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Alicia trató de despertar a Fernando, la noche anterior se había quedado hasta tarde escribiendo pero esa mañana tenía una reunión con Antoine, todavía no sabía para qué quería hablar con él. Fernando resopló pidiendo que le dejase dormir, ni siquiera cuando subió las persianas pareció reaccionar.
-Mi amor, tienes una reunión, ¿recuerdas? No sabía que fueses tan perezoso…
Fernando se frotó los ojos y sonrió mirándola, puso un brazo detrás de la cabeza apoyándose en el cabecero, Alicia ya estaba lista para salir, tenía una reunión con Antonio para preparar la defensa de un detenido en Francia, le habían detenido justo antes de cruzar la frontera hacia España, y después tenía un encuentro con Marie Helene para saber los avances en las últimas reuniones de la Comisión.
-Estás preciosa Alicia.
-Deja de remolonear, tú también podrías estar precioso si ya te hubieses levantado y preparado para salir de casa.
-Eso es mentira… -se incorporó y se arrastró en la cama para llegar hasta ella- Tú siempre estás preciosa porque lo eres, yo en cambio… -puso los ojos en blanco y la besó- No tengo remedio.
La carcajada de Alicia le hizo sonreír, pero se puso serio cuando le recordó que las niñas estaban jugando en la cuna, se levantó de un salto y la abrazó para llegar hasta el salón y ver a sus hijos en pijama, miró a Alicia con cara lastimosa.
-No me apetece ir a la redacción, ¿por qué no nos quedamos los cinco en casa? Podemos ver las fotos de la playa y jugar todos juntos.
-Papá teno que ir a la guadería y tú tenes que tabajar eh.
Alicia guiñó un ojo a su hijo y fue a por el café para Fernando, normalmente era él quien preparaba el desayuno pero el hecho de tener una reunión con Antoine le hacía no querer preparar nada para no tener que salir de casa; no pudo evitar recordar aquellos días en los que Fernando se emborrachaba para no asumir lo que pasaba en su vida, no era ni de lejos algo parecido a lo que pasaba en ese momento, sonrió recordando que Fernando siempre decía que sólo al volver a encontrarse con ella había podido superar ese infierno en el que estaba metido. Fernando besó a sus hijos y se rascó el pelo al verla aparecer con la taza de café, en ese momento fue consciente de que debía ponerse en marcha, la besó antes de tomarse el café de un trago y fue a ducharse. Alicia movió la cabeza divertida y cogió a las niñas para vestirlas, aunque había quedado pronto con Antonio, no pensaba perderse el momento de dejar a Roberto en la guardería. Diane y Pierre estaban disfrutando de los días en Colmar, regresarían al día siguiente, así que Fernando llevaba días con los niños, no había pasado por el periódico y sólo salía de casa para comprar provisiones o sacar a sus hijos al parque. Había sido el propio Fernando el que había acordado la reunión con Antoine para ese día, Alicia estaba segura que había querido dejarle claro que su familia estaba por encima de todo, iría a la reunión con las niñas, Liberto se había ofrecido a quedarse con ellas pero Fernando no lo aceptó; Alicia se había echado a reír al imaginarse por qué quería llevar a sus hijas, esa reunión no le apetecía así que iría con sus dos niñas y las atendería delante de su antiguo jefe.
Mientras se duchaba pensó en el tiempo que perdería con Antoine, no le apetecía tener que lidiar con su antiguo jefe, estaba seguro que quería ofrecerle alguna colaboración en la revista; entre el periódico y el libro no tenía tiempo para más, porque lo que tenía claro era que no iba a pasarse el día trabajando sin casi poder disfrutar de su familia, aunque era consciente que cuando terminase el libro no tenía otro trabajo. Esperaba terminar el libro en menos de un mes, no quería que llegase su cumpleaños y seguir escribiendo; además, en un par de semanas llegarían Inés y Mauro, el día anterior Alicia había llamado a Inés, cuando se quedó solo la llamó él. Habían planeado todo para llegar un par de días antes de lo que le había dicho a Alicia, después de la despedida con Macarena, más dura que las anteriores, tenía ganas de que Alicia pudiese disfrutar de unos días con Inés y su familia. Al salir de la ducha se dio cuenta que hacía días que no se afeitaba, resopló pensando que la reunión con Antoine le hacía perder demasiado tiempo; sonrió al escuchar de fondo a Roberto cantar la última canción en francés que había aprendido en la guardería. Antes de terminar de afeitarse Roberto entró corriendo en el baño para llegar hasta él y chocar con sus piernas, se echó a reír preguntándole por Tor, unos días antes había estado malo, tuvo que levantarse de madrugada para sacarlo a pasear, Roberto había estado muy preocupado por su amigo.
-Etá mien papá, pero tenemos que pasear más con él ¿de acuedo?
-De acuerdo, –le miró entre divertido por su pregunta y enternecido por su preocupación- esta tarde vamos los cinco al parque ¿te parece?
-Tíiiiiiiii ¡paque! ¿Pueden jugar Anea y Ana? Ya son maores. Tor no puede poque tiene que ponerse meno.
Con casi cinco meses, Andrea ya pretendía gatear por toda la casa, Ana era más cauta pero también se había atrevido a arrastrarse por la manta; Fernando sentía que cada segundo podía pasarles algo así que no dejaba de estar atento a ellas, Roberto, en cambio, estaba entusiasmado con los avances de sus hermanas y tenía ganas de que empezasen a andar para poder jugar con ellas. Alicia entró al baño con Andrea en brazos, Ana se había quedado sentada en la silla sin protestar, contempló cómo Fernando le explicaba a su hijo que todavía no podían jugar en el parque aunque quisiesen gatear por toda la casa.
-Así que haciendo planes sin avisarnos… -imitó el gesto que su hijo ponía cuando se enfadaba- Pues Andrea y yo nos enfadamos ¿a que sí mi niña?
-¡No mamá! Vamos todos jutos, -se abrazó a sus piernas con cuidado para no molestar a su hermana- y Anea y Ana juegan comigo ¿de acuerdo?
Le miraron y se echaron a reír, Fernando movió la cabeza, comprobó que ya estaba afeitado y empezó a hacerle cosquillas; entre risas volvieron al salón, se miraron divertidos cuando Ana soltó un sonoro suspiro como si ya estuviese cansada de esperar, Fernando se agachó junto a ella, la besó la nariz y susurró que era culpa de su madre y su hermano, que les encantaba jugar. Alicia le hizo burla riendo pero le recordó que todavía tenía que vestirse mientras que los niños y ella ya estaban listos; Fernando se acercó a besarla, respiró su olor y se separó despacio para ir a la habitación y vestirse. Mientras esperaba, dejó a Andrea en la silla, la niña empezó a llorar pero trató de no hacerle caso, y preparó el maletín, Roberto llevaba días ayudándole a meter todo, le pasaba la pluma, la agenda y trataba de pasarle algunos expedientes pero no podía cogerlos y terminaban en el suelo. Entre risas lo recogía pensando que en el pasado algo así la hubiese molestado mucho; pero era Roberto quien quería ayudar aunque no pudiese, con él no podía enfadarse, terminaba cerrando el maletín y llenándole de besos. Pensó en la reunión con Antonio, le encantaba compartir esa parte de su trabajo con él, en Madrid no había podido hacer frente a casos así sin ponerse bajo sospecha; desde que estaba en París había conseguido muchos de los objetivos que se había puesto cuando era estudiante, seguía con los casos penales, pero además había defendido a mujeres, estaba en la Comisión y defendía a detenidos por motivos políticos. Sabía que muchas veces Fernando se sentía culpable porque había sido él quien no podía vivir en España, en la despedida con Macarena lo notó tanto… Esa tarde, después de ver marchar a su amiga, le dejó claro a su marido que gracias a que él no podía quedarse en España, ella podía ejercer el derecho libremente. Y, sobre todo, gracias a que decidió irse con él había formado su propia familia después de más de 10 años; esa noche la pasaron en vela, hablando del pasado y presente, del futuro, de sus hijos y de sus padres; esperaba que Fernando dejase atrás esa especie de culpa que siempre aparecía cuando recibían alguna visita desde España. Oyó cómo Tor pedía comida en la cocina, sonrió a su hijo y fueron juntos a dejarle algo de comida en el cuenco; le habían llevado al veterinario y sabían que en unos días se le habría pasado del todo. Fernando entró al salón y se agachó para besar a las niñas, Andrea seguía protestando pero Ana había empezado a jugar con ella dando palmas y sus quejas eran cada vez más suaves.
