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Acababa de amanecer cuando escucharon a Andrea llorar, llevaban más de una semana en casa, los primeros días fueron complicados hasta que cogieron la rutina. Fernando besó suavemente a Alicia diciéndole en un susurro que se levantaba él; no se había equivocado el día que nacieron, Andrea era muy guerrera. Se frotó los ojos y la cogió en brazos sonriendo, hacía menos de dos horas que las dos habían comido, pero eso a Andrea no le importaba, manoteó feliz cuando su padre la cogió. Fernando sonrió al ver cómo Ana se movía en la cuna intentando encontrar a su hermana; las diferencias entre ellas se habían acentuado en los días que llevaban en casa. Salió de la habitación cerrando la puerta, Andrea seguía haciendo suaves ruidos y Fernando sabía que sólo se volvería a dormir si se balanceaba en la mecedora viendo a Roberto. Habían tenido que volver a dejar la mecedora en la habitación de Roberto, Andrea sólo se tranquilizaba viendo dormir a su hermano. El día que se dieron cuenta de ello se miraron emocionados casi sin creérselo; Roberto solía despertarse al oír los gimoteos de su hermana, se giraba para quedarse mirando hacia ella llamándola por su nombre y diciendo lo guapa que era. Se sentó en la mecedora a la espera de que su hijo hiciese el trabajo que él no conseguía, suspiró sonriendo cuando Roberto llamó a Andrea y ella empezaba a calmarse agarrándose a su pijama. Se aseguró de tener bien cogida a Andrea y cerró los ojos acompañando el suave vaivén de la mecedora; un par de noches se había quedado dormido allí y había sido la propia Andrea quien le había despertado a la hora de la toma. Alicia le miraba sonriendo cuando volvía a la habitación, le parecía increíble la paciencia que demostraba Fernando con sus hijas. Algunas veces ella tenía que coger a Ana; después de un rato sin sentir a su hermana al lado, se ponía a llorar con ese suave llanto tan característico de su hija, en cuanto la cogía y le susurraba que todo estaba bien, volvía a calmarse. Esa mañana, cuando se levantó Fernando, volvió a quedarse dormida, aprovechaban cada momento que sus hijas estaban dormidas para dormir ellos también. No se levantaban muy tarde, Roberto tenía un horario distinto a sus hijas, y no querían que se sintiese abandonado; pero echaban siestas y alguna cabezada mientras Diane paseaba con Roberto. Ese día habían decidido salir los cinco juntos, a Fernando le costaba aceptar que sus hijas pasasen largos ratos en la calle, el tiempo seguía siendo muy malo, llovía y hacía frío, al final accedió porque le apetecía mucho esa primera salida en familia, pero se pensaba asegurar que irían todos bien abrigados. Alicia se giró y notó que Fernando todavía no había vuelto, se frotó los ojos sonriendo, estaba segura que se había quedado dormido con Andrea; se incorporó mirando a la cuna, Ana estaba despierta y manoteaba protestando pero sin hacer ruido. La cogió acomodándola en sus brazos, le asombraba lo distintas que eran en carácter, fue descalza hasta la habitación de Roberto y se quedó un momento en el quicio mirando a su marido con su hija en brazos. Fernando abrió los ojos y la miró sonriendo, estuvo a punto de echarse a reír, Fernando dormía alerta, Andrea estaba en buenos brazos aunque se quedase dormido. Dejó que cogiese a Ana, la imagen de Fernando con las dos niñas siempre la enternecía, Roberto la llamó poniéndose de pie en la cuna; Alicia corrió a su lado y le cogió. Le encantaba sentir sus manoteos y poner abrazarle como no pudo hacer en los últimos meses de embarazo; se sentó en el brazo de la mecedora. Se miraron cuando Roberto acarició suavemente la cabeza de Ana; siempre insistía en cogerla, como era tan tranquila disfrutaba menos de ella, pero no dejaba de mirar hacia la cuna cuando estaba dormida. Por las noches, antes de irse a dormir, Roberto tenía que acostar a sus hermanas, arrastraba a Alicia de la mano hasta la habitación, Fernando se quedaba mirándoles mientras Alicia le cogía y le inclinaba para que pudiese arroparlas. Sólo después de hacerlo aceptaba tener que irse a dormir, habían hablado de que empezase a dormir en la cama y dejase la cuna, no dejaban de repetirle lo mayor que era y lo bien que cuidaba de sus hermanas, dormir en su propia cama sería un paso más. Pero al final decidieron esperar un poco, Fernando sabía que ese día llegaría y que sería bueno, pero él no podría dormir tranquilo pensando que podría caerse; cuando sus hijas durmiesen más horas y estuviesen más tranquilos, cambiarían a Roberto a su cama. Fernando se levantó despacio intentando no despertar a las niñas, Roberto resopló enfadado, le gustaba mucho estar con sus hermanas.
-Tenemos que hacer el desayuno Roberto –hablaba susurrando para no molestar a sus hijas- después las cogemos otro rato ¿de acuerdo?
-A las dos papá oto ato eh.
Alicia le abrazó sonriendo, Roberto estaba totalmente implicado con sus hermanas, tanto que muchas veces cuando dormían, él evitaba hacer mucho ruido para no molestarlas, y cuando comían las miraba sonriendo embobado, al igual que hacía Fernando. Alicia recordó la cara que puso Roberto la primera vez que la vio amamantándolas, la señaló preguntando qué hacían; Fernando le explicó que sus hermanas comían así, como él cuando nació. Fernando dejó a sus hijas en la cuna, las arropó y volvió a la habitación, sabía que Alicia se habría sentado en la mecedora con Roberto en brazos, probablemente ella estaría dormida mientras su hijo le acariciaba la cara para que siguiese durmiendo. Se quedó contemplando la escena, a veces pensaba que su hijo era todavía más agobiante que él, pero sabía que a él Alicia no le diría nada; notaba cómo disfrutaba con cada atención de su hijo. Dudó en despertar a Alicia, estaría mucho más cómoda en la cama; cogió a Roberto para dejarle en el suelo, susurró llamando a su madre, le guiñó el ojo y sonrió cogiéndola en brazos. Alicia sintió que Fernando la cogía, si no hubiese tenido tanto sueño le hubiese dicho que no hacía falta, su recuperación después del parto estaba tardando con respecto a lo poco que tardó en recuperarse del parto de Roberto, Fernando insistía en lo guapa que estaba, para él cada día más, pero ella notaba cómo no le servía la ropa de antes de estar embarazada por segunda vez. Se agarró fuerte a su cuello sin pensar que pesaba mucho para que la llevase en brazos; le besó el cuello antes de sentir que la dejaba en la cama.
-Fernando… Te amo.
La voz de Alicia era más un susurro que otra cosa, pero Fernando sonrió arropándola y la besó el pelo susurrando que él también la amaba, cerró la puerta despacio y volvió junto a su hijo.
-¿Quieres dormir otro rato con mamá? Todavía es pronto, seguro que a mamá le gusta que duermas con ella.
-Momir con mamá, sí.
Fernando estuvo a punto de echarse a reír cuando su hijo fingió bostezar para que le dejase volver con su madre; entraron a la habitación despacio, Roberto se metió en la cama casi a cámara lenta, no quería hacer el mínimo ruido para no molestar a su madre. Se quedó mirando cómo Alicia abrazaba a su hijo y sonreía dormida, Roberto, en cambio, se quedó mirando hacia la cuna, casi sin pestañear, no sabía si llegaría a dormirse pero, si lo hacía, tardaría mucho. Salió cerrando la puerta y se frotó el cuello, los últimos días habían sido tan intensos que casi ni había reparado en el frío y lo mal que le sentaba a él, esos dolores nunca desaparecerían, pero tenía cuatro personas a las que amaba por encima de todo y por ellas seguiría luchando. Decidió sentarse a escribir, esos días habían creado una pequeña rutina, se levantaban pronto, desayunaban juntos y después, mientras Diane salía con Roberto a pasear, Fernando se sentaba en la mesa a trabajar y Alicia lo hacía en el sofá, estaba ayudando a Grace con un par de casos a pesar de seguir sin ir al despacho. Sólo se interrumpían a la hora de la toma de las niñas, Alicia se sentaba en la mecedora y él lo hacía en el brazo con Ana, Ana seguía esperando pacientemente a que su hermana terminase de comer para hacerlo ella. Fernando le había planteado a Alicia empezar a introducir el biberón para que ella pudiese descansar más horas, pero no había podido convencerla, de momento. Como esa mañana saldrían los cinco juntos y, probablemente no trabajarían, decidió empezar con los artículos que tenía pendientes para adelantar trabajo mientras su mujer y sus hijos dormían. Disfrutó del silencio de la casa algo que era bastante difícil, sonrió pensando en cómo la incorporación de las pequeñas habían producido tantos cambios y lo mucho que disfrutaba de ellos. Le costó concentrarse en los artículos, no dejaba de estar pendiente de si llegaban ruidos de la habitación, se levantó a preparar un café, estaba deseando salir con sus niñas y poder presumir de sus tres hijos junto a Alicia. Todavía la mayoría de los vecinos no conocían a las niñas, aunque estaba seguro que las habían oído, sobre todo a Andrea; la semana anterior habían recibido la visita de su vecina con su hija, Alicia se había echado a reír porque tanto Roberto como Fernando mostraron orgullosos a las niñas, Fernando se las enseñó a su vecina mientras Roberto arrastraba a la hija para que conociese a sus hermanas. Mientras calentaba el café recordó el momento en que llegaron a casa con sus hijos, por fin los cinco juntos.

Unos días antes
Alicia había estado esperando en la habitación comprobando que todo estaba recogido, acarició suavemente la cabeza de sus niñas recordando la última vez que habían estado con su hermano, se emocionaba ante la conexión que tenían y Roberto parecía mucho mayor de lo que era. Fernando recogió las cosas de baño, Alicia movía el pie nerviosa, llevaba cuatro días allí metida y estaba deseando salir; Andrea y Ana acababan de quedarse dormidas después de que Fernando las cambiase. Sonrieron al ver entrar a Pierre con Roberto, el niño se soltó de la mano y fue corriendo a abrazar a su madre, Alicia le abrazó cogiéndole y empezando a hacerle cosquillas, Fernando aprovechó para grabar ese momento, desde que habían nacido las niñas no habían dejado de grabar cada momento que pasaban con ellas, sobre todo había videos de Andrea, que dormía bastante menos que su hermana. Alicia torció el gesto al ver que estaba grabando, no se sentía bien con su cuerpo, aunque enseguida se olvidó de la cámara gracias a las preguntas de su hijo, era imposible no sonreír al escucharle hablar. Fernando guardó la cámara y cogió las cosas, Pierre les llevaría a casa en coche y ellos podrían ir con sus hijos en el asiento trasero. Había tenido una larga conversación con él el día anterior en casa cuando fue a cambiarse y estar un rato con Roberto, no dejaba de pensar en la suerte que tenían por contar con tan buenos amigos. Mientras fumaba un cigarro con Pierre no había podido evitar recordar a Roberto y pensar en todos los momentos que no pudieron compartir. Dejó que Pierre bajase al coche con las cosas mientras él cogía el capazo con sus niñas, besó a Alicia y salieron de la habitación los cinco juntos, saludaron divertidos a las enfermeras. Esos días en los que Alicia y las niñas habían estado en el hospital, Roberto había entrado varias veces al día a la habitación a estar con su madre y sus hermanas; Fernando había hablado una por una con todas las enfermeras, todas pensaron que era la única que hacía una excepción hasta esa misma mañana. Al contrario de lo que pensó Fernando, cuando se enteraron, las enfermeras se echaron a reír al darse cuenta que todas le habían hecho el favor de dejarle pasar con su hijo. Fernando se frenó cuando llegaron a la entrada del hospital, Alicia le miró suspirando pero sonriendo, comprobó que estuviesen bien arropadas y se echó a reír cuando Roberto alzó los brazos en dirección al capazo, Alicia le acercó riéndose y dejó que también su hijo lo comprobase. Entrar en el coche con sus tres hijos fue especial, Fernando dejó el capazo a un lado, hizo entrar a Alicia y entró él; Roberto se agarró al capazo para acariciar la mano de Ana, Fernando sonrió abrazando a Alicia sin dejar de mirar a sus hijas. La conversación con Pierre fue relajada, no parecía incómodo por presenciar ese momento de los cinco juntos, Fernando sabía, además, que no sólo no parecía incómodo sino que no lo estaba. Le miró a través del retrovisor y sonrió porque Pierre puso los ojos en blanco ante esa mirada tan agradecida; se echó a reír y volvió a concentrarse en sus hijos y su mujer. Al llegar, Pierre le dio las llaves y se despidió de los tres niños, esa tarde Diane y él se pasarían por casa para ver cómo les iba; Fernando le abrazó antes de dejarle ir. Abrió el portal rápidamente para que sus hijas no estuviesen mucho rato en la calle, cuando abrió la puerta de casa miró a Alicia emocionado, Roberto quiso entrar él solo, Alicia le dejó en el suelo dándole la mano y con la otra mano se agarró al brazo de Fernando, que llevaba el capazo de las niñas. Entraron los cinco juntos, nada más entrar, Andrea se echó a llorar mientras Ana abría un ojo y la acariciaba la cara. Fernando se echó a reír y en broma aseguró que sus hijas sabían que ya estaban en casa; Roberto echó a correr a su habitación y regresó con el peluche que había sido su preferido cuando era un bebé. Fernando y Alicia se emocionaron, era posible que Roberto no supiese que ese peluche había compartido muchas noches con él, pero el hecho de querer dárselo a sus hermanas les parecía increíble. Dejaron el capazo en el suelo para que Roberto se lo diese, Andrea dejó de llorar en cuanto sintió el peluche, Ana alargó su mano y terminó tocando la cara de su hermano. Roberto les susurró cuánto las quería para, inmediatamente, decirle a su padre si podía cogerlas; Fernando tomó a Andrea en brazos con suavidad y se agachó para que Roberto pudiera darle un suave beso en la frente, acababa de regalarles a sus hermanas su juguete favorito demostrando lo generoso que era. Su hijo se lo recompensó con un beso y salió a correr detrás de su perro mientras le contaba que no debía ladrar para no despertar a sus hermanas pequeñas. Intercambiaron una mirada emocionada y se quedaron mirando a las niñas mientras escuchaban de fondo los susurros de Roberto a Tor, Fernando bromeó con llenar la casa de hermanitos y hermanitas, Alicia le miró riéndose, se acercó a él para besarle y asegurarle que su familia ya estaba al completo, al menos hasta que sus hijos creciesen y creasen la suya propia. Fernando se mordió el labio pensando en ese momento, por suerte, Roberto estaba ajeno a esa conversación y llamó a su padre para enseñarle cómo Andrea se había agarrado a un dedo suyo.

