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Octubre de 1962 (II)

Mediados de octubre de 1962

Fernando miró cansado a Antoine, llevaban una semana con un ritmo frenético, Argelia había entrado en la ONU, y en Francia, después de la dimisión del primer ministro, De Gaulle había disuelto la Asamblea Nacional y convocado nuevas elecciones. Durante la semana hicieron varios reportajes y entrevistas sobre las dos noticias, Fernando odiaba esos momentos de tanto trabajo. Ese día le había pedido la tarde libre a su jefe, llevaba varios días saliendo de casa a primera hora y llegando a última hora; miró nervioso el reloj deseando que se acabase la maldita reunión. Pierre le miró con una media sonrisa adivinando sus pensamientos, sonrió recordando cuando le había dicho que iban a tener dos bebés, había visto a Fernando nervioso pero a la vez muy ilusionado. Fernando encendió un cigarro recordando la excursión a Chantilly, disfrutó viendo la alegría que desprendían Roberto y Alicia rodeados de jardines y castillos, había acabado varios carretes sacando fotos durante todo el día. Su hijo ya no paraba quieto, tenían que estar pendientes de él en todo momento e incluso así, echaba a andar y era difícil alcanzarle. Notaba la cautela con la que Alicia hablaba de sus hijas, era consciente que su mujer le estaba dando tiempo para acabar de asumir la noticia y quiso dejarle claro que no dudaba de sus niñas, sólo necesitaba hacerse a la idea. Finalmente, aquella tarde casi idílica, empezó a hacer planes sobre las cosas que tendrían que comprar o las travesuras a las que se enfrentarían en unos años cuando sus tres hijos tuviesen edad suficiente para jugar juntos y planear aventuras. Alicia disfruto tanto del paisaje como de esos planes que Fernando empezaba a permitirse hacer, no dejaron de contarle a Roberto que dentro de unos meses tendría dos pequeñas hermanas a las que tendrían que cuidar los tres. Roberto cada vez pronunciaba más palabras, su favorita esos días era “emana” mientras acariciaba la tripa de Alicia, sus padres le miraban emocionados sin dejar de sonreír. Fernando no podía verse fumando mientras no dejaba de mover el cenicero, por un momento su cabeza se había ido muy lejos de las cuestiones políticas de Francia, por desgracia duró muy poco y regresó de los paseos idílicos al despacho de su jefe gracias a Pierre, que le dio un codazo, la reunión había terminado y él seguía ensimismado mientras fumaba y recordaba, tuvo que soportar la cara divertida de su amigo mientras se levantaba. Miró el reloj y se dio cuenta que Alicia aún no habría llegado a casa, esa mañana tenía una reunión con Emile, le iba a entregar el borrador final del libro, en unas semanas estaría editado y en poco tiempo publicado. Pierre le propuso pasar por el bar de siempre a tomar una copa y después acompañarle a casa, quería comer fuera con Diane; Fernando sonrió ante la propuesta aunque dudó. Antes de ir a casa tenía que pasar por la librería, hacía unas semanas Sophie había entrevistado a Gisèle Halimi, al leer la entrevista había pensado en Alicia, estaba seguro que le encantaría conocer a esa abogado que había defendido a Djamila Boupacha, una activista argelina tortura por el ejército francés, Sophie le pasó su teléfono pero estaba fuera de Francia. Había encargado el libro “Proceso a la tortura” donde Gisèle narraba la defensa del caso dándolo a conocer a la opinión pública, esa misma mañana le habían llamado de la librería; quería regalárselo a Alicia. Terminó aceptando ante la mirada apremiante de Pierre, Alicia todavía tardaría en llegar a casa y no le vendría mal un poco de conversación relajada con Pierre después de los días que llevaban.
Alicia había ido al encuentro con Emilie caminando despacio, otra persona estaría preocupada por los suspiros y resoplidos de Fernando pero ella lo conocía y viviría en una preocupación constante hasta que naciesen las niñas y después… Después viviría doblemente en una preocupación constante, sonrió ante este pensamiento.

Esperaba impaciente la opinión de Emile, había hecho los cambios que le había pedido, eran mínimos pero esperaba que en esa lectura no encontrase más cosas que cambiar. Realmente, había escrito lo que quería y esos cambios que le pidió eran más formales que otra cosa; en ese libro estaba buena parte de su experiencia como abogado y sus conocimientos pero, también, y más importante, sus experiencias personales. Desde que su padre le inculcó esa pasión por el Derecho, pasando por su experiencia en la universidad, hasta los abusos de poder que vivió incluyendo el de Angulo; y, por supuesto, la experiencia de personas tan importantes para ella como Fernando, Pelayo o Carmen. Se mordió el labio pensando que ese libro era una parte de ella, miró el reloj nerviosa a la vez que sentía una patada de una de sus hijas; sonrió porque podía distinguirlas, a una de las niñas solía notarla cuando trabajaba o estaba en tensión mientras que su otra niña se movía si estaba relajada jugando con Roberto o sentada junto a Fernando. Tenía ganas de hablar en serio de los nombres, cuando sacó el tema, Fernando intentó dejarlo para más adelante, aunque no podía olvidar el día que pasaron en Chantilly y la naturalidad con la que Fernando empezó a hablar de las dos niñas. Emile posó el borrador mirándola, no podía descifrar su mirada, se frotó las manos nerviosa y suspiró al ver la sonrisa de Emile.
-Ya tenemos libro Alicia.
La sonrisa de Alicia se ensanchó mientras Emile tomaba el teléfono para avisar a la editorial que tenían el borrador definitivo. Cuando colgó, empezaron a hablar de detalles técnicos como la portada o la promoción, pero eso a Alicia no le importaba mucho, sentía mucha paz al pensar que todo lo que había escrito podrían leerlo otras personas, podrían conocer la situación de la justicia en España, la diferencia que había en su país a la hora de ejercer el Derecho. Miró el reloj esperando que Fernando no estuviese hasta última hora en el despacho, le apetecía pasar la tarde con él y con Roberto. Contuvo sus ganas de ponerse a saltar aunque sus hijas lo hacían por ella y no paraba de recibir patadas continuamente. En aquel libro se recogían tragedias, injusticias pero también la esperanza que suponía sus propias vidas.
El camino al bar lo hicieron entre bromas y risas, la conversación con Pierre se convirtió casi en un monólogo sobre su relación con Diane, Fernando le miraba sonriendo mientras dejaba que su amigo se desahogase. Pierre le provocaba mucha ternura y le gustaba verle feliz, sabía que su amigo hubiese preferido que le diese alguna respuesta a sus dudas sobre si dar algún paso más; pero también sabía que Pierre le conocía lo suficiente como para saber que él no se metería en algo así. Ya sentados en el bar, escuchaba a Pierre moviendo despacio el vaso y le miraba en silencio con una sonrisa torcida. A veces sentía cierta envidia, los problemas y dificultades que habían pasado Alicia y él distaban mucho de las vivencias de su amigo y Diane. Miró el reloj un par de veces deseando estar en casa y saber qué tal había ido la entrevista sobre el libro de Alicia. Levantó la copa brindando y sonrió pensando si en breve tendrían una boda por todo lo alto; miró el reloj y terminó la copa, mientras se ponía el abrigo le dijo a Pierre que antes de ir a casa tenía que pasar por la librería. Durante el camino Pierre le preguntó por las niñas, se echó a reír al notar la cautela con la que lo preguntaba, no le gustaba nada ser tan transparente para todos. Por primera vez, Pierre le escuchó hablar de sus dos hijas totalmente relajado, le apretó el hombro antes de que entrase a la librería, él se quedó fuera fumando un cigarro. El dependiente no tardó nada en atenderle, Fernando paseó la vista por las estanterías mientras sacaba el libro de la trastienda; se acercó a una de ellas y sonrió al ver un pequeño libro de dibujos sobre España. Lo abrió con cuidado y pudo imaginarse a su hijo repasando ese libro en el que había tantos monumentos de España dibujados, pensó que podría ser un buen libro para su hijo, el primer libro que Roberto tenía, además del cuento que le había escrito Alicia. Lo apretó contra el regazo pensando que sus hijos crecerían con el deseo de volver a una tierra que no habían conocido, ese libro le daba la posibilidad de enseñarles desde pequeños cómo era España aunque fuese en un dibujo. Aquella librería era una de sus favoritas, últimamente llegaba a la cama tan cansando que apenas si pasaba un par de páginas. Acariciar el libro para Roberto le recordó lo mucho que le gustaba a su hijo que le leyese, se rascó el pelo pensando que en pocos años sería él quien le leyese a sus hermanas. Ese pensamiento le hizo chocar suavemente con el mostrador, le tendió el libro al dependiente sacando la cartera, miró de soslayo hacia el exterior y sonrió al ver que Pierre estaba tan distraído que probablemente no le había visto quedarse parado ante aquel pequeño libro de dibujos. Se despidió con una sonrisa mientras cogía la bolsa con los dos libros, al salir, Pierre le miró detenidamente, había tardado bastante y salía con otra cara, más sonriente. Fernando le apretó el hombro y empezó a andar sin dejar de sonreír, llegaron en unos minutos a casa, Pierre estuvo hablando un momento con el portero, habían hecho buenas migas y no era extraño porque Pierre solía visitarles a menudo. Al abrir la puerta, Roberto caminó torpemente hacia él llamándole, se agachó para besarle pero después de saludarle, el niño fue directo hacia Pierre; sonrió ante el abrazo que su hijo le dio a su amigo, le encantaba la relación que tenían.
