24 de diciembre de 1961
El día 24 se despertó con el sonido de la alarma del despertador, se frotó los ojos a la vez que se giraba para ver que Alicia no estaba en la cama, se puso las zapatillas aún sentado en la cama y cruzó el pasillo sigilosamente. Apoyado en el marco de la puerta observó durante minutos a Alicia que le hablaba en susurros a Roberto mientras le amamantaba, la mecedora acompañaba con sus vaivenes el momento mágico. Cruzó la habitación para besar en el pelo a Alicia mientras acariciaba la espalda del niño, no podía ponerle palabras a esos momentos. Subió la toquilla por los hombros de Alicia mientras le contaba que debía acercarse a la redacción, tenían una pequeña celebración por el día de Navidad, ella le sonrió mientras le respondía que el próximo año podrían ir los tres. Después de una ducha rápida preparó el desayuno para Alicia, dejó la mesa preparada y regresó a la habitación para instarla a que fuera a desayunar mientras él se encargaba de un Roberto que ya dormía plácidamente. Al dejarlo en la cuna y arroparlo se dio cuenta que esas Navidades serían las primeras en todos los sentidos, celebraría sus primeras navidades a la vez que su hijo...
Escribió la carta a Marce y Pelayo mientras iba en el tranvía, la dobló con sumo cuidado mientras miraba la hora, tenía muchas cosas por hacer antes de regresar a casa...
Queridos Marce y Pelayo
Supongo que antes de leer la carta habéis visto la foto… Ya hemos sido padres, es precioso, le hemos llamado Roberto, no podía ser de otra forma… Me encantaría que le conocieseis; que él os conociese a vosotros, a vuestra familia, a las niñas, a Manolín… Alicia y yo le vamos a hablar de todos los amigos que hemos dejado en España, os conocerá aunque no os vea. Marce, ahora te entiendo mejor que nunca; no haría nada que pusiese en peligro a mi hijo, a Alicia, nuestra vida… Una vez más, muchas gracias por todo lo que habéis hecho por mí, ahora pienso que todo lo que he pasado en la vida ha merecido la pena por tener a Alicia y Roberto junto a mí.
Espero que en Madrid las cosas vayan bien, ¿qué tal le va a Manolita con el hostal? Por el bar ni pregunto, irá igual de bien que siempre. Esta noche vendrán unos amigos a cenar a casa, es nuestra primera navidad los tres juntos, Roberto no se enterará, pero para nosotros será muy especial. Sueño con poder estar pronto en Madrid, para compartir momentos como estos con vosotros. Felices fiestas, disfrutad de vuestra familia.
Un abrazo muy fuerte
Fernando Esquivel
Fernando estaba esperando a Pedro, se le acababa la paciencia, quería volver cuanto antes a casa. Sonrió levemente, no podría sentir eso cada vez que saliese de casa, esperaba que según fuesen pasando las semanas, su miedo a dejarles solos se pasase… No era falta de confianza en Alicia, no tenía nada que ver con eso; era un miedo irracional, pensaba que estando lejos no podía protegerlos. El frío traspasaba el abrigo, el mes de diciembre estaba siendo uno de los más fríos en años; tiró el cigarro que acababa de encender y metió las manos en los bolsillos. Recordó el momento en que llegaron a casa con su hijo.
Dos días antes
Alicia estaba terminando de arreglarse, Fernando hacía lo mismo con el niño; no se había movido de allí en los dos días que habían pasado en el hospital. Alicia había insistido en que fuese a casa a descansar, pero él lo había pensado todo y en la bolsa, también había ropa para él. Aun así, se notaba que Fernando llevaba varios días sin afeitarse y no había dormido mucho; Alicia le miraba orgullosa. Desde la primera tarde que pasaron con su hijo, Fernando se descubrió como todo un experto en cambiar pañales, sin embargo a ella no se le daba tan bien… Fernando metió la manga de la chaqueta cuidadosamente sin darse cuenta que Alicia lo observaba, trataba a Roberto con tanto cuidado y amor que en esos momentos pensaba que el corazón se le salía del pecho. Ella estaba terminando de abrocharse, se sentía extraña y algo cansada pero sabía que formaba parte del hecho de tener un hijo. Cuando terminó de preparar al niño, Fernando se acercó a ella que dejó de arreglarse para besar a su hijo, le encantaba olerle.
-Voy a llamar al taxi para que esté preparado en cuanto salgamos, -posó al niño en brazos de Alicia- fuera hace frío y no quiero que Roberto pueda resfriarse…
Alicia le besó antes de verle salir de la habitación, acunó a su hijo en brazos y se olvidó que aún le quedaba ponerse los pendientes y el reloj. Mientras Fernando llamaba al taxi, Alicia se dio cuenta que le había faltado meter a Roberto en una burbuja, sonrió al ver al pobre intentando estirarse en vano ante tal cantidad de ropa de abrigo, le besó la frente suavemente mientras olía ese perfume que jamás podría olvidar. La habitación olía al gel que usaba Fernando para asearse en el baño y a polvos talco. Estaba deseando llegar a casa y llenar la bañera para sumergirse en agua caliente, además de estrenar la mecedora acunando al pequeño.