Tomó el café de un trago y decidió llevarse una taza para poder trabajar, quería dejar terminado al menos un artículo antes de que se levantasen Alicia y los niños. Alicia sintió la mano de Roberto acariciándole la cara, sonrió abriendo los ojos y estuvo a punto de echarse a reír al ver la preocupación de su hijo por despertarla, le acarició el pelo emocionada.
-Mi amor, no me has despertado, me he despertado yo porque quiero estar contigo, con vosotros.
-Mamá apa momir.
-¿Y tú no duermes?
-Uido Anea y Ana, no oran.
-Mi amor –le abrazó fuerte y le llenó de besos- no tienes que quedarte sin dormir para cuidarnos, papá es un exagerado y tú no tienes que serlo también.
-Papá uida y yo tamién.
Alicia le abrazó sonriendo, si Fernando era cabezota, parecía que su hijo lo era más.
-¿Sabes que hoy vamos a salir los cinco juntos de paseo? ¡Bueno! Los seis porque Tor también vendrá.
-¡Mien! Paseo con Anea y Ana.
Roberto se puso a saltar en la cama, Alicia se echó a reír y saltó con él, todavía sentía alguna molestia al hacer esfuerzo, pero no le importaba, era muy feliz compartiendo ese momento con su hijo. Fernando escuchaba hablar en susurros a Alicia y a su hijo para terminar a carcajadas, Roberto cada día parecía mucho mayor de lo que era; sonrió apagando el cigarro escribió la última frase del artículo y decidió regresar a la habitación. Al abrir la puerta, Roberto le tiró un cojín llamándole, por suerte, su hijo no tenía todavía tanta fuerza y el cojín cayó a unos metros de sus pies sin darle.
-¡Así que le tiras cojines a tu padre! No deberías aprender tanto de mamá…
Fernando salvó la distancia en dos pasos y empezó a hacerle cosquillas, Roberto no dejaba de llamar a su madre, jugaron con su hijo como si fuesen dos niños hasta que oyeron llorar a Andrea. Alicia se sentía cómo una niña mientras jugaba con su hijo y éste parecía tan serio y responsable desde que estaban sus hermanas que disfrutaba viéndole reírse a carcajadas. Al sentarse sintió algunas molestias pero fingió una sonrisa e inmediatamente se le pasó, Fernando se frenó en seco y miró a su hija mordiéndose el labio.
-Fernando, por favor, Andrea se despierta siempre, haya ruido o no lo haya…
Resopló divertido, besó a Alicia y se levantó a coger a su hija; se sentó con ella en la cama y sonrió al ver que Roberto dejaba de saltar y se sentaba a su lado para acariciar la mano de su hermana. Alicia sonrió cuando Roberto llamó a Ana, no le gustaba que durmiese tanto aunque no hacía nada por despertarla, decidió cogerla en brazos, no quedaba mucho para la siguiente toma. Tumbaron a sus hijas en el centro de la cama y observaron cómo Roberto estaba pendiente de las dos, incluso no dejó que Tor subiese a la cama, otras veces había sido él mismo quien había querido que su perro jugase con él en la cama, pero ahora era más importante que sus hermanas estuviesen bien.
-Alicia, te amo –miraba a sus hijos pero acariciaba la mano de Alicia- poder vivir estos momentos compensa todo, absolutamente todo por lo que haya pasado…
Para Fernando los momentos que compartían juntos eran un regalo en sí, el olor de sus pequeñas, las conversaciones de su hijo y la felicidad de Alicia le seguían pareciendo algo irreales.
-Mi amor –se emocionó y le giró la cara para que la mirase- nos lo merecemos, y ellos tres más, sólo se merecen cosas buenas y es lo que les estamos dando.
Le besó suavemente y se separó al oír llorar a Andrea, aunque no hacía tanto que había dado a luz y seguía teniendo algún pequeño dolor cuando se movía bruscamente, tenía ganas de volver a hacer el amor con Fernando, cada beso o caricia seguían siendo tan especiales. Sabía que Fernando se controlaría al máximo, hasta que el médico no dijese que podrían tener relaciones, él no se dejaría llevar; cogió a Andrea y empezó a amamantarla ante la atenta mirada de su marido y su hijo. Fernando cogió a Ana y dejó que Roberto se apoyase sobre el cabecero para poner a su hermana sobre sus brazos aunque sin dejar de tenerla él. Andrea manoteaba a Alicia mientras comía a toda prisa, quería consultarlo con el pediatra, siempre comía así y esperaba que no fuese malo aunque quería que les dijese cómo tranquilizar a su hija. Roberto se echó a reír cuando su hermana echó el aire, desde que las oyó por primera vez, intentaba imitarlas, por suerte no entendía lo que era y no lo intentaba después de comer él, Fernando tenía claro que sería muy complicado conseguir que dejase de hacerlo si pensaba que era normal porque sus hermanas lo hacían. Cogió a Andrea y dejó que Alicia cogiese a Ana, sonrieron cuando Ana se agarró al pecho de Alicia, siempre intentaba sujetarse para comer tranquilamente.
-Alicia, deberíamos empezar a darles biberón, que vayan acostumbrándose… Así podríamos darles de comer los dos…
Alicia acarició la cabeza de Ana mientras ésta comía despacio, le encantaban esos momentos con sus hijas, pero sabía que Fernando tenía razón, el ritmo de atender a dos bebés era demasiado y, además, ella no quería estar mucho sin ir al despacho. No iría todo el día, pero al menos dos o tres horas por las mañanas; Fernando había vuelto a hablar con Antoine, en los próximos meses se limitaría a escribir tres o cuatro artículos semanales y a llevarlos a la redacción, pero no iría cada día al despacho.
-Pero todavía es pronto… Dejemos pasar unos días más y después… Probamos, ¿te parece?
-Está bien petit Alice… -la besó el pelo y sonrió cuando Andrea dejó de llorar al recibir una caricia de su hermano- Haremos como tú dices.
Alicia sonrió, estaba segura que Fernando preferiría empezar con el biberón cuando antes para descargarla de las tomas de la noche, pero accedía a esperar porque era lo que ella quería. Besó a Ana cuando terminó de comer, la puso sobre su hombro y sonrió al volver a escuchar la risa de Roberto.
Alicia dejó a Fernando con los niños mientras iba a ducharse, le costó levantarse y se quedó mirando cómo Fernando ponía a las niñas sobre él y Roberto se sentaba mirándolas. Mientras se duchaba no pudo evitar recordar el primer desayuno que pasaron los cinco en casa; Andrea no había dejado de despertarse en toda la noche, fue Fernando quien estuvo pendiente de ella, casi no durmió en toda la noche pero no dejó que ella se despertase más que para dar la toma a las niñas. Cuando se despertó por la mañana, Fernando no estaba en la cama, regresó casi al instante con una bandeja repleta con el desayuno y un pequeño ramo de rosas blancas y rojas, no le hizo falta preguntarle para saber que eran de su jardín. Desayunaron en la cama con Roberto mientras no dejaban de mirar a las dos niñas. Terminó de ducharse y, al salir, se miró al espejo arrugando la nariz, tenía que cuidarse un poco, quería recuperar su cuerpo, no le obsesionaba pero se sentía pesada todavía. Fernando sonrió al notar cómo Roberto colocaba el traje de Ana, que dormía tranquilamente, Andrea, en cambio, hacía pequeños ruidos babeando el pijama de su padre. No podía recordar mejor sensación que la de estar con sus tres hijos, miró hacia el baño cuando oyó tararear a Alicia, estaba seguro que se habría mirado al espejo como hacía desde que regresaron del hospital. Para él estaba tan guapa como siempre, aunque le preocupaban las ojeras pero eran normales porque los últimos días dormían a ratos, entendía que Alicia quisiese recuperar su cuerpo pero a él le preocupaba más que no se cuidase como debería, estaba amamantando a las dos niñas, necesitaba mucha energía y esfuerzo. Se echó a reír cuando Roberto le metió la mano en la boca porque no le contestaba, llevaba un rato preguntándole cuándo saldrían a pasear y él estaba tan absorto que no le había escuchado. Acarició la cabeza de Ana mientras en un susurro contestaba a su hijo, Alicia entró en la habitación envuelta en la toalla y dejando el rastro del agua desde el baño, la miró fijamente durante unos segundos pero apartó la mirada al darse cuenta que Alicia lo había notado. Alicia dejó que acomodase a sus hijas en el cochecito de paseo, no habían tenido que comprar otro, en el de Roberto iban las dos muy cómodas; cuando Roberto salió corriendo detrás de Tor, se acercó a Fernando mirándole. Fernando se mordió el labio y fue incapaz de separarse cuando Alicia empezó a besarle, oían a Roberto de fondo, Alicia empezó a quitarle el pijama y resopló cuando Fernando se separó diciendo que Roberto podría entrar a ver a sus hermanas. Estaba segura que era sólo una excusa, se echó a reír cuando Fernando volvió a besarla y se separó casi obligado, años antes no lo hubiese notado, pero ahora conocía cada gesto de su marido y sabía lo que la había costado mantener el control.
No quería ponérselo difícil, pero realmente le apetecía estar con él, no lo entendía porque se sentía cansada y, además, no estaba segura de su cuerpo, pero junto a Fernando todo siempre era fácil, desde aquella primera vez cuando era apenas una muchacha. Le besó antes de dejarle ir al baño, se vistió despacio y sonrió al ver cómo Andrea daba un suave beso a su hermana cuando ésta le acariciaba la mano para que se durmiese. Eran muy especiales, tan pequeñitas, sin saber nada, pero con un instinto que superaba cualquier pensamiento racional; en realidad, sus tres hijos eran especiales, Roberto mostraba una responsabilidad increíble para su edad sin dejar de ser un niño curioso y divertido. Fernando cerró la puerta del baño y se apoyó en ella, no podía volver a dejarse llevar de esa forma, no al menos hasta que Alicia estuviese recuperada del todo, un parto de gemelas era distinto y no quería que le pudiese pasar nada; se quitó el pijama y se metió bajo la ducha estirando los músculos, aunque lo disimulaba, el frío seguía afectándole, estaba deseando que llegase la primavera, poder olvidarse de esos dolores y, además, poder pasar gran parte del día fuera con sus hijos. Alicia preparó a los tres niños, Andrea sonrió cuando la cogió para vestirla mientras que Ana siguió durmiendo sin protestar porque la moviesen, le puso los primeros trajecitos que les habían comprado a sus hijas, las dejó en el coche y vistió a Roberto, quien sí protestó porque no quería alejarse de sus hermanas. Fernando entró a la habitación y se echó a reír cuando Roberto corrió hacia él y se agarró a sus piernas sin importarle mojarse.
-¡Papá! Ero coger a Anea y Ana, no vestir.
-Tienes que hacer caso a mamá.
-Mamá tí, peo emanas momidas uidar.
-Roberto, no hace falta que tú y yo estemos todo el día cuidándolas, -se agachó ante la mirada divertida de Alicia- soy un exagerado, ya te lo habrá dicho mamá… Con un exagerado en la familia sobra.
-Eh papá –se cruzó de brazos y volvió junto a su madre para abrazarla- mamá apa caso.
Fernando sonrió mientras Alicia cogía a Roberto y terminaba de vestirle, se quedó mirando a Fernando cuando empezó a vestirse, tuvo que apartar la mirada y concentrarse en su hijo.  Fernando se vistió rápido y la besó suavemente, Alicia se echó a reír torciendo el gesto, sonrieron cuando fue Roberto quien les metió prisa para salir de casa. Fernando le miró divertido y dejó que Alicia le cogiese en brazos mientras él preparaba la bolsa para salir con sus hijas y ataba al perro; salieron de casa sin dejar de hablar con Roberto, que preguntaba por sus tíos Diane y Pierre, ya se había acostumbrado a salir a pasear con Diane y se le hacía raro. Alicia sonrió y le explicó que ese día sólo estarían ellos cinco además de Tor, ella llevaba al perro y a Roberto mientras Fernando manejaba el cochecito vigilando que no les pasase nada.
