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Alicia suspiró al notar otra vuelta de Fernando, hacía poco que había mirado la hora y no eran ni las siete de la mañana. Pelayo llegaría a las 12 a París, sabía lo nervioso que estaba por verle, ella también lo estaba, pero tenía mucho sueño y había notado las vueltas de Fernando desde hacía un rato. Fernando la miró mordiéndose el labio, otras veces se levantaba para no molestarla, pero ese día no había querido hacerlo porque era pronto y no sabía qué hacer hasta que llegase la hora. Tenía la mano en el cuello y no paraba de mirar el despertador, entrecerró los ojos y decidió poner fin a una noche casi en vela antes de que su mujer terminase cansándose y le soltase un manotazo. La besó en el pelo y al verla sonreír estuvo a punto de echarse a reír. Cerró la puerta de la habitación al salir, tenía un artículo que entregar por la tarde, pero no le apetecía nada ponerse a escribir en ese momento. Entró en la habitación de su hijo despacio, le vio dormir tranquilamente, fue a por cuartillas y la pluma y se sentó en la mecedora frente a Roberto. No podía concentrarse en el trabajo en ese momento, hacía unos días había pasado un par de días muy ocupados, la revista se volcó en cubrir la presentación del proyecto de De Gaulle para la elección del presidente de la república por sufragio universal. El día anterior le había pedido unos días libres a su jefe, pero tenía que seguir escribiendo algunos artículos en casa; esperaba poder concentrarse después de desayunar. Al ver a su hijo dormir pensó en su amigo Daniel y en lo que le gustaría que llegase junto a Pelayo en ese avión. Encendió una de las lámparas pequeñas para no molestar a Roberto, y empezó a escribir.

Querido Daniel
Dentro de unas horas llegará Pelayo, creo que nunca había estado tan nervioso pensando en volver a ver a un amigo… Y no sabes lo que me gustaría que tú también vinieses, hace poco tuve que despedirme de otro amigo, nada malo, se ha ido a trabajar a Toulouse, pero me recordó todas las despedidas.
Roberto sigue creciendo, es un niño muy listo y no para de hablar y de andar, a veces tenemos que frenarle porque si fuese por él, echaría a correr sin agarrarse. Alicia lleva muy adelantado el libro, ha hecho varias entrevistas y hasta se ha empeñado en que yo forme parte del libro… Creo que gracias a eso he dejado atrás los últimos fantasmas del pasado, compartirlo con ella fue casi como una liberación, saber que juntos hemos creado una familia, que vivimos día a día para hacer felices a nuestros hijos, hace que el pasado no importe. Estamos deseando que nazca el bebé, los dos creemos que será niña, no nos importa porque si es niño le querremos exactamente igual que a Roberto, pero sentimos que será niña. Tengo muchas ganas de tenerla en brazos, de verle la cara y volver a pasar por los primeros lloros o los primeros cambios. En la vida hubiese imaginado que acabaría siendo padre de familia, que formaría mi propia familia; me habría perdido tantos momentos…
Espero que por Madrid todo siga yendo bien, el Pozo necesita gente como tú y estoy seguro que ayudas a todos allí. Ya sabes que aquí tenéis una casa a la que podéis venir siempre que queráis; estaríamos encantados de recibiros. Volver a ver a Pelayo es un sueño, la verdad es que estoy nervioso porque conozca a Roberto, nuestra casa, nuestra vida, y porque pueda disfrutar unos días de París y se recupere del todo.
Un abrazo muy fuerte
Fernando Esquivel

Al cerrar la pluma respiró hondo, le parecía increíble poder llegar a sincerarse tanto por carta con alguien, aunque claro, ese alguien era Daniel y cada carta suya que llegaba era casi como volver a hablar con él, a escuchar sus consejos y a ver su mirada.
Miró a su hijo que se dio la vuelta dormido, se mordió el labio esperando que Pelayo no se enfadase, esa vez no podía echar la culpa a Alicia porque había salido de él. Le había pedido a un contacto de la revista si podía encontrar a una persona, sólo tenía su nombre, Amparo Bermejo; el día anterior le habían dado su dirección. Al doblar las cuartillas torció el gesto pensando en los favores que había pedido para localizar a Amparo, no podía dejar de recordar lo nerviosa que se había puesto Alicia cuando llamó a la revista y le dijeron que no había pasado por allí. Por suerte le dejó explicarse al llegar a casa antes de enfadarse o desconfiar. Nunca antes había hecho algo así, pero pensó que Pelayo se merecía poder volver a ver a esa mujer que tanto le impresionó y le importó hacía poco más de un año. Cerró los ojos mientras recordaba a Pelayo, era algo más que un amigo, casi un padre que estaba a su lado sin condiciones, para todo. Sonrió al recordar que hasta había discutido con Marcelino cuando le había pedido que se fuese del Hostal; nunca podría agradecerle todo lo que había hecho por él. No llegó a quedarse dormido, los recuerdos no le dejaban, cuando su hijo se estiró bostezando, abrió los ojos y le vio frotarse los ojos. Le cogió y sonrió al notar cómo se agarraba a su pijama, intentó taparle pero pocos minutos después, estaba tan despierto que lo único que quería era jugar.
-Shhh Roberto –el niño no dejaba de reír mientras tiraba los juguetes- es muy pronto y mamá se enfadará si la despertamos… -le dio uno de sus peluches preferidos y le vio quedarse sentado mientras le agitaba suavemente- ¿Sabes que hoy es un día muy especial? Llega Pelayo –sonrió cuando su hijo le miró al decir el nombre de su amigo- sí, Pelayo, hoy le vas a conocer.
Tuvo que aguantarse la risa cuando su hijo empezó a hablar mirándole, parecía que le estaba dando todo un discurso, incluso pensó que nombró un par de veces a Pelayo, aunque claro, en su propia lengua. Estaba deseando que llegase el momento de tener conversaciones con él, sonrió porque estaba seguro que Roberto sería tan tozudo como Alicia y no dejaría de intentar convencerle de cualquier cosa. Mientras sentía el calor de su hijo en brazos pensaba, no sólo en lo afortunado que era, sino también cómo habían reconstruido una relación con demasiadas medias verdades. El tiempo se le pasaba volando si estaba con Roberto, por un momento se olvidaba de todo, se relajó tanto que no quedaba ni rastro de los nervios o la impaciencia. Alicia se estiró mientras arrugaba la nariz, todavía era pronto pero escuchar las risas que llegaban de la habitación de su hijo le hacía no querer dormir más. Se levantó despacio acariciándose la tripa, recordó la última llamada de Pelayo, había sido él mismo quien les llamó cuando recibió los billetes de avión. Le notaron más animado en esa llamada, esperaba que disfrutase sus días en París, además, sabía que Fernando había conseguido la dirección de Amparo. Cuando su marido le confesó que había pedido ayuda a un contacto de la revista, se había echado a reír pensando que le estaba pegando algo de su personalidad. Salió de la habitación todavía riéndose al recordarlo, se quedó en el quicio de la puerta observando los juegos de los dos; Fernando no tuvo que girarse para saber que Alicia estaba en la puerta, despeinada, con la bata que ya comenzaba a quedar ceñida y una sonrisa en la boca. Sonrió y miró el reloj pensando que con su hijo perdía la noción del tiempo; ayudó a Alicia a sentarse junto a ellos en la manta, él preferiría que se sentase en la mecedora pero llevaba días controlando esos pensamientos. Vio cómo Roberto se iba directo hacia ella olvidándose por completo de él y se echó a reír, les miró recordando una frase que le dijo a Alicia en el despacho de Bonilla y sonrió porque ya no tenían paredes prestadas, estaban en su hogar y les tenía a los tres. Alicia le miró intentando adivinar qué estaba pensado, él se echó a reír y se movió para quedar sentado al lado de los dos.
-Me encanta despertarme y saber que estoy en casa, en nuestro hogar, -cerró los ojos mientras acariciaba la espalda de Alicia y la mano de su hijo- es todo lo que me importa, teneros a vosotros y tener un lugar donde nuestros hijos crezcan.
Alicia le miró intrigada por esa afirmación a esas horas, le besó suavemente y atendió a su hijo, que insistía en jugar con ella.
-Yo nunca había sido tan feliz al despertarme por las mañanas, incluso las noches en las que no me dejas dormir con tus vueltas…
Fernando se echó a reír mientras se levantaba, subió la persiana y suspiró al ver el cielo cubierto, esperaba que no lloviese precisamente ese día.
