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Desde donde estaba podía ver a Roberto en el coche, pero había algo raro, Alicia no le miraba, intentó acercarse pero algo se lo impedía. Se giró y se quedó paralizado, no podía estar pasándole otra vez, y menos en ese momento de su vida. De pronto estaba frente al pelotón de fusilamiento, notó el frío de aquella mañana de febrero, la mirada de desprecio del hombre que le ofreció el cigarro… Volvió a girarse pero Alicia y Roberto ya no estaban allí, se le paró el corazón, no le podía estar pasando otra vez, no después de haber superado todo, de haber construido una vida junto a Alicia y su hijo… Enfrentó al pelotón sin agachar la cabeza pero cerró los ojos aferrándose a la imagen de su mujer y su hijo.

 
Alicia le veía revolverse en la cama, intentó calmarle acariciándole el pelo, pero no se despertaba, sentía mucha angustia al verle así, hacía tiempo que no tenía pesadillas, probablemente estar al tanto de todos los detalles del caso de Andrea había hecho que los momentos previos a su fusilamiento estuviesen muy presentes. Fernando no dejaba de decir frases inconexas, de hacer gestos al aire con la mano, lo único que se podía distinguir era un grito sordo. Volvió a intentar despertarle, normalmente se despertaba en seguida y al sentir su mano se calmaba; vio cómo Fernando se incorporaba de golpe sudando y mirando a los lados. Se despertó totalmente desorientado, el miedo, la angustia de esa pesadilla era completamente real, proyectaba el miedo a fallarles, a perderles. Podía sentir la parte de sus sábanas empapadas de sudor, le costó escuchar la voz de Alicia pero sentir su mano seguía siendo el puente para poder despertar de todas esas pesadillas. Alicia notó cómo se tranquilizó al ver a Roberto en la cuna, le abrazó suavemente, no quería agobiarle, Fernando se frotó el pecho, Alicia se imaginó la pesadilla que había tenido, retuvo las lágrimas mientras le besaba la frente. Ni siquiera la mano de Alicia sobre la suya disminuyó el temblor de las suyas, era la única prueba de la pesadilla.
-Tranquilo mi amor, era una pesadilla, todo está bien, nosotros estamos aquí contigo…
Fernando respiró hondo tratando de serenarse, era la primera vez que tenía una pesadilla sobre el fusilamiento en la que aparecían Roberto y Alicia; no podría imaginarse perderles, hacerles pasar por eso… Fernando cerró los ojos y recordó toda la tarde anterior, podía escuchar las risas de Alicia, los gritos de un Roberto que comenzaba a imponer su carácter. Habían hablado de la celebración del aniversario de la República en Toulouse, se imaginaron yendo un año, cuando Roberto tuviese edad suficiente para entenderlo, para explicarle qué significó aquel 14 de abril de 1931. Le había contado a Alicia los recuerdos que tenía de aquel día, él apenas era un chico, pero recordaba muy bien el ambiente festivo, la ilusión de todas las personas con las que se encontraba por la calle… Él ya entendía lo que significaba la República, lo celebró junto a su madre y algunos amigos, Alicia le había escuchado atentamente y emocionada. Al abrir los ojos, vio la angustia en la mirada de Alicia, la besó con ternura e intentó sonreír.

-Estoy bien, no te asustes… Saber que estáis aquí puede con cualquier pesadilla.
Volvió a mirar hacia la cuna, vio a Roberto despierto y se levantó a cogerle, Alicia le miraba enternecida y algo preocupada, aquella pesadilla había sido diferente, estaba segura. Estaba preocupada y notó la forma de agarrar a Roberto casi cómo con miedo a que fuera a desvanecerse, le acarició el pelo que aún tenía restos del sudor frío y permaneció mirándole, qué diferente era ese Fernando con su hijo en brazos con el que se encontró en España bebiendo para negarse a dormir y así no tener esas pesadillas. Cuando volvió a sentarse en la cama junto a ella, no quedaba nada de la mirada con la que se había despertado, volvía a estar feliz con ellos dos, Alicia dudó si debía preguntarle. No quería que volviese a sentir el miedo con el que se había despertado, pero a la vez, necesitaba saber qué había sido diferente en aquella ocasión, con aquella pesadilla.
-Alicia… -notó su mirada asustada- No te preocupes, sólo ha sido una pesadilla, otra más… Aunque esta vez… Roberto y tú estabais allí y yo no podía acercarme… -Alicia le abrazó teniendo cuidado con Roberto, pudo sentir el dolor de Fernando al verles en mitad del fusilamiento, no poder llegar a ellos…- Está todo bien, al despertar está todo en su sitio, nunca os dejaré y no hay pesadilla que pueda con eso.
Durante los siguientes minutos, se dedicaron a hacer reír a su hijo, Alicia les miraba feliz, no quedaba ni rastro del dolor de Fernando ante aquella pesadilla. Pocas horas después dormía plácidamente sin rastro de la pesadilla.
Se despertó por la claridad que entraba por la persiana a medio bajar, Alicia estaba sentada en la cama leyendo un expediente, la miró sin moverse, sonrió al verla tan concentrada. Alicia notó que Fernando se estaba despertando por el suave movimiento de la cama, llevaba algunas horas sentada, apoyada en la cama con el trabajo atrasado. Había esparcido los documentos por la cama y se había acostado con la bata, la casa estaba helada y ni el café caliente le hizo entrar en calor. Dudó entre trabajar en la mesa del salón o regresar a la cama. Fernando acarició su espalda haciendo que ella le mirase, sonrió al ver a un Fernando con el pelo revuelto y que, al darse la vuelta, había estado a punto de tirar la bandeja.
-Hasta en domingo trabajas…
Alicia sonrió, no quedaba ni un recuerdo de la pesadilla; le vio incorporarse y le besó.
-Bueno, leer un poco no es trabajar…
Fernando miró hacia la cuna, Roberto dormía plácidamente, al mirar su mesilla se dio cuenta que Alicia había hecho el desayuno.
-Ya estará frío Fernando…
-Me gusta el café frío… Además, también hay zumo y cruasanes… Tendría que haber sido yo quien preparase el desayuno…
Fernando se sentó con cuidado mientras colocaba la bandeja entre ellos en la cama, estiró los músculos de los hombros que tenía agarrotados y se echó a reír al fijarse que Alicia ya tenía algunos folios llenos de motitas de café, movió la cabeza pensando que tendría que pasar toda la documentación a limpio. Miró por la ventana y se dio cuenta que empezaba a filtrarse el sol por la persiana. Alicia se echó a reír mientras cogía un cruasán, recordó el momento que estuvieron juntos en casa de Inés; preparar el desayuno era algo más importante para ellos, era una confirmación de que ese sueño que ella había señalado como imposible, finalmente había sido posible, lo estaban viviendo juntos. Desayunaron en la cama mientras hablaban de qué harían aquel domingo; la semana había sido agotadora, Alicia pasó todas las mañanas en los juzgados, además de seguir con el caso de Andrea y el del maqui. Fernando había pasado la mayor parte de los días en la redacción, todas las publicaciones analizaban el resultado del referéndum sobre los acuerdos de Evian, todavía quedaba el referéndum en Argelia, además de seguir sacando a la luz nuevos atentados de la OAS. Alicia estaba preocupada porque aquella semana no habían dejado de hablar de Andrea, Ángel estaba consiguiendo información, ya había hablado de Andrea con aquel hombre, recordaba muy bien el caso, le había hablado de los días que pasó encerrada, torturada por Mendoza… Alicia había escuchado la voz de Ángel entrecortada por teléfono, tener que escuchar de boca de uno de los hombres más cercanos de Mendoza cómo torturaron a Andrea no debía ser nada fácil. Fernando se quedaba con la mirada perdida cada vez que le contaba las novedades que Ángel le hacía llegar, Alicia sabía la culpabilidad que seguía sintiendo Fernando, en momentos así estaba segura que hubiese dado lo que fuese porque Andrea hubiese sobrevivido como él. Y realmente no estaba segura que Antonio o Fernando no abrigasen esa posibilidad, encontrar el cuerpo era, además, la confirmación de que estaba muerta, de que la asesinaron… Estaba segura que si Fernando lo había pensado en algún momento, lo descartó en seguida, pero para Antonio era distinto, haber visto a Fernando después de tantos años, saber que sobrevivió por pura casualidad… No quería que se hiciesen ilusiones para que quedasen en nada, Andrea llevaba años muerta. Acarició la mano de Fernando, intentaba ser prudente en la información que le daba sobre el caso de Andrea pero él había pedido recibirla fuese la que fuese. Alicia se quedó muy seria pensando en todas las veces que había sido él torturado e intentaba no derramar lágrimas cada vez que lo pensaba.