No habían dado ni dos pasos cuando se encontraron con sus antiguos vecinos; los dos niños se acercaron al cochecito mientras sus padres saludaban a Alicia y Fernando. Roberto miró a los niños con recelo pero terminó sonriendo aunque dejando claro que no podían tocarlas, eran muy pequeñas, después de esa advertencia que hizo sonreír a Fernando y suspirar a Alicia, Roberto les dijo a los niños que eran sus hermanas. Estuvieron hablando unos minutos con ellos, Fernando saludó a los dos niños, echaba de menos encontrárselos por el portal, ver la complicidad con su hijo, aunque en ese momento Roberto estaba más pendiente de que no se acercasen demasiado a sus hermanas que de jugar con sus amigos. Alicia estuvo a punto de invitarles a la cena de esa noche; era la cena en la que presentarían oficialmente sus hijas a sus amigos, pero decidió no hacerlo, Sophie y Gabrielle acudirían juntas y no quería que se sintiesen incómodas con personas a las que no conocían. Fernando se despidió de los niños invitándoles a ir una tarde a jugar con el balón en el patio, Roberto afirmó sonriendo pero sin apartar la vista de sus hermanas; reanudaron el paseo mientras Alicia no dejaba de hablar de todo lo que necesitaban para la cena, cocinaría ella y quería que todo quedase perfecto.
-Alicia, si quieres puedo encargarme yo de la cena.
-De eso nada, cocino yo, me apetece –le miró torciendo el gesto pero sin dejar de sonreír- y no me cansaré.
-No, si lo decía por no tener que recoger el desastre que formarás…
Alicia le dio un suave manotazo sin soltar a Roberto, al final el niño palmeó la cara de Fernando haciendo que se parasen. Se mordió el labio pensando que debía controlarse delante de su hijo, no quería que la copiase sin hacerlo en broma.
-Mi amor, no tienes que copiarme cuando haga algo malo.
-No, mamá no es mala.
-Claro que no Roberto, sólo que tu madre se pica muy fácil…
Alicia le hizo burla y besó a Roberto diciéndole que no había que pegar a papá porque era el mejor del mundo.
-Metor muno papá.
Fernando no pudo resistirse y le cogió en brazos besándole, Andrea amenazaba con ponerse a llorar al notar que habían parado, reanudaron el camino, Alicia decidió dejar a Roberto en el suelo y darle la mano, siempre había querido caminar junto a su hijo pero no había podido hacerlo por la tripa, Fernando controló el cochecito y al perro pero no dejaba de mirar a Alicia y Roberto de reojo. Sonrió al ver a Andrea alzar los brazos, tenían apenas unos días, pero Andrea parecía consciente del entorno que le rodeaba, en cambio, Ana iba dormida y sin soltar el pequeño cuerpo de su hermana. Caminaron hasta el mercado, Fernando no estaba convencido de pasear entre tanta gente con sus niñas, pero realmente necesitaban hacer la compra, los últimos días se había limitado a comprar lo que necesitaban en el día para no pasar mucho tiempo fuera de casa. Le apetecía mucho cenar con sus amigos, la primera cena con sus hijas; además, sabía lo ilusionada que estaba Alicia, estaba seguro que disfrutarían esa noche con sus hijos y sus amigos. Se quedó serio mirando a sus hijas, había notado algo en Antonio, le veía feliz junto a Grace y, por fin, tenían a Loan en casa con ellos, pero notaba algo distinto, intuía que tenía que ver con el Partido y no le apetecía nada volver a tener esa conversación con él. Sonrió torpemente cuando Alicia le preguntó si compraban postre o cogían la tarta de la cafetería, apartó el cochecito para que sus hijas no estuviesen al alcance del resto de personas, Roberto abrazó a Alicia mientras le contestaba que podían hacer lo que ella prefiriese. Decidió dejar de pensar en lo que le pasase a Antonio, no quería adelantarse a nada; disfrutó del paseo junto a Alicia y los niños sin pensar en nada, se olvidaba del resto del mundo sólo con ver la mirada ilusionada de Roberto ante los puestos, la alegría de Alicia planeando la cena y el sueño tranquilo de sus hijas. Alicia paró en cada puesto, sonreía al ver cómo Fernando estaba pendiente de los tres niños y del perro además de llevar las bolsas con las cosas que iban comprando; le gustaba hablar con los tenderos y tenderas, Fernando la miraba sonriendo, en momentos así no dejaba de pensar en la Alicia con la que se reencontró en Madrid, en los años que pasaron separados Alicia había madurado, se había convertido en una gran mujer, pero había perdido su frescura y sonrisa. Viéndola hablar despreocupadamente con todo el mundo recordaba a la chiquilla alegre que desbarató todos sus planes hacía más de 13 años. Iban a regresar cuando vio un puesto apartado y se fijó en una caja musical, era como si le llamase, besó a Alicia y se acercaron despacio, Alicia sonrió al ver el puesto, le encantaba todo. Fernando abrió la caja que había llamado su atención y se quedó parado sin poder reaccionar al escuchar la melodía que salía. Roberto le llamó insistentemente, miró a Alicia, que sujetaba el cochecito emocionada; Fernando besó a Roberto diciéndole que enseguida volvían a casa y cerró los ojos trasladándose a aquel piso franco en el que vivieron momentos maravillosos. La melodía de la caja de música era la melodía de la canción del primer baile que compartieron juntos, aquella melodía que dejó de sonar sin que se diesen cuenta porque sólo les importaba estar juntos.
La cogió suavemente y miró a Alicia, sonrió al ver la emoción de Alicia, la besó suavemente y miró a sus niñas emocionado.
-Es perfecta Alicia, me he acercado por un impulso, y aquí estaba…
Alicia sonrió y acarició la caja antes de que Fernando se la diese al tendero para que la envolviese; el camino de vuelta lo hicieron en un silencio sólo roto por sus hijos, Roberto llamaba a sus hermanas y a sus tíos mientras que Andrea hacía suaves ruidos a su hermana y ésta la miraba acariciándole la cara. Ellos no necesitaban hablar, no era un silencio incómodo, entre ellos no existían esos silencios; se dijeron muchas cosas sin necesidad de hablar. Alicia había creído durante mucho tiempo que quizás para Fernando ella no había sido tan importante como lo había sido él para ella, reconocer esa melodía le hacía recordar lo que sabía desde hacía más de un año, Fernando no había olvidado ninguno de los momentos que pasaron juntos. Al llegar a casa, Fernando dejó las bolsas sobre la mesa y cogió a Andrea, que había empezado a llorar, Roberto fue a la habitación de sus hermanas para coger uno de los peluches preferidos de Andrea mientras que Tor se tumbó en la caseta cansado después del paseo. Alicia cogió la caja entre las manos, miró a Fernando, ambos estaban emocionados, se acercó a besarle y se separó para colocar la caja en el aparador de la entrada, cada vez que abriesen esa caja recordarían momentos maravillosos de su historia, los recuerdos que le habían hecho seguir adelante a pesar de todo. Se sentó en la mecedora y Fernando dejó a Andrea en sus brazos, Roberto se sentó en la alfombra diciéndole a su padre que quería coger a Ana. Fernando cogió a su hija y se sentó junto a Roberto, el niño sonrió cuando dejó que pusiese los brazos alrededor de su hermana; Alicia sonreía mientras amamantaba a su hija.
-Fernando… ¿Te das cuenta? Esa caja, que hoy hayamos ido a ese mercado, que te hayas fijado en ese puesto… De una forma u otra, nuestro destino era estar juntos, tener a nuestros hijos.
-Sí, porque tú lo escogiste…
Alicia se mordió el labio emocionada, sonrió al ver cómo Fernando se levantaba para secarle una lágrima de la mejilla, se sentó en el brazo de la mecedora y dio un suave beso a Andrea, Roberto llegó hasta las piernas de Alicia para abrazarse a ellas sin dejar de inclinar la cabeza para estar pendiente de cada gesto de su madre o sus hermanas.
Después de que sus hijas comiesen, Alicia convenció a Fernando para comer en la cafetería, su amiga no podía ir a cenar esa noche y quería compartir con ella la comida; la habían invitado, incluso le habían dicho que fuese con su familia, pero no podían cerrar la cafetería. Fernando sonrió, su casa esa noche estaría llena de gente, todos sus amigos, compañeros y compañeras de Alicia, suyos, Carmen, incluso llegó a pensar que Alicia terminaría invitando a Antoine, desde luego era el único que faltaba. Dejó a las niñas en el cochecito mientras Alicia terminaba de prepararse para compartir la comida con su amiga; Roberto echó a correr emocionado pensando en volver a salir de casa todos juntos. Dejó que Alicia le llevase en brazos, notaba la alegría de su mujer por algo tan simple como eso, los últimos meses de embarazo habían sido complicados y se daba cuenta de todo lo que no había podido compartir Alicia con su hijo, en realidad llevaba meses pensándolo, si hubiese podido, se hubiese cambiado por Alicia para que ella hubiese podido disfrutar jugando y saltando con Roberto. Alicia sonrió siendo consciente de lo que pensaba, le besó suavemente y le apremió para salir, antes de hacerlo, le abrazó diciendo que los meses de embarazo eran también muy especiales porque había sentido a sus hijas. Roberto alargó el brazo llamando a Tor, esté emitió un suave ladrido pero no se movió de su sitio, el niño tuvo que aceptar a regañadientes que su perro no quisiese salir porque estaba cansado, movió la mano diciéndole adiós y se abrazó a su madre mientras Fernando abría la puerta. Se echó a reír al ver a uno de sus vecinos, parecía imposible salir del portal sin pararse con alguno de ellos; Fernando empezó a hablar de sus niñas y Alicia fue incapaz de ocultar una sonrisa, le veía tan embobado hablando de las dos niñas, de la responsabilidad de Roberto, de lo buenos que eran sus tres hijos… Cuando se despidieron, cogió a Fernando del brazo mientras Roberto señalaba a sus hermanas.
-Tumar con hemanas mamá, momir.
-Mi amor –le besó el pelo y miró a Fernando emocionada- no puedes ir en el coche con ellas, necesitan espacio y…
-Roberto –pudo ver la inseguridad de Alicia y miró a su hijo hablando serio pero sin dejar de sonreír- tú ya eres mayor ¿verdad?
-Maor papá.
-Claro, eres muy mayor, por eso no puedes ir en el coche, además, ¿no quieres andar?
-Andar mamá –Roberto besó a Alicia y enredó los dedos en su pelo- emanas momir mamá y yo andar.
-¿Y yo?
Roberto alargó los brazos hacia su padre, le dio un beso llamándole guapo y le pidió que le dejase en el suelo, Alicia se echó a reír y agarró la mano de su hijo, Fernando intuyó qué harían a continuación, se apartó un  poco y les vio a los dos salir corriendo. Habló con sus hijas explicándoles que su madre y su hermano eran así, no podía evitar pensar que Alicia había recuperado su alegría y frescura, le encantaba verla así, contagiaba a todo el mundo, cerró los ojos un segundo sonriendo al recordar la imagen de aquella chiquilla que cambió todos sus planes. Se mordió el labio esperando que sus hijas fuesen un poco más tranquilas cuando creciesen, aunque estaba bastante seguro que Andrea sería muy guerrera, quizás Ana calmaría los ánimos de sus hermanos. Empezó a caminar para ir tras su mujer y su hijo, que ya habían entrado a la cafetería; al entrar, Roberto ya estaba tras la barra mientras Alicia se había sentado y estaba disfrutando de un brioche recién hecho, Alicia le miró intentando disimular, la besó el pelo mientras bajaba la capota del coche para que sus hijas pudiesen ver lo que les rodeaba.
-Me encanta verte así, tan feliz, corriendo y saltando de un lado a otro… -le acarició la rodilla y la miró mordiéndose el labio- Pero tienes que tener cuidado…
-Fernando, por favor –le miró torciendo el gesto, entendía su preocupación, de hecho en uno de sus saltos había sentido un pequeño dolor, pero estaba tan feliz que no quería empañarlo- no empieces con eso ¿de acuerdo?
-Está bien –bajó la mirada avergonzado- lo siento.
Alicia sonrió tiernamente, le levantó la barbilla y le besó preguntándole qué les había contado a sus hijas; bromearon con el alboroto que formarían sus tres hijos dentro de unos años. Saludaron a su amiga insistiendo en que comiese con ellos, Alicia sonrió cuando ella no supo negarse, Andrea se removió en el coche y amenazaba con empezar a llorar, Roberto corrió hacia la mesa preguntando por sus hermanas. Fernando le cogió en brazos para sentarle con él, se mantuvieron a la expectativa mientras su amiga cogía a Andrea, desde que llegaron a París, su amiga había sido lo más parecido a una madre que habían tenido, sentían que la relación de ella con sus hijos era muy especial, además, querían que sus hijos creciesen con un referente así en su vida, dentro de lo posible, querían ofrecerles esa familia que ellos perdieron tan pronto. Andrea hizo las delicias de la mujer, Alicia sonrió divertida porque su hija no se echó a llorar, cogía la mano de su amiga haciendo pequeños ruidos, aunque las dos se parecían a ella, Andrea tenía la mirada de su padre. En ese momento comprobó que tenía también la sonrisa de Fernando, no era igual que él, pero esa forma de sonreír consiguiendo que todo el mundo se quedase prendado de ella era de Fernando, conocía muy bien esa sensación al verle sonreír y sintió lo mismo cuando Andrea le sonrió a su amiga.
