Fernando Solís & Alicia Peña  
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Fernando se echó a reír mirando a Alicia, no había imaginado ni por un momento que estuviese preparando algo; ni siquiera la noche anterior se había dado cuenta que había programado el despertador. Al oírlo esa mañana soltó un taco pensando que había sido él quien le había programado sin acordarse de que era domingo, al darse la vuelta vio que Alicia estaba sentada mirándole.
-¿Lo has puesto tú?
-Buenos días Fernando.
-Buenos días –la besó y se sentó sin dejar de mirarla- ¿pero lo has puesto tú?
-Hombre, si no has sido tú… He tenido que ser yo ¿no? Pierdes facultades Fernando…
-¿Ah sí?
Empezó a hacerla cosquillas consiguiendo que se echase a reír sin poder evitarlo, terminaron los dos riendo a carcajadas y casi cayéndose de la cama; Fernando dejó de reírse al ver a Roberto entrar en la habitación llevándose el dedo índice a la boca para que no hiciesen tanto ruido.
-¡Roberto! No puedes levantarte solo, tienes que llamarnos.
-Shhh puedo solo papá, peo Anea y Ana etán momidas hay que habar baito.
Alicia le hizo subir a la cama y empezaron a saltar, Fernando les miraba riéndose y se permitió saltar con ellos, cuando jugaban con su hijo se olvidaban del mundo, de los problemas y la realidad, volvían a ser dos chiquillos, Alicia siempre recordaba los momentos en el piso franco en que Fernando intentaba que ella no se preocupase por la situación.
Miró a Fernando muy seria dejando de saltar, tenían que prepararse para salir; Fernando intentó sonsacarle dónde irían pero le miró haciéndose la interesante, le besó y se levantó diciendo que iba a ducharse y que le tocaba a él preparar el desayuno. Fernando movió la cabeza divertido, normalmente le tocaba a él preparar el desayuno; Alicia había vuelto al horario de antes de tener a las niñas, pasaba el día en el despacho aunque llamaba varias veces, solía terminar después de comer y aprovechaban para pasar la tarde los cinco juntos. El único día que no había ido al despacho fue el primer día de guardería de Roberto, Fernando había puesto alguna pega cuando la visitaron pero, finalmente, tuvo que admitir que era una buena guardería y a Roberto le había gustado desde el principio la mujer mayor que cuidaba la clase en la que él entraría. Entraron los cinco juntos, quisieron llevar a las niñas para que Roberto se despidiese de ellas, estaban seguros que sería lo que más le costaría a su hijo, no poder estar pendiente de ellas. Alicia se aguantó la risa al verle resoplar cuando entraron, Fernando no dejaba de frotarse el cuello pensando que su hijo se iba a quedar allí unas horas; Roberto se relajó al ver a su profesora, en los minutos que había estado con ella cuando visitaron la guardería le había caído bien. Sonrieron cuando se negó a separarse del coche de sus hermanas sin darles un beso, Fernando le cogió para inclinarle, se emocionó al ver el cuidado con el que trataba a las niñas, le abrazó y dejó que Alicia le cogiese para abrazarle, la profesora les regañó, si hacían de ese momento algo trascendental, para Roberto sería más difícil separarse de ellos. Fernando se mordió el labio pensando en el fallo que acababa de cometer, por suerte su hijo era bastante más maduro de lo que creía la profesora.
-Papá –le besó y se alejó un poco- tomos equipo, yo me quedo a juar peo tú tenes que uidar a Anea y Ana.
Volvió a acercarse para besar a su madre y cogió la mano que la profesora le tendía para ir hacia la clase; Fernando se había quedado con la boca abierta mirándole, abrazó a Alicia y contemplaron cómo su hijo entraba por primera vez a su clase.
Fernando le hizo sentarse en la cama, desde que dormía en la cama había empezado a ser todavía más independiente, era la primera vez que se levantaba solo pero cuando iban a despertarle solía estarlo ya, saltaba en la cama o se sentaba mirando hacia la ventana, a lo lejos se veía uno de los jardines del barrio y solía haber muchos perros. Incluso uno de los días que fueron a despertarle Tor estaba subido a la cama, le encontraron abrazado al perro y hablándole de Henri, un niño del que se había hecho amigo en la guardería, cuando le conocieron, habían sonreído, tenía un par de años más que Roberto, parecía que los niños y niñas de su edad le aburrían. Le dio un beso y le preguntó si iba con él a la cocina, sonrió cuando su hijo le recordó que se quedaba a cuidar de sus hermanas, le besó y se inclinó también a besar a las niñas. Movió la cabeza divertido cuando llegó a la cocina y miró hacia el patio, parecía que el tiempo se aliaba con Alicia siempre, hacía sol e incluso buena temperatura para la hora que era, abrió la puerta y encendió un cigarro, empezó a preparar el desayuno pensando a dónde irían y cuándo lo habría preparado Alicia para no haber notado nada. Alicia se relajó en la ducha, se sentía feliz, pocas veces se había sentido tan realizada con su trabajo, pero saber que eso no era lo más importante de su vida la hacía todavía más feliz. Tenía una familia, un marido al que amaba, unos hijos por los que daría todo y, además, trabajaba por un mundo mejor, ninguna de esas cosas podría tenerlas de vivir en España. Algún día podría vivir en España la vida que quería, pero en ese momento no, había tomado la mejor decisión de su vida, la decisión que le había dado la felicidad después de tantos años. Cerró el grifo riéndose, se había puesto demasiado seria y lo que quería era disfrutar del día junto a Fernando y los niños. Se envolvió en la toalla y al volver a la habitación se quedó en el quicio de la puerta contemplando a Roberto, estaba sentado apoyado en el cabecero y miraba hacia la cuna sonriendo. Se permitió sentarse con él un momento, Roberto se puso de pie en la cama para llegar hasta su cara y le colocó un mechón de pelo todavía mojado. Alicia le llenó de besos riéndose, Fernando les escuchaba de fondo y no dejaba de sonreír, en realidad le daba igual preparar el desayuno, disfrutaba haciéndolo, dejando que ellos jugasen para después unirse a esos juegos y recordarles que tenían que desayunar. Alicia se levantó como un resorte de la cama, quería estar lista antes de que Fernando terminase de preparar el desayuno; sonrió al sacar los pantalones y probárselos, prácticamente había recuperado ya su figura, se puso un suéter y se maquilló ligeramente, secó el pelo y se peinó, terminó quedándose frente al espejo mientras se echaba un poco de perfume. Fernando entró a la habitación  y se quedó mirándola, la abrazó por detrás y sonrió a su mirada a través del espejo.
-Estás preciosa –la besó el cuello y respiró su olor- y hueles tan bien…
-Fernando… Tenemos prisa…
-¡Aguafiestas!
Volvió a besarla el cuello y se echaron a reír cuando Roberto repitió la palabra “aguafiestas”, por suerte, todavía no podía entender a qué se refería su padre. Antes de poder sentarse a la mesa para desayunar juntos, Andrea empezó a llorar, Fernando se echó a reír moviendo la cuna, dejó que Alicia se sentase a la mesa y le puso el desayuno delante; cogió a Andrea para ir a preparar el biberón. Alicia sonrió divertida y empezó a desayunar a la vez que su hijo, Fernando siempre bromeaba con el hecho de que en casa nunca podían comer a la vez. Mientras preparaba el biberón y hablaba con su hija de forma tranquila, no podía dejar de pensar dónde irían, hacía mucho que Alicia no se ponía pantalones. Cuando regresó al salón se echó a reír al ver que Roberto estaba totalmente manchado de mermelada, Alicia sonrió inocentemente y dio otro mordisco a su tostada, suspiró sentándose y empezó a darle el biberón a la niña. Volvió a intentar que Alicia le dijese algo sobre dónde irían, pero fue imposible, terminó bromeando sobre lo mucho que había aprendido de él a hacerse la misteriosa. Resoplaron cuando escucharon el teléfono, los días anteriores Antoine había llamado mucho, Alicia esperaba que esa vez no fuera él mientras que Fernando tenía claro que si era él le mandaría a la mierda, eso sí, con buenas palabras. Alicia se levantó torciendo el gesto, tuvo que bajar a Roberto de la silla antes de coger el teléfono, Fernando les miraba divertido, Alicia intentaba controlar que no agarrase el cable para que no tirase el teléfono ni lo manchase de mermelada. Fernando aprovechó que Andrea dejaba de comer para tomar el café y un trozo de tostada, Alicia contestó de manera fría y sonrió al escuchar a René, después de ponerse al día, pues llevaban semanas sin hablar, René fue al grano. Fernando vio cómo cambiaba el gesto de Alicia, primero se mordía el labio para después sonreír mirándole, su respuesta a René le intrigó. Alicia colgó y se acercó a él, besó a Andrea, que acababa de terminar de comer, y se sentó junto a Fernando.