El mejor momento de aquellos días había sido llegar a casa, estar los tres juntos, disfrutar de pequeños momentos en familia que hacían que su día a día tuviese sentido. Los dos se olvidaban de todo cuando tenían a su hijo en brazos, cuando le atendían, le veían comer, jugar, reír, incluso llorar. Fernando se frotó la nuca pensando lo cotidiano de esos momentos, compartir las experiencias laborales, los miedos, las preocupaciones, se quedó mirándola mientras se terminaba su propio café ya frío.
Fernando se levantó, llevó las cosas del desayuno ya terminado a la cocina, al mirar por la ventana se dio cuenta que era un domingo primaveral, el aire era sur y parecía que iba a hacer un buen día. Abrió la ventana de la cocina para comprobar que el nido del pájaro seguía allí, se había dado cuenta por los diablillos de los vecinos que intentaban derribarlo con un tirachinas desde el patio, sólo con mirarlos una vez desistieron y estaba seguro que encontrarían otro centro de sus pillerías en breve. Fregó todo mientras oía cómo Alicia llevaba la cuna al salón; recordó la noche del jueves, a principios de semana Alicia le había propuesto tener un día cada uno para poder quedarse a tomar algo con sus compañeros, hablar de lo que fuese sin sentirse culpable… Fernando había sonreído ante su propuesta, todavía se sentía mal por el día que había llegado tarde. El jueves Alicia decidió quedarse tomando algo con Emile y Grace, él llegó pronto aquella tarde, tenía ganas de llegar y estar toda la tarde a solas con su hijo. Le encantaba pasar las horas con Alicia y su hijo, pero aquella tarde se había sentido especial, su hijo y él solos, sin nadie más, le gustaba mucho esa sensación. Pensó en lo triste que hubiese sido nunca llegar a tener un hijo, respirar su olor, coger su mano mientras le veía sonreír, tenerle en brazos… Aquella tarde se había olvidado del orden en casa, estuvo toda la tarde con su hijo, disfrutando casa gesto, cada sonrisa, cada lloro también, pudo ver el mismo gesto de Alicia cuando estaba contrariado o su misma mirada cuando estaba impaciente. Una mezcla entre Alicia y él, un hijo de los dos, por mucho tiempo que pasase, siempre se sentiría especial al pensar en su hijo. Puso la radio mientras terminaba de secar la cubertería y se acordó que hacía mucho tiempo que no iban al mercado, además necesitaban comprar algunas cosas para la casa y seguro que Roberto disfrutaba entre tantos olores y colores. Se sentó a fumar un cigarro ya con la ventana abierta recordando lo raro que fue estar esperando a Alicia la noche que salió con sus amigas, estaba seguro que cuando su hijo comenzase a salir se pasaría horas en el sillón para saber que llegaba a casa sin ningún percance.
Cuando terminó de fregar fue al salón, vio a Alicia con Roberto en brazos y no pudo evitar acercarse a ellos agachándose a la altura de la cabeza del niño.
-Podríamos pasar el día fuera, va a hacer un buen día y a Roberto le sentará muy bien…
Alicia sonrió, ella había pensado lo mismo al asomarse a la ventana, Fernando preparó el biberón, se sentó en el sofá cogiendo a Roberto en brazos y vio cómo Alicia entraba al baño para ducharse y arreglarse.
-Seguro que acabamos nosotros antes de que tu madre esté lista…
Su hijo sonrió antes de empezar a comer, Fernando se relajó mientras el niño comía, oía de fondo el agua de la ducha, sonrió pensando en los sonidos que ya eran parte de su vida diaria.
Alicia se duchó recordando la cena de esa semana, al principio fue extraño pero poco a poco se relajó hablando de multitud de temas, era consciente que despertaba cierta envidia entre sus amigas por Fernando, se echó a reír recordando la forma en que había intentado disimular que estaba preocupado porque llegase a casa sana y salva. Estaba segura que en Madrid iba a cenar todas las noches para asegurarse que estaba bien pero torció el gesto pensando en Roberto y, si tenían más hijos, en ellos. Miró el reloj y se dio cuenta que había vuelto a tardar bastante, por suerte no tenía prisa, hacía mucho tiempo que se había permitido el lujo de parar su reloj para disfrutar de la vida juntos.
Vestir a Roberto cada día era más complicado por lo mucho que se movía, por suerte para él, ese día estaba medio dormido y ni siquiera protestó cuando le colocó ese gorrito que tanto le gustaba a Alicia. Miró al niño pensando que eran normales sus protestas pero si a ella le gustaba y Roberto estaba abrigado mejor no decir nada. Se echó a reír, recordaba esa frase de Marcelino sobre Manolita de con ella no se discute, ella habla y los demás escuchan. Cuando Alicia estuvo lista, Roberto ya estaba cambiado y dormido, Fernando le había dejado en el coche para no tener que despertarle cuando saliesen. Se había sentado a fumar un cigarro, sonrió pensando que ya estaba acostumbrado a que Alicia le hiciese esperar; al principio de vivir juntos se desesperaba, pero en ese momento disfrutaba la esperar imaginándose qué se pondría, cómo la vería salir del baño. Alicia apareció en el salón con cara de no haberse pasado una hora y cuarto arreglándose, Fernando se quedó admirándola durante un momento, no podía decir que fuese algo extraño, le pasaba muy a menudo. Apagó el cigarro mientras se levantaba, Alicia le miraba sonriendo.
-Estás… Preciosa…
La besó suavemente, aunque poco a poco el beso se convirtió en muy pasional, estaba a punto de desabrocharle la camisa cuando se frenó, vio la cara que se le quedó a Alicia en mitad de aquel beso que había interrumpido.
