Epílogo Cartas desde el exilio, junio de 1977
Roberto aprieta en sus brazos los cuadernos con todas las cartas que han recibido sus padres en los años que han vivido en París, son muchas, muchísimas, pero él se sabe casi todas de memoria. De hecho, siente que conoce a los amigos de sus padres aunque a algunos ni los haya llegado a ver en persona; está nervioso, pero no deja que se note, sonríe porque su madre siempre dice que es igual que su padre, sobre todo en eso. Siente que por fin va a conocer su país, ha vivido muy a gusto en Francia, tiene muchos y muy buenos amigos en ese país, pero nunca lo sintió como suyo, ahora va a conocer su país, el de sus padres, el país del que nunca debieron echarles. La megafonía anuncia que están a punto de despegar de París, Alicia sonríe levemente al oír a la azafata decir que el destino es Madrid y que en menos de tres horas habrán llegado, se apoya en el hombro de Fernando después de haberse inclinado para ver a Roberto y Andrea, que están en el asiento de delante; Ana está sentada al otro lado de Fernando. Fernando besa el pelo de Alicia, ella sabe que está nervioso, aunque son unos nervios distintos a los de su hijo; tiene miedo, miedo de muchas cosas pero sobre todo miedo de que algo se tuerza, de que realmente nada haya cambiado, que en cualquier momento puedan detenerle y… Traga saliva intentando alejar esos pensamientos, Antonio ha visitado varias veces Madrid, en su primera visita se reencontró con Marcelino después de tantos años; no volverá a vivir en Madrid porque tiene su familia en Francia, pero ha podido vivir en su ciudad algunas semanas sin ocultar quién es, no debería haber problemas porque él también pueda hacerlo. Ana nota el leve temblor de su padre, quizás es quien más le conoce de sus tres hijos; no por falta de confianza en Roberto o Andrea, ni porque ellos no sean curiosos, Andrea es de lejos la más curiosa; pero Ana ha compartido muchos momentos en el despacho con su padre. Fernando, poco a poco, ha ido contándole alguno de los episodios más difíciles de su pasado, no le ha contado todo, ni mucho menos, todavía no tiene edad para entender todo. Ana aprieta la mano de su padre y le sonríe, Fernando siempre ha visto en ella a Alicia, físicamente es la que más se parece a Alicia aunque en su carácter sea igual que él; esa mirada de su hija le aporta toda la serenidad que siempre le aportó la mirada de Alicia. Alicia está tranquila, piensa que esta vez tiene que salir bien, España y los españoles no pueden tener tanta mala suerte, esta vez todos tendrán su oportunidad; a pesar de estar tranquila por volver a España, siente que todo es muy injusto, no habrá justicia, no la habrá porque ya se han encargado de que no pueda haberla. La noche anterior habían dormido poco, Fernando y ella habían estado hablando casi hasta el amanecer a pesar de saber que el día sería largo; no pudieron evitar recordar a muchas personas, al menos ellos saben dónde están enterrados Roberto, Andrea, sus padres… Pero en España hay muchas personas que no pueden decir lo mismo, asesinaron a sus seres queridos y les tiraron a fosas comunes, les dejaron en cualquier cuneta, Luisa, Ignacio… Sonríe al recordar que Fernando le ha asegurado que ellos intentarán hacer justicia, ella desde su posición de abogado y él desde su posición de periodista; de momento ninguno de los dos tiene trabajo en Madrid, pero han decidido instalarse allí, su ciudad, su país, vuelven con sus hijos, para que sus hijos sí puedan disfrutar de la tierra que a ellos les fue arrebatada. Antoine le dio a Fernando un contacto en el periódico El País, cree que puede encajar allí, su amigo no es un alto cargo pero puede ofrecerle un puesto en el periódico, además, conoce gran parte del trabajo de Fernando e incluso ha leído su libro. Fernando había mirado a su antiguo jefe divertido, llevaba años haciéndole la competencia con su revista, pero siempre se tuvieron simpatía y valoraba mucho que Antoine siempre le ofreciese oportunidades, en España le hubiese sido muy difícil encontrar contactos para poder ejercer el periodismo. Alicia ha traspasado toda su cartera de clientes a Emile, a su antiguo despacho, pero llevará algunos casos en la distancia y además seguirá colaborando con la Comisión; piensa que esos trabajos en la distancia serán suficientes para no tener problemas económicos; quiere abrir un despacho dedicado a ayudar a familiares de desaparecidos, sabe que habrá mucho trabajo y es muy probable que el Gobierno no mueva un dedo por buscar justicia. Realmente no sabe muy bien cómo está la situación, Antonio les ha dado algunos detalles pero llevan años fuera de su país, la sociedad que se encuentren será muy distinta a la que dejaron. Intenta alejar todos los pensamientos negativos, pero no puede olvidar a los abogados laboralistas asesinados unos meses antes, tiene que ir con cuidado al ejercer en España, lleva años sin esconderse en su profesión y cree que le costará mucho. Besa a Fernando recordando cómo le habían ayudado en el pasado las charlas que tuvieron en el piso franco, debía volver a mimetizarse aunque esta vez sin resignarse. La conversación de la noche anterior sigue muy presente entre los dos; hacía mucho que no hablaban tanto del pasado, compartieron la rabia al sentir que todos sus muertos quedaban en el camino olvidados, Fernando no se ha vuelto a implicar con el Partido más allá de lo necesario para su trabajo como periodista y para ayudar en las campañas internacionales de presión, pero las concesiones que hicieron para poder legalizarse las ha sentido como una nueva traición, han renunciado a muchas cosas, todo por lo que han luchado parece que ya no importa. Cada vez que nombra al Borbón tiene que apretar los puños, intenta centrarse en lo positivo, democracia, elecciones, libertad, derechos sociales… Pero pensar en Franco muerto de viejo en la cama y dejando todo atado y bien atado con el rey, hace que le hierva la sangre; miles de personas han luchado por recuperar la República, la verdadera democracia, no es justo que ni siquiera les dejen votar esa posibilidad, porque él tiene claro que la Constitución la harán los mismos que han estado en primera línea en el franquismo. Alicia se emociona recordando que una de las primeras cosas que Fernando quiere hacer es visitar la tumba de Roberto y cantar en su honor la Internacional, están seguros que sus hijos cantarán casi con más fuerza que ellos aunque sólo sea por recordar a los amigos que han quedado por el camino y que ellos no han podido conocer. Roberto sabe la decepción de su padre respecto al Partido, Andrea y Ana todavía no podrían entender algo así; Alicia cierra los ojos respirando el olor de Fernando. Recuerda cómo unos días antes les contó a sus hijos que había estado casada anteriormente, Fernando sí solía hablar más del pasado pero Alicia era más reservada; Andrea había abierto mucho los ojos y estuvo a punto de echarse a llorar, a pesar de sus 14 años, seguía siendo muy inocente. Se abrazó a su madre intentando que no notase que iba a llorar, llevaba años sonriendo ante el amor que veía en sus padres, algunas amigas suyas aseguraban que sus padres no se reían juntos ni hacían cosas juntos; ella notaba algo especial en cada mirada de sus padres, en cada beso, en cada broma, incluso en cada discusión. Siempre creyó que el amor de sus padres era único y no concebía que antes hubiesen podido estar enamorados de otras personas y menos cuando ya se conocían; sabía algo de la historia de Belle, cuando en el colegio les hablaron de la Segunda Guerra Mundial y de la Resistencia, las dos preguntaron a su padre porque sabían que él había luchado para liberar París. Fernando había omitido algunos detalles, por ejemplo cómo murió Belle, decirle a sus hijas que tuvo que matarla era demasiado para él, pero sí había compartido con ellas que la quiso mucho; a Andrea le había costado entender que su padre hubiese tenido otra compañera, pero sonrió triunfal cuando Alicia le dijo que ellos aún no se conocían y que ella era una niña cuando eso pasó. Fernando había tragado saliva en ese momento, explicar su historia con Isabela iba a ser muy difícil, sobre todo porque ni él mismo entendía cómo pudo pasar casi 10 años viviendo con ella sin prácticamente conocerse, cómo pudo estar anclado a esa relación que le anclaba precisamente al fusilamiento, a sentirse muerto. Aquella noche hablaron de ello, Alicia lo comparaba a su propia relación con Álvaro pero, sobre todo, a su negación a abrirse a nadie más después de la violación de Angulo; los dos habían pasado por algo terrible y no lo habían superado hasta que se reencontraron. Andrea tardó en confesar que le había decepcionado saber que su madre se había casado con otro cuando ya conocía a su padre; ni siquiera lo compartió con Alicia, no quería hacerle daño, fue Fernando el receptor de esa confidencia. La hizo sentarse sobre él y la abrazó fuerte, tragó saliva y le contó que Alicia no tuvo más remedio que casarse.
-Muchas veces os hemos contado que en España no hay derechos ¿verdad? –Andrea hizo un mohín pero a Fernando no le valía- ¿Lo recuerdas?
-Sí papá.
-El abuelo Joaquín había muerto, así que mamá tenía que estar en casa de sus tíos porque era menor de edad… Para salir de allí tuvo que casarse.
No quiso darle más detalles, pensaba que su hija era pequeña para saber la verdad pero, además, era Alicia la que debía contarles, si quería, lo que pasó con su tío.
-Pero si ya os conocíais, os podíais haber casado vosotros.
-Yo no podía hija… -la besó el pelo pensando en todo lo que se habría ahorrado Alicia si él no hubiese decidido por ella- Os he hablado muchas veces de lo que quería hacer estando en Madrid ¿verdad? –Andrea asintió mirándole fijamente- Todo se había descubierto y yo tenía que esconderme, por eso no pude casarme con mamá… Mamá no pudo decidir nada, el pasado no fue nada justo con ella, yo no fui nada justo con ella… -Andrea le miró extrañada y mordiéndose el labio, para ella sus padres eran los más justos del mundo- Pero ésa es otra historia; mamá no tiene culpa de nada y mucho menos de no casarse conmigo, de eso puedes estar segura.
Andrea le abrazó, no entendía algunas cosas pero valoraba mucho la sinceridad con la que siempre le hablaba su padre, tomó la decisión de no preguntarle a su madre, esperaría a que ella quisiera compartirlo.
Alicia respira profundamente al recordar cómo Fernando había compartido con ella esa charla la noche anterior, espera poder compartir con sus hijos esa parte de su pasado, no quiere ocultarles nada, pero todavía no quiere enseñarles cómo de cruel puede ser el mundo, el lugar donde se suponía que iba a estar segura se había convertido en un infierno. Sonríe pensando que hay algo que sí le gustaría compartir con sus hijos, cómo Fernando fue capaz de hacer que volviese a sonreír después de aquello, los días en el piso franco fueron pura felicidad a pesar de haber pasado lo de su tío y de que estaban en peligro. Sus hijos saben que estuvieron escondidos juntos, pero Alicia nunca les ha contado por qué tuvo que escaparse de casa de sus tíos. Fernando acaricia el pelo de Ana, acaba de quedarse dormida, la mira tiernamente pensando que su niña está creciendo muy deprisa; la noche anterior había llegado tarde a casa.
Fernando había paseado por todo el salón aguantándose las ganas de salir a buscarla, sabía dónde estaba, desde hacía unas semanas solía quedarse por el barrio paseando con un chico un par de años mayor que ella; Alicia trató de darle cosas que hacer para que dejase de pensar en Ana. A los dos les parecía muy pequeña para que saliese y entrase de casa cuando quisiese, pero siempre dejaron que sus hijos creciesen a su ritmo y que, dentro de lo lógico para su edad, tomasen sus propias decisiones. A Andrea le divertía la situación, estaba segura que de ser Roberto el que llegaba tarde su padre estaría igual, Roberto trató de quedarse en un segundo plano, le gustaba la independencia de su hermana aunque tenía que reconocer que le preocupaba que ya se interesase por los chicos; Alicia sonrió al ver la mirada de los dos, estuvo a punto de echarse a reír pensando que como hiciesen frente común, Ana se enfadaría. Fernando iba de un lado a otro del salón entre sus propias contradicciones, le gustaba que sus hijos tuviesen una vida normal, que Ana saliese a pasear con un chico como cualquier chica de su edad le hacía sentirse bien, habían conseguido darles una vida estable a sus hijos. Pero, a la vez, sentía que era muy pequeña para eso, no tenía nada que ver con ese chico, le caía bien e incluso le divertía ver cómo se ponía nervioso si él le hablaba; Ana empezaba a crecer, lo tenía asumido. Alicia presenciaba divertida el debate que notaba que estaba teniendo consigo mismo; terminó sacando algunos álbumes de fotos, quedaban pocos en casa, y se sentaron los cuatro a verlos. Fernando encendió un cigarro sin dejar de mirar el reloj, sonreía ante algunos recuerdos, contestaba las preguntas de sus hijos sobre las situaciones de las fotos, pero su cabeza seguía dándole vueltas a Ana y su amigo. En el portal, Ana se despidió de Raimond con tristeza, al día siguiente volvían a Madrid, volver era un decir porque aunque ella se sentía española, nunca había visitado España; posiblemente nunca volverían a verse. Ese chico le gustaba, al principio no entendía qué le pasaba cuando le veía, se ponía nerviosa pero le miraba casi desafiante, como si no quisiese que Raimond pudiese notar nada. Sonrió cuando el chico la abrazó, le gustaría poder conocerle más pero nunca le pediría a sus padres quedarse, quería vivir en España, quería conocer todos esos lugares de los que tanto había oído hablar. Había mirado sorprendida a Antonio cuando les contó que ellos no volverían, Loan y Grace habían nacido en Francia, su hogar estaba en París, y Madrid le traía muchos recuerdos, muchos buenos, pero también malos. Compartió con Raimond la historia que su madre siempre les contaba para que ellos entendiesen que España era su país aunque no hubiesen estado nunca; contó divertida cómo su madre se había negado a volver, incluso le propuso a su abuelo quedarse ella aunque él volviese. Raimond la miraba con ojos tristes, no entendía cómo Ana podía sentirse española cuando había vivido en Francia toda su vida, hablaba francés igual de bien que español y se conocía las calles parisinas como su propia casa; quería besarla, quería tener un último recuerdo suyo, sabía que al principio se escribirían pero después la rutina les haría distanciarse de esas cartas que serían lo único que podrían compartir por la distancia. Pero no dejaba de ver la imagen de Fernando, había cruzado algunas palabras con él y le imponía, nunca había dicho nada de que no paseasen juntos por el barrio, pero notaba que no le convencía del todo que su hija pasase tanto tiempo con él. Finalmente fue Ana quien le besó, Raimond no supo reaccionar, Ana se separó un tanto nerviosa, pensaba que había metido la pata, lo había estropeado todo sin tener tiempo para arreglarlo. Raimond sonrió y se acercó a besarla, Ana cerró los ojos disfrutando ese momento, sabía que no tendrían nada más, que no volverían a verse, pero quería llevarse ese instante para siempre. Se separó de golpe al oír un ruido, era la hija de su vecina, se saludaron sonriendo, la tarde anterior habían hecho una pequeña celebración en el patio con sus vecinos como despedida; se giró para besar suavemente a Raimond y se despidió de él. Le vio alejarse del portal, cerró los ojos y respiró profundo, se enjuagó las lágrimas y sonrió como siempre lo hacía, al ir a abrir la puerta se dio cuenta de la hora. Se rascó el pelo al recibir la mirada de su padre, Alicia se frotó el cuello cerrando el álbum que estaban viendo.
-Siento llegar tarde, no me di cuenta de la hora…
-Vaya, parece que Ana, que siempre tiene todo bajo control, no fue capaz de pensar en la hora… -Fernando se levantó del sofá y se subió las mangas mirándola fríamente- ¿Se puede saber qué has estado haciendo para olvidarte de la cena? Es la última noche que pasamos en París, por si no lo recuerdas.