Bromeó con Fernando sobre ello, él jugó con la mano de Roberto y se rascó el pelo, finalmente miró a Alicia directamente a los ojos y se emocionó. No le importaba que sus hijas no se pareciesen a él, de hecho, le gustaba ver los gestos de Alicia en sus tres hijos; pero oír cómo Alicia decía lo de la sonrisa le emocionó y le gustó. Eran sus tres hijos, de Alicia y él, su familia, algo que nunca se había permitido siquiera soñar, y ahora era real, tanto que sus hijos tenían parecidos con él, no podía explicar todo lo que sentía ante esos pensamientos. Fue Roberto quien puso fin al momento emotivo diciendo que tenía hambre; Alicia se echó a reír y besó a su hijo mientras llamaba a uno de los camareros.
Consiguieron que su amiga les acompañase durante toda la comida, fue complicado porque la cafetería estaba concurrida, la mayoría de los clientes agradecía el trato cercano de la dueña así que agradecieron que estuviese con ellos; Roberto, entre cucharada y cucharada, no dejaba de hablarle de sus hermanas. Alicia le pedía consejos sobre algunas cuestiones mientras que Fernando simplemente se dedicaba a observar cómo se manejaba con las niñas, incluso Ana estuvo más tiempo despierta al estar en sus brazos. Cuando terminaron el postre, Fernando miró a Roberto pensando si se podría sentir desplazado porque su amiga no le había cogido a él, pero su preocupación desapareció en cuanto le vio mirar orgulloso a sus hermanas. Su amiga se retiró cuando sirvió el café, Alicia miró a Fernando sonriendo, hacía meses que no tomaba un café bien cargado, sabía que no era lo mejor pues seguía amamantando a las niñas, pero necesitaba tomarlo. Fernando se echó a reír y la besó, había tenido el impulso de fumar un cigarro pero se contuvo para que Alicia no pensase en ello, dentro de unos días volvería a insistir con lo del biberón. Roberto decidió que ya había estado sentado demasiado tiempo, cuando Fernando le dejó en el suelo, empezó a recorrer la cafetería hablando con todo el mundo. Alicia se echó a reír, Fernando siempre había intentado pasar desapercibido pero, desde que eran padres, eso se había vuelto imposible; compartió con él ese pensamiento. Fernando sonrió un poco tenso, había momentos en que todavía le daba miedo llamar la atención, pensar que les conocía todo el barrio y cualquiera podría reconocerles; pero esos tiempos quedaban ya muy atrás. Alicia se sentó sobre Fernando, las niñas estaban dormidas, les preocupaba el ruido, aunque no era nada escandaloso pensaban que podrían molestarse. Cuando iban a levantarse vieron entrar a Antonio con Loan, el niño echó a correr y abrazó a Alicia, que se había levantado para saludarles, Fernando miró al niño sonriendo pero, al ver a Antonio, se puso serio, no estaba seguro si les contaría en ese momento qué le preocupaba. Roberto dejó a un cliente de la cafetería con la palabra en la boca para ir a saludar a Loan, corrió hacia él y señaló el cochecito diciéndole que sus hermanas estaban dormidas y no podían  hacer mucho ruido. Antonio le quitó el abrigo a su hijo y se quedó mirándole sonriendo, no pudo evitar emocionarse ante la relación de su hijo con Roberto, los dos niños empezaron a trastear por la cafetería sin que nadie se molestase. Fernando encendió un cigarro a la vez que Antonio se sentaba, Alicia les miró desconcertada, pasaba algo y ella no tenía ni idea; Fernando terminó su café de un trago mientras Alicia saboreaba el suyo, Antonio suspiró antes de hablar.
-Hace días que quiero comentar algo con vosotros… No quise deciros nada porque cuando lo supe fue cuando nacieron las niñas –las miró y sonrió al ver cómo Andrea se movía dormida- y no era el momento… Voy a dejar la academia.
Alicia le miró confundida, sabía que para Antonio eran importantes las clases de español que impartía, ayudaba a muchas personas, incluso había incentivado becas para quienes no podían pagarse las clases; Fernando apretó la mano de Alicia esperando que su amigo no se estuviese equivocando.
-Te han ofrecido un puesto en el Partido ¿no?
Alicia abrió la boca sin creérselo, miró primero a Fernando y después a Antonio; pensó en Liberto, Loan y Grace, estaba segura que su amigo no aceptaría nada que pusiese en peligro su familia, la que tanto le había costado reconstruir, pero cualquier contacto con el Partido sería correr riesgos, era ilegal también en Francia.
-Sí… Ya os comenté que estaba organizando un sindicato en Barcelona, me han ofrecido dirigir una pequeña sección del Partido, sin correr ningún riesgo, ni volver a España.
-Antonio –Alicia le miró seria pero intentando no juzgarle- eso también entraña peligro, el gobierno de Franco y el francés cada vez colaboran más, ya lo sabes… No quiero influir en tu decisión, pero deberías pensarlo.
-Lo sé Alicia, te aseguro que jamás pondré en peligro mi familia, y menos ahora… -miró a Loan y sonrió- Pero a la vez siento que tengo que volver a ayudar, en Francia también se están moviendo cosas, la lucha de los mineros tiene que tener consecuencias… Puede que España necesite un empujón… No sé, creo que tengo que volver a luchar por un mundo mejor para mis hijos.
-Pero dejas la academia, tu trabajo, –Fernando no podía mirarle, se centró en sus hijas, cada vez que Antonio le contaba algo sobre el Partido, recordaba muchas cosas, las traiciones, la falta de lealtad, pero, sobre todo, los errores que cometió con Alicia por pensar que era más importante luchar que intentar ser feliz- vas a jugarte todo a un puesto en el Partido… No quiero decirte lo que tienes que hacer, es asunto tuyo –le miró recordando cómo Andrea y él se habían alejado por las ideas y modos de lucha- pero quizás puedas dar menos clases y así no tengas que dejarlo del todo…
-Ya sabes que no me gusta estar a medias, sé que a ti el Partido te ha decepcionado, que…
-Eso no tiene que ver con lo que digo, -miró a Alicia y apretó su mano, no sabía si su mujer todavía tenía cierto miedo a que él pudiese decidir volver- sé que hay muy buenas personas luchando, pero la organización… Antonio, hay decenas de chicos que van a pasar años en la cárcel sólo por apoyar a los mineros asturianos; todos esos chicos son prescindibles para el Partido, son… Déjalo, no quiero influir en tu decisión, sé que tu ayuda es sincera, espero que no tengas problemas por ello.
-Fernando, no soy ingenuo –encendió un cigarro y suspiró- sé en qué consiste la organización, pero precisamente por eso creo que tengo que hacer algo, ayudar a todos los jóvenes que quieren luchar y no reciben más que cuatro consignas… Pero tengo muy claro que no me pondré en peligro, no ahora, no me perdonaría perder a Liberto otra vez, a Loan cuando acabamos de conocerle, a Grace… Mi vida está antes, pero quiero poder ayudar en la medida de lo posible.
Alicia se había emocionado, era consciente que ese dilema Fernando le habría tenido muchas veces; sabía que el compromiso de su marido era con ellos, si en algún momento volvía a tener algún miedo irracional, se le olvidaba sólo con recordar cómo Fernando pasaba las noches velando a sus hijas. Fernando respiró hondo y terminó echándose a reír porque Antonio siempre le hacía enfrentarse a todos sus conflictos, él tenía muy claro que jamás haría nada que pusiese en peligro su familia, la felicidad que sentía junto a ellos era difícil de explicar. Había tardado muchos años en conseguirlo, en darse cuenta del error que cometió cuando dejó a Alicia en Madrid, no volvería a cometer ese error en su vida. Aunque muchas veces pensaba en lo injusto que era que esos chicos fuesen sacrificados en nombre de un Partido que sólo quería sobrevivir; pero cada vez que hablaba de ello se reafirmaba más en su decisión, esa vida se había terminado para él, su compromiso era y sería siempre con su familia. Roberto y Loan se acercaron enseñando una chuche que les había dado uno de los camareros; se echaron a reír, fueron sus hijos los que les sacaron del estado en el que estaban tras hablar sobre la lucha. Alicia sonrió viendo la devoción que mostraba Fernando por cada gesto de sus hijas, conversaba con Roberto tranquilamente sin pensar en lo que acababan de hablar, se acercó a él y le besó el cuello susurrando lo feliz que le hacía y la confianza absoluta que tenía en él.
Alicia miró el reloj levantándose, tenían que preparar la casa y la cena, Fernando la miró riéndose pero se levantó también, además, a las niñas les quedaba poco para la siguiente toma. Roberto protestó cuando Alicia le puso el abrigo, por suerte, la reacción tranquila de Loan cuando Antonio le puso el suyo, ayudó a que Roberto aceptase que debían irse. Sonrieron cuando su amiga se despidió de las niñas y centró su atención en Roberto, dejaron que estuviese unos minutos con él, era importante que su hijo no se sintiese desplazado, aunque Fernando creía que nunca podría pasarle a Roberto, estaba tan implicado con sus hermanas que no podría tener celos de ellas. Propusieron a Antonio quedarse ya en casa pero tenía que ir a buscar a Grace, Fernando se despidió de él abrazándole, no dejaba de pensar en Andrea, no se lo diría nunca pero no estaba seguro si Antonio era consciente que podría perder esa familia que tanto le había costado reconstruir. Tenían visiones distintas, suponía que porque Antonio sí había podido vivir con Andrea a pesar de todos los inconvenientes y seguir en la lucha, para él siempre había sido algo incompatible tener familia y estar implicado. Eran dos compromisos demasiado exigentes para poder compatibilizarlos, en ese momento tenía claro que, aparte de sus artículos, no volvería a comprometerse poniéndose en peligro o poniendo en peligro a su mujer y sus hijos. Esperaba que Antonio no arriesgase demasiado, se separó de él ocultando la emoción y bromeando sobre la cena; cuando le vieron alejarse, abrazó a Alicia, que llevaba a Roberto en brazos, y cogió el cochecito para volver a casa. Alicia le miró detenidamente, estaba segura que hablar con Antonio siempre le recordaba la decisión que había tomado con respecto a la lucha, Fernando suspiró y, al llegar al portal la miró directamente.
-Alicia, nunca me he arrepentido de nuestra vida y jamás lo haré. Doy gracias todos los días por haber sobrevivido y haber podido remediar el mayor error de mi vida, dejarte en Madrid… -Roberto alargó los brazos hacia él, le cogió y sonrió al notar el abrazo de su hijo- Nunca dejaré de interesarme por lo que pase a nuestro alrededor, por ayudar sin ponernos en peligro, pero no me alejaría de vosotros por nada del mundo.
-Lo sé, Fernando; lo sé desde hace mucho tiempo… -le acarició la mejilla sonriendo- Puede que dentro de mí todavía quede cierta aprensión al pensar en el Partido, en las misiones… -Fernando tragó saliva, era consciente que esas pequeñas dudas eran lógicas después de tantos años en la lucha- Pero sólo con ver cómo miras a los niños, cómo estás pendiente cada segundo de nosotros… No tengo ninguna duda Fernando, juntos lucharemos por un mundo mejor para nuestros hijos sin ponernos en peligro, y ellos sabrán que dimos mucho por la libertad, por intentar buscar justicia.
La besó emocionado, en momentos así le costaba entender cómo había podido vivir toda su vida sin tenerla al lado, sólo una mirada de Alicia era capaz de hacerle olvidar absolutamente todo.
-Gracias Alicia, por… Por enseñarme a ser feliz, a que se puede ser feliz, y sobre todo por estar conmigo a pesar de todo.
-Tú también me has enseñado a ser feliz, Fernando; esto es cosa de los dos, no es algo que haya hecho yo sola.