-Alicia… Acabas de prepararte, se nos va a hacer tarde para salir…
-¿Tarde? Tenemos todo el tiempo del mundo…
 
Fue Alicia la que se acercó a besarle, le quitó la parte de arriba del pijama, Fernando se echó a reír mientras veía cómo caía al suelo. La miró intensamente pensando que nunca podría controlar todo lo que le hacía sentir. La chispa entre ellos no había tardado en saltar, en unos minutos el único sonido del salón eran sus besos y las risas de Fernando intentando desabrochar la falda, la cremallera se atascaba y no era la primera vez que les daba problemas. Se recreó en cada contacto con su piel, Alicia cerró los ojos mientras sentía sus caricias; se tumbaron en el sofá, la primera sensación fue sentir el frío de la tela, Alicia se dedicó a tirar todos los cojines al suelo, que se unieron a sus ropas. Fernando terminó de desnudarla sonriendo ante la idea de que aquella vez no había servido de nada prepararse tanto…

Fernando extendió la manta para taparlos mientras conseguían regular sus respiraciones, el maquillaje de Alicia había quedado extendido por parte de su cara, tomó la punta de la manta para eliminarlo y ella cerró los ojos para sentir la suave caricia. Se incorporó haciendo que Alicia se sentase, miró esa sonrisa que Alicia tenía después de hacer el amor; le parecía que tenía una sonrisa preciosa, pero justo en esos momentos era todavía más especial. Miró al suelo y se echó a reír al ver el resultado de la ropa de Alicia mezclada con su pijama.
-Algún día tendré que aprender a controlar lo que me haces sentir… Has tardado tanto en arreglarte y al final para nada…
-¿Cómo que para nada? –se acercó a besarle- A mí me parece que no ha sido para nada ¿no?
Fernando se echó a reír mientras acariciaba su pelo, respiró hondo y se levantó, le pasó a Alicia su ropa interior y recogió el pijama.
-Es cierto, no ha sido para nada… Pero ahora tendrás que volver a arreglarte…
Alicia se echó a reír mirándole.
-Bueno, tengo tiempo ¿no? Tú tienes que ducharte…
-Seguro que termino yo antes que tú…
Alicia le miró arrugando la nariz pero sonriendo, le vio entrar al baño y empezó a vestirse lentamente. Ella tampoco había pretendido que hiciesen el amor justo después de arreglarse, pero con Fernando tampoco podía controlarse, miró hacia el coche, Roberto seguía dormido.
Fernando se dio una ducha rápida, todavía sentía el olor de Alicia en su piel, volvió a sonreír pensando en que eran imposibles. Al salir miró el reloj, no era tan tarde, aunque ya había pasado buena parte de la mañana de aquel domingo. Se puso un traje cómodo, el día parecía caluroso y en el mercado habría mucha gente. Cuando entró al salón, ya vestido, se encontró con una Alicia que seguía buscando la tuerca de un pendiente y uno de los zapatos. Suspiró porque en ese momento lo que menos le apetecía era moverse de casa.
-Lo sabía…
-Muy gracioso Fernando Solís…
Se echó a reír mientras la atraía hacia sí, se frenó a medio camino, la besó la frente y se puso a preparar la bolsa del coche, Alicia se echó a reír mientras terminaba de cerrar la cremallera de la falda.
 
Terminó de arreglarse en el espejo de la entrada, al terminar, se puso el abrigo e instigó a Fernando cómo si hubiera sido ella quién llevase parte de la mañana esperando. Roberto se movió en el coche para encontrar otra posición y volverse a dormir. Alicia se acercó para colocarle el cuello de la camisa que sobresalía del abrigo, Fernando soltó una carcajada al notar la cercanía en el ascensor, cerró los ojos respirando su olor y miró a un Roberto que seguía dormido. Pensó en las veces que había deseado que Alicia estuviese en su vida; seguía sin entender cómo había desperdiciado tanto tiempo enterrando su pasado, alejando cada recuerdo que tenía de antes del fusilamiento. Fernando divagó sobre el tiempo perdido mientras Alicia se arreglaba el pelo en el ascensor, ella arrugó la nariz ante la cara irónica de Fernando aunque sabía que tenía razón era muy raro que no se parase ante un espejo. Suspiró y besó a Alicia en la mano, al llegar al portal se encontraron con los dos vecinos, uno de ellos iba manchado de barro, Fernando le revolvió el pelo divertido pensando en la bronca que le echaría su madre e imaginando el momento en que Roberto llegase a casa hecho unos zorros. Tuvieron que frenar el coche ante la entrada de sus vecinos, Alicia siempre se quedaba observando la forma tierna y divertida con la que los miraba su marido. Al salir a la calle notaron la temperatura alta de aquel día, parecía verano, Alicia le quitó a Roberto una de las mantas, iba demasiado abrigado. Fernando le miró preocupado, pero era verdad que hacía calor; él se quitó el abrigo y lo colocó, después de doblarlo, en el coche, intentando que no molestase a Roberto. Saludaron a su amiga de la cafetería prometiendo pararse antes de volver a casa. Caminaron abrazados, Alicia llevaba el coche, iban a un paso lento, disfrutando de cada nuevo detalle, aquel domingo las calles estaban llenas, niños y padres, adolescentes, todos parecían alegres, el sol anticipado había hecho que las calles se contagiasen de luz y alegría. Según se acercaban al mercado notaban la afluencia, aunque ya era tarde y era más la gente que volvía a sus casas que la que llegaba en esos momentos. El olor de las flores, mezclado con la comida y los muebles eran intensificados por ese estupendo tiempo. Roberto se había despertado, no dejaba de manotear en el aire, sabían que si no le sacaban del coche, empezaría a llorar; Fernando le cogió besándole la frente. Le acomodó en sus brazos mientras Alicia le colocaba bien el gorrito, no quería que le diese el sol. Fernando conducía el coche con una mano y llevaba a Roberto con el otro brazo, últimamente comenzaba a moverse tanto que le daba casi más miedo que los primeros días de su vida. Alicia les miraba sonriendo, avanzaban despacio entre la gente, Fernando no dejaba de estar pendiente de que nadie chocase con él. Fernando se echó a reír ante la cantidad de cosas que iban metiendo en el coche del niño, estaba claro que regresaría en brazos a casa para alegría suya. Algunas personas se quedaban mirando al niño, Alicia miraba a Fernando y sonreía ante el orgullo con el que respondía a las preguntas de los desconocidos. Fernando se iba parando en cada puesto, Roberto miraba todo como si comprendiese dónde estaba, Alicia recogía las bolsas con lo que habían comprado, sonrió pensando que siempre había soñado con algo así, Fernando y ella comprando, compartiendo un momento cotidiano, su hijo en brazos… Durante los últimos años en Madrid intentaba no pensar en ello, sabía que era imposible, pero en lo más profundo de su corazón siempre estaba presente, aunque se lo negase a ella misma. Cada halago a Roberto le producía un orgullo casi irracional, se giró y vio que Alicia tenía ese mismo brillo en la mirada. Se quedaron mirando un segundo, a la vez que contestaba a unas señoras los meses que tenía Roberto, pero en ese momento sólo estaban ellos tres. Movió la cabeza al ver que Alicia se dirigía a otro puesto, Alicia tuvo una sensación extraña al acercarse al puesto, era casi cómo una fuerza que le hizo cruzar la calle y estuvo a punto de tirar a una chica que estaba parada hablando con una amiga. Fernando se quedó detrás de ella intentando adivinar qué era lo que había visto en aquel puesto. No tardó mucho en verlo, un balancín de madera, un poco antiguo pero precioso, Alicia se agachó para tocarlo, se giró para mirar a Fernando.
-¿Tú podrías barnizarlo no?
Fernando se echó a reír pensando en la cara que había puesto ella cuando él compró el pequeño mueble para la habitación de Roberto.
-Claro… Me gusta mucho, seguro que a Roberto también… -se agachó con cuidado poniendo a Roberto delante del descubrimiento de Alicia- ¿A qué a ti también te gusta?