-Voy a preparar el desayuno –se agachó para besarla, tardó en separarse más de lo que había previsto, fue Roberto el que le recordó que tenía cosas que hacer al darle con el peluche en el pecho- alguno parece que tiene mucha hambre…
Salió de la habitación sonriendo ante la carcajada de Alicia, al llegar a la cocina encendió un cigarro y empezó a preparar el desayuno. Alicia sonreía al ver la vitalidad de su hijo, cogió el juguete que le ofrecía y le vio andar torpemente hasta el balancín.
-Roberto, ven –fue detrás de él para sostenerle- todavía eres muy pequeño, pero te prometo que podrás jugar con él todo lo que quieras dentro de poco…
Se quedó mirando el balancín mientras cogía a un Roberto que empezaba a imponer su carácter, tuvo que conformarse con gatear por la manta mientras su madre le hacía carantoñas. Cuando vio que Roberto se quedaba sentado, decidió levantarse mientras oía de fondo a Fernando preparar el desayuno. Sentó a Roberto en la trona, le puso el babero y le hizo cosquillas para evitar el berrinche que su hijo amenazaba con empezar por tener que estar sentado. Ya era casi imposible sacarle de casa en la silla, pero además, empezaba a serlo que se sentase en la trona esperando el desayuno o la comida; le acarició el pelo pensando que le encantaba la personalidad tan independiente de su hijo. Fernando llevó el desayuno a la mesa, miró a Alicia fingiendo cansancio y ella se echó a reír, se levantó para ayudarle y, al pasar junto a él, se giró para besarle el cuello. Fernando se quedó mirando a su hijo, sonrió cuando el niño le señaló y pidió papilla.
-No Roberto, hoy desayunamos otra cosa, mira –le enseñó el yogurt y la cuchara, vio cómo su hijo se echaba a reír justo cuando Alicia regresaba con el café- seguro que te gusta.
Vieron cómo movía la cabeza mirando el yogurt, Alicia se sentó en frente de ellos tomando un sorbo de té sin dejar de mirarles. Fernando le dio una cucharada, el niño torció el gesto y acabó echando el yogurt al babero. Fernando se rascó el pelo y recordó que el pediatra les había dicho que podían echarle trozos de fruta para que le resultase más atractivo; Alicia sonrió al verle ir a la cocina.
-No te preocupes Roberto, -alargó la mano para acariciarle la mejilla- papá volverá ahora y seguro que te gusta el desayuno.
Cogió un brioche y se echó a reír al ver que su hijo se lo pedía, Fernando regresó con la manzana en la mano para enseñársela, Roberto se echó a reír moviendo los brazos, sonrió y empezó a trocearla para mezclarla con el yogurt. Dejó que Roberto cogiese la cuchara y le guio para que pudiese comer, suspiró aliviado al ver que así sí comía el yogurt. Alicia recordó, mientras desayunaba, que pronto le tocaba una nueva revisión, llevaban unas semanas tan centrados en la visita de Pelayo que había estado a punto de olvidarlo. Cerró los ojos fingiendo enfado cuando se dio cuenta que Roberto acababa de echarle yogurt en el pelo, miró con gesto torcido a un Fernando que disimulaba una sonrisa mientras jugaba con la cucharilla del café. Roberto apenas tardó unos minutos en terminarlo, le dio una galleta y se sentó a desayunar a la vez que Alicia terminaba. Mientras se tomaba el café, hablaron de los sitios donde querían llevar a Pelayo, Fernando le recordó que estaba recuperándose así que no podían agobiarle, Alicia sonrió mordiéndose el labio, el lado protector de su marido salía con todas las personas a las que quería. Mientras Fernando recogía, Alicia fue a preparar la ropa y a ducharse después de dejar a Roberto en la manta; no le importó qué ropa escoger, llevaba días pensando que estaba engordando demasiado, pero esa mañana no le importaba ni la ropa ni el maquillaje. Fernando no tardó nada en recoger y se sentó en el salón para escribir el artículo que tenía pendiente; oír reír a su hijo hacía que cada poco tiempo desviase la mirada hacia él. Roberto terminaba centrando la atención de los dos y mucho más cuando comenzó a llamar a Pelayo al sonar el teléfono. Fernando descolgó mientras se reía al oír a su hijo, Alicia preguntó desde la ducha quién era, suspiró divertido al escuchar a Antonio al otro lado del teléfono; entendía que él estuviese todavía más nervioso que ellos, hacía muchos años que no veía a Pelayo, aunque estaba seguro que hubiese preferido ver a Marcelino. Les llamaba para recordarles que esa noche irían los tres a cenar a casa, Fernando estuvo a punto de echarse a reír, era imposible que lo hubiese olvidado, no sólo por la importancia de la cena, también porque la noche anterior había llamado para recordárselo. Fingió hastío con Antonio, se conocían desde hacía muchos años y era consciente de lo importante que era para Antonio esa visita. En el fondo Pelayo había ejercido de padre para ellos. Alicia salió de la ducha, se puso el albornoz sin molestarse en secarse y fue al salón esperando que no fuese una llamada de Madrid cancelando el viaje; Fernando se echó a reír al verla entrar justo cuando colgaba el teléfono.
-Tranquila –la abrazó sin importarle que pudiese mojarle y le colocó un mechón de pelo totalmente empapado- era Antonio, por si no nos acordábamos que esta noche vienen a cenar…
La carcajada de Alicia hizo reír a su hijo que no paraba de repetir el nombre de Pelayo, Fernando pensó divertido que si seguía así, lograría decirlo con todas las letras. Se sentó a terminar el artículo mientras Alicia iba a vestirse y Roberto se centraba en sus juguetes. Alicia terminó de secarse y se vistió mucho más rápido que otras veces, apenas se maquilló, al mirarse en el espejo sonrió pensando en lo importante que era Pelayo para ellos y para todas las personas que le conocían. Estaba deseando probar un café preparado por Pelayo, escuchar su voz peculiar, sus expresiones. Se mordió el labio emocionada mientras se acariciaba el vientre y recordaba el abrazo que Pelayo le dio después de tantos años al reencontrarse, si cerraba los ojos todavía podía ver la alegría que le mostró al volver a verla.
Se miró en el espejo antes de ir al salón y respiró hondo saliendo de la habitación, Fernando terminó el artículo justo en el momento en que se daba cuenta que Roberto había llegado hasta él andando y sin agarrarse a nada. Le cogió sonriendo pero con algo de preocupación pensando que tendrían que estar atentos en todo momento, Alicia sonrió al verle la cara ante la pequeña aventura de su hijo.
-Fernando, no le pasa nada por andar solo –besó a Fernando y agarró las manos de su hijo- ¿verdad que no? Nuestro niño ya es muy mayor y puede caminar solito.
Roberto se agarró a sus manos haciendo fuerza para que le cogiese, Fernando se echó a reír porque estaba seguro que sabía que en brazos de su madre tendría más libertad de movimientos. Les besó y fue a ducharse mientras miraba el reloj y se daba cuenta que seguía siendo pronto para ir al aeropuerto. Alicia aprovechó para vestir a Roberto, le puso un traje nuevo, sonrió al pensar que crecía tan rápido que le compraban ropa todas las semanas, el niño se resistió cuando quiso ponerle las mangas. Fernando cerró los ojos al sentir el agua caliente, llevaban días esperando ese momento y, aunque nunca lo hubiese creído, estaba nervioso. No pudo evitar, mientras se duchaba, recordar momentos vividos con Pelayo, fueron apareciendo flashes y terminó pensando en su amigo Roberto. Al salir de la ducha se miró en el espejo, tenía que afeitarse, se frotó la barbilla pensando que cuando tenía mucho trabajo y pasaba muchas horas fuera de casa, al llegar sólo quería estar con ellos y se olvidaba de todo lo demás. Alicia entró al baño justo cuando estaba terminando, se echó a reír mientras le besaba suavemente.
-Pensé que ya no te afeitarías.
-Estar con vosotros me hace olvidar todo…
El tono de Alicia había sido divertido mientras que Fernando hablaba serio sin dejar de mirarla, sonrió pensando que aquel Fernando que conoció hacía años era capaz de estar pendiente de absolutamente todo.
-Si se me vuelve a olvidar… -la abrazó mientras se reía- Recuérdamelo.