-¡Claro que lo recuerdo! –cerró los ojos respirando, al abrirlos estaba más calmada- Precisamente por eso he tardado, no volveremos, al menos no a vivir en París aunque podamos venir de visita… No tengo intención de quedarme o reprocharos que nos vayamos, quiero irme, quiero poder vivir en España, pero dejo aquí mi vida. Parece que a ti se te olvida que tenemos una vida aquí, una vida que no recuperaremos, podremos al menos despedirnos ¿no?
Alicia miró a Ana mordiéndose el labio, era consciente que les pedían mucho a sus hijos, eran apenas unos adolescentes, tenían toda su vida en París, amigos, estudios, planes… Fernando sintió todo lo que le dijo su hija como una bofetada de realidad, pero no pensaba dejar pasar el tono con el que le había hablado Ana. Roberto se levantó para saludar a su hermana, no quería intervenir pero con ese gesto le dejó claro a su padre que él la entendía y se pondría de su lado; Andrea se quedó sentada, no le gustaban esas discusiones y pensaba que Ana siempre hacía lo que le daba la gana. Se llevaban muy bien, eran las mejores amigas, pero eran tan distintas que a veces no se entendían la una a la otra; aunque siempre ponían por encima el amor que se tenían.
-A mí no se me olvida nada, Ana. –su hija bajó la cabeza dándose cuenta que se había pasado, no tenía derecho a hablarle así- Tus hermanos también tienen una vida aquí, tu madre y yo también la tenemos, pero nos hemos organizado para despedirnos de la ciudad o los amigos sin hacer esperar al resto de la familia. Y ya que has llegado tarde, al menos no intentes justificarte. Antes de decidir nada os consultamos, si hubieseis querido quedaros, nos hubiésemos quedado y así os lo dijimos.
-Lo sé papá, lo siento, de verdad, yo…
Ana le había mirado para disculparse pero volvió a bajar la cabeza, no había sido su intención llevar las cosas tan lejos, quería vivir en España, por supuesto que sí, pero acababa de despedirse de Raimond y le afectaba más de lo que le gustaría. Iba a volver a disculparse con su padre cuando él la abrazó, le había dolido el tono de su hija pero entendía perfectamente lo que sentía, les habían enseñado a amar España, a sentirlo como su país, pero la realidad era que llevaban más de 15 años en París, sus hijos habían nacido en esa ciudad, habían crecido allí, el colegio, los amigos, los recuerdos…
-Bueno venga, chicos, que tenemos que poner la mesa y cenar –Alicia se frotó los ojos y recondujo la situación- hoy ha cocinado Roberto, ¡no nos podemos perder esta cena!
Ana abrazó a su madre sonriendo, Fernando las miró emocionado mientras empezaba a organizarse para poner la mesa entre todos. Roberto miró a su hermana y notó algo distinto, movió la cabeza divertido pensando que al menos tenía un último recuerdo de París a pesar de la discusión de esa noche; estaba seguro que ese tal Raimond, que a él no le caía nada bien, tenía mucho que ver con esa sonrisa de su hermana. La cena fue tranquila, Andrea no dejó de fijarse en las caricias de sus padres, se cogían la mano o se acariciaban el pelo sin dejar de hablar, estaba segura que ni siquiera se daban cuenta de esos pequeños gestos que tenían el uno con el otro, Roberto no pudo evitar recordar a Tor, sus padres siempre le habían contado cómo había llegado a sus vidas, había sido su primera decisión importante, echaba de menos a su primer amigo, Ana en cambio sonreía ante cada recuerdo pero no dejaba de revivir su primer beso. Fernando la miró de reojo, se parecía mucho a él pero no tanto como para que no se le notase que había pasado algo esa noche, sus hijos no tenían que ocultar sus sentimientos y eso le hacía feliz. Cuando se fueron a la cama, Ana compartió con Andrea lo que la tenía tan sonriente, Andrea la miró y puso los ojos en blanco, ella nunca dejaría que un beso con un chico la tuviese en las nubes.
-Bueno, te pareces tanto a mamá que aunque no quieras… Estarás peor que yo cuando eso pase, recuerda lo que nos han contado del primer beso entre ellos…
Andrea sonrió recordando cómo su padre había recordado ese primer beso, sabían que ese día había sido el atentado contra Franco y que su padre quería despedirse, pero la forma de contarlo de Fernando les había hecho sonreír. Alicia les había contado cómo no pudo olvidarlo en todo el día, se quedaba con la mirada perdida rememorando una y otra vez ese momento, se le caían las cosas de las manos, no podía concentrarse en nada. Cuando sus padres entraron a darles las buenas noches sonrieron cómplices pero sin contarles que habían estado hablando de ellos; Fernando se quedó en el quicio de la puerta mirándolas un momento, le parecía mentira que fuesen ya casi unas mujeres adultas, sentía que hacía nada las había tenido entre sus brazos, atendiéndolas con el mayor de los cuidados. Alicia le abrazó por detrás y le susurró que tenían que descansar, le dieron las buenas noches a Roberto, su hijo seguía siendo muy maduro para su edad, tenían conversaciones muy serias con él pero, a la vez, podía divertirse llamando la atención de todas las personas con las que se cruzaban. Roberto abrazó a su padre pensando que por fin iban a cumplir su sueño, volver a España, vivir en su país; dio un beso a su madre y entró a su habitación teniendo sentimientos encontrados. París siempre significaría mucho para él, había escuchado muchas veces a sus padres decir que tenerle a él les había dado la oportunidad de vivir juntos en París, de tener su propia familia. Pero Madrid era su ciudad, esa ciudad que conocía aunque nunca hubiese estado; sabía que para sus padres era casi un sueño poder volver, estaba muy orgulloso de ellos y sólo pensar en su mirada cuando aterrizasen en Madrid sentía que no podía ser más feliz. Fernando salió al patio fumando un cigarro, sonrió al ver el jardín, había pasado años cuidándole, se le haría raro no poder tener jardín y patio en casa, apenas quedaban pertenencias suyas en casa, habían contratado un camión para que la semana siguiente llegase a Madrid con todas sus cosas, además del coche; esperaba haber encontrado ya un piso en Madrid para entonces. Alicia le miró desde la puerta de la cocina, sentía algo extraño, quería volver y se sentía feliz por ello, pero en París dejaban su vida en común, el lugar donde habían formado su familia; le parecía raro pensar que podrían disfrutar de su familia en Madrid, en su ciudad siempre habían estado condenados a esconderse, a vivir su amor al margen del resto del mundo y sabiendo que tenía una fecha límite. Le abrazó por detrás y le quitó el cigarro para dar una calada, miraron hacia la ventana de su primera casa en París, habían pasado 16 años desde que llegaron, toda una vida, una vida conjunta, su vida de pareja.
-Mi amor deberíamos descansar, mañana será un día intenso y tendremos mucho que hacer…
-Sí, tienes razón –se dio la vuelta y la besó despacio- todavía me parece mentira que vayamos a volver, que podamos volver…
-Dentro de nada estaremos acostumbrados a desayunar en El Asturiano o a pasear por El Retiro, ya verás.
Fernando sonrió y empezó a besarla, caminaron hasta su habitación sin dejar de besarse, llevaban muchos años juntos pero cada vez que se besaban era como si lo hiciesen por primera vez, como si no hubiese pasado el tiempo; Alicia sonrió cuando Fernando la dejó un momento para cerrar la puerta, se echó a reír y volvió a besarle empezando a desnudarle. Hicieron el amor con ansia, como si su tiempo se fuese a acabar, como si no tuviesen más días para disfrutar el uno del otro; Alicia le abrazaba sin dejar de susurrar cuánto le quería.
Alicia sonrió al encender un cigarro, le besó una de las cicatrices y se abrazó a él disfrutando de sus caricias.
-Fernando… Siento algo raro al pensar que nos vamos, tenemos tantos recuerdos aquí, hemos sido tan felices…
-Hemos sido felices porque estamos juntos Alicia, –la besó en el pelo recordando los años que habían pasado lejos el uno del otro- esta ciudad, este país, nos dio la oportunidad de estar juntos y por eso es especial y siempre lo será. Nunca olvidaremos esta casa, nuestra casa, pero volvemos a nuestro país y, ahora sí, podremos disfrutar de nuestra familia en Madrid sin necesidad de escondernos.
-Sí, tienes razón… -se incorporó y se apoyó en el cabecero mirándole a los ojos- ¿Sabes? A veces me siento culpable por estar aquí, por haber sido felices… No sé, quedaron tantos en el camino que no lo consiguieron, y ahora no serán reconocidos Fernando, nadie hará nada por reivindicar a los que asesinaron por pensar distinto… -Fernando tragó saliva, sentía exactamente lo mismo pero intentaba no pensarlo porque entonces no podría poner buena cara- ¿Qué pasará con la memoria de Luisa? Ella no se merecía ser asesinada con su niña en brazos, pero no habrá justicia para ella.
-Alicia, no puedes sentirte culpable por ser feliz, no podemos sentirnos así, -la abrazó más fuerte intentando sonar convincente- ¿crees que Luisa, Roberto o Andrea querrían eso? Vamos a seguir luchando Alicia, ahora más que nunca, lucharemos por ellos, por todas las personas que se quedaron en el camino y no han podido volver a pasear por un Madrid libre. Esta situación no es la que queríamos, pero podemos cambiarla, podemos poner nuestro granito de arena para reivindicar a todos nuestros amigos y compañeros.
Alicia le miró emocionada, hacía mucho que no veía esa mirada de Fernando, nunca había dejado de luchar pero ahora notaba esa pasión de hacía años, no iban a bajar la cabeza, iban a luchar por reconocer a todas las personas que perdieron su vida en la lucha por la libertad. Siguieron hablando de sus amigos, recordando buenos momentos y también su final, el asesinato de Luisa era lo más difícil de recordar, Alicia podía imaginarla corriendo con la niña en brazos, intentando escapar, esconderse, para al final ser descubierta y… Fernando sonrió recordando el valor de Roberto, él nunca pensó que pudiese soportar los interrogatorios, en realidad pensaba que nadie podría; pero Roberto decidió suicidarse antes que decir nada sobre él o el piso franco. Compartieron un cigarro recordando al entrañable Roberto, Alicia se abrazó a él pensando en todas las pérdidas que habían sufrido, por suerte sus hijos no conocían esa sensación por experiencia propia. Hablaron casi hasta el amanecer; antes de dormir un par de horas volvieron a hacer el amor, esa vez con toda la calma del mundo, disfrutando de cada sensación que tenían al estar juntos, al notar la piel o las manos del otro.
Fernando sonríe al darse cuenta que sólo Roberto y él están despiertos; se mueve ligeramente intentando no despertar a Alicia o a Ana y se sienta al lado de su hijo después de besar el pelo de Andrea.
-Papá, deberías dormir un poco, el día va a ser muy largo y tenemos mucho que hacer.
-No puedo dormir ahora, -aprieta el hombro de su hijo sonriendo- la verdad no sé cómo tu madre puede haberse quedado dormida… Hasta que no estemos en Madrid, hasta que no compruebe que podemos pasear sin escondernos no creo que pueda dormir tranquilo.
-Recuerda lo que te dijo Natalia, no va a pasar nada papá, no puede pasar nada.
Roberto se abraza a él, Fernando sonríe recordando tantos abrazos, tantos momentos, lo que más valora de sus hijos es ese orgullo que sienten por Alicia y sobre todo por él; sentirse orgullosos de Alicia no es complicado, pero de él… Roberto sí sabe la historia de Jesús, se lo contó unos meses antes, cuando legalizaron el PCE, sentir que su hijo no le juzgaba, que entendía cómo podía sentirse, ese abrazo al sincerarse con él no lo olvidaría nunca. Le revuelve el pelo como cuando era un bebé, comparte con él el recuerdo de lo poco que le gustaba ese gesto cuando ya intentaba imponer su carácter. Con poco más de 15 años, Roberto parece un adulto, no en el mal sentido, se divierte como cualquier chico de su edad, pero cuando hay que ponerse serio, parece todo un adulto. Fernando cierra los ojos recordando su entrevista con Natalia, poco después de la legalización del Partido intentó contactar con ella, la idea de recuperar su identidad siempre había estado presente pero, después de la legalización, lo pensó más que nunca. Si volvían a su país, tenía que ser de verdad, sin esconderse, recuperando lo que el fusilamiento le arrebató; lo había hablado con Alicia y ella estaba de acuerdo. Alicia se había emocionado, esperaba que pudiesen conseguirlo, Fernando tenía derecho a tener su apellido, recordaba cómo en Madrid le había dicho muchas veces que no tenía identidad, no era justo que no pudiese recuperarla. Cuando se vieron, Natalia le abrazó emocionada, el nombre de Fernando Esquivel le había puesto en guardia, pero no esperaba encontrarse con él, había leído sobre su fusilamiento e incluso intentó hacer averiguaciones de qué hicieron con su cuerpo. Fernando y Roberto la habían ayudado tras el suicidio de Federico, lo menos que podía hacer era intentar que su cuerpo no estuviese en una cuneta. Estuvieron horas hablando, poniéndose al día y recordando el pasado; Natalia tenía un buen puesto dentro del Partido, le preguntó cómo podría recuperar su apellido, su identidad; Natalia le prometió hacer todo lo posible. Un par de semanas después, volvió a quedar con ella, tendría que esperar a llegar a Madrid pero se suponía que, una vez allí, todo sería fácil después de las gestiones de Natalia. Esa noche Natalia cenó con ellos, sus hijos la trataron como a una más de la familia mientras Alicia no dejaba de sonreír recordando la única vez que la vio.
Fernando se levanta para volver a su sitio, en menos de un mes Natalia estará viviendo en Madrid, tiene ganas de poder compartir con ella algún momento en su ciudad, todos tienen mucho tiempo que recuperar. Al notar que se sienta, Alicia se estira sonriendo, mira el reloj e intenta peinarse con la mano al ver que queda menos de media hora para llegar; Fernando le coge la mano para besarla, la mira a los ojos intentando expresarle todo lo que siente en este momento. Alicia sonríe y le abraza, son conscientes de que están viviendo un momento muy importante, tienen ganas de llegar a Madrid y, al mismo tiempo, ganas de no llegar; no saben muy bien qué se van a encontrar; Alicia le mira sabiendo, por primera vez, lo que él pudo sentir al volver a España 10 años después del fusilamiento.
Andrea y Ana se despiertan a la vez cuando la megafonía anuncia que en unos minutos van a aterrizar; miran a sus padres emocionadas, se abrochan el cinturón pero no dejan de mirar por la ventanilla. Es un día despejado, parece que Madrid les quiere dar la bienvenida; Alicia nota cómo Fernando se tensa, le ve mirar a los lados intentando comprobar que nadie está pendiente de ellos.
Le besa el cuello y susurra que todo está bien, Fernando sonríe un poco tenso pero intenta relajarse, quiere disfrutar de cada sensación de ese día, la vuelta a España, a su país, que sus hijos puedan descubrir cada rincón de esa ciudad en la que ellos se conocieron. Ana se apoya en el hombro de su padre mientras Andrea hace lo propio en el de su hermano, Roberto sonríe, sabe que cuando se lo recuerde, Andrea torcerá el gesto, no le gusta sentir que necesita protección; pero en ese momento acaricia el pelo de su hermana sin decirle nada.
