|
|
|
Fernando Solís & Alicia Peña |
|
|
|
|
|
|
|
Julio de 1962 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Principios de julio de 1962
Estaban sentados en la sala de espera, Fernando miró una vez más el reloj, era el único gesto que dejaba ver sus nervios, Alicia le miró y sonrió mientras jugaba con la alianza, sabía que no estaba relajado y le gustó ver ese gesto casi involuntario. Hacía unos veinte minutos que debían haberles atendido, Fernando evitó mirar el reloj unos segundos después de haberle mirado, y se centró en Roberto. Estaba especialmente tranquilo esa mañana, como si supiese la importancia de esa visita al médico, no había protestado por la falta de juguetes o atención; le dio un sonajero y se echó a reír al escuchar el suave sonido que hacía su hijo al agitarlo suavemente. Alicia les contemplaba pensando que, pasase lo que pasase, estaban juntos, podrían volver a ser padres en cualquier momento y serían muy felices, pero Roberto ya les hacía felices; si les tenía a ellos dos en su vida, no necesitaba nada más. Fernando se giró para mirar a su mujer, al ver esa mirada emocionada sintió paz, daba igual lo que les dijese el doctor, tenían todo el tiempo del mundo por delante, habían pasado por muchas cosas, muchos años que habían perdido, pero en ese momento sólo importaba que estaban juntos, que habían formado una familia. Cogió la mano de Alicia y la apretó, se miraron sin hablar, no necesitaban decirse nada en aquel momento; sólo rompió el silencio una suave risa de Roberto, que seguía moviendo el sonajero aunque mucho más despacio que otras veces. Alicia transmitía una serenidad que no sentía, forzaba la sonrisa y notaba que las manos le sudaban. Veía a Fernando mirando a Roberto sintiendo que le faltaba el aire, verbalizaba que no pasaba nada si no estaba embarazada pero se mentía a sí misma, lo deseaba con todas sus fuerzas. Esa semana había pasado mucho más lenta para ella que para él, el volumen de trabajo era menor, los casos no conllevaban una gran carga de trabajo, sin embargo, le preocupaba el cansancio que transmitía Fernando. Por las mañanas notaba cómo suspiraba al sonar el despertador, las llamadas desde la revista eran una mezcla entre ansiedad de volver a casa e ilusión por cómo se desarrollaba la revista. Lo peor habían sido las tardes cuando Roberto se dormía y divagaba por la casa un poco perdida. Su mente regresó en el momento exacto en el que se abrió la puerta, Fernando iba a parar a una enfermera cuando el médico salió de la consulta y les hizo pasar, lejos de tranquilizarse, entrar en la consulta le puso más nervioso. Al incorporarse, Alicia apoyó la mano en la silla para impulsarse con cuidado, fue un acto reflejo que pasó inadvertido para Fernando, pendiente de un Roberto expectante mientras descubría más cosas de la consulta. Besó el pelo de su hijo antes de entrar a la consulta, podía escuchar los suspiros de Fernando sabiendo que acaba de pensar en cómo él no estaba presente mientras le comunicaban el embarazo de su hijo.
La tarde anterior
Fernando había entrado al despacho de Antoine para pedirle libre el día siguiente, quería acompañar a su mujer al médico. Sonrió al notar que su jefe no ponía ningún problema, era una de las cosas que más valoraba, podría meter muchas horas, acabar harto del trabajo de más; pero si necesitaba faltar por algo importante, por su familia, Antoine nunca ponía pegas. El problema era que en ese momento tenían trabajo atrasado para llegar a tiempo de la publicación del suplemento, así que esa tarde tuvo que quedarse a adelantar lo del día siguiente. Tuvo que respirar hondo, Alicia acudiría aquella tarde para hacerse la prueba, los resultados se los darían a la mañana siguiente; la llamó todavía pensando en largarse de allí. Alicia le tranquilizó, sólo era la prueba, estaría allí apenas unos minutos y no sabrían nada hasta el día siguiente, se despidió de ella deseando estar ya en casa. Alicia dio un suave beso a Roberto, que acababa de terminarse su papilla, y se despidió de Diane diciéndole que volvería pronto. Llegó a la consulta un poco nerviosa, sabía que no conocería el resultado en ese momento, pero para ella era casi como una confirmación de estar embarazada, al menos de poder estarlo. Unos minutos después ya estaba fuera, el doctor se había alegrado de verla, le dio cita para el día siguiente y aprovechó para darle cita también para Roberto y así adelantaban su próxima revisión. Alicia había sonreído cuando el médico le dijo que llevase a Roberto, no estaba segura de hacerlo, quería tenerle allí con ellos, pero a la vez pensaba que podría ponerse a llorar o a jugar y no ser adecuado llevarlo. No podía esperar a llegar a casa para hablar con Fernando, entró en una cafetería, pidió un chocolate y llamó a la redacción. Fernando dejó la documentación que tenía en las manos y se centró en su mujer, estuvieron unos minutos hablando, Pierre le miraba sonriendo, Fernando parecía no estar allí. Realmente, no estaba allí, en su cabeza pudo ver a Alicia entrar en la consulta, sonreír al médico mientras le decía que estaba deseando hacerse la prueba… Fue la misma Alicia la que le hizo regresar al presente preguntándole qué tal el trabajo, Fernando se echó a reír dándose cuenta de la mirada de Pierre; antes de despedirse, le aseguró que acabaría cuanto antes para llegar a casa y abrazarla. Cuando colgó se acercó a la mesa de Jean y se centraron en terminar la parte atrasada, Jean se dio cuenta que Fernando quería acabar cuanto antes.
Alicia se tomó el chocolate mientras se llevaba una mano al vientre, suspiró pensando lo larga que se le iba a hacer la noche hasta que regresase a la consulta. Caminó despacio hasta casa, le apetecía pasar el resto de tarde con Fernando, pensó que si se lo hubiese dicho habría salido en ese momento de la redacción dejando plantado a Antoine, el suplemento y todo lo que fuese necesario. Sonrió ante esa idea, tenía claro que para Fernando lo más importante era estar con ellos, podría trabajar de cualquier cosa con tal de poder pasar el máximo de tiempo en casa. Al llegar, Diane le preguntó cómo le había ido, le vino bien tomar un té con ella y contarle lo que había sentido y las ganas que tenía que llegase la hora de volver.
Fernando ordenó la mesa mientras se levantaba, había terminado por fin aquel día, miró el reloj, eran más de las nueve, cruzó una mirada con Jean, quien todavía se quedaría un rato preparando lo que le enseñarían al día siguiente a su jefe.
-Jean, no te quedes mucho, si no lo terminas, lo haces mañana, seguro que Antoine llega a media mañana…
Jean se echó a reír mientras le despedía con un suave apretón del hombro, bajó las escaleras de dos en dos, a medio camino se dio cuenta que había dejado la chaqueta en el despacho, se miró la camisa remangada y no pudo más que reírse mientras apretaba el paso. No pensaba volver a por la chaqueta, quería llegar a casa cuanto antes; paró en la cafetería para pedir los bombones preferidos de Alicia, además le pidió a su amiga que le pusiese para llevar unos pinchos, no tenía ganas de cocinar, estaba seguro que Alicia tampoco había cocinado, esperaba que Diane no se hubiese molestado en hacerlo. Al llegar al portal se dio cuenta que las llaves se habían quedado en la chaqueta, se echó a reír y justo cuando iba a llamar a casa, apareció su vecina de al lado, la saludó y se apresuró a entrar; subió en ascensor, respiró hondo pensando que no debía mostrar tanta alegría ni mucho menos su impaciencia. Estaba seguro que Alicia estaba muy expectante, debía controlar esa emoción, les quedaban horas hasta saber si de verdad iban a ser padres otra vez y, si era así, les quedaban meses para tenerle en sus brazos. Llamó suavemente al timbre, Alicia estaba sola, Diane se había ido hacía casi una hora; había aprovechado para ordenar el salón, aunque en ese momento estaba sentada leyendo unos documentos sobre un nuevo caso. Roberto estaba tranquilo jugando con un peluche en la manta, de vez en cuando intentaba gatear por todo el salón ante la mirada divertida de Alicia. Al oír el timbre se levantó despacio, era tarde para visitas, cuando abrió sonrió y le abrazó sin percatarse de las bolsas que tenía en las manos. Fernando trató de abrazarla sin llegar a hacerlo del todo por las bolsas, se separó lentamente para cerrar la puerta y dejar las bolsas sobre la mesa.
-Fernando ¿has venido así?
-Sí –se echó a reír mientras volvía a abrazarla, esa vez ya del todo, y respiraba su olor- tenía tantas ganas de volver que me olvidé de coger la chaqueta, por eso he tenido que llamar…
Alicia le besó mientras le abrazaba fuerte, sólo su hijo consiguió que se separasen, Fernando le cogió en brazos y le besó en la nariz.
-¿Qué has comprado? –Alicia empezó a rebuscar en las bolsas- ¡Bombones!
-Sí, los que te gustan… Pero antes tenemos que cenar Alicia.
-Sí, los tres tenemos que cenar –le miró preocupada, Fernando llevaba semanas comiendo a deshoras y muy poco- ¿pongo la mesa mientras te das un baño?
-Está bien –sonrió sabiendo que Alicia tenía razón, normalmente era ella la descuidada, pero desde que llevaba el suplemento él había adoptado esa postura siendo ella la que más controlaba los horarios de la comida- pero de paso baño también a Roberto, así cenamos los tres tranquilos…
Alicia les besó antes de ver cómo entraban al baño; sonrió pensando que si estaba embarazada, Fernando volvería a ser quien controlase todo, estaba segura que no bajaría la guardia ni un segundo por mucho trabajo que tuviese. Cuando sacó todo lo que había traído, se dio cuenta que Fernando había comprado comida de sobra; mientras esperaba decidió empezar los bombones.
Fernando disfrutó del baño con su hijo, llevaba mal perderse tantos momentos con él, echaba de menos a Alicia, pero Roberto era distinto, sentía que se perdía una parte de su vida, de su infancia. Antes de que se enfriase el agua salió con Roberto en brazos, le secó con cuidado y se secó él, salieron del baño los dos en pijama, Alicia sonrió al verles tan relajados. Fernando miró la caja de bombones y se echó a reír aunque intentó mirarla con reproche, cosa que no consiguió, Alicia se acercó a besarle, Fernando sentó a Roberto en la trona y se sentó al lado de él haciendo que Alicia se sentase al otro lado. Cenaron sin hablar de la prueba ni de la mañana siguiente, Roberto centró su atención, Fernando cenaba mientras le daba el puré, Alicia bromeó sobre lo delgado que estaba, él se echó a reír al notar que sólo se había permitido decirlo porque lo decía en forma de broma.
-Alicia, prometo cuidarme más –la besó dulcemente- a partir de ahora volveré a ser el marido controlador y neurótico; ¡no nos saltaremos ni una comida!
Alicia soltó una carcajada, le besó el cuello mientras Fernando volvía a atender a un Roberto que cada vez comía más. Alicia se sentó sobre él y empezó a saborear los bombones, en unos minutos, apenas quedaban.
-¡Alicia! Pero si casi no me has dejado ninguno…
Le miró disimulando con cara de niña, cogió un bombón y se lo dio en la boca mientras le besaba, Fernando se separó lentamente, le besó el pelo y empezó a acariciarle la cintura.
-Alicia… -evitó mirarla concentrándose en su hijo- Siento no haber ido esta tarde contigo pero…
-Fernando –le interrumpió con un tono firme y giró su cara para que la mirase- tenías que trabajar, sólo he estado allí unos minutos, no te has perdido nada y no me pasa nada porque vaya sola. –Fernando la besó, seguía pensando que debería haberla acompañado- Por cierto, me ha dado cita también para Roberto, así adelantamos la siguiente revisión y podemos llevarle con nosotros.
-Bien porque sea lo que sea, me apetece pasar el día fuera, hace tiempo que no paseamos por los Jardines de Luxemburgo.
