Mediados de septiembre de 1962
Fernando se echó a reír al ver a Alicia ir de un sitio a otro de la habitación, no encontraba los pendientes que quería ponerse, iba descalza con los zapatos en la mano y todavía estaba despeinada. Torció el gesto al ver las condiciones de la habitación y el baño, resopló entre bromas porque entre Roberto y Alicia conseguían dejar todo desperdigado, nada que no se le olvidara cuando les veía sonreír. La mirada de su mujer hizo que interrumpiese su risa, se sentó en la cama jugando con su hijo e intentando ignorar los paseos de Alicia.
-¡Fernando! ¿Qué haces ahí sentado? Vas a arrugarte el traje…
-Por favor Alicia –se levantó intentando contener la risa- tranquilízate, parece que la que te casas eres tú…
Contestó a Fernando con una mueca aunque no pudo evitar la risa, no podía controlar la sensación que tenía, sabía que para Grace y Antonio era un simple formalismo, incluso habían decidido ir a firmar al juzgado, como si fuese una gestión más del trabajo de su amiga. Pero ella no podía evitar cierto nerviosismo, ellos eran los testigos, Fernando y ella acudían a su primera boda juntos, con su hijo… Por más que supiese que no era importante, no podía evitar emocionarse; vio a Roberto babear su traje nuevo y estuvo a punto de regañarle aunque no pudo hacerlo al verle alargar los brazos hacia ella. Le cogió sonriendo y pensando que Roberto era capaz de hacerla olvidar absolutamente todo.
-Alicia, deberías terminar, vamos a llegar tarde y Grace se enfadará, estoy seguro que ella no pretende llegar tarde…
Tenían que ir a buscarles en el coche, Grace había dado mucha importancia a la puntualidad, no quería alargar el momento lo más mínimo. Esa mañana habían madrugado mucho, pero al final Roberto les había entretenido más de lo que hubiesen querido. Alicia no dejaba de mover la alianza bastante nerviosa, había salido de compras con Grace, compartido muchos momentos y lo único que quería era que fueran felices. No podía evitar la nostalgia de no haber compartido con Inés el momento de su boda, Grace estaba sola, al igual que su amiga, y eso hacía que ella intentara cubrir esos huecos. Las carcajadas de Roberto cuando descubrió uno de sus pintalabios y estuvo a punto de ensuciar todo su traje le devolvieron a la realidad. Muchos días pensaba la energía extra que supondría tener otro bebé en casa pero sabía que merecía la pena. Fernando se levantó de la cama mientras veía cómo Alicia se calzaba, miró el pequeño joyero totalmente descolocado y suspiró, al ponerle en orden, encontró los pendientes.
-Vaya… Estaban ahí…
-Sí, Alicia –no podía evitar reírse- estaban ahí…
Alicia le miró fingiendo una inocencia que no tenía, se miró en el espejo arrugando la nariz, no le gustaba cómo le quedaba el vestido, pensaba que se le notaba demasiado la tripa. Fernando la abrazó acariciándole precisamente la tripa, nunca entendería lo poco que le gustaba que se notase, para él estaba más guapa que nunca. Se giró para besarle el cuello y se separó recordándole que tenían mucha prisa, Fernando puso los ojos en blanco mientras terminaba de alisarse las arrugas del pantalón. Cogió a Roberto en brazos, no llevarían la silla porque no entrarían todos en el coche; Alicia estaba en la entrada esperándoles, le miró sonriendo mientras Fernando movía la cabeza resignado. Dejó que Alicia le anudase bien la corbata antes de cederle el paso mientras aprovechaba para besar a su mujer en el cuello. Cuando iban a salir del portal se encontraron con una de sus vecinas y su hija, Alicia vio cómo Fernando la cedía el paso mientras se quedaba mirando a la niña que era un par de meses más pequeña que su hijo. Ya empezaban a conocer a todos los vecinos y, sin duda, esa niña era la preferida de su marido; Roberto solía alargar los brazos hacia ella cuando se cruzaban en el portal, estaba segura que dentro de unos meses serían los mejores compañeros de juegos y volverían locos a todos los vecinos. Alicia pensó que podrían invitar una tarde a su vecina a tomar un café y así disfrutar de la relación de los dos niños; esperaba no molestarla, parecía una mujer un tanto distante, imaginaba que no quería llamar la atención, solía recibir algunas miradas por su condición de madre soltera. Cuando la conoció no pudo evitar recordar a Sole y la situación en la que estaba su negocio por estar embarazada siendo soltera. Fernando abrió la puerta del coche para que entrase, dejó a Roberto en sus brazos y la besó sabiendo que seguía pensando en su vecina; Alicia sonrió al verle dar la vuelta para entrar al coche. Hacía unos días habían pasado la tarde conduciendo por las afueras de París, al contrario de lo que había pensado, después de un par de intentos ya conducía segura de sí misma; estaba a la espera de poder sacarse el permiso. Fernando sonrió al recordar esa tarde juntos, le encantaba verla al volante incluso aunque se empeñase en conducir a su manera y excederse un poco en la velocidad. Después de unos minutos llegaron a la calle de Grace y Antonio, ellos estaban esperándoles en el portal, Fernando miró de reojo a Alicia que intentó no echarse a reír al ver la cara impaciente de su amiga. Ni siquiera dejaron que se bajasen del coche a saludarles, entraron saludándoles y recordándoles que no tenían tiempo para rodeos. Fernando miró por el retrovisor a Antonio, parecía tranquilo pero tenía la mirada huidiza, supo que estaba recordando la boda con Andrea, sonrió al verles con las manos enlazadas, miró a Alicia un segundo y puso el coche en marcha. Alicia preguntó por Liberto, Grace se echó a reír diciendo que ya estaba en los juzgados, había ido a buscar a su amiga y les esperaban allí, Alicia adivinó que había sido idea del propio Liberto y no de ellos, que no querían más que una firma y dos testigos. Roberto empezó a llamar a Liberto mientras alargaba los brazos hacia la ventanilla, Fernando se echó a reír intentando no pensar en Andrea. Durante el trayecto sólo Roberto rompía el silencio, Alicia tardó mucho tiempo en saber que Fernando había sido testigo de su boda con Álvaro y que esas imágenes siempre le rondaban junto con un sentimiento de culpa.
Fernando, sin embargo, consiguió centrarse en las nuevas palabras de su hijo e iba más pendiente de su amigo. Antonio se quedó un momento con la mirada perdida, no soltó la mano de Grace, pero su mente estaba lejos de allí, pensó en su vida, la boda con Andrea había servido para que ella no se fuese de Madrid con su familia, la boda con Grace serviría para adoptar un niño… Siempre había otras razones, no dudaba del amor que sentía por Grace ni mucho menos del que sintió por Andrea; pero en realidad le hubiese gustado que todo hubiese sido distinto. Casarse o no, le daba igual, pero le pareció triste que nunca hubiese salido de él pedírselo a las dos mujeres que más había querido. Levantó la mirada al darse cuenta que Fernando le miraba por el retrovisor mientras Alicia y Grace hablaban de uno de los clientes del despacho; intentó sonreír pero al ver la mirada de Fernando recordó el momento en que estuvo a punto de casarse con Andrea por segunda vez, en la cárcel. Respiró hondo cerrando los ojos, veía la imagen de Andrea pero ya en Francia, uno de los primeros días que compartieron en París… Sonrió ante ese recuerdo y al abrir los ojos se sintió en paz con sus recuerdos, daba igual las razones por las que se casó con Andrea y por las que no quiso hacerlo en la cárcel; la había amado de verdad y habían disfrutado su tiempo juntos.
