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Principios de mayo de 1962
El único sonido que había en la habitación era el del molesto despertador nuevo, abrió un cajón para guardarlo, ese sonido estaba poniéndole bastante nervioso. Aún no había amanecido, Fernando estaba tumbado, en la mano tenía la foto de Andrea, notó cómo Alicia se movía dándose la vuelta, se giró y vio que se había destapado, la tapó y se incorporó. Alternó su mirada entre la fotografía de su amiga y Alicia, todo había salido bien; todo lo bien que podía salir cuando buscaban los restos de una persona y no a la persona… Permaneció horas sentado en la cama, con el brazo estirado entremetiendo los dedos en el pelo de Alicia. Fue recordando paso a paso esos días pero, sobre, todo recordó la primera vez que vio a Andrea sonreír y la forma en la que hablaba de su hijo y de Antonio, todas las angustias de aquella huida habían merecido la pena.
Los días esperando noticias de Pierre habían sido los más difíciles desde que estaban viviendo juntos en París, sólo encontraban algo de calma cuando regresaban a casa y estaban los tres juntos. Para Fernando, aquellos días ir a la redacción era un suplicio, estar lejos de su mujer y su hijo, ver la mesa de Pierre sin que él estuviese… En cambio, Alicia se enfrascaba en su trabajo y se olvidaba por completo del resto de preocupaciones, aunque su marido y su hijo no dejaban de estar presentes en su día de trabajo. Aquellos días hablaron por teléfono casi a cualquier hora, sólo por el placer de escuchar la voz del otro; Alicia aprovechaba las tardes para trabajar en casa y pasar el mayor tiempo posible con Roberto. Fernando no podía escaparse de la redacción, la falta de Pierre se notaba en el volumen de trabajo del resto y él quería descargar a los demás, si Pierre estaba fuera era por él, así que lo mínimo que podía hacer era hacerse cargo de su trabajo. Alicia había ido a recoger varios días a Fernando con Roberto, regresaban paseando, se tomaban un café con su amiga en la cafetería y, sobre todo, intentaban sobrellevar la espera. Las llamadas nocturnas de Pierre les dejaba con sentimientos contradictorios, la alegría de escucharle hablar de España, de Madrid, de la gente, pero a la vez la incertidumbre de pensar que le pudiese pasar algo. Pierre les había contado la mañana que pasó en el Asturiano, había ido a desayunar pero no le dejaron irse de allí hasta después de comer; Fernando sonreía ante algunos comentarios de su amigo, podía imaginarse a Pierre con Pelayo y Marce, tomando una cerveza, quedándose toda la mañana allí sin poder escabullirse… El primer encuentro con Mario había sido cordial, Pierre les comentó que parecía un hombre triste aunque con vitalidad; ellos estuvieron seguros que para Mario también eran días difíciles. Las conversaciones por teléfono habían sido cortas, terminaba tomándole el pelo a su amigo y lanzándole indirectas de la mujer por la que nunca preguntaba, movía la cabeza ante las miradas de falso reproche de Alicia pero después de colgar le relataba los detalles de las vacaciones de Pierre, nombre que el mismo Pierre había dado para relajar el ambiente. Recibían cada llamada con expectación, deseando saber los avances; fueron sabiendo cómo se acercaban poco a poco a la zona, cómo decidían que era mejor hacerlo de día, por la noche llamarían más la atención… Estuvieron varios días para encontrar los restos de Andrea, Mario se había empeñado en acompañarles en todo momento, Pierre no pudo negarse aunque pensaba que era mejor que lo siguiese desde la distancia porque estaba implicado emocionalmente. Antonio cenó cada noche con ellos esperando las noticias, Liberto les acompañó alguna de esas noches, Alicia le veía tratar con mimo a Roberto y sólo podía pensar en todo lo que había pasado ese chico. Fernando disfrutaba viendo a Liberto con su hijo, estaba seguro que Andrea se hubiera sentido muy orgullosa de él, la relación con Antonio empezaba a ser mucho más cercana, las bromas entre ellos amenizaban esas cenas que suponían la agonía de la espera. Cuando recibieron la misma información dos días seguidos, empezaron a desesperarse, si el cuerpo de Andrea no estaba allí, no sabían cómo seguir, no habría servido de nada todos sus esfuerzos; aquella noche Antonio se despidió pronto de ellos, le vieron salir lentamente, casi sin ánimo. Cuando estaba a punto de llegar a casa, entró a un bar, se tomó una copa y llamó a Grace, necesitaba hablar con ella, verla, abrazarla… Se había impuesto a sí mismo alejarse de ella mientras estuviesen esperando noticias de España; pero aquella noche se sintió muy solo. Sabía que Alicia y Fernando estaban ahí para él, pero últimamente pasaba demasiado tiempo con ellos y se sintió de más en su casa, interrumpiendo su intimidad. Pasó la noche en casa de Grace, hablaron de sus trabajos, de Liberto, le contó el principio de su historia con Andrea, la guerra, la cárcel, el exilio… Grace le miraba enternecida, le abrazó, Antonio se sorprendió, deseaba besarla pero no aquella noche, no después de haberle detallado tanto sobre su pasado. Tomaron varias copas, Antonio se quedó dormido en el sofá, Grace cogió una manta y le tapó, le acarició la mejilla y se fue a la habitación. A la mañana siguiente Antonio se despertó con cierta vergüenza, pero Grace hizo que todo fuese fácil y natural.
Hacía dos días que habían recibido la noticia que esperaban ansiosos; coincidió que estaban en casa Antonio y Liberto, Fernando había escuchado a Pierre saludarle sin poder casi hablar, supo inmediatamente qué iba a contarles. Cuando Alicia, Antonio y Liberto vieron a Fernando sentarse, se acercaron con expectación; al escuchar a Pierre decir que habían encontrado a Andrea, sin decir que eran los restos por si alguien pudiese oírles, Fernando se pasó la mano por el pelo. Tragó saliva sin decidirse a hablar, siguió hablando Pierre, no podía dar muchos detalles, sólo dijo que habían encontrado una pequeña fotografía en la que pudo reconocer a Antonio junto con un niño. Las lágrimas de Fernando salieron sin permiso, le dio las gracias a Pierre y le pasó el teléfono a Antonio, tenía que ser él quien escuchase el resto del relato. Alicia sintió un nudo en el estómago al ver las reacciones de Fernando, sus gestos, la forma de frotarse la cara, de mirar al suelo; estaba segura que habían encontrado los restos de Andrea. Se acercó para frotarle el brazo mientras continuaba hablando, después abrazó a un Antonio que se rompió por primera vez en muchos años. La estampa de ver a padre e hijo abrazados hizo, inconscientemente, que tomara a su hijo en brazos. Alicia besó a Fernando y, con su hijo en brazos, se sentaron juntos en el sofá. Aquella noche ninguno de los cuatro durmió, Alicia escuchaba algunas anécdotas sobre Andrea, algunas ya las conocía, otras no; hasta Liberto empezó a contar algún recuerdo de su madre, Antonio le miró orgulloso y todavía con la culpabilidad que no podía dejar de sentir al pensar en lo mal que había afrontado la muerte de Andrea al dejarle con Mario. El resto de la velada fue un homenaje a la mujer que era el nexo entre todos ellos, Alicia se apoyó en el hombro de Fernando mientras hablaban y hablaban de ella. Liberto se encargó de servir una copa para cada uno de ellos, incluso, haciendo gala del sentido del humor parecido al de su padre, bromeó con Grace. Alicia vio cómo Fernando, en un momento dado, se alejaba con su hijo, necesitaba un momento sólo para él, pensar en Andrea, quería llegar a conseguir pensar en ella sin culpabilidad, sabía que ella criticaría esa actitud; Alicia le dejó su espacio. Pierre, con la ayuda de Mario, había escondido los restos de Andrea en la pensión, el propio Mario se ofreció a llevarle en coche hasta París, tenía contactos suficientes como para que en la frontera no preguntasen nada ni inspeccionasen el coche. El día del traslado Fernando no paró de mirar el reloj cada minuto de cada hora, sabía lo mucho que se jugó Mario por él y plantearse que sufrieran algún tipo de imprevisto atormentaba sus pensamientos. Varias noches terminó sentado en el sofá, con un cigarro, intentando dejar dormir a Alicia. Habían salido por la tarde de Madrid, tendrían que llegar pronto, irían directos a casa de Antonio, Alicia y Fernando habían quedado con él para desayunar allí mientras les esperaban.
Fernando se levantó con cuidado, era muy pronto pero no podía estar más tiempo en la cama sin dormir, vio que Roberto estaba despierto, le cogió con cuidado y salió de la habitación sin hacer ruido. Llevaba la foto de Andrea con él, se sentó en el sofá acomodando a su hijo sobre él, entre susurros fue recordando la despedida con Andrea cuando volvió a España en el 48 para llevar a cabo el atentado. Le contó a su hijo lo valiente que era Andrea, cabeceó recordando, una vez más, la conversación que tuvieron sobre los hijos en la estación de autobuses.
-Estoy seguro que te hubiese querido mucho, le hubiese encantado conocerte…
El niño le miraba como si le entendiese, Fernando sonrió besando a Roberto, dejó la foto sobre la mesilla, se recostó en el sofá y se relajó sintiendo a su hijo.
