Fernando Solís & Alicia Peña  
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Fernando entró por la puerta con el maletín y el abrigo en la mano, se encontró a Diane con Roberto en brazos intentando dormirle, dejó las cosas y extendió los brazos para que se lo pasara, le susurró que podía irse si quería, ya no tendría que salir, ella dudó pero recogió sus cosas despidiéndose del pequeño. A Fernando le gustaba, era una mujer con experiencia y el niño parecía contento con ella, seguía pareciéndole innecesario contratar a alguien, demasiado burgués para su gusto, pero si Alicia estaba contenta él también lo estaba. Dejó al niño dormido en el coche de paseo, miró la hora y se imaginó que Alicia no llegaría para comer, se sentó a trabajar en la mesa y justo cuando iba a abrir la pluma sonó el teléfono. Se levantó con premura para que el timbre no despertara al niño y sonrió al escuchar a una Alicia acelerada, se la imaginaba sentada en la mesa, jugando con el cable del teléfono mientras apoyaba el otro brazo en todos los papeles extendidos
Alicia tenía un día ajetreado, la entrevista con los familiares de los maquis se había alargado hasta casi la hora de la comida. Era un caso muy complicado, posiblemente nunca conseguirían nada de la justicia española, pero sólo escuchando su historia se le removía todo por dentro, necesitaba intentarlo. Llamó otra vez a casa, iban cinco veces, esperaba que cogiese el teléfono Diane, la habían contratado hacía unos días, Fernando no estaba del todo convencido. Diane era hermana de una de sus vecinas, llevaba años cuidando niños y tenía mano para ello; pero Alicia sabía que Fernando no daría el visto bueno a nadie que tuviese que hacerse cargo de su hijo así que la contrataron.
Cuando oyó la voz de Fernando al otro lado del teléfono resopló, no podía decir que no lo esperase, de hecho, cada vez que había llamado esa mañana esperaba que en algún momento Fernando cogiese el teléfono.
-Vaya, hoy también has salido pronto de la redacción…
Fernando se echó a reír mientras apartaba el artículo en el que estaba trabajando.
-Bueno, ventajas de concentrarme mejor en casa que en la redacción…
-Sí, sí… Nos conocemos Fernando Solís…
-No te hagas la superada –seguía riéndose- Diane me ha contado que en tres horas has llamado cuatro veces… ¿Vas a venir a comer?
-Me encantaría pero no creo que pueda, acaba de terminar la reunión sobre el caso de los maquis y tengo mucho trabajo por delante…
Fernando se dio cuenta que Alicia siempre se refería a ello como el caso de los maquis, la familia de los maquis, el asesinato de los maquis… Conocía perfectamente esa técnica, si no les llamas por su nombre no te implicas emocionalmente; pero también sabía que no solía funcionar…
-Pero sal a comer algo eh, no te pases todo el día en el despacho…
-No te preocupes, comeré ahora un pincho y me pondré a trabajar para salir cuando antes y volver a casa con los dos hombres más maravillosos del mundo…
Se despidieron, Alicia volvió al trabajo mientras sacaba unas galletas que tenía en el cajón del escritorio, Fernando se quedó pensando en ella. Suspiró al volver a sentarse, se frotó la cara y le empezaron a venir las imágenes de la única discusión que, hasta la fecha, habían tenido.

Unos días antes
Fernando estaba terminando de dar el biberón a Roberto, había pasado toda la mañana pendiente de su hijo, echaba de menos que Alicia estuviese en casa pero disfrutó mucho de un día para ellos dos solos. Al oír la puerta se levantó de la mecedora, Alicia entró feliz, tenía un aspecto diferente, su sonrisa era más brillante de lo que siempre era.