Nunca se perdonaría cómo había acabado su historia, pero sabía que Andrea no soportaba ese tipo de remordimientos, había luchado hasta el final por la libertad pero, sobre todo, por un amigo, y él tenía que seguir adelante recordándola. Miró a Grace emocionado, ella correspondió su mirada con un beso y empezando a bromear sobre Liberto y esa chica, sabía que ella no quería ningún tipo de ceremonia así que siguió la broma de la que pronto sería su mujer. Cuando aparcó, Fernando miró a Alicia mordiéndose el labio, al pensar en Andrea y Antonio, recordó lo que la propia Andrea le había contado de su boda con Mario, eso le hizo recordar la boda de Alicia con Álvaro, esa boda que él presenció mientras era consciente que no podría ser feliz porque ella debía quedarse en Madrid. Cogió suavemente la mano de Alicia mientras veía por el retrovisor cómo Grace y Antonio salían del coche; la miró intensamente y la besó intentando borrar ese recuerdo.
-Fernando –aunque sabía disimularlo, Alicia pudo ver su mirada- ¿qué pasa?
-Nada… Tonterías, salgamos –iba a abrir la puerta pero notó la mano de Alicia apretando la suya, cerró los ojos mientras se giraba para mirarla- en serio, Alicia, no pasa nada, es sólo… Son recuerdos y hoy no es día de recordar –Alicia se mordió el labio sin dejar de mirarle, no quería insistir pero le veía muy afectado; Fernando sonrió moviendo la cabeza- sólo… Al pensar en Andrea, recordé el día que me contó lo que sintió cuando se casó con Mario y… -Alicia tragó saliva al recordar su primera boda, una boda que nunca tuvo que aceptar pero que la salvó de volver junto a su tío, Roberto estaba tranquilo manteniéndose al margen- Alicia, nunca me podré perdonar todas las decisiones que tomé, si yo no llego a insistir, no te hubieses casado con…
-Fernando, lo hemos hablado muchas veces; fue un error, salió de ti pero yo lo acepté e incluso intenté llevarlo a cabo, durante los primeros años me convencí de que fue lo mejor… Pero es un error que hemos arreglado, ya está, estamos casados, tenemos un hijo y pronto tendremos una hija; es nuestra vida y todas las decisiones equivocadas nos han traído hasta aquí, eso es lo único importante.
La miró emocionado, la abrazó pensando en la suerte que tenía porque le hubiese dado una segunda oportunidad; recordó otra vez cómo presenció la boda de la mujer que amaba pero, por suerte, un manotazo de su hijo les hizo reír, le abrazaron antes de salir del coche. Alicia salió con la mejor de sus sonrisas, sabía que hablar del pasado era doloroso para ambos, pero cada vez que lo hacían dejaban atrás todo, compartían un dolor que les hacía más fuertes de cara al futuro. Fernando abrazó a su mujer mientras caminaban hacia donde estaban sus amigos; Roberto fue el primero en saludar, llamó a Liberto desde la distancia alargando sus brazos hacia él. Alicia se emocionó al ver a su hijo disfrutar con Liberto y se giró para tomar la mano de su amiga, completamente fría, que sonreía totalmente relajada. Miró a Fernando al darse cuenta que ella era la que más nerviosa estaba, se relajó al ver a sus amigos tranquilos y felices, Grace y ella se echaron a reír cuando el funcionario de la entrada les saludó con la misma simpatía de siempre. Roberto se quedó feliz en brazos de Liberto, ni siquiera prestó atención cuando su madre le susurró que se portase bien; Fernando besó a su hijo y, antes de ponerse al lado de Grace, abrazó a Antonio, no tardó en separarse, no quería ponerse sentimental. Cuando se puso al lado de Grace evitó decirle nada, la miró sonriendo sabiendo que ella no era partidaria de tanta pomposidad. Alicia agarró por el brazo a Antonio recordando el día que le conoció y no pudo evitar sonreír al pensar en la diferencia que había en él; Fernando estuvo a punto de echarse a reír ante la exasperación de Grace, aquel día parecía que nadie tenía prisa, con lo puntuales que eran los funcionarios franceses, les hicieron esperar un momento. Cuando por fin empezó la ceremonia, apenas duró unos minutos, Alicia había permanecido sonriente y muy concentrada durante toda la ceremonia, Roberto estaba totalmente centrado en los ramos de flores discretos que decoraban la estancia y en su amigo Liberto. Grace miró a Antonio sonriendo y firmó segura de sí misma; Antonio, en cambio, firmó despacio pensando en todos los momentos con Grace, estaba seguro de formar una familia con ella, pero no podía evitar cierto nerviosismo pensando que esa firma significaba, precisamente, el principio de esa familia que formarían. Fernando miró a Alicia y sonrió al verla emocionada, no pudo evitar recordar su propia boda aunque no tuvo nada que ver con la de sus amigos, ellos tampoco habían tenido una gran ceremonia, pero la celebración con sus amigos sí había sido especial y, sobre todo, los preparativos y las sorpresas que se dieron el uno al otro. Firmaron como testigos mientras Liberto se acercaba para felicitar a su padre, le había costado tratarle con naturalidad, pero en ese momento sólo podía pensar en que se merecía poder ser feliz junto a Grace. Alicia abrazó a Grace intentando ignorar su suspiro, le susurró felicidades y notó cómo su amiga se emocionaba aunque no quisiese hacerlo. Fernando estaba relajado, las miró a punto de echarse a reír pero lo evitó abrazando a Antonio, se dio cuenta cómo reprimió el gesto de meter sus manos a los bolsillos y se fundió en un abrazo con Antonio. Fue Roberto el que puso fin al momento emotivo echándose al reír cuando Liberto empezó a hacerle cosquillas. Fernando cogió a su hijo en brazos, que protestó al ver a Liberto alejarse junto a su amiga Lucía, abrazó a Alicia y dejaron a solas a sus amigos, sabían que no querían una comida, ni siquiera un brindis, querían celebrarlo a su manera. Al salir, el viento les recordó que el verano estaba llegando a su fin, Alicia se apretó contra Fernando pensando que debería haber cogido una chaqueta antes de salir de casa. Fernando notó su frío y quiso quitarse su chaqueta, pero Alicia le recordó que tenían el coche aparcado y que dentro no tendría frío, se echó a reír porque no recordaba que habían ido en coche. Todavía no era del todo consciente que tenían coche y que no necesitaban coger taxis para moverse por la ciudad. Roberto no dejaba de manotear en el aire, quería que le bajasen al suelo, estuvo a punto de proponerle a Alicia que fuesen un rato al parque que estaba cerca de casa, pero recordó que tenía que pasar antes por la redacción, tenía que recoger documentación para hacer un reportaje. Desde el programa de radio había trabajado desde casa, en la redacción se notaba la ausencia de Jean aunque habían contratado a una chica en prácticas.
-Alicia, si quieres os puedo dejar en casa y así no tenéis que acompañarme a la redacción…
-No, yo quiero ir.
Fernando se echó a reír ante el tono infantil de su mujer, hacía mucho que no iban juntos, abrió la puerta del coche para que entrase y dejó a Roberto sobre ella, vio cómo el niño posaba su mano en la tripa y sonrió mordiéndose el labio. Alicia acaricio la mano de su hijo y sonrió cuando Fernando, ya dentro del coche, puso su mano encima de las de ellos. Besó a Alicia antes de arrancar el coche, los juzgados estaban algo alejados de la redacción, atravesar París en coche a esas horas no le gustaba, había demasiado tráfico.
-Fernando, tendríamos que llamar a Pelayo para saber si le ha llegado el billete de avión.
-Le mandamos ayer, ¿no crees que es demasiado pronto?