Alicia se echó a reír mientras se separaba despacio para mirarle y comprobar que estaba perfecto. Se mordió el labio porque había olvidado que había ido al baño sólo a dejar el pijama de Roberto, Fernando la vio salir y se dio cuenta que no podía dejar de sonreír; se echó la loción para después del afeitado y fue a la habitación para vestirse. Alicia se sentó en la manta junto a Roberto, al ver a su hijo tan relajado pensó en la cena con Diane y Pierre. Fernando había estado nervioso toda la cena, incluso Pierre terminó tomándole el pelo sin saber a qué se debía; cuando le vieron quedarse sin palabras al decirle lo del testamento, Fernando pensó que no sabía cómo decirles que no. Ella sonrió segura de sus amigos, estaba convencida que Pierre no sabía qué decir por pensar en él para algo tan importante. Sus amigos se emocionaron y les costó aceptar, no por no querer ser los tutores en caso de que pasase algo, sino por darse cuenta de lo que confiaban en ellos. Tuvo que ser Diane la que relajase el ambiente asegurando que no iba a hacer ninguna falta pero, que así, eran del todo los tíos del niño. Fernando entró al salón y se agachó junto a ellos, miraron el reloj a la vez y se echaron a reír, aunque todavía era pronto, decidieron salir de casa. Fernando suspiró cuando Alicia le dijo que era mejor que no llevasen la silla, le preocupaba no poder convencer a Roberto de ir sentado, pero esa vez iban en coche así que no dijo nada.  Se encontraron con su vecina y Roberto se empeñó en ver a la niña, Alicia sonrió porque la notaba más receptiva; se mordió el labio y miró a Fernando, él movió la cabeza divertido. Al final Alicia decidió esperar un poco para invitarla una tarde a casa, esos días estaría Pelayo y quería pasar todo el tiempo posible con él. Fernando le pasó las llaves del coche a Alicia, hacía unos días que tenía el permiso, sonrió mordiéndose el labio, ya había conducido el día anterior, pero eran más de 20 kilómetros hasta el aeropuerto, la mirada confiada de Fernando la hizo decidirse a conducir. Fernando se acomodó en el asiento del copiloto con su hijo en brazos, dejó que Alicia se pusiese el cinturón y la miró sonriendo, se acercó a besarla y volvió a su sitio para dejar que condujese tranquila. Alicia se sorprendía de la facilidad que tenía para conducir, sonrió recordando que Fernando le había dicho que a él no le sorprendía nada porque conseguía todo lo que quería. Controló la velocidad, tenían mucho tiempo y no quería correr ningún riesgo por la ciudad; Fernando tuvo que aguantarse la risa cuando la vio desesperarse al formase tráfico. Le miró fingiendo enfado y terminó echándose a reír ella, Roberto la miró llamándola y no pudo evitar alargar el brazo para acariciarle la cara. Sonrió al ver que el tráfico volvía a ser fluido, Fernando iba relajado y atento a Roberto que no dejaba de alargar los brazos hacia su madre. Alicia no solía hablar mientras conducía, iba atenta a la carretera y a los demás conductores, pero esa mañana no dejaba de hacerlo, Fernando sonrió mientras la escuchaba, no esperaba respuesta, sólo hablaba y hablaba sobre Pelayo. Alicia disfrutó del viaje en el coche, sentía cierta libertad al conducir, escuchar a Roberto pidiendo que lo cogiese daba al trayecto cierta alegría. Muchos días se levantaba a media noche para tomar un vaso caliente de leche y no podía evitar quedarse mirando a su hijo mientras dormía plácidamente. Ese día se había soltado definitivamente andando y tendrían menos paz pero muchos momentos para disfrutar. Tardaron algo más de media hora en llegar al aeropuerto, faltaba casi una hora para que aterrizase el avión de Pelayo, por suerte su hijo siempre hacía que se olvidasen de todo. Sonrió cuando Alicia le cogió y posó su mano en la tripa mientras no dejaba de parlotear en su propia lengua; aprovechó ese momento para sacarles una foto, Roberto parecía entenderlo porque siempre que le veía con la cámara en la mano, se quedaba quieto sonriendo. Fernando salió del coche y notó la bajada de temperatura, subió los cuellos de la chaqueta pensando que en poco tiempo volvería el frío, por suerte, cada día se sentía mucho mejor físicamente. Miró a Alicia convenciendo a su hijo que no paraba de mover la cabeza y decir no, pues quería ir andando. Suspiró entre risas antes de mirar el reloj con disimulo, sacó una pequeña manta del maletero, pero fue difícil convencer a Roberto para ir en brazos tapado. Alicia sonrió porque estaba segura que esa vez ganaría Fernando en tozudez, Roberto terminó suspirando, casi como hacía Alicia, y dejó que su padre le envolviese en la manta.
-Buen chico…
Se echaron a reír cuando Roberto hizo una mueca mirando a su padre, le pellizco suavemente la nariz y le besó la cabeza sin dejar de reírse. Caminaron despacio hacia la entrada del aeropuerto, casi en susurros recordaron algunos momentos con Pelayo, Fernando no podía evitar recordar la cara que puso al verle entre los cubos pero, sobre todo, lo dispuesto que estaba a ayudarle a pesar de saber el peligro que corría. Alicia recordó la conversación que tuvieron cuando ella acababa de enterarse que Fernando había sobrevivido, en ese momento los dos querían que saliese de España, pero Pelayo no podía dejar de cuidarles dándoles queso y jamón.
Se sentaron en un banco, Alicia miró a Fernando con envidia cuando le vio encender un cigarro, sólo en ese momento se dio cuenta, dio una calada y le tiró echándose a reír por la mirada de su mujer. La abrazó mientras su hijo se reía agitando los brazos y sin dejar de seguir con la mirada a cada persona que pasaba delante de ellos.
Fernando empezó a impacientarse al ver que la gente iba y venía pero el tiempo no pasaba, se levantó para empezar a dar pequeños paseos de un lado a otro; Alicia le miraba casi riéndose, pocas veces podía ver a Fernando tan nervioso e impaciente por algo. Roberto protestó mirando a su padre, Alicia le miró pensando que quería hacer lo mismo que él, le dejó en el suelo sin soltarle de las manos. Fernando dio un par de zancadas para regresar junto a ellos, sabía que le iba a costar mucho dejarle andar solo, podía caerse y hacerse daño. Era consciente que estaba nervioso, apenas le quedaban padrastros en los dedos, el ruido de los aviones al fondo impactaron a un Roberto al cuál acercó a una ventana para que se quedara boquiabierto. Alicia disfrutó viendo cómo Fernando andaba medio agachado para agarrar la mano de su hijo, Roberto hacía las delicias de todos, incluso de las personas que parecían ir con prisa, saludaba a todo el mundo y reía sin parar. Se quedó observándolos sentada, estaba deseando ver a Pelayo, llevarle a los sitios que estaba segura que le iban a gustar pero, sobre todo, sabía que Fernando tenía cierto sentimiento de culpa por las detenciones y sólo tener a Pelayo frente a frente le harían sentir mejor. Miró el reloj y se echó a reír, quedaban unos minutos para que llegase el avión de Pelayo pero Fernando había perdido por completo la impaciencia, al ver levantarse a Alicia se incorporó cogiendo en brazos a Roberto y miró el reloj. Tragó saliva al pensar que en pocos minutos su hijo conocería a Pelayo, abrazó a Alicia para acercarse a la puerta por la que saldría Pelayo. Fernando movía el pie nervioso, empezaba a salir la gente que había llegado en el vuelo de Madrid, Alicia jugó con la alianza mientras sentía el abrazo de Fernando y oía las risas de su hijo al ver a tanta gente. Sonrieron a la vez cuando vieron aparecer a Pelayo, Fernando hubiera reconocido esa forma de andar en cualquier sitio pero, sobre todo, los piropos de su amigo a una señora que debía venir en el mismo vuelo. Intercambió una mirada con Alicia mientras se reían, salvaron la distancia hasta él, Fernando dejó que su mujer le abrazase antes, estaba nervioso pero sujetar a Roberto le permitía disimularlo. Alicia abrazó a Pelayo con toda su fuerza, tardó tanto en separarse que Fernando se echó a reír imitando a su hijo. Alicia se mordió el labio avergonzada y se hizo a un lado para que Fernando pudiese abrazarle y para que conociese a Roberto. Fernando no dijo nada, dejó a Roberto en brazos de Pelayo y sonrió al ver el abrazo espontáneo que su hijo le dio.
-Le hemos hablado tanto de vosotros que parece que le conoce…
Alicia hablaba emocionada, cogió a Roberto en brazos, que protestó al ver que le alejaban de Pelayo, y contempló el abrazo de Pelayo y su marido. Fernando cerró los ojos y no pensó en nada, no fue consciente del tiempo que pasó abrazándole, cuando se separó notó que los dos se habían emocionado. Pelayo quiso coger de nuevo a Roberto, en cuanto volvió a sus brazos, el niño no dejó reír, Alicia y Fernando les miraban emocionados mientras empezaban a caminar hacia la salida, Fernando llevaba las dos pequeñas maletas de Pelayo, una de ellas pesaba bastante. Pelayo le preguntó a Alicia cómo llevaba el embarazo y les confesó la sorpresa que se llevaron al leerlo en la carta; Fernando sonrió emocionado.