-Pieeeee, Diaaaaa, mamá, papá, mana, ¡anana!
Fernando no podía evitar quedarse mirando a su hijo cuando éste intentaba crear frases coherentes con su media lengua. Saludó a Diane, que estaba terminando de preparar la comida, suspiró para no decirle que no hacía falta que lo hiciese, no serviría de nada. Se quitó el abrigo mientras se echaba a reír por la naturalidad con la que Diane trataba a un Pierre que a veces seguía sintiendo cierto apuro en esas situaciones, dejó los libros en la mesilla deseando que llegase Alicia. Les costó que Roberto se despegase de Pierre, por suerte Diane acababa de darle de comer y le quedaba la manzana, Pierre sentó al niño en la trona mientras le ofrecía el plato con la manzana troceada. Fernando bromeó con Pierre por la forma en la que su propio hijo le ignoraba cuando estaba él, pero Roberto decidió en ese mismo momento ofrecerle un trozo de manzana mientras le decía papá con su boca desdentada para bochorno de Fernando. Les vio salir de casa y sonrió, eran una pareja curiosa pero se llevaban muy bien y se querían mucho; miró a su hijo y se sentó a su lado mientras el niño disfrutaba de su postre preferido. Quedarse en casa solo con su hijo le producía siempre una agradable sensación, compartían un rato de la extraña charla y estuvo tentado de comenzar a leerle el libro antes de que llegara Alicia.
Alicia se había entretenido todavía unos minutos con Emile, llevaba tiempo sin pasar por el despacho y lo echaba de menos; al final fue Emile quien se disculpó porque tenía una reunión. Alicia se echó a reír y se despidió recordándole que la mantuviese informada sobre los avances con la editorial. Mientras bajaba en el ascensor sintió una fuerte patada, sonrió mientras se apoyaba en uno de los extremos, se mordió el labio agradeciendo que Fernando no la hubiese visto en ese momento. Sabía que ya había asumido que tendrían dos niñas en casa, le veía hacer planes ilusionado y notaba las ganas que tenía de tener a sus dos hijas en brazos, pero también era consciente del miedo que sentía ante cada malestar que le provocaba el embarazo. Si ya antes había intentado que estuviese en reposo por los continuos mareos y vómitos, ahora que sabía que venían dos bebés estaba mucho más pendiente. Caminó despacio mientras se encogía en su abrigo, hacía unos días que el frío se había intensificado y todavía no se acostumbraba a él; sonrió recordando las vacaciones en la playa y se acarició la tripa pensando que en Marsella habían decidido volver a ser padres. Entró en la cafetería saludando a su amiga, tenía antojo de bombones y tarta así que pidió la más grande que tenían y medio kilo de bombones; decidió comprar chocolate para hacer, seguro que disfrutaban de un chocolate caliente con el frío que hacía. Le pidió a su amiga también unas galletas caseras, estaba segura que a Roberto le encantarían; su hijo cada vez pedía probar más alimentos, muchas veces se mostraban inseguros porque no sabían si podrían darle algunos, era pequeño para comer chocolate pero se quedaba mirando fijamente a los bombones cuando ellos los comían y Alicia muchas veces estaba tentada de darle uno. Salió de la cafetería sonriendo, al notar una patada más suave supo que era su otra hija, por un momento recordó cómo hacía muchos años se había imaginado en París. Hacía casi un año que Fernando se había ido de Madrid, no sabía nada de él pero no dejaba de repetirse que lo único que importaba era que estaba a salvo, que había conseguido huir. Ese día no podía concentrarse en las clases, hacía justo un año que Fernando la había besado por primera vez, hacía un año del atentado que salió mal; en esos momentos se sentía sola, sólo Pedrito conseguía sacarle alguna sonrisa. Unos meses antes había muerto su tío, su tía la había echado la culpa de todo y ni siquiera pudo hablar con Mati; sólo atender a un Pedrito que parecía ajeno a todo su drama la hacía sonreír levemente. Álvaro y ella se habían acostumbrado a no hacer preguntas incómodas, llevaban su día a día sin ningún tipo de sobresalto, ni reproches ni mucho menos recuerdos; él trabajaba, ella estudiaba, en casa reinaba la armonía que un niño necesitaba y ella se sentía acompañada. Recordándolo en la distancia, Alicia se culpó por permitir aquello; no había sido justo para ninguno de los dos, hacer como si aquel matrimonio no fuese por las circunstancias no era solución para nada y mucho menos haría que su matrimonio fuese algo más que un lugar seguro. El caso es que ese día, cuando se cumplía un año del atentado, no pudo atender a sus profesores; nadie la prestaba atención, había aprendido a no llamar la atención, estudiaba, atendía y aprobaba sus exámenes intentando pasar desapercibida, así que nadie pudo darse cuenta que su cabeza estaba lejos de las explicaciones del profesor. Cerró los ojos mientras sujetaba el guardapelo donde llevaba las fotos de sus padres, pudo verse en París, pudo ver a Fernando despeinado, con la misma ropa del último día en que se habían visto, pero no estaba en esa camioneta, ni siquiera ella estaba en el camino viendo cómo se alejaba. En su cabeza pudo verse con él en París, habían pasado algunos años, ella estaba embarazada y paseaban de la mano por las orillas del Sena.
Se había quedado parada, frente al edificio, pasándole toda clases de imágenes por la cabeza. Estuvo a punto de perder el contacto con la bolsa dónde iban los dulces y se reprendió mentalmente por aquellos pensamientos. Escuchar el saludo del portero al entrar le hizo regresar al presente, hacía mucho que no recordaba ese pensamiento que había tenido hacía muchos años; tragó saliva y saludó animadamente al portero mientras buscaba las llaves en el bolso. Abrir la puerta mientras escuchaba las risas de Roberto le produjo una inmensa felicidad, en ese momento dejó de sentirse insegura como acababa de sucederle en la calle. Pensar en el tiempo perdido sólo hacía daño e impedía disfrutar del tiempo ganado que suponía su vida totalmente plena. Sonrió al ver a Fernando sentado junto a Roberto, que estaba en la trona, dejó el maletín y la bolsa con la compra de la cafetería en el suelo junto a la entrada y se quitó el abrigo de un movimiento, Fernando la miró preocupado por su rapidez pero sonriéndola.
-Hola mi niño, –acarició la mano de su hijo y se volvió hacia Fernando- pensé que no estarías en casa.
Dejó el abrigo sobre una de las sillas, besó a su hijo y abrazó a Fernando, él la abrazó suavemente intentando no rozar la tripa, notó algo raro en el abrazo de Alicia, incluso en la forma ansiosa en la que había entrado a casa, por suerte verla sonreír hizo que olvidase todo.

Alicia se echó a reír al notar la delicadeza con la que la trataba y le besó el cuello sin quejarse de su excesivo cuidado.
-Le dije a Antoine que esta tarde escribiría en casa, no quiero pasar tanto tiempo fuera, sin veros casi en todo el día…
Alicia sonrió cuando notó cómo acariciaba la tripa, se separó para coger la bolsa que había dejado a la entrada sacando los bombones.
