Finales de noviembre de 1962
Alicia apagó el despertador y se estiró en la cama, se mordió el labio al ver a Fernando arrinconado a un lado de la cama, le acarició el pelo y sonrió al verle torcer el gesto para que le dejase dormir. Durante la noche no había dejado de moverse y sabía que Fernando lo había notado, apenas habían podido dormir ninguno de los dos, pero él no se quejó. Esa mañana tenía la presentación de su libro en la universidad, todavía quedaba casi un mes para que saliese a la venta, pero René la convenció de hacer la presentación en ese momento. Diane y Pierre se habían ido ya de vacaciones hacía casi una semana, Fernando habló con Antoine para pedirle unos días para trabajar en casa, sólo había tenido que ir los domingos para cubrir la información de las elecciones. Ella había pasado las mañanas en el despacho, Liberto cada vez mostraba más interés, incluso había estado en la facultad para preguntar por los libros que tendría en el primer curso; además, había tenido un par de reuniones con René. Se levantó despacio, intentó peinarse el pelo con los dedos mientras se calzaba las zapatillas, sonrió mientras giraba la alianza pensando que aquel día era otro día muy especial. Al salir de la cama notó el frío, estuvo a punto de volver a meterse entre las sábanas pero se puso la bata y salió de la habitación dejando que Fernando durmiese un poco antes de tener que levantarse. Sonrió al recordar la reacción de Fernando cuando supo que presentaría el libro, Roberto y él estarían allí; después de no haber podido compartir juntos la intervención de cada uno en la radio, estaba emocionada pensando que su marido y su hijo estarían allí. Esperaba que Roberto no se impacientase y quisiese echar a correr, Fernando había asegurado que no querría hacerlo porque estaría escuchándola sin dejar de mirarla. Entró en la habitación de su hijo y sonrió al verle despierto, estaba jugando con el coche sin hacer ningún ruido, el niño la llamó para que lo sacase de la cuna.
-Buenos días mi amor, ven –le cogió con cuidado y le dejó en el suelo, empezaba a ser muy difícil mantenerle en brazos- vamos a la cocina a preparar el desayuno.
-¡Auno! ¡Papá!
Se echó a reír mientras su hijo se agarraba a su pierna y andaba a la par que ella; Roberto se separó de ella al llegar a la cocina para ir hacia la puerta del patio, intentó convencerle de que era pronto para salir pero el niño era todavía más cabezota que ella. Suspiró resignada y empezó a preparar el desayuno, soltó una carcajada cuando su hijo se acercó a ella para pedirle el biberón, Roberto se había acostumbrado a besar su barriga a modo de saludo a su madre, no tenía muy claro que fuera consciente que iba a tener dos hermanas con las que jugar, verle sonreír mientras intentaba llegar a la manilla de la puerta del patio le produjo sosiego frente a la presentación. En ese momento pudo sentarle en la trona y sonrió cuando cogió el biberón con ansia, se frotó la nuca mientras preparaba café y té, no estaba nerviosa por la presentación, pero sí por el tiempo que pasaría allí, los últimos días se cansaba fácilmente. Fernando se despertó sobresaltado y confundido, se sentó en la cama mirando hacia el lado de Alicia y respiró tranquilo al oír el ruido que provenía de la cocina, se rascó el pelo intentando calmarse, sabía que había exagerado, pero al no notar a Alicia después de una noche en la que no dejó de moverse, se había asustado. Miró el despertador mientras se incorporaba, sonrió pensando en los últimos días; apenas se había separado de Roberto, no dejaba de pensar que podría acostumbrarse a eso, levantarse, ayudar a Alicia a arreglarse, dar de desayunar a su hijo, acompañar a Alicia al despacho, arreglar la casa, jugar con su hijo, dedicar horas a terminar la cuna de sus hijas… Estaba disfrutando esos días como si fuesen unas vacaciones de lujo; una de las tardes habían salido los tres juntos para terminar de comprar lo necesario para la habitación de las niñas, quedaban todavía tres meses para que naciesen y ya tenían todo prácticamente dispuesto para su llegada. El domingo había sido el peor día para Fernando, después de una semana escribiendo en casa sobre las previsiones y lo que pasaría después de las elecciones, había tenido que ir a trabajar durante todo el día. Por la mañana, se levantaron pronto para votar a primera hora, aunque no hablaron de ello, los dos pensaron en el momento en que pudiesen votar en su propio país; después de votar, Fernando les había acompañado a casa, no pensaba dejar que regresasen solos. Se ganó una mirada un tanto fría por parte de Antoine al llegar un poco tarde, pero eso le dio igual, lo que le importaba era que su familia estuviese bien; se echó a reír pensando en todas las veces que había llamado a casa el domingo, una de las últimas veces, Alicia le contestó cansada. Llegó a última hora a casa, Roberto ya estaba dormido y Alicia le esperaba en la cama con un libro entre las manos pero casi dormida; sólo volvió a sonreír al darle un suave beso de buenas noches a Roberto y al meterse en la cama abrazando a Alicia. El resultado de las elecciones no le sorprendió, había ganado la Unión para la Nueva República de De Gaulle por amplia mayoría, pero la Sección Francesa de la Internacional Obrera y el PCF habían mejorado sus resultados. Aun así, la derecha tenía mayoría absoluta, esa semana habían dedicado todas las secciones de la revista a analizar los resultados; mientras escribía, Fernando no había dejado de pensar en España, en el momento en que por fin recuperase su libertad. Subió la persiana y suspiró al ver otro día lluvioso, Alicia tendría que salir en menos de dos horas para preparar el acto de presentación, él iría más tarde con Roberto. Esperaba que Alicia no se pusiese cabezota y aceptase coger un taxi, estaba de seis meses pero él sabía que el cansancio y el dolor de pies era más intenso que en el primer embarazo. A veces no podía dejar de mirarla preocupado por el parto, con Roberto fue rápido y aun así él no había podido evitar preocuparse, no podía llegar a imaginar cómo sería el parto de sus dos hijas, dos niñas de una vez… Cada vez que lo pensaba necesitaba tomar aire, intentaba ocultarle todos esos pensamientos a Alicia, sabía que le miraría resignada y asegurándole que todo iría bien. Además, otra de sus preocupaciones era Roberto, sabía que Diane y Pierre estarían encantados de quedarse con él los días que Alicia estuviese en el hospital, pero él no quería alejarse tanto de su hijo; sin pensar en el momento en que se pusiese de parto, tendría que reaccionar rápido, de hecho estaba planteándose pedirle a Diane que el último mes de embarazo estuviese todo el día en casa con Alicia por si acaso necesitaban salir hacia el hospital y que Roberto se quedase con ella. Abrió la ventana y fumó un cigarro mirando el día lluvioso, pensó que pareciese que nunca podía no estar preocupado por algo, días antes Alicia se lo había dicho bastante seria pero no podía expresar con palabras el ligero miedo que le producía poder perder todo lo que habían construido durante aquel tiempo. Se pasó la mano por el pelo intentando dejar a un lado todas esas preocupaciones, entró a la cocina justo cuando Alicia terminaba de preparar las tostadas, besó a su hijo y la abrazó por detrás.
-Buenos días Alicia.
-Buenos días mi amor –se giró para besarle- espero haberte dejado dormir un poco…
Fernando se echó a reír, la abrazó haciendo que dejase el plato con las tostadas en la encimera, cada día le parecía que estaba más guapa a pesar del cansancio que le notaba por las noches.
-Sabes que poco o mucho, me encanta dormir contigo y sentir todas las vueltas que das intentando acomodarte…
Alicia arrugó la nariz riéndose y se relajó en sus brazos mientras le ponía al día de las trastadas de su hijo, el niño le ofreció el biberón a su padre pidiéndole un trozo de tostada, no pudieron evitar echarse a reír. Le dio el plato con las tostadas a Fernando para que lo llevase a la mesa, Roberto se rio al ver salir a su padre con los platos y las servilletas; Alicia le miró divertida.
-Algún día tendremos que ayudar a papá a poner la mesa –besó la mano de su hijo sonriendo- aunque primero tendrá que dejarnos él…
-Vaya, ¿criticando a su marido señora Peña? Y veo que este señorito –pellizco suavemente la nariz de su hijo- no defiende a su padre… ¡Apañado estoy!
Empezó a hacerles cosquillas a los dos y sonrió al escuchar sus risas, era la mejor manera de empezar el día, estaba deseando tener otras dos personitas a las que hacer cosquillas, en momentos así no dejaba de pensar en que por fin tenía una familia. Cogió a su hijo en brazos y acompañó a Alicia al salón para ayudarla a sentarse, Roberto protestó cuando le sentó en la trona pero recibió con una sonrisa la galleta que le ofrecía su padre. Besó a Alicia en el pelo y volvió a la cocina a por lo que faltaba; se sentó despacio sin dejar de mirar a Alicia, esa mañana tenía ojeras pero estaba seguro que después de arreglarse parecería la perfecta abogado que era. Desayunaron sin dejar de hablar de la presentación del libro, Fernando estaba deseando escucharla y ver cómo dejaba a todos con la boca abierta, él no tenía ninguna duda que sería así. Bromeó sobre las soflamas que le lanzó a él alguna que otra vez en el pasado cuando quería que se implicase en algo justo, le encantaba ese apasionamiento de Alicia y, más de una vez, estuvo tentado de decirle quién era para que entendiese por qué no podía implicarse. Se rascó el pelo cuando Alicia recordó la primera vez que estuvo en casa de sus tíos, hablando con su tío sobre los maquis; pasaron por alto el recuerdo de Hipólito, siempre sentían la misma rabia al pensar en él. Pero en lo que sí se recreó Fernando fue en su enfado al oírle alabar el régimen, le costó mucho que le perdonase aquello; Alicia se echó a reír entre avergonzada y divertida, tenía que reconocer que Fernando había sido un gran espía y ella nunca sabía a qué atenerse con él en ese sentido.
