Principios de octubre de 1962
Se habían despertado muy pronto los dos, intentaron no hacer ruido para no despertar a Pelayo o Roberto pero, poco después, oyeron salir a Pelayo de la habitación. Fernando llevaba horas despierto, miraba el techo recordando cada uno de los momentos que había pasado con Pelayo, no podía evitar sonreír ante muchos de ellos. Besó a Alicia sabiendo que iba a ser uno de los días más tristes que recordaban, los días con Pelayo habían estado llenos de momentos especiales. Fernando sonrió al pensar en la mirada de Pelayo al regresar a casa tras haber vuelto a ver a Amparo, sólo por eso había merecido la pena tomarse la confianza de buscarla. Desde ese día, había ido todos los días a su casa, Fernando sonreía cada vez que le veía llegar de casa de su amiga, estaba seguro que en cierta forma había recuperado la ilusión con esas visitas. Se levantó despacio mientras Alicia se estiraba en la cama, la miró sonriendo, después de despedir a Pelayo en el aeropuerto, tenían una nueva revisión; Alicia estaba nerviosa ante cada nueva visita al médico, estaba de poco más de cuatro meses y le parecía que estaba engordando mucho. Salió de la habitación colocándose el pelo, el día anterior había sido muy largo, había tenido que pasar la mayor parte del día en la redacción aunque, por suerte, Pelayo le acompañó y disfrutó enseñándole el despacho, presentándole a todos sus compañeros e incluso a su jefe. Sonrió porque Pelayo había conquistado a todos sus compañeros, no dejaron de escucharle, a veces sin entenderle del todo, pero sin dejar de mirarle admirándole. Escuchar la conversación de fondo de Pelayo con sus compañeros hizo que escribiese lo que tenía pendiente mucho más rápido que otras veces. Pelayo le saludó con su habitual buen humor, iba a ser difícil levantarse por las mañanas y que él no estuviese en casa. Pasó por la habitación de su hijo y le vio dormir tranquilamente; empezó a preparar el desayuno mientras Pelayo le daba conversación. Poco a poco habían ido escuchando todas las historias de aquella Plaza, recordó la mirada de Alicia mientras iba anotando todo lo que decía Pelayo para poder incluirlo en el libro.
Unos días antes
Alicia estaba nerviosa, cuando le propuso a Pelayo participar en el libro, él se mostró entusiasmado, pero no sabía si había hecho bien, no quería ponerle en un compromiso. Sólo escuchándole la primera frase, supo que Pelayo estaba encantado de poder ayudarla con un libro que hablase de justicia española o más bien de la falta de justicia en su país; le escuchó historias de antes de la guerra, se sorprendió al saber que él era más cauto que su hijo en aquellos momentos. Le sorprendió conocer al detalle la vida de la familia de Andrea, sus padres, sus hermanos; Fernando se entretenía con Roberto pero no dejaba de prestar atención y sonrió al escuchar hablar de su amiga. En ese momento no pudo evitar recordar lo que pensó cuando le encargaron sacar del país a la hija de unos explotadores… Compartió con ellos esos recuerdos y Alicia le miró divertida y resignada mordiéndose el labio, sabía lo irónico que podía llegar a ser su marido. Pelayo hablaba de los vecinos sin ningún orden, llegaron a oír muchos nombres y muchas historias, a algunos los conocían, a otros no; Marcos de la Cruz, Paloma, Salvador Bellido, Beatriz, Charles, Irene Medina, Luis Ardanza, Julio Segura, Jaime Hernández, Steven… Cada uno con una historia y con un final, unos consiguieron huir, otros no; Alicia no dejaba de apuntar cada detalle que recordaba Pelayo, desde luego, tenía mucho material para el libro pero era todavía más importante escuchar a Pelayo. Fernando tragó saliva pensando en todo lo que había vivido Pelayo, todas las personas a las que había ayudado, estaba seguro que, como le pasaba a él, muchas de esas personas le debían mucho. Alicia intentó mantener el tipo cuando Pelayo habló del asesinato de Luisa, hablar de la pequeña Luisita les hizo sonreír a los tres incluso Roberto parecía animado al oír hablar de la niña. Alicia miró a su hijo emocionada pensando que le encantaría que llegase a conocer a la hija de su amiga; miró a Fernando sonriendo y volvió a centrarse en su bloc de notas. Otro momento difícil fue cuando Pelayo recordó lo que sintieron al saber que le habían detenido y le iban a fusilar, por suerte Pelayo les contó el tour que hizo por la Plaza hablando de él y les hizo sonreír casi olvidando el motivo del tour. Pelayo disfrutó hablando de cada amigo que había hecho en la plaza, tenía muchos recuerdos ligados al bar, controló la emoción para poder hablar de todo y no dejarse nada en el tintero. Fernando conocía a prácticamente todos los vecinos de los que iba hablando Pelayo, Alicia no pudo evitar reírse ante esta realidad y le ayudó a contener el llanto por la suerte de Luisa e Ignacio. Fue el momento más tenso junto con el recordatorio de los días de la detención de Fernando. Esa tarde Amparo cenó con ellos, Alicia y Fernando disfrutaron viendo las miradas y sonrisas de Pelayo, Fernando suspiró pensando que era muy injusto para todos no poder volver a España pero, ese día, pensó sobre todo en Amparo y Pelayo, ella no podía volver y Pelayo no podía alejarse de su familia. Levantó su copa cuando Pelayo propuso un brindis por todos los amigos que ya no estaban, se centró en el presente pensando que al menos Pelayo y Amparo habían podido volver a verse durante unos días. Alicia estaba encantada al conocer a Amparo, le parecía una mujer increíble y muy interesante, además ver a Pelayo tan animado hizo que olvidara un poco que el tiempo se terminaba y debía regresar a España.
Se sentó junto a Pelayo a disfrutar del café pensando que a Alicia cada día le costaba más levantarse de la cama, solía retrasarlo al máximo y, cuando él regresaba a la habitación para avisarle que el desayuno estaba listo, se la encontraba todavía desperezándose. Escuchó a Pelayo hablar de sus nietos, le parecía increíble la capacidad de su amigo para preocuparse por todos, sonrió al escucharle hablar de Roberto como si fuese un nieto más. Le confesó lo que le gustaría que su hijo creciese cerca de él, le confesó también que él le veía como a un padre y compartió con él lo que pasó el día de caza con su padre. Sus pensamientos habían vuelto a dispersarse hasta que notó la mano inconfundible de su amigo en el hombro, le transmitió la firmeza de que volverían a verse. La mano de Pelayo en su hombro le reconfortó, nunca había compartido el recuerdo de su padre con nadie que no fuese Alicia, oír de fondo a Roberto llamar a Pelayo les hizo volver al presente y echarse a reír. Dejó que Pelayo fuese a dar los buenos días a su hijo mientras él iba a intentar que Alicia se levantase por fin
-Alicia… -se agachó acercándose a ella y la besó el pelo respirando su olor- El desayuno ya está y todos estamos despiertos ya…
-Buenos días mi amor –le besó suavemente mientras se incorporaba- la verdad, hoy no quiero levantarme, me encantaría no tener que llevar a Pelayo al aeropuerto, que pueda quedarse más…
-Alicia, tiene que volver al Asturiano, con su familia, estoy seguro que aunque haya disfrutado de París, les echa de menos…
-Sí, tienes razón –se puso la bata mientras buscaba las zapatillas- además, aún quedan unas horas para que tenga que irse…
A Alicia le costó incorporarse, llevaba días con dolor de espalda y la tristeza, además de los nervios por la revisión, apenas le había dejado descansar. Suspiró cogiendo fuerzas para ir con Fernando para desayunar ante los rugidos de su estómago. Fernando sonrió a su mujer y la ayudó a buscar las zapatillas, acarició la tripa pensando en la revisión de ese día. Cuando salieron de la habitación, Pelayo ya estaba jugando con Roberto, Alicia sonrió emocionada pensando que ya no podrían contemplar esos juegos entre ellos; Fernando preparó la mesa para que desayunasen juntos. Fernando encendió un cigarro mientras veía a su hijo disfrutar con aquel hombre que ejercía de padre y abuelo con tanta facilidad, miraba a Alicia que intentaba hacerse la fuerte pero iban a echarle mucho de menos. Se echó a reír cuando Roberto señaló a Pelayo al ir a darle de desayunar, besó al niño mientras dejaba que Pelayo le diese el yogurt con manzana. Contemplaron esa escena mientras Alicia tomaba el té y Fernando comía una tostada; Pelayo no dejaba de hablar con un Roberto que parecía entenderle y hacerle caso en todo.
-Me parece a mí que mañana protestará cuando sea yo el que le dé de desayunar…
Pelayo le quitó importancia diciendo lo bueno que era el niño y que les haría caso en todo aunque recordándoles que todos los niños tenían que tener cierta rebeldía y más Roberto con los padres que tenía. Fernando se quedó pensando en la falta que les iba a hacer tener a Pelayo en su vida, los consejos que podía darles estaba seguro que les haría ser mejor padres. Sonrió pensando en Marcelino y en las discusiones que tenían padre e hijo, estaba seguro que para Marce tener a su padre con él era muy importante y que, si le discutía tanto, era sólo porque tenía que hacerlo porque si no, Pelayo se liaría la manta a la cabeza y lucharía hasta las últimas consecuencias. Aquella mañana todo fue más lento, cada movimiento que hacían, las conversaciones quedaban colgadas en suspenso, les costaba despedirse y Roberto no lo hacía nada fácil.
-Hijos, quiero pediros un favor…
Notaron cómo Pelayo dudaba, Fernando le miró con ternura, estaba bastante seguro de lo quería pedirles y sólo podía sonreír al verle tan inseguro.
-Pelayo, puede pedirnos lo que sea, le debemos mucho.