-Espera, Alicia, primero tenemos que comer, Diane ha dejado preparada la comida –asomó la cabeza en bolsa y se echó a reír al ver la tarta- después podemos comer el postre, aunque quizás yo no pueda ni probarlo…
El tono divertido de Fernando hizo que Alicia arrugase la nariz y le diese un manotazo en broma, de todas formas, abrió los bombones y comió uno saboreándolo; le dio otro a Fernando y cogió la bolsa con todas las cosas para llevarla a la cocina. Fernando la siguió para empezar a poner la mesa, hacía días que no comían juntos, no soportaba esos días en los que pasaba más horas en el trabajo que en casa. Besó a Alicia después de que dejase la bolsa en la encimera, Alicia sonrió y se mordió el labio pensando en el recuerdo que había tenido durante el camino a casa; se giró para ayudarle con los platos. Roberto no dejaba de llamarles desde el salón, Alicia sonrió y sacó una galleta del paquete, cuando su hijo la recibió agitó los brazos feliz. Al sentarse a la mesa, los dos miraron al niño sonriendo, Roberto mordisqueaba la galleta mientras torcía el gesto al ver las migas que se caían de su boca. Alicia respiró hondo y, mientras comían, compartió con Fernando ese recuerdo, esa visión que había tenido en una de sus clases; Fernando sonrió imaginándosela en clase y bromeó con que le habían servido sus consejos sobre mimetizarse con el entorno. Alicia sonrió tiernamente sabiendo el esfuerzo que estaba haciendo Fernando por sonar despreocupado, le vio tragar saliva en un gesto inculpatorio, había sido él quien había decidido que viviría mejor en Madrid, en España, estudiando. Le acarició la mano y le aseguró que todos habían sido culpables y que eran errores del pasado que ya habían arreglado; no quería que pasasen por eso una y otra vez pero, a la vez, sabía la importancia de poder compartir esos recuerdos con él. Podían hablar de todo y seguir mirando hacia adelante, se amaban, tenían tres hijos por los que luchar y toda la vida por delante. Alicia siempre veía a Fernando desviar la mirada cuando enfrentaban el pasado, el sentimiento de culpa estaba ahí e intentó cerrar la conversación para dar paso a lo que verdaderamente les importaba en ese momento. Puso fin al recuerdo hablando de las novedades del despacho; Fernando se la quedó mirando sonriendo y agradeciendo esa segunda oportunidad que habían tenido y que pensaba aprovechar al máximo. Roberto había estado entretenido con la galleta sin dejar de llamar a sus padres, a su hermana, todavía hablaba en singular, a Pelayo e incluso a Liberto, sus frases inconexas solían contener esas palabras además de otras muchas. Alicia miró a su hijo y comentó las ganas que tenía de que pudiese contestarles y sus frases tuviesen sentido; Fernando miró de reojo a la mesilla donde tenía los dos libros, Alicia se dio cuenta y al mirar vio la bolsa sin saber qué era.
-¿Y eso? No me digas que también habías comprado bombones…
Fernando se echó a reír al notar el tono de culpa de su mujer, se levantó despacio y la besó el cuello antes de ir hacia la mesilla. Mientras se rascaba el cuello, tomó los libros para entregárselos a su hijo y a Alicia, le tendió la bolsa y cogió a Roberto, que no dejaba de mover los brazos para que le sacasen de esa trona que empezaba a odiar tanto como la silla cuando salían de paseo. Alicia comió un bombón antes de ir hacia el sofá, por un momento se había olvidado de la tarta; Fernando se sentó con Roberto frente a ella en la butaca, sonrió cuando Alicia vio el libro para su hijo.
-La verdad es que no había ido a la librería para eso, pero al verlo no pude resistirlo… El primer libro de Roberto –su hijo levantó la cabeza para quedársele mirando al oír su nombre- tenía que ser sobre España, cuando le vi me gustó mucho.
Alicia sonrió emocionada mientras lo abría, lo primero que vio fue un dibujo del Parque del Retiro, miró a Fernando sonriendo y se agachó torpemente para quedar a la altura de su hijo. Fernando se mordió el labio para no decirle que no debía hacer esos movimientos, estaba seguro que era un esfuerzo porque la tripa no la dejaba moverse libremente.
-Mira mi amor, esto es España, –puso el libro delante de su hijo y se emocionó al ver que el niño señalaba los dibujos- sí, es nuestro país, algún día, cuando tus hermanas y tú seáis mayores volveremos a España.
-Emanas, Epana, maores.
Tuvieron que reírse ante los intentos de Roberto de tomar el libro, aún tenía restos de la galleta y Fernando veía cómo Alicia ponía la misma cara que cuando el pequeño le acariciaba el pelo con las manos llenas de restos de comida. Suspiró ante la estampa tan cotidiana y, a la vez, tan llena de nuevos recuerdos, besó a su hijo en la coronilla mientras miraba a Alicia, le emocionaba verla tan feliz hablando de su país y estaba seguro que algún día volverían para poder vivir libremente, aunque sabía que para que eso pasase faltaba mucho tiempo. Disfrutó viendo cómo Alicia pasaba las páginas y su hijo señalaba los dibujos, se mordió el labio riéndose pensando en las tardes de dentro de unos años, cuando sus tres hijos estuviesen por casa jugando, o dibujando, o estudiando… Suspiró al darse cuenta que ya había asumido totalmente que tendrían dos hijas, estaba deseando hacer planes para cinco, para su familia; besó a Alicia en la nariz recordándole que había ido a la librería para otra cosa. Sujetó el libro a la vez que su hijo, y vio cómo Alicia regresaba para sacar el otro de la bolsa; al ver la portada abrió mucho los ojos. Miró a Fernando sonriendo y volvió a mirar el libro, había oído hablar de esa abogado y de su caso, de hecho había pasado por un par de librerías hacía unas semanas pero el libro estaba agotado, con todo el trabajo de su propio libro se había olvidado de volver a preguntar por él.
-Mi amor… ¡Gracias! –se abalanzó sobre él teniendo cuidado por su hijo y Fernando se echó a reír evitando, nuevamente, decirle algo sobre los movimientos bruscos- Quería leerlo y al final siempre se me olvida pasar por la librería. De verdad, muchas gracias.
-De nada, Alicia; -la besó feliz por haberla sorprendido- Sophie la entrevistó hace unas semanas, le pedí su número pero ahora mismo está fuera de Francia. Esta mañana me llamaron de la librería…
Alicia rio feliz mientras se separaba despacio, cogió en brazos a Roberto para sentarse sobre Fernando, su hijo no se separó del libro con los dibujos y ella tenía en la otra mano el libro de Gisèle Halimi, leyó la contraportada y le dejó sobre la mesa para besar a Fernando en el cuello respirando su olor. Se hubiera puesto a bailar ante el libro de no ser por la cara de Fernando casi recordándole que estaba embarazada, bromeó porque siempre había sido un poco aguafiestas, además nunca le gustaba excesivamente los reconocimientos de los demás. Le entregó el libro para que se lo dedicara y pensó en si alguno de sus tres hijos terminarían estudiando Derecho. Fernando disfrutó de la sensación de sentir a su mujer y su hijo, pensó que no podía permitir que su trabajo le dejase sin esos momentos; era feliz como no lo había sido nunca en el pasado. Besó a Alicia en el pelo mientras le recordaba que tenían que comer el postre, Alicia sonrió mientras dejaba a Roberto sobre Fernando y se incorporaba despacio. Fernando la vio caminar despacio hacia la cocina y se quedó mirándola, sólo su hijo consiguió que apartase la vista, le miró sonriendo mientras le hacía cosquillas. Cuando le sentó de nuevo en la trona, Roberto torció el gesto y ni siquiera las cosquillas hicieron que se relajase del todo; le vio alargar las manos hacia el paquete de galletas pero había comido demasiado, tuvo que conformarse con uno de los juguetes que Pierre le había regalado. Alicia cortó un par de trozos de tarta sin dejar de sonreír, antes de regresar al salón, pensó que, aunque con muchos años de retraso, su sueño se había cumplido, estaba en París, con Fernando, tenían un hijo e iban a tener dos hijas. Era feliz y ya ni los recuerdos conseguían que se entristeciese lo más mínimo; llevó los platos y se sentó junto a Fernando. Disfrutaron de la tarta sin dejar de reírse, Fernando estaba atento a cada gesto de su mujer, acariciaba suavemente su tripa, le apretaba la mano o simplemente jugaba con su pelo inconscientemente.
