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20 de diciembre de 1962

20 de diciembre de 1962

Alicia se echó a reír cuando su hijo les llamó gritando, se estiró sonriendo hasta que vio cómo Fernando se despertaba sobresaltado, le puso la mano en el pecho intentando calmarle; Fernando sonrió controlando su respiración, oír a su hijo le había hecho asustarse. Besó a Alicia pensando que hacía un año estaban ya en el hospital, bromeó sobre el hecho de que justo ese día Roberto les llamase desde su habitación, lo hacía pocas veces y menos con el tono tan alto; él estaba seguro que sabía que era su cumpleaños. Se incorporó buscando la bata de Alicia, llevaban una semana con un tiempo horrible, no dejaba de nevar y el frío se notaba incluso con la calefacción, la ayudó a incorporarse y le puso la bata, le acarició el cuello cerrando los ojos para respirar su olor. Alicia se impacientó y le cogió de la mano para ir a la habitación de su hijo, Tor les recibió saltando a su alrededor, se había acostumbrado a dormir en la habitación de Roberto y era imposible quitarle esa idea.
-¡Felicidades mi amor!
Alicia besó la cabeza de su hijo deseando poder cogerle en brazos, Fernando le cogió y la abrazó susurrando felicidades en el oído de su hijo mientras hacía que Alicia le abrazase con cuidado. Fernando se sentía cómo si celebrara él su propio cumpleaños y veía a Alicia con la misma emoción que la suya. Roberto llamó a su perro para saludarle, empezó a hablar con él y Fernando le escuchó mientras le aseguraba a Alicia que le estaba diciendo que era su cumpleaños. Alicia le miró moviendo la cabeza, ella también sabía que en muchas ocasiones su hijo les entendía, pero pensaba que Fernando solía exagerar sólo porque era su hijo. Roberto siempre les brindaba una sonrisa al despertarse, de esas que hacían que la vida tuviera sentido, producía en Fernando la sensación de ser mejor a través de sus ojos. Alicia miró hacia la cristalera para volver a ver los jardines del barrio ocultados por la nieve, llevaba días sin apenas salir de casa, hacía mucho frío y, si necesitaba algo del despacho, Fernando iba a buscarlo; Roberto no había dejado de insistir para ir al parque o a la calle, pero la ola de frío, que estaba afectando a toda Europa, hacía que Fernando en eso fuese inflexible. Fernando miró a Tor sonriendo, se había acostumbrado a bajar a la calle después de que Roberto se despertase, parecían estar sincronizados; hizo que Alicia se sentase en la mecedora y dejó a Roberto en el suelo para que diese los buenos días a su perro. Se cambió en un minuto, movió la cabeza divertido porque ya conocía a las personas que paseaban sus perros a la misma hora que él, se puso el abrigo y una bufanda, por suerte el perro odiaba la nieve y estarían en la calle el tiempo justo. Cuando volvió a la habitación, Alicia estaba charlando con su hijo, le contaba todos los invitados que tendrían esa tarde, la merienda en el patio estaba descartada, pero ya había pensado cómo acomodar a todos sus amigos en el salón. Le miró aguantándose la risa, Fernando siempre bromeaba con el tema de sacar él al perro, suspiraba contrariado y hasta la miraba con pesadez, pero su expresión relajada la hacía sonreír, Tor era otro ser del que se sentía responsable y atenderle nunca sería una molestia. Le besó y le colocó la bufanda, sintió un par de patadas y sonrió pensando que sus dos hijas estaban jugando, los últimos días las sentía más a menudo; en la última revisión el medico les había dicho que tenía muchas posibilidades de que se adelantase el parto al ser gemelos y haberse adelantado el primer parto. Fernando se agachó para recordarle a Roberto que Tor tenía que salir a hacer pipí, había sido el propio Roberto el que lo había dicho al salir uno de los días que menos frío hacía con ellos; desde entonces, cuando se lo decía, el niño se quedaba conforme al ver salir de casa a su padre y su perro. Después de que Fernando atase al perro y saliese de casa, Alicia se agachó para sentarse con su hijo, recordaba perfectamente el momento en que le vio por primera vez, lo que sintió cuando le dejaron en sus brazos y la mirada de Fernando emocionado, sonrió pensando en el miedo que había sentido pero sobre todo en el que había visto en Fernando, sabía lo que odiaba no poder controlar la situación. Su hijo ya tenía un año, un año en el que no habían dejado de ser felices, de disfrutar con cada descubrimiento, Roberto era el principio de su vida juntos, les había dado la oportunidad de formar su propia familia y saber que nunca volverían a sentirse solos. Roberto la abrazó y se separó mirándola serio y diciendo que fuesen al salón, se echó a reír pensando que si no estaba Fernando, él se encargaba de que no se sentase en el suelo o hiciera movimientos bruscos. Se apoyó en la mecedora para levantarse mientras su hijo la miraba, fueron al salón despacio, Roberto se agarraba a sus piernas casi sin dejarla moverse si no lo hacía él primero. Fernando se echó a reír cuando Tor decidió que ya tenían que regresar, apenas habían andado unos pasos pero no quería seguir en la calle, sintió cómo le arrastraba hacia el portal, cuando llegaron, el perro se sacudió la nieve que le había caído y Fernando sacudió el abrigo mirándole divertido. Cada vez que llegaba al portal con el perro se daba cuenta cuántos prejuicios había tenido sobre el tipo de vida que llevaban, no era incompatible la familia, el trabajo, incluso sacar al perro con seguir haciendo lo posible por tener un mundo mejor; Tor dio un fuerte tirón para sacarle de sus pensamientos Alicia se había sentado a la mesa, le hubiese gustado preparar el desayuno pero en la cocina hacía más frío que en el resto de la casa; Roberto se había quedado en la manta mirando hacia la puerta y resoplando. Le miró sonriendo, ella pensaba que cada vez se parecía más a Fernando, ya no sólo en el físico, sino también en sus gestos, se mordió el labio pensando que era una mezcla perfecta de los dos. El portero le felicitó las navidades, él se iba al día siguiente a España a pasarlas con la familia de su mujer, Fernando sonrió deseándole unas buenas vacaciones y aconsejándole tener cuidado en la carretera, el tiempo no parecía que fuese a mejorar. Mientras abría la puerta de casa recordó el mensaje que Pierre le había dado unos días antes al llegar a la redacción; ese día se habían quedado dormidos y llegaba tarde. Por suerte, Pierre atendió a Inés, se alegró de volver a hablar con ella y de que fuesen a estar en París para fin de año; cuando se lo dijo, Fernando respiró tranquilo, había estado días esperando esa llamada, antes de volver a casa había llamado a Inés y había estado hablando unos minutos con ella. Alicia sonrió al verle entrar, estaba empapado, se levantó despacio para quitarle el abrigo y la bufanda mientras Tor iba directo a su caseta y se tumbaba alrededor de la manta. Fernando había tardado apenas unos días en tener lista la caseta, pensó que había trabajado en vano porque el perro se empeñaba en dormir junto a la cuna, pero al final la usaba cuando dormía de día. Roberto se acercó a su perro suspirando al verle dormir pero le dejó por imposible, Fernando le miró sonriendo, sabía que su hijo tenía muchas ganas de jugar pero nunca interrumpía el sueño del perro, le dejaba descansar todo lo que necesitase.
-Alicia ¿por qué no te sientas en el sofá y yo voy a hacer el desayuno? Estarás más cómoda que en la silla…
Alicia sonrió moviendo la cabeza, le quedaban poco más de dos meses de embarazo y era consciente que según fuesen pasando las semanas, la preocupación y los cuidados de Fernando irían aumentando. Le besó antes de ir hacia el sofá, se echó a reír cuando su hijo preguntó por el desayuno.
-Papá va a prepararlo ¿quieres ir con él?
-Papá auno ocina.