-René quería hacerme una propuesta…
-¿Otro libro? –la miró sonriendo- Al final voy a tener una mujer famosa.
-O yo un marido famoso…
Fernando se levantó a dejar a Andrea en la cuna y cogió a Ana, al volver a sentarse, la miró detenidamente.
-¿Bueno, me vas a decir para qué llamaba René?
-Y después soy yo la impaciente… -acarició la mano de Ana y besó a Fernando sin dejar de reírse aunque antes de hablar se puso seria- Quiere que hable con la persona que me contó la experiencia del fusilamiento… La editorial quiere publicar un libro sobre ese tema…
Fernando cerró los ojos un momento, al abrirlos sonrió mirando a Ana, era tan tranquila que con sólo mirarla todo parecía arreglarse.
-Alicia, yo…
-Lo sé, Fernando.
Alicia se mordió el labio, era consciente de lo poco que le gustaba ser protagonista de nada, quizás por eso disfrutaba tanto con su trabajo, le daba el protagonismo a la gente, como había hecho con los mineros hasta que terminaron su huelga. Pero, a la vez, se sentía decepcionada, Fernando había vivido mucho, había luchado hasta las últimas consecuencias y estaba segura que un libro contando parte de su experiencia sería de gran ayuda y una forma de que pudiesen reconocerle su lucha. Fernando besó suavemente a Ana cuando terminó de comer, Roberto estaba al lado de la cuna acariciando la mano de Andrea, cuando dejó a Ana junto a su hermana, su hijo empezó a contarles su particular cuento. Volvió junto a Alicia sabiendo lo que ella pensaba, Alicia le hizo sentarse, se sentó sobre él y le besó despacio.
-¿No teníamos prisa?
Alicia sonrió, le besó y le dejó levantarse, pensó hablar con él del libro durante el día pero para ello tenían que ponerse en marcha; mientras Fernando se duchaba, ella preparó a los niños. Vestir a Roberto se convertía en un juego para él mientras que para su madre era todo un desafío a su paciencia; normalmente acababan los dos jugando y riendo pero ese día Alicia quería salir pronto de casa, Roberto torció el gesto cuando no le siguió en los juegos y terminó suspirando mientras metía los brazos en las mangas. Fernando no dejaba de sonreír mientras se duchaba, había olvidado por completo la llamada de René, sólo podía pensar en el día que iban a pasar fuera, aunque seguía pensando que era muy pronto para sacar a las niñas, a pesar del sol, todavía la temperatura no era tan buena, se mordió el labio pensando que hacía días que no sentía dolores, el frío estaba pasando aunque él no se hubiese dado cuenta. Los últimos días no había tenido tiempo de nada, los mineros habían vuelto al trabajo después de conseguir un aumento de sueldo del 11%, hizo varias entrevistas, incluso a miembros del gobierno que habían participado en la decisión, y tuvo que hacer la cronología del mes y medio de huelga. Había tenido que plantarse cuando Antoine le dijo que tenía que ir a los pozos del norte a entrevistarse con uno de los líderes de la huelga, no pensaba pasar ni una noche fuera de casa, bastante le parecía haber estado todas las mañanas en la redacción mientras era Diane quien se encargaba de los niños. Se miró en el espejo y resopló al darse cuenta que debía afeitarse, se echó a reír cuando Roberto entró corriendo al baño para enseñarle cómo le quedaba el nuevo pantalón que le había regalado el tío Pierre. Empezó su particular charla sobre sus compañeros de la guardería, Fernando se afeitó intentando contestarle, cuando no lo hacía, Roberto tiraba de la toalla insistiendo. Alicia vistió a las niñas, Andrea solía protestar mientras que Ana la dejaba hacer sin quejarse, les puso unos vestidos con los que irían abrigadas, no se fiaba del sol ni de la temperatura de esos días y no quería correr el mínimo riesgo, aunque estaba segura que Fernando pasaría el día comprobando que estuviesen arropadas. Fernando se vistió mientras Roberto le hablaba de Elise, una niña de su clase; bromeó con su hijo preguntándole si era guapa, se echó a reír porque Roberto era más espabilado que otros niños pero todavía era pequeño para tener esas conversaciones. Alicia dejó a las niñas en el coche y fue a la habitación, suspiró al ver que Fernando todavía estaba a medio vestir y que Roberto intentaba quitarse la camisa.
-¿Pero todavía estáis así?
-Tranquila, no nos queda nada ¿verdad Roberto?
-Veda papá.
Roberto abrazó a su madre mientras Fernando bromeaba con que no pasaba nada porque ella esperase un día. Cuando vio a las niñas sonrió embobado pensando que eran dos preciosas princesas, acto seguido se echó a reír por ese pensamiento, hacía no mucho tiempo se habría burlado de sí mismo por ese comentario, de hecho, pensaba que si lo hubiese dicho en alto, Alicia habría torcido el gesto. Sus niñas no eran princesitas, eran preciosas pero no princesas, serían unas mujeres fuertes y valientes como su madre. Alicia se le quedó mirando, la besó riéndose pero evitando hacerla partícipe de sus pensamientos. Alicia comprobó haber metido todo lo necesario en la bolsa de las niñas, Fernando se puso el abrigo a la vez que la mirada divertido, normalmente se encargaba él de la bolsa porque a Alicia siempre se le olvidaba algo.
-Esta vez lo he metido todo.
Le hizo burla intentando mostrarse molesta pero acabaron los dos riéndose, su hijo les acompañó en la risa mientras cogía la correa de Tor; Fernando le miró sonriendo, ni por un momento habían pensado dejar al perro en casa pero por lo visto su hijo se adelantaba por si se les había pasado por la cabeza. Alicia se echó a reír cuando Fernando pasó revista a todos, no podía evitar imaginarse las salidas de dentro de unos años, los tres niños alborotando, Fernando intentando controlar todo… Le miró sonriendo y al pasar a su lado para salir de casa, le besó susurrando cuánto le quería; Roberto se agarró a la mano de su madre mientras Fernando cogía la bolsa de las niñas, al perro, uno de los juguetes preferidos de Roberto, el coche con las niñas… Alicia se giró y no pudo evitar reírse al verle hacer malabarismos para poder con todo; Fernando resopló intentando no reírse, cuando llegaron junto al coche esperó a que dejase a Roberto en el asiento para empezar a hacerla cosquillas.
-¡Para! En serio, Fernando.
Se apartó y se rascó el pelo al darse cuenta que las carcajadas de Alicia llamaban mucho la atención, por suerte sus vecinos ya no se sorprendían; la besó suavemente y desmontó el coche de las niñas. Alicia se quedó mirando cómo lo hacía, trataba el coche con el mayor cuidado del mundo pero no dejaba de mirar a las niñas controlando no hacer movimientos bruscos. Sonrió cuando vio que Fernando entraba en el asiento trasero sin preguntarle nada; cerró el maletero y entró al asiento del piloto. Antes de arrancar le miró por el retrovisor, estaba acomodándose entre el capazo de las niñas y Roberto, Tor se había pasado al asiento delantero; se mordió el labio pensando en el momento en que los tres niños pudiesen viajar solos en el asiento trasero, sonrió emocionada porque una escena así le parecía tan de familia.
-Alicia –levantó la mirada mientras arropaba a las niñas- ¿me vas a decir ya dónde vamos? Por lo menos para saber cuánto tardaremos en llegar…
-Relájate, -sonrió y apartó la mirada del retrovisor a la vez que arrancaba- tardaremos lo que tengamos que tardar, tenemos todo el tiempo del mundo.
Fernando estuvo a punto de acercarse para hacerle cosquillas pero se contuvo, se giró para mirar a Roberto, que no dejaba de intentar subirse encima suyo para estar más cerca de sus hermanas. Alicia presenció la charla entre padre e hijo, en situaciones así nunca sabía quién acabaría saliéndose con la suya, competían en terquedad y, la mayoría de las veces, Roberto sabía qué hacer para que su padre se le quedase mirando como un bobo y no pusiese más resistencia. En esa ocasión no fue así, Fernando quería tener todo bajo control, si Roberto hacía lo que quería en ese momento, nunca podría convencerle de ir sentado en el coche tranquilamente; sonrió al ver el gesto enfadado de su hijo e intercambió una mirada cómplice con Fernando. Se mordió el labio evitando reírse, Roberto había heredado ese gesto de ella, Fernando alargó el brazo intentando no hacer movimientos bruscos y acarició la nuca de Alicia.