Al acabar las galletas, Roberto empezó a hablar con ellos; intentaron seguirle la conversación, cada vez hacía frases con más sentido aunque era difícil entenderle con su media lengua. Lograron descifrar que preguntaba cuándo irían a casa Diane y Pierre; Fernando le cogió en brazos y le abrazó riéndose mientras intentaba explicarle que el tío Pierre y la tía Diane se habían fugado de vacaciones. Alicia les miró divertida y sonrió al sentir una patada, le encantaba la manera en que Fernando hablaba con su hijo y estaba segura que tendría mucha más paciencia que ella cuando sus tres hijos reclamasen atención a la vez. Fernando se levantó cuando vio que Alicia había terminado de desayunar, ella le miró fijamente y consiguió que se sentase a terminar el café y comer una tostada. Dejó que la acompañase al baño cuando terminó de desayunar, Roberto decidió volver al salón por su propio pie, Fernando estaba dividido entre la atención a Alicia y a Roberto; la ayudó a desnudarse y a entrar en la bañera, dejó que se duchase sola mientras él volvía al salón para ver qué hacía Roberto y recoger la mesa. Roberto fue detrás de él y, una vez en la cocina, le pidió salir al patio, Fernando se echó a reír porque estaba seguro que lo había intentado también con Alicia; al niño le encantaba correr por el patio, intentar coger las plantas o mirar los gatos que iban y venían. Le salpicó un poco de agua para que dejase de mirar hacia el patio, Roberto se echó a reír y fue corriendo hacia sus piernas para seguir jugando; terminó de fregar mientras sentía las manos de su hijo. Alicia se relajó mientras le caía el agua caliente, se masajeó el cuello pensando en lo poco que había dormido, necesitaba toda su energía para aquella mañana. Suspiró y llamó a Fernando para que la ayudase a salir de la bañera, cada vez le costaba más y, además, estaba segura que Fernando la miraría preocupado si no le llamaba. Se echó a reír al ver a Fernando casi inmediatamente en el baño, había dejado el grifo abierto y ni siquiera se había secado las manos, su hijo llegó unos segundos después con cara sorprendida.
-Lo siento, hijo, -le miró mordiéndose el labio- mamá quería salir de la ducha y vine corriendo…
Roberto empezó a llamarles a los dos y se echó a reír, Fernando le besó el pelo y se acercó para ayudar a su mujer; Alicia se agarró fuerte a su mano y cogió la toalla que le ofrecía. Había asistido emocionada al intercambio entre Roberto y Fernando, el niño estaba desconcertado por la reacción de su padre y Fernando… Fernando llevaba días preocupado por todo, le abrazó diciéndole lo mucho que le quería; fueron hasta la habitación y Roberto quiso subirse en la cama. Fernando les besó a los dos y volvió a la cocina sin dejar de sonreír, Alicia se vistió despacio sin perder de vista a su hijo; intentó ponerse seria cuando el niño empezó a saltar en la cama, pero no podía dejar de reír. Fernando escuchó las risas de los dos y terminó de fregar rápidamente para volver con ellos, al llegar a la habitación se echó a reír al ver a Roberto saltar, intentó, en un primer momento, bajar a Roberto de la cama pero desistió y comenzó a jugar con él enseñándole cómo debía saltar para desplazarse en la cama. Notó la mirada de fingido enfado de Alicia pensando que, en el fondo, lo que le molestaba era no poder hacerlo ella, Alicia pudo haber grabado aquella imagen o hacer una foto pero no quería perder ni un segundo de la retina ese momento tan especial o tan cotidiano.
Estuvieron tanto rato jugando que, cuando se quisieron dar cuenta, el tiempo se les había echado encima, Fernando se levantó despacio, miró a Alicia ya preparada y sonrió; la besó el cuello antes de salir de la habitación para pedir un taxi sin preguntarle antes. Alicia suspiró, Fernando daba por hecho muchas cosas en los últimos días; ella misma habría decidido coger un taxi, no le apetecía ir andando con el tiempo que hacía, pero Fernando actuaba sin preguntarle nada. Era consciente que según pasasen las semanas, su preocupación se agudizaría más, pero no podía estar las 24 horas pendiente de ella, decidió dejar esa conversación para otro momento y sonrió cuando Fernando regresó diciendo que en unos minutos el taxi estaría en la puerta. Terminó de preparar el maletín, llevaba con ella el primer libro impreso que le había mandado la editorial, Fernando bromeó con que por fin conocería al famoso René, Alicia se echó a reír ante su tono, le besó suavemente y cerró el maletín al escuchar el pitido del taxi. Se despidió de ellos en la puerta, Roberto se abrazó a ella pidiéndole ir a la calle, le acarició el pelo mientras le decía que era un día muy importante y que él también estaría allí, besó a Fernando y le recordó la hora de la presentación, él se echó a reír porque nunca se olvidaría de algo así. La miró mientras se ponía el abrigo, sonrió sabiendo que estaba totalmente segura, como había estado la noche que participó en la radio; cogió a Roberto y, con el niño en brazos, abrazó a Alicia. La besó una vez más y se separó, Alicia le miró sonriendo se colocó un mechón de pelo y salió de casa con muchas ganas de que empezase la presentación. En el taxi se relajó hablando con el conductor, el resultado de las elecciones todavía daba que hablar, le miró sonriendo enfrascándose en la conversación olvidándose por un momento del libro. Fernando se echó a reír cuando su hijo hizo que reaccionase, se había quedado parado en la ventana viendo cómo arrancaba el taxi, dejó al niño en el suelo diciéndole que tenían que recoger los juguetes, Roberto se había acostumbrado a llevar los más pequeños a su habitación mientras él llevaba la caja de las piezas.
-Juar ¡Papá! Brum, brum, mueco.
-No, tenemos que recoger, toma –le dio la cuerda del coche- lleva el brum brum a la habitación.
-ecoger brum brum.
No pudo aguantar más la risa, empezó a llevar los juguetes sin dejar de reírse pero girando la mirada para ver si Roberto le seguía.
-Muy bien hijo, tenemos que recoger, hoy es un día importante ¿sabes? –sonrió al notar cómo Roberto se agarraba a sus piernas para andar a la vez que él- Vamos a ir a ver a mamá, tenemos que aplaudirla mucho ¿vale?
-¡Mamá! Plaudí.
Roberto soltó la cuerda y empezó a aplaudir, unos días antes había aprendido a hacerlo cuando se lo decían frente al espejo; Fernando dejó la caja de las piezas en una esquina de la habitación y se agachó para aplaudir a la vez que su hijo. Roberto le abrazó sin dejar de reír y hasta le hizo olvidar que tenían que recoger; terminaba sudando literalmente cada vez que terminaba de jugar y recoger con Roberto, a pesar del carácter que tenía se responsabilizaba de sus cosas, no había roto ningún juguete y guardaba todo con cuidado. Le acarició el pelo pensando que sería un gran hermano mayor, mientras su hijo volvía al salón a por uno de los muñecos del guiñol, Fernando se quedó sentado en el suelo viendo cómo salía de la habitación. Sonrió al verle regresar pero no dejaba de pensar en lo que había crecido, hacía casi un año que había nacido, ya no era un bebé pero para él seguiría siendo siempre su niño. Le besó y se levantó despacio para seguir recogiendo; cuando terminaron, Roberto fue hacia el rincón donde su padre había dejado la caja y empezó a sacar las piezas, le miró sonriendo y le cogió en brazos consiguiendo que se enfadase.
-Roberto, vamos a ponernos guapos ¿de acuerdo? –su hijo se le quedó mirando valorando lo que le decía- Tenemos que prepararnos para ir a ver a mamá, primero nos bañamos, y después nos vestimos y peinamos.
-¿Apos mamá?
-Sí, muy guapos, ya verás.
Preparó el baño sin dejar a Roberto en el suelo, sabía que si lo hacía, su hijo se iría a jugar; el niño no dejó de hablar, no sabía qué decía pero nombraba a su madre, Pelayo y Liberto. Sonrió contándole que ese día comerían con Liberto, pareció entenderlo porque se echó a reír sin dejar de llamarle; le dejó en el suelo para desnudarse, por suerte le entretuvo hablando de Liberto. Cuando se metieron en la bañera, Roberto empezó a salpicar y le pidió a su padre el coche de juguete, empezó a hacerle cosquillas para que se olvidase de su juguete favorito; Roberto tardó un rato en tranquilizarse, no dejaba de llamar a Liberto y a Alicia. Esperaba que durante la presentación no se impacientase, sabía que escuchar a su madre le haría prestar atención, cuando la escuchó por la radio apenas había hablado, pero la presentación estaría llena de gente y eso podría hacer que el niño quisiese jugar ante el alboroto. Salió de la bañera envolviéndole en la toalla, desde hacía unos días, ese momento era un juego para su hijo, Fernando sonrió al ver su tranquilidad y, después de ponerse el albornoz, le vistió despacio. Roberto señaló el espejo para que le cogiese en brazos y mirarse, ese gesto solía hacer que Alicia se echase a reír ante la coquetería de su hijo; el niño se miró fijamente en el espejo para acabar diciendo “apo” riéndose.
-Sí, estás muy guapo, el más guapo de todo París.
-¡Parí! Apo papá.
-Claro, ahora tiene que ponerse guapo papá, eso será más complicado…
Su hijo se echó a reír como si le hubiese entendido, intentar afeitarse con Roberto a su lado siempre era complicado, primero se quedaba pendiente de cada movimiento y después buscaba algo para darse en la cara y simular el jabón de afeitar. Aquel día no fue diferente y terminó riéndose ante la imaginación de su hijo.