Son los últimos en levantarse de su asiento después de que el avión aterrice, dejan que todos los pasajeros ruidosos bajen y, sólo cuando el avión está vacío, deciden incorporarse. Andrea es la primera en salir del avión, tiene curiosidad por todo y no quiere esperar, Roberto la sigue divertido intentando que no se emocione demasiado y eche a correr olvidándose de los demás. Fernando besa a Ana y la deja su espacio, abraza a Alicia y juntos salen del avión, Alicia se emociona y se apoya en él sin dejar de repetir que han vuelto, Fernando la besa el pelo, les ha costado 16 años, pero están de vuelta y no dejará que nadie les vuelva a echar de su país. Ana contempla a sus padres bajar las escaleras, sonríe a una azafata y se vuelve a mirar los asientos vacíos; ya está, han vuelto y se quedarán a vivir en Madrid. Cierra los ojos un momento recordando el beso con Raimond, se gira y sonríe al ver a sus padres y sus hermanos esperándola, baja despacio sin dejar de mirarles, es un momento muy importante para su familia, deja atrás los recuerdos de París y se abraza a Fernando preguntando dónde irán primero.
Fernando no deja de mirar a los lados, Alicia se muerde el labio esperando que pronto puedan sentirse seguros; se echan a reír ante la idea de Andrea de ir andando hasta el centro de Madrid, realmente a Fernando le gustaría poder hacerlo, pero son muchos kilómetros para andar con las maletas. Toman un taxi recordando que la semana que viene podrán disponer de su coche; Roberto se acomoda en el asiento del copiloto y empieza a hablar con el taxista sin dejar de apretar en sus brazos los cuadernos con las cartas, en una actitud de protección, mientras Andrea y Ana entran y dejan espacio a sus padres. Alicia y Fernando miran por la ventanilla contándoles a sus hijos por dónde pasan, sienten una mezcla de felicidad y temor, sus hijos miran todo con ilusión, Ana es la más callada mientras Roberto y Andrea no dejan de comentar cada detalle que descubren; el taxi les lleva directos al hotel. Al quedarse solos en su habitación, Fernando se sienta en la cama dejando salir su preocupación, Alicia se sienta sobre él y le abraza.
-Fernando, estamos aquí, no va a pasar nada… -le besa suavemente y sonríe intentando que se relaje- Mi amor, esta vez va a ser distinto.
Fernando se abraza a ella casi con desesperación, no puede controlar ese miedo que siente al volver a España, durante años le dio igual vivir que morir, pero ahora quiere vivir, tiene un familia a la que ama por encima de todo y nunca se perdonaría dejarles solos. Traga saliva pensando si no se han precipitado, quizás debieron esperar más, dejar que las cosas se calmen; Alicia le gira la cara para que la mire, sonríe y le besa.
-Confía en mí, no hay nada que temer, nos merecemos poder vivir aquí. Además, ya oíste a Natalia, en unos días recuperarás tu identidad sin que nadie pueda hacer nada contra Fernando Solís.
-Tienes razón… Perdona por estar así justo hoy…
-No hay nada que perdonar, yo también tengo un poco de miedo, es normal que estemos así… -le besa y se levanta sonriendo- Eso sí, ahora deberíamos salir, no vaya a ser que nuestros hijos se emocionen y se escapen a conocer la ciudad sin nosotros.
Fernando se echa a reír y se levanta para abrazarla, unos minutos después llaman suavemente a la puerta, Alicia nota cómo se tensa, son sus hijos, les han dejado su espacio pero quieren salir cuanto antes de ese céntrico hotel, tienen mucho que conocer. Antes de salir a la calle, le piden a un recepcionista que les haga una foto, su primera foto en Madrid, Alicia se abraza a Fernando, Roberto deja que sus hermanas se pongan a cada lado de sus padres y él se pone al lado de Andrea. No les cuesta sonreír para la foto, posan felices, Fernando no deja de pensar que en unos años ésa será sólo la primera de las muchas fotografías que tendrán de su vida en Madrid. Pasear cogidos de la mano por esas calles les parece extraño, no dejan de sonreír y hablar a sus hijos de algunos recuerdos de las calles por donde pasan; Alicia recibe el abrazo de Roberto emocionada, ya es más alto que ella, le mira sonriendo por lo mayor que parece. Están acercándose a su primera visita en Madrid, el cementerio donde está enterrado su padre; hace algo más de 16 años que no visita su tumba aunque siempre le ha sentido cerca de ella. Roberto se queda rezagado comprando un ramo de rosas blancas, sabe que son las preferidas de su madre, Alicia sonríe al verle volver, le besa en la frente, sabe que no le gusta ese gesto aunque en esa ocasión sólo sonríe a su madre. Andrea se abraza a Alicia, siempre ha sentido mucha curiosidad por su abuelo, ha leído algunos de sus textos y admira lo que conoce de él; Ana se mantiene en segundo plano viendo las reacciones de sus padres y hermanos. Alicia posa el ramo sobre la tumba de su padre, sonríe recordando el viaje en el que volvieron a España, aquel momento no había sido el adecuado para volver, ahora sí es el momento, sus hijos sí podrán disfrutar de España, algo que ella no pudo hacer porque siempre se sintió fuera de lugar. Fernando se da cuenta de la emoción de Alicia y propone a sus hijos ir a dar un paseo, sabe que Alicia necesita hablar con su padre, desahogarse con él, sus hijos besan a Alicia, Roberto además aprieta su mano, Fernando espera a que se alejen y la besa suavemente diciendo que la esperan fuera. Alicia agradece ese momento de intimidad, recuerda muy bien la última vez que estuvo en el cementerio el día que se despidió de Inés y Macarena en el despacho. Esa vez le habló a su padre de la ilusión por empezar una nueva vida junto a su familia, sonríe pensando que la realidad ha superado a todo lo que esperaba tener en París.
-Papá, tenía muchas ganas de volver a España, de poder traerte flores… -coge su guardapelo apretándolo en la mano- He sido muy feliz en París, más de lo que me había imaginado; me encantaría que estuvieses aquí para ver este cambio, han pasado muchos años, pero creo que por fin se hará realidad una España libre de la dictadura. Aunque si soy sincera, lo que de verdad me gustaría es que conocieses a tus nietos, son los tres lo más especial que me ha pasado en la vida, al igual que Fernando.
Escucha de fondo la risa de Roberto y sonríe, acaricia suavemente el nombre de su padre, se incorpora y vuelve junto a su familia, Roberto la recibe con un abrazo, Fernando sonríe y les recuerda que tienen mucho que hacer. La próxima visita es a otro cementerio, Fernando nunca ha podido visitar la tumba de Roberto, sabe que Luisa lo arregló todo para enterrarle. Durante el camino bromea con sus hijos, Alicia sabe que necesita pensar en otra cosa, hablan sobre Marce, las risas resuenan a su paso, Fernando intenta calmarles, no cree que sea bueno llamar tanto la atención. Roberto le mira preocupado, aunque su padre no se lo ha dicho, está seguro que siente miedo, espera que esa sensación se le pase pronto, se merece poder disfrutar de volver a su país. Alicia le aprieta la mano antes de entrar al cementerio, sus hijos respetan ese momento, Roberto se emociona al ver a su padre tocar suavemente el nombre de su amigo; conoce muchas historias de Roberto Esquivel, se abraza a Ana recordando algunas de esas historias. Roberto fue muy importante para su padre, tanto que él lleva su nombre en su honor, también su apellido porque su padre decidió tomar ese apellido al volver a Francia. Fernando sonríe cerrando los ojos, puede ver perfectamente a Roberto en su mesa, reprochándole el trato que le daba a Alicia o bromeando con Don Paco; Alicia le besa el pelo emocionada, también tiene muchos recuerdos de Roberto pero respeta el silencio de su marido.
-Robertiño… -traga saliva emocionado- Tenías que estar aquí para ver este momento, servirías de mucho, –sonríe recordando cuando le dijo por qué tenía que quedarse él a salvo, los tipos como Roberto serían los futuros ministros- es tan injusto…
Alicia le aprieta la mano emocionada, se abraza a ella y se echa a reír contando cómo había salido del apuro cuando Don Paco les preguntó de qué se conocían sus padres; la risa de Roberto ante esa anécdota les hace sonreír a todos. Es Roberto quien empieza a cantar La Internacional, sabe que su padre le aseguró en el pasado a su amigo que podrían volver a cantar esa canción en España; Fernando mira a su hijo orgulloso y le sigue, no cantan muy alto porque hay eco, pero al final terminan cantando los cinco. Fernando se gira una última vez y sonríe a la tumba de su amigo, abraza a Alicia y a Ana mientras les pregunta qué quieren hacer. Roberto y Andrea se adelantan unos pasos, se echan a reír al verles, van saltando como si todavía fuesen unos niños, en Roberto resulta muy chocante por su apariencia de adulto. Fernando se da cuenta que siguen llamando la atención pero empieza a relajarse, disfruta del paseo recordando otros paseos, Alicia se echa a reír cuando recuerda el día que Delmás comió callos en El Asturiano, Ana ha escuchado esa historia muchas veces pero se ríe como si no lo hubiese escuchado nunca, su padre lo cuenta con ese tono de voz tan característico que es imposible no reírse.
Pasan la mañana por Madrid, a Andrea lo que más le gusta es El Retiro, podría quedarse allí todo el día y no necesitaría más; Roberto, en cambio, disfruta escuchando conversaciones en español, Fernando bromea con lo mucho que le gustaba hablar en francés cuando era pequeño, Ana no deja de decir que tiene mucho calor, no le gusta el clima madrileño pero disfruta de cada calle. Alicia y Fernando sonríen intentando guardar en su mente cada gesto de sus hijos, cada comentario y cada detalle de esos momentos. Alicia se emociona al darse cuenta que están cerca de la calle donde estaba el piso franco, Fernando se echa a reír, había pensado que no lo recordaría después de tanto tiempo; sus hijos saben que estuvieron escondidos unos días juntos después del intento de atentado contra Franco. Alicia señala las ventanas de aquel piso y sonríe recordando su cumpleaños, hace ya 28 años de aquel primer cumpleaños que pasaron juntos; Andrea le pregunta, como hace siempre, lo que sintió al verle aparecer con aquel ramo de flores, la tarta y el vino. Fernando se echa a reír al ver la mirada ilusionada de su mujer, a pesar de los años, sigue teniendo la mirada de aquella chiquilla a la que le valía con pasar el cumpleaños con él sin necesidad de ningún regalo ostentoso. Alicia le mira divertida y le recuerda que al año siguiente de llegar a París sí le regaló algo ostentoso; sus hijos escuchan divertidos el recuerdo de aquel cine que su padre cerró para ver solos las películas. Entre risas y recuerdos se van acercando al barrio, a esa Plaza que fue testigo de su primer encuentro y de tantos otros aquel año que vivieron allí; Roberto ha oído tanto sobre esa plaza que no necesita que nadie le diga que han llegado, lo sabe incluso antes de ver el nombre del Asturiano. Alicia y Fernando dejan que sus hijos entren al bar antes que ellos, se quedan mirando la fachada del bar de sus amigos sin creerse que están allí. Fernando sonríe recordando las charlas con Marce y Pelayo, Alicia no puede evitar recordar a Manolita siempre intentando ayudarla; se abrazan antes de entrar, los dos sienten que entrar al bar es la confirmación de que han vuelto.
Fernando se echa a reír al entrar, Roberto está hablando con Pelayo sin decirle quien es, a pesar de eso, parece que Pelayo siente confianza con él. Traga saliva y se queda mirando a su amigo, los años han pasado y se notan en él, le cuesta caminar, ahora lo hace ayudado de un bastón, pero la fuerza no la ha perdido; al levantar la vista, Pelayo se pasa la mano por el pelo abriendo la boca.
-Pero, pero… ¡Alicia y Fernando! Hijos, ¿por qué no nos dijisteis en la última carta que llegabais hoy?
Antes de terminar de hablar, Pelayo ya está abrazando a Alicia, acto seguido abraza a Fernando, se rinden a ese abrazo emocionados; Pelayo se separa y se queda mirando a Roberto, Andrea y Ana. Mueve la cabeza emocionado y se abraza a Roberto recordando los días que pasó en París, Andrea y Ana sonríen mirando a sus padres, poco después Pelayo también las abraza a ellas como si las conociese, ellas también lo sienten así. Cuando Manolita sale de la cocina se queda sin palabras, se suceden los abrazos y las presentaciones, poco a poco van llegando todos los hijos de sus amigos, el último en llegar es Marce que no se cree lo que ve. Terminan comiendo todos juntos, Alicia y Fernando no dejan de emocionarse al ver a sus hijos hablar con los hijos de sus amigos, siempre quisieron eso en la vida de sus hijos, poder tener cerca a sus amigos. Pelayo no deja de preguntarles por París, por sus trabajos, por dónde se están quedando y cuánto tiempo; se emociona al saber que han vuelto para quedarse, cuando supieron que Antonio no volvía no lo entendieron.
La sobremesa se ha alargado hasta bien entrada la tarde, se han puesto al día, han hablado del pasado, de las novedades y, sobre todo, de sus hijos; Fernando ha disfrutado de volver a escuchar a Pelayo, sigue con la misma garra que en el pasado y encuentra en él al interlocutor perfecto para criticar la Transición y cabrearse con la muerte tranquila del chaparro. Alicia enciende un cigarro mientras escucha a Marce relativizar todo, lo importante es que la dictadura ha quedado atrás y han empezado los cambios; Manolita sonríe emocionada recordando a su prima Luisa, le duele mucho que no pueda vivir ese momento tan importante y por el que tanto luchó, Alicia le aprieta la mano y recuerda algunos momentos con Luisa. Fernando ayuda a Manolita a recoger los platos mientras Marce le toma el pelo y Alicia sonríe divertida; Roberto y Daniel han salido a dar una vuelta mientras Andrea y Ana hablan con Luisa. Cuando vuelve a sentarse, Alicia nota cómo Fernando se queda un momento con la mirada perdida y le besa suavemente, Fernando les pregunta por Leonor, la única hija de sus amigos que no está en la comida. Sonríen cuando Pelayo habla de ella con orgullo mientras Marce resopla diciendo que tendría que volver a España y trabajar en su país. No se fijan en la hora hasta que Roberto y Daniel regresan al bar, Fernando nota la ilusión de su hijo, mira a Alicia sonriendo, han tomado la mejor decisión volviendo, al igual que la tomaron cuando se fueron juntos a París. Marce les mira sonriendo, no puede evitar recordar una de las últimas veces que les vio juntos en El Asturiano, se notaba que estaban discutiendo y él supo que habían vuelto a las andadas; Fernando sonríe cuando Marce lo recuerda en voz alta, fue el día que siguió a Alicia a casa de Inés. Alicia termina echándose a reír y mira de manera pícara a Fernando, por suerte una broma de Marce hace que su mirada pase desapercibida para todos excepto para Pelayo, que no deja de observarles. No ha olvidado los días que pasó con ellos en París y echaba de menos verles así, tan cómplices, como si estuviesen solos entre toda la gente que está con ellos. Manolita termina recordando que cuando se fueron no se despidieron y les dio mucha pena, Fernando se rasca el pelo, si no hubiese sido por él, Alicia se habría podido despedir de sus amigos, pero él tenía que salir huyendo una vez más, en realidad había sido la última vez; Alicia nota el efecto de las palabras de Manolita en Fernando, le aprieta la mano y empieza a hablar de las distintas fiestas de despedida que han tenido en París con sus amigos. Ana se queda mirando a sus padres, hasta el momento no ha pensado que ellos también dejan una vida en París, siempre les ha oído decir que hasta que no llegaron a París no pudieron vivir libremente su amor. Francia es para sus padres su vida en común, para ellos también tiene que haber sido difícil dejarlo atrás, termina sonriendo porque todos han querido volver, sus padres llevan años esperando este momento y, aunque dejan muchos recuerdos en París, su hogar está en España.