-Nada de eso, hija, vosotros no me debéis nada; -apretó la mano de Alicia mientras se pasaba la otra mano por el pelo- me gustaría despedirme de Amparo, sé que queréis acompañarme al aeropuerto, pero puedo coger un taxi para despedirme de Amparo y después…
-De eso nada, vamos en coche hasta casa de Amparo y después te llevamos al aeropuerto, de hecho, si ella puede y quiere, podría venir en coche al aeropuerto con nosotros.
Pelayo apretó el hombro de Fernando agradecido, se disculpó para terminar de preparar las maletas, hacía unos días habían estado de compras. Alicia se había reído al ver en Pelayo la misma cara que solía ver en Fernando al pensar en ir de compras, pero al final disfrutaron de la tarde comprando porque Pelayo llevaba un regalo para cada uno de sus nietos y para Marcelino y Manolita. Al quedarse solos, sonrieron cuando Roberto empezó a llamar a Pelayo, Alicia le cogió en brazos y se sentó sobre Fernando.
-Le va a costar mucho dejar de ver a Pelayo…
-Sí, -Fernando les besó a los dos empezando a sentir nostalgia por los días que habían pasado junto a Pelayo- pero no dejaremos de hablarle de él.
Alicia se llevó la mano a la tripa y deseó con todas sus fuerzas volver a ver a Pelayo pronto, que su hija pudiese conocerle.
-¡Fernando! –vio cómo se asustaba ante su grito, incluso Roberto se había asustado, bajó el tono- Mira, ha dado una patada.
Fernando posó la mano en la tripa y sonrió al notar la patada de su hija, Roberto les imitó y vieron cómo se asustaba al notar el movimiento.
-Cariño, no pasa nada, mira –Alicia cogió la mano de su hijo para posarla de nuevo sobre su tripa- tu hermana te quiere saludar.
El niño se echó a reír sin dejar de repetir mamá, Fernando les abrazó todo lo fuerte que pudo; sentir al bebé fue un momento tan especial cómo la primera vez que sintieron a Roberto. Fernando torció el gesto e intentó que Roberto se sintiera parte de todo aquello, secó una lágrima del rostro de Alicia mientras la animaba a levantarse para poder cambiarse. Pelayo les vio desde la puerta, no quería interrumpir pero pensó que era un buen momento para grabarles. En los días que llevaba allí, Fernando no había dejado de grabarle con Roberto y además le había enseñado a grabar; sin que se diesen cuenta, cogió la cámara y grabó ese momento sonriendo al verles tan felices. Fernando levantó la vista y se echó a reír al verle grabar, Pelayo de disculpó pero tanto él como Alicia le dieron las gracias por grabar ese momento. Alicia le entregó un paquete a Pelayo con algunos presentes para Manolita, Marce, las niñas y el pequeño Manolín. El abrazo en el que se fundieron le transportó a mucho tiempo atrás.
Alicia se echó a reír cuando Pelayo sugirió pasar por la cafetería para despedirse de la dueña, Fernando sentó a Roberto en la silla y se mordió el labio al ver que no protestaba, parecía inquieto y llegó a pensar que sabía que Pelayo se iba esa mañana. Antes de salir de casa, abrazó a Pelayo, se despedirían en el aeropuerto, pero para él era más importante tener cierta intimidad para esos momentos. Se echó a reír porque al coger la maleta de los regalos se dio cuenta que pesaba igual que el día que llegó con el jamón, el queso y los regalos para Roberto. Además de los regalos que llevaba el propio Pelayo para su familia, estaban los regalos de ellos y los de Antonio; podía imaginarse a Marce abriendo cada paquete, incluso los que no eran para él, y emocionándose ante el regalo de Antonio. Antes de salir de la casa de sus amigos, Pelayo echó un vistazo rápido y sólo pudo sonreír, estaba llena de fotografías, de recuerdos, de juguetes del niño; se giró para mirarles pensando que los dos se merecían ser felices después de haber pasado por tanto. Cogió la silla de un Roberto que no dejaba de llamarle, Alicia se agarró a Fernando y se llevó la otra mano a la tripa, estaba deseando que pasase la revisión aunque no quería que llegase el momento de despedirse de Pelayo. Ya en la calle, sintieron el frío de aquella mañana, Fernando pensó que acabaría lloviendo; el tiempo acompañaba al estado de ánimo que tenían, el cielo plomizo y las bajas temperaturas producían una sensación extraña. Fernando subió los cuellos del abrigo mientras atraía más a Alicia y veía cómo Pelayo arropaba a un Roberto que no protestaba. Fernando se les quedó mirando, siempre supo que a su hijo le encantaría Pelayo, pero no había imaginado que en unos días llegasen a desarrollar una relación tan especial. Besó a Alicia en el pelo intentando evitar pensar en lo que los tres echarían de menos a Pelayo; se quedaron esperando fuera mientras él entraba con Roberto en la cafetería. Estuvo unos minutos hablando con ella, apenas había gente en la cafetería; Fernando sonrió pensando que Pelayo era capaz de caer bien a todo el mundo aunque no le entendiesen del todo. Alicia recordó la despedida con Antonio, Grace, Pierre y Diane; después de que Fernando y Pelayo pasasen la mayor parte del día en la redacción, la noche anterior habían cenado todos en casa. Había llamado a Carmen para que se uniese a la cena, estaba segura que Pelayo y ella se llevarían muy bien, pero no pudo ir. Aunque Grace y Diane le conocían poco, estaban tan afectadas como los demás; Fernando y ella disfrutaron al ver a Pierre encantado de volver a charlar con Pelayo, hablaron sobre Andrea y la recuperación de sus restos, incluso pudo ver como Pelayo se emocionaba al pensar que Pierre lo había hecho posible. Los abrazos se sucedieron a última hora de la noche, Roberto no había querido irse a dormir, sus risas hicieron más llevadero el momento de la despedida. Sonrieron al ver que su amiga le daba un paquete a Pelayo, imaginaban que algo de almuerzo para el viaje, Fernando besó a Alicia y bromeó con los videos que tenían de Pelayo, podrían verlos siempre que quisiesen y así no le echarían tanto de menos. Cuando salieron, Roberto reía sin parar mientras Pelayo estaba emocionado, caminaron hacia el coche en silencio, Fernando intentaba estar pendiente de todo, de su hijo, de Alicia y de Pelayo. Alicia le dio las llaves a Fernando, no le apetecía conducir ese día, estaba triste por la despedida de Pelayo y muy nerviosa por la visita al médico; no lo entendía porque nunca sintió eso con las revisiones del embarazo de Roberto, sentía que pasaba algo pero no sabía decir qué. Pelayo se acomodó en el asiento trasero con Roberto en brazos, sólo los ruidos del niño le hacían sonreír. Sabía que ese viaje era más de lo que nunca hubiese soñado y echaba de menos a su familia; pero se sentía bien en París, había recuperado la ilusión, había vuelto a ver a Amparo y notaba el gran cariño que Alicia y Fernando sentían por él, sin olvidar la alegría que le daba Roberto cada vez que le llamaba. A excepción de Roberto todos estaba mucho más callados que de costumbre, incluso Pelayo parecía costarle gastar bromas o usar uno de sus refranes. Fernando acarició la mejilla de Alicia antes de arrancar y posó la mano en su tripa, él también estaba nervioso por la visita pero estaba seguro que todo iría bien, y más después de haber sentido la primera patada de su hija. Mientras arrancaba miró por el retrovisor y sonrió al ver la relación de su hijo con Pelayo; suspiró agarrando el volante intentando sobrellevar la sensación de vacío que producía cada despedida, llevaba demasiadas, por suerte la voz de su hijo imitando el sonido de una moto consiguió sacarle una sonrisa. El tráfico era fluido, Alicia sonrió al notar cómo Fernando intentaba bromear para aliviar el ambiente nostálgico que se había creado en el coche. Al final acabaron hablando de Delmas, Fernando sonrió al escuchar las risas de Pelayo y Alicia; Roberto en cambio se mantenía serio nombrando a Pelayo y a su madre. Alicia se fijó en la mirada de su marido, sabía lo que le estaba costando mantener el tipo, se acarició la tripa pensando que la visita al médico haría que se olvidasen un poco de la tristeza por despedir a Pelayo. En unos minutos llegaron a casa de Amparo, Fernando sonrió divertido cuando Pelayo se puso nervioso, cogió a Roberto para que su amigo pudiese subir a casa de Amparo. Al quedarse solos, Alicia se quedó mirándole, Fernando miraba por la ventanilla mientras sujetaba a su hijo; se mordió el labio esperando que no les durase mucho esa sensación de pérdida al despedir a Pelayo. Tener a Pelayo con ellos en casa les había recordado lo que habían dejado atrás; podía parecer una contradicción, pero era más fácil sobrellevar la distancia cuando hacía tiempo que no le veían. Fernando se giró al notar los manoteos de Roberto, al ver a Alicia tan pensativa tragó saliva preocupado.
-Alicia, todo va a estar bien –la besó mientras Roberto alargaba los brazos hacia ella- y Pelayo podrá volver a abrazar a Marce…
Alicia sonrió pensando que junto a él y a su hijo no podría estar triste mucho tiempo, cogió a Roberto y apretó la mano de Fernando.
-Hay algo que no te he dicho… -miró a Fernando casi arrepintiéndose- No sé, sólo es una sensación pero esta revisión es distinta…
-Alicia –se acercó pasando el brazo por su hombro- nuestra hija está estupendamente, hoy la hemos sentido, nos ha saludado ¿verdad Roberto? –sonrieron al ver cómo su hijo asentía abrazando a Alicia- Todo está bien y ésta será una revisión más.