-Mira Roberto, mamá ha vuelto y está más guapa que nunca…
-Zalamero… -besó en los mofletes al niño y en los labios a Fernando- Algún día deberías ir tú también, es muy relajante, hace que te olvides de todo…
Fernando sonrió, Alicia empezó a detallarle los masajes, las piscinas, la sensación del contraste del agua caliente con el agua fría… Roberto se fue durmiendo en los brazos de Fernando mientras escuchaba la voz cantarina de su madre, Alicia sonreía relajada. Por la tarde estuvieron relajados en el salón mientras leían un libro, Roberto estaba igual de tranquilo que su madre, pareciese que él también hubiese ido al balneario. Alicia sabía que cuando sacase el tema se acabaría la tranquilidad, pero quería contárselo, saber su opinión. Estaban haciendo la cena cuando Alicia decidió que era el momento, mientras Alicia le relataba su experiencia en el balneario había permanecido callado mirándola, por ese emotivo notó el cambio de expresión cuando le intentaba contar la conversación con Emile.
-Fernando, sé que ayer cuando Emile habló conmigo te quedaste con la mosca detrás de la oreja…
-Hombre, que os apartaseis para hablar fue sospechoso… -Fernando se echó a reír- ¿Me lo vas a contar ahora?
-Sí… Pero no quiero que te preocupes antes de tiempo…
-Alicia, si empiezas así me preocupo…
Fernando quitó la sartén del fuego, la tortilla ya estaba hecha, dejó todo aparcado e hizo que se sentasen mientras cogía su mano. Alicia estaba algo nerviosa, no tenía miedo a la reacción de Fernando, pero estaba segura que no le iba a gustar, las Jornadas del Ateneo fue la confirmación de los contactos que había entre los dos países y el caso se metía de lleno en un tema político. Se habían prometido no ponerse en peligro pero también no conformarse ante la brutalidad y la injusticia.
-Emile me propuso intervenir en un caso, no de manera directa pero sí llevarlo yo… Probablemente no podamos conseguir nada, pero necesito hacerlo.
-¿Vas a arrancarte ya? –Fernando la escuchaba divertido, no sabía cómo cambiaría la situación en unos minutos…
-Una familia de exiliados españoles quieren recuperar los restos de su hijo, se unió al maquis en los 40 y le asesinaron a mitad de los 50, nunca han sabido nada de cómo fue ni dónde dejaron su cuerpo… Se exiliaron hace unos meses y quieren encontrar el cuerpo de su hijo para darle sepultura, creen que desde aquí pueden conseguir algo…
Alicia lo soltó de un tirón, sin mirar a Fernando, cuando terminó respiró hondo, ya lo había dicho. Si hubiese estado mirando a Fernando se habría dado cuenta de los esfuerzos que estaba haciendo por no levantarse y empezar a dar vueltas por la cocina, apretaba los puños como si le fuese la vida en ello.
-Alicia, no aceptarás ese caso.
Fernando sintió una sensación de déjà vu y respondió antes de pensar, no había terminado de hablar y ya se había dado cuenta de su error. Por su cabeza pasaron muchas imágenes, demasiadas, que, unidas a la sensación de ahogo, le llevaron a subirse las mangas de la camisa con una calma que no reflejaba sus sentimientos. Él tampoco la miraba, estaba concentrado en la baldosa del suelo, se había prometido no volver a imponer su decisión sobre lo que afectase a Alicia, pero no podía creer que ella se estuviese poniendo en peligro por algo que era totalmente imposible, nadie podría recuperar los cuerpos de maquis asesinados. Alicia le enfrentó con la mirada y habló de manera fría, permaneció firme en su decisión, al contrario que él, subió el volumen, no estaba dispuesta a retroceder ni un ápice.
-Bueno, tú podrás dar tu opinión sobre qué debería hacer, la decisión es mía.
-¿De qué decisión hablas Alicia? –se levantó de la silla- ¿Qué puedes decidir en este caso? Es simple, ponerte en peligro o no ponerte en peligro. Sabes tan bien como yo que por mucho que hagas, por mucho que te desvivas, no vas a conseguir nada, la justicia española está lejos de ser justicia… ¿Vas a ponerte en peligro por nada? ¿Vas a poner en peligro la vida que tanto nos ha costado construir?
-¿Has pensado en esa familia? –Alicia no se amilanó- ¿Qué mensaje le estaríamos dando si nadie acepta su caso? Necesitan luchar, hacer todo lo posible… ¿Has pensado en Luisa e Ignacio? –Fernando agachó la mirada mientras jugaba con el mechero- ¿Has pensado en lo que yo misma pasé por no poder velarte?