-No te preocupes Roberto… Entre tú y yo haremos que papá no sea tan obsesivo… Nos costará, pero dejará de preocuparse tanto, te lo prometo…
Seguía hablando a su hijo en un continuo susurro, a pesar de la fuerza del niño cuando lloraba, le parecía el ser más delicado y no quería molestarle con su voz. Fernando estuvo de vuelta en la habitación en seguida, no quería perderse ni un momento de los primeros instantes de su hijo. Cogió al niño para que Alicia terminase de arreglarse, la vio más guapa que nunca; llevaba puesto un vestido que él le había regalado una de esas mañanas en las que encontraba tiendas en cualquier esquina. Vio cómo Alicia se ponía el abrigo y los guantes, a pesar del cansancio que se notaba en su cara y sus ojeras, resplandecía. Fernando cogió las bolsas que habían acumulado esos días, sonriendo al ver cómo Alicia había metido toda la ropa sin doblar, le esperaban horas de plancha para poder darle forma a las rayas de las camisas, ella se dio cuenta y comenzó a bromear con lo maniático que era, especialmente para haber vivido todo lo que había vivido. Fernando levantó los brazos en forma de rendición pensando que era una batalla perdida con Alicia. Se acercó por detrás para abrazarlos intentando grabar ese momento en su recuerdo amenizándolo con otra broma...
Alicia cogió la bolsa, el niño estaba abrigado pero todavía faltaba algo, sacó la manta que Fernando había tejido y cogió al niño envolviéndole en ella. Fernando sonrió al ver el resultado, contemplar a Alicia con el niño en brazos le hacía sentir una felicidad plena que nunca olvidaría. El trayecto en taxi fue tranquilo, Alicia recordó por un momento el trayecto de ida, todo había merecido la pena sabiendo que en ese taxi regresaban los tres a casa. Roberto estuvo tranquilo en el taxi en brazos de Alicia, Fernando no dejaba de mirarles y hablar con Alicia entre susurros. A Alicia aún le costaba levantarse y salir del taxi se lo recordó, por suerte Fernando terminaba estando en todo, ayudándola en todo momento. Salió antes del taxi, cogió al niño y ayudó a Alicia a salir; entraron al portal, el portero les dio la enhorabuena y les felicitó las navidades. Cuando iban a entrar al ascensor, vieron bajar a sus dos vecinos, que en seguida quisieron conocer al niño. Fernando se agachó para que conociesen a Roberto, Alicia nunca había visto a un hombre tan orgulloso cómo al verle agacharse para enseñar a Roberto a sus vecinos, éstos no tenían el menor interés por un bebé que aún no podía jugar con ellos a la pelota o hacer alguna trastada, le miraron un momento y se despidieron saliendo corriendo del portal; Alicia negó divertida con la cabeza mientras entraban al ascensor.
Entrar en casa fue uno de los momentos más especiales, de hecho, Roberto debió darse cuenta porque comenzó a llorar a pleno pulmón para que alguien lo sacara del nido de ropa que llevaba… Fernando dejó la bolsa en la entrada, hizo que Alicia cogiese al niño, quien fue quitándole algunas capas de ropa, mientras Fernando ponía la calefacción, ella se rio para sus adentros aunque a Fernando le dedicó una mirada de suave reproche, él no le hizo caso. Fue a la habitación del niño, subió la persiana para que entrase un poco de luz, Alicia entró con el niño, se miraron y no pudieron evitar emocionarse. A pesar del frío, la luz del sol se filtraba por la ventana, Alicia tenía que amamantar al niño, se acomodó en la mecedora mientras Fernando estaba en la alfombra, estiraba sus brazos mientras hablaba, en voz bajita, sobre los planes de esas navidades. Ella tenía la sensación de estar viendo a dos niños, uno al que alimentaba y otro que no dejaba de mirarla. Le parecía increíble estar allí, con Alicia, con Roberto… Esperaba que poco a poco se fuese acostumbrando, no podía parar el mundo cada minuto sólo para sentarse a contemplarles… Pensó que ojalá pudiese hacerlo. Se dio cuenta que Alicia estaba a punto de quedarse dormida cómo ya le había pasado a Roberto, se levantó ligeramente para coger al niño mientras le recomendaba que fuera a descansar, Alicia apenas podía articular palabra, le dio un beso al niño en los mofletes y otro a Fernando. Al llegar a la habitación descartó el baño y, simplemente, se descalzó, abrió la cama y se metió vestida. Estaba dormida inmediatamente.
Fernando acostó a Roberto y colocó todas las cosas, se acercó para encender el radiador de la calefacción de la habitación, colocó el calzado de Alicia, le acarició el pelo y decidió preparar la comida. Mientras lo hacía puso la radio para ponerse al día con las noticias, soltó algún taco con algunas medidas del gobierno y cambió de dial para dejar música de fondo. Cogió del baño las cosas y se decidió a afeitarse, últimamente compartía ese momento con Alicia, ese como tantos otros...
Regresó al presente cuando vio venir a Pedro, estuvieron hablando un par de minutos y se dirigió rápidamente a la redacción. La celebración en la redacción terminó siendo una especie de reunión para felicitar al recién estrenado padre, éste sólo pensaba en que pasase una hora prudencial para no ser descortés, llamó dos veces a casa y la última reconoció a una Alicia cansada ante su exceso de celo...
Recogió el pavo y la tarta que tenía encargada, junto con el pedido de la tienda dónde compraban siempre, esa noche venían unos amigos a casa y no quería que faltase nada. Al abrir la puerta se encontró con Alicia, ya cambiada, duchada y resplandeciente que le hizo pensar que nadie diría que había dado a luz hacía tan sólo unos días. Ella estaba terminando de recoger el salón, ya adornado por su mano, mientras Roberto dormía en la cuna en un lado del salón. Llevó todas las cosas a la cocina mientras le relataba las anécdotas de la redacción.