Mientras Fernando recogía, Roberto echaba la siesta y Alicia leía el libro acomodada en el sofá; antes de entrar a la cocina para fregar, se quedó mirando hacia ellos, se sentía feliz sólo estando con ellos, daba igual qué estuviesen haciendo. Sonrió al ver que Alicia, a medida que empezaba a leer los detalles de la defensa, se iba incorporando hasta quedar sentada. Se agachó a arropar a su hijo besándole, de vuelta en la cocina cerró la puerta del patio, prefería que el olor a comida no se fuese a que el frío se instalase en casa. Aprovechó aquel momento a solas para fumar un cigarro mientras organizaba la cocina, el silencio del salón le decía que Alicia seguía leyendo, en aquella posición tan incómoda y que tanto le gustaba, y su hijo continuaba con su siesta para tomar fuerzas, comenzó a fregar pensando en sus hijas. No podía dejar de pensar en los cambios que tenían que hacer, incluso pensó si la cuna que había hecho para Roberto era demasiado pequeña para dos niñas. Se planteó hacer una cuna igual para que las dos niñas tuviesen su espacio, pero se mordió el labio pensando que no quería que sus hijas durmiesen separadas; mientras secaba cuidadosamente los platos, valoró comprar una cuna grande para sus niñas. Suspiró porque si había decidido hacer la cuna para Roberto era porque no se fiaba de esas cunas prefabricadas para los primeros meses de vida de su hijo; de hecho le había costado poner buena cara ante la cuna en la que ahora dormía su hijo. Se rio de sí mismo al recordar el momento en que montó esa cuna, era consciente que era necesaria porque su hijo había crecido y su primera cuna se le quedaba pequeña, pero no le había gustado que fuera prefabricada. Alicia dejó el libro sobre el sofá al notar la patada de una de sus hijas, era una patada suave, calmada, casi sin querer llamar la atención, se acarició la tripa sonriendo mientras volvía a tomar el libro. Tenía muchas ganas de conocer a la autora, estaba segura que podrían pasar horas hablando de Derecho, compartirían sus casos, hablarían de la situación política y hasta podría conocer muchas cosas que no salían a la luz pública. Miró hacia la cocina sonriendo, cuando le dio los libros había visto la ilusión de Fernando, probablemente la misma que habría sentido al estar en la librería; se levantó despacio dejando el libro sobre la mesilla, sonrió al ver a su hijo dormir tranquilamente y fue de puntillas hacia la cocina. Le observó un momento, le hubiese gustado ver algo así hacía muchos años, durante los meses posteriores a que la dejase en Madrid, algunas veces, por un momento olvidaba todo lo que había pasado después de dejar el piso franco, sonreía ante algún ruido en casa y se levantaba sonriendo esperando encontrarse a Fernando. El segundo que duraba esa sensación era como volver a ilusionarse pero, cuando recordaba qué había pasado después, volvía a sentir todo el dolor. Después de unos meses conviviendo con Álvaro había aprendido a controlar esos impulsos, había aprendido a vivir tranquila fingiendo que no esperaba que quien abriese la puerta fuese otra persona.

Se mordió el labio intentando olvidar esos recuerdos que aparecían sin aviso pero que ya no hacían daño, quedaban muy lejos de su casa, muy lejos de París y muy lejos de su familia. Fernando sonrió al escuchar la respiración de Alicia, se giró y se acercó a ella acariciando la tripa. Alicia supo el momento exacto en el que Fernando se había dado cuenta de su presencia, no sabía si eran sus dotes de espía o un sexto sentido pero le resultaba imposible sorprenderle. Últimamente habían pasado poco tiempo juntos y ese día le costaba renunciar a sus mimos.
-¡No me digas que ya has terminado el libro!
-¡Bobo! –se echaron a reír y le abrazó todo lo fuerte que pudo para sentirle junto a ella- Sólo quería estar así… -respiró hondo sonriendo- El libro me está gustado mucho, creo que no tardaré en terminarlo.
Fernando la besó despacio, llevaba días deseando volver a disfrutar de estar en casa, no necesitaba nada más que estar con su mujer y su hijo, sin prisas y sin más preocupaciones. Se separó para colocar el trapo en su sitio, y acompañó a Alicia al salón; sonrió cuando la vio sentarse derecha para volver a la lectura, ante un libro así no podía estar tumbada y relajada, necesitaba estar concentrada y con los cinco sentidos en lo que leía. Se sentó frente a ella en la butaca, miró a su hijo pensando que pronto dejaría de dormir tanto y podrían pasar toda la tarde jugando con él; cogió las cuartillas y empezó a escribir. Poco a poco habían ido informando a todos sus amigos de la buena noticia de sus hijas, y estaba seguro que Pelayo se lo habría contado a Daniel, pero quería contárselo él, quería seguir en contacto con su amigo al que tanto debía. Alicia le miró por el rabillo del ojo y sonrió sabiendo a quién iba a escribir, volvió a centrarse en el libro pensando que no había escena más cotidiana y a la vez más feliz que aquella. Fernando sentía a Daniel al lado mientras escribía, recordaba cuanto tiempo perdió sin sincerarse con él, cómo era imposible adivinar si aquellos momentos volverían a poder recuperarlos, por suerte cada carta recibida y enviada suponía un intercambio sincero, a veces le daba miedo la capacidad de su amigo a ver más allá de lo que decía o hacía.

Querido Daniel
Espero que en Madrid todo vaya bien, estoy seguro que Pelayo no ha dejado de hablarte de París, de Amparo y de nosotros… Fueron unos días increíbles, tener a Pelayo cerca nos hizo muy felices pero su despedida nos hizo recordar lo difícil que es estar lejos de tan buenos amigos. Supongo que Pelayo te lo ha contado, pero quiero compartirlo contigo; Alicia y yo vamos a tener dos hijos, gemelos, Daniel. Si soy sincero, sentí mucho miedo cuando nos lo dijo el doctor, y creo que nunca se me pasará del todo, hasta que no las tenga en mis brazos, estamos seguros que serán dos niñas, no podré respirar tranquilo. A pesar de la impresión, ahora mismo no puedo dejar de pensar en nuestras dos niñas, tengo muchas ganas de que nazcan, de tenerlas en brazos y poder cuidarlas. Roberto está muy grande, cada día pronuncia más palabras y no podemos descuidarnos un segundo porque ya anda sin necesidad de ayuda. Ver crecer a Roberto, formar una familia con Alicia, sentir que tenemos un hogar… Es todo lo que necesito para ser feliz, nunca había sentido esta felicidad, de hecho creo que nunca había sido feliz, no dejo de repasar todos y cada uno de los días que llevamos en París, jamás me habría perdonado no aprovechar la segunda oportunidad que Alicia me dio. Y no olvido que una buena parte de mi felicidad te la debo a ti, nunca lo olvidaré, te lo aseguro.
Alicia ya ha terminado el libro, creo que será un éxito y no sólo para personas que se dediquen al Derecho, ha recopilado muchas vivencias de personas muy distintas y creo que serviría para que cualquiera pueda hacerse una idea de la justicia española. Estos días he tenido mucho trabajo por las noticias políticas de Francia, la verdad, para mí es difícil pasar tantas horas fuera de casa, mi trabajo me gusta pero nada se puede comparar a disfrutar de mi familia, las risas y juegos de Roberto, la conversación de Alicia, sentir una patada de nuestras niñas… Cuando estoy todo el día en la redacción no dejo de pensar en los momentos que me pierdo por no estar en casa.
Me encantaría que pudieses conocer a mis hijos, si algún día viajáis a Francia, no olvides que aquí tienes tu casa, estaríamos encantados de recibiros.
Un abrazo muy fuerte
Fernando Esquivel

Fernando dobló la cuartilla, la posó sobre la mesa y se levantó para sentarse junto a Alicia, ella le besó despacio mientras le dejaba hueco en el sofá. Sonrió al notar cómo Alicia se tumbaba sobre sus piernas, con una mano le acarició el pelo y con la otra la tripa pensando en aquella chiquilla que había conocido hacía muchos años. Alicia sonrió al notar las caricias de Fernando, se concentró en el libro sin dejar de sentir a su marido; se echó a reír cuando estuvo a punto de incorporarse para seguir leyendo, Fernando la miró sonriendo porque había notado su impulso. Cuando Roberto empezó a llamarles, Fernando estaba adormilado sin dejar de acariciar a Alicia que llevaba una buena parte del libro leído. Alicia había ido notando la respiración de Fernando mucho más pausada, estaba a punto de dormirse y no pudo evitar sonreír ante la llamada de su hijo. Estaba segura que siempre tendría una paciencia infinita con los tres, tanta como había tenido en muchos momentos con ella.
-Sigue leyendo, voy yo.