Los primeros minutos de viaje pasaron entre conversaciones con Roberto, siempre tenía algo que contar de sus horas en la guardería, a veces le miraban divertidos, apenas estaba tres horas allí pero a la vuelta y por cómo lo contaba, parecía que pasaba allí todo el día. De hecho, Fernando pensaba que quería contarles cada detalle para, en cierta forma, vivir con ellos esos momentos en los que estaba en la guardería, alejado de ellos y de sus hermanas. Alicia sonrió al ver que Tor bostezaba y dejaba de mirar por la ventanilla para acabar tumbado en el asiento, Roberto resopló poniendo una mueca al darse cuenta que Tor no iba a jugar, se abrazó a Fernando preguntándole cuánto faltaba para llegar.
-No sé Roberto –le miró sonriendo entre divertido pensando que esa pregunta era propia de niños de más edad, y enternecido al sentirle apoyado en él- mamá no quiere decirnos nada…
Alicia sonrió, se mordió el labio y aprovechó un semáforo para girarse y acariciar el pelo de su hijo, Fernando la besó la mano y se aguantó la risa al oír un pitido, el semáforo se había puesto en verde y Alicia no se había enterado.
-Nos queda un ratito todavía…
Habló mientras arrancaba, Fernando sonrió y abrazó a Roberto mientras comprobaba que las niñas siguiesen dormidas; a la vez, miraba de reojo por la ventanilla para saber hacia dónde iban. Alicia sonreía como una chiquilla, iba atenta a la carretera y, a la vez, desviaba la mirada para verles a los cuatro por el retrovisor; llevaba semanas queriendo salir de París y quería disfrutar del día. Se rio en voz baja cuando al volver a mirar por el retrovisor, se dio cuenta que Fernando se había quedado dormido; se mordió el labio recordando a aquel hombre que no se permitía bajar la guardia, aquel hombre que echaba alguna cabezada en el piso franco mientras ella dormía mejor que en toda su vida.
Disfrutó del silencio sólo roto por las respiraciones mezcladas de los tres niños, por un momento pensó en su padre, en lo feliz que sería si la viese en ese momento; en el pasado siempre se culpaba por lo que pensaría su padre al verla sobrevivir, sin luchar, sin alegría ni color, no había enseñado a sonreír a los españoles, como quería su padre, porque ella había perdido la sonrisa… Esos años habían quedado muy atrás, desde que volvió a la Plaza, desde que supo que Fernando había sobrevivido; todo cambió, le costó asimilar tener a Fernando delante de ella, pero la felicidad que sintió en el primer instante que le vio era difícil de explicar. Después vinieron los reproches, la sensación de sentirse traicionada, ninguneada otra vez sabiendo que volvió a decidir por ella… Pero volver a verle había sido algo mágico, un sueño, como si los 12 años que pasaron separados no hubiesen sido más que un suspiro; volver a su casa con él fue extraño, durante el camino intentaba asimilarlo, se repetía una y otra vez que Fernando estaba vivo, pero no alcanzaba a procesar esa información. De hecho, antes de llegar a su casa le tocó suavemente la mano un par de veces, casi sin rozarle sólo para comprobar que era cierto, que estaba allí; volvió a mirar por el retrovisor y sonrió, el pasado había quedado atrás, ahora sólo podía pensar en su familia y estar con ellos, con su marido y sus hijos. Fernando todavía tardó un rato en despertarse, le miró sonriendo porque al segundo de que Andrea empezase a llorar, abrió los ojos sobresaltado e incluso confundido; al ver la mirada de Alicia sonrió y cogió a Andrea con cuidado. Miró a Roberto resignado, a pesar de que casi no se había movido, su hijo se había despertado y quería coger a su hermana. Dejó que Roberto rodease a Andrea y miró hacia los lados intentando averiguar dónde estaban.
-Ya casi estamos llegando…
-Sí, ¿pero dónde estamos?
Alicia no pudo evitar la carcajada que le salió, Fernando parecía confundido de verdad, dejó de reírse cuando Roberto la miró con el ceño fruncido recordándole que Ana estaba dormida, intercambió una mirada con Fernando y se concentró en la carretera. Minutos después, Alicia había aparcado cerca de un río, Fernando miró alrededor, le parecía un sitio casi idílico, parecía una ciudad medieval, estaba rodeada por fortificaciones, por bosques y por el río. Alicia sonrió triunfal por haberle sorprendido, se giró y le besó despacio para acabar diciéndole que estaban en Moret-Sur-Loing. No estaban muy lejos de París, pero parecía casi otro mundo, apenas había ruidos que no fuesen de la naturaleza y sólo habían visto un par de coches; Roberto trató de llegar al asiento delantero al ver que Tor se despertaba e intentaba salir por la ventanilla. Se echaron a reír, Fernando controló que todos estuviesen bien abrigados antes de salir del coche y dejó a Andrea en el capazo; el primero en bajar fue Tor, por suerte su perro obedecía, había bajado sin correa y podría haber salido corriendo hacia los perros que se veían a lo lejos. Roberto se puso a saltar en cuanto estuvo fuera del coche; Alicia abrió el maletero para sacar las ruedas del coche y Fernando cogió el capazo y lo montó con cuidado. Se abrazaron contemplando las pequeñas carreras de Tor y Roberto.
-Alicia, eres increíble, -la besó el pelo abrazándola más fuerte- tu sorpresa es perfecta.
Sonrió orgullosa y le besó suavemente para separarse al momento y echar a correr detrás de Roberto y Tor; Fernando sacó la cámara de fotos y les hizo un par. Cerró el coche cogiendo la bolsa de las niñas y caminó despacio hacia donde estaban su mujer y su hijo sin dejar de hablar entre susurros con las niñas.
Disfrutó de las carreras de Alicia y Roberto, Tor les seguía sin perder el ritmo, aprovechó para sacarles fotos, también a sus niñas, Andrea balanceaba un pequeño muñeco mientras Ana iba atenta a cualquier cosa que les dijese, tenía la sensación de que ella podía entenderle, sino el sentido, al menos sí el tono con el que la hablaba. Alicia no pudo divertirse más yendo de un sitio a otro de la mano de su hijo, se sentía totalmente libre en ese momento, tanto como se sintió al saberse por fin en Francia junto a Fernando. Desviaba la mirada hacia donde estaba Fernando y no podía evitar sonreír emocionada, atendía a las niñas, les sacaba fotos a todos, se quedaba mirándoles a ellos como si no existiese nada más en el mundo. Muchas veces notaba cómo Fernando se quedaba mirando a su hijo con ojos soñadores, incluso casi con envidia; la infancia de Roberto no tendría nada que ver con la de ellos, estaba segura que Fernando no permitiría que nadie le robase a sus hijos los mejores años de su vida. Nunca les ocultarían la realidad, lo cruel que puede llegar a ser el mundo; sus hijos no crecerían en la burbuja que su padre construyó para ella, pero nunca lo sabrían por propia experiencia. Estaba segura que Fernando daría su vida si fuese necesario sólo para que ellos no viviesen nada parecido, a ella le pasaba lo mismo; sólo pensar que Roberto, Andrea o Ana se encontrasen solos en el mundo, expuestos a las injusticias, a no poder vivir su vida como quisiesen… Fernando se dio cuenta que Alicia se había quedado parada con la mirada perdida, se acercó a ella a toda prisa aunque intentando no hacer movimientos bruscos con el coche. Sólo fue consciente de que se había emocionado cuando Fernando le acarició la mejilla limpiando el rastro de una lágrima, se mordió el labio y le sonrió asegurándole que estaba mejor que nunca. Le besó suavemente para, acto seguido, dar la mano a su hijo y volver a salir corriendo. Fernando se echó a reír después de un rato, Alicia decía que no sabía cómo volver a donde habían dejado el coche. Le dedicó una sonrisa un tanto burlona pero en realidad acababa de recordar a Andrea, a ella también le costaba orientarse; por suerte Roberto intervino en el momento justo diciendo que Tor se sabía el camino. Las carcajadas resonaron mientras regresaban al coche, Alicia se abrazó a Fernando sin perder de vista a Roberto, que llevaba la correa de Tor, sonrió al darse cuenta que el perro no se adelantaba, iba a la par que el niño.
-Fernando, antes, cuando te he dicho que no sabía volver…
-Sólo era un recuerdo, nada más. -la besó sonriendo y se inclinó para volver a arropar a las niñas- Te he contado muchas veces cómo escapamos Andrea y yo… Cuando has dicho que no sabías orientarte, la recordé a ella, -se echó a reír recordando cómo Andrea había mirado al sol porque él se lo recordó, y había seguido caminando como si hubiese salido de ella- era tan orgullosa como tú…
-Y tan burguesa supongo.
-¡Yo no he dicho eso!
-Pero si no lo hubieses pensado no serías tú…
Alicia le hizo frenarse para besarle, al igual que ella todavía sentía algo de ese miedo irracional a que hubiese aceptado una misión, él siempre tendría esos pensamientos que le recordaban la vida que había llevado durante tantos años. Fernando se separó despacio y la besó la nariz, volvió a abrazarla mientras controlaba el coche de las niñas y siguieron caminando despacio.