Se puso cómodo y regresó al salón, no pudo evitar acercarse por detrás y darle un beso en la nuca a Alicia, que le manoteó de broma porque intentaba concentrarse en colocar correctamente unas cintas. Cogió a Roberto y se sentó en el sofá con él sobre su pecho, Alicia no podía evitar emocionarse en esos momentos y fue a unirse a ellos mientras desistía de colocar la cinta. Hablando entre susurros se dieron cuenta que los dos últimos días apenas habían hecho otra cosa que disfrutar de su hijo, les daba miedo el momento en que tuviesen que enfrentarse al día a día, las obligaciones, el trabajo, las relaciones con los amigos… Si pudiesen, se encerrarían en su casa y se pasarían el día mirando a su hijo. La sensación del calor que desprendía su hijo sólo podía compararse con sentir el cuerpo de Alicia contra él. Abrazó a Alicia con la mano que le quedaba libre para llevarla contra él, mientras se reía de los gorgojeos que hacía acompañando la conversación que mantenían...
-Fernando… ¿Crees que no tendríamos que estar todo el día encima de él? ¿No le malcriaremos?
-Alicia… Tiene unos días, ¿sería más normal dejarle en la cuna y olvidarnos de él?
-No, claro que no, no es eso… -le cogió la manita y la besó- No sé, tengo miedo de pasarme con las atenciones… No quiero mimar demasiado a nuestro hijo…
-Estoy seguro que nunca le malcriaremos; puede que nos pasemos con las atenciones en algunos momentos… Pero en cuanto crezca él lo dirá, estoy seguro que tendrá el mismo carácter que nosotros… ¿No le has oído llorar? –se echaron a reír mientras su hijo respiraba profundamente casi dormido- Tendremos que aprovechar ahora que no puede quejarse de que le estemos atosigando…
Fernando tenía el mismo miedo que Alicia, pero sabía que juntos encontrarían la forma de no pasarse; de hecho confiaba más en Alicia que en sí mismo… Sabía que a él le iba a costar muchísimo dejarle crecer, y esperaba que Alicia tuviese la suficiente paciencia como para enseñarle a hacerlo. Roberto estaba dormido, Alicia se fue quedando dormida mientras acariciaba la mano del niño; Fernando les miraba maravillado, era la hora de comer y, nuevamente, sería él quien preparase la comida. Se levantó despacio, con mucho cuidado de no despertar a Alicia pero, a la vez, con cuidado de que no le pasase nada a Roberto. Posó a su hijo en la cuna, que transportó hasta el sofá, y le tapó, hizo que Alicia se tumbase en el sofá y también le puso una manta por encima. Al tapar a Alicia se dio cuenta de lo frágil que parecía, nadie que la viese en esos momentos imaginaría el carácter tan fuerte que tenía, sonrió mientras se dirigía a la cocina. Entornó la puerta de la cocina, no quería que el olor de la comida se extendiese a toda la casa, pero tampoco quería perderles de vista. Intentó preparar todo muy rápido, de vez en cuando dejaba la comida en el fuego y se acercaba al salón a comprobar que todo iba bien. En esos momentos, se sentía el padre más paranoico del mundo, pero al entrar al salón, ver a Alicia dormida con una sonrisa y a su hijo respirando profundamente se olvidaba de esa sensación y se quedaba con la tranquilidad de saber que estaban bien. Mientras ponía la mesa recogió los intentos de Alicia de ponerse a trabajar, esparcía todo en la mesa pero Roberto terminaba interrumpiendo esos momentos. Se rascó la cabeza pensando si no sería más fácil darle el biberón para poder descargarle algo más de trabajo y que pudiera descansar más horas por la noche, suspiró pensando que convencerla iba a ser una ardua tarea... Dejó preparado el café para después de comer, estaba seguro que Alicia estaba deseando tomar uno, también sabía que deseaba fumarse un cigarro con todas sus fuerzas y el médico le indicó que hiciese lo que considerase oportuno. Se quedó pensativo porque ese argumento le parecía que podía tomar fuerza con respecto a darle el biberón al niño... Antes de despertarlos metió todas las gasas en agua hirviendo con un producto para lavarlas, se subió un poco más la camisa pensando en la cara que pondría más de una de las personas que había conocido en su vida viéndole en ese momento. El agua le salpicó y tuvo que secarse la frente con el brazo, otra camisa manchada de lejía pensó antes de comenzar a escurrir las gasas...
Cuando terminó, despertó a Alicia con un beso en el cuello, ella se sobresaltó al no ver al niño con él, tal y como recordaba cuando se había quedado dormida. Rápidamente le buscó con la mirada y vio la cuna al lado, el niño estaba dormido, muy tranquilo y tapado, le impresionaba la capacidad que tenía Fernando para preocuparse de todo. Comieron mientras hablaban de los invitados que tendrían esa noche, se juntarían compañeros de la redacción y del bufete, en total serían unos 6 o 7, entre ellos no podía faltar Pierre.
-Por cierto, Alicia… Deberíamos pensar qué decir cuando nos den los regalos de Papá Noel… Estoy seguro que ellos celebrarán esa fiesta… -Alicia le miró y sonrió, estaba en todo, hasta en ese pequeño detalle- Yo nunca he celebrado la Navidad, pero si tengo que elegir… Prefiero celebrar el Día de Reyes, Papá Noel no acaba de gustarme…
-¿Sabes? Mi padre decía algo parecido… -sonrió con nostalgia- Recuerdo los últimos Reyes que pasamos en París, él siempre me escondía mi regalo… -se cogió el camafeo- Este fue el regalo de ese año, con la foto de mi madre… -lo abrió y se lo enseñó a Fernando, que ya lo había visto otras veces- Cuando murió, puse también su foto y… -Alicia nunca se lo había contado, pero creía que ese era el momento- Unos meses después de tu fusilamiento, puse una foto tuya debajo de la de mi padre… Nadie podría verla, pero yo sabía que estaba ahí… -Fernando miró la foto emocionado, guardó su foto al lado de la de sus padres. A la vez, sentía una punzada de culpabilidad cada vez que hablaban del fusilamiento, ver esa pequeña foto le causó esa misma sensación, por suerte la capacidad de amar de Alicia era proporcional a su capacidad de perdonar. Intentó concentrarse en la cara de sorpresa cuando abriese su regalo, hacía días que lo tenía comprado, en el caso de Roberto no esperaba, de momento, mucha atención...- Recuerdo que ese día de Reyes fue cuando me empezó a hablar de volver a España… Yo no quería ni oír hablar de ello…
Fernando sonrió recordando a la Alicia que conoció recién llegada de Francia, una Alicia que deseaba volver a París a toda costa.
