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Finales de octubre de 1961
Al despertarse, Alicia se dio cuenta que había mucha luz en la habitación, esa mañana ni siquiera había oído irse a Fernando, se desperezó mientras se frotaba los ojos, eran las nueve de la mañana y, por suerte, no tenía que ir a los juzgados hasta las 12. Sus movimientos eran cada día más lentos y le costaba incorporarse, por suerte Fernando había dejado las zapatillas colocadas junto a la cama y la bata en los pies de la misma. Pensó que era una pena que se hubiera tenido que ir a trabajar tan temprano. Mientras calentaba la leche decidió empezar la bandeja de dulces que habían comprado el día anterior. Repasó mentalmente todas las cosas que tenía programadas para el día y, de repente, vio una nota justo debajo del papel, se echó a reír al darse cuenta cuánto la conocía Fernando que había dejado la misma para recordarle no comerse todos los dulces y decirle lo mucho que la quería. De repente su memoria se trasladó a unos días antes...
-Fernando, ya te dije que yo prefiero esperar… No quiero casarme embarazada, sin poder verme mis propios pies… Tú dirás lo que quieras, pero no estoy guapa porque es imposible estar guapa cuando no te valen las cosas…
-Alicia… Eres imposible –no pensaba resignarse, la convencería- ¿cuántas veces tengo que repetirte lo mucho que me gustas embarazada para que me creas?
-Eso lo creo, y lo veo… -sonrió de manera pícara- Pero yo no me veo guapa, estoy encantada con tener un hijo, quiero verle la carita, pasaría mil veces por días así con tal de tenerle pero… No puedo verme guapa, imposible…
-Bueno, tú no eres objetiva… Podríamos casarnos en un par de semanas, no creo que necesitemos una gran celebración… De hecho, seremos muy pocos, ¿podrán venir Inés, Mauro y Macarena?
-Pues no lo sé, le dije que cuando supiese la fecha volvía a escribir…
-¿Sabes que aún no me puedo creer que se lo contases antes a Inés que a mí? No te imaginaba tan intrigante…
-De todo se aprende…
-Entonces, les escribimos y les preguntamos si podrían venir en dos semanas y…
-¡Alto ahí! –Alicia le miraba divertida- ¿En dos semanas? Fernando, porque des algo por hecho no quiere decir que me vayas a convencer…
-Tendré que pasar a métodos más contundentes entonces…
La abrazó por detrás, le besó el cuello y empezó a susurrarle al oído.
-Me encantaría verte vestida de novia, aunque no sea un vestido de boda, mientras acaricio tu vientre y notó una patadita de nuestro hijo… Me encantaría verte así, no me importa nada más, no me importa si alguien no te ve guapa, yo te veo muy guapa y quiero casarme contigo así…
Alicia empezaba a flaquear, esos besos, esos susurros… Pero sobre todo lo que decía, tenía una labia increíble, aunque sabía que todo lo que le había dicho era verdad, día tras día veía como Fernando seguía mirándola con la misma pasión o incluso más…
-Fernando… Yo sí que no puedo decirte que no…
Empezaron a besarse, se olvidaron del tiempo, del mundo exterior…
La mudanza de los vecinos de abajo, junto con la jauría de niños que portaban, la despertaron del letargo, la leche estaba ya fría y decidió tomarla con premura para que le diera tiempo a escribir las cartas que tenía pendientes. Dejó todo en el fregadero con agua y no pudo evitar la sonrisa al oír, de nuevo, las peleas de los pequeños nuevos vecinos, estaba segura que a Fernando le resultarían demasiado escandalosos y cruzaba los dedos para que cuando estuviera ya el niño con ellos no siguieran esa rutina de ruidos. El baño le había dado fuerzas renovadas, decidió irse a la habitación del bebé y sentarse en la mecedora nueva, el mejor sitio para escribirle a su amiga Inés, a Daniel y a Pelayo y Marcelino...
Mi querida Inés
Me alegro que el embarazo vaya bien, te quedan algunos meses más que a mí; pero vamos a ser madres casi al mismo tiempo… En cuanto al trabajo, estaba segura que seguirías siendo la mejor abogada penalista, ahora en Barcelona no iba a ser menos. Es curioso, a mí siempre me gustaron más los casos penales y, finalmente, no me he dedicado a ellos, ni en Madrid ni aquí en París.