-Puede que no me creas, pero esta vez no había pensado que eráis burguesas… Muy orgullosas, cabezotas… Pero sobre todo, las dos mujeres más luchadoras que he conocido nunca, os habrías llevado muy bien, mucho.
Alicia sonrió a la sonrisa soñadora de Fernando, cuando Fernando le había enseñado la foto de Andrea por primera vez tuvo la sensación de que la conocía, de que en alguna reunión de exiliados en la que participó su padre ella estaba ahí; quizás incluso hasta cruzaron algunas palabras… Le habría gustado conocerla de verdad, había escuchado tantas historias sobre ella que parecía que sí la conocía, pero ella no podía tener esos pensamientos de lo orgullosa o cabezota que era. Besó a Fernando y se separó para coger en brazos a Roberto, iban a llegar a la orilla del río y no quería que en un descuido se pudiese caer; Fernando sonrió al ver el pequeño enfado de su hijo. Alicia le habló tranquila aunque hizo trampa, le recordó que sus hermanas estaban dormidas; Fernando la besó el cuello al llegar a su lado llamándola tramposilla. Llegaron hasta el coche y Alicia sacó un mapa, Fernando tuvo que aguantarse la risa aunque fue incapaz de no preguntar cuándo había preparado todo, Alicia le miró sonriendo haciéndose la interesante, cerró el coche, dio la mano a Roberto, cogió la correa de Tor y empezó a caminar. Fernando no tuvo más remedio que caminar tras ella, dejaría que fuese ella la que dirigiese el paseo, iba unos pasos por detrás, sonrió al ver que Andrea se había quedado dormida con las piernas estiradas haciendo que su hermana se acurrucase a un lado del coche. Intentó corregir la postura de sus hijas pero ambas protestaron, las besó suavemente y al levantar la vista se rascó el pelo, Alicia se había parado y estaba hablando entre dientes con el mapa, Roberto se había quedado mirándola y le pedía a Tor que no hiciese ruidos. Se paró a su lado sin mirarla, si la miraba se echaría a reír, Tor echó a correr, Alicia estaba tan centrada en el mapa que al perro no le había hecho falta mucho esfuerzo para que soltase la correa. Alicia soltó un pequeño grito al notar que salía corriendo, se giró y se encontró con la mirada divertida de Fernando, resopló llamando al perro y cogiendo a Roberto de la mano para que no se le ocurriese salir detrás de él. Fernando se echó a reír al notar que Tor había regresado, le dio con el hocico en la pierna y dejó a sus pies un palo para que se lo tirase; Alicia se agachó y cogió la correa.
-Tor, -hablaba seria esperando que el perro entendiese el tono firme- ahora no podemos jugar.
-Mamá Tor no es malo.
-No, -se giró hacia su hijo sonriendo tiernamente- claro que no, sólo es un trasto como tú.
-Como yo.
Roberto se abrazó a su madre, Fernando había presenciado la conversación sonriendo, no podía enternecerle más la pose seria de Alicia y, sobre todo, el cambio de tono posterior para que su hijo no pensase que estaba riñendo al perro.
-Bueno –la besó cuando se incorporó- ¿a dónde querías ir que no lo encontrabas?
Alicia se echó a reír, recordó el mapa y la plaza, miró el reloj pensando que se les hacía tarde para todo lo que quería hacer.
-Me he estado informando, y hay una plaza donde podemos ver Le Maison du Bon Saint Jacques, además podemos pasear y jugar.
-¿Dónde te has informado?
Fernando cogió el mapa, tenía puntos señalados, miró alrededor y en un par de minutos se orientó para llegar donde quería ir Alicia.
-Cuando se planea un viaje hay que informarse ¿no?
-Claro, pero también habría que saber orientarse… -se alejó con el coche de las niñas y la correa de Tor, Alicia torció el gesto y le siguió con Roberto de la mano- Creo que ya sé cómo llegar.
En pocos minutos estaban frente a Le Maison du Bon Saint Jacques, Roberto alzó los brazos al ver los tejados, a Alicia le encantó la fachada de madera mientras que Fernando no dejaba de mirar la estructura, parecía muy vieja y podría no ser muy segura. Alicia siguió caminando hasta llegar a otra casa un poco menos lujosa pero que se podía visitar, era una fortificación del siglo XII, comentó con sorna que la Maison du Bon Saint Jaques estaba habitada por monjitas; se mordió el labio al pensar en su prima. Fue Roberto quien hizo que volviese al presente, Fernando no pudo poner ninguna pega cuando tanto Alicia como Roberto insistieron a la vez para entrar, se rascó el pelo pensando si Tor podría entrar, Alicia se echó a reír tirando suavemente de su manga diciendo que dejase de controlar todo. Alicia abrió la puerta despacio, Roberto echó a correr hacia dentro mientras ella no dejaba de examinar cada rincón, Fernando, detrás de ella, apartó el coche con las niñas sin perderlas de vista, le dio la correa de Tor a Alicia y la abrazó por detrás.
-No es muy de nuestro estilo ¿no?
Alicia se echó a reír, era bastante lujosa, ella sí se veía viviendo en una casa como aquella aunque tenía claro que para Fernando sería demasiado; además, vivir en una zona tan tranquila sí que no era para ellos. Fernando sonrió cuando Alicia comentó que comerían allí, había reservado uno de los salones, la miró divertido pensando en cuánto habría gastado para ese día; si hubiese sido él quien lo hubiese preparado, no pensaría nada así, daría igual lo que gastase porque era para sorprenderla. Antes de comer pasearon por toda la casa, era turística, se notaba, pero aun así, tenía su encanto, Roberto quería curiosear todo y ellos lo descubrían a través de sus ojos, como si viesen por primera vez cada objeto nuevo para su hijo. A Fernando le extrañó que las niñas siguiesen dormidas, miró a Tor y sonrió porque había esperado que el perro se quedase a su lado en una situación así, podría haber salido corriendo a olisquear cada rincón de esa casa, pero permanecía a su lado atento a cada gesto de Roberto e incluso cuando paraban se tumbaba al lado del coche de las niñas. Alicia disfrutó un momento de un pequeño asiento balancín que había en uno de los patios, Fernando sacó alguna foto y en ese mismo momento decidió que su pequeña Alicia tenía que tener uno en el patio de casa, se la imaginaba escribiendo sentada en él mientras tomaba el sol, a los niños correteando por el patio y él en la cocina preparando la merienda… Tuvo que reírse de sí mismo por su imaginación, hacía algo más de dos años nunca se habría creído que estaría haciendo ese tipo de planes tan… Burgueses sí, tenía que reconocerlo, al pensar en sí mismo comprando un asiento balancín no podía dejar de escuchar en su mente la palabra burgués. Cuando volvieron al salón donde comerían, apartó la silla para que Alicia se sentase, estuvo a punto de besarla pero las manos de Roberto tirando de su camisa para que le subiese a la silla le hicieron desistir, Tor se tumbó a los pies de la silla de Roberto. Miró el cochecito antes de sentarse, estaba seguro que Andrea se despertaría justo en ese momento; Alicia se echó a reír al oírla, parecía tener un sexto sentido para interrumpir la comida, quería ser partícipe de cada momento en familia; en cambio, Ana les dejaba disfrutar quedándose en un segundo lugar. Fernando pidió que calentasen el biberón, Andrea no tenía ninguna paciencia y sólo los susurros de Roberto hicieron que dejase de llorar a pleno pulmón, no dejó de protestar pero al menos su llanto no retumbaba en esas cuatro paredes del salón. Alicia miró a Roberto, se notaba que su hijo no soportaba oír llorar a Andrea, no por el ruido que hiciese sino por ella, por sentir que su hermana estaba pasándolo mal; miró de reojo a Fernando y pudo ver la misma expresión aunque, eso sí, su marido era capaz de hablar tranquilo para intentar que la niña se calmase. Antes de que sirviesen el primer plato, Andrea ya estaba tomando el biberón, Alicia acercó la silla de Roberto y la suya a la de Fernando y cogió a Ana, cuando sirvieron el primer plato, le pidió al camarero que les hiciese una foto a los cinco. Fernando la besó en el cuello antes de posar, le hubiese gustado acariciarle el pelo, pero Andrea tenía que seguir comiendo; Alicia se emocionó cuando el camarero posó la cámara en la mesa, siempre que se sacaban una foto los cinco se emocionaba, habían formado su familia, algo que unos años antes le parecía imposible. Roberto se inclinó y, después de besar a Ana, acarició la mejilla de su madre, Alicia sonrió besándole la mano, actuaba igual que lo hacía Fernando, compartieron una mirada cómplice y Fernando les apremió para que empezasen a comer. Roberto desviaba la mirada hacia sus hermanas entre cucharada y cucharada, Alicia comía despacio intentando no molestar a Ana; Fernando quería estar pendiente de todos pero Andrea se llevaba gran parte de su atención, cada vez se movía más mientras comía, quería imponer su carácter y era difícil atenderla sin hacer frente a alguna protesta. Comieron en silencio, Alicia no dejaba de sonreír, esos silencios de su familia no eran incómodos, disfrutaban de ellos como disfrutaban de las risas o los lloros de sus hijos; de todas formas, aunque hubiesen querido hablar, estaba segura que Roberto hubiese insistido en que lo hiciesen en bajito para no molestar a las niñas. A veces tenía la sensación de que su hijo era mucho más mayor de lo que era, no sólo porque aprendiese las cosas antes que otros niños, sino por su actitud ante las situaciones. Cuando tenía que ponerse serio o ser cuidadoso, era igualito que Fernando, su carácter era tan parecido al de su padre; pero, a la vez, a la hora de jugar era igual que ella, no le importaba llamar la atención, de hecho disfrutaba haciéndolo, siendo el centro de todo salvo cuando el centro tenían que ser sus hermanas, en ese momento él pasaba a segundo plano cuidándolas. Andrea protestó cuando la dejó en el coche, Alicia se levantó dejando a Ana en brazos de Fernando y cogiendo a Andrea para ir a cambiarla, tuvo que aceptar que Roberto fuese tras ella, de hecho vio en el gesto de Fernando las ganas que tenía de acompañarles pero Ana debía comer. Sólo Tor se quedó con él, se levantó y se puso a sus pies haciendo un suave gruñido; acomodó a Ana en sus brazos y empezó a darle de comer.