Fernando esperó a que se levantase y le cogió de la mano para ir juntos a la cocina, mientras llegaban, le fue hablando de la merienda de ese día, estarían todos sus amigos, estaba seguro que no tendrían ni un minuto de tranquilidad pero sabía lo que disfrutarían tanto Roberto como Alicia e incluso Tor. Alicia aprovechó para leer un nuevo informe de los juristas, habían presentado el informe en Ginebra pero la prensa franquista lo había ridiculizado, como era de esperar. De todas formas, seguían intentando llevar a cabo reuniones en las que se pusiesen de manifiesto las irregularidades del régimen. La campaña de apoyo para Grimau seguía adelante aunque hacía días que no había datos nuevos sobre él; Fernando seguía colaborando con el abogado y seguía escribiendo sobre ello en la revista. Se mordió el labio pensando que hacer frente al caso de Grimau les hacía recordar muchos momentos pero juntos podían mirar hacia delante; desde que Fernando le había contado todos los detalles de la detención y el fusilamiento para el libro, hablar de ello parecía más fácil, incluso pensaba que Fernando hablaba sobre ello sin revivirlo, como si fuese parte de otra vida, una vida que había quedado muy atrás. Se centró en el documento recordando que ese día tendría pocos momentos para trabajar, era el cumpleaños de su hijo y pensaba disfrutarlo. Fernando preparó el desayuno sin dejar de hablar con su hijo, el niño quería participar, le dio un brioche diciéndole que se lo llevase a su madre, Roberto lo miró dudando, pensó que estaba valorando si comérselo él; al final le vio decidirse y desde la cocina vio cómo se lo daba a su madre. Alicia le recibió con una sonrisa y le abrazó como pudo, Roberto se separó diciéndole que tenía que comerlo, se giró para volver a la cocina mientras Alicia se echaba a reír, cruzó la mirada con Fernando y sonrió emocionada. Cuando Roberto llegó a su lado, le dio una galleta para poder terminar de preparar el desayuno; sonrió mientras preparaba el chocolate, Roberto siempre quería probarlo cuando ellos lo tomaban así que el día de su cumpleaños lo desayunaría. Además, le habían preguntado al pediatra y de vez en cuando podían darle tostadas con mermelada; querían que el desayuno de su hijo fuese especial ese día. Roberto se acercó a la puerta del patio al oír maullar a un gato; Fernando se aguantó la risa porque desde que estaba Tor con ellos, Roberto no quería coger a los gatos, se limitaba a decirles no, no, no, desde la puerta. El gato salió corriendo esparciendo la nieve por el patio; Fernando llevaba días tratando de que no se acumulase, pero por las mañanas siempre amanecía cubierto de nieve. Recordó el momento en que Roberto descubrió la nieve, al principio se había quedado mirando hacia el patio arrugando la nariz, parecía querer adivinar qué era aquello que nunca había visto. Terminó señalando los copos y preguntando a su padre qué era, intentaron explicárselo pero al ver que caía al suelo y formaba una capa, quiso salir al patio para comprobar por sí mismo qué era. Alicia no podía evitar reírse de su pequeño, se miraba las manos y suspiraba sin dejar de mirar la puerta. Por suerte ese día disfrutaría de la sensación de la nieve, descubriría algo nuevo; intervino ante la cara de preocupación de Fernando, le aseguró que se abrigarían mucho y que no cogerían frío; hasta que no le convenció no paró. Tor había permanecido en la cocina mirándoles, Roberto le llamaba pero no se acercó a ellos, Fernando trató de explicarle a Roberto que seguramente su perro había estado mucho tiempo pasando frío y no quería volver a pasarlo. Roberto insistió un poco más llamando a Tor pero, finalmente, tocó la nieve y se concentró en el frío que sintió. Le vieron asustarse al principio, pero después no dejaba de tocar la nieve mientras se echaba a reír, Alicia le lanzó una bola a Fernando que le dio en la pierna, Roberto abrió mucho los ojos e intentó lanzar una pequeña bola, Fernando intervino para ayudarle a que quedase un poco consistente pero no se la lanzaron a Alicia, no quería que pudiesen hacerla daño. Estuvieron unos minutos jugando con la nieve hasta que Roberto se tiró al suelo riendo, dejaron que jugase un poco pero Fernando enseguida quiso que entrasen en casa para darse un baño que les quitase el frío. Fernando se había apoyado en la encimera mientras encendía un cigarro y disfrutaba con el relato de su hijo a Tor de la nieve, el perro parecía entenderle, algo bastante complicado, y ladraba. Se pasó las manos por el pelo porque la casa sería una verdadera locura con dos bebés pero serían felices. Terminó de preparar el desayuno pensando que después de desayunar tendría que volver a despejar el patio de nieve, esperaba que no durase mucho el temporal, hacía días que Alicia no salía de casa más que para ir a la cafetería a merendar y sabía que no aguantaría mucho más sin ir al despacho aunque fuese por un par de horas. Le dio a Roberto las servilletas para que las llevase al salón, tuvo que reírse al ver a su hijo andar mientras jugaba con ellas, Alicia sonrió y se levantó con cuidado, cada vez se notaba más torpe y le costaba moverse, Fernando dejó las cosas en la mesa y corrió a ayudarla, Alicia ya no ponía mala cara, agradecía que estuviese siempre atento aunque la agobiase un poco. Por las mañanas solía llamar unas cuantas veces desde la redacción, era casi como si estuviese en casa todo el día; Fernando había hablado con Diane para que estuviese todas las mañanas en casa, no quería que Alicia se agachase a coger a Roberto o algún juguete. Diane se había negado a cobrar esos días porque pasaba las mañanas con su amiga y no trabajando, pero no pudo hacer nada ante la insistencia de Fernando. La ayudó a sentarse y la besó antes de volver a incorporarse para terminar de llevar las cosas; Alicia cogió las servilletas que su hijo le daba, sonrió al verlas arrugadas. Le besó la mano mordiéndose el labio, estaba deseando poder jugar con él sin tener cuidado por la tripa; Fernando regresó y puso una taza de chocolate caliente delante de Alicia, dejó las otras dos en la mesa para sentar a su hijo en la trona. Fue a por la cámara de video, no pensaba dejar de grabar en todo el día, le puso el babero a Roberto pensando que acabaría lleno de manchas de chocolate, Alicia se levantó para sentarse al lado de su hijo y fue ella la que le dio a probar de la taza. Roberto metió las manos y se echó a reír llevándoselas a la boca, parecía que le encantaba el chocolate; Alicia miró a Fernando y se rio de su cara al ver a su hijo con toda la cara manchada.
-Fernando, el chocolate se disfruta así, da igual que se manche…
Se echó a reír y la besó pero fue incapaz de no limpiar a su hijo, poco después, el niño volvía a estar manchado y Alicia tenía chocolate en la comisura de los labios. Tomó un poco de su chocolate y se echó a reír cuando Alicia le quitó la cámara para grabarle a él con los labios manchados. Alicia había saboreado el chocolate a la vez que preparaba mentalmente todo para la fiesta de Roberto, no veía la hora de que llegara ese momento. Roberto disfrutó del desayuno probando todo lo que comían sus padres, ellos no dejaban de sonreír y hablar sobre el día de su nacimiento, Fernando recordaba perfectamente esa sensación de miedo intenso, pero también las ganas de tenerle en brazos, de ser padre y poder ofrecerle una vida feliz a su hijo. Llevaban un año los tres juntos y era el año más feliz de su vida, miró a Alicia pensando que lo habían conseguido, ella le devolvió la mirada y sonrió.
-Estaba pensando en el momento en que me dijiste que fuésemos al hospital… Creo que nunca he sentido tanto miedo como en ese momento.
-Yo también tenía miedo, pero sabía que todo iba a salir bien, -le besó y se abrazó a él evitando sentarse encima- siempre que he estado contigo todo ha ido bien.
-No, eso no es verdad…
-Por supuesto que lo es; -le miró fijamente- no quiero que recordemos nada porque no es el día… Pero cuando he estado contigo nunca me ha pasado nada malo, y lo sabes.

Fernando bajó la mirada, desde que supo lo de Angulo se había sentido responsable; él no la permitió acompañarle porque estaría mejor con Álvaro y en España, pero no había sido así… Jugó con el mechero unos segundos pero decidió dejar el pasado en su sitio, volvió a mirarla y bromeó con el trabajo que tendrían esa tarde. Alicia se echó a reír y empezó a hablar de los preparativos que tendrían que hacer. Roberto seguía mordisqueando una tostada, llamó al perro cuando le vio levantarse, sonrieron cuando Roberto tiró al suelo un trozo de tostada para dárselo a Tor.
Fernando se permitió no recoger después de desayunar, lo haría más tarde, Roberto quiso jugar con los muñecos de guiñol, Alicia estaba en el sofá moviendo uno de los muñecos y Roberto, en la manta, otro; se acercó a ellos mientras el perro le seguía. Se sentó junto a su hijo, miró a Alicia pensando que debía estar incómoda inclinada en el sofá pero sin atreverse a decirla que se sentase con ellos, la manta todavía sería más incómoda; Alicia le sonrió y se agachó despacio, Fernando movió la cabeza divertido y empezó a coger cojines para que pudiese estar cómoda. Alicia acabó apoyando su espalda sobre el pecho de Fernando y juntos movían un par de muñecos mientras su hijo les daba réplica con otro; le hubiese gustado levantarse a por la cámara de video o de fotos, pero se quedó sentada disfrutando de las risas y juegos de su hijo, de la mirada feliz de su marido y sus atenciones y, también, de las lametadas del perro que parecía más contento que nunca. Fernando resopló cuando sonó el teléfono, esperaba que no fuese su jefe, las semanas anteriores le había hecho recuperar muchas horas y cuando le dijo que ese día no iría había puesto mala cara; Alicia se mordió el labio aguantando la risa al ver su cara. Se inclinó para que Fernando pudiese levantarse, Roberto protestó cuando su padre se quitó el muñeco de guiñol y lo dejó sobre el sofá.
-¡Papá! Mueco juar con mamá.
-Roberto, tengo que contestar, -le besó sonriendo- ¿vienes conmigo? Vamos a coger el teléfono.