Cuando salen del bar está empezando a anochecer, Alicia y Fernando tenían otros planes, enseñarles a sus hijos más lugares de Madrid, descubrir los cambios de la ciudad, visitar a Mario, incluso reunirse con los contactos que les habían dado sus antiguos jefes en París para saber si tienen algún puesto para ellos… Pero estando con sus amigos se han olvidado de todo, Fernando la mira sonriendo, no puede ser más feliz, han compartido esa tarde con sus amigos, como siempre quisieron, pero lo mejor es que será sólo la primera tarde que puedan compartir, ahora pueden hacerlo siempre que quieran. Mañana volverán a ver a Mati, Alicia está nerviosa y emocionada, las cartas han sido una forma de sentirse cerca de ella, pero llevan muchos años sin verse y no sabe cómo será el reencuentro. Se abrazan caminando por la plaza de vuelta al hotel, sus hijos no dejan de hablar de los hijos de Manolita y Marce, Alicia cierra los ojos sonriendo, por momentos siente que no puede ser cierto, llevan tantos años esperándolo que casi no puede creérselo. Tardan en llegar al hotel, sus hijos se paran ante cada descubrimiento, Andrea es la más tardona, varias veces Fernando tiene que recordarle que está anocheciendo y tienen que cenar, Alicia nota que Ana en algunos momentos suspira con la mirada perdida, sabe que está pensando en ese chico que ha dejado en París, espera que no sufra; es todavía pequeña pero no por eso lo que siente tiene que ser una chiquillada. Roberto mira a su padre, cree que para él tiene que ser todavía más importante poder pasear por Madrid sin miedo; su madre había vivido más de 10 años en Madrid, cierto que no fueron los mejores de su vida, pero recuperó su país, la ilusión que nunca tuvo por vivir en Madrid. Cuando su padre había vuelto, había tenido que utilizar otra identidad, se había tenido que esconder; entiende que para él es todavía más especial poder pasear cogido de la mano de su mujer y acompañado de sus hijos. Le abraza diciéndole que le quiere, Fernando se emociona y le revuelve el pelo pero termina bromeando intentando aligerar el momento emotivo. Al llegar al hotel cada uno va a su habitación para prepararse para la cena, no harán nada especial, Fernando ha reservado un comedor privado en el hotel para cenar los cinco juntos, le costó poder disponer de ese espacio pero un par de sonrisas a la encargada del hotel tuvieron el efecto deseado, a pesar de los años, no ha perdido ese magnetismo que siempre tuvo. Al entrar a la habitación bromea con Alicia sobre lo poco que le costó convencer a la encargada, Alicia tuerce el gesto al oírle decir que se quedó encantada. Fernando se echa a reír y la besa intensamente, ese toque celosillo de Alicia nunca ha cambiado y a él le encanta; no tiene que ver con desconfianza o posesión. Alicia se separa recordándole que tienen que prepararse, Fernando vuelve a abrazarla y van juntos hasta el baño sin dejar de besarse. Roberto había guardado los cuadernos de las cartas en la maleta al llegar al hotel, le hubiese gustado no separarse de ellos pero no podía ir por todo Madrid con esos cuadernos a cuestas; se tumba en la cama mirando al techo, echa de menos muchas cosas pero está feliz, por primera vez se siente en su país, siempre sintió que tenían que vivir en España. Sonríe recordando todas las veces que sus padres le han contado cómo de pequeño hablaba de España o de Pelayo en cuanto tenía ocasión, realmente él nunca se ha sentido francés a pesar de tener tíos y tías franceses. Se levanta dispuesto a prepararse, mañana tiene que cumplir una promesa, su tío Pierre le ha encargado que encuentre un pequeño piso para Diane, Fernando y él; a partir de ahora, Pierre piensa visitar muy a menudo Madrid. La despedida con ellos fue una de las más emotivas, su padre les ha contado muchas veces a él y a sus hermanas cómo Pierre fue la primera persona que vio después de que él naciese, Pierre siempre estuvo en los momentos importantes. Roberto sonríe al abrir el grifo de la ducha, ni sus padres ni sus hermanas saben nada de la promesa que le ha hecho a su tío, se llevarán la sorpresa la semana que viene, cuando por fin Pierre coja unos días de vacaciones y viajen los tres a Madrid. Andrea mete prisa a su hermana, llevan años compartiendo habitación y, aunque sus padres propusieron coger una para cada una, ellas se negaron. Mientras Ana se ducha, Andrea comenta, en voz alta para que no la tape el ruido del agua, lo guapos que son los chicos españoles, mucho más que los franceses para su gusto. Ana suspira mientras se jabona el pelo, termina riéndose en voz baja, nunca coinciden en los chicos que consideran guapos; sale de la ducha y le toma el pelo, apenas conoce chicos españoles en comparación a todos los franceses que conoce, no puede hacer comparaciones. Andrea la ignora y entra en la ducha sin dejar de sonreír, realmente no le importan los chicos, no tiene interés en novios o paseos cursis, que es lo que cree de los que daba su hermana con ese tal Raimond; lo que realmente le pasa es que le gusta estar en España, todo le resulta nuevo y especial. Si Alicia oyese ese pensamiento de su hija, sonreiría divertida, ella a la edad de su hija pensaba justo lo contrario, pero entendería el pensamiento de su hija, ahora sí es el momento oportuno de volver, España está en pleno proceso de cambio y ellos tienen que vivirlo.
Los tres se echan a reír mirando el reloj, sus padres se retrasan, Ana tuerce el gesto recordando la discusión de la noche anterior, pero no se lo recordará, están en Madrid, sus padres han esperado mucho ese momento así que pueden tardar en prepararse lo que quieran. Fernando está sentado en la cama sin dejar de mirar el reloj, le recuerda a Alicia que sus hijos están esperando, Alicia suspira y va de un lado a otro de la habitación, no sabe dónde ha metido los zapatos que quiere ponerse, tienen dos maletas y ha dejado todo patas arriba. Fernando acaba riéndose cuando los encuentra, tiene la tentación de ordenar todo lo que ha desordenado Alicia, pero entonces no cenarán nunca; Alicia le besa suavemente y suspira.
-Tampoco he tardado tanto ¿no?
-No sé, pregúntales a tus hijos…
Fernando se echa a reír pensando precisamente en la discusión de la noche anterior con Ana, apaga la luz mientras Alicia abre la puerta, sus hijos están esperándoles mirando por la ventana del hall, Ana se echa a reír al ver a su padre rascarse el pelo mirándola, le besa y le asegura que no han esperado mucho. Roberto mira a su madre sabiendo que ha sido ella la que se ha retrasado aunque su padre nunca diría nada, mueve la cabeza divertido y da al botón del ascensor mientras Andrea le cuenta a su madre lo guapos que le parecen los españoles. Fernando resopla, también Andrea ha crecido, sus tres hijos han crecido; se echa a reír cuando Alicia le da la razón a Andrea mirándole, los españoles son más guapos.
Alicia y Fernando sonríen ante el brindis que propone Roberto, brinda por ellos y por su vuelta a casa, Fernando añade por los que no están y por la libertad, dejan que sus hijos mojen los labios para brindar con ellos pero después piden un refresco. Alicia choca su copa con la de Fernando, están en casa, es cierto; Fernando sigue teniendo cierto miedo a que pase algo, pero se obliga a no pensar en ello, su familia está en España, los cinco juntos, la primera noche que pasan en su país. La cena es emotiva y divertida a partes iguales, no dejan de recordar a los amigos que han dejado en París, Alicia sonríe pensando que en cuanto encuentren piso y estén instalados, van a viajar a Barcelona, le gustaría poder abrazar a Inés y Macarena justo en este momento, pero siempre tuvo claro que al volver a España, el primer lugar que pisarían sería Madrid, se fueron de Madrid hacía 16 años y tenían que volver a su ciudad antes que a cualquier otra, además, se conocieron y vivieron su amor en Madrid, no había duda que el lugar donde tenían que volver era esa ciudad. Sus hijos no dejan de hablar de la familia de Pelayo, Fernando sonríe porque a la persona que más nombra Roberto es precisamente a Pelayo, desde que se conocieron tuvieron una sintonía especial, y eso que Roberto no era más que un niño; los amigos que no pueden vivir ese momento también están presentes durante la cena. Fernando besa suavemente a Alicia recordando el momento en que ella sacó el tema de volver a España, desde la legalización del Partido lo habían hablado alguna vez, parecía que algo se estaba moviendo y era posible volver aunque tenían claro que antes tendrían que hablar con sus hijos y conocer su opinión. Alicia no lo habló en serio hasta el día de su cumpleaños, desde que se levantó ese día supo que sería el último cumpleaños que pasarían en París; estaba segura que sus hijos estarían de acuerdo, desde la muerte de Franco no habían dejado de insistir para viajar a España aunque fuese unos días, sobre todo Roberto, pero Fernando en ese momento no lo había visto claro.
Una semana antes
Alicia sonrío al escuchar a sus hijos entrar en su habitación y empezar a cantarle cumpleaños feliz, Fernando llevaba un rato sentado en la cama mirándola, tal y cómo había hecho el primer cumpleaños que pasaron juntos aunque aquella vez tenía muchas preocupaciones. En ese momento sólo podía pensar en los años que llevaban juntos, más que los que pasaron separados, lo habían conseguido y todo era gracias a la mujer que dormía a su lado. Alicia se incorporó sonriendo, besó a Fernando sabiendo que no había dormido en toda la noche y se sentó esperando que Roberto posase sobre ella la bandeja con el desayuno; con el paso de los años sus hijos habían adoptado el papel que siempre vieron en Fernando, eran ellos quienes sorprendían a sus padres con desayunos o salidas fuera de París. Alicia no sabía qué harían ese día, tomó el zumo que sabía que había preparado Ana mientras Roberto hacía los crepes y Andrea salía al patio a coger unas rosas del rosal que su padre cuidaba diariamente. Fernando se levantó con cuidado y fue a por la cámara de video, llevaba días grabando mucho, habían hablado de volver a España y, aunque todavía no se habían sentado con sus hijos a hablarlo tranquilamente, sentía que su tiempo en París estaba acabando. Alicia le miró fijamente, aguantaron la mirada un momento y supieron que estaban pensando lo mismo; volverían a Madrid pronto, muy pronto; sus hijos les miraron sonriendo, los tres se sentían muy orgullosos de ellos, pero al verles mirarse no podían evitar emocionarse, los años habían pasado pero su amor lejos de apagarse se había mantenido y era cada día más especial. Fernando se acercó a Alicia y la besó en el cuello para acto seguido susurrar un felicidades, Roberto se encargó de grabar ese momento, sonrió pensando en lo poco que le gustaba a su padre que le grabase en esos momentos, cuando veían los videos se sentía un poco incómodo y terminaba bromeando para no ser el centro de atención. En cambio a su madre le encantaba ver esos momentos en imágenes, incluso los videos en los que ella era la protagonista al salir corriendo detrás de los tres cuando eran pequeños. Ana se escabulló de la habitación esperando que su madre no lo notase, sabían que el día anterior había hecho 16 años que habían llegado a París, siempre habían celebrado el cumpleaños y la llegada a París el mismo día, al llegar al salón llamó por teléfono para comprobar que todo estuviese listo; pasarían el día en Saint Jean Pied de Port, el primer lugar habitado donde estuvieron sus padres tras pasar la frontera. Había sido idea de Roberto, pudieron haberlo hecho hacía 6 años, para el décimo aniversario de su llegada, pero ellos eran todavía muy niños y, además, los tres sentían que antes de que acabase el año volverían a España. Siempre supieron que sus padres salieron de España con la convicción de volver en cuanto la situación política lo permitiese, desde hacía un par de años ellos habían insistido para por lo menos visitar Madrid aunque no se quedasen, pero sus padres siempre dijeron que cuando volviesen sería para quedarse. Su tío Pierre les había ayudado a preparar el día fuera, habían planeado ir en avioneta hasta allí porque eran más de 800km, comerían los cinco juntos y después les dejarían solos para que pudiesen disfrutar de la tarde recordando su vida juntos; la cena sería ya en París, en los Jardines de Luxemburgo, y estarían todos sus amigos. Gracias a Grace pudieron conseguir permiso para organizar la cena en los Jardines, querían que fuese especial y sabían lo mucho que le gustaba a su madre ese lugar; además, Grace había preparado un video que resumía su vida en París, lo verían los cinco solos en casa al llegar de la cena, Grace quiso dejarles ese momento de intimidad; todos sus amigos eran conscientes que pronto tendrían que despedirse, todos pusieron su granito de arena para hacer de ese cumpleaños un acontecimiento especial. Ana regresó a la habitación y notó cómo su padre la miró con una media sonrisa, resopló pensando que sorprenderle a él siempre había sido lo más complicado; Fernando desvió la mirada intentando que Alicia no lo notase, los dos esperaban que sus hijos hubiesen preparado algo más que ese desayuno que ya era una costumbre, y no sólo en días señalados, pero prefería dejar que Alicia se sorprendiese paso a paso. Él le había comprado un regalo, pero se lo daría cuando se fuesen a dormir; había querido preparar algo especial pero al comentarlo con Roberto, éste puso pegas así que le había mirado riéndose y había terminado diciendo que igual era mejor no preparar nada.
-Deberíais prepararos –Roberto miró por la ventana sonriendo, aunque el tiempo de París no tenía por qué coincidir con el que hiciese en Saint Jean Pied de Port- en menos de media hora saldremos de casa.
Alicia se echó a reír y terminó los crepes para levantarse de golpe y tirar de las sábanas para que Fernando también se levantase, se abrazaron a su madre antes de dejarles solos para que se preparasen. Fernando aprovechó para grabar esos abrazos, siempre se sentía especial cuando sus hijos demostraban cuánto les querían, por muchos años que pasasen, no podía olvidar lo que era sentirse solo, desde que estaba en París con Alicia nunca se había sentido así y sabía que ella tampoco. Dejó que Alicia se duchase tranquila, sabía que tardaría mucho y no quería meterle prisa, intentó que Roberto le contase algo de lo que habían preparado pero su hijo había aprendido mucho, terminó echándose a reír divertido, sabía que si insistía un poco a Andrea ella se lo diría, pero no iba a hacerlo. Ana se acercó a su padre aprovechando que sus hermanos estaban terminando de recoger la cocina; se sentó frente a él y le miró con una sonrisa.
-Vamos a volver a España ¿verdad?
-Claro, nunca os lo hemos ocultado, -acarició el pelo de su hija sonriendo- aunque cuando eso pase tendréis derecho a opinar.
-¡Papá! Sabes que me refiero a si vamos a volver pronto…
-Lo sé, pero todavía no lo hemos hablado, es posible que falte poco para volver pero…
-Ya, ya sé que nosotros tomaremos parte en la decisión, -le miró divertida pero emocionada, sus padres nunca les habían dejado al margen de decisiones o conversaciones adultas- nunca he dudado eso papá.
Fernando la abrazó emocionándose, la primera vez que tuvo a Roberto en sus brazos, tuvo un miedo incontrolable a fallarle, a no estar a la altura, cuando tuvo a Andrea y Ana le pasó lo mismo aunque ya supiese cómo tratar a un bebé. Respiró hondo pensando que había conseguido ser un buen padre, antes de volver a ver a Alicia nunca se había planteado serlo, no sabía si serviría para ello; notar el orgullo y la admiración de sus hijos le emocionaba sin poder expresar en palabras todo lo que sentía. Se frotó los ojos al ver regresar a Roberto y Andrea, Andrea estuvo a punto de meter la pata hablando de la avioneta pero Ana intervino a tiempo, las risas de Fernando y Roberto resonaron por toda la casa hasta llegar al baño. Alicia cerró el grifo sonriendo, nunca se cansaría de la risa de Fernando o de sus hijos, se envolvió en la toalla recordando cómo cada cumpleaños que habían pasado juntos había sido especial. Fernando siempre encontraba la manera de sorprenderla y, desde hacía unos años, sus hijos les sorprendían a los dos; hacía tres años, Roberto preparó un viaje a Alemania para el cumpleaños de su padre, estuvieron casi una semana disfrutando del país pero, sobre todo, de Daniel y su familia. Para sorprenderla a ella no podían recurrir a viajar para encontrarse con sus amigos, aunque el año anterior entre sus tres hijos organizaron un viaje a Toulouse, un lugar que siempre que visitaban les recordaba a España. Empezó a vestirse intrigada por lo que hubiesen preparado sus hijos para ese cumpleaños, probablemente el último que pasarían en París. Fernando entró en la habitación justo cuando Alicia estaba terminando de maquillarse, se acercó y la abrazó besándola el cuello.