-¡Sí! Además ahora estarán preciosos y hace tan buen tiempo…
Fernando la besó una vez más y se levantó para recoger, Alicia cogió en brazos a Roberto y se sentó en el sofá, le miraba mientras iba y venía; a veces todavía le parecía mentira estar allí con ellos dos, tener su propia familia, haberse reencontrado con Fernando. Verle atenderles a los dos con el mayor de los cuidados hacía que se plantease cómo sería su vida si no le hubiese conocido, si no se hubiesen reencontrado o si ella no hubiese vencido su miedo y no hubiese llegado a tiempo al despacho de Bonilla. Fernando se quedó unos segundos mirándola, ella se levantó despacio con Roberto en brazos, cada vez pesaba más y era más difícil mantenerle en brazos durante mucho rato, se acercó despacio a él y le susurró lo feliz que era por tenerles a los dos. Fernando la abrazó emocionado, besó a Roberto y volvió a la cocina para terminar de fregar. Alicia se sentó en la mecedora y cerró los ojos balanceándose para dormir a Roberto, de fondo escuchaba el agua y a Fernando fregar.
Mientras terminaba de fregar los platos, pensó en lo larga que se les iba a hacer la noche, sabía que si no estaba embarazada no pasaba nada, tenían toda la vida por delante, de hecho, lo peor era esperar, no saberlo hasta el día siguiente. Sonrió al recordar el momento en que supo que iba a ser padre, la felicidad que sintió en aquel momento era difícil de explicar, pensar que iba a nacer un niño fruto de su amor, de Alicia y de él...
La emoción de aquel día era difícil de olvidar, pero a partir de ese día, vivió momentos igual de intensos o incluso más, llegar a París, poder hacer realidad los planes que nunca se había permitido soñar con Alicia, empezar a organizar su casa, de los dos, y el nacimiento de Roberto… Se secó las manos sin dejar de sonreír, al llegar a la habitación, Roberto ya estaba dormido, vio a Alicia con los ojos cerrados pero sabía que no estaba dormida, aquella noche le costaría dormir. Alicia se levantó despacio y dejó a Roberto en la cuna, entrecerraron la puerta y se sentaron en el sofá, Alicia apoyó la cabeza en el regazo de Fernando, ya era tarde pero si se iban a la cama sabían que no dejarían de dar vueltas. Fernando empezó a acariciarle el pelo, en esos momentos le parecía más frágil que nunca, se giró para mirarle a los ojos.
-Fernando, pase lo que pase…
-Alicia, da igual si estás embarazada o no, da igual porque estamos juntos, porque nos queremos y porque tenemos todo el tiempo del mundo.
Alicia sonrió emocionada, se mordió el labio evitando decir que no tenían todo el tiempo del mundo, realmente no eran unos niños. Pero se quitó esa idea de la cabeza, se incorporó para besarle, notó la reticencia de Fernando pero poco a poco la fue venciendo y terminaron haciendo el amor en el sofá, recreándose con cada caricia. Alicia cerró los ojos pensando que nunca había sido tan feliz, un nuevo beso de Fernando hizo que dejase de pensar en otra cosa que no fuese sentirle.
Alicia descansaba sobre Fernando, tuvo el impulso de fumar, pero por suerte llevaba días sin tener la pitillera a la vista, Fernando evitaba fumar delante de ella. Fernando intentó acomodarse, Alicia se removió sin dejar de abrazarle.
-Alicia, deberíamos ir a la cama, aunque no podamos dormir estaremos más cómodos…
Alicia soltó una carcajada y Fernando tuvo que soportar las bromas de su mujer sobre lo cómodo que se había vuelto. Apagó las luces mientras Alicia llevaba la cuna a la habitación, no durmieron en toda la noche, permanecieron abrazados, pensando en el futuro pero recordando muchos momentos juntos y separados. Incluso los recuerdos dolorosos era más llevaderos cuando los compartían, todo era más fácil si estaban juntos; velaron el sueño de su hijo sin dejar de hablar entre susurros.
Antes de amanecer ya se habían levantado, prepararon juntos el desayuno, a Alicia no le apetecía nada dulce, puso mala cara ante el brioche que estaba comiendo Fernando, finalmente terminó desayunando una tortilla francesa y un té. Fernando la miraba divertido y casi sin atreverse a decir lo que habían pensado los dos; los brioches le encantaban y esa manía repentina tendría que ser por algo… Roberto se despertó justo cuando iban a empezar a prepararse, Fernando le dio el biberón mientras Alicia se duchaba y preparaba. Decidió estrenar un vestido, si estaba embarazada pronto tendría que comprar ropa pre-mamá, sonrió pensando que volvería a usar la ropa que usaba en los primeros meses en París. Fernando veía comer a su hijo y no podía dejar de pensar en darle un hermanito, en que creciese compartiendo juegos y risas; cuando terminó le cambió y, antes de que Alicia saliese, Roberto ya estaba listo para salir. Iba a soltar un comentario sobre su tardanza cuando la escuchó salir, pero al girarse no pudo decir nada, le parecía increíble llegar a verla más guapa cada día. Se acercó a besarla, empezó por el cuello para terminar besándola lentamente en los labios, Alicia se estremeció pero se separó lentamente, le vio irse a cambiar y sonrió. Fernando tardó menos que nunca, ni se fijó en la ropa que se ponía; cuando salió, Alicia ya había cogido el bolso y estaba cerca de la puerta con las manos en la silla de Roberto. La besó y abrió la puerta, en el ascensor no dejaron de mirarse pero sin hablar, el camino lo hicieron también en silencio, Fernando llevaba la silla con un Roberto tranquilo y Alicia iba agarrada a él y sólo se paraba para besarle.
Fernando dejó que Alicia se sentase, se sentó junto a ella y le acarició la rodilla mientras el doctor le hacía unas preguntas rutinarias. Fernando se frotó las manos nervioso, había sentado a Roberto sobre él, con la mano libre apretó la mano de Alicia, el médico les había dejado solos mientras iba a recoger los resultados. Fernando estuvo a punto de preguntarle qué clase de médico tardaba casi media hora en atender a una paciente y encima no tenía preparada la consulta, se contuvo porque realmente era muy amable con ellos y sabía que Alicia se sentía cómoda ante aquel hombre. Besó su mano pensando que lo que más nervioso le ponía era no saber, que le hiciesen esperar cuando se trataba de Alicia; ella le miró sonriendo, desde que se había sentado estaba tranquila, en unos minutos lo sabrían. Cuando el doctor regresó, Fernando le miró entrecerrando los ojos, vio que traía el sobre todavía cerrado, lo que le desesperó más; Alicia le apretó la mano y le miró a los ojos sonriendo, ella estaba tranquila. Respiró hondo mientras veía cómo el doctor se sentaba y empezaba a abrir el sobre de los resultados; besó a su hijo y apretó la mano de Alicia sin dejar de mirarla.
-Alicia –Fernando tragó saliva al escucharle, pero no le miraba, estaba centrado en su mujer, ella sí miraba al doctor- enhorabuena, está embarazada.
Alicia giró su mirada, vio la mirada emocionada de su marido y se echó a reír feliz, cogió a su hijo y besó a Fernando.
Él correspondió al beso y la abrazó, se separó despacio al ser consciente que seguían en la consulta, se enjugó las lágrimas pero no dejó de acariciar la mano de Alicia mientras volvían a mirar al doctor.
-Enhorabuena a los dos –sonreía al ver la felicidad de ellos- ahora nos ocuparemos del pequeño –se levantó para coger a Roberto-, la última vez que le vi no paraba de llorar, ahora parece que no hay niño.
-No se crea, es como si supiese que pasa algo importante –Alicia hablaba con voz cantarina- porque normalmente es un pequeño terremoto.
Fernando se levantó para no perder de vista a su hijo mientras le pesaban y le hacían la revisión; Alicia respiró hondo, se llevó la mano al vientre y se levantó despacio para ponerse junto a Fernando. La abrazó atrayéndola hacia él, posó su mano sobre la de ella y la acarició, susurró en el oído de Alicia lo feliz que era gracias a ella. No dejaron de mirar a su hijo, contestaban las preguntas del doctor casi de forma automática, tenían muchas ganas de salir de allí y poder pasar el día los tres juntos; al ver que seguía revisando a Roberto, Fernando tuvo un momento de miedo, intentó no moverse porque Alicia lo notaría, pero estaba preocupado porque le pasase algo a su hijo. Tras unos minutos que se le hicieron eternos, por fin el doctor dejó a Roberto en sus brazos y él terminó de vestirle; todo estaba bien, de hecho les dijo que Roberto medía y pesaba algo más que la media. Les dio cita para el mes siguiente, Alicia suspiró resignada cuando Fernando le preguntó si ella tendría que tener cuidado, si tendría que guardar reposo o tener algún tipo de atención especial… Le miró exasperada, cuando estaba embarazada de Roberto habían huido y no le había pasado nada, no entendía que ahora saliese con eso. Pensó que probablemente hubiese pasado lo mismo si con Roberto se hubiese enterado en el médico y no porque ella se lo dijese cuando ya estaba segura. El doctor tuvo paciencia con Fernando y les dio algunas indicaciones aunque asegurándoles que no había ningún problema y que dentro de un mes volverían a verse. Fernando colocó a Roberto en la silla y abrió la puerta de la consulta cediéndole el paso a Alicia, salió detrás de ella, ya en la calle la miraba sin saber qué decir. Alicia salió de la consulta pensando en la impresión del médico, la forma de agarrar la silla de Fernando, la alegría no contenida que habían derrochado chocaba con el Fernando opaco que había conocido.
-Fernando… -le abrazó mientras empezaban a caminar- Vamos a volver a ser padres, -se frenó para agacharse junto a su hijo- mi niño, vas a tener un hermanito, o una hermanita…
Roberto sonrió y llevó sus manos al pelo de Alicia para enredar los dedos en él, Fernando les observaba emocionado, le costó que su hijo soltase el pelo para poder incorporarse. Fernando se agachó para pasar los dedos por el pelo de su hijo, estaba completamente despeinado y se acordó que debían llevarlo a la peluquería. Le besó la mejilla intentando imaginar a su futuro hijo o futura hija pero, en ese momento, lo más importante era que Alicia estuviera bien.
-Es… Maravilloso –no le salían las palabras- Alicia, te amo.
Alicia le besó feliz, al separarse gritó lo feliz que era, Fernando se echó a reír intentando que dejase de gritar, su hijo se reía también a carcajadas, sacó la cámara de la bolsa de Roberto y les sacó una foto, a él también le apetecía gritar, que el mundo entero se enterase de lo felices que eran por volver a ser padres. Le pidió a una señora que les sacase una foto, cogió a Roberto y abrazó a Alicia, posaron felices y emocionados. Alicia estuvo a punto de echar a correr pero pensó en la cara que pondría Fernando y se contuvo aunque le costó mucho, le apetecía mucho saltar, correr, gritar, no podía ser más feliz. Fernando la abrazó con Roberto en brazos, se quedaron así unos minutos, tantos que llegaron a sentir que el mundo se había parado sólo para que ellos pudiesen celebrar su felicidad. Se separó lentamente de Alicia y se echó a reír al comprobar que entorpecían el paso de los demás, antes de sentar a Roberto en la silla, pasó la mano por la mejilla de Alicia, ella no era consciente, pero algunas lágrimas habían mojado sus mejillas. Empezaron a caminar sin saber muy bien a donde iban, en realidad no les importaba, Alicia se abrazó a él casi acoplándose, como si fuesen uno; Roberto, ya más animado, iba jugando con un sonajero. Fernando cerró los ojos un segundo respirando el olor de Alicia, pensó que le hubiese gustado estar presente cuando Alicia se enteró de su primer embarazo, se quitó inmediatamente esa idea de la cabeza, no era momento para pensar en el pasado.