Fernando volvió a besarla y sonrió cuando Roberto se quejó, quería entrar en casa y poder jugar con Tor, le miraron divertidos mientras Andrea empezaba a llorar, y entraron en el portal abrazados. Fernando cogió a Andrea nada más entrar en casa, Alicia le miró preocupada, no sabía si era bueno cogerla en cuanto empezase a llorar, podría acostumbrarse a llorar sólo para que la cogiesen, claro que a ella también la ponía tensa escucharla llorar y no hacerle caso. Quitó el abrigo a Roberto, que estaba deseando abrazar a Tor, se quitó el abrigo y fue a la habitación de su hijo para sentarse en la mecedora, Ana seguía dormida en el cochecito, cada vez que notaba las diferencias que había entre sus hijas no podía evitar sonreír. Aunque a veces, al ver su carácter tan distinto, recordaba a su tía, solía ser Fernando quien le sacaba de esos recuerdos que no le hacían ningún bien; además, sabía que su madre y su tía eran muy parecidas de jóvenes, había sido después cuando sus posiciones se alejaron, sobre todo desde que su tía se había casado con… No podía ni nombrar a Hipólito, se rascó el pelo y sonrió al ver entrar a Fernando, coger a su hija en brazos le devolvió la paz que esos recuerdos le quitaban, sonrió cuando Fernando fue a buscar el coche para tener a Ana con ellos; Roberto entró despacio, cuando sus hermanas comían siempre intentaba no hacer movimientos bruscos ni ruidos que las molestasen. Se sentó en la alfombra acompañado de Tor, sonrió entusiasmado cuando oyeron a Ana gimotear suavemente, Fernando la cogió y se sentó junto a su hijo dejando que éste acariciase la cara de su hermana. Allí sentado tenía la sensación de que el mundo se paraba, sólo existían ellos cinco, nada más importaba, Alicia le miró sonriendo, era capaz de ver en su cara todo lo que sentía. Por esos momentos seguía reticente a empezarles a dar el biberón, le encantaba estar con Fernando y sus tres hijos en ese momento tan cercano con sus hijas, era un momento tan especial que no quería perderlo. Antes de que se diesen cuenta, Andrea había terminado de comer, sonrió besándola y dejó que Fernando la cogiese para coger ella a Ana, a veces pensaba que se pasaban el día atendiendo a las niñas sin ni siquiera darse cuenta. Pero veía la mirada ilusionada de Fernando, incluso de Roberto, y sabía que daba igual el trabajo extra porque eran felices. Ana sonrió antes de empezar a comer, le acarició la cabeza sin poder apartar la vista de ella; Fernando cambió a Andrea y se echó a reír cuando su hija cogió la mano de Roberto haciendo suaves ruidos.
Cuando sus hijas estaban cambiadas y dormidas, fueron al salón para dejarlas en la cuna, Alicia sonreía al verlas acomodarse, Andrea torcía el gesto al sentir que la arropaban mientras Ana alargaba su brazo para posarle sobre su hermana. Las habían sacado muchas fotos en esa cuna en los pocos días que llevaban en casa, cuando vio la cuna terminada le había gustado mucho, pero la primera vez que las vio dormidas en ella le pareció tan especial. Fernando la besó recordándole la cena, Alicia sonrió y fue directa a la cocina, Roberto la siguió corriendo pero sin hacer ruido, Fernando puso la cuna en un rincón del salón y empezó a recoger. Los últimos días no estaban ordenando nada, aprovechaban cada minuto para estar con sus hijos sin importarles que todo estuviese manga por hombro. Resopló al ver los documentos de un caso de Alicia desperdigados por la mesilla del teléfono, no entendía cómo podía trabajar si dejaba todo tan desordenado; empezó a recoger sonriendo. Además, tenía que hacer sitio en el salón para trasladar la mesa de la cocina y ponerla al lado de la del salón, esa noche serían muchos y no sabía si todos cabrían en su salón. Alicia miró a su hijo sonriendo cuando quiso salir al patio, hacía frío y estaba segura que Roberto iría directo a por las plantas, le dio una galleta intentando que se olvidase de su idea; empezó a preparar la cena, no le gustaba cocinar pero cuando era para una ocasión especial intentaba hacerlo con todo el mimo del mundo. Pensó en lo que le gustaría que esa noche estuviesen con ellos Inés y Macarena, deseaba poder compartir momentos así con ellas, en París tenían grandes amigos, se sentía muy unida a Diane, sólo con ella dejaría a sus hijos, y también con Grace, pero Inés y Macarena habían estado con ella en momentos muy importantes y no podía dejar de echarlas de menos. Sonrió recordando la llamada a Inés al día siguiente de nacer sus hijas, apenas pudo hablar con ella por la emoción de escuchar su voz, entre susurros intentó contarle lo maravillosas que eran sus hijas, las diferencias entre ellas y lo que se parecían a ella. Fernando la escuchaba sonriendo y se echó a reír al oír a Alicia bromear con que habían sido dos niñas, como ella había dicho; la conversación duró mucho más que otras veces, pero realmente hablaron poco, con monosílabos, emocionadas… Mientras se hacía la comida se sentó para escribir a su amiga, el día anterior habían revelado los carretes de fotos que habían gastado, en cuanto vio una de las fotos supo que ésa sería la que enviaría a su amiga, salían sus dos niñas dormidas, le parecía que estaban tan guapas.

Mi querida Inés
Llevo días queriéndote escribir pero no encontraba el momento, las niñas ocupan gran parte de nuestro día a día pero, la verdad, no me importa. Son tan especiales, los tres son especiales, cada vez que pienso que hemos formado nuestra propia familia me emociono, hace menos de dos años hubiese dicho que era imposible, soy tan feliz. Lo único que nos falta es teneros cerca, poder compartir con vosotros nuestra felicidad, a nuestros hijos, que los tres crezcan cerca de todos los amigos que hemos dejado en España. Supongo que tu niña estará grandísima, en la última foto noté algunos cambios desde que estuvisteis aquí. Os mandamos una foto de Andrea y Ana, Andrea es la de la derecha, tiene la mirada de Fernando, Ana es más morena y se parece más a mí; son las niñas más bonitas del mundo, bueno, son nuestras hijas así que es normal que nos lo parezcan.
Quiero volver al despacho el mes que viene, sé que será difícil compaginar todo, pero necesito volver a defender a un cliente, sentir que puedo ayudar a hacer justicia, en fin, tú mejor que nadie sabes a lo que me refiero. Nunca volveré a dejar que mi vida se base sólo en el trabajo, aunque quisiese, no podría; soy tan feliz con los niños y Fernando, necesito tenerles cerca y ya no podría vivir sola como los últimos años en Madrid. Fernando ha dejado de pasar por la redacción, sólo va un día a entregar sus artículos, me emociona mucho su implicación con el cuidado de las niñas, ya lo hizo con Roberto y nunca me esperé otra cosa de él; pero pasamos gran parte del día pendientes de las niñas, y él no quiere volver al ritmo de trabajo en la redacción, creo que pasarán meses hasta que se planteé volver a la redacción.
Esta noche tenemos una cena con todos nuestros amigos, quizás por eso os extraño mucho más… Tenemos una verdadera familia aquí, pero los amigos que hemos dejado en España siempre estáis presentes, me gustaría tanto que pudieseis estar esta noche…
Dale un beso enorme a la niña, y recibe otro tú, recuerda que aquí tenéis una casa siempre que queráis.
Alicia Peña

Roberto se había sentado en el suelo con Tor, Fernando torció el gesto al verle y sonrió cuando notó la mirada de Alicia terminando de firmar la carta, la abrazó por detrás besándola el pelo. Alicia sonrió y se agarró a sus brazos cerrando los ojos un momento, al abrirlos se levantó pensando que quedaba todavía mucho por hacer.
-¿El salón está listo ya?
-Pues sí, - la abrazó riendo mientras Roberto se levantaba señalando el patio- a pesar de tu desorden crónico, he podido arreglarlo ya…
Alicia torció el gesto divertida, le mordió la mano en broma y se alejó para seguir con la cena, sonrió cuando Fernando aceptaba a regañadientes dejar salir al patio a Roberto. Se echó a reír porque Fernando salió con él, no iba a dejarle solo en el patio, su hijo fue directo hacia las plantas pero Fernando fue detrás y le quitó la idea empezando a hacerle cosquillas, Tor saltaba alrededor de ellos; se quedó mirándoles pensando en las dudas que había tenido en Madrid cuando supo que estaba embarazada, ella sabía que Fernando querría formar parte de la vida de su hijo, de eso nunca había dudado. A veces no podía quitarse de la cabeza que estuvo a punto de dejarle ir sin decírselo, se habrían perdido tantos momentos… Se frotó los ojos y dejó lista la cena antes de salir al patio para jugar con ellos; Roberto corría de un lado a otro seguido por Alicia, Fernando se apoyó en la puerta sin dejar de sonreír mirándoles. Resopló cuando sonó el timbre, estaba seguro que serían Pierre y Diane, los únicos capaces de interrumpir un momento así llegando más de una hora antes. Antes de abrir comprobó que sus hijas siguiesen dormidas, Andrea ocupaba la mayor parte de la cuna mientras Ana tenía un brazo sobre ella y se conformaba con el espacio que le dejaba su hermana, sonrió arropándolas y se incorporó para abrir la puerta a sus amigos. En el pasado le hubiese molestado esa interrupción, pero en ese momento sólo podía sonreír al pensar en la relación con Pierre y Diane. Abrió la puerta con una sonrisa que se congeló al ver quién era, no pudo reaccionar, llevaba meses esperando ese momento, poder ver con sus ojos que era real, que Daniel estaba vivo. Le tenía delante y no podía mover un solo músculo, Daniel sonrió recordando el momento en que había hecho que se reencontrase con Alicia, no era comparable pero su reacción le recordó a ese momento.
-¿Tanto miedo doy? Para haber regresado del infierno no estoy tan mal ¿no?
Fernando se echó a reír y le abrazó, fue incapaz de no emocionarse, desde que supo que su muerte había sido un error de identificación había necesitado volver a verle. Se abandonó a aquel abrazo intentando ignorar un matiz que había notado en la mirada de su amigo, estaba seguro que la experiencia en Colombia le había cambiado más de lo que el mismo Daniel admitía. Alicia miró hacia la cocina extrañada, ella también había pensado que serían Diane y Pierre y no entendía cómo Pierre no había salido corriendo al patio para saludar a Roberto, quizás las niñas estaban despiertas y su amigo se había quedado embobado con ellas. Le dio la mano a Roberto para entrar en casa, Tor se les adelantó echando a correr hacia el salón, Daniel se separó riéndose al ver al perro saltando por el salón, Fernando ni siquiera supo contestar a la broma sobre Tor, volver a ver a Daniel le había hecho quedarse en blanco, ni siquiera pudo acercarse a la cuna para presentarle a sus hijas, estaba completamente paralizado después del abrazo. Alicia entró agachada en el salón llevando a Roberto de la mano, cuando levantó la vista abrió la boca sin creerse que Daniel estuviese en su casa; fue Roberto el que rompió el mutismo de sus padres, echó a correr hasta quedar en frente de Daniel.
-Bonjur, qui êtes-vus?
Daniel se echó a reír, no esperaba que el niño supiese hablar francés con esa soltura, bueno, ni francés ni castellano, era todavía pequeño para ese tipo de frases. Fernando reaccionó sonriendo orgulloso al ver la impresión de su amigo, se agachó junto a su hijo torpemente.
-Roberto, es Daniel, te hemos hablado muchas veces de él, es uno de los amigos de España, es amigo de Pelayo.
Su hijo sonrió y se acercó más a Daniel alzando los brazos, Daniel le cogió mirando a Alicia, ella seguía mirándole pero sin poder reaccionar.
-Danel Epana Pelayo, amios.
Daniel le dio un suave beso sin dejar de sorprenderse, Alicia se acercó despacio y esperó a que dejase a Roberto para abrazarle, le debían mucho a ese hombre y volver a verle era algo que creyó que no podrían hacer. Al separarse se dio cuenta que Fernando había acercado la cuna para enseñarle a sus niñas, habló entre susurros presentándoselas, Alicia notó el orgullo con el que su marido hablaba, creía que era incluso más que cuando presumía de hijos con los demás, Daniel era muy importante para él y que conociese a su familia era algo que siempre había quedado pendiente, en buena parte, gracias a él habían podido formarla.
Después de que Daniel se quedase embobado con las niñas, Fernando no supo cómo continuar, llevaba meses esperando poder hablar cara a cara con él, conocer su experiencia, pero esa visita le había pillado de sorpresa. Para él era extraño tener a Daniel delante, su desaparición había producido reflexiones sobre cómo debió sentirse Alicia y, sobre todo, la manera en la que los primeros días lo miraba cómo si fuera un espejismo. Alicia sonrió tiernamente al ver el desconcierto de su marido y se echó a reír viendo los esfuerzos de Roberto porque le hiciesen caso; Daniel se puso a hablar con el niño y Fernando les miró emocionado. Alicia se acercó besándole el cuello y le preguntó si estaba bien, sonrió a Alicia y la abrazó contemplando la conversación de su amigo y su hijo. Fue Alicia la que le recordó la cena, se había olvidado por completo que esa noche tenían visitas, le gustaría poder anularlo y simplemente sentarse en el sofá y hablar con Daniel.
-Puedo ir bañando a Roberto y así vosotros… Podéis hablar, –miró a Fernando sonriendo, él seguía paralizado- Daniel, estás en tu casa, te quedarás a la cena ¿verdad?
-No sé, no quiero molestaros, he venido sin avisaros y…
-Y nada –Fernando reaccionó al pensar que su amigo podría irse sin tener oportunidad de hablar con él- te quedas a cenar, es la presentación de nuestras hijas y no se me ocurre mejor celebración que tenerte con nosotros. Por cierto, ¿Belén no ha venido?
Daniel se frotó las manos nervioso, las cosas entre Belén y él no estaban claras, quizás por eso no había insistido cuando su mujer le propuso quedarse en el hostal en vez de acompañarle a ver a sus amigos.