Fernando se echó a reír pensando en las ganas que tenían de volver a abrazarle, el día anterior Alicia se había empeñado en sacar los dos billetes, tanto el de ida como el de vuelta, y se los habían mandado por correo urgente, pero era demasiado pronto para que hubiesen llegado. Hacía unos días habían pasado la mañana de compras, su hija ya tenía los primeros vestidos comprados, Alicia había sonreído al ver cómo Fernando se quedaba mirando los trajes de niña en las tiendas así que al final le compraron algunas cosas a su hija. En la tienda de muebles, fue ella la que llevó la voz cantante, después de ver algunas camas que no le gustaban, por fin encontró una que consideraba perfecta; la estrenaría Pelayo y, dentro de unos meses, sería la cama de Roberto. Montar la cama en casa fue más complicado de lo que habían pensado, Alicia no dejó de reírse al ver a Fernando tan concentrado, ella intentó ayudarle pero pesaba mucho como para cogerlo. Roberto se había quedado mirando la cama, Fernando se echó a reír al verle, parecía que estaba intentando entender qué hacía esa cama en esa habitación que casi no usaban. Entre risas le explicó a su hijo que Pelayo se quedaría en la habitación de su hermana los días que estuviese en París, el niño levantó los brazos diciendo “aaaaaayo”, Alicia se quedó mirándole con la boca abierta mientras Fernando le cogía en brazos y le llenaba de besos. En los últimos días habían repetido tanto el nombre de Pelayo que su hijo sabía que era alguien importante, estaba seguro que su hijo adoraría a Pelayo. El parloteo de Roberto no sólo no le desconcentraba sino que le ayudaba a conducir con una sonrisa, incluso cuando el tráfico y los conductores deberían sacarle de sus casillas. Notó las manos frías de Alicia y una sonrisa amplia mientras se estiraba el vestido. Aparcó el coche sin dejar de pensar en Pelayo, quizás podrían llamarle esa noche para decirle que le llegarían los billetes. Cuando salieron del coche se encontraron con Pierre, su amigo bromeó con el gran coche que se habían comprado y Alicia comprobó divertida que Fernando llevaba bien esas bromas aunque no podía evitar desviar la mirada y frotarse la nuca. Fernando bromeó con Pierre e intentó no perder tiempo para terminar cuanto antes los asuntos en la redacción. Pierre, sabiendo lo poco que le gustaba a Fernando que su hijo entrase en la redacción por el ambiente cargado, les propuso quedarse con el niño esperándoles abajo. No pudieron decir nada, fue Roberto el que decidió alargando sus brazos hacia Pierre, que le cogió encantado, Fernando besó la frente de su hijo mientras sonreía por la relación que tenía con su amigo, Alicia le dejó el biberón del agua por si le necesitaba, Fernando le ofreció el brazo mientras notaba la reticencia de ver cómo su hijo se quedaba con Pierre casi sin mirarles, y subieron juntos. Entrar junto a Alicia a su trabajo era algo que le hacía sonreír, en momentos así no podía evitar recordar a Daniel y cómo le miraría al verle entrar a un trabajo normal, con horarios y jefes. Saludaron a todos, Alicia sonrió cuando Fernando le presentó a la nueva chica, parecía muy despierta y amable, notó cómo su mujer arrugaba la nariz al ver la mirada de todos sus compañeros, desde luego, la nueva chica despertaba el interés de todos. Divertido, le susurró a su mujer que todos respetaban a su compañera, que la valoraban como periodista y no sólo como una mujer bonita; Alicia le miró sonriendo y siendo consciente de lo transparente que se había vuelto para él. Se sentó en el despacho de Fernando mientras él iba a buscar la documentación que necesitaba, siempre disfrutaba en la redacción, el sonido del teléfono, las conversaciones de fondo, la sensación de libertad le hacía disfrutar de esos momentos. Al sentarse en el sillón se quitó los zapatos, cada día le costaba más aguantar el calzado, tenía los tobillos hinchados a pesar de las friegas que se daba por la noche. Pasó las manos por el escritorio y sonrió al ver la foto que tenía puesta, una de Roberto y ella cuando el niño acababa de nacer, pensó en cuántas veces habría mirado la foto mientras intentaba concentrarse en sus artículos. Fernando estuvo hablando con Antoine, desde que había ido a la radio, su jefe no dejaba de decirle que debería ir más veces, que tenía que aprovechar la oportunidad y aceptar alguna de las propuestas que le hacían; él sólo pensaba en estar con su familia. No descartaba en un futuro aceptar un puesto en un periódico o una emisora, pero de momento era feliz con su trabajo, podía decir lo que quería, muchas veces incluso escoger los temas y tenía en la redacción a buenos amigos. Antoine le dio un ejemplar de la revista de Toulouse, sonrió pensando en su amigo, hacía unos días habían hablado por teléfono para pasarle un tema para un artículo, estaba deseando ojear la primera revista dirigida por Jean. Se apoyó en la mesa de su jefe mientras hablaba con él, miró un par de veces el reloj para que éste captara que tenía prisa y se despidió rápidamente. Cuando entró en el despacho se quedó un momento mirando a Alicia concentrada en su cuaderno de notas, al verle le miró de manera inocente y soltó la libreta inmediatamente.
-Alicia –hablaba entre risas- no tienes por qué dejar de leer, -se puso serio mirándola fijamente a los ojos- puedes mirar todo lo que quieras, eres mi mujer, sólo tú me conoces de verdad y no hace falta que te esconda lo que escribo.
Se emocionó ante esa declaración de su marido, se levantó despacio y empezó a besarle lentamente, tuvo que ser ella la que pusiese fin a ese beso que cada vez se hacía más intenso. Se echó a reír cuando Fernando se rascó el pelo algo cortado, no había valorado que estaban en su despacho. Dejó que Alicia saliese y apagó las luces cerrando la puerta, no se despidieron de nadie, sólo movió la cabeza en forma de saludo a Sophie, que estaba ocupada con una entrevista, desde que había participado en el suplemento, Sophie tenía cada vez más importancia en la redacción. Antes de salir del portal pudieron oír las risas de su hijo, se lo pasaba en grande con Pierre, Roberto comenzó a llamarlos en cuanto les vio aparecer pero no tenía ninguna gana de despedirse de Pierre y meterse en el coche, Fernando movió la cabeza pensando en lo afortunado que era de tener tantas personas que lo querían y lo cuidarían siempre. Se había echado a reír al ver a su amigo sentado en las escaleras de un portal cercano mientras jugaba con Roberto. Fumaron un cigarro, Alicia cogió a Roberto intentando aguantar las ganas que tenía de fumarse uno; fue en ese momento cuando compartieron con Pierre que Pelayo les visitaría en unos días. Vieron cómo su amigo se emocionaba, recordaba muy bien el día que pasó en El Asturiano y, sobre todo, la conversación con Pelayo. Pierre les preguntó por la boda de Antonio y se echó a reír al saber que de verdad sólo había sido una firma; tenía que subir a la redacción, Roberto torció el gesto cuando notó que se despedía de él. Alicia le besó haciéndole cosquillas y pronto se le pasó el berrinche por despedirse de Pierre, de vuelta en el coche, Roberto se tranquilizó mirando por la ventanilla. Antes de arrancar el coche tragó saliva, hacía días que quería proponerle a Alicia redactar un testamento especificando, en caso de sucederles algo, quien o quienes serían sus tutores. Ahuyentó esos pensamientos cuando su hijo comenzó a cantar a la par de Alicia, se concentró en el tráfico mientras Alicia no dejaba de darle vueltas a una idea, se mordió el labio sabiendo que sería duro. El día anterior había estado ordenado los capítulos de su libro, empezaba a ser un caos con tantas páginas sueltas, tardó en poner orden pero, finalmente, vio cómo su libro empezaba a tomar forma. Al ordenar el capítulo sobre los juicios sumarísimos y las condenas de muerte, pensó en incluir las impresiones de alguien que hubiese pasado por eso, se había frotado las manos nerviosa, quería que fuese Fernando. Era su libro, pero también de su padre y quería que también Fernando formase parte de él aunque sin nombrarle directamente; no podía escribir un libro sin tener en cuenta las enseñanzas de su padre o la experiencia de Fernando. Pero sabía que para Fernando era abrir viejas heridas, nunca había rechazado hablar del fusilamiento o las horas previas, pero no sabía si estaría de acuerdo en que lo incluyese en su libro. Le miró mientras conducía, pensó que tendría que encontrar el momento oportuno para decírselo, no podía hacerlo en el coche.
