendido y pensando lo que le habría dicho si en aquel entonces hubiese sabido que se lo había contado a su prima- Se lo dijiste…
-No, claro que no, ella sabía que estaba enamorada, que te defendía frente a cualquiera… Además, sabía que me pasaba algo, que salía mucho de casa sin tener motivo… Y uno de los días me vio una mancha de sangre en la manga; nunca dijo nada a nadie, ni volvimos a hablar sobre ello. –Fernando acariciaba su pelo pensando en Mati, en todas las chicas que, como ella, eran anuladas por el régimen- No sé hasta donde se imaginó, supongo que después de lo que pasó ella –los dos sintieron la misma rabia al pensar en Hipólito- no ha pensado mucho en eso, bastante tiene ella… Y a pesar de ser dura conmigo, de echarme en cara mi actitud, mi indiferencia con los problemas de la familia… A pesar de todo eso, sé que me quería y que nunca le dijo nada a nadie.
Fernando besó a Alicia intentando que olvidase todo el sufrimiento en casa de sus tíos, se dejó abrazar por un Fernando que notaba tenso. Acarició la nuca de Alicia, siempre se quedaba triste y muy pensativa al pensar en su familia, estaba seguro que ni siquiera su amiga Inés conocía la historia del infierno que pasó viviendo con sus tíos, intentó que el odio hacia Hipólito no empañase ese día, besó a su hijo en la cara comprobando que estaba sin frio.
-Alicia, no pienses en ellos… En Mati, sí, por supuesto, pero no en lo que pasó, en tus tíos…
-Estoy segura que Mati estaría feliz de saber que tengo un hijo, un marido al que amo…
-Seguro que sí, aunque no estoy seguro de qué pensaría si supiese que yo soy tu marido…
Fernando se echó a reír intentando relajar los recuerdos, Alicia sonrió imaginándose la sorpresa de Mati al ver a Fernando y la mirada reprobatoria que le dedicaría a ella, pero sabía que finalmente la abrazaría emocionada. Se acercó más a Fernando, empezó a besarle cerrando los ojos, el sonido del mar, la brisa, el olor de Fernando… Todo hacía que quisiese sentir sus besos y sus caricias; Fernando se separó un segundo para mirar a Roberto, seguía tapado y respiraba profundamente. Volvió a acomodarse junto a Alicia mientras empezaba a desabrocharse la camisa, ella se echó a reír pensando que había conseguido que por un momento Fernando se olvidase de si hacía frío o no. Le dio un masaje en el cuello y los hombros, Fernando se relajó sintiendo sus manos, cerró los ojos y disfrutó de aquel masaje. Alicia deslizó sus manos para seguir desnudándole, él acarició a Alicia quitándole la blusa. Se desnudaron despacio disfrutando de cada caricia, de la sensación de sentir al otro con el sonido de fondo del mar y la mezcla del olor.

Fernando cogió la manta con la que le había tapado Alicia mientras dormía, sonrió pensando que por suerte había bajado a la playa con todo lo necesario. Miró a Roberto, se había destapado un poco, le arropó suavemente besándole la nariz. Extendió la manta tapándoles a ambos, Alicia le abrazaba con fuerza con los ojos cerrados, acarició su pelo enredando los dedos en él. Fernando estuvo durante un tiempo disfrutando de la mezcla de sensaciones de hacer el amor en la playa, sentir la arena en el pelo pero, además, pensando en lo equivocado que había estado gran parte de su vida, sí se podía ser feliz a pesar de todas las injusticias, precisamente formaba parte de esa lucha contra ellas. Sacó el brazo izquierdo, que tenía debajo de la nuca, con cuidado de no despertar a Alicia y encendió un cigarro. Alicia se removió besándole.
-Alicia… -le pasó el cigarro- Me encantaría volver a ser padre –la miró de reojo intentando adivinar su reacción, vio cómo daba una calada- tener una niña preciosa, que no deje de llorar y de reír, que Roberto y ella crezcan juntos y puedan jugar…
Alicia sonreía todavía sin decidirse a mirarle, notaba la cautela con la que Fernando se lo proponía, había sido ella la que había decidido esperar y sabía que no quería presionarla. Tragó saliva esperando la contestación de Alicia, adoraba a Roberto pero jamás habían hablado de ser padres, no podrían quererle más y sabía que Alicia siempre quiso ser madre pero no deseaba presionarla de ninguna forma. Respiró al ver la sonrisa de ella de la que intuyó ella también había pensado en ese tema.
-Fernando ¿sabes que podríamos tener gemelos?