Alicia le besó intentando no pensar en nada, quería ir poco a poco y primero tenían que centrarse en despedir a Pelayo. Fernando le recordó que aquella noche Carmen iría a cenar a casa, como no pudo ir la noche anterior, iría ésa aunque sólo estuviesen ellos; Alicia sonrió pensando en la primera comida que compartieron con ella, Roberto la había conquistado y Fernando y ella hablaron largo y tendido de la guerra y de algunos episodios que los dos recordaban. Roberto la trajo de vuelta al presente cuando empezó a jugar con sus pendientes, el coche se llenó de risas y no se dieron cuenta del momento en que Pelayo apareció en el portal acompañado de Amparo, un suave golpe en la ventanilla les hizo sonreír al verle acompañado. Les costó que Roberto aceptase quedarse delante con su madre, querían dejarles cierta intimidad a Pelayo y Amparo; después de los saludos, Fernando arrancó el coche ya con otro humor viendo la mirada que Pelayo le dedicaba a Amparo. Alicia se había puesto y quitado los guantes tantas veces que no lograba recordar, tenía una sensación extraña y despedir a Pelayo cuando apenas se habían acostumbrado a tenerle con ellos estaba siendo difícil de digerir. Mientras miraba por la ventanilla recordó cuánto la ayudaron para escapar de las garras de su tío. Miró a Fernando que sonreía ante un piropo de Pelayo a Amparo y no pudo evitar acariciarle la mano. Se dio cuenta que durante el camino, Pelayo apenas reparó en ellos, sólo las continuas llamadas de atención de Roberto hacían que dejase de estar pendiente de Amparo. Miró a Fernando pensando en cuando ellos fuesen mayores y él sonrió casi adivinando sus pensamientos; Alicia sonrió al volver a sentir una patada de su hija, todo iba bien pero, aun así, tenía un sentimiento extraño. Fernando posó un segundo la mano en la tripa y sonrió al sentir la patadita, Roberto, acostumbrado a compartir todos esos momentos con sus padres, le imitó y acabó riendo a carcajadas al notar el suave golpe en la tripa de su madre. Pelayo y Amparo no dejaron de hablar durante el camino pero, cuando llegaron al aeropuerto, se quedaron callados sin saber qué decir. Fernando aparcó y miró por el retrovisor, había llegado el momento de despedirse de Pelayo, sonrió porque al menos podía despedirse de él, cuando huyó de Madrid sólo pudo dejarles una carta. Bajaron del coche en un silencio sólo interrumpido por la conversación de Roberto, Pelayo le miró con ternura esperando volver a verle pronto. Fernando cogió las maletas de Pelayo y caminó junto a Alicia hacia la entrada, Pelayo y Amparo se quedaron rezagados caminando más despacio. Se rieron al ver que Roberto no se relajaba y no dejaba de mirar hacia Pelayo, sabían que a su hijo le iba a costar mucho no verle o escucharle; les esperaron ya dentro del aeropuerto. Alicia no pudo evitar recordar el momento en que Fernando se despidió de ella hacía más de 13 años; le miró mientras compartía con él ese recuerdo. Tragó saliva al escucharla, ese día fue muy duro pero en aquel momento tenía la certeza de estar haciendo lo correcto; se mordió el labio porque sólo cuando volvió a tener en frente a Alicia comprendió que fue el mayor error de su vida. Roberto manoteó la cara de su padre haciendo que sonriese, había cometido muchos errores pero eso era el pasado; Alicia le besó sonriendo, no había nada de lo que no pudiesen hablar, podían hacerlo y seguir mirando hacia delante. Sonrieron al ver llegar a Pelayo y Amparo, ella se disculpó, tenía compromisos y no podía quedarse; Fernando estuvo seguro que lo que le pasaba era que no le gustaban las despedidas. Pelayo cogió a Roberto en brazos para dejar que se despidiesen de Amparo, él la miró una vez más y la vio alejarse despacio, como la había visto alejarse en la Plaza de los Frutos.
Evitó las lágrimas centrándose en el niño, le dejaron unos minutos para que se recuperase de la despedida con Amparo. Le acompañaron hasta la puerta de embarque, Alicia cogió a Roberto y Fernando abrazó a Pelayo emocionándose, Alicia les miraba sonriendo, estaba segura que para Fernando era importante poder despedirse de Pelayo. Cuando se separó, Fernando intentó sonreír, apretó el hombro de su amigo y cogió a Roberto para que Alicia pudiese despedirse de él. Alicia cerró los ojos agarrándose a Pelayo, era la primera persona a la que había vuelto a ver al llegar a la plaza, ese abrazo que le dio Pelayo cuando se vieron fue muy importante, se había sentido en casa por primera vez en años. Se separó sin evitar las lágrimas, sonrió al notar cómo Pelayo intentaba limpiarlas; Fernando dejó a su hijo en brazos de su amigo y sonrió al escucharle hablar con él. Les costó mucho que Roberto se alejase de él, Alicia le hizo cosquillas intentando que se quedase tranquilo en sus brazos.
-Pelayo, llama cuando llegues a casa, dales un abrazo a Marce y Manolita.
Sonrió a Fernando, pellizcó suavemente la nariz de Roberto y acarició la mano de Alicia para alejarse despacio; Fernando abrazó a su mujer mientras le veían entrar. Cuando le perdieron de vista, la besó en el pelo; Alicia sonrió de manera tensa y empezaron a caminar despacio hacia la salida. Fernando miró a su hijo que, de pronto, estaba muy callado y no protestaba por nada y suspiró. Regresaron al coche en silencio, caminando pausados aunque amenizados por las ocurrencias de un Roberto que echaría mucho de menos a su abuelo adoptivo. Alicia se emocionó cuando Fernando paró, delante ya del coche, para darles un beso y decirles que tenía preparada una sorpresa para después de la revisión. Sabía que la impaciencia de Alicia conseguiría encubrir la sensación de pérdida por la despedida.
Mientras arrancaba miró preocupado a Roberto, estaba muy serio y no conseguían hacerle reír, por suerte Alicia no dejaba de preguntarle por la sorpresa y de hacer planes para el siguiente fin de semana. Se echó a reír cuando escuchó cómo Alicia fantaseaba con la idea de ir a visitar a Catherine y Jean, él tenía bastante claro que no harían un viaje tan largo mientras estuviese embarazada y tampoco las primeras semanas de vida de su hija. Dejó que Alicia fantasease, era un día duro y verla tan animada haciendo planes le hacía sonreír, Roberto empezó a parlotear al escuchar los ruidos del tráfico, le gustaban mucho los pitidos, los mismos que a su padre le ponían de los nervios. Alicia disfrutaba viendo cómo Fernando resoplaba para terminar riendo al ver a su hijo tan animado; Fernando se maravillaba con la facilidad con la que su hijo pasaba de la risa al llanto, rascó su mandíbula porque ellos serían más conscientes de la ausencia de Pelayo al levantarse incluso a última hora de la noche cuando su amigo les amenizaba con historias. Alicia se mordió el labio al recordar que al día siguiente tenía una reunión con Emile, quería ver cómo llevaba el libro, esperaba que no pusiese muchas pegas. Aunque al principio no le había gustado mucho la idea del libro, había disfrutado recabando información, ordenando sus ideas y, lo que era más importante, el libro había hecho que Fernando le contase todos los detalles del fusilamiento, sabía que le había venido bien compartir todo eso con ella. A ella le pasaba lo mismo cuando hablaba de Angulo o de los últimos tiempos de su convivencia con Álvaro; compartirlo con Fernando era casi como expulsarlo de su cabeza, pensó que incluir el fusilamiento y el abuso de Angulo en el libro era dejarlo atrás totalmente. Volvió al presente al oír cómo Roberto llamaba a su padre, le acarició el pelo dándose cuenta que su hijo había recuperado la alegría. Era consciente que había puesto nervioso a Fernando, agarraba el volante con fuerza y le costaba sonreír, incluso ante las ocurrencias de Roberto. Respiró profundamente pensando en cómo había cambiado la vida de los dos en tan poco tiempo. Tardaron todavía unos minutos en llegar al centro de París, a medida que se iban acercando, Alicia volvía a ponerse nerviosa, Fernando acarició su mejilla intentando centrarse en la carretera a la vez que intentaba hacerla reír. Al aparcar, Roberto señaló un perro imitando su sonido y se echó a reír, Alicia le miró sonriendo y pensando que en unos años, tendrían una niña dispuesta a dar réplica a su hermano. Besó a Fernando al notar que la miraba preocupado, respiró hondo y salió del coche con Roberto en brazos antes que su marido, Fernando sonrió al ver su determinación. Salió del coche despacio, Alicia había conseguido traspasarle sus nervios, estaba seguro que todo iba bien pero Alicia decía que era diferente y confiaba en ella. Decidió no sacar la silla del coche ante la evidencia de que su hijo no estaría sentado más que dos minutos. Caminaron despacio, Fernando cogió a Roberto y abrazó a Alicia, seguía haciendo frío; había mucha gente en la sala de espera, Alicia arrugó la nariz pensando en lo que tendrían que esperar. Se frotó las manos nerviosa mientras Fernando buscaba un sitio donde pudiese sentarse, se sentó y no protestó porque Fernando se quedase de pie, en otro momento hubiese insistido en que se sentase él, que tenía a Roberto en brazos, pero en ese momento estaba muy nerviosa. Fernando intentó que Roberto se tranquilizase, no quería molestar a nadie, pero su hijo tenía su propio carácter y no dejaba de llamar a su madre. Se agachó junto a Alicia, Roberto puso su mano sobre la tripa y los dos sonrieron emocionados; Alicia miró entrecerrando los ojos cuando el doctor llamó a otra mujer. Fernando estuvo a punto de echarse a reír al ver su cara, pero lo evitó concentrando su mirada en Roberto. Alicia sonrió cuando Fernando empezó a hablar de la primera revisión del embarazo de Roberto, en ese momento había sido Fernando el más nervioso, llevaban ya unas semanas en París y estaba empeñado en ir cuanto antes al médico para que le hiciese la revisión. Fernando se rio de sí mismo consiguiendo que Alicia se relajase, miró el reloj, hacía más de 10 minutos que deberían haberles atendido. Una niña de unos tres años se acercó para jugar con Roberto, Alicia se echó a reír mientras Fernando les miraba embobado; el niño empezó a hablar con ella con su media lengua y, para sorpresa de ellos, parecía que la niña le entendía. Fernando no pudo evitar no relajarse ni viendo a Roberto usando sus dotes para camelarse a aquella niña, movió la cabeza ante la mirada de Alicia que intentaba parecer serena. Cuando les llamaron, el padre de la niña se acercó apurado mientras Fernando le quitaba importancia. Alicia se agarró al brazo de su marido volviendo a sentir los nervios de hacía unos minutos; Fernando la miró sonriendo transmitiéndole seguridad, Roberto contribuyó a calmar los nervios de su madre al llamarla insistentemente. Entraron en la consulta con grandes pasos, el doctor sonrió al verles y les hizo sentarse.