-Alicia, no juegues sucio… -cerró los ojos intentando no pensar en cómo le afectó a Alicia saber que le habían fusilado y que estaba en una fosa cualquiera- No hagas de esto algo personal, no podemos poner en peligro la vida de nuestro hijo por algo que es una quimera… Si supiese que podrías conseguirlo, yo mismo te diría que lo aceptases, pero no es así, vas a ponerte en el punto de mira por nada…


-¿Y qué le estaríamos enseñando a Roberto? ¿Que sólo hay que luchar cuando se puede ganar? Yo no quiero un mundo así para mi hijo… Hablas de peligro, no hay peligro Fernando, no estamos en España, no voy a pisar suelo español… ¿Qué pueden hacerme? ¿Impedirme trabajar en Francia? Pues si para poder trabajar tengo que tragarme mis ideales…
-Haz lo que quieras Alicia –Fernando estaba más calmado, pero no podía mirarla- como tú bien has dicho, es tu decisión…
Fernando se fue al salón, se sirvió una copa y se sentó en el sofá; ella se sentó abatida en la silla de la cocina. Encendió un cigarro mientras se mordía una uña pensando en lo que suponía ese caso para Fernando.
Alicia fue a la habitación de su hijo, se sentó en la mecedora mientras le veía dormir. Ninguno de los dos cenó aquella noche, Alicia dio la última toma antes de dormir a Roberto, llevó la cuna a su habitación y le preguntó a Fernando si se acostaba ya, él no la miró, le dijo que se quedaría en el sofá. No se quedó en el salón porque estuviese enfadado, simplemente necesitaba pensar, además quería evitar volver a discutir. Se quedó con el salón iluminado tan sólo por una lamparita, el coñac le sabía más áspero que otras veces y recordó la primera vez que habló con Luisa y cuando conoció a Ignacio. No se arrepentía de haber regresado a España para eliminar al topo que los asesinó, a los hombres que dispararon a una mujer desarmada mientras se escondía con su bebé en brazos, esa criatura que sólo la valentía de Manolita había conseguido regresar con su familia, pero era consciente del peligro, sin embargo, ¿era Alicia consciente del mismo? Las relaciones entre España y el resto de los países no sólo se normalizaban eran de cooperación, podían quitarle la licencia, señalarle de alguna forma. Resopló dando un trago largo a la copa, fuese lo que fuese era decisión de ella y las consecuencias las aceptarían juntos.
Era la primera noche que no dormían juntos desde que llegaron a París, ninguno durmió en toda la noche; Fernando no dejaba de oír a Alicia dar vueltas en la cama, si se hubiese acercado a la habitación hubiese visto sus ojos rojos, él pasó la noche fumando un cigarro tras otro. Los únicos momentos en los que Alicia se tranquilizó fue cuando amamantó a Roberto, ese momento mágico no lo cambiaría por nada. Había pasado la peor noche desde el día que supo que estaba embarazada, compartiendo un sin fin de pensamientos y sentimientos encontrados, cuando se dio cuenta que no podía dormir decidió sentarse en la cama, no pudo evitar coger la almohada, cerrar los ojos y olerla.
Fernando no dejó de pensar en su familia, en lo que habían construido, en Luisa, en Alicia al enterarse de su muerte… Sabía que no estaba llevando bien ese tema, que no era justo que su opinión fuese la que tenía que prevalecer, que Alicia era adulta y podía tomar sus decisiones sin que él tuviese que cabrearse… Pero el miedo le superaba, no podía imaginarse que Alicia tuviese consecuencias por ello, que Roberto no pudiese disfrutar de su madre, que Alicia sufriese al estar lejos de ellos… Pensó en ir varias veces a la habitación pero había sido tan tajante que temía la reacción de Alicia. Se acercó sigilosamente para ver a Roberto en su cuna y pensó que tenía razón, quería verle crecer pero también mirarle a los ojos sin la conciencia cargada por no hacer nada. Fernando estaba sentado, con los brazos en la nuca cuando escuchó los tacones, posó la manta en el sofá y se levantó, apoyado en el sofá se quedó mirándola y comenzó a disculparse.