Alicia se dio cuenta que Fernando ya no estaba en la cama, podía escuchar los susurros con los que hablaba con Roberto, sonrió pensando lo pronto que recibirían respuesta de su pequeño. Al pensar en él recordó la imagen de Pierre azorado por la presencia de Diane y lo mucho que esa mujer quería a su hijo. Miró su reloj de pulsera pero era muy pronto, decidió quedarse en la cama unos minutos más. Se había quedado adormilado cuando oyó gimotear a Roberto, pasó la mano por su pelo mientras miraba a su hijo, éste cerró los puños y se llevó uno a la boca, sonrió ante su carácter disfrutando del contacto de tenerlo sobre él. Le besó en la cabeza mientras se levantaba despacio, se asomó a la habitación, vio a Alicia dormida, ella sintió que estaba allí, sonrió justo cuando Fernando volvía a entornar la puerta. Fue a la cocina a preparar el biberón, mientras calentaba el agua se quedó mirando a su hijo, los meses pasaban rápido y cada vez que le miraba le veía más grande, sonrió pensando que realmente tener a su hijo en brazos le hacía olvidarse de todo. Intentó cantarle algo mientras el agua hervía pero Roberto apreciaba muy poco los esfuerzos y prefería las nanas de Alicia. Con el biberón en la mano y su hijo en el otro brazo, se sentó en la mecedora, ver a Roberto comer con ansia le hacía sonreír, era impaciente para todo; además, en cada toma solía comer más que hacía unas semanas, otra prueba de que estaba creciendo… Pensó lo difícil que sería para él dejarle crecer, siempre echaría de menos las primeras semanas junto a él, descubrir cada sensación junto a Alicia, verle llorar con fuerza, el primer baño… Roberto se había quedado dormido casi nada más terminar el biberón, entró a la habitación sin hacer ruido, Alicia se estiró suavemente antes de girarse, Fernando no le había dejado dormir apenas con sus vueltas, pero no podía echárselo en cara, su mente también sentía una opresión, por suerte, el contacto de su hijo, sus risas y la forma en la que los miraba fijamente satisfacía toda la crueldad del mundo exterior. Se sentó en la cama con el niño en brazos y le puso entre Alicia y él; Alicia le besó con cuidado para no despertarle y acarició el pelo de Fernando que se había tumbado girado para mirar a Alicia y al niño.
-¿Has podido dormir algo?
-Sí, un poco… Pero no estoy cansado, sólo… Nervioso.
Alicia se incorporó para besarle sin molestar a su hijo, le había sentido toda la noche dar vueltas, estar nervioso era normal, aunque sabía que la preocupación no pasaría hasta que volviese a abrazar a Pierre. Seguía siendo pronto para prepararse e ir a casa de Antonio, aunque seguramente él tampoco hubiese dormido en toda la noche. Vio cómo Fernando se levantaba para ducharse, ella se acomodó junto a su hijo agarrando la manta, las noches seguían siendo frías aunque después la temperatura fuese primaveral. Se duchó rápido, necesitaba que pasasen las horas lo más rápido posible, aunque sabía muy bien que por mucho que hiciese las cosas rápido, el tiempo no se aceleraría. Terminó con el agua helada para aliviar la contractura que tenía en el cuello, mientras sacaba el estuche para afeitarse miró el cuarto de baño con todas las cosas de Alicia desperdigadas y abiertas, fue cerrando las cremas, pero la sonrisa se desvaneció al mirarse al espejo recordando lo cerca que había estado de no poder vivir todas esas experiencias y todos los que se habían quedado en el camino. Tragó saliva y comenzó a afeitarse. Cuando entró en la habitación, Alicia le miró sonriendo, se acercó a él despacio y pasó la mano por el pelo mojado, Fernando se echó a reír y la besó, sólo se separó para coger a su hijo y meterlo a la cuna, le arropó antes de volver junto a Alicia. Alicia pasó las manos por esa frente fruncida por todos esos recuerdos y no paró de acariciarle hasta que Fernando volvió a estar con ellos también en sus pensamientos. Empezó a besarle olvidándose de todo, se tumbaron en la cama mientras Fernando empezaba a recorrer su cuerpo con lentitud.
Mientras hacían el amor notaban como si el mundo se parase sólo para que ellos disfrutasen del contacto de la piel del otro. Fernando solía pensar en la frase que le dijo Alicia en Madrid, “nunca sentí esto que siento contigo con ningún otro hombre”, por muchas veces que hicieran el amor, tenían siempre la misma sensación, estar juntos era algo más que con otra persona. La calma dominó aquel momento, Fernando se seguía sorprendiendo del efecto que Alicia tenía en él, por un momento se olvidaba de todo, sus movimientos eran pausados mientras la acariciaba, no quedaba nada de la impaciencia de hacía unos momentos mientras se levantaba y se duchaba, ya no le importaba la lentitud del tiempo. Alicia besó con cuidado una de las cicatrices de Fernando, amaba a ese hombre más de lo que nunca habría imaginado.
Después de hacer el amor con Alicia le gustaba escucharle, sentirla sin más pero había días que era ella quién le escuchaba en silencio y ese fue uno de ellos. Fernando estaba tan relajado que se había olvidado del reloj, Alicia acariciaba su pelo mientras sonreía, sólo Roberto logró interrumpir el momento, Alicia se echó a reír mientras se incorporaba y se ponía la bata. Fernando se vistió despacio sin dejar de mirar a su mujer y su hijo, se dio cuenta con sorpresa que solía utilizar esas dos palabras muy a menudo en sus pensamientos, Alicia y él estaban casados, tenían un hijo. Cogió al niño mientras besaba a Alicia.
-Me doy una ducha rápida, me preparo y salimos de casa…
Alicia echó un vistazo al reloj y se echó a reír, si no se daban prisa, al final llegarían tarde. Fernando se estaba abrochando la camisa mientras veía a Alicia preparar sus cosas para darse una ducha, miró a Roberto suspirando porque era consciente que llegarían tarde. Hizo la cama y se sentó con el niño ya dormido entre los brazos mientras escuchaba a Alicia canturrear en la ducha, movió la cabeza y decidió terminar de calzarse. Se permitió unos segundos más de calma mientras acariciaba la cara de su hijo; cuando empezó a cambiarle, recordó el momento en el que estaban, Pierre, Antonio, Liberto, los restos de Andrea… Sin darse cuenta, sus movimientos volvieron a ser rápidos, no bruscos porque tenía a su hijo en brazos, pero sí notó la urgencia que sentía por acabar de preparar al niño y prepararse él para salir de casa cuanto antes. Alicia no tardó nada en ducharse, sabía lo importante que era para Fernando llegar a casa de Antonio, aunque Pierre y Mario no hubiesen llegado todavía. Cuando salió de la ducha con el albornoz, vio a Roberto sobre la cama listo para salir de casa, sólo le faltaba algo de abrigo que sabía que Fernando le pondría por mucha primavera que fuese. Fernando se estaba colocando nervioso la camisa a pesar de estar ya arreglado, se acercó a él consiguiendo que, por un momento, dejase la camisa para acariciarle el pelo.
Fernando la besó separándose para terminar de vestirse, vio cómo Alicia elegía la ropa que se pondría sin pararse a decidir, notó que los movimientos de ella eran tan rápidos como los suyos. Fernando fue a preparar la bolsa para el coche, seguramente pasarían horas fuera de casa y quería asegurarse de llevar todo lo necesario para Roberto. En unos minutos, estaban listos, Fernando abrazó a Alicia.
-Fernando…
Él respiró profundo, no quería preocupar a Alicia, era un momento muy importante para él y sabía que ella lo sentía igual. El momento antes de salir de casa estuvo cargado de sentimientos en cadena, Alicia notó la presión de la mano de Fernando sobre la suya y se dio cuenta de cómo le transmitía el miedo constante a perderla, bromeó sobre el gesto para aligerar ese momento.
-Ha llegado el momento… Vamos…
Abrió la puerta cediendo el paso a Alicia, que cogió su bolso y el coche, Roberto estaba dormido aunque notaron que respiraba de manera irregular, como si también estuviese ansioso. El camino hasta casa de Antonio lo hicieron en silencio, Alicia podía imaginarse las imágenes que se le pasaban a Fernando por la cabeza, dejó que él llevase a Roberto mientras se abraza a él con fuerza. Fernando sintió ese abrazo como la confirmación de que siempre estarían juntos, estando con Alicia y Roberto podría superar todo. Fernando paró el coche a mitad del camino para señalar un restaurante, le contó que era el favorito de Andrea y que había sido incapaz de volver a entrar en él pero le gustaría que un día fueran los tres para disfrutar de una de las mejores vistas de París. Alicia le miró con los ojos emocionada mientras le abrazaba en medio de la calle, escucharon de fondo algunos reproches por estar en el medio y reanudaron su marcha, de nuevo, en silencio. Roberto se despertó antes de llegar a casa de Antonio, amagó con llorar para que lo sacasen del coche, Fernando se agachó para acariciarle la mano y asegurarle que pronto llegarían y podría salir. Alicia les miraba con ternura, nunca se cansaría de ver a Fernando con el niño. Al entrar en casa de Antonio, Fernando se abrazó a él, todo estaba a punto de terminar y los dos se sentían extraños; Antonio cerró los ojos ante el abrazo, hubiera llorado si pudiese servir para poder tener a Andrea con ellos, se conformó con sentir el ligero temblor de un Fernando que, sin saberlo, había vuelto a reunir a su familia de nuevo. Al mirar la mesilla del salón, Fernando no se sorprendió, el cenicero estaba lleno, seguramente Antonio no había dormido en toda la noche. Liberto puso la mesa mientras ellos esperaban sentados en el sofá, Fernando había cogido a Roberto en brazos y los tres se quedaron mirando al niño. Alicia observó a Fernando, hacía mucho tiempo que no lo veía tan nervioso, jugaba con el mechero, oía a Liberto pero sabía que su mente estaba a muchos kilómetros, por suerte, Roberto tenía la capacidad de sacarle de ese estado y ocuparse de cambiarle, ante la cara de poema de Liberto, sirvió para poder reírse juntos. Era lo que más necesitaban. Durante el desayuno ninguno parecía dispuesto a comer o a hablar, Fernando respiró hondo y empezó a hablar de cualquier cosa, Alicia le miró sonriendo y adivinando los esfuerzos que estaba haciendo por sonar despreocupado. En unos minutos, parecía que aquello era un desayuno sin importancia, entre amigos, contando anécdotas y riendo. Por un segundo, Fernando sintió que Andrea estaba allí, con ellos, cerró los ojos quitándose esa idea de la cabeza y siguió riendo ante los comentarios de Liberto, que les estaba contando la primera discusión que había tenido con la chica que le gustaba.