-¿Cómo se encuentra, Alicia?
Roberto le saludó riéndose y el doctor empezó a hacerle cosquillas, Fernando apretó la mano de Alicia sabiendo lo nerviosa que estaba.
-Bien… Creo que pasa algo pero… -se mordió el labio sin saber cómo explicarlo- No sé, no puede ser malo porque hoy mismo hemos notado la primera patada pero…
-Alicia no debe preocuparse, si han notado al bebé es una buena señal.
Se levantó cuando el doctor le hizo pasar a la pequeña sala para examinarla, ése era el peor momento para Fernando al no poder acompañarla, Roberto se quedó mirando la puerta por la que había entrado su madre sin dejar de llamarla. Fernando empezó a jugar con él, quería que su hijo dejase de llamar a Alicia pero, además, le ofrecía la oportunidad de no pensar en levantarse e ir tras su mujer. Alicia estaba nerviosa, ni siquiera la conversación distendida del doctor consiguió calmarla, necesitaba saber que todo estaba bien. Fernando escuchó cómo su hijo llamaba a Pelayo y a Alicia y se echó a reír, miró hacia la pequeña sala suspirando, esos momentos se le hacían eternos. Alicia vio un gesto en el doctor que la puso todavía más nerviosa, le preguntó si todo iba bien pero su respuesta no la tranquilizó. Fernando vio salir al doctor y se levantó, respiró tranquilo al ver regresar a Alicia, la besó el pelo mientras se sentaban. Alicia cogió a Roberto en brazos intentando sonreír, sabía que pasaba algo.
-¿Está todo bien, doctor? –apretó la mano de Alicia mientras miraba al doctor casi desesperado- No le pasa nada a Alicia ni al bebé ¿verdad?
-Tranquilos, todo está bien, -su sonrisa no hizo que se relajasen- pero sí que es verdad que hay algo más.
Roberto se abrazó a su madre al ver la cara de los dos, Alicia sonrió sinceramente al notar ese abrazo pero no podía dejar de mover el pie esperando a que el doctor se decidiese a hablar de una buena vez; Fernando apretó los puños mientras le miraba casi de forma amenazante.
-No tienen de qué preocuparse, de verdad, todo está bien, pero tengo que decirles que vienen dos bebés, los dos están perfectamente y Alicia también.
Fernando se pasó la mano por el pelo intentando procesar la información, abrió la boca pero no podía hablar, Alicia se mordió el labio riendo, abrazó a Roberto y al mirar a Fernando sonrió tiernamente. No pudo evitar la explosión de felicidad, se le olvidó la nostalgia, el mal rato que suponía la revisión y todo. Al mirar a Fernando notó cómo se había quedado lívido, le acarició el pelo sabiendo qué pasaba por su cabeza, las posibles complicaciones del parto, dos bebés juntos unidos a su hijo, sin embargo, notó cómo respiró profundamente y los miró a los dos con absoluta devoción. Ella alguna vez sí había pensado en serio que podrían tener gemelos, pero al ver la mirada de Fernando supo que él no. Le acarició la mejilla, Fernando sonrió, la besó y cogió a Roberto, que no dejaba de manotear riendo.
-Y entonces ahora ¿Alicia necesita algún cuidado especial?
Alicia suspiró mientras le miraba pensando en los meses que les quedaban por delante, estaba segura que Fernando se desviviría por atenderla más que nunca, él ignoró su mirada mirando directamente al doctor.
-No, no, los cuidados normales, sin mucho estrés pero sin un cuidado excesivo. Las náuseas de los primeros meses, más continuadas que en el primer embarazo, -miraba el historial de Alicia- es posible que fuesen debidas a una cantidad elevada de hormonas por venir en camino dos bebés. –Alicia apretó la mano de Fernando, estaba concentrado escuchándole y parecía preocupado- Debería comer todo lo que necesite, no se preocupe por ganar peso.
Alicia se echó a reír pensando que debería haberlo sospechado, estaba engordado más que cuando estaba embarazada de Roberto, Fernando la miró sonriendo aunque él pensaba más en las caras que pondría al vestirse por las mañanas y darse cuenta que había engordado más de lo que la gustaría. Cuando el doctor atendió una llamada, Fernando la besó el cuello pensando en el parto, sería muy especial ver nacer a sus dos hijas, estaba convencido que serían dos niñas, pero a la vez pensaba en Alicia, le asustaba pensar en el momento del parto.
-Fernando, vamos a tener gemelas, es maravilloso.
-Sí… -al oírselo decir a Alicia fue consciente de lo que significaba, sonrió sinceramente y la abrazó haciendo que Roberto se echase a reír, antes de separarse susurró en su oído- Te amo, Alicia, seremos muy felices con Roberto y las niñas.
El doctor se disculpó por haber tardado con la llamada, les dio una nueva cita para el mes siguiente y les despidió asegurándoles que todo estaba bien. Fernando ayudó a Alicia a levantarse, todavía no podía creérselo, él nunca lo consideró como una posibilidad real, se rascó la nuca al cerrar la puerta de la consulta. Alicia no dejaba de sonreír mientras Roberto pedía que lo dejasen en el suelo, al salir de la clínica, Fernando se quedó mirándola sonriendo.
-Parece que tenías razón, algo era distinto… Siempre tienes razón, en todo.
-Bueno, no siempre –Alicia se echó a reír abrazándole- pero sí, había algo distinto y es que ¡tendremos dos niñas! Fernando, -le miró atentamente- ¿tú lo pensaste en serio alguna vez?
Empezaron a caminar despacio, Fernando la atrajo hacia él sonriendo mientras Roberto palmoteaba su cara.
-Pues… La verdad es que no, pero te aseguro que no puede hacerme más feliz –Alicia le miró y vio la misma mirada ilusionada que había visto en el despacho de Bonilla al saber que iban a ser padres- tendremos dos pequeñas que no dejarán de reír y llorar con la misma fuerza porque tendrán tu mismo carácter.
Alicia movió divertida la cabeza, se mordió el labio pensando en el trabajo extra que sería tener dos bebés en casa además de Roberto, pero sabía que serían muy felices con sus hijos, además, Fernando estaría tan pendiente de todo que estaba segura que no le dejaría a ella hacer casi nada. Cuando llegaron al coche, Alicia le miró sonriendo y cogió de su bolsillo las llaves del coche, tenía ganas de conducir; Fernando se echó a reír y la besó tomándose su tiempo. La risa de Roberto les interrumpió, Alicia miró divertida la cara de Fernando que resoplaba mirando a su hijo, entró en el coche sintiéndose más feliz que nunca. Antes de arrancar le miró entrecerrando los ojos, los nervios de la revisión le habían hecho olvidar todo.
-¡Oye! ¿Y la sorpresa? Ya hemos salido de la revisión y no queremos esperar más ¿verdad que no, Roberto?
Fernando se echó a reír cuando Roberto contestó diciendo repetidas veces papá, parecía que él también le insistía. Bajó la ventanilla despacio disfrutando de la impaciencia de Alicia; sonrió porque estando con ella y con Roberto era más fácil enfrentar la despedida de Pelayo.
-Eres muy impaciente Alicia… -acarició su pelo mientras sonreía al ver a su mujer resoplar, miró el reloj y sonrió- Quizás deberíamos ir primero a comer…
-¡No! De eso nada, dijiste que después de la revisión y ya hemos salido.
No pudo aguantar las carcajadas ante el tono de voz de su mujer, se mordió el labio pensando que le encantaba cómo reaccionaba.
-Está bien, luego no digas que no eres impaciente… -se acomodó en el asiento haciendo que Roberto se sentase del todo- Tendría que haber conducido yo, así te llevaría sin decírtelo… -Alicia resopló, la miró divertido y decidió no alargarlo- He pensado que podemos ir al Mercado de las Flores –vio cómo Alicia sonreía ilusionada- podemos mirar nuevas plantas para el jardín, y disfrutar de los puestos, después podemos comer cerca. Aunque tendremos que estar atentos para que Roberto no se empeñe en deshojar ninguna planta…
Alicia se echó a reír, se acercó a besarle y puso el coche en marcha, Fernando acarició la tripa antes de que Alicia arrancase, a pesar de la tristeza de despedir a Pelayo, el día no podía ser mejor para ellos. Había pensado hacer una pequeña excursión después de ir al mercado de las flores pero acaban de recibir una noticia impactante, demasiado para su mente racional que se había acostumbrado a tener todo bajo control, se echó a reír porque realmente nada de lo que giraba en torno a Alicia lo había podido controlar nunca. Durante el camino, Fernando no dejó de estar pendiente de Alicia y de atender a un Roberto que empezaba a acusar el cansancio de haber madrugado; dejó que ella hablase e hiciese planes mientras él le daba vueltas a la noticia. El silencio de Fernando le retumbaba en la cabeza, estaba segura de todos los pensamientos que le pasaban y cómo intentaba dominar su preocupación. Fernando estaba feliz, pensar en dos niñas preciosas, hijas de los dos, no podía hacerle más feliz; pero a la vez no dejaba de valorar cómo les cambiaría la vida. Roberto fue el principio de ese cambio, cuando nació no sabían nada sobre bebés y aprendieron juntos; pero dos bebés juntos, cada niña con sus necesidades… Se mordió el labio porque no quería preocupar a Alicia ni mucho menos que pensase que dudaba de tener a sus dos niñas, Alicia aprovechó un semáforo en rojo para quedársele mirando, por más que lo intentase ocultar, sabía perfectamente todo lo que le pasaba por la cabeza.