-Alicia… El otro día me enteré por casualidad –iban caminando despacio, la miró de reojo mientras manejaba la silla del niño- pero no te dije nada porque, bueno, porque no queríamos dar por hecho el embarazo…
Alicia levantó un segundo la vista, el tono de Fernando era casi de culpabilidad, pero su mirada no lo expresaba, sonrió emocionada al notar la felicidad de Fernando.
-Bueno, sea lo que sea, puedes decírmelo.
Alicia torció el gesto al ver cómo se rascaba la mandíbula, intentó ser paciente para que arrancara con el motivo que le tenía tan pensativo, a ella le costaba no ponerse a gritar en medio de la calle al igual que volvía a coger ese tic de ponerse la mano constantemente en el vientre cómo símbolo de protección y cariño.
-Cuando volvía a casa escuché a uno de los vecinos del portal de al lado, han puesto el bajo en alquiler, no es muy grande, pero tiene tres habitaciones, incluso un pequeño patio en la parte de atrás… No tendríamos que irnos del barrio y el precio es asequible…
-¡Hasta sabes el precio!
-Alicia, no quiero que pienses que lo he decidido, que no quería consultarlo contigo… Simplemente quería esperar porque…
-¡Fernando! –se frenó y le miró con ternura- Deja de justificarte, ninguno de los dos queríamos hacer planes pensando en un nuevo hijo porque no estábamos seguros, ahora sí lo estamos. Es ahora cuando tenemos que hablarlo y es lo que estás haciendo ¿no? –Fernando respiró aliviado, había estado tentando de contárselo unos días antes, pero era cierto que ninguno de los dos había hecho planes más allá de la prueba que lo confirmase- Me encanta que estés en todo, en el tamaño de la casa, que sea el mismo barrio, no muy cara… Eres perfecto.
-No, Alicia, tú sí que eres perfecta y haces que lo sea nuestra vida.
Sonrieron emocionados, por suerte, su hijo estaba ajeno a tanta emoción y reclamó su atención tirando el sonajero; Fernando había respirado tranquilo al ver que Alicia estaba de acuerdo en el tema de la casa hasta que el golpe del sonajero contra el suelo le devolvió al momento presente. Se echó a reír mientras se agachaba a recogerlo.
-Roberto, no puedes tirar así las cosas –le arropó sabiendo que en unos minutos volvería a destaparse, guardó el sonajero, posó en sus manos un peluche y se incorporó reanudando el camino- Podemos ir a preguntar por el bajo y concertar una cita para verle esta tarde, pasamos la mañana paseando, podemos ir a los Jardines…
-¿Ves? Si es que piensas hasta el más mínimo detalle.
Alicia pensó en todas las cartas que debía escribir y las ganas de poder llamar a Inés por teléfono para, además de escuchar su voz, que fuera la segunda persona en saber que estaba de nuevo embarazada. Le besó y se abrazó más a él mientras ponían rumbo hacia su calle, precisamente iba pensando en su calle, su barrio, sus vecinos; llevaba unos días pensando que no quería irse de allí, estaban a gusto y les había costado muchos años llegar a tener un hogar. Pensó en su casa, la habitación de Roberto, su habitación… Le daba pena tener que mudarse, en esa casa habían vivido muchísimas cosas, el comienzo de su vida juntos, de su matrimonio, el comienzo de su vida como padres. Sonrió pensando que la razón por la que dejaban su casa valía la pena, era lo único que le importaba, Roberto, Fernando y el bebé que estaba en camino. En menos de media hora habían llegado a su calle, pasaron al lado de su portal y no pudieron evitar mirarle casi con nostalgia. Vieron salir a sus dos vecinos con sus padres, los niños echaron a correr en cuanto salieron mientras los padres les miraban resignados, les saludaron y se agacharon para hacer alguna carantoña Roberto, que les recibió con una carcajada. Mientras saludaban a sus vecinos, Fernando se dio cuenta que Alicia no paraba de acariciarse el abdomen, sonrió pensando que en breve sería un secreto a voces en su entorno. Cuando llegaron al portal de al lado, Alicia se mordió el labio y se llevó la mano al vientre, Fernando la besó el pelo pensando lo que les iba a costar dejar su casa por mucho que se mudasen sólo unos metros.
-Alicia, si quieres podemos dejarlo para otro día, no hace falta que lo hagamos justo hoy, podemos simplemente celebrar la buena noticia, pasear, comer fuera…
-No, –se frotó los ojos intentando alejar la emoción que sentía- es algo necesario, cuando volvamos a ser padres nuestra casa se nos hará pequeña con dos bebés… De todas formas, verlo esta tarde no nos compromete a nada; además, mejor hacerlo cuanto antes, dentro de unos meses no podría ayudarte con la mudanza.
Alicia entrelazó una mano con Fernando, moviéndola cómo si fuera una niña, estaba deseando contárselo a todo el mundo, ver la cara de sus amigos y sus amigas, arrugó la nariz mientras hablaban sobre la mudanza y valorando tomarse unos días libres en el despacho para hacerla. Fernando se echó a reír pensando que la mudanza sería igual en ese momento que dentro de unos meses, no pensaba dejar que Alicia hiciese el más mínimo esfuerzo.
-Ufff la mudanza… ¡Con la de cosas que tenemos!
Suspiró divertido pensando que nunca en su vida habría podido pensar que llegaría a acumular tantas pertenencias materiales, él, que siempre se había jactado de que su equipaje era ligero, que podía vivir con lo imprescindible… Alicia adivinó sus pensamientos y bromeó con ello, en poco más de un año, la vida de los dos había cambiado mucho y no se arrepentían de ninguno de esos cambios. Se agachó a besar a su hijo, besó también a Alicia y llamó al telefonillo; el portero salió a recibirles, se conocían de verse por el barrio. Fue muy amable con ellos e incluso atendió un pequeño berrinche de Roberto, finalmente les dijo que podrían pasarse a ver el piso a las 8 de la tarde, que el dueño estaría allí y les informaría mejor. Al volver sobre sus pasos, volvieron a mirar hacia su portal, Fernando abrazó a Alicia sin dejar de controlar la silla de Roberto, tenía una sensación extraña, nunca había sentido tanto apego por una casa, por un sitio donde hubiese estado viviendo. En realidad, era la primera vez en muchísimos años que sentía que tenía una casa, un hogar; sonrió pensando que no renunciaban a su casa, sólo se mudaban para aumentar la familia, tener un hogar más confortable para Roberto y el niño que estaba por venir. Se mordió el labio al darse cuenta que para sí mismo siempre hablaba en masculino, casi como si no quisiese tentar a la suerte dando por hecho que sería niña. Alicia sólo podía pensar en Inés, ella había sido la primera persona que había sabido que estaba embarazada en Madrid, incluso antes que Fernando, recordó las dudas que tuvo en ese momento, el miedo inmenso que tenía; ahora no había nada de eso, habían construido una vida que les hacía felices y sabía que nada cambiaría eso. Sin embargo, echó de menos las confidencias con su amiga, unas confidencias que serían distintas, ya no le hablaría de miedo, sino de felicidad, de ilusión, de alegría; decidió llamarla en cuanto llegasen a casa, hacía mucho que no hablaban por teléfono, estaba segura que Inés tendría un montón de anécdotas de su hija. Pasaron por delante de la cafetería, Fernando miró a Alicia y, adivinando sus pensamientos, abrió la puerta cediéndole el paso. La cafetería estaba abarrotada a esas horas, el olor del café se mezclaba con el del chocolate y el humo. Fernando miró intensamente a Alicia que fue a encenderse un cigarro, al darse cuenta, volvió a dejarlo en la pitillera. Le sonrió con cara de resignación, estaba segura que el sacrificio de no fumar era lo mejor para su hija, ella no podía dejar de pensar que sería una niña. Antes de sentarse tuvo que coger a Roberto, era imposible que estuviese tranquilo en su silla; dejó a Alicia sentada y, con el niño en brazos, se acercó a la barra a pedir. Roberto no dejó de protestar hasta que su amiga le hizo caso, Fernando se reía ante la insistencia de su hijo, aunque en realidad le encantaba que llamase tanto la atención, nunca estuvo tan orgulloso de algo de su vida como lo estaba de su hijo. Se quedó un segundo con la mirada perdida pensando en los paseos de dentro de unos años, con Alicia y sus hijos; siempre se había negado a sí mismo el poder hacer planes, y en ese momento no dejaba de hacerlos. Decidió centrarse en el presente cuando su amiga le dijo que en un segundo les llevaba los dos chocolates a la mesa; al volver vio a Alicia acariciándose el vientre y murmurando entre dientes.
-¿Hablando con su hijo señora Peña?
Le besó el pelo y se sentó a su lado intentando que Roberto se quedase tranquilo sentado sobre él.
-Bueno, creo que es un poco pronto pero… Sí, le estaba hablando de nosotros, de los tres.
Fernando sonrió tiernamente, se les iban a hacer muy largos los meses que quedaban hasta tenerle en brazos, Alicia saludó a su amiga cuando dejó los chocolates en la mesa. Le hubiese encantado darle la noticia, pero quería que Inés fuese la siguiente en saberlo, además había mucho tiempo por delante y podría decírselo al día siguiente. Fernando adivinó sus pensamientos, sabía lo importante que era Inés para ella y que ella había sido la primera persona a la que le había dicho que estaba embarazada.
-Alicia, si quieres puedes llamar a Inés desde aquí, no hace falta que esperemos a llegar a casa…
Sonrió emocionada, respiró hondo, besó a su hijo y a su marido, y se levantó despacio, al incorporarse estuvo a punto de tirar la silla, escuchar los consejos de Inés y reflexiones le ayudaron en uno de los momentos cruciales de su vida.
No tuvo ni que pedirle hacer una llamada, su amiga sonrió pasándole el teléfono. Fernando la observaba sonriendo, probó el chocolate y tuvo que reírse ante la insistencia de su hijo por probar de la taza. Empezó a marcar el número y sonrió al darse cuenta que le temblaban las manos, decidió llamar al despacho, no estaba segura si Inés habría vuelto al trabajo o trabajaría desde casa para poder pasar el máximo tiempo con su hija. Cuando Macarena estuvo en París, Inés todavía no había vuelto al trabajo de forma regular, iba algunas horas pero no podía estar alejada de su hija; pensó que, conociendo a su amiga, seguro que ya había vuelto a trabajar todo el día, sin olvidarse de su niña pero siendo profesional. Estaba jugando nerviosa con el cable hasta que al tercer tono contestó Inés, se quedó un segundo sin voz, pero se recuperó al escuchar a Inés apremiando a que contestase.
-¡Inés! Soy Alicia…
-Alicia qué bien escucharte, ¿cómo estáis? Justo hoy pensaba escribirte cuando llegase a casa, iba a mandaros una foto de los tres, no sabes lo grande que está la niña…
-Ufff Inés, no sabes las ganas que tengo de abrazarte… -intentó respirar tranquila, su voz sonaba emocionada- ¿Cómo estáis vosotros? La niña tiene que estar preciosa, bueno como su madre.
-Yo creo que se parece más a Mauro, pero es la niña más bonita que he visto en mi vida.
Alicia sonrió emocionada, daba igual la distancia, al escucharla siempre se sentía cerca de su amiga, como si no hubiese pasado más de un año desde que se habían despedido en Madrid.
-Estoy segura que es la niña más guapa del mundo; Inés… Tengo una noticia que darte… Estoy embarazada, voy a volver a ser madre.
Fernando observó a Alicia mientras hablaba con Inés, no dejaba de mover el pie cómo si fuera un colibrí y supo el momento exacto en el que le contó que iban a tener otro hijo. Roberto había metido la mano en una de las tazas del chocolate para, después, pasarla por el cuello de su camisa pero no pudo evitar echarse a reír antes de comenzar a limpiarle.