-Alicia… Lo siento, no debería haberme puesto como me puse –le cogió la mano mientras levantaba su mirada para que le mirase a los ojos- de verdad, siento todo lo que te dije, acusarte de ponernos en peligro… No tenía derecho a eso.
Alicia le miraba a los ojos, era consciente del miedo que sentía Fernando, no pretendía hacerle daño, si se empeñaba en seguir adelante con ese caso era porque lo sentía así, no podría vivir si diese la espalda a esa familia. Fernando la abrazó mientras no dejaba de susurrar en su oído “lo siento”. Cuando Fernando se separó de ella, tenía lágrimas en los ojos.
-Alicia, si decides llevar ese caso yo estaré de acuerdo… Sabes que te admiro por tu fuerza, por tu lucha… Aunque a veces me de miedo, tengo claro que me gustas tal como eres, idealista, luchadora, a veces ingenua… No quiero que cambies por darme el gusto y que no me preocupe…
Alicia sonrió débilmente, le besó emocionada, desayunaron juntos y salieron de casa con el niño. Alicia tenía que ir al despacho, después tenía consulta con el médico y habían quedado con una vecina para que les presentase a una chica que podría cuidar de Roberto mientras ellos trabajaban.

Fernando regresó al presente cuando oyó llorar a Roberto, le cogió en brazos dejando el artículo para otro momento. Alicia terminó de redactar el informe que le presentaría a Emile, respiró profundo, era la primera mañana que dedicaba a ese caso y había sido duro escuchar la historia de Josefa, la madre de aquel chico al que mataron… Se corrigió a sí misma, había sido duro escuchar la historia de la madre del maqui, no podía permitirse implicarse emocionalmente, necesitaba mantener las distancias. Se quedó mirando al vacío con los papeles en la mano, eran muchos sentimientos encontrados y comenzó a recordar el día posterior a la discusión.
El doctor les había dicho que todo estaba muy bien, pero que quizás era mejor a que pasase el primer mes para retomar las relaciones, Alicia había abierto mucho los ojos cuando el doctor lo dijo, Fernando se fijó en ella y no pudo evitar sonreír. Se había sentido nerviosa al principio, ir al ginecólogo no era plato de buen gusto, y un poco decepcionada al saber que aún no podían mantener relaciones. Había sentido la mirada de Fernando, casi de burla, cuando ella arrugó la nariz, echaba de menos hacer el amor con él pero, sobre todo, ese espacio de tiempo, después de hacer el amor, dónde parece que consigues parar todo. Al salir de la consulta, Roberto estaba dormido, pasearon hasta la redacción, Fernando quería recoger algo de trabajo, aquel primer lunes después de las fiestas prefería trabajar en casa. Su conversación seguía siendo tensa, ninguno había dormido y, aunque tenían mucho carácter, se habían prometido no dejar que sus desavenencias se trasladasen al día siguiente. Podía sentir el conflicto de Fernando entre el peso de la culpa por haber sido tan cortante -conocía perfectamente sus salidas de tono- y el miedo, ahora lo conocía mucho mejor que nadie y podía oler su miedo, intentó aplacar el mismo desde todos los medios. No habían vuelto a hablar de la discusión, Alicia no había podido decirle nada cuando él se disculpó, la noche le había pasado mucha factura, estaba agotada mentalmente y simplemente aceptó las disculpas de Fernando. Fernando estaba preocupado porque, después del parto, todo fuera correctamente, Alicia estaba haciendo una vida completamente normal y parecía recuperada, aun así siempre sentía los nervios ante sus visitas al médico. Estaba deseando aclarar todo con ella y se preguntaba si no le tocaría dormir otra vez en el sofá como castigo por no haberla apoyado en su caso. Respiró hondo intentando controlar todos esos pensamientos. Ella estaba llevando el coche, se paró a un lado de la acera, Fernando la miró interrogante pero retrocedió para ponerse a su lado.