Sonrió porque en cuanto nombró el teléfono, su hijo se quitó el muñeco y se levantó, sentía verdadera curiosidad por todos los objetos que ellos usaban y él no podía; caminaron juntos hasta la mesilla y Fernando tuvo que sujetar el teléfono porque Roberto estuvo a punto de tirarlo. Contestó con voz firme esperando escuchar a su jefe al otro lado de la línea pero era Pierre quien llamaba, llegaría tarde a la merienda porque tenía que quedarse a una reunión y quería ser uno de los primeros en felicitar a Roberto. Roberto se echó a reír cuando su padre le puso el auricular en la oreja pero tiró del teléfono para ser él quien lo sujetase, Fernando movió la cabeza divertido y miró a Alicia que estaba acariciando a Tor y miraba a Roberto emocionada. Vieron cómo el niño se ponía serio y giraba la cabeza llamando a Pierre, Fernando intentó explicarle entre risas que su tío Pierre estaba al teléfono, que llamaba desde el trabajo y sólo podían oírle; Roberto frunció el ceño mientras pensaba qué pasaba allí pero al final se puso a hablar alegremente con Pierre. No podían evitar sonreír ante la conversación de su hijo, repetía algunas palabras que decía Pierre pero también le contestaba, se despidió de él diciéndole merienda en su propia lengua, Alicia se emocionó mientras Fernando intentó no hacerlo para poder despedirse de su amigo. Los dos estaban seguros que sabía que era su cumpleaños y que tendrían una fiesta esa tarde, Fernando sonrió recordando la tarde en la que había comprado sus regalos, le hubiese gustado que Alicia le acompañase, pero el frío y la nieve no les había dado tregua. Estuvo un buen rato mirando por la tienda, quería comprar un juguete con el que se divirtiese pero que además le sirviese para aprender; la dependienta le aconsejó un juego de construcción, lo examinó pensando que a Roberto le encantaría poder jugar con ello, al dar otra vuelta por la juguetería vio un pequeño piano para niños y sonrió pensando en lo que le encantaría a su hijo aporrearle para escuchar el sonido. Decidió comprarle las dos cosas, su mente le recordó que no debía derrochar pero se mordió el labio y no hizo caso de esos pensamientos que saltaban sin que pudiese hacer nada; era el cumpleaños de su hijo y por un par de regalos no le iba a malcriar y mucho menos a hacer que fuese materialista. Su hijo disfrutaba con sus juguetes pero todavía más con ellos y con Tor; se rascó el pelo mientras la dependienta envolvía los regalos y sonrió al ver un bloc de dibujos para colorear; todavía era pronto pero estaba seguro que en unos meses Roberto mostraría interés y aprendería a coger las pinturas más rápido que otros niños. Dejó el bloc sobre el mostrador y cogió un paquete de pinturas blandas, después de pagar, salió de la tienda riéndose, al entrar no había querido comprar tanto, pero imaginarse a su hijo jugando y pasándoselo bien le hacía olvidar cualquier otra cosa. Eso era lo importante, que sus hijos fuesen felices, que no tardasen tanto como habían tardado ellos. Entró a la tienda de ropa resoplando, no le gustaba nada tener que dar vueltas, sonrió pensando lo que hubiese disfrutado Alicia, tardó un rato en encontrar algo para Roberto pero al final, escogió un pantalón y una camisa que estaba seguro le encantarían a Alicia. Al llegar a casa no dejó que Alicia viese el traje, quería que fuese un regalo también para ella; se echó a reír cuando Alicia rasgó el papel de los juguetes para verlos. Alicia se emocionó ante lo que había elegido Fernando, ni ella misma hubiese elegido mejores regalos, tuvo que frenar las ganas de dárselos en ese momento a su hijo; Fernando resopló riéndose porque sabía que sería él quien tendría que envolverlos. Alicia le miró preguntándole en qué estaba pensando, regresó al presente y dejó el teléfono en su sitio para volver junto a ella, la besó mientras Roberto abrazaba a Tor.
-Alicia… ¿No crees que podríamos darle ahora los regalos? Después tendrá muchos que abrir y bueno… -se rascó el pelo desviando la mirada- Me gustaría que los abriese cuando sólo estemos nosotros...
Alicia sonrió, le besó despacio y empezó a levantarse, torció el gesto ante el gesto exagerado de Fernando, le miró moviendo la cabeza mientras le decía que iba ella a por los regalos.
-¿ealos?
Alicia se giró para mirar a su hijo y se echó a reír, Fernando empezó a hacer cosquillas a Roberto mientras Tor saltaba alrededor ladrando; empezaba a pensar que algún día los vecinos se quejarían del ruido que salía de su casa, pero él no podía ser más feliz. Se sentó en frente de su hijo, Roberto se sentó y cogió un muñeco de guiñol para dárselo a su perro; Tor lo cogió y empezó a jugar.
-Roberto, no podemos darle los muñecos, puede romperlos.
-No, Tor no ompe.
Sonrió y le abrazó, defendería a su perro ante cualquiera.
-Pero no lo hace queriendo, lo rompe sin querer.
Cogió el muñeco, Tor se lo dio sin protestar pero Roberto sí protestó, le dio uno de los viejos peluches que Roberto había decidido regalarle a Tor; Roberto sonrió y se lo ofreció al perro, cuando vio que jugaba moviendo la cabeza, el niño se echó a reír. Alicia regresó con los regalos, Fernando se apresuró a levantarse para cogerlos y que se pudiese sentar, no paró hasta asegurarse de que estaba cómoda; se sentó junto a ella, Roberto les miraba con atención, sabía que pasaba algo.
-¿Ealo?
Alicia sonrió, besó a Fernando y reconoció esa mirada que le dedicaba a su hijo; el primer cumpleaños de Roberto era importante para ellos, siempre sería especial celebrarlo con sus hijos, poder ofrecerles una vida estable, una vida que a ellos les había costado mucho tener.
-Toma mi amor, es uno de tus regalos, los compró papá.
-Pero también son de parte de mamá, te queremos mucho Roberto.
-Eremos papá y mamá.
Fernando acarició la mano de Alicia y se mordió el labio esperando la reacción de su hijo; Roberto posó el paquete en el suelo y llamó a su perro.
-¡Tor! ¡Tor! Ealo papá mamá, ueanos.
Roberto rasgó el papel con rapidez aunque sus pequeños dedos no podían quitar todo el papel, Fernando sonrió pensando que cuando creciese un poco más, abriría los regalos con la misma rapidez que Alicia. Le ayudaron entre los dos a quitar el papel, Roberto se rio al ver el dibujo de la caja, era una construcción con piezas del juego, Fernando abrió la caja y sacó unas pocas piezas; entre los tres hicieron una especie de torre que no tenía ninguna consistencia. Se echaron a reír cuando Tor, al levantarse, movió la cola y tiró la torre, el perro se asustó pero ellos no podían dejar de reír; Fernando abrazó a Alicia y la besó el cuello apoyando suavemente la cabeza en su hombro. Pasaron varios minutos así, mirando a su hijo, escuchando sus risas y respondiendo a sus preguntas aunque no entendiesen todas. Alicia miró a Fernando, estaba segura que si ella no le decía nada, podría haberse pasado el día mirando a su hijo, sin recordar el resto de regalos, la merienda y tampoco que no había recogido; sonrió besándole y le dio otro de los regalos para que se lo diese él.
-Roberto, mira, -alargó el brazo para que su hijo lo viese, estaba muy concentrado con las piezas y tardó en mirar- tienes otro regalo.
-¿Más ealos? ¡Papá!
-Y de mamá.
Roberto le abrazó sin hacer caso al paquete, Fernando cerró los ojos disfrutando de ese abrazo, su hijo era tan espontáneo que siempre era capaz de emocionarle, al separarse, fue directo a abrazar a su madre y preguntó por sus hermanas.
-Creo que están dormidas mi amor –cogió la mano de su hijo y la puso en la tripa- ¿Ves? No dan patadas… Cuando nazcan tendremos que dejarles los juguetes eh,
-Anea, Ana, uetes, emanas momir.
Fernando se echó a reír, cada vez sus frases eran más largas, pensó que en poco tiempo podrían tener auténticas conversaciones con él, le cogió haciéndole cosquillas y dejó que se volviese a sentar para abrir el regalo. Roberto rasgó el papel con más fuerza que el anterior, casi no tuvieron que ayudarle, cuando vio el dibujo de la caja lo señaló, Fernando le explicó que era un piano que hacía música.
-Usica.
Roberto empezó a tararear una de las canciones que siempre tarareaba su madre, Alicia no pudo evitar echarse a reír y se frotó los ojos despejando las lágrimas de felicidad; Fernando abrió la caja para sacar el juguete, lo puso frente a su hijo y le dijo que lo tocase. Roberto dudó, seguía tarareando y aquel juguete no acababa de convencerle, Fernando insistió y Roberto resopló pero terminó haciéndole caso, cuando tocó una de las teclas y escuchó el sonido abrió mucho los ojos.
-¡Usica! Mamá es usica.
-Sí, mi amor, es música.
Alicia lo tocó suavemente y Roberto se echó a reír al escuchar las notas que salían de aquel piano de juguete; a partir de aquel momento fue imposible que Roberto les hiciese caso, no dejaba de tocar el pequeño piano y cantar al ritmo de la melodía que salía de él. Fernando se levantó despacio y cogió la cámara de video, Alicia no dejaba de sonreír, sintió una suave patada y se acarició la tripa pensando que en los siguientes cumpleaños ya habrían nacido sus niñas. Fernando volvió a sentarse al lado de Alicia, estuvo mucho rato grabando a su hijo, daba igual que se pasase todo el tiempo jugando y haciendo lo mismo, para él, cada sonrisa y cada mirada de su hijo eran especiales. Dejó la cámara cuando Alicia se abrazó a él, se besaron intensamente y se separó para que Alicia se apoyase en él; Fernando pensó en el camino que les había llevado hasta ese momento, los años separados parecían en ese momento de otra vida, pero habían pasado mucho desde que se habían reencontrado. Muchas veces pensaba en todos los errores que había cometido, pero en Madrid había decidido no volver a cometer un solo error respecto a su relación con Alicia, es posible que lo supiese en el mismo momento de reencontrarse con ella pero en ese momento su vida estaba patas arriba. Respiró hondo dejando a un lado el pasado, lo habían superado juntos pero, sobre todo, porque lo habían enfrentado juntos.
-Alicia –se rascó el pelo sonriendo- todavía hay más regalos ¿recuerdas? Las pinturas y el bloc, pero también la ropa… ¿No tienes curiosidad?
