Fernando Solís & Alicia Peña  
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Había que conocer mucho a Fernando para saber que estaba nervioso, había llegado a la radio con total serenidad, estar sentado delante del micrófono le hizo recordar a Pelayo y su amiga Amparo, movió la cabeza serio porque aquellos días mantenerse en pie era difícil pero, a la vez, producía nostalgia de los momentos pasados en el Asturiano. Se frotó las manos disimulando su nerviosismo y cerró los ojos recordando las palabras de Alicia antes de salir de casa, su mirada de orgullo… Alicia se había mostrado emocionada cuando se lo había contado al llegar a casa, realmente eso fue lo que terminó de convencerle. Hacía una semana había recibido una llamada a la redacción, le ofrecieron participar en un programa de radio en la RTF, hablarían sobre la situación actual tanto de España como de Francia. El suplemento había sido un éxito, incluso habían aumentado la tirada, recibió numerosas llamadas de periódicos de tirada nacional, al final acabó diciéndole a la secretaria que no le pasase esas llamadas, que pusiese alguna excusa. Cuando recibió la llamada del programa de radio, la atendió sorprendido, lo que más le interesaba de Radio París era que podía escucharse desde España, de forma clandestina, por supuesto, pero era una forma de contribuir a que llegase información sin censura a España, a su país. Escuchó la propuesta prestando atención, le proponían participar como invitado especial en un programa de una hora, no pudo evitar pensar en Pelayo y sonreír.

Estaba seguro que si acudía al programa y Pelayo lo sabía, lo escucharía en el Asturiano a escondidas; se centró en la conversación cuando oyó que podría hablar de lo que quisiese y sin ningún tipo de censura. Sonrió irónicamente mientras encendía un cigarro, pensó que hacía muchísimo tiempo que no hablaba para que le escuchase mucha gente, no estaba seguro de hacerlo; cuando le preguntaron qué le parecía, no quiso cerrarse puertas, quería pensarlo con calma y saber la opinión de Alicia, aunque podía imaginársela… Quedó en llamarles al día siguiente para darles una respuesta, después de esa llamada decidió volver a casa y escribir lo que le quedaba allí. Antes de irse habló con Antoine, quien quiso convencerle de aceptar, así podría hacer publicidad de la revista, Fernando puso su mejor sonrisa irónica, lo que hizo reírse a su jefe. Llegó a casa con un ramo de flores para cambiar las que había, Alicia aún no había llegado a comer, estuvo jugando con Roberto hasta que llegó. La reacción de Alicia fue tal y como la esperaba, sonreía ante la mirada orgullosa de su mujer, pero sobre todo ante su apasionamiento al hablar de su trabajo, de los artículos, del suplemento y, ahora, de la radio. Antes de que acabase su discurso, Fernando ya había decidido que iría a ese programa y que, a pesar de lo que le dijesen, no pensaba llevar nada escrito ni preparar nada. Hablaría de lo que quisiese, tanto de España como de Francia, esperaba poder hacerlo; le gustaba pensar que el programa era en castellano, después de un año escribiendo en francés, agradecía poder contar las cosas que pasaban en español. Lo que menos le gustaba era que el programa fuese por la noche, lo entendía claro, una radio que emite clandestinamente en España desde París no puede ser a cualquier hora; pero a esas horas quería estar en su casa, con su mujer y su hijo; Alicia le quitó importancia, sólo era una hora, y no tardaría en volver a casa. Volvió al presente cuando el presentador le indicó que en un par de minutos saldrían al aire, encendió un cigarro nervioso mientras escuchaba la melodía y el nombre del programa “Quiosco de periódicos”.

Esa mañana
Fernando miró el despertador cansado de dar vueltas en la cama, eran las siete de la mañana, suspiró pensado que había dormido poco, tendría que echar una siesta para estar muy despierto a las once de la noche, o tomarse varios cafés… Decidió levantarse, Alicia se había movido molesta un par de veces al notar las vueltas que estaba dando; la besó en la frente y se incorporó despacio. Entró en la habitación de su hijo sin hacer ruido y se sentó en la mecedora sin dejar de mirarle, le gustaría que Roberto pudiese entender lo que dijese por la radio. Sonrió pensando que daba igual que en ese momento no lo entendiese o ni siquiera supiese que hablaba por la radio, siempre le hablarían de España, de la lucha por volver a su país; casi como si oyese los pensamientos de su padre, se dio la vuelta sonriendo, susurró “papá” mientras alargaba los brazos. Le cogió envuelto en la manta, a primera hora del día se notaba el frío, se sentó en la mecedora intentando convencer a su hijo de que todavía era pronto, pero a los pocos minutos tuvo que ceder ante su insistencia y fue a la cocina. Le sentó en la trona para preparar el desayuno, Roberto protestó, se agachó junto a él hablándole serio.
-Cuando termines de desayunar jugaremos en el salón, pero ahora hay que preparar el desayuno, ¿no quieres la manzana?
-¡Anana!
Se echó a reír al ver su entusiasmo, le pellizco suavemente la nariz y le besó los mofletes.
-Ahora te doy la manzana, pero tienes que esperar un poco ¿de acuerdo?
Sonrió mientras cortaba una manzana en trocitos pequeños, hacía unos días que Roberto se había negado a comer la papilla, prefería comida entera. El pediatra les había dicho que podían darle las frutas en pequeños trozos, se echaron a reír al ver que su hijo cogía con la mano los trocitos de manzana y se los llevaba a la boca feliz. Preparó el biberón para dársele antes de la manzana, no estaba seguro de darle la leche en un vaso, le parecía muy pequeño por mucho que el pediatra hubiese dicho que podían empezar a hacerlo para que fuese acostumbrándose. Roberto se empeñaba en agarrar él solo el biberón, Fernando sonreía ante el carácter y la independencia de su hijo; se estaba haciendo mayor y eso le hacía feliz y le preocupaba a partes iguales. El olor a café recién hecho mezclado con el ácido de la manzana que Roberto machacaba antes de comer producía un efecto relajante en Fernando, se peinó con los dedos mientras se daba cuenta de lo importante que era compartir esos momentos tan cotidianos. Miró el reloj pensando que Alicia se levantaría en breve y preparó su desayuno. Alicia se desperezó abarcando casi toda la cama, el peso empezaba a molestarle en la espalda pero era profundamente feliz. Miró el despertador, a media mañana tenía una reunión con una mujer abogado que ejerció durante la República. Quería entrevistarla para el libro, estaba ilusionada porque cuando concertó la cita por teléfono, esa mujer le había dicho que les conoció a su padre y a ella cuando era pequeña; incluso conocía a su madre de alguna reunión en Madrid antes de la guerra. Sonrió pensando que, a pesar de que al principio no le gustaba del todo la idea del libro y pasar tantas horas escribiendo alejada de la actividad del despacho; al final preparar el libro le hacía feliz. Escuchó de fondo las risas de su hijo mientras Fernando le hablaba en voz baja, se mordió el labio pensando que aquella noche cenaría sola, pero estaba deseando escuchar a Fernando por la radio. Buscó a tientas las zapatillas y disfrutó de las vistas de la calle mientras subía la persiana, al mirar hacia la mesilla vio la carta de Catherine, tenía que contestarla, sonrió al recordar el día de la comida.

Unos días antes
Alicia no dejaba de dar vueltas por la casa, Fernando la miraba aguantándose la risa, se había levantado a primera hora y había empezado a preparar la casa para la comida. Él había intentado no ponerse en su camino, menos mal que tenía que hacer la comida para todos sus amigos; mientras él cocinaba relajándose, ella había pasado por toda la casa mirando a ver qué podía arreglar. En realidad le importaba poco el aspecto de la casa, pero tenía que ocupar su mente para no pensar en Catherine y Jean. Cuando terminó de cocinar, Fernando se puso a jugar con su hijo invitando a Alicia a unirse a los juegos, pero ella estaba demasiado nerviosa para relajarse. La veía ir de un sitio a otro y no podía evitar reírse, bromeó con su hijo en voz baja, que no dejaba de señalar a su madre y reírse al verla entrar y salir del salón. Alicia estaba desesperada ante la tranquilidad de Fernando, éste no pudo evitar reírse por estar más nerviosa que si ella estuviera implicada pero tuvo que disculparse ante el falso enfado de su mujer. Al oír el timbre, Alicia se sobresaltó, todavía faltaba casi media hora pero sabía quién llegaría tan pronto, recibió a Pierre y Diane con una sonrisa que resultó tan nerviosa como ella misma. Pierre no reparó en Alicia, dejó la chaqueta sobre el sofá y se agachó para jugar con Roberto, Diane sí notó que le pasaba algo pero ella le quitó importancia. Pocos minutos después empezaron a llegar todos, Roberto no dejaba de reír al ver tanta gente en su casa, era el centro de atención mientras Alicia no dejaba de ofrecer copas y Fernando la miraba preocupado. Cuando Alicia abrió la puerta y se encontró con Jean le saludó nerviosa, hubiese preferido que llegase antes Catherine, de hecho, empezó a pensar que se había arrepentido y no iría… Fernando aprovechó que sus amigos se centraron en Jean para acercarse a Alicia, la abrazó mientras acariciaba su pelo.