-Estás preciosa, felicidades Alicia.
-Ya me habías felicitado…
-Es verdad… Pero ahora estamos solos.
Empezó a besarla despacio, Alicia se olvidó de las ganas que tenía de saber cuál era la sorpresa que habían preparado sus hijos, Fernando se separó echándose a reír, los años no habían cambiado el efecto que tenía en ellos estar juntos. Alicia arrugó la nariz y se miró en el espejo arreglándose el pelo, Fernando fue a ducharse para no hacerles esperar, estaba seguro que iba a ser un día especial, le costaba no ser quien preparase las sorpresas pero disfrutaba viendo la emoción de sus hijos cuando ellos se quedaban sin palabras. Alicia miró a sus hijos seriamente, quería poder adivinar dónde irían pero ni siquiera Andrea parecía dudar sobre no contárselo; Ana apartó las mochilas que llevarían para que su madre no cotillease, le ofrecieron un brioche y pusieron un poco de música para que no se impacientase. Roberto sacó a bailar a Andrea mientras Ana grababa la escena, Alicia les miraba emocionada, tenían cientos de videos pero no se cansaban de seguir grabando, de vez en cuando reservaban una tarde de domingo para poder verlos; eran los domingos preferidos de Fernando, se acomodaba en el sofá y dejaba que Alicia se apoyase sobre él mientras Roberto se sentaba en la butaca, Andrea se acurrucaba en la mecedora y Ana se acomodaba al otro lado de su padre. Alicia notaba que esos momentos le hacían especialmente feliz, para alguien que había pasado gran parte de su vida solo o perdiendo a las personas que quería, eran muy importantes esas pequeñas costumbres familiares. Fernando sonrió al escuchar la música, se miró en el espejo casi riéndose, hacía 28 años no se habría imaginado que compartiría tantos cumpleaños con Alicia, que con el tiempo no estarían solos para celebrarlo… Tenían su propia familia, habían logrado ofrecerles a sus hijos una vida normal, feliz, sin miedos ni sobresaltos; se colocó la corbata, a Alicia le encantaba esa corbata que ella misma había elegido, él hubiese preferido no arreglarse tanto pero era el día de Alicia. Se echó a reír cuando vio a sus hijos bailar, besó a Ana en el pelo, y tendió la mano hacia Alicia para sacarla a bailar; lejos quedaba aquel primer baile que compartieron, Ana grababa sin dejar de mirarles, se mordió el labio emocionada, sólo con mirarse se notaba el amor que se tenían. Alicia se apoyó en su hombro sonriendo, terminó bromeando sobre lo torpes que estuvieron la primera vez que bailaron juntos, en cambio en ese momento se movían como si fuesen uno; Fernando la miró intensamente recordando cómo le había contado cuál era su deseo, Alicia apartó la mirada al recordar lo mismo. Se dieron cuenta que sus hijos no dejaban de mirarles, Fernando se separó y sacó a bailar a Ana aunque ella se mostró reticente, Alicia cogió la cámara de video animando a su hija y empezó a grabar; Ana se quedó mirando a su padre, le dio un suave beso y se apoyó en él bailando lentamente. Unos minutos después Roberto carraspeó, Alicia le miró divertida pero no le preguntó nada; ayudó a Fernando a ponerse la chaqueta y cogió el bolso mientras volvía a sentirse impaciente ante lo que hubiesen preparado sus hijos. Roberto resopló al entrar al coche, le hubiese gustado tener edad para conducir y no tener que indicarle a su padre a dónde debía ir; Fernando levantó las cejas irónico al saber que tenía que dirigirse a las afueras de París, apretó la mano de Alicia antes de arrancar y al salir de su calle miró por el retrovisor para encontrarse con la mirada de su hijo. Le emocionaba pensar que sus hijos elaboraban tanto las sorpresas, Alicia siempre decía que en eso salían los tres a él; a pesar de ser apenas unos adolescentes, sabían cómo sorprenderles dando siempre en el clavo. Mientras esperaba que el semáforo se pusiese en verde y escuchaba la charla animada de Andrea, se rascó el pelo pensando a dónde irían, a esas alturas ya tenía claro que no se quedarían a las afueras de París, aunque no sabía cómo irían hasta el destino que les hubiesen preparado. Alicia sonreía como cuando era una chiquilla, iba mirando por la ventanilla intentando memorizar cada detalle de las calles parisinas, sabía que les quedaba poco tiempo en París, ella nunca olvidaría esa ciudad, había pasado allí los momentos más felices de su vida, los años con su padre y los años con su marido y sus hijos. También en Madrid tenía muy buenos recuerdos, pero durante muchos años dejó que la vida pasase por ella sin inmutarse, por eso estaba ilusionada con volver, por fin podría tener la vida que ella siempre quiso llevar en Madrid. Notó cómo Ana se inclinaba para llegar hasta ella y besarla la mejilla, agradeció el gesto de su hija y la miró emocionada, les amaba tanto que muchas veces pensaba cómo podía haber vivido sin ellos tantos años, sin la mirada comprensiva de Ana, la actitud protectora de Roberto o la risa despreocupada de Andrea. Fernando sonrió ante la charla de sus hijos, intentaban desviar la atención sobre el destino pero no lo conseguían, acarició la mejilla de Alicia pensando que no podía ser más feliz. Se bajaron del coche sin dejar de bromear, Alicia se reía a carcajadas asegurando que sus hijos se hacían los misteriosos tanto como Fernando se lo hacía en el pasado; se abrazó a él recordando aquella vez en la plaza, cuando le preguntó quién era realmente Fernando Solís… Fernando la besó suavemente haciéndola regresar al presente, Roberto miró el reloj y les hizo caminar unos pasos, se pararon delante de una avioneta y Fernando movió la cabeza divertido.
-Parece que nos quieren perder de vista…
Alicia sonrió mientras sus hijos se echaban a reír por la broma de su padre, intentaron hacerles subir sin decirles dónde iban, pero su madre se plantó diciendo que había tenido demasiada paciencia hasta llegar allí.
-Tienes razón mamá –Ana la besó abrazándola- pero nos gustaría tanto que lo descubrieses al llegar…
-Déjalo Ana –Roberto hablaba riéndose al ver la cara de fastidio de su madre- creo que será mejor decírselo ya…
Fernando se mantuvo en un segundo plano, le gustaba mucho observar esas conversaciones, las bromas de Roberto frente a la seriedad de Ana o la impaciencia de Alicia y de Andrea que, aunque sabía todo, estaba deseando sorprender a su madre.
-Pasaremos el día en Saint Jean Pied de Port.
Alicia y Fernando se miraron recordando aquellos días que pasaron huyendo, hablando, soñando con llegar; Roberto sonrió orgulloso al ver la emoción en sus ojos, Andrea aprovechó para grabarles mientras Ana se abrazaba a Roberto y les miraba embobada.
-Gracias, es… -Alicia se abrazó a los tres a la vez sin saber qué decir- Es perfecto, algo que sólo vosotros o vuestro padre podríais planear…
Fernando besó a sus hijos emocionado, les habían contado muchas veces cómo habían llegado a ese lugar cargados de ilusiones, cansados pero deseando empezar su vida juntos; aquel día que cruzaron la frontera comieron allí aunque para hacer noche se alejaron un poco más de la frontera. En aquellos momentos Fernando seguía sin bajar la guardia ante cualquier momento de respiro, necesitaba llegar a París y saber que Alicia y el bebé estaban sanos y salvos; habían cogido un autobús hacia el interior para hacer noche en una pequeña pensión y al día siguiente llegar a París. Todos quisieron que fuese Alicia la primera en subir a la avioneta, Fernando se quedó a su lado ayudándola, por su mente pasaron otros momentos, cuando cogió con Andrea la avioneta, cuando no permitió que Alicia le acompañase en aquel camión… Pero eso pertenecía a otra vida, sonrió a Andrea cuando ésta le metió prisa para subir, la besó y subió sin dejar de mirar cómo Alicia se acomodaba en su asiento. Antes de despegar, los tres volvieron a felicitar a su madre, sonrieron cuando ella empezó a contar el primer cumpleaños que pasó junto a Fernando; se lo sabían de memoria, sobre todo Andrea que la miraba soñadora esperando vivir algo parecido. Fernando miraba con ternura a Andrea, por suerte sus hijos no sabían lo cruel que podía ser el mundo, sabían que en aquel momento del cumpleaños estaban escondidos para que Quintero no lo encontrase, pero no sabían que además Alicia huía de su tío y que Quintero se acercaba a ellos poco a poco. Andrea nunca viviría nada parecido y él se alegraba por ello, no podría pensar en uno de sus hijos pasando lo que pasó Alicia desde que perdió a su padre; no lo permitiría. Terminó sonriendo y bromeando sobre lo bien que cocinaba ya Alicia con 19 años, Ana se echó a reír pensando que solía ser él quien cocinaba y no su madre. Estuvieron algo menos de dos horas en la avioneta, las risas y recuerdos se sucedieron, Fernando no dejaba de recordar cada cumpleaños, también los de sus hijos, recordaba perfectamente cada primera vez de sus hijos, la primera risa, la primera palabra, el primer paso solos, la primera caída, sus juegos preferidos, las primeras navidades los cinco juntos, el primer día en el colegio, las primeras preguntas difíciles de contestar… Se rascó el pelo pensando que su entrenamiento en la Resistencia en cuanto a utilizar la memoria se quedaba en nada comparado a todo lo que recordaba de sus hijos; desde que tuvo a Roberto en sus brazos supo que sería lo más importante en su vida, se había comprometido más que nunca y se sentía satisfecho, besó a Alicia pensando que todo era gracias a ella. Fue Alicia la primera que bajó, no pudo evitar recordar que cuando llegaron allí hacía 16 años, ella iba sobre Fernando, se había quitado la boina y no dejaba de reír; Fernando la abrazó en cuanto llegó a su lado y bromearon sobre lo mayores que estaban respecto a la primera vez que estuvieron allí.
-Claro que algunos hemos envejecido más que otras…
-Siempre has sido un viejito muy guapo…
Roberto, Andrea y Ana presenciaron divertidos las bromas de sus padres, a veces tenían la sensación de que se olvidaban que ellos estaban allí, no porque no pensasen en ellos, sino porque al ver cómo se miraban parecía que no existía el resto del mundo. Alicia se separó y les apremió a bajar de la avioneta, al principio pasearon en silencio, Fernando notaba cómo sus hijos querían respetar ese momento en el que ellos no dejaban de recordar lo que habían sentido al llegar allí hacía años. Al final acabaron hablando de sus amigos, Antonio hacía poco que había vuelto de su último viaje a Madrid y les había detallado todos los cambios que había notado; además, Andrea le preguntó a su madre por el despacho, Alicia sonreía ante esas preguntas, Andrea era la única que se interesaba por los detalles de su trabajo. Roberto y Ana también querían saber, pero no con tanto detalle, a ellos les interesaba el resultado del trabajo, todo lo que conseguía gracias a su labor, pero Andrea iba más allá preguntando el motivo de las leyes o las sentencias. Con Andrea había hablado algunas veces sobre las diferencias de la justicia en España y en Francia y de los derechos de los que disfrutaban gracias a vivir en una democracia. Roberto llevaba meses insistiendo en leer el libro que escribió su padre sobre su experiencia en la Resistencia, no entendía por qué su padre no quería que lo leyese, y menos después de saber lo que pasó con Jesús. Alicia miraba a Fernando preocupada, en el libro contaba cómo tuvo que matar a Belle para que no sufriese, sabía que le daba pánico pensar que sus hijos pudiesen despreciarle por matar a la mujer que amaba; ella estaba segura que lejos de hacerlo, Roberto entendería mucho mejor a su padre y por qué nunca les había hablado de ello. Roberto estuvo a punto de pedírselo nuevamente, pero prefirió no hacerlo, era el cumpleaños de su madre y no quería sacar el tema; Ana no dejaba de mirar alrededor, le parecía precioso ese lugar y casi podía ver a sus padres llegar corriendo y a su madre saltar por sentirse por fin libre en Francia. Terminaron hablando de España, Andrea y Ana tenían una amiga que veraneaba todos los años en Bilbao y no dejaba de hablarles de las playas tan bonitas, los paisajes verdes y lo bien que se comía.
-Bueno, en Madrid no tenemos playas –Alicia sonrió abrazada a Fernando- pero es una ciudad muy bonita y también se come muy bien.
-¿Ah sí? –Fernando se echó a reír rascándose el pelo- Pues yo recuerdo a alguien en Madrid suspirar por la Torre Eiffel y por los brioches…
Alicia se echó a reír y se separó torciendo el gesto, terminó haciéndole cosquillas ante las risotadas de sus hijos que no se cansaban de ver su complicidad. Mientras paseaban por la orilla del río Nive y disfrutaban del suave aire de montaña, les contaron a sus hijos cada detalle de aquella huida; Alicia no dejaba de recordar lo cansada que estaba pero la ilusión podía más que el cansancio, Fernando hablaba despacio, mirando a cada uno de sus hijos sin ocultarles el miedo que sintió aquellos días de huida. Alicia estaba embarazada, tenían que huir y gran parte del camino lo hicieron a pie; Ana se abrazó a su padre reconfortándole. Minutos después, no podían dejar de reír imaginándose a su madre dando saltos y bailando al saberse en Francia; Fernando recordó cada una de las conversaciones que tuvieron esos días, no dejaron de hablar de su hijo, de su amor, de la vida que empezarían. Andrea le preguntó cuántas veces había tenido que huir siendo perseguido, Ana miró a su hermana intentando decirle lo inoportuna que era; Fernando sonrió y le quitó importancia, sus hijos nunca podrían molestarle o hacerle sentir mal; aunque les recordó que era el día de su madre. Alicia besó a Fernando y les contó cada detalle de su viaje de vuelta a España con su padre; poco a poco les había ido contando algo de ese viaje, pero en esa ocasión no se guardó nada, cada sensación sobre los españoles o las costumbres, cada conversación con su padre… Roberto le apretó la mano recordándole que España ya era libre; Alicia miró a Fernando pero dejarían esa conversación para la vuelta, aunque los dos tenían claro que ese día se lo plantearían a sus hijos. Se quedaron callados un momento al ver el sitio por el que entraron en la ciudad en el pasado, Alicia soltó a su hijo y se puso detrás de Fernando para subirse a él; sus hijos se echaron a reír mientras ellos sonreían como dos chiquillos enamorados. Ana se encargó de sacar fotos de ese momento, estaba segura que a sus padres les hubiese gustado tener una foto cuando acababan de cruzar la frontera, terminó sonriendo porque sabía que se habían resarcido esos años haciendo montones de fotos por todas las que no se pudieron sacar en Madrid cuando se conocieron.