Él se echó a reír pensando que Alicia había encontrado la excusa perfecta para posponer tener otro hijo.
-Claro, tu madre y tu tía… Bueno, pues tenemos dos niñas exactamente iguales, a las que Roberto querrá cuidar cuando crezca un poco, que sean la envidia del vecindario…
Alicia se echó a reír devolviéndole el cigarro, en ese momento deseó tener dos niñas preciosas, pero eso no podían elegirlo.
-¿Y si son dos niños?
-Bueno, pues dos niños, preciosos, que se parezcan a ti, pero con algo menos de carácter…
Alicia le manoteó con suavidad la mejilla aunque en silencio le dio la razón, porque como tuviesen gemelos o gemelas y sacasen su carácter…
-Pero Fernando, podemos tener sólo un niño, o una niña, o niño y niña… Eso no podemos controlarlo…
-Y no quiero controlarlo, no me importa que sean gemelos o no, que sean niños o niñas… Quiero tener otro hijo contigo porque te amo, Roberto es lo mejor que nos ha pasado y estoy seguro que seríamos muy felices con otro hijo. Pero podemos dejarlo para más adelante, cuando Roberto ya sea algo mayor y no tengamos que estar tan pendientes de él…
-Fernando, no quiero dejarlo para más adelante. Me encantaría tener otro hijo contigo….
Alicia era consciente del miedo de Fernando a que Roberto, en un futuro, pudiera quedarse solo, también del anhelo de tener una hija, se echó a reír pensando que se parecía más a Marcelino de lo que ellos creían. Al agarrarle las manos y mirarse fijamente se produjo un momento especial dónde parecían haber sellado una especie de acuerdo. Empezó a besarle emocionada, Fernando apagó el cigarro y se rindió al beso hasta que notaron el agua fría en sus pies. Se echaron a reír, la playa estaba a oscuras, se veía alguna luz lejana en el horizonte además de la luz de la luna y la luz que proyectaban las farolas del paseo y de las escaleras. Fernando se levantó, movió el capazo dejándolo un poco más lejos para que no le llegase el agua, ayudó a calzarse a Alicia y recogió todo lo que tenían esparcido por la manta. Se calzó sin dejar de mirar a Alicia, la poca luz que había hacía que tuviese un brillo especial.
-Alicia, si quieres podemos subir juntos con el niño y yo vuelvo a bajar a por las cosas, traerlas fue fácil porque venían dentro del capazo…
-¿Estás insinuando que no puedo cargar con un par de bolsas?
-No, claro que no, tú puedes con todo lo que te propongas…
La besó el cuello sin dejar de sonreír, había calculado que el tema de otro hijo la pondría tensa, al ver su reacción sintió una felicidad que le parecía casi irreal. Cogió el capazo con Roberto dentro, vio cómo Alicia cogía las bolsas y empezaron a subir las escaleras lentamente. A Alicia le dio pena dejar su estancia en la playa pero pensó que quedaban muchos días.
Fernando encendió la luz de la entrada, Alicia posó las bolsas en el suelo para ir directa a la cocina y comprobar si Fernando tenía razón. Al mirar por la ventana sonrió, las vistas eran maravillosas. Fernando posó el capazo con un Roberto dormido en el sofá, salió al coche y sacó las ruedas; al entrar montó el coche con cuidado. Alicia entró al salón sonriendo y le besó.
-¿Sacamos todas las cosas del coche? La verdad, no me apetece mucho, y tú tienes que descansar…
Fernando se echó a reír abrazándola, aunque también pensaba que era muy tarde para ponerse a ordenar todas las cosas.
-Lo dejamos para mañana entonces… Vamos a ver la habitación, espero que sea cierto que hay una cuna en condiciones…
Alicia le miró sonriendo y evitando un bostezo, la casa era acogedora y a la vez diáfana, Alicia la recorrió tocando con las yemas de los dedos los muebles, disfrutando con los balcones, sonriendo por la tranquilidad que transmitía. Fernando disfrutó viendo a Alicia descubrir cada rincón. Fueron juntos hacia la habitación, era amplia y tenía un ventanal que daba al jardín. Alicia sonrió emocionada mientras se acercaba y miraba al exterior disfrutando de la luz de la luna.
-Es preciosa ¿no te parece?
Fernando la abrazó por detrás olvidándose de la cuna y del cansancio, la besó el cuello y respiró su olor.
-Sí…
Alicia se giró para besarle pero él se separó despacio echándose a reír y acercándose a la cuna. Cuando comprobó que podía moverse por la habitación y que parecía segura, fue a buscar a Roberto, llevó el coche a la habitación y le cogió con cuidado. Alicia preparó la cuna con las sábanas que habían llevado para Roberto, dejó al niño con cuidado y le arropó.