-Alicia, tranquila, llegará… -cambió el tono- Tú llegaste en el último momento, seguro que Catherine no esperará tanto.

Alicia se echó a reír agradeciendo el abrazo, respiró hondo mientras se separaba y empezaba a ejercer de perfecta anfitriona; la miró sonriendo sin dejar de admirarla. Alicia se echó a reír al darse cuenta que la casa estaba llena de periodistas, los abogados en esa reunión eran minoría, sólo estaban Grace y ella, estuvo a punto de encender un cigarro mientras hablaba tranquilamente con Sophie. Fernando se apartó del resto para hablar con Antonio, le quería contar la visita de Pelayo, vio cómo se ponía nervioso mientras preguntaba si Marce también viajaría a París. Alicia estaba tan animada hablando con Sophie que no se dio cuenta que había sonado el timbre, Fernando la miró pero prefirió no interrumpirla; estaba seguro que sería Catherine, le pidió a Jean que abriese ante la pregunta de su amigo de si faltaba alguien. Para todos pasó desapercibido el encuentro entre Catherine y Jean, salvo para Alicia y Fernando que se miraron de forma cómplice intentando no mirar a sus amigos para que tuvieran un poco de intimidad. Alicia no pudo evitar sonreír al ver la mirada de Jean, no se había equivocado, saldría bien. Al salir al patio para empezar a comer, todos preguntaron por Jean, Fernando puso una excusa mientras salía. Habían decidido dejarles solos en el salón, tenían mucho que hablar y la comida podía esperar; Diane miró a Alicia al darse cuenta que había una silla de más, se rio en voz baja sabiendo qué había hecho su amiga. Por suerte había tanta gente en esa comida que en un par de minutos las conversaciones se sucedieron y se olvidaron por un momento de Jean. Fernando y Alicia no dejaron de mirarse, estaban conversando con sus amigos pero preocupados por lo que estuviese pasando en el salón, Roberto, en brazos de Pierre, agarró la mano de su madre mientras la llamaba, Alicia sonrió emocionada. Los minutos parecían no pasar mientras esperaba que Catherine y Jean saliesen, se miró las uñas fingiendo tranquilidad y se centró en las conversaciones. Fernando encendió un cigarro pensando los días que Pelayo y Manuela habían pasado debatiendo si avisar a Alicia o no. En el fondo admiraba profundamente a Alicia por preocuparse de la felicidad de otras personas, por seguir siendo tan generosa pero era consciente que la jugada podía salirles mal y sus amigos sufrir. Sonrieron cuando les vieron salir a los dos, nadie preguntó nada, simplemente empezaron a comer, Alicia no dejaba de fijarse en la sonrisa relajada de los dos, estaban sentados juntos, no dejaban de estar pendientes del otro, y la mirada de Jean le confirmó que habían aclarado las cosas. La comida pasó entre risas y promesas de no perder el contacto, Fernando miraba a su amigo y no podía evitar suspirar, iba a despedir a otro amigo; era consciente que era una oportunidad para Jean, que Toulouse no era el fin del mundo, pero era la primera despedida de su nueva vida. Alicia apretó la mano de su marido sabiendo lo que le costaba aguantar el tipo en aquella comida, llevaba demasiadas despedidas a sus espaldas y, otra más, le hacía recordar todas las anteriores. En el momento del brindis Jean se levantó mientras cogía la copa, Fernando acarició la mano de Alicia cuando Jean tomó la copa, no había que ser muy listo para darse cuenta que iban a darles una buena noticia, la miró sonriendo, si ella no hubiese insistido, Jean no tendría esa mirada ni esa sonrisa. Roberto aplaudió efusivamente lo que produjo unas sonoras carcajadas.
-Fernando gracias por esta comida, gracias a todos por estar aquí… Aunque estoy deseando empezar a trabajar en la nueva publicación, os voy a echar de menos, estoy seguro que las horas de redacción no serán lo mismo sin vosotros, sin las conversaciones entre entrevista y entrevista, sin las miradas cansadas y los amigos que se toman una copa mientras te escuchan… Dejo para el final agradecer a Alicia esta comida –miró a Catherine y después a Alicia- sé que ha sido idea tuya –Alicia le miraba mordiéndose el labio mientras Fernando apretaba su mano- y nunca podré agradecértelo lo suficiente. Gracias Alicia por hacer que me enfrente a lo que siento… -miró a Catherine mientras se emocionaba- Y gracias Catherine por estar aquí, por dejar que me explicase y por… -volvió a mirar a sus amigos- Bueno, tenemos que deciros algo… -Catherine se levantó para ponerse junto a él mientras Alicia sonreía abiertamente, nunca pensó que fuese a ir tan bien- Catherine también se va a Toulouse.
Alicia se levantó para abrazarla, se sentía satisfecha y feliz, Fernando las observó y abrazó a Jean, a pesar de la tristeza por despedirle, se sentía feliz por su amigo, sonrió pensando que todo era gracias a Alicia. Mientras todos felicitaban a la pareja, Fernando cogió de los brazos de Pierre a Roberto, y abrazó a Alicia.
-Te amo Alicia, eres la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida.
Se echó a reír mientras notaba la emoción en la voz de su marido; la tarde fue una de las más animadas que recordaban, su casa estaba llena y todo el mundo reía y charlaba sin preocupaciones. Fernando movía la cabeza divertido, antes de vivir con Alicia y tener a Roberto, nunca se habría imaginado en una reunión así.

Alicia se puso las zapatillas y entró despacio a la cocina, Fernando estaba sentado frente a su hijo mirando cómo comía la manzana.
-Buenos días –besó a Fernando mientras acariciaba el pelo de su hijo- hoy habéis madrugado, aunque después de casi no haber dormido…
Fernando se echó a reír, se levantó para poner el desayuno en la mesa, el día se le iba a hacer muy largo pensando en el programa de radio, no estaba seguro si podría estar tranquilo hablando para tanta gente. Alicia sabía que Fernando estaba nervioso, le dio el espacio y disfrutó del desayuno copioso antes de acariciarle la cara y darle ánimos. Besó a Alicia antes de ver cómo salía de la cocina, tenía que prepararse para la reunión, sabía lo importante que era para ella, por eso valoró mucho más el hecho de que intentase animarle a él. Recogió la cocina mientras hablaba con su hijo, Roberto repetía alguna de sus palabras pero con su lengua de trapo, siempre que le escuchaba sonreía como un bobo. Alicia cerró los ojos mientras le caía el agua caliente, sonrió pensando que para los dos era un día muy importante, se acarició la tripa recordando a sus padres. Nunca habían dejado de estar presentes para ella, pero desde que era madre sólo podía pensar en lo felices que hubiesen sido como abuelos, y sobre todo en lo felices que podrían haber sido Roberto y su hija creciendo cerca de ellos. Sonrió porque sus hijos nunca sabrían lo que era sentirse solos, ni Fernando ni ella lo permitirían. Mientras se vestía pensó en lo contento que se había puesto Pelayo cuando le llamaron el día anterior para seguir planeando el viaje pero también para decirle lo de la radio. Fernando no estaba seguro de decírselo, si le pillaban escuchando Radio París podía acabar detenido; pero ella le había recordado que no necesitaba que ellos le dijesen nada para escuchar emisoras clandestinas. La llamada fue, como siempre, emocionante y nostálgica, vio cómo Fernando se ponía nervioso al saber que Pelayo le estaría escuchando. Salió de la habitación todavía a medio vestir, Fernando estaba sentado en el sofá haciendo cosquillas a Roberto, aunque no dejaba de tener una actitud tensa, sonrió sabiendo que para su marido el día iba a ser muy largo. Fernando se echó a reír al verla a medio vestir y despeinada, se levantó con su hijo en brazos y la abrazó, sonrió al notar el pelo mojado de Alicia sobre su cara.