-Qué bien estáis ahí eh, pequeñas; -hizo cosquillas a Andrea con el pelo y se incorporó- hoy tenemos una visita que hacer, pero os prometo que estaremos en casa cuanto antes para poder jugar los tres.
Fue a la cocina a tiempo de ver cómo Roberto acariciaba a Tor, se agachó para acariciar también al perro, tenía que reconocer que la madrugada que le tuvo que sacar a la calle se había asustado; al fin y al cabo, le habían encontrado en el patio, no podían saber si había llevado una mala vida y eso le haría enfermar. Antes de salir de casa comprobó que las niñas fuesen arropadas, el tiempo había mejorado mucho pero no se fiaba de la temperatura a primera hora del día; Alicia respiró hondo resignada y cogió el maletín agarrando con la otra mano la mano de Roberto. El camino hasta la guardería era uno de los ratos preferidos por los tres, hablaban de lo que harían ese día, Roberto insistía en que cuidasen a sus hermanas, Fernando insistía en que él tuviese cuidado mientras jugaba, y Alicia les miraba casi riéndose por lo mucho que se parecían. Aún seguía notando cómo a Fernando le costaba dejar de mirar con el ceño fruncido a la profesora, seguía sin fiarse del todo de ella pero no había vuelto a sacar el tema de cambiarle de guardería; según se acercaban a la guardería, los movimientos de Fernando iban siendo un tanto bruscos y sus pasos más lentos. Vio cómo se inclinaba para besar a las niñas mientras les hablaba, Roberto soltó su mano para tirar de la chaqueta de Fernando, le cogió en brazos mirando divertido a Alicia, ya era una costumbre. Alicia manejó la silla de las niñas y en unos minutos estaban en la guardería; Fernando se echó a reír cuando su hijo empezó a dejarles indicaciones para que cuidasen a las niñas, terminó agachándose a su a lado y poniéndose serio.
-Roberto, no puedes preocuparte por todo, somos nosotros los que nos preocupamos.
-Ti papá.
El abrazo de su hijo le hizo olvidarse de todo, Alicia se agachó para abrazar también a Roberto; tuvieron que cogerle en brazos para que diese un beso a sus hermanas. La profesora les vio y les metió prisa, Alicia notaba cómo Fernando la miraba frenando las ganas de llevarse a su hijo de allí, ni siquiera podía ser cortés con esa mujer. Esperaron a que su hijo les dijese adiós con la mano justo antes de entrar a su clase; Alicia se quedó mirando cómo desaparecía y tuvo que ser Fernando quien le recordase que tenían reuniones. Se echó a reír a la vez que empezaban a andar, Fernando llegaba tarde pero le daba igual, la acompañaría hasta el portal.
-Mi amor, vas a llegar muy tarde, –le besó suavemente- recuerda que las niñas tienen que comer en tres horas, si no has salido de la reunión con Antoine…
-Habré salido Alicia, –se mordió el labio al darse cuenta que había sido brusco, sólo pensar en tener que volver a decirle a Antoine que no quería trabajar en la revista le exasperaba- no te preocupes, todo irá bien.
Alicia le miró medio sonriendo, en momentos así se emocionaba pensando en las veces que había dudado de él y su compromiso; aunque a veces pensaba que debería volver a trabajar con un horario más normal, desde que nacieron las niñas no había vuelto a la redacción, los artículos del periódico los escribía desde casa, la única disciplina que tenía era para escribir el libro, cumplía cada plazo impuesto por René. Le acarició el pelo pensando si volcarse tanto en el libro era bueno para él, siempre pensó que le vendría bien escribir sobre su pasado, pero no sabía si recordar todo lo que pasó le estaba afectando más de lo que pensaban. Fernando se echó a reír al verla tan seria, terminó bromeando sobre la suerte que tenía de no tener a un jefe como Antoine, Alicia le miró moviendo la cabeza y siguieron caminando. Al llegar al portal se encontraron con Grace y Antonio fumando un cigarro, su amiga tenía dos juicios esa mañana así que no podría estar en el despacho, dejaron que se despidiesen y la vieron caminar deprisa; Antonio empezó a jugar con las niñas, Fernando le miró sonriendo pero con un punto de tristeza, perdieron mucho tiempo antes de permitirse vivir su propia vida. A veces miraba a Loan y no podía evitar pensar que Liberto no había disfrutado de sus padres en el pasado, junto a ese sentimiento aparecía la culpabilidad, a Andrea la mataron por intentar rescatarle a él… Alicia notó que estaba lejos de ese portal, su mirada, su manera de agarrar la silla de las niñas e incluso su postura corporal habían cambiado totalmente; dio dos besos a Antonio y le dijo que esperase arriba que ella subía en un minuto. Fernando no se dio cuenta hasta que vio entrar a Antonio al ascensor, miró a Alicia confundido, Alicia le acarició la mejilla, sólo en ese momento notó la preocupación de su mujer.
-Alicia, no pasa nada, de verdad.
-Mi amor… -le besó y se quedó mirándole- Quizás no fue buena idea que te convenciese para escribir el libro.
-No, Alicia, -apretó sus manos sonriendo- fue decisión mía, además, no era eso en lo que pensaba… Pensaba en Antonio, en Andrea, en… Pero os miro a vosotros y no puedo pensar en otra cosa.
-Paaaaaaaaaaa.
Abrieron mucho los ojos y miraron a Andrea sin poder articular palabra, era muy pequeña para empezar a hablar, pero había hecho el primer intento, no había sido sólo un ruido como en otras ocasiones. Se agacharon junto a sus hijas emocionados, Andrea alargó los brazos hasta tocar la cara de su padre y se echó a reír.
-Hasta Andrea se ha dado cuenta que estabas preocupado…
Besó a Alicia sonriendo y contuvo las ganas de coger en brazos a sus niñas, recordó a Alicia que Antonio la esperaba.
-Antes de ir a buscar a Roberto podías pasar por aquí, me gustaría saber qué quiere Antoine…
-¿Y no puedes esperar? Ya sabes que la curiosidad mató al gato…
Alicia le besó riendo, acarició la cara de sus niñas y entró al portal, antes de coger el ascensor volvió a mirar a Fernando y le hizo burla para terminar diciendo que sabía que no tenía paciencia. Fernando vio cómo entraba al ascensor y se quedó mirando a la puerta con una sonrisa, un suave ruido de Ana le hizo reaccionar; suspiró y empezó a andar hacia su antiguo trabajo. Alicia saludó a sus compañeras, Antonio estaba hablando con una pasante nueva, cuando la vio entrar se disculpó y entró detrás de ella a su despacho; hacía algunas semanas que no estaba allí, sonrió al ver una foto de las vacaciones de sus amigos. Hablaron sobre las novedades de Diane y Pierre pero unos minutos después se centraron en el trabajo; Alicia encendió un cigarro pensando que siempre hacían lo mismo, se parecían mucho, cuando tenían algo que tratar solían ir al grano olvidándose de cualquier otra cosa de la que tuviesen que hablar. Alicia era consciente de las veces que mantenía las distancias para poder centrarse, en Madrid lo hizo siempre, en París trataba de hacerlo sobre todo en lo relacionado con Antonio; sabía que no debía hacerlo, en su trabajo no podía olvidarse de las personas, no debía tampoco, pero en casos como los que intervenía con Antonio necesitaba hacerlo. Empezó a leer la información tratando de no pensar en las miles de personas que seguían siendo detenidas en España por tratar de cambiar las cosas y no tenían un juicio justo; Antonio se quedó mirándola y sonrió, notaba exactamente el momento en el que Alicia se transformaba y pasaba a ser la perfecta abogado que intentaba dejar a un lado cualquier sentimiento, pero también sabía que nunca lo conseguía del todo.