-Mi amor, podremos con dos niñas –le sonrió tiernamente y acarició a un Roberto que ya estaba casi dormido- porque son nuestras hijas.
Fernando no contestó, se acercó a besarla suavemente y posó la mano en la tripa mientras repetía en su cabeza que iban a tener dos hijas; Alicia le miraba emocionada e imaginándose las vacaciones de dentro de unos años con sus tres hijos. Sólo un pitido les hizo recordar dónde estaban, Roberto abrió los ojos feliz de volver a oír los pitidos mientras su madre ponía la atención en la carretera sin dejar de hablar de todas las compras que tenían que hacer. Se mordió el labio mientras pensaba en su tía, no se merecía que en un momento así la recordase pero no pudo evitarlo; respiró hondo intentando olvidar la mala relación de su tía con su madre. No quería ni plantearse que sus hijas llegasen a pasar algo parecido, Fernando la miró fijamente porque había dejado de hablar, al ver su mirada sabía que pasaba algo. Resopló antes de que aparcase y se echó a reír pensando que sólo les faltaba un perro para ser los más burgueses de todo París. Esperó a que aparcase y cogió su mano, Roberto se impacientó y se acercó al cristal de la ventanilla.
-Alicia ¿qué pasa? –tragó saliva esperando no haberla transmitido su miedo- Ya has oído al doctor, todo está bien.
-No es eso… -se mordió el labio mientras alargaba el brazo para coger el bolso- Vamos a tener gemelas, bueno puede que sean niños pero yo estoy segura que serán niñas –Fernando sonrió ante la carrerilla que había cogido, la besó esperando que le contase qué le preocupaba- pero… He pensado en mi tía, en ella y mi madre, fueron gemelas y mi tía terminó odiando a mi madre…
-Alicia… -la acarició el pelo mientras tragaba saliva- Nuestras hijas nunca serán como tu tía, además, tu tía no odiaba a tu madre por ser gemelas, la odiaba porque se enamoró de tu padre y él eligió a tu madre…
-Por eso mismo, Fernando, no podremos controlar de quién se enamorarán…
Alicia rumiaba su preocupación siendo consciente que se estaba adelantando muchísimo a los acontecimientos, pero sólo con pensar en esa posibilidad sentía que no podría con algo así. Fernando se acercó a ella mirándola directamente, él tenía muchas preocupaciones y miedos, pero ése no era uno de ellos, sus hijas crecerían felices y se querrían tanto como ellos las querían a ellas y a Roberto.
-Alicia, no podemos preocuparnos por eso porque nunca pasará; nuestras hijas crecerán juntas, junto a Roberto también –el niño giró la cabeza al oír su nombre- y eso es lo importante, se querrán como ya las queremos nosotros. Si pasase lo que dices, que no tiene por qué pasar, sabrán cómo enfrentarlo sin dejar de ser hermanas porque eso es lo que les enseñaremos, que lo más importarte es que los tres estén siempre juntos para ayudarse y quererse, para que los tres sean felices.
Alicia le miró emocionada, la mirada confiada de Fernando hizo que sus dudas se despejasen, le besó y salió del coche mientras hablaba de los nombres. Fernando se echó a reír al cerrar la puerta, la miró embobado pensando en la facilidad de su mujer para dejar a un lado sus miedos. Se emocionó pensando que ninguno de sus tres hijos estarían solos y sintió cierta rabia al pensar cuánto mal había producido Regina por despecho.
-¿Qué haces ahí parado? ¡Venga! Que tenemos un mercado que visitar…
-¡Vena!
La exclamación de Roberto imitando a Alicia les hizo reír, Fernando sacó la silla del maletero y suspiró al ver cómo su hijo se revolvía para que no le sentase. Alicia se agachó torpemente ayudada por Fernando, susurró en el oído de su hijo y el niño sonrió besándola y se tranquilizó. Fernando abrazó a Alicia mientras empezaban a caminar, escuchaba a Alicia hablar sobre nombres y compras, respiró hondo pensando que si nunca se había imaginado con un hijo, mucho menos con gemelas. Roberto no dejaba de saludar a todas las personas con las que se cruzaban, Fernando se echó a reír al ver que Roberto y Alicia casi competían por no dejar de hablar. Alicia miró sonriendo el cartel de la puerta del mercado, respiró hondo, antes de entrar ya sentía el olor de las plantas y flores; besó a Fernando en el cuello mientras repetía lo feliz que la hacía, Fernando acarició la mejilla de Alicia y comenzaron a recorrer el mercado. Se echaron a reír cuando, nada más entrar, Roberto alargó sus brazos hacia las primeras plantas que vio; Fernando se rascó el pelo pensando si había sido buena idea venir con Roberto, estaba seguro que pretendía jugar con todas las plantas que viese. Alicia le miró sonriendo adivinando sus dudas y asegurándole que su hijo sabría comportarse; fue Alicia quien sacó al niño de la silla ante la mirada de duda de Fernando. Había mucha gente; la abrazó mientras llevaba la silla, era difícil sortear a todas las personas que se paraban en los puestos o a hablar con conocidos. Roberto no dejaba de parlotear mientras Alicia iba mirando a ambos lados; él seguía pensando en la noticia que les habían dado aquella mañana. Sonrió cuando Alicia se separó de él y dejó a Roberto en sus brazos, se había acercado al puesto más colorido que había, se puso detrás de ella mientras respiraba el olor. Alicia cerró los ojos para respirar todos y cada uno de los olores que emanaban de las plantas y las flores, sentía el gorgogeo de Roberto y los sonidos de fondo del gentío. Le miró sonriendo, no podía haber elegido mejor visita para ese día; pidieron a una señora que les hiciese una foto entre los puestos. Poco a poco fueron recorriendo todos los puestos, Roberto movía la cabeza ante cada nueva planta, Fernando preguntaba sobre los cuidados que tenía una u otra, y Alicia disfrutaba de los colores y los olores. Dejó a Roberto en brazos de Alicia para acercarse a uno de los puestos y comprar unas flores para ella, ya habían comprado algunas semillas para el jardín; le costó decidirse pero al final pidió unas orquídeas blancas. Alicia sonrió cuando le tendió el ramo, tuvo que apartar a Roberto que iba directo a cogerlo; Fernando cogió a su hijo y acarició la tripa de Alicia mientras ella olía las orquídeas. Le besó intensamente y se echó a reír cuando se dio cuenta que estaban interrumpiendo el paso; sentaron a Roberto en la silla que, para su sorpresa no protestó, y caminaron despacio hacia la salida. Antes de salir se cruzaron con un hombre que llevaba de la mano a dos niños de unos 6 o 7 años, eran iguales, Fernando miró a su mujer mientras se echaba a reír; Alicia sonrió y se acarició su tripa deseando ver por fin la carita de sus dos niñas. Fernando se rascó el pelo al ver que estaba lloviendo, en el coche tenían un paraguas pero no sabía cómo podrían llevar a su hijo; Alicia le miró divertida.
-Puedo llevar en brazos a Roberto, le abrigamos con la manta del coche y ya está.
Fernando se echó a reír ante la rápida reacción de su mujer, la besó y se separó para ir hacia el coche; Alicia le veía caminar deprisa y no podía dejar de sonreír. Estaba segura que se desviviría con sus hijas al igual que se desvivía con Roberto y con ella; Roberto protestó al verle alejarse y Alicia le explicó entre risas que venía enseguida. Fernando realizó el trayecto al coche casi de dos zancadas, escuchaba a su hijo llamarle y tuvo que sortear a varias personas que intentaban no mojarse. Tardó en encontrar el paraguas en el coche, cogió además dos mantas, no pensaba correr el riesgo de que Roberto cogiese frío. Al cerrar el coche pensó en el acierto que fue comprarlo especialmente ahora que aumentarían notablemente la familia. Mientras volvía, ya tapándose con el paraguas, recordó el momento en que Alicia había fantaseado en el piso franco con dar un paseo por el Sena y con que quizás lloviese y tuviesen que ir a una taberna, tuvo que reírse ante las evidentes diferencias con esa escena soñada, tenían un hijo y esperaban dos niñas. Antes de que Alicia saliese del mercado, compartió con ella ese recuerdo y sonrieron al mirar a Roberto, nunca lo planearon pero su hijo no podría hacerles más felices, estaban seguros que pasaría lo mismo con sus hijas. Alicia se sintió agobiada un par de veces ante los intentos de Fernando de que nadie chocara con ella, se puso seria pero no pudo evitar reírse ante la cara de ingenuo de Fernando. No se alejaron mucho del mercado, Fernando paró en el primer restaurante que encontraron, Alicia suspiró pero terminó sonriendo, era cierto que no hacía día para estar mucho tiempo fuera con su hijo. Fernando le frotó los brazos cuando entraron, por suerte se centró en Roberto y así ella pudo quitarse la chaqueta y ojear la carta. Fernando torció el gesto al ver el comedor lleno, había demasiado ruido para su gusto; en cambio Roberto manoteó feliz y empezó a parlotear, Alicia se llevó la mano a la tripa pensando cómo serían sus hijas. Miró divertida a Fernando cuando la ayudó a sentarse y suspiró pensando que les quedaban muchos meses por delante para discrepar en cuántos cuidados eran demasiados, Fernando parecía no hacer caso a sus miradas o suspiros sobre ese tema. Mientras Fernando cogía a Roberto de la silla para sentarle con él, Alicia pensó que quizás a partir de ahora no podría hacer nada ante tantos cuidados de Fernando; iban a tener dos hijas, si ya en el anterior embarazo llegó a agobiarla, sabía que ahora no podría controlarse. Al pedir la comida, Fernando se echó a reír ante la cantidad de platos que había pedido Alicia; ella le miró arrugando la nariz pero sin dejar de sonreír. Tomó un sorbo de agua mientras Fernando se servía el vino; habían pedido que les calentasen el puré de Roberto, pero estaban tardando.