-¿Ha tenido buen viaje Pelayo? Estará cansado…
-Nada de eso hija, -hablaba sin dejar de estar atento al niño- las azafatas me han atendido con mucha prosapia ¡como si fuese la misma Pasionaria!
Se echaron a reír por la naturalidad de Pelayo, en ese momento le vieron mirar a los lados con miedo de quién le hubiese podido escuchar. Fernando tragó saliva al pensar que ellos ya estaban acostumbrados a hablar sin fijarse en quién escuchaba, pero Pelayo no. Estaba emocionado y no sabía muy bien qué decir, ver a Pelayo en París era algo que pensó que sería imposible.
-Pero qué listo es este charrito.
Pelayo no dejaba de atender a Roberto, fue en ese momento cuando Fernando reaccionó y empezó a preguntarle por Madrid, la familia y El Asturiano; Alicia no dejaba de sonreír viendo la confianza que había tomado su hijo con Pelayo.
-Gracias por venir Pelayo –Fernando jugaba con el mechero mientras le miraba- teníamos muchas ganas de verte.
-¡Peayo!
Pelayo se emocionó al oír a Roberto llamarle, Alicia se mordió el labio sonriendo, estaba segura que los días que pasase con ellos iban a ser muy especiales.
-Soy yo el que tiene que agradeceros este viaje, hijos, venir a París es como un sueño cumplido…
Le miraron divertidos cuando compartió con ellos su aventura en Rumanía y su coartada de las jornadas gastronómicas en París. Al llegar al coche Alicia miró a Fernando, no estaba segura de conducir ella, Fernando sonrió y entró en el asiento trasero dejando a Pelayo el de copiloto.
-¡Pero hijo! ¿Cómo vas a ir detrás? Además con el coche que tenéis.
Fernando le quitó importancia diciendo que Roberto prefería ir delante, obvió el comentario sobre el coche, estaba seguro que Pelayo pensaba que no le pegaba tener coche. Alicia sonrió a su marido y ayudó a Pelayo a entrar, Roberto no parecía dispuesto a alejarse de él. Arrancó el coche segura y miró por el retrovisor a Fernando que, por una vez, no la miraba a ella, sino a Pelayo y Roberto. Durante el camino hacia casa, no dejaron de hablarle a Pelayo sobre sus amigos, sobre Antonio, sobre el trabajo, y según pasaban por algún sitio importante, se lo señalaban, les encantaba la mirada de Pelayo, incluso Roberto parecía atento a todo lo que decían.
-Fernando, -giró la cabeza para mirarle mientras Roberto protestaba porque dejaba de hacerle caso- Daniel y yo te escuchamos por la radio sin perder ningún detalle, a mi hijo le entró el canguele y prefirió irse a casa no fuese a ser que Manolita le pillase.
Alicia no pudo evitar reírse, Fernando le miró divertido recordando todas las conversaciones con Marcelino; estaba seguro que a Marce le hubiese gustado quedarse, pero él siempre pensaba más en las consecuencias que su padre. Dudó si el hecho de quedarse en el bar escuchando esa emisora había causado una discusión entre padre e hijo, esperaba que no, no le gustaría ser el causante de nuevas discusiones entre ellos. Roberto volvió a ser el centro de atención, Alicia disfrutó escuchando cómo Fernando le contaba a Pelayo cada avance de su hijo. Mientras iba sentado en la parte de atrás del coche pensó que Pelayo había compartido los peores momentos, igual que Daniel, entre Alicia y él. Se dio cuenta de lo mucho que lo conocía, casi como si fuera su padre, pero también lo afortunados que eran de tenerlo en sus vidas. Cuando llegaron al centro de París, Alicia volvió a desesperarse ante el tráfico, sólo Pelayo y Roberto la hicieron olvidarse de los demás conductores; había echado mucho de menos las conversaciones con Pelayo, Fernando disfrutaba escuchándoles hablar, su hijo empezó a llamarle y se echó a reír porque al intentar cogerle se negó, quería quedarse con Pelayo. Alicia sonrió al ver a Pelayo descubriendo la ciudad, hablando con Roberto cómo si fuera su propio nieto y preguntándoles con el buen humor que le caracterizaba. Cuando aparcó, Roberto alargó los brazos hacia ella, la abrazó sin dejar de nombrar a Pelayo, Fernando no podía ocultar la emoción que sentía al oír a su hijo; en momento así no dejaba de pensar lo injusto que era para Alicia y Roberto tener que estar lejos de sus amigos, no poder disfrutar de su país y de esa familia de amigos que habían quedado en Madrid y Barcelona. Salió del coche y le abrió la puerta a Pelayo ayudándole a salir; Alicia había aparcado frente al portal, estaban deseando enseñarle su hogar.
-Fernando, hijo, estoy jubilado pero puedo salir solo.
-Disculpa Pelayo, tienes razón…
Le miró algo avergonzado, no tenía que ver con que fuese mayor o estuviese jubilado, actuaba así con las personas que le importaban, Pelayo terminó bromeando con él y les metió prisa porque quería conocer su casa. Se echaron a reír cuando Pelayo se puso a hablar con el portero después del saludo de éste en español, la cara de su portero intentando descifrar las palabras de Pelayo les hizo reír sin poder evitarlo. Alicia le tradujo las palabras de Pelayo, al menos las que podía traducir porque los refranes de Pelayo sobre el chaparrito eran difíciles de traducir. Respiró hondo antes de abrir la puerta, Fernando se quedó detrás de los dos con Roberto en brazos, quería que fuese Alicia la que enseñase a Pelayo su casa. Pelayo traspasó la puerta mientras ellos le miraban detenidamente, Fernando se emocionó cuando se quedó mirando las fotos que Alicia había enmarcado por su cumpleaños. Pelayo bromeó con el parecido de Roberto a Fernando, él aseguró que en el carácter se parecía mucho más a su madre; el niño alargó los brazos nuevamente hacia Pelayo y él le cogió encantado. Fernando pensó divertido que era de las pocas veces que su hijo no pedía que lo dejasen en el suelo para jugar; dejó las maletas de Pelayo a la entrada y les siguió, Alicia ya estaba empezando a enseñarle la casa. Pelayo se emocionó al ver la habitación que habían preparado para él, no dejó de decirles que no tenían que haberse molestado, disfrutó cuando le enseñaron la habitación del niño, miraba a Fernando casi sin creerse que hubiesen podido alcanzar la felicidad. Aunque él ya lo había intuido mucho antes de saber que Alicia y él se iban juntos, había puertas que se cerraban para siempre y Fernando se merecía poder vivir y ser feliz después de haber luchado tanto. Miró cada foto que habían enmarcado, le encantaba verles en su día a día, nunca les había visto tan felices a ninguno de los dos. Al regresar al salón, Fernando se apresuró a ofrecerle algo para beber y comer, Pelayo, antes de sentarse, cogió una de sus maletas; Alicia se sentó a su lado sonriendo ante la alegría de su hijo. Fernando preparó café y sacó unos brioches, pensó que Pelayo preferiría un buen pincho de tortilla pero no tenía paciencia para preparar nada más, quería volver cuanto antes al salón. Cuando lo hizo, llevando la bandeja, Pelayo estaba hablando del cierre del bar, sirvió el café y le ofreció el plato con brioches, para su sorpresa, a Pelayo le gustaron. Vio el televisor y no pudo evitar mover la cabeza divertido mirando a Fernando, él se echó a reír y evitó mirar a Alicia, se sentó en frente de ellos mientras probaba el café.
-¡Quién me lo iba a decir! Una televisión en vuestra casa… Si es un invento chaparrista para dejarnos a todos el caletre como la Maizena.
Se echaron a reír y, en ese momento sí, Fernando miró a Alicia que tenía cara de no haber sido ella; le dio la razón a Pelayo pero sin decir que había sido idea de su mujer. Roberto seguía atento a cada palabra de Pelayo, Fernando no pudo evitar levantarse a por la cámara de video, ni siquiera pensó que Pelayo se extrañaría también por ese objeto en sus manos. Les grabó unos minutos mientras Pelayo se echaba a reír al verle, Alicia le explicó que solían grabar muy a menudo al niño; cuando le vio dejar la cámara, Pelayo dejó a Roberto en brazos de Alicia para coger la maleta. Fernando sonrió al escuchar el enfado de su hijo, se notaba que adoraba a Pelayo incluso cuando no hacía ni dos horas que le conocía. Alicia le dejó en la manta con algunos de sus juguetes, el niño cogió uno de ellos y empezó a moverle pero sin dejar de estar pendiente de ellos.
