Principios de diciembre de 1962
Alicia sonrió al oír las risas de Fernando y Roberto mientras salían de casa; Fernando tenía que pasar por la redacción y Roberto quiso ir con él a la calle. Se habían levantado tarde, pero tampoco tenían prisa, Fernando tenía que recoger documentación para escribir desde casa, Pierre y Diane habían vuelto el día anterior pero ellos se habían acostumbrado a trabajar en casa y les costaba volver a la rutina. Se sentó y arrugó la nariz al notar el dolor de espalda, se apoyó en la silla intentando mantener una posición cómoda para leer el informe que le habían mandado los juristas internacionales. Estaba colaborando con ellos para realizar el informe que se presentaría en unos días en Ginebra para denunciar el incumplimiento por parte de España de las condiciones que tiene que tener un estado de derecho. Además, la campaña a favor de Grimau estaba avanzada y no dejaba de hablarse de ello en los medios internacionales; estaba bastante segura que le condenarían pero no dejaba de tener cierta esperanza ante tanta presión como estaban haciendo todos los países europeos. Al final siempre pensaba en el momento en que habían llamado a Álvaro para comunicarle que el papa había mandado la petición de clemencia a Franco, tuvo esperanzas para nada…
Cuando Fernando estaba delante intentaba evitar mostrar cualquier tipo de emoción respecto a la campaña, Grimau les había hecho recordar algunos de los peores momentos de su pasado. Se frotó la frente y empezó a leer la documentación, sonrió pensando que en el pasado siempre había esperado participar en algo parecido, pero en España era imposible, si siguiese en España y apoyase ese informe, tendría serias consecuencias y no sólo para poder ejercer. Pensó en Mario, le había costado años recuperar su posición para poder ejercer como abogado después de su implicación con Andrea y con Fernando; recordó a Martín Angulo, nunca hubiesen conseguido apartarle del poder denunciando sus abusos, a los tipos como él los ampara el régimen, es imposible luchar contra algo así… Terminó el té que Fernando le había preparado antes de irse, al recordar el beso que le dio Roberto diciéndole que se iba a la calle sonrió centrándose en el informe y dejando a un lado los recuerdos. Se mordió el labio al pasar una nueva página, en ese momento le apetecía fumar un cigarro mientras se concentraba en su trabajo; por suerte, al sentir una suave patada sonrió y se acarició la tripa volviendo a leer el documento. El silencio contrastaba con los momentos de la despedida de hacía tan sólo unos minutos, se había acostumbrado a trabajar con las risas de Roberto, los juguetes encima de la mesa y a sentir sus pequeñas manos en el abdomen cuando se acordaba de sus hermanas. Suspiró y comenzó a trabajar pues no creía que Fernando tardase mucho en regresar. Fernando dejó que Roberto caminase de la mano durante unos minutos, le veía disfrutar tanto que le daba igual tener que ir agachado y controlando que no se quitase el abrigo. Sentir la mano de Roberto en la suya siempre le producía algo que no podía explicar con palabras, se echó a reír al darse cuenta que todas las que él no encontraba su hijo las derrochaba. Esperaba no tener que pasar mucho rato en la redacción, el lunes tendría que volver a su horario normal y quería aprovechar todo el tiempo que le quedaba. Al pasar cerca del parque que solían visitar, Roberto gritó emocionado mientras señalaba un perro, le cogió en brazos suspirando, estaba seguro que le costaría mucho convencerle de que no podían jugar.
-Roberto, hace mucho frío, no podemos quedarnos en el parque.
-¡Papá! Arque juar, guau guau.
Se echó a reír ante el aplomo de las palabras de su hijo, en el futuro le sería muy difícil negarle algo como le hablase con tanta seguridad; suspiró mirándole y entrando en el parque. Le dejó en el suelo y sonrió al oír sus risas, Roberto se soltó de su mano y salió corriendo detrás de un perro, tuvo que echar una buena carrera para alcanzarle, empezó a hacerle cosquillas consiguiendo que se olvidase de las plantas y los animales que le rodeaban. Con tantas risas y juegos, se acabó cayendo al suelo y Roberto se echó a reír mientras se tumbaba sobre él; se incorporó riéndose y se sacudió los pantalones y el abrigo.
-¿Tiras a papá al suelo y te ríes? –le besó sin dejar de sonreír- Ya me tomaré la revancha, ya…
-Evancha papá, suelo, ¿juamos?
-No, no podemos seguir jugando… -volvió a cogerle en brazos y empezó a salir del parque- Papá tiene que trabajar, ¿vas a ayudarme?
-¿Pieeeee?
-Muy bien, el tío Pierre trabaja conmigo, si queremos verle no podemos seguir en el parque ¿de acuerdo?
Sonrió cuando su hijo se abrazó a él y dejó de protestar por irse del parque, le hubiese gustado que Alicia les hubiese visto aunque estaba seguro que hubiese sentido envidia de poder jugar libremente con su hijo. Tenía muchas ganas de poder salir a pasear con sus tres hijos, las niñas en el cochecito, Roberto y Alicia corriendo por el parque mientras él les miraba y estaba atento de Andrea y Ana… La mano de su hijo en la cara le recordó el presente, apretó el paso para llegar cuanto antes a la redacción.
Alicia maldijo al escuchar el timbre y romper su concentración, mientras se incorporaba recordaba cómo su hijo había captado una de esas maldiciones y la repetía en tono cantarín. Miró el reloj pero era pronto para que Fernando ya estuviese de vuelta, antes de abrir se miró en el espejo peinándose; saludó a Grace con un abrazo mientras le preguntaba si pasaba algo. Dejó que su amiga se sentase en el sofá mientras servía un té para cada una, sonrió cuando la dijo que sólo había ido porque la echaba de menos en el despacho. Se relajó en el sofá escuchando a su amiga y contándole cómo llevaba el informe; dudó antes de preguntarle si habían tenido noticias después de la entrevista. Hacía unos días habían recibido la visita de una supervisora para la adopción, pasaron una exhaustiva entrevista pero tanto Antonio como ella se habían mostrado tranquilos y seguros.
-Creo que tardaremos en saber algo… He repasado muchas veces todo lo que le dijimos o lo que hicimos; no sé qué pensar. Creo que nos miró fríamente cuando supo que nos habíamos casado hacía poco.
-No te preocupes antes de tiempo, ¿lo has hablado con Emile? Quizás pueda volver a hacer algo para acelerar las cosas…
-He preferido no hacerlo, pero cada día me cuesta más no preguntarle, creo que al final acabaré haciéndolo.
Apretó la mano de su amiga con una punzada de culpabilidad, ella no dejaba de pensar en lo largas que se le hacían las semanas, pero tenía una fecha límite, Grace y Antonio no la tenían. Sonrió empezando a hablar del libro, se publicaría durante las navidades y estaba deseando empezar a leer las críticas, Grace le hizo la primera crítica, Liberto se le había dejado y le había impresionado. Empezaron a hablar sobre Pelayo y todo lo que había vivido en esa plaza que tanto echaban de menos Alicia, Fernando y el propio Antonio. Alicia sonrió recordando el viaje de Liberto, se irían a principios de año, estaba pensando mandarle algunos regalos a Pelayo y su familia; al pensar en regalos pensó en los próximos Reyes, no sabía qué comprarle a Fernando, además, él intentaba que ella no saliese sola de compras. Lo comentó con su amiga mientras le proponía salir de compras juntas la semana siguiente; el entusiasmo de Grace la hizo sonreír. La dejó leer el informe de los juristas, probablemente no supusiese ninguna medida real, pero le parecía un paso que se reconociese que en España no había estado de derecho.