-¡Pero Alicia! Enhorabuena –para lo tranquila que solía ser Inés, se notaba en su voz la urgencia por abrazarla, por transmitirle toda su felicidad por la buena noticia- Me encantaría estar ahí contigo, poder abrazarte…
-Gracias Inés, créeme, has sido la primera persona en la que he pensado cuando lo hemos sabido… Recuerdo tus buenos consejos cuando te conté que estaba embarazada, que no quería contárselo a Fernando… Nunca me hubiese perdonado haberle dejado marchar sin irme con él, sin decirle que íbamos a ser padres…
-No pienses en eso ahora Alicia, estáis juntos, con vuestro hijo, y pronto tendréis otro hijo, tenéis una familia porque te atreviste a vencer tu miedo, a ir a verle.
Estuvieron hablando unos minutos más, Inés le contó anécdotas sobre su hija, sobre Mauro y los cómics, al final acabaron hablando del trabajo pero siempre interrumpiéndose para contar algún detalle de sus respectivos hijos. Fernando no dejó de mirarla emocionado, Roberto también la miraba y de vez en cuando levantaba sus brazos hacia donde estaba su madre, pero ella estaba centrada en la conversación con su amiga. Al colgar se quedó un momento mirando el teléfono, echaba mucho de menos a Inés pero, en momentos así, después de hablar con ella… La echaba todavía más de menos, compartir con ella su alegría, un abrazo, conocer a su hija… Sentía que ya podían contárselo a todo el mundo, estaba segura que todo iría bien y muy pronto estarían en aquella cafetería con Roberto corriendo y otra hija. Se frotó los ojos al ver que su amiga se acercaba, no pudo evitar contárselo en ese momento; ella la abrazó como la hubiese abrazado una madre. Fernando se mordió el labio evitando emocionarse, besó a su hijo y tomó otro sorbo del chocolate; cuando Alicia regresó, la cogió la mano y la besó.
-¿Cómo están Inés y Mauro?
-Bien, muy bien, dice que la niña se parece a él y que está todo el día llorando…
Su amiga se acercó con un par de copas de champán y un refresco, sirvió champán para Fernando y para ella y le ofreció a Alicia el refresco, cogió a Roberto en brazos y brindó con ellos por su futuro hijo. Ambos sonrieron emocionados, Roberto siempre se tranquilizaba en brazos de su amiga, Fernando hablaba con cautela de los planes que tenían que ver con el bebé, quedaban muchos meses y no quería adelantarse a nada. Había realizado una lista mental de todas las cosas que tenían que hacer, incluso valoró aprovechar unos días libres para hacer la mudanza y colocar la nueva casa. Miró a Roberto porque era pequeño para no ir en la silla, al igual que les parecía pronto para que durmiese en una cama solo. Se rascó la barbilla mientras iba desgranando todas esas cuestiones. Cuando su amiga les dejó solos, Alicia tomó el chocolate de un trago, Fernando la miró preocupado y ella le devolvió una mirada risueña que hizo que se olvidase del chocolate; sin que se diese cuenta, desvió la mirada hacia su vientre, Alicia estaba mirando el reloj, cuando levantó la mirada él ya había apartado la suya.
-Fernando, deberíamos salir ya, hace muy buena mañana y no podemos pasarla en la cafetería por muy a gusto que estemos…
-Sí, es verdad, además Roberto empieza a impacientarse.
Sentó a Roberto en la silla mientras le ofrecía un peluche que el niño rechazó, alzó los brazos hacia él para que le volviese a coger.
-Roberto, -se agachó para quedar a la altura de la cara de su hijo- vamos a salir a la calle, tienes que ir sentado…
Alicia les miraba sonriendo, adoraba la forma en que Fernando hablaba con su hijo, estaba segura que cuando el niño pudiese entender sus palabras, conseguiría convencerle de lo que le pedía. Se despidieron de su amiga y salieron a la calle, notaron el calor del sol, Alicia tuvo que poner su mano para proteger los ojos al salir a la calle, desde que nació Roberto la mayor parte de las cosas que llevaba en el bolso eran para él y hacía meses que no encontraba la funda con sus gafas de sol. Además, siempre que las usaba tenía que aguantar las bromas de Fernando por el día que entró en el Asturiano con ellas. Sonrió recordando el día que habían llegado a Francia, les había sorprendido el sol espléndido de aquel día de primeros de junio. Mientras empezaban a caminar, compartió con Fernando ese recuerdo y ambos sonrieron pensando en el inicio de su vida juntos; miraron a Roberto emocionados, tenerle a él había supuesto el principio de una vida que hasta ese momento no se habían atrevido a vivir. Fernando se quedó pensativo, Roberto estaba acostumbrado a ser el centro de atención de ellos, de sus amigos…
-Alicia, ¿crees que Roberto podrá sentir celos cuando nazca el bebé? No sé si es muy pequeño, pero a lo mejor puede notar que no le atendemos tanto…
Valoró el miedo de Fernando, ella tampoco estaba segura de eso, Roberto tendría más de un año cuando naciese su hija, ya andaría, incluso era probable que hubiese empezado a decir algunas palabras…
-Yo tampoco lo sé, Fernando; es verdad que Roberto siempre ha estado muy atendido por todos, y es muy exigente cuando quiere que le hagamos caso… -Fernando la besó y concentró la mirada en su hijo- Pero estoy segura que sabremos hacer frente a eso, como lo hemos hecho hasta ahora; antes de tener a Roberto no teníamos ni idea de nada ¿no? –hizo que Fernando levantase la mirada- Juntos encontraremos la forma de manejar cualquier situación; además, Roberto no crecerá solo, tendrá con quien jugar, estoy segura que dentro de dos o tres años no habrá celos de ninguna clase… Habrá juegos, risas, lloros, incluso enfados por juguetes, pero no celos. Que vayamos a tener otro bebé –sabía que Fernando no quería dar por hecho que fuese niña así que estaba decidida a no decirlo en alto- no quiere decir que vayamos a querer menos a Roberto, les querremos a los dos igual, y eso lo notarán.
Fernando notó una verdadera preocupación de Alicia mientras miraba a Roberto divagando cómo encajaría la llegada de un bebé, él estaba seguro que todo dependía de la forma de afrontarlo de los padres y del entorno. De hecho recordaba anécdotas de Marcelino, el cual tenía tres hijas que se llevaban muy poco tiempo, y jamás escuchó nada de envidia o celos. Movió el pelo rebelde su hijo que intentaba calmar su dolor de muelas con el juguete que llevaba. Frenó el paso para abrazar a Alicia y decirle cuánto la admiraba, juntos habían aprendido todo lo que sabían sobre cómo tratar a un niño recién nacido, cómo afrontar los cambios según pasaban los meses; se emocionaba al pensar que era algo que sólo compartieron el uno con el otro. Siguieron caminando sin pensar a dónde iban, el plan era pasar el día en los Jardines, pero no tenían prisa por llegar, hacía mucho que no tenían todo el día para pasarlo juntos. Alicia no dejaba de hablar, empezó a hacer planes sobre las compras que tendrían que hacer en los próximos meses, incluso volvió a plantear la necesidad de comprar una cuna más grande para Roberto. Fernando sonreía sin hablar, le encantaba la manera en que Alicia hablaba feliz sobre el futuro; aunque él prefería esperar un poco, disfrutar de cada día de la espera, los primeros meses en París habían pasado muy deprisa ante la emoción de empezar su vida juntos. En ese momento quería disfrutar poco a poco de los meses que tenían por delante, además de pensar que era muy pronto para hacer planes.
-Después de comer podemos ir a comprar la cuna para Roberto, y si quieres aprovechamos para que te compres algo de ropa…
Alicia sonrió feliz, notaba la reticencia de Fernando a hacer planes así que se tomó esa concesión sobre la ropa como una victoria. Sin darse cuenta estaban cerca de la revista, Fernando se echó a reír porque no había pretendido llegar hasta su lugar de trabajo, le apetecía menos que nunca recordar que tenía mucho trabajo, que al día siguiente y al siguiente tendría que pasar muchas más horas en el despacho que en casa. Se rascó el pelo sabiendo que a Alicia le hacía mucha ilusión que todos se enterasen del embarazo, pero no quería subir a la redacción, besó a Alicia proponiéndole acercarse al bar de siempre a ver si alguno de sus amigos estaban allí. Alicia pensó en Pierre y Diane, hacía unos días que vivían juntos, Diane tenía una mirada especial y siempre comentaba algo sobre la casa que ya compartían. La tarde anterior Diane se había quedado intrigada y sabía que si no se veían, por la noche llamaría para saber si estaba embarazada. Se echó a reír al ver precisamente a Pierre y Diane en la barra, miró a Fernando diciéndole que había pensado justamente en ellos. Fernando le cedió el paso y entró despacio con la silla después de ella; Diane giró la mirada y les vio, sólo con ver la mirada de Alicia supo que estaban esperando otro hijo. Se levantó sin perder un segundo y abrazó a Alicia ante la atenta mirada de Fernando y la suave confusión de Pierre; Alicia se dejó abrazar de forma culpable, en ese momento echó mucho de menos un abrazo de Inés, despejó sus recuerdos para centrarse en Diane. Sintió la alegría sincera de Diane y no supo cómo agradecerlo, casi se quedó un poco bloqueada ante la efusividad de su abrazo pero aprovechó para comentarle algunas dudas que tenía. Podía escuchar a Roberto de fondo cuya única idea era salir de la silla y que le cogiese la mujer que tantas horas pasaba con él. Fernando siempre había notado a Alicia contenta de esa unión pero, a la vez, estaba seguro que su petit Alice mordía su labio mirando a su hijo mientras pedía que lo cogiera otra mujer y no le hacía ninguna gracia. Pierre se levantó despacio, Fernando puso la silla a un lado y cogió a Roberto en brazos, no le hacía mucha gracia estar con su hijo dentro del bar, pero pensó que sólo serían unos minutos. Antes de que Alicia y Diane se separasen, Fernando le contó la buena noticia a Pierre, que saludó a Roberto y abrazó a Fernando felicitándole. Después dio dos besos a Alicia y la abrazó mientras Diane abrazaba a Fernando y cogía a Roberto en brazos; Fernando propuso salir a la calle, estuvieron unos minutos fuera hablando. Pierre demostró ser el último en enterarse de las noticias, la mudanza y los cambios en su vida, además del trabajo extra, le tenían mucho más absorbido y tuvo que encajar un par de bromas de Fernando sobre ese tema. Alicia compartió con Diane su preocupación sobre los celos que podría sentir Roberto, ella le quitó importancia; Pierre les miraba feliz pero con un cierto punto de envidia, pensó si Diane y él llegarían a plantearse tener hijos. Se despidieron de ellos, Fernando le dijo a Pierre que al día siguiente se verían, que tenía mucho trabajo; Pierre se echó a reír notando su tono cansado y casi de reproche hacia su jefe. Les vieron entrar en el bar y se abrazaron, el día estaba siendo muy intenso y no dejaban de emocionarse; Alicia vio cómo Fernando sentaba a Roberto en la silla, decidió llevar ella la silla, Fernando la abrazó pasando su brazo por el hombro y empezaron a caminar despacio disfrutando del día veraniego. Alicia se dio cuenta que Fernando comenzaba a recuperarse físicamente, el verano anterior fue muy caluroso y él seguía en camisa y tapándose por la noche. Sonrió feliz pensando que la cena con sus amigas esa semana sería casi monotemática.
Después de un paseo entre risas, recuerdos y algunos planes de futuro, llegaron a los Jardines de Luxemburgo, estaba lleno de niños con sus padres, a pesar de ser un día de diario, el sol y la buena temperatura hicieron que muchos padres se saltasen la rutina. Alicia sintió el impulso de echar a correr como una niña más, miró de manera inocente a Fernando y él negó divertido. Después de extender una manta debajo de un tilo, cogió a su hijo sin dejar de reírse de la cara de su mujer, se sentó mirándola, Alicia torció el gesto intentando ponerse seria pero sin conseguirlo. Fernando se quitó los zapatos antes de sentarse en la manta, Alicia intentó acomodarse en el vestido mientras dejaba que fuera su marido el que se encargarse del niño. Finalmente, se sentó junto a él cerrando los ojos y respirando el olor, una mezcla de los tilos, del olor de Fernando y del olor de Roberto. Roberto protestó consiguiendo que le dejasen sobre la manta aunque bajo la atenta vigilancia de Fernando, que no apartaba su mirada de él, Alicia sonrió sin dejar de mirar a los lados, podía imaginarse dentro de unos años con sus hijos, la mirada orgullosa de Fernando, echar a correr detrás de los niños… Mientras miraba a su hijo y pensaba en volver a ser padre, no pudo evitar recordar a Marcelino, recordó la conversación que tuvieron sobre la familia, podía recordar las palabras exactas de su amigo, la envidia que le dio en ese momento y la certeza que tenía en aquel entonces de que él nunca llegaría a saber qué era tener una familia.