El niño manoteó feliz haciendo que los dos se echasen a reír; estaban agachados muy juntos.
-Yo tenía uno muy parecido cuando era pequeña… Mi padre tuvo que venderlo junto a otras cosas… -Fernando la besó en el pelo, Alicia acarició el balancín- Durante algunos días no dejé de preguntar por él…
Alicia fue recorriendo aquel balancín, no esperaba encontrar nada, pero sentía la necesidad de hacerlo; Fernando vio cómo le temblaron las manos, la miró preocupado, no pudo cogerle las manos porque tenía a Roberto en brazos.
-Alicia… ¿Pasa algo? ¿Estás bien?
-Creo… Creo que es mi balancín…
-No es posible Alicia… Se le parece y la memoria te está jugando una mala pasada…
-No, Fernando, estoy segura, mira… -señaló un punto del balancín, en pequeño se podía leer Alice- Mi padre me ayudó a tallar mi nombre en él, y justo en este punto… ¿Es posible que lo haya encontrado después de tantos años?
Fernando estaba emocionado, se incorporó rascándose la nuca para dejar a Roberto en el coche, no podía dejar de mirar a Alicia y a la vez al balancín, desde luego la vida les había enseñado lo caprichoso que era el azar pero en ese momento le pareció demasiado. Tendió la mano hacia Alicia para que ella se incorporase y la abrazó. Alicia dejó caer las lágrimas, no podía creerse haber encontrado por casualidad algo tan simbólico para ella; no era sólo que pertenecía a su infancia, sino que su padre había tenido que venderlo para conseguir dinero, durante algunos años iba vendido las pocas pertenencias que tenían, sabía que a su padre le había dolido mucho deshacerse de aquel balancín. Fernando oyó a Roberto llorar, no le gustaba no ser el centro de atención, cogió al niño después de pagar el precio del balancín. Le dieron una pequeña caja con el balancín dentro, se apartaron del bullicio de la gente, Fernando hizo que Alicia cogiese al niño y les abrazó a los dos.
-Estoy seguro que tu padre estaría muy orgulloso de que nada más verlo quisieses comprarlo para nuestro hijo.
Alicia tragó saliva mientras Fernando le besaba el pelo, se debatía entre el asombro y la emoción, nunca había sido una persona materialista, muchas veces había dejado lo que consideraba sus cosas en el camino, precisamente por eso era tan importante ese balancín. Formaba parte de su historia, de esa que quería compartir con su hijo. En su mente no dejó de estar presente la imagen de su padre y de todo lo que hizo para sacarla adelante en un país extraño, sólo, en tiempos muy difíciles. Apretó su cuerpo al de Fernando mientras cerraba los ojos para relajarse, sonrió al escuchar a su hijo. Besó a Fernando mientras acomodaba al niño en sus brazos.
-Mi padre se sintió muy culpable por tener que venderlo… Es casi como devolverle todo lo que me dio, todo lo que hizo por mí…
Volvieron a besarse y empezaron a caminar despacio, Fernando no dejaba de mirar a Alicia mientras caminaban, sonreía de una manera especial, pensó en los difíciles años que tuvieron que pasar ella y su padre en París y cerró los ojos prometiéndose que Alicia no volvería a pasar por algo así y que, juntos, no permitirían que Roberto llegase a saber lo que se siente en una situación extrema. Fernando llevaba la caja, le hubiese gustado no tenerla para abrazar a Alicia mientras caminaban con paso lento y pausado, la vuelta a casa completamente cargados fue diferente, algo melancólicos, algo silenciosos. Los dos compartieron la misma imagen de su hijo en ese balancín pero las necesidades de Roberto los sacó de ese ensimismamiento.
Para abrir la puerta de la cafetería y entrar hicieron verdaderos malabares, su amiga se echó a reír al verles con tantas bolsas y, por primera vez, al ver que Roberto iba en brazos y no en el coche. Fernando se echó a reír cuando vio a Alicia, ya sentada en su mesa de siempre, con el abrigo tirado en la silla que tenía junto a ella y descalza. Le pidieron que calentase el agua para el biberón, les pareció raro que Roberto no hubiese protestado, aunque como iba en brazos parecía que no necesitaba nada más. Pidieron algo de comer y, mientras Fernando le daba el biberón, Alicia fue comiendo y le daba a Fernando en la boca algunos trozos de su pincho. Fernando estaba concentrado en Roberto, aunque no dejaba de mirar de reojo a Alicia, sonreía pero sabía que seguía pensando en su padre, en las renuncias que hizo por sacarla adelante, en los tiempos difíciles… Alargó la mano para acariciarle la mejilla, Alicia sonrió intentando alejar esos pensamientos, miró a su hijo comer tranquilo y su cabeza se centró en ellos dos. La imagen de Fernando dándole el biberón siempre le daba una paz que no podía explicar, Fernando vio cómo revolvía la bolsa del coche, supo lo que iba a hacer y sonrió pensando que había dejado atrás el momento melancólico. Posó para la foto mientras Alicia se reía al ver que hasta Roberto parecía estar posando, sabía que Fernando no querría, pero le encantaría mandar una copia de esa foto a Pelayo y Marce, su ayuda, junto a la de Daniel o Bonilla, había sido decisiva para que ellos pudiesen estar juntos en ese momento y disfrutar de su hijo. Alicia estaba realmente cansada, sus pies no respondían ni dos pasos más, además la carga de emociones le hacía sentirse cómo en una montaña rusa. Fernando le besó la mano y se sintió mucho más relajada al sentir ese beso disimulado en la alianza, no pudo evitar reírse mientras él extendía una servilleta en su hombro para que Roberto no manchase su ropa y, a la vez, pudiera expulsar sus gases. Roberto se quedó dormido en cuanto terminó de comer, Fernando le miró con ternura mientras Alicia quitaba todas las bolsas del coche para poder tumbarle. Cuando arropó a Roberto evitando una de las mantas, se sentó a comer, Alicia ya estaba degustando su tarta favorita, la miró y vio cómo tenía una mancha de chocolate, se echó a reír pensando en que le encantaba ese detalle que veía cada vez que ella comía tarta. Fernando se estiró en la silla y tomó un trozo de tarta del plato de Alicia, puso cara de no haber roto un plato. Alicia se sentó sobre Fernando cuando terminó la tarta, su mesa estaba apartada del resto y, además, en esa cafetería se sentían como en casa. Fernando recostó su espalda y encendió un cigarro disfrutando de ese momento, terminó de comer sin dejar de acariciar la espalda de Alicia, a veces se reía de sí mismo al darse cuenta que cada detalle de Alicia, cada instante compartido con ella le parecía lo más especial de su vida. Decidieron tomar el café en casa, querían llegar cuando antes y colocar todo lo que habían comprado, Fernando pasó las manos por la cara de Alicia y, al levantarse para pedir la cuenta y comprar algunas cosas para casa, tropezó con uno de los zapatos de Alicia, movió su cabeza fingiendo hastío. Al regresar le ayudó a ponerse el abrigo mientras pensaba cómo llevarían todo a casa sin terminar rompiendo nada. Alicia se acercó para abrocharle un botón de la camisa y darle un beso, estaba segura que era imposible poder disfrutar de un momento así en una cafetería en Madrid y menos a esas horas. Se echó a reír pensando qué cosas habrían pensado viéndola sentada en las piernas de Fernando mientras se acariciaban. Compartió esos pensamientos con Fernando preguntándole si alguna vez evolucionaría verdaderamente la sociedad, si dejarían de estar pendientes de quienes disfrutan juntos mientras miran para otro lado o justifican a quienes se hacen daño, muchas veces en el nombre del amor. Al salir de la cafetería su amiga les miró sonriendo, iban cargados, Alicia llevaba el coche y algunas bolsas, Fernando la caja y el resto de las bolsas, aun así, llevaban el mismo paso aunque no hubiese contacto entre ellos.