Fernando entró en la redacción hablando con Roberto, no dejaba de saludar a todas las personas, las conociese o no; se encontró con Sophie en el ascensor y sonrió cuando su hijo quiso que le cogiese. Sophie atendió al niño sonriendo al comprobar los avances desde la última vez que le vio, al llegar le dejó en brazos de Fernando casi con pena por tener que volver al trabajo; cuando Pierre le vio entrar con el niño, se levantó para ir a saludarle. Roberto le abrazó mientras decía su nombre, Fernando sabía cuánto le había echado de menos los días que había estado fuera; le preguntó por las vacaciones y le propuso tomar algo después de hablar con Antoine. Miró a su hijo moviendo la cabeza cuando quiso quedarse con su amigo en vez de ir con él, aunque lo prefería, no quería entrar al despacho de su jefe con Roberto, no podría atender a Antoine si tenía a su hijo en brazos. Ya sentado frente a Antoine, Fernando movía el pie intentando no parecer impaciente para finalizar la reunión, quería llamar por teléfono y conseguir que Alicia se reuniese con Inés. Se rascó el pelo, apoyando el codo en la mesa, pensando que profesionalmente nunca había visto a Alicia tan contenta pero, muchas veces, notaba cómo la conexión con sus amigas no era de la intensidad que tenía con Inés. La charla con su jefe fue como siempre, con algunos tira y aflojas pero al final Antoine siempre se salía con la suya con buenas palabras; se echó a reír cuando le dijo que el lunes le veía, respiró hondo saliendo del despacho y sonriendo al escuchar a lo lejos las risas de su hijo. Cuando llegó a la mesa de Pierre, la mitad de sus compañeros estaban alrededor de su hijo, miró la estampa divertido pensando qué diría su jefe si saliese del despacho en ese momento. Roberto le llamó alargando los brazos hacia él y sus compañeros le saludaron y volvieron al trabajo.
-Pierre, quiero hacer una llamada, ¿te importa quedarte con Roberto mientras tanto? En cuanto termine voy a la sala y nos tomamos un café mientras me das envidia con tus estupendas vacaciones.
Apretó el hombro de su amigo y dejó a Roberto en sus brazos, tuvo que hablar serio a su hijo para que se quedase conforme de no ir con él. Roberto era el centro de atención de la redacción, intercambió con Pierre una mirada de complicidad y entró en el despacho impecable. Encendió la luz del despacho pensando en los días que hacía que no pasaba allí las horas de trabajo; echaba de menos los descansos en los que hablaba con Pierre o Sophie, incluso con Antoine, pero no le apetecía volver a encerrarse en ese despacho para escribir. Sonrió al ver el último número de la revista en Toulouse, sabía que Jean y Catherine estarían en París para las navidades, tenía ganas de volver a verles. Se sentó descolgando el teléfono, la visita que quería tener en navidades era todavía más importante y seguramente más difícil… Estuvo a punto de colgar antes de marcar, pero se dijo a sí mismo que por proponérselo no perdía nada; sonrió pensando en la mirada de Alicia si al final sí podía ser. Marcó despacio y se puso nervioso cuando nadie contestaba, quizás Inés estaría en algún juicio o incluso preparándolo con algún cliente; iba a colgar cuando por fin contestó de manera fría una chica. Preguntó por Inés esperando encontrarla en el despacho y respiró aliviado cuando aquella chica le mandó, porque realmente le estaba mandando, esperar. Jugó con el cable mientras se inclinaba intentando ver la sala en la que estaban Pierre y Roberto, sabía que desde su despacho no se veía, pero era un gesto casi involuntario.
-¿Sí?
-Hola Inés, soy Fernando.
-Hola, ¡Qué sorpresa! ¿Le ha pasado algo a Alicia?
-No, no, tranquila –le sorprendió el nerviosismo de Inés, normalmente era difícil notar sus emociones- todo está bien. Quería hablar contigo… Bueno, no sé cómo…
-Fernando, ¿por qué das tantos rodeos?
Se echaron a reír a la vez, Fernando encendió un cigarro sin saber cómo proponérselo, no quería ponerla en un aprieto pero estaba deseando que Alicia pudiese volver a ver a su amiga.
-Inés, sé que tu hija es pequeña, pero he pensado que… Que podríais venir unos días en navidades, París no está tan lejos de Barcelona y… Bueno, a Alicia le haría mucha ilusión volver a verte, conocer a tu hija…
Tragó saliva mientras esperaba la contestación de Inés, desde mucho antes de conocerla le producía mucho respeto, ahora la consideraba una amiga. Dio una calada esperando una respuesta que no llegaba, le había costado llamar y se empezaba a poner nervioso.
-Me encantará volver a veros, conocer a vuestro hijo, que conozcáis a mi niña… Tengo que consultarlo con Mauro, claro, pero si él no piensa otra cosa, allí estaremos.
-¿En serio?
Se pasó la mano por el pelo casi sin creérselo, estaba bastante seguro que Mauro no podría casi opinar, si Inés ya había decidido, no habría más que hablar.
-Claro que sí, la niña ya no es tan pequeña, hace poco estuvimos fuera de Barcelona y fue un viaje más largo que el avión hasta París… Aunque tendrá que ser para fin de año, las navidades las queremos pasar con Macarena y Tomás, son la única familia que tenemos…
-Claro, claro, cuando queráis. Me gustaría que Alicia no lo supiese, que fuese una sorpresa… Cuando sepas el día en que llegáis puedes llamarme a la redacción, aunque no esté, me darán el recado.
Estuvieron hablando todavía unos minutos, Fernando se relajó después de saber su respuesta, hablaron de sus hijos, del trabajo, incluso de algunas noticias de Francia y España. Mientras colgaba el teléfono, pensó en la cara de Alicia cuando la tuviera frente a frente. Suspiró pensando en la algarabía de dos bebés en casa, más los amigos de visita más Mauro. Roberto estaba tocando la puerta mientras le llamaba justo cuando se disponía a salir, no pudo evitar tomarlo en brazos y darse cuenta que Pierre había vuelto a darle uno de los chuches que le volvían loco. Después de servir dos cafés, se sentó frente a Pierre, Roberto andaba por la pequeña sala sin dejar de jugar con uno de los juguetes que siempre sacaba de casa; escuchó con todo lujo de detalles los días de vacaciones de su amigo, habían hablado varias veces en aquellos días, pero ver cómo lo contaba le hacía sonreír. La charla fue interrumpida por los juegos de Roberto en varias ocasiones, lejos de molestarse, Pierre dejaba los detalles del viaje para atender las peticiones del niño; Fernando no podía disfrutar más de esa conexión entre los dos. Sin apenas darse cuenta, se reunió la mayor parte de sus compañeros en esa pequeña sala, Roberto disfrutaba siendo atendido por todos mientras Fernando apenas intervenía en la conversación que su hijo parecía mantener con todos. El tiempo pasaba rápidamente entre los juegos de Roberto y la charla de Pierre, Fernando jugaba con el mechero mientras su hijo se hacía, un poco más, con el cariño de toda la redacción. Tuvo que contener la risa cuando Antoine entró y su hijo le señaló riendo y ofreciéndole su juguete; en ese momento la sala se despejó, todos intentaron escurrir el bulto y salieron sin casi mantener la mirada con su jefe. Antoine bromeó con el niño ante el asombro de Fernando y Pierre, antes de salir, le recordó a Fernando que los demás tenían que trabajar, le hizo una última carantoña a Roberto y salió sin decir nada más. Fernando movió la cabeza divertido mientras se levantaba e intentaba calmar a su hijo, Pierre resopló pensando en las horas de trabajo que todavía le quedaban, se despidieron sin dejar de reírse, Roberto quiso volver a brazos de su amigo pero tuvo que conformarse con otra chuche y un suave beso antes de ver cómo se alejaba de ellos.
-¡Papá! –hablaba haciendo pucheros- Pieee juar.
-Hijo, el tío Pierre tiene que trabajar; -se había emocionado ante el tono de su hijo- ¿sabes qué? Tú y yo nos vamos a ir a casa y podremos jugar con mamá ¿quieres?