-Fernando ¿tú crees que antes sentimos a las dos niñas? La patada que sentimos en casa no fue igual que en el coche ¿no crees?
Se quedó mirándola con la boca abierta, él ni siquiera había pensado en eso, pensar que en unos meses tendrían dos hijas ya era demasiado, se pasó la mano por el pelo sin saber qué contestarle. Cerró los ojos recordando los dos momentos, él no podía distinguir las patadas, era un momento especial porque sentía por primera vez a su hija, pero no sabría decir si había sido igual o no.
-Pues no lo sé… -Alicia estuvo a punto de echarse a reír al ver la cara confundida de Fernando, estaba segura que le gustaría poder darle una respuesta pero, sobre todo, tenerla para sí mismo- ¿Tú lo sentiste diferente?
-Creo que sí, pero…
-Nada de peros, si piensas que fueron diferentes, así será. Tú sabías que esta vez pasaba algo.
Alicia sonrió al notar la plena confianza de su marido en ese tema, se acomodó en la silla mientras el camarero les llevaba el puré. Fernando le puso el babero a su hijo, preguntó si tenían una trona y suspiró al saber que no, Alicia se ofreció a ayudarle pero le dijo que no hacía falta, ella le miró echándose a reír. Mientras Alicia empezaba a comer ante el hambre que tenía, Fernando le dio el puré a un Roberto más pendiente de su madre que de la cuchara. Miró a Alicia pensando que dentro de un año tendrían dos pequeñas a las que dar de comer, para entonces Roberto ya comería solo, podía imaginarse a los cinco en un restaurante. Esperaba que sus hijas no fuesen tan escandalosas como Roberto, aunque en realidad, le encantaba como era su hijo, Alicia entrecerró los ojos intentando adivinar sus pensamientos. Fue en ese momento cuando fue consciente que había dejado de dar el puré a Roberto y volvió a hacerlo mientras bromeaba con Alicia sobre la sorpresa que se llevarían sus amigos. Fernando se dio cuenta de los cuidados y cambios que producirían dos bebes juntos, limpió las manos a un Roberto que llamaba al camarero mientras se reía. Le acarició la cara con la misma ternura que le provocaba sabiendo que sería un buen hermano mayor. Pidió una manzana ante la cara de pasmo del camarero, probó su comida mientras esperaba a que se la trajesen; Roberto no dejaba de intentar coger de su plato y Alicia sonrió feliz ante esa imagen. Roberto gritó feliz al recibir la manzana, Fernando miró a los lados y se echó a reír porque nadie había reparado en el grito de su hijo, había demasiado ruido en aquel restaurante.
-Fernando, relájate, -estaba segura que hubiese preferido comer en otro sitio al ver tanto alboroto- no pasa nada por un poco de ruido.
La miró riéndose y empezó a comer mientras su hijo disfrutaba de la manzana; durante la comida hablaron de los cambios que habría en casa cuando tuviesen a las niñas. Fernando estaba preocupado porque las dos tuviesen su sitio, la habitación le parecía ahora pequeña para dos niñas; en cambio Alicia sólo pensaba en las compras que ya habían hecho dirigidas a una sola niña. La comida tuvo algo de especial frente a cualquier otra comida desde que llegaron a París, Fernando no podía evitar suspirar y pasarse las manos por el pelo, Alicia veía cómo se debatía entre la emoción y cierto pavor. Ella, sin embargo, estaba feliz, siempre quiso tener una hermana y saber que tendrían tres hijos no le producía tanto temor como a Fernando. Le acarició las manos frías con ternura pensando cuantas cosas les quedaban por compartir. Fernando la miró preocupado al darse cuenta de la velocidad con la que comía, se mordió el labio para evitar decirle algo, Alicia notó su mirada y se echó a reír. Se quedó mirándole pensando lo felices que serían cuando naciesen sus niñas, Roberto estaba casi dormido en brazos de su padre, alargó la mano para coger de la bolsa la cámara y les hizo una foto. Disfrutó del postre mientras Fernando pedía un café, esa tarde tendría que escribir un par de artículos y no haber dormido en casi toda la noche le estaba pasando factura. Al terminar la tarta, se quedó mirando a Fernando y recordó el primer beso que se dieron, que Fernando le dio; se echó a reír imaginando qué hubiese pensado si en aquel momento hubiese sabido que tendrían tres hijos, dos gemelas.
-Fernando… ¿Tú te acuerdas de nuestro primer beso?
Antes de contestar terminó el café, la miró con una media sonrisa pensando que el pasado siempre había estado condicionado por la lucha y las misiones.
-Me acuerdo de todos y cada uno de los besos que nos hemos dado; -acarició suavemente la cara de Roberto y volvió a mirar a Alicia- pero el primero fue… Me dejé llevar por primera vez contigo, sólo pensé que no iba a verte en mucho tiempo y que quería besarte.
-Yo sentí que nadie más existía, ¿recuerdas cuando me dijiste cómo se ruedan los besos en el cine? –Fernando sonrió asintiendo- Pues así me sentí, no había nadie más en la Plaza, y en todo el día sólo pude pensar en ti, aunque supongo que para ti fue muy distinto…
-Lo fue, –jugó con la cucharilla del café sin mirarla- fue un día muy difícil, pero ese momento estaba muy presente Alicia. –volvió a mirarla, no quería ocultarle nada- Siempre que sentía que podía dejar de verte necesitaba despedirme de ti, pero ese día era distinto y te besé esperando volver a verte, que todo saliese bien… Tuve mucho de lo que preocuparme ese día, -pensó en el encuentro con su primo pero evitó decirlo en voz alta- pero al final, cuando todo se fue a la mierda y gracias a Julieta pude llegar al almacén… Al final sólo pensaba en ti.
Cerró los ojos un segundo, recordó cómo se había desmayado llamándola, quiso evitarlo desde que la conoció pero a solas y después de que todo saliese mal, no podía ocultar que Alicia era más importante de lo que quería reconocerse a sí mismo. Alicia le miró emocionada, si Roberto no hubiese estado dormido en brazos de Fernando, se hubiese levantado para sentarse sobre él; se acarició la tripa pensando en todo lo que habían cambiado desde aquello. Puso fin a los recuerdos empezando a hablar de la cena de esa noche con Carmen, Fernando tardó todavía un poco en dejar de pensar en los momentos del pasado junto a Alicia. Se levantaron casi a la vez mientras hablaban de Pelayo, la noticia de sus hijas había hecho que le olvidasen un poco, esperaban que no hubiese llamado ya a casa; Alicia propuso llamarle en cuanto llegasen por si acaso había llamado y no había nadie. Antes de salir del restaurante, Fernando se asomó a la puerta, seguía lloviendo y Roberto estaba dormido.
-Alicia, -dejó en sus brazos al niño- voy al coche y le traigo a la puerta, así no os mojáis.
Alicia suspiró mientras le veía salir con el paraguas; cerró los ojos respirando el olor de la lluvia, a ella le encantaban los días lluviosos en París, aunque desde que era madre, prefería que hiciese buen tiempo para que su hijo disfrutase jugando en el parque. Sonrió al notar cómo Roberto se removía en sus brazos, dentro de poco ya no podría tenerle en brazos, de hecho sentía que se le dormían los brazos. Fernando dejó la puerta del coche abierta, besó a Alicia y cogió a Roberto dándole a Alicia el paraguas; en dos zancadas estuvo de vuelta en el coche ya sentado en el asiento del copiloto. Había cubierto a Roberto con su chaqueta, Alicia le miraba sonriendo, salió del restaurante tapándose con el paraguas, al entrar en el coche le besó intentando no molestar a su hijo. Antes de arrancar miró el reloj, sabía que Fernando tenía que escribir y ella quería dormir un poco antes de la cena, Fernando se acomodó en el coche mientras miraba cómo arrancaba. Tardaron unos minutos en llegar a casa, Alicia no había dejado de hablar de las ganas que tenía de contarle a todo el mundo la noticia, pensó en Inés y Macarena, en Pelayo… Fernando la escuchó sonriendo, poco a poco se fue quedando dormido sin dejar de escuchar la voz de su mujer; Alicia estaba relajada y emocionada mientras conducía, supo el momento exacto en el que Fernando se había quedado dormido, sonrió mientras pensaba en el recuerdo de su primer beso y cómo sirvió para que pudiera confiar en Natalia. Al aparcar, le miró indecisa, sabía que tenía que despertarle pero siempre que le veía dormir no podía evitar recordar aquellos días en el piso franco en que nunca le vio dormir. Le acarició suavemente el pelo para no sobresaltarle, abrió los ojos despacio mirando, primero de todo, a Roberto; subió la mirada y sonrió al verla tan cerca.
-Me he dormido y apenas hemos estado en el coche…
-Es normal, Fernando, anoche casi no hemos dormido.
Estiró el cuello intentando no hacer movimientos brucos para no molestar a su hijo, Alicia salió del coche cogiendo el paraguas, había aparcado un poco lejos del portal al no encontrar un sitio más cercano. Fernando volvió a cubrir a su hijo con la chaqueta, Alicia se acercó a él para que se tapasen los dos; al final, ambos acabaron mojados porque el paraguas era pequeño. Al llegar al portal, se echaron a reír, Fernando estuvo a punto de decirle que no era bueno que se mojase pero se mordió la lengua ante su suspiro. Cuando entraron en casa, fue directo a dejar a su hijo en la cuna y arroparle, encendió la calefacción mientras Alicia se descalzaba y se quitaba la chaqueta mojada.
-Deberías darte un baño, -se quitó la chaqueta y la abrazó suavemente- así entrarás en calor.
-¿Y tú? Podríamos bañarnos juntos.
Fernando se echó a reír mientras la dirigía al baño.