Al aparcar en su calle, Roberto señaló su antiguo portal, le miraron emocionados, no tanto por su primera casa en París, sino por lo que significaba que su hijo supiese que ese lugar había sido importante, como si el niño entendiese que ésa había sido su primera casa. Antes de subir a casa dieron un paseo por el parque, todavía el buen tiempo hacía que hubiese bastante gente, los niños aún no habían empezado al cole y disfrutaban de los últimos días del verano. Roberto disfrutó de la mano de Fernando, daba pequeños pasos muy seguidos y después uno más grande, estuvo a punto de perder el equilibrio pero se agarró más fuerte a su padre, Fernando lo notó y no pudo más que sonreír. Se echaron a reír al ver que Roberto iba directo hacia unas palomas, el niño levantó los brazos diciendo “oooooh” al ver que salían volando. La energía de su hijo era inagotable, Fernando era consciente de lo mucho que tenía de los dos pero, a la vez, transmitía tanta felicidad que sólo verle reírse le producía un sentimiento indescriptible. Notó que Alicia le miraba con envidia, con la tripa ella no podía andar agachada para llevar a Roberto de la mano; cogió al niño en brazos y abrazó a Alicia, ella sonrió besando a su hijo y abrazándose fuerte a él. Roberto manoteó con fuerza intentando que le volviesen a dejar en el suelo, pero esa vez no lo consiguió, tuvo que conformarse con jugar con los botones de la camisa de su padre. Alicia se refugió en el costado de Fernando mientras estiraba los pantalones de su hijo saboreando esos momentos. Tenían planeado salir el fin de semana a visitar las afueras de París y, una vez que hablasen del tema del libro, quería hacer una lista con todas las cosas que necesitaban. Hicieron el camino de vuelta a casa en silencio, sólo Roberto parloteaba con su propia lengua; Alicia no dejaba de pensar cómo abordar el tema del libro y Fernando el tema del testamento. Saludar al portero siempre les hacía sonreír, le oían decir cada vez más palabras en español intentando ampliar su repertorio, Roberto se empeñaba en saludarle en francés, aunque fuese a su manera. Fernando se echó a reír con el bostezo de Alicia mientras entraban a casa, le acarició el pelo y comenzó a acondicionar la casa, fue directo a encender la calefacción, a pesar del sol, los últimos días empezaba a notarse el frío. Alicia se descalzó y dejó a Roberto en la manta, fue a la cocina a por unos dulces, tenía mucho hambre y no podía esperar a que estuviese lista la comida. Fernando acarició la mano de su hijo y fue a la cocina, abrazó a Alicia por detrás mientras le quitaba un bombón de la mano para comérsele él.
-¡Era mío!
La besó riéndose, miró el reloj y se dio cuenta que tendría que preparar la comida; Alicia vio cómo empezaba a preparar la sartén, le besó la mano, cogió el plato con los bombones y fue al salón, se sentó poniendo los pies en alto. Siempre agradecía que Fernando preparase el puré, el olor seguía produciéndole ciertas nauseas, además, sabía que eran los momentos que Fernando aprovechaba para fumar un cigarro mirando por la ventana. Roberto caminó torpemente hacia el sofá y alargó las manos intentando coger un bombón.
-Lo siento mi vida, todavía no puedes comer chocolate –se agachó ligeramente para quedar a la altura de su hijo- pero te prometo que te daré bombones dentro de poco, estoy segura que te encantarán. Ya verás, dentro de unos meses nos comeremos todos los bombones y papá tendrá que salir a comprar más.
La risa de su hijo la hizo sonreír, le cogió para sentarle con ella en el sofá, mientras comía un bombón y acariciaba el pelo de su hijo pensó en Grace y Antonio, ni siquiera les habían dejado sacarles una foto. A ella le hubiese gustado comer con ellos, no porque se hubiesen casado, al fin y al cabo era una firma, sino por celebrar con ellos su amor, su felicidad… Miró a su hijo y recordó su propia boda, las visitas de Inés, Macarena, Mauro, Daniel… Pero, sobre todo, las miradas con Fernando, cómo habían cuidado los dos hasta el último detalle de aquel día, la ceremonia tampoco duró mucho, pero la celebración en el barco con sus amigos había sido especial, y la llegada a casa, los libros que Fernando le había regalado… Su hijo le pasó la mano por la cara y sólo en ese momento fue consciente que, sin quererlo, se había emocionado; su hijo limpió el rastro de lágrimas como si supiese qué significaba. Sonrió todavía emocionada y le llenó de besos. Fernando les oía reír mientras cocinaba, siempre tenía la sensación de no poder ser más feliz, se mordió el labio mientras terminaba de preparar el puré de Roberto pensando si debía sacar el tema del testamento. Sabía que Alicia no se lo tomaría a mal, por su trabajo sabía la importancia que tenían esas cosas aunque no estuviesen en peligro; tenían que pensar en el futuro de sus hijos. Pero la oía reír sin preocupaciones y no podía dejar de pensar si no debería esperar a otro momento; salió de la cocina para empezar a poner la mesa, Alicia le miró riéndose todavía, pero notó que estaba preocupado. Se levantó despacio y sentó a Roberto en la trona, se quedó mirando a Fernando y él se echó a reír.
-Ufff cada día es más difícil esconderte algo… -la besó sin dejar de reír- Vamos a comer y te lo cuento.
Volvió a la cocina, Alicia se sentó pensando en el libro, estaba claro que Fernando quería hablar de algo importante, se alisó el vestido sin saber cómo sacar el tema. Fernando posó los platos, la besó el pelo y le puso el babero a Roberto. Le había preparado un poco de puré pero, ese día, había preparado un poco de pescado cocido, el pediatra les había dicho que podían empezar a introducir los alimentos sin que estuviesen en puré. Alicia se sentó mirando a su hijo, Fernando empezó a darle el puré, que Roberto comió con la misma rapidez que siempre. Los dos estaban nerviosos por el momento de darle el pescado, cuando Fernando le dio el primer trozo, Roberto torció el gesto para, finalmente, saborearlo. Se echaron a reír al ver la cara feliz de su hijo, el niño alargó la mano para coger el tenedor y comer él solo, pero su padre no tenía ninguna intención de que lo hiciese, era muy pronto, y menos con el tenedor, podía pincharse sin querer. Roberto arrugó la nariz, cogió un trozo pequeño de pescado directamente del plato y se lo llevo a la boca, Fernando se echó a reír pensando en que su hijo era más independiente de lo que él creía. Alicia sonreía emocionada, cada nuevo avance de su hijo le hacía sentirse orgullosa; se llevó la mano a la tripa, estaba deseando verle la cara a su hija. Fernando dejó que su hijo comiese con la mano, el tenedor no se le iba a dejar, Alicia estuvo a punto de echarse a reír porque estaba segura que ésa era la razón por la que no había dejado que comiese solo.