-¡Mamá!
-Eso es, con mamá, -apagó la luz y salió dirigiéndose al ascensor, pensó que sería mejor no despedirse de los demás- y antes vamos a comprar bombones, te prometo que hoy podrás probar uno.
-¿Bombón?
-Sí, hoy comeremos los tres, ya verás qué contenta se pone mamá.
Se quedó en silencio ante la charla que empezó Roberto, podía reconocer algunas palabras pero otras seguían siendo un misterio. Salió de la redacción sin dejar de escucharle, saludó al portero casi sin prestarle atención; trató de colocar el abrigo de su hijo al notar el aire frío, no parecía que fuese a llover pero la temperatura era muy baja.
Alicia se despidió de Grace recordándole que el lunes pasaría por el despacho, estaba segura que Fernando pondría cara de preocupación, pero era necesario ir y, además, le apetecía estar una mañana rodeada de sus compañeros. Al cerrar la puerta decidió seguir trabajando en el sofá, la silla le resultaba cada vez más incómoda, encendió la radio pero puso el volumen bajo, al sentarse subió los pies y se puso a leer, arrugó la nariz pensando que le apetecía comer algo pero no quedaban brioches ni bombones. Sin poderlo evitar, pensó en la celebración del primer cumpleaños de Roberto, estaba segura que su hijo disfrutaría de abrir los regalos y de poder comer un poco de tarta por un día; sonrió pensando que el cumpleaños de Roberto sería el principio de sus fiestas navideñas cada año. Era capaz de ver la mirada cansada de Fernando pensando en tantas celebraciones, cenas, visitas; pero también sabía lo mucho que las disfrutaría, había pasado toda su vida sin celebrar nada y ahora cada ocasión era todavía más especial de lo normal. Pensó en celebrar una pequeña merienda en el patio, pero era posible que lloviese o nevase, tenían que invitar a todos sus amigos y, además, a los de su hijo, hacía semanas que no veía a sus antiguos vecinos, tenían que invitar a esos dos trastos, a pesar de la diferencia de edad, Roberto siempre se lo pasaba bien cuando jugaban con él. Se echó a reír pensando en la hija de su vecina, ella no podría faltar, Roberto y esa niña habían congeniado muy bien; una suave patada le recordó que tenía que trabajar. Se acarició la tripa volviendo a prestar toda su atención a aquellos documentos, tenía que enviarles un informe para completar el de los juristas; empezó a escribir recordando las muchas injusticias que había vivido en España. Tenía que reconocer que empezaba a echar de menos a Roberto y Fernando por casa, tenía que bajar un manual y no se atrevía a subirse en una escalera, se mordió el labio porque realmente lo había intentado, por suerte no estaba Fernando por casa para verla.
Cada vez que caminaba con su hijo perdía la noción del tiempo, tardó más que otros días en llegar a su calle, Roberto quería pararse en cada escaparate con luces, ante cada animal que veía y, sobre todo, con cada niño que se cruzaba en su camino. Sonrió ante el cariño que su hijo demostraba con los animales, tenía que convencerle para que soltase a todo perro que se cruzara en su camino, le miró tiernamente pensando que se parecía muchísimo a Alicia, desprendía la misma luz que ella, movió la cabeza divertido cuando Roberto se empeñó en que lo dejase en el suelo al entrar a la cafetería. Al entrar lo inundó el olor de café y mantequilla, tuvo que aceptar uno rápido mientras su amiga agasajaba a Roberto. Esperó en la barra mientras su hijo la traspasaba para hablar con su amiga, ella le cogió en brazos sin dejar de hablarle, le pidió unos bombones y una tarta pero tuvo que prepararlo uno de los camareros porque Roberto se negaba a separarse de ella. Se echó a reír cuando su hijo le habló desde el otro lado de la barra, cuando le dieron la bolsa con las compras le preguntó a su hijo si se iban, Roberto le ignoró preguntando algo que ninguno entendió. Esperó unos minutos hasta que su amiga le dejó en sus brazos, sólo ella pudo convencerle de que tenían que irse; se despidió sin dejar de reírse mientras Roberto no dejaba de hablar. Dio las gracias al portero cuando le abrió la puerta, Roberto seguía hablando, en ese momento en francés, le dejó en el suelo para buscar las llaves, cuando las encontró, su hijo había ido hasta las escaleras y se disponía a subir.
-Roberto, no puedes subir escaleras, vamos a ver a mamá, venga.
Alargó la mano hacia él y sonrió al ver la carrera que echó su hijo para agarrarse a él. Alicia había escuchado a Roberto reír y después a Fernando convencerle para volver, dejó una frase a medio escribir y se levantó despacio, miró el reloj pensando que al final habían tardado más de lo que ella pensaba; le quedaba poco para terminar el informe. Al abrir la puerta sonrió viendo cómo Alicia llegaba hasta la entrada, la besó sabiendo que les había escuchado, Roberto se agarró a sus piernas empezando a contarle todo lo que habían hecho esa mañana.
-Espero no haber tardado mucho, es imposible convencer a Roberto para que deje de fijarse en todo lo que pasa por delante…
-Vosotros dos paseando y yo trabajando, desde luego… -le besó suavemente- Bueno, vino Grace y estuvimos charlando un rato…
-Guau guau, pieeee, juar, papá suelo.
Alicia se echó a reír acariciando el pelo de su hijo cuando le interrumpió, sonrió cuando Fernando le cogió en brazos para que ella no se agachase y le dejó en los suyos, Roberto se abrazó a ella sin dejar de hablar. Abrazó a su hijo cómo si llevase mucho sin verle, cada día era más espontáneo, más feliz y al intercambiar una mirada con Fernando vio lo mismo en sus ojos. Pudo entender que habían jugado y habían estado en la cafetería; miró las bolsas que Fernando llevaba y se mordió el labio al verle sacar los bombones. Fernando la cogió por los hombros para llevarla hasta el sofá, cuando se sentaron Roberto protestó para que le dejase en el suelo.
-¿No habíamos dicho que comeríamos bombones los tres? –le cogió en brazos para sentarle en el sofá- ¿Por qué no se lo dices a mámá?
-¡Mamá! Pieee parque, Atoine.
Fernando se echó a reír mientras le explicaba la escena con su jefe, Roberto le interrumpía para contarlo en su propia lengua, Alicia sonreía ante el entusiasmo de padre e hijo. Comió un bombón y le contó los planes para el cumpleaños, Fernando la miró sonriendo y suspiró ante tantos planes; en realidad estaba deseando que llegase ese día. Le pasó un bombón a Alicia para que se lo diese al niño, Roberto miró a su madre y lo cogió con cautela, entrecerró los ojos inspeccionando el bombón, Alicia contuvo la risa, llevaba meses pidiendo bombones cada vez que ella los comía, pero antes de probarlo tenía que investigar qué era. Lo metió a la boca todavía dudando y se echó a reír cuando empezó a deshacerse y saboreó el chocolate; Alicia le abrazó riendo y ofreció un bombón a Fernando dándole las gracias por haberlos traído. Cogió el informe mientras acariciaba el pelo de su hijo para acabar la frase que había dejado a medias; se lo pasó a Fernando para que lo leyese. Se rascó el pelo antes de empezar a leer, cada vez que leía o hablaba de Grimau pensaba que le gustaría poder olvidarse de todo, no tener que estar informado de esas cosas y sólo dedicarse a disfrutar con su familia. Siempre acababa suspirando y reconociendo que no podría vivir de espaldas a la realidad; Alicia escuchaba la parlotada de Roberto mientras Fernando leía. Fernando se echó a reír cuando Alicia puso los ojos en blanco al preguntarle un par de términos, dejó el informe sobre la mesilla y empezó a hacerles cosquillas a los dos. Oír las risas de su mujer y su hijo compensaba cualquier cosa; Roberto se bajó solo del sofá para ir a su habitación, le miraron intrigados y le vieron volver con dos muñecos de guiñol, le ofreció uno a su madre y empezó a mover el otro. Mientras jugaba con su hijo, le contó a Fernando la preocupación de Grace por la adopción, Fernando le acarició la tripa dando gracias por saber cuándo podrían tener a sus hijas en brazos. Pensó en llamar a Antonio para invitarles a cenar, estaba seguro que les vendría bien salir de casa; miró el reloj extrañado cuando sonó el timbre. Besó a Alicia y al levantarse esquivó a su hijo, que seguía jugando con el muñeco; sonrió al portero mientras este le tendía un sobre, con los juegos de Roberto se había olvidado de darle una carta que había llegado. Cerró la puerta y al dar la vuelta al sobre sonrió, era de Marce, rasgó el sobre sacando la carta.