Alicia se echó a reír aunque arrugó la nariz, llevaba días intentando convencerle de que le dejase verlo, fue imposible que Roberto prestase atención a los dos regalos que quedaban, no quería dejar de escuchar la música que él mismo hacía. Dejaron el bloc y las pinturas para que las abriese más tarde, Fernando le pasó a Alicia el paquete con la ropa de su hijo, se echó a reír cuando la vio rasgar el papel a toda prisa, Roberto giró un momento la cabeza al oír el ruido del papel pero terminó hablando con el perro mientras volvía a aporrear el piano. Alicia se mordió el labio al ver el pantalón y la camisa para su hijo, eran perfectos, le gustaban mucho y estaba segura que Fernando lo había elegido pensando en ella. Le abrazó fuerte mientras le susurraba que era el regalo perfecto; cerró los ojos sonriendo porque día a día sentía que les quería más.
-Bueno, tenía que ser un regalo perfecto para el niño y la mujer más perfectos que he conocido nunca…
Alicia le besó y se apoyó en su hombro emocionada, recordó la conversación con Inés cuando dudaba si contarle a Fernando que iban a ser padres, se mordió el labio pensando que estuvo a punto de echarlo todo por la borda, se habría perdido momentos maravillosos pero también Roberto se los habría perdido y no hubiese sido justo para su hijo. Cerró los ojos pensando que el destino había jugado a su favor, llegó a tiempo al despacho de Bonilla y habían podido vivir la historia que la vida les había negado en el pasado.

Sonrió al sentirles junto a ella, en ese momento pensó que tenía ganas de celebrar la merienda pero, a la vez, le encantaría pasar todo el día solos en casa disfrutando cada segundo.
Si Roberto no hubiese pedido una galleta, Fernando no hubiese recordado la hora que era, Alicia se echó a reír al ver su gesto asustado.
-Claro, ahora te hace gracia, pero ya verás cuando empiecen a llegar los invitados y no hayamos preparado nada…
-Fernando, por favor, quedan horas para que lleguen.
Se levantó despacio para besarle, Fernando sonrió porque Alicia no era consciente de todo lo que tenían que hacer, recoger, quitar la nieve del patio, hacer la comida, bajar al perro, preparar la merienda, prepararse ellos, cambiar el salón para que todos pudiesen estar cómodos… Alicia puso los ojos en blanco cuando Fernando empezó a enumerarlo, bromeó porque eso siempre lo hacía ella; le quitó importancia a todo lo que quedaba por hacer aunque empezó a recoger la mesa. Fernando se mordió el labio para evitar decirle que lo dejase, que lo haría él; miró a su hijo, no paraba de jugar con el piano, Tor en cambio se había tumbado en la caseta pero estaba atento a cualquier movimiento de su hijo. Siguió a Alicia llevando lo que quedaba en la mesa, cuando entró, Alicia estaba mirando hacia el patio, se echó a reír al ver su mirada de niña queriendo jugar con la nieve, negó con la cabeza mientras abría el grifo y comenzaba a fregar. Alicia suspiró, tenía frío pero le gustaba tanto la sensación de tener la nieve entre las manos; intentó cerrarse la bata pero ya no le daba, Fernando la dijo que volviese al salón, allí hacía menos frío y además podría taparse con la manta. Alicia salió de la cocina, le llevó una galleta a Roberto y sonrió al ver que su hijo la cogía con una mano pero con la otra seguía jugando. No pudo reírse más ante la imagen de su hijo con el piano, lo trataba con cuidado, se carcajeaba o fruncía el ceño si algún sonido le resultaba distinto. Cogió la manta que tenían en el sofá, los últimos días la había usado mucho, se la echó por encima y volvió a la cocina. Fernando se echó a reír al verla aparecer con la manta, cerró el grifo y se secó las manos para abrazarla, Alicia le envolvió en la manta y empezó a besarle; prefería el calor de sentirle a él que el calor de la manta. Fernando se abandonó a aquel beso pero terminó separándose despacio, tenían mucho que hacer aquel día. Alicia suspiró y empezó a secar las tazas y platos, Fernando fue a por el abrigo, regresó ya con él puesto y abrió un poco la puerta del patio para que Alicia no sintiese el frío. Fernando se daba cuenta de lo mucho que les costaba organizarse con el tiempo, disfrutaban de cada momento juntos, ahora con su hijo y con Tor y en breve, también con sus hijas. Dio una larga calada mientras se subía las mangas de la camisa y el jersey para comenzar sus quehaceres. Empezó a quitar la nieve mientras Alicia le miraba sonriendo, estuvo a punto de salir con él pero pensó en la cara que pondría y se echó a reír terminando de guardar las cosas. De fondo escuchaba las risas de Roberto y el ruido del piano, le hizo gestos a Fernando para decirle que volvía al salón, vio cómo sonreía aliviado pensando que en el salón hacía menos frío. Cuando se sentó en el sofá, Roberto quiso sentarse con ella, le ayudó a subir y puso el piano entre los dos, disfrutó del juego con su hijo olvidándose, una vez más, de la merienda y los invitados. Tor bostezó y salió de la caseta, Alicia se echó a reír porque Roberto siempre le imitaba cuando bostezaba, abrazó a su hijo mientras el perro iba hacia la cocina. Al ver el patio casi despejado de nieve, dio saltos cerca de la puerta para que Fernando le abriese, dejó que saliese y se echó a reír al ver que quería que jugasen, le había dejado uno de los viejos muñecos de Roberto al lado del pie para que se lo tirase. El patio no era muy grande pero Tor disfrutó yendo de un lado a otro para coger el muñeco que Fernando le tiraba; antes de que el perro se cansase miró el reloj, tenía que hacer la comida. Le costó hacer entender al perro que tenían que entrar, cuando cerró la puerta del patio se dio cuenta que empezaba a nevar, resopló torciendo el gesto, al llegar al salón vio a Alicia incorporada en el sofá mirando por la ventana, Roberto estaba a su lado, los dos hablaban de la nieve. Abrazó a Alicia y revolvió el pelo de su hijo, se echó a reír cuando Alicia fantaseó con unas vacaciones en la nieve dentro de unos años.
-Queda mucho para eso Alicia…
-Bueno, pero no pasa nada porque lo vayamos planeando ¿no?
Fernando la miró divertido, podía imaginarse a sus tres hijos y a ella jugando con la nieve o empezando una batalla que se volvería contra él y acabaría empapado; compartió con Alicia ese pensamiento y ella sonrió triunfalmente. No era muy normal que Fernando hiciese planes a tan largo plazo, llevaban más de un año juntos y ya se permitía soñar en voz alta, porque Alicia estaba segura que esos pensamientos sí los tenía pero pocas veces se permitía decirlo en alto, había pasado muchos años centrándose en el momento que tenía delante.

Fernando se levantó despacio sin dejar de reírse, torció el gesto pensando en todo lo que tenía que hacer, le encantaría poder quedarse todo el día jugando con su hijo y con Alicia sin pensar en nada más.
-Fernando, si quieres puedo hacer yo la comida.
Torció el gesto ante la carcajada de Fernando, se sentó en el sofá frunciendo el ceño, su hijo la imitó y no pudo aguantarse la risa; Fernando fue corriendo a por la cámara de fotos, ambos estaban con los brazos cruzados y mirando hacia delante, cuando volvió, su hijo seguía con el ceño fruncido imitando a su madre pero ella no dejaba de reír. De todas formas, les hizo la foto sin dejar de reírse; Alicia se incorporó para quitarle la cámara de las manos y hacerle una foto a él, la besó y decidió ir a preparar la comida. Alicia se mordió el labio pensando que deberían haber puesto la decoración navideña, la casa estaría más bonita para la merienda; se levantó despacio y fue al cuarto pequeño para sacar la decoración. Le propondría a Fernando encargarse ella de la merienda y que él decorase la casa, lo haría ella pero se imaginaba la cara que pondría si la viese subirse a una silla; Roberto la vio llegar con la caja y le preguntó qué era. Se sentó con él explicándole que en unos días sería navidad y tenían que decorar la casa; Roberto sonrió cuando Alicia sacó una cinta decorativa, le gustó tanto que trató de quitársela, Alicia se echó a reír y empezó a besarle. Fernando giró la cabeza intentando ver qué tramaban, les había oído hablar y reír, se rascó el pelo y sonrió terminando de preparar la comida; ese día le estaba costando seguir su propio orden y hacer todo lo que tenían pendiente, le agobiaba pensar en todos los invitados que tendrían. Pero sólo con pensar en la mirada de Alicia y Roberto emocionados durante la merienda, se le pasaba todo, su hijo tenía que celebrar su primer cumpleaños, celebrarían todos y cada uno de ellos. Fumó un cigarro mientras preparaba los platos, sonrió recordando el momento en que supo que iba a ser padre, cerró los ojos pensando en lo triste que hubiese sido no haber llegado a disfrutar de todas las sensaciones que le provocaba estar con su hijo. Notó un suave golpe en la pierna y vio a Roberto junto a él, sonrió y le acarició el pelo mientras veía la cinta navideña que llevaba, resopló divertido y le cogió en brazos para volver al salón. Alicia desvió la mirada al verle aparecer, se echó a reír mirándola rodeada de toda la decoración. Fernando miró la caja de adornos y se dio cuenta que tenían una propia caja decorativa, algo que aumentaría cada año pero guardarían cómo parte de su propia historia, de su propia familia.
-Alicia, hoy tenemos muchas cosas que hacer, si nos hubiésemos acordado antes…
-Pero yo…
-No, –la interrumpió, en eso sería inflexible- no vas a decorarlo tú.