-¡Ma!
Sonrieron ante la petición de su hijo, pero no podía comer más cantidad de pescado el primer día, Fernando se levantó a pelar una manzana y trocearla, troceó también unas galletas, a su hijo le encantaba comer trozos de las dos cosas mezclados. Empezaron a comer mientras su hijo disfrutaba comiendo la manzana y las galletas; oír los ruidos de un Roberto que estaba feliz hacía que Fernando prefiriese dejar el tema para otro momento.
-Venga Fernando… ¿Qué te pasaba antes?
La miró sonriendo y bromeando sobre lo difícil que era esconderle nada, estuvo a punto de decir entre risas que nunca podría engañarla con otra mujer porque ella lo sabría al segundo, pero evitó ese comentario pensando en el enfado que podría conllevar.
-He estado pensando… -cogió la mano de Alicia dejando de comer- ¿Te parece buena idea hacer testamento para que los niños tengan un tutor en caso de que nos pasase algo?
-¡Claro! Tendría que habérseme ocurrido a mí. ¿Y eso te preocupaba tanto? Es algo que todos los padres tendrían que pensar, -se mordió el labio, últimamente la emocionaba todo y ser consciente que Fernando no dejaba de pensar en sus hijos hacía que se emocionase- nadie sabe lo que puede pasar y tenerlo hecho siempre es un seguro.
Fernando la miró sonriendo, sabía que no se llevaría las manos a la cabeza, se levantó ligeramente para mover su silla y sentarse al lado de Alicia, la besó suavemente siendo consciente de la suerte que tenía porque le hubiese dado una segunda oportunidad.
Había respirado profundamente al escuchar a Alicia, otras parejas podían no plantearse ese tipo de temas pero ellos no tenían ningún familiar vivo -Alicia sí pero era cómo si no existiesen- y, por nada del mundo, quería que sus hijos fueran a un orfanato sabiendo que sus amigos responderían en todo momento por ellos.
-No quiero poner en un aprieto a ninguno de nuestros amigos, pero creo que Pierre y Diane estarían de acuerdo; los dos quieren a Roberto casi tanto como nosotros y pasará lo mismo con la niña.
Sonrió porque ella acababa de pensar en ellos dos; se levantó para sentarse sobre él y le besó el cuello respirando su olor.
-Me parecen perfectos, podríamos invitarles mañana a cenar y se lo proponemos, no creo que pongan ninguna pega.
Fernando la miró sonriendo, su hijo protestó porque había terminado de comer el postre, se levantó para limpiarle la cara y las manos y le quitó el babero. Al verle bostezar se echó a reír, Alicia siguió comiendo mientras Fernando le llevaba a la habitación. Su hijo ya estaba acostumbrado a dormir en su habitación, incluso parecía entender que ésa era la suya y aprovechaba para gatear con los juguetes hasta allí para dejarlos por todo el suelo. Tuvo que sortear un par de peluches, movió la cabeza divertido mientras notaba cómo Roberto intentaba acomodarse en sus brazos para dormir. Le dejó en la cuna y le arropó sonriendo al verle estirar los brazos y ocupar gran parte de la cuna a pesar de que la cuna era lo suficientemente grande como para que no tocara los barrotes. Le acarició la nariz pensando que era igual que Alicia aunque físicamente se pareciese a él; bajó la persiana para que la luz no molestase a su hijo y salió entrecerrando la puerta. Alicia ya había terminado de comer, a él aún le quedaba el segundo plato; se sentó a su lado para terminar de comer, la miró intensamente y notó que a ella también le preocupaba algo. Sonrió y siguió comiendo, Alicia lo compartiría con él cuando estuviese segura de decírselo; ella agradeció que no le preguntase nada. Se levantó para servirse un té y, a la vuelta, se sentó sobre Fernando; terminó de comer mientras con la mano libre acariciaba la nuca de su mujer. Alicia miró el té fijamente y decidió contarle todo lo referente al libro. Fernando se dio cuenta de su respiración irregular y se quedó mirándola, le preocupaba que no le mirase directamente, no sabía qué podía ser lo que quería decirle para que tuviese esa actitud.
-Fernando… Desde hace unos días estoy dándole vueltas a algo, no sé si te gustará…
Se giró para quedar frente a ella mirándola fijamente, no era propio de Alicia dar tantos rodeos, le quitó la taza de té y apretó sus manos.
-Sea lo que sea puedes decírmelo, lo sabes.
Respiró hondo mirándole directamente, sabía que podía hablar de todo con él y que Fernando sería totalmente sincero, pero siempre que sacaba ese tema sentía que le hacía volver a vivir todo el proceso del fusilamiento, incluso ella misma lo volvía a vivir, por eso era tan difícil hablar de ello.
-Estos días he estado ordenado los capítulos del libro… -Fernando la miró sonriendo, le encantaba su desorden y el momento en que intentaba poner orden en su trabajo- Creo que el libro quedaría más completo si… No, quiero que el libro sea nuestro, por eso quiero hacerlo; -le miraba fijamente, se dio cuenta que Fernando no entendía nada, pero primero quería explicarle sus razones- es un poco de mi padre porque él me inspiró para ser abogado, de hecho sabes que le he nombrado y he incluido algunas frases suyas… Es de Roberto porque gracias a él estamos aquí los tres, nuestro comienzo en París está ligado a él, a saber que íbamos a ser padres, y sólo aquí podría escribir este libro… Y quiero que sea también un poco tuyo, que estés presente en mi libro como siempre has estado en mi vida. Tu vida, tu lucha, tienen que estar en este libro en el que se habla de la justicia en España…
-Alicia… No entiendo nada, es tu libro y estoy seguro que no necesitas a nadie para que salga adelante porque tu lucha es la importante, tú eres la abogado, tú sabes de Derecho, yo no.
-Fernando, sabes que voy a incluir los abusos de poder de tipos como Angulo… -vio cómo Fernando tragaba saliva intentando no ponerse tenso, estaba segura que siempre que pensaba en él, recordaba que tenía que haber hecho algo para hacerle pagar todo lo que le hizo- Quiero que en el capítulo dedicado a la pena de muerte cuentes lo que pasaste, cómo lo viviste, no hace falta que te nombre, pero me encantaría que el libro sea nuestro, y esa parte es muy importante para que todo el mundo entienda cómo es la justicia española.
Respiró hondo, no esperaba algo así, pero si había alguien con quien era capaz de hablar de ello, ésa era Alicia. Sonrió mirándola, valoraba muchísimo el tacto con el que Alicia se lo había propuesto, se levantó cogiéndola de la mano y fue hasta el sofá; hizo que se sentase y le pasó el maletín.
-Dime qué necesitas.
Alicia sonrió emocionada, sacó su cuaderno de notas aunque sabía que no necesitaría tomar ni una sola nota porque lo recordaría todo. Fernando le habló del momento de la detención, de lo que sintió al darse cuenta que era una trampa, que todo estaba preparado… Hablaba despacio, intentando sonar tranquilo aunque sus manos frías contradecían su postura relajada. Sabía que Fernando no soportaba que alguien sintiese lástima por él, intentó darle su espacio en su relato, era consciente cuántas veces desvía la mirada o jugaba con las cosas que se encontraba cerca. Intentó anotar sin que el temblor de sus manos le impidiese tomar los detalles del relato. Fernando compartió con ella, por primera vez, que durante mucho tiempo dudó si esa trampa había sido sólo de Mendoza o alguien del partido había participado; Alicia se llevó la mano a la boca intentando controlar las lágrimas, le abrazó todo lo fuerte que pudo. Al separarse, se había calmado un poco y dejó que Fernando continuase su relato pero sin dejar de pensar en lo injusto que era que traicionasen a alguien como Fernando, en ese momento entendió mejor que nunca lo que pudo sentir frente a las traiciones de Isabela y Valeriano. Aguantó como pudo los pocos detalles que Fernando le dio de los interrogatorios, sabía que su marido intentaba suavizar esa parte del relato, pero mirándole a los ojos pudo ver todo lo que se callaba. Los detalles de su juicio no aportaban nada nuevo al libro, una pantomima más, pero eso no restaba lo que sentía al escucharle hablar de un juicio en el que ya estaba sentenciado a muerte. Fernando calló durante unos segundos valorando si lo que iba a decir podría hacerle daño, pero no quería callarse nada frente a su mujer.