La besó mientras se incorporaba y sonrió al ver que se quedaba sentada sin acomodarse del todo, Roberto movió las manos riéndose cuando su padre le tomó en brazos. Alicia les miró y cerró el libro, lo dejó sobre la mesilla pensando que antes de dormir leería otro rato; antes de que Fernando se diese cuenta, Alicia estaba jugando junto a ellos en la manta. La miró suspirando, Alicia sonrió resignada y no hizo caso a su mirada preocupada; por suerte, Roberto hizo que Fernando se olvidase de que Alicia no debía sentarse en el suelo. Poco después, los tres jugaban sin importarles nada aunque Alicia notaba cómo Fernando trataba de que no hiciese esfuerzos para alcanzar a su hijo; Roberto desperdigó todos sus juguetes por el salón, se lo pasaba en grande haciendo que su padre fuese tras él cuando echaba a correr hacia uno de ellos. Alicia les miraba sonriendo y pensando en el trabajo extra que tendrían como sus hijas fuesen tan activas como Roberto; Fernando volvió junto a Alicia cuando su hijo decidió sentarse junto a su peluche preferido, un regalo de Pierre.
-Podríamos ir a dar un paseo, –besó a Alicia mientras la abrazaba- hace un poco de frío pero podemos abrigarnos y salir, seguro que Roberto está deseando ir al parque…
-Sí, pero no querrá salir en la silla… -Fernando asintió mirando a su hijo, a pesar de ser pequeño, ya imponía sus preferencias- ¿Y si vamos de compras? –se echó a reír ante el suspiro de Fernando- Venga, no disimules, sé que no dejas de pensar en todo lo que tendremos que comprar para las niñas…
Alicia se acarició la tripa al oír la carcajada de Fernando, oír a su padre hizo que Roberto se levantase y se sentase sobre él; sonrió a su hijo y miró a Alicia.
-Pero tenemos mucho tiempo para comprar lo que haga falta… Además, entre que nos preparamos y salimos, las tiendas estarán a punto de cerrar… Y hablando de pensar en compras… -Alicia le miró sorprendida riéndose- He estado pensando sobre la cuna… La primera cuna de Roberto –su hijo alzó la mirada cuando escuchó su nombre- creo que es pequeña para las dos niñas, quizás debería hacer una más grande para las dos porque no pueden dormir separadas, eso está descartado.
Alicia sonrió mientras se mordía el labio, ella no había pensado en las cunas, le besó dándose cuenta que Fernando lo había asumido del todo y empezaba a hacer planes concretos prácticos.
-Podemos comprar una cuna grande para las niñas, tú no tienes tanto tiempo como el año pasado…
-Nada de eso, -se acercó más a Alicia y acomodó a Roberto encima de él, acarició la tripa de Alicia sonriendo- nuestras niñas dormirán como unas reinas en la cuna que pienso hacerles, y estarán más seguras que en una de esas cunas de las tiendas.
Alicia sonrió ampliamente y se apoyó en su hombro deseando poder expresar con palabras todo lo que le hacía sentir en momentos así. Fernando había organizado mentalmente la distribución de la cuna, el tipo de maderas que iba a utilizar, incluso el color con el que la pintaría. Levantó suavemente la cabeza para ver a una Alicia que parecía estar viendo delante suyo la cuna. Por suerte ese día podría librarse de las larguísimas horas de compras que suponía salir con Alicia, besó su frente mientras pensaba lo afortunado que era.
Alicia se levantó despacio apremiándole, si no se daban prisa, anochecería antes de salir de casa; Fernando se echó a reír mirando el reloj, no era muy tarde pero lo suficiente como para que no les diese tiempo a ir de tiendas. Se mordió le labio recordando la ilusión que le habían hecho las compras del sábado al llegar a casa, Alicia le había arrastrado por las tiendas, él no dejaba de suspirar y estar atento de Roberto además de intentar frenar a una Alicia entusiasmada que no reparaba en que estaba embarazada y debía hacer movimientos lentos. En la tienda no se fijó, pero al llegar a casa no pudo evitar sonreír como un bobo al ver los dos trajes idénticos que Alicia había comprado para sus hijas, sólo por eso había merecido la pena la tarde de tienda en tienda. Cuando quiso levantarse, Alicia ya tenía el abrigo puesto, además de la bufanda y una boina que se había comprado el sábado, y estaba esperándole, la besó la nariz mientras bromeaba con su habitual tardanza. Cambió a Roberto en un tiempo récord, le miró rascándose el pelo, no sabía si le había abrigado demasiado; el niño se había relajado tanto que no protestó ni siquiera cuando le sentó en la silla. Se asomó mirando el cielo, no parecía que fuese a llover pero era mejor prevenir así que cogió uno de los paraguas grandes, al verlo, Alicia estuvo a punto de echarse a reír. Saludaron al portero y salieron del portal esperando el frío del exterior, Alicia se agarró a él intentando evitar el viento, Fernando la abrazó controlando la silla de su hijo y empezaron a caminar sin ningún rumbo fijo. Alicia le preguntó por la redacción, hacía semanas que no le acompañaba, le contó la reunión en la que apenas atendió a su jefe y cómo Pierre le había acompañado a la librería después de tomar una copa. Roberto estaba entretenido señalando a todo aquel con el que se cruzaba y dándole un nombre propio de su lenguaje; algunas personas sonreían al niño y se paraban para preguntarle cosas, ellos se mantenían al margen riendo mientras su hijo entablaba conversaciones ininteligibles. Alicia se resguardó del frío acercándose más a Fernando, pensó en la felicidad que pasear abrazados les ofrecía, caminaban despacio, en muchos momentos en silencio pero no pudo evitar emocionarse pensando cuantas veces pensó que jamás volvería a ser feliz.
-¡Qué tonto! –Fernando se frenó en mitad de la acera- ¿Cómo ha ido tu reunión con Emile? Me has hablado de las novedades de tus compañeros, pero no de la reunión…
-Bueno, al ver el libro que me has regalado me olvidé por completo –sonrió porque había visto cómo Fernando se alarmaba al darse cuenta que no se lo había preguntado todavía- ha ido muy bien, no hay que hacer ningún cambio –le cogió del brazo reanudando el camino- e incluso ya me ha hablado de la portada y la promoción… No le presté mucha atención.
Fernando se echó a reír por la naturalidad con la que lo dijo, la atrajo más hacia él sonriendo y escuchando cómo su mujer detallaba la reunión intentando no darse mucha importancia. Se echaron a reír a la vez al darse cuenta que habían llegado a los Jardines de Luxemburgo, no hacía día para pasear, pero estar allí les traía muchos buenos recuerdos; apenas había unas cuantas personas así que pudieron pasear disfrutando de la tranquilidad que desprendían en ese momento los jardines. Fernando miró divertido a Roberto al notar que a él la tranquilidad no le gustaba, empezó a protestar para que le sacasen de esa silla; Alicia se aguantó la risa al ver las dudas de Fernando, hacía frío y en la silla iba arropado mientras que en brazos no querría ir con una manta. Se pararon y Fernando cogió a Roberto en brazos, el niño siguió protestando porque quería que le dejasen en el suelo, Alicia sonrió al ver cómo Fernando daba unos pasos agachado cogiendo las manos de su hijo.
-Ahora, Roberto –se incorporó cogiendo al niño y le sentó en la silla- tenemos que seguir paseando, –Roberto se enfadó haciendo que Alicia se mordiese le labio para no reírse- ya sé que quieres seguir andando… -se agachó frente a él y le habló serio y despacio- Pero hoy hace mucho frío, cuando lleguemos a casa podremos volver a jugar ¿de acuerdo?