-No podía venir con las manos vacías –Pelayo sacó dos paquetes de la maleta-, un poco de queso y jamón –Fernando le miró sonriendo- y bueno, un pequeño regalo para el charrito, que aunque estemos lejos, es como otro nieto…
Fernando se mordió el labio para no volver a emocionarse, cogió los paquetes que le tendía Pelayo y dejó que Alicia abriese el de su hijo; era un traje precioso y un pequeño juguete, Pelayo les explicó que era de Manolín, que ya no lo usaba y, el mismo niño, había querido regalárselo. Antes de poder agradecerle los presentes que había traído de España, observó la forma de levantarse de su hijo e ir con los brazos en alto para descubrir qué eran, movió la cabeza pensando en lo impaciente que era, casi tanto como su madre cuándo la conoció
-Pero Pelayo… -Fernando tenía un nudo en la garganta- No tenías que haberte molestado.
-Es de bien nacidos ser agradecidos, me habéis regalado este viaje y nunca lo olvidaré.
Alicia le apretó la mano agradeciéndoselo con lágrimas en los ojos, en momentos así no dejaba de pensar en lo injusto que era que no pudiesen vivir en su país y disfrutar de sus amigos.
-Bueno Pelayo, hoy comeremos fuera, -Alicia se levantó mirando el reloj- no queríamos tener que preparar nada y no pasar tiempo con usted. Aunque si está cansado podemos encargar comida.
-¡Qué cansado voy a estar! Estoy deseando conocer París.
-Bien, voy a coger una chaqueta por si refresca, vuelvo en un minuto.
Fernando sonrió mirándola, seguramente tardase algo más, miró a Roberto, que seguía atento a ellos.
-Pelayo, ¿lo de jubilarte es definitivo? No me imagino El Asturiano sin ti, y se te ve bien ¿no?
-Si es que estoy perfectamente, hijo; echo de menos el bar pero llega un momento en que un guerrero tiene que enfundar el sable y dedicarse a descansar después de haber peleado. –Fernando pensó en sí mismo y se dio cuenta que Pelayo también pensaba en lo que había cambiado- Quiero vivir un poco la vida antes de que me llegue la hora de reunirme con la parca.
-¡Para eso queda mucho!
Pelayo se echó a reír y cogió en brazos a Roberto, que no dejaba de llamar su atención; Fernando pensó que ojalá pudiese quedarse en París, admiraba mucho a Pelayo y sonrió recordando que una vez Alicia le había dicho que de mayor él sería como Pelayo. Alicia tardó en salir algo más de lo que había dicho, aprovechó para maquillarse un poco, cogió una chaqueta y, antes de salir, acarició su tripa pensando que deseaba con todas sus fuerzas que su hija llegase a conocer a Pelayo. Sentarse en el sillón, compartir un vino y jamón mientras no dejaban de intercambiar anécdotas les hizo olvidarse por completo del tiempo que llevaba Alicia preparándose.
Alicia les miró como si no hubiese estado casi media hora preparándose, Pelayo observó cómo la miraba Fernando y no podía más que sentirse feliz por ellos, Fernando se echó a reír cuando le oyó susurrar algo entre dientes pero sólo para que lo oyese su hijo. Preparó la bolsa con todo lo necesario para Roberto, tenían puré hecho y también un poco de pollo, además de una manzana. Decidió que para salir a comer debería ir en la silla, no podía estar todo el rato de brazo en brazo, sólo separarle de Pelayo le costó un enfado, al sentarle en la silla se puso a llorar con fuerza. Intentó razonar con él pero no parecía que fuese a calmarse, Pelayo se agachó, le habló despacio sin dejar de sonreírle. Se miraron sorprendidos al comprobar que Pelayo le había calmado, Fernando se puso la chaqueta sin dejar de sonreír, estaba seguro que su hijo sería muy feliz si pudiese crecer junto a Pelayo.
-Me tendrás que explicar cómo lo has hecho, cada día es más difícil sentarle en la silla…
-Hijo, yo ya tengo el culo pelao de subir y bajar terraplenes… Este charrito es muy listo, seguro que hace caso a sus padres ¿verdad?
Pellizcó suavemente la mejilla del niño consiguiendo que se echase a reír, Fernando les miró sonriendo y esperando que en el futuro sus hijos pudiesen disfrutar de Pelayo. Alicia le miró adivinando sus pensamientos, le besó suavemente y abrió la puerta saliendo de casa; dejaron que Pelayo llevase la silla aunque Fernando iba pendiente por si se cansaba. En el camino hacia la cafetería hablaron de Antonio, Pelayo estaba deseando verle después de tantos años; le contaron las novedades entre Antonio y Grace, ya habían empezado los trámites para la adopción aunque no sabían cuánto tardarían. Pelayo recordó a Andrea, Fernando sonrió porque la misma Andrea le había hablado de algunos de los momentos que estaba recordando Pelayo; miró a Alicia y la abrazó mientras seguían caminando. Era consciente que gracias a ella habían recuperado a Andrea, lo que quedaba de ella; compartió ese pensamiento con Pelayo y sonrió cuando Pelayo habló de Pierre y la visita que les hizo. Alicia había decidido que el primer día comerían en su cafetería preferida, no era un buen restaurante, pero estaba segura que Pelayo agradecería el trato cercano de su amiga. Llegaron en unos minutos, Pelayo miró sorprendido la cafetería elegida por sus amigos, tenía cierto parecido con el Asturiano aunque era algo más moderna, más parisina, pensó. Le cayó muy bien su amiga, tanto que intentó hablar con ella pero entre que no entendía muy bien el español y que el español de Pelayo era muy suyo, resultó casi imposible que se comunicasen. Alicia volvió a intentar traducir mientras Fernando les miraba divertido pensando si su amiga le haría olvidar a Amparo, se mordió el labio ante ese pensamiento porque no sabía cuándo le diría que tenía su dirección. Se sentaron en su mesa de siempre, aquel día había poca gente en la cafetería pero, aun así, esa mesa les ofrecía privacidad frente al resto de clientes. Alicia les observaba dándose cuenta de la conexión que había entre los tres, tanto Roberto como Fernando le miraban casi fijamente, sonrió al notar la mano de su marido apretando la suya. Habían esperado esa visita semanas pero llevaban más de un año soñando con algo así, Pelayo con ellos en París. Mientras esperaban la comida, Fernando dio de comer a Roberto, el niño no dejaba de mirar a Pelayo y pedir su atención, le costó más que nunca darle de comer, se echaron a reír cuando al ponerle delante el plato con la manzana troceada dejó de prestar atención a los demás para comer entre risas el postre. Durante la comida no dejaron de hablar, sobre todo Alicia y Pelayo, Fernando se limitaba a observarles mientras sujetaba a Roberto en brazos, escuchó a Alicia contarle cada novedad de los últimos meses mientras Pelayo hablaba de su jubilación y las nuevas aficiones que tenía. Suspiró cuando Alicia comentó el éxito del suplemento, Pelayo le preguntó por ello y le contó algunos detalles aunque sin darse ninguna importancia. Hubo un momento durante la comida que no pudo evitar pensar todos los momentos que dejaban de disfrutar por tener que estar exiliados, tragó saliva e intentó apartar esos pensamientos mientras jugaba con el tenedor. Por suerte un comentario de Alicia le recordó que eran felices y lo que les sucedía a ellos, ese desarraigo con sus amigos, lo compensaban con esos momentos, también con cada carta o llamada de teléfono. Alicia disfrutó de su tarta favorita durante el postre mientras Pelayo y Fernando tomaban el café que, para el gusto de Pelayo, era peor que el que hacían en El Asturiano; Roberto se había quedado dormido, le acomodó en la silla y le arropó. Pelayo empezó a hablar de los nuevos vecinos de la plaza, le escucharon con atención cuando habló de un exiliado republicano, un tal Ardanza, pero él se centró en Don Patricio, al parecer un compañero de aventuras en su nueva etapa.
-Si le conocieses, hijo, te llevarías bien con él; aunque bueno, él cojea de otro pie…
-¿Es falangista? –Fernando le miró irónico- No me lo creo…
-No, no, por ahí no van los tiros… Él es más de la realeza…
-Vaya, un monárquico…
-Te lo pasarías en grande con sus comentarios.