-Ya ves, nos dejan solos… -la besó suavemente en la frente y sonrió cuando le miró con los ojos muy abiertos- Tendrás que tener mucha paciencia conmigo, aunque estoy seguro que tú sí la tendrás… Para mí sois lo más valioso del mundo y puede que a veces sea demasiado obsesivo y os agobie… Claro que Roberto también parece que va a ser igual, y tú… Tú todavía eres muy pequeña, pero eres tan observadora que tengo la sensación que serás casi igual que nosotros dos. Mamá y Andrea sí que tendrán que tener paciencia.
Besó la mano de Ana cuando ella la llevó hasta su cara, Tor se levantó al notar que se movían, se sentó al lado de la silla y puso el hocico en la pierna de Fernando. Cuando Alicia regresó con los niños, Ana ya estaba dormida, Fernando la miraba como si no existiese nada más aunque no había dejado de desviar la vista hacia la puerta del baño. Dejaron a las niñas en el coche y se miraron cuando Andrea protestó, Alicia se echó a reír, su hija tenía mucho carácter y no iba a dejarles ni un momento de respiro; ver a Roberto inclinarse para llegar al capazo la hizo emocionarse, su hijo estaba dispuesto a ayudarles en todo momento. Fernando le sentó en la silla recordándole que tenían que comer, Alicia se mordió el labio divertida, podía ver en la cara de los dos lo que les costaba comer sin hacer caso al lloro casi desesperado de Andrea. Apretó la mano de Fernando y siguió comiendo intentando también no levantarse de la silla, su hija tenía que entender que no podía tener la atención de ellos en todo momento. Veía a Fernando mirar de reojo y no podía evitar reírse en voz baja, a ella también le angustiaba oír llorar a su hija, pero ver así a Fernando le enternecía; poco a poco Andrea se fue calmando, Fernando respiró tranquilo y volvió a hablar con ellos. Roberto seguía mirando hacia el coche pero al final los comentarios de Fernando lograron hacerle reír y empezó a hablar con ellos, su tema favorito últimamente era la guardería. Le miraban sonriendo y casi imaginándose a su hijo interactuando con otros niños pero, a la vez, Fernando tenía un sentimiento extraño, Roberto empezaba a tener su propia vida al margen de ellos, tenía un lugar ajeno a su casa, le parecía que su hijo crecía muy rápido.
Terminaron de comer sin dejar de hablar, unos días antes habían llamado al Asturiano, Manolita todavía no había dado a luz pero le quedaba poco; Alicia no dejaba de pensar que tenían que enviarles un regalo, les echaban mucho de menos, Roberto no dejaba de nombrar a Pelayo por una cosa u otra, les gustaría tanto que volviese a visitarles. Fernando tomó un café mientras Alicia pedía otro trozo de tarta, intentó no reírse pero la cara de Alicia ante el plato le parecía tan divertida, era como una niña grande; Alicia arrugó la nariz, torció el gesto y empezó a comer intentando ignorarle. Los dos se tuvieron que echar a reír cuando Roberto imitó a su madre, Alicia dejó la tarta y le llenó de besos mientras Fernando se reía y les miraba emocionado. Al salir del restaurante, se dieron cuenta que Roberto estaba cansado, Alicia le cogió en brazos y propuso ir al coche para que el niño pudiese dormir un rato; Fernando la besó mientras controlaba el coche de las niñas y la correa de Tor.
-Podemos estirar una manta en uno de esos jardines que hemos visto al venir, hace muy buen tiempo y no creo que en el coche vaya a estar más cómodo…
Alicia sonrió, veía en Fernando las primeras dudas de pasar el día fuera, Roberto dormiría incómodo en el coche y eso no le gustaba; le besó llamándole exagerado pero aceptó su idea. Encontraron un pequeño jardín apartado de la plaza principal, Alicia esperó a que Fernando preparase todo, estiró cuatro mantas, desarmó el coche de las niñas para dejar el capazo en una de las mantas a la sombra del árbol, se quitó los zapatos y ayudó a Alicia y a Roberto a acomodarse; Tor salió corriendo detrás de otro perro, Roberto le miró y le llamó como si tuviese miedo de que no volviese.
-Mi amor, Tor sólo está jugando, volverá enseguida. Además, tú tienes que echar la siesta.
-Sieta, como Anea y Ana.
-Eso es Roberto, como tus hermanas; –Fernando le ayudó a tumbarse y se tumbó dejando que su hijo se apoyase en él- ya verás que bien vamos a dormir.
Alicia sonrió y se tumbó junto a ellos, el capazo de las niñas quedaba justo sobre sus cabezas para poder vigilarlas de un vistazo. Roberto se quedó dormido casi al instante, Tor iba y venía para comprobar que ellos siguiesen allí aunque estaba bastante entretenido con el otro perro; Alicia acarició el pelo de Roberto y le besó antes de mirar fijamente a Fernando, le acarició la mejilla con una media sonrisa.
-Fernando, creo que deberíamos volver a hablar sobre el libro…
-Pero Alicia, no hay nada de qué hablar… Te conté cada detalle de aquellas semanas desde que me detuvieron hasta el fusilamiento, lo que me importa es que lo compartí contigo; el resto me da igual. Además, tú lo incluiste en el libro, ¿qué más puedo aportar si tú lo has hecho mejor de lo que yo podría?
-Eso no es cierto, mi amor; -se incorporó un poco sin dejar de mirarle- sé que piensas que no sabes expresar tus sentimientos, pero eso es mentira. Lo has demostrado muchas veces, y lo demuestras en tu trabajo… Cada artículo lleva una parte de ti porque te implicas con cada persona.
Fernando tragó saliva, en ese momento recordó a Grimau, pronto sabrían algo del juicio; pensar que otras personas seguían pasando por lo que él pasó le hacía sentir rabia, ganas de acabar con algo así.
-No voy a insistir, Fernando… Pero piensa que puedes escribir de más cosas; puedes hablar con René y proponerle tú… No sé, sobre la Resistencia, cómo te entrenaron, la deuda que la sociedad francesa tiene con todos los extranjeros que lucharon para liberar Francia… Francia nunca ha reconocido la lucha de los demás, en aquellos años trataban a los españoles como ciudadanos de tercera…
Fernando sonrió débilmente, la imagen de Belle apareció en su mente; ella siempre fue muy crítica con el trato que recibían los extranjeros que formaban parte de la Resistencia.
-¿Sabes? Acabo de recordar a Belle; –Alicia sonrió, le miró aliviada por no haber sentido nunca celos de esa mujer, no sería justo; pero podría sentirlos porque la mirada de Fernando cambiaba al hablar de ella. Aun así, ni por un segundo de su vida había sentido celos hacia ella- Francia era como mi segunda patria, primero luché en España y luego aquí… Belle siempre criticó que nos acogiesen en campos de concentración.