-Cuando supe que estabas haciendo esa campaña internacional para conmutar la pena… Primero pensé en tu seguridad, que no debías arriesgarte, aunque sabía que lo harías pese a lo que te dijese todo el mundo, con lo cabezota que eres… -sonrió débilmente haciendo que ella le imitase- y después pensé… -se incorporó para quedar sentado frente a ella, se mordió el labio pensando que no debía decírselo- Alicia, yo había aceptado que iba a morir, de hecho cuando me detuvieron pensé que me pegarían un tiro allí mismo… Cuando supe que lo estabas intentando, pensé que necesitabas hacerlo pero que yo no quería… No quería alargar más esa espera, ya había aceptado que me iban a fusilar, que me asesinaban… -la vio intentando aguantar las lágrimas pero sin dejar de mirarle- Ahora es distinto, cada día doy gracias por haber sobrevivido, pero en aquel momento quería que pasase ya, que dejasen de hacerse los perdonavidas, que dejasen tanta hipocresía porque todos sabíamos lo que iba a pasar… El juicio fue una pantomima, pero no lo fue menos todo el proceso con la petición del nuncio…
Alicia tragó saliva pensando que ella también había llegado a pensar eso en los momentos de espera, esos momentos en los que no podía hacer nada más que pensar y pensar en Fernando mientras Álvaro se dedicaba a decir que no había nada que hacer. Se acercó despacio y se apoyó en él intentando calmar su respiración, Fernando acarició el pelo de Alicia mientras posaba la otra mano en la tripa. Siguió hablando, le contó cada sentimiento de esa última noche, la conversación con Mario, el cura al que puso en su sitio cuando intentó confesarle, el apoyo de Mario en esos momentos, recordó cómo no pudo irse sin antes darle un mensaje para ella. Alicia sonrió pensando en el momento en que Mario había ido a su casa sólo para decírselo; besó a Fernando intentando controlar todos sus sentimientos.
-Durante el trayecto en esa camioneta… Recordé tantos momentos, sin ningún orden, mis padres, Belle, mis amigos del pueblo, Roberto, Andrea, Federico… Y tú, -volvió a cogerle de las manos y la miró a los ojos- recordé muchos momentos contigo, pero sobre todo nuestra despedida, las ganas que tuve aquel día de besarte, de dejarme llevar, de dejar que decidieses si querías venir o no… Claro que en el trayecto me reafirmé en que fue lo mejor, me iban a fusilar y, si hubieses venido conmigo, te habrías quedado sola o algo peor…
Alicia no sabía qué decir, podía ver cada pensamiento de Fernando, podía verle en esa camioneta custodiado por los militares que iban a matarle, respiró hondo para aligerar las lágrimas y le besó suavemente.
-Cuando llegamos allí no pasó mucho tiempo, intentaron llevarme arrastras al muro de piedra, me resistí todo lo que pude marcando mi paso… El teniente me ofreció un cigarro, ni siquiera me quitaron las esposas en ese momento; hacía mucho frío, es algo que siempre recuerdo, de hecho cuando recuperé la consciencia fue lo primero que sentí… Todo fue rápido, volví a recordar muchos momentos, os recordé a Belle, a Andrea, a ti… Les enfrenté con la mirada y… -Alicia le apretó la mano, se culpó por hacerle pasar por eso otra vez, pero Fernando, adivinando sus pensamientos, sonrió y la besó mientras intentaba recomponerse- Lo siguiente que recuerdo es despertar en la pequeña habitación del niño, fueron unos segundos nada más; creo que pasaron varios días hasta que recuperé del todo la consciencia…
Fernando se dio cuenta que era la primera vez que se enfrentaba a los detalles de su detención y fusilamiento con distancia, como si hubieran sucedido en otra vida, estaban vivos, era capaz de sentir o recordar, incluso, el olor del rocío de aquella mañana del fusilamiento pero era como si hubiera podido escapar y ser consciente que estaba vivo. Miró a Alicia y se dio cuenta que ella, su vida con ella, y Roberto, habían conseguido ayudarle. Sonrió al recordar al pequeño que le salvó. Hizo que Alicia se apoyase sobre él, sabía que a ella le afectaba tanto como a él recordar esos días; le acarició el pelo hasta que notó que su respiración se regulaba. Miró hacia la habitación de Roberto, Alicia adivinó sus pensamientos y se levantó despacio; fueron a la habitación de su hijo y sonrieron al verle dormir destapado. Fernando le arropó y se sentó en la mecedora, Alicia se quedó un instante junto a su hijo para al final terminar sentada sobre Fernando.
-Estar contigo, con Roberto, con nuestra niña… Da sentido a haber pasado por tanto, hace mucho que no tengo pesadillas, más de un año que no pienso que debí haber muerto aquella mañana. –no dejaba de acariciar el pelo de Alicia- Recordarlo no nos hace daño, sólo nos recuerda que sobrevivimos a aquellos momentos y que estamos aquí, juntos, cuidando de nuestro hijo y esperando a nuestra hija. Eso es lo importante y merece la pena.
Alicia le abrazó sonriendo, recordó al Fernando con el que se reencontró y en ese momento fue más consciente que nunca de que lo había superado todo. Hacía poco más de un año, Fernando no era capaz de hablar del fusilamiento, necesitaba emborracharse para caer en un sueño en el que no tuviese esas pesadillas que le hacían gritar por las noches… Se mordió el labio al recordar a Isabela, ella no le había devuelto las ganas de vivir, el hombre con el que se reencontró estaba destrozado, vencido, sin ganas de vivir; le besó sonriendo y queriendo dejar atrás todo lo que habían pasado hasta llegar a donde estaban. Estuvieron unos minutos velando el sueño de su hijo, verle moverse ocupando toda la cuna les hacía reír; sólo se levantaron cuando su hijo protestó por el ruido de sus risas. Alicia le arropó antes de salir de la habitación, cuando llegó al salón, Fernando se había acomodado en el sofá, se sentó junto a él y empezaron a bromear sobre lo poco dados que eran Antonio y Grace a celebrar nada. Fernando se quedó mirándola sin dejar de sonreír, sólo Alicia era capaz de hacer que hablase del fusilamiento y pudiese mirar hacia delante; la besó intensamente mientras no dejaba de repetir cuánto la quería. Se acomodaron en el sofá sin dejar de besarse, Fernando se frenó para quedarse mirándola, sonrió pensando que esa mujer había roto todos sus planes siempre, desde que la conoció; y que sólo gracias a ella, había vuelto a la vida después del fusilamiento. Alicia volvió a besarle lentamente, los dos estaban vivos, sus hijos sabrían que sobrevivieron a mucho para llegar a donde estaban; dejó de pensar en el momento en que sintió cómo Fernando empezaba a desnudarla.