-Da igual lo que digan nuestros amigos esta noche, Fernando, si nosotros queremos celebrar el Día de Reyes, celebraremos ese día y no el de Papá Noel…
Mientras comían le propuso a Alicia que saliera a dar un paseo si lo deseaba, siempre que se abrigase bien, que entendía llevaba días encerrada en el hospital y en casa. Alicia sonrió divertida porque ya tenía planes para esa tarde y acogió la idea cómo si no lo hubiera pensado antes. Se levantó para sentarse encima de Fernando mientras se tomaba el café y le daba una calada cortita al cigarro, Fernando simplemente puso cara de falso reproche a la vez que la besaba.
El niño interrumpió su conversación con fuerza, ya estaban acostumbrados a oírle llorar con toda la fuerza de la que era capaz ese ser tan diminuto. Todavía le quedaba un rato para la siguiente toma, lo que necesitaba era un cambio de gasa, Alicia miró divertida a Fernando.
-Creo que te toca… A cambio, yo recojo la mesa…
Fernando se echó a reír, cogió en brazos a su hijo y le llevó al sofá donde le cambió con toda la delicadeza del mundo. Alicia le miraba cada vez que iba y venía de la cocina, le encantaba verle atender al niño; la primera noche que pasaron con el niño en casa, Fernando no había dormido, se había pasado la noche velando al niño, cada vez que se despertaba para darle de mamar, él estaba ahí, despierto, sólo mirándoles a los dos.
Alicia tardó más en terminar de decidirse a salir que en prepararse; Fernando la miraba con disimulo, reconocía cada gesto que hacía para alargar el momento, él lo había hecho esa mañana antes de ir a la redacción. Daba vueltas por la casa con movimientos lentos, denotaba su lucha interna entre salir a dar una vuelta y quedarse con Roberto, Fernando le tomó el pelo varias veces. Roberto se echó a llorar por enésima vez consiguiendo que Alicia lo cogiese instintivamente aunque ya tuviese el abrigo puesto.
-Alicia… Acaba de comer, o te vas ya o cuando quieras irte tendrás que volver porque sea la siguiente toma… -no era el momento para proponerle nada sobre el biberón, pondría el grito en el cielo y al final no saldría de casa. Cogió a Roberto y dio un beso a Alicia- Venga, cuando antes te vayas, antes regresarás…
Al final, tuvo que abrocharle el abrigo, abrir la puerta e invitarla a salir inmediatamente, ella sonrió enternecida, sabía mejor que ella misma lo que estaba sintiendo; pensó por un momento que él podría haberlo sentido esa mañana; les dio un beso y se fue. Era la primera vez que se separaba de Roberto, sabía que no pasaría nada, Fernando sabía atenderle casi mejor que ella, pero no podía controlar la sensación que tenía. Se fijó que tenía restos de crema del bebé en las manos, sacó un pañuelo limpiándoselas mientras esperaba el ascensor. Fue dando las novedades a todos aquellos que le felicitaban: el portero, los vecinos de abajo que habían sido avisados por esos dos diablillos preguntando si ellos iban a tener uno de esos, y, por último, su amiga italiana, de la cual recibió el mejor café con aquellos brioche que tanto le gustaban. Al salir del portal sintió el aire frío, empezó a caminar deprisa, hacía semanas que no salía a la calle sola, venció la sensación angustiosa que le suponía dejar a su hijo en casa y disfrutó de su paseo. Tenía algo importante que comprar, suponía que Fernando ya había comprado su regalo, pero ella llevaba el último mes casi sin salir de casa y, cuando lo hacía, salía con él, así que había sido imposible comprar nada sin que Fernando se enterase. Seguía teniendo alguna molestia normal por el parto pero el baño que se había dado esa mañana y las pocas horas de sueño resultaron reparadoras. Mientras caminaba, con las manos en los bolsillos, se fijaba en el ambiente navideño, todo estaba decorado, las tiendas olían diferentes y, por la calle, debías sortear a la multitud de niños que durante esos días no tenían clase, miró el reloj un par de veces antes de entrar en las Galeries Lafayette...
En casa Fernando estaba atendiendo a un Roberto que no dejaba de llorar, por un momento pensó que el niño sabía que su madre no estaba en casa y por eso no podía calmarle. Roberto estaba empezando a cogerle gusto a que lo tuvieran en brazos, sólo el calor de sus padres y el leve movimiento conseguía que pudiera quedarse dormido. Fernando se acomodó en la mecedora, subiéndose levemente las mangas del jersey, con el niño en el pecho, ya no lloraba con fuerza pero seguía soltando algún lloro.
-Tranquilo… Mamá vendrá en seguida… -él también le hablaba en susurros- ¿Sabes qué? Tenía ganas de que nos quedásemos solos, así podemos hablar tú y yo a solas… Tendrás que tener mucha paciencia conmigo, mamá te ayudará, sin duda… Nunca me imaginé con un hijo mío en brazos, tenerte es una de las cosas más importantes que me han pasado… Que nos han pasado; así que tendrás que entender que a veces nos pongamos un poquito… Sí, obsesivos, ¡qué se le va a hacer! Somos los padres que te han tocado… -acariciaba las manos del niño, que ya se había quedado dormido escuchando la voz de su padre- Pero te prometo que nadie podría quererte tanto como te queremos nosotros… Cuando conocí a mamá ni se me pasaba por la cabeza que más de 10 años después, tú estarías en mis brazos. Pero desde el principio supe que ella sería importante, y no te creas, intenté alejarme… Pero aquí estamos, los tres juntos, y eso es lo importante, nos han pasado muchísimas cosas hasta llegar a este momento, –tuvo una sensación extraña, le encantaría proteger a su hijo de la cruda realidad, cuando creciese se enteraría de muchas cosas y eso le asustaba, no quería que sufriese…- y te aseguro que todo ha merecido la pena si el resultado es este.