-Belén está descansando en el hostal, quizás debería llamarla y…
-Por supuesto, -Fernando se movió para acercar el teléfono- llámala, sabes que está invitada también, siempre que le apetezca, claro…
Fernando no sabía qué pensar, había notado las dudas de Daniel pero no quería preguntarle, prefería que fuese su amigo quien le contase cómo estaba su vida sin agobiarle. Le dejaron solo en el salón para que llamase, Daniel se quedó mirando a las hijas de sus amigos y sonrió, eran hijas de Fernando, él siempre supo que conseguiría superar el momento en el que estaba cuando le conoció, pero conocer a sus tres hijos era demasiado. Acarició la mano de una de las niñas y cogió el teléfono todavía dudando, se iban a Alemania, quería empezar de cero en otro país encontrando su lugar en el mundo, aunque Belén no le había dicho nada en contra, no habían hablado de ello, había decidido irse sin darle a Belén la oportunidad de opinar, en unas semanas estarían instalados en Alemania y, desde que salieron de Madrid, su relación había sido tensa. Fernando se echó a reír mientras preparaba el baño, Roberto no dejaba de preguntar por Daniel, al oírle fue consciente que era real, que su amigo estaba en casa.
-Creo que no está bien Alicia…
-Está vivo y eso es lo importante, lo irá superando; seguro que estos días en París le ayudarán… -sonrió viendo la mirada de Fernando, esa visita era muy especial para él- Fernando, sal con él, tenéis mucho de qué hablar y yo puedo bañar a Roberto. Además, -sonrió remangándose- te puede ayudar a preparar las dos mesas en el salón.
-Gracias Alicia –la besó suavemente y sonrió al notar el abrazo de su hijo- llámame si necesitas ayuda.
Besó a Roberto y salió despacio esperando que su amigo ya hubiese terminado la llamada, le encontró sentado en el sofá mirando a sus hijas, sonrió y sirvió dos copas.
-¿Quieres una? –le ofreció la copa y se mordió el labio al ver su mirada cansada, miró a sus hijas y sonrió- Hace días que no hacemos otra cosa que estar pendientes de ellas, incluso Roberto se pasa el día cuidándolas.
-Son preciosas, enhorabuena Fernando, te costó pero ahora tienes una vida que vivir.
-Sí… Y en buena parte gracias a ti, –se sentó mirándole directamente- Daniel, has ayudado a muchas personas, te mereces ser feliz, tener tu vida con Belén o…
-Supongo que sí, –sonrió al notar el cuidado con el que Fernando había nombrado a su mujer- la verdad es que no sé qué quiero, ni qué busco… Quiero a Belén, nos vamos a Alemania, he encontrado un trabajo… Pero sólo ahora que nos hemos vuelto a alejar de Madrid me doy cuenta que he decidido sin contar con ella; fui yo quien quiso irse a Colombia y ya has visto el resultado…
-Pero tú no eres culpable de lo que pasó en Colombia, –encendió un cigarro mirando a su amigo, le costaba verle así- tú fuiste allí a ayudar.
-No, Fernando, fui allí creyendo que tenía algo que enseñar a esas personas, desde que me secuestraron he pensado mucho en ti –le miró esperando encontrar comprensión en su amigo- tú decías que siempre te sermoneaba, que me subía al púlpito y…
-Daniel –tragó saliva pensando en haber sido causante del estado de Daniel- siento aquello, yo…
-No, no lo sientas; es así, era así… Hasta que no conocí a las personas que me secuestraron no fui consciente de estas cosas… Yo creía que ayudaba a la gente a encontrar su camino, pero en realidad intentaba transmitirles mis ideas, mis creencias… -dio un trago terminando la copa- No era consciente pero me creía superior y sentía el deber de mostrarles el camino; creo que ahora te entiendo mejor que nunca… Hay momentos en los que no puedes quedarte impasible, en que tienes que actuar aunque signifique hacer algo terrible… Si no paras a las personas que matan, seguirán haciéndolo… Hace meses que no creo en Dios, y espero que no exista porque lo que no aceptaría es que permitiese tanto sufrimiento en el mundo.
Fernando expulsó el humo que había contenido mientras escuchaba a Daniel, aquel hombre poco tenía que ver con la persona que pasaba horas jugando al ajedrez con él aunque tampoco él mismo parecía el que se sentó al otro lado de la mesa. Apartó la mirada, nunca se habría imaginado esas afirmaciones de parte de Daniel, miró a sus hijas y suspiró, no podría soportar que sus hijos llegasen a pasar algo parecido a lo que pasaron Daniel, Alicia o él, le gustaría que no conociesen esa parte del ser humano, la crueldad del mundo… Se levantó y sirvió otra copa para Daniel, en ese momento llegaron las risas de su hijo del baño, iba a servirse una copa para él pero decidió no hacerlo. Volvió a sentarse junto a Daniel sin saber qué decirle, le gustaría tener la palabra exacta para su amigo, ayudarle como él lo hizo en el pasado.
-Daniel… Por mucho que pienses que intentabas moralizar, por mucho que yo te lo reprochase… A mí me ayudaste de verdad, de eso no puedes dudar, y como a mí a mucha más gente; puedes dudar de tu fe, de la bondad de todos los seres humanos, pero no de tu ayuda. Si no llega a ser por ti, probablemente yo no hubiese vuelto a ver a Alicia, nosotros cinco no estaríamos aquí, ¿por qué no te sientes responsable también de eso? Mira, yo antes de volver a ver a Alicia pensaba que no se podía ser feliz cuando tanta gente sufre en el mundo… Pero ella me enseñó que no es así, pensar eso es dejarse vencer por la realidad… Daniel, has sobrevivido a tu experiencia en Colombia, -le miró directamente, no le gustaba dar consejos pero se sentía en deuda con él por todo lo que había supuesto en su vida conocerle- no hagas como yo, tardé 10 años en comprender que tenía una vida que vivir, que había sobrevivido por algo y que no podía pensar que debí morir aquella mañana. Estoy seguro que para Belén fue un sueño volver a verte después de creer que habías muerto… Muchas veces pienso en lo que sufrió Alicia por no decírselo antes, piensa en Belén, en lo que ha supuesto para ella que regreses.
-No sé, Fernando… Belén ha dejado todo por mí, lo dejó cuando nos fuimos a Colombia y lo ha vuelto a dejar, pero yo ya no soy el mismo, no puedo serlo…
Fernando iba a hablar cuando Andrea empezó a llorar, se levantó para cogerla en brazos, miró el reloj pensando que quedaba poco para que empezasen a llegar sus amigos; dejó que Daniel cogiese a su hija. No sabía muy bien qué decirle, jamás pensó que Daniel pasaría por algo así; además, ni siquiera había hablado de sus meses secuestrado, le preocupaba mucho eso, sabía por experiencia que guardarse algo así hacía mucho daño. Sonrió al ver la tranquilidad que se reflejaba en la cara de su amigo al tener a Andrea en brazos, estuvo a punto de echarse a reír porque parecía que su hija se parecía en eso a Roberto, los dos eran muy oportunos para intervenir en situaciones así y hacer que dejasen de estar tensos. Observó la primera sonrisa de Daniel dedicada a su hija y le hizo recordar que era un hombre fuerte y saldría reforzado de toda aquella amargura que ahora le rodeaba.
Alicia se sentó en el quicio de la bañera observando a su hijo, sonrió abiertamente mientras él mantenía un monologo del cual, intuía, parecía querer que sus hermanas se bañasen con él. Pasó un rato mirando cómo Roberto jugaba con el agua, le preocupaba Daniel pero, sobre todo, Belén; ella sabía lo difícil que era enfrentarse a volver a ver al amor de tu vida después de pensar que estaba muerto, y también lo difícil que era aceptar que no estaba bien, que había cambiado a causa de todo lo que le había pasado. Le gustaría que esa noche Belén acudiese, apenas la conocía, sólo la vio una vez en el Hostal el día que conoció a Inés, pero le gustaría poder apoyarla, que no se sintiese sola en esos momentos. Se echó a reír porque Roberto había salpicado agua y la había mojado, empezó a contarle que esa noche tenían fiesta, cuando le preguntó por Daniel, le contó que era un amigo muy importante de su padre, algo así como si fuese otro tío, como el tío Pierre. Miró a la puerta cerrada al oír llorar a Andrea, estaba segura que su hija conseguiría que la conversación no fuese tan complicada, sólo con mirar a la niña se olvidarían de todo. Salió del baño y, antes de entrar a la habitación para vestir a Roberto, miró de reojo hacia el salón, Fernando susurraba contándole a Daniel alguna anécdota de las niñas mientras Daniel tenía a Andrea en brazos. Sonrió porque nunca había visto a su hija tan calmada tanto rato; tuvo que convencer a Roberto para que no fuese corriendo a ver a sus hermanas, le llevaba envuelto en la toalla y todavía tenía que prepararle para la cena. Se dio cuenta que Fernando no había preparado las mesas, pero en ese momento no importaba nada, Daniel estaba con ellos y tenían que aprovechar el poco tiempo que tuviesen, además, estaba segura que sus amigos estarían dispuestos a echar una mano cuando llegasen. Le costó vestir a Roberto, estaba más animado que nunca y no dejaba de preguntar por sus hermanas, por Daniel e incluso por Pelayo, suspiró pensando en Pelayo, le gustaría tanto que pudiese estar con ellos esa noche, aunque sabía que estaban muy ocupados con el embarazo de Manolita, pero en momentos así le costaba más que nunca estar lejos. Fernando se levantó al oír gimotear a Ana, Daniel se echó a reír por la diferencia del llanto de las dos hermanas, cogió a la niña y se sentó junto a su amigo explicándole todas las diferencias de sus hijas. Le miró detenidamente cuando Daniel empezó a hablar de Colombia, las primeras semanas habían sido complicadas pero poco a poco se habían ido acostumbrando hasta que le secuestraron. Daniel hablaba tranquilo, estaba atento a cada gesto de Andrea y sonreía sin poder evitarlo aunque estuviese hablando de lo mal que lo pasó; a Fernando le sorprendió cómo hablaba de sus secuestradores. Pensó que había sido muy duro para él, pero la experiencia le había enseñado mucho, Ana se estiró bostezando y se echaron a reír, Alicia salió en ese momento, Roberto se soltó de la mano para ir corriendo hasta el sofá y besar a Ana. Después se acercó a Daniel, éste se quedó sorprendido por la mirada examinadora que le estaba dedicando, Fernando se rascó el pelo y bromeó con lo protector que era con sus hermanas. Roberto terminó sonriendo y pasó la mano por la cara de Andrea llamando a Daniel y preguntándole por Pelayo, Alicia no pudo evitar echarse a reír, Fernando la miró y tragó saliva pensando en lo guapa que estaba con ese vestido, apartó la mirada agradeciendo no estar solos. Se levantó pensando en la cena, le gustaría poder quedarse toda la noche hablando con Daniel, pero era la fiesta para sus hijas, dejó a Ana en brazos de Alicia y empezó a mover la mesa. Alicia preguntó si Belén acudiría a la cena, sonrió al saber que sí, incluso propuso ir a buscarla al hostal en el que estuviesen, pero Daniel aseguró que ya habría cogido un taxi; se mordió el labio al ver la poca atención que ponía en la conversación, tenía a Andrea en brazos y hablaba con Roberto casi sin prestarle atención a ella. Fernando había escuchado a Daniel que Belén sí iría, sonrió mientras preparaba las mesas, esperaba que esos días les viniesen bien como pareja, sabía cuánto se querían pero Daniel tenía mucho que superar. Roberto echó a correr hacia la puerta al oír el timbre, Fernando se rio de la cara perpleja de Daniel, le había dejado con la palabra en la boca, cogió a su hijo para que le ayudase a abrir la puerta, Tor se quedó al lado de Daniel y Alicia sin perder de vista a las dos niñas. Como ya había esperado, los primeros en llegar fueron Diane y Pierre, dejó que su amigo cogiese al niño mientras él saludaba a Diane; Alicia se levantó a la vez que Daniel, sonrió porque esa noche iba a ser muy especial. Pierre iba a saludar a Fernando cuando vio a Daniel, se quedó con la boca abierta, había sido él quien le había contado a Fernando que le habían matado en Colombia, después se alegró cuando Fernando le contó que había sido una confusión, pero al verle no pudo evitar una sensación extraña. Fernando cogió a Andrea de brazos de Daniel y se emocionó al ver el abrazo de los dos, se conocían muy poco, pero sabía lo que le había afectado a Pierre tener que contárselo, además, para él eran dos grandes amigos muy importantes, que se llevasen tan bien le hacía feliz. Alicia saludó a Diane sonriendo, Ana se había vuelto a quedar dormida en brazos de su madre mientras Andrea no dejaba de gimotear en brazos de su padre. Roberto interrumpió el abrazo de Pierre y Daniel llamando a su tío Pierre, le contó que Daniel era un amigo de España y de Pelayo, se echaron a reír ante la seriedad del niño al dar esa información. Después de la presentación de Diane y Daniel, ésta empezó a preparar todo quitándose importancia, era consciente de lo importante de esa visita así que no quería que sus amigos perdiesen el tiempo con la mesa o la cena. Fernando suspiró porque le hubiese gustado hacerlo a él, pero la verdad era que no podía dejar de pensar en Daniel y observarle. Alicia dejó a Ana en la cuna, todavía les quedaba un rato para la toma, en cambio Andrea seguía muy despierta y llamando la atención de Daniel; sin que se diesen cuenta cogió la cámara de fotos, hizo una de Daniel con su hija, después miró a Fernando, él se emocionó y posó con Roberto junto a Daniel y Andrea. Pierre era incapaz de hablar, miraba a Daniel casi sin creérselo, Fernando le tomó el pelo obviando que a él le había pasado lo mismo al verle.