-Fernando… Antes no te he dicho nada, no podía volver a hablar sobre ello, estaba muy cansada…
-No hace falta que digas nada, de verdad, la culpa fue mía, nunca debí hablarte como si tu opinión no contase, como si no tuvieses tus razones…
-De eso quiero hablar, Fernando, entiendo que el miedo te llevó a decidir qué debía hacer –quiso interrumpirla pero no le dejó- sí, sé que no fue tu intención, que no lo pensaste… Y te has disculpado. Lo que quiero decir es que lo entiendo, y que entiendo que yo también me puse dura, que me empeñé en darte motivos que te dolían… No quiero que creas que no pensé en ti, en lo que pudieses pensar o sentir… En ningún momento quise hacerte daño con mi decisión, siento haber nombrado a Luisa e Ignacio, tu fusilamiento… -se miraban a los ojos, Fernando la miraba orgulloso- No fue justo que por defender mi decisión sacase temas dolorosos para los dos…
-Alicia… No tienes que disculparte por nada… Soy yo el que se cerró, el que no quiso hablarlo… Necesitaba pensar, supongo que en cierto modo necesitaba aceptar tus motivos. Por más que me diese miedo, desde el primer momento tenía claro que eras tú quien tenías que decidir qué hacer… Y aunque no lo creas, te admiro por todo lo que eres capaz de hacer, por seguir adelante a pesar de todo…
Abrazó a Alicia, no había mejor manera de terminar una discusión que así, compartiendo sus puntos de vista, sin reproches, ni malos momentos, siempre encontrarían el modo de ponerse de acuerdo. Mientras la llevaba contra él con una mano sin soltar el cochecito de la otra, sólo podía pensar en lo orgulloso que estaba de ella, en cómo defendía cada uno de sus casos, cada una de sus causas, aún con el sistema judicial, cerró los ojos pensando que realmente era mucho más valiente que la mayor parte de las personas que conocía.

Un pequeño ruido atrajo la atención de Alicia al presente, terminó de recoger, quería volver a casa pero necesitaba escribir a Inés y sabía que cuando regresase se quedaría toda la tarde con su hijo, desde que había empezado a trabajar con normalidad le echaba muchísimo de menos. Tomó las cuartillas y comenzó a escribir a Inés, la carta fue fluida, se daba cuenta de la ansiedad con la que escribía, cómo si la tuviera enfrente y las palabras saliesen con tropelía. Se imaginaba a Inés, sentada en su sofá, leyendo la carta mientras Mauro pululaba por la casa contándole las novedades de los cómics. Apreciaba a Mauro pero su conversación favorita siempre era él mismo, por suerte, adoraba tanto a Inés que uno podía perdonárselo.

Mi querida Inés
Espero que hayáis pasado muy buenas fiestas, seguro que no habéis dejado de pensar en vuestro hijo… No sabes la ilusión que nos hizo abrir los regalos con él; aunque Roberto no se enteró, claro, de hecho se quedó dormido… Pero saber que estaba en nuestros brazos, que eran sus primeras navidades, nuestras primeras navidades los tres juntos… Fue muy emocionante.
¿Cómo llevas el embarazo? Intenta disfrutarlo, sé que tendrás ganas de tener a tu hijo en brazos y será la mejor sensación de tu vida, pero intenta disfrutar de cada sensación que te produzca la espera.
Hace unos días acepté un caso un tanto complicado e incluso peligroso… No pude evitar pensar en ti, nos han pasado muchas cosas y sin embargo aquí seguimos, intentando luchar por lo que es justo. No podría mirar a los ojos a mi hijo si no acepto un caso porque sea peligroso, no es eso lo que quiero enseñarle a Roberto. Y pensé en ti después de la primera discusión con Fernando, no quería que aceptase el caso, me dijo que no le aceptaría… Me hubiese encantado poder desahogarme contigo. No te preocupes, por suerte lo hablamos, supimos encontrar un punto de encuentro… Aunque si he de ser sincera, ese punto de encuentro suele pasar porque Fernando acepte lo que yo digo. Pasé la peor noche en mucho tiempo, pero lo hablamos y todo se arregló.