Alicia subía en el ascensor quitándose los guantes con la boca mientras hacía malabarismos con las bolsas para que no se cayeran, parecía que iba más lento que otras veces, casi atropella a su vecina que intentaba entrar a la vez que salía ella. Con un guante en la boca, las bolsas en una sola mano, buscó las llaves dentro de aquel bolso, en el intento soltó algún taco en francés pero inmediatamente las palpó y pudo abrir para gritar que ya estaba en casa...
No se dio ni cuenta que se había quedado medio dormido hasta que escuchó la puerta, miró a Roberto que tenía los ojos abiertos y estaba metiéndose el puño entero en la boca, Fernando le tocó la nariz delicadamente, se incorporó para saludar a Alicia mientras le susurraba al oído que harían un buen equipo, se pasó la mano libre por la cara dándose cuenta que no había vuelto a afeitarse, eso descartó darle un beso para no dañar la piel tan sensible del pequeño. Alicia cogió al niño, le besó y respiró el olor que desprendía, le asustaba echarle tanto de menos cuando no había pasado ni tres horas fuera de casa. Era la hora de amamantarle, pero antes tenía que esconder el regalo que había dejado a la entrada, le dijo a Fernando que iba un momento al baño, que se quedase con el niño. Recogió el paquete, lo metió al fondo del armario y esperó que Fernando no lo encontrase. Al volver a la habitación, dejó en un brazo de la mecedora el abrigo y se sentó con el niño. Fernando les contempló un segundo antes de besar a Alicia y recoger el abrigo para llevarlo al perchero, Alicia tuvo que levantarse levemente para que lo cogiera, todo lo cuidadoso que era él no lo era ella, por suerte, ya podía usar esas camisas que tanto le gustaban y eran cómodas para poder darle el pecho al pequeño.
-Os dejo tranquilos… Si necesitas algo, estaré en la cocina, terminando de preparar todo para la cena… Levantas la voz y vengo…
-Estaremos bien Fernando, además, la cocina no está en España, ¡está a dos pasos!
Sonrió al darse cuenta que el niño paraba de mamar si ella hablaba, no importaba que fuera en susurros. Fernando se rio de sí mismo, iba a ser difícil que dejase de preocuparse; salió de la habitación, colgó el abrigo, puso música de fondo, muy baja, y entró a la cocina. En menos de dos horas llegarían los invitados y quería tenerlo todo preparado. Mientras preparaba los platos y los vasos necesarios, iba pensando en las veces que había añorado tener una familia… Nunca lo reconoció en voz alta, pero hacía mucho tiempo que le pesaba la soledad; en alguno de esos momentos pensaba en Alicia, en qué estaría haciendo ella, se la imaginaba con hijos, sonriéndoles, sonriendo a su marido… Apartó esos pensamientos, la vida de Alicia alejada de él no había sido ideal, de hecho se culpaba por muchas cosas por las que pasó después de que la dejase en Madrid… Lo que le importaba en esos momentos era que estaban juntos, que tenían a su hijo y que no haría nada para dañar esa felicidad. No había terminado de preparar las cosas pero aprovechó que vio los dulces para llevarle uno a Alicia y así no parecer el padre paranoico que en realidad era.
-¿Cómo están mis chicos? –Alicia le miró con un falso reproche- Antes de que digas nada… He venido a traerte esto, estoy seguro que tienes hambre…
Alicia se rio con todas sus ganas, el niño correspondió a la risa de su madre con la misma fuerza pero en forma de lloro. Fernando les miró embelesado, si tenía que elegir un sonido para el resto de su vida, sería la risa de Alicia y el lloro de Roberto.
-Que sepas que te salva lo que te salva… -Alicia eligió una galleta del plato que Fernando le ofrecía- Pero sé que no es más que un truco…
-Bueno, lo importante es que te gusten mis trucos…
Volvió a reírse a la vez que intentaba que su hijo echase el aire, Fernando también se dio cuenta que dejaba de mamar al hablar ella y bromearon sobre este hecho. Le acariciaron la cabeza sabiendo que Roberto iba a ser mucho Roberto...
-Deberías prepararte, enseguida llegarán todos, yo me encargo de que Roberto se quede dormido…
-¿Ves? Ese truco sí que me gusta… -le sonrió pasándole al niño- Eres capaz de hacerle dormir incluso cuando está muy intranquilo… Voy a prepararme, aunque, si te digo la verdad… Me encantaría que nos quedásemos toda la noche los tres solos, disfrutando de la primera nochebuena con Roberto…
-Alicia… -la besó dulcemente mientras acomodaba a su hijo en sus brazos- Tenemos todo el tiempo del mundo para estar los tres juntos. La primera nochebuena será nuestra, de los tres, y seguro que compartiéndolo con nuestros amigos somos todavía más felices…
-No quise decir eso, Fernando… Solo… No sé, soy feliz con vosotros dos y no necesito nada más… Pero sí, tienes razón, compartirlo con todos nos hará todavía más felices.