Alicia cerró los ojos mientras acariciaba una de las cicatrices de Fernando, él no dejaba de acariciarle el pelo pensando que quizás otra mujer no habría sido capaz de cargar con alguien con las secuelas de un fusilamiento, sus momentos bajos, esas pesadillas que aparecían sin avisar, los dolores, los momentos en que en Madrid parecía que nunca se recuperaría… Pensó en lo injusto que era que se le encontrase así después de lo que la propia Alicia había pasado, la miró fijamente mientras compartía con ella esos pensamientos. Alicia se emocionó, sonrió con lágrimas en los ojos, se sentó en la cama cogiéndole la mano y mirándole fijamente.
-Fernando, no vuelvas a decir algo así, si es injusto para mí, mucho más lo es para ti que lo has vivido en primera persona. –respiró hondo evitando las lágrimas- Dan igual las cicatrices, da igual cómo estabas cuando nos reencontramos; lo hemos superado juntos, igual que yo he superado junto a ti lo que pasó con Angulo. Ninguno de los dos nos merecíamos todo lo que nos ha pasado, pero lo que sí nos merecemos es esta segunda oportunidad. Y no hay nada más que hablar.
-Te amo Alicia, mucho más de lo que puedas imaginar…
La besó suavemente e hizo que volviese a acomodarse sobre él; no dejó de acariciarle el pelo y la tripa hasta que sintió que se había quedado dormida. Se incorporó un poco para mirarla dando gracias en silencio porque le hubiese perdonado los años de silencio, porque le hubiese hecho reaccionar para salir de la espiral en la que llevaba diez años metido. Se levantó cuidadosamente sin despertar a Alicia, se puso las zapatillas y fue despacio al baño. Miró en el espejo sus cicatrices y pasó las yemas por ellas. Se sentía aliviado por compartir el relato completo con Alicia y recordó la primera vez que Roberto, mientras se bañaban juntos, comenzó a tocarle las viejas heridas a la par que Alicia le explicaba que cada una de esas balas significaban cuánto había luchado por la libertad. Respiró profundamente y decidió regresar a la cama dónde Alicia dormía plácidamente, apagó la luz abrazándola. Ya no tenía miedo a despertarse cubierto de sangre.
Cuando sonó el teléfono se despertó desorientado, al mirar a Alicia y verla dormir tan relajada sonrió porque esa tarde habían tirado otro muro del pasado. Caminaba descalzo hacia el salón, para coger el teléfono, y murmurando varios tacos, respiró antes de descolgar y se alegró de hacerlo pues una mala respuesta a su jefe no sería lo correcto. Le saludó suspirando mientras se fijaba en el reloj, había dormido un par de horas. No había pretendido echar la siesta, sabía que por la noche le costaría más dormir, pero después de haberse confesado con Alicia, le pareció buena idea descansar junto a ella. Sabía que a su mujer no le costaría dormir por la noche, el embarazo la hacía dormir más de lo habitual. Cuando Antoine le recordó el reportaje que tenía pendiente se pasó la mano por el pelo recordando que debería haber empezado; por suerte, la llamada de su jefe parecía ser providencial, tenía hasta la semana siguiente para hacer el reportaje, había una exclusiva de última hora que iría en su lugar. Se despidió de él mientras le agradecía la llamada; fue a la habitación de su hijo y le vio despierto metiendo una de las sábanas en la boca.
-Eres un trasto, tienes que llamarnos cuando te despiertes –le pellizcó suavemente la nariz mientras el niño reía a carcajadas- y así podremos venir a jugar contigo.
Se dio cuenta que su hijo ya no le prestaba atención al verle mover la cabeza mirando hacia el balancín de Alicia que todavía era pequeño para usar. Se echó a reír mientras Roberto lo señalaba riendo, le cogió en brazos pensando que las risas de su hijo les compensaban por todo el sufrimiento que habían pasado. Decidió dejar que Alicia durmiese un rato más, había sido una tarde muy intensa y dormir no le vendría mal; en la cocina Roberto estaba empeñado en salir al patio.
-Roberto, ya empieza a hacer frío a estas horas, no podemos estar fuera –le dejó sobre la manta a la entrada de la cocina- podemos jugar mientras hago la cena ¿te parece?
-Hummm.
No sabía si el pequeño ruido que había hecho Roberto era una afirmación o un pequeño enfado; sonrió pensando que era pequeño todavía para entender todo lo que le decían, pero él sentía que sí podía entenderles. Empezó a preparar la cena con un ojo puesto en su hijo, se mordió el labio pensando en los momentos en que tuviesen que vigilar a dos niños traviesos porque, estaba seguro, su hija sería igual de trasto. Escuchó el discurso de su hijo mientras preparaba todo, balbuceaba tan convencido que, aunque no tuviese sentido, no podía dejar de escucharle. Sonrió cuando Roberto le llamó al ver que cogía las verduras para el puré; los demás, incluido el pediatra, podrían pensar lo que quisiesen, pero su hijo les entendía perfectamente y sabía cuándo algo era para él. Roberto cada día decía más palabras y Fernando no podía evitar quedarse mirándolo, le encantaba verle palmear mientras reía o pedía ir a la calle. Estuvo a punto de quemar el puré por dedicarle tanto tiempo. Le sentó en la trona al ver que no dejaba de salirse de la manta; le ofreció una galleta, le encantaba verle mordisquear la galleta con los cuatro dientes que tenía. Alicia se desperezó arrugando la nariz, había notado a Fernando levantarse pero el sueño pudo con ella; sonrió al oír los ruidos que llegaban de la cocina, se acarició la tripa siendo consciente que tenían toda la vida para ser felices y hacer felices a sus hijos. Se incorporó despacio en la cama, apartó la colcha con cuidado y decidió ir a ver qué se traían entre manos padre e hijo. Fernando siempre terminaba sorprendiéndola, acarició su abdomen pensando que ni Roberto ni el bebé que venía en camino hubiesen podido tener un mejor padre. Miró el reloj dándose cuenta que había dormido mucho; salió de la habitación pensando quién habría llamado, al entrar en la cocina sonrió al ver a su hijo comer una galleta y a Fernando terminando de preparar el puré. Fernando no tuvo que volverse para saber que Alicia estaba en la cocina, sus pequeños pasos por el pasillo y el olor que siempre la acompañaba eran inconfundibles. Le abrazó por detrás besándole el cuello, le notó tan relajado que le parecía mentira que horas antes hubiesen estado hablando del peor momento de su vida; se mordió el labio pensando que su nueva vida era lo que hacía que los dos pudiesen hablar de pasado y seguir adelante.
-Veo que ya has preparado la cena… -se separó para mirar todo lo que había preparado- Últimamente duermo demasiado…
-Duermes lo que tienes que dormir; -la miró sonriendo- además, si haces tú la cena… ¡Después tenemos mucho que recoger!
Alicia se echó a reír mientras se sentaba, respiró hondo pensando que cada día pensaba que no podía ser más feliz y se rio de sí misma al recordar que ella había dicho que Fernando se aburriría teniendo una vida normal. Aunque en el fondo era cierto, ellos no tenían una vida normal porque disfrutaban cada momento como si fuera el primero, todo era especial para ellos. Cogió un par de galletas, le ofreció una a su hijo y comió ella otra, a ella también le encantaba la forma de mordisquear que tenía Roberto. El niño, al ver que su madre también comía una, se echó a reír llamándola.
-¿Ves? No me haces caso –Fernando se giró para mirarles- pero nos entiende.