Alicia le miró riéndose, se levantó despacio y le besó sin dejar de reír.
-Que sepas que has metido la pata –le hizo burla mientras le miraba- pensaba decirte que lo decorases tú mientras yo preparaba la merienda, porque eso sí podré hacerlo ¿no?
Fernando se rascó el pelo riéndose, Roberto protestó y le dejó en el suelo para que jugase con Tor, abrazó a Alicia reconociendo lo torpe que había estado.
-Bueno, me pensaré si se me pasa… De momento podrías traer la comida, tengo mucho hambre.
Fernando se echó a reír, la besó el cuello y se separó despacio, en unos minutos estaban sentados a la mesa disfrutando de la comida; Fernando tenía a Roberto sentado sobre él, sabían lo que su hijo odiaba la trona pero todavía era pequeño para sentarse solo en la silla. Roberto no dejaba de hablar y reír, comía del plato de su padre, le gustaba coger todo lo que ellos cogían, Alicia no dejaba de hablar de la merienda, su casa se llenaría y estaba segura que se lo pasarían en grande. Fernando la miraba sonriendo sin dejar de atender a Roberto, se pasó la mano por el pelo pensando en cuántos años había perdido, cuántos cumpleaños pudieron haber compartido; cambió el gesto y empezó a bromear sobre el trabajo que tendrían para atender a todos. Alicia se mordió el labio sonriendo, había visto el cambio en su mirada, podía reconocer esa forma de dejar atrás el pasado; sirvió el postre diciéndole a su hijo que por la tarde tendrían tarta y tendría que soplar la vela. Después de comer fue Alicia quien empezó a recoger, Fernando se puso el abrigo para sacar a Tor a la calle, miró preocupado a Roberto cuando se empeñó en acompañarle, incluso señalaba su abrigo para que se le pusiese. Al final decidió que unos minutos en la calle no le harían daño, Alicia regresó al salón y les miró mientras se abrigaban; le hubiese gustado acompañarles pero tenía mucho que hacer y además no soportaba el frío de esos días. Cuando salieron de casa empezó a fregar, se rio divertida pensando que a veces se empeñaba en hacer cosas que de no estar embarazada no haría, normalmente era muy descuidada con la casa; en el fondo, hacer las cosas por ella misma era pura cabezonería en esos momentos. Se acercó hasta el patio, los cristales estaban empañados y se dedicó a escribir con el dedo, Roberto se había acostumbrado e incluso Tor, las señales de sus patas estaban en la parte baja. Suspiró deseando que naciesen sus niñas y pensando si alguna navidad podrían celebrarla con todos sus amigos, ellos no tenían familia de sangre pero sus amigos cubrían con creces esos huecos. Apenas estuvieron unos minutos en los jardines del barrio, habían retirado la nieve pero se agolpaba en los márgenes de las aceras, Tor dio un par de vueltas arrastrando a Fernando, llevaba a Roberto en brazos porque si iba andando terminarían en el suelo en unos de los tirones del perro. Esquivó a una señora que intentaba no resbalarse y estaba provocando un atasco en medio de la acera, Roberto siempre miraba a las personas mayores, cuando eran hombres les llamaba Pelayo y cuando eran mujeres las observaba. De repente notó que su hijo le abrazaba y le daba un beso y no supo qué decir salvo lo mucho que lo quería. Roberto se echó a reír cuando Tor ladró y empezó a caminar hacia el portal, se cruzó con una de las vecinas, que le miró moviendo la cabeza al ver las pisadas del perro por el portal; la saludó aguantándose la risa y soltando una disculpa entre dientes. Después de quitar el abrigo a Roberto y quitársele él, salió a limpiar el rastro que el perro había dejado en el portal, se rio de sí mismo al verse limpiarlo. Alicia se asomó a la puerta de la cocina intrigada, al verle regresar se echó a reír, Roberto se lo explicó en su propia lengua; Fernando sonrió al ver que ya estaba preparando la merienda. La besó mientras le quitaba de la mano un sándwich para comérselo.
-¡Fernando! Si te los comes nunca terminaré de prepararlo.
-Eres una exagerada Alicia, por uno no pasa nada…
Torció el gesto mientras le tiraba el trapo, Fernando se echó a reír al verla regresar a la cocina sin el trapo; Roberto se sentó en la manta y volvió a hacer sonar el piano, Tor se puso a su lado tumbándose. Dejó a su hijo en el salón para llevarle el trapo a Alicia, se echó a reír al ver cómo se comía un sándwich de jamón.
-Claro, ¿cómo vas a terminar si tú también comes?
Alicia arrugó la nariz, le quitó el trapo para dejarlo sobre la encimera y le besó para volver a concentrarse en los platos de comida. Fernando se quedó un momento mirándola y volvió al salón para dejarlo al gusto de su mujer, se emocionó cuando vio a su hijo tumbado en la manta, se había dormido uniendo su cabeza a la del perro. Se frotó el cuello preocupado, le veía dormir tan a gusto que no quería cogerle para dejarle en la cuna pero, a la vez, no quería que durmiese en el suelo; intentó poner los cojines debajo de su hijo, Tor abrió un ojo, emitió un suave gruñido y dejó que Roberto se apoyase en él. Fernando cogió la cámara de fotos emocionado, hizo la foto y llamó entre susurros a Alicia, cuando entró al salón se llevó la mano a la tripa y sonrió emocionada. Se quedó unos minutos junto a Fernando mirando a su hijo y a Tor, les costó ponerse en marcha para seguir preparando la fiesta de cumpleaños. Al final, fue Fernando quien le recordó que tenían invitados que atender; le besó suavemente, dedicó una mirada más a su hijo y volvió a la cocina.
Alicia terminó de preparar la merienda antes de que Fernando tuviese listo el salón, ya estaba decorado pero intentaba organizar los muebles para dejar espacio para todos sus amigos; se rascó el pelo pensando que sería imposible que todos pudiesen sentarse. Alicia le abrazó por detrás y le besó el cuello, por un momento se olvidó de todo, Roberto seguía dormido en la manta, se había dado la vuelta, Tor lo notó y se despertó pero, en vez de protestar por despertarle, esperó a que se volviese a acomodar y dejó que se volviese a apoyar en él. Alicia se separó para mirar el salón, sonrió pensando que se lo había imaginado así; miró el reloj nerviosa, el tiempo se les echaba encima y todavía tenían que prepararse. Fernando se echó a reír bromeando con la poca prisa que tenía unas horas antes, fue a preparar la bañera para que Alicia se diese un baño mientras él terminaba de colocar todo. Alicia se sentó en la butaca para esperar, miró a su hijo y sonrió, se les había pasado volando el primer año de vida de su hijo, estaba segura que cuando naciesen las niñas les pasaría lo mismo. Fernando se remangó y abrió el grifo, preparó la bañera con sales y con uno de esos jabones que tanto le gustaban a Alicia, cerró la ventana y las cortinas, miró la hora y se echó a reír pensando que él no tendría tiempo para arreglarse porque Alicia tardaría, y mucho. Alicia se levantó al oírle reír, entró al baño despacio y justo cuando iba a abrazarle Fernando se giró; sonrió y la abrazó mientras empezaba a desnudarla.
-Ya sé que piensas que voy a tardar… Quizás te lleves una sorpresa.
-Nada de eso, –se reía mientras la ayudaba a quitarse el camisón- tardarás lo que sea necesario, el baño te vendrá bien.
Alicia sonrió mientras se dejaba ayudar para entrar a la bañera, iba a decirle a Fernando que entrase él también pero Roberto les llamó desde el salón. Fernando la besó el pelo y salió del baño dejando la puerta abierta, Roberto estaba de pie junto a la ventana señalando la nieve, le cogió en brazos para acercarse al cristal.
-Parece que no va a dejar de nevar…
-Near.
-Ya, ya sé que te gusta mucho la nieve, pero si nieva es que hace mucho frío.
-Fío ¿no poemos ir a calle?
-Eso es, no podemos ir a la calle porque hace frío.
Le dejó en la manta y empezó a mover el sofá, Roberto no dejó de preguntarle por la calle, la nieve o el sofá; pero cuando se dio cuenta de la decoración se echó a reír y trató de coger una de las cintas que más bajas estaba. Tuvo que convencerle que no era para jugar, que tenía que quedar así para que sus amigos lo viesen; le propuso recoger los juguetes, su hijo aceptó y empezó a llevarlos a su habitación. Antes de seguir colocando el salón, le miró sonriendo, Roberto hablaba con Tor, que iba a su lado, mientras llevaba uno de sus juguetes. Alicia sonrió al oír de fondo la charla de Fernando y Roberto, cerró los ojos pensando en las semanas que le quedaban para dar a luz, tenía muchas ganas de tener a sus niñas en brazos pero, a la vez, sentía un poco de miedo por todo el trabajo que supondría, esperaba estar a la altura y atender a sus tres hijos de la misma manera. Llegó a relajarse tanto que, cuando entró Fernando al baño, estaba a punto de quedarse dormida; abrió los ojos y le sonrió cuando la ayudó a incorporarse.
-¿Y Roberto?
Fernando se echó a reír ante el tono pastoso de su voz, si hubiese tardado un poco más en entrar, se la habría encontrado dormida.
-Está recogiendo sus juguetes, quería ayudar también.
