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Noviembre de 1961
Principios de noviembre de 1961

La ventana del despacho de Fernando quedaba a su espalda cuando estaba sentado en su escritorio, un escritorio de color caoba perfectamente ordenado. Recordó que había alguien a quien llevaba tiempo pensando en escribir, esas personas que se cruzan en tu camino y dejan su huella. Apuró el cigarro, tomó papel y su pluma favorita mientras recordaba la despedida con Inocencio...

Querido Bonilla
He dudado mucho si escribirte esta carta o no… Sé, por Pelayo, que Héctor está muy grave; no puedo ni imaginarme cómo estaréis Asunción y tú. Confío en que pronto se recupere, en que volváis a trabajar los tres juntos.
Quería contarte que Alicia y yo nos casamos en dos semanas; en otro momento sé que te habrías alegrado muchísimo y mi carta sería para invitarte, pero ahora te lo cuento porque sé que una parte de lo que tengo ahora te lo debo a ti. Tu ayuda fue decisiva para terminar de curar mis heridas; creo que cuando se recupere Héctor, tú también serás decisivo en su recuperación psicológica. Igual que hace no mucho nos ayudaste a Alicia y a mí, centra tus energías en pensar que podrás hacer lo mismo con Héctor, estoy seguro que tu ayuda será una de las mejores formas de recuperarse.
Me gustaría poder hacer algo por ayudarte, ya sabes que si necesitas algo, aquí estoy.
Un abrazo muy fuerte
Fernando Esquivel