Fernando recordaba cada palabra de aquella conversación; miró a Alicia esperando que no le hubiese molestado que recordase a Belle; tragó saliva emocionado al ver en la mirada de Alicia el mismo orgullo por Belle. La besó intensamente y se abrazó a ella sin molestar a Roberto, Alicia le acarició el pelo hasta que comprobó que se había quedado dormido; le miró sonriendo, estaba segura que hablaría con René. Respiró hondo y se quedó mirando a Fernando, le gustaba mucho verle dormir, el contraste con aquel Fernando que en el piso franco echaba alguna cabezada era tan grande… Aunque estaba segura que al primer sonido que hiciesen sus hijas, se despertaría sobresaltado y en un segundo estaría comprobando que estuviesen bien. Se sentó apoyándose en el árbol y fumó un cigarro pensando en todo lo que les había pasado desde que se reencontraron, habían formado su familia, una familia de los dos, juntos habían logrado tantas cosas que le parecía muy lejano todo lo que pasaron separados. Sonrió cuando Tor se acercó a ella con un palo, jugó con el perro hasta que Roberto se despertó, inmediatamente Fernando abrió los ojos buscándoles a todos. Le sonrió mientras le aseguraba que todo estaba bien, Fernando bromeó con lo mucho que dormía últimamente, Alicia se levantó para calzarse pero le miró sonriendo.
-Me encanta verte dormir… Nunca te lo he dicho, pero el día que te dormiste en el sofá mientras hablábamos en Madrid… Estuve a punto de besarte, me parecías tan tierno dormido en el sofá…
Fernando tragó saliva pensando que en aquel momento no estaba precisamente en su mejor momento, pero Alicia no le había abandonado nunca, ella siempre estuvo; la besó y le susurró que era la mujer más fuerte y luchadora que había conocido nunca. Alicia sonrió emocionada pero Roberto les interrumpió llamándoles para jugar, Fernando montó el coche de las niñas y volvieron a pasear; Alicia echó a correr junto a Roberto y Tor. Pasaron la tarde entre juegos y risas; en una de las plazas había algunos niños y niñas, Roberto enseguida se integró en el grupo, jugaron a la pelota y al escondite, Roberto era el más pequeño pero entendía cada juego y norma que planteaban los demás; Alicia se mantuvo al margen atendiendo a las niñas mientras veía cómo Fernando jugaba con todos los niños. Sonreía pensando en lo felices que eran, Fernando parecía un niño más jugando, la conexión con Roberto era increíble; se emocionó cuando llegaron hasta ella para que también participase, Fernando la besó y la animó a ir mientras él se quedaba con sus hijas. Fernando no dejaba de pensar en el momento en que pudiesen jugar los cinco, aunque estaba seguro que Ana y él disfrutarían casi más viéndoles jugar.
Decidieron volver a casa antes de que anocheciese, Alicia sonrió cuando Fernando se acomodó en el asiento trasero después de haber metido el capazo; dejó a Roberto a su lado y les besó a los dos. Se quedó mirando a Fernando pensando que otros hombres no se encargarían de los niños mientras su mujer conducía; no solía pensar en ello, no le cabía en la cabeza otra cosa que una relación entre iguales, pero la realidad para muchas mujeres era otra. Su trabajo en la Comisión le hacía recordarlo a diario; lo que ella veía totalmente normal, para otras mujeres era casi una quimera. Cerró suavemente la puerta sonriendo, ella siempre supo que Fernando no era así, su intuición no le había fallado, incluso después de aquella vez que, tras verle besarse con otra, Fernando le deseó suerte en la facultad para encontrar un buen marido… Solía desconcertarla, pero su instinto siempre le había hecho confiar en él; mientras arrancaba le recordó a Fernando aquel comentario, se rieron juntos pero Fernando terminó poniéndose serio, en aquel momento Alicia ya empezaba a importarle, sabía que era especial, tenía que alejarla… La risa de Roberto les hizo olvidarse de los recuerdos y volver a hablar sobre la guardería, Alicia sonrió al notar el resoplido de Fernando, aunque también notaba el orgullo en su mirada. Cuando llegaron a París ya era tarde, Roberto volvía a estar dormido mientras Andrea empezaba a quejarse, se acercaba la hora del siguiente biberón; se sorprendieron al ver al portero todavía trabajando, estaba esperándoles. Alicia llevaba días preguntando si había llegado alguna carta para ellos y esa carta había llegado a primera hora de la tarde, le temblaron las manos cuando cogió la carta de su prima. Fernando dio las gracias al portero, podría haber esperado al día siguiente para dársela, su horario de trabajo había terminado hacía ya más de dos horas, le dio una generosa propina y se despidió de él intentando que no notase que Alicia había dejado de prestar atención a la conversación. En cuanto entraron en casa, Fernando puso la calefacción y cogió a Andrea en brazos, Roberto, ya completamente despierto, se sentó en el sofá al lado de su madre, no sabía qué era lo que tenía en las manos, pero intuía que era importante. Tor fue directo a la caseta, tantas carreras por el bosque le habían pasado factura y estaba cansado; Fernando besó a Alicia y le preguntó si quería que la acompañase, ella negó con la cabeza pero sonrió y le besó, Fernando se encargó de Andrea mientras Alicia se enfrentaba a su pasado. Estaba seguro que después compartiría con él esa carta, pero necesitaba leerla a solas, enfrentarse a algo que no pudo en Madrid. Rasgó el sobre con dudas, notó la mano de su hijo y sonrió besándosela; le sentó encima de ella susurrando que era una carta muy importante, Roberto la abrazó y se quedó quieto para dejar que su madre leyese.

Querida Alicia
Antes de nada, una carta tuya nunca podría molestarme, gracias por escribirme, por no olvidarte de mí… Pasé mucho tiempo pensando en ti, me hubiese gustado abrazarte en el entierro, decirte que para mí siempre serás mi prima, hacerte saber que, al contrario que mi madre, yo no te culpo, nunca lo hice, tú no tuviste culpa de nada. Tengo que reconocer que alguna vez intenté contactar contigo, pero fue imposible, primero mi madre y después las hermanas me lo impidieron. Entiendo que quisieses alejarte de todo, sé que para ti tampoco fue fácil todo lo que pasó; no tienes que disculparte de nada porque no eres la culpable. Yo sí quiero disculparme, nunca te entendí, te juzgué de manera muy dura antes de que pasase todo…
Tu carta me ha alegrado mucho, muchísimo… De verdad, no sabes lo feliz que me ha hecho saber que estás bien, feliz y que tienes una familia; al final has sido tú la primera en ser madre. No lo tomes como un reproche, no lo es en absoluto, sólo me parece curioso después de nuestras diferencias, yo quería ser madre y tener un marido mientras tú pensabas en estudiar y trabajar para valerte por ti misma. Alicia, durante estos años te he entendido mejor que nunca… Los primeros meses en el convento fueron muy difíciles, empecé a ver muchas de las cosas que te oía hablar a ti, dejé de ver el mundo como me lo habían mostrado para verlo como es realmente. Ahora soy feliz Alicia; ya no me siento sola como en el convento, esos años fueron muy difíciles. Ahora estoy en el Pozo ayudando en lo que puedo, los chicos y chicas de aquí son muy cariñosos, intento ayudarles y sobre todo que aprendan a leer y escribir. No me siento parte de esta sociedad tan hipócrita, me gusta pensar que con mi labor ayudo a cambiar algo, aunque no estoy segura.
Me encantaría conocer a tus hijos, poder tener una familia de verdad, no una familia de apariencias como la mía… No entiendo muy bien lo que dices, hablas de tu marido pero que en Madrid estabas sola, ¿no estaba contigo Álvaro en Madrid? Me alegra que por fin seáis felices, qué pena que haya tenido que ser en París, Madrid es nuestra ciudad y sin embargo no nos dejaron vivir como primas aquí; aunque seguro que volver a París ha sido una alegría para ti, siempre hablaste de París con tanta ilusión…
Por favor, no dejes de escribirme, tu carta ha sido una gran alegría, quiero recuperar lo poco de cierto que había antes en mi vida, y tú eres una de las pocas personas que me quería tal y como era. Yo también te quise y te quiero como eres, ahora además puedo entenderte; pero siempre te quise.
Un abrazo muy fuerte prima, dales muchos besos a tus hijos y háblales de mí, que sepan que tienen una prima en Madrid que está deseando conocerles.