Fernando apagó el cigarro antes de entrar a la redacción, miró a sus hijas pensando lo poco que le gustaba tener que entrar con ellas, el ambiente lleno de humo y con tanto ruido no era bueno para las niñas; trató de ir hasta el despacho de su antiguo jefe lo más rápido posible pero cada dos pasos alguien le saludaba preguntándole cómo iba todo y sobre todo atendiendo a las niñas. Por suerte Sophie estaba atenta, intervino diciendo que Antoine le esperaba, Fernando se rio en voz baja del efecto de esas palabras en sus antiguos compañeros, subió en el ascensor hablando con sus hijas, Ana parecía comprenderle mientras Andrea no dejaba de mover los brazos para que la sacase de la silla. Entrar en su planta le trajo muchos recuerdos, nunca olvidaría que ese trabajo le había dado la posibilidad de dar una estabilidad a su familia, tampoco podía olvidar que Antoine siempre le dio libertad en sus horarios, miró hacia su antiguo despacho, sabía por Pierre que nadie lo había ocupado; estuvo a punto de entrar al ver que todo seguía tal y como él lo había dejado, pero la secretaria de Antoine le dijo que podía pasar. Respiró hondo antes de entrar, vio cómo la sonrisa de Antoine se congelaba al verle entrar con sus hijas, estaba seguro que había comprendido qué significaba que llevase a las niñas a esa reunión. Le saludó con una sonrisa a lo que Antoine contestó hablando a las niñas, se había repuesto de la sorpresa inicial y parecía contento de verlas; Fernando se sentó frente a él pero no le miró hasta que tuvo a las dos niñas en brazos, Ana parecía molesta desde que entraron al despacho mientras que Andrea no dejaba de agitar los brazos.
-Pues tú dirás… La verdad es que pensé que nunca volvería a este lugar…
-Y ahora que has tenido que venir, has traído a tus hijas, curioso ¿no?
Fernando le miró irónico pero terminó riéndose, Antoine no era tonto y había captado desde el principio el mensaje que le lanzaba al llegar con sus hijas.
-Bueno, insististe en que tenías que hablar conmigo y, como sabes, Diane y Pierre están de viaje, no dejo a mis hijos con cualquier persona así que sí, las he traído.
Antoine movió la cabeza divertido, se quedó mirando a Ana dándose cuenta de que le miraba con recelo, casi el mismo recelo que podía ver en la actitud de Fernando; se rio entre dientes pensando en lo que se parecían los dos mientras que Andrea estaba tan tranquila en brazos de su padre intentando coger el reloj que estaba sobre la mesa.
-Entonces iré al grano, no quiero robarte tiempo y mucho menos que estas dos preciosidades se aburran… Verás Fernando, hace unas semanas recibí una visita, te buscaban a ti… -sonrió cuando Fernando enarcó las cejas- Aunque no fuese tu intención, te has hecho un nombre en el periodismo, el caso es que van a fundar una nueva revista… Les dije que era probable que no aceptases, pero me comprometí a trasladarte su propuesta.
-¿Propuesta? –besó a Ana intentando calmarla, si estuviese solo se echaría a reír por la intuición de su hija, estaba claro que no le gustaba Antoine- Creo que fui muy claro en cuanto a mi trabajo aquí.
-Sí, lo fuiste; pero como te he dicho, es una nueva revista, no tiene nada que ver con esta, ni conmigo ni mucho menos con los accionistas. Es totalmente independiente, creo que podrías sentirte a gusto.
-¿Y cuál es exactamente la propuesta?
Llevaba días pensando en qué hacer después de terminar el libro, aunque tenía claro que cualquier propuesta que supusiese volver allí la rechazaría.
-Te quieren para dirigir esa revista; saben el trabajo que hiciste con el suplemento, espera –no le dejó interrumpirle- te aseguro que no va a tener nada que ver con aquello; tendrás mucho trabajo, por supuesto, pero contarás con una gran plantilla. Mira –le tendió un papel- te dejo los datos de ese hombre, hicisteis juntos una colaboración hace tiempo, él es el accionista para la nueva revista, hay un par de personas más pero el dueño es él; te quiere a ti, Fernando. Olvídate de mí y de tu trabajo aquí, creo que al menos deberías ir a hablar con él y saber qué condiciones te ofrece exactamente.
-¿Me ofreces que te haga la competencia? –le miró divertido- ¿Estás seguro? A ver si te vas a arrepentir…
-Si en el fondo soy demasiado bueno, dentro de unos meses me arrepentiré de tratar de convencerte, lo sé…
Se echaron a reír pero Fernando se puso serio, tragó saliva, sostuvo con firmeza a sus hijas y cogió con cuidado el papel que Antoine le ofrecía; dirigir una revista nueva le daría mucho trabajo, no podría estar en casa todo lo que querría… Su compromiso era su familia y no quería coger un trabajo que le hiciese estar fuera de casa todo el día pero, a la vez, después de terminar el libro no tenía otro trabajo más que el par de artículos que escribía para el periódico. Suspiró mirando a Antoine, le aseguró que lo pensaría y que por lo menos le llamaría para saber todas las condiciones; cuando Fernando se relajó, Ana también lo hizo, incluso fue capaz de sonreír ante una carantoña de Antoine. Unos minutos después Fernando estaba en la calle caminando despacio y sin dejar de mirar a sus hijas, sonrió pensando en lo que diría Alicia, siempre le animaba a aceptar ese tipo de propuestas, aunque no sabía si en esa ocasión pensaría en todo el tiempo que tendría que dedicar a ese nuevo trabajo, desde luego él sí lo pensaba. Recordaba aquellas semanas en las que dirigió el suplemento, salía de casa casi al amanecer y llegaba a última hora, ni siquiera estaba para el momento del baño de Roberto; miró a las niñas pensando que no le gustaría perderse tantos momentos con ellos. Sonrió ante un movimiento de cabeza de Ana, no sabía por qué, pero al mirarla sintió que su hija le decía que hablar con su madre le vendría bien. Empezó a caminar hacia el despacho, miró el reloj pensando que Antonio ya se habría ido, pero Alicia tenía la reunión con Marie Helene, no quería molestarla en su trabajo.

Alicia se echó a reír ante una de las bromas de Antonio, a pesar de lo duro que era llevar ese tipo de casos por los recuerdos que le traían, siempre se divertía en las reuniones con él. Sin saber cómo terminaron hablando de los juicios por los que pasó Antonio en Madrid después de la guerra, Alicia le escuchaba atentamente, habló de Villegas, alguien de quien nunca había oído hablar, y también de sus padres. Conocer la historia de Pepe le hizo emocionarse, pensó en su propio padre, si no se hubiesen exiliado quizás hubiese corrido la misma suerte; sonrió al ver cómo cambiaba el gesto de Antonio al hablar de Loan, aunque era muy pequeño para explicarle muchas cosas, había empezado a hablarle de sus abuelos españoles, nunca podría conocerles pero no dejaría de hablarle de ellos. Alicia apretó su mano sonriendo cuando hablaron de Liberto, sabía que su amigo seguía arrepintiéndose cada día de haber dejado atrás a su hijo, apagó el cigarro con la mejor de sus sonrisas pensando que por suerte la vida les había dado una segunda oportunidad y pudieron recuperar su relación, como Fernando y ella. Se despidió de Antonio con una sensación extraña, no tenía que ver con el trabajo y mucho menos con Antonio; sintió la necesidad de hablar con Fernando, de saber que todo estaba bien, encendió un cigarro y miró el reloj, quedaba menos de una hora para que llegase Marie Helene, cogió el teléfono pero estaba segura que todavía no había llegado a casa, tendría que esperar a que llamase él o se pasase por la redacción. Fernando dudó al llegar al portal, Alicia le había dicho que quería saberlo, pero no había previsto que fuese algo así, no podía explicárselo en cinco minutos, necesitaba tener una conversación relajada con ella, saber su opinión y pararse a pensar si de verdad quería aceptar dirigir una revista nueva con todo el trabajo que le daría. Arropó a las niñas antes de subir, por lo menos le diría a Alicia que ya había salido; miró el reloj para darse cuenta que en menos de dos horas tendría que estar de vuelta para preparar el puré de las niñas. Esperó impaciente mientras subía en ascensor, Ana se acababa de quedar dormida mientras Andrea seguía moviendo los brazos intentando que la volviese a sacar de la silla. Sonrió ante el ambiente de total calma del despacho, saludó a un par de compañeras de Alicia y se dirigió al despacho de su mujer; Alicia sonrió al escuchar que llamaban a la puerta, reconoció la forma de llamar de Fernando, casi sin hacer ruido, sin querer molestar. Se levantó antes de que Fernando abriese y abrió ella, le besó antes de dejarle pasar y cogió a Andrea en brazos.