Pasaron la mañana conociendo esa pequeña ciudad que en su momento apenas pudieron disfrutar; el paisaje les recordaba a España, no en vano estaban tan cerca de la frontera… Comentaron entre bromas que en unos minutos podrían estar en España, Andrea se entusiasmó soñando despierta con conocer Madrid, también con conocer a los amigos de sus padres y sobre todo esa plaza que fue testigo del comienzo de su historia, le daba igual saber que la plaza estaba muy cambiada, que incluso habían cambiado El Asturiano; se sabía de memoria la antigua plaza y estaba segura que al llegar allí podría imaginarse a su madre con 18 años parándose a charlar con su padre y con Roberto. Ana sonreía mirando a su hermana, para ella volver no tenía que ver con imaginarse a sus padres de jóvenes sino con verles vivir en Madrid sin prisas, sin miedos, se abrazó a su padre preguntándole qué sintió cuando vio a Alicia después de tanto tiempo. Fernando la besó el pelo y miró a Alicia, recordaba ese momento como si no hubiesen pasado más de 16 años; esa sensación de no poder articular palabra, de creer que estaba viendo algo imposible, su pequeña Alicia frente a él, una Alicia que ya no era una chiquilla y que poco después se lo demostró sincerándose con él y llenándole de reproches totalmente merecidos. Roberto les miró de reojo, sus padres les habían contado muchas veces cómo se conocieron, cómo se enamoraron poco a poco, a Fernando le había costado contarles que tras sobrevivir al fusilamiento había decidido que era mejor que ella no supiese nada; pero cada vez que oía cómo lo contaban no podía evitar sonreír.
-Sentí que me faltaba el aire… No podía hablar, no podía moverme, sólo mirarla y pensar que la tenía en frente, que era ella, Alicia, y que yo no le había dicho que estaba vivo. Daniel acertó llevándola donde yo estaba… Sólo vuestra madre es capaz de hacer que me quede sin palabras, que dude sobre mis acciones… -tragó saliva recordando el encuentro con Valeriano en mitad de la plaza y cómo Alicia se había interpuesto entre ellos- Cada vez que tenía en frente a vuestra madre era como si no existiese nada más.
-Claro, por eso intentaste alejarla cuando la conociste ¿no?
Ana siempre hacía las preguntas exactas, Alicia se echó a reír, estaba segura que en una situación parecida, Ana actuaría como su padre; por suerte, sus hijos nunca pasarían por algo así. Fernando sonrió y aguantó las risas de Alicia por aquel beso que no llegó a darle cuando explicó cómo se grababan en el cine; Roberto se rascó el pelo pensando en Juliette, la hija de Antoine, el antiguo jefe de su padre. Unos meses antes, Fernando la había contratado como ayudante en la redacción, desde entonces, él solía visitar a menudo a su padre y poco a poco había ido cogido confianza con Juliette. Habían salido un par de veces, era algunos años mayor que él pero eso no le importaba ni mucho menos le incomodaba; Fernando resoplaba en cuanto le veía aparecer por la redacción pero nunca dijo nada sobre esa amistad de su hijo. Roberto era consciente que la chica le veía como un niño, no había llegado a pasar nada entre ellos, siempre pensó que cuando pasasen unos años podrían llegar a tener una relación, pero en ese momento sabía que antes de que acabase el año habrían vuelto a España, Juliette sería sólo un amor platónico. Se echó a reír al mirar a su madre y ver sus intenciones, salieron corriendo hacia el puente que se veía a lo lejos; Fernando abrazó a Ana, la única que seguía junto a él. Juntos habían contemplado muchas carreras de los tres, en esos momentos Ana aprovechaba para preguntarle a su padre sobre el pasado, aunque en esa ocasión sólo se abrazó a él sonriendo y caminando despacio. Al llegar al Puente Notre-Dame, Alicia estaba bailando y saltando, se abrazó a él y bailaron juntos sin música, sus hijos aprovecharon para cruzar el puente y comprobar si el pequeño restaurante que habían elegido era igual que en las fotos. Algunas personas pasaron por al lado suyo y se les quedaron mirando, pero ellos no lo notaron, se sentían solos, Alicia sonrió pensando que siempre le había pasado con Fernando.
-Fernando, sólo contigo he sentido esto, ya te lo dije una vez, pero sigue siendo cierto, a tu lado todo es de color, intenso… Dan igual los años que hayan pasado, los que pasamos separados y los que hemos sido felices juntos con nuestros hijos; te miro y siento lo mismo que entonces.
-Yo no… -la besó suavemente- No puedo sentir lo mismo porque entonces no dejaba de pensar que teníamos que disfrutar cada segundo porque no teníamos futuro… Quise soñar, y quizás en algún momento soñé con lo mismo que tú, pero al final siempre tenía la certeza de que no debía mezclarte en mi vida, que no debías salir huyendo por mí… -Alicia le acarició el pelo, siempre fue consciente que intentó que ella no se preocupase por la situación, se guardó toda la preocupación y todo el miedo para él- Cometí tantos errores en aquellos momentos… Pero gracias a ti han quedado atrás; -Alicia le vio sonreír como siempre, esa sonrisa que tenía en ella el mismo efecto que siempre- gracias Alicia, de verdad, sólo contigo he tenido una vida, una familia, nuestros hijos, una vida estable, un hogar… Desde niño no supe qué era eso. Felicidades, no por cumplir 47 años, sino por ser la mujer más maravillosa que he conocido; luchadora, valiente, independiente…
Alicia sonrió emocionada, podría decir que le incomodaba escuchar tantos halagos, pero no era cierto, le gustaba, se sentía bien escuchándolo de Fernando; le besó intensamente y se apoyó en su hombro bailando lentamente. Fernando la abrazó más fuerte, muchas veces no podía dejar de pensar en todos sus errores, sabía que Alicia lo había dejado en el pasado, llevaban 16 años juntos y eso era lo que importaba; pero él no podía olvidar que si fuese por él, nunca habrían tenido la vida que llevaban. Fue Andrea quien les interrumpió, llevaban unos minutos observándoles bailando pero ella empezó a impacientarse; Fernando se echó a reír y la besó divertido mientras murmuraba que tanta impaciencia le recordaba a alguien, Alicia movió la cabeza sonriendo y caminó al lado de Ana y Roberto.
El día no podía ser más soleado, comieron en el jardín del restaurante recordando las últimas vacaciones en Marsella, Fernando sonreía recordando el momento en que decidieron que ése sería su primer destino de vacaciones, a Andrea y a Alicia les encantaba ese lugar mientras Roberto y Ana les dejaban hacer, a ellos les daba igual dónde ir con tal de estar todos juntos. Fernando llevaba meses pensando en volver a Roma en verano, hacía unos cuatro años que habían estado allí de vacaciones, aunque desde que habían pensado en volver a España ya no estaba seguro de viajar, quería disfrutar de Madrid y veranear en la ciudad con su mujer y sus hijos le parecía una gran idea. Roberto estaba deseando volver a Alemania, no por el país, sino por Daniel y su familia; no les veían desde que fueron en el cumpleaños de su padre, sabía lo importante que era Daniel para Fernando, y para él no lo era menos. Los días que pasaron allí se quedaba por las noches hablando con los dos, siempre le gustó que su padre nunca le trató como a un niño hablándole con condescendencia, escuchar cómo conversaban entre ellos y le incluían en la conversación le hacía sentirse bien. Ana solía poner los ojos en blanco cada vez que planeaban las vacaciones, ella, no podía negarlo, adoraba París, Fernando solía bromear con que en eso no había salido a él; Ana tenía claro que iban a volver a España y ella también estaba de acuerdo, pero París le parecía una ciudad llena de luz, con un toque especial. Fernando se quedó un momento con la mirada perdida, cuando se recordaba a sí mismo criticando la vida burguesa no podía evitar una media sonrisa, habían pasado muchos años y ya no concebía su vida sin su familia, sin su casa, sin esas vacaciones que se tomaban, sin esos pequeños placeres que en el pasado habría despreciado. Alicia se dio cuenta y le besó riendo en voz baja, algunas cosas nunca cambiarían y esos pensamientos momentáneos serían una de ellas; Fernando había sido entrenado para no tener nada de lo que tenían así que entendía que de vez en cuando se quedase pensando en todo lo que nunca había pensado tener.
Se sorprendieron cuando después del postre sus hijos se despidieron, la pequeña avioneta les llevaría de vuelta a París y volvería a por ellos a última hora de la tarde. Besaron a sus padres y felicitaron, una vez más, a su madre; al quedarse solos, Alicia se levantó para sentarse sobre Fernando.
-No pudimos hacerlo mejor con ellos ¿verdad?
-Son perfectos, como su madre.
-Y como su padre.
Empezaron a besarse pero un camarero les interrumpió, se echaron a reír mientras veían cómo dejaba en la mesa una tarta con una vela; sonrieron y Alicia la sopló sin pedir ningún deseo, ya no lo necesitaba. Fernando dejó que disfrutase de su trozo de tarta, al verla comer con los labios un poco manchados de chocolate recordaba a aquella chiquilla de 19 años que celebró su cumpleaños sin necesitar grandes regalos. Alicia le dio una cucharada en la boca, a la segunda le manchó la nariz y empezaron su particular batalla de cosquillas y chocolate; Fernando siempre intentaba no mancharla mucho pero ella no le daba tregua.
-¡Está bien! –Fernando levantó los brazos riendo- ¡Me rindo!
-Perdona pero no te puedes rendir, he empezado yo…
-Por lo menos lo reconoces…
Se echó a reír haciéndola cosquillas pero terminó besándola, Alicia se separó riéndose y le limpió la cara, la tenía llena de chocolate.
-Deberíamos comportarnos, ya no somos unos chiquillos…
-¡Tendrás cara! Si has empezado tú… Además, tú siempre serás una chiquilla, yo en cambio… ¡Mírame! Ya soy un vejestorio, y ahora de verdad…
-¡Tonterías!
Alicia volvió a besarle y terminó de limpiarle, al salir del restaurante se dieron cuenta que todavía les quedaba mucha ciudad que conocer; pasearon cogidos de la mano, al principio en silencio, cada uno pensando en los momentos más intensos de su relación, pero después empezaron a hablar de España y de la vuelta.
-Tenemos que hablar con ellos Fernando, no quiero que nos vayamos si ellos no quieren irse de París, tienen su vida, no conocen España… Les hemos hablado de Madrid, saben que es su ciudad y que somos españoles aunque vivamos en Francia, pero no sé si querrán que nos vayamos…
-Pues yo creo que sí Alicia, llevan meses insistiendo para conocer Madrid, y si han hablado de ir de visita es porque saben que no queríamos volver todavía… Nuestros hijos aman España como nosotros.
-Eso no lo dudo –se paró para mirarle a los ojos- pero son muy jóvenes, tienen todo su mundo aquí… No quiero que les pase como a mí, si nos vamos y ellos no están convencidos, no estarán a gusto en España, les costará querer su país como me costó a mí…
-Eso no es cierto Alicia, -la abrazó y empezaron a caminar- a ti te costó quererlo porque no era el momento para volver, estabas acostumbrada a vivir en democracia, debatir sobre tus ideas, que te tratasen como una adulta… Al llegar a Madrid no pudiste hacerlo, tuviste que aprender a vivir en una casa con otras costumbres e ideas… Nuestros hijos volverán a un país que empieza a ser libre, ellos no vivirán lo mismo que tú ni que yo. Aunque Ana…
-Sí, ella es la que más me preocupa… Fernando, se parece tanto a ti que si no quiere irse, no dirá nada, lo verá como su deber, recuperar el país de sus padres; no quiero que pase eso.
-Podemos hablar seriamente con ella y planteárselo así; -tragó saliva sintiéndose un poco culpable, era verdad que se parecía a él y que podría pasar lo que decía Alicia- de todas formas, ha sido ella la que me ha preguntado esta misma mañana si vamos a volver, y lo hizo tranquila, relajada…
-¿Y si ella no quiere pero sus hermanos sí? No sé, Fernando, no quiero tener que hacer que uno de ellos tenga que dejar lo que quiere…
-Alicia, -se paró y la cogió las manos- son todavía unos adolescentes pero siempre han sido capaces de hablar seriamente, esta noche hablaremos con ellos y dependiendo de lo que quieran hacer, decidimos una cosa u otra… Aunque si te digo la verdad… -volvió a abrazarla para caminar- Me decepcionaría un poco que no quisiesen vivir en Madrid, nosotros tuvimos que huir de nuestra ciudad dejando todo atrás; sería injusto que por eso ellos no hayan aprendido a querer su país, su ciudad. Les habrían arrebatado España tanto como a nosotros.
-Mi amor, eso no pasará, siempre hablan de España con cariño; y tienes razón, no debemos adelantarnos, hablaremos con ellos y decidiremos los cinco juntos.
Le besó suavemente y sonrió al ver que habían llegado a la Porte du Roy, al traspasarla pudieron disfrutar del mirador desde donde se veía toda la ciudad. Fernando sonrió al darse cuenta que Ana había dejado la cámara de fotos en la mochila que él llevaba, se mordió el labio pensando que cada uno con una mochila parecía que acababan de llegar de su huida, la besó y sacó una foto al paisaje para después sacarle muchas a Alicia, ella se reía sin dejar de manotear, al final le quitó la cámara y alargó el brazo para hacer una de los dos. Siguieron caminando acercándose al lugar donde la avioneta iría a recogerles, Alicia sonrió y le cogió de la mano para arrastrarle hasta un rincón de aquel bosque que habían visto de camino a la Porte du Roy; Fernando se echó a reír y abrió la mochila para sacar una manta y poder sentarse. Respiró hondo pensando en las noches que pasaron al raso durante su huida, no habían tenido ningún percance, probablemente la primera huida en la que no los tenía, pero no había dejado de preocuparse por cada gesto de Alicia. Saber que estaba embarazada le ponía en guardia ante cualquier contratiempo, no se habría perdonado que les hubiese pasado algo a alguno de los dos. Alicia empezó a besarle despacio, Fernando se separó riéndose y le recordó que estaban al aire libre y les podía ver cualquiera.
-Yo no veo a nadie por aquí…
Siguió besándole y sonrió al notar que Fernando no se resistía, hacía muchos años que había dejado de ser el hombre que mantenía el control en todo momento; se separó para mirarle, ambos sonrieron y esa vez fue Fernando quien la besó, primero despacio y después intensamente.
Alicia se tumbó sobre Fernando riéndose, ya no tenían edad para dejarse llevar sin pensar en otra cosa, aunque siempre les pasaba al estar juntos. Fernando encendió un cigarro y le acarició el pelo pensando en cada uno de los días que llevaban juntos, nunca creyó que la felicidad pudiese durar tanto, su vida había estado llena de pequeños momentos de felicidad, los había vivido intensamente pero siempre sabiendo que no podían durar. Sonrió y la besó el pelo, Alicia le había devuelto a la vida en todos los sentidos, sólo con ella había tenido una vida real, una vida lejos de las obligaciones del Partido, lejos de misiones y deberes.
-¿Qué piensas?
-En ti –le pasó el cigarro y se incorporó- en lo que has conseguido conmigo…
-Yo sola no he conseguido nada Fernando, lo hemos hecho juntos.
-No Alicia, de verdad que no… Yo era un hombre entrenado para no sentir, para vivir por la misión, para no dejarme llevar… Sólo tú conseguiste que volviese a sentir, que volviese a enamorarme; fue tan difícil dejarte en Madrid…
-Fernando, ha pasado mucho tiempo, todo eso ha quedado atrás; llevamos años juntos, muchos más de los que pasamos separados.
-Sí, -sonrió y la besó la mano- nunca podré olvidarlo; pero todo lo que te he dicho es cierto –la hizo incorporarse para mirarla directamente- y me gusta recordarlo. Me gusta recordar cómo te metiste en mi corazón sin darme cuenta, incluso sin quererlo… Esas conversaciones en la plaza, verte pasar y sonreír, aprovechar cada momento para estar contigo un rato… Fuiste tú, con tu luz y alegría, la que me devolviste a la vida después de lo de Belle, pero también después del fusilamiento; sólo contigo he podido reír sin preocupaciones, soñar, amar… Te amo Alicia, gracias por dejarme ser parte de tu vida.