Alicia saludó a René después de pasar unos minutos observando a todas las personas que estaban en el salón de actos, de momento sólo había un pequeño grupo de estudiantes, el resto probablemente serían profesores. Al entrar a la universidad se había sentido extraña, hacía muchos años se había imaginado estudiando en esa universidad, pero su padre había querido que estudiase en Madrid. No pudo evitar recordar la primera vez que entró a la universidad en Madrid, todo le había parecido tan gris y anodino… Sin olvidar las bromas que le habían gastado los estudiantes con los que se encontró; nada que ver con el ambiente que había visto al entrar allí, en el grupo de estudiantes que ya esperaban para la presentación, había más chicas que chicos, y todos charlaban animadamente. Olvidó esos pensamientos al saludar a René, actuó con total naturalidad al saludar al rector y a un par de profesores; uno de ellos le comentó que había conocido a su padre en el pasado, Alicia no pudo más que sonreír y sujetar con fuerza el guardapelo con la foto de sus padres. Pasó los siguientes minutos hablando con René sobre el desarrollo de la presentación, en realidad ella no había preparado nada; en la radio no le había hecho falta y confiaba en sí misma. Aparentaba estar tranquila pero el movimiento de su pierna denotaba lo contrario, a lo largo de la conversación con René se dio cuenta que soltaba palabras en español, esperaba que no sucediera lo mismo durante la conferencia. Sintió una patada mientras se quitaba el abrigo, habló con sus hijas en voz baja contándoles la importancia de ese acto, levantó la mirada a tiempo de ver regresar a René; sonrió de manera natural sin importarle que la hubiese visto hablando con sus hijas. Se mordió el labio al ver que empezaba a llegar más gente, muchos estudiantes jóvenes, pero también había personas adultas, suponía que invitadas por la editorial o la propia universidad. Al escuchar cómo uno de los profesores había recordado a su padre, había decidido que empezaría hablando de él, al fin y al cabo, le debía mucho de lo que era en ese momento, siempre le sentía cerca y, en las decisiones más importantes de su vida, sintió que él guiaba sus pasos. Sonrió al ver entrar a Antonio y Liberto, Grace no podía ir, tenía una importante reunión con un nuevo cliente del despacho; les saludó con un leve gesto de la mano, vio cómo se sentaban en la segunda fila. Liberto la miraba con admiración, ser consciente de esa mirada le hacía sentir una gran responsabilidad, tenía madera de abogado, suponía que haber pasado años junto a Mario había marcado su adolescencia. A veces notaba cierta culpabilidad en Antonio, la vocación por el Derecho era parte de su vida con Mario, una vida de la que él era responsable; miró confundida a René cuando le preguntó algo sobre el libro. Sacudió la cabeza sonriendo y se centró en la conversación, René parecía mucho más nervioso que ella.
Fernando terminó de ponerse el abrigo mirando el reloj, había tardado poco en vestirse pero sentar a Roberto en la silla le llevó su tiempo; en ese momento no llovía, cogió un paraguas mientras decidía ir andando, no merecía la pena coger el coche para unos minutos. Le dio un muñeco de guiñol a Roberto, el niño suspiró mirando a su padre, se mordió el labio para evitar reírse por ese gesto, se parecía demasiado a Alicia; le arropó intentando convencerle del frío que hacía fuera y terminó de preparar la bolsa en la que llevaba todo lo que necesitaría su hijo para pasar tantas horas fuera. Saludó al portero y suspiró al escuchar a su hijo saludarle en francés, ya era una costumbre aunque habían conseguido que en casa les hablase en español; no quería que su hijo se sintiese francés, o al menos no sólo francés… Ellos volverían y sabía lo que le había costado a Alicia aceptar que ella tenía que volver a España, claro que cuando ella regresó, la dictadura estaba empezando a asentarse; ellos no volverían hasta que el país fuese libre. No dejaban de hablarle de España y Madrid, el libro de dibujos sobre España era el preferido de su hijo y parecía entenderlo porque siempre que se le enseñaban llamaba a Pelayo; por eso quería que hablase los dos idiomas pero sin olvidar que ellos eran españoles. Se rascó el pelo pensando que su hijo era todavía pequeño para esas preocupaciones y se echó a reír cuando Roberto saludó a la hija de su vecina, estuvo unos minutos hablando con ella mientras su hijo parecía estar conquistando a la niña. Al salir del portal bromeó con su hijo sobre ello, él pensaba que lo entendía todo así que siempre sonreía ante las respuestas de su hijo aunque no tuviesen mucho que ver con lo que le había dicho. Roberto iba tranquilo con su muñeco pero no dejaba de preguntar por su madre, Fernando le respondió que en unos minutos estarían con ella; estaba deseando escucharla, ver cómo hablaba ante tantas personas y cómo defendía ese libro por el que tanto había trabajado. Cuando entró en el salón de actos suspiró, había un gran alboroto, muchos grupos de estudiantes comentaban entre ellos e intentaban hacerse oír por encima de los demás. Miró preocupado a Roberto pero el niño estaba encantado entre tanto ruido; tuvo que guardar el muñeco en la bolsa al ver que su hijo lo dejaba de lado alzando los brazos para que le cogiese. Alicia había mirado el reloj bastantes veces en los últimos minutos, deseaba poder ver a Fernando y Roberto en el auditorio, estaba segura que su hijo se portaría bien, además cuando le hablaban en francés se quedaba mucho más concentrado. Miró hacia el escenario y sonrió al ver a una Alicia totalmente integrada en ese ambiente, Alicia levantó la vista instintivamente y respiró tranquila al ver la figura de su marido entrar con el niño en brazos, volvió a centrarse en uno de los profesores que le había preguntado por su experiencia estudiando en Madrid. Fernando dejó la silla en uno de los laterales, cogió la bolsa y a Roberto en brazos, el niño se quejó para que le dejase en el suelo pero tuvo que resignarse a ir en brazos. Se sentaron junto a Antonio y Liberto, Roberto les saludó sonriendo y sin dejar de mover los brazos, dejó que Liberto le cogiese, hacía días que no se veían y su hijo le echaba de menos. Saludó a Antonio preguntándole por Grace, sabía que las gestiones para la adopción se estaban alargando más de lo que les gustaría; sacó la cámara de video sin atreverse a pedirle a Antonio que grabase. Se echó a reír cuando el propio Antonio le propuso grabar él para que pudiese disfrutar de la presentación. El rector pidió silencio, Alicia se puso derecha mientras miraba a su marido y su hijo, sonrió ante la tranquilidad que sentía, sabía lo que quería decir sobre su libro y, más importante todavía, sobre todas las personas que aparecían en él. Pensó en Inés y lo que le gustaría que estuviese entre el público; Roberto no dejaba de reírse a pesar de que Liberto intentaba hacer que se calmase, sólo lo consiguió cuando Alicia saludó por el micrófono. Alicia sonrió al escuchar de fondo un “mamá” que provenía de su hijo, le miró sonriendo y Roberto se quedó callado para prestar toda su atención; Fernando sonrió y miró un segundo a su hijo, estaba muy serio mirando a su madre, volvió a mirar a Alicia en el momento en que empezaba a hablar de su padre. Empezó hablando de las dificultades a las que hizo frente su padre al tener que empezar de cero en París, pronto habló de su pasión por el Derecho, de todo lo que había luchado para que ella pudiese estudiar. Respiró hondo y empezó a hablar de Pelayo y de Carmen, de las historias que conocía de la República, lo que avanzó la sociedad en derechos, el cambio en la justicia en esos años… Fernando la escuchaba sin dejar de sonreír, estaba seguro que si hubiese nacido unos años antes, habría logrado convencer a muchas personas hablando en los mítines, miró un segundo alrededor para darse cuenta que todo el público la escuchaba en silencio. No podía sentirse más orgulloso de Alicia, siempre se había sentido orgulloso de ella, pero en esos momentos brillaba con más luz y ver a Roberto hipnotizado le confirmaba que tenía razón. Alicia miró a Fernando cuando empezó a hablar de los juicios sumarísimos tras la guerra y los fusilamientos, incluso habló de Julián Grimau y la campaña que algunos juristas estaban empezando. Se sentía segura hablando, hubo un momento en que se quedó en silencio pensando lo injusto que era no poder hablar así en España, en su universidad… Sonrió y siguió hablando de muchos casos, de la guerra y la posguerra, de los abusos de poder en las detenciones; Roberto quiso volver a los brazos de su padre, le abrazó y siguió prestando atención a su madre, sólo había vuelto a hablar al escuchar a su madre nombrar a Pelayo, el resto del tiempo la escuchaba en silencio. Alicia dio paso a las preguntas, había hablado de todo lo que quería hablar y de todas las personas importantes que aparecían en su libro, respondió a todas las preguntas con la misma naturalidad con la que había hablado. Se sintió muy cómoda ante la curiosidad de los estudiantes, podría haber seguido hablando horas y horas, pero la mirada de René le hizo comprender que tenía que ir despidiéndose. Antes de despedirse insistió en que en España era imposible publicar ese libro y hacer esa presentación; por último, dio las gracias a todos por acudir, a René y los profesores por permitirle hablar ese día y a todas las personas que habían colaborado en su libro. Los estudiantes se levantaron aplaudiendo, Roberto empezó a aplaudir sin dejar de mirar a su madre, Fernando se levantó con el niño en brazos, no podía aplaudir, pero su mirada lo decía todo. Sólo en ese momento se puso nerviosa, agradecía los aplausos pero se estaba emocionando y no le gustaba dejarse llevar ante tantas personas; sonrió una última vez deseando llegar hasta su familia y sus amigos para devolverles, de alguna forma, el apoyo incondicional que siempre recibía.