Alicia le miraba algo preocupada, reconocía esa mirada de Fernando, hizo que su hijo se sentase al lado de ellos y dejase de gatear.
-Fernando ¿en qué piensas?
Reaccionó sólo cuando notó la mano de Alicia en su mejilla, la miró sonriendo y siendo consciente de dónde estaban.
-En Marce, en una conversación que tuvimos en el hostal… -Alicia sonrió, daba igual el tiempo que pasase, siempre recordaban a sus amigos, Fernando sonrió débilmente todavía recordando- Me estaba enseñando las fotos de los niños, estuvimos hablando sobre su familia, la verdad es que yo sentía envidia, en realidad no sabía qué significaba tener a alguien que sintiese como familia… - Alicia escuchaba en silencio y sonriendo a Fernando hablar de Marcelino, no podía evitar nostalgia preguntándose si ellos se acordaban tanto como Fernando y ella- Marce dijo que a veces pensaba que estaba en el mundo sólo para procrear, que otros estábamos para misiones más importantes… Estaba pensando justo en esa frase… No me arrepiento de nada, he intentado cambiar el mundo, luchar por lo que es justo; pero creo que no hay misión más importante que ésta, estar con vosotros, construir nuestra vida, cuidar de nuestro hijo… Puede que no sea transcendental para el mundo, para la libertad o para la justicia, pero sí lo es para mí, ninguna misión me ha hecho tan feliz como ser padre, estar contigo, con Roberto… -Alicia le apretó la mano- Y en ninguna misión he tenido más miedo a fracasar como en ésta, pensar que puedo fallaros, que Roberto pueda rechazar parte de mi pasado… –acarició el vientre de Alicia pensando en el hijo que tendrían en unos meses- Nunca me perdonaría fallaros a ninguno.
Alicia le miraba emocionada con lágrimas en los ojos, le besó suavemente sin saber qué decir, desde hacía meses sabía que el compromiso de Fernando era real, que no dudaba de la vida que llevaban; pero en momentos así sólo podía pensar en lo que quería a ese hombre que había sufrido tanto pero era capaz de salir adelante y ser feliz. Fernando la miraba sereno, compartir con ella todas sus reflexiones le hacía sentirse bien, no entendía cómo había sobrevivido tantos años sin poder confesarse con ella, ver su mirada comprensiva, llena de amor, su sonrisa sincera… Acarició el pelo de su mujer pensando que precisamente eso era lo que había hecho, sobrevivir, pero no vivir; en el pasado había insistido una y otra vez que Isabela le había devuelto las ganas de vivir, pero no era cierto. Durante 10 años dudó casi a diario de si debía haber sobrevivido, de si no sería mejor que aquel niño no lo hubiese visto todo… Desde que se reencontró con Alicia no había vuelto a dudar, se alegraba cada día de haber podido sobrevivir, de que aquel ángel mocoso fuese tan valiente como para presenciarlo y después ir en busca de su padre y atenderle; se alegraba de haberse reencontrado con Alicia, recuperar esos momentos felices con ella, ser padre, empezar una nueva vida junto a ellos. Ahora sí vivía y era consciente de la gran diferencia. Había días que Alicia no podía evitar recordar la vida que Fernando había compartido con Belle y con Isabela, veces que, en el silencio de su casa, mientras trabajaba o miraba a su hijo, no podía evitar sentir los sentimientos de generosidad y admiración a una y de rabia hacia la otra. Fernando notó la mirada de Alicia casi suplicante para que volviesen a las risas, hizo un esfuerzo por sonreír pero una lágrima le cayó por la mejilla. Sonrieron a la vez mientras Alicia limpiaba la lágrima, sólo al sentir las manos de su hijo volvió a la realidad, Roberto se había incorporado sobre él, casi poniéndose de pie pero apoyando sus manos sobre él para no caerse por la falta de equilibrio, los dos se echaron a reír mientras llenaban de besos a su hijo. Eran conscientes que la impaciencia de su hijo hacía que los avances se acelerasen, tenía seis meses y medio y se pasaba el día gateando, pero además acababa de incorporarse, tendrían que tener mucho cuidado, en cualquier momento echaría a andar y no habría manera de seguirle el ritmo. Alicia les miraba sonriendo al ver a Fernando agachado junto a su hijo y jugando con los peluches, se acercó a ellos sin dejar de reírse ante las caras de ambos, aprovechó para susurrarle a su marido todo lo que le quería y lo orgullosa que estaba de él antes de centrarse en los juegos de Roberto.
Minutos después sólo se escuchaban sus risas, algunas personas se les quedaban mirando sorprendidos, había mucha gente por los jardines, pero ellos eran probablemente los más ruidosos. Roberto cogía pequeños berrinches porque no le dejaban salir de la manta, Fernando dedicó alguna mirada airada a un par de niños que estaban jugando con un balón y alguna vez el balón había acabado demasiado cerca de donde estaban ellos. Alicia sólo podía reírse ante la cara de Fernando, era incapaz de enfadarse con esos niños pero, a la vez, si se trataba de proteger a su hijo sabía que haría un esfuerzo por hacerles entender que no debían jugar allí. El bullicio llegaba a ser casi ensordecedor, bromearon sobre si terminarían gritando de esa forma a sus hijos para conseguir que les hicieran caso. Fernando notó cómo Alicia fue relajándose, a pesar de la actividad de un Roberto que ya desechaba la idea de dormirse después de comer, movió la cabeza riéndose ante los ojos de su hijo centrado en los juegos de los niños que lo rodeaban. Acarició el abdomen de Alicia en un acto reflejo. Una niña de unos ocho o nueve años se acercó a ellos, Fernando se quedó embobado mirándola mientras ella les pedía que les hiciesen una foto a su amiga y a ella, Alicia iba a levantarse pero Fernando se adelantó. Se quedó mirando cómo Fernando ponía toda su atención para sacar la foto, Roberto alzaba los brazos en dirección a su padre, Alicia se echó a reír besándole el pelo y diciéndole la suerte que tenían con él. Fernando se echó a reír cuando la niña intentó decir un “gracias” en castellano; se quedó mirando a las dos niñas mientras se alejaban casi corriendo. Suspiró pensando que le encantaría tener una hija pero que le daba igual si era otro niño, lo importante era estar juntos; aunque siendo sincero fantaseó con la idea de una niña igualita a Alicia, con el mismo carácter y las mismas respuestas ante sus bromas. Regresó junto a su mujer y su hijo sonriendo, sabía que Alicia no les había quitado la vista de encima, bromeó con ella sobre que las niñas le preferían a él. Entre risas se tumbaron en la manta sin importarles quien les viese, Fernando se acomodó con un brazo por detrás de la cabeza mientras abrazaba a Alicia, que apoyó la cabeza en el pecho de Fernando. Roberto descansaba tumbado sobre Fernando, estaba cansado después de los juegos, notó cómo se acomodaba en él y se le imaginó ya con los ojos cerrados.
-Fernando… Para mí ser madre también ha sido lo más importante de mi vida –besó la mano de Fernando intentando contener la emoción-, el miedo a fallarles lo venceremos juntos, estoy segura que nuestros hijos no podrían tener mejor padre, seremos los mejores padres que puedan desear, es imposible que no se sientan orgullosos de nosotros.
Sentía la mirada de Fernando fija sobre ella, se incorporó para mirarle a los ojos y transmitirle todo lo que era incapaz de decir en palabras. Fernando la besó e hizo que se volviese a tumbar abrazándola más fuerte. Al final, terminó con su mujer abrazada a él dormida y su hijo tumbado en la manta con la cabeza en sus piernas inmortalizando esos momentos de felicidad a la vez que disfrutaba de ellos sin el miedo a que le fueran arrebatados.
Besó a Alicia en la frente y miró su sonrisa serena, por mucho tiempo que pasase, siempre disfrutaría de verla dormir, tanto como la primera vez que la vio dormida en el piso franco. Roberto agitaba los brazos en el aire, cogió una de sus manos y la besó, su hijo se le quedó mirando con los ojos muy abiertos.
-¿Sabes qué? Vas a tener un hermanito –el niño seguía mirándole y hacía suaves ruiditos como si asintiese a lo que le decía su padre- bueno, yo creo que va a ser hermanita, -puso suavemente su mano en el vientre de Alicia- pero no se lo digas a mamá, es un secreto entre padre e hijo. Tienes que querer mucho a tu hermana, vais a crecer juntos, no estaréis nunca solos, nosotros os vamos a querer mucho a los dos, tanto como te queremos a ti… -movió suavemente su mano en el vientre de Alicia- Y tú, pequeña, no tardes en nacer, tenemos muchas ganas de conocerte…
Alicia sentía la voz de Fernando entre sueños, no entendía qué decía, sólo le oía de fondo; la vio sonreír ampliamente y de repente se sintió un poco estúpido, Alicia estaba de algo más de un mes, no tenía sentido hablar con el bebé. Esperó que Alicia no le hubiese escuchado, cerró los ojos un momento riéndose de sí mismo, al abrirlos miró a Roberto, seguía atento a él, como si entendiese lo que decía.
-Tendrás que guardarme el secreto eh… -hizo que su hijo se acomodase sobre él- Estas charlas tienen que quedar entre tú y yo ¿de acuerdo? –se mordió el labio pensando en Roberto, su amigo, estaba seguro que se hubiese reído al presenciar esa charla con su hijo- Siempre he pensado que no se me daba bien expresar mis sentimientos, pero contigo no es así, con tu madre tampoco… Sois lo mejor que me ha pasado.
Notó cómo Alicia se frotaba los ojos confundida, despejó su mente y le recordó dónde estaban; bromeó con ella sobre lo mucho que dormiría en los próximos meses. Alicia se sentó casi avergonzada, no entendía cómo se había podido dormir con el bullicio que había alrededor. Besó al niño sin dejar de mirar a Fernando entrecerrando los ojos.
-¿Has estado hablando con Roberto?
-Sí… -evitó su mirada- Hemos estado hablando del tío Pierre ¿a que sí, hijo?
Alicia se echó a reír, estaba segura que la conversación habría sido sobre otra cosa pero no quería insistir. Fernando no era consciente de cómo su expresión, su tono de voz y de mover las manos cambiaban mientras hablaba con Roberto; Alicia disfrutó de ver ese brillo en los ojos y la frente totalmente lisa sin las arrugas que le salían cuando estaba preocupado.
-Te escuchaba de fondo, no sé qué decíais, pero os escuchaba a los dos.
Fernando la besó sonriendo, Roberto protestó, quería volver a gatear; miró el reloj sorprendido y empezó a levantarse.
-Deberíamos buscar un sitio donde comer, ya es tarde y no nos podemos saltar ni una comida.