Alicia sonrió encogiéndose en la toalla y se abrazó a Fernando, empezó a besarle despacio pero Fernando se separó recordándole todo lo que tenían que hacer. Se echó a reír mientras iba a la habitación para arreglarse. Fernando ayudó a su hijo con los juguetes y al volver al salón se quedó mirando pensando cómo podía hacer que hubiese más espacio. Al final, llevó las sillas a la habitación de sus hijas, sus amigos podrían estar de pie y Alicia podría sentarse en el sofá si se cansaba. Puso la mesa en el centro para dejar ahí la merienda, el sofá estaba en un rincón, lo único que no movió fue la caseta de Tor; incluso había llevado la trona a la cocina, estaba seguro que Roberto no querría estar sentado ni un segundo. Alicia se puso uno de los últimos vestidos que se había comprado, ya le había estrenado pero hacía días que no salía de compras. Se acarició la tripa sonriendo, no le gustaba que se notase tanto pero siempre que sentía a sus niñas se le olvidaba lo gorda que se veía. Se maquilló despacio pensando que llevaba días sin hacerlo, estaba deseando que llegasen todos sus amigos; Fernando entró en la habitación con Roberto en brazos, sonrió al verla tan concentrada maquillándose.
-No hace falta que te maquilles tanto, eres preciosa.
-Y tú eres un exagerado, –sonrió mirándole por el espejo- si quieres puedes ir a ducharte, yo termino ahora y preparo a Roberto.
Antes de salir de la habitación la besó el cuello ganándose un suave manotazo, Roberto señaló la cama para que lo dejasen subir, le subió y se echó a reír cuando vio la cara de inocente de su hijo para que lo dejara saltar, casi lo consideraba un premio pero no sería él quién le negaría ese capricho y menos el día de su cumpleaños. Cruzó la mirada con Alicia y decidió irse a duchar al ver la hora. Alicia terminó de maquillarse y se sentó en la cama con su hijo, se mordió el labio al ver cómo protestaba cuando empezó a desnudarle; empezó a hablarle despacio contándole todo sobre la fiesta y el cumpleaños, sonrió cogiendo la ropa que Fernando le había comprado. Fernando se dio una ducha rápida, tenía que salir a por la tarta y quería estar de vuelta cuando empezasen a llegar sus amigos, se frotó el cuello al sentir el agua caliente y pensó en las horas que les quedaban por delante. Al mirarse en el espejo suspiró, no recordaba que tenía que afeitarse, estuvo a punto de cortarse al sentir a Roberto, había llegado corriendo y hasta que no sintió cómo se agarraba a sus piernas no se había dado cuenta.
-Roberto, no puedes correr así… -se agachó sonriendo y le dio un beso- Estás muy guapo.
-Apo papá.
-No, papá no está guapo.
Alicia se echó a reír, se acercó a Fernando y le miró divertida.
-Claro que estás guapo, ¿verdad mi amor? Papá es el más guapo del mundo ¿a que sí?
-¿A que sí mamá?
-¿Ves? –volvió a besarle y se separó para dejar que terminase de afeitarse- Hasta Roberto lo sabe.
Fernando se echó a reír, terminó de afeitarse mientras hablaba con su hijo, Roberto protestaba cuando tardaba en contestar, era difícil afeitarse y responder a su hijo a la vez. Se vistió despacio, Roberto se había ido en cuanto oyó ladrar al perro, Alicia le miraba emocionada pensando en todo lo que habían vivido. Cuando terminó de abrocharse la camisa se acercó a él y le abrazó, Fernando cerró los ojos y se abandonó a aquel abrazo, recordó muchos momentos, todos ellos junto a Alicia y Roberto. Se separó bromeando sobre lo sentimentales que estaban mientras su hijo no dejaba de jugar, Alicia le miró sonriendo con lágrimas en los ojos, se miró en el espejo evitando dejarlas salir para no estropear el maquillaje. Al ver cómo había dejado el salón soltó un pequeño grito mientras examinaba todo, sólo faltaba llevar la merienda a la mesa.
-Fernando… Si parece más grande de lo que es. Ha quedado perfecto.
-Bueno, sin tantas cosas hay más espacio –se rascó el pelo sin saber muy bien qué decir- aunque después tendremos mucho que colocar…
-Lo podemos dejar así para las navidades, también tendremos invitados.
Fernando se echó a reír, estaba deseando ver la cara de Alicia ante los invitados de fin de año, desvió la mirada porque estaba seguro que Alicia notaría que estaba planeando algo. Se puso el abrigo para salir a por la tarta, Roberto seguía entusiasmado con el piano mientras Tor se entretenía con uno de los viejos muñecos. Al quedarse sola, empezó a llevar la merienda a la mesa, en pocos minutos empezarían a llegar y quería que todo estuviese perfecto; se mordió el labio emocionándose, la primera fiesta de su hijo, algo que nunca había pensado que ella podría celebrar. Respiró hondo decidiendo que no era día para pensar en los años que habían pasado separados; Roberto merecía una gran fiesta y eso sería lo que tendría. Fernando apenas tardó unos minutos, su amiga tenía la tarta preparada además de un regalo para Roberto, le dio las gracias sin atreverse a decirle que no tenía que haberse molestado, sabía que lo hacía de corazón; antes de salir, pidió unos bombones para Alicia. Cuando entró en el portal estuvo a punto de chocarse con su vecina y su hija, las saludó y sonrió intentando hacer cosquillas a la niña pero las bolsas se lo ponían difícil. Abrió torpemente la puerta de casa, Alicia estaba terminando de llevar las copas a la mesa, su vecina dejó a la niña en el suelo que, torpemente, fue hacia Roberto dando pequeños pasos. Alicia saludó a su vecina dándole las gracias por ir al cumpleaños, Fernando posó la tarta en la mesa y le pasó a Alicia los bombones, le ofreció uno a su vecina y sonrió cogiendo uno para ella. Roberto le estaba presentando el perro a su amiga, la niña hablaba menos que Roberto aunque con él pronunciaba más palabras. Fernando les miró divertido pensando si entre ellos se entenderían esas palabras que ni él ni los demás podían entender; puso un poco de música con el volumen bajo y sirvió una copa de vino para su vecina. Al principio la conversación giró en torno a los niños pero, poco a poco, fueron hablando de todo; a Alicia le caía muy bien, cuando la conocieron era muy distante pero habían ido cogiendo confianza. Fue Fernando el que se dedicó a abrir la puerta cuando empezaron a llegar todos sus amigos, Grace, Antonio y Liberto fueron los siguientes; Roberto corrió hacia la puerta al oír a Liberto, llevaba días sin verle y le echaba de menos. Liberto tuvo que seguirle hasta donde estaba Tor, desde que tenían al perro, Roberto siempre le llevaba hasta él para hablar con los dos a la vez. Aquella vez, además, le presentó a su amiga, Alicia les miró sonriendo, Liberto entendía prácticamente todo lo que decía su hijo. Poco a poco fueron llegando todos, Diane, Emile, Sophie, Gabrielle…  Alicia fijó sus ojos en Tor cada vez que tocaban al timbre y entraba alguien, se plantaba junto a Roberto protegiéndole y eso le enterneció profundamente. Fernando sonrió al darse cuenta que habían ido casi todas las compañeras de Alicia; se mordió el labio al ver a Sophie y Gabrielle hablando con Antonio, era la primera vez que ellas iban juntas cuando estaban los demás. Habían quedado varias veces con ellas desde aquella primera cena en su casa, pero no habían ido juntas a las cenas con los demás; esperaba que no se sintiesen incómodas, sabía que por sus amigos no habría problema. Alicia actuaba de perfecta anfitriona, ni siquiera le agobiaba que todos le preguntasen por el embarazo; Fernando miró divertido a Tor, tenía mucha paciencia ante los niños, con Roberto siempre era igual, pero le sorprendía que también con la hija de su vecina, entre los dos parecían volverle loco pero él no daba muestras de cansancio o de intentar que le dejasen en paz. Roberto se echó a reír al ver a los dos niños, fue corriendo hacia ellos y les abrazó; miraron a su hijo sonriendo, los niños se habían quedado sorprendidos ante su efusividad. Poco después, los tres insistían para salir al patio, Fernando les miraba riéndose, sus dos antiguos vecinos no hablaban muy seguros, pero Roberto hasta le cogía la mano tirando de él para que fuese hacia la cocina. Alicia le miró sonriendo, sabía lo que le estaba costando dejarles salir, hacía frío y seguramente volvería a nevar, pero un día era un día. Fue Alicia la que puso la condición de salir abrigados, Fernando se empleó a fondo con Roberto, cuando estaba listo para salir parecía una bola de abrigo, incluso le costaba un poco andar. Alicia se echó a reír disculpándose con sus amigas para salir junto a Fernando al patio. Roberto no dejó de lado a la niña, la incluyó en los juegos con el balón y corriendo, aunque su amiga no podía correr, andaba todavía insegura. Fernando fue a por la cámara para grabar los juegos de su hijo en el patio, Alicia volvió dentro en cuanto tuvo un poco de frío; las conversaciones en el salón se sucedían, comprobó que ni Sophie ni Gabrielle estaban cortadas, parecían totalmente integradas. Después de un rato grabando y de fumar un cigarro viendo a su hijo correr y reír, decidió volver dentro al volver a ver la mirada divertida de Liberto, dejó que él se encargase de los niños. Se rascó el pelo entrando en el salón, el ambiente no podía ser más relajado, las risas y las conversaciones se mezclaban y todos parecían felices, Alicia le miró desde donde estaba y sonrió plenamente feliz, una reunión como aquella era mucho más de lo que hacía un tiempo se había permitido soñar. Fernando resopló cuando volvió a escuchar