-Es de Marce, -se sentó junto a Alicia pensando que tenían que escribirles- espero que todo esté bien…
Le pasó la carta a Alicia para que la leyese en voz alta, Roberto miró a su padre nombrando a Pelayo, le cogió para sentarle sobre él diciéndole que era una carta de Madrid. Roberto guardó silencio en cuanto su madre empezó a leer, Fernando sonreía imaginándose a Marce y Pelayo escribiendo la carta juntos, Alicia dejó de leer sonriendo y se llevó la mano a la tripa; Fernando la miró intrigado.
-¿Qué pasa? ¿Pelayo está bien?
-Peayo.
-Sí, muy bien, todos están muy bien… Manolita está embarazada, van a tener otro hijo.
-¿De verdad? –Fernando se echó a reír, la imagen de Marcelino se materializó como si no hiciese más de un año que no le veía- Uffff se habrán llevado una sorpresa.
Fernando se acomodó en el sofá desabrochándose la chaqueta, reconocía que cada carta que llegaba de España le producía cierto nerviosismo pero ver la buena noticia le hizo respirar tranquilo, a la vez que se ganó que Alicia le lanzase un cojín al bromear con el aumento, de nuevo, de la familia de Marce y Manolita. Dejó que Alicia terminase de leer la carta pero en su cabeza no dejaba de pensar que ojalá sus hijas y el nuevo hijo de Marce y Manolita se llegasen a conocer, serían casi de la misma edad… Sonrió cuando Alicia leyó que Marce quería que fuese otro niño, nunca cambiaría; Roberto se cansó de estar sentado, nombró varias veces a Pelayo y, a la vez, pidió que lo dejasen en el suelo.
-Roberto, vas a tener otro primito en Madrid, –le dejó en el suelo pero no le soltó- algún día iremos a conocerles.
-¿Pimito? Peayo.
Se echaron a reír y le explicaron a su hijo que Pelayo sería abuelo, Roberto pronto perdió la atención y se puso a jugar mientras ellos no dejaba de hablar de sus amigos, la idea de poder volver algún día a Madrid estaba más presente que nunca.
Alicia se asustó al ver que Roberto salía corriendo hacia el patio llamando a su padre, Fernando fue, inmediatamente, detrás de él y tuvo que ceder a abrir la puerta. Suspiró al ver que se trataba de un perro que, sin saber cómo, se había colado en su patio y su hijo abrazaba sin cuidado. Se acercó al animal y vio que estaba sucio pero parecía en buen estado, lo cogió y se llevó a Roberto de la mano. Su familia acababa de crecer también y él tenía que ir al veterinario para que examinase al animal, además de comprarle comida, una correa. Cerró los ojos ante la mirada de asombro de Alicia que asumió, al igual que él, que nadie haría cambiar de opinión a Roberto. Alicia trató de que su hijo se calmase, el perro parecía asustado, agradecía las atenciones del niño pero no estaba segura de que al final le agobiase, miró la cara de su hijo y alternativamente la cara del perro, parecían decir lo mismo los dos. Fernando se puso el abrigo intentando recordar dónde estaba el veterinario; miró a Alicia pensando si se estaban precipitando, Roberto ya había decidido, pero en pocos meses tendrían dos niñas pequeñas y mucho trabajo… Alicia le miró levantando las cejas, no había mucho que pensar.
-Tranquilo Roberto, –acarició al perro imitando a su hijo y sonrió mirando a Fernando- está bien, pero tenemos que poner carteles, puede que se haya perdido y lo estén buscando…
-¡Mío, mío, mío, mío!
Fernando se aguantó la risa, estaba seguro que Roberto estaba entendiendo a su madre y no quería ni pensar en alejarse de su nuevo amigo. No pudieron evitar enternecerse al ver el cariño con el que Roberto abrazaba al perro ni la defensa a ultranza diciendo que era suyo. Alicia se mordió le labio porque si tenía dueño y lo encontraban, podía imaginarse la tristeza de su hijo, preferiría que no le hubiesen abandonado, hacía mucho frío y pensar en los días que habría podido pasar sin un techo… Pero, a la vez, pensando en su hijo, no quería ni plantearse que se hubiese perdido y encontrasen al dueño.
-Pero no tiene collar, ni placa… -Fernando la miró, estaba pensando lo mismo que ella respecto a encontrar al dueño- ¿Y si después de poner carteles no aparece nadie? ¿Qué hacemos si ha sido abandonado?
-Nada, si es así, ya no está abandonado, ha encontrado una familia.
-Amilia.
Alicia miró a su hijo sonriendo, todavía no había cumplido el año y ya tomaba sus propias decisiones, además, estaba segura que ayudaría en el cuidado de su nuevo amigo. Fernando se quedó mirando al perro, no entendía mucho de razas, pero estaba bastante seguro que no tenía una raza clara, debía ser un cruce, de hecho se planteó si sería un perro callejero y nunca había tenido un hogar; se mordió el labio pensando que hasta hacía poco él tampoco había sabido qué era tener un hogar.
-Fernando, podemos ir los tres al veterinario, me visto en un momento.
-No, hace frío; además, tendré que llevarle en brazos por si se escapa, y tú no puedes llevar a Roberto en brazos…
-Pero podemos llevar la silla, no creo que Roberto quiera separarse de él…
Fernando la miró rascándose el pelo, se agachó para quedar a la altura de su hijo y tuvo que llamarle varias veces para que le mirase y dejase de mirar al perro.
-Roberto, tengo que llevar al guau guau al médico, tenemos que ver que está bien, ¿te quedas con mamá y vais pensando un nombre?
-¿Nome?
-Sí, muy bien, tenéis que elegir uno muy bonito ¿eh?
-Onito eh.
Alicia le miró emocionada, Roberto entendía lo que le decían y era capaz de contestar; besó a Fernando cuando le vio terminar de abrigarse. Fernando sonrió cuando el perro le lamió la mano al ir a cogerle, movió la cabeza pensando que Roberto era el dueño ideal para ese perro, los dos sabían qué hacer para salirse con la suya.
-Maón.
Roberto señaló al perro, Alicia se echó a reír pensando si quería ponerle ese nombre o sólo estaba diciendo su color, Fernando se agachó, dejó que su hijo pasase suavemente la mano por el pelo del perro, le besó la frente y se incorporó. Salió de casa riéndose de sí mismo, la palabra burgués no dejaba de retumbarle en la cabeza, pero poco le importaba sentirse burgués si hacía feliz a su hijo. Le preguntó al portero por el veterinario, recordaba que había uno en el barrio pero no sabía exactamente dónde estaba; por suerte, le dio las indicaciones para poder llegar. Caminaba por la calle riéndose de sí mismo, miraba al perro que parecía algo asustado aunque no se quejaba, lo que le hacía pensar que estaba bien físicamente. En unos minutos estaba esperando su turno, durante el camino, el perro había gruñido a una persona que se había chocado con Fernando, sentado en la sala de espera pensó que ya formaba parte de la familia y que sería una pena que tuviese un dueño. Alicia no dejaba de reír ante las preguntas de su hijo, no entendía todo lo que decía pero, en cada frase, preguntaba por el perro; no pudo evitar morderse el labio sonriendo ante la impaciencia de Roberto para que su nuevo amigo apareciese por la puerta, había tenido que convencerle varias veces de que no podía intentar abrir la puerta e irse. Se tumbó en el sofá haciendo que el niño se tumbase junto a ella.