Fernando se calzó despacio aunque no tardó mucho en recoger todo y meter a Roberto en lo que el niño estaba empezando a considerar una especie de jaula, se echó a reír al ver sus esfuerzos manoteando y revolviéndose. Alicia le miró riéndose, estaba segura que en los próximos meses tendría que aguantar muchos cuidados, incluso llegaría a agobiarla; aunque de momento sólo podía sonreír ante la voz tierna que usaba para recordarle que tenían que comer. Roberto no aceptaba tan fácilmente no ser quien decidiese qué hacer en cada momento, empezó a llorar. Tuvo que respirar hondo para no cogerle en brazos, no soportaba verle llorar, le dio el pequeño peluche con el que solía dormir y, aunque torciendo el gesto, se empezó a calmar. Alicia se echó a reír ante los movimientos de Fernando, no había tardado ni un segundo en atender el llanto de su hijo; a veces sentía envidia de la relación de su hijo con Diane, pero eso nunca le pasaba con Fernando. Le encantaba verles a los dos, ver a Fernando atenderle como si no existiese nada más en el mundo, ver a Roberto sonreír ante las cosquillas de Fernando. Empezaron a andar despacio, Alicia iba agarrada a Fernando, él llevaba la silla de un Roberto que seguía jugando y reclamando la atención de los adultos. No sabían dónde comer, paseaban por las calles como si no importase el destino. El paseo fue pausado, Fernando barajó si Alicia quería preparar una cena con todos sus amigos para contarles la noticia o prefería organizar primero la mudanza. Suspiró con tristeza al pensar que noches antes había comenzado una carta para Daniel, la cual quemó antes de que Alicia se despertarse, por suerte Alicia le había demostrado encarar todas esas injusticias con ese renovado optimismo que contagiaba a cualquiera que estuviera a su alrededor. Fernando se frenó un momento, acababan de pasar por delante del restaurante preferido de Andrea. Alicia recordó el momento en que se lo contó, le miró sonriendo y entraron, suspiró pensando en su amiga, sólo traspasar la puerta de ese restaurante le traía muchos recuerdos, muchas cenas acompañando a Andrea, Antonio y Liberto… Besó a Alicia en el pelo y decidieron comer en la terraza, Alicia sonrió al comprobar que era cierto que eran las mejores vistas de París. Se llevó la mano a la tripa pensando en su hija, tenía claro que se llamaría Andrea; en silencio, para sí misma, habló con su hija explicándole dónde estaban y quién era Andrea. Fernando se quedó mirándola mientras cogía en brazos a Roberto, a veces tenía la sensación de que sabían muy bien lo que pensaba el otro aunque no se atreviesen a decirlo en voz alta. Se sentaron al lado el uno del otro disfrutando de las vistas y del sol, Roberto se calmó en brazos de su madre, Alicia agradeció sentarse en la cómoda silla del restaurante, acarició la mano de Fernando que, probablemente, estaba recordando una de tantas comidas que compartió con su amiga. Roberto consiguió sacarles de esos pensamientos y decidieron que era mejor que comiese primero él mientras les ponían unos entrantes. Fernando pidió que calentasen el puré mientras probaba el vino que les habían traído, ofreció a Alicia una copa de agua para brindar.
-Fernando, brindar con agua no da buena suerte.
-Claro que la da, nos dará la mejor suerte del mundo, brindas con agua porque vamos a volver a ser padres, ¿no es la mejor suerte del mundo?
Alicia sonrió emocionada, le besó la mano, chocó su copa con la de él y dio un trago de agua. Fernando se remangó cuando les llevaron el puré, lo probó antes de ofrecérselo a su hijo para comprobar la temperatura mientras el niño protestaba al ver que no se lo daba a él. Alicia sonrió al ver que Fernando probaba el puré cómo un padre profesional, ni siquiera ese olor que ella no soportaba le impedía ejercer con toda destreza.
-Eres un impaciente, –Fernando miró de reojo a Alicia, que se reía mirándoles- tranquilo, ya está…
Empezó a darle el puré, le encantaba la forma en que lo saboreaba, a veces intentaba coger él la cuchara y terminaba con las manos manchadas. Alicia disfrutaba de la escena, nunca se cansaría de ver a Fernando atender a su hijo con tanto mimo; sonreía divertida cada vez que veía una nueva mancha en la camisa de su marido. Fernando se mordió el labio al recordar una cena con Andrea, aquella noche Liberto no quería comer, se había enfadado y fue Andrea la que consiguió que comiese después de un rato hablando con su hijo. Roberto le sacó de golpe del recuerdo al manotear y hacer que la cuchara cayese manchándoles a los dos; suspiró al ver el resultado, antes de ir a ver la nueva casa, tendría que pasar por casa para cambiarse. Alicia no pudo evitar la carcajada que soltó, Fernando la miró intentando mostrarse contrariado pero la realidad era que le encantaba oírla reír, que les mirase con esa sonrisa mientras daba de comer a Roberto. Estiró su espalda al sentarse, la única forma de que Roberto comiese sin mancharse mucho era estar de pie frente a él, disfrutó al ver cómo iba relajándose e intentó limpiarle los restos de la cara con el mayor cuidado posible. Alicia cogió la servilleta e intentó limpiarles a los dos, Fernando frenó su mano, empezó a besarla lentamente sin pensar en dónde estaban; fue Alicia la que se separó despacio echándose a reír.
-Fernando, tenemos que comer ¿recuerdas?
Él se echó a reír removiéndose en la silla y mirando alrededor, por suerte, estaban solos y el camarero aún no había regresado. Sentó a Roberto en la trona que les habían llevado, el niño no se quedó conforme pero se entretuvo jugando con el babero, Fernando le miraba divertido al ver los esfuerzos de su hijo por quitársele. Mientras pedían la comida, Fernando vio cómo su hijo bostezaba, se quedó preocupado, en la trona no podía dormir y no sabía si la silla sería muy cómoda. Estuvo a punto de decirle a Alicia que deberían volver a casa, pero se contuvo; Alicia adivinó sus pensamientos y le cogió la mano apretándola. Fue Alicia la que se levantó a sentar al niño en la silla, Roberto se acomodó cabeceando, en unos minutos se había quedado dormido y Fernando le arropó esperando que pudiese descansar sin sentirse incómodo. Durante la comida no dejaron de hablar, Alicia era más entusiasta, hablaba emocionada sobre algunos planes para la casa nueva, Fernando la escuchaba sonriendo aunque algo preocupado al ver la rapidez con la que comía. Cogió suavemente su mano, ella le miró suspirando pero empezó a comer más despacio; Fernando empezó a hablar del patio que tenía la casa, se podía ver desde la ventana de la cocina de su actual casa, Alicia nunca se había fijado.
-Seguro que a Roberto le encanta cuando crezca un poco, podrán jugar los dos en el patio, disfrutar del olor de las plantas que estoy seguro que pondrás…
Alicia se echó a reír imaginándose ya en su nueva casa y con sus dos hijos corriendo por aquel patio; era consciente que Fernando había hablado de sus dos hijos sin pensarlo, empezaba a vencer su miedo a hacer planes y sólo había pasado una mañana. Pensó que se les iban a hacer muy largos los meses que quedaban y que seguramente para Fernando sería todavía más difícil aceptar que tenía que pasar muchas horas en el trabajo. Por suerte, para finales de agosto habrían acabado el suplemento y tendría más tiempo para estar en casa. Aquel día parecía que hasta las inclemencias del tiempo se habían aliado para poder disfrutarlo minuto a minuto, observó a Alicia que permanecía impoluta y perfectamente peinada a la vez que se miraba de reojo la camisa arrugaba y llena de lamparones. Se echó a reír y continuó disfrutando de la conversación con su mujer. Disfrutó del postre sin dejar de mirar a su mujer y su hijo, Alicia había acabado la tarta casi inmediatamente, él la saboreó intentando evitar que Alicia le quitase la cuchara para comerse su trozo. Antes de salir del restaurante, Fernando compartió con ella lo que sintió después de saber por Mario que Andrea se estaba jugando la vida por él. Alicia podía imaginársele en aquella celda, solo, rumiando su preocupación, la culpabilidad por pensar en lo que le pudiese pasar a su amiga; apretó su mano mirándole directamente a los ojos. Fernando se sintió orgulloso de su mujer, gracias a ella, a su valentía, a su empeño, ahora tenían un sitio en el que visitar a Andrea. Solían ir todas las semanas a cambiar las flores, aunque a él no le hacía falta ir para recordarla y pensar en ella; siempre estaba presente, pero gracias a Alicia, Andrea no estaba en el lugar donde la asesinaron. Hablar de Andrea siempre le dejaba sensaciones encontradas, especialmente, recordar aquella detención, la muerte de su amiga y su propio fusilamiento. Por suerte la pequeña mano de Alicia encima de la suya terminaba aliviando esas partes duras que pertenecían a un pasado muy lejano, a veces sentía que el verdadero momento en el que regresó de la vida fue cuando se enfrentó a lo que le sucedió frente a Alicia. Tragó saliva al pensar en su reacción al saber que Alicia se implicaría para conseguir recuperar a Andrea, nunca se hubiese perdonado no haberlo intentado, cuando lo supo tuvo mucho miedo, pero había merecido la pena. Antes de levantarse, compartió con Alicia esos pensamientos, ella le miró emocionada.
-Alicia eres la mujer más luchadora que he conocido nunca… -la besó el pelo respirando hondo- Incluso aunque nos hayamos aburguesado un poquito…
Alicia se echó a reír, no tanto por el comentario como por la forma de decirlo, reconocía perfectamente el tono de Fernando cuando quería aligerar una situación emotiva, cuando quería volver a las bromas y al tono divertido para hacerla reír. Alicia se frotó los ojos para despejar las lágrimas, Fernando se levantó antes para ayudarla a incorporarse, le miró divertida evitando reprocharle tantas atenciones tan pronto. Fernando cogió la silla de Roberto, que se removió molesto al notar el movimiento, se agachó y le pasó la mano por la cara intentando calmarle; al salir, Alicia miró el reloj, pronto empezarían a abrir las tiendas. Fernando la miró divertido, sabía que no querría pasar antes por casa para que él se cambiase, se miró resignado mientras empezaban a andar lentamente. Roberto terminó de despertarse después de unos minutos caminando, Fernando se frenó para darle un sonajero y arroparle, a pesar del sol y la buena temperatura no quería que fuese destapado, Alicia se echó a reír pensando que no tardaría nada en destaparse e incluso en tirar el sonajero. Hacía tiempo que Roberto ya no disfrutaba de los paseos si no iba en brazos, la silla le gustaba cada vez menos. En menos de media hora habían llegado a una tienda para bebés que a Alicia le encantaba, Fernando volvió a mirar su ropa y se echó a reír notando la impaciencia de Alicia por entrar. La tienda olía a maderas y barniz, Alicia siempre arrugaba la nariz por el olor del barniz pero Fernando, esa vez, se dio cuenta que el gesto fue de mayor desagrado, por suerte ver todos los modelos propició que se le pasara rápido. Tuvo que coger a Roberto en brazos y dejar la silla en el mostrador, pasearon por la tienda, Alicia se acercaba a tocar suavemente cada trajecito, cada juguete, Fernando la miraba sonriendo. Llegaron al final de la tienda, donde estaban los muebles, Alicia se acercó lentamente a una de las cunas, Fernando la miró sabiendo que ya tenía la decisión tomaba, la vio acariciar suavemente aquella cuna en la que Roberto tendría espacio suficiente para revolverse a gusto. Alicia se giró, al ver a Fernando sonreír se dio cuenta que él ya sabía lo que iba a decirle, le besó suavemente la mano y empezó a andar hacia el mostrador, Fernando sólo pudo echarse a reír y seguirla. Pagaron la cuna mientras acordaban que en un par de horas se la llevasen a casa, Fernando sonrió pensando que por lo menos podría cambiarse antes de ir a ver la nueva casa. Alicia salió de la tienda feliz, daba pequeños saltos como si fuese una niña, Fernando la miraba sin dejar de reírse, seguía llevando a Roberto en brazos, empezaba a pesar bastante, pero sabía que su hijo disfrutaba más en brazos que en la silla. Entraron a un par de tiendas más, Alicia arrugaba la nariz ante algunas de las prendas pre-mamá, no la convencía ese estilo, fue Fernando quien encontró un vestido que estaba seguro que le encantaría, tendría que esperar unos meses para poder estrenarlo, pero vio cómo abría los ojos sonriendo al mostrarle el vestido. Aprovecharon además para comprar un nuevo traje para su hijo, Fernando no estaba seguro, era muy fino, pero ya estaban en verano y hacía muy buen tiempo. Con las compras hechas salieron de la tienda, Alicia llevaba la silla en la que iban todas las bolsas y Fernando llevaba a Roberto en brazos, que se entretenía manoteando la cara de su padre. Fernando pasó el brazo que tenía libre por el hombro de Alicia, caminaron abrazados, ella se permitió hablar del bebé, le dijo a Fernando que tenía la impresión de que iba a ser niña, él sonrió sin mirarla, tenía la misma impresión pero no lo compartió con ella.