Pelayo no dejaba de reírse imaginando a Fernando y Don Patricio juntos sin dejar de debatir sobre monarquía o república. Alicia se emocionó cuando Pelayo le dijo que le había recordado a la primera vez que bajó al Asturiano a por vino, sonrió pensando que aún ni siquiera conocía a Fernando en aquellos días, notar las manos callosas de Pelayo consiguieron regresar a un presente que tenía futuro. Antes de irse, su amiga se sentó con ellos un momento, Fernando se echó a reír al volver a ver la afinidad entre ellos, Alicia le miró divertida mientras pensaba cuándo le diría que si quería podía visitar a Amparo. Pelayo se entretuvo hablando con la dueña de la cafetería, Alicia y Fernando ya habían recogido todo lo que solían llevar al salir fuera, la mayoría cosas de su hijo, y le esperaban casi en la puerta sin dejar de mirarle. Habían tenido que hablar a solas con su amiga para que no aceptase que Pelayo pagase la cuenta, estaban seguros que a ella no podría discutírselo. Cuando por fin se despidió, salieron de la cafetería, Pelayo quería conocer la famosa Torre Eiffel, Alicia sonrió mientras le decía que era una de las cosas que más había echado de menos cuando estaba en Madrid. Fernando llevaba la silla con un Roberto dormido, no le gustaba que durmiese sentado pero ese día no podían irse a casa sin más; pasarían la tarde con Pelayo enseñándole París. Alicia propuso ir a casa a por el coche, se moverían más rápido por la ciudad, pero Pelayo no quiso, prefería conocer las calles parisinas y a los franchutes.  Fernando rompió su silencio cuando Pelayo le preguntó por la radio, se sinceró con él contándole cada sensación que tuvo aquella noche. Alicia iba rumiando una idea, pero quería dejar que Pelayo conociese París y no agobiarle, al oírle hablar sobre ese republicano exiliado que había estado por la plaza hacía unos meses y al que habían asesinado, pensó que Pelayo podía colaborar en el libro, estaba segura que la experiencia de Pelayo daría otro punto de vista muy importante al libro. Fernando se fijó que Alicia estaba demasiado callada, la miró intrigado por el motivo para que estuviese tan pensativa, ella sonrió, le apretó la mano y empezó a hablar de la última visita de Macarena. Pelayo se emocionó al ver la Torre Eiffel, Fernando no dejó de sacarle fotos mientras sonreía, se sentía tan bien al ver a Pelayo disfrutar tanto del viaje. Alicia le convenció para ir en barca a los Campos Elíseos, le parecía mucha distancia para hacerla andando; Fernando se mordió el labio pensando que quizás su mujer se marease montando en barca, aunque decidió no compartir con ella ese pensamiento. Ya en la barca, Pelayo cogió a un Roberto que había dormido poco más de una hora y se despertó llamándole, Alicia disfrutó de los juegos de su hijo con Pelayo mientras Fernando acariciaba su tripa y no dejaba de estar pendiente de ella. Mientras jugaba con Roberto, Pelayo les confesó que se había jubilado después de oír a Marcelino y Manolita decir que ya estaba mayor para trabajar en otra cosa que no fuese El Asturiano después del cierre del bar, Fernando le miró sin saber qué decir, estaba seguro que no habían tenido mala intención al decirlo, pero notó que a Pelayo le dolía. Él les aseguró que le habían pedido perdón y él los había disculpado, que estaba todo arreglado, aun así no dejaron de notar un cierto tono de decepción en Pelayo. Fernando notó a Pelayo algo cansado, nunca se había planteado a su amigo fuera del Asturiano, ni siquiera podía imaginárselo borracho por la plaza pero quería que aquellos días se sintiera como siempre. Mirar a su hijo reírse junto a él y escuchar los chascarrillos hizo que olvidara incluso la hora que era. Roberto había intervenido en el momento justo y Pelayo empezó a reírse, el niño le miraba embobado cuando le hablaba, Fernando pensó divertido que el lenguaje de Pelayo era nuevo para su hijo. Al llegar les ayudó a bajar y comprobó que su hijo no tenía intención de separarse de Pelayo, recordó lo bien que le había caído Macarena pero ni con ella había dejado de mirarles a ellos, con Pelayo era distinto. Alicia le miró emocionada cuando la ayudó a bajar de la barca pensando lo mismo que él. Pasear por los campos Elíseos, a Fernando siempre le traía recuerdos de otra vida, hacía más de 15 años pero no podía evitar recordar el día de la liberación de París. Aquella tarde tenía al compañero perfecto para compartir esos recuerdos, Alicia les miraba entre divertida y emocionada, estaba segura que Fernando había compartido con muy pocas personas esos recuerdos. Pelayo no dejaba de preguntarle cosas de esos años, le sorprendió la facilidad con la que podía hablar de ello con él, sólo había sentido esa confianza con su gran amigo Roberto y con Alicia. Alicia se dio cuenta que estuvo a punto de hablar de Belle, Fernando pensó que no era el momento y empezó a recodar a Roberto, Pelayo sonrió nostálgico y recordando cómo Luisa había querido que tuviese una tumba con su nombre. Alicia se echó a reír cuando Pelayo recordó su colaboración en la película de Numancia, Fernando sonrió divertido pensando que, aunque fue a Numancia con un objetivo muy claro, conocer a tanta gente en la plaza le había hecho disfrutar de su tiempo allí, guardaba muy buenos recuerdos y, sobre todo, muy buenos amigos. Cuando se dieron cuenta, estaba empezando a anochecer, Fernando se mordió el labio pensando en Antonio, aunque quedaba casi una hora para que llegasen a cenar, estaba seguro que su amigo ya habría pasado por allí. Cogieron un taxi mientras Pelayo no dejaba de decir que lo pagaría él porque no les había dejado coger el coche, Fernando habló en francés con el taxista mientras Pelayo rumiaba entre dientes divertido. Dejaron que Pelayo y Roberto fuesen delante, el taxista sabía hablar un poco en español, no dejó de recomendarle sitios a Pelayo, Roberto estuvo a punto de darle un manotazo porque le quitaba su atención. Alicia se mordió el labio al ver el carácter de su hijo y miró a Fernando sonriendo porque sabía que su marido pensaba en ella al comprobar el carácter de Roberto. Fernando se echó a reír y la besó el cuello con disimulo, hablaron con el taxista sobre Madrid, Pelayo se lo llevó a su terreno empezando a hablar de política. Alicia no pudo evitar reírse al escucharle hablar del chaparrito, Fernando, al ver la cara del conductor, intentó traducirlo mientras Roberto reía al escuchar a hablar a Pelayo.
-Lo que yo le diga, los solapas son más retorcidos que el rabo un cerdo.
Fernando fue incapaz de traducir eso porque no podía dejar de reír, el taxista les miraba confundido sin saber qué pensar; cuando por fin llegaron a casa, Fernando le miró divertido, estaba seguro que era la primera vez que aquel taxista no sabía qué decir al hablar de política, por lo poco que habló, se notaba que sabía lo que decía, pero escuchar a Pelayo le había dejado con la boca abierta. El viaje en taxi había sido de los momentos más divertidos que recordarían en mucho tiempo, Alicia había descubierto, por boca de Fernando, cómo intentaron que Isabel dejara a Roberto haciendo que este besara a Manolita, cuando bajó del coche le dolía la mandíbula de reírse. Ayudó a salir a Alicia y pagó al taxista ante la mirada de un Pelayo que empezaba a pensar que no le dejarían pagar nada en los días que estuviese allí. El portero les informó que habían estado allí dos amigos suyos, Fernando no tuvo ni que escucharle para saber que habían sido Antonio y Grace. Al entrar en casa, Fernando puso la calefacción mientras Pelayo iba a cambiarse para la cena, esperaban no haberle cansado mucho; Roberto empezó a hacer pucheros cuando vio que Pelayo se iba a la habitación, Alicia empezó a hacerle cosquillas y consiguió que dejase de llorar. Fernando suspiró al darse cuenta que si no estaba con Pelayo, pretendía andar por toda la casa, se agachó junto a él y disfrutó al verle dar pequeños pasos solo. Entrar en casa y ver cómo comenzaba a desperdigarse cosas por el salón hizo que no pudiera evitar suspirar ante el fingido enfado de Alicia; ella se había descalzado al entrar, se sentó en el sofá sin dejar de mirarles, vio cómo Fernando miraba el reloj, pensó que deberían haber encargado la cena, Fernando se levantó y la besó suavemente.