-Mi amor, ¿qué nombre elegimos? Mira –cogió la pequeña mano de su hijo para ponerla en la tripa- tus hermanas se llaman Andrea y Ana, ahora tenemos que ponerle nombre al guau guau.
-Anea, Ana, Toooooor.
-¿Quieres que le llamemos Tor?
-Tor Tor Tor Tor.
Alicia se echó a reír y le acarició el pelo, se relajó mientras le contaba todos los cuidados que necesitaría su nuevo amigo, Roberto emitía pequeños ruidos, entre ellos el nombre del perro, pero se estaba quedando dormido. Se echó a reír pensando que Tor se convertiría en otro miembro de la familia del que Fernando se sentiría responsable, una preocupación más para él y otra forma de seguir creando su propia familia; los dos habían pasado de estar solos a tener una familia numerosa.
Con ese pensamiento se quedó dormida después de haber comprobado que Roberto estaba dormido y se agarraba a ella. Fernando intentó responder a las preguntas del veterinario, pero realmente no tenía ningún tipo de información sobre el perro; sonrió cuando le dijo que tenía alrededor de un año y que parecía que no estaba mal alimentado. Le preguntó por la posibilidad de que se hubiese perdido pero el veterinario lo descartó, aunque no estaba en mal estado, no parecía muy cuidado. Mientras el veterinario daba un baño al perro, se rascó el pelo pensando en las vacunas, era lo que más le preocupaba, miró el reloj y se echó a reír pensando que el descubrimiento de su hijo les había hecho olvidarse por completo de la comida. Entró a la sala para decirle al veterinario que volvía en unos minutos; cuando llegase a casa sería tarde para ponerse a cocinar, caminó deprisa, no quería dejar solo al perro mucho rato. Encargó la comida en la cafetería, apenas se entretuvo con su amiga, quería volver cuando antes; le preguntó si para recogerla podría entrar con un perro, ella le miró sorprendida pero le aseguró que no habría ningún problema. En el camino de vuelta se rio de sí mismo y de la situación, al entrar sonrió cuando el perro salió de la sala donde lo estaban peinando para saltar alrededor de él.
-Tranquilo, ya he vuelto.
Le acarició sin dejar de reír y entraron juntos a la sala, atendió las indicaciones del veterinario y repasó mentalmente lo que tendría que comprar; se pasó la mano por el pelo pensando si sería buena idea construirle una caseta para que tuviese su propio espacio. Estaba seguro que Roberto no querría separarse de él en ningún momento, pero tendría que hacerle entender que su nuevo amigo necesitaba su propio espacio como él tenía su habitación. El veterinario le comentó que le había dado un par de vacunas y que la siguiente se la tendría que poner en un par de meses, Fernando quiso saber más detalles sobre ello y respiró tranquilo cuando le aseguró que no había ningún peligro porque su hijo jugase con él. Compró la comida necesaria, un collar y una correa, una camita para que pudiese dormir cómodo esa noche y hasta un juguete que parecía que le había gustado. Al salir se echó a reír, estaba cuidando al perro como si fuese otro hijo, le miró divertido, el perro le correspondió con un suave ladrido, le puso el collar y le ató para dejarle andar, sintió cómo el animal tiraba de él y al final tuvo que echar a correr. Esperó pacientemente a que hiciese sus necesidades, estaba deseando volver a casa, esperaba que Roberto no se hubiese puesto nervioso; entró a la cafetería y sonrió ante la mirada divertida de su amiga. Dejó que acariciase al perro mientras un camarero le daba las bolsas con el pedido, salió de la cafetería haciendo malabares para poder abrir la puerta, antes de llegar al portal, se cruzó con los dos niños. Se echó a reír al ver el entusiasmo con el que atendían al perro, tuvo que ponerse serio para que no le atosigasen, ellos le miraron casi avergonzados y se despidió de ellos prometiéndoles que podrían jugar otro día con él. El portero le saludó distraído, sólo puso su atención en él al ver al perro, Fernando esquivó como pudo su mirada divertida, era consciente que en los próximos días todos sus conocidos se le quedarían mirando sin poder creérselo. Abrió la puerta de casa y dejó las bolsas a la entrada, al pasar les vio dormidos y sonrió intentando calmar al perro que tiraba de él para poder acercarse a ellos.
-Espera, -se agachó hablándole con aplomo- están dormidos, quédate aquí un momento.
Le hizo una seña y el perro agachó las orejas, estuvo a punto de echarse a reír pero guardó silencio para acercarse despacio al sofá, cuando se agachó vio cómo su hijo abría los ojos y alargaba los brazos hacia él.
-¿Tor?
-Vaya, veo que ya has elegido nombre…
Alicia se frotó los ojos molesta pero sonrió al ver a Fernando agachado junto al sofá, le besó y se echó a reír cuando su hijo protestó para que le dejasen bajar al suelo. Fernando le dejó en el suelo pero no le soltó la mano, no quería que echase a correr hacia su nuevo amigo y pudiese asustarle.
-¿Le has dicho a papá que ya tenemos nombre?
-Tooor.
Fernando se giró para mirar a Alicia y sonrió al ver su mirada emocionada, ella se levantó despacio mirando las bolsas que había a la entrada. Roberto terminó soltándose de la mano y salvó la distancia que quedaba en dos pasos para poder abrazar a su perro; Fernando se echó a reír al notar la misma alegría en los dos, estaba claro que daba igual lo que Alicia o él pensasen, ellos dos ya habían elegido. Abrazó a Alicia y estuvieron unos minutos contemplando la escena, se separó para ir a por la cámara de video, era la primera decisión importante que tomaba su hijo y tenía que grabarla; Alicia le miró sonriendo y se acarició la tripa esperando que sus hijas se pareciesen un poco más a Fernando y un poco menos a ella, como los tres fueran igual de impulsivos no tendrían descanso. Se separó para coger las bolsas, Fernando la ayudó dejando la comida en la mesa y sacando lo que había comprado en el veterinario, le miró riéndose al ver todo lo que había comprado para el perro.
-He pensado que podría hacerle una caseta para dormir, en verano podría dormir en el patio, aunque ahora en invierno tendrá que dormir dentro porque hace mucho frío…
La carcajada de Alicia hizo reír a su hijo, no le extrañaba que pensase en dónde dormiría, en el frío, incluso le había comprado un juguete. Le abrazó fuerte deseando tener ya a sus niñas con ellos, estaba deseando disfrutar de su familia al completo; sonrió cuando Fernando se separó para poner la mesa, se sentó mirando a Roberto, no dejaba de hablar con su amigo, éste parecía entenderle y de vez en cuando soltaba un suave ladrido como respuesta. Fernando puso la mesa sin dejar de sonreír, le contó a Alicia lo que había dicho el veterinario, sacó la comida para el perro y cogió a su hijo para sentarle en la trona. Roberto se echó a llorar llamando a su nuevo amigo, el perro se levantó para ponerse al lado de la trona.
-Roberto, tenemos que comer, Tor también tiene que comer, ¿quieres que se lo demos juntos?
-¡Tor! Papá comer ¿untos?
Alicia se echó a reír mientras cogía un poco de jamón del plato, miró cómo entre padre e hijo le ponían la comida al perro y no pudo más que sonreír, estaba segura que entre los dos atenderían todas las necesidad del animal. Roberto abrió mucho los ojos al ver que el perro dejaba de hacerle caso para comer, Fernando estuvo a punto de echarse a reír al ver la mirada de decepción.