Roberto fue el primero que recibió a su madre, todavía en brazos de Fernando alargó sus brazos en cuanto la vio llegar a donde estaban, Alicia se emocionó ante el abrazo que le dio su hijo, le besó mirando a Fernando. Se mordió el labio al ver la mirada de su marido, por un segundo habían dejado de existir todas las personas que estaban alrededor, Fernando tragó saliva y la abrazó teniendo cuidado con Roberto. Sólo al separarse fueron conscientes de dónde estaban, Alicia se frotó los ojos y abrazó a Antonio y Liberto intentando controlar la emoción, miró sorprendida a René cuando se acercó, se había olvidado de él. Hizo las presentaciones y no pudo evitar reírse en voz baja cuando Fernando le dio la mano, fue un gesto que pasó inadvertido para el resto, pero se habían mirado divertidos después de tantas bromas con respecto a René. Fernando la miró moviendo la cabeza sin dejar de sonreír, en otro momento podría haber estado celoso de ese hombre, no podía negar que tenía cierto atractivo y que, además, tenía magnetismo, pero en ese momento sólo se divertía por la situación y las miradas con Alicia. Antonio miró de forma culpable a Liberto cuando éste le preguntó a Alicia por algunas cosas que había dicho sobre el libro, en ese momento fue consciente que evitaba hablar con su hijo de esos temas y no era justo, decidió que esa noche hablaría con él de todo lo que habían evitado en los meses que llevaban juntos en París. Algunos estudiantes se acercaron a Alicia, Fernando cogió a Roberto en brazos, que protestó al alejarse de su madre pero pronto se calmó, y Alicia sonrió mientras les contestaba a algunas dudas. Liberto se quedó mirándola sin poder apartar la vista y Fernando sonreía como un bobo al ver cómo su mujer se metía en el bolsillo a esos chicos y chicas que parecían mirarla como si no existiese nadie más. Alicia se sentía totalmente arropada por su familia y sus amigos, podía escuchar a su hijo llamarla mientras hablaba con aquellos estudiantes, también la figura de Fernando en un segundo plano y totalmente pendiente de ella. El salón se fue vaciando poco a poco, Alicia se despidió de los estudiantes con la misma sonrisa que les había recibido, evitó que Fernando viese su gesto de cansancio, estaba segura que si la hubiese visto resoplar se hubiese empeñado en volver a casa y dejar la comida con sus amigos para otro día. Le besó mientras le preguntaba si habían venido en coche, Fernando recordó la silla y fue a buscarla, Alicia se echó a reír cuando le contó que al salir de casa habían visto a la vecina y Roberto había intentado conquistar a su hija; René se despidió de ellos y quedó con Alicia en llamarla para confirmarle la fecha de publicación. Cuando salieron, Antonio les recordó la comida, Alicia propuso ir a buscar a Grace al despacho, Fernando suspiró mirándola, la casa de sus amigos quedaba lejos de allí y si encima iban al despacho, pasarían un buen rato andando. Alicia notó el cambio de su mirada, había pasado de la total admiración al verla tratar con los alumnos, a la preocupación al pensar en que tuviesen que caminar hasta el despacho. Liberto, al ver las dudas de Fernando propuso ir a por el coche, Alicia le abrazó riéndose, había reconducido la situación evitando que tuviese que recordarle a Fernando que estaba embarazada y no impedida. Liberto cogió a Roberto en brazos y empezó a hablarle de la tarde que pasarían jugando, Fernando abrazó a Alicia cogiendo la silla de su hijo y Antonio les siguió divertido, se había dado cuenta de las miradas entre Alicia y Fernando. Tardaron poco en llegar a su calle, Fernando no dejaba de sonreír ante las risas de su hijo en brazos de Liberto, miraba a Alicia de reojo esperando no agobiarla pero sin dejar de estar pendiente de ella. Alicia hablaba animadamente con Antonio sobre las navidades, quedaba un mes pero ya estaba empezando a planearlo, y el cumpleaños de Roberto, Fernando no pudo evitar reírse ante el entusiasmo de su mujer. Abrió el coche dejando que Liberto entrase en el asiento de atrás con su hijo, Alicia esperó a que Antonio entrase también en el coche para acercase a él. Le miró seria pero no era el momento de hablar de ello, le besó mientras le decía que dejase de preocuparse por todo, Fernando se rascó el pelo algo avergonzado y metió la silla en el maletero. Ayudó a Alicia a entrar al coche y hasta que no se acomodó en el asiento del copiloto no cerró la puerta; cuando él entró al coche, Roberto empezó a hablar sin descanso, todos se quedaron en silencio hasta que terminó su discurso y se echó a reír. Fernando arrancó mientras bromeaba diciendo que hasta en eso se parecía a su madre, era capaz de hacer que guardasen silencio para no perderse nada de lo que decía, Alicia le acarició el pelo sonriendo y se echó a reír. Tardaron unos minutos en llegar al despacho, Alicia dejó que fuese Antonio el que subiese a buscar a Grace, tenía que reconocer que estaba cansada y el hecho de subir escaleras se le antojaba muy pesado, aunque evitó decirlo en voz alta. Fernando aprovechó para preguntarle a Liberto por su amiga, Alicia sonrió al escuchar la naturalidad con la que le contestaba. Sonrió al ver a Grace y salió del coche para saludarla, su amiga le preguntó por la presentación y ella se echó a reír mientras le contaba todos los detalles a la vez que entraban en el coche. Fernando sonrió mientras las escuchaba a las dos, una preguntando y otra contestando, se interrumpían constantemente y sólo Roberto pudo hacer que dejasen de hablar para atenderle, Antonio miró por el retrovisor y sonrió al ver la mirada divertida de Fernando. Pocas veces los viajes en coche eran tan ruidosos, Fernando no pudo evitar echarse a reír ante la algarabía del coche, su vida había sido tan silenciosa durante años que ahora le sorprendía disfrutar de las conversaciones cruzadas, las risas y gritos de su hijo. Miró a Alicia que, por un momento, permaneció callada, estaba seguro que pensaba en su padre y decidió respetar ese silencio. Acarició la rodilla de su mujer mientras buscaba sitio para aparcar. Al salir del coche fue imposible que Roberto se separase de Liberto, Fernando les miró divertido y decidió dejar la silla en el maletero; ayudó a Alicia a salir del coche y a subir las pocas escaleras del portal, ella le miró y sonrió, los dos sabían que estaba cansada pero ninguno estaba dispuesto a decirlo. En cuanto entró a casa de sus amigos, se sentó en el sofá, evitó quitarse los zapatos pero Grace lo notó y le ofreció unas zapatillas de estar en casa, Fernando la miró sonriendo pero evitó, nuevamente, decir algo. Alicia agradeció sentarse, los tacones empezaban a molestarle, después de relatarle a su amiga toda la conferencia, adornada por un Roberto que repetía la última palabra de cada frase, pensó en lo importante que era aquel día y cómo no había vuelto a tener sensación de soledad desde que estaba con Fernando. Él pareció leerle la mente y le dedicó una de esas miradas privadas que tan sólo Antonio parecía entender. Roberto recibió un nuevo juguete de parte de Liberto, empezó a jugar sin dejar de reír, Alicia le miró emocionada y miró a Fernando sabiendo que estaban pensando lo mismo, su hijo nunca sabría lo que era crecer solo. Grace se sentó junto a Alicia después de preparar un té para que le contase todos los detalles de la presentación, Fernando y Antonio se echaron a reír y fueron a la cocina a preparar la comida. Fernando aprovechó para comentar sobre Grimau y la comisión de juristas que preparaban un informe sobre el régimen, Antonio había empezado a recibir a algunos miembros del Partido pero intentaba no implicarse mucho. Hablar con Antonio sobre el Partido siempre le hacía pensar en Andrea, decidió no ignorar ese recuerdo y hablar sobre algunos momentos divertidos con ella, no quería olvidarla y sabía que Antonio tampoco. Sonrió cuando Antonio se sentó a fumar un cigarro mientras él terminaba de preparar el puré para su hijo, que su amigo le preguntase por Roberto le hacía olvidar cualquier otro tema, Antonio escuchó divertido las últimas aventuras del niño sin dejar de pensar en la diferencia que veía en Fernando al hablar del Partido y al hablar de su hijo. Habían tardado, pero los dos se merecían apostar por su vida, ser felices intentando ayudar pero sin implicarse demasiado, habían luchado muchos años y habían perdido demasiado. Desde el salón llegaban las voces de Alicia y Grace y las risas de Roberto, sonrieron cuando Alicia preguntó si necesitaban tanto tiempo para preparar la comida; Fernando había encendido un cigarro justo antes de oírla, le apagó y fue al salón a tiempo de ver cómo Grace terminaba de poner la mesa. Se sentó junto a Alicia y la besó, miró a Roberto suspirando, cuando estaba con Liberto parecía no necesitar a nadie más; pensó en darle un masaje a Alicia pero la comida ya estaba lista. La ayudó a levantarse y se echó a reír ante la sonrisa resignada de su mujer, sabía que antes de que acabase ese día volverían a tener una conversación sobre su excesiva preocupación. Liberto se encargó de dar el puré a Roberto, el niño pedía la atención de sus padres pero se negó a que ellos le diesen de comer, Fernando empezó a comer pero sin dejar de estar atento a que Alicia comiese también. Durante la comida, Grace les dio una buena noticia, Emile había hablado con un par de personas que conocía y en una semana tendrían la primera entrevista para la adopción, Alicia la felicitó y se mordió el labio al ver la mirada entre ella y Antonio. Fernando sonrió y empezó a jugar con el pelo de su mujer, sabía que tanto Antonio como Grace estaban deseando ser padres y parecía que, aunque tardarían, lo iban a conseguir. Se echó a reír cuando Roberto le llamó para echar la siesta, Alicia les miró sonriendo, Liberto ofreció su cama para que Roberto durmiese un rato, Fernando fue a la habitación pensando que era la primera vez que su hijo dormiría solo en una cama. Se rascó el pelo mientras su hijo se acomodaba, esperaba que la sobremesa no se alargase porque no podría estar tranquilo pensando que su hijo estaba en la cama. Se sentó junto a él y empezó a hablarle de las navidades, le habló de los Reyes Magos, las uvas, las cenas… En los últimos días, Roberto sólo se quedaba dormido por la tarde si Fernando estaba con él y le hablaba hasta que el sueño le vencía; sonrió al notar que se había quedado dormido, le arropó intentando que se quedase en el lado de la cama pegado a la pared. Acarició el pelo de su hijo antes de dejarlo solo en la cama, regresó al salón y apuró una copa no sin antes brindar por Alicia. Al salir había dejado la puerta entreabierta, Alicia sabía qué pasaba por su cabeza y trató de que dejase de pensar en ello hablando de la cuna, ya estaba casi terminada, a ella le gustaba tanto como le gustó la cuna de Roberto. Fernando le quitó importancia y afirmó que lo importante era que fuese segura y cómoda para sus niñas, Antonio le miraba sin dejar de sonreír, había cambiado pero seguía siendo igual en no darse ninguna importancia en lo que hacía. Alicia disfrutó del postre mientras Grace le ponía al día sobre las novedades de ese día en el despacho, siempre que no iba echaba de menos la actividad del despacho, a sus compañeros y las conversaciones. Fernando se levantó a recoger ante el suspiro de su mujer y la sonrisa cómplice de Antonio, esa vez fue Grace quien le siguió a la cocina. Antes de volver a por más cosas, Fernando se asomó para ver a su hijo, seguía dormido y apenas se había movido; volvió a la cocina sonriendo ante las bromas de Grace. Fernando fregó mientras Grace iba secando, sonrió al oír las risas de Alicia ante alguna broma de Antonio, miró a Grace pensando si le molestaría tanta confianza entre ellos, pero al segundo se quitó esa idea de la cabeza. Aceptó tomar un café al ver a Alicia acomodada en el sofá, le dio igual que estuviesen Antonio y Grace, le dio un masaje en los pies y sonrió cuando Alicia no puso impedimento. Estaba seguro que pasar tantas horas de pie en la presentación le había pasado factura; por suerte, sus amigos actuaron con normalidad y siguieron conversando tranquilamente. Liberto les preguntó si podía ir con ellos a casa, quería que Alicia le prestase un libro, Fernando sonrió aliviado, llevaba un rato pensando cómo irían los tres en el coche si Roberto iba dormido y Alicia no podía llevarle en brazos. Se acomodó en el sofá cuando terminó de darle el masaje a su mujer, encendió un cigarro y miró a Alicia torciendo el gesto porque no se había acordado de no fumar delante de ella, Alicia le quitó importancia pero Fernando lo apagó inmediatamente; dejó que Alicia se apoyase en él mientras se tomaba el café. Liberto sorprendió a todos cuando contó que después de las navidades viajaría a España a pasar dos semanas con su amiga, Antonio encendió un cigarro sin atreverse a mirar a su hijo mientras Fernando le miró y tragó saliva; a Liberto no le pasaría nada por viajar a España, pero ese viaje les haría recordar que ellos no podían viajar a España sin peligro. Por suerte, Alicia intervino recomendándole algunos lugares de Madrid y, sobre todo, el Asturiano; Fernando se echó a reír cuando Alicia recordó que ella conocía muchos lugares de Madrid por su trabajo de guía para Numancia Films, no podía dejar de pensar en Delmas intentando coquetear con ella. Grace se entusiasmó ante la idea de trabajar en el cine, Alicia empezó a darle detalles mientras Fernando sonreía recordando algunos de los quebraderos de cabeza que había tenido con Delmas, Vicedo y Jacqueline.