Alicia le besó emocionada, normalmente era ella la que hablaba relajada en sus brazos, pero cuando lo hacía Fernando decía las palabras exactas; se echó a reír recordándole que en el pasado decía no saber expresar sus sentimientos y ahora lo hacía mejor que ella. Empezaron a vestirse entre bromas pero, antes de levantarse, Alicia se acercó a susurrarle cuánto le amaba, siempre le había amado. Fernando se echó a reír y la ayudó con la falda, le gustaba mucho la forma desordenada con la que se vestía, siempre tenía que ayudarla para que no tardase tanto; guardó la manta y la abrazó sonriendo, Alicia le miró seria para terminar echándose a reír. Caminaron despacio, les encantaba esa ciudad, en el pasado apenas se habían fijado en lo bonita que era; nada que ver con París, claro que estaba tan cerca de la frontera que casi se sentían en España. Se echaron a reír cuando llegaron y el piloto les habló un poco cortante, llevaba minutos esperándoles, Fernando se rascó el pelo disculpándose aunque en realidad no le importaba haber llegado tarde. Ayudó a Alicia a subir, se giró para sacar una foto a la ciudad y se acomodó a su lado cogiéndola la mano. Hicieron el trayecto de vuelta en silencio con las manos entrelazadas, no dejaban de pensar en la conversación que tenían que tener con sus hijos, en el fondo los dos sabían que en pocas semanas estarían de vuelta en España. Esa idea les ilusionaba y les inquietaba a la vez, Fernando había pasado mucho tiempo escondiéndose en España, ocultando quién era; no podía evitar cierto miedo al pensar que volvería como Fernando Solís, de hecho todavía no habían aprobado la Ley de Amnistía, Natalia estaba segura que no pasaría nada, el Partido se había comprometido, según ella, para que pudiese volver. No le gustaba deberle un favor al Partido, después de lo que pasó no quería tener nada que ver con los dirigentes; aunque era cierto que en los años que llevaban en París había mantenido algún contacto con miembros y les había ayudado en algunas campañas internacionales, pero nunca implicándose de verdad. Además, también temía por Alicia, se había implicado en casos políticos, luchando por los derechos de las mujeres… España había empezado a cambiar, pero unos meses antes habían sido asesinados los abogados laboralistas, debían tener cuidado los dos; Alicia se mostraba más optimista aunque también estaba preocupada. Pero sólo imaginarse de la mano de Fernando por la Plaza de los Frutos, con sus hijos, esa vez tenía que ser verdad, tenían que poder recuperar su país, su identidad. Acarició la mejilla de Fernando antes de aterrizar en París; Fernando Solís, su marido tenía derecho a recuperar lo que le arrebató el fascismo, los años no se los devolverían, pero su identidad, su ciudad, estar cerca de sus amigos… Tenían que poder volver sin miedo, era justo; Fernando la besó y se levantó para bajar de la avioneta, salió y la ayudó a bajar. Una vez en tierra vieron que su coche seguía allí, una nota de sus hijos les informaba que les esperaban en los Jardines de Luxemburgo, Alicia sonrió emocionada y Fernando le pasó las llaves del coche. Alicia disfrutó de conducir de vuelta a París, siempre se sintió libre al conducir, pero ese día parecía especial, Fernando la acarició la rodilla recordando las pocas clases de conducir que le dio, se rieron juntos de su impaciencia pero Fernando se puso serio para decirle que le encantaba como era. Alicia aprovechó un semáforo en rojo para mirarle intensamente, antes de arrancar le besó y sonrió pensando en los próximos cumpleaños; quería volver a España antes del cumpleaños de Fernando, nunca habían celebrado su cumpleaños juntos en Madrid, no tuvieron tiempo, quería hacerlo ese año, los cinco juntos disfrutando de su ciudad. Alicia decidió ir hasta su calle para aparcar, irían a los Jardines dando un paseo, Fernando sonrió bajando del coche, miraron hacia el portal de su primera casa, apenas habían vivido allí un año, pero había sido el inicio de su vida juntos. Alicia se abrazó a él pensando que lo que de verdad le iba a dar pena era dejar su casa; hacía unos años habían acabado comprándola, el propietario quería venderla y se lo ofreció primero a ellos. En aquel momento tuvieron que decidirlo solos, sus hijos eran pequeños para entender qué significaba tener una casa en propiedad en Francia, ellos tenían la certeza de que un día volverían a España, Fernando veía esa compra como innecesaria, les costó mucho decidirse, tampoco querían tener que mudarse, buscar otra casa, quizás en otro barrio, alejarse de sus vecinos, su cafetería, los amigos de sus hijos… Finalmente Alicia le convenció, no necesitarían ninguna hipoteca, los ahorros eran suficientes para pagar la compra de la casa; de no ser así, probablemente Fernando no habría aceptado, pedir una hipoteca a un banco ¡con lo que él había sido! Alicia no sabía qué harían con la casa en ese momento, si sus hijos estaban de acuerdo, vivirían en Madrid, ¿para qué necesitaban una casa en París? Siempre volverían de vacaciones, pero eso no justificaba tener una casa cerrada; Fernando notó que se había quedado pensativa, le sonrió diciéndole que dejasen las conversaciones para la noche. Le besó antes de salir corriendo, Fernando movió la cabeza divertido, a pesar de sus 47 años, Alicia seguía siendo la misma, podía disfrutar de un paseo cogidos de la mano pero también de salir corriendo para llegar antes que él. Alicia se giró para comprobar que Fernando no había salido corriendo detrás de ella, le vio caminar despacio sin dejar de mirarla; sonrió pensando que eran muy distintos pero siempre encontraban puntos comunes. Se mordió el labio al recordar que en Madrid ella había pensado que no tenían mucho en común y que Fernando se aburriría llevando una vida normal; aunque le quiso casi desde el principio, en el fondo nunca le entendió del todo antes de volver a encontrarse con él. Fernando no había elegido tener que defender la República, tuvo que hacerlo frente al ataque del fascismo; habría llevado otra vida de no ser por la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la dictadura. Le esperó sin dejar de mirarle y cuando llegó hasta ella le abrazó fuerte, pocas veces se lo decía, pero ella también sentía que gracias a él habían formado su familia; pocos hombres habrían salido adelante después de tantos años dedicados a la lucha, después de haber perdido familia, amigos, amor, y sobre todo después de haber sobrevivido a un fusilamiento. Fernando cerró los ojos notando la presión del abrazo, sabía que venían días muy intensos y que les harían recordar muchas cosas pero no le preguntó nada, él nunca preguntaba, esperaba a que Alicia lo compartiese con él; caminaron abrazados el resto del camino. Cuando estaban llegando a los Jardines empezaron a oír voces conocidas, Alicia escondió la cara en el cuello de Fernando respirando su olor y ocultando las lágrimas de emoción; estaba segura que cenarían con sus amigos. Era casi como empezar a despedirse de la ciudad y de su familia de amigos; al final siempre estaban despidiéndose de las personas a las que querían, en París dejarían otra familia igual de importante que la que dejaron en España. Fernando la besó el pelo y llegaron abrazados hasta donde les esperaban sus amigos y sus hijos; Alicia empezó a recibir besos y abrazos mientras Fernando se quedaba en segundo plano junto a Ana. Roberto grabó esos momentos emocionado, la familia de amigos había ido creciendo con los años, eran demasiados en los Jardines y el alboroto era notable. Alicia agradeció a Grace las gestiones que estaba segura había hecho para poder cenar en los Jardines; apenas hizo caso de los regalos que le daban, prefería abrazarse a sus amigos, compartir miradas y bromas; no dejaba de buscar la mirada de Fernando y de sus hijos, cada año pensaba que no podía celebrar un cumpleaños mejor, pero los cuatro la sorprendían siempre.
La cena fue emotiva, llena de recuerdos pero también de planes, Antonio no dejaba de hablar de Marcelino, Fernando le miraba sonriendo, para él, esa amistad era casi un símbolo, Antonio y Marce se habían vuelto a ver, se habían podido abrazar, España estaba cambiando. Pierre parecía ausente, incluso más que Diane, no dejaba de mirarles, desde la muerte de Franco había sabido que, antes o después, sus amigos se irían, les sentía como su familia y le costaría no verles a diario, atendió a su hijo sonriendo, le habían puesto de nombre Fernando, como su tío. Fernando sentía a ese niño casi como un hijo, muchas veces Roberto bromeaba con que era su ojito derecho, él siempre contestaba divertido que en tal caso, sería el izquierdo, siempre izquierda; Alicia sentía lo mismo con respecto a sus amigos, aunque se sentía feliz porque a Liberto no dejarían de verle, llevaba ya unas semanas instalado en Madrid aunque ese día estaba en París para la celebración de su cumpleaños. Había entrado a trabajar en el bufete de un amigo de Mario, también a ella se lo había ofrecido en caso de volver, pero, llegado el caso, prefería montar su propio despacho. Roberto, Andrea y Ana no dejaron de atender a sus amigos y estar pendientes de sus padres, para ellos era importante esa cena, haber conseguido sorprenderles y notar su felicidad, los ojos de su madre que no dejaban de empañarse por la emoción, su padre que miraba a sus amigos y tragaba saliva; se lo merecían. Poco a poco sus amigos se fueron despidiendo, Alicia se emocionaba con cada abrazo mientras que Fernando intentaba mantener el tipo pero no podía; Grace se despidió diciéndole que quedaban más sorpresas en casa, la miró torciendo el gesto pero la dio un beso antes de dejarla ir. Alicia se abrazó a Fernando después de las despedidas, no era de verdad una despedida pero estaba cerca de serlo, hacía muchos años que no tenían que despedirse de nadie y eso les afectaba; por suerte, la espontaneidad de Andrea les sacó de ese estado, tenían que volver a casa porque el día aún no había acabado. Caminaron despacio cogidos de la mano pero abrazando a sus hijos, Andrea se abrazó a su padre; para él siempre sería su niña, al igual que Roberto y Ana, incluso cuando formasen sus propias familias. Alicia sonrió ante el abrazo de Roberto, le parecía increíble cómo había podido estar sola tantos años en Madrid, se acostumbró al silencio, a no tener a nadie con quien compartir un momento; hacía años que no le pasaba, Roberto era el que más atento estaba a todos, eso no había cambiado a pesar de que Ana se pareciese más a su padre. Ana sonrió al darse cuenta que su padre soltaba la mano de su madre para que ella estuviese al lado de los dos, negó con la cabeza, le besó y se quedó unos pasos por detrás de los cuatro; le encantaba observarles, disfrutó de la conversación de su madre sobre Saint Jean Pied de Port, sonrió sabiendo que Roberto se sentía orgulloso de haberlo planeado, había sido todo un acierto. Al llegar a su calle decidieron entrar a la cafetería, su amiga se había convertido en alguien indispensable en sus vidas, la iban a echar mucho de menos; Fernando les dejó sentados y fue a pedir un chocolate para todos, el día había sido caluroso, pero su mujer y sus hijos adoraban tomarse un chocolate caliente. Por suerte su amiga se pudo sentar con ellos, las anécdotas de su familia siempre amenizaban los ratos que pasaban en esa cafetería que era casi una extensión de su casa. Perdieron la noción del tiempo, en realidad, Alicia quería quedarse todo el tiempo allí, sentía que cada conversación con sus amigos podía ser la última, que pronto no podrían verse; esa sensación de urgencia hacía mucho que no la sentía. Fernando la besó suavemente sintiendo lo mismo, pero esa vez, las despedidas eran por volver a España, por recuperar su vida en su país, sentían la tristeza de dejar a su familia en París pero la ilusión de empezar en Madrid y que sus hijos disfrutasen de su país. Al llegar a casa sonrieron, sus hijos habían dejado todo preparado para poner un video, les hicieron sentarse en el sofá mientras ellos se quedaban de pie, Roberto proyectando la película y Andrea y Ana al lado del sofá.
-Esto no ha sido idea nuestra… Es de la tía Grace, no sé cómo lo habrá hecho, pero es increíble…
-Así que ya lo habéis visto.
Alicia se echó a reír ante la cara culpable de Roberto y Ana mientras Andrea sonreía sin sentir un ápice de culpabilidad, tenía que ser sorpresa para su madre, no para ellos; Fernando besó a Alicia y se acomodó en el sofá dejando que se apoyase sobre él. El video duró algo más de media hora, vieron muchos momentos, algunas reuniones con amigos, algunos momentos solo de ellos; muchas fotografías, Alicia había estado emocionada en todo momento, Fernando por un segundo recordó aquella vez que proyectaron el final de Maximiliano en la productora, quedaba tan lejos; pero terminó centrándose en el video y en Alicia. Andrea se encargó de volver a encender la luz cuando terminó el video, Alicia no podía hablar, por suerte Fernando era capaz de controlar una situación así, les hizo sentarse en el sofá a la espera de que Alicia se recompusiese. Se levantó y puso un poco de música, el disco preferido de Alicia, aunque lo puso en un volumen bajo, tenían una conversación pendiente y era muy importante. Alicia se frotó los ojos y agradeció el pañuelo que le tendió Roberto, Ana miró a su padre y supo que iban a hablar en ese momento de España.
-Tenemos algo que deciros…
Fernando se rascó el pelo ante la mirada de Ana, su hija ya lo sabía, Alicia les miró sin todavía darse cuenta de ello.
-Volvemos a España ¿no?
-No, Ana; –Alicia la miró seria pero con una sonrisa- no sin que estéis los tres de acuerdo. Nosotros queremos volver, creemos que es el momento de volver y que podemos vivir en Madrid los cinco sin temer nada, pero sólo si vosotros queréis.
-Nunca tomaríamos una decisión así sin que podáis ser parte de ella.
Roberto sonrió y abrazó a su padre, él no necesitaba decirles que no sólo estaba de acuerdo, sino que llevaba meses esperándolo; Andrea se entusiasmó hablando de conocer El Asturiano, El Retiro y algunos museos de los que le había hablado su madre. Ana no dejaba de mirarles sonriendo, Fernando tragó saliva esperando su respuesta, Alicia le cogió la mano casi suplicando que dijese qué le parecía; era consciente que sus padres dudaban que ella quisiese volver por sí misma.
-No sé por qué esas caras; yo también quiero volver, siempre he querido conocer Madrid y poder vivir en la ciudad por la que tanto luchasteis.
-Ana… -Fernando se frotó el cuello esperando no molestar a su hija- No queremos que lo aceptéis porque queráis darnos gusto; espera, –no la dejó interrumpirle- sé que tú también quieres conocer España, nuestro país, que te sientes española tanto como nosotros… Pero no estoy seguro que quieras vivir allí, nuestra lucha no tiene que ser un motivo para que quieras volver. No queremos que os sintáis obligados.
-¡Papá! –Ana se levantó y empezó a dar vueltas por el salón, Alicia estuvo a punto de echarse a reír, era la viva imagen de Fernando cuando se cabreaba- No sé por qué piensas que puedo sentirme obligada; quiero volver, aunque nunca haya estado allí, porque es mi país tanto como el vuestro. Soy española y no puedo por menos que reconocer todo lo que habéis luchado vosotros, como tantos hombres y mujeres españoles, por la libertad de España. Pero ésa no es la razón por la que quiero vivir allí, dejaré aquí muchas cosas, tantas como vosotros, lleváis aquí 16 años y no dudáis en volver porque es vuestro país ¿no? –se sentó entre medio de sus padres más calmada- También es el mío y quiero vivir en él.