Alicia salió para ir al baño, Fernando sabía exactamente a qué se refería, él sentía lo mismo… No tenía que ver con sus amigos, con que no quisiese compartir con ellos su primera navidad o su familia; sino con ellos mismos, con que cada momento que pasaban juntos era único y tampoco necesitaba más para ser feliz. Aunque pensó que les vendría bien un poco de conversación adulta; desde que nació el niño se habían limitado a estar con su hijo salvo unas horas y les vendría bien volver a tener vida social; sobre todo de cara a volver a la normalidad… ¡Cómo le gustaría no tener que salir de casa en años solo para estar con su hijo y con Alicia!
Dejó al niño en la cuna cuando comprobó que se había dormido, sacó la cuna al salón mientras dejaba entreabierta la puerta de la cocina. La cocina iba tomando forma, los entremeses estaban colocados en sus respectivos platos, Fernando usó un paño de cocina para limpiarse las manos mientras se subía, aún más, las mangas del jersey. Pensó que tenía que afeitarse y asearse, olía a bebé mezclado con los diferentes tipos de queso y patés que había manipulado. Decidió quitarse el jersey, dejándolo en una silla, para evitar manchar el mismo con la salsa que tenía en el fuego. Tomó una cuchara de madera para comprobar el sabor sin calcular bien la temperatura, por suerte su hijo no escuchó ni hubiese entendido los tacos que salieron de su boca. Una vez que estaba ya todo preparado tomó el jersey y fue a darse una ducha rápida aprovechando para afeitarse, Alicia había colocado ya su ropa encima de la cama, intentó darse prisa lo cual acarreó alguna que otra cortada. El baño estaba totalmente empañado desprendiendo olor al jabón que usaba para afeitarse...
Alicia se sorprendió cuando comprobó que le estaba bien un vestido elegante que había llevado los primeros meses de embarazo, era uno de los que más le gustaban. Se lo puso y se sintió bien con ella misma, claro que no había perdido todo el peso que ganó, pero en apenas unos días volvía a reconocer un poco su cuerpo. Se maquilló un poco, por la tarde no lo había hecho para salir a comprar; llevaba semanas sin hacerlo y en ese momento le apetecía. Se miró en el espejo mientras se alisaba el vestido con las manos, pasó sus manos por su barriga y se dio cuenta que en breve no tendría que usar esa molesta faja. Mientras se ponía los pendientes abrió el estuche del perfume nuevo, no había podido resistirse a darse un capricho, lo olió y comenzó a echárselo detrás de las orejas y en las muñecas; de repente toda la habitación olía a ella....
Cuando Alicia entró en el salón, se quedó sin aire, era algo bastante común, le temblaban levemente las piernas y sabía que sonreía cómo un idiota pero desprendía tanta luz en esos momentos que no podía evitarlo... También desprendía un olor diferente, se acercó para olerle el cuello mientras la besaba, había cambiado de perfume, éste tenía mucho más almizcle pero le gustaba tanto o más que el otro...
-Parece que no soy el único que tiene trucos…
-¡Exagerado! Solo me he maquillado un poco…
-No es el maquillaje, eres tú…
Se besaron, Fernando no dejaba de acariciarle el pelo, por la ventana entró una melodía y empezaron a bailar como dos adolescentes, sintiendo que seguían escondidos del mundo y que solo existían ellos tres. El timbre rompió ese momento mágico, ya era la hora, empezaban a llegar los invitados. Fernando miró el techo mientras resoplaba, Alicia se echó a reír al ver su reacción, le dio un beso en la nariz y, después de colocarse las mangas de la camisa y la chaqueta, abrió la puerta para recibir a Pierre.
-Alicia… -la abrazó, hacía semanas que no la veía y todavía no la había felicitado- Enhorabuena, según el recién estrenado padre es el niño más guapo del mundo…
-Gracias; -sonrió encantada- no creo que yo pueda decirte otra cosa… Pero supongo que no somos objetivos…
Fernando le ofreció una copa de vino que él aceptó, se dieron un abrazo y se sentó en el sofá.
-Bueno, ¿y cuando podré conocer al peque?
-Ahora está dormido –Fernando se dio cuenta que estaba siendo tajante, cuando se trataba de no molestar a su hijo lo era siempre… Intentó relajarse- En un rato se despertará con hambre… -le sonrió- Y comprobarás que no son exageraciones…
Los tres se echaron a reír, el niño centró los primeros comentarios, pero después empezaron a hablar de todo, Pierre le contaba novedades en la redacción, hablaron sobre la situación política, e incluso le dio tiempo a preguntar por Macarena. A Alicia le divirtió ver los esfuerzos de Pierre por sonar natural al preguntar por ella, tendría que volver a escribirla, o mejor llamarla por teléfono y así podría averiguar por qué no quería seguir en contacto con él. Empezaron a llegar todos, eran un grupo peculiar, Pierre, Jean y Camille, tres periodistas compañeros de Fernando, y Emile, David, Grace y Danielle, cuatro abogados compañeros de Alicia. Los abrazos, besos y golpeos en las espaldas iban sucediéndose, Fernando estaba apoyado levemente en la mesa mientras charlaba con Pierre y uno de los compañeros de Alicia, movía la mano libre que usaba solamente para coger el vaso que posaba justo detrás de él, fumaba relajado y se fijó que Alicia, que hacía de perfecta anfitriona, consiguió dar alguna calada medio escondida entre el grupo de gente. Se sonrieron, él con cara de falso reproche y ella como un niño pillado haciendo una trastada. En unos minutos parecía que todos se conocían de antes. Fernando se levantaba cada poco tiempo, Roberto estaba en la habitación para que no le molestasen con el ruido y necesitaba comprobar que estaba bien. Alicia no se lo reprochó, en algunos momentos estuvo a punto de hacer lo mismo, pero sabía que él lo haría de todas formas así que dejó que fuese él el que se ausentase. Fernando se acercó para abrir la ventana ante la concentración de humo, se fijó que el barrio estaba completamente iluminado, sonaban diferentes músicas y cánticos, intentó recordar dónde había pasado su última navidad y le fue imposible. La noche estaba siendo especial, animada, las historias y conversaciones se cruzaban, en muchos momentos se dedicaron miradas privadas cuyo significado sólo entendían ellos. El olor al asado, el queso, los patés, se mezclaban con los diferentes perfumes y jabones; el tabaco amortiguaba la última salida de ese perfume que podría concentrarse en ese salón.