Tengo muchas ganas de volver a verte, pero sobre todo de que nos llegue una carta con la buena nueva. Te mando una foto de los tres, nos la hicimos el día de reyes.
Un abrazo muy fuerte, sabes que aquí tienes una casa siempre que quieras.
Alicia Peña

Guardó la carta en un sobre y éste en el bolso, recogió sus cosas y se dirigió a casa, tenía muchas ganas de coger en brazos a Roberto, de sentirle y olerle. Fernando se sentó en la mesa y abrió la carpeta que Alicia había dejado sobre su caso, cerró el puño varias veces al leer los relatos de esa familia, encendió un cigarro frotándose la frente. Al terminar, colocó todo correctamente con el mismo desorden que tenía anteriormente, se levantó para coger folios y comenzó a escribir. Cuando Alicia entró en casa, Fernando estaba leyendo el resultado, no la oyó entrar, hasta que Alicia le besó el pelo no se dio cuenta que ya había llegado. Giró la cabeza para mirarla, se la veía cansada pero feliz, se levantó y la besó.
-Qué bien que hayas llegado… Roberto se ha quedado dormido hace un rato, ¿has comido? ¿Preparo algo?
Fernando estaba seguro que no había comido, durante el embarazo él se había asegurado que comiese ordenadamente, a las horas, sin saltarse ni una comida. Pero desde que había vuelto a trabajar, Alicia se había relajado con su alimentación, había vuelto a sus hábitos anteriores al embarazo.
-Bueno… He picado algo… -no quería reconocer que no había comido más que tres galletas- Pero si te empeñas en preparar algo…
Fernando sonrió resignado, le quitó el abrigo, el maletín e hizo que se sentase en el sofá; Alicia se dejó mimar por Fernando, estaba cansada, había sido un día muy largo. Tiró los zapatos en una esquina mientras se sentaba esperando la comida. Fue a la cocina, había dejado un poco de guiso por si acaso venía con hambre, lo puso a calentar mientras preparaba un poco de queso para picar. Alicia se levantó del sofá, se había quedado intrigada con lo que Fernando estaba escribiendo, lo había ocultado bajo algunas carpetas y sabía que era por algo. Intentó no hacer ruido, fue de puntillas hasta la mesa, oyó cómo Fernando trasteaba en la cocina, apartó con cuidado la carpeta y cogió las cuartillas. Mientras preparaba la comida, Fernando se dio cuenta que había leído mal, de alguna forma, los designios, había sido, precisamente, esa capacidad de lucha la que hizo posible que estuvieran juntos, que pudiesen disfrutar de su hijo, muchos otros quedaron en el camino, pagando con su vida o su felicidad pero ¿no era precisamente eso lo que debían evitar? El compromiso que tenían con ellos mismos, con el otro y su hijo, era ese. Alicia empezó a leerlo, se olvidó que estaba intentando ser discreta, se sentó en la silla, no podría dejarlo en su sitio aunque Fernando pudiese verla. Encendió un cigarro mientras leía el artículo de Fernando, le gustaba tanto la forma que tenía de escribir, por un momento no existía nada más que sus palabras. Lo leyó entero, de un tirón, Fernando entró en el salón con el plato de guiso, la vio leyendo, concentrada en lo que él acababa de escribir, podía ver el humo del cigarro, que estaba posado en el cenicero, la mano de Alicia apoyada en su cara mientras leía, sonrió pensando que Alicia le conocía demasiado bien. Se acercó, no era su intención pero Alicia se sobresaltó, soltó las cuartillas como si la hubiesen pillado con las manos en la masa, Fernando posó el plato en la mesa mientras se fijaba en la cara de culpabilidad por leer algo sin pedírselo.
-Lo siento Fernando… No quería leerlo sin pedirte permiso, solo es que tuve una corazonada y…
Se sentó a su lado arrastrando la silla con cuidado, le agarró las dos manos mientras hablaba con ella hasta que señaló la comida, sirvió una copa de vino para cada uno y le pasó el cesto del pan. Había guardado el artículo en la carpeta colocándola en una de las sillas.