-Voy a cerrar la puerta de la entrada y a apagar las luces, vuelvo en un segundo…
Alicia le besó antes de verle salir de la habitación, se acercó a la cuna para ver a un Roberto que dormía tranquilamente, le besó la frente pensando en lo feliz que era de tenerle en su vida y lo feliz que sería si volvían a ser padres. Se sentó en la cama mirando hacia el jardín y sonrió pensando que ni en sus mejores sueños se habría imaginado unas vacaciones así.
Fernando salió al coche, cogió del maletero la bolsa con los productos de aseo para el días siguiente, también cogió ropa cómoda para dormir. Sonrió resignado pensando que por muy cansado que estuviese, siempre necesitaba ordenar un poco; terminó de llevar todas las cosas a casa, comprobó que el coche estaba cerrado y que había línea de teléfono en casa. Había tenido que sacudirse el pelo antes de entrar pero se fijó que un reguero de arena permanecía a sus pasos, le quitó importancia y comprobó que la calefacción funcionaba. Puso sobre la mesa las bolsas que había dejado Alicia a la entrada, cogió los bocadillos y la ropa cómoda junto a la bolsa del baño y fue apagando las luces. Al entrar en la habitación vio su figura, sentada en la cama, mirando a través de la ventana. Respiró profundamente antes de acercarse a ella que le recibió con una amplia sonrisa, cuando vio las bolsas que traía, abrió los ojos con sorpresa.
-Tienes razón, soy un desastre…
Fernando se echó a reír besándola.
-A mí me encantas como eres…
Volvió a besarla pero se separó, fue al baño a dejar las cosas, Alicia se echó a reír pensando que era imposible que se relajase sin tener todo bajo control. Vio que había traído del coche uno de sus camisones y se cambió, al quitarse la falda torció el gesto, estaba llena de arena mojada. La dejó en el suelo y se acomodó en la cama, vio a Fernando regresar del baño y cambiarse él también, se echó a reír al ver cómo recogía la ropa de los dos y la llevaba al baño.
-Fernando… Relájate, estamos de vacaciones…
-Lo sé –se sentó en la cama junto a ella- pero mejor recogerlo ahora que mañana ¿no?
Cogió la bolsa de los bocadillos intentando adivinar de qué los había hecho, sacó dos copas y las llenó con lo que quedaba de vino en la botella.
-¿Quieres que comamos los bocadillos en la cama?
-¿Por qué no?
Se tumbó junto a ella mientras empezaba a comer, hacía horas que no comían nada y no pensaba dejar que se durmiesen casi sin comer en todo el día. Alicia se echó a reír imitándole e intentando que no cayesen migas a la cama; comieron los bocadillos en silencio, realmente tenían mucha hambre. Fernando vio los esfuerzos de Alicia por evitar dejar caer cualquier miga y se echó a reír sabiendo que lo hacía más por él que por ella misma. Alicia no podía dejar de reír cada vez que Fernando se empeñaba en sacudir las migas de pan que dejaban los bocadillos. Cuando terminaron la cena, brindaron por las vacaciones, por su amor, por su hijo, por los amigos…
-Los bocadillos estaban muy buenos, nos has salvado la vida…
-¡Exagerado! No creo que nos pase nada si no cenamos un día…
Fernando la miró mordiéndose el labio y evitando ponerse protector con el orden en las comidas, Alicia se echó a reír pero fue interrumpida por un beso. Se separó suavemente para mirarle a los ojos y acariciarle el pelo.
-¿No estás cansado? Deberíamos dormir, ya es tarde…
-Sí, claro que estoy cansado… Pero si queremos volver a ser padres, tendremos que ponernos manos a la obra…
Alicia se echó a reír pero su risa fue interrumpida por un beso de Fernando. Cerró los ojos disfrutando de las caricias de Fernando, sonrió al comprobar que siempre se le erizaba la piel con el solo contacto de sus dedos. Hicieron el amor lentamente, sabiendo que tenían todo el tiempo del mundo por delante y que sus vacaciones sólo acababan de comenzar. Después de hacer el amor compartieron un cigarro que terminó fumándoselo Fernando al ver a una Alicia completamente dormida, le besó el pelo, apagó las luces y los cubrió con la ropa de cama. Ya estaba amaneciendo, los primeros rayos del sol se filtraban por el ventanal. Escuchaba la respiración de Roberto, las olas del mar al fondo y se durmió casi saboreando una paz que nunca pensó que pudiera encontrar.

__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!
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