-Bueno, da igual si es niña o niño ¿no?
-Claro, no importa, pero de verdad, yo siento que va a ser niña, con Roberto tuve razón…
Fernando se echó a reír, recordó el momento en que estaba pintando la habitación de Roberto, el momento en que hicieron el amor después de la pequeña batalla de pintura y el momento en que hablaron de los nombres, Alicia estuvo segura que sería niño. De todas formas, estaba decidido a no pensar mucho en ello, daba igual si era niño o niña, si se parecía a uno u otro, querrían a su bebé como ya querían a Roberto. No podían evitar recordar esos primeros días en Francia ni tampoco los días previos y ese día sintieron revivirlos de forma especial. Besó el pelo de una Alicia que seguía insistiendo en su corazonada, cambió de tema al hablar de organizar una cena para sus amigos y celebrar la buena noticia. Como había previsto, Alicia prefería esperar a estar asentados en su nueva casa, incluso ya había pensado en organizar la cena en el patio; Fernando se echó a reír cuando su mujer empezó a hablar de todo lo que necesitarían para aquella cena, besó su nariz mientras ella seguía planeándolo todo.
Poco a poco se fueron acercando a su calle, Alicia sonreía pensando que seguiría siendo su calle, Fernando había pensado en todo para que ella no se preocupase. Fernando no quiso que ella llevase al niño, le miró un poco molesta, no pensaba pasarse casi ocho meses sin coger en brazos a su hijo; decidió dejar esa conversación para otro momento, estaban en la calle y no quería empañar el momento en que viesen su nueva casa, pero de esa noche no pasaría. Al llegar al portal, Fernando tuvo que soportar las bromas de sus dos vecinos que, al verle lleno de manchas, no dejaron de reírse diciéndole que a ellos su madre no les dejaba salir de casa manchados. Alicia se colocó el pañuelo que llevaba mientras miraba divertida la estampa de Fernando con Roberto en brazos y hablando con sus vecinos. Se aguantó la risa como pudo mientras veía cómo Fernando trataba de hacerles cosquillas con Roberto en brazos y ellos echaban a correr, cedió el paso a su mujer y entró detrás de ella. Se acercó a ella besándola el cuello.
-¿Has visto? Ya hasta unos niños me toman el pelo…
-¡Qué va! Eres el único adulto al que he visto que tratan de forma natural –Alicia le miraba tiernamente mientras entraban al ascensor- te consideran cercano y eso hace que puedan bromear contigo, jugar contigo… Te les ganaste en poco tiempo Fernando, me encanta verte con ellos…
Antes de salir del ascensor besó a Alicia, notaba sus miradas cada vez que hablaba con aquellos dos pequeños trastos, muchas veces pensaba que en cierta forma al mirarle con los niños pensaba en cuando su hijo creciese y en cómo jugaría con él. Fernando entró en casa intentando prolongar la pequeña charla que, más temprano que tarde, tendrían sobre el embarazo no es una enfermedad. Posó a Roberto en la manta que ya siempre tenían extendida en el suelo, vio cómo su hijo empezaba a gatear riéndose, Alicia se agachó junto al niño.
-Bueno, con su permiso, señora Peña, voy a darme una ducha antes de que traigan la cuna y tenga que volver al trabajo… -Alicia se echó a reír- ¿Quieres que prepare un té antes? Espera, no puedes estar en el suelo sin ningún cojín…
-Fernando, estoy bien, no hace falta que me cuides como si estuviese ya de ocho meses… Pero bueno, vete a ducharte, ya hablaremos sobre esto más tarde…
Fernando se agachó a besarla, era consciente que antes de que acabase el día tendrían la conversación sobre su excesiva preocupación. Mientras se levantaba vio que Alicia volvía a sonreír olvidando la conversación que tenían pendiente; fue a la habitación a sacar la ropa que se pondría y se dirigió al baño pensando que cuando su hijo cenase volvería a tener la ropa manchada. Mientras se duchaba no dejó de pensar en la ilusión que le hacía volver a ser padre, nunca se había permitido pensar en tener hijos, una mujer, una vida estable, una casa… Pero desde hacía más de un año era todo lo que deseaba, cerró los ojos para sentir cómo le caía el agua, sonrió pensando que sólo con Alicia había querido tener la vida que tenía ahora. Nunca podría llegar a explicar lo que sentía al tener a su hijo en brazos, lo que sintió la primera vez que le cogió o la primera vez que vio cómo Alicia le amamantaba; se emocionaba sólo de pensar que volverían a sentir todo eso desde el principio. Sabía que eso no cambiaría nada de lo que sentían por Roberto, le querían por encima de todo, y querrían de la misma manera a su hija. Se vistió despacio mientras de fondo escuchaba las risas de Alicia y Roberto, miró el reloj, estaban a punto de traer la cuna, quería dejarla montada antes de ir a ver el bajo. Entró al salón colocándose la camisa, Alicia se levantó, pasó su mano por el pelo mojado y le cogió la mano haciendo que se olvidase de la camisa. La besó lenta pero intensamente, antes de que se acomodasen en el sofá sonó el timbre; Fernando se echó a reír separándose lentamente, Alicia se mordió el labio y fue a abrir mientras Fernando terminaba de colocarse la camisa. Roberto protestó cuando Fernando le sentó en la trona y recogió la manta, tuvo que darle el pequeño juguete con sonido para que se calmase un poco. Se dirigió para abrir la puerta con paso pausado, al ver la caja en el medio del salón se rascó la cabeza mientras pensaba en que necesitarían un coche para realizar la mudanza, o dos… Alicia les dio una buena propina al despedirles, miró divertida a Fernando, que ya había empezado a abrir la caja, en unos minutos, estaba totalmente concentrado intentando terminar de montar la cuna. Alicia observó a Fernando concentrado armando la cuna, lo hacía con sumo cuidado y, a la vez, comprobando la fortaleza de la misma. Disfrutaba viéndole en esos momentos.
-Será muy bonita y grande, pero no sé yo si tan segura como la que tiene…
Alicia se echó a reír, estaba segura que mientras se concentraba en montar esa cuna que consideraba prefabricada, había estado pensando en las horas que pasó haciendo con sus propias manos la primera cuna de Roberto.
-Es igual de segura, no tan bonita, pero por lo menos tendrá espacio para estirarse mientras duerme ¿no?
Fernando sonrió mientras volvía a concentrarse en la cuna, Alicia fue hacia la habitación de Roberto y sacó su pequeña cuna.
-Hasta dentro de unos meses no volveremos a necesitarla… -acarició suavemente la cuna pensando en el momento en que descubrió la habitación de Roberto, la cuna hecha por Fernando- Tendremos que guardarla bien hasta que nazca nuestra hija…
-Bueno, podemos dejarla en nuestra habitación, es más grande que la de Roberto y no molestará hasta que hagamos la mudanza…
Al hablar de la mudanza miró el reloj, quedaba poco más de media hora para la cita con el dueño del bajo, Alicia le miró divertida, fue a la cocina y preparó un poco de café para él y té para ella. El olor del café le hizo tener una arcada, abrió la ventana, al asomarse se fijó en el patio de la que probablemente sería su nueva casa; sonrió pensando que era más grande de lo que había pensado. Cuando regresó al salón con la bandeja, Fernando ya había terminado la cuna, incluso había puesto las sábanas, se acercó a tocar suavemente la cuna y volvió a sentir lo mismo que en la tienda, le gustaba mucho, era perfecta para su hijo. Fernando la besó y se acercó a Roberto, se rio pensando que con aquel juguete con música siempre se quedaba calmado mirándolo con los ojos muy abiertos y sin protestar. Le cogió en brazos besándole la frente y abrazó a Alicia.
-Mira Roberto, es tu nueva cuna, ¿te gusta?
Sentó al niño en la cuna, Roberto hizo pucheros y terminó incorporándose agarrando los barrotes, Alicia se echó a reír mientras Fernando le miraba preocupado. Alicia le besó la mano apremiándole a tomar el café antes de salir, dejaron que Roberto jugase un rato en la cuna, aunque Fernando empezó a pensar que quizás estuviese mejor en la otra cuna, más pequeña y sin posibilidad de incorporarse o ponerse a jugar. Alicia miraba con envidia la taza de Fernando, a pesar de la arcada que le dio, le apetecía un café bien cargado, incluso en ese momento le apetecía dar unas caladas, se llevó la mano al vientre y sonrió quitándose esa idea de la cabeza. Sentados mientras se tomaban el café y el té, deambularon mentalmente por una casa que estaba cargada de recuerdos, Alicia no había tenido esa sensación con respecto a su casa en Madrid, ni nostalgia ni despedidas emotivas, sin embargo, ahora esa casa estaba repleta de esa vida que habían comenzado hacía poco más de un año. Fernando se levantó a fregar las tazas, Alicia aprovechó para retocarse el maquillaje, no sabía por qué, pero necesitaba arreglarse para ir a ver la que sería su casa. Fernando terminó salpicándose la camisa, se echó a reír porque había echado de menos momentos así en las últimas semanas; cambiaría con gusto todas las horas que pasaba en el trabajo por estar todo el día con la camisa llena de lamparones y salpicada. Cuando regresó al salón se dio cuenta que Alicia se había vuelto a maquillar, volvió a mirar su camisa y negó divertido, se acercó a besarla aunque se contuvo al notar que Alicia arrugaba la nariz pensando en el carmín que acababa de ponerse. Suspiró mientras cogía en brazos a Roberto, Alicia ya había abierto la puerta, decidió no llevar la silla, no estarían mucho tiempo allí y sabía que Roberto no se quedaría tranquilo sentado. Bajaron en el ascensor en silencio, estaban expectantes pensando en ver su nueva casa; incluso antes de saber cómo era, estaban casi seguros que iba a ser su casa, por muchos motivos pero, sobre todo, porque estaban a gusto en ese barrio, con sus vecinos y pensando que tenían un hogar. Saludaron al portero mientras salían, Fernando tragó saliva, no lo entendía, cambiaban de casa para estar más cómodos de cara al nacimiento del bebé, pero de verdad sentía que dejaban atrás una parte de su vida. Respiró hondo pensando que ni era un final ni era un principio, simplemente un cambio para seguir construyendo su vida juntos. Alicia le besó, sentía exactamente lo mismo, Roberto, ajeno a los sentimientos de sus padres, alzó los brazos en dirección a su madre, Fernando intentó contenerle, pero Alicia le miró decidida. Cogió a su hijo en brazos mientras llegaban al portal, el portero les abrió, estaba esperándoles; se miraron ante el portal de la que, probablemente, era su próxima casa y esa conexión produjo una amplia sonrisa en Alicia. Fernando la abrazó y juntos entraron a aquel portal que pronto sentirían como propio.