Al terminar el café, Fernando miró el reloj y a Alicia, ella sonrió empezando a incorporarse y evitando un bostezo, si era sincera, tenía ganas de llegar a casa y poder echar una siesta junto a su hijo, sabía que Fernando aprovecharía para terminar la cuna. Fernando la ayudó a ponerse el abrigo y dejó que Liberto cogiese a Roberto, se despidieron de Grace y Antonio con un abrazo y Alicia les recordó que tenían que planear las navidades. Ayudó a Liberto a acomodarse en el coche, sonrió cuando Roberto torció el gesto al sentir que le arropaban; al entrar al coche, Alicia se acomodó en el asiento intentando no quedarse dormida, estaba muy cansada pero feliz y satisfecha. Fernando acarició su mejilla antes de arrancar, no pudo evitar sonreír ante la diferencia de ambiente en el coche del momento en que habían ido hacia casa de Antonio, ahora Alicia sonreía pero estaba en silencio mientras que Roberto emitía suaves ruidos al respirar.
Cuando aparcó delante del portal, Alicia se había quedado dormida mientras que Liberto seguía pendiente de un Roberto que dormía en sus brazos; ayudó a Liberto a salir del coche y fue a abrir el portal y la puerta de casa inmediatamente, no quería que su hijo pudiese coger frío. Al regresar al coche estuvo a punto de echarse a reír, Alicia se había acomodado en el asiento dormida, se agachó y la acarició suavemente la mejilla, Alicia torció el gesto y le dio un suave manotazo.
-Alicia… Hemos llegado a casa, estarás mejor en la cama.
Se removió estirándose y Fernando se echó a reír, le besó suavemente antes de mirar hacia el asiento trasero.
-Ya han entrado en casa, Roberto estaba dormido y no quería que cogiese frío…
Alicia se agarró a su cuello incorporándose, Fernando siguió riéndose y sólo se separó para sacar la silla del maletero; cerró el coche ante la mirada impaciente de Alicia que quería entrar ya en casa. Al entrar, dejó que Alicia se sentase en el sofá después de ver cómo dejaba los zapatos casi a la entrada de casa, se agachó a recogerlos mientras miraba dónde estaba Liberto; había metido a su hijo en la cuna y le estaba arropando. Se acercó a la habitación y le dio las gracias, Liberto le miró divertido y tuvo que reírse cuando le dijo que dejase de darle las gracias por atender al niño. Fernando dejó que cogiese los libros que necesitase y volvió al salón a tiempo de ver cómo Alicia abría el maletín, suspiró pensando que tenía que dormir, Alicia se echó a reír mientras le decía que no iba a trabajar. Cuando Liberto llegó al salón con un par de libros, Alicia se levantó ofreciéndole su libro, Liberto la miró sorprendido pero no dudó en cogerle, tenía muchas ganas de leerle y le agradeció no tener que esperar a que se publicase. Se despidió de él con un abrazo ante la atenta mirada de Fernando, al quedarse solos, Fernando le propuso que se diera un baño, Alicia se echó a reír cuando se adelantó para que ella no lo preparase. Fue a la habitación de Roberto y se sentó en la mecedora sin dejar de mirarle, en menos de un mes cumpliría un año y se le había pasado volando; sonrió al ver cómo el niño se daba la vuelta y quedaba mirando hacia ella. Se levantó y se agachó torpemente hasta quedar a la altura de la cara de su hijo, le transmitía mucha paz verle dormir, siempre pensaba en el contraste al verle derrochar tanta energía cuando jugaba o lloraba. Fernando se tomó su tiempo para preparar el baño, estaba seguro que le vendría bien relajarse después de la mañana tan ajetreada que había tenido, comprobó que el agua no estuviese fría pero tampoco muy caliente, echó las sales, cerró la ventana y la cortina y dejó sólo una de las luces del espejo encendida. Al verla agachada junto a la cuna de apresuró para ayudarla a incorporarse, se mordió el labio evitando decirle que no podía agacharse así; Alicia le miró y sonrió débilmente, sabía lo que le costaba no decir todo lo que pasaba por su cabeza. Se abrazó a él mientras salían de la habitación, empezó a besarle antes de llegar al baño pero Fernando se resistió recordándole que el agua se enfriaba; le miró sonriendo y empezó a desnudarse lentamente. Fernando la ayudó a entrar a la bañera y la besó suavemente antes de incorporarse.
-¿Pero tú no entras?
-No, voy a aprovechar para escribir un rato, si quieres puedo poner música, pero relájate y disfruta del baño.
Alicia sonrió y cerró los ojos, pudo escuchar cómo Fernando llegaba al salón y ponía la radio a medio volumen, se acarició la tripa y empezó a tararear la canción que estaban poniendo en la radio, no se la sabía pero estaba tan feliz que era incapaz de dejar de tararear como si fuese su canción preferida. Agradeció el agua caliente, notaba cómo los músculos se iban relajando, perdió la noción del tiempo pero estaba segura que Fernando aparecería antes de que se durmiese. Fernando se frotó el cuello y cogió la documentación que le había enviado el abogado de Grimau, se rascó el pelo pensando que muchos términos le sonaban a chino por mucho que se los hubiese oído decir a Alicia mil veces. Suspiró y empezó a escribir con ganas de terminar el artículo, quería llamar cuando antes a la redacción y poder disfrutar el resto del día con su mujer y su hijo. Miró el reloj para estar atento del tiempo que pasaba Alicia en la bañera, no quería que se quedase dormida y el agua se enfriase, sonrió al oírla tararear la canción, bajó un poco el volumen para escribir escuchándola. Alicia se aguantó la risa al oír que Fernando bajaba la radio, sonrió sin dejar de canturrear pero poco a poco se fue relajando tanto que sólo podía sonreír y acariciarse la tripa recordando todos detalles de aquella mañana. Fernando había mirado varias veces el reloj mientras escribía, había dejado de escuchar a Alicia y no podía dejar de estar pendiente; se estiró en la silla al acabar el artículo mientras volvía a mirar el reloj y se levantó. Pasó antes por la habitación de su hijo, seguía dormido, sonrió al verle torcer el gesto de dormido, le acarició suavemente la mejilla y fue al baño. Alicia abrió los ojos al sentirle entrar, no había llegado a quedarse dormida pero le había sentado muy bien el baño; sonrió cuando Fernando cogió la toalla antes de que ella se levantase. La ayudó a levantarse y la envolvió en la toalla con el mayor de los cuidados, Alicia se dejó mimar y se echó a reír al ver que le había mojado; Fernando la acompañó hasta la habitación, y la ayudó a ponerse el pijama. Alicia sonrió y volvió a besarle pero reconoció que estaba cansada, se tumbó en la cama sin dejar de mirarle; le gustaría dormir la siesta con Roberto, pero no quería despertarle.
-Fernando, tú también deberías echar la siesta, apenas hemos dormido anoche…
-No te preocupes por mí, -se sentó junto a ella y dejó que se acomodase- tienes que descansar.