Alicia sonrió, y besó a su hijo pensando que tenía razón pero que, aunque no fuese así, Fernando lo pensaría igual porque hablaban de Roberto, no de otro niño. Al terminarse la galleta se levantó para poner la mesa, Fernando la vio salir despacio y no pudo más que sonreír, esos momentos cotidianos hacían que todo tuviese sentido, tenían una vida juntos y eso compensaba todo; cogió a Roberto para mover la trona. Antes de sentarse a cenar, Alicia guardó el cuaderno de notas que había quedado en la mesilla del salón, acarició suavemente las tapas antes de meterlo al maletín. Le puso el babero a Roberto mientras Fernando llevaba todo, arrugó la nariz al notar el olor del puré, Fernando se echó a reír besándola el pelo.
-Espero que no te dure para siempre esa cara al oler el puré.
Se echó a reír al notar el tono de Fernando, le hizo una mueca y empezó a cenar a la vez que Fernando empezaba a darle el puré a Roberto.
-Que sepas que cuando pueda aguantar el olor, pienso hacer todos los purés del mundo y vas a ser tú el que no pueda soportar el olor porque pasaré el día haciéndolos…
Fernando la miró divertido, le parecía tan adorable cuando estaba picada; Roberto protestó porque seguía mirándola sin darle a él la cuchara, estuvo a punto de meter las manos en el plato del puré pero Fernando lo evitó dándole una cucharada. Ante la insistencia de su hijo, le dejó la pequeña cuchara para que se la llevara a la boca, la habían comprado unos días antes por consejo del pediatra. El primer intento acabó con el puré por toda la cara, el niño arrugó la nariz mientras sus padres se echaban a reír. Alicia se levantó a por la cámara de video, esos momentos quería conservarlos para siempre. Fernando, sin darse cuenta que Alicia estaba grabando, le limpió la cara y le dejó la cuchara con un poco de puré, guio su mano dejando que fuese Roberto el que cogiese la cuchara.
-¡Bien! –besó al niño y giró la cabeza para mirar a Alicia, fue entonces cuando se dio cuenta que su mujer estaba grabando la escena, se echó a reír moviendo la cabeza- ¿Has visto Roberto? Mamá nos graba sin que nos enteremos… Pero ya nos tomaremos la revancha ¿verdad?
Roberto se echó a reír consiguiendo que sus padres le mirasen emocionados; Alicia dejó la cámara para volver a sentarse. Roberto sonrió cuando Fernando dejó delante suyo el plato con la manzana troceada, habían probado a darle otras frutas y terminaba comiéndolas, pero el niño tenía sus preferencias y la manzana era una de ellas. Fernando se sentó sonriendo, cenaron mientras le contaba la llamada de Antoine, Alicia se echó a reír porque Fernando se había olvidado completamente del trabajo aquella tarde. Recogió todo mientras Fernando preparaba el baño, terminar el día bañándose los tres era uno de esos pequeños placeres que había descubierto desde que estaban juntos. Alicia suspiró al ver los platos en el fregadero, su hijo la llamó desde el salón y se echó a reír pensando que él tampoco quería que fregase, cuando Fernando entró a la cocina, ella ya había terminado.
-Vaya, me impresiona tu rapidez…
-Eres muy gracioso Fernando…
Se acercó a hacerle cosquillas y acabaron riendo como si fuesen dos chiquillos, cuando la vio salir se la quedó mirando, podría pasar años escuchando su risa y aun así seguiría sintiendo la misma felicidad que sentía cada vez que la oía reír. Al llegar al baño se mordió el labio para evitar regañarla por no esperarle para entrar a la bañera con Roberto; sabía lo que diría su mujer ante tantas precauciones. Se desnudó despacio y entró en la bañera respirando hondo mientras sentía las gotas que su hijo no dejaba de salpicar. Acarició el pelo de una Alicia que estaba apoyada en él, Roberto seguía chapoteando mientras no dejaba de reír. Sonrieron al ver cómo su hijo iba relajándose, era la mejor forma de dormirle, gastaba tanta energía jugando con el agua caliente que, minutos después, se tranquilizaba hasta que le sacaban del agua para que no se quedase dormido del todo. Fernando ayudó a salir a Alicia, iba a salir cuando ella le dijo que podía quedarse un rato más, sonrió sin dejar de mirarles y volvió a tumbarse en la bañera. Movió el cuello pensando en todas las cosas importantes que les habían pasado ese día; sonrió porque los dos llevaban días pensando en compartir con el otro algo y lo hicieron a la vez. Después de secarse y ponerse el albornoz, Alicia secó con cuidado a Roberto, el niño manoteaba casi dormido, ponerle el pijama era más fácil así, cuando estaba despierto protestaba hasta que terminaban de vestirle. Le llevó a la cuna pensando que en pocos meses dejaría de dormir tanto, le vio removerse hasta que encontró una postura cómoda y, poco después, se quedó profundamente dormido. Fernando tenía los ojos cerrados, sólo podía pensar en el último año, Alicia, Roberto, su nuevo trabajo, encontrar su hogar… Sonrió porque nunca le habían pasado tantas cosas buenas tan seguidas y, si le habían pasado, nunca había podido disfrutarlas. Alicia entró en el baño y observó a Fernando con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la bañera, se acordó de la primera vez que tuvo que arrastrarlo al baño en el piso franco para bañarle. Se quedó mirándole, le notó más relajado que nunca, se agachó para meter la mano en el agua y se dio cuenta que estaba fría.
-Fernando… Vas a coger frío si sigues en la bañera…
-Tienes razón –abrió los ojos y la besó- un minuto más y podría haberme dormido en la bañera…
Alicia se echó a reír al ver cómo se rascaba el pelo, estaba segura que en su vida había pensado que podría vivir sin estar alerta ante cualquier peligro; le pasó la toalla y le abrazó sin importarle si se mojaba. Fernando se puso el pijama ante la atenta mirada de Alicia, suspiró pensando que le iba a costar dormir por la siesta que había echado. Fue a dar un beso a Roberto, todos los días antes de dormir lo hacía y, todos los días, veía el mismo gesto en su hijo. Dejó que Alicia se acomodase en la cama, se echó a reír porque ocupaba bastante más de la mitad, entró despacio y la abrazó mientras apagaba la luz. Puso la alarma del despertador, sabía que al día siguiente le esperaba mucho trabajo pero ese día había sido especial, era como si hubiera dejado atrás cada momento que vivió desde que cruzó la frontera hasta que se vio frente al pelotón de fusilamiento. En contra de lo que pensaba, se quedó dormido en pocos minutos, Alicia tardó un poco más, aprovechó para contemplarle relajado, siempre le sorprendía cómo había cambiado, dormía muy relajado, ya no había nada de lo que preocuparse. Se quedó dormida abrazándole.
Se despertó antes de las cinco, suspiró resignado, sabía que no dormiría toda la noche, movió despacio el brazo de Alicia. Sonrió al verla arrugar la nariz, hasta dormida notaba cuando él se levantaba; la arropó mientras acariciaba la tripa y se incorporó despacio. Pasó por la habitación de su hijo, sonrió porque llevaba unos días sin destaparse por las noches, cuando echaba la siesta siempre terminaba destapado, pero por las noches no. Le acarició suavemente la cara y fue a la cocina para preparar un poco de café; cuando llegó al salón encendió un cigarro mientras proyectaba alguno de los videos que habían grabado en los últimos días. El primero fue el de esa misma noche mientras daba de cenar a Roberto, se acomodó en el sofá y dio una calada sin dejar de mirar las imágenes de su familia. Pocas horas después, el olor a tabaco del salón le dio a Alicia una pista de dónde estaba su marido, se había quedado dormido sin apenas tumbarse. Le acomodó y le tapó pensando que cuando no podía dormir, se dedicaba a ver los videos de los tres. Le pasó los dedos entre el pelo disfrutando de la tranquilidad que transmitía. Pasaron varios minutos antes de poder quedarse dormida de nuevo, esta vez en el lado de su marido.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!