-No te disculpes, Alicia, por favor… -le acarició la mejilla- Si lo guardé fue sólo para que no pensases más en el trabajo, has pasado todo el día en el despacho y necesitas descansar…
Alicia le abrazó, no podía estar más orgullosa de él, sabía que lucharía contra quien fuese para publicar ese artículo, valoró mucho que fuese capaz de aparcar sus miedos para apoyar su trabajo. En el artículo no nombraba a nadie, ni Josefa ni su hijo eran nombrados ni se contaba su historia, pero sí hablaba de los maquis asesinados, las personas fusiladas, las fosas comunes, las cunetas… Instaba al gobierno de Francia a apoyar a las víctimas, a no seguir apoyando el terror de Franco.
-Fernando… Gracias, gracias por apoyarme pero además, por hacer tuya mi lucha, por implicarte aunque pienses que es inútil…
-No pienso que sea inútil Alicia… Sí muy difícil, casi imposible, peligroso… Pero no inútil, nunca puede ser inútil luchar por un mundo más justo. Eso sí, intentando no ponernos en peligro… No quiero que pienses que esto es el principio de mi vuelta, todo lo que sea ayudar desde mis escritos, apoyando tu trabajo… Sabes que nunca podría vivir al margen de la realidad, pero mi compromiso con Roberto y contigo está por encima de todo…
Alicia sonrió, ella tampoco quería que Fernando cambiase, que no le importase la justicia, las personas que lo pasan mal… Era su esencia, la de los dos, no podían vivir ajenos a lo que pasaba en el mundo. Alicia se sentó derecha mientras Fernando le servía la comida, comía casi devorando ante la atenta mirada de Fernando. Alicia cerró los ojos saboreando la comida y dando un sorbo al vino, Fernando se levantó para traerle una bata y las zapatillas, bromeando se las puso como si fuera cenicienta mientras ella arrugaba la nariz ante ese comentario. Fernando se detuvo acariciándole los tobillos mientras le ponía las zapatillas, algo que hizo sonreír a Alicia. Se levantó para hacer café ella, seguía pensando que Fernando no lo cargaba tanto y necesitaba una dosis para poder terminar la tarde, de esa forma disfrutaría un rato de estar con Roberto. Fernando adivinó sus intenciones y se echó a reír mientras esperaba que volviese, le sirvió también una taza a él, cuando lo probó abrió mucho los ojos de broma.
-Eres un exagerado Fernando…
Se echaron a reír mientras disfrutaban del café, Alicia se apoyó en el pecho de Fernando, él empezó a acariciarle los hombros mientras hablaban de Roberto. Por un momento, Alicia pensó en su visita al ginecólogo, sabía que Fernando iba a esperar, no dejaría que sus momentos íntimos fuesen a más. Pero en momentos así, los dos relajados en el sofá, acariciándose… Echó de menos sentir a Fernando mientras hacían el amor. Empezó a besarle mientras se incorporaba, Fernando se rindió por un momento a esos besos, pero en seguida recobró la serenidad, se separó despacio de Alicia, ella se quedó en mitad de un beso, con los ojos cerrados. Fernando fue rápido, cogió la cámara que tenían en la mesilla y le sacó una foto; abrió los ojos y le dio un manotazo. Alicia se sintió frustrada, algo que le parecía muy divertido a Fernando, mientras cargaba la cámara con un carrete nuevo, después de dejar el viejo en la caja del viejo. Después de hacerle la foto le revolvió el pelo de broma.
-¡Eso es trampa! No tenía que habértela regalado…
-Mentirosa… Sabes que sacarte fotos, sacaros fotos a los dos me hace muy feliz… Estoy seguro que no harías nada para quitarme esa felicidad, ¿a qué no?
-Bueno… Te lo empiezas a merecer… Siempre me dejas con dos palmos de narices…
Fernando se echó a reír abrazándola.
-Sabes que no quiero hacerlo; pero ya has oído al doctor…
-Sí… Maldito doctor…
Se rieron juntos mientras se levantaban a recoger las tazas del café, oyeron a Roberto llorar, Alicia no le dio tiempo a Fernando a reaccionar, fue directa a la habitación del niño.