Como te dije, le pedí a Fernando que se casase conmigo, fui muy feliz mientras preparaba todos los detalles para ese momento, de hecho todavía tengo un par de sorpresas guardadas… Me encanta preparar todo sin que él lo sepa, intentar que no lo descubra… No es fácil, él nota enseguida cuando estoy ocultando algo… El caso es que me dijo que sí, claro; pero al final hemos decidido hacerlo como él quería… Nos casaremos en dos semanas, me encantaría que estuvieseis aquí, pero avisando con tan poca antelación no sé si será posible… Díselo también a Macarena, me encantaría volver a verla y que también me acompañase en ese día.
Por supuesto, os quedaréis en casa, nos apañaremos, no os preocupéis por eso. Espero de verdad teneros aquí, que os sea posible venir; no me imagino ese día sin compartirlo con vosotros…
Un beso muy fuerte
Alicia Peña
Querido Daniel
Espero que todo os vaya estupendamente, Fernando me dijo que ya tenías el pasaporte y os marcharíais a Colombia. Me alegro mucho, os deseo toda la felicidad del mundo porque os la merecéis. Supongo que te sorprenderá que te escriba yo y no Fernando… Él no sabe que te escribo, quiero pedirte un gran favor… Bueno, antes de nada tenemos que darte una noticia; vamos a casarnos, no será una gran ceremonia, ni por la iglesia… Algo simple, acompañados de nuestros amigos… Y ese es el favor que querría pedirte, sé que os vais a Colombia, pero no sé si sería posible que antes de partir hacia Colombia pudieseis venir un día a París, asistir a nuestra boda… Sé que te pongo en un aprieto y que es posible que no puedas venir; pero necesitaba intentarlo, a Fernando le haría muy feliz que estuvieses aquí ese día.
Espero que no te moleste mi atrevimiento, Fernando siente que te debe parte de su felicidad, yo también lo siento así… Tu intuición para avisarme cuando estaba en el Pozo, tus conversaciones con él, hacerle plantearse muchas cosas… Eres partícipe de nuestra felicidad y me gustaría mucho que compartieses ese día con nosotros.
Un abrazo muy grande
Alicia Peña
Queridos Marce y Pelayo
¿Cómo va todo por Madrid? Por aquí las cosas no podrían ir mejor, mi embarazo está muy avanzado ya, estoy deseando que llegue el momento. Os echo mucho de menos, esos cafés en el Asturiano, esas charlas, sentirme como en casa… Soy muy feliz, nunca me arrepentiré de haber venido a París junto a Fernando, pero no puedo evitar cierta tristeza por haber dejado atrás a tantos amigos… Confío en que algún día podamos volver a vernos, en París, por supuesto, estáis invitados cuando queráis; pero me gustaría que fuese en España, que nosotros pudiésemos volver porque las cosas… Bueno, ya me entendéis.
Esta vez os escribo yo porque quiero daros una noticia, Fernando y yo vamos a casarnos. Será en dos semanas, nada complicado, una firma, algunos testigos… Y poco más, pero me gustaría tanto que todas las personas a las que quiero pudiesen estar con nosotros… Esta carta no es para invitaros; lo estáis, por supuesto, seguramente seríais los primeros de nuestra lista de invitados… Pero sé que es imposible, que tenéis un negocio, unos hijos de los que cuidar, que no podéis ausentaros… Solo quería compartir mi alegría con vosotros, y deciros que me hubiese encantado que hubieseis podido estar en este momento.
Un abrazo muy fuerte, si algún día podéis y queréis, aquí tenéis vuestra casa
Alicia Peña
Después de doblarlas cuidadosamente las guardó en un sobre, se dio cuenta que se estaba quedando amodorrada y decidió vestirse, algo que ya le estaba empezando a costar hacer sola, y arreglarse. Antes de salir del piso, abrigada de arriba abajo, tocó la alianza a través de los guantes, sonrió mientras abría la puerta. Lo primero que hizo fue acudir a la cita con Pedro, después tenía que ir a la modista. Su vestido no iba a ser nada pomposo, pero quería tenerle listo cuanto antes.