-Estaba impaciente mi amor, ¿qué tal ha ido?
Fernando se echó a reír, se sentó dejando la silla con una Ana dormida a su lado, Alicia se sentó junto a él sin poder disimular sus nervios aunque atender a Andrea le daba la posibilidad de no parecer tan ansiosa.
-Bien, supongo; –suspiró y se echó a reír por el gesto contrariado de Alicia, necesitaba más detalles- me ha ofrecido trabajo…
-Y lo has rechazado.
Alicia hablaba tranquila, confiaba en él y en sus decisiones, creía que sería bueno que volviese a tener un horario fuera de casa, pero también era consciente de que nunca volvería a trabajar para Antoine.
-No he podido rechazarlo ni aceptarlo… No era en la revista, –Alicia se acercó más a él intrigada, Fernando la besó suavemente- Michel, un tipo con el que colaboré hace unos meses en un reportaje, va a abrir una nueva revista, quiere que la dirija yo.
Había hablado de carrerilla, algo impropio de él, en cuanto soltó la última palabra respiró hondo y miró a Alicia atento a su reacción.
-¿Vas a aceptarlo? Creo que deberías considerarlo, aunque la decisión es tuya.
-Alicia –apretó sus manos sin molestar a Andrea que hacía suaves ruidos contenta de estar en brazos de su madre- la decisión es de los dos; todavía no sé qué condiciones me ofrecería, pero dirigir una revista conlleva mucho trabajo, y mucho tiempo fuera de casa…
-Entonces lo primero que tienes que hacer es llamar a Michel ¿no? –Alicia sonreía intentando transmitirle confianza- Cuando sepas las condiciones puedes tomar una decisión, pero mi amor, -hizo que la mirase fijamente- no puedes rechazarlo porque sean muchas horas fuera de casa, siempre tendremos momentos para estar los cinco juntos, no tienes por qué estar cada segundo en casa con las niñas.
-Lo sé Alicia pero… Uffff sólo en pensar salir de casa a primera hora y no volver hasta que anochezca…
-Bueno, pero mira Antoine, es el que mejor vive de la revista ¿no? –Alicia se echó a reír ante la cara de Fernando- Al principio será duro y tendrás que invertir mucho tiempo, pero una vez que todos los trabajadores forméis un equipo y cada uno sepa lo que tiene que hacer, será más fácil.
-Sí, pero… ¿Dirigir yo? No sé, no me veo…
-Fernando, por favor, has dirigido cosas más grandes ¿o no te acuerdas? –Alicia se mordió el labio recordando cuando Fernando le recordó a ella que había atentado contra Franco, que sabía mejor que Valeriano cómo funcionan esas cosas- Estoy segura que serías un gran jefe.
Fernando la miró serio valorando lo que acababa de decir, realmente nunca se imaginó de jefe de nadie, fuera de las misiones nunca pensó que podría dirigir algo, pero había tantas cosas que nunca pensó que haría y que ahora le hacían tan feliz… Miró a Ana, dormida transmitía mucha paz, pensó en las miradas que le echaba a Antoine en el despacho y se echó a reír compartiéndolo con Alicia. Alicia miró a Ana y la besó suavemente la frente, desde que nació supo que sería la que más se parecería a su padre aunque físicamente fuese la menos parecida; se quedó mirando a Fernando intentando adivinar lo que pensaba. Sabía que le costaría alejarse de sus hijas, aunque había establecido una rutina para escribir el libro, lo hacía desde casa y siempre podía salir del pequeño despacho y encontrarse a sus hijas, desde que nacieron no había vuelto a trabajar fuera de casa y creía que le vendría bien. Fernando pensó en cada segundo que podía compartir con sus hijas gracias a que trabajaba en casa, de hecho le planteó a Alicia qué hubiese pasado si ya hubiese estado dirigiendo la nueva revista cuando Diane y Pierre se fueron de viaje.
-Mi amor, no puedes plantearte algo que no va a pasar; Diane y Pierre vuelven mañana, en dos días Diane estará cuidando a las niñas, y a Roberto. Fernando, -dejó a Andrea junto a Ana y se acercó a él mirándole fijamente- no estar en cada momento con tus hijos no te hace mal padre.
Fernando bajó la mirada, era lo que más miedo le daba, no estar a la altura, siempre pensó que compromisos tan grandes como la lucha o una familia eran incompatibles con otro tipo de compromisos; desde que llegaron a París quiso dar lo mejor de sí mismo para formar su familia. Pensó en los mineros asturianos, habían empezado otra huelga a mitad de mes, la prensa francesa apenas hablaba de ello, la anterior huelga asturiana había coincidido con la huelga francesa, quizás por eso había tenido repercusión también en Francia.
-¿En qué piensas?
Alicia le había visto cambiar el gesto, casi calcular qué sería lo primero que publicaría si aceptaba el trabajo, Fernando se echó a reír y la hizo sentarse sobre él para besarla intensamente.
-Pensaba en los mineros asturianos, si en Francia no se publica nada no quiero imaginarme lo que pasará en España…
-Bueno, si dirigieses tu propia revista podrías decidir publicarlo…
Fernando se echó a reír, volvió a besarla y miró el reloj, la había entretenido más de lo que había planeado, se levantaron y Alicia se agachó junto a sus hijas para besarlas.
-¿Entonces qué has decidido?
-Nada Alicia, todavía nada… Llamaré a Michel y quedaré con él para que me diga las condiciones, no pienso aceptar nada sin saber exactamente en qué consiste. Y a partir de ahí… Veremos. Pero lo que tengo claro es que vosotros sois lo más importante, ningún trabajo me quitará todo mi tiempo.
Alicia le besó suavemente, se despidieron quedando para comer, Alicia había decidido trabajar en casa después de su reunión con Marie Helene; Fernando salió del despacho de Alicia más tranquilo, antes de contarle nada sabía que a ella le entusiasmaría la idea, de hecho había notado cómo frenaba sus ganas de felicitarle. En el ascensor se agachó a hablar con Andrea, no parecía querer dormir en todo el día y a su padre le vino bien contarle sus miedos. Alicia se quedó mirando la foto que había enmarcado de las vacaciones, se sentía muy afortunada por compartir su vida con Fernando, por haber formado una familia con él, recordó lo injusta que había sido cuando no estaba segura de contarle que estaba embarazada, habría sido el mayor error de su vida, incluso más que el de Fernando dejándola en Madrid para protegerla. Se sirvió un café y cuando Marie Helene entró al despacho ya volvía a ser la perfecta abogado que se centraba únicamente en su trabajo.