Cuando en una de sus visitas vio a Roberto despierto, le cogió en brazos, en poco tiempo le tocaría la siguiente toma, pero sabía que antes sus amigos querrían conocerle. El momento de la presentación de Roberto no tuvo envidia al de un príncipe heredero, Alicia lo tenía en brazos enseñándoselo a todos sus amigos, mientras Fernando dejó posada su mano en su espalda, a la altura de la cintura. El niño hizo las delicias de todos, incluso parecía que supiese que estaba siendo presentado en sociedad porque en ningún momento se quejó ante los arrumacos y tampoco se puso a llorar como acostumbraba si tardaban de darle de comer… Fernando sentía cierta reticencia a que le cogiesen en brazos, se controló mejor de lo que pensaba, aunque en la mirada sí se le notaba, por suerte, sólo Alicia lo notó. Roberto observaba e intentó quitarse esas cosas tan extrañas que sus padres se empeñaban en ponerle en la mano. Después de recibir la atención de todos los presentes, aunque muchos de ellos no se atrevieron a tomarlo en brazos, consideró que había llegado el momento de comer, Alicia se dio cuenta que estaba a punto de ponerse a llorar...
-Bueno, este señorito y yo nos ausentamos un momento, que tiene que comer… -cogió al niño que estaba en brazos de Pierre y rozó la mano de Fernando mientras se iba a la habitación del niño.
Fernando estuvo a punto de seguirla, pero no podía dejar allí plantados a sus amigos, sentía que cada rato que pasaba alejado de ellos, perdiéndose algún momento, se le hacía cuesta arriba. Pierre notó el impulso de Fernando y empezó a relatar las nuevas noticias sobre el gobierno, la conversación de animó y Fernando se olvidó por un momento de sus ganas de dejarles plantados.
Alicia oía de fondo las voces, sonrió pensando en la vida que tenía ese día la casa; estaban empezando a construir su pequeña familia de amigos, recordó a su padre y su vida en París, en España no lo había tenido… Sólo podía recordar dos momentos en que sí sintió que tuviese una familia y no era su familia de sangre… Los vecinos de la Plaza de los Frutos habían suplido a la familia en la que no encajaba; pero después de lo de su tío, después de su matrimonio con Álvaro, después del fusilamiento de Fernando, después de que pasase lo de Angulo… Cada uno de esos hechos hizo que se cerrase cada vez más en sí misma; dejó de tener un grupo de amigos que supliese la falta de familia. Y, curiosamente, fue cuando volvió a visitar la Plaza de los Frutos cuando volvió a tener un gran grupo de amigos… Pelayo, Manolita, Marce, Inés, Macarena, incluso Mauro… Y, por supuesto, reencontrarse con Fernando. Una conversación sobre el niño la trajo de vuelta al presente; Fernando estaba contando lo que le gustaba tumbarse en el sofá con él en el pecho. Vio que Roberto ya no mamaba, hizo que echase el aire y fue a buscar a Fernando, con él se dormía en un momento. Cuando Alicia regresó, Fernando se levantó inmediatamente de la mesa, cediéndole la silla mientras cogía a Roberto. Antes de dormirle lo cambió y le curó el cordón que aún no se había caído. Estuvo encantado de tener un momento a solas con su hijo; le encantaba el ambiente que había en casa, pero no podía dejar de pensar en el momento de poner a Roberto sobre él, hablarle en susurros y ver cómo iba quedándose dormido. Se quedó dormido prácticamente al cogerlo, ajeno a la celebración, Fernando lo dejó en la cuna y regresó para servir los postres, mientras les preguntaba que deseaban, no fue consciente que estaba jugando con el pelo de la nuca de Alicia hasta que no se giró para pedirle el trozo más grande de la tarta. Sus amigos intercambiaron algunos detalles, ellos les explicaron su idea de esperar al día de Reyes así que ni recibieron ni dieron regalos, y les invitaron a comer ese día también en su casa.
Después del postre llegó el momento de los brindis, Fernando y Alicia se miraron nostálgicos, había tantas personas por las que querrían brindar en su primera navidad juntos… Sus amigos brindaron por ellos, los recién estrenados padres, y por la amistad, ellos levantaron su copa sin decir nada más, sabían por quiénes estaban brindando, por todas las personas a las que habían perdido, por todas las personas que se habían quedado en España… El ambiente era totalmente distendido, las horas que llevaban juntos y el alcohol hacía que las conversaciones se sucediesen, con poco consenso por ser un grupo heterogéneo, pero siempre respetando cada una de las opiniones. Fernando estaba sentado junto a Alicia, se había desprendido de la chaqueta y la corbata, fumaba un cigarro mientras hablaba con Pierre y otros compañeros, la otra mano la tenía en el respaldo de ella, Alicia notaba cómo jugaba casi sin darse cuenta con el pelo en el nacimiento de la nuca. El teléfono interrumpió la animada charla, Fernando se levantó mientras Alicia le besaba.
-¿Si?
-Fernando… Feliz navidad, hijo.
-¿Manolita? –no podía creerse aquella llamada- Pero… ¡Feliz navidad!
Cuando reconoció la voz que tenía al otro lado pasó por un pequeño bloqueo, sin embargo, en breve se rearmó y podía imaginarse a Manuela con el teléfono en una oreja y la otra mano en la cintura… ¡cómo los echaba de menos! No fue consciente de lo importante que eran en su vida hasta que volvió a tenerlos enfrente...