Fernando estaba con los pies en el escritorio y tamborileando los dedos en la mesa, había terminado hacía casi una hora los artículos que tenía pendientes, y no dejaba de pensar en la boda, la celebración… Alicia había dicho que no quería nada complicado, ir al Ayuntamiento, ver a sus amigos, firmar los papeles, y regresar a casa para comer con todos. Él no lo veía, por pocos que fuesen, serían demasiados para que hubiese espacio en casa, pensó inmediatamente en los Jardines de Luxemburgo, pero ¿en pleno noviembre una comida al aire libre? El frío húmedo de París no ayudaría… También había pensado en una comida por el Sena, alquilar un barco pequeño, encargar comida… Pero claro, Inés también estaba embarazada, Alicia hacía tiempo que había pasado la etapa de los mareos, pero seguro que Inés no… Y, aunque todavía no sabían si Inés vendría, él estaba seguro que lo haría; pensó que Mauro también, y quizás Macarena aunque alguien tendría que quedarse en el bufete en Barcelona… Pero Inés y Mauro sí vendrían. ¿Más ideas? ¿Tan pronto se quedaba sin ideas? Se le pasó por la mente una comida en un restaurante caro, algo así… Pero no, lo descartó al segundo, ni Alicia ni él se sentirían cómodos comiendo el día de su boda en un sitio así. ¿Y si alquilaba el barco aunque no navegasen durante la comida? Eso quizás podría funcionar, y después, si Inés no se sentía mal podrían navegar por el Sena, y si no, podrían ir caminando hasta los Jardines de Luxemburgo… Sí, ese debía ser uno de los destinos del día de la boda, independientemente de donde comiesen. La secretaria de la redacción le anunció que tenía una visita, ¿le pasaría algo a Alicia? Vio entrar a Javier, un antiguo compañero del partido, eso sí que le intrigó…
-Hola Fernando, ha pasado mucho tiempo…
-Sí, la verdad, hacía años que no nos veíamos.
-Es cierto, sí… ¿Qué tal te va todo? Parece que bien porque…
-Javier –le cortó, no tenía nada contra él, de hecho le caía bien, pero que a esas alturas alguien del partido quisiese acercarse a él le resultaba muy sospechoso- ¿te parece que dejemos las formalidades? Démonos por saludados, ¿pasa algo? No creo que esta visita sea casualidad…
-Siempre me gustó eso de ti, Fernando, nada de perder el tiempo, siempre al grano… No, claro que no es casualidad… Verás, el Partido ha estado siguiendo tus artículos, lleva meses pensando que podrías ser de ayuda en…
-Javier, déjalo, no me interesa… No es nada contra ti, de verdad que no, pero ya no quiero servir de ayuda. Ahora no, después de años relegado porque ya no servía, después de la indiferencia de los camaradas… Indiferencia en el mejor de los casos, cuando no se me trataba de loco… Tuve que superar solo las secuelas de un fallido fusilamiento –bajó la voz mientras hablaba del fusilamiento- Mis ideales no han cambiado ni un milímetro, pero no quiero seguir luchando en un partido que ve a sus militantes como simples números… No me interesa. Sigo queriendo cambiar el mundo, pero he dejado la primera línea y la doctrina de partido… Eso se acabó para mí.
Javier lo entendió, ya le dijeron que sería difícil que colaborase con ellos; él no sabía todo lo que le había pasado a Fernando en los últimos tiempos, hacía unos cinco o seis años que no le veía. Pero creía en él, siempre creyó, y al verle tan desencantado con el partido algo se le movió en su conciencia. Se dieron la mano y Javier salió de la redacción. Esa visita no afectó en nada el ánimo de Fernando, a los dos minutos ya estaba otra vez zambullido en sus pensamientos, en la sorpresa que quería prepararle a Alicia sin imaginar que ella todavía tenía algunas sorpresas preparadas…
Fernando estaba apoyado en el quicio del portal, apuró el cigarro mientras miraba la hora, era bastante tarde pero no quería apremiar a Alicia, pensaba en la cantidad de trabajo que tenía, aunque no sabía que la mitad de ese trabajo no era real, necesitaba una excusa para salir a la modista, no quería que supiese que ya estaba eligiendo el vestido. Justo cuando se disponía a entrar se dio cuenta que Alicia estaba doblando la esquina para llegar también al portal mientras luchaba con los guantes, la cartera y los botones del abrigo, intentando no sobresaltarla le agarró del codo para que se diera cuenta que estaba allí, al final tanto la cartera cómo uno de los guantes terminó en el suelo.