Fernando se emocionó, la besó orgulloso, habían conseguido que sus hijos amasen España por ellos mismos y no sólo por ser la tierra de sus padres; Alicia la abrazó riendo y empezaron a hablar de cuándo volverían. Querían hacerlo cuanto antes, sentían que las despedidas ya habían empezado y no querían alargarlas demasiado, decidieron en ese momento que no venderían la casa, podrían necesitarla, sobre todo al principio, Alicia tenía que traspasar sus casos al despacho de Emile y quizás volver en unas semanas, Fernando tenía que encontrar a alguien que dirigiese la revista, aunque tenía bastante claro que Pierre era el indicado, esperaba que lo aceptase. Roberto suspiró pensando en Juliette pero terminó preguntándole a su madre cómo podrían continuar sus estudios en Madrid, el sistema educativo era distinto que en España pero Alicia iba a hacer las gestiones necesarias desde Francia antes de volver para que el curso siguiente pudiesen estudiar en Madrid. Todavía ninguno de sus hijos sabía qué estudiarían en el futuro, aunque Fernando tenía bastante claro que Andrea seguiría los pasos de su madre, era la única interesada por todos esos términos legales que a ellos les sonaban a chino. Fernando aprovechó que sus hijos querían recoger el salón para llevar a Alicia a la habitación y darle su regalo, Alicia cogió la caja nerviosa, todos los años la sorprendía con un pequeño regalo además de las sorpresas; siempre acertaba en la elección. Rasgó el papel con prisa, antes de abrir la cajita le miró sonriendo, al ver el colgante se quedó sin palabras; era una media luna unida a la Torre Eiffel, estaban grabados los nombres de los cinco en la Torre mientras que en la luna había grabado “16 años”. Le besó emocionada, tenían un último recuerdo de París, de su vida juntos; iban a empezar una nueva etapa pero nunca olvidarían esos años, esa ciudad que les permitió vivir su amor libremente y formar su familia.
Aquella noche durmieron los cinco juntos, Fernando se reía de la situación, hacía muchos años que no lo hacían, desde que crecieron cada uno durmió en su cama, pero recordaba tan bien aquellos momentos en los que Andrea y Ana eran apenas unos bebés y Roberto se empeñaba en dormir con ellas. Él terminó arrinconado en uno de los lados de la cama, Ana también pero en el lado contrario, Alicia les miró sonriendo, eran iguales aunque físicamente fuese la que menos se pareciese a Fernando; Roberto tampoco ocupó mucho espacio, fueron Alicia y Andrea las que durmieron más cómodamente aunque todos durmieron mejor que nunca. A la mañana siguiente, Alicia bromeó con Fernando, en el pasado habría estado la noche entera velándoles, Fernando se rascó el pelo pero Alicia se echó a reír besándole, esos tiempos habían quedado atrás, tenían una vida estable y, a partir de ese momento, la tendrían pero en su propio país.
La cena en el hotel está siendo divertida, Alicia y Fernando no dejan de recordar a Delmás y los buenos ratos que pasaron al principio de conocerle, Ana es la que más se ríe cuando su madre recuerda los comentarios de Fernando hacia el franchute mientras que Andrea pregunta si de verdad estaba celoso de Delmás, para ella no tiene sentido, los españoles son más guapos que los franceses, y sobre todo su padre. Todos se echan a reír ante el comentario de Andrea, Fernando le asegura que un poquito celoso sí estaba, no en vano Alicia le tuteaba; Alicia le tira un trozo de pan recordando el apuro que pasó cuando Delmás dijo delante de él que habían quedado en tutearse. Fernando cierra los ojos al notar el trozo de pan, si hubiesen estado solos, se habría levantado a hacerla cosquillas, a cambio, recuerda aquella vez que ella insinuó que se iba para que ninguna actriz se pusiese celosa al verle con ella; Ana y Roberto, como siempre, presencian esos intercambios divertidos mientras que Andrea intenta averiguar si hablan de verdad o sólo bromean. Fernando se queda un segundo callado cuando recuerda la última conversación con Antonio, durante todos esos años han llevado flores a Belle y a Andrea, algunas veces iban con sus familias, otras juntos los dos y otras solos; a partir de ahora será Antonio quien le ponga flores a Belle, como en el pasado fue Andrea. Respira hondo mirando a Roberto y recordando su insistencia para que le deje leer el libro, aprieta la mano de Alicia y la besa dispuesto a compartir con sus hijos lo que tanto le marcó en el pasado. Espera que sean capaces de entenderle, que no le vean como un monstruo, que no le vean como él mismo se vio durante mucho tiempo; termina la copa de vino y se pone derecho en la silla.
-Quiero compartir algo con vosotros… -Alicia le mira y sabe qué va a contarles, le aprieta la mano, ella siempre ha pensado que los tres lo entenderían- No es fácil, durante mucho tiempo no me lo perdoné, de hecho me marcó tanto como para no permitirme implicar a nadie en mi vida…
-¿Para no dejar que mamá huyese contigo?
Fernando sonríe sin poder evitarlo, Ana siempre hace las preguntas exactas, Andrea le mira sin saber qué puede querer contarles mientras Roberto empieza a atar cabos, tuvo que ser algo que pasó en Francia, algo con Belle, por eso su padre decidió por su madre en el pasado, para que ella no corriese peligro. Andrea se sienta sobre su padre preguntándole qué pasa, Fernando traga saliva y mira a Alicia, ella asiente mordiéndose el labio, está segura que sus hijos son capaces de hacer frente a esa confesión y Fernando se sentirá mejor compartiéndolo con ellos.
-Pasó durante la guerra, en Francia… -Roberto mira a su padre tranquilo, sin sonreír porque no es momento para ello, pero con una actitud serena, Andrea se abraza a él mientras Ana está deseando saber qué pasó- Tuvimos una misión realmente complicada, durante una fiesta nazi… Belle fue descubierta y…
-¿Fue cuando murió? –Roberto es tan analítico como su padre y antes de saber toda la información empieza a hacer conexiones sobre todo lo que sabe de ese tema- Y eso lo cuentas en el libro ¿verdad?
-Sí… Y no murió; ella… Me hizo prometer algo que tuve que cumplir, durante años no me lo perdoné, -Andrea le mira sin entenderle mientras que Roberto y Ana casi se imaginan cómo continúa la historia- ella quería morir rápido si algo salía mal y creía que no tendría valor para hacerlo ella misma así que…
Roberto suspira pensando en lo injusta que había sido con su padre, Belle podría haberse suicidado pero prefirió que Fernando la matase, porque está seguro que es eso lo que les va a contar su padre. Entiende que estaban en guerra, que el miedo hace que te comportes de una forma que nunca pensaste, pero en ese momento, la figura heroica que se había formado de Belle por todo lo que había oído hablar de ella, se transforma en alguien egoísta que no piensa en el cargo que le dejará al hombre que ama después de haberla matado. A Ana se le llenan los ojos de lágrimas pero evita que salgan, tuvo que ser horrible para los dos y su padre ha cargado con eso durante años, le aprieta la mano tragando saliva; Alicia intenta mantenerse al margen, es un momento de Fernando y de sus hijos, ha visto la reacción de Roberto y Ana y no puede estar más orgullosa, sabe que ellos ya se imaginan el resto de la historia, Andrea no, ella sigue a la expectativa.
-Me hizo prometer que si algo salía mal, yo la mataría, que no dejaría que la cogiesen con vida para torturarla… -Andrea abre mucho los ojos y se abraza a su padre escondiendo la mirada, no puede procesar la información que acaba de recibir; Roberto aprieta el hombro de su padre mirándole directamente mientras Ana le susurra cuánto le quiere- En ese momento intenté que aceptase una huida conjunta, que saliésemos corriendo los dos liándonos a tiros, lo que fuese… Pero me recordó que se lo había prometido, y con todo el dolor tuve que hacerlo; nunca olvidaré ese momento…
-¿Cómo pudo ser tan egoísta?
-No, Roberto, no fue egoísta; -Fernando se sorprende de la rabia con la que habla su hijo- la habrían torturado hasta el límite, habrían pasado días hasta que la dejasen morir… Yo no podía permitir eso.
-Pero pudo haberse suicidado, ¿no fue eso lo que hicieron Federico y Roberto?
-Roberto, -Alicia interviene al ver que Fernando no es capaz de reaccionar, le mira con los ojos muy abiertos mientras acaricia el pelo de Andrea, que sigue abrazada a él pero sin mirarle- no todos podemos actuar de la misma manera; suicidarse no tiene que ser fácil, Belle debía saberlo, incluso debía conocer sus límites porque se lo pidió a tu padre.
-Claro, ella conocía sus límites, pero no pensó cómo se quedaría papá después de hacerlo.
-Hijo, no puedes juzgar a Belle; –intenta no ser muy duro con su hijo, pero no le gusta nada esa actitud con respecto a Belle- en momentos así nadie sabe cómo va a actuar… Y sí, es cierto que tardé mucho en superarlo; pero no es culpa suya, es culpa del fascismo, Belle luchaba contra ello, al igual que mamá o yo.
Roberto decide no insistir, pero su opinión sobre Belle no cambia, quiere abrazar a su padre pero Andrea sigue abrazada a él todavía sin mirarle, Ana le da un beso diciéndole lo valiente que le parece; Alicia sonríe porque se esperaba esa reacción de sus hijos, no la reacción de Roberto sobre Belle, pero sí que entendiesen el dolor de su padre. Andrea se separa y le mira llorando, Fernando traga saliva pensando que ella no puede entenderlo, le limpia las lágrimas esperando que diga algo.
-Papá, yo…
Se echa a llorar sin poder evitarlo, intenta calmarse pero habla entre hipidos por los lloros; Alicia se levanta y la acaricia el pelo diciendo que todo eso pasó hace mucho tiempo.
-Lo sé, pero papá…
-Hija, lo siento –la besa intentando no llorar, no quiere darle pena- tiene que ser horrible pensar que tu padre puede llegar a hacer algo así…
-¡No! –le abraza y le besa repetidas veces- No es eso, te quiero y esto no cambia nada, sólo… No puedo imaginarme todo lo que has sufrido, y pienso en todas las veces que has jugado con nosotros, que mamá y tú habéis reído juntos… Eres el mejor padre del mundo y el más fuerte.
Vuelve abrazarse a él consiguiendo que todos se emocionen, Fernando la abraza más fuerte enternecido, no se esperaba eso de Andrea, es la más inocente de sus hijos y pensó que quizás no podría soportar pensar que su padre había matado a alguien a quien quería. Cuando Andrea se calma un poco, Roberto le pide que se levante, quiere abrazar a su padre, Fernando se emociona ante ese abrazo, desde que tuvo por primera vez a Roberto en sus brazos había pensado lo difícil que sería compartir con él y sus futuros hijos todo su pasado. Se siente ligero al ver la reacción de los tres, reacciones muy distintas pero con algo en común, el amor hacia él, la comprensión ante lo que tuvo que pasar; Ana le abraza diciéndole que le quiere muchísimo, tanto como a su madre y termina diciendo que les admira a los dos. Alicia se levanta emocionada, besa a sus hijos y se abraza a Fernando susurrándole que ella siempre supo que reaccionarían así. Deciden subir a la azotea del hotel, no es muy tarde pero el día ha sido tan intenso que todos se sienten cansados, desde allí pueden ver todo Madrid iluminado, Alicia y Fernando señalan algunos puntos que conocen, después de la confesión que acaba de hacerles a sus hijos, se siente en paz, besa a Alicia recordándole que mañana también tienen mucho que hacer; sus hijos sonríen pensando en conocer a la prima Mati, además, pasarán la tarde conociendo Madrid, los distintos barrios, visitarán algún museo… Roberto se fija en sus padres, a pesar del momento difícil de hace unos minutos, nota cómo se miran ilusionados, están en España, todavía quedan muchas cosas que cambiar, pero han vuelto para quedarse. Deciden dejarles solos, les dan las buenas noches y Andrea vuelve a abrazarse a su padre diciéndole cuánto le quiere; Fernando le dice a Roberto que en la maleta hay un ejemplar del libro, le deja una de las llaves de su habitación para que pueda cogerlo y leerlo esa noche si quiere. Al quedarse solos, Alicia se abraza a él y le besa el cuello.
-Mi amor, estamos aquí, es real…
-Sí, pero todavía hay mucho miedo.
-Claro, tiene que haberlo, han sido muchos años de dictadura… No he dejado de pensar en mi padre, cuando volvimos juntos noté que Madrid era una ciudad muy triste, nadie se miraba a los ojos, él decía que yo les devolvería la sonrisa.
-Y así fue, al menos conmigo; –sonríe y la besa recordando el momento en que se conocieron- no podía dejar de pensar en tu sonrisa, esa risa que retumbaba en mi cabeza aunque yo no quisiera…
-Eres un exagerado. –sonríe y le besa la mano- Aunque la situación es muy distinta, creo que hay todavía algo de eso… No es como entonces, no pienso que sea una ciudad triste y gris, pero sí he notado cierto miedo en el ambiente, todavía la gente habla en voz baja… Pero todo eso va a cambiar, estoy segura.
Fernando vuelve a besarla y se quedan mirando a la luna durante un momento, él no deja de pensar que algo pueda torcerse, que al registrarse en el hotel hayan enviado sus nombres a la comisaría y se presenten por la noche a por él… Respira hondo y sonríe cuando Alicia señala un punto lejano, es imposible que entre tantos tejados vean El Asturiano, pero Alicia así lo siente. Comparten un cigarro mientras hablan de los planes que tienen, lo primordial para ellos es que sus hijos se sientan a gusto y encontrar una casa para poder vivir los cinco, a Fernando le gustaría que fuese cerca de la plaza, poder desayunar en El Asturiano todos juntos antes de que sus hijos se fuesen a clase y ellos a su trabajo… Alicia apaga el cigarro y empieza a besarle intensamente, tienen muchos planes para el futuro y los cumplirán todos porque por fin están de vuelta, siempre supieron que volverían y ya lo han hecho, pero los planes serán mañana. Ahora sólo pueden pensar que están juntos en Madrid, como 28 años atrás; bajan las escaleras entre risas y besos, les da igual que otros huéspedes les oigan, por fin están juntos en su ciudad, son felices y no les importa nada más. Al llegar a la habitación, Fernando coge a Alicia en brazos y abre la puerta cerrándola tras ellos, la lleva hasta la cama y la posa para empezar a desnudarla, Alicia se incorpora y empieza a desabrocharle la camisa.
-Te amo Fernando, te amo, te amo, te amo.
Por cada te amo le da un beso, Fernando se echa a reír y la besa intensamente; están en Madrid, han conseguido que sus hijos recuperen su país y sus raíces, y están juntos, ambos tienen cierta sensación de miedo, pero estando juntos no les va a pasar nada, nunca les ha pasado nada. Fernando se incorpora al oír unos pasos firmes fuera, Alicia ve una expresión en su cara que hacía mucho que no veía; vuelve a besarle diciendo que no pasa nada, Fernando se tumba en la cama y la abraza.
-Lo siento, creo que me costará acostumbrare a estar aquí sin preocuparme por la seguridad…
-Si no fuese así, -sonríe mirándole intentando transmitirle tranquilidad- no serías tú. Confía en mí, mi amor, no va a pasar nada, y pronto podré llamarte Fernando Solís delante de todo el mundo.
Fernando sonríe y la besa despacio, tienen mucho que hacer, todavía no ha recuperado su identidad, tienen que buscar un hogar en Madrid, algunos reencuentros, que sus hijos se sientan en casa… Pero ese momento es sólo de ellos, vuelven a vivir su amor en Madrid y eso es lo importante; Alicia sonríe y le acaricia el pelo cerrando los ojos. Por un segundo recuerda el momento en que Fernando le dijo cómo quería morir; estuvo a punto de morir de pie y con los ojos abiertos, pero ahora está segura que, dentro de muchos años, morirá con ella en la cama. Pero eso será dentro de muchísimo tiempo, tienen todavía toda la vida por delante para ser felices en su país y luchar por hacer justicia; vuelve a besarle y aparca cualquier pensamiento que no sea amarle.
FIN