Por suerte, la cafetería estaba cerca de casa y en unos minutos ya estaban en el portal, subir en el ascensor con todo lo que habían comprado fue imposible. Fernando tenía las manos llenas de marcas entre la caja y las bolsas, estaba deseando llegar a casa, se echó a reír ante el optimismo de Alicia que pretendía meter el coche, las bolsas, las cajas y a ellos dos en el ascensor. Finalmente, Alicia subió con el coche y un par de bolsas, mientras Fernando esperaba para subir después con la caja y el resto de bolsas. Besó a Alicia antes de que se cerrase la puerta del ascensor, por un momento echó de menos el momento de subir juntos en ascensor, la cercanía, rozarse con las manos incluso cuando no pretendían… Suspiró riéndose de sí mismo. Alicia iba concentrada hablando con Roberto y no se dio cuenta que había llegado al piso, abrió con cuidado la puerta sacando el coche. Tardó varios minutos en encontrar las llaves en el bolso, tenía demasiadas ganas de llegar y poder ver el balancín con detalle. Escuchó la maldición de Fernando y estaba segura que se había llevado algún golpe con el ascensor evitando romper nada. Al llegar arriba, Alicia abrió la puerta y le besó cogiendo algunas de las bolsas. Fernando dejó la caja con el balancín al lado de la puerta de casa mientras volvía a por el resto de las bolsas, vio cómo Alicia cogía la caja casi sin tocarla, temiendo que pudiera romper el balancín. Posó las bolsas en la mesa mientras suspiraba, parecía que hubiesen comprado medio mercado, Alicia estaba sentada en el sofá con la caja a su lado, se acercó a ella y le besó la nariz. Sacó a Roberto del coche y le metió en la cuna arropándole, no se despertó, sólo se movió acomodándose, Fernando pensó que siempre le sentaba bien pasar el día fuera, lo disfrutaba mucho y después dormía tranquilamente. Llevó la cuna hasta el sofá y se sentó junto a Alicia, en la cafetería habían dejado atrás los recuerdos, pero ya en casa, el balancín volvía a traer todos los fantasmas del pasado, tanto buenos como malos. Alicia tocaba con las yemas de los dedos el balancín, no sabía cuántas manos habían disfrutado de ese juguete, las historias de cada uno de esos niños, de sus familias, pero quería asegurarse que ese juguete se quedaría con Roberto y si tenían otros hijos con ellos, y con los hijos de éstos. Su padre se desprendió de muchas cosas salvo de vivir con la cabeza muy alta incluso cuando la duda de si hizo bien en quedarse a defender Madrid le asaltaba en referencia a su madre. Sonrió entre lágrimas recordando que de alguna forma siempre terminaba ayudándola a encontrar el camino. Fernando se acomodó en el sofá tirando suavemente de Alicia, que se apoyó en su pecho y se abrazó a él.
-Creo que nunca había sido tan consciente como hoy de todo lo que significaba para mi padre este balancín, el símbolo de lo que pasó para sacarme adelante, él sólo, construyendo una nueva vida en París, con el país en guerra… -Fernando acariciaba su pelo imaginándose algunos de los peores momentos de Joaquín en París, dio gracias por no sentir lo que tuvo que sentir el padre de Alicia en esos momentos- Fue una de las cosas que más le costó vender, de adulta nunca lo entendí, lo veía como algo material y, sabiendo las penurias que pasó, me parecía lo más normal que lo hubiese vendido. Pero hoy he podido sentir todo lo que él debió sentir, de niña me encantaba, no puedo llegar a imaginarme tener que quitarle algo a Roberto por necesidad…
-Nunca pasarás por algo así, te prometo que nunca dejaré que eso pase… Tuvo que ser muy duro para tu padre, para ti…
-Bueno, yo era una niña, lo mismo que echaba de menos el balancín, me ilusionaba con cualquier otra cosa; pero él… Siempre he admirado a mi padre, pero desde que nació Roberto, le admiro mucho más.
Fernando la besó el pelo mientras cerraba los ojos, la vida de ellos no había sido nada fácil, desde su infancia habían perdido muchas cosas, muchas personas… No quería que su hijo creciese en una burbuja, pero sí quería que no pudiese sentir el dolor de pérdidas tan importantes, sentirse sólo en el mundo… Haría todo lo que estuviese en sus manos para que algo así nunca lo viviese Roberto. Creía que tenían que limpiar y desinfectar el balancín antes de que su hijo jugase con él, a la vez no pudo evitar imaginarse a una Alicia de niña encima de ese juguete, era curioso las vueltas que daba la vida. Disfrutó del contacto con Alicia que iba relajándose, nada de lo que había dicho era falso, haría lo que fuera para que su familia no viviese, de nuevo, la barbarie. En ese punto Alicia y él estaban completamente de acuerdo. Estuvieron abrazados unos minutos más, Alicia se tranquilizó, intentó que pasase la tristeza y quedase la imagen de su padre, sus enseñanzas, su voz, esa manera de pedirle opinión sobre cualquier cosa… Se levantó sonriendo, su padre siempre estaba presente para ella y, a partir de aquel momento, lo estaría aún más teniendo ese balancín con ellos. Fernando se levantó también y juntos llevaron el balancín a la  habitación de Roberto, después de colocarlo se quedaron unos segundos en el quicio de la puerta contemplándolo. Fernando fue a la cocina a por una navaja, al volver se sentó en el suelo invitando a Alicia a que lo acompañase; palpó la madera buscando el nombre que Alicia le había enseñado, ella sonrió al ver que empezaba a escribir Roberto junto a su nombre. Cuando acabó, la miró emocionado, ella le besó intentando contener las lágrimas.
-Gracias Fernando…
La respondió besándola de nuevo y ayudándola a que se levantase; regresaron juntos al salón, Fernando miró la cuna, Roberto seguía durmiendo tranquilamente.
-Voy a colocar todo lo que hemos comprado, ¿por qué no pones un poco de música y te relajas en el sofá? Prepararé café…
Alicia no se ofreció para ayudarle, sabía que acabarían con algún pique y al final la cocina quedaría descolocada. Puso el disco de Edith Piaf bajito, se descalzó y se sentó mirando cómo Fernando empezaba a recoger las bolsas, volvió a admirar su orden, cómo hacía todo pausadamente…
Abrió la ventana de la cocina, la temperatura seguía siendo buena, empezó a colocar el contenido de las bolsas, poco a poco ordenó todo, casi cuando estaba terminando, notó cómo Alicia le abrazaba por detrás. A pesar de ir descalza sabía que había entrado a la cocina, sintió el calor de sus pequeñas manos en la cintura y no pudo evitar poner las suyas encima. De repente la electricidad que había entre los dos culminó en un beso, beso que llevaba la reafirmación de esas promesas de ese compromiso que renovaban cada día. Notaba a Alicia cansada pero feliz, la besó despacio, saboreando el momento, se separó un momento para cerrar el armario que había dejado abierto.