-Hijo, Tor está comiendo, no puede jugar ahora, y nosotros también tenemos que comer, ya es tarde.
-¿Tade? Tooor juaaaaaar.
Al volver a sentarle en la trona empezó a hacer pucheros pero, por suerte, le dio una galleta y empezó a comer a regañadientes. Le puso el plato de lentejas y arroz delante, no le gustaban nada las lentejas pero mezcladas con el arroz solía comerlas sin protestar; le dejó la cuchara y se sentó junto a Alicia para comer. Aquella comida fue distinta, Roberto no dejaba de girar la cabeza para mirar al perro y Fernando estaba pendiente de los tres, Alicia le miraba suspirando pero a la vez no podía ocultar la felicidad que sentía. Fernando ironizó durante la comida porque estaba seguro que sería él quién terminaría madrugando para sacar al perro pero ver a su hijo tan feliz les hizo olvidarse de esas pequeñas contrariedades. Aquella noche Tor dormiría en una vieja manta y con un juguete de Roberto junto a él. Comentó con Alicia la idea de invitar a Grace y Antonio a cenar, les vendría bien para olvidarse de la espera por la adopción y, además, tenían que presentarle al nuevo miembro de la familia.
Después de comer dejaron que Roberto y Tor jugasen en el patio no sin antes abrigar al niño; Fernando alternaba la mirada entre el fregadero y el patio, Alicia se había sentado frente a la puerta para contemplar los juegos de su hijo con su nuevo amigo.
-Hoy ni se acerca a las plantas…
Fernando se giró para mirarla, la sorpresa inicial que había visto en la mirada de su mujer nada más ver al perro, había cambiado por una mirada ilusionada al ver a su hijo tan feliz. Se secó las manos y se agachó junto a ella mirando el patio, Roberto jugaba a tirarle el juguete y el perro lo cogía casi al vuelo; bromeó con la vitalidad de los dos, no estaba seguro quién se cansaría antes de aquel juego. Habían llamado a Antonio para la cena, se echó a reír recordando las bromas que aguantó por teléfono con el tema del perro, estaba seguro que sería el tema principal de la cena. Pensó que por lo menos Grace y él se olvidarían un poco de la adopción; se incorporó para terminar de fregar. Alicia debería haberse sentido agobiada viendo pasar corriendo a su hijo y el perro una y otra vez delante de ella, sin embargo, le producía felicidad, los dos tenían tanta vitalidad. El perro se acercó a ella y no pudo evitar acariciarle las orejas, habló con él cómo si pudiera entenderle hasta que su hijo decidió imitarla, en ese momento convenció a Roberto para entrar dentro. El perro echó a correr hacia el salón y su hijo le siguió inmediatamente, no podía dejar de reírse pensando que su hijo había encontrado el compañero de juegos perfecto. Abrazó a Fernando cuando le vio cerrar el grifo, Fernando sonrió y cerró los ojos disfrutando de la sensación de estar en casa.
-¿Tienes que trabajar esta tarde?
La suave voz de Alicia en su oído le hizo reírse, miró el reloj pensando en la documentación que había traído del despacho, se dio la vuelta y la besó suavemente.
-Sí… Tengo que escribir un par de artículos para antes del cierre, y no creo que sea buena idea llamar a Antoine para decirle que se los entregó el lunes…
Su jefe tenía buen humor, pero llevaba más de una semana trabajando en casa sin casi aparecer por la redacción, no podía además llamar para decirle que no había terminado el trabajo. Volvió a besar a Alicia antes de volver al salón, no pudieron evitar emocionarse al ver a Roberto dejar el coche junto a Tor, era su juguete preferido y se lo estaba dando, el perro le correspondió con una lametada y emitió un suave ladrido para acabar tumbado junto a él. Roberto le miró preocupado, tanto que Alicia se quedó mirándole sorprendida, podía ver la misma mirada de Fernando en su hijo; se sentó en la butaca intentando que la mirase.
-Mi amor, Tor sólo está cansado, tiene que dormir, como cuando tú echas la siesta.
-¿Sieta? Quero juar.
Fernando se agachó junto a él sonriendo, le habló despacio y tranquilo y al final logró convencerle de que su nuevo amigo necesitaba descansar, Roberto se sentó junto al perro y arrastró la caja de las piezas para jugar tranquilamente sin separarse de él. Fernando le besó la cabeza y se incorporó, miró a Alicia y ella sonrió levantándose para acomodarse en el sofá y dejarle a él la butaca. Antes de ponerse a escribir comprobó que los tres estaban tranquilos, movió el cuello y se remangó mientras leía la documentación y empezaba a escribir. Alicia estaba leyendo un libro pero no dejaba de pensar en la conversación que había tenido hacía unos días con Emile, trabajar en el despacho había sido al principio provisional, a la espera de poder regularizar su situación como abogado en Francia y poder abrir su propio despacho. Los trámites habían tardado, aunque estaba segura que las noticias que se habían publicado de la próxima publicación de su libro habían ayudado; Emile le había comunicado que ya podía hacerlo. Llevaba meses sin pensar en ello, se había adaptado completamente al despacho y como podía ejercer sin límites, ni siquiera recordaba los trámites que habían empezado al llegar a Francia. Todavía no se lo había contado a Fernando, realmente pensaba que no había nada que contar, no quería tener su propio despacho; claro que tenía planes y quería realizarse profesionalmente y, quizás en un futuro, eso pasase por tener su propio despacho, pero en ese momento, no. Tener su propio despacho no querría decir no poder contratar a otros abogados, pero al principio tendría que hacerlo funcionar ella sola y en ese momento no quería; había pasado muchos años sola en Madrid y no podía plantearse volver a trabajar sola. Necesitaba las conversaciones entre expedientes, los consejos de sus compañeros, sentir que no estaba sola en un despacho, no podría aguantar ese silencio que durante tantos años le había pesado como una losa. Fernando llevaba unos minutos mirándola, sabía que no estaba concentrada en la lectura, levantó la vista al notar su mirada, sonrió decidiendo que esa noche se lo contaría, alargó la mano para apretar la suya diciéndole que siguiese trabajando. La tarde se les pasó volando, Fernando escribía concentrado pero desviaba la vista cada poco tiempo, había tenido que arropar a Alicia cuando se quedó dormida, le había quitado el libro de las manos y la vio sonreír cuando le acarició la tripa. Roberto jugó concentrado hasta que por fin el perro se despertó, a partir de ese momento no dejaron de echar carreras por todo el salón, a Fernando le preocupaba que se pudiese caer pero era imposible convencerle de sentarse. Tor parecía totalmente adaptado a su casa, como si llevase allí meses, encendió un cigarro sin dejar de escribir, controlaba los juegos de Roberto y la forma en la que el perro lo cuidaba. Movió la cabeza sabiendo que la mayor carga de responsabilidad le tocaría a él pero no le importaba sólo por ver a su hijo feliz, cuando terminó el artículo se agachó acariciando al perro mientras su hijo se quejaba porque no les dejaba jugar. Se echó a reír cuando fue el perro el que hizo entender a Roberto que no podían jugar todo el rato, sus suaves ladridos parecían más eficaces que las razones que él le estaba dando. Miró el reloj pensando que el perro debería volver a salir a la calle, se giró para mirar a Alicia y sonrió cuando la vio estirarse.
-¿He dormido mucho?
-Bueno, un poquito… -se acercó a ella y la besó- Yo he terminado hace poco y Roberto… Roberto no nos ha echado de menos en toda la tarde.