Alicia había dedicado su última hora a pensar en la carta para Pelayo y Marcelino, era imposible borrar de la memoria esos momentos tan entrañables pasados en El Asturiano, si cerraba los ojos podía oler el café mezclado con la comida. El pesar de no haber tenido contacto con ellos durante tantos años también estaba en su memoria, aun así, desde que se reencontró con ellos todo había seguido igual. El bebé le dio una fuerte patada y pensó lo mucho que le gustaría tener la voz de Manolita para poder pedirle consejo, en el fondo, en esos meses había tomado un rol muy parecido al de una madre. Al llegar al portal alguien le agarró del codo, por suerte, reconoció a Fernando inmediatamente.
-¡Hola mi amor! Qué ganas tenía de llegar…
Fernando llevaba el maletín de Alicia en una mano mientras la agarraba por el hombro con el otro brazo, el despacho estaba cerca del piso.
-¿Un día duro?
-Sí, podría decirse que sí… -entraron juntos al portal donde recibieron el saludo del portero que les entregó la correspondencia, empezaron a subir las escaleras, Fernando le ayudaba con cada escalón- ¿Y tú qué tal en la redacción? ¿Algún artículo interesante?
-Bueno, he cerrado los que tenía pendientes y he estado pensando en nuevas propuestas… Esta tarde no tengo que volver, ¿tú tienes mucho trabajo?
Entraron en casa y encendieron la calefacción, su apartamento era bastante frío y si no había nadie en casa durante la mañana, al llegar se notaba mucho.
-Sí, yo esta tarde tengo que volver al despacho, hay un par de casos algo complicados que tienen que ver con la justicia española –esta vez no era ninguna excusa, si lo hubiese sido, seguramente hubiese pospuesto sus planes para quedarse en casa y disfrutar juntos la tarde- y me gustaría echarles una mano.
-Bueno, pues si esta tarde vas a seguir trabajando, ahora descansa, que de la comida me ocupo yo.
-Fernando… Últimamente te ocupas siempre tú de la comida…
-¡Porque me gusta! Además… -se acercó a besarla el pelo mientras la ayudaba a sentarse- Ya me lo cobraré en cuanto pueda…
Sentados ya en la mesa comieron con el relato del día, Alicia tenía un cojín en el respaldo de la silla que Fernando se empeñaba en ponerle para que no estuviera incómoda con la madera de la misma, el olor al pan recién hecho se mezclaba con el del vino que tomaba Fernando y la carne guisada con patatas. Los pensamientos de ambos estaban más centrados en los preparativos que, paralelamente llevaban, tanto que Fernando cambió de nombre dos o tres veces a su propio jefe. A veces, en momentos así, mientras comían, debatían sobre cualquier noticia o, simplemente, escuchaban música tumbados en el sofá, se quedaban mirando con la sensación de saborear ese tiempo. Lo que para otras personas suponía algo habitual, cotidiano, para dos personas que habían derrochado tanto tiempo eran pequeños regalos... Después de recoger tomaron café y té, respectivamente, con los restos de los dulces que Alicia había dejado por la mañana. Las carreras de los hijos de los vecinos les hizo sonreír, pareciese que no pudiesen estarse quietos ni siquiera al a hora de comer.
A pesar de la insistencia, Alicia prefirió regresar dando un paseo al despacho, así podría pasar por alguna tienda de cara a la boda. Fernando, después de recoger la cocina, se sentó en la mesa fumándose un cigarro, escribió un rato y decidió ponerse a planchar toda la ropa acumulada, el olor del hierro caliente y la ropa limpia le relajaba, además Alicia ya no podía estar tanto tiempo de pie. Aquella noche había vuelto a tener una pesadilla, hacía muchos meses que no le sucedía, pero, a diferencia de otras veces, se había relajado al sentir la mano de ella apoyada en su pecho. El resto de la tarde la pasó haciendo gestiones por teléfono para ver si conseguía un pequeño barco para ese día, también quiso encargar la comida, por mucho que le gustase cocinar, no podría dedicarse a hacerlo el día de su boda. Alicia no paró en toda la tarde, afortunadamente, el niño había estado tranquilo, si no fuese por el dolor de espalda, esa tarde no hubiese sentido ninguna molestia por el embarazo. Había recuperado la vitalidad pensando en los planes que tenía para el fin de semana, además iba a tener la ocasión de llevar dos clientes nuevos de gran envergadura.