-Yo tengo que escribir, pero a lo mejor termino a tiempo…
Entre risas preparó el baño para una Alicia que no dejaba de suspirar aunque no le regañó, en realidad le dolía un poco la espalda y prefería no cargarla preparando el baño. Se apoyó en el mármol del lavabo y observó los lentos movimientos de Fernando, dejó que la ayudase a desnudarse y estuvo tentada de besarle pero sabía que le haría olvidar el trabajo y no quería que por su culpa tuviese que decirle a su jefe que no había terminado los artículos. Fernando la ayudó a entrar en la bañera, se agachó para acariciar la tripa repitiéndose que iban a tener dos hijas y la besó suavemente. Cuando salió del baño, Alicia cerró los ojos repasando todo lo que había sentido durante esa mañana, pensar en tener dos niñas preciosas en sus brazos no podía hacerle más feliz. Sabía que Fernando todavía necesitaba un poco de tiempo para hacer planes, él no se había planteado en serio la probabilidad de tener gemelos; pero ella no podía dejar de pensar en cada detalle de la vida de sus hijas. Se mordió el labio pensando si Roberto asumiría fácilmente que hubiese dos bebés más en casa, necesitarían mucha atención y no quería que su hijo se sintiese desplazado. Fernando se sentó después de coger las cuartillas, se frotó el cuello y tomó la pluma pero se sentía inquieto, tamborileó los dedos en la pluma, alargó la cabeza para ver si Alicia le llamaba y resopló porque aquellos meses de embarazo serían muy largos. Empezó a escribir estando pendiente de si había algún ruido en el baño o en la habitación de su hijo. Intentó centrarse pero su cabeza no dejaba de recordarle que iban a tener dos hijas, se quedó con la mirada perdida imaginándose una tarde con Alicia y sus tres hijos, terminó riéndose, era la familia que siempre había deseado y nunca se había permitido soñar. Sabía que le costaría dejar de preocuparse y hacer planes, le había costado cuando supieron que iban a volver a ser padres, ahora tenía que asumir la nueva situación para permitirse hacer planes. Se frotó la cara para centrarse en el trabajo, últimamente Antoine le dejaba trabajar mucho desde casa y no quería fallar en sus artículos. Cuando estaba a punto de terminar sonó el teléfono, sonrió porque había pensado que en cuanto Alicia saliese del baño llamarían a Pelayo. Saludó a Pelayo sonriendo y preguntándole qué tal el viaje, hablar con él le hacía volver a sentir nostalgia por los días que había estado con ellos, estuvieron unos minutos hablando, escuchó cómo le habían recibido en casa, la ilusión de Marce por los regalos, por saber de Antonio. Alicia le preguntó desde el baño quién era; Fernando dudó, quería que saludase a Pelayo pero también quería ayudarla a salir de la bañera. Le propuso a Pelayo colgar para llamarle en unos minutos, no quería que sus amigos gastasen una fortuna en la llamada, pero Pelayo se negó, a regañadientes tuvo que dejar el teléfono descolgado.
-Alicia… -se agachó junto a ella- Es Pelayo, está esperando para saludarte –en cuanto se lo dijo la vio incorporarse y la sujetó- no le he dicho nada de la noticia, quería que se lo dijeses tú…
Alicia había tenido la intuición de que era Pelayo quien había llamado por teléfono, intentó no hacer movimientos muy rápidos y, ni siquiera, discutió con Fernando por tener que ayudarla cómo si fuera su niñera. Sonrió mientras dejaba que Fernando la secase, se puso el albornoz y fue corriendo a coger el teléfono. Se sentó en el brazo del sofá mientras Fernando la abrazaba, se emocionó cuando Pelayo la felicitó por la noticia y sonrió al escucharle decir que en unos meses tendría dos nietecitas más, bromearon sobre que siempre estaba rodeado de niñas. Le pasó el teléfono a Fernando para que se despidiese y vio cómo él también se emocionaba, al colgar respiraron hondo, tardarían en acostumbrarse a no ver a Pelayo, no escuchar sus consejos y sus refranes siempre acertados. Al colgar el teléfono hubo un silencio en el salón, Alicia jugaba con el cinturón del albornoz y Fernando miró al frente hasta que se volvió para sonreír y animarla a terminar de arreglarse. Alicia se acercó a la mesa, mirando los artículos, Fernando se echó a reír y se sentó haciendo que ella se sentase encima.
-Sólo me queda terminar éste, en un minuto acabo…
Alicia se abrazó a él sonriendo y dejó que terminase de escribir, estuvo a punto de echarse a reír porque ella no podría trabajar si estaba sentada sobre él. Se levantó cuando Fernando terminó el artículo, estuvo a punto de irse a arreglar pero, al mirar el reloj pensó que todavía era pronto, empezó a besar a Fernando y se echó a reír al notar su reticencia, se puso seria y se le quedó mirando. Fernando le aguantó la mirada hasta que no pudo evitar echarse a reír, le acarició la tripa pensando en todos los miedos que le asaltaban desde hacía unas horas. Fueron juntos hasta el sofá, Alicia se apoyó en Fernando cerrando los ojos; no quería agobiarle, sabía que le costaría asumir del todo la noticia y le daría su tiempo. Fernando no podría jamás transmitirle la felicidad y la paz que había alcanzado compartiendo su vida con ella, gestos cómo acariciarle el pelo, mirarla mientras se arreglaba o sentir su calor junto a él le ayudaban a conciliar el sueño que antes le costaba tanto conseguir. Estaba a punto de quedarse dormida cuando notó que Fernando ya lo estaba, le miró tiernamente pensando en la noche en vela que había pasado por la despedida con Pelayo. Se incorporó despacio, le acomodó en el sofá con cuidado y le arropó; se acarició la tripa y sonrió mientras cogía cuartillas. Se asomó a la habitación de Roberto y le vio dormir tranquilamente; se sentó en la mesa mirando a Fernando y empezó a escribir a su amiga para compartir con ella su felicidad. Jugueteaba con las zapatillas mientras escribía, podía ver la sonrisa de Inés o escuchar en su cabeza sus consejos, se mordió el labio intentando no llorar y recurriendo al tópico que el embarazo le hacía ser más sensible. Tuvo que realizar una pausa mientras escribía para ir a por un brioche, antes de volver a sentarse sintió otra patada y, entonces sí, dejó que la lágrima de felicidad cruzara su cara.
Mi quería Inés
Tu niña está cada día más guapa, me encantaría conocerla en persona, poder darle un beso y ver cómo Roberto juega con ella. Esta mañana nos hemos enterado de una gran noticia; Inés, vamos a tener gemelos, dos bebés. Bueno, estamos seguros que serán dos niñas, no sabes lo feliz que me sentí cuando nos enteramos, tengo muchas ganas de tenerlas en brazos, de verles la carita y poder besarlas. Fernando todavía está asumiéndolo, creo que tiene un poco de miedo por todo lo que suponen dos bebés; pero estoy segura que seremos muy felices.
Me encantaría poder pasar una tarde contigo, ponernos al día, hablar de nuestros hijos, compartir contigo mi libro… Ya está muy adelantado; Fernando también ha participado en él, incluso Pelayo ha colaborado. Pelayo volvió esta mañana a Madrid, ha estado unos días con nosotros, ya le estamos echando de menos, han sido unos días increíbles. Algún día tenéis que volver a París, conocer a Roberto, nuestra nueva casa… Aunque con la niña tan pequeña entiendo que no es fácil, pero me encantaría poder compartir contigo el nacimiento de mis niñas, desde hace más de una año no dejo de pensar que no se puede ser más feliz, pero cada día me siento más y más feliz. Me alegro que todo os vaya bien profesionalmente, a veces recuerdo nuestro sueño del despacho juntas, ojalá algún día podamos llevarlo a cabo; hace semanas que no actúo como abogado, el libro ha centrado todas mis energías, pero no sabes las ganas que tengo de volver a ponerme frente a un tribunal para defender a alguien, esos nervios previos que se vuelven confianza frente al tribunal… Nuestro trabajo es muy importante y lo he vuelto a recordar escribiendo el libro; no creo que en España se publique pero me gustaría que pudieses leerlo.
Un abrazo muy fuerte y un beso enorme para tu niña
Alicia Peña
Respiró hondo mientras doblaba la carta, cuando escribía a Inés se sentía muy cerca de ella, pero en días como ése necesitaba abrazarla, compartir con ella su felicidad, su familia. Levantó la vista para mirar a Fernando, cuando dormía transmitía mucha relajación, miró el reloj y decidió dormir un rato; fue a la habitación de su hijo y sacó la cuna al salón por si Roberto se despertaba antes que ellos. Cogió el despertador de su habitación, tenían una cena y no quería dormir mucho, sonrió mientras se tumbaba al lado de Fernando, se quedó dormida casi inmediatamente al abrazarle.
Fernando abrió los ojos confundido por el ruido del despertador, estuvo a punto de levantarse de un sólo impulso al escucharlo, había perdido la noción de dónde estaba y la hora que era, aprovechó para estirar los brazos con cuidado y disfrutó viendo la sonrisa con la que Alicia se despertaba, igual que le sucedía a Roberto. Besó a Alicia en el pelo y apagó el despertador pensando que todavía quedaba más de una hora para que llegase Carmen. Acarició la tripa de Alicia mientras ella se estiraba frotándose los ojos, miró hacia la cuna pero Roberto seguía dormido.
-No pretendía quedarme dormido…
-Fernando –evitó un bostezo a la vez que se incorporaba ayudada por él- tenemos tiempo de sobra y además ya habías terminado los artículos ¿no?
Sonrió y se pasó la mano por el pelo, tenía que ducharse, llamar a la redacción y preparar la cena; Alicia le besó y se quedó mirándole, le gustaba mucho la imagen de un Fernando recién despertado.