Sin que se diesen cuenta la casa empezó a llenarse, sus amigos iban llegando, las presentaciones se sucedieron, al igual que los piropos a sus hijas, Alicia y Fernando sonreían orgullosos con cada uno de ellos, además, miraban sonriendo cuando también saludaban a Roberto como siempre y era el niño quien no actuaba igual que otros días, no dejaba de estar pendiente de sus hermanas, no le gustaba que tanta gente estuviese allí cuando ellas tenían que dormir. Fernando no dejaba de sorprenderse con su hijo, miraba a sus amigos con el ceño fruncido simplemente valorando la situación, por suerte, eran décimas de segundo hasta que comenzaba su extensa charla-monólogo produciendo las delicias de todos. Alicia bromeó con Fernando sobre lo mucho que se parecía a él siento tan protector, Daniel se mantuvo en segundo plano, aunque ellos no dejaban de mirarle o acercarse a él para comentarle cualquier cosa; para Fernando fue muy especial presentarle a Antonio, no se conocían pero tenían algo en común, la Plaza de los Frutos, esa plaza que no dejaba a nadie indiferente después de compartir un tiempo con los vecinos. Realmente la plaza y el barrio habían cambiado mucho, pero Antonio y Daniel enseguida empezaron a hablar del Asturiano, y sobre todo de Marce y Pelayo; Antonio miró a Fernando de forma cómplice, abrazó a Loan mientras le explicaba en francés que ese hombre era de España y conocía a sus amigos. Fernando se dio cuenta en ese momento que, a pesar de la conversación de esa tarde y de que hubiese aceptado el trabajo, nada le separaría de su familia, Antonio no volvería a cometer ese error. Fue Roberto quien presentó a Liberto y Daniel, Daniel no dejaba de sorprenderse por la capacidad del niño para fijarse en todo y actuar como si tuviese más edad; Liberto sonrió a Daniel cuando empezó a hablar de Pelayo y su familia. Todavía faltaban amigos por llegar, pero cuando Fernando fue a abrir, se encontró con Belén y una chica, se mordió el labio sin saber cómo saludarla, la última vez que la vio fue cuando le pidió volver al Hostal, entendía que no le cayese bien; por suerte, tener a Andrea en brazos le dio la oportunidad de disimular su nerviosismo, Belén sonrió y se inclinó para ver a la niña. Daniel se acercó a la puerta, sonrió al ver a su amigo tan apurado, presentó a Fernando y Dorita y se echó a reír cuando Roberto saludó a Dorita, tenían un carácter tan parecido que enseguida empezaron a hablar casi sin importarles los demás. Fernando sonrió al notar el desparpajo de esa chica, no sabía qué podía significar para Daniel, pero le parecía una gran chica, saludó a Belén dándole la mano cuidadosamente para que su hija no se molestase. Alicia saludó a Belén con un abrazo que la pilló desprevenida, era la primera vez que esa mujer era tan cercana con ella, Belén no lo entendía, pero Alicia sabía lo que era reencontrarse con su amor después de creerle muerto, quería apoyarla. Le hubiera gustado tener confianza con Belén y poder sincerarse con ella, incluso contarle toda su historia, por suerte vio en la mirada de esa mujer esperanza y la forma en la que trababan a Dorita le hizo pensar que podía ser ese nexo de unión para superar la distancia que existía actualmente entre ellos. Belén sonrió cuando Fernando le ofreció coger a Andrea, le miró tiernamente pensando que nunca habría creído que él sería padre, la última imagen que tenía de Fernando era después de robar en el Hostal, se había disculpado pero no podía quitarse esa sensación. Fernando respiró hondo al ver los esfuerzos de Belén por intentar mostrarse relajada, esperaba que esa noche dejasen atrás el pasado. Siguieron llegando amigos, Alicia no podía evitar reírse al ver a Fernando ir de un lado a otro atendiendo a todos los invitados y, por supuesto, sin perder de vista a sus tres hijos, con Roberto lo tenía un poco más complicado, se había integrado totalmente en esa reunión, iba de un lado a otro hablando con todos los invitados, esa noche tenía una nueva compañera, Dorita se había quedado encantada con el niño y le seguía a todas partes. Pierre les miró divertido, estaba seguro que si Roberto fuese más mayor o Dorita más pequeña, serían la pareja perfecta para trastear y volver locos a todos. Loan se había quedado sentado junto a Tor, Grace y Antonio no dejaban de estar pendientes de él, era la primera reunión a la que iba su hijo y parecía cohibido.
Fernando trató de calmar a Andrea pero se acercaba la hora de comer y su hija no pensaba esperar, acompañó a Alicia a la habitación, ella movió la cuna para tener a Ana allí; se echaron a reír cuando Roberto echó a correr hasta llegar hasta ellos. Dorita se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, Fernando se disculpó con ella divertido, al final, Dorita se sentó junto a Loan, el niño la miraba dudando pero terminó pronunciando su primera palabra en castellano para poder hablar con ella. Alicia se sentó en la mecedora, Fernando dejó a Andrea en sus brazos y se quedó mirándolas, Roberto se había sentado en la alfombra mirando a Ana.
-Fernando, debes salir, nosotros no tardaremos nada… Además, Roberto estará pendiente de todo, ¿verdad mi amor?
-De todo papá, Ana momir Anea omer, uidar.
Fernando besó a Roberto sonriendo, le costaba dejarles allí pero sus amigos estaban fuera esperándoles, besó suavemente a Alicia y salió justo en el momento en que sonaba el timbre. Sonrió mientras caminaba hacia la puerta, sólo quedaban por llegar Sophie y Gabrielle, estaba seguro que había sido culpa de Sophie llegar tarde, desde que las vio juntas, Sophie había dejado de ser tan reservada y poco a poco iba conociéndola mejor. Las saludó riéndose, Sophie torció el gesto mientras Gabrielle sonreía abiertamente; cuando las presentó a Daniel y Belén se dio cuenta de la cara que se le quedó a su amigo, se mordió el labio esperando que ninguno se sintiese incómodo. Daniel las saludó amablemente pero no pudo evitar fijarse en los gestos que tenían entre ellas; en el pasado quizás no las hubiese entendido, incluso podría haber pensado que necesitaban ayuda, no se lo hubiese dicho pero lo hubiese pensado… En ese momento sólo podía sentir envidia al ver la felicidad que reflejaban, sólo con mirarse se notaba su amor; miró a Belén deseando volver a estar así con ella, no iba a ser fácil pero lo único que tenía claro era que la quería y lucharía porque su matrimonio saliese bien. Escuchó de fondo a Dorita y sonrió, ella necesitaba ayuda pero ellos también, empezaban los tres una nueva vida y serían felices juntos, apretó la mano de Belén mientras se apartaban intentando pasar desapercibidos. Fernando se quedó mirándoles pero apartó la mirada para no hacerles sentir incómodos, sonrió relajado pensando que lo conseguirían, Daniel lo conseguiría porque era una gran persona y quería a Belén. Dejó a sus amigos charlando, le parecían curiosos los grupos de conversaciones, todos se integraban a la perfección, estaba seguro que ni notarían que había ido a la habitación. Entró sigilosamente en la habitación para observar a su familia, Roberto intentaba explicarle a su hermana Andrea quienes estaban en casa, incluso dudó en ir a buscar a su amigo Loan que ese día parecía un poco cortado. Andrea acababa de comer, la cogió en brazos sentándose junto a su hijo y juntos contemplaron cómo Ana comía tranquilamente. Alicia le preguntó entre susurros por la reunión, sonrió al saber que ya estaban todos, tenía muchas ganas de compartir esa cena con sus amigos, se rio suavemente porque sabía que la mayoría de las conversaciones serían sobre sus hijos.
-Fernando, ¿crees que Belén y Daniel querrán quedarse? Bueno, sé que han venido con Dorita, pero podemos arreglárnoslas para estar cómodos en casa.
-Creo que necesitan tiempo, Alicia; aunque pensándolo bien, Dorita podría quedarse esta noche y así ellos pueden hablar… Creo que no han hablado de verdad antes de dejar Madrid, pero sé que estarán bien, se quieren tanto.
Alicia sonrió, sabía qué estaba recordando su marido, había tardado en contarle las conversaciones que tuvo con Daniel cuando se conocieron, pero recordaba muy bien lo que Fernando había pensado sobre su relación con Belén, Daniel no la incluiría entre sus prioridades, en el fondo, Daniel y él tenían muchas cosas en común. El tiempo, y lo que Daniel pasó en Colombia, le había quitado la razón a Fernando, Belén y su vida con ella sí eran una prioridad para Daniel ahora, igual que le pasó a Fernando cuando se reencontraron y le pidió que se fuese con él. Ana terminó de comer y Alicia se levantó de la mecedora para sentarse junto a ellos; besó a Fernando y apoyó la cabeza en su hombro. Estuvieron un momento contemplando cómo sus hijas iban quedándose dormidas mientras Roberto les contaba un cuento.
Tuvo que ser Alicia la que les recordase a Fernando y Roberto que tenían una cena, ni siquiera el suave barullo que llegaba desde el salón les hizo reaccionar; se levantó dejando a Ana en la cuna, Fernando dejó a Andrea y sonrió cuando Roberto se acercó a arroparlas. Decidieron dejarlas en la habitación, de todas formas, Alicia estaba segura que cada poco tiempo Fernando entraría a ver cómo estaban; salieron de la habitación intentando convencer a Roberto de que sus hermanas tenían que dormir solas como hacía él por las noches. Alicia sonrió al ver que Diane estaba actuando de anfitriona, había repartido copas y sacado algunos platos con embutido y canapés, le dio las gracias sonriendo, Pierre alzó la copa para brindar por sus amigos, Fernando abrazó a Alicia mientras Roberto corría de un lado a otro seguido por Tor y Dorita, Loan se les quedaba mirando riéndose pero sin atreverse a jugar con ellos. Fernando se rascó el pelo un tanto incómodo con las palabras que le dedicó su amigo, besó a Alicia antes de decidirse a hablar.
-A mí me gustaría brindar por Daniel, por la sorpresa que nos ha dado apareciendo justo esta noche, y por Belén, porque se merecen ser felices juntos –les miró sonriendo y se giró para mirar a Alicia- y, por supuesto, brindo por Alicia, la mujer más valiente y fuerte que he conocido nunca. Si hoy estamos celebrando el nacimiento de nuestras hijas es gracias a ella.
Alicia sonrió emocionada y chocó su copa con la de Fernando, era la primera copa que tomaba en meses, la saboreó sin dejar de mirar a Fernando, en ese momento parecía que estaban solos en casa, tanto que cuando sus amigos empezaron a hablar Alicia se sonrojó por la intensidad de la mirada. Fernando se echó a reír y encendió un cigarro mientras hablaba con Daniel, sonrió al escuchar lo que significaba Dorita para ellos, estaba claro que a esa chica le había pasado algo para querer irse de Madrid, vio cómo trataba a su hijo y suspiró pensando en lo injusto que era que alguien como ella tuviese ya cosas horribles en su pasado. Apretó el hombro de Daniel, estaba seguro que los tres podrían superar todo y construir su propia familia; Alicia aprovechó para charlar con Belén, empezaron hablando de Madrid, posiblemente una de las pocas cosas que tenían en común.
-Belén, espero que no te haya molestado mi saludo… No quiero agobiarte ni meterme donde no me llaman, pero si necesitas hablar, quiero que sepas que no tengo ningún problema en escucharte, yo… Bueno, sé que vuestra situación no es muy fácil y si puedo ayudar me encantaría hacerlo.
-Gracias Alicia… ¿Sabes? Manolita me ha hablado mucho de ti, –Alicia sonrió emocionada- te confieso que no tenía muchas ganas de venir… Ver a Fernando me recuerda lo que pasó en el Hostal, pero me ha gustado veros juntos, conocer a vuestros hijos. Gracias por invitarme, nos quedaremos unos días en París así que puede que tengamos oportunidad de hablar tranquilamente.
Alicia apretó la mano de Belén y empezaron a hablar con el resto, las conversaciones se mezclaban, sus amigos estaban muy animados pero alguno de ellos siempre terminaba preguntando por las niñas, Fernando sacó el primer álbum de fotos de sus hijas y lo mostró orgulloso. Se rio en voz baja cuando Alicia disimuló para fumarse un cigarro, se acercó a ella, la besó el cuello y se le quitó para darle una calada, se lo devolvió mirándola y riendo. Alicia sonrió y dio una larga calada, llevaba meses queriendo fumar un cigarro, lo apagó sonriendo y abrazándose a Fernando.