-Alicia… –intentaba hablar mientras ella no dejaba de besarle- Si no me dejas, no puedo hacer el café…
Alicia sonrió mirándole, le cogió de la mano arrastrándole, la cocina quedó vacía, por la ventana entraban algunas voces de los vecinos, ellos ya no estaban allí para escucharlas. Fernando fue de la mano de Alicia hasta la habitación, ella empezó a desnudarle poco a poco, olvidando las prisas de aquella mañana, la calma que sentían en ese momento hacía que no tuviesen prisa, se tumbaron en la cama sin dejar de acariciarse. Fernando sonrió pensando que cada vez que hacían el amor era especial, siempre había sensaciones nuevas, y otras que conocían muy bien. Miró la expresión de Alicia mientras recorría su cuello, podía cerrar los ojos y reproducirla en su cabeza, Alicia le abrazó mientras volvía a besarle. Hicieron el amor lentamente, sabiendo que tenían todo el tiempo del mundo para ellos, que nada haría que perdiesen esos momentos.

Alicia tenía los ojos cerrados, notaba la claridad del sol que se filtraba por la persiana, Fernando la besó respirando su olor. Esos momentos eran los que más disfrutaban, la calma que sentían mientras estaban abrazados, desnudos, sintiendo cada contacto de su piel, no necesitaban hablar. Sólo el timbre consiguió romper ese momento, Alicia abrió los ojos casi sin creérselo, Fernando suspiró resignado. Se levantó despacio empezando a vestirse, levantó la voz para que le oyesen.
-¡Ya va! –intentó tener un aspecto presentable, se agachó junto a Alicia- Deberías vestirte… Creo que sé quién puede ser…
La besó antes de salir y cerrar la puerta; fue a abrir esperando ver a un inoportuno Pierre, intentó colocarse el pelo. Se dirigió al salón mientras se abrochaba la camisa y riéndose por los tacos en francés y en español, indistintamente, de Alicia. Se apoyó en el quicio de la puerta mientras la abría y miraba a Antonio con sorpresa y éste se quedaba mirando la camisa medio metida, los pies descalzos, unos botones abrochados y otros no. Le saludó y le invitó a pasar; en los últimos días, casi había pasado más tiempo allí que en su casa. Cuando hubo avances en el caso de Andrea, había hablado con Grace, su historia parecía lo suficientemente importante como para esperar, como para no sentirse culpable al estar con ella. Grace entendió que quisiese encontrar el cuerpo de Andrea antes de empezar una relación con ella; Antonio la echaba de menos y, en cuanto podía, iba a verles a casa para hablar de cualquier cosa y dejar de pensar en Andrea y en Grace. Fernando le ofreció un café y fue a la cocina a prepararlo, Alicia se dio la vuelta en la cama, no entendía por qué la gente se presentaba en su casa sin llamar antes, pareciese que no era posible disfrutar de un día ellos dos solos, ahora que Roberto dormía muchas más horas seguidas. Se sentó mientras tomaba del fondo de la cama parte de la ropa, comprobó en el espejo que su pelo fuera aceptable y se dirigió al salón. Antes de abrir la puerta inconscientemente, tomó una prenda de ropa de Fernando, que estaba doblada en una silla, y se la llevó para olerla, jamás podría cansarse de disfrutar de esas sensaciones. Desde la cocina, Fernando escuchó a Alicia salir de la habitación y sonrió pensando en lo que le habría costado levantarse y vestirse. Alicia dio dos besos a Antonio esperando que no notase nada, al volver, Fernando sirvió café para los tres y empezaron a hablar de lo que habían comprado en el mercado. Fernando miró a Alicia, vio que tenía la cremallera de la falda sin subir del todo, sonrió intentando disimular y se la subió él. Alicia sonrió cuando notó que Fernando le subía la cremallera de la falda, él ya se había colocado perfectamente la ropa y calzado con unas zapatillas de estar en casa.
El tiempo pasó volando, las risas de complicidad entre Antonio y Alicia, la ironía ante la constante utopía de cada planteamiento, fue amenizado con un par de copas, un café y bastantes cigarros. Fernando abrió la ventana para que no se concentrase el humo y limpió varias veces el cenicero ante la mirada de guasa de Antonio. Disfrutaba viendo la relación entre Alicia y Antonio, eran tan parecidos que a veces competían por ver quién de los dos hablaba primero para que el otro no le pisase la idea. Sonrió pensando en su ataque de celos, en ese momento no podía sentir otra cosa que felicidad, Alicia siempre había sido muy sociable, nada que ver con la Alicia que se encontró en Madrid un año antes, le gustaba verla relacionarse con los demás, esa cercanía que en seguida sentía con las personas. Mientras veía reír a Alicia, contemplaba su postura informal, pareciendo una chica mucho más que una mujer de su edad, recordó lo cambiaba que encontró a su mujer después de tantos años y si se había enamorado de la chiquilla, se volvió a enamorar de la mujer. Se levantó a servirse una copa ofreciéndoles una también a ellos, al volver se acomodó en la butaca mientras ellos seguían hablando en el sofá, Alicia estaba descalza, con los pies subidos, Antonio hablaba alternando la mirada entre ella y Fernando. Cuando Roberto empezó a llorar, Antonio le cogió, Alicia miró a Fernando de broma, él se rio de sí mismo y fue a la cocina a preparar el biberón. Mientras calentaba el agua no dejaba de pensar en Andrea, la echaba mucho de menos en esos momentos, sabía que Alicia y ella se habrían llevado muy bien, pensó divertido que quizás Alicia podría haber tenido celos de ella. Cuando conoció a Andrea fue demasiado borde y cínico con ella, pero poco a poco se conocieron y llegó a ser una gran amiga; Antonio solía ser testigo de algunos de los intercambios de comentarios irónicos que se lanzaban el uno al otro. Al regresar al salón, Antonio estaba sentado en la butaca, le dio el biberón y se sentó al lado de Alicia mientras miraban a Antonio, Alicia se apoyó en él, Antonio tenía bastante mano con Roberto. Alicia notó que Fernando regresó mucho más serio de preparar el biberón, tenía la impresión que el pensamiento de Andrea rondaba su cabeza en esas reuniones, se fijó que Antonio disimulaba una lágrima mientras hablaba con Roberto. Alicia recordó que jamás pudo disfrutar de su hijo siendo bebé, que se lo arrebataron tardando algunos años en recuperarlo. Se le pasó por la cabeza cómo se tomaría Antonio el ataque de celos de Fernando, pero sabía que a él no le gustaría, la miró casi adivinando lo que estaba pensando y negó con la cabeza. Alicia le besó y se apoyó en su hombro mirando a Roberto; cuando terminó el biberón, Fernando se levantó y le cogió para cambiarle, Alicia y Antonio fueron a la cocina a preparar algo de cena, Fernando les oía de fondo mientras acunaba a Roberto para que se durmiese. Alicia se encendió un cigarro mientras Antonio prometía preparar una tortilla aún mejor que la de Manolita, ella le miró totalmente desconfiada y le cedió la cocina para su reto. Fernando había recordado todos los momentos que vivió con Andrea, cada vez que cambiaba el tiempo y sus dolores eran más acuciados recordaba la contractura de la que tanto hablaba ella. Dejó al niño en la cuna y le arropó, cada día estaba más grande, los días pasaban rápidamente y le parecía que estaba creciendo muy rápido y que pronto dejaría de ser ese niño diminuto al que tenían que atender todo el día. Sabía que se estaba comportando cómo un padre prototipo renegaba de no volver a tener a su niño pequeño en la cuna, le contaba a todo el mundo lo grande que estaba, los progresos, los cuales siempre eran mayores que los de cualquier otro niño, pero sobre todo disfrutaba escuchando cómo los demás señalaban todos esos logros, su belleza o lo mucho que crecía de semana en semana. Le besó la frente y dejó la cuna cerca de la puerta de la cocina. Al entrar se echó a reír, Antonio estaba preparando la cena mientras Alicia estaba sentada tomando una copa de vino; la besó y se unió a la conversación. Al sentarse junto a Alicia, le dio un sorbo a la copa de vino de ella, mientras tomaba un cigarrillo del paquete, sacó el mechero del bolsillo del pantalón y, después de encenderlo, dio una calada larga al mismo. En esos momentos hablaban de Grace, tomó un sorbo de la copa de Alicia y ayudó a Antonio a terminar de hacer la cena. El tono de Antonio cambiaba cuando hablaban de Grace, se notaba que era especial para él; cuando sonó el teléfono les dejó en la cocina. Al oír la voz de Ángel se puso tenso, tardó un segundo en reaccionar  y dejar la comunicación para avisar a Alicia. Alicia apagó el cigarro inmediatamente además de terminar el resto del vino de un trago, quería estar preparada fuese lo que fuese, miró a Antonio intentando darle los ánimos que a veces, a ella misma, le faltaban. Le pasó el teléfono casi con miedo, no quería que nada empañase el final de aquel domingo. Antonio apareció en el salón después de quitar la cena del fuego, se sentó en el sofá mientras Fernando acariciaba la mano libre de Alicia. Al colgar, Alicia se dejó caer en el sofá, miró a Fernando con lágrimas en los ojos.