En el camino no dejó de hablar con Andrea, repetía mucho la palabra “mamá”, sabía que era muy pronto pero estaba deseando que sus niñas empezasen a hablar, recordaba lo feliz que se sintió cuando Roberto dijo papá por primera vez, quería que sus hijas dijesen mamá y Alicia pudiese sentir lo mismo que él sintió. Al llegar al portal terminó echándose a reír, Andrea no dejaba de balbucear y mover los brazos riendo, pero estaba lejos de empezar a hablar. La besó antes de abrir la puerta de casa, movió divertido la cabeza cuando su hija empezó a quejarse, se acercaba la hora de comer y su paciencia se acababa; Tor les saludó y volvió a tumbarse, no se había recuperado del todo.
-Tranquila pequeña, preparo el puré en un minuto –la cogió para dejarla en la trona- sí, ya sé que no te gusta, pero habéis crecido y tenéis que comer cosas de mayores. –suspiró y le dio una galleta- No creas, a mí tampoco me gusta que hayáis crecido tan rápido… -dejó a Ana en el coche, estaba dormida y no quería molestarla, se remangó, abrió un poco la puerta del patio y empezó a preparar el puré sin dejar de hablar con su hija- Por eso no quiero trabajar fuera, no quiero perderme todos estos momentos… -sonrió al ver la atención con la que le miraba su hija- Dentro de unos años no te gustará nada esta actitud mía, estoy seguro que tanta protección de tu padre te agobiará… ¿Pero sabes una cosa? Mamá y yo seremos muy felices viéndoos crecer, hemos esperado tanto para teneros que no pensamos perdernos ni un segundo. –Andrea torció el gesto casi como si supiera que dentro de un tiempo no le gustarían del todo tantas atenciones, Fernando se echó a reír- Tienes razón, soy demasiado agobiante, tu madre me lo ha dicho muchas veces…
Terminó de preparar el puré pensando si debía aceptar el trabajo, sabía que era buena idea trabajar fuera de casa, no obsesionarse con controlar cada minuto a sus hijos, pero si aceptaba el nuevo trabajo pasaría demasiado tiempo fuera, dirigir una nueva revista llevaba mucho tiempo y demasiadas preocupaciones… De repente se imaginó censurando a alguno de sus trabajadores porque había cosas que no se podían publicar y tuvo que frenar la rabia que le daría verse en esa situación. No sabía si podría llevar a cabo un trabajo así; sonrió recordando a Daniel, aquella charla en la que le dijo que quería volver a llevar una vida normal y trabajar, la actitud irónica de Daniel era normal, pensó qué le diría al verle dudar si aceptar o no dirigir la revista.
Dio un suave beso a Andrea en la nariz mientras le decía que el puré estaba listo, su hija seguía prefiriendo el biberón pero poco a poco se acostumbraría; volvió al salón con la trona y comprobó que Ana seguía dormida.
-¿Hacemos un trato? Ana sigue dormida, no queremos despertarla ¿verdad? –el suspiro de su hija le hizo reír- Eso es, tienes que comer sin hacer mucho ruido ¿de acuerdo? Te prometo que después te dejo mucho rato jugar en la manta… Jugaremos los tres, eso sí.
La carcajada de Andrea le emocionó, fue rápido a por la cámara de video y grabó unos minutos las risas de su hija; se puso serio al ir a por el puré, Andrea torció el gesto y cruzó los brazos, a pesar de lo divertida que le parecía su reacción, se mostró firme y le dio una cucharada. Dar de comer a Andrea siempre ponía a prueba su paciencia, terminaba él con más puré por el pelo y la camisa que el que comía su hija; la actitud de Andrea parecía indicar que el terco era su padre por empeñarse en que comiese ese puré, al final descruzó los brazos y aceptó comer un poco. Fernando se echó a reír limpiándose la cara, todavía tenía que dar de comer a Ana, aunque con ella era siempre más fácil. Sonrió al verla saborear el puré, bromeó con lo poco que le gustaba a Andrea lo que él preparaba, Ana miró a su hermana como si supiese que estaba hablando de ella mientras Andrea jugaba con el babero y conseguía pringarse entera de puré.
-Para no gustarte nada, te encanta mancharte ¿eh?
Minutos después bañó a sus hijas, siempre sentía mucha responsabilidad cuando las atendía estando solo; los chapoteos de Andrea contrastaban con los suaves ruidos que emitía Ana al jabonarla. Después de vestirlas y ponerlas guapas, aunque en su opinión siempre lo estaban, aprovechó que se habían quedado relajadas para dejarlas en la cuna y darse una ducha rápida, tenía que quitarse todo el puré que se le había quedado en el pelo, al quitarse la camisa se echó a reír, sería imposible que al lavarla se fuesen todos los restos de puré, estaba seguro que había más cantidad que la que había comido Andrea.
Alicia estaba disfrutando de su reunión, le gustaba conocer la realidad de las mujeres en otros países, darse cuenta de lo afortunada que era y saber que siempre lucharía por cambiar la suerte de otras mujeres que, como ella en el pasado, se veían relegadas o, mucho peor, maltratadas y violadas. A veces no podía evitar pensar en su madre, sabía todo lo que había luchado para que ella tuviese más oportunidades, para que pudiese estudiar y valerse por sí misma; le gustaba pensar que estaría orgullosa si estuviese viva, aunque siempre terminaba pensando que lo que de verdad le gustaría es que sus hijos pudiesen conocerles, tanto a ella como a su padre o a los padres de Fernando. Por suerte sus hijos nunca conocerían lo que se siente al estar solos en el mundo, sus hijos les tenían a ellos y, además, se tenían entre ellos y tenían a todos sus amigos, esa familia que habían construido y que, aunque no fuese de sangre, era igual o más importante. Volvió a centrarse en el trabajo a la vez que Marie Helene le ponía al día sobre las nuevas reuniones, Emile le había descargado de trabajo, llevaba pocos casos del despacho y se estaba centrando en la Comisión. Tomaron un café a la vez que compartía con Marie Helene lo sola que siempre se sintió trabajando en España, hasta que conoció a Inés y Macarena había llevado su carrera en solitario, sin grandes apoyos más allá de algún amigo que le ayudaba a conseguir información cuando la necesitaba.
Terminaron hablando de los cambios que necesitaba España, a Alicia le gustaba pensar que su trabajo para la Comisión ayudaba a que en un futuro la situación de las mujeres en España cambiase, pero no se engañaba, pasaría mucho tiempo hasta que en España pudiesen cambiar las cosas, la dictadura estaba cada vez más fuerte y poco se podía hacer. Hasta que Marie Helene no dijo que tenía que irse, Alicia no se dio cuenta de lo tarde que se había hecho, se le pasaban las horas volando mientras trabajaba con ella; se despidieron y Alicia encendió un cigarro pensando que Fernando debía estar a punto de llegar. Fernando saludó a Marie Helene al cruzarse con ella poco antes de llegar al portal del despacho, Andrea siempre llamaba la atención de esa mujer mientras que Ana permanecía en segundo plano observando la interacción de ambas. Cuando entró en el despacho Alicia estaba recogiendo las cosas y ordenando el maletín, estaba esperándole; Alicia le besó y cogió a Ana en brazos preguntando cómo se habían portado; tuvo que reírse en voz baja cuando Fernando le contó la escena de la comida, se agachó para hacer cosquillas a Andrea y entre risas se despidieron de sus compañeras. Fernando tuvo que coger a Andrea en brazos, normalmente no le gustaba estar en la silla pero si no estaba su hermana con ella, le gustaba mucho menos. Durante el camino hasta la guardería Fernando escuchó atentamente los avances en el trabajo de Alicia, los casos con Antonio, los informes de la Comisión… A veces se quedaba mirándola embobado recordando a aquella estudiante tan impulsiva y luchadora, había tenido que madurar a la fuerza pero conservaba toda su fuerza e incluso parte de su idealismo; le recordó aquella vez que quiso que le dejase la ciclostil para intentar salvar a Camilo, era imposible pero ella se empeñó.