Alicia se echó a reír y trató de peinarse con la mano, no quedaba mucho para que llegasen Grace y Antonio, sonrió cuando Fernando comentó que tendría que sacar al perro, valoró decirle que podrían salir los tres juntos, pero era tarde y hacía frio. Se mordió el labio al verle ponerse el abrigo, no había descansado nada; Roberto le miró con desconfianza casi como si supiese que iba a tener que separarse de su perro. Se agachó junto a él y empezó a hacerle cosquillas, Roberto se reía pero alargaba su mano hacia el perro.
-Tor tiene que salir a la calle, te prometo que volvemos pronto.
-Alle con papá.
Le vio incorporarse decidido y se aguantó la risa intentando ponerse serio, Alicia les miraba casi riéndose, no estaba segura quien se saldría con la suya esa vez. Fernando le sentó en la trona dándole unas galletas, su hijo suspiró y empezó a comerlas sin dejar de mirar serio a su padre.
-Muy bien Roberto, hay que portarse bien ¿eh?
-Eh papá
Ató al perro riéndose en voz baja, Tor parecía dispuesto a esperar a Roberto para salir a la calle, besó a Alicia y miró al perro casi como si le quisiese convencer; se echó a reír cuando agachó las orejas y caminó con él, se agachó para besar a Roberto y salió de casa seguido por el perro. Alicia se echó a reír al oír el suspiro de su hijo, no dejaba de preguntar por Tor pero seguía comiendo las galletas, fue a la cocina a por un par de galletas para ella, tenía hambre y no sabía a qué hora cenarían; de hecho, se planteó quién haría la cena. Fernando caminó de forma lenta, no podía evitar reírse de sí mismo, miró al perro y movió la cabeza divertido, encendió un cigarro sin dejar de pensar en la cara de su hijo jugando con él, Roberto siempre les sorprendía y se echó a reír pensando que probablemente sólo era el principio. Suspiró cuando el perro tiró de él para alejarse un poco más, saludó a un par de vecinos con un gesto de la cabeza, no podía negar que ya eran una familia más en aquel barrio, pronto tendrían tres hijos y acababan de adoptar un perro. Alicia se levantó despacio al oír el timbre, torció el gesto pensando que Fernando había cogido las llaves; saludó con un abrazo a Grace y Antonio, llegaban pronto y estaba segura que Fernando se rascaría el pelo cuando entrase en casa y le viesen volver de pasear al perro. Roberto se emocionó con la visita, Antonio no tuvo más remedio que cogerle en brazos y sonrió cuando el niño le preguntó por Liberto; Alicia entendió que su hijo quería presentarle a su nuevo amigo, le contó a Grace y Antonio quién era Tor, nombre que no dejaba de repetir su hijo. Fernando corrió hacia el portal, Tor marcaba su propio paso y tenía que seguirle, le miró divertido mientras le decía que no podía salirse siempre con la suya; miró a los lados esperando que nadie le hubiese oído hablar con el perro. Abrió la puerta de casa todavía riéndose de sí mismo, nunca se hubiese imaginado una vida así para él, pero le hacía tan feliz que le daba igual lo que pareciese. Se mordió el labio al ver a Antonio sentado en el sofá junto a Alicia, jugó con el mechero mientras recibía la mirada divertida de su amigo pero al final terminó bromeando con él, Roberto no había perdido el tiempo y en cuanto oyó la puerta había echado a correr para saludar a Tor. Alicia sonrió al ver la naturalidad de Fernando, se levantó despacio y le besó; Grace estaba cocinando, decía que estaba harta de tanta tortilla de patata en cada reunión o cada cena. Fernando dejó un plato con bombones en la mesilla y puso la mesa, al final terminó yendo a la cocina para ayudarla con la cena. Estaba haciendo un estofado y un plato que llevaba una base de queso, torció el gesto recordando la manía que le tenía Alicia al queso desde que estaba embarazada; por suerte, Grace lo había tenido en cuenta y había preparado una ensalada. Hizo de pinche admirando el orden de Grace, no tenía nada que ver con Alicia; antes de que la cena estuviese lista, la cocina estaba perfectamente ordenada. Antonio fue a la cocina a por una copa de vino, bromeó sobre lo bien que se entendían ellos dos, Fernando se echó a reír aunque, por dentro, no pudo evitar recordar lo estúpido que había sido cuando sintió celos de Antonio. Se rascó el pelo pensando qué hubiese dicho Antonio si lo hubiese sabido; terminó de secar y cerró la puerta del patio. Les dejó solos en la cocina, al volver al salón Alicia estaba sentada en el sofá, Roberto se agarraba a sus piernas mientras con la otra mano acariciaba al perro que estaba a los pies de Alicia. Antes de que se diesen cuenta de su presencia, fue a por la cámara de fotos, hizo una foto de esa escena pensando que ésa era su familia, le había costado muchos años pero tenía una familia que le hacía inmensamente feliz. Alicia levantó la mirada y se echó a reír, se levantó despacio intentando no molestar a Roberto o al perro, y le besó despacio, se separaron cuando oyeron las risas de Grace y Antonio. La cena fue una algarabía completa, las bromas, las risas, los comentarios de Antonio mientras encendía un cigarro para intentar provocarle le recordó las pocas veces que había sido feliz en su vida. Posó el tenedor en el plato no sin antes convencer a Roberto de que terminara de cenar, su hijo sólo estuvo sentado el tiempo necesario para cenar, después protestó hasta que Fernando le sacó de la trona; Antonio estaba sorprendido, era la primera vez que Roberto le saludaba pero después no trataba de llamar la atención, tenía un nuevo amigo y sólo podía pensar en jugar con él. Fernando se rascó el pelo pensando si debía contarle la buena noticia de Marce y Manolita, habían evitado durante toda la noche el tema de la adopción y saber que sus amigos volverían a ser padres podría hacerle pensar en ello. Fue Alicia la que se decidió a contárselo, Antonio se alegró sinceramente y sonrió recordando la familia de su amigo; cuando se despidió de él tenía tres niñas, desde que no les veía, habían adoptado a la hija de Luisa y a Marisol y habían tenido a Manolín; ahora, además, tendrían otro hijo. Se alegraba de la gran familia que habían conseguido sacar adelante sus amigos, todos se pusieron nostálgicos y hablaron del viaje de Liberto a Madrid. Las risas de un Roberto que no dejaba de correr y los ladridos del perro que saltaba alrededor del niño hicieron que se animasen todos, terminaron de cenar mientras hablaban de las navidades, Grace y Antonio se irían fuera para fin de año, pero en navidades cenarían con ellos; Alicia estaba ilusionada pensando que estarían rodeados de sus amigos. Fernando sonrió pensando si para fin de año sólo estarían con ellos Inés y Mauro, esperaba que sí pudiesen venir y estaba seguro que, si el resto de sus amigos tenían otros planes, a Alicia le bastaría con pasar ese día con Inés. Después de una charla animada y un par de copas, sus amigos se despidieron, Antonio se echó a reír cuando Roberto apenas le hizo caso al despedirse de él, Fernando miró a su hijo pensando cómo se tomaría separarse de él para bañarse o dormir; en cuanto se cerró la puerta empezó a recoger. Alicia dejó a su hijo jugando con el perro y le siguió a la cocina, al verla entrar la miró divertido, hacía mucho que no compartían ese momento de recoger y los dos sabían cómo acababa. Alicia le besó despacio y se separó salpicándole, Fernando se echó a reír y empezó a salpicarla pero casi sin mojarla, le daba miedo que hiciese un movimiento brusco, aun así, disfrutaron del momento sin dejar de reírse. Alicia miró la camisa totalmente empapada de Fernando y le miró sonriendo, sabía que había intentado no mojarla, terminó besándole sin pensar en nada más; se separó despacio cuando notó cómo Alicia empezaba a desabrocharle la camisa.