-Ángel… Ha descubierto… -no le salían las palabras, respiró hondo y lo soltó de golpe- Ha conseguido descubrir dónde asesinaron a Andrea.
Antonio se frotó las manos nervioso mientras Fernando se acercaba a Alicia y la abrazaba.
-¿Y ahora qué? –Antonio tragó saliva intentando tranquilizarse- ¿Qué podemos hacer para recuperarlo?
-Buena pregunta… -Alicia no estaba segura, había trabajado mucho porque llegara ese momento, pero nunca se había planteado qué pasaría después de saber el lugar exacto- La verdad, no sé cómo seguir…
Fernando la besó en el pelo, cogió su copa y la terminó de un trago, su cabeza no dejaba de pensar cómo podrían asegurarse que estaba allí, recuperar el cuerpo de Andrea… Pensó por un momento en Alicia, en lo que sufrió al pensar que estaba muerto, al no tener un cuerpo al que velar… Miró a Antonio, estaba muy nervioso, se había levantado y caminaba por el salón; se acercó a él y le abrazó, Antonio se aferró a él, no podía pensar ni hablar. Alicia tuvo una sensación de pérdida cuando Fernando se levantó para abrazar a Antonio, buscó las boquillas y encendió otro cigarro, miró intentando sonreír a los dos y esperó a que se sentasen para comenzar a discutir el siguiente paso.
La cena se enfriaba, Fernando intentó controlar la situación, puso la mesa aunque Alicia pudo notar que sus movimientos eran demasiado forzados, antes de sentarse comprobó que Roberto siguiese abrigado. Fue él quien sirvió la tortilla que había preparado Antonio, ni él ni Alicia parecían dispuestos a cenar aunque las copas se vaciaban casi al momento de llenarlas. Fernando les miró mientras cogía el tenedor, ellos le imitaron sin ganas. Preguntó a Antonio por Liberto, al parecer tenía una cena con aquella chica de la que le había hablado; Fernando aprovechó para hacer una broma, sabía que no podrían relajarse, pero al menos que no se obsesionasen con qué hacer. Él no dejaba de pensar en ello mientras hablaba de otros temas, les contó una anécdota de sus dos vecinos con el balón, habló de Catherine y lo agobiado que estaba Jean… Alicia y Antonio no parecían dispuestos a entablar una conversación amena, ellos necesitaban centrarse en el siguiente paso, sin embargo, Fernando pensaba mejor mientras hablaba de otras cosas. Fue descartando algunas ideas, en aquella ocasión no pensaba dejar salir todas sus ideas, hasta que no tuviese una que sirviese de verdad, no volvería a sacar el tema. Veía cómo Alicia y Antonio se miraban casi intentando comunicarse sin que él se enterase, acarició la mano de Alicia para dejarle claro que él también estaba pensando en Andrea, en qué hacer. Fernando casi había terminado su trozo de tortilla, bromeó con Antonio comparándola con la de Manolita, según su opinión, no tenía nada que envidiar a la de ella. Alicia se animó también a comentar y pronto estuvieron los tres conversando, sus amigos del Asturiano fueron los protagonistas. Fernando se rascó la nuca después de terminar su cena, Alicia jugaba con la comida mientras que Antonio llevaba más vasos de vino de los que debería, la tensión podía cortarse y Fernando decidió comenzar a recoger en silencio, lo primero que se llevó fue la botella de vino. Aquella noche dejó los platos apilados en el fregadero, fregaría en otro momento; Roberto se despertó cuando volvía al salón, Alicia y Antonio estaban sentados en el sofá con una copa. Fernando cogió a Roberto y se sentó en la butaca, el niño se volvió a dormir casi inmediatamente, pero no le dejó en la cuna. Quería sentirle con él mientras pensaba en un plan, no podía fallar en esa ocasión, no cuando se trataba de Andrea, de Antonio, de Liberto… Escuchaba cómo Alicia y Antonio iban descartando planes suicidas; él se mantuvo al margen mientras acariciaba a su hijo. Sentir el calor de Roberto le ayudó a pensar con más claridad, estiró al niño entre sus piernas sin dejar de estar pendiente de la conversación de Alicia y Antonio. Alicia estaba sentada en el sofá con las piernas subidas, fumaba compulsivamente mientras que Antonio dejó la copa vacía descartando beber más. Miró a Alicia cuando ella iba a servirse otra copa, no quería resultar controlador, pero aquella noche podía ser muy larga y no quería que se pasasen con el alcohol. Ella se frenó con una media sonrisa, desde que había hablado con Ángel había perdido la noción del tiempo, de lo que bebía o comía, de lo que decía… Encendió un cigarro intentando calmarse, estaba segura que tenía que haber una solución, pero estaban tan preocupados por encontrarla que no podían verla. Antonio no dejaba de pensar en la última vez que vio a Andrea, fue una despedida fría, había mucho rencor entre ellos… Siempre se había arrepentido de aquella última vez, todavía podía cerrar los ojos y ver la mirada de Andrea mientras salía de casa. Fernando estaba seguro que su amigo había viajado mentalmente muchas veces a las últimas conversaciones con su mujer, que el sentimiento de culpa lo arrastraría toda la vida pero también lo enfadada que estaría Andrea si les viese autocompadecerse. Antonio intentó quitarse esa imagen de la cabeza, miró a Fernando, aunque parecía que estaba concentrado en su hijo, pudo distinguir algo en su mirada que le hizo sonreír. Le conocía desde hacía mucho y sabía que no había dejado de pensar algún plan en ningún momento de la noche. Posó a Roberto en la cuna, le besó y le arropó con cuidado, se sentó sin acomodarse, de repente pensó en Mario, estaba seguro que les ayudaría en algo así, pero no sabía si debían pedírselo.