Alicia sonrió recordando su ingenuidad en aquel momento, movió la cabeza con indulgencia y terminó cambiando de tema, no le gustaba recordarse tan ingenua, sabía que era idealista, que muchas veces no tenía los pies en el suelo y soñaba con poder conseguir cualquier cosa, pero a veces se sentía mal por haber sido tan inocente. Fernando se dio cuenta, se paró frente a ella y la miró fijamente, tenían a las niñas en brazos y hasta ellas parecían entender que era un momento serio pues se habían quedado muy quietas y calladas.
-No tienes por qué sentirte mal… A mí me hubiese encantado que no hubieses tenido que ver la realidad, que hubieses podido ser siempre aquella idealista ingenua e impulsiva, sin conocer lo peor de vivir en España… Me gustaste porque eras así, Alicia; y sigues siéndolo aunque te hayan pasado muchas cosas. Te amo petit Alice…  -la besó dulcemente recordando aquel primer beso en la plaza- Mon amour…
Alicia sonrió emocionada pero se echó a reír metiéndole prisa, Roberto estaría esperándoles; no había olvidado que Fernando tenía una buena oferta de trabajo, pero sabía que necesitaba su tiempo para asimilarlo, además, quería dejar que primero hablase con el inversor de la nueva revista y después le convencería, porque estaba segura que sería un gran jefe. Roberto llevaba un rato dando vueltas por la clase con la chaqueta puesta, su profesora intentó que se la quitase y volviese a jugar, pero había chocado de frente con la terquedad de Roberto y él se había salido con la suya. Parecía enfadado pero cuando su amigo Eric se acercó, empezó a hablar con él sobre la playa, desde que volvieron no dejaba de hablarles de las olas, la arena y los acantilados que había visto. Fernando se apresuró, iba unos pasos por delante de Alicia, había dejado a Andrea en la silla y caminaba rápido pensando que Roberto estaría impaciente, no quería que pensase que se olvidaban de él; Alicia le veía aumentar el paso y no podía más que emocionarse, habló entre susurros con Ana, que se había agarrado fuerte a su camisa y parecía decirle que no quería volver a la silla. Al llegar, Fernando se paró frente a la puerta respirando hondo, su hijo no podía verle así, después de recuperar el aliento, entraron juntos y sonrieron al ver a su hijo con la chaqueta pero hablando con un niño; Roberto giró instintivamente la cabeza, al verles se despidió de su amigo y corrió hacia sus padres.
-Es muy tarde ehh llevo rato eperando papá.
-Lo siento Roberto, -le abrazó y le miró serio- no nos habíamos olvidado, solo hemos tardado un poco…
-No pasa nada papá peo quero ir al paque hoy ehh.
Alicia se echó a reír y se agachó para darle un beso en la frente, su hijo torció el gesto pero terminó diciéndole que la quería; saludó a sus hermanas y les metió prisa para salir a la calle. Hacía un buen día, tanto que cuando Alicia propuso encargar comida y comer en los Jardines Fernando no pudo poner ninguna pega, la temperatura era buena y no corría ni pizca de viento. Roberto se entusiasmó, propuso ir a por Tor pero Alicia le recordó que todavía no estaba del todo recuperado, por un segundo, Fernando vio reflejado el miedo y la preocupación en la mirada de su hijo; se agachó junto a él para contarle el momento de la comida de sus hermanas, las risas de su hijo le hicieron sonreír. Mientras esperaban en uno de los restaurantes cercanos a que preparasen lo que habían pedido, Roberto les contó que esa mañana había decidido que el próximo verano llevarían a Eric a la playa, se quedaron boquiabiertos cuando les explicó que su familia no tenía dinero para irse de vacaciones y su amigo quería conocer la playa. Fernando miró a Alicia sin saber qué decir, con un año y medio su hijo tenía pensamientos e ideas de un niño mucho mayor; al final se echaron a reír cuando les pidió que le dejasen ir a jugar con las plantas, Fernando le miró divertido explicándole, una vez más, que esas plantas, como las de su jardín, no se podían arrancar. Andrea se había quedado dormida mientras Ana seguía agarrada a la camisa de su madre, Fernando la dejó en la silla y cogió en brazos a su hijo. Alicia observó la conversación entre padre e hijo, Roberto tenía mucho de Fernando pero también de ella, al final terminaba llamando la atención de los que le rodeaban, Fernando tuvo que dejarle en el suelo porque se había puesto a hablar con unos niños algo mayores que él. Besó a Alicia sonriendo orgulloso de su familia, Ana alargó el brazo hacia él haciendo suaves ruidos inconexos, se agachó junto a ella repitiendo mamá, Alicia soltó una carcajada.
-Mi amor, no quieras que crezcan más deprisa de lo que lo hacen, dentro de unos meses querrás volver a vivir estos momentos… Son pequeñas para hablar ¿verdad? –besó suavemente a Ana y acarició su mano que seguía apretando alrededor de su camisa- Tiempo tendrán de no callar, como hace Roberto.
-No creo que Ana vaya a ser así… Parece mucho más reflexiva.
-Sí… Como tú, -sonrió mirándole- sólo intervendrá con las palabras adecuadas.
-Bueno… -se rascó el pelo recordando algunas discusiones con Alicia- Entonces no será tan parecida a mí, a veces hablo más de la cuenta.
Alicia se echó a reír quitándole importancia, en eso le ganaba, cuando discutían solía hablar más de la cuenta, sus comentarios solían ser más duros que los de Fernando. Recogieron la comida pero les costó convencer a Roberto para salir de aquel restaurante, estaba hablando con esos niños sobre Tor, Alicia se puso seria y finalmente su hijo le dio la mano para salir. Fernando sonrió y antes de empezar a caminar la besó susurrando lo buena madre que era; Andrea se removió en la silla molesta por sentir el movimiento, Roberto se acercó a la silla y acarició la mano de su hermana diciéndole que pronto llegaban a los Jardines. Alicia les miró enternecida, se les imaginaba dentro de unos años, ese afán protector de Roberto, el carácter de Andrea… Estaba segura que los tres serían los mejores hermanos pero también chocarían en circunstancias así; estuvo a punto de comentarlo con Fernando pero sabía que se preocuparía, se acercó más a él sin abrazarle, Ana seguía en sus brazos y no parecía querer alejarse de ella.
Los Jardines ese día estaban bastante llenos, Fernando resopló ante la mirada divertida de Alicia y Roberto, les miró y puso los ojos en blanco pero no dejó de andar, quería buscar un lugar un poco más tranquilo, finalmente paró debajo de un tilo, no estaban del todo alejados del bullicio pero por lo menos podían tener algo de tranquilidad. Alicia le vio sacar una manta de la bolsa de las niñas y se echó a reír, hacía unos días la había metido por si se les ocurría comer fuera, en París había que aprovechar los días de sol en cuanto empezaban. Alicia estiró otra pequeña manta en el centro para posar a Ana, ese día no quería volver a la silla, Andrea se había vuelto a quedar dormida y no protestaba; esperó a que Fernando se descalzase y se sentó junto a él cerrando los ojos y respirando el olor, siempre le encantó ese olor pero además ahora se mezclaba con el de Fernando y sus hijos, para ella no había mejor olor en el mundo. Se echó a reír porque Roberto no prestaba atención a esas cosas, les estaba apremiando para comer, tenía hambre y quería jugar después. Comieron sin dejar de hablar sobre Diane y Pierre, Roberto estaba deseando volver a verles y poder jugar con su tío; Alicia sonreía pensando en lo habituales que eran esas conversaciones con su hijo, hacía dos años no habría podido imaginar lo felices que serían siendo padres, lo que siempre supo era que juntos serían muy felices. Ana movía los brazos intentando darse la vuelta pero su padre no le quitaba la vista de encima y enseguida la ayudaba a volver a tumbarse, a pesar de eso, no torcía el gesto ni se enfadaba; cuando Andrea se despertó la pusieron junto a su hermana y disfrutaron de sus juegos, Roberto las miraba también embobado y de vez en cuando intervenía, Fernando le observó y sonrió al ser consciente de que no se sentía desplazado por los juegos de sus hermanas, las quería y entendía que tenían que tener su propio espacio. Cuando terminaron de comer Fernando se tumbó de medio lado mirándoles, cerró los ojos pensando en lo feliz que era, tres años antes no se habría creído que se pudiese ser tan feliz, tampoco hubiese creído que se lo mereciese… Gracias a Alicia recuperó una vida que nunca había tenido del todo, por fin sabía qué significaba tener una familia, personas que se preocupaban por ti, sabía qué se sentía al pensar en su mujer y sus hijos, “mi mujer” repitió para sí, cuánto habría criticado ese pensamiento unos años antes; pero así sentía a Alicia, estaban casados, algo que en realidad era lo de menos; lo importante era que habían formado su familia, eran uno, como les pasó en Madrid, como les hubiese pasado cuando se conocieron si él no se hubiese empeñado en alejarla y decidir por ella para protegerla. Abrió los ojos al sentir las manos de Ana en su cara, se echó a reír viendo a Alicia y los tres niños delante de su cara sin dejar de poner muecas para, según Roberto, despertarle.