Fernando posó la pluma en la mesa, pronto sería hora de comer, tendría que recoger todo para volver a casa. Intentó terminar antes de comer uno de los artículos, pero escribir a Bonilla le había afectado y no podía concentrarse. Alicia salió de los juzgados antes de lo que pensaba, no tenía que volver al despacho así que se le ocurrió ir a buscar a Fernando a la redacción. Ella había estado allí algunas veces, pero siempre iba con él, le acompañaba, en alguna ocasión subía y charlaba con Jean, un compañero de Fernando con el que él se llevaba muy bien; pero nunca había ido a buscarle, sonrió pensando en la cara que se le quedaría. Caminaba con paso firme, había decidido dejar el calzado de tacón y usar zapatos más cómodos, al final de la jornada terminaba con los tobillos hinchados y ni siquiera los masajes de Fernando podían eliminar ese dolor de pies. Al entrar en la redacción se dio cuenta que necesitaba que abriesen las ventanas, el humo del tabaco y los puros le daban un ambiente casi asfixiante. Al llegar, subió al segundo piso en ascensor, antes de entrar, la secretaria la saludó, ella le devolvió el saludo y se dispuso a entrar
-¡Perdone señora!
Alicia se giró, apenas se había fijado en aquella mujer pero su actitud empezó a alterar sus nervios, además ese perfume tan fuerte le estaba produciendo arcadas...
-¿Es a mí?
-Sí, ¿por quién pregunta?
-No se preocupe, sé dónde está la persona que busco.
-Pero usted no puede entrar sin ser anunciada señora…
-Señorita, -Alicia empezaba a molestarse, antes nunca había reparado en esa secretaria, pero estaba segura que ella la había visto entrar con Fernando en más de una ocasión- señorita Peña si no le importa…
-Como quiera, señorita Peña, dígame a quién busca y yo veré si puede pasar…
-¡Esto es el colmo! –la secretaria hizo caso omiso a su indignación- Sé que Fernando Esquivel está trabajando, sé que no querrá hacerme esperar y sé que le encantará verme por sorpresa… -¿quién se creía esa secretaría? ¿No podría sacar conclusiones? Le había acompañado alguna que otra vez a la redacción, estaba embarazadísima… ¿O en realidad era que sí había sacado conclusiones y por eso la trataba así? -¿Le importaría a usted dejarme seguir mi camino?
-Imposible, señorita Peña, debo anunciarla, espere aquí y veré si el señor Esquivel puede atenderla.
Alicia resopló, empezaba a cabrearse en serio; ni se le pasó por la cabeza esperar en la entrada, siguió a la secretaria, ella lo notó pero no se molestó en decirle nada más.
-Señor Esquivel… -Fernando estaba concentrado aporreando la máquina de escribir, levantó la vista, al ver a Alicia detrás de la secretaria sonrió, necesitaba verla justo en ese momento- La señorita Peña insiste en verle y en no querer esperar… Por supuesto, yo sé que usted prefiere que le anuncien las visitas –sonreía a Fernando, él ni la miraba, pero a Alicia la situación la estaba superando- así que he venido para avisarle, aunque la señorita Peña me haya seguido…
-No se preocupe Catherine –no podía esperar para abrazar a Alicia- está bien así, muchas gracias.
-De nada, señor Esquivel…
La secretaria le dedicó una sonrisa más, se giró, miró con desdén a Alicia y se dirigió a la recepción.
-Alicia… -la abrazó pero la notó tensa- Me has leído el pensamiento, necesitaba verte justo en este momento…
Fernando se había olvidado absolutamente de todo cuando había visto entrar a Alicia, llevaba las mejillas totalmente sonrosadas aunque la forma de arrugar la nariz lo puso en guardia, la forma de revolverse en los brazos le sugirió que algo no iba bien.
-Ya, se ha notado…
Alicia intentaba concentrarse para despejar de su cabeza todo lo que le diría a esa mujer que había resultado, a partes iguales, maleducada y descarada. En ese momento el sentimiento irracional de los celos apareció y no tenían idea de evaporarse.
-¿Alicia?
-Fernando, volvamos a casa, tengo hambre.
Salieron de la redacción, Fernando cogió su mano, como siempre que caminaban juntos, al rato Alicia aprovechó el frío para meter las manos en los bolsillos y así evitar el contacto con Fernando; él arqueó las cejas en un gesto de resignación, hoy sí que estaba imposible… Intentó darle conversación, pero Alicia contestaba con monosílabos, no tenía ni idea de qué la pasaba, por la mañana habían desayunado juntos y habían hecho planes para salir a comer a alguna taberna. Pero estaba muy rara, algo había pasado y él no tenía ni idea de qué podía ser; esperaba que no fuese nada grave, pero tampoco quiso arriesgarse a preguntarle en plena calle, con Alicia nunca se sabía… Durante el trayecto, Alicia sólo podía recordar la situación que había vivido en el despacho. Fernando estaba sorprendido y preocupado a partes iguales, Alicia se había cerrado en banda y era la primera vez, desde que llegaron a París, que la sentía huidiza... Al llegar a casa, Alicia se sentó a la mesa, cogió unos informes y se puso a trabajar, no pensaba hablar con Fernando, ni comer. Ya en casa estallaron todos los sentimientos encontrados, los de Alicia eran los celos irracionales mezclados con una inseguridad que pensaba que jamás volvería a sentir.
-¡Alicia! ¿Vas a seguir trabajando? ¿No habíamos hecho planes para salir a comer? ¿No tenías hambre?
-Pues ya no, ¿te importa? Intento concentrarme…
-¡Claro que me importa! –No entendía qué pasaba- ¿Se puede saber qué te pasa? Me ha encantado verte por sorpresa en la redacción, necesitaba verte, un abrazo… Pero tú… ¿Qué te pasa? ¿He hecho algo?
-¡Sabes muy bien qué me pasa! ¡Es alucinante! –Fernando sí estaba alucinando, se quedó con la boca abierta, iba a decir algo, pero es que no le salía nada, no entendía nada- Resulta que voy a buscarte al trabajo, con toda la ilusión del mundo, y la secretaria esa… Sí, Catherine –cambió su voz para para imitar a Fernando-, pues esa secretaria no me deja entrar a sorprender a mi marido, ¡ni sabe que yo soy tu mujer, que vas a casarte! –notó una patada de su hijo, pero no podía calmarse- He intentado serenarme antes de hablar contigo, pero tú eres incapaz de callarte, tienes que meter el dedo en la llaga…