-Antonio… Está claro que ninguno de nosotros va a viajar a Madrid, eso está descartado… Yo podría pedirle el favor a un viejo camarada, pero, la verdad, preferiría evitarlo, no quiero deber favores a alguien del partido por muy desencantado que esté… -Alicia le miró mientras no dejaba de pensar que hacía un año habría sido el primero en proponerse para comprobar la información de Ángel- ¿Tú crees que Mario estaría dispuesto a hacer lo necesario para saber si el cuerpo de Andrea está allí? Claro que después tendríamos que ver cómo trasladarlo hasta aquí si de verdad tenemos una información cierta… Pero lo primero es saber quién puede ayudarnos…
-Creo que sí lo haría, nosotros tenemos nuestras diferencias –Alicia le miró con tristeza- pero Andrea es tan importante para él como para mi… Y sé lo que quiere a Liberto, estoy seguro que lo haría.
-Pero sería peligroso para él ¿no? –Alicia también pensaba que lo haría pero no quería poner a Mario en ese aprieto, él tendría que seguir viviendo en España- ¿No hay otra forma?
-Un momento… -Alicia miró a Fernando, conocía esa forma de pronunciar las palabras quedándose pensando en algo- Tendría que hablar con él, no sé si sería pedirle demasiado… Pero creo que lo haría…
Alicia se dio cuenta perfectamente por la expresión de Fernando que acababa de encontrar una idea, sonrió tristemente mientras esperaba algún plan descabellado.
-¡Fernando! –Alicia perdía la paciencia- ¿De quién hablas? ¿Quieres hablar claro?
-Perdón, perdón… Sólo pensaba en alto… He pensado en Pierre… No es español, podría moverse por Madrid sin problemas al ser periodista, podríamos encontrarle una coartada para visitar esa zona… Pero no estoy seguro de proponérselo, es demasiado y no quiero ponerle en un compromiso…
Al pensar en Pierre, tuvo una sensación de culpabilidad, realmente eran Antonio y él quienes debían llevar a cabo ese operativo, y no estaba seguro que Mario y Pierre pudieran desarrollar, sin levantar sospechas, la recuperación de los restos de Andrea. Antonio meditó la idea de Fernando, desde luego, era mejor que pedírselo a Mario, que no tenía posibilidades de moverse libremente ni, mucho menos, posibilidad de trasladar el cuerpo de Andrea si es que estaba allí… Conocía a Pierre, aunque no estaba seguro de cómo reaccionaría.
-Pues yo creo que deberíamos proponérselo –Alicia estaba convencida- no perdemos nada por decírselo, ¿que nos dice que no? Bueno, pues pensamos otra cosa y ya está… Me parece menos peligroso que pedírselo a Mario; y creo que Pierre querría ayudarnos sin dudarlo.
-¿Pero y si nos dice que sí sólo porque se siente en la obligación? –Fernando pensaba que era un buen plan, pero no quería forzar a su amigo- No podría perdonarme ponerle en peligro sólo porque no pueda negarse…
-Tenemos confianza con él, yo creo que si no lo ve claro, nos dirá que no, nos ayudará de otra forma, pero no iría si piensa que no puede hacerlo…
Fernando los escuchaba frotándose la cara, dónde comenzaba a notarse la barba después de dos días sin afeitarse, valoraba el entusiasmo de Alicia y la sobriedad de Antonio. Era una decisión muy difícil, miró el reloj y pensó que descansar les vendría bien a todos. Antonio se terminó la copa y se despidió, Fernando se quedó preocupado, sabía que aquella noche no dejaría de pensar en Andrea, recordar momentos de su vida en común, sentirse culpable por el final de su historia… Le abrazó antes de dejarle ir, incluso le ofreció el sofá para que se quedase en casa, pero Antonio lo rechazó. Cuando se quedaron solos, Alicia se acercó a abrazarle, Fernando se relajó, cerró los ojos intentando olvidarse de todo. Respiró hondo mientras se separaba al oír a Roberto, Alicia le cogió y él fue a preparar un biberón. En la cocina se frotó la cara, el día había sido muy intenso, pero las noticias sobre Andrea no le dejaban pensar en otra cosa que no fuese su amiga. Recordó la sorpresa que sintió cuando Mario le contó que Andrea estaba intentando salvarle, se emocionó pensando en ella, tuvo que tragar saliva, no le salían las palabras. Pero, a la vez, hubiese preferido que no se arriesgase por él, incluso intentó prevenirla a través de Mario… Pero sabía cómo era Andrea y, si había decidido luchar hasta el final, nadie podría quitárselo de la cabeza. Recordó el momento en que Andrea quiso que él también subiese a la avioneta, sonrió recordando el momento en que bajaron de esa avioneta, Antonio y Liberto estaban esperándoles, en cuanto Andrea bajó, ellos la abrazaron, Liberto todavía era un niño, pero la había echado mucho de menos. Fernando les había mirado con envidia, en esos momentos él estaba convencido de que nunca tendría vida personal; cuando se separaron, saludó a Antonio y revolvió el pelo de Liberto. Después de viajar, de nuevo, a esa celda, al momento en el que conoció a Mario y se enteró de los intentos suicidas por liberarle, de recordar la primera vez que vio a Liberto y pensó que nada ni nadie podría separarlos, tuvo que regresar a la realidad, el biberón que había volcado para comprobar la temperatura goteaba por toda su mano. Tomó un paño para limpiarse y hacer lo mismo con el biberón. Le llevo el biberón a Alicia, besó a su hijo y volvió a la cocina a recoger los platos de la cena. De fondo oyó a Alicia hablar con su hijo, si había conocido a Alicia había sido gracias a que Andrea le propuso el atentado contra Franco; era la primera persona a la que le debía la vida que tenía. Alicia entró en la cocina con el niño todavía en brazos, se sentó en una silla viendo como él terminaba de recoger.
-Fernando, creo que deberías relajarte, ha sido un día agotador…
Se sentó junto a ella agachándose a oler a su hijo, el niño manoteó y le dio un suave golpe en la cara que él recibió con una sonrisa.
-Sí, deberíamos irnos a dormir y descansar, mañana podremos decidir mejor…
Alicia le besó antes de levantarse, Fernando apagó las luces de la cocina y llevó la cuna a la habitación, volvió al salón para dejar todo recogido y entró cansado en la habitación. Cogió al niño mientras Alicia se ponía el pijama, paseó por la habitación para intentar dormirle, parecía estar alerta, como si supiese que pasaba algo importante y sus padres estaban preocupados. Tardó mucho en dormirle, Alicia estaba sentada en la cama y le miraba mientras caminaba de un lado a otro de la habitación, cuando consiguió que se quedase dormido, le posó con cuidado en la cuna, se quedó unos segundos mirándole con ternura, le arropó, le dio un suave besó y movió la cuna hacia el lado de Alicia. Se puso el pijama despacio, se movía como si le pesase el cuerpo, Alicia le miraba preocupada, desde que conocía todos los detalles del caso de Andrea, sabía que no dejaba de pensar en ella, de sentirse culpable, de recordar muchos momentos con ella. Fernando se metió en la cama y respiró hondo, apagó la lámpara antes de abrazarse a Alicia, ella sonrió al sentir su calor. Alicia estaba algo preocupada, Fernando tenía ojeras y había vuelto a perder peso, al sentirlo junto a ella en la cama, le acarició las manos y besándoselas le hizo prometer que se iba a cuidar un poco más, mencionar que tenía que hacerlo por Roberto no era jugar limpio pero a veces toda causa merece un sacrificio. Esa noche sentía que Fernando la abrazaba casi con desesperación. Notó cómo Fernando se iba relajando, acarició su pelo hasta que supo que se había quedado dormido, le besó en la frente admirándole profundamente.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!
 
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