-Mi amor… Cuántas ganas tenía de cogerte, de tenerte en mis brazos… -acercó su cara a la carita del niño para besarle mientras le olía- Y ahora, tú y yo tendremos nuestro momento juntos.
Alicia se sentó en la mecedora, Roberto se tranquilizó en cuanto empezó a amamantarle; sentía una sensación de paz absoluta cada vez que tenía a su hijo con ella, no podía cansarse de mirarle, acariciarle y besarle, Roberto iba creciendo cada día e intentaba disfrutar de cada momento con él. Fernando entró en la habitación cuando terminó de fregar las tazas del café, se quedó en el quicio de la puerta mirándoles, le encantaba la sensación de dar el biberón a Roberto, pero ver cómo Alicia amamantaba a su hijo no podía compararse a nada. Fue a por la cámara, en esa ocasión Alicia se lo esperaba, cuando Fernando regresó, ella estaba posando para la foto. Fernando sacó la foto mientras no dejaba de reír en voz baja, aunque en ese momento, Roberto estaba totalmente concentrado y nada le molestaría. Fernando dejó la cámara de nuevo en su sitio y regresó a la habitación, había algo irreal en todos esos pequeños momentos que vivían, algo que no podía explicarse bien con palabras. Aprovechó para colocar la cuna y todo lo que necesitaba para cambiarle, últimamente costaba que se estuviese quieto y había empezado a girarse solo. Miró a través de la ventana después de limpiar el vaho con la manga, el contraste de la temperatura de la calle con la habitación se notaba al tocar el cristal. Cuando Alicia terminó de amamantar a Roberto, ya estaba anocheciendo, había comido tan tarde que el día parecía que había sido muy corto aunque en realidad estaba agotada. Se sentía un poco nostálgica, hacía días que no pasaba mucho tiempo con su hijo, antes de nacer Roberto, cuando se ponía a trabajar se olvidaba de todo, pero desde que había vuelto al despacho, sólo pensaba en las horas que quedaban para volver a casa con su hijo. Cuando Roberto se durmió, Alicia no le dejó en la cuna, volvieron al salón y Alicia aprovechó para leerle un capítulo del cuento que había escrito para él; Fernando les miraba atento, estaba sentado en frente de Alicia, tenía cuartillas y la pluma pero no podía escribir nada, solo podía mirarles y sonreír.
Fernando se empeñó en preparar algo de cena, Alicia insistía en que no hacía falta, que había comido tarde, pero en esas cosas siempre era Fernando quien se salía con la suya. Después de cenar, Alicia se dio un baño mientras Fernando le daba el último biberón del día a Roberto, le seguía pareciendo increíble que aquella vida que sostenía entre sus brazos fuese fruto de su amor. Era su hijo, de Alicia y de él, cuando pensaba esas cosas no podía evitar sonreír, todo había merecido la pena si el resultado era ese. Aunque también sentía miedo, miedo a fallarles, Roberto iba a depender de ellos durante algunos años, era responsabilidad de ellos educarle, atenderle; esperaba estar a la altura. Cuando Roberto se durmió, le metió en la cuna y le llevó a la habitación, se entretuvo más de la cuenta para dar tiempo a que Alicia se hubiera bañado y cambiado, encendió un cigarro sentando en el sillón, estaba especialmente cansado y temía haber cogido la gripe que corría por toda la redacción. Cerró los ojos saboreando la última calada, apagó el cigarro y entró en la habitación desabrochándose la camisa para cambiarse. Abrió el cajón de la mesita y se tomó un analgésico, esperaba estar equivocado, especialmente por Roberto. Alicia salió del baño, besó a su hijo y se metió en la cama, Fernando estaba apagando las luces de la casa, Alicia le oía ir de un lado a otro y sonrió. Cuando regresó a la habitación, dio un suave beso a su hijo y se metió en la cama junto a Alicia, ella se apoyó sobre él, respiró en su cuello.
-Tenía muchas ganas de estar así…
Fernando la besó y acarició su pelo haciendo que se tumbase del todo, se durmieron en un instante, sus días eran agotadores últimamente. No tardó ni cinco minutos en dormirse una vez que sintió el cuerpo de Alicia contra él.

__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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