-¿Alicia? ¿Estás celosa? –ella bajó la mirada, Fernando se echó a reír, Alicia todavía era capaz de sorprenderle- Venga ya, Alicia, no puedes estar celosa.
Fernando seguía riendo, Alicia ya le había enfrentado con la mirada, que se riese le sentó todavía peor.
-¡Sí, eso! ¡Ríete! Como llevas haciendo días… ¿Cuánto hace que te quedas un par de horas más en la redacción? –Fernando dejó de reírse, Alicia iba en serio, no eran celillos sin importancia… Volvió a quedarse con la boca abierta, no se podía creer la discusión que estaban teniendo- Claro, ahora entiendo que llegues tan cansado… Puedes seguir riéndote si quieres… Supongo que al final yo tenía razón, no estoy guapa… La culpa es mía, por creer que el embarazo no nos afectaría…
Fernando pasó de la diversión que le causaba verla celosa, moviendo las manos continuamente, con la sensación de que le estamparía algo en la cabeza; a la preocupación y, sobre todo, a algo que no estaba dispuesto a reconocer en voz alta y era el sentimiento de culpa. Habían vivido tantas cosas y pasado por tantas situaciones que el mero hecho que Alicia dudase de él o se sintiese mal le causaba una profunda tristeza. Resopló varias veces dando vueltas por el salón intentando calmarse. Estalló porque no podía creer que pensara que fuera tan superficial ni que se plantease que por nada del mundo pondría en peligro lo que tanto les había costado construir.
-¡Eso sí que no! Puedes pensar y decir lo que quieras que yo te demostraré que te equivocas… ¡Pero nunca utilices el embarazo! –mientras hablaba, se subía las mangas, su cabreo iba en aumento, pero intentaba controlarse- Nuestro hijo es lo mejor que nos ha pasado en la vida, ¡en eso nos ha afectado! Jamás me tiraría a otra, pero mucho menos lo haría porque estuvieses embarazada.
Fernando tenía lágrimas en los ojos, pero las enjugó y siguió mirando a Alicia fríamente; ella había visto esas lágrimas, pero también los esfuerzos de Fernando por eliminarlas, por seguir enfadado… Alicia fue calmándose poco a poco, del enfado pasó al llanto y ver Fernando tan vehemente le hizo replantearse si no había sacado todo de quicio. Por un momento se vio a sí misma desde fuera, gritándole, celosa perdida, sin dejarle hablar… Desde que estaba embazada, sus sentimientos parecían siempre multiplicados por 100. Se sentó, se echó a llorar, Fernando empezaba a ablandarse, pero la situación también había podido con él, no entendía que a esas alturas Alicia desconfiase de él de esa forma.
-Fernando… Lo siento… -no podía hablar por las lágrimas- Yo… No sé, vi a esa mujer coquetear, no sabía quién era yo, ni te molestaste en presentarnos… ¿Qué quieres que piense?
Se agachó junto a ella, secó sus lágrimas con la mano, seguía enfadado, pero no podía verla llorar, verla sufrir por algo que no tenía sentido.
-Alicia… No puedes pensar eso… A mi esa secretaria me da igual, no coquetea conmigo, es así con todo el mundo, hombres y mujeres, es su trabajo, agradar a todos los que trabajamos allí… Si no os presenté fue porque no tiene la mínima importancia en mi día a día, es una secretaria, hace bien su trabajo, soy amable con ella y ya está. Lo que me parece más grave es que pienses que podría hacerte algo así… Y más que creas que lo haría porque estás embarazada; tú puedes verte todo lo fea que quieras, pero para mí eres la mujer más hermosa del mundo, y si un día, muy lejano, dejases de serlo, para mí seguirías siéndolo… Te amo, da igual la barriga que tengas, lo cansada que estés, incluso da igual que me montes numeritos sin venir a cuento… Te amo a ti, a nadie más, y no creo que puedas dudar de eso.
Se sintió avergonzada, estaba muy cansada, la discusión la había dejado sin fuerzas, volvió a agachar la cabeza, no podría enfrentar la mirada de Fernando, él le cogió por la barbilla e hizo que subiese la mirada.
-Solo quiero que me digas que tienes claro que te amo, que nunca te haría eso…
Asintió con la cabeza, se sentía fatal por la discusión que había provocado.
-Lo siento, Fernando, de verdad, lo siento… No debí imaginarme nada sin preguntarte antes, no debí encerrarme en mí misma…
-Alicia, conozco tu carácter, puedo pasarte algún momento así… -le acarició el pelo mirándola con ternura- Pero tendrás que controlar ese genio, no querrás quedarte sin marido antes de casarte ¿verdad?
Lo dijo en el tono más divertido que le salió, Alicia sonrió tímidamente, reconocía su tono de voz cuando quería quitarle importancia a algo, le estaba dando una salida fácil para arreglar la situación.
-Prometo que controlaré mi carácter, que no dudaré de ti y menos por imaginaciones absurdas… Y prometo… Que solo tendremos una de estas cada… No sé, ¿cada mes?
Se echó a reír, quería recuperar esos momentos con Fernando, y seguirle el juego a su broma seguro que funcionaba.
-¡Madre mía! ¡Eso es una amenaza! Tendrás que emplearte a fondo para que aguantar una de estas cada mes merezca la pena…
La sonrisa de Alicia se ensanchó, todo había vuelto a la calma, seguiría avergonzada durante todo el día, pero todo estaba arreglado, su imaginación le jugó una mala pasada, le hizo dudar de Fernando, algo que nunca había hecho… Pensó que podrían ser las hormonas, al principio del embarazo, el miedo la pudo, no quería enfrentarse a nada… ¿Podrían haber hecho esto las hormonas también?
Picaron algo tumbados en el sofá, pasaron así la tarde, hablando de cosas sin importancia, besándose, acariciándose, notando las patadas de su hijo. Por suerte, todo quedó en un malentendido y, cuando horas después se despertó en el sofá con un beso de Fernando en el cuello, se dio cuenta de su error, aun así se planteó que esa secretaria debería enterarse de quién era ella...

____________________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!
 
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