-Fernando, podemos llamar a Grace y Antonio, seguro que no les importa pasarse por algún restaurante para encargar algo…
-Ni hablar –la besó una vez más y se incorporó del todo- cocino yo, y así podéis descansar… Seguro que llegan antes de que haya terminado, ya han pasado por casa y queda más de media hora…
Alicia se echó a reír, ellos hubiesen hecho lo mismo si hubiese sido al revés, Fernando sonrió cuando lo compartió con él, era cierto, de hecho esa misma mañana habían llegado muy pronto al aeropuerto sabiendo que tendrían que esperar para abrazarle. En la cocina encendió un cigarro, se sentía muy bien al haber pasado esa tarde con Pelayo, era algo que le debían después de todo lo que había hecho por ellos, empezó a hacer la cena pensando en la suerte que tenían por tener en su vida amigos como Pelayo. Encender aquel cigarro en la cocina mientras escuchaba a Roberto con Alicia y, posteriormente, entrar a Pelayo en el salón produjo la sensación de saberse un hombre afortunado. La energía de Roberto no parecía tener fin aquel día, Alicia pensó que terminaría agotándoles a ellos antes de dormirse, sobre todo a Pelayo, al que no dejaba ni un segundo. Sonrió al ver cómo Pelayo le miraba, tenían una conexión especial, casi como abuelo y nieto, para ellos era muy importante que sus hijos pudiesen llegar a sentir que tenían una familia así que verles tan unidos hacía que Alicia no dejase de sonreír. Pensó que podría ser buen momento para comentarle lo del libro, pero el día para Pelayo había sido muy largo desde que salió de Madrid, además todavía quedaba el reencuentro con Antonio, al que hacía más de 15 años que no veía. Tendría tiempo para hablarle del libro en otro momento, no quería agobiarle con nada; se mordió el labio emocionada cuando Roberto se alejó de Pelayo sólo para poner una mano en la tripa mientras decía mamá. Le besó y le contó a Pelayo que estaban seguros que sería una niña, escuchó cómo su hijo no dejaba de llamar a Pelayo mientras le señalaba. Fernando sentía que no podía ser más feliz, se mordió el labio al pensar en Marce, debería haberle dicho antes a Pelayo que llamase a casa, aunque pensó que sería buena idea llamar cuando ya estuviese Antonio, seguro que saludar a Marce le haría mucha ilusión. Aunque aquella noche no le apetecía cocinar porque sentía que perdía un tiempo muy valioso junto a Pelayo, hacerlo sabiendo que compartiría con sus amigos esa cena le hacía muy feliz. Sonrió al pensar en Grace, con tantos nervios por volver a ver a Pelayo, no había caído en la cuenta que para Grace tendría que ser muy especial conocer a una persona del pasado de Antonio, una persona de la había oído hablar mucho. Estaba seguro que ni ella ni Antonio se sentirían incómodos cuando recordasen a Andrea; Grace sabía casi todo del pasado de su marido. Alicia entró en la cocina despacio, sonrió al ver a Fernando tan relajado, le abrazó por detrás mientras le susurraba lo guapo que estaba. Se echó a reír girándose para mirar a su mujer, la visita de Pelayo hacía que los dos estuviesen más felices y relajados que nunca. Se echaron a reír al oír el timbre, llegaban un cuarto de hora antes, Fernando quitó la sartén del fuego y se asomaron para ver desde la distancia el reencuentro, Alicia se acercó sólo para coger a un Roberto que pretendía centrar la atención en todo momento. Volvió junto a Fernando para dejarles algo de intimidad; Pelayo abrió la puerta decidido aunque su mano temblaba ligeramente; se quedó unos segundos en silencio al ver a Antonio, había cambiado mucho pero todavía podía reconocer a aquel muchacho enamorado e idealista, Fernando contuvo el aliento mientras abrazaba a Alicia y cogía la mano de Roberto, sonrió porque nunca hubiese imaginado a Pelayo tan callado al volver a ver a un amigo. Agradeció compartir aquel momento con Alicia, en silencio, como espectadores de un reencuentro que había tardado mucho en producirse. Antonio le saludó y le tendió la mano, se le notaba nervioso y emocionado; Pelayo le estrechó en un abrazo que parecía que no iba a acabar. En voz baja le dijo que parte de ese abrazo era también de Marcelino, en ese momento Antonio no pudo evitar emocionarse; cuando por fin se separaron, Pelayo saludó a un Liberto que le recordaba muy bien de la última vez que estuvo con Mario en El Asturiano. Antonio sonrió al ver la cercanía con la que su hijo trataba a Pelayo; se movió nervioso mientras agarraba a Grace por el hombro, se la presentó sin grandes palabras pero con una mirada que lo decía todo. Pelayo había recuperado el habla y hasta llegó a bromear con lo guapa que era Grace; Alicia y Fernando se acercaron a saludarles, estaban tan emocionados como ellos. Alicia notó cómo Liberto iba directo hacia su hijo, Roberto le llamó sonriendo aunque después de saludarle no dejaba de mirar a Pelayo. Alicia no pudo evitar reírse ante cierta incomodidad de Fernando ante tanto sentimentalismo, ella sabía lo importante que era aquella cena y devolverle a Pelayo una milésima parte de todo lo que les había dado. Al ver a Roberto tan feliz no pudo sino recordar a su padre, Fernando fue el único que se dio cuenta y le acarició suavemente el hombro y le devolvió al momento presente dónde las conversaciones y carcajadas se sucedían. Grace consiguió relajar la emoción del momento, Fernando se echó a reír al escucharla hablar de uno de sus clientes que era español; les sirvió una copa antes de volver a la cocina, tenía que poner la mesa pero la cena ya estaba lista. Alicia le acompañó y sonrió al ver la cara irónica de su marido, le miró con suficiencia y puso ella la mesa ante la mirada divertida de Fernando. Mientras ellos terminaban de poner la mesa, Antonio hablaba con Pelayo como si se hubiesen visto el día anterior; en unos minutos se pusieron al día de tantos y tantos años. Si cerraba los ojos podía verse en aquel sótano del primer Asturiano, escondido por Marcelino con la complicidad de Pelayo que hacía como que no sabía nada.
Grace congenió tanto con Pelayo que parecía que se conocían de hacía tiempo, Liberto dividía su atención entre Roberto y los demás. Pelayo sacó las fotos más recientes que tenía de su familia y del Asturiano, Alicia y Fernando se quedaron de pie mirándoles, ya estaba todo listo pero no querían interrumpir ese momento. Antonio sonrió cuando Pelayo le dio una foto de Marcelino y Manolín, por detrás estaba escrita por su amigo, acarició suavemente la foto y se la pasó a Grace sonriendo. Fue Liberto el que interrumpió el momento al ver a Alicia y Fernando parados mirando, Fernando se rascó la nuca pensando en lo sentimentales que estaban todos. Se sentaron a la mesa mientras Fernando sentaba a Roberto en la trona, sabía que darle de cenar habiendo tanta gente sería muy complicado; Liberto le propuso hacerlo él, sonrió casi retándole, le veía muy confiado pero Roberto era mucho Roberto. Empezaron a cenar, Fernando cogió la cuchara pero sin comer, jugó con ella mientras miraba divertido a un Liberto que empezaba a pensar que no había sido buena idea. Antonio y Pelayo no dejaban de hablar sobre el pasado, sobre todo de Andrea, pero también sobre el presente, Pelayo fue contándole qué había sido de cada vecino de la plaza que él conoció. Alicia no dejaba de recordar su paso por esa plaza, se mordió el labio pensando que incluso su amistad con Inés estaba ligada a la plaza, notó cómo su marido apretaba su mano ante tantos recuerdos. Fernando sonrió al escuchar a Pelayo hablar de Paloma, pensó que seguramente ella no le habría relacionado con aquel hombre que se presentó en El Morocco de parte de Charles. Pensó divertido que al final todos estaban relacionados con esa Plaza, con El Asturiano y con Pelayo, Marcelino y Manolita. Pelayo echó una mano a Liberto, Roberto había comido una parte del puré pero se distraía con todas las conversaciones, se quedaron sorprendidos cuando Pelayo consiguió que Roberto no protestase ante cada nueva cucharada, Fernando sonrió tiernamente al ver la cara de decepción de Liberto. Mientras Roberto comía solo los trozos de manzana y galleta, ellos pudieron cenar tranquilos sin dejar de hablar y recordar, había momentos en los que Fernando se quedaba mirando a Pelayo todavía sin creerse que estuviese allí, Alicia se daba cuenta y le acariciaba el pelo sonriendo y pensando que esos días los recordarían siempre. Antonio escuchó emocionado la propuesta de Fernando de llamar a Marcelino, miró a Grace intentando controlar todos los sentimientos que tenía, Alicia se levantó al darse cuenta que Roberto empezaba a cabecear en la trona, Fernando la acompañó después de darle el teléfono a Pelayo para que llamase a su casa. Roberto no tardó nada en quedarse dormido, había estado todo el día jugando con Pelayo y tenía que estar muy cansado. Fernando se sentó en la mecedora y Alicia sobre él; la tranquilidad de la habitación de su hijo contrastaba con las risas que llegaban del salón, Pelayo le estaba explicando a Marcelino cómo era la Torre Eiffel.