el timbre aunque sabía quién era, sólo quedaba Pierre por llegar, estaba seguro que llegaría cansado de Antoine. Le abrazó riéndose al ver su expresión, le conocía tan bien que ya sabía que llegaría con esa cara, después de saludar a Alicia y besar a Diane, preguntó inmediatamente por Roberto. Sin perder tiempo fue al patio, estaba deseando compartir juegos con él, Roberto echó a correr llamándole en cuanto le vio, se abrazó a él hablándole del cumpleaños, la merienda y los regalos. Pierre no entendía ni la mitad de lo que le decía pero sonrió al sentir la presión del abrazo. Se quedó jugando con ellos sin importarle la merienda o las conversaciones, se había cabreado por no poder estar desde el principio y quería disfrutar con los niños. Fernando apagó el cigarro antes de ir a buscar a los niños y a Pierre, su amigo estaba despeinado, casi sudando a pesar del frío y parecía un crío más. Su hijo se abrazó a sus piernas contándole algo en su propia lengua mientras Tor entraba trotando para tumbarse en su sitio. Fernando se había echado a reír cuando el único que protestó por tener que entrar fue Pierre. Alicia se había sentado en el sofá, Grace y Sophie la habían acompañado, estaba en un rincón y los demás seguían en el centro del salón. Se levantó cuando les vio regresar del patio, no quería perderse por nada del mundo el momento de la tarta; Fernando dejó que ella la sacase de la bolsa y pusiese la vela mientras él tenía a Roberto en brazos. Pierre apagó la luz después de que Alicia encendiese la vela, Fernando la miró al darse cuenta del silencio que se había formado sólo roto por los niños; Roberto no parecía entender qué tenía que hacer cuando Fernando le puso delante de la tarta. Se echó a reír cuando su hijo lo único que intentaba era alargar las manos para coger un poco de chocolate; susurró en su oído y le demostró qué tenía que hacer. Tardó un poco pero, al final, Roberto sopló la vela, cuando vio que se apagaba, abrió mucho los ojos, se quedó con la boca abierta sin decir nada; Alicia se aguantó la risa para no interrumpir el silencio de su hijo, finalmente, Roberto se echó a reír diciendo que quería soplar otra vez. Alicia, mientras su hijo soplaba las velas, no había podido dejar de pensar que al siguiente año estarían los cinco juntos, intercambió una mirada con Fernando que fingía estar exhausto a la vez que le guiñaba un ojo. Abrazó a su hijo y miró a Fernando emocionada, en ese momento se sintieron solos en casa, Fernando la besó despacio y la abrazó cerrando los ojos al sentirles a los dos. Por suerte, Pierre les conocía muy bien y sabía cómo se sentirían al darse cuenta, empezó a bromear con la tarta y las ganas que tenía de probarla, Fernando se separó y sonrió a su amigo. Volvieron las risas y las conversaciones mientras los niños disfrutaban la tarta, Fernando no podía evitar fijarse en Alicia, parecía una niña más pues se había sentado junto a Roberto para comerse el trozo de tarta. Alicia se dio cuenta que Fernando bebía una copa mientras parecía estar pensando en otra cosa, llevaba días sospechando que se traía algo entre manos, pensó que era por el cumpleaños de Roberto pero seguía con la misma sensación. Torció el gesto antes de sonreír ante la boca manchada de tarta de su hijo y los lametones de Tor al suelo dónde alguien le había dado un trozo. Roberto apenas hizo caso cuando empezaron a darle los regalos, estaba jugando con Tor y no quería atender; se rieron cuando vieron a su hijo resoplar y mirar a Liberto con el ceño fruncido para coger el regalo que le daba. Rasgó el papel con la misma rapidez que lo había hecho cuando sólo estaban ellos tres, Fernando grabó el momento de los regalos, cada gesto de su hijo era especial para él; Alicia le ayudó a abrir todos los regalos. De la mirada cansada del principio, enseguida pasó a emocionarse con cada regalo, había dado las gracias a todos cuando le entregaban el regalo, Alicia y Fernando se miraban sin poder expresar todo lo que sentían ante esos gestos de su hijo.
Fernando sonrió al darse cuenta que ya sólo quedaban Diane y Pierre, todos sus amigos se habían ido despidiendo, era un día de diario y todos tenían obligaciones; Roberto se entretenía jugando con el piano enseñándoselo a Diane, Pierre les miraba embobado, Fernando pensó si no se estaría planteando ser padre. Acarició la tripa de Alicia, que estaba apoyada en su hombro, parecía cansada pero sonreía como siempre. Tor empezó a dar saltos por el salón, Fernando miró el reloj pensando en las horas que hacía que no salía a la calle, iba a levantarse pero Pierre lo hizo primero. No tuvo opción a negarse, tanto su hijo como su amigo estaban de acuerdo y eran muy cabezotas, comprobó que Roberto estuviese bien abrigado antes de dejarles salir. Diane torció el gesto pero se levantó sonriendo para acompañarles, cuando Pierre cerró la puerta hubo un silencio repentino en casa. Con los restos de los envoltorios, las pisadas mezcladas de nieve y barro en el suelo y la mesa con restos de la abundante comida parecía raro la falta de ruidos. Fernando acarició las manos de Alicia algo frías y se acomodó en el sofá antes de mirar todo aquel desastre. Alicia bromeó con que la última vez que había visto un salón similar fue en Madrid gracias a él pero Fernando, al igual que otras veces, se quedaba callado con la mirada perdida. Alicia se abrazó a él pensando que hubiese preferido que Roberto no hubiese ido, Fernando la acarició el pelo sonriendo al ver su mirada fija en la puerta por la que acababa de salir su hijo.
-Volverán enseguida, además, está con Diane y Pierre, no le pasará nada…
-Lo sé –sonrió y le besó- pero no es eso… Ha sido raro verle salir con ellos hoy, es una tontería, déjalo.
-No, -se incorporó para mirarla fijamente- no es ninguna tontería. Es su cumpleaños y además llevas días sin separarte de él… Pero en unos minutos estará aquí y podremos darle su último regalo.
-Es verdad, no abrió todos.
Alicia le besó y cerró los ojos abrazándose a él, se había sentido bien al compartir ese sentimiento tan extraño con él y que no lo viese como una tontería. Antes de que se diesen cuenta, Diane estaba abriendo la puerta, entraron riendo mientras les explicaban que Tor no había querido ni alejarse del portal. Se tomaron otra copa mientras hablaban del día de nochebuena, en la redacción había una pequeña fiesta, Fernando sabía que Alicia quería ir, pero por él, podrían quedarse en casa y no pasaría nada. Aunque sonrió pensando que ese año iría con su familia, el año anterior había sido la primera vez que se separaba de Roberto después de nacer, apenas había disfrutado de la pequeña celebración, ese año podría ir con ellos. El torbellino que suponía su hijo hacía que todos le adorasen, ese día estaba deseando que no terminase porque había comenzado una nueva vida dónde coleccionaba fechas, momentos y ese era uno de ellos. Roberto se abrazó a su padre preguntándole por la cena, se echaron a reír y fue en ese momento cuando Diane y Pierre se despidieron, Alicia les invitó a que se quedasen a cenar, pero ellos lo rechazaron. Roberto tardó en despedirse de Pierre, no dejaba de preguntarle cosas que él no entendía, el niño se quedó de pie cerca de la puerta cuando les vio salir.
-Mi amor, ven –Alicia le llamó mientras se sentaba derecha en el sofá- todavía queda un regalo.
Fernando se levantó y acarició el pelo de su hijo al pasar a su lado, suspiró al ver los restos de la merienda en la mesa, lo dejaría para el día siguiente. Alicia sentó a su hijo junto a ella mientras esperaban que Fernando volviese con el regalo, Roberto señaló el resto de regalos y ella se echó a reír. Al final su hijo había tenido muchos regalos, sonrió pensando que habían conseguido ofrecerle una auténtica familia en todos los sentidos. Fernando regresó con el paquete y se echó a reír cuando Roberto se puso a saltar en el sofá esperando su regalo.
-¡Ealo! ¡Ealo! Papá, mamá, festa ueanos.
Alicia le miró sonriendo, su vitalidad no se acababa nunca y, aunque le adoraba, esperaba que sus hijas fuesen un poco más tranquilas o no tendrían descanso. Fernando se sentó junto a ellos, Roberto dejó de saltar pero permaneció de pie en el sofá, sólo se sentó cuando Fernando le dio el regalo y comprobó que no podía quedarse en equilibrio con él en las manos. Alicia le acarició el pelo mientras veían cómo lo abría poco a poco, se llevó un dedo a la boca al ver la portada del libro de colorear, le llamaban la atención todos los colores y miró las pinturas arrugando la nariz.
-¿Pintar?
Fernando abrió muchos los ojos y se pasó la mano por el pelo sin saber qué decir, nunca habían hablado de pintar ni de las pinturas; tuvo que ser Alicia la que le confirmase a su hijo que con eso podría pintar cuando fuese un poquito más mayor.
-Teno un ano.
-¡Claro! Ya tienes un año –Alicia hablaba entre risas- pero para pintar tenemos que esperar, papá y mamá te enseñarán.
Fernando se emocionó y abrió el pequeño libro para enseñarle a su hijo los dibujos que podría pintar dentro de poco, Alicia les miró sonriendo, el día estaba acabando y no podía haber sido mejor. Fernando recordó que su hijo había preguntado por la cena antes de que Diane y Pierre se fuesen, se levantó despacio, había sobrado mucha comida de la merienda, Alicia sonrió al verle dudar.
-Podemos comer lo que ha sobrado, seguro que Roberto lo prefiere antes que puré ¿a que sí?