Poco a poco Fernando perdió el entusiasmo de hacer que la situación fuese relajada, pasaban los minutos y no había ni rastro de Pierre y Mario, Antonio daba vueltas por la casa mientras encadenaba un cigarro con otro, Alicia se levantó junto a Liberto a recoger la mesa y Fernando cogió a su hijo intentando centrarse en el niño para calmar sus temores. El silenció dominó esos momentos, cada uno pensaba en Andrea de la forma que la conocía, en la cabeza de Antonio se sucedieron prácticamente todos los momentos de su vida junto a ella, desde el primer beso de niños, pasando por la primera vez que hicieron el amor, hasta su despedida en París. Liberto no se quitaba de la cabeza una de las últimas cenas que compartieron los tres juntos, sabía que pasaba algo, su madre estaba seria y parecía asustada. Para Alicia, la imagen de Andrea estaba ligada a la de Fernando, conocía a Andrea por todo lo que Fernando había compartido con ella, muchos comentarios en todos los meses que llevaban en París, a veces se daba cuenta que Fernando lo hacía de forma inconsciente comentando cualquier detalle cotidiano de Andrea. No podía quitarse de la cabeza esa foto que Fernando había compartido con ella y que, en los últimos días, estuvo presente en todo momento en su casa. Fernando tenía a su hijo en brazos, mientras recorría su cara y sus manos no dejaba de pensar en Andrea, sonrió tristemente recordando el momento en que la conoció. Andrea había demostrado desde el principio qué clase de persona era ayudándole a librarse de esos guardias sin conocerle de nada; se castigó una vez más por la manera en que la trató cuando volvió a verla ya sabiendo quién era. Andrea había sido muy importante en su vida, se jugó la vida por ella, para llevarla sana y salva a París junto a su familia, pero ella hizo todavía algo más importante por él. Sin quererlo, Andrea le había recordado quién era, por qué luchaba, le había recordado la sensación de ayudar a alguien, volver a luchar por sus ideas sin recrearse en el pasado. Y, gracias a Andrea y su propuesta del atentado, había acabado en la Plaza de los Frutos; pudo conocer a tantas personas… Alicia, Roberto, Federico, Natalia, Luisa, Ignacio, Pelayo, Manolita, Marcelino, Don Paco, Isidro, incluso Doña Paquita… Nunca dejaría de pensar que, de no ser por él, Andrea seguiría viva; aunque había comprendido que había sido su decisión, quiso intentar salvarle como él hizo en el pasado con ella. Tenían el mismo concepto de la amistad y la lealtad; conocía a Andrea y sabía que, le hubiese dicho lo que le hubiese dicho, ella hubiese seguido adelante. Cerró los ojos apoyando a su hijo en el hombro, le debía a muchas personas poder estar con su mujer y su hijo, pero a la que más a Andrea, el mejor homenaje que podría hacerle era disfrutar de su familia, seguir adelante, sin olvidarse de todos los amigos que había perdido en el camino, cogiendo fuerzas gracias a los recuerdos. Y, sobre todo, se prometió a sí mismo no alejarse de Antonio y Liberto, no necesitaban que cuidase de ellos, pero quería estar con ellos, como si Andrea siguiese allí uniéndoles a todos. La imagen de Pierre competía con la de Andrea en su cabeza, los nervios por lo que pudiese pasar seguían estando presentes; pero, en ese momento, el sentimiento era otro… Pierre había sido un gran apoyo durante aquellos meses, había sido un amigo de verdad, no podía pensar en ningún momento importante de los últimos meses en el que él no hubiese estado presente. Pero lo que había hecho por él, por Andrea, jugándose todo por ellos, viajando a un país extraño para él, que vivía una dictadura asentada, que podrían detenerle sólo por hacer determinadas preguntas… Necesitaba volver a abrazar a su amigo, volver a verle con su hijo en brazos, comentar con Alicia cualquier tema haciendo que él disfrutase de su intercambio de opiniones. Las colillas con cigarros a medias colapsaban el cenicero, Liberto se encargó varias veces de ir a vaciarlo, fue precisamente la mano de él encima del hombro de Antonio la imagen que sacó a Fernando del ensimismamiento en el que estaba, miró a Alicia que contemplaba, al igual que él, ese momento entre padre e hijo siendo el mejor homenaje para Andrea.
El timbre interrumpió los pensamientos de todos, produjo unos segundos dónde ninguno supo muy bien qué hacer y cómo. Fernando, sentado junto a Alicia y cogido de su mano, buscó con la mirada a Antonio, muchos sentimientos se mezclaron en aquella mirada. Fue Liberto quien abrió, estaba muy nervioso, por recuperar los restos de su madre, una madre que la dictadura le había robado dos veces, pero, además, por ver a Mario, se sentía muy raro al pensar en el tiempo que pasó con él y sus hijos, se esforzaban porque encajase en esa casa, pero él no dejaba de pensar en sus padres, en que no estaban con él… Pierre y Mario entraron en casa de Antonio, se les notaba cansados del viaje; Fernando posó a Roberto en brazos de Alicia para irse directo a abrazar a un Pierre que estaba emocionado. Mario y Pierre traían el frío instaurado en sus ropas, en sus caras y manos. Esa fue la primera sensación al contacto, Fernando cerró los ojos mientras se abrazaba a su amigo dándole las gracias de una forma silenciosa por todo. Un abrazo que duró más de lo que había calculado, al separarse intentó retener las lágrimas, pero no lo hizo con demasiado empeño, estaba emocionado al ver a su amigo sano y salvo y no quería esconderlo. Pierre palmeó su espalda aún emocionado, tenía muchas cosas que contarle, le hubiese gustado hacerlo de golpe, pero vio a Roberto y Alicia y no pudo evitar acercarse. Mientras Pierre saludaba a Alicia dándole dos besos y cogiendo a Roberto, Mario abrazaba a un Liberto que no sabía muy bien cómo actuar, después se abrazó a Antonio. Tenían muchas diferencias y seguramente muchos reproches del pasado que podrían hacerse el uno al otro, pero recuperar de alguna forma a Andrea, les hacía comprenderse como nunca lo habían hecho. Fernando respiró profundamente antes de saludar a Mario, no podía evitar recordar la primera vez que se vieron y, tampoco, que fue su último apoyo aquella noche que parecía iba a ser la última de su vida. Mario todavía se sentía confundido al verle hablar y moverse, para él era muy difícil asumir que había sobrevivido, durante mucho tiempo había pensado que había sido la última persona que le vio con vida. Pierre abrazó a Antonio mientras Mario sonreía a Alicia y la abrazaba con cuidado y saludando también al niño; Antonio se abrazó a Pierre con la misma fuerza que lo había hecho Fernando, antes de separarse le dio las gracias casi sin poder hablar. Alicia demostró mucha más entereza que todos ellos, Fernando la miró con una sonrisa torcida al darse cuenta que se había convertido en la mujer más fuerte que había conocido, sólo él sabía que el esmalte de sus uñas estaba desgastado por los nervios o que no había parado de jugar con la alianza y el botón de la ropa de Roberto. El reencuentro había sido emocionante y muy intenso, pero quedaban muchas cosas por contar, detalles de aquellos días en Madrid, explicaciones de cómo pudieron conseguirlo… Liberto preparó café aunque, finalmente, sirvió una copa para cada uno, todos se sentaron sin poder ocultar la tensión del momento. Los vasos servidos en la mesa dieron paso a que cada uno tomase un cigarro de sus gastados paquetes de tabaco, ver la pitillera causó una mirada entre Antonio y Mario, era igual que la de Andrea y sólo ella fumaba esa marca de cigarrillos.
Fernando, antes de tomar su copa, se acercó a un Roberto que dormía plácidamente, comprobó que estaba tapado y preguntó directamente a Pierre qué había sucedido y por qué rehuía la mirada. Alicia se dio cuenta que Pierre bajó la mirada afrontando la pregunta con un silencio. Pierre tragó saliva, la mirada de todos estaba puesta en él, Fernando se quedó de pie, le miraba fijamente intentando adivinar algo que Pierre pensaba dejar para el final. Fue relatando los detalles de aquellos días desde que salió de París, las primeras impresiones al entrar en España, el paisaje, la llegada a Madrid, andar por esas calles, la sensación angustiosa al conocer a las personas que les iban a ayudar, el miedo en sus miradas… Mario le interrumpió un par de veces para detallar de qué conocía a las dos personas que les ayudaron desde el principio o cómo llegaron hasta el lugar indicado. Pierre se frotaba las manos nervioso, Antonio escuchaba sin dejar de fumar, nada de lo que le contasen podría ser peor que lo que se había imaginado muchas veces durante muchos años. Liberto tuvo ganas de salir de casa, respirar aire puro, alejarse de esos recuerdos que le dolían, pero no lo hizo, era su madre y quería saber todo lo relacionado con la recuperación de su cuerpo. Alicia había cogido a Fernando de la mano, ella estaba sentada y él de pie a su lado, pudo notar cómo respiraba de manera irregular, incluso sintió la forma de cerrar los ojos intentando centrarse en lo que estaba escuchando. Fernando estaba apoyado en la mesa y no había soltado la mano de Alicia en ningún momento, estaba pendiente de las reacciones de sus amigos, todos los conflictos o divergencias desaparecían ante un dolor y una rabia compartida. Rascó su cuello sin dejar de mirar a un Pierre excesivamente nervioso. Alicia intentaba ser el soporte en esa situación tan tensa y dolorosa, pero notó la mano de Fernando contraída sin dejar de mirar a Pierre.
-Después del segundo día sin encontrar nada –Pierre hablaba pausadamente-, Mario contactó con un arqueólogo que pudiese orientarnos hacia el lugar exacto… Fue un poco difícil, pero inspeccionó la zona y al final nos ayudó mucho… Según su opinión, An… Andrea fue semienterrada –miró a Antonio intentando adivinar si quería que continuase con tantos detalles, él le miró asintiendo débilmente- echaron algo de tierra por encima, pero sin preocuparse de que le cubriese entera… El paso del tiempo hizo el resto.
Mario sacó del bolsillo de su abrigo una pequeña foto arrugada y manchada, miró a Antonio y Liberto sin saber a quién debía dársela; Antonio le indicó con la mirada que se la diese a Liberto, por mucho que él estuviese pasando, Liberto era más importante. Al coger la fotografía le temblaron las manos, Fernando le apretó el hombro para que supiese que no estaba solo, al mirarla tuvo que retener las lágrimas, era de cuando acababan de llegar a París, acarició la cara de su madre cerrando los ojos intentando recordar esos tiempos. Se abrazó a Antonio dándole la fotografía, él la miró pero se abandonó a aquel abrazo, uno de los primeros que le daba Liberto espontáneamente. La fotografía estaba raída por el tiempo, manchada de barro reseco pero pasó por las manos de ellos cómo si fuera el mayor tesoro, Fernando y Alicia se fijaron en cómo Mario, Liberto y Antonio dejaban de lado todo para honrar, cada uno a su forma, el recuerdo de la mujer que tenían en común. Alicia sonreía mirándoles, a pesar de todo el dolor, el sufrimiento, recordar el final de Andrea… A pesar de todo, ahí estaban padre e hijo recuperando su relación, miró a Fernando, que estaba emocionado, con cuidado cogió a su hijo, Fernando sonrió acercándose a ella y abrazándola. Pierre tenía todavía mucho que contar, pero no era el momento, de soslayo miraba a Fernando intentando calcular cuando debería contárselo. Fue Alicia la que quiso relajar el ambiente, todos estaban emocionados y podrían haber seguido así toda la mañana.