-Mientras te duchas, yo puedo hacer la cena y después me arreglo, tengo tiempo de sobra…
-Ufff no sé… Con lo que tardas…
Alicia le tiró un cojín consiguiendo que se despertase del todo, antes de ir al baño, se agachó para dar un suave beso a su hijo. Se metió en la ducha mientras estiraba el cuello, no dejaba de pensar en sus dos niñas, tenía muchos miedos pero pensar en dos pequeñas preciosas que le llamarían papá le hacía sonreír sin poder evitarlo. Sobre todo, pensaba que sus hijos nunca estarían solos, crecerían juntos y jamás sabrían qué era sentirse solo frente al mundo. Escuchó cómo Alicia trasteaba en la cocina y se echó a reír cogiendo la toalla, cerró los ojos y se imaginó junto a Alicia y sus tres hijos en la playa; tenía dudas de los cambios que supondrían dos bebés, pero la ilusión era mayor. Alicia preparó la cena sin dejar de sonreír, estuvo a punto de encender un cigarro y arrugó la nariz al darse cuenta; mientras terminaban de cocerse las verduras para el puré, fue al salón y vio a Roberto sentado en la cuna.
-¡Mi niño! Tenías que haberme llamado…
Le cogió mientras le daba un beso y sonrió al notar que su hijo bajaba su mano para ponerla sobre la tripa.
-Vas a tener dos hermanitas, ya verás lo bien que lo pasamos los cinco juntos.
-Untos.
Sonrió al escuchar a su hijo, tenía muchas ganas de que pudiese contestarles, con el niño en brazos volvió a la cocina para quitar del fuego las verduras; tendría que ser Fernando el que hiciese el puré porque el olor seguía molestándole. Fernando sonrió al ver el salón vacío, fue a la habitación para vestirse, quedaba media hora para que Carmen llegase, pensó si le daría tiempo a Alicia a arreglarse. Al entrar a la habitación vio a Fernando abrochándose la camisa y sonrió, dejó al niño en la cama con uno de sus juguetes y se acercó a él besándole el cuello.
-Alicia… Tienes que prepararte y queda poco tiempo…
Volvió a besarle y se separó despacio sin dejar de mirarle con atención, estaba segura que no dejaba de pensar en las niñas y ya no notaba ese temor del principio aunque sabía que le costaría todavía un poco hacer planes sin pensar en ningún peligro.
-He hecho la cena pero… No he podido hacer el puré, las verduras están cocidas y…
-Ahora mismo lo hago yo, –la cortó mientras se rascaba el pelo pensando que debería haberlo previsto- que no he hecho nada.
La besó y empezó a remangarse, su hijo, que estaba jugando en la cama, le llamó y se echó a reír, le cogió en brazos y salió de la habitación dejando que Alicia tuviese tiempo para arreglarse. Roberto se empeñó en quedarse en la manta ante el suspiro resignado de su padre; llamó a la redacción y dictó los artículos a un Antoine que estaba esperando su llamada. Mientras hablaba por teléfono se apoyó en la mesa auxiliar y vigilaba a Roberto, su hijo estaba descubriendo que había dentro de los juguetes, suspiró mientras pensaba que gracias a Pierre tendría alguno nuevo en breve. Al colgar fue a la cocina y se puso el delantal para no mancharse la camisa, miró el estado de la cocina mordiéndose el labio. Puso la radio bajita mientras cocinaba, escuchaba tararear a Alicia y su hijo estaba empeñado en salir a la calle, probablemente para destrozar las plantas. Se quedó pensativo recordando lo que sintió exactamente cuándo descubrió que iba a ser padre por primera vez. Troceó las verduras para pasarlas por el pasapurés, cortó un trozo de queso blando para después del puré, hacía unos días Pelayo se lo había dado a probar y a Roberto le gustó tanto que no dejó de pedir más en todo el día. Recogió el desastre de la cocina sonriendo, se había acostumbrado tanto al desorden de Alicia que no podría vivir sin encontrarse así la cocina o las cosas de Alicia en mitad del salón. Alicia se puso un suéter ancho y un pantalón, quería estar cómoda y pensaba que no necesitaba arreglarse mucho porque Carmen era como de la familia. Se echó perfume pensando en sus padres, estaba segura que serían muy felices si pudiesen conocer a su familia, durante los años que estuvo en Madrid no dejó de pensar en lo que se preocuparían por verla tan sola, ahora sabía que su padre la miraría sonriendo y jugaría con Roberto sin dejar de reír. Se miró al espejo sonriendo, estaba engordando más de lo que le gustaría pero el motivo le hacía inmensamente feliz, se acarició la tripa mientras les susurraba a sus hijas lo feliz que era. Entró bostezando a la cocina, Fernando terminaba de secar el fregadero y su niño hacía de las suyas. Tenía muchas ganas de compartir la noticia de los dos bebés con todos sus amigos. Le miró avergonzada por el desastre de la cocina mientras él se echaba a reír.
-Estás preciosa.
-Tú también, incluso con el delantal estás muy guapo…
Le abrazó por detrás cerrando los ojos y respirando su olor, Roberto la llamó y se separó para acariciar la mano de su hijo. Pusieron entre los dos la mesa mientras comentaban qué harían el fin de semana, Alicia quería visitar Chantilly, no estaba lejos de París y podrían visitar el castillo y pasar el día rodeados de naturaleza para aprovechar los últimos días antes de que empezase de verdad el frío. Fernando sonrió pensando que iban a aprovechar bien el coche, la miró embobado mientras se imaginaba un viaje con sus tres hijos. Alicia sonrió al oír el timbre, Roberto se levantó torpemente hasta llegar a su padre alzando los brazos para que le cogiese, Fernando sonrió emocionado y le cogió mientras Alicia abría la puerta. Fernando acarició el codo de Alicia, notaba que estaba algo nerviosa, aquella mujer representaba de alguna forma a sus padres y siempre terminaba pensando en su tía. Por suerte, al verla fundirse en un abrazo supo que todo había quedado en un simple pensamiento, Alicia se había abrazado a Carmen con una sonrisa, al separarse le contó la noticia, Fernando sonrió ante su felicitación pero, sobre todo, al ver la cara de Alicia con esa mujer, sentía que en cierta forma era como si sus padres estuviesen en esa cena. Alicia y Carmen empezaron a hablar sobre Joaquín mientras Fernando daba de cenar a un Roberto que no dejaba de estar pendiente de la invitada de aquella noche aunque de vez en cuando llamaba a Pelayo. Fernando sonreía al ver a su mujer tan ilusionada e intervino en un par de ocasiones en las que Carmen hablaba de la República y la guerra. Roberto se echó a reír cuando Fernando le dejó el plato con el queso, se sentó y empezaron a cenar, los dos sonreían al escuchar a Carmen. Durante la cena hablaron de muchas cosas, la noticia de las gemelas hizo que Carmen recordase a Regina y a Ana, Alicia se puso tensa pero sonrió cuando Carmen recordó algunos buenos momentos de su madre y su tía. Fernando se pasó la cena pendiente de Alicia, de cuánto comía, de si tenía alguna molestia, incluso le acariciaba la tripa de forma inconsciente. Alicia fue consciente del segundo plano en el que permaneció Fernando, quería que disfrutara de aquella cena, que compartiera recuerdos y él se centró en su hijo además de hacer de perfecto anfitrión. Supo que Carmen había caído en sus redes como casi todo el mundo que lo conocía. Fernando preparó café después de recoger la mesa mientras Alicia llevaba a Roberto, que se estaba quedando dormido, a la cuna; arropó a su hijo y le dio un beso. Al regresar al salón se sentó en el sofá subiendo los pies, se sentía a gusto con aquella mujer, Fernando se sentó junto a ella y sirvió el café mientras empezaban a hablarle a Carmen sobre Pelayo. El tiempo se les pasó volando, Carmen se disculpó porque al día siguiente madrugaba, se despidieron de ella mientras decían que tenían que repetir más a menudo aquellas cenas. Cuando se quedaron solos, Fernando miró hacia la cocina y suspiró decidiendo que recogerían al día siguiente, abrazó a Alicia y sonrió cuando ella le dijo que era hora de dormir, había sido un día muy largo. Dejó que Alicia fuese a la habitación mientras él iba a la de su hijo para darle las buenas noches; le arropó con cuidado de no despertarle y le dio un beso mientras el niño se daba la vuelta. Alicia se puso el pijama despacio y se metió en la cama cansada, estaba muy feliz pero había sido un día muy largo e intenso; Fernando entró en la habitación ya desabrochándose la camisa, la dobló con cuidado y cogió la ropa que Alicia había dejado tirada. Se puso el pijama sin dejar de mirar a Alicia pensando en sus hijas, y se metió en la cama abrazándola. Alicia cerró los ojos besándole y sonrió.
-¿Sabes qué? –le acaricio el pelo mientras hablaba con la voz pastosa- Cenar con Carmen me ha recordado algunas reuniones que mi padre hacía en París, bueno, ella me recuerda a mis padres.
Fernando la escuchaba sonriendo, le gustaban mucho esos momentos en los que Alicia le hablaba mientras se iba quedando dormida, la besó el pelo mientras ella le relataba alguna de las reuniones e incluso alguna de sus ocurrencias en ellas. Cuando se quedó dormida, Fernando la abrazó riéndose e imaginándose a sus hijas idénticas a ella, con las mismas respuestas y la misma contundencia al hablar. Intentaba no quedarse dormido absorbiendo cada momento de aquel día, se movió con cuidado porque las cicatrices siempre le tiraban especialmente al cambiar el tiempo, y su último pensamiento fue las horas que tendrían para debatir los nombres de los bebés. Además le esperaban horas de compras interminables. Cerró los ojos pensando que no podía ser más feliz, sabía que juntos podrían hacer frente a los cambios que traerían sus dos hijas, antes de quedarse dormido puso la mano en la tripa de Alicia mientras les daba las buenas noches a las tres. Se quedó dormido con media sonrisa en la boca mientras Alicia se había tomado tres cuartos de la cama para ella.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!