Su hijo se bajó del sofá señalando hacia la mesa y se echaron a reír, Fernando puso algunos sándwiches en un plato, además de un poco de queso para su hijo y para él, y algunos brioches para Alicia. Cenaron en el sofá sin importarles manchar algo, Roberto comía con la mano mientras hablaba con ellos, se mantuvieron en silencio mientras cenaban y le escuchaban, el niño parecía no tener prisa por irse a dormir, hablaba de todos sus amigos, de Tor, de los regalos… Fernando se quedó mirándole y sonrió, su hijo había disfrutado del cumpleaños, su primer cumpleaños, pero quedaban muchos por delante y en los siguientes ya estarían sus hermanas. Alicia se echó a reír de la cara de Fernando al oír el teléfono, se levantó despacio fingiendo estar enfadado pero no pudo contener la carcajada, sólo se puso serio para contestar, no sabía quién podía ser a esas horas. Se pasó la mano libre por el pelo al oír a Pelayo al otro lado de la línea, tardó en reaccionar y saludarle, cuando lo hizo ya había cogido el teléfono y había vuelto al lado de Alicia. Se emocionó cuando Pelayo le pidió que pusiese a Roberto al teléfono para felicitarle, no había llamado antes por si lo habían celebrado fuera de casa. Alicia se mordió el labio al saber que era Pelayo, acarició el pelo de su hijo mientras él agarraba el auricular con la ayuda de Fernando.
-¡Peayo! ¡Peayo! ¡Peayo!
Fernando se frotó los ojos evitando las lágrimas al comprobar que su hijo le había reconocido, por suerte era tan espontáneo que segundos después, tanto Alicia como él, reían de la carrerilla que había cogido su hijo. Le estaba hablando de todo lo que habían hecho esa tarde, sobre todo de Tor. Fernando sonrió al ver callar a su hijo, estaba seguro que Pelayo le entendía perfectamente y en ese momento le estaría preguntando por algo de lo que le había dicho; Roberto volvió a hablar aunque esa vez no dejaba de pronunciar el nombre de Pelayo. Alicia miraba a Roberto con el teléfono viendo cómo Tor se había tumbado junto a él, era su escolta, a veces no sabía quién había adoptado a quién. Sonrió sabiendo que aquella amistad beneficiaría a su hijo que antes de que se diesen cuenta se habría hecho mayor. Aunque hubiesen querido, hubiese sido imposible quitarle el teléfono, tuvieron que esperar hasta que su hijo decidió que podían hablar con él, Alicia le saludó emocionada pero pronto empezó a preguntarle por todos, sobre todo por Manolita y el embarazo. No podía evitar pensar que sus hijos y el hijo más pequeño de Marce y Manolita tendrían casi la misma edad, le encantaría que pudiesen crecer juntos. Escuchó sonriendo cómo Pelayo hablaba orgulloso de Leonor, ya había empezado la universidad, la primera de la familia; le contó también anécdotas de los más pequeños, Manolín era el más trasto. Pelayo preguntó por su embarazo, Alicia le aseguró que todo estaba bien y que pronto tendrían con ellos a sus hijas. Se despidió de él deseándole feliz navidad y recordándole que en París tenían una casa; Fernando habló despacio intentando ocultar la emoción, preguntó por todos pero primero por Manolita y por el propio Pelayo. Le dio las gracias por llamar para felicitar a Roberto y tragó saliva al escuchar que no tenía que darlas, Roberto era un nieto más. Hablaron de Liberto, Pelayo ya les había propuesto que se quedase en su casa pero Liberto lo había rechazado pensando en las molestias que les ocasionaría; pero estaba deseando abrazar a Pelayo y Marcelino. Al colgar se sintió bien, estaban fuera de España, lejos de sus amigos, pero no perdían el contacto, nunca lo harían, y un día regresarían para poder compartir los cumpleaños de sus hijos con ellos. Besó a Alicia y estuvo tentado de volver a sentarse pero quería preparar el baño para su hijo, le vendría bien relajarse después de jugar un poco en la bañera.
-Alicia, voy a preparar el baño para Roberto y… He pensado que hoy podría dormir con nosotros, sólo hoy, por ser su cumpleaños.
-¡Sí! –le miró sonriendo y desvió la mirada hacia su hijo- ¿Te apetece dormir con mamá y papá, mi amor?
-Momir mamá y papá.
-Pero sólo esta noche ¿eh? –Fernando se agachó junto a él pellizcándole suavemente la nariz- Mañana tendrás que dormir solo como un niño mayor, porque ya eres mayor.
-Oche ¿eh? Maor.
Alicia le abrazó teniendo cuidado con la tripa, Fernando se quedó mirándoles sin dejar de sonreír hasta que Tor saltó alrededor suyo, le acarició y fue al baño riendo. Alicia dejó que Roberto apoyase suavemente la cabeza en la tripa mientras le acariciaba el pelo y le hablaba de sus hermanas y todo lo que podrían hacer juntos cuando los tres creciesen un poco. Fernando se apresuró para tener listo el baño, ya era tarde y había sido un día cansado para los tres, al volver se emocionó viendo a su hijo apoyado en la tripa, estaba seguro que sería el mejor hermano del mundo. Roberto le miró y dio un beso a la tripa para después incorporarse diciendo que tenía que bañarse; Fernando se acercó a ayudar a Alicia a levantarse, acarició la tripa mientras caminaban hacia el baño siguiendo a su hijo. Se echaron a reír cuando vieron que Roberto intentaba quitarse la camisa pero no podía, Fernando se agachó junto a él para ayudarle, sonrió pensando que era pronto para que pudiese vestirse y desvestirse solo, su impaciencia le hacía avanzar más deprisa que a otros niños; Alicia se sentó en el taburete sin dejar de mirarle, su niño se hacía mayor poco a poco. Hacía semanas que ya no podía jugar con él cuando se bañaba, agacharse le costaba y si lo hacía era sólo unos segundos, Roberto solía llamarla desde la bañera pero Fernando le explicaba que no podía ir, sabía lo que le costaba a Alicia frenar las ganas que tenía de jugar con su hijo sin importarle agacharse. Al meterle en la bañera, Roberto empezó a jugar con el coche y a salpicar, Alicia se echó a reír cuando notó algunas gotas, Fernando la miraba sin perder de vista a su hijo; aunque no pudiese agacharse, compartían el momento los tres juntos. Fernando acabó empapado en el intento de que su hijo se calmase, le miró divertido mientras él hablaba de sus amigos, pudo entender que quería salir al patio a jugar, nombraba a los dos niños, a la niña, a Liberto y a Pierre. Terminó bromeando con Alicia sobre la independencia de su hijo, ya tenía su propio grupo de amigos; Alicia se echó a reír y le miró tiernamente, sabía que estaba orgulloso de todos los avances de su hijo pero, a la vez, le daba pena que creciese tan rápido. Roberto fue tranquilizándose, Tor había entrado al baño y no dejaba de hablarle aunque su voz se iba apagando; antes de que se durmiese, Fernando le sacó de la bañera envolviéndole en la toalla, Tor no le quitaba la vista de encima y seguía todos sus movimientos. Alicia se levantó para ayudarle a ponerle el pijama, entre los dos no tardaron nada; se echó a reír al ver la camisa de Fernando, él se miró divertido y la besó antes de salir del baño. Alicia apagó la luz y sonrió cuando Tor esperó a que ella saliese para seguirla, Fernando dejó a Roberto en la cama, pero el niño se sentó apoyándose en el cabecero.
-Roberto, tenemos que dormir, -esperó a que Alicia entrase para sentarse en la cama- ya es tarde y mamá y yo estamos cansados ¿tú no lo estás?
-Ansado, mamá y papá.
Fernando sonrió al ver que lo único que quería era que ellos se tumbasen con él, ayudó a Alicia a ponerse el camisón y se echó a reír al quitarse la camisa empapada, ni siquiera se molestó en llevarla al baño, estaba deseando meterse en la cama con los dos. Tor se tumbó en la alfombra en el lado de Fernando, le miró divertido pensando que ya se preparaba para cuando se despertase con ganas de salir a la calle. Dejó que Alicia se acomodase junto a Roberto, estuvo a punto de echarse a reír al ver el poco espacio que quedaría para él, se tumbó de lado para mirarles a los dos.
-Buenas noches, os amo.
-Buenas noches mi amor, -le besó inclinándose un poco y besó a Roberto- buenas noches mi niño.
-nas oches.
Era la primera vez que les daba las buenas noches, dejaron que se acomodase entre las mantas sin dejar de mirarle, hablaron entre susurros recordando muchos momentos con él. Finalmente, Alicia se quedó dormida agarrando la mano de su hijo; Fernando apagó la lámpara sin dejar de mirarles, sentirles a los dos con él era tan especial… Suspiró al estirar las piernas en la cama, no tenía sueño pero se sentía agotado, la sobreexcitación de su hijo, la presencia de sus amigos, la llamada de Pelayo… Confluían en su cabeza y se dio cuenta que era el único que aún estaba despierto, incluso Tor comenzaba a roncar. Miró el techo conteniendo una carcajada al sentir el manotazo de Roberto al darse la vuelta. Esa noche no durmió mucho, se la pasó velando el sueño de su mujer y sus hijos, las niñas estaban presentes porque, por primera vez, dieron alguna patada por la noche. Tuvo mucho cuidado de no molestar a Roberto cuando se movía, dormía tan tranquilo que cualquiera diría que de despierto era tan vital. Pasó horas viéndoles dormir sin necesitar nada más que saber que eran su familia.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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