-Estás preciosa… Estoy seguro que la entrevista saldrá muy bien…
Alicia sonrió y se separó despacio, se dio cuenta que Fernando se había relajado completamente. Fernando era consciente de cómo Alicia intentaba disimular su nerviosismo, para él se había convertido en un libro abierto y no pudo evitar sonreír ante la forma en la que Roberto llamaba ese día la atención de su madre.
-Bueno, estoy un poco nerviosa… Carmen fue muy importante durante la República, y conocía a mis padres…
-¿Tienes miedo de no estar a la altura? –la miró tiernamente- Eso nunca pasará, no conozco a una mujer más luchadora que tú, tus padres estarían muy orgullosos.
Alicia se mordió el labio sonriendo, la emocionaba más el tono de Fernando que sus palabras; respiró hondo controlando la emoción y terminó de ponerse los pendientes mientras volvía a la habitación para maquillarse. Movió la cabeza pensando que aquel día no necesitaba maquillaje, no quería ser la abogada eficiente, la perfecta abogada profesional, sonrió a su reflejo en el espejo y fue al salón más segura de sí misma que nunca. Besó a Fernando y cogió a su hijo, que empezó a manotear queriendo volver a la manta a jugar.
-Espero volver a comer, -Fernando la miró sonriendo- si no puedo te llamo.
-Alicia –cogió a Roberto para dejarle en la manta y cogió las manos de su mujer- no tienes por qué estar nerviosa. Disfruta de la entrevista, no te preocupes por nada, si no vienes a comer, vienes más tarde y ya está. Nosotros te esperaremos en casa.
Le sonrió mordiéndose el labio, se agachó a dar un beso a su hijo, besó a Fernando y caminó de manera segura hacia la puerta. Fernando la vio dudar un segundo al abrir la puerta, la miró sonriendo, Alicia le devolvió la sonrisa y se despidió saliendo de casa. Saludar al portero siempre la ponía de buen humor, estuvo un par de minutos hablando con él, la próxima semana cogía vacaciones y se iba a Barcelona, se despidió de él emocionada, Barcelona siempre le recordaría a Inés y Macarena. Se frotó los ojos mientras respiraba hondo, pensar en sus amigas le dio fuerzas para enfrentarse a esa reunión. Era de las pocas veces que estaba verdaderamente nerviosa en su trabajo, sonrió pensando que Fernando lo había notado en seguida, tener a alguien con quien compartir esos momentos era muy importante para ella. A pesar del paso ligero y seguro no podía evitar sentir las manos sudorosas, en el fondo enfrentarse al pasado había sido la forma de mirar al futuro pero durante muchos años anuló esa capacidad. Se dio cuenta que caminaba demasiado deprisa al notar un pequeño mareo, se frenó apoyándose en un banco y cuando se le pasó caminó más despacio. Estuvo a punto de echarse a reír al pensar en la reacción que habría tenido Fernando al verla marearse; hacía semanas que no sentía molestias, aparte de más sueño y hambre de lo normal. Cuando llegó al despacho saludó a sus compañeros, hacía días que no les veía, miró el reloj nerviosa, todavía quedaban unos minutos para que llegase Carmen. Grace se acercó a su mesa frotándose las manos, la miró entrecerrando los ojos, la pasaba algo.
-Alicia… Tengo que contarte algo, bueno, tenemos que contaros algo a Fernando y a ti… -Alicia sonrió, no parecía que fuese nada malo, no tenía claro qué buena noticia podrían darles Antonio y ella- He pensado que podemos ir esta tarde, antes de que Fernando se vaya a la radio.
-Grace, por favor, puedes decírmelo ahora…
-No, Alicia, quiero que lo hagamos los dos.
Alicia se echó a reír, Grace estaba dando muchos rodeos y no era normal en ella, la miró sonriendo, por un momento se le olvidó su reunión.
-Está bien, pasaros por casa esta tarde… Aunque no entiendo por qué tanto misterio…
Grace sonrió enigmática y volvió al trabajo, Alicia revisó la documentación que tenía sobre Carmen, en realidad no lo necesitaba, se lo sabía casi de memoria. Cuando posó los papeles y vio entrar a Carmen por la puerta respiró profundamente y sonrió de oreja a oreja. Se levantó torpemente, de pronto recordó una reunión a la que la llevó su padre de pequeña, habían pasado los años pero aquella mujer seguía igual. Se acercó despacio y le tendió la mano, Carmen sonrió para terminar abrazándola. Abrazar a aquella mujer le transmitió ternura y mucha fuerza.
-Te pareces mucho a tu madre.
Alicia se mordió el labio emocionándose, la invitó a sentarse y le ofreció un café que aceptó, se sirvió para ella un té y empezaron a hablar. A Alicia se le olvidaron las preguntas ordenadas que había preparado, tomaba notas mientras hablaban de todo sin ningún orden. Al hablar de Fernando y Roberto sonrió pensando que hacía poco más de un año no se habría permitido hablar de su vida privada; se centraron nuevamente en el tema del libro, Alicia sobre todo quería conocer cómo era ejercer su profesión siendo mujer durante la República. A veces dejaba de escribir ante el apasionamiento de aquella mujer, era imposible no mirarla casi hipnotizada, cuando hacía una pausa, Alicia recordaba que debía tomar notas y volvía a escribir casi sin pensar para poder escribir cada una de las palabras de esa maravillosa mujer. Sentía una confianza tan grande con Carmen que llegó a contarle lo que pasó con Angulo, le costó mirar a la cara a su interlocutora mientras hablaba del abuso de Angulo, era la primera vez que no vertía lágrimas de rabia e impotencia por ella sino por su querida amiga Inés. Enfrentarse a aquel día era doloroso pero a la vez, necesario. Le pidió su opinión sobre incluirlo en el libro o no.
-Alicia –le cogió la mano pero intentando mostrar normalidad- yo creo que sí deberías incluirlo, es un abuso dentro del régimen, es algo aceptado… En otro país, tú podrías haberle denunciado, en España no; no hace falta que lo personalices en el libro, pero sí tienes que contarlo.
Agradeció la sinceridad de Carmen, llevaba días pensándolo pero ni siquiera lo había compartido con Fernando, hablar de ello significaba volver a recordarlo y no quería perder ni un minuto de su vida pensando en alguien tan despreciable como Martín Angulo. Fue Carmen la que cambió de tema, empezó a hablar de una reunión en la que Joaquín fue el protagonista en Madrid, Alicia sonrió escuchándola y sin dejar de tener presente la imagen de su padre. Podía pasarse horas recordando y hablando de su padre, siempre tenía la sensación de tenerlo cerca, de cómo cada vez que había estado a punto de caer en el precipicio le había sostenido. Estaba deseando que Fernando conociese a aquella mujer, podía verle sentado tomando un café recordando el horror de la dictadura franquista.
Fernando se echó a reír cuando su hijo se empeñó en que dejase de escribir para jugar con él, había cogido uno de los nuevos juguetes, Pierre seguía sin controlar esa manía de aparecer con regalos para Roberto. Escribía dos palabras y paraba, movió la cabeza mirando a su hijo totalmente despeinado y con una sonrisa en la boca. Miró la cuartilla a medio escribir pero no pudo frenar las ganas que tenía de jugar con su hijo, al fin y al cabo Antoine le había dicho que no había prisa por los artículos, que se centrase en el programa de radio y, de paso, en hablar de vez en cuando de la revista. Mientras se levantaba le vino a la mente cómo respondería Roberto cuando naciese el bebé, intentarían dedicarle todo el tiempo posible pero quería hablar con sus amigos para que entendiesen lo importante de no olvidarse del niño en favor de su hermana. Antes de llegar junto a él, Roberto se incorporó y dio un par de pasos sin agarrarse, se cayó suavemente sobre la manta, Fernando se agachó junto a él preocupado pero el niño se echó a reír.
-Roberto, tienes que tener cuidado, todavía es muy pronto para que andes solo…
-¡Olo!
-No – hablaba sin dejar de reírse- solo no, hay que andar con mamá o papá ¿de acuerdo?