-Ojalá pudiésemos tener a Pelayo siempre cerca… -Fernando hablaba en voz baja, tenía los ojos cerrados mientras acariciaba el pelo de su mujer- Roberto se merece crecer conociendo a Pelayo, no es justo…
-Fernando –Alicia le interrumpió con aplomo haciendo que la mirase- no vas a empezar a echarte la culpa ¿verdad?
Se rio suavemente mientras le colocaba un mechón de pelo, la besó intensamente y la abrazó acariciando su tripa. Pelayo no dejaba de contarle a su hijo cada detalle de las horas que llevaba en París, cuando Marcelino supo que Antonio estaba allí, se quedó sin habla, Manolita tuvo que darle un manotazo para que reaccionase. Grace se quedó en un segundo plano mientras veía cómo Antonio se emocionaba al saludar a su amigo, los primeros minutos pasaron sin muchas palabras, Antonio contestaba con monosílabos hasta que por fin pudo articular palabra y empezó a hablar de todo, sin ningún orden. Grace sonrió porque nunca le había visto así, Alicia y Fernando salieron en ese momento cerrando la puerta de la habitación de su hijo; Fernando se echó a reír ante la animada conversación de Antonio. No pudo evitar reírse imaginándose a Manuela con los brazos en jarras intentando que Marce le pasase el teléfono y no fue el único porque Antonio intercambió una media sonrisa demostrándole que pensaba exactamente lo mismo. Se sentaron en el sofá al lado de Pelayo, sólo se oía la voz de Antonio, todos estaban atentos a sus reacciones, antes de colgar, saludaron a Marcelino, al que notaron más emocionado que nunca. Las horas pasaron volando; después de una cena centrada en los recuerdos y las novedades personales, mientras tomaban una copa, un té en el caso de Alicia, hablaron de la situación de los dos países. Todos escuchaban con atención las aventuras de un Pelayo que no se callaba ante las injusticias cometidas por los abejarucos del régimen; de tanto oírle hablar, Grace empezó a entender las expresiones propias de Pelayo. Alicia llevaba mucho tiempo dándole vueltas a lo adecuado que sería plasmar en papel las historias de todos aquellos hombres y mujeres que habían pasado por la plaza, acogidos de una forma u otra por el Asturiano. Estaba segura que Pelayo y Marcelino tenían guardados muchos más secretos de los que parecía. Nunca podría devolverles la ayuda que le ofrecieron a Fernando pero también a ella, en los momentos más duros, cuando aún no tenía tanta confianza con Inés, le ayudaron a no tirar la toalla. Compartir aquella copa con un cigarro, sentado en la butaca del salón, con Pelayo, Antonio y Alicia le parecía casi irreal. Habían bajado el tono para no despertar a Roberto, notó a Liberto escuchando a Pelayo con la misma expresión que su hijo, casi hipnotizado. Mirar la hora y ver que aquella velada se terminaba producía cierta nostalgia, por suerte aún les quedarían más antes de que su gran amigo regresase a España. Cerca de medianoche, sus amigos se disculparon, al día siguiente tenían que madrugar, el abrazo de despedida entre Pelayo y Antonio fue tan especial como el que se dieron al verse; Pelayo abrazó de la misma manera a Grace, enseguida había notado que la relación entre Antonio y ella era muy importante. Liberto se abandonó al abrazo con Pelayo, Antonio se emocionó y, al igual que le pasaba a Fernando, pensó que no era justo que su hijo creciese lejos de su país, de sus amigos que eran como su familia. Cuando se quedaron solos, Pelayo se ofreció a ayudarles a recoger, pero Fernando no lo aceptó.
-Pero hijo, que no soy un inútil.
-No es eso, de verdad, Pelayo, mañana recogeremos todos, hoy ya no son horas…
Alicia sonrió porque con tal de que Pelayo no hiciese nada, Fernando era capaz de dejar las cosas para el día siguiente. Pelayo se sentó en la butaca mientras ellos lo hacían en el sofá, Alicia subió los pies y se relajó junto a Fernando mientras les escuchaba hablar del pasado. Fernando sonrió al notar el peso de Alicia sobre su hombro, se había quedado dormida escuchándoles, hizo que se tumbase del todo en el sofá y la arropó, siguió hablando con Pelayo pero en voz baja para no molestar a su mujer.
-Últimamente duerme mucho por el embarazo… -acarició el pelo de su mujer sonriendo- Estamos deseando que nazca la niña.
-Todo llega para el que sabe esperar, y en este caso no hay mucho tiempo que esperar.
-Sí, tienes razón –miró a Pelayo sonriendo, sólo escucharle le daba paz- ¿sabes? Creo que nunca en mi vida había dejado de estar pendiente del reloj, antes sabía que todo tenía un plazo límite, que no podía hacer siempre lo que quisiese, que había obligaciones… -se sentía en paz pudiendo compartir todos esos pensamientos con Pelayo- Ahora para lo único que pienso en el tiempo es para esperar la llegada de nuestra hija, o la hora en la que tiene que comer Roberto, o la hora en la que llega Alicia del despacho… Nunca había tenido tiempo para ser feliz, tener tiempo era algo que no me podía permitir con mi tipo de vida…
-Yo siempre he pensado que el tiempo es la esencia de la que está hecha la vida, hijo.
Fernando sonrió valorando esa frase, no podía estar más de acuerdo con él; durante muchos años había vivido sin tiempo, sin permitirse disfrutar de las pequeñas cosas, sólo con Alicia podía decir que había tenido una vida, su vida, su familia… Se incorporó intentando no molestar a Alicia para quedarse a poca distancia de Pelayo.
-Pelayo… Espero que no te moleste la libertad que me he tomado…
-No creo que tú me puedas molestar.
-No estoy tan seguro… Verás, nunca lo había hecho antes, pero me pareció que merecías tener la oportunidad y… -bajó la mirada mientras jugaba con el mechero- He conseguido la dirección de Amparo…
Pelayo abrió mucho los ojos sorprendido, no podía negar que al saber que visitaría París había pensado en ella pero no sabía cómo encontrarla, Fernando lo había hecho. Se pasó la mano por la barbilla intentando encontrar algo que decir; Fernando tragó saliva ante el silencio de su amigo, no podría perdonarse haberle molestado.
-¡Pero hijo! ¿Cómo iba a molestarme? Si sólo pensar en ella se me ponen las enjundias cascabeleras…
Fernando estuvo a punto de echarse a reír, sacó aquel papel sonriendo ante la expresión de Pelayo, estaba seguro que si no fuera tan tarde hubiera cogido la chaqueta y se hubiera ido a buscar a Amparo. Alicia siempre le decía lo mucho que se parecía a Pelayo. Le vio coger el papel mientras le temblaba levemente la mano.
-Gracias, de verdad, Fernando; no esperaba esto y te aseguro que es un gran regalo.
Fernando se levantó sin despertar a Alicia, Pelayo le imitó y se fundieron en un abrazo que no les dejó indiferentes. Al separarse, Fernando le acompañó a la habitación y le preguntó si necesitaba algo, después de darle las buenas noches, se sentó frente a Alicia; fumó un cigarro sin dejar de mirarla. Por mucho que le pesase que su hijo no pudiese crecer junto a Pelayo, en su país, pensó que desde que empezaron su vida juntos no habían cometido ningún error. Atrás quedaron los errores del pasado, la mayoría suyos, juntos habían rectificado todos esos errores para construir la vida que tenían y que no podía hacerles más felices. Mientras se fumaba el cigarro intentando no quedarse dormido escuchó a su amigo salir del baño casi sin hacer ruido, apagó la colilla y decidió acostarse antes de dormirse en aquella silla. Fue a darle un beso a su hijo y sonrió al verle moverse dormido, le arropó y regresó al salón para llevar en brazos a Alicia a la cama. Notó cómo su mujer se agarraba fuerte al cuello y sonrió mordiéndose el labio, la posó en la cama, la vio quedarse tal y cómo la había dejado, sólo se movió cuando sintió que él también estaba en la cama. Apagó la lámpara al sentir el abrazo de Alicia, cerró los ojos respirando hondo, a los pocos minutos se había quedado dormido sin dejar de abrazar a su mujer.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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