-Alicia… Tengo que recoger y tenemos que bañar a Roberto…
Torció el gesto mirándole, le besó una vez más y fue a preparar el baño para su hijo, le ignoró cuando le dijo que él se encargaría de ello; Fernando suspiró porque sabía que cuando saliese de la cocina, el baño ya estaría listo. Alicia cerró la ventana del baño y empezó a prepararlo despacio, se agachó con cuidado para abrir el grifo y sonrió cuando su hijo entró con el coche, lo lanzó dentro y se sentó en el suelo acariciando al perro.
-Mi amor, Tor no se puede bañar.
Su hijo empezó una conversación que apenas pudo entender, cuando la bañera estuvo lista empezó a desnudarle, Roberto protestó llamando al perro, que le miró y agachó las orejas, Alicia contuvo una carcajada, parecía que Tor entendía mejor que Roberto lo que pasaba. Fernando se secó las manos y apagó la luz de la cocina, al entrar al cuarto de baño suspiró, la ropa por el suelo, el perro encima de la alfombra del baño, los juguetes de Roberto que tenía que sortear y una Alicia que no podía ponerse seria ante la idea de su hijo de meter el perro con él. Alicia estaba terminando de desnudar a Roberto, el coche estaba en el agua y su hijo no dejaba de llamar al perro. Por suerte, cuando le metió en la bañera empezó a salpicar y se conformó con no tener a su amigo con él en el agua; Alicia se sentó en el taburete y sonrió mirándoles.
-¿Sabes? –Fernando giró un segundo la cabeza pero volvió a mirar al niño- He pensado que el perro puede hacer que Roberto no note que atendemos mucho a las niñas cuando nazcan, tendremos que dividir el tiempo entre los tres, que tenga un amigo con el que jugar será bueno.
Fernando valoró el argumento de Alicia, él no pensaba dejar de estar pendiente de los tres, pero era verdad que las primeras semanas sus hijas necesitarían atención constante y Roberto podría notar que no era el centro de la casa. No pudieron seguir hablando porque Roberto siguió salpicando sin dejar de reír; poco a poco se fue calmando, Alicia empezó a hablar en voz baja para no molestar a su hijo.
-Fernando… Hace unos días Emile me comunicó que ya podía abrir mi propio despacho…
En ese momento sí se giró para mirarla, sonrió pensando que había estado días rumiándolo seguramente para hablar con él cuando ya supiese qué hacer.
-Vaya, después de tanto tiempo…
-Sí, ya sabes, la burocracia va lenta… Creo que de momento no pienso hacerlo, estoy bien en el despacho y no quiero abrir uno en el que al principio tenga que estar sola… Ya tendré tiempo de tener mi propio despacho.
Fernando se secó la mano en la camisa y la alargó acariciándole la mejilla, era consciente que los años en Madrid pesaban mucho en ella; se sintió reconfortada compartiéndolo con él. Tor se levantó en cuanto Fernando sacó a Roberto de la bañera, Alicia se emocionó pensando en ese sentido de protección que ya tenía su perro con su hijo; le secó despacio y le puso el pijama sin que protestase, estaba casi dormido. Al llevarle a la habitación sonriendo cuando su hijo preguntó por el perro, Alicia dejó la vieja manta al lado de la cuna y Roberto sólo se acomodó cuando vio a Tor echarse en ella para dormir. Pasaron unos minutos viendo cómo su hijo intentaba controlar el sueño, cada poco tiempo abría los ojos para comprobar que su perro seguía con él, al final se había quedado dormido alargando una mano intentando acariciarle. Fernando le arropó y le besó la mano para corregir su postura, le dieron las buenas noches mientras apagaban la luz; antes de llegar a la habitación, Alicia empezó a besarle y terminó de quitarle la camisa empapada, la tiró al suelo mientras se reía porque Fernando quería recogerla. Un nuevo beso de Alicia le hizo desistir, la guio despacio hacia la habitación, empezó a desnudarla despacio dejando que la ropa cayese al suelo, Alicia iba a bromear sobre ello pero sintió sus manos y dejó de pensar. Dejó que Alicia se acomodase en la cama y, cuando estuvo seguro que lo estaba, siguió besándola despacio, Alicia sonrió y le acarició el pelo cerrando los ojos.
Alicia fue quedándose dormida sintiendo cómo las fuerzas le iban fallando, estaba cansada pero feliz. Sentía a Fernando, junto a ella, fumando un cigarro bromeando sobre la nueva incorporación a la familia, diciendo que eso le pasaba por haberle tomado el pelo a Marce en más de una ocasión. Le besó antes de quedarse completamente dormida, Fernando la miró sonriendo, normalmente hablaba sin parar mientras se quedaba dormida pero ese día habían estado acariciándose en silencio, disfrutando de cada sensación que les provocaba estar juntos y abrazados en la cama. La atrajo hacia él teniendo cuidado con la tripa, acarició a sus niñas pensando en lo feliz que era y, poco a poco, se fue quedando dormido.
Cuando se despertó eran las cinco de la mañana; se movió con cuidado para no despertar a Alicia, de repente habían aparecido en un sueño Roberto y el perro, era la primera noche que dormían juntos y pensó si su hijo podría querer salir de la cuna para jugar y terminar cayéndose. Se levantó y sonrió cuando Alicia ocupó toda la cama, la arropó, se puso las zapatillas y salió de la habitación con prisa; al ver a su hijo dormir profundamente suspiró pensando en lo exagerado que era. Tor abrió un ojo y levantó las orejas saludándole, le acarició suavemente mientras le susurraba que volviese a dormir. Fue a por cuartillas para contestar a Marce, en la mesilla vio el informe de Alicia, lo guardó en el sobre para enviarlo al día siguiente, y cogió la pluma. Se sentó en la mecedora después de haber encendido una pequeña lámpara, miró una vez más a su hijo y empezó a escribir.
Querido Marce
Nos hemos alegrado mucho con la buena noticia, felicidades, tienes una gran familia y seguro que otro hijo os llena de felicidad; espero que, como quieres, sea otro niño, aunque si es niña seguro que la quieres tanto como quieres a todos tus hijos. Espero que Manolita lo lleve bien, dale un beso muy grande de nuestra parte.
Nosotros también hemos aumentado la familia, aunque de otra forma, en el patio de casa apareció un perro abandonado y le hemos adoptado. Bueno, en realidad ha sido Roberto el que le ha adoptado, ya toma sus propias decisiones, me encantaría que le conocieses; dile a tu padre que sigue preguntando por él y que ha crecido mucho. No deja de correr de un lado a otro y ya nos contesta cuando hablamos con él. Nos gustaría tanto poder celebrar con vosotros las próximas navidades… Siempre os recordamos, y yo no puedo dejar de pensar en todo lo que nos ayudasteis, gracias por todo porque, sin vosotros, yo no estaría aquí.
La presentación del libro de Alicia fue un éxito, al menos a mí me lo pareció; estuvo perfecta hablando delante de los alumnos, yo creo que los convenció a todos. Yo sigo escribiendo para la revista aunque, si te digo la verdad, me encantaría poder estar todo el día con Roberto y con Alicia, bueno, y estoy deseando que nazcan las niñas… Al final tengo una familia de verdad, con perro incluido, a veces me cuesta creerlo.
Sé que ahora es todavía más difícil, pero si viajáis a Francia, recuerda que aquí tenéis vuestra casa. Dale un abrazo muy fuerte a Manolita y cuídala, otro abrazo para tu padre, no dejamos de echarle de menos.
Un abrazo
Fernando Esquivel
Posó la carta y se quedó mirando a su hijo que, inconscientemente, alargaba la mano esperando acariciar al perro; tardó mucho en cerrar los ojos, le encantaba ver dormir a su hijo. Terminó quedándose dormido en la mecedora después de más de media hora velando el sueño de Roberto. Se despertó cuando sintió el hocico de Tor en su pierna y supo que quería volver a salir a la calle. Miró al techo y se levantó con cuidado de no despertar a su hijo.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!