Su hijo le miró enfurruñado, le echó los brazos al cuello para abrazarle y Fernando no pudo evitar sonreír, Alicia les miraba con cierta envidia, le gustaría poder andar con su hijo de la mano pero la tripa no le dejaba agacharse. Sonrió al notar a una de sus hijas, era una patada más fuerte y casi recordándole que ellas estaban allí, que en ese momento no podía agacharse para andar con Roberto pero dentro de unos meses les tendrían a los tres y tenían toda la vida para jugar y disfrutar de sus tres hijos. Fernando arropó a Roberto y se incorporó para abrazar a Alicia y seguir caminando; bromearon con el carácter de su hijo y con la facilidad de Fernando para convencerle de casi cualquier cosa. Estuvieron todavía un rato más paseando, Alicia sonreía porque parecían estar solos en el mundo, disfrutó de ese paseo sin dejar de abrazar a Fernando; le miró intrigada cuando se paró y se pasó la mano por el pelo. Acababa de recordar que tenía que haber llamado aquella mañana a una mujer a la que iba a entrevistar, necesitaba pasar por la redacción porque no tenía sus datos, había tenido tantas ganas de volver a casa a tiempo de comer, que se le olvidó coger la agenda. Alicia estuvo encantada, tenía ganas de subir y volver a disfrutar de esos momentos en los que le veía en su lugar de trabajo, empezaron a caminar, Fernando miró el reloj y le recordó que a esas horas probablemente habría una o dos personas. Fernando escuchaba a Alicia entusiasmada por volver al despacho, suspiró porque a él no le apetecía nada tener que ir, podrían haber disfrutado lo que quedaba de tarde tomando un chocolate en casa mientras Roberto jugaba, o simplemente tumbados en el sofá. Alicia era consciente de esos pensamientos de su marido, empezó a hablar del fin de semana intentando que Fernando dejase de pensar en todo lo que podrían hacer en vez de pasar por su trabajo. Roberto se quedó dormido en el camino, Fernando le miró rascándose el pelo, se agachó a arroparle, intentó mejorar su postura y miró a Alicia.
-Quizás deberíamos pasar antes por casa, podéis quedaros y así Roberto no duerme en la silla; yo voy en un minuto al despacho y vuelvo.
-Fernando… No le pasa nada, está dormido y está cómodo, tú te has encargado de que lo esté… Cuanto antes vayamos, antes estamos en casa.
Fernando se echó a reír, la besó y siguieron caminando apretando el paso; el frío se notaba más que cuando salieron de casa. Evitó mirar el reloj sabía que terminarían regresando a casa tarde aunque no le importaba, miró la cabeza de Roberto que dormía plácidamente. Miró a Alicia un poco extrañado pues estaba a punto de llorar pero se dio cuenta que simplemente estaba emocionada. Muchos días se levantaba recordando un sueño que se repetía una y otra vez, podía ver cómo paseaban, exactamente igual que esa tarde pero por las calles de Madrid. Por suerte había aprendido que aquella rabia que había guiado parte de su vida no llevaba a ningún sitio. En unos minutos estuvieron en la redacción, Alicia notó el excesivo calor al entrar en el portal, Fernando se paró para sujetarla preocupado, le sonrió suavemente, se quitó la boina, la bufanda y los guantes y entraron en el ascensor. Alicia se sorprendió de la calma que transmitía a esas horas la redacción, había pocas luces encendidas, al entrar no vieron a nadie, caminó despacio haciendo que Fernando se impacientase. Respiró hondo al llegar al despacho de Fernando, encendió las luces mientras él iba directo a la mesa para buscar la agenda, estuvo a punto de echarse a reír al ver que recogía un par de papeles que esa mañana había dejado arrugados encima de la mesa. Alicia disfrutaba estando en el despacho de Fernando, no sólo olía a él, siempre conseguía descubrir algo nuevo de su marido. Fernando la miró riéndose, se acercó y la besó posando la mano en la tripa.
-Alicia, voy a ver quién queda para decir que he entrado a buscar la agenda, por si han oído algún ruido, vete yendo al ascensor, voy en un minuto.
Alicia le besó, cogió la silla con un Roberto dormido y fue al ascensor sin dejar de admirar la tranquilidad del lugar; Fernando tuvo que entrar a varios despachos, entre ellos el de Antoine, parecía que no había nadie pero, si fuese así, el portero se lo hubiese dicho cuando entraron al portal. Al abrir la puerta de una de las salas de reuniones, se encontró con Sophie y Gabrielle, la chica en prácticas que sustituía a Jean; le miraron avergonzadas y separándose, las había visto besarse y se pusieron nerviosas.
-Perdonad, debí haber llamado a la puerta, he tenido que venir a por la agenda, sólo quería deciros que he estado aquí, por si me habíais oído trastear en el despacho. Me voy ya, hasta mañana.
Apenas pudieron despedirse de él, estaban confundidas al ver la reacción de naturalidad con la que Fernando les había hablado después de haberlas visto besarse. Sophie volvió a besarla mientras le decía que volvía en un momento; pensó que era mejor que fuese ella la que hablase con Fernando. Estaba casi llegando al ascensor cuando la débil voz de Sophie le hizo girarse y volver a acercarse, Alicia arrugó la nariz sin entender por qué aquella mujer tan sociable parecía en ese momento un torbellino de nervios y apuro.
-Fernando, quería disculparme…
-No tienes nada de lo que disculparte Sophie, -la miró a los ojos y notó cómo ella rehuía la mirada- soy yo el que no ha llamado a la puerta.
-Sí, ya, pero… Bueno quería explicarte…
-Sophie –la cortó sonriendo débilmente- no hay nada que explicar, de verdad, es asunto vuestro, yo no tengo nada que decir, como no tengo nada que decir sobre la vida de nadie.
-Gracias... –se frotó las manos nerviosa mientras volvía a mirarle directamente- Pero sí hay algo que quiero pedirte, me gustaría que nadie se enterase.
Fernando apretó suavemente su hombro, estuvo a punto de decirle que no tenía ni que decirlo, era su vida y él actuaría exactamente igual de haberla visto besarse con un hombre. Pero no quiso ser tan directo, Sophie siempre había mantenido su vida privada al margen del trabajo, ni siquiera en los meses que pasaron trabajando juntos en el suplemento había compartido con ellos parte de su vida.
-Por mi parte, no hay nada de lo que enterarse porque no es asunto mío ni de nadie, solo vuestro. -empezó a caminar hacia Alicia pero volvió a girarse y se acercó- Sophie, no te preocupes por lo que piensen los demás, sólo piensa en tu felicidad.
Se permitió ese pequeño consejo porque había visto a su compañera muy preocupada, casi con miedo de lo que pudiese pasar después de que alguien las hubiese visto; no le gustaba dar consejos, pero apreciaba de verdad a Sophie y no quería que por su culpa se alejase de una persona que le gustaba.
-Me tengo que ir, Roberto está dormido y me gustaría llegar a casa ya, nos vemos mañana.
-Hasta mañana.
Se despidieron sonriendo, Sophie aún estaba tensa pero sabía que Fernando había sido sincero en todo, de hecho, valoraba mucho lo que le había dicho porque sabía que Fernando no era de dar consejos ni meterse en la vida de nadie. Fernando abrazó a Alicia entrando en el ascensor, se echó a reír porque Alicia se moría de ganas de preguntarle qué había pasado, pero se estaba conteniendo, arrugaba los guantes mientras miraba a Roberto intentando no preguntar, al oírle reír le miró y torció el gesto al saber que su marido había notado su curiosidad. Sabía que Alicia comenzaba a impacientarse, veía cómo movía la silla ligeramente pero también el pie de esa forma tan peculiar que denotaba nerviosismo o intranquilidad. Siempre ponía más interés en sus nuevas compañeras de trabajo, suspiró porque ahora sus compañeras serían objetivo de una futura cena, estaba seguro.
-No ha pasado nada Alicia…
La besó pero hasta que no salieron del portal y se alejaron un poco de la redacción, no volvió a hablar; confiaba en su mujer, sabía que nunca haría ningún comentario así que no dudaba de contárselo, pero esperó hasta estar seguro que nadie podría oírles. Caminaban despacio, casi olvidándose de la prisa que tenían antes por llegar a casa.
-Alicia, ¿recuerdas a Gabrielle, la chica nueva?
-Claro, el día que la conocí nadie dejaba de mirarla…
-Sí, es verdad –Fernando rio suavemente- pero ya te dije que nadie la ve sólo como una cara bonita, es una compañera. El caso es que no llamé a la puerta y Sophie y ella estaban besándose, debí haber llamado, se han puesto muy tensas porque alguien las ha visto…
Alicia le miró sonriendo, lo único que le importaba a su marido era lo que les hubiese hecho sentir a ellas.
-Sophie te conoce, estoy segura que confía en ti.
-Espero que sí… Pero tendría que haber llamado, -suspiró pensando en lo injusto que era que tuviesen que esconderse- ¿sabes? Hacía días que a Sophie se la notaba diferente, me alegro que puedan estar juntas aunque se tengan que esconder…
-Tiene que llegar el día en que no tengan que esconderse.