Saludaron al dueño del bajo, que les esperaba con la puerta abierta, nada más entrar, Alicia se mordió el labio, sintió algo extraño en cuanto traspasaron la puerta. Fernando la abrazó más fuerte evitando coger a Roberto, le miró sonriendo, se separó despacio para caminar por el recibidor, en seguida se notaba que era más grande que su actual casa, Fernando tuvo que aguantar algunos comentarios del casero, le conocía por sus artículos y puso buena cara mientras le felicitaba por alguno de ellos. Se disculpó con él para seguir a su mujer, Alicia estaba en la habitación principal, Roberto jugaba con sus pendientes sin que ella se diese cuenta, la abrazó por detrás. Alicia sonrió pensando que era el primer abrazo que se daban en su nueva habitación, no podía explicarlo, pero en cuanto entró en aquella casa se había visto ya viviendo allí. Volvieron al salón, habían dejado plantado al casero, él le quitó importancia y empezó a enseñarles la casa; el salón era amplio, Alicia arrugó la nariz ante la decoración, estaba segura que quedaría mucho mejor cuando ellos lo pusiesen a su gusto. Tuvo que dejar a Roberto en brazos de Fernando, lo hizo con una mueca, pero era consciente que el niño pesaba mucho para tenerle tanto rato en brazos, no tenía que ver con el embarazo. Fernando intentó calmar a un Roberto que quería que le dejase en el suelo, se echó a reír cuando el casero les llevó a uno de los baños y les dijo que había otro. Alicia le miró intentando mostrarse enfadada pero los dos habían pensado en la tardanza de ella arreglándose; le pellizco la mano mientras caminaban hacia el otro baño. Alicia se quedó maravillada al ver la cocina, no era muy grande, pero le gustaba mucho la distribución y, sobre todo, ver ese patio donde ya se imaginaba a sus hijos jugando. Al salir al patio, Roberto se echó a reír, Fernando le besó en la frente pensando que estaban los tres de acuerdo, era su casa. Alicia se agachó a oler un rosal, se notaba que el pequeño jardín del patio estaba abandonado, pensó que dentro de unos meses estaría totalmente cuidado por un Fernando que se aseguraría de ello. Entraron en la cocina mientras Alicia susurraba a su marido que era la casa perfecta, él sonrió; cuando entraron en otra de las habitaciones, Alicia estuvo segura que sería la de Roberto, tenía una gran cristalera desde donde se podían ver los jardines del barrio, Fernando se asomó a la ventana, lo único que no le gustaba de la casa, era que fuese un bajo, aunque el barrio era muy seguro. La siguiente habitación estaba completamente vacía, pudo ver la sonrisa de Alicia pensando en decidir ellos mismos cómo amueblar la habitación del bebé. Fernando permaneció en un segundo plano detrás de Alicia, él fue comprobando la seguridad de las ventanas, el estado de los cierres de los balcones, en definitiva todo lo que tenía que ver con la seguridad. Miró a Alicia que parecía fotografiar cada estancia pensando en cómo encajar las cosas que ya tenían y añadir otras más. El casero les sorprendió diciéndoles que quedaba un pequeño cuarto, en realidad parecía un trastero, tenía una pequeña ventana y muy poca luz, aunque Fernando estuvo seguro que para ellos no sería un trastero, podrían poner una mesa y una silla y utilizarlo para trabajar cuando lo tuviesen que hacer en casa. De hecho, ya pudo ver aquel pequeño cuarto totalmente desordenado con papeles de Alicia por todas partes, su hijo le hizo regresar al presente cuando empezó a llorar. El casero era ajeno a las miradas privadas dónde parecían preguntarse qué les parecía, Alicia se sorprendió ante la complicidad que habían alcanzado aunque Roberto parecía molesto en esos momentos. Volvieron al salón y se sentaron en el sofá mientras hablaban con el casero de las condiciones, Fernando dejó a Roberto en el suelo pero agarrando su pequeña mano para que no se alejase, el niño empezó a jugar con los zapatos de su madre, Alicia sentía las cosquillas y sonreía al ver la cara concentrada de su hijo. Fernando la miró interrogante, por él cerraban en ese mismo momento el trato, no tenía ninguna duda, además el resto de la semana tendría mucho trabajo y no quería perderse ese momento. Pero tampoco quería darlo por hecho sin hablar con Alicia, ella sonrió y le preguntó al casero cuándo podrían firmar el contrato asegurándole que podía prepararlo ella misma. El hombre le dijo que podrían firmarlo cuando quisiesen, Alicia se levantó despacio alisando la falda, le pidió la máquina de escribir, que estaba sobre una de las mesitas del salón, y empezó a redactar el contrato. Fernando se quedó sentado en el sofá sonriendo, cogió a su hijo en brazos sin dejar de mirar a Alicia, le impresionaba su capacidad de reacción y la manera segura de tomar el control. Se levantó cuando Fabrice, el casero, le ofreció una copa, la rechazó y se sentó junto a Alicia, que ya estaba terminando el contrato de alquiler. La cualidad que más le gustó fue la luz con respecto a su casa actual aunque tuvo que pedir algunas modificaciones antes de estampar la firma en el contrato. Fernando tuvo que pedirle al casero el favor de cambiar a Roberto en un cuarto, el pequeño, a su forma, deseaba dar su consentimiento. Primero firmó Fabrice, Fernando respiró hondo sacando la pluma, miró a Alicia, tragó saliva y firmó mientras pensaba en su futuro hijo. Alicia cogió la pluma de Fernando, le temblaba ligeramente la mano, se mordió el labio pensando que estaba exagerando, pero la realidad era que sentía que era un momento importante, sobre todo pensando en la razón que les había llevado hasta aquella casa. Se abrazó a Fernando en cuanto terminó de firmar, Roberto protestó y se separaron riéndose; Fabrice les dio la mano y la bienvenida a su nueva casa, les dio dos juegos de llaves y se despidió dejándoles a solas.
-Fernando… Es nuestra casa, de los cuatro.
-Sí… -la besó tiernamente y acarició la mano de su hijo- Pero lo más importante es que estamos juntos, que seguiremos construyendo nuestro hogar aunque sea en otra casa. –llevó su mano al vientre de Alicia- Nuestros hijos tendrán un sitio propio, un lugar donde crecer y nunca se sentirán perdidos en el mundo.
Alicia era consciente de lo importante que era para Fernando ofrecerles a sus hijos estabilidad, un hogar para que nunca se sintiesen fuera de lugar como les había pasado a ellos dos en diferentes momentos de sus vidas. Se enjugó las lágrimas y empezó a hacer planes para la mudanza, Fernando notó sus esfuerzos por cambiar de tema y se echó a reír empezando también a hacer planes.
-Bueno, ahora debemos volver a casa, tenemos que cenar –cogió suavemente la mano de Alicia para dirigirse a la puerta- El fin de semana podemos empezar la mudanza ¿te parece?
-¡Claro! Tengo muchas ganas de traer nuestras cosas… Tenemos que llamar a la casera para decirle que a finales de mes dejamos nues… La casa ¿no?
Fernando sonrió ante la rectificación de su mujer, a los dos les daba pena dejar su casa, llevaban más de un año allí, habían vivido muchas cosas, eran felices recordando cada momento; pero sabían que serían igual de felices en la nueva casa, de hecho, lo serían más porque volverían a ser padres.
-Sí, tendremos que avisarla y, así, hasta final de mes podemos ir arreglando nuestra casa hasta que nos mudemos definitivamente… -salieron de su casa sin dejar de sonreír- Espero encontrar tiempo para pintar la habitación del bebé, creo que es la única que necesita una mano de pintura…
Alicia se echó a reír pensando en el momento en que pintó la habitación de Roberto, saludaron al portero y salieron a la calle felices. El bostezo de Alicia al llegar a la calle le hizo recordar que había sido un día lleno de emociones y mucho ajetreo, Fernando la agarró llevándola contra él mientras caminaban con las últimas luces del día sobre ellos. Roberto protestó al notar el calor del exterior, Alicia le cogió en brazos y notó cómo Fernando se rascaba el pelo preocupado. Le miró de manera dura y, al segundo, volvió a reír hablando de la nueva casa; antes de entrar en el ascensor, se quedaron unos instantes mirándose, ya dentro Alicia no dejó de planear cómo decorar el salón.
Al abrir la puerta de la que hasta ese momento habían sentido como su casa, se sintieron extraños, llevaban más de un año viviendo allí, pero de pronto ya no la veían de la misma forma. De hecho, Alicia miraba alrededor y sólo podía pensar en cómo guardar todas las cosas que tenían, muchas para llevar tan poco tiempo allí; sonrió pensando que cuando dejó su casa de Madrid no tenía ni la mitad de cosas y había pasado muchos años en esa casa. Fernando se dio cuenta que la nueva casa resultaría menos fría por la cantidad de luz que daba durante el día, fue colocando las cosas que Alicia iba dejando por el medio a su paso, colgando los abrigos, cerrando la silla de Roberto hasta que ella se giró y se echaron a reír juntos. La besó y dudó entre dejar a su hijo en la manta o en la cuna nueva; estaba acostumbrado a tener que vigilarle constantemente porque en su empeño por gatear solía ir hasta la cocina. Pensó que si lo dejaba en la cuna no tendría ese problema, pero quizás podría incorporarse tanto que llegaría a caerse… Alicia le miró preocupada, extendió la manta animándole a dejarle sobre ella; Fernando sonrió débilmente sabiendo que su mujer sabía exactamente qué estaba pensando.
-Voy a hacer la cena, si quieres puedes darte un baño, puedo prepararlo antes.
-Fernando, me voy a dar un baño y no pasará nada porque lo prepare yo, tú puedes hacer la cena.
La miró suspirando, no veía tan raro preparar él el baño o hacer la cena, lo hacía normalmente, por qué no iba a hacerlo ahora que estaba embarazada. Evitó compartir ese pensamiento con ella, suponía que antes de que acabase el día tendrían esa conversación, era cierto que era muy sobreprotector, pero también pensaba que Alicia exageraba al reprocharle ciertas atenciones que siempre tenía, no sólo cuando estaba embarazada. La besó y la vio ir hacia el baño, decidió mover a su hijo para ponerle más cerca de la puerta de la cocina; seguramente acabaría yendo hacia allí así que si le ponía cerca conseguiría que gatease menos por el suelo. Se remangó mientras abría la ventana de la cocina, no había sido su intención, pero no pudo evitar mirar hacia el patio de su nueva casa; sonrió y se centró en la cena oyendo de fondo a Alicia empezar a abrir el grifo. Preparó cena de sobra, se mordió el labio pensando si Alicia también se molestaría por eso; terminó de revolver la sopa mientras se hacía el pescado. Justo cuando iba a asomarse a la puerta sintió la mano de su hijo en la pierna, se estaba incorporando sobre él.
-Le has cogido el gusto ¿eh? –le cogió en brazos y empezó a hacerle cosquillas- Estás creciendo muy deprisa, pero tienes que tener cuidado ¿de acuerdo? Entre los dos tenemos que cuidar a mamá, pero no se lo digas, se enfadaría mucho… Tenemos que tener cuidado y no darle mucho trabajo.
Hacer la cena con su hijo en la cocina eran momentos que le gustaba compartir con él, Fernando era consciente que hablaba y Roberto estaba más atento a las cosas que él tenía en la mano y el pequeño no podía coger. Sentó al niño en la trona y se rascó el pelo preocupado, todavía era pronto, pero dentro de unos meses Alicia no podría atender a un Roberto que estaba seguro no pararía quieto. Lo que más le preocupaba era si ella misma podría asumirlo, admiraba ese empeño por no dejarse cuidar en exceso, por demostrarle que estar embarazada no significaba tener que quedarse tumbada todo el día… Pero tampoco podría correr detrás de Roberto y no sabía si Alicia lo asumiría; esperaba que los dos encontrasen un término medio y que no acabasen discutiendo todos los días por ello. Al mirar a Roberto pensó en lo distinto que habían vivido el primer embarazo, no descubrirlo juntos, el miedo al que tuvo que hacer frente Alicia ella sola, el miedo por la huida, la ilusión de los primeros meses en París, de los primeros meses juntos sin mirar el reloj ni esconderse… Habían sido meses muy intensos y eso hizo que su excesiva preocupación de diluyese entre tanta emoción; pero ahora que estaban asentados, que no había otra cosa en la que pensar… Ahora no podía controlar su preocupación, miles de mujeres pasaban por un embarazo y, probablemente, muchas de ellas en muy malas condiciones; pero esas miles de mujeres no eran su mujer. Racionalmente sabía que no tenía que preocuparse, pero en momentos así le daban igual las razones teóricas; era Alicia la que estaba embarazada, no poder controlar algo que le pasase a ella le daba auténtico miedo. Se le iban a hacer muy largos