-Bueno Pierre, cuéntanos qué te ha parecido España, Madrid… Has conocido a Pelayo y Marce, ¿qué tal con ellos?
Alicia se sentó con Roberto entre sus brazos esperando tener noticias de sus amigos, seguía sin entender cómo pasó tantos años sin disfrutar de la compañía de Pelayo, Marcelino y Manolita. Fernando miró sonriendo a Alicia, si hubiesen estado solos la hubiese besado, no podía quererla y admirarla más, le apretó la mano mientras se sentaba dispuesto a escuchar sobre esos amigos a los que echaban tanto de menos.
-Son increíbles, desde el primer momento me trataron con cercanía, me hablaron de vosotros sin que yo os nombrase, sólo con saber que vivía en París dijeron que ellos tenían dos amigos aquí… -vieron que Pierre tenía una sombra en su mirada, pero no pudieron evitar sonreír al pensar en sus amigos- Eso sí, creo que han aprendido muy bien, porque se miraron evitando decir vuestros nombres…
Todos se echaron a reír, todo el mundo consideraba a Marce un metepatas y casi era mejor así, nunca nadie pensaría que había ayudado a tantas personas; la realidad era que era una de las mejores personas para guardar un secreto sin que sospechasen de él. Mario se estaba manteniendo en un segundo plano, él no era el protagonista, no había tenido que dejar su país, su vida, sus amigos… Sentía que cualquiera de ellos había pagado un precio muy alto y él no tenía derecho a comparar su dolor con el de ellos. Liberto escuchaba atentamente, recordaba vagamente a los dueños del Asturiano de alguna vez que fue con Mario, pero no podía saber lo importantes que eran para su padre o para Alicia y Fernando. Terminaron contando anécdotas consecutivamente, todos habían vivido muchas experiencias en ese bar, incluso Antonio les relató cómo estuvo escondido y reafirmó esa cara desconocida a priori de Marcelino.
-Cómo les echo de menos… Pelayo me ayudó sin dudarlo cuando reaparecí en El Asturiano…
-Cuando les conté que os conocía, que era vuestro amigo… No sabéis la cara que pusieron, empezaron a hacerme preguntas, pensé que no me iban a dejar salir de allí en días –Fernando se echó a reír imaginándose la situación- me preguntaron por Roberto, por vosotros, si había estado en la boda… Ayer tuve que volver antes de salir en coche para París, en el coche tengo algunas cosas que me dieron para vosotros, queso manchego, jamón…
Fernando estaba deseando ver las cosas que habían enviado esperanzado por si tenían alguna carta entre las cosas, disfrutó viendo la cara de Alicia iluminada y besó su mano esperando que pudieran regresar mucho antes de lo que creían y pasear por la plaza. Fernando se rascó la cabeza pensando en que la última vez que habían estado juntos en la plaza discutieron amargamente.
-Siempre se han portado con nosotros como si fuésemos de la familia… -Alicia estaba emocionada- y así les sentimos. ¿Conociste a Manolita?
-Sí, aunque fueron sólo unos minutos, estaba muy ocupada con el hostal; me dijeron que sería mejor que no le dijese que era amigo vuestro… -Fernando asintió sonriendo y recordando el momento en que Manolita le descubrió en el bar, Pelayo y Marce se lo ocultaron todo lo que pudieron, pero como para ocultarle algo a Manuela Sanabria, menuda era ella- Antonio, también les dije que te conocía, se alegraron mucho, sobre todo Marce.
Antonio tragó saliva, sabía que Marcelino había ayudado sin dudar a Andrea las dos veces que ella había vuelto a Madrid. Y cómo olvidarse de todo lo que hizo por él… Era el mejor amigo que tenía, que recordaba tener; y no había vuelto a escribirle, probablemente por lo que hizo cuando supo la muerte de Andrea… No estaba nada orgulloso de su reacción, dejar a Liberto con Mario, largarse, intentar huir de todo su pasado… Quería sinceramente a Marcelino y le hubiese gustado tenerle delante para darle un abrazo.
-Me encantaría volver a hablar con él, verle después de tanto tiempo…
-Él me dijo lo mismo, me dieron también algunas fotos de su familia, y una especial que tenía de vosotros dos, me pidió que te la diese.
Pierre sacó la foto y se la pasó, Antonio la miró emocionado, hacía tantos años de aquello… Cerró los ojos intentando recordar todo lo posible de su amigo, sus gestos, su voz, la manera en que le animaba siempre…
-Gracias Pierre… Por todo…
-¿Les contaste a qué habías ido a Madrid? –por un momento, Fernando deseó que sí lo hubiese hecho, Pelayo y Marcelino se merecían saberlo, pero sabía que era peligroso.
-No, no, claro que no… Sólo Mario sabía todo, ni siquiera los hombres que nos ayudaron, aunque supongo que se lo imaginaban…
Pierre empezó a contar alguna de las charlas con Pelayo y Marcelino, las risas se sucedieron tanto como las miradas emocionadas, la mañana pasaba sin que ninguno se diese cuenta, por suerte, Alicia y Fernando habían avisado en el trabajo que no irían y Antonio no tenía clases aquel día. Roberto empezó a protestar, tenía hambre, Fernando le miró sintiéndose culpable, por un momento se había olvidado por completo que tenía que alimentar a su hijo. Le besó la frente y le dejó en brazos de Alicia mientras iba a la cocina a preparar el biberón, Pierre le siguió en silencio y con un nudo en la garganta; Alicia les miró preocupada, había notado que Pierre ocultaba algo y no sabía qué podía ser. Fernando sintió los pasos de Pierre antes de girarse, se fijó en los dedos temblorosos en la mesa y, después de poner a calentar el agua, se sentó enfrente, una sensación le embargó y sabía que no era buena.
-Fernando… Hay algo que no os he contado, quería contártelo a solas, no es fácil y…
Fernando respiró hondo intentando controlar lo que sentía, no podía ser, pero sabía que había algo raro en lo que Pelayo no le contó en su última carta.
-¿Es Daniel?
Pierre le miró sorprendido, bajó la mirada sin saber cómo decírselo, sabía lo importante que era Daniel para él.
-Sí…
Alicia apareció en ese momento, Fernando terminó de preparar el biberón con lágrimas en los ojos, besó a Alicia y a su hijo y le dijo que después hablarían. Cuando volvieron a quedarse solos, Fernando se frotó los ojos intentando controlar lo que sentía, no quería que Pierre se sintiese mal, entendía lo difícil que debía ser para él ser quien tuviese que contárselo.
-Pelayo me dijo que no quisieron decírtelo por carta, que no les parecía la mejor manera… En Colombia… -Pierre cerró los ojos recordando la imagen de Daniel, sólo le había visto en la boda pero le parecía un buen hombre- Le secuestraron, apareció muerto hace un par de meses…
Repetía para sí las palabras de Pierre, pero no podía procesarlas, no podía pensar en Daniel muerto, no él que sólo había ido a Colombia para ayudar a los demás. Sintió el contacto de la mano de Pierre en su hombro, pero no podía hablar, oyó gimotear a Roberto y dejó que las lágrimas saliesen. Pierre le miraba preocupado, se levantó para llamar a Alicia, sabía que Fernando necesitaba a su mujer y su hijo. Alicia tampoco pudo reaccionar ante lo que escuchó, sujetó a Roberto con fuerza y fue a la cocina, le hubiese gustado estar en casa, que estuviesen solos. Vio a Fernando llorar, un llanto calmado; se agachó para que la mirase a los ojos, Roberto estaba dormido.
-Fernando…
-¿Por qué? Es tan injusto, Daniel menos que nadie se lo merecía… No es justo Alicia.
-No, no lo es.
Le besó, ella no podía pensar otra cosa y tampoco sabía qué decir; se abrazaron y permanecieron callados mucho tiempo, casi olvidándose de dónde estaban. Alicia sintió la humedad en su jersey, el cuerpo contraído por la rabia y el cansancio, había visto esa mirada más veces en los ojos de Fernando pero desde que habían llegado a París era la primera vez que la sentía. Cerró sus ojos recordando la primera vez que conoció a Daniel, el camino al pozo dónde seguía sin creerse lo que él le estaba contando, cómo le pidió que esperase para hablar primero él con Fernando, incluso que cuando pasó el impacto de ver a Fernando delante suyo, vivo, se dio cuenta que Daniel había desaparecido sigilosamente. Fernando miró a Roberto, ellos tres no estarían allí si no fuese por Daniel, había hecho tanto por él… Se le vinieron a la cabeza demasiados momentos con Daniel, sus conversaciones, su manera de ayudarle sin pedir nada a cambio, su complicidad…
Cogió a Roberto, le besó y le apoyó en su hombro, con el brazo libre agarró más fuerte a Alicia y la besó en el pelo. Si no les tuviera a ellos no podría salir adelante, su hijo ya no podría conocer a Daniel, él nunca más podría abrazarle, agradecerle tanto, conversar con su amigo. Por un momento pensó qué sería de su vida si no hubiera conocido a Daniel, podría estar vivo pero sólo porque respirase, Daniel guio sus pasos hacia su nueva vida y ahora estaba muerto, una idea que no podía asimilar.
Antonio se asomó a la cocina, Pierre les había contado lo que había pasado, les vio abrazados, no quiso interrumpirles, no había conocido a Daniel, pero Fernando sí le había hablado de él. Sabía lo difícil que tenía que ser para Fernando perder otro amigo injustamente, volvió al salón para despedir a Mario, le había ofrecido quedarse en su casa, pero Mario prefería quedarse en una pensión y dejarles su espacio. Por la tarde volverían a verse, gracias a Alicia que agilizó los trámites, enterrarían esa tarde los restos de Andrea. Se despidieron con un abrazo y la certeza de que nunca habían estado tan cerca el uno del otro; Liberto acompañó a Mario hasta la pensión, seguía teniendo sentimientos encontrados hacia aquel hombre, pero le quería. Pierre y Antonio se sentaron en el sofá, se les notaba cansados, Pierre iba a encender un cigarro, pero su paquete estaba vacío; Antonio sonrió y le ofreció uno. Siempre estaría en deuda con él, le había devuelto a Andrea, lo que quedaba de Andrea… Miró hacia la cocina, Alicia y Fernando también se la habían jugado por él, por Andrea, pensó que no era justo que tuviesen que perder a amigos siempre, le gustaría saber qué decirles.
Alicia acarició la cara de Fernando, sabía que para él era una debilidad llorar, que le gustaría gritar y tener enfrente a los causantes de la muerte de Daniel. Le miró preocupada pensando si se había planteado ir a Colombia para saber algo más, sentía impotencia al sentir sus manos frías y esa mirada casi vacía que sólo volvía a la vida cuando Roberto llamaba su atención. Notó las manos de su hijo en la cara, besó a Fernando levantándose, se recompuso un poco haciendo que Fernando recordase dónde estaban, dejó al niño en brazos de Alicia y se frotó la cara. Respiró profundo, esa tarde despediría a una amiga que había muerto por intentar salvarle, era un momento importante, y tenía que apoyar a Antonio y Liberto, sus sentimientos tendrían que esperar hasta después. Era imposible quitarse de la cabeza a Daniel, su imagen, su voz calmada, sus consejos siempre acertados… Pero tenía que concentrarse en aquella tarde, después podría llorar a Daniel, estar a solas con su mujer y su hijo en casa y dejar de ser quien controlase la situación. Se levantó despacio, vio cómo Alicia volvía al salón dejándole a él unos segundos a solas, recordó el momento en que conoció a Daniel, él seguía estando alerta. Cuando dejó pasar a Daniel a la habitación intentó relajarse, le dio ropa y le miró la herida… Sonrió recordando cómo había dado una contestación ambigua para no decir qué había estudiado, sabía de primeros auxilios pero no era enfermero, “hay muchas clases de enfermos” “se me da bien escuchar los problemas de los demás”, al recordarlo casi se echó a reír, desde el principio tenía que haber sospechado cuál era su secreto, como él mismo le dijo más tarde, hablaba como un meapilas. Sonrió tiernamente, nunca podría olvidarse de Daniel, no sólo le había ayudado sin reservas, además hizo que se replantease muchas cosas, un sentimiento de angustia le embargó, pensó en todas las personas que no recibirían la ayuda de Daniel, sus consejos, su amistad… Daniel era un hombre que todo el mundo debía conocer, era, le costaba mucho hablar en pasado. Abrió el grifo y se aclaró la cara, volvió a respirar profundo y fue al salón; vio a Alicia pensativa en un sofá individual mientras Pierre y Antonio hablaban en el sofá, se sentó en el brazo del sofá junto a Alicia, la besó en el pelo y acarició la cara de su hijo, que estaba dormido. Fernando, al saber que Mario se había ido, pensó por un momento en Álvaro, tenía curiosidad por si Alicia había preguntado por su anterior marido, se rascó la cabeza pensando el enfado al que se podría enfrentar si le contaba ese pensamiento. Miró la taza pensando en todas las cosas en común que de alguna forma había tenido la vida de Andrea y Alicia, eran las dos únicas personas que, junto con Daniel, siempre le habían enfrentado de frente sin achantarse. Se unió a la conversación de Pierre y Antonio, por suerte estaban hablando de la huida de Andrea y Antonio junto a Liberto y la llegada a París, en aquel momento no podría hacer frente a una conversación sobre la Plaza de los Frutos, todo le recordaría a Daniel. Alicia permanecía al margen, les escuchaba e intentaba enterarse, pero no podía compartir su experiencia, su huida con su padre, su huida con Fernando… Fernando le acarició la mano, ella sonrió débilmente y siguió escuchando a los tres pero sin dejar de mirar a su marido y su hijo. Fernando deseaba profundamente tomar un baño con su hijo, algunos días holgazaneaban en la bañera hasta que el agua se enfriaba disfrutando de las risas de su hijo. Antes de saber lo que había pasado con Daniel, el plan era comer todos juntos en casa de Antonio; en ese momento ni a Fernando ni a Alicia les apetecía, pero tampoco querían dejar solos a sus amigos, era un día importante para Antonio, Liberto, Mario e incluso para Pierre, que había sido el artífice de haber recuperado a Andrea, su cuerpo, aquella fotografía que representaba más que cualquier cosa… A pesar del tiempo, del barro, del asesinato, esa fotografía había sobrevivido a todo para que Antonio y Liberto pudiesen recuperarla. Intentó recordar la última vez que vio a Daniel y habló con él, quería recordar su voz en su cabeza, esa que todos deseaban escuchar al recurrir a él. Por un momento dejó de escuchar las conversaciones pensando en Belén completamente sola, apretó con fuerza la mano de Alicia intentando no imaginar que pudiera vivir una experiencia así. Hablar de su huida le trajo, de nuevo, a la conversación, Alicia nunca sería consciente del miedo que había pasado esos días ni cómo la primera noche en la pensión, ya en Francia, había sido incapaz de quedarse dormido por el nivel de alerta de esos días. Alicia bromeaba pero él era incapaz sabiendo que dormir en el campo pudo causarle problemas para su estado.
-Nuestra huida fue fácil –Fernando estaba haciendo verdaderos esfuerzos por sonar relajado, no lo estaba consiguiendo- no tuvimos ningún problema, pasamos días caminando pero estábamos juntos y eso era lo importante… Creo que ha sido la única huida en mi vida en que no pasó nada, y menos mal, no podría soportar haber puesto a Alicia y a mi hijo en peligro…
-Fue fácil, pero no podéis imaginaros lo preocupado que estaba Fernando –Alicia consiguió salir del mutismo en el que se había acomodado desde que supo la muerte de Daniel- no dejó de estar pendiente de mí, yo ya estaba embarazada, a la primera señal de cansancio me obligaba a parar o a subirme sobre él… El mejor momento fue cuando estuvimos seguros de haber pasado la frontera…
Alicia miró a Fernando con lágrimas en los ojos, nunca lo habrían conseguido sin la ayuda de muchos amigos, uno de los más importantes, Daniel. Fernando la besó intentando controlar su emoción, sonrió recordando el momento en que Alicia saltó de alegría al saberse en Francia, en ese momento empezaban su vida juntos y sólo podían pensar en su hijo, en ser felices y enseñar a su hijo a serlo. Antonio pensó en el momento en que Andrea y él supieron que ya estaban en Francia, después de años de sufrimiento habían llegado a un país en el que podrían vivir su amor junto a su hijo. Alicia se dio cuenta que Antonio dejó de estar con ellos mientras hablaban de su huida, sabía que su paso por la frontera no había sido un camino de rosas, devolvió el beso a Fernando sin quitarse esos ojos de nostalgia de la mente. Las horas habían pasado muy rápido, Liberto estaba entrando por la puerta; al verle, Alicia miró el reloj, ya tenían que estar comiendo. Dejó a Roberto en brazos de Fernando, preparar la mesa hizo que por un momento se olvidase de todo lo demás, Fernando la miraba emocionado, no sabía de dónde sacaba fuerzas para seguir adelante. Liberto les contó que Mario había preferido quedarse descansando en la pensión, Antonio pensó que probablemente no descansaría nada, estaría recordando los años que pasó junto a Andrea. Todos intentaban sobrellevar la situación y el cansancio a su forma, Fernando se fijó en el tic de Antonio golpeando su rodilla, en un Pierre mirando a hurtadillas el reloj y que transmitía culpabilidad por querer ir a ver a Diane, Fernando parecía sereno de cara a la galería, bromeaba al verse servir el café o la comida. La comida pasó entre miradas y algunos comentarios triviales, Fernando y Alicia no hablaron en ningún momento; Fernando acariciaba la mano de Alicia o su pelo, se miraban entendiendo lo que pensaba el otro. Antonio sintió una envidia sana mientras Pierre no dejaba de pensar en volver a abrazar a Diane, no pensaba despedirse de sus amigos hasta última hora del día, no quería dejarles solos, ver a Fernando sin saber cómo reaccionar le había afectado. Pero echaba mucho de menos a Diane, sabía que sospechaba que había más razones que el trabajo para aquel viaje, y quería compartirlo con ella ahora que ya había pasado todo. Pierre intentó alegrar la comida contándoles una conversación que había tenido con Antoine la última vez que llamó a la redacción, su jefe sabía que estaban trabajando en algo que no era el reportaje sobre Madrid y no dejó de soltar ironías en toda la conversación. Fernando sonrió débilmente pensando en el momento en que metió la pata en el despacho de su jefe, menos mal que Antoine tenía buen humor y no se entrometía en nada. Alicia sirvió el postre mientras hablaba de su padre, Pierre había visitado la tumba y había puesto flores frescas; se apasionaba hablando de su padre, Fernando se relajó por primera vez aquella mañana, escuchar a Alicia le daba una serenidad que nunca podría explicar. Alicia, mientras hablaba con Pierre, recordó que ir a la tumba de su padre fue la última visita que realizó estando en Madrid, había salido del despacho de Inés y fue directa al cementerio, sonrió pensando en Fernando escondido en su casa cómo león enjaulado preocupado por su tardanza. Fernando hizo que se sentase sobre él y no dejó de acariciarle el pelo, Alicia se dio cuenta que no había probado bocado en aquella comida, temía que volviese a descuidarse. Le miró inquisitivamente y consiguió que Fernando tomase una pieza de fruta mientras pensaba que por nada del mundo querría preocupar a Alicia. Roberto conseguía que aparcasen todos sus pensamientos, Fernando le agradeció, por primera vez, tener que ir a cambiarlo para disfrutar de un momento a solas con él mientras Alicia se fumaba un cigarro ya con una copa de vino. La comida, que estaba exquisita, no consiguió el mismo resultado, el tabaco, el alcohol y las preocupaciones impidieron que ninguno la terminase.
El timbre les sobresaltó, la sobremesa se había alargado y no se habían dado cuenta que en unos minutos tendrían que salir de casa para ir al cementerio. Liberto abrió la puerta para ver a un Mario que había intentado adecentarse pero que, a pesar de su ropa impecable, su cara y sus gestos daban muestras del cansancio y de que no había aprovechado para descansar. Después de saludar a Mario, Fernando fue a la cocina a preparar un biberón para Roberto, atender a su hijo era lo único que mantenía su atención totalmente. Pierre entró en la cocina poco después, se sentó sin saber qué decir, le hubiese gustado traerle sólo buenas noticias, las miradas de Pelayo y Marcelino al contarles detalles de la boda, de Roberto, de las navidades… Fernando encendió un cigarro mientras esperaba que hirviese el agua, miró a Pierre, en silencio, mientras entraba en la cocina. Se frotó la cara pensando que debía darse un baño y afeitarse, ese día todos eran autómatas y él no era menos. Abrió la ventana para que el aire frío apagase la rabia incontrolada por la muerte de Daniel.
-Pierre… -se sentó junto a él mientras esperaba que calentase el agua, le costaba mucho hablar- Gracias, por todo, por… Gracias. Sé que no ha sido fácil para ti, siento que además de arriesgarte por Andrea, hayas tenido que ser tú quien me haya dicho que… -no podía repetir que habían asesinado a Daniel- Quien me lo haya dicho.
-No sientas nada Fernando –le miró fijamente, no pensaba dejar que se culpase por todo y menos después de lo que estaba pasando- no me he arriesgado recuperando los restos de Andrea, te lo dije antes de ir a Madrid, no iba a pasar nada, y así ha sido. En cuanto a decírtelo… Hubiese preferido que no hubiese nada que contar, que todo fuesen los comentarios de Pelayo y Marcelino, lo felices que se les veía al conocer detalles de vuestra vida… Pero eso no puedo cambiarlo, tenía que contártelo… Lo siento, de verdad.
Fernando le miró intentando sonreír pero sin conseguirlo, sentía que toda la situación era injusta para Pierre, no se merecía tener que sentirse mal por traer la noticia de la muerte de Daniel… Pensó en la suerte que tenía, tenía amigos verdaderos dispuestos a ayudarle y apoyarle hasta el final; por un momento se castigó pensando que siempre acababan muertos, eran demasiados ya… Miró a Pierre intentando controlar ese pensamiento, por suerte el agua hirviendo llamó su atención, terminó de preparar el biberón y volvieron al salón. Alicia le miró preocupada, dejó que fuese él quien le diese el biberón, sabía que sentir a su hijo hacía que se olvidase de todo. Antonio y Liberto fueron a cambiarse, el día había sido muy largo y tenían una pinta horrible, aunque, como en el caso de Mario, su cara transmitía todo lo que sentían. Fernando respiró el olor del niño, se calmó viéndole comer pausadamente, besó una de las manos de su hijo y se quedó mirándole. Cuando cambió al niño, fue consciente que debían salir de casa de Antonio, era el momento del entierro de Andrea, dejó a Roberto en el coche y miró a Alicia, se abrazaron olvidándose por un segundo de sus amigos. Alicia sintió cierta desesperación en el abrazo de Fernando, contrastaba con todos los movimientos medidos que realizaba o cómo había acariciado a Roberto casi como si fuera una pluma. Ellos se habían cambiado en muy poco tiempo, la casa no dejaba de ser un ir y venir de amigos cuyos semblantes eran tan serios y adustos a pesar de estar acostumbrados a los golpes de la vida. Al separarse, se sintieron algo avergonzados, todos les miraban, Alicia contuvo una carcajada, no era el momento, pero realmente le hizo gracia ver la mirada de todos ellos ante aquel abrazo. Alicia abrió las ventanas porque el tabaco comenzaba a concentrarse y le molestaba el olor en la ropa del niño, sonrió al ver a Roberto contento al meterlo en el coche. Salieron de casa de Antonio en un silencio sólo interrumpido por sus pasos y el ruido del coche de Roberto. Todos no cabían en el coche de Mario, dejaron que sólo Antonio y Liberto fueran con él, merecían tener ese momento íntimo.
Después de verles alejarse en coche, empezaron a caminar, Fernando llevaba a Roberto, Alicia iba de su brazo mientras Pierre caminaba a su lado. Fernando empezó a hablar de Andrea, recuerdos inconexos, anécdotas que ya había contado a Alicia, otras que recordaba justo en ese momento… Alicia sonreía imaginándose a los dos en cada recuerdo, Pierre escuchaba atentamente casi deseando haber conocido a aquella mujer tan importante para su amigo. Los pasos de los tres denotaban el cansancio que arrastraban, Alicia se subió las solapas del abrigo ante el frío y miró a un Fernando que se había olvidado de su bufanda y los guantes. Escuchaban atentamente las frases sueltas sobre Andrea, intentando imaginarse esas escenas de aquella mujer que no habían conocido. Habían llegado, Mario y Antonio estaban fuera del coche fumando un cigarro, Liberto se había quedado dentro mirando la pequeña foto, estaba cabreado con el mundo, hasta ese momento no había asumido que habían asesinado a su madre, lo sabía desde hacía años, desde que pasó, pero sólo en ese momento tomó conciencia de que era cierto, de que había pasado. Fernando tragó saliva antes de acercarse a Liberto, a veces les daba las gracias en silencio por no odiarle al ser el motivo de que Andrea fuese a España, muchos días le costaba perdonárselo a él mismo. Nunca debió intentar aquella misión suicida, además ella sabía que estaban en paz, gracias a sus gestiones pudo salir de España después del atentado, se frotó la nuca pensando cómo Ignacio había llegado a contactar con ella y preparar aquella salida, en la que jamás debió irse solo. Entró en el coche cerrando la puerta e intentó concentrarse sólo en el hijo de su amiga. No era un niño, aunque sabía que en esos momentos se sentía así, le apretó el hombro mirando la fotografía que tenía en sus manos. Alicia se limpió un par de lágrimas con poco disimulo, Fernando tenía agarrado a Liberto por un hombro mientras le hablaba fijamente a los ojos, era capaz de anteponer a su propio dolor el de los demás. Antonio le pasó un pañuelo de tela que usó después de agradecérselo, se miraron fijamente antes de encenderse un cigarro.
-¿En qué piensas?
-En mi madre, en nosotros, en… En su asesinato. ¿Sabes? Creo que es la primera vez que lo digo en voz alta, asesinaron a mi madre.
-Está bien que no te lo guardes, que lo compartas… -pensaba en sí mismo, sabía por propia experiencia que esos sentimientos era necesario compartirlos, por un momento se recordó a sí mismo en mitad de aquella huida contándole a Andrea lo que pasó con Belle- Liberto, quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo, con nosotros… Sabes que tu madre era muy importante para mí, -intentó controlar la culpabilidad por su muerte- cuando la conocí no dejó de hablarme de ti… Recuerdo cuando llegamos en aquella avioneta y el abrazo que te dio… Su muerte es muy injusta, pero estoy seguro que ella querría que lo superásemos, sin olvidarla, por supuesto, pero siguiendo adelante, luchando y viviendo.
-Gracias Fernando… -se abrazó a él intentando controlar las lágrimas- Mi madre te quería de verdad.
Fernando le abrazó casi como si lo hiciese Andrea, estaba dispuesto a recordarla todas las veces que hiciese falta para que Liberto nunca la olvidase. Al separarse, Fernando y Liberto respiraron profundamente mirándose a los ojos y salieron del coche; Alicia estaba junto a los demás, pero no había dejado de mirar de reojo hacia el coche. Les miró emocionada, cuando Fernando llegó a su lado, le apretó la mano, le miró orgullosa sabiendo lo que le había costado controlar lo que sentía en ese momento por Andrea y Daniel.
Fernando se quedó rezagado con Alicia y Roberto, Mario y Antonio llevaban el pequeño ataúd donde iban los restos de Andrea; Liberto y Pierre iban un paso por detrás, cuando les vieron entrar al cementerio, Fernando y Alicia empezaron a caminar despacio. Roberto estaba dormido, Fernando le arropó cuando vio que se daba la vuelta; Alicia llevaba el coche pero no dejaba de mirar preocupada a Fernando. No hubo una gran ceremonia ni pomposos homenajes, cada uno pensó en Andrea de la forma que la conocía; su imagen estaba presente para todos y todo lo que ella les hacía sentir. Alicia miraba a Fernando y a Antonio porque sabía que los dos compartían nulas creencias en otra vida, en un más allá y en ningún Dios. A ella le sucedía lo mismo, las personas que desaparecían seguían vivas en su recuerdo, la energía quedaba en ella pero en esos momentos agarrarse a la fe servía de ayuda a mucha gente, por eso era tan difícil sobrellevar para ellos una muerte. Fernando acarició suavemente el ataúd intentando descargar el sentimiento de culpa, conocía tanto a Andrea que sabía que le hablaría de forma muy dura si le viese culpándose. Alicia cogió la mano de su marido y posó una rosa blanca en el ataúd; Fernando cerró los ojos y apretó la mano de Alicia, ese día le costaba mirarla fijamente a los ojos y pensar los años que cometió el error de dejar que pensara que estaba muerto, puede que ella se lo hubiera perdonado pero una parte de él mismo jamás se lo iba a perdonar. Todos y cada uno de los días se levantaba pensando que no tendría vida suficiente para compensárselo. Miró a Liberto con un nudo en el estómago pensando lo injusto de tener que vivir sin su madre, habían compartido pocos años, muy pocos para todo lo que Andrea había luchado por su hijo. Antonio miró a Liberto y le abrazó, cerró los ojos intentando ver la imagen de Andrea feliz al saber que ya estaban en Francia. Mario miraba el ataúd, sabía que para Andrea probablemente su matrimonio significaba una de las peores etapas de su vida, para él, había sido una de las más felices, siempre recordaría los buenos momentos de su matrimonio. Pierre se sintió orgulloso de haber contribuido a que por fin Andrea tuviese un lugar con su nombre, donde podrían llevarle flores, no era justo que estuviese enterrada en una zanja en mitad del monte. El silencio era tan absoluto que podía escucharse el sonido del viento, ni siquiera Roberto se despertó intuyendo la importancia de aquel momento. Fernando cerró los ojos pensando en Daniel, tenía que enterarse de dónde iban a enterrarle, por un momento se le pasó por la cabeza volver a Madrid, a Belén nunca le cayó bien, pero en una situación así, eso no importaba… Se la imaginaba sola en Colombia después de la muerte de Daniel, volviendo a España sola, con su marido muerto… Intentó respirar de forma tranquila, ir a Madrid era peligroso, nunca le importó el peligro, pero ahora estaban Alicia y Roberto. Sabía que Daniel no hubiese estado de acuerdo en que les pusiese en peligro, pero necesitaba dar su apoyo a Belén, dar un último adiós a Daniel… Notó la mano de Alicia sobre su hombro, la miró intentando ocultar sus pensamientos aunque probablemente lo sabía, siempre sabía lo que pensaba antes de que se lo dijese… Alicia le miraba con ojos casi suplicantes, él besó su mano e intentó sonreír para tranquilizarla. Cuando el enterrador terminó, Antonio respiró hondo y no hizo ningún esfuerzo por ocultar las lágrimas, Liberto tragó saliva y se frotó los ojos intentando recomponerse. Era la primera vez en años que sentía a su madre cerca, la habían asesinado, pero ahora tenía un lugar donde visitar sus restos. Miró a su padre y, juntos, empezaron a salir del cementerio; Mario les miró con envidia, durante los años que pasó con él, intentó que Liberto se integrase en su familia, pero siempre supo que no lo había conseguido. Pierre abrazó a Mario, durante los días en Madrid, había podido conocerle y le había visto muy afectado al ir dando avances para encontrar los restos de Andrea; en esos momentos, Mario le había contado partes de su historia con Andrea. Salieron juntos, detrás de Antonio y Liberto, que ya estaban junto al coche. Fernando miró a Alicia, en aquel cementerio estaba enterrada Belle, Alicia le besó el pelo alejándose con Roberto para esperarle fuera. Vio caminar despacio a Fernando, atravesar el cementerio para llegar a la tumba de Belle. Fernando se frotó la cara pensando cuantos días Andrea había ido a llevar flores hasta aquel lugar, probablemente con Liberto de la mano, había atravesado, con la forma tan segura que tenía de caminar, medio París para cumplir una promesa.
Se acercó a la tumba de Belle, pasó los dedos por su nombre y sonrió recordando el momento en que la conoció. Hacía tiempo que estaba en paz con el recuerdo de Belle, no así con el de su hermano, pensó en su vida, siempre perdiendo amigos, amores, sintiéndose culpable… Giró la cabeza para ver salir a Alicia, miró una vez más la tumba de Belle y se giró para regresar al presente, ese presente que suponía las risas de su mujer y su hijo, el intento de darle esa vida que ellos no habían podido llevar. Se unió a los demás intentando mantener la compostura, Mario saldría de París al día siguiente, a primera hora, se ofreció para llevar a Antonio y Liberto a casa. Liberto entró al coche después de mirarles, en ese momento no podía hablar con ellos, ni abrazarles, necesitaba estar consigo mismo. Antonio abrazó a Fernando, podría haberle dicho muchas cosas mientras le abrazaba, pero guardó silencio, los dos sabían todo lo que sentían en ese momento, no necesitaban expresarlo en palabras. Dio dos besos a Alicia y la abrazó susurrando un “gracias”, ella se quitó importancia y le acarició la mejilla intentando eliminar los restos de lágrimas. Finalmente, abrazó a Pierre, nunca podría dejar de estar agradecido a aquel hombre al que ya iba conociendo un poco, sonrió intentando evitar las lágrimas y le dio las gracias por haberse arriesgado por su mujer. Mi mujer, lo repitió en su cabeza casi sorprendido, hacía mucho que no usaba esa expresión para referirse a Andrea. Cuando Antonio entró en el coche, Mario empezó a despedirse, comenzó abrazando a Pierre, los días que habían pasado en Madrid nunca los olvidaría, la forma en que hablaba de cualquier tema con naturalidad, de la guerra civil, de la guerra mundial, de la dictadura… Conocer a Pierre le hizo ser consciente, una vez más, de todo lo atrasada que estaba España. Antes de deshacer el abrazo, le aseguró que si en algún momento volvía a Madrid, su casa siempre estaría disponible para él. Se acercó a Roberto para sorprenderse, una vez más, del parecido con Fernando, lo que para él era la confirmación de que había sobrevivido. Abrazó a Alicia con ternura y mucha admiración, no lo parecía, pero era una de las mujeres más fuertes que él conocía a pesar de su apariencia de fragilidad. Finalmente, abrazó a Fernando intentando quitarse la sensación de irrealidad que tenía siempre que le tenía delante. Fernando le dio las gracias por todo, él sonrió sin dejar de mirarle. Alicia notó el frío en la cara de todos y cada uno de ellos, también cómo intentaban gestionar sus emociones intentando reconfortar al otro. Se había emocionado por el abrazo entre Antonio y Fernando, había algo en él que no podía explicar y resultó diferente.
-Cuidaros… -Mario estaba entrando en el coche pero le costaba terminar de despedirse- Si en algún momento podéis volver a España… En Madrid siempre tendréis una casa.
Fernando y Alicia le sonrieron sinceramente, vieron cómo arrancaba el coche y se alejaban. Empezaron a caminar en dirección a casa, Pierre seguía junto a ellos, no tenía intención de abandonarles, Fernando, que llevaba el coche de Roberto, se paró a un lado de la calle haciendo que tanto Alicia como Pierre le imitasen.
-Pierre… Gracias por todo, por seguir aquí, por… -tuvo que tragar saliva antes de continuar- Llevas todo el día con nosotros, después de un viaje en coche desde Madrid… Deberías descansar, quizás ver a Diane –Pierre notó que aquella vez no pronunció el nombre de Diane para ver su reacción, hablaba sinceramente-, has hecho mucho, por Andrea, por Antonio y Liberto, por nosotros…
Pierre le abrazó emocionado, todavía se sentía mal por haber tenido que ser él quien trajese la noticia de la muerte de Daniel; pero escuchar a Fernando le había emocionado. Le conocía lo suficiente como para saber que no solía expresarse así, pero cuando lo hacía, lo decía de verdad. Se despidió de Alicia con un abrazo y dejó para el final el dulce beso que le dio a Roberto; respiró el olor de aquel niño al que quería como si fuese de su familia. Fernando acarició suavemente el cuello de Alicia mientras terminaban de despedirse, tenían los dos agarrados el coche de Roberto con fuerza, el temor no dejaba de embargarles pero no por ello dejaban de disfrutar de cada uno de los segundos que estaban juntos. Le vieron alejarse en dirección a casa de Diane, cuando le perdieron de vista, se abrazaron y reanudaron el camino. La noche empezaba a ganar a la luz del día, había sido un día muy duro para ellos, necesitaban llegar a casa y sentirse a salvo los tres juntos. Caminaron en silencio al principio pero después decidieron enfrentar lo que cada uno había sentido, era uno de sus pactos tácticos, compartir sus sentimientos y sensaciones. Estaban seguros que a sus amigos les costaría conciliar el sueño pero todos encontrarían alivio refugiándose en los suyos. Fernando pensó que era la primera vez en su vida que se apoyaba en alguien y lo último que compartió con Alicia, antes de llegar al portal, fue su disculpa más desgarradora por el daño gratuito que había provocado al dejar que pensara que estaba muerto.
Al entrar a casa se sintieron más extraños que nunca, el silencio de la casa y el olor a tabaco les produjo una sensación extraña, parecía que llevaban fuera de su hogar semanas enteras, era como si los que hubiesen salido de casa aquella mañana fueran otros. Alicia se frotó los brazos después de quitarse el abrigo, se fijó en la cara de cansancio de Fernando e intentó transmitirle un poco de serenidad agarrándole del brazo. Fernando puso la calefacción de forma automática, sin pensarlo, Alicia todavía le miraba con lágrimas en los ojos, su disculpa le había recordado todo el dolor de los 10 años que se había pasado pensado que había muerto, pero pudo ver ese mismo dolor en la mirada de Fernando. Cogió a Roberto mientras Fernando encendía la luz del salón; era tarde, habían pasado todo el día fuera y habían recibido una de las peores noticias que podían darles. Fernando se acercó a ellos intentando sonreír, besó a su hijo respirando su olor e hizo que Alicia se sentase en el sofá. Fernando cambió su expresión al coger a Roberto, había pasado media vida sin mirar atrás y verle sonreír le ofrecía siempre, ante él, ese futuro en el que nunca había pensado. Dejó a Roberto en brazos de Alicia.
-Voy a preparar el biberón, tiene que tener hambre…
-Fernando…
-No te preocupes, ahora vengo –la besó y se agachó para mirarla directamente a los ojos- no estoy huyendo de mis sentimientos y mucho menos de compartirlos contigo, pero primero está Roberto, y tiene que comer.
Alicia le miró emocionada, admiraba esa capacidad que tenía para priorizar siempre las necesidades de su hijo sobre las de él. Pensó que lo hacía siempre, no sólo con su hijo; le vio entrar a la cocina mientras recordaba lo que Fernando le había contado sobre el momento en que Andrea y él cogieron la avioneta. Él estaba dispuesto a quedarse en tierra cubriéndola para que ella pudiese subir a esa avioneta; pensó en lo injusto que era que hubiese perdido a tantos amigos.
Fernando puso a calentar el agua sin dejar de pensar en Daniel, podía verle entrando en casa, como el día de su boda, sonriendo al conocer a Roberto, mirarle orgulloso al leer alguno de sus artículos, al saber que llevaba una vida normal. Tuvo que sentarse, sabía que no era bueno que pensase en situaciones que nunca iban a poder darse, Daniel estaba muerto. Tenía que saber exactamente qué había pasado, tenía que escribir a Pelayo; todavía no podía creerse que estuviese muerto, Daniel no. Encendió un cigarro sin dejar de pensar en su amigo, el agua estaba tan fría que tardaría en hervir, cerró los ojos recordando el momento en el que le preguntó si no había nadie a quién le importase y sintiendo una emoción extraña al pensar en la generosidad de Alicia. Suspiró maldiciendo entre dientes por lo injusta que podía llegar a ser la vida.
Alicia se quedó en el medio del salón sintiéndose perdida, nadie mejor que ella podía entender el dolor y la impotencia que Belén podía estar sintiendo en ese momento, frunció el ceño pensando de qué forma o manera podían ayudarla. Acercó sus manos a la cortina y la corrió suavemente viendo la gente pasear, caminar y correr por las calles, sabía que era la peor parte de perder a alguien que querías, el momento que debías asumir que la vida continúa, que el mundo sigue girando. Oír gimotear a Roberto le sacó de sus pensamientos, terminó de preparar el biberón y volvió al salón. Los pasos de Fernando por el pasillo hizo que se girase para verle entrar con el biberón en la mano y una sonrisa triste en la cara. La miró intentando controlar la preocupación que sabía que transmitían sus ojos, enjuagó las lágrimas y besó a Alicia, fueron juntos a la habitación de Roberto, quizás más que nunca necesitaban ese momento los tres juntos. Alicia se sentó en la mecedora con Roberto, Fernando se sentó en uno de los brazos sin dejar de acariciar la cabeza de su hijo; para su sorpresa, Roberto tomó el biberón tranquilo, parecía que sabía el momento por el que pasaban sus padres. El único sonido en la casa era el de Roberto succionando el biberón, palmeaba intentando agarrarlo mientras la calefacción iba calentando una casa que habían sentido más fría que nunca. Ver comer a su hijo le llenó de una calma que no pensaba que pudiese sentir después del día que había tenido, miró a Alicia sonriendo, probablemente la primera sonrisa relajada desde que habían salido de casa. Alicia acarició su mano y sonrió también, Roberto había terminado de comer e, inmediatamente, se había quedado dormido. Fernando besó el pelo de Alicia dejándose embargar por ese olor que podría reconocer entre la multitud, él también discernía cómo podían ayudar a Belén. Alicia se recostó jugando con el botón de la camisa, bromeó porque estaba manchada, de nuevo, por la leche de su hijo y se dio cuenta que no podían dejarse vencer por el miedo, Andrea y Daniel merecían ser honrados de otra forma. Fernando le contó sus primeras conversaciones con Daniel, la paciencia que éste había tenido y ella cómo se habían cruzado al llevarla a declarar por los pasillos y, sólo con mirarla, le había ofrecido la entereza que en algunos momentos le costaba tener al sentirse tan sola.
-Sólo puedo seguir porque os tengo a vosotros…
-No, eso no es cierto Fernando; puedes seguir porque eres un hombre luchador, valiente, sales adelante incluso después de un fusilamiento… Fernando, ahora es más fácil, estamos los tres juntos, pero hemos superado muchas cosas separados, lo haríamos igualmente… Por suerte, ya no lo tenemos que hacer cada uno por nuestro lado… Estamos juntos, tenemos que luchar por nosotros, pero ahora hay alguien que depende de nosotros, de nuestra lucha, tenemos más razones para seguir mirando hacia delante.
Alicia se levantó para que Fernando se sentase, ella se sentó sobre él y cerró los ojos sintiendo su mano en la cintura y acariciando a su hijo.
-Te amo Alicia.
-Y yo a ti mi amor.
Durante esos momentos sólo existían ellos tres, perdieron la noción del tiempo y estuvieron abrazados durante minutos sin que ninguno de los dos necesitase hablar.
Sólo un fuerte manotazo de Roberto consiguió romper ese momento de relajación en que no pensaron en nada; Alicia soltó una carcajada al verle manotear y darse la vuelta en sus brazos, Fernando cerró los ojos sonriendo y escuchando la risa de su mujer. El sonido de su risa podría hacerle sobrevivir a cualquier cosa, reconocería esa risa aunque pasasen mil años. Miró el reloj confundido, era muy tarde y aquel día casi no habían probado bocado.
-Alicia ¿por qué no dejas a Roberto en la cuna y preparamos algo de cena?
Ella se levantó sonriendo, Fernando parecía estar recuperando un poco su obsesión por controlar todo, ella ni se había acordado que tenían que comer. Al posar a Roberto, vieron cómo se giraba metiendo la mitad del puño en la boca, no pudieron evitar sonreír, Fernando se agachó a besarle la frente, por él tendrían que salir adelante. Al salir dejaron la puerta entreabierta, el momento en la cocina fue totalmente distinto a otras veces, Fernando preparó un poco de pescado, realmente no tenía hambre, pero sabía que tenían que comer, sobre todo porque Alicia no lo haría si él no insistía y cenaba también. Fernando se quedó mirando la comida que estaba preparando totalmente absorto, se frotó la cara, dónde ya comenzaba a romper la barba, quedándose con la sensación de Roberto llamando su atención. Alicia se sentó encendiendo un cigarro que apagó a la segunda calada, ese día habían fumado demasiado. Escuchó la cerilla de Alicia y cómo encendía el cigarro, tenía la boca pastosa del exceso de tabaco y no pudo evitar sonreír al escuchar a Alicia apagar el cigarro maldiciendo entre dientes. Alicia se quedó mirando los gestos tranquilos de Fernando, sabía que seguía pensando en Daniel, Belén, Andrea… Pero estar con su hijo conseguía que se serenase; cuando vio que terminaba de preparar la cena, se acercó a abrazarle por detrás. Cerraron los ojos sintiendo la respiración del otro, sabían que juntos superarían todo, la imagen de Daniel seguía presente, de hecho mientras se abrazaban Fernando le contó a Alicia la conversación que había tenido con Pelayo sobre él, Alicia sonrió imaginándose a Pelayo y Fernando hablando sobre Daniel, un hombre que había sido cura… Los dos supieron vencer sus prejuicios contra la clerigalla que diría Pelayo, Daniel era su amigo y eso no lo cambiaba que hubiese sido cura. Alicia torció el gesto al escucharle toser, sabía que no debía fumar y mucho menos esas cantidades, además de haber encadenado muchas semanas de tensiones y sin descanso. Notó una sensación extraña por preocuparse tanto pensado en que pudiera caer enfermo mientras Belén estaba pasando un momento tan delicado. Puso la mesa mientras Fernando recogía la cocina, al sentarse, lo hicieron juntos, Alicia sobre él. Cenaron entre caricias y algunos recuerdos, Fernando tuvo que recordarle a Alicia que tenía su plato intacto, él comió haciendo un gran esfuerzo y esperó pacientemente a que ella comiese casi sin ganas.
-Alicia, ¿por qué no vas a la cama? Yo termino de recoger los platos y voy en seguida… Bueno, -no quería ocultarle nada- quiero escribir a Pelayo, así que tardaré un poquito…
-No, Fernando, me quedo leyendo en el sofá mientras tú escribes. Y los platos… Déjalos para mañana, ha sido un día muy duro.
Fernando sonrió, sabía que tenía razón, después de llevar los platos y vasos a la cocina, se sentó en la butaca, Alicia estaba en frente de él paseando la mirada por las hojas de un libro que no estaba leyendo. Le vio subirse las mangas, recostarse con las cuartillas y empezar a escribir cómo si se fuese a acabar el mundo. El silencio absoluto del salón propició que la carta la escribiese de un tirón, las palabras impresas fluían con la misma rapidez de sus pensamientos y sentimientos, cerró los ojos deseando poder estar en esos momentos con sus amigos. Respiró profundamente y se paró a mirar a una Alicia que hacía media hora que no pasaba una página del libro.
Querido Pelayo
Espero que en Madrid estéis bien, o todo lo bien que se puede estar después de la muerte de un gran amigo… Nosotros hemos pasado nuestro peor día desde que estamos en París, Pierre nos ha hablado de vosotros, del jamón y el queso, de los recuerdos y besos que nos mandáis… También nos ha dado la noticia de la muerte de Daniel, no podría describirte todo lo que sentí en ese momento; es tan injusto… ¿Cómo está Belén? Tuvo que ser muy duro para ella, sola en Colombia, sin nadie al lado ante semejante injusticia… Ni ella ni Daniel se lo merecían.
Pelayo, sé que lo que te voy a pedir no querrás hacerlo, pero por favor, necesito que lo hagas. Quiero que me cuentes todo lo que sepas sobre cómo fue, qué pasó, quién lo hizo, dónde está enterrado Daniel… No te preocupes, sé que no puedo hacer nada y no pondría a mi mujer y mi hijo en peligro, pero necesito saber todo lo que ha pasado, intentar comprender, si es que eso es posible… Daniel ha sido muy importante en mi vida, sin él no hubiese conseguido llegar hasta donde estoy, le debo mucho y como mínimo se merece que me preocupe por su final ya que no pude hacer nada por evitárselo… Él, que sólo quería ayudar… No es justo.
Recibid un abrazo muy fuerte, me encantaría estar allí para poder abrazaros.
Fernando
No puso apellido, no renegaba del apellido de Roberto, su gran amigo, pero esa carta se merecía ser firmaba con su verdadero apellido y ya que eso era peligroso, prefería dejar sólo su nombre. Alicia le vio posar la cuartilla en la mesa y se agachó junto a él dejando el libro en el sofá; le miró intentando no derramar ni una sola lágrima. Fernando la besó y se incorporó despacio, se abrazaron tan fuerte que casi no podían respirar.
Alicia llevó la cuna de Roberto a la habitación, Fernando fue apagando las luces. Se sentó en la cama antes de introducirse en ella esperando que Fernando regresase del baño, bostezó con tristeza y no pudo evitar recordar la primera vez que Daniel llegó a su casa en medio de una discusión entre ellos, Fernando cerró la puerta con sigilo y se sentó junto a ella mientras la abrazaba, notó el beso en su frente y decidió acostarse. Para los dos había sido el día más triste desde que estaban en París. Al meterse en la cama sintieron las sábanas más frías que nunca. Fernando apagó la luz de la mesilla y se abrazó a Alicia, cerraron los ojos disfrutando de ese abrazo, Alicia no tardó mucho en dormirse, el cansancio pudo con ella. Fernando acarició su pelo durante minutos, seguía acariciándolo incluso cuando se quedó adormilado. Finalmente, se quedó dormido a última hora de la noche escuchando la respiración acompasada de su mujer intentando no moverse para no destaparla. Fue una noche en la que soñó con Daniel y Alicia, con el momento en que él hizo que se reencontrasen. Veía ese momento desde fuera, se veía a sí mismo hablar con Daniel, después se vio quedándose sin palabras al girarse para ver a Alicia.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!! |
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