Empezaron a cenar sin dejar de hablar unos con otros, Fernando no dejaba de fijarse en el ambiente, no podía recordar otra reunión más numerosa, se reía de sí mismo pensando en lo que hubiese dicho de esa cena unos años antes; Alicia hablaba con todos despreocupadamente, de vez en cuando notaba que Fernando no estaba en el salón y sonreía, Roberto y él se escabullían para comprobar que las niñas estaban bien. Estuvo pendiente de Belén y Daniel, no quería que se sintiesen extraños ni que el idioma fuese una barrera, Daniel y Gabrielle hablaban con total confianza, la historia del pasado español de su amiga les daba un tema de conversación común. Sophie sonrió al saber que había sido cura, nunca lo habría dicho, Antonio empezó a hablar con Belén de los años de la guerra, al recordar a Andrea miró a Liberto, que en ese momento hablaba con Alicia, sus hijos eran lo más importante y nunca les dejaría solos. Diane seguía actuando de anfitriona para que sus amigos no se preocupasen de nada, en cambio Pierre estaba al lado de los niños; Roberto, cuando volvía de ver a sus hermanas, hacía todo lo posible por integrar a Loan, aunque no dejaba de prestar atención a Dorita, se reía a carcajadas de todas sus bromas, Tor terminó por cansarse y se tumbó en la caseta intentando dormir pero abriendo un ojo cada vez que escuchaba a Roberto. Emile habló con Alicia, tenía una propuesta de trabajo, además, le informó que la editorial estaba pensando en sacar una segunda edición del libro, hacía semanas que Alicia no pensaba en cómo iban las ventas, sonrió entusiasmada al saber que iban mucho mejor de lo esperado por la editorial. Intentó que Emile le diese más datos sobre ese nuevo proyecto del que le habló, pero fue imposible; arrugó la nariz riéndose y buscó con la mirada a Fernando, estaba sentado en el sofá fumando un cigarro y contemplando a todos sus amigos, se sentó junto a él y le abrazó. Se echaron a reír cuando Pierre dijo que sacaba a Tor a la calle, Roberto y Dorita se empeñaron en ir con él mientras Loan se abrazó a su padre, Antonio no dejaba de preocuparse por él, entendía que le costase estar en una reunión con tantas personas, pero Roberto era su amigo y ni siquiera dejaba que le integrase en los juegos. Grace se sentó junto a Antonio y juntos hicieron que su hijo dejase de estar reticente; Alicia sonrió y les sacó una foto, le parecía increíble la capacidad de los tres, Loan llevaba poco tiempo con ellos pero ya era su hijo, él les trataba como sus padres y sonreía con cada gesto de ellos. Fernando puso un poco de música, el disco preferido de Alicia, Belén sonrió al escuchar canciones en castellano y sacó a bailar a Daniel, Fernando les miró sonriendo, le gustaría tanto que se quedasen en París, pero lo importante era que fuesen felices, que se recuperasen juntos y encontrasen su lugar. Miró el reloj pensando en el frío que debía hacer en la calle, esperaba que Pierre no se entretuviese, Alicia le miró resoplando sabiendo qué estaba pensando, le cogió de la mano para bailar. Miró alrededor antes de abrazar a Alicia, se echó a reír porque sus amigos no estaban prestándoles atención, sólo Belén y Daniel y ellos estaban bailando. Antonio cogió la cámara de video para grabar ese momento, miró a Grace con Loan y se echó a reír, su mujer y él no eran de bailar. Fernando disfrutó el baile pero no dejó de estar pendiente de Daniel, junto a Belén su mirada se transformaba, no quedaba ni rastro de la sombra a causa de lo que pasó en Colombia; tampoco dejaba de estar pendiente de la habitación por si sus hijas se despertaban, además de pensar que Pierre estaba tardando mucho. Alicia le tomó el pelo riéndose, no estaba centrado en el baile, le besó y sonrió cuando él se separó al oír la puerta, Roberto corrió hacia él para abrazarle y le preguntó por sus hermanas. Alicia sonrió y dejó que fuesen a la habitación, bromeó con Diane sobre lo parecidos que eran, en realidad ella también tenía ese impulso de ir a comprobar que todo estaba bien, pero dejaba que lo hiciese Fernando porque si no se pasarían la noche los cinco en la habitación. Se sentó junto a Grace haciendo cosquillas a Loan, le propuso coger uno de los juguetes de Roberto, el niño torcía el gesto sin decidirse pero, al final, Alicia le sonrió ofreciéndole la mano y fueron a la habitación a coger el piano que tanto le gustaba. Cuando entró en la habitación, Fernando estaba cogiendo a Ana, debía llevar un rato despierta pero como nunca se quejaba, sólo se dieron cuenta cuando entraron a la habitación. Roberto sonrió a Loan pero le hizo un gesto con el dedo para que no hablase, Andrea seguía dormida, Fernando estuvo a punto de echarse a reír, besó a Ana y decidió salir con ella, sus amigos habían venido para celebrar su nacimiento y, aunque le costaba, entendía que quisiesen coger a sus hijas. Alicia ayudó a Loan a coger el piano y tuvo que insistir para que Roberto saliese, no quería dejar sola a su hermana; cuando iba a cerrar la puerta escuchó cómo Andrea empezaba a llorar, sonrió porque nunca se había quedado sola en la cuna, siempre se despertaba primero que su hermana. Acompañó a Loan hasta el salón y esperó a que se sentase en la manta para dejarle el piano, miró a Fernando, que miraba hacia la habitación frenando su impulso de salir corriendo para coger a Andrea, le besó y fue a la habitación a buscar a su hija. Fernando dejó que Daniel cogiese a Ana, sus amigos dejaron las conversaciones para mirar a la niña, Roberto se puso al lado de Daniel mirando atentamente a su hermana. Andrea dejó de llorar cuando su madre la cogió en brazos, manoteó feliz a la vez que Alicia la besaba; al llegar al salón, se puso junto a Fernando y dejó que sus amigos cogiesen a su hija. Fernando la abrazó mientras contemplaban cómo sus hijas enamoraban a sus amigos, se echaron a reír al ver que Roberto se movía de un lado a otro intentando estar pendiente de sus dos hermanas. Fernando disfrutaba mucho de ver a Daniel con sus hijos, en ese momento tenía a Andrea en brazos y hablaba con Roberto contándole cosas de España, Alicia se echó a reír al ver la cara de su amigo cuando Andrea empezó a llorar desconsoladamente.
-No te preocupes, tiene hambre y mucho carácter…
Cogió a su hija sonriendo y susurró a Fernando que se quedase en el salón, la vio entrar a la habitación seguida por Roberto que no dejaba de girar la cabeza, guiñó un ojo a su hijo, se repartían el trabajo de cuidar a las dos. Roberto le llamó intentando guiñar un ojo pero guiñó los dos, Fernando no pudo aguantarse la risa. Ana estaba en brazos de Grace, Loan parecía muy serio viendo cómo su madre cogía a una niña a la que hacía mucho caso, Fernando se agachó a jugar con él, Loan aporreaba el piano mientras hablaba en francés, dividió su atención entre él y Ana. Alicia sonrió cerrando los ojos, escuchaba de fondo las suaves voces de sus amigos, podía distinguir la voz de Fernando, en ese momento hablaba del primer paseo con los tres niños; Roberto se acercó a la mecedora y se agarró a sus piernas sin dejar de mirarla. Contempló a su hijo mientras Andrea terminaba de comer, estaba muy cansada, atender a las dos niñas les llevaba la mayor parte del día, pero no podía ser más feliz.
-Mi amor, ¿vas a avisar a papá para que venga con Ana?
-Avitar a papá.
Roberto se inclinó para besar la mano de su madre y salió corriendo de la habitación, Alicia sonrió emocionada, era tan responsable y les ayudaba tanto que parecía que tenía más edad. Fernando se echó a reír al notar cómo Roberto tiraba de su mano, dejó a Loan con el piano y se giró para mirar a su hijo.
-Papá Ana omer Anea teminó.
Besó a su hijo emocionado y se levantó deprisa, Ana estaba en ese momento en brazos de Sophie, la cogió y sin perder tiempo fue a la habitación seguido por Roberto. Miró a Alicia sonriendo, dejó a Ana en sus brazos cogiendo a Andrea para cambiarla, Roberto se puso a su lado queriendo ayudar.
-Alicia… Es increíble, ha ido a avisarme, no se ha fijado en nadie más sólo me tiraba de la mano.
-Claro, porque yo se lo pedí, ¿verdad mi amor?
-Mamá apa.
Se echaron a reír entre susurros para no molestar a sus hijas, cuando terminó de cambiar a Andrea se quedó mirando a Alicia, cada segundo con ellos era especial, disfrutaba cada momento con su mujer y sus hijos y no porque pensase que podría ser el último, como había hecho hacía muchos años. Resopló cuando Alicia le dijo que debía salir, Roberto le dio un beso recordándole que se repartían el trabajo, era imposible no sonreír emocionado ante esas afirmaciones de su hijo. Dejó a Andrea ya dormida en la cuna y salió despacio cerrando la puerta, sonrió a Pierre cuando le ofreció una copa, se echó a reír al ser consciente de lo bien que le conocía su amigo. Alicia disfrutó de la sensación de amamantar a Ana mientras Roberto se quedaba frente a la cuna vigilando a Andrea; cuando se levantó para cambiar a Ana, Roberto giró la cabeza vigilando qué hacía.
-Mi amor ¿no estás cansado? Es muy tarde y hoy no has echado la siesta.
-Momir luego, hay festa.
Alicia se agachó para besarle, normalmente alzaba la voz cuando decía que había fiesta, pero en ese momento había sido sólo un susurro. Tumbó a Ana en la cuna y se quedó mirando cómo se arrinconaba a un lado pasando el brazo por encima de su hermana. Cogió a Roberto en brazos para dejar dormir a sus hijas, estaba segura que su hijo preferiría quedarse con ellas, por suerte, Loan estaba más animado y Roberto se puso a jugar con él y el piano. Fernando notó el cansancio de Alicia y la hizo sentarse en el sofá, las conversaciones se cruzaban, de fondo la música sonaba baja pero Daniel y Belén volvían a bailar; Dorita se sentó junto a ellos preguntando si eran comunistas. Fernando se echó a reír mirándola tiernamente y le preguntó qué opinaba ella de los comunistas, oírla hablar de Pelayo o la gente del Pozo le hizo pensar que había esperanzas para España, aunque, en realidad, Dorita también huía por las injusticias. Alicia le propuso quedarse esa noche en su casa, así podría jugar con Roberto, Dorita no estaba segura pero, al final, consiguieron que les dijese que era para no molestarles a ellos o a Belén y Daniel.
Las horas pasaron volando, las anécdotas de sus hijas y de Roberto, los piropos de sus amigos a los tres niños, los juegos de Loan y Roberto, las conversaciones sobre la situación de España o Francia, las buenas noticias sobre sus respectivas vidas… Fernando miró el reloj cuando Antonio y Grace dijeron que debían irse, eran casi las dos de la madrugada, Roberto seguía tan despierto como a primera hora de la mañana. Se despidieron poco a poco de sus amigos agradeciéndoles que hubiesen ido a celebrar el nacimiento de sus hijas, sonrieron cuando se dieron cuenta que sólo quedaban Belén y Daniel, Roberto se acercó a Daniel y alzó los brazos para que le cogiese. A Fernando le hubiese gustado que no se fuesen, seguir hablando con él, pero el día había sido muy largo; fue Alicia la que les dijo que Dorita se podía quedar, Belén miró a la chica dudando pero vio que le apetecía y si no aceptaba era por ellos. Al final, Dorita aceptó pero tardó en despedirse de Belén y Daniel; Fernando volvió a abrazar a Daniel, cerró los ojos volviendo a sentir todo lo que sintió al verle en la puerta de su casa. Roberto miraba a su padre sonriendo, Alicia le besó contándole lo importante que era Daniel para Fernando. Dejaron que se fuesen pero haciéndoles prometer que al día siguiente comerían juntos; Fernando miró el estado del salón y se echó a reír a la vez que le decía a Dorita cuál sería su habitación. Comprobaron que no necesitase nada y la dejaron en la habitación; Roberto se frotó los ojos cuando Alicia le cogió en brazos, Fernando le puso el pijama diciéndole lo mayor que era y lo bien que se portaba. Cuando le metieron en la cuna sonrieron, Roberto se dio la vuelta y casi al instante se quedó dormido, le besaron arropándole y salieron de la habitación, Fernando movía despacio la cuna de las niñas para que no se despertasen, se paró frente al salón.
-Fernando, hoy ha sido un día muy largo, mañana recogemos entre los dos ¿te parece?
Fernando sonrió, la besó suavemente y llevó la cuna hasta la habitación, se sentó en la cama resoplando, Alicia empezó a ponerse el pijama y notó la mirada de Fernando, se acercó a él y empezó a besarle. Fernando le acarició el pelo dejándose llevar pero poco después se separó despacio, la ayudó a terminar de ponerse el pijama y la besó sonriendo. Esperó a que se metiese en la cama y se puso el pijama, estaba muy cansado pero ver a Alicia mirarle así era una tentación muy grande, entró en la cama y la abrazó cerrando los ojos. Empezó a besarla despacio para terminar dándola las buenas noches acomodándola en la cama, Alicia torció el gesto pero sonrió, sabía lo que le estaba costando mantener el control, le abrazó enredando los dedos en su pelo y se quedó dormida en unos minutos. Fernando la besó la frente, se sentía plenamente feliz, una reunión como aquella nunca la hubiese imaginado en su vida, pero celebrar el nacimiento de sus hijas era tan especial. Les dedicó una última mirada y apagó la lámpara cerrando los ojos y respirando el olor de Alicia, poco después, se quedó dormido con una sonrisa.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

 
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