Empezó a acariciarle el pelo mientras le contaba lo que había sentido esa mañana al verla hablar tan segura de sí misma, hablaba despacio y en voz baja, sonrió al notar que se había quedado dormida. Acarició la tripa y la besó la frente mientras la arropaba, bajó la persiana y se quedó unos segundos en la puerta viéndola dormir; salió de la habitación estirando el cuello, fue bajándose las mangas de la camisa y decidió terminar antes de que Roberto se levantase, llamó a la redacción, saludó a su jefe intentando sonar relajado. Sabía que los últimos días había mucho trabajo en la redacción, la falta de Pierre y que él trabajase en casa se notaba en la carga de trabajo que tenían los demás; pero si era sincero, ni por un segundo había pensado decirle a Antoine que volvería antes de tiempo. No pensaba dejar sola a Alicia con Roberto todo el día, hasta que no regresasen Diane y Pierre, él no volvería a la redacción; dictó el artículo y tuvo que aguantar la risa ante los resoplidos de su jefe, el tema de Grimau siempre le hacía ser más incisivo que en otros asuntos, no rebajaba ninguno de sus argumentos y parecía que a Antoine le divertía pero a la vez pensaba si estaba yendo demasiado lejos. Antes de colgar, su jefe le recordó que al día siguiente tenía que escribir dos artículos, se despidió de él entre risas y suspiró al colgar; decidió terminar la cuna de sus hijas. Le quedaba muy poco aunque estaba tomándose su tiempo, quería que fuese perfecta sobre todo en cuanto a la seguridad; trasladó todo al salón y se concentró en la cuna. Cuando estaba con el mimbre y la madera se le pasaba el tiempo volando, no dejaba de pensar en cómo serían sus niñas, a veces no podía evitar preocuparse por cómo se las arreglarían cuando naciesen, Roberto cada vez era más independiente pero, justamente por eso, necesitaba más atención, si se despistaban echaba a correr y era difícil seguirle el ritmo. Los primeros meses, sus hijas necesitarían atención casi constante y no sabía si Diane podría arreglárselas, no se había atrevido a proponérselo a Alicia, pero llevaba unos días pensando que quizás cuando naciesen debería hablar con Antoine para ver si podía trabajar regularmente desde casa. Encendió un cigarro y se sentó a fumarlo sin dejar de pensar en ello, sabía que se preocupaba en exceso, pero era algo que no podía evitar aunque sí estaba controlando compartirlo con Alicia. Sonrió al escuchar a Roberto llamar a su madre, apagó el cigarro y miró el reloj, todavía era pronto para empezar a preparar la cena; al entrar en la habitación de su hijo, le vio de pie en la cuna, movió la cabeza mientras le cogía en brazos.
-Roberto, no puedes ponerte de pie en la cuna, puedes caerte, tenemos que tener cuidado…
Sonrió dejando a un lado la preocupación cuando su hijo, como respuesta, le dio un abrazo, nunca podría explicar lo que sentía al recibir un abrazo de Roberto, suspiró esperando que en el futuro no se ablandase tan fácilmente. Escuchó la charla del niño sin dejar de sonreír, sólo cuando hacía una pausa le contestaba aunque no estaba seguro de haberle entendido del todo, lo que sí entendió fue el nombre de Liberto.
-Hijo, Liberto ha tenido que irse, tenía que estudiar.
-¿Etudia?
-Sí, -se echó a reír, le encantaba cuando repetía las últimas palabras- tiene que estudiar porque quiere ser como mamá.
-¡Mamá!
Roberto señaló la habitación al nombrar a su madre, Fernando se echó a reír mientras le explicaba que su madre estaba durmiendo porque estaba cansada; dejó a Roberto sobre la manta y dejó a su lado la caja con las piezas, se sentó a jugar con él un rato. Las risas de Roberto inundaban el salón y pensó que despertaría a Alicia, empezó a hablarle en voz baja para que el niño le imitase, cada vez que conseguía meter una pieza en el sitio correcto, Fernando le miraba sin dejar de sonreír. Cuando quiso darse cuenta, había pasado bastante tiempo desde que se sentó a jugar con él, movió la cabeza divertido mientras le decía que tenía que hacer la cuna. Roberto le siguió con la mirada llamándole pero se conformó con que su padre contestase a sus frases, trabajar en la cuna para sus hijas mientras Roberto le hablaba le hacía sentir muy feliz.
-¿Emanas cuna? Mamá, tripa.
Durante unos segundos fue incapaz de moverse, Roberto insistió preguntándole de nuevo lo mismo, sólo entonces dejó la cuna para abrazar y besar a su hijo riendo.
-Muy bien Roberto, las hermanas están en la tripa de mamá y ésa será su cuna.
Escuchar la voz de su hijo siempre le hacía sonreír, cada día descubría algo nuevo de la vida y ellos con él, tenía la sensación de estar viviendo otra vida pero, esta vez, a través de los ojos de Roberto. Se echó a reír cuando su hijo protestó después de un rato abrazándole, le dejó de nuevo en la manta para terminar la cuna, quería que cuando Alicia se despertase la encontrase terminada por fin.
Alicia se estiró dándose la vuelta, tenía la sensación de haber dormido un día entero y lo necesitaba, miró el reloj para darse cuenta que no era muy tarde aunque sí había dormido algunas horas. Del salón llegaban los susurros de Fernando y las frases de un Roberto que intentaba hablar en voz baja pero no podía; sonrió mientras se incorporaba despacio, se puso la bata al sentir el frío que hacía. Se levantó con la sensación de haber dormido muchas más horas, Fernando había bajado un poco la persiana y apenas se oían sonidos en casa. Cuando apareció en el salón, no pudo nada más que disfrutar de la conexión entre padre e hijo, Fernando estaba sentado en la manta jugando con Roberto. Se mordió el labio al ver la cuna, estaba a punto de echarse a llorar de felicidad, por suerte, una de las bromas de Fernando, que su hijo respaldó con una carcajada, contuvo ese llanto.
Fernando levantó la vista y se echó a reír, estaba totalmente despeinada y relajada, día a día la veía más guapa, dejó que se sentase en la manta no sin antes poner unos cuantos cojines para que estuviese cómoda; la besó mientras Roberto empezaba a hablar con ella. En las pausas que hacía su hijo para decidir dónde iban las piezas que cogía, le explicó la frase de Roberto sobre sus hermanas, Alicia se emocionó y empezó a besar a su hijo, él protestó intentando concentrarse en la caja de juegos.
-Fernando, la cuna es preciosa –le miró sonriendo- la mejor que podrían tener nuestras hijas…
Fernando se rascó el pelo y se levantó para acercarla, podía imaginarse a dos niñitas diminutas durmiendo juntas; Alicia se incorporó para admirar de cerca la pequeña cuna, pasó sus manos por el mimbre y los almohadones, estaba lista para usarse. Abrazó a Fernando diciéndole lo feliz que era, al separarse le miró divertida, había conseguido hacerle olvidar que tenían una conversación pendiente; Roberto reclamó la atención de su madre y le dio una de las piezas de su juego. Por un momento, Fernando se olvidó de todo, de recoger el salón, de que tenía que preparar la cena… Simplemente disfrutó de las risas de su mujer y su hijo, no necesitaba nada más para ser feliz.
Fernando se echó a reír cuando fue Roberto quien preguntó por la cena, miró el reloj y sonrió pensando que estando con ellos se olvidaba de su preocupación y de todo; Alicia le miró divertida y evitó decirle que ella también tenía hambre. Se levantó despacio y suspiró al mirar el salón, se mezclaban los juguetes de Roberto con la madera y el mimbre que había sobrado de la cuna; tendría que recoger después de cenar, sonrió cuando Alicia dijo que podía recoger ella.
-No, después recogemos Roberto y yo ¿verdad?
-Ecoemos ¿veda?
-Buen chico –se agachó para besarle, se echó a reír y miró a Alicia- puedes poner la mesa y así no tardamos tanto en cenar…
Alicia le miró resignada sin dejar de sonreír, se agarró a su mano para incorporarse, Roberto les sorprendió a los dos cogiendo algunos de sus juguetes para llevarlos a la habitación. Fernando frenó su impulso de ir tras él, besó a Alicia diciéndole que no se agachase y fue a la cocina; Alicia sonrió viendo cómo se alejaba, sabía lo difícil que era para él no controlar todo, pero Roberto tenía que hacer las cosas por sí solo. Cuando su hijo regresó, le dio la cuerda del coche para que lo llevase, Roberto sonrió cogiéndolo y se encaminó nuevamente a la habitación pero, antes de llegar, se giró para mirarla.
-Asias mamá.
Alicia se echó a reír, su hijo les sorprendía todos los días, se sentó en el sofá sin dejar de mirar cómo volvía a por más juguetes; siempre se quedaba emocionada mirando a su hijo, no sólo aprendía rápido también asumía las responsabilidades con naturalidad y riéndose. Ella estaba deseando sentarse en el sofá y descansar un poco pero verle llevar los juguetes le maravillaba, sonrió cuando vio que Roberto quería arrastrar la caja de las piezas.
-Cariño, ¿por qué no dejamos que eso lo recoja papá? Ven –alargó la mano y sonrió cuando su hijo la agarró suspirando exactamente igual que Fernando cuando la daba por imposible- vamos a sentarnos juntos un rato.
Le cogió para que se sentase en el sofá y empezó a hablarle de sus hermanas mientras le hacía cosquillas, Fernando escuchaba la conversación y las risas mientras empezaba a preparar la cena. Recordó a la niña de la vecina, le encantaba ver a Roberto con otros niños, además creía que era bueno para él y también de cara al nacimiento de las niñas; pensaba proponerle a Alicia que volviesen a invitarla a merendar. Le encantaría salir al parque, disfrutar los tres juntos y ver cómo Roberto jugaba con más niños, pero el tiempo no iba a mejorar próximamente así que tendría que conformarse con salir al patio en los momentos en que no llovía. Se concentró en la cena, después de prepararla para ellos, hizo la de su hijo, le gustaba preparar nuevos alimentos para Roberto y ver cómo descubría el sabor; echaba de menos darle de comer, cada vez adquiría más independencia y se enfadaba si le atendía constantemente. Preparó un poco de arroz, sonrió porque consultaban más esas cosas con Diane que con el propio pediatra; siguió la receta de su amiga esperando que le gustase al niño. Alicia se levantó despacio para poner la mesa, Roberto se empeñó en ir detrás de ella, le dio las servilletas pidiéndole que las llevase a la mesa. Se echó a reír cuando vio que se sentaba en la manta y desenrollaba las servilletas para ponerse a jugar con ellas; se acercó a él riéndose pero se puso seria intentando inclinarse sin agacharse.