Matilde

Fernando llevaba un rato de pie, dando el biberón a Andrea pero mirando a Alicia, que sonreía con los ojos llenos de lágrimas, había respirado tranquilo al verla así, él siempre pensó que Matilde no habría reaccionado como Regina, se querían aunque fuesen distintas. Alicia besó el pelo de su hijo dejando la carta sobre la mesilla, al levantar la vista vio a Fernando parado de pie, le hizo un gesto para que se sentase a dar el biberón a Andrea, cuando estuvo sentado junto a ella, se apoyó en su hombro. Fernando la besó el pelo y sonrió al notar que esa vez Andrea no protestaba, Roberto se abrazó más fuerte a su madre susurrando el nombre de Mati. Alicia abrió la boca sin poder hablar, Fernando le explicó que, aunque ella no se hubiese dado cuenta, mientras leía la carta la nombraba y su hijo sólo repetía lo que ella había dicho. Andrea terminó de comer mientras su madre hablaba de Mati, Roberto le escuchaba mirándola fijamente y sin dejar de repetir el nombre, Alicia cogió a Andrea y le dijo a Fernando que leyese la carta, la cogió con respeto, era una carta de Alicia, sabía que eran buenas noticias sobre su prima, pero nunca le gustó leer cartas ajenas. Alicia sonrió al ver el cuidado con el que tocaba la cuartilla, se mordió el labio pensando en la parte donde Mati hablaba de Álvaro, tenía que decirle a su prima que su matrimonio se había anulado y que estaba casada con otro hombre, le miró pensando lo que le gustaría que su prima supiese que lo habían conseguido. Matilde sí podría entender a Fernando ahora, además, estaba segura que se alegraría al saberlo, pero no debían ponerla en peligro. Fernando empezó a leer sin dejar de mirarla de reojo, sabía lo que significaba para Alicia recuperar, de alguna forma, a su prima; era la única familia que le quedaba, no sabían nada sobre Regina o Carlos, pero ellos no lo eran, podrían serlo de sangre, pero no lo sentían así. Respiró hondo al terminar de leer la carta, no podía ocultar que el hecho de que preguntase por Álvaro le había hecho sentir una punzada, para todo el mundo en España, Álvaro era o había sido su marido, quienes no trataron con Alicia el último año que pasó en Madrid, podrían seguir pensando que estaba casada con Álvaro. Evitó reconocerlo en voz alta, no por un orgullo mal entendido, sino porque en esa carta había algo mucho más importante, Matilde quería seguir en contacto con ella, se alegraba de que fuese feliz y, lo que estaba seguro que era más importante para Alicia, ella estaba más o menos feliz. Acarició la mejilla de Alicia limpiando el rastro de las lágrimas y la besó antes de levantarse para dar el biberón a Ana, estaba despierta en el coche pero ella nunca protestaba. Roberto seguía abrazado a su madre pero no dejaba de besar una de las manos de su hermana, cuando Fernando se sentó con Ana, Alicia les miró a los cuatro, se sentía afortunada, a pesar de todo lo que les había pasado, estaban juntos, eran felices. Le gustaría tanto que su prima fuera igual de feliz, no necesariamente con un marido e hijos, pero sí con su propia familia; quizás esos chicos y chicas del Pozo fuesen su familia, pero no dejaba de pensar que no era algo que había elegido Mati, como tampoco ella había elegido a Álvaro para formar su familia. Entre susurros no dejaba de hablar de su prima, Fernando sonreía ante cada recuerdo, como cuando Mati y Regina le prepararon aquella encerrona para citarla con un amigo de Alejandro. Le hubiese gustado grabar ese momento, pero no quería apartarse de Alicia ni de sus hijos, estaban juntos y eso era lo importante; Ana se estaba quedando dormida pero Andrea miraba a su madre con los ojos muy abiertos, parecía que no quería dejar de escuchar hablar sobre Mati. Fernando le recordó la hora del baño, propuso bañarlas él mientras ella descansaba pero Alicia se negó, estaba feliz y no quería perderse ningún momento con su familia. Roberto se bajó del sofá y echó a correr hacia la habitación de sus hermanas, siempre dejaban en un pequeño taburete la toalla de las niñas, Roberto la cogía para llevarla al baño. Sonrieron mientras se levantaban, antes de llegar al baño, Roberto ya estaba allí con la toalla preparada para dársela a Fernando y que la pusiese a calentar; Fernando preparó el baño todo lo rápido que pudo, Alicia no dejaba de hablar de su prima, le gustaría tanto que su mujer pudiese volver a ver a Mati… Pero no podía ser, no desconfiaba de ella, pero era ponerla en peligro innecesariamente; mientras bañaban a las niñas, Alicia fantaseaba con la vuelta a España. No sabía cuándo podría ser pero, cuando eso pasase, quería que sus hijos conociesen a Mati, que pudiesen recuperar la única familia de sangre ella tenía; Roberto preguntaba por España relacionándolo con el nombre de Mati, Fernando no dejaba de sonreír por la alegría de Alicia al saber de su prima y por la rapidez con la que su hijo relacionaba cosas. Ana terminó de dormirse con el baño mientras que en Andrea el efecto fue el contrario, no dejaba de manotear y reírse, se reía con la misma fuerza con la que muchas veces lloraba; tuvieron que convencer a Roberto para no entrar a la bañera con sus hermanas, sólo el hecho de que Ana estuviese dormida logró que dejase de insistir. Fernando ya podía imaginarse el momento del baño de dentro de unos meses, Andrea y Roberto chapoteando, ellos empapados intentando relajarles y Ana casi dormida mirando a sus hermanos. Roberto se alejó para coger la toalla y extenderla en sus brazos ofreciéndosela a Fernando, Alicia les miraba sonriendo, dejó a Andrea un poco más en el agua mientras Fernando terminaba de secar y poner el pijama a Ana. Cuando Fernando regresó después de dejar a Ana en la cuna, Andrea aún seguía manoteando y riendo, Alicia se reía con ella y hablaba con Roberto de que dentro de poco podrían jugar todos juntos; Alicia torció el gesto cuando la recordó que tenían que sacarla del agua, le encantaba ver a su hija tan alegre. Roberto aprovechó que su hermana protestaba al dejarla en la cuna para contarle su particular cuento, Alicia les miraba sin dejar de sonreír; Fernando acercó la cuna al sofá, besó a Alicia y fue a preparar la cena, el día había sido muy largo pero todavía tenían que cenar y bañar a Roberto. Se echó a reír mientras se ponía el delantal y empezaba con la cena, últimamente vivían para atender a sus hijos, respiró hondo sonriendo, no podía ser más feliz dedicándose de lleno a sus hijos. Recordó la propuesta de René, desde luego, sobre el fusilamiento no quería escribir, Alicia lo había incluido en su libro y le parecía que no podría hacerlo mejor; pero quizás hablar de la Resistencia, de todos los compañeros que cayeron, de tantos y tantos que ni siquiera eran franceses y, por supuesto, de Belle. Resopló pensando que Alicia siempre se salía con la suya, al final escribiría ese libro, Alicia siempre le había insistido para escribir su experiencia, sólo por sentir ese orgullo con el que Alicia hablaba de su lucha merecía la pena. Alicia miraba a sus hijos, Roberto seguía contando su cuento mientras Andrea le miraba cogiéndole la mano y Ana dormía tranquilamente, cogió la carta de su prima y volvió a leerla despacio. Matilde quería saber de ella, su Mati no la culpaba, quería recuperar su relación, se volvió a culpar por no haberlo intentado antes; podrían haberse hecho mucho bien la una a la otra. Le gustaría saber cómo ayudar a su prima a que encontrase su felicidad, se notaba que ayudar la llenaba, pero no estaba segura si era feliz, se recordó a sí misma en Madrid, su trabajo la apasionaba incluso cuando no tenía margen de maniobra, se dedicó en cuerpo y alma a ello, pero al llegar a casa se sentía tan sola; esperaba que su prima no se sintiese así. Posó la carta y se agachó para quedar a la altura de su hijo, le besó y se quedó escuchando su cuento hasta que Andrea se durmió.
-Mamá –hablaba en susurros y casi al oído de Alicia- Anea momida temos que cenar.
-Sí, mi amor –se incorporó y le cogió de la mano- ¿vamos a ayudar a papá?
Su hijo asintió y fueron despacio a la cocina, Fernando se giró justo cuando entraban, sonrió ante la cara de felicidad de Alicia, Roberto preguntó por la cena y le dijo que sus hermanas ya estaban dormidas.
-Claro, porque tú les has contado un cuento ¿verdad?
-Veda papá.
-¿Me vas a ayudar a poner la mesa? La cena ya está lista.
-¿Y a mí no me vais a dejar mover ni un dedo?
-Mamá apa, ni un dedo, carta Matide, papá y yo ponemos la mesa.
Alicia se emocionó, le llenó de besos y besó a Fernando antes de volver al salón, Fernando sonrió a su hijo diciéndole que formaban un buen equipo, le guiñó el ojo asegurándole que si se lo hubiese dicho él, su madre se habría molestado. Roberto pareció entenderle y se echó a reír diciendo que mamá era fuerte y hacía todo ella sola; Fernando soltó una carcajada y le dio las servilletas para que las llevase a la mesa. Alicia le ayudó a llegar a la mesa para que las dejase en su sitio, Fernando terminó de poner la mesa entre risas porque Alicia le había escuchado y no dejaba de ponerle caras. La cena fue tranquila, el cansancio del día y la emoción por la carta de Mati les pasó factura, sólo Roberto seguía con toda su energía, quería que sus dos vecinos volviesen al patio a jugar, también nombraba a Loan y a un par de niños de la guardería, Fernando se echó a reír por su entusiasmo, parecía que no necesitaba descansar para volver a jugar. Alicia sonreía mirándoles pero no dejaba de pensar en su prima, movió la cabeza al notar que Fernando la miraba de reojo, se levantó a por el postre y al volver se sentó encima suyo para asegurarle que estaba bien.