Los dos pensaron en lo difícil que lo habían tenido ellos, también habían tenido que esconderse, pero lo de Sophie y Gabrielle era distinto, Alicia estuvo tentada de proponerle a Fernando invitarlas a cenar pero se contuvo, no quería que ellas se sintiesen presionadas. No se sorprendió en ningún momento por el descubrimiento de Fernando, le molestaba que alguien tuviera que esconderse por amar o tener relaciones, no pudo evitar darse cuenta de lo orgullosa que se sentía de Fernando por su naturalidad, por no enjuiciar a nadie. Qué diferente del hombre que, por desgracia, había compartido varios años de su vida. Apretaron el paso al notar el aire frío, Fernando miró el reloj suspirando, al llegar tendrían que preparar la cena, la tarde se había pasado muy rápido y él sólo quería seguir disfrutando de su familia. Se echó a reír al notar cómo empezaba a llover, miró a Alicia mordiéndose la lengua para no decirle que menos mal que había sido precavido, abrió el paraguas y sonrió al comprobar que les cubría a los tres. Pensó que por suerte eran cuatro gotas, pero empezaron a caminar deprisa para llegar cuando antes a casa.
Entrar en casa siempre le producía una sensación reconfortante, después de pasar varios días apenas sin verse, sin disfrutar de los juegos con su hijo y las conversaciones con Alicia, parecían más importante todos esos momentos, las pequeñas cosas, como recoger lo que iban dejando tirado por el medio, cocinar o cenar entre risas. Alicia suspiró cansada en cuanto entraron por la puerta, se quitó el abrigo y se descalzó mientras iba hacia el sofá, Fernando la miró sonriendo y desvió la vista hacia sus zapatos en medio del salón, Alicia le miró como si no hubiese sido ella. Dejó su abrigo y el de Alicia en el perchero y cogió a Roberto para dejarle en la cuna, su hijo se despertó y le manoteó la cara, Fernando supo que no iba a volver a dormirse; le dejó en la manta con algunos juguetes y se acercó a Alicia.
-Voy a preparar la cena, después podemos darnos un baño ¿te apetece?
-Claro, pero puedo ayudarte con la cena…
-Alicia, por favor, si no te apetece nada, ¡en cuanto hemos entrado en casa has ido directa al sofá!
Alicia le hizo burla mientras se echaba a reír, la besó suavemente y le susurró cuánto la quería mientras se incorporaba para ir a la cocina. Alicia sonrió al ver que Roberto había permanecido sentado en la manta hasta que Fernando se fue, se mordió el labio al verle caminar hasta ella, llevaba uno de los peluches en la mano y eso le hacía no tener mucho equilibrio. Estuvo a punto de levantarse pero veía a su hijo tan feliz mientras conseguía dar un paso tras otro que prefirió esperar, cuando Roberto llegó hasta ella, le abrazó intentando no agobiarle. Fernando les escuchó reír desde la cocina y no pudo más que sonreír, les adoraba a los dos y pronto tendría dos personitas más a las que adorar, torció el gesto porque hacía días que no grababan nada, pasar tanto tiempo fuera no le gustaba. Después de hacer la cena para Alicia y para él, preparó un puré para Roberto y sacó un poco de jamón york, disfrutaban mucho introduciendo nuevos alimentos en las comidas de su hijo, a veces le veían arrugar la nariz rechazándolo y otras comerlo feliz. Sonrió porque él siempre intentaba que lo comiese aunque no le gustase, tenía que comer un poco de todo; se rascó el pelo al ver la tarta que había comprado Alicia, en la comida habían disfrutado de un buen trozo pero estaba seguro que Alicia querría también para cenar. Al regresar al salón para poner la mesa les vio a los dos en el sofá, Alicia hacía cosquillas a un Roberto que no dejaba de llamarla, aprovechó que su mujer estaba concentrada con las cosquillas para ir a por la cámara, regresó ya grabando la escena. Por una vez consiguió que Alicia no reparase en su presencia, pudo grabar durante unos minutos hasta que fue Roberto el que alzó la vista y le llamó; oírle decir papá siempre tenía el mismo efecto en él. Alicia se echó a reír al ver cómo dejaba la cámara sobre la mesilla y se unía a los juegos empezando a besar a Roberto; cogió la cámara y empezó a grabarles, aunque no se lo decía, cuando Fernando pasaba tantas horas en el trabajo ella también echaba de menos esos momentos. Fernando todavía tardó un poco en darse cuenta, iba a empezar a hacer cosquillas a Alicia cuando se dio cuenta que no estaba, al verla parada con la cámara se echó a reír. Tiró suavemente de su mano haciendo que se sentase con ellos y dejase la cámara en la mesilla; se acomodó junto a él y no pudieron evitar emocionarse cuando su hijo se calmó posando una de sus manitas en la tripa. Alicia miró a su hijo y sintió una patada a la vez que lo abrazaba, el pequeño se echó a reír y a ella le costaba no derramar las lágrimas.
-Tú también tienes ganas de que nazcan ¿verdad? –Fernando acercó la cara a su hijo y le besó la nariz- Vas a ser el mejor hermano del mundo, ya verás qué bien lo pasamos los cinco juntos.
-¡Ben! ¡Emanas! ¡Mamá! ¡Papá!
Acarició el pelo de Fernando sonriendo, su hijo se incorporó para besarla sin dejar de llamarla, Fernando se levantó despacio y se quedó mirándoles recordó la hora y puso la mesa mientras disfrutaba de las risas despreocupadas de su mujer y su hijo. Cuando terminó de llevar los platos, Alicia se levantó consiguiendo que su hijo se echase a llorar.
-Roberto, tenemos que cenar –le dio un suave beso intentando hablarle con el mismo tono que utilizaba Fernando- seguro que tienes mucho hambre, ¡Hay puré y manzana!
-¡Anana!
Alicia sonrió al comprobar que había conseguido calmarle, Fernando les abrazó mientras dejaba el cesto con el pan en la mesa.
-No podría ser más feliz… Bueno sí, -besó a Alicia en el pelo mientras notaba las manos de Roberto- cuando nazcan nuestras niñas, cuando estemos todos juntos y les veamos crecer a los tres…
-¿No crees que vas un poco rápido? –Alicia se separó despacio y le miró divertida- Cuando nazcan querrás que el tiempo pase lento, que no crezcan para que podamos disfrutar cada segundo como si fuese un año…
Fernando se echó a reír rascándose el pelo, cogió a Roberto para sentarle en la trona y esperó a que Alicia se sentase para empezar a dar de comer a su hijo.
-Tienes razón, –miraba a su hijo mientras le daba las cucharadas de puré- me encantaría que no pasase el tiempo, en casa se me pasa el tiempo muy rápido… Pero disfrutamos cada segundo, cada momento… -se giró para mirarla, Alicia no había empezado a comer- Seremos muy felices viendo crecer a nuestros hijos.
Alicia se levantó emocionada y puso su silla al lado de la de Fernando, le besó en el pelo mientras veía cómo daba de cenar a su hijo. Sonrió al notar que Roberto alzaba sus brazos hacia ella.
-Mi amor, tienes que cenar, -le cogió la mano a su hijo y Fernando siguió dándole el puré- cuando terminemos, nos daremos un baño y jugaremos…
Fernando sonrió al ver que su hijo asentía a Alicia, al terminar el puré, le puso delante un plato con unos trozos de jamón york; le ofreció uno de los trozos para que lo probase. Alicia sonrió al ver que Roberto entrecerraba los ojos intentando analizar qué era aquello que le daba su padre, finalmente abrió la boca accediendo a probarlo. La cara sonriente de su hijo les hizo sonreír a ellos, empezaron a cenar mientras su hijo terminaba el jamón; Fernando no dejaba de mirar de reojo a Roberto, le encantaba la manera en que su hijo disfrutaba comiendo solo.
-Fernando… -dudó antes de hablar, él la miró sonriendo porque sabía qué iba a decir- ¿No te parece que podríamos invitar a Sophie y Gabrielle a cenar? Para ellas seguro que es importante poder actuar con normalidad, además, Sophie ha venido alguna vez a las cenas…
-Alicia… -suspiró y la miró con media sonrisa resignado- No sé si ellas querrán venir o si se sentirán incómodas si se lo propones… Me encantaría que viniesen, pero no quiero que se sientan presionadas y tampoco que piensen que les tenemos lástima por su situación o algo así.
Alicia siguió comiendo tranquila, ella ya tenía pensado cómo proponérselo a Sophie, desde la publicación del suplemento había cogido mucha confianza con ella y esperaba que fuese mutua.
-No creo que Sophie pueda pensar nada de eso, nos conoce; y si no quieren, con decirnos que no, será suficiente.