-Roberto, no podemos jugar con las servilletas, ¿me las das?
-Evilletas das, mamá.
La seriedad dejó pasó a una sonrisa cuando su hijo se levantó para dárselas, se agachó como pudo para besarle diciéndole lo listo que era. Se incorporó esperando que Fernando no la hubiese visto agachada, terminó de poner la mesa mientras Roberto la miraba desde la manta. Fernando torció el gesto al ver el plato de arroz, Roberto no podría comerlo con la mano, decidió dejarle la cuchara especial que habían comprado para él; al llegar al salón sonrió porque Alicia todavía estaba poniendo la mesa.
-Claro, habéis jugado tanto que no te ha dado tiempo…
-Y eso que Roberto me ha ayudado ¿verdad? –su hijo asintió con la cabeza y los dos sonrieron- Aunque también quiso jugar con las servilletas…
Fernando se echó a reír y la besó, cogió en brazos a Roberto para sentarle en la trona, el niño se revolvió en sus brazos y empezó a llorar cuando le sentó, le miró serio y se agachó para quedar a su altura.
-Roberto, tenemos que cenar, -el niño suavizando su lloro pero sin estar en silencio- tienes que estar sentado o no podrás comer arroz.
-¿Atoz?
-¿No lo quieres? Nos lo comemos mamá y yo eh.
-Eh, papá.
Fernando giró la cabeza para evitar que su hijo viese la sonrisa que su respuesta había causado en él; Alicia se mordió el labio sonriendo y se sentó mirándoles.
-¿Ves? –Roberto había dejado de llorar y le miraba fijamente- Así tenemos que estar para poder comer ¿de acuerdo?
Roberto se cansó de tanta seriedad y paseó sus manos por la cara de su padre, Fernando le besó sonriendo, se incorporó para mirar a Alicia y fue a por la cena. Después de dejar el plato de arroz con la cuchara delante de su hijo, se sentó al lado de Alicia para evitar la tentación de coger la cuchara para ayudarle, Roberto suspiró feliz mientras cogía la cuchara; hasta que no le vieron saborear el arroz, no empezaron a cenar. Fernando fingió no enterarse ante las indirectas de Alicia de lo agobiante que resultaba, estaba en su forma de ser intentar estar pendiente de todo y Alicia y Roberto eran mucho más que un todo. Sonrió ante la maña que iba cogiendo su hijo para que no se le cayesen los granos de arroz, le removió el pelo pensando que no dejaba de sorprenderles. Desvió la mirada cuando Alicia le miró para que dejase de controlar que ella cenaba, se rascó el pelo mientras concentraba su mirada en el plato.
-Fernando… No puedes estar todo el día pendiente de mi o de Roberto.
-Pero Alicia, -siguió concentrado en el plato, sabía que tenía razón pero no podía controlar su preocupación- no es nada malo que me preocupe por vosotros…
-No, claro que no; -le levantó barbilla sonriendo- me encantan que lo hagas, pero no puedes pasarte todo el día así, porque me canse un poco no se acaba el mundo, muchas mujeres pasan por un embarazo en muy malas condiciones y sobreviven, imagínate yo que tengo toda clase de lujos a mi alcance, incluido un marido que no me deja mover un dedo…
Fernando sonrió débilmente, tragó saliva recordando a la mujer que Andrea y él se encontraron en la estación de autobuses cuando huían, le quedaba poco para dar a luz y no tenía más remedio que viajar en un viejo autobús con la carretera llena de baches… Alicia tenía razón, ella tenía muy buenas condiciones, pero era Alicia, no podía pensar en que se cayese al bajar las escaleras o que el cansancio la hiciese desfallecer. La besó intentando quitarse esas ideas de la cabeza, confiaba en ella y sabía que si no podía hacer algo, no lo haría; Roberto les llamó para que le diesen el postre, Alicia se echó a reír al ver que Fernando se levantaba al segundo de oír a su hijo. Fernando la miró entre divertido y avergonzado pero fue a por un yogur para Roberto, troceó la manzana y lo revolvió, le ajustó el babero porque cuando comía yogur se ponía perdido. Al sentarse junto a Alicia le acarició el cuello y la miró intensamente, Alicia sonrió y se abrazó a él fuertemente, se separaron al sentir una patada de sus hijas.
-¡Nos habíamos olvidado de ellas! –Fernando acarició la tripa sonriendo- ¿Qué tal estáis pequeñas? –acercó su oído a la tripa y sonrió al escuchar la risa de Alicia- Ya, yo también lo pienso… -se incorporó y miró divertido a Alicia- Las pobres dicen que no pueden hablar entre ellas porque no tienen nombre…
Alicia se echó a reír mientras Roberto señalaba la tripa llamando a sus hermanas; Fernando se acomodó en la silla cogiendo la mano de Alicia para que se sentase sobre él; sonrió al notar la reticencia de Alicia para no apoyarse del todo.
-Tenemos que pensar nombres, ¿sacamos la lista?
Alicia sonrió al recordar la lista que había hecho en Marsella, no la necesitaba para saber los nombres que quería.
-No hace falta.
-Anda, ¿ya lo has decidido?
-No, –torció el gesto riendo- nunca lo decidiría sin hablar contigo… Pero ya sabes que una de nuestras hijas se llamará Andrea.
Fernando respiró hondo sonriendo, cuando elegían nombre para Roberto, Alicia también había dicho que si era niña sería Andrea; de pronto no le pareció justo, Roberto y Andrea habían sido muy importantes para él, pero Alicia podría querer escoger otros nombres, quizás el de su madre o incluso el de Inés.
-Alicia, no hace falta que se llame Andrea, podemos escoger otro nombre.
-De eso nada, –le miró seria pero hablaba tranquila- Andrea es muy importante para ti, lo sé; pero también lo ha sido para mí, por todo lo que trabajé con Antonio pero también por ella misma… Mientras yo intentaba inútilmente conmutar tu pena de muerte, ella lo intentó arriesgándose mucho más; ninguna lo conseguimos, pero lo que cuenta es que ninguna nos dimos por vencidas. Quiero que una de nuestras hijas se llame Andrea y algún día conozca la historia de ella.
Fernando la besó intensamente, recordar por qué murió Andrea siempre le hacía sentir culpable, sabía que ella no lo aceptaría, pero cada vez que lo pensaba… Se separó sonriendo pensando que su hija se cansaría de escuchar una y mil historias sobre Andrea, miró a Roberto y se echó a reír al ver que el babero estaba entero manchado, seguía comiendo cucharadas de yogur mientras les miraba.
-Bueno, pero tenemos que elegir otro nombre, ¿verdad pequeñas? –volvió a acariciar la tripa- ¿Qué tal Alice?
-¡No! Quiero que tengan nombres en español, somos españoles y eso tienen que saberlo.
-Tienes razón, ¿Alicia entonces?
Se echó a reír mirándole pero arrugó la nariz, no quería ponerle su nombre a una de sus hijas, le besó el cuello indecisa, le gustaría ponerle Luisa, su amiga había luchado mucho por su sueño de ser maestra, la asesinaron cruelmente. Se merecía ser reconocida, pero a la vez, pensaba en Luisita, la hija de su amiga ya la honraba con su nombre y, estaba segura, con su recuerdo
-¿Te gusta Ana?
Fernando sonrió, era el primer nombre que escogía Alicia y no podía ser otro que el de su madre, acarició su espalda mientras le decía que le parecía perfecto. Se separó ligeramente agachando la cabeza hacia la tripa.
-¿Habéis oído? Andrea y Ana, ya podéis jugar, cuando estéis con nosotros podréis jugar también con Roberto, vuestro hermano.
Alicia sabía que a Fernando le emocionaba la elección del nombre de Andrea y tampoco pudo evitar sentirse nostálgica ante la elección del nombre de su madre. Acarició el escapulario mientras Fernando le retiraba el pelo antes de que Roberto les interrumpiese con su lengua propia.
-Emano, Anea, Ana.
Fernando le miró con los ojos muy abiertos mientras Alicia se echaba a reír y se levantaba despacio, se acercó a su hijo sonriendo y le besó. Fernando tardó algo más en reaccionar, se pasó la mano por el pelo mientras se levantaba, al llegar donde su hijo le besó el pelo emocionado. Fuera el agua apretaba con fuerza, apenas podían ver en el salón, a pesar de la hora que era.
-Sí, Roberto, tú eres su hermano.
Alicia sonrió emocionada, acarició el pelo de Fernando mientras comía un trozo de manzana que Roberto había dejado; reaccionó al verla comer, se echó a reír y fue a por el plato con brioches. Acompañó a Alicia hasta el sofá y la ayudó a acomodarse, Alicia cogió el plato con brioches sonriendo; Roberto protestó para que lo bajasen de la trona y sonrió cuando Fernando le cogió en brazos. Le dejó en la manta pero al darse la vuelta, el niño se levantó para seguir a su padre; Alicia disfrutó de un brioche mientras oía cómo Fernando le explicaba a su hijo lo que estaba haciendo. Fernando le miraba sonriendo, Roberto intentaba imitarle pero salvo el trapo, no podía coger nada; al verle tan contrariado pensó que quizás la próxima vez que le comprase un juguete podría ser una cocina con algunos utensilios para que pudiese imitarle de verdad. Al terminar de fregar, Fernando se frotó el cuello pensando que todavía tenía que recoger los restos del trabajo de la cuna, tuvo que echarse a reír cuando su hijo imitaba también el gesto de frotarse el cuello. Se agachó a hacerle cosquillas y llegaron al salón entre risas, Roberto echó a correr hasta llegar junto a su madre, Alicia recibió el abrazo mientras terminaba de comer uno de los brioches. Fernando empezó a recoger el mimbre y la madera sin perder tiempo, por suerte mientras trabajaba solía dejar todo recogido y sólo quedaban pequeños rastros del trabajo. No tardó mucho en poner en orden el salón, se echó a reír al sentarse y ver que su hijo se empeñaba en coger un brioche del plato, Alicia dejó que probase un poquito y le miró de forma inocente, al final tuvo que convencer a Roberto de que se habían acabado porque no dejaba de pedir más. La energía de su hijo debía producir algo de ansiedad en ellos pero Alicia se dio cuenta de cuánto la disfrutaban, cada palabra nueva, salto, cada gesto significaba algo mucho mayor en ellos, se dio cuenta al ver en los ojos de Fernando lo mismo que sentía ella. Fernando les besó y se levantó remangándose.