-¿Cómo estáis Alicia y tú? ¿Vuestro hijo ha nacido ya?…
-Sí, hace unos días… El niño es precioso y muy bueno, y Alicia está mejor que nunca…
Alicia se acercó, no entendía que alguien llamase aquella noche y que Fernando no le despachase sin miramientos. Al ver los ojos de Fernando supo que aquella llamada procedía de España, Fernando tapó el teléfono y susurró “es Manolita”.
-Alicia quiere saludarte, pero antes… Gracias, por todo… Por ayudarme cuando llegué allí… De verdad, nunca lo olvidaré…
-No tienes nada que agradecer, hijo…
A Alicia se le iluminó la cara al saber que era Manolita, mientras hablaba con ella se dio cuenta que no construía una frase entera sin nombrar a su hijo, le hubiera gustado recibir un fuerte abrazo de todos ellos y prometió seguir en contacto con más asiduidad... Antes de colgar, saludó a Pelayo y Marce, también lo hizo Fernando, quien no pudo evitar emocionarse. Volver a oír la voz de sus amigos de España fue uno de los momentos mágicos de la noche; cuando les escribían se sentían muy cerca de ellos, pero poder hablar con ellos era algo más. Se disculparon con sus amigos por la interrupción, aunque ellos notaron que aquella llamada era importante así que no le dieron importancia.
La sobremesa se alargó hasta entrada la madrugada, aunque intentaron no hacer mucho ruido para no molestar a Roberto. Al niño pareció no importarle, a medianoche Fernando fue incapaz de dormirle después de su toma, no tenía intención de perderse aquella nochebuena con sus padres. Entre conversaciones serias y relajadas, el niño fue pasando de brazo en brazo siempre con Fernando alerta; Alicia le miraba orgullosa, todos estaban encantados con el niño, con su hijo. Finalmente, Fernando cogió al niño, fue hablándole entre susurros dejando que los demás conversasen, y Roberto se durmió. Todos se fueron despidiendo, ya era tarde y estaban cansados; las despedidas se eternizaron, sobre todo la de Pierre que había bebido algo de más y no terminaba de despedirse. Fernando estaba sentado en la mesa, hablando con Pierre, mientras jugaba con el corcho de una botella, se frotó la cara dándose cuenta que también estaba cansado, la noche había pasado volando... Se echó a reír en cuanto Pierre salió de casa, nunca le había imaginado así, Alicia se acercó y le abrazó.
-Tenía ganas de estar así contigo… -le besó la mano- Me lo he pasado muy bien, pero estoy cansada y tanta gente… Me he agobiado un poco, hacía tanto que no venía nadie a casa…
-Bueno, ahora podemos descansar… Aunque sería más fácil descansar si no tuvieses que amamantar al niño… -¿sería el momento de darle la idea?- Quizás podríamos empezar a darle biberón y así podemos turnarnos…
-No, no quiero darle biberón tan pronto… -Fernando iba a interrumpirla pero ella no le dio opción- Fernando… No quiero hablar de esto ahora, estamos solos, es navidad, tenemos un momento para nosotros antes de que Roberto se despierte…
Se tumbaron en el sofá; en la mesa quedaban los platos y vasos de la cena, ceniceros, copas, botellas… Mañana sería otro día y probablemente sería Fernando quién lo recogiese. Estuvieron tumbados en el sofá hasta que oyeron llorar a Roberto, aquella noche Alicia no dejaba de acariciar las cicatrices de Fernando, de pensar en sus propias cicatrices. En aquellos 12 años separados habían sufrido mucho, pero el resultado era estar los tres juntos, y nada le hacía más feliz. Compartieron un cigarro, el primero en mucho tiempo, Fernando estaba tan relajado que ni siquiera se molestó en mostrarle un falso reproche y Alicia disfrutó de la sensación de estar apoyada en Fernando mientras fumaba una calada… Cuando Roberto rompió a llorar, Alicia estaba casi dormida, Fernando la despertó con un beso y juntos fueron a la habitación del niño. Como siempre que compartían ese momento, Alicia se sentó en la mecedora mientras Fernando lo hacía en la alfombra. Por mucho sueño que tuviesen, ese momento de intimidad los tres juntos les gustaba mucho y no se lo perderían por nada. Al terminar, Fernando se puso a la altura de la cabeza del niño y del dio un suave beso, se levantó del todo para besar a Alicia en el pelo y llevó la cuna a su habitación. Alicia se levantó con cuidado, una vez en la habitación, Fernando cogió al niño, dejó que ella se acomodase en la cama y se sentó apoyado en el cabecero. Roberto quiso participar activamente en el final de esa velada y costó dormirle algo más que de costumbre. Empezó a hablar entre susurros a Roberto mientras Alicia les mirada sonriendo y se iba quedando dormida, la paciencia de Fernando con su hijo era infinita y no desistió hasta que se quedó dormido. Lo metió en la cuna y se quedó mirándolo apoyado en los barrotes de ésta, se parecía mucho a él físicamente pero dormía exactamente igual que Alicia. Comprobó que la ventana estaba cerrada y entornó la puerta mientras miraba la hora... Se tumbó en la cama abrazando a Alicia y oliendo su perfume. Al momento también estaba dormido, el día había sido agotador, pero lo que le hizo dormirse fue la felicidad que sentía.
Las tomas de esa madrugada y la primera de la mañana consistieron en que Fernando levantaba a Roberto, lo tumbaba en la cama mientras mamaba y cuando madre e hijo dormían se encargaba de regresarlo, una vez limpio, a la cuna. La luz del mediodía iluminaba la habitación en absoluto silencio, Fernando se había quedado dormido sentado en la cama mientras que Alicia aún llevaba el vestido de por la noche...
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!