Miró a Alicia sonriendo al notar que le quitaba importancia a toda la situación, a él le había pasado lo mismo al verlas en el despacho, pero al ver la reacción que tuvieron ellas no estaba seguro si querrían ir a cenar o se sentirían mal por proponérselo. Se levantó para ir a buscar el segundo plato pero, antes, se acercó a Alicia y la besó, antes de separarse le susurró que confiaba en ella y sus intuiciones. Roberto había terminado el plato con jamón y ya estaba pidiendo más; le dio un beso mientras recogía el plato. Antes de regresar de la cocina recordó a Jean y Catherine, si no llega a ser por Alicia, posiblemente él se hubiese ido sin tener la posibilidad de sincerarse con ella. Peló una manzana y la troceó, cuando se la puso delante a su hijo, se echó a reír al ver su entusiasmo. Alicia miró el plato de Fernando torciendo el gesto, había vuelto a coger manía al queso, como le pasó en el embarazo de Roberto, al notar la mirada de Fernando, frunció el ceño divertida. Disfrutaron de la cena hablando de las últimas noticias que tenían de Toulouse, las ventas de la revista local iban bien y sus amigos no podrían estar más felices; Alicia volvió a sugerir que tendrían que visitarles en algún momento, Fernando se echó a reír mientras le ponía delante la tarta. Roberto alargaba los brazos hacia el plato de su padre llamándole, Alicia le miró deseando poder darle un poquito de tarta, pero todavía era pequeño. Comió la tarta sin dejar de fijarse en Fernando y Roberto. Fernando suspiró al ver que Roberto había alcanzado su plato y se había manchado las manos de chocolate, le limpió sin dejar de reírse y dejó que probase el chocolate que le quedaba en un dedo. Se echaron a reír cuando su hijo pidió más, Fernando se rascó el pelo preocupado ante el nuevo descubrimiento de Roberto, se levantó y le dio un beso sonriendo.
-Voy a preparar el baño, luego recojo todo…
-Tú prepara el baño –Alicia se levantó despacio- y yo me encargo de los platos.
-Alicia…
-Alicia nada, -le miró decidida- si hubiese sido yo la que hubiese hecho la cena, ¡ni loca me metería ahora en la cocina a recoger! Pero como has sido tú, la cocina estará impecable y sólo tengo que fregar los platos de la cena.Fernando se echó a reír y la besó antes de ir hacia el baño, Alicia dejó a su hijo en la manta esperando que no revolviese mucho, estiró la espalda y el cuello y empezó a recoger. No le gustaba nada tener que recoger, los días en que no estaba Fernando se le hacía cuesta arriba cada vez que tenía que hacerlo, al menos esa noche se relajarían los tres juntos en el baño. Decidió no poner la radio mientras fregaba, quería estar atenta a su hijo, pero no pudo evitar empezar a tararear una canción; cuando estaba terminando, sintió un suave golpe en la pierna, al mirar vio a su hijo de pie junto a ella. Se secó torpemente las manos y le cogió en brazos llenándole de besos, Fernando les escuchó desde el baño y fue a la cocina alarmado, al saber que Roberto había ido solo hasta la cocina se preocupó todavía más.
-Fernando, no le pasa nada por andar solito, ¿verdad que no? –su hijo contestó a sus cosquillas echándose a reír- Nuestro niño es muy independiente y quiere hacer las cosas por sí mismo –miró a Fernando con una sonrisa sabiendo que todo lo que le estaba diciendo lo pensaba él sin necesidad de que se lo recordase- si algún día se cae, no pasará nada porque estaremos con él.
-Tienes razón… -la miró rascándose el pelo y cogió a Roberto- Pero ahora, tenemos que ir al baño, ¡que el agua se enfría!
Alicia se echó a reír y salió de la cocina empezando a desabrocharse la blusa, Fernando apagó las luces de la cocina no sin antes comprobar que Alicia la había dejado perfecta. Sonrió al llegar al baño y ver que Alicia estaba esperándole, la ayudó a entrar en la bañera y desnudó a un Roberto que protestó nada más notar que le quitaba la ropa; por suerte, al entrar al agua siempre se echaba a reír y empezaba a chapotear. Fernando empezó a desnudarse y sonrió al notar las gotas que su hijo iba salpicando, el baño se llenaba de risas y juegos y eso no podía hacerle más feliz; se metió en la bañera y cerró los ojos escuchando reír a Alicia y Roberto. Mientras se relajaba en la bañera en los brazos de Fernando, pensó que hacía un par de semanas que no salía a cenar con sus amigas, sonrió porque estaba segura que era un buen momento para acercarse a Sophie. Suspiró compartiendo con Fernando la impotencia de esas situaciones, notó la mirada seria de su marido que había visto a hombres ser torturados por la mera sospecha de tener relaciones con otros hombres. Roberto comenzó a lanzar sus juguetes mientras chapoteaba y le miraron los dos esperando que su mundo fuera un poco más justo. Fernando se fue quedando dormido sin dejar de escucharles, Alicia notó que se había dormido pero seguía teniendo una mano sobre la tripa y otra sujetando a Roberto. Se giró suavemente mientras su hijo no dejaba de salpicar y reír, al ver la sonrisa que tenía Fernando de dormido se emocionó y notó cómo una de sus hijas le daba una suave patada. Disfrutó del baño caliente a la vez que Roberto iba relajándose, sonrió y empezó a hablarle a su hijo de sus hermanas, de cómo jugarían todos juntos en el parque o en casa. Antes de que se enfriase el agua, decidió despertar a Fernando, le hubiese dejado dormir un poco más pero estaba segura que se sentiría mal al pensar que había salido de la bañera sin ayuda y con Roberto. Se giró besándole el cuello.
-Fernando… Tenemos que salir –le vio abrir los ojos sin dejar de sonreír- el agua se enfría.
La besó mientras empezaba a incorporarse, se echó a reír cuando escuchó la razón de su mujer para despertarle, cogió a Roberto y la ayudó a salir de la bañera. Le pasó la toalla mientras él se ponía el albornoz y empezaba a secar a un Roberto que estaba casi dormido; le secó con cuidado el pelo, no quería que se fuese a dormir con el pelo húmedo y pudiese coger frío. Su hijo sonrió cuando terminó de ponerle el pijama, Alicia se envolvió en la toalla sin dejar de mirarles. Fernando suspiró al ver las gotas que iban dejando por el suelo mientras iban hacia la habitación de Roberto; al dejarle en la cuna estuvieron a punto de echarse a reír cuando le vieron estirarse y ocupar la mayor parte.
-Buenas noches Roberto.
Le besaron los dos y salieron de su habitación dejando la puerta abierta, Fernando todavía sentía cierta nostalgia de los meses en los que Roberto dormía con ellos en la habitación, pero sabía que su hijo tenía que tener su propio espacio. Abrazó a Alicia mientras le decía que estaban mojando el suelo, ella se echó a reír y empezó a besarle al principio despacio pero, después, dejándose llevar por todo lo que le hacía sentir su marido. Fernando la besaba mientras controlaba que andase despacio hacia la habitación, le preocupaban esos impulsos de Alicia en los que parecía olvidarse de que debía hacer movimientos lentos. Al tumbarse en la cama, Alicia cerró los ojos notando las suaves caricias de Fernando, era consciente de la prudencia con la que se manejaba pensando en el embarazo. Empezó a besarle el cuello intentando relajarle y sonrió al notar cómo le quitaba la toalla sin apartar la vista y sin importarle que cayese al suelo dejando un charco de gotas de agua.

Se echó a reír cuando Fernando se puso la ropa interior para ir a apagar las luces del salón que habían dejado encendidas; al quedarse sola, se acurrucó entre las sábanas acariciando la tripa. Fernando se había incorporado con cuidado, salió de la habitación apenas sin hacer ruido y se fumó un cigarro en la cocina mirando los rosales que había plantado. Esperaba que pudieran tener rosas para cuando los bebés estuvieran con ellos. Resopló siendo consciente cada día de lo mucho que tenía que contenerse por la alegría de sus hijas. Tomó las cuartillas y, con tan sólo la luz de un par de velas en la cocina, comenzó a escribir. Apagó las luces del salón y sonrió al ver los zapatos de Alicia todavía en mitad del salón, los puso al lado del sofá y volvió a la habitación riéndose. Al meterse en la cama, abrazó a una Alicia tan relajada que pensó que estaba dormida; la besó el pelo dándole las buenas noches y fue él el primero en quedarse dormido. Alicia le besó y cerró los ojos abrazándose a él y sonriendo; hacía mucho tiempo que al irse a dormir se sentía plenamente feliz de su día a día.

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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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