A pesar del cansancio el regreso a casa se le hizo muy corto, notaba las patadas del niño a través del abrigo, de hecho, una de las veces se paró por un arreón fuerte, nadie podría decir que no iba a tener energía. Poco a poco iban formando parte de un barrio muy colorido, recibía los saludos de los comerciantes y las preguntas indiscretas de algunas de las vecinas. Alguien estaba preparando crepes en el edificio y eso hizo activar, aún más, el hambre que llevaba...
Al llegar a casa notó el calor de la calefacción, no vio a Fernando pero le oyó trastear en la cocina, otra vez haría él la cena, se sentía mal con tantas atenciones, Fernando estaba todo el día de un lado para otro, haciendo la comida, todas las tareas, recogiendo lo que ella no podía recoger… Dejó el abrigo y el maletín en el sofá y fue a la cocina, Fernando estaba terminando de preparar la cena.
-Buenas noches mi amor –le abrazó por detrás y al hacerlo se dio cuenta que había ganado peso, claro que no tanto como ella, eso le hizo sonreír- tenía unas ganas de acabar ya esta semana…
Fernando se giró para besarla, le cogió las manos y notó que las tenía frías.
-¿Has venido sin guantes? Hace mucho frío…
-Fernando, el despacho está a dos pasos, no tenía ganas de estar poniéndome todos los accesorios… Solo quería llegar y sentirte así…
Fernando intentó calmarse, no quería discutir sobre lo poco abrigada que iba, pero tampoco podía no preocuparse.
-Ven aquí, anda, que estás helada… -frotó sus brazos con los de ella y se dirigieron al salón- ¿Cenamos y después te das un baño caliente?
-Me encanta tu idea…
-Sí, Alicia, pero no deberías descuidarte, a estas horas hace mucho frío y no quiero que te sientas mal…
-Estás en todo, Fernando… Pero deja de regañarme tiernamente –soltó una carcajada- los regaños son iguales por mucho que sean en voz baja –le besó- Te prometo que intentaré no ser tan descuidada, pero tú intenta no preocuparte tanto…
Fernando se rio también, Alicia le conocía perfectamente; fue a la cocina, trajo dos platos con filetes y un poco de puré, y cenaron sin más discusiones y con la radio de fondo. Alicia le contaba su tarde, había sido agotadora, pero se sentía satisfecha, Fernando le puso al día de las tareas que ya había adelantado esa tarde, pero no le habló de sus gestiones telefónicas.
Alicia se dio el baño prometido, Fernando se había encargado de prepararlo, de ayudarla a entrar en la bañera… Últimamente no hacía nada por ella misma, a todo le tenían que ayudar; ¡e iba a casarse así! Debía estar loca cuando le dijo que sí a Fernando… Se relajó, pensó en las veces que había soñado con que todo hubiese sido distinto, con tener un hijo de Fernando, con tener una vida con él… Daba igual como se casasen, lo gorda que se sintiese, estaba con él, todos sus sufrimientos habían quedado atrás. Mientras estaba sumergida en el baño, dónde había incorporado esas nuevas sales de olor a lavanda, miraba a Fernando calentar la toalla en el radiador para cuando saliese del baño. Todos esos pequeños gestos le hacían quererle un poquito más cada día. El baño estaba prácticamente empañado, echó la cabeza apoyándola en la bañera y, por un momento, estuvo a punto de quedarse dormida, hasta que sintió las manos de Fernando masajeándole el cuero cabelludo mientras le decía que debería salir antes de que el agua se quedase fría...
Aquella noche, por fin, durmió de un tirón, Fernando no dejó de acariciarle el pelo hasta que la vio descansar, se quedó dormida con un brazo sobre él. Fernando decidió quedarse leyendo un rato, la habitación estaba tan sólo iluminada por la lámpara de la mesita de noche de él, el silencio sólo era roto por los pasos de los viandantes y el paso de las páginas del libro. Verla dormir le daba paz, le recordaba su felicidad, se durmió apoyado en el cabecero, a mitad de la noche se despertó, se dio cuenta que se había quedado dormido sentado, le dolía el cuello, pero merecía la pena solo por saber que se durmió mirándola. Tapó a Alicia, que durante la noche se había destapado, y se tumbó al lado de ella.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!! |
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