-Papá, mamá tá mien poque ecansa.
-Claro, porque tú nos ayudas mucho.
Fernando besó a Alicia y comieron el postre mientras su hijo les explicaba que al día siguiente iban a hacer una tarea muy importante en clase, le miraron orgullosos y sonrieron cuando Roberto preguntó cuándo iban a ir sus hermanas también a clase. Recogieron los tres juntos, Fernando bromeaba sobre el buen equipo que formaban, Roberto le recordó que Andrea y Ana eran pequeñas pero cuando creciesen serían parte del equipo, se quedó mirando a su hijo sin saber qué decir, nunca podría haberse imaginado a su hijo así, le amaba por encima de todo, al igual que a sus hijas y a Alicia. Alicia le miró con una fingida inocencia, se echó a reír y la dijo que fuese a preparar el baño mientras él terminaba de recoger; se quedó mirando cómo salía de la cocina, hacía sólo unos meses Alicia se habría empeñado en recoger con él, se dio cuenta que Roberto seguía a su lado, le cogió en brazos y fregaron juntos. Para Roberto era casi un juego mientras que Fernando tardaba más en tener todo listo pero no le importaba, la risa de su hijo era más importante que el tiempo que tardase. Alicia comprobó que las niñas siguiesen arropadas y fue a preparar el baño para Roberto, sonrió mientras abría el grifo, si no estaban trabajando, pasaban la mayor parte del tiempo atendiendo a sus hijos; recordó la conversación que tuvo con Manolita sobre Macarena, en aquel momento ella no se planteaba dejar nada por un marido o unos hijos. En realidad, se había negado a sí misma que le gustaría tener una familia, no dejaba de insistir en que lo que le importaba era su carrera, y era cierto, pero nunca le importó más que tener a alguien en su vida; no había sido feliz en Madrid aunque siempre intentó negárselo a todo el mundo e incluso a sí misma. Fernando resopló al darse cuenta que su camisa estaba empapada, besó a Roberto y le dejó en el suelo para que fuese al baño, fue apagando las luces y dejó la cuna de sus hijas cerca de la puerta del baño. Cuando entró, madre e hijo estaba jugando a salpicarse, se echó a reír señalando su camisa y recordándoles que ya era tarde para juegos, se quedaron con la boca abierta al oír a su hijo llamarle aguafiestas; Alicia les besó diciéndoles cuánto se parecían. Roberto se abrazó a su madre antes de entrar a la bañera, soltó un sonoro bostezo que les hizo sonreír, aunque Fernando pensó que deberían haber vuelto a casa antes. Ese día, el baño fue totalmente relajado, Roberto ya había jugado con el agua mientras fregaban así que se tranquilizó nada más entrar en la bañera; Alicia se quedó mirándoles pensando en el miedo que tuvo a no llegar a tener algo como lo que tenían. Muchas veces recordaba las conversaciones con Inés antes de ir a buscar a Fernando, no habría sido justo ni para Fernando ni para ella, pero mucho menos para su hijo; y pensar en no tener a sus niñas en su vida… Terminó sonriendo recordando lo que siempre le decía Fernando sobre eso, superó su miedo y fue a buscarle, gracias a ella tenían esa vida. Le besó suavemente antes de sacar a Roberto de la bañera, recordó la carta de Mati, tenía que contestarla pero mejor esperar al día siguiente; se mordió el labio y decidió hablar con Fernando en cuanto acostasen a Roberto. Estaba segura que el comentario de Mati sobre Álvaro no había pasado desapercibido para él, valoraba tanto que no le hubiese preguntado; al leer la carta no era el momento, pero no quería dejarlo pasar porque además también estaba segura que Fernando nunca lo diría en voz alta. Eran tan distintos en ese sentido, ella no dejaría pasar algo así, quizás habría esperado porque en un primer momento no era lo más importante, pero si alguien escribiese a Fernando mencionando a Isabela, ella no podría dejarlo estar. Fernando la miró intrigado pero centrándose en Roberto, estaba casi dormido y así era más fácil ponerle el pijama, le secó el pelo con cuidado pensando que pronto tendrían que volver a llevarle para que se lo cortasen. Alicia besó a Roberto en la frente cuando se acomodó en brazos de Fernando, hacía días que iba solo a su habitación y se subía a la cama esperándoles; ese día pudieron disfrutar de llevarle ellos, Fernando le dejó con cuidado en la cama y Alicia le arropó. Le hubiese gustado que Roberto no hubiese estado tan cansado para leerle un rato, disfrutaba mucho haciéndolo y recordaba a su padre leyéndole a ella; Fernando besó a su hijo y la abrazó apagando la luz, en ese momento Tor entró en la habitación para echarse sobre la manta y velar el sueño de Roberto, Fernando le acarició suavemente y se incorporó. Por mucho tiempo que pasase, le seguía costando dejar a Roberto solo en su habitación, aunque todos los días se decía que era bueno para su hijo; movió la cuna de las niñas pensando en el momento en que ellas también durmiesen en su habitación. Sonrió recordándose que quedaba mucho para eso, Alicia apagó la luz del salón, cuando llego a la habitación Fernando se estaba poniendo el pijama, le miró indecisa, besó a las niñas y empezó a desnudarse a la vez que Fernando recogía su ropa del suelo. Se echaron a reír cuando Alicia arrugó la nariz mirando su propia ropa, Fernando movió la cabeza irónico y recogió la ropa de Alicia, antes de hacerlo la besó suavemente. Alicia se entretuvo antes de entrar en la cama, Fernando se sentó apoyándose en el cabecero y la miró fijamente, se notaba que quería decirle algo y no sabía cómo; no tenía ni idea de qué podía ser. Alicia encendió un cigarro sin acordarse de que evitaban fumar en la habitación para no molestar a sus hijas; dio una calada y al ver la cara de Fernando lo recordó, lo apagó y entró en la cama nerviosa.
-Alicia –la cogió las manos mirándola- ¿qué pasa?
-Fernando… En la carta, Mati nombra a... –Fernando tragó saliva y bajó la mirada, Alicia sonrió- Mi amor, -le levantó la barbilla y se quedó mirándole- sé que nunca me lo dirías, pero yo sí quiero aclararlo.
-Alicia, de verdad, no hay nada que aclarar; si yo no te hubiese convencido, si no te hubiese dejado en Madrid cuando quisiste huir conmigo… No habrías tenido que casarte con Álvaro, tu prima le nombra porque es lo último que sabe de ti. No hay nada que aclarar.
-Sí, claro que lo hay, –le miró seria pero con ternura- ya te lo dije hace tiempo, mi matrimonio con Álvaro nunca fue real, quiero que mi prima lo sepa. Pero…
-Pero no podemos decirle que es conmigo con quien has formado una familia…
-Creo que no; confío en ella, siempre lo hice y ahora más después de su carta. Pero ella sigue en España, no quiero que se vea obligada a guardar un secreto que si en algún momento pasa algo le puede salir muy caro. Pero de verdad –le acarició el pelo emocionada- me encantaría poder decirle que al final lo conseguimos, que nos amamos y que hemos formado nuestra familia. Estoy segura que se alegraría mucho, siempre supo que te quise de verdad.
Fernando respiró hondo mirándola, podría negarle a Alicia que haber leído el comentario sobre Álvaro le había afectado, pero no sería sincero; por supuesto que le había hecho sentirse incómodo, no eran celos, era más el sentimiento de no poder compartir con todo el mundo que se querían, que eran una familia. La besó suavemente y se abrazaron acomodándose en la cama, antes de quedarse dormido, Fernando se sinceró con ella entre susurros; Alicia sólo podía sonreír, cada vez notaba más las emociones de Fernando, apenas un gesto en su cara y podía saber qué pensaba. Terminaron hablando de Mati, quizás podrían proponerle una visita a París y, en ese momento sí, contarle la verdad, aunque no sabían si podría tener problemas para viajar; si estaba en el Pozo tenía cierta libertad, pero seguía siendo monja. Fue Alicia la primera en quedarse dormida con el recuerdo del día que pasaron visitando a su primo, esa conversación por la noche con Mati sobre Fernando siempre le hacía reírse; Fernando le acarició el pelo pensando en lo injusto que era que Alicia no pudiese compartir con su prima su felicidad, ni siquiera podían volver a verse, recuperarse como familia. Sonrió al oír a Andrea darse la vuelta, por suerte sus hijos nunca pasarían por algo así; todo tenía sentido si lograban que ellos tuviesen una vida normal, arropó a las niñas y se abrazó a Alicia cerrando los ojos para quedarse dormido casi al momento.
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