-Si cuando yo digo que se parece mucho a ti… -cerró los ojos al sentir el cojín que Alicia le lanzó- Voy a preparar el baño para Roberto.
Antes de girarse le lanzó el cojín controlando que no le diese a Roberto, Alicia soltó un taco pero él ya estaba en el baño; se echó a reír mientras abría el grifo. Alicia se mordió el labio cuando su hijo intentó repetir el taco, por suerte era en su propia lengua y no se reconocía lo que decía.
-Mi amor, hay cosas que no tienes que repetir… Siento haberlo dicho, prometo temer más cuidado.
-Uidado.
Le abrazó sin dejar de reírse, al separarse se puso seria pensando que tendría que controlarse para que su hijo no aprendiese de tan pequeño ciertas palabras. Roberto se puso a saltar en el sofá ante la mirada divertida de su madre que en vano intentaba que se sentase con ella. Fernando sonrió al ver los restos de las sales en la bañera, preparó el baño para su hijo sin dejar de pensar en el momento en que pudiese prepararlo también para sus hijas; estaba seguro que dentro de algo más de un año sería imposible disfrutar de un baño tranquilos, los tres jugarían en la bañera, por suerte la bañera era suficientemente grande como para que los cinco pudiesen bañarse juntos. Se echó a reír pensando que quedaba mucho para eso, se dio cuenta que muchas veces hacía planes a muy largo plazo, algo que antes de su vida con Alicia nunca había hecho. Al volver al salón se echó a reír viendo cómo Roberto saltaba en el sofá cogido de la mano de Alicia, podía ver en la mirada de su mujer cómo le estaba costando no ponerse a saltar con él.
-Parece que hoy no se cansa… -se sentó junto a Alicia sin dejar de mirar los saltos de Roberto- Seguro que el baño le sienta bien.
-¿Has oído mi amor? Toca bañarse.
-¿Bano? ¿Aba?
-¿Vienes? –Fernando le hizo un gesto con la mano y sonrió al ver que el niño se lanzaba a sus brazos- Buen chico.
Antes de volver al baño le pasó a Alicia las cuartillas, estaba seguro que querría contestar la última carta de Inés, ella sonrió cogiéndolas pero se incorporó para besarle. Se echó a reír cuando Roberto la llamó para que recordase que él tenía que bañarse, dejó que fuesen al baño no sin antes besar a su hijo. Fernando se pasaba el día negociando con su hijo, se echó a reír al darse cuenta de cómo llenaba la bañera de juguetes y ponía la misma cara de su madre para convencerle. Le removió el pelo antes de ayudarle a meterse en la bañera. Alicia se sentó en el sofá y subió los pies intentando buscar una posición cómoda para escribir, sonrió pensando en su amiga, la echaba de menos a menudo pero, esa mañana, la había echado mucho más de menos; a veces soñaba con el futuro en España, poder trabajar las tres juntas… No se arrepentía de estar en París, eso nunca pasaría, pero sí tenía esa espinita de poder vivir libremente en España con su familia y cerca de todos los amigos que habían tenido que dejar atrás.
Mi querida Inés
Tu hija es preciosa, cada vez que recibimos una nueva foto nos sorprendemos, está muy grande y creo que empieza a parecerse a ti; seguro que pronto empieza a andar y hablar. Verás qué especiales son esos momentos, Roberto no deja de contestarnos y repetir todo lo que decimos, no puedo evitar mirarle emboba y sonriendo, cada día aprende más cosas y es maravilloso.
Esta mañana he presentado mi libro en la universidad, te he echado de menos más que nunca; me hubiese gustado poder compartir contigo todo el proceso de preparar el libro, pero ni siquiera sé si podrás llegar a leerlo. En el fondo, lo que más me importa es saber que estoy ayudando a que se conozca lo que pasa en España, me han ayudado tantas personas que siento que no es mi libro, sino de todas las personas importantes de mi vida. Incluida tú, Inés, tu recuerdo me ayuda en muchos momentos en el trabajo y en mi vida personal, siempre pienso qué pensarías tú de algún caso o qué consejo me darías para algunas decisiones.
El embarazo va muy bien aunque me siento más cansada que en el primer embarazo, todavía me quedan tres meses y ya siento que he engordado mucho pero no podría ser más feliz. Hoy mismo hemos decidido los nombres de nuestras hijas, Andrea y Ana; tengo muchas ganas de poder tenerlas en brazos, sé que al principio será complicado pero podremos con ello. Me encontré sola durante muchos años y pensar en tener tres hijos, a Fernando junto a mí… Da igual lo difícil que sea porque somos muy felices.
Ojalá algún día podamos compartir momentos juntas, mientras tanto, recuerda que aquí tienes una amiga que no deja de pensar en ti. Si volvéis a París aquí tenéis vuestra casa.
Un abrazo muy fuerte y achucha a la niña de mi parte.
Alicia Peña
Dobló la carta y la posó en la mesilla, siempre que escribía a Inés tenía la sensación de tenerla delante y estar hablando con ella. Siempre se sentía relajada y completamente en paz al escribirla, creía que se debía a la primera carta o quizás a la forma de ser de su amiga, siempre escuchándola capaz de ponerse desde todos los ángulos ante una situación. A veces echaba de menos el tomarse un té o tener una charla con ella, sin embargo, las cartas y las pocas veces que se habían visto cubrían esos vacíos.
Sonrió al escuchar las risas que llegaban del baño, Roberto debía estar jugando con el coche en la bañera, se había acostumbrado a bañarse con él. Fernando se echó a reír cuando Roberto salpicó tan fuerte que le mojó entero, estuvo tentado de entrar a la bañera para jugar con él pero su hijo llevaba ya un rato en el agua y pronto empezaría a enfriarse. Empezó a hablarle de las navidades, después de haber oído a Alicia tan ilusionada con las fiestas, estaba pensando sorprenderla aunque eso no dependía de él; su hijo se tranquilizó mientras le escuchaba. Sonrió cuando Roberto dejó de parlotear, le sacó de la bañera envolviéndole en la toalla, si se quedaba más en el agua terminaría durmiéndose. Alicia se levantó despacio y fue al baño, sonrió al ver cómo Fernando le secaba despacio, Roberto la vio y susurró “mamá”, estaba casi dormido y su voz sonaba muy bajita. Fernando había tenido que poner la ropa sucia de Roberto en el suelo para no patinarse, sonrió al ver a Alicia entrar y hablar tan bajito cómo su hijo. Mientras le peinaba veía cómo se iba quedando dormido poco a poco, se fijó que Alicia tenía ojeras y luchaba también contra el cansancio aunque, al igual que Roberto, nunca lo admitirían; Alicia se acercó a él, le besó y acarició el pelo mojado de su hijo. Fernando hizo que se sentase en el taburete mientras él terminaba de secar a Roberto, Alicia observó los movimientos calmados de los dos, tanto Fernando como Roberto parecían estar totalmente relajados. Sonrió al ver cómo Roberto se revolvía cuando Fernando intentaba meterle las mangas del pijama, por suerte tardó poco y su hijo volvió a calmarse. Se cogió a la mano de Fernando para incorporarse y fueron a la habitación del niño, dio un suave beso a su hijo antes de que Fernando le acomodase en la cuna; Fernando esperó a que se diese la vuelta para arroparle. Se mordió el labio cuando su hijo le llamó susurrando, tenía que reconocer que le seguía costando dejarle solo en su habitación por las noches, se agachó dándole un beso y le deseó buenas noches. Al incorporarse abrazó a Alicia y salieron de la habitación dejando la puerta abierta; miró el reloj pensando en todas las emociones de ese día, estaba cansado pero no podía dejar de pensar en el cansancio que tendría que sentir Alicia. Apagó la luz del salón sin soltar a Alicia, al llegar a la habitación dejó que se metiese en la cama mientras él se ponía el pijama, se echó a reír al quitarse la camisa totalmente empapada. Alicia se estiró en la cama riéndose y esperó a que él entrase, había sido un día muy intenso pero estaba muy feliz, aunque eso no era nuevo, esa sensación de felicidad la tenía cada día, cada noche que se abrazaba a Fernando para dormir después de vivir otro día de su vida juntos. Fernando se metió en la cama abrazándola, la besó suavemente y se separó al notar que Alicia seguía besándole.
-¿No estás cansada? –la besó el pelo- Porque yo sí…
Alicia se echó a reír, sabía que pensaba más en el cansancio que pudiese tener ella que en el suyo propio, le besó el cuello y cerró los ojos apoyándose en él, le hablaba con la voz suave, casi dormida. Fernando sonrió cuando la escuchó decir los nombres de sus hijas mientras las daba las buenas noches, acarició la tripa y la besó el pelo cerrando los ojos. Alicia no necesitaba apenas tiempo para quedarse dormida, sentir a Fernando a su lado, sus palabras apenas en susurros y la sensación de seguridad hacían todo lo demás. Fernando seguía acariciándola, sonrió pensando que como sus hijas resultasen hijos se llevarían una sorpresa y no tendrían nombres pensados. Volvió a besar a Alicia pensando que les daba igual si fuesen niños, serían muy felices los cinco juntos; apagó la lámpara, besó el pelo de Alicia, ya dormida, y la abrazó más fuerte mientras pensaba cómo sería su vida en pocos meses con dos bebés en casa más su hijo, poco a poco se fue quedando dormido.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!