-No estaba dormido, Roberto, sólo… Pensaba en lo feliz que me hacéis.
-Feiz papá poque etamos untos.
-Eso es, hijo, eso es.
Alicia le miró emocionada, le besó suavemente y se echó a reír levantándose, Roberto se levantó a la vez que ella y echaron a correr hacia las palomas, su hijo se enfadó cuando echaron a volar pero ella no dejaba de reír y saltar. Fernando se sentó en la manta cogiendo en brazos a las dos niñas, le parecía increíble la vitalidad de Alicia, esa risa que siempre le encantó y tanto echó de menos en Madrid cuando se reencontraron. Les contó a sus hijas cuánto quería a su madre, Andrea movía los brazos sin prestar atención pero Ana le miraba fijamente, Fernando dejó de mirarlas al oír a Roberto llamarle, estaban corriendo de un lado a otro sin dejar de reír.
Cuando su hijo se cansó decidieron volver a casa, habían pasado buena parte de la tarde sin dejar de jugar, sus hijas tomaron un biberón, se durmieron, se despertaron, Alicia se sentó con él y contemplaron cómo Roberto se integraba y jugaba con un pequeño grupo de niñas; fumaron un cigarro hablando de sus hijos y algunos planes para los próximos meses, Alicia evitó el tema del trabajo pero estaba deseando volver a hablar sobre ello. Justo antes de llegar al portal se encontraron con Sophie y Gabrielle, Sophie supo qué le había propuesto Antoine y pensó que necesitaría distraerse, se sorprendió al encontrarle tan relajado; Fernando la miró y suspiró divertido, no se acostumbraba a que sus amigos le conociesen tan bien. Entraron en casa seguidos de sus amigas, Roberto arrastró a Gabrielle hasta la caseta de Tor, los últimos días no salía a saludar, seguía estando un poco malito según palabras del propio Roberto. Fernando fue a preparar un té para todos a la vez que Alicia dejaba a las niñas en la manta, se sentaron en el sofá mientras Roberto y Gabrielle lo hacían en la manta junto a las niñas. Fernando regresó con la bandeja y se echó a reír al ver a su hijo sin apartar la vista de sus hermanas, él hubiese hecho lo mismo, dejó la bandeja en la mesita guiñando un ojo a Alicia, había sacado un plato con brioches. Pasaron el resto de la tarde entre juegos y risas con sus amigas, Fernando las miraba de reojo dándose cuenta de que no se atrevían a sacar el tema de la revista.
Alicia y Sophie aprovecharon que Gabrielle y Fernando estaban jugando con los niños para salir al patio a fumar un cigarro; Alicia no pudo evitar sonreír cuando su amiga se sentó en el balancín, le contó cómo Fernando lo había comprado para darle una sorpresa. Se sentó junto a ella preguntando cómo les iba todo, hacía tiempo que no tenían un momento para hablar tranquilamente, Sophie compartió con ella el momento en que le dijo a sus padres que tenía una relación con Gabrielle, había sido muy difícil dar el paso y no había ido muy bien.
-Pero me alegro de habérselo contado, hacía mucho tiempo que necesitaba hacerlo, en cierta forma ha sido como si me conociesen de verdad por primera vez… Mi madre no lo ha asimilado, mi padre me ha sorprendido, creo que se lo imaginaba, sólo me ha preguntado si soy feliz.
-Me alegro mucho, –abrazó a su amiga feliz, todavía recordaba el día en que Fernando las vio en la redacción y cómo ella había sabido que una cena en casa les haría sentir bien- seguro que tu madre termina aceptándolo, sólo necesita tiempo. Llegará un día en el que no tengáis que esconderos ni disimular, las cosas tienen que cambiar mucho, incluso aquí en Francia…
Sophie sonrió, desde el principio había sentido mucha confianza con Alicia y sabía que lo que decía lo pensaba de verdad, a veces sentía que tenían mucha suerte con sus amigos, no todo el mundo vería su relación como algo normal. Fernando estaba tumbado boca abajo jugando con Andrea mientras Gabrielle y Roberto intentaban que Ana se animase, se había quedado muy quieta observándoles a todos, no parecía querer intervenir en los juegos. Gabrielle se sentó cuando Roberto empezó a contarle un cuento a su hermana, sabía que eso sí le gustaba; miró a Fernando dudando pero finalmente se decidió.
-Fernando… Si necesitas hablar… En fin, que puedes contarme lo que quieras.
Fernando se incorporó y se echó a reír, se sentó cogiendo a Andrea en brazos y la miró directamente.
-Supongo que ya sabes la propuesta de Antoine…
-Sí, Sophie me lo dijo esta tarde, espero que si la rechazas no sea por lo que me pasó a mí en la revista…
-Tranquila, Antoine dejó muy claro que no tenía nada que ver con la revista, creo que no llegaste a conocer a Michel, colaboró con nosotros hace un tiempo… -acarició el pelo de su hija y sonrió al darse cuenta que las dos niñas escuchaban atentamente el cuento de Roberto- No sé si me apetece dirigir una nueva revista, sería mucho tiempo, demasiada responsabilidad… Aunque sé que tengo que volver a trabajar fuera de casa, pero me cuesta tanto…
-Se te ve muy volcado con tus hijos.
-A penas lo noto, sé que paso todo el día pendiente de las niñas o pensando qué hará Roberto en la guardería, pero es algo que me sale de forma natural. Perdí tanto tiempo en el pasado negándome la oportunidad de tener una familia… No quiero pasar el día fuera trabajando, no quiero perderme estos momentos.
-Nunca perderás momentos en familia, Fernando, estáis juntos y eso nada lo podrá cambiar; trabajar no significa no estar en casa nunca.
-Pero dirigir una revista que está empezando es muy complicado y lleva mucho tiempo…
-Bueno, pero tendrás gente que te ayude, no será como con el suplemento… -Fernando la miró divertido, parecía saber qué tenía que decir en cada momento- Sophie me ha contado todo el trabajo que tuvisteis Jean, tú y ella; no será lo mismo… Además, serás tú quien decida qué se publica y qué no, podrás decidir los temas, eso es muy importante.
-No creas, también lo he pensado… Pero seré yo también quien tenga que censurar algún tema porque no se pueda publicar… -miró hacia la cocina, desde el patio llegaban las risas de Alicia y Sophie, sonrió y volvió a mirar a su amiga- Sé que Alicia está deseando decirme que debo aceptarlo, no te voy a mentir, me gusta que pueda estar orgullosa de mí, hubo un tiempo en que no podía estarlo…
Gabrielle le miró con una leve sonrisa al verle rascarse el pelo, conocía bien a Fernando y sabía que le costaba sincerarse; se echaron a reír cuando Roberto les dijo que no habían escuchado su cuento. Cuando Alicia y Sophie regresaron ya estaban jugando con los niños sin dejar de reír.