Su hijo dejó de prestarle atención mientras le enseñaba otro de los juguetes, Fernando empezó a jugar con él sin dejar de sonreír. Disfrutaba mucho los momentos que estaba con su hijo a solas, echaba de menos a Alicia y sabía que su hijo también, pero se sentía especial en esos momentos en que sólo estaban ellos. Sentarse en aquella manta, descalzo y jugar con su hijo eran momentos por los que había merecido la pena todo el sufrimiento de su vida. Recordó a Pelayo y tuvo muchas ganas de que su hijo le conociese, estaba seguro que se llevarían muy bien; al recordar a su amigo se rascó el pelo pensando que no habían hablado de dónde dormiría. Él no tenía ningún problema en dejarle su habitación, pero Alicia estaba embarazada y no iba a permitir que durmiese en el sofá; tendrían que comprar una cama, podrían ponerla en la habitación de su hija, y cuando Roberto creciese más, la trasladarían a su habitación. Al pensar en dormir en el sofá no pudo evitar recordar las noches que pasó en el sofá de casa de Alicia, qué lejos le parecía que quedaba todo aquello. Volvió a centrarse en su hijo y le empezó a hablar de Pelayo, podía recordar cada momento pasado con él, cada consejo que recibió de él y toda su ayuda. Miró el reloj de soslayo pensando en la llamada de Pierre tan misteriosa, estaba deseando que Alicia le contase qué tal la reunión y no pudo evitar reírse cuando tocó el portero a la puerta y Roberto balbuceó el nombre de Pierre a su manera pensando que le traían un obsequio nuevo.
Le dio pena despedirse de Carmen, la había invitado a casa a comer sin ni siquiera pensar que quizás Fernando quisiese un poco de intimidad aquel día; pero Carmen tenía una comida de trabajo. La abrazó relajándose completamente, quedaron en comer juntas la próxima semana, Alicia insistió que fuese en casa, quería que conociese a su familia; se sentía rara pero de alguna forma era como si sus padres conociesen a su familia, hacía mucho que no hablaba con alguien que les hubiese conocido a los dos. La despidió mientras se mordía el labio, no pudo evitar pensar en Octavio y cómo se había puesto del lado de su tía en el entierro dejándola a ella completamente sola; por suerte Carmen ya había salido del despacho.

Se tuvo que sentar al recordarle, cuando pensaba en él no le gustaba reconocerlo por lo que había significado para su padre, pero no se había portado bien con ella; no había estado a la altura de la amistad que su padre siempre depositó en él. Respiró hondo intentando dejar atrás ese recuerdo, recogió sus cosas despacio, no podía permitir que los recuerdos empañasen la reunión con Carmen, había conseguido avances para su libro pero, lo que era más importante, había hablado con ella de sus padres, de su trabajo, de su familia… Debía centrarse en ello y no en el pasado doloroso; antes de levantarse pasó los dedos por la foto que tenía de los tres, no importaba el pasado porque el presente era maravilloso, era feliz junto a su marido y su hijo y pronto tendrían una hija. Sonrió de manera decidida y se levantó, pasó por la mesa de Grace para acordar la hora a la que irían a casa Antonio y ella, se despidió de su amiga y salió del despacho para volver a casa con su familia.
Pierre estuvo cerca de una hora en casa, Fernando notó que había ido para darle ánimos para el programa de radio aunque a su manera; sonrió pensando que su amigo le conocía tan bien que evitó en todo momento el tema por el que había ido. Roberto encajó bien que no le llevase ningún regalo, otra cosa era que se conformase con que le hiciesen caso a medias; no dejó de llamar su atención en todo momento. Fernando estaba sentado en el sofá fumando un cigarro mientras Pierre intentaba enseñar a Roberto cómo debía poner las piezas, movió la cabeza murmurando lo terco que era y relatando a quién había salido. El tiempo voló y había conseguido controlar cierta ansiedad frente a su intervención en la radio. Sólo cuando se despedía, Pierre se permitió sacar el tema.
-Fernando… -notó cómo Fernando le miraba divertido- Haz lo que sabes esta noche y no dejes que te digan de qué hablar.
Fernando le miró riéndose, estaba seguro que su amigo pretendía decirle que todo iría bien, que no tenía de qué preocuparse; le abrazó sin dejar de reírse.
-Gracias Pierre, no te preocupes, no pienso callarme en mis opiniones.
El abrazo con Pierre le transmitió ese compañerismo real del cuál había dudado por las traiciones de Valeriano e Isabela. Pierre se despidió un tanto avergonzado, sabía que Fernando no necesitaba esa clase de consejos, pero quería estar con él en ese momento y le pareció mejor que decirle que controlase los nervios y ese tipo de cosas. Cuando se quedó solo con su hijo le miró divertido mientras se volvía a sentar en la manta.
-Hay que conocer al tío Pierre, Roberto, -no dejaba de reírse pensando en su amigo- cuando le veas tan apurado tienes que saber que es porque está preocupado, porque quiere decirnos que le importamos… Aunque claro, eso lo sabes tú mejor que nadie, -el niño levantó los brazos riéndose- sí, tú, con la de regalos que te ha hecho el tío Pierre…
Alicia se cruzó con Pierre antes de llegar al portal, se echó a reír pensando que todos estaban nerviosos por el programa de radio, esperaba que a Fernando no le hubiese molestado esa visita; se despidió de él recordándole que a las once de la noche tenía que escuchar la radio, Pierre la abrazó sin dejar de reírse y se fue esperando también que Fernando no se hubiese molestado por su visita. Al abrir la puerta no pudo evitar sonreír al verles a los dos jugar en la manta, dejó el maletín sobre la mesa dándose cuenta que Fernando se había olvidado de la hora de la comida, estaba más nervioso de lo que pretendía hacer ver. Había entrado en casa casi saltando, Fernando la observó y supo que había estado llorando en algún momento, supuso que la emoción había despertado muchos sentimientos y recuerdos en ella. Roberto llamó a su madre, al ver la sonrisa de Alicia se relajó del todo y, en ese momento sí, recordó que tenían que comer.
-Tenía ganas de que llegases… -la besó mientras acariciaba su tripa- Aunque creo que nos hemos entretenido mucho y no he preparado nada para comer, en unos minutos lo arreglo.
-Espera –le cogió de la mano y volvió a abrazarle, sabía que Fernando nunca le preguntaría directamente cómo había ido la reunión, preguntarlo era dar por hecho que podía haber ido mal y él no contemplaba esa opción- la semana que viene Carmen vendrá a comer…
Fernando sonrió y la besó, notaron los manoteos de Roberto en sus piernas y se echaron a reír, se agachó para coger a su hijo.
-¿Y te ha contado mucho que poder utilizar para tu libro? ¿O sólo habéis hablado de tus padres?
-De todo –Alicia sonrió ante la mirada de Fernando- de mis padres, de la República, de vosotros, de la actual justicia en España… También le hablé de Angulo, creo que voy a incluir ese tipo de abusos en el libro aunque sin personalizarlo.
Fernando la abrazó, cada vez que hablaban de ello tenía que frenar las ganas de soltar todo lo que pensaba de ese hijo de puta, pero también sentía que cada vez que hablaban de ello, Alicia soltaba lastre. Sabía que no era sano no hablar de ello, Alicia calló durante años y no pudo superarlo, hablarlo era dejarlo atrás poco a poco. Alicia notó las manos sudorosas de Fernando al nombrar a Angulo, era consciente que siempre le debatiría la duda de si hizo lo correcto al no ajustar cuentas con aquel malnacido. Se separó despacio para ir a la cocina, mientras preparaba la comida miró hacia el patio y sonrió al ver el jardín, estaba consiguiendo que estuviese cuidado; de hecho lo más difícil era que Roberto no arrancara hojas o flores. Alicia se descalzó y se sentó en la manta con Roberto, jugar con su hijo hacía que se olvidase de todo, ni siquiera recordó decirle a Fernando que Grace y Antonio irían a casa después de comer. Fernando les escuchaba reír de fondo mientras terminaba de preparar la comida, sus risas formaban parte de su día a día; sonrió pensando que en el último año Alicia había recuperado su carácter alegre, cuando se reencontró con ella en Madrid apenas sonreía. Se mordió el labio pensando que él tampoco sonreía antes de reencontrarse con ella, reencontrarse les había salvado a los dos, habían logrado superar el pasado y construir su vida junto a Roberto. Fue al salón para preparar la mesa, sonrió mirándoles, Alicia parecía una niña jugando con Roberto.
-Alicia, tenemos que comer –se agachó y estuvo a punto de sentarse con ellos pero se frenó- ya es tarde y seguro que tienes hambre…
-Sí, mucha…
Se levantó consiguiendo que Roberto protestase, Fernando le cogió para sentarle en la trona, al ponerle el babero dejó de llorar pidiendo la papilla. Mientras Alicia comía, Fernando dio de comer a Roberto, escuchó atentamente todos los detalles de la reunión con Carmen, no podía evitar sonreír imaginándoselas. Tenía ganas de conocerla, presenciar una conversación entre las dos, estaba seguro que Alicia había congeniado muy bien con ella, sonrió pensando que para su mujer era muy importante seguir recordando y hablando de sus padres. Se maravillaba de la velocidad y el apetito con el que Alicia comía, miró al mantel desviando la mirada pensando en cómo en Madrid muchas noches ni siquiera cenaba. Por suerte un manotazo de Roberto le devolvió a la realidad y se echó a reír. La miró preocupado cuando se enteró de la visita de Grace y Antonio, a pesar de que Alicia decía que parecía una buena noticia, le preocupaba que lo hubiesen anunciado en vez de presentarse en casa y contarles lo que tuviesen que contar. Dejó que su hijo se entretuviese comiendo trozos de manzana de postre y empezó a comer él justo cuando Alicia empezaba el postre, se echó a reír pensando que hacía mucho que no comían a la vez. Comentó con Alicia la idea de comprar una cama para cuando llegase Pelayo, Alicia se mordió el labio al darse cuenta que ella nunca pensaba en esas cosas y siempre era Fernando quien estaba atento a todo. Suspiró al escucharla decir que al día siguiente irían de compras, pensó divertido que debería haber ido él y darle una sorpresa, así no pasarían toda una mañana en la tienda de muebles. Alicia recordó que al día siguiente también tenían que ir a recoger el coche, hacía unos días que habían ido a la autoescuela, no tardaría mucho en tener carnet para conducir, pero quería recibir clases antes. Había conseguido convencer a Fernando para que una de las próximas tardes Roberto se quedase con Diane y ellos saliesen con el coche para que la enseñase a conducir; tenía ganas de conducir pero también de pasar una tarde a solas con su marido. Alicia se sentó sobre Fernando cuando terminó de comer, aunque ninguno de los dos habían sacado el tema, el programa de radio había estado presente, había visto cómo Fernando se quedaba pensativo un par de veces. Ella sabía que estaría perfecto en la radio aunque entendía sus nervios, le acarició el pelo sonriendo, Fernando se relajó mientras jugaba con la alianza y acariciaba la espalda de Alicia. Torció el gesto cuando Fernando le recordó que tenían que recoger antes de que llegasen Grace y Antonio, se echó a reír cuando la vio sentarse en el sofá junto a Roberto. La miró intentando mostrarse molesto mientras empezaba a recoger, Alicia cogió el maletín, quería ordenar las notas que había tomado en la reunión, el libro iba tomando forma pero disfrutaba más de esa parte, reunirse con personas que le pudiesen ayudar, conocer la experiencia de otras personas… Sonrió mientras le hablaba a su hijo de Carmen y de sus padres, estaba segura que dentro de unos años Roberto estaría harto de escuchar las historias que Fernando y ella no dejarían de contarle. Fernando fregó los platos intentando controlar sus nervios, miró el reloj y se echó a reír, quedaban horas para el programa pero estaba deseando que pasase ya. Cuando regresó se sentó en el sofá junto a Alicia, que se acomodó subiendo los pies, y escuchó más detalles de la reunión de esa mañana, notaba la emoción y la ilusión de su mujer y sólo podía sonreír, también le hacía sonreír la atención que Roberto prestaba a su madre, parecía saber que estaba hablando de algo importante. Cuando sonó el timbre Roberto se echó a reír llamando a Diane, Fernando sonrió esperando que no se llevase una desilusión, se levantó a abrir mientras Alicia se sentaba en el sofá y alisaba su falda. Abrazó a Antonio y Grace invitándoles a pasar, vio en Antonio una mirada que hacía mucho que no veía, pensó que Alicia tenía razón, era una buena noticia. Aunque no se imaginaba a Antonio ilusionado por casarse o algo parecido, eso le pegaría más a Pierre. Alicia se levantó para saludarles, se echó a reír al notar el nerviosismo de su amiga mientras Antonio iba directo hacia Roberto para empezar a jugar con él. Fernando aprovechó para ir a preparar café, desde la cocina pudo oír las bromas de Alicia sobre el misterio que se traían sus amigos. Cuando estuvieron los cuatro en el salón, Fernando se dio cuenta que Antonio evitaba centrarse en la conversación, siempre solía atender a Roberto y jugar con él, pero ese día estaba especialmente centrado en el niño. Se echó a reír al notar que su hijo se cansó de los juegos en el sofá y empezó a parlotear en su media lengua para que le dejasen a su aire en la manta; Antonio se quedó mirándole consciente de que ya no tenía excusa para entrar en la conversación. Grace le miró divertida, Antonio captó en seguida el mensaje y encendió un cigarro riéndose.
-Bueno, tendré que ser yo el que dé la noticia…
Se echaron a reír, Fernando le miró divertido, no le pegaba nada ese tipo de situaciones aunque a él tampoco le pegaban mucho algunas de las cosas que había hecho en el último año y no podía ser más feliz.
-Grace y yo hemos estado hablando de hijos, ella es joven aunque yo ya estoy más para ser abuelo…
Alicia miró a su amiga, sabía que era la única duda que tenía Grace con respecto a su relación con Antonio, no había mucha diferencia de edad, pero Antonio ya había pasado por esa etapa, había sido padre aunque no pudo disfrutar de Liberto, pero era algo pasado. Fernando les miró sonriendo, pero sin decir nada, quería esperar a que su amigo se decidiese a contar todo, estaba seguro que había algo más.
-El caso es que después de mucho pensarlo hemos decidido adoptar un niño, o una niña, da igual…
Al escuchar a Grace, Fernando miró fijamente a Antonio, no necesitaban la bendición de ellos y estaba seguro que Andrea hubiera querido que siguiera con su vida pero también era consciente de cómo habían renunciado a adoptar durante los años que estuvieron juntos. Alicia abrazó a Grace, estaba segura que le querrían como a un hijo, se mordió el labio al recordar que ella lo había pensado antes de volver a quedarse embarazada. Fernando siguió mirando a Antonio, no necesitaban hablar, Alicia fue consciente de ello, desde que conoció a Antonio supo que Fernando y él se conocían muy bien. Fernando, además, pensó que para Antonio no sólo era tener otro hijo, adoptado o no estaba seguro que le querría exactamente igual; pero también reconocía en su amigo cierto sentimiento de culpa y remordimiento. Antonio querría a ese niño o niña y sería su padre en todos los sentidos, pero pensaba que también le daba la oportunidad de ofrecerle una familia a un niño que no la tenía, lo que hizo Mario con el propio Liberto… Abrazó a Antonio siendo consciente de ello pero sin dejar de sonreír y comentar que por fin Roberto tendría un primo o prima, sirvió una copa para los tres mientras Alicia suspiraba resignada dando un sorbo al té.
-Espera, Fernando, no brindemos todavía, aún hay más, tenemos que pediros algo…
Fernando le miró confundido mientras Alicia se echaba a reír siendo consciente de lo que era, como buena abogada debía haberlo imaginado en cuanto Antonio dijo que iban a adoptar.
-Lo que Antonio quiere pediros, que parece que no se arranca… -el comentario de Grace hizo reír a todos menos a Antonio, que la miró entre divertido y avergonzado por no ser capaz de hablar claro- Es que seáis los testigos de nuestra boda, será por lo civil, por supuesto, sólo será una firma y porque es necesario para la adopción, no queremos ni comida ni invitados, sólo vosotros y Liberto.
-¡Eto!
Roberto sólo presó atención cuando oyó el nombre de Liberto, Fernando se echó a reír mientras cogía a su hijo y brindaba por sus amigos, evitó felicitarles, la boda era un mero formalismo para la adopción, Alicia le miró sonriendo y se dio cuenta que su mujer lo supo al hablar de la adopción. Alicia sabía que Fernando no era hombre de grandes discursos, ni demostraciones, pero la forma en la que brindó deseándoles lo mejor significaba mucho más de lo que parecía. Empezaron a hablar de los trámites mientras Fernando no dejaba de mirar a Antonio, no hacía ni un año que había vuelto a verle y poco quedaba de aquel Antonio recién llegado a París. Se alegraba sinceramente por él, observó a Grace mientras hablaba con Alicia, era muy diferente a Andrea pero era una gran mujer y estaba seguro que serían felices con un hijo. Roberto se abrazó a Antonio llamando a Liberto y fue difícil contentarle haciéndole entender que su amigo de juegos no estaba allí.
Fernando notó cómo Antonio miraba el reloj y cómo le miraba sin sacar el tema de la radio, se despidieron sin que ninguno dijese nada sobre ello. Aunque intentó evitarlo, el abrazo con Antonio fue un tanto emotivo, no pudo evitar recordar el día que les conoció a él y a Liberto, hacía tantos años y quedaba todo tan lejos… Roberto relajó el ambiente al agarrarse a Grace mientras parloteaba cosas sin sentido, se echaron a reír despidiéndolos. Fernando se olvidó de la entrevista de la radio al disfrutar de un Roberto intentando agarrarse a Grace para que lo llevase a la calle, esos momentos los vivía gracias a todas las personas que se habían jugado el pellejo por él y no descansaría hasta intentar honrarlos de todas las formas posibles. Al despedirse, Grace comentó que esa noche escucharían la radio, cerró la puerta divertido, todos sus amigos trataban el tema con mucho cuidado, pensó que nunca había resultado tan transparente para tanta gente. Se sentó en el sofá mirando el reloj, en un par de horas tendría que empezar a prepararse, tenía que estar antes de las diez y media en la radio para preparar el programa; Alicia intentó que Roberto se quedase en la manta jugando, pero no dejó de protestar hasta que le puso en el sofá. Fernando sonrió abrazándole, se tumbó en el sofá haciendo que Roberto se tumbase sobre él, Alicia les miró sonriendo, le encantaba verles a los dos juntos.
-Fernando, voy a ordenar un poco las notas de la reunión.
-¿No estás cansada? Con lo bien que estamos Roberto y yo aquí tumbados…
Alicia se echó a reír, se agachó para besarles a los dos y se sentó enfrente de ellos; a los pocos minutos, ambos de habían quedado dormidos. Les arropó mientras les miraba tiernamente, estaba segura que a Fernando le vendría bien una pequeña siesta; volvió a sentarse y se centró en leer todos los datos que tenía de la entrevista con Carmen. El tiempo se le pasó muy rápido, se había levantado varias veces para acomodar mejor a Roberto aunque se dio cuenta que Fernando le tenía bien agarrado. Sonrió mientras les tapaba, Roberto tenía agarrado el cuello de la camisa de su padre y parecía tan feliz, tan plácido. Miró el reloj y sonrió pensando que aún quedaba un rato para despertarle, cogió cuartillas para contestar la carta de Catherine; cuando recibieron la carta Fernando no había dejado de bromear, ahora se carteaban pero hacía menos de un año Alicia no la soportaba. Se mordió el labio recordando el ataque de celos que tuvo aquel día, terminó riéndose de sí misma. Se sentó tamborileando los dedos sobre las cuartillas, le costaba enfrentarse a la carta de Catherine, aguantó un bostezo mientras comenzaba a escribir.

Querida Catherine
No sabes cuánto me alegro que ya hayáis encontrado una casa donde vivir juntos, la verdad, nunca me imaginé que vuestro encuentro en la comida acabase tan bien. No tienes que darme las gracias, en el pasado alguien lo hizo por nosotros, sé lo importante que es tener una segunda oportunidad y Jean y tú os la merecíais.  Estoy segura que en poco tiempo os acostumbraréis a Toulouse, aunque siempre podéis venir de visita, sabéis que aquí tenéis buenos amigos y que os echamos de menos.
Roberto está cada día más grande y más revoltoso, el embarazo va muy bien, estas semanas no tengo molestias, aunque duermo más de lo que me gustaría. En cuanto a Fernando, aunque no os diga nada, sé que le ha gustado saber que escucharéis su intervención en la radio, yo tengo muchas ganas de que llegue el momento. Mi libro va bien, hoy mismo he tenido una reunión importante, nunca lo hubiese pensado, pero me está gustando mucho.
Catherine, espero que no te moleste lo que te voy a decir, pero no dejes que tu relación con Jean afecte a tu trabajo… Ahora trabajáis juntos y puede que pasar tanto tiempo en casa y en el trabajo os haga tener pequeñas diferencias… Cuando supe que habías pedido el traslado a otra sección de la revista pensé en lo injusto que era; si os vuelve a pasar algo… Sé que me meto donde no debo, pero te considero una amiga y no me gustaría pensar que vuelves a sentirte sola e incómoda en tu trabajo. Aunque empezamos con mal pie, sé reconocer lo buena que eres en tu trabajo, trabajar en la revista de Toulouse es una oportunidad que nadie puede quitarte. De todas formas, estoy segura que Jean tampoco permitiría que algo así volviese a pasar, disfrutad de esta segunda oportunidad y no dejéis de escribirnos para contarnos cómo os va.
Un abrazo muy fuerte para los dos.
Alicia Peña

Fernando se despertó algo sobresaltado, miró a su hijo de forma tierna y encontró a Alicia pensativa, estaba seguro que los nervios los llevaba peor ella que él. Alicia respiró hondo pensando si debía enviar esa carta, apreciaba de verdad a Catherine, pero quizás ella pensase que se estaba tomando demasiadas confianzas con su consejo…Vio cómo Fernando se movía despacio para no despertar a Roberto, le sonrió y dobló la carta segura de lo que había escrito. Fernando se incorporó dejando a Roberto acomodado en el sofá, el niño se dio la vuelta y abrió los ojos molesto pero sin ganas de volver a dormir.
-Papá.
Escuchar a su hijo llamarle siempre le causaba un efecto de amor infinito, incluso cuando no quedaba conforme por no hacerle el caso que él requería. Le besó sonriendo, Alicia se acercó a ellos y acarició el pelo de Fernando mientras se mordía el labio pensando que había llegado el momento de que se empezase a preparar.
-Creo que voy a ir a ducharme… No tendría que haber dormido tanto, quería dejar la cena preparada antes de irme…
-Fernando, por favor, no digas tonterías –le besó sin dejar de sonreír- tengo mucho tiempo para hacer la cena mientras espero a que empiece…
Se echó a reír al darse cuenta que hasta Alicia evitaba nombrar el programa de radio, pensó que eran todos unos exagerados, dejó a Roberto en brazos de Alicia y fue a ducharse. Dio vueltas por la habitación y el baño, le costó meterse debajo del chorro de la ducha divagando sobre aquella entrevista. Ya en la ducha se dio cuenta que sus movimientos eran bruscos, no entendía tantos nervios, iba a hablar sobre algo que conocía, España y Francia, política, injusticias… Pero hacía muchos años que no hablaba para tantas personas, se echó a reír pensando que probablemente la última vez que habló para un público amplio fue en la rueda de prensa para Don Paco en el Morocco. Alicia salió al patio con Roberto, le encantaba ver al niño jugar allí, sonreía ante cada paso torpe de su hijo y se mordía el labio al ver que quería ser totalmente independiente y no quería agarrarle la mano, tuvo que frenarle cuando fue directo a por las plantas.
-Menos mal que papá no te ha visto… -se agachó junto a él mientras veía cómo pataleaba- Roberto, no puedes arrancar las plantas, tenemos que tener el jardín bonito y cuidado…
-Papá, ito, dín.
Alicia se echó a reír ante la media lengua de su hijo, se empeñaba en repetir todo lo que ellos decían pero seguía a lo suyo pretendiendo llegar hasta las plantas. Cerró los ojos disfrutando de los últimos rayos de sol mientras el pequeño explorador que tenía como hijo quería recorrer el espacio hasta las plantas. Fernando se vistió con calma, había sido Alicia la que había escogido el traje para esa noche, respiró hondo pensando que no iba a hacer nada que no supiese, sólo a hablar de la realidad, algo que hacía a diario en sus artículos. Pasó varios minutos colocándose las mangas de la camisa antes de salir de la habitación, al no verles en el salón fue directo al patio, los últimos días habían disfrutado de las últimas horas de sol mientras jugaban con su hijo allí. Se quedó un instante en la puerta mirándoles, sonrió al ver que su hijo se daba cuenta que estaba allí antes que Alicia. Alicia no pudo evitar emocionarse cuando el pequeño puso la cabeza en su regazo besando el abdomen, por suerte la llegada de Fernando contuvo sus lágrimas. Se agachó mirando al niño mientras notaba la mirada de Alicia, se levantaron a la vez entrando en casa; Fernando recordó a Daniel, estaba seguro que Pelayo se lo habría contado, pensó si Daniel también le escucharía esa noche. Justamente por todos tenía que hablar esa noche, por Roberto, Alicia, Pelayo, Daniel, Andrea, Roberto, Federico, Belle… Por los que estaban, porque se merecían disfrutar un mundo mejor, y por los que ya no podrían disfrutarlo pero dieron su vida por intentarlo. Alicia dejó a Roberto en la manta con los juguetes mientras se acercaba a él, le vio calmado aunque pensaba que por dentro no lo estaba.
-Fernando, no tienes de qué preocuparte, no conozco a nadie mejor para hablar en la radio, para contar lo que pasa, lo que muchos quieren que no se sepa… Has luchado toda tu vida para conseguir construir un mundo mejor, sólo tienes que pensar en lo que has vivido, en lo que pasa ahora aquí, en España… Sólo di lo que sientes y piensas, nada más.

La besó intensamente, le emocionaba la manera en que Alicia le miraba y le hablaba, sentir que le valoraba era muy importante, sobre todo recordando cómo estaba en el momento en que se reencontró con ella; Alicia había hecho que volviese a ser quien era, y saber que se sentía orgullosa de él hacía que todo tuviese sentido. Hubiera querido que Alicia le acompañase, incluso su hijo, pero la entrevista era demasiado tarde para el pequeño. Disfrutó del olor del pelo de Alicia y de aquel beso que su hijo dejó en su mejilla. Cogió la chaqueta con lentitud y sin dejar de mirarles. Sonrió de la manera en que sólo él sabía hacerlo, Alicia se emocionó mientras le veía salir de casa fingiendo una serenidad que no tenía. Encendió un cigarro en el portal y caminó despacio por las calles que tanto adoraba su mujer.
Alicia se frotó los ojos y se giró para mirar a su hijo, sonrió al darse cuenta que Roberto la miraba ladeando la cabeza, se acercó acariciándole la cara.
-Tienes razón Roberto, tenemos que hacer muchas cosas, nada de pensar en las ganas que tenemos de escuchar a papá por la radio…
-Papá, mamá.
-Venga –hablaba entre risas pensando que su hijo ya había aprendido que diciendo esas palabras recibía toda su atención- vamos a hacer la cena.
Llevó la trona a la cocina y sentó a su hijo, le ofreció algunos juguetes pero no parecía interesado en jugar, se le quedaba mirando cómo iba de un lado a otro de la cocina. Preparó la cena mientras le contaba a su hijo que dentro de poco irían de boda; tenía claro que sólo era un formalismo, pero en el fondo a ella le gustaba pensar que era a la primera boda que Fernando y ella iban juntos, la primera boda a la que iba Roberto. Se echó a reír porque su hijo empezó a llamar a Liberto, pensó que deberían llamarle al día siguiente, hacía días que no pasaba por casa y Roberto le echaba de menos. Notaba cómo Roberto miraba continuamente la puerta de la cocina, las noches que Fernando salía con sus amigos procuraba dormirlo antes, sabía que Fernando hacía lo mismo con su hijo para que no notase su ausencia cuando salía ella.
Fernando se quedó unos minutos mirando la puerta de la entrada, se echó a reír imaginándose a todos sus amigos pegados a la radio. Podía ver a Pelayo y Daniel en el Asturiano, con el volumen muy bajo e intentando que Marce se marchase a casa; se imaginó a Antonio y Grace en el sofá esperando a que empezase mientras cenaban y hablaban de su próxima vida como padres; Pierre estaría ya nervioso, Diane le miraría divertida mientras fumaba un cigarro e intentaba leer un poco para entretenerse hasta que empezase; a Jean y Catherine se los imaginó casi sin prestar atención a la radio, acababan de empezar su vida juntos y tendrían mejores cosas que hacer; pudo ver a Mauro sentado en el sofá dibujando algún cómic mientras esperaba a que empezase y a Inés casi sin darse cuenta que la radio ya estaba encendida mientras revisaba algún caso; incluso pensó en Antoine, que estaría deseando que empezase para saber si hablaría de la revista. Sonrió pensando en Alicia y Roberto, le costaba no compartir ese momento con ellos, no había ningún momento importante del último año en el que ellos no estuviesen; pudo ver a Alicia sentada en el sofá con Roberto sobre ella, incluso adivinó las ganas que tendría en ese momento de fumar un cigarro mientras esperaba a que empezase el programa. Por suerte Roberto conseguiría que se olvidase de la impaciencia, su hijo siempre conseguía hacer que dejasen sus pensamientos, verle reír o llorar, jugar, comer, hablar, andar… Cualquier cosa que hacía su hijo era visto por ellos como la mayor de las proezas; estaba seguro que en ese momento Roberto estaría haciendo más llevadera la espera de Alicia. Respiró hondo y entró en el portal con la fachada de hombre seguro de sí mismo y rozando la frivolidad, por suerte, la sensación de profesionalidad y cercanía le transmitió la tranquilidad suficiente para relajarse. Le sorprendió que la mayoría de las personas que hacían el programa eran españolas, saludó a todos mientras prestaba atención a Julián Antonio Ramírez, el presentador. En pocos minutos estaba inmerso en una conversación sobre la oposición al franquismo; aunque no lo pretendía, terminó hablando de su experiencia en la lucha al escuchar a algunas personas hablar de ello con total naturalidad. La conversación le relajó tanto que cuando el presentador le recordó que empezaban en menos de media hora casi ni recordaba que estaba allí para hablar en la radio.
Alicia cenó con la radio puesta, quedaba todavía un rato pero la dejó puesta a la espera; Roberto había cenado tranquilo, pensó que incluso demasiado, a ella siempre le costaba más darle de cenar, su hijo se despistaba con cualquier ruido. Pero aquella noche cenó tranquilo y sin protestar; había intentado dormirle pero Roberto no tenía intención de dormirse; parecía saber que la ausencia de su padre esa noche era por algo importante. Sonrió cuando Roberto tomó la última cuchara de su papilla señalando la puerta, acaba de oír al vecino y pensaba que era Fernando. Descansó mientras le acariciaba el pelo con las manos y le limpiaba la cara. Roberto volvió a señalar pero esta vez al jardín, había un gato que merodeaba por el barrio y su hijo no paraba de intentar cogerlo. Sonrió pensando que al principio de llegar a París no le gustaba nada cenar sola, había pasado tantos años sola que si comía o cenaba y Fernando no estaba en casa, recordaba esa soledad que hacía poco había dejado de sentir. Pero en ese momento disfrutaba también de los momentos a solas, aunque como Roberto seguía despierto no se sentía sola. Se agachó a coger el sonajero que su hijo acababa de tirar, le acarició la cara sonriendo, dejó preparada en la cocina la cena para Fernando, le costó fregar lo que había usado, pero quedaban unos minutos para el programa y así se distraería. Aunque si se propuso hacerlo fue para que Fernando no tuviese nada que hacer cuando llegase; llegaría cerca de la una y no quería que se estuviese preocupando por el orden. Cuando lo tuvo todo listo, preparó un té, subió un poco el volumen de la radio y se sentó en el sofá con Roberto.
Cuando tuvo que saludar a los oyentes, lo hizo recordando las palabras y la mirada de Alicia antes de salir de casa; se sintió bien y empezó a hablar de manera natural, casi olvidando que lo hacía para muchas personas. Sólo podía pensar en esas personas importantes para él que estaban escuchándole, tanto en Francia como en España. Pensar en cada uno de sus amigos, de los camaradas que habían quedado en el camino le sirvió para tomar impulso, también reconocer la segunda oportunidad que la vida le había brindado. Le preguntaron sobre sus artículos, estuvo a punto de echarse a reír al recordar el consejo de Antoine. Alicia estaba sentada en el sofá con Roberto en brazos, su hijo había señalado la radio llamando a su padre, casi no prestó atención a la presentación del resto de colaboradores, Roberto reconoció la voz de Fernando por la radio. Se echó a reír abrazándole hasta que su hijo protestó, miraba la radio con mucha atención y quería escuchar, le besó sonriendo y volviendo a centrarse en el programa. Los minutos se le pasaron volando, había olvidado que la conversación estaba siendo emitida por la radio, habló de la actualidad de ambos países, pero también del pasado; recordó que había muchas personas que seguían viviendo en una dictadura, y habló también de la censura en Francia y del artículo que no pudo publicar sobre Papon. Sonrió al comprobar que no había censura en esa emisora, pudo hablar sin que nadie le cortase o le dijese que se moderase.
En El Asturiano, Pelayo estaba de pie al lado de la radio, hacía meses que no trabajaba en el bar, pero esa noche quiso escuchar la radio allí, en su Asturiano, como había hecho siempre. Daniel estaba sentado al lado suyo, cada carta que recibía de Fernando hacía que tuviese más ganas de abrazarle, pero no podía pensar en viajar después de lo de Colombia. Escucharon la intervención de Fernando sonriendo, Daniel no dejaba de pensar en el momento en que le conoció, se alegraba profundamente que hubiese podido superar todo aquello y le gustaba pensar que, aunque fuese un poco, él le ayudó a poder hacerlo. Pelayo no dejaba de murmurar por lo bajo dando la razón a Fernando, Daniel le miraba divertido intentando centrarse en el programa aunque era difícil no reírse ante la imagen de Pelayo.
En el único momento en que volvió a ponerse nervioso fue cuando hablaron de los abusos de poder en España, respiró hondo y se atrevió a nombrar a Martín Angulo, en ese momento sólo podía pensar en Inés y Alicia, nunca pagó por lo que les hizo y, al menos, él quería que se supiese aunque en ningún momento las nombró a ellas. Se dio cuenta que sus nudillos estaban blancos de la tensión, respiró profundamente y continuó para no perder la opción de ser la voz de todos aquellos que ya no estaban, también de quienes, a muchos kilómetros, se escondían en un bar exponiéndose a ser apresados. Alicia se emocionó al escucharle hablar sobre Angulo, notó en su voz cierta tensión que estaba segura pasaría desapercibida para los demás; abrazó a Roberto mientras le susurraba lo orgullosos que tenían que estar de su padre. Tumbarse en el sofá con el sonido de su marido de fondo y su hijo gateando para darle un beso pegajoso en la cara le produjo una emoción infinita. El niño se había acostumbrado a acariciarle el vientre y balbucear algo en su propio lenguaje, se echó a reír pues estaba segura que Liberto podría traducírselo. Fernando se despidió de los oyentes hablando de España y de la esperanza de que algún día todos los exiliados pudiesen regresar. Cuando sonó la melodía del programa, se levantó despacio intentando controlar las ganas que tenía de salir de allí para abrazar a Alicia. No había previsto hablar de Angulo, necesitaba abrazar a su mujer y saber que estaba bien, que oírle hablar de ello no le había hecho sentirse mal. Tardó todavía unos minutos en salir, André Camp, el director del programa, le felicitó por su intervención, aguantó los halagos con la mejor de sus sonrisas, se sentía satisfecho por haber podido hablar sin ninguna condición. Cuando salió a la calle empezó a andar rápido, quería llegar a su casa, estar con su familia; sonrió pensando que esa noche todos sus amigos habían estado pendientes de él. Encendió un cigarro, había compartido uno, anteriormente, con el periodista pero quería fumar lo menos posible en casa.
Alicia dejó sólo una lámpara encendida, quería esperar a Fernando pero los continuos bostezos hicieron que primero se acomodase en el sofá y después acabase tumbada con su hijo al lado, se quedaron dormidos casi a la vez. Fernando abrió la puerta despacio, el salón lo recibió con olor a papilla y a té recién hecho, podría haberse quedado toda la noche disfrutando de la sensación que esos olores le producían. Sonrió al verles dormidos y destapados a los dos; se mordió el labio pensando cómo pudo vivir tantos años sin ellos, llegar a casa y que no hubiese nadie esperándole… Jamás cambiaría lo que tenía por nada, se acercó despacio dejando la corbata y la chaqueta en una de las sillas, se agachó para arroparles, Alicia sonrió notando la manta sobre ella, abrió los ojos y le besó intensamente.
-Mi amor, -le abrazó sin molestar a su hijo- ya has llegado.
-Estaba deseando llegar… -acarició el pelo de Alicia mientras arropaba a Roberto, tragó saliva esperando la reacción de su mujer- Alicia, no había pensado hablar…
-Da igual, has hablado de lo que querías –le subió la mirada cogiéndole de la barbilla mientras sonreía- y lo has hecho con el corazón. Has estado perfecto, y te lo digo en serio.
Fernando sonrió emocionado, empezó a besarla pero se frenó para abrazarla cerrando los ojos y respirando su olor, acarició suavemente su tripa, estaba deseando que llegase el momento de la primera patadita.

Alicia le acarició el pelo sonriendo, notaba su preocupación por saber cómo estaba ella después de que hubiese hablado de Angulo, le besó suavemente y se separó despacio.
-La cena está preparada, sólo hay que calentarla.
-Espera, no tengo hambre, sólo quiero abrazarte…
-Fernando… Hay que cenar.
Se echó a reír mientras la miraba, la besó una vez más y se levantó para ir a por la cena; sonrió al darse cuenta que Alicia había recogido todo; aunque había sido por un buen motivo, no llevaba bien perderse el momento de la cena en casa. Fue con la bandeja al salón y se sentó en la butaca enfrente de su mujer y su hijo; Alicia se había sentado poniendo al niño hacia dentro del sofá.
-La verdad es que me sentí muy bien en la radio –hablaba mientras comía, lo que hizo reír a Alicia- pude hablar de todo, parecía una conversación más, a veces se me olvidaba que estaba hablando para mucha gente.
-Se te notaba cómodo –no dejaba de mirarle mientras cenaba- y estoy segura que para muchas personas en España habrá sido muy importante enterarse de cómo están las cosas sin que la censura pueda callarlo. Fernando… Roberto te ha reconocido, te llamó señalando a la radio, fue increíble.
Dejó de cenar para mirar a su hijo, se acercó para arroparle aunque ya lo estaba, le besó tiernamente la frente, su hijo era una de las razones para seguir contando lo que pasaba, tenían que conseguir que en el futuro pudiese vivir libremente en España. Regresó a la butaca ante la mirada de Alicia, todavía no había terminado de cenar.
-Estoy segura que Pelayo se habrá quedado con ganas de intervenir…
Fernando se echó a reír pensando en su amigo, estaba deseando que pasasen pronto los días que quedaban hasta que llegase a París. Cuando terminó de cenar se acercó a Alicia, se sentó con cuidado al lado de ella y la abrazó suavemente, miró a su hijo sonriendo. Alicia se levantó a recoger el plato aunque le dejó en el fregadero, de vuelta al salón se quedó mirando cómo Fernando contemplaba a su hijo; Roberto les había cambiado la vida a los dos, nunca habían sido tan felices. Sonrió mientras se llevaba una mano al vientre y caminaba hacia ellos.
-Ya es tarde, deberíamos dormir…
-Sí, pero… -se mordió el labio mirando a Roberto- Creo que hoy me cuesta más que otros días que duerma en su habitación.
Abrazó a Fernando emocionada, sabía que le costaría pero haría que Roberto durmiese en su propia habitación pensando en su hijo; estaba segura que, si por Fernando fuese, aquella noche la pasarían los tres juntos. Tardaron unos minutos en levantarse, Fernando cogió a Roberto en brazos y sonrió cuando el niño torció el gesto molesto.
-Tranquilo, ya vamos a dormir…
Roberto sonrió y murmuró papá, lo que hizo que Fernando se emocionase; le acomodó en la cuna y le arropó suspirando. Alicia le abrazó por detrás sabiendo lo que le estaba costando dejarle solo en la habitación, cerró los ojos al sentirla; salieron abrazados de la habitación de su hijo. Alicia apagó la lámpara del salón mientras evitaba un bostezo, Fernando lo notó y se echó a reír.
-Tendrías que haber esperado durmiendo en la cama…
-El sofá es muy cómodo, además me hubiese perdido el momento de la cena.
La miró sonriendo mientras se ponía el pijama, Alicia se metió en la cama estirándose, Fernando recogió la ropa y entró en la cama sin dejar de mirarla. La abrazó relajándose, el día había pasado y, aunque al principio no estaba muy convencido de participar en el programa, en ese momento se sentía satisfecho por su intervención. Alicia se acomodó en la cama totalmente laxa, la adrenalina de los nervios le pasaban factura y apenas pudo cruzar un par de frases con Fernando, susurró que le quería justo antes de quedarse dormida. Fernando se quedó un momento mirándola, nunca podría agradecer lo suficiente la segunda oportunidad que tuvieron, que Alicia le dio. La besó suavemente el pelo y terminó de acomodarse junto a ella para quedarse dormido sin dejar de abrazarla.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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