Cuando empezó a anochecer sus amigas se despidieron, Fernando las miró divertido mientras salían de casa, miró a Alicia y se echó a reír, las tres habían intentado dejarle su espacio pero el tema del nuevo trabajo había estado presente todo el tiempo. Alicia preparó el biberón de las niñas mientras Fernando se encargaba de la cena, las niñas estaban sentadas en la trona, Andrea se quejaba pero Ana trataba de calmarla chocando sus manos; Roberto se había quedado junto a Tor intentando animarle. Fernando notaba cómo Alicia le miraba de reojo, le divertía la situación pero no le decía nada; dejó que diese el biberón a las niñas mientras terminaba de hacerse la cena. Roberto llegó triste a la cocina, quería que Tor se recuperase del todo, Fernando le miró tiernamente y le aseguró que pronto su amigo estaría bien. Mientras cenaban Roberto les contó un cuento a sus hermanas para que se durmiesen, Fernando insistía en que debía cenar pero su hijo era demasiado terco y hasta que no se quedaron dormidas no empezó a cenar; la cena transcurrió en un silencio sólo roto por Roberto y por las bromas de Fernando, miró a Alicia sabiendo que volvería a sacar el tema, si no lo hacía todavía era porque quería encontrar el momento. Mientras recogían Roberto echó a correr hacia el baño y empezó a llenar la bañera de juguetes pidiendo a su padre que abriese el grifo, Alicia se echó a reír y salió corriendo detrás de él para preparar el baño. Cuando acabó de recoger la cocina, Fernando arropó a las niñas y se quedó mirándolas, pasaba la mayor parte del día pendiente de ellas, le sería muy difícil trabajar fuera de casa y no poder salir del despacho para quedarse mirándolas; fue al baño a tiempo de ver cómo Roberto empezaba a desnudarse, hacía semanas que no dejaba que le ayudasen, ya era mayor y quería hacer las cosas por sí mismo. Alicia se sentó en el taburete mientras Fernando bañaba al niño, aunque Roberto no dejaba de chapotear, para Alicia era uno de los momentos más tranquilos del día, veía a Fernando moverse con mucha calma, atender a su hijo con la mayor de las delicadezas y totalmente relajado. Poco a poco Roberto se fue calmando hasta casi quedarse dormido, protestó cuando Fernando le sacó de la bañera, entre los dos le pusieron el pijama intentando no despejarle, le miraron con una sonrisa cuando pidió que le dejasen ir a dar un beso a sus hermanas, fueron con él hasta la cuna y le vieron ponerse de puntillas para dar las buenas noches a las niñas. Fueron tras él hasta su habitación, les gustaba acostarle pero su hijo quería ser independiente, Alicia se sentó a su lado dejando que se acomodase y le leyó unos minutos hasta que se quedó dormido, Fernando les había estado mirando desde el quicio de la puerta, se acercó a dar un suave beso a su hijo y abrazó a Alicia saliendo de la habitación.
-¿Te apetece un baño? –la besó riendo- Espera aquí que voy a prepararlo.
Alicia suspiró pero no dijo nada, recogió el maletín pensando en el trabajo que no había hecho esa tarde, en el pasado no se habría alegrado de tener que dejar el trabajo para otro momento; esperó a que Fernando la avisase y cuando lo hizo entró al baño empezando a desnudarse. Fernando no podía apartar la vista, la besó intensamente pero finalmente se separó y dejó que entrase a la bañera.
-Relájate un rato Alicia.
-¿Por qué no entras tú también?
-Quiero contestar la última carta de Daniel; no tardo nada, enseguida vuelvo.
Alicia le vio salir del baño y sonrió cerrando los ojos, le gustaba Fernando tal y como era, esa forma de no hablar sobre algo importante hasta que tomase una decisión, esa forma de mirarla porque sabía que ella estaba deseando hablarlo… Eran muy distintos pero siempre llegaban a puntos comunes, había sido así incluso en los momentos más difíciles, no podía olvidar lo mal que estaba Fernando cuando volvió a verle pero, aun así, la convivencia no había sido mala; sin contar las borracheras y alguna discusión, claro, pero esos momentos eran la evidencia de lo mal que había estado Fernando antes de volver a verle. Fernando había recordado la carta de Daniel al fijarse en la foto de Pelayo con el pequeño Daniel el día del bautizo, la habían recibido la semana anterior y la habían enmarcado poniéndola en la mesita al lado de las fotos de sus hijos de recién nacidos.


Querido Daniel
Me alegro que en Alemania todo os vaya tan bien, no sabes cómo me gustaría que pudieseis venir unos días, echo de menos hablar contigo, escuchar tus consejos y poder volver a verte con mis hijos. Algún día iremos a Alemania a visitaros, pero las niñas todavía son pequeñas para un viaje tan largo. A principios de mes estuvimos en la playa, en el norte de Francia, fueron unos días estupendos en los que Alicia y yo disfrutamos de nuestros hijos sin pensar en nada más. No sabes lo feliz que soy sólo por tenerlos en mi vida, y pensar que podría no haber vivido momentos así… Todavía a veces lo pienso y me siento tan culpable… Pero sólo con mirar a Alicia o a mis hijos se me olvida todo, sólo puedo pensar en estar a la altura.
Hoy he recibido una oferta de trabajo, he pensado mucho en ti, en cómo tus consejos sobre conseguir un trabajo y llevar una vida normal me ayudaron en el pasado… Sé que me vendría bien hablar contigo; no tiene nada que ver con aquello, pero también estoy dudando de trabajar, aunque por otros motivos. Me han propuesto dirigir una nueva revista, es una gran responsabilidad y también me quitaría mucho tiempo para estar con mi familia, no me gustaría que mis hijos creciesen sin estar presente en cada momento. Sé que tengo que volver a trabajar fuera de casa, me queda poco para terminar el libro y desde que nacieron las niñas he trabajado en casa pendiente de cualquier cosa que pudiese pasar; me vendrá bien tener un trabajo con un horario menos flexible, pero a la vez me cuesta tanto pensar en pasar tantas horas fuera de casa, lejos de Alicia y los niños… No puedo evitar sonreír imaginando tu cara al leer esta carta, qué lejos quedan aquellos consejos que me dabas en Madrid, ahora es totalmente distinto y me alegro por ello.
Dale un abrazo a Dorita y otro a Belén, os merecéis ser felices y me alegro tanto de que lo seáis… Recordar que aquí tenéis una casa siempre que queráis, estamos deseando volver a veros.
Un abrazo muy fuerte
Fernando

Dejó las cuartillas junto a la foto de Pelayo y el pequeño Daniel, llevó la cuna a la habitación y la dejó en el lado de la cama de Alicia, a mitad de la noche solía despertarse y le gustaba ver a las niñas sin tener que moverse. Llegó al baño a tiempo de ver cómo Alicia se ponía el albornoz, la abrazó sin importarle mojarse y susurró en su oído lo que le hubiese gustado llegar a tiempo de poder entrar a la bañera con ella; Alicia se echó a reír y le besó suavemente arrastrándole a la habitación. Se secó despacio comprobando que las niñas seguían dormidas, las dio un beso arropándolas y se sentó en la cama en albornoz y mirando a Fernando.
-Deberíamos hablar ¿no? Puede que te venga bien volver a pensar en lo que ha pasado hoy…
-¿Lo que ha pasado hoy? La oferta de trabajo ¿no? –sonrió sentándose a su lado, cuando la vio sentarse había sabido que no esperaría más para volver a sacar el tema- ¿Sólo quieres hablar? Se me ocurren otras cosas que hacer ahora mismo…
Suavemente fue quitándole el albornoz, Alicia cerró los ojos sintiendo sus manos pero los abrió echándose a reír.
-Eres un tramposo, Fernando…
Su voz se había ido apagando al volver a sentir las manos de Fernando, le acarició el pelo susurrando cuánto le amaba y empezó a besarle olvidándose de todo. Esa noche no volvieron a hablar, dejarían la conversación para mejor momento porque en ese momento no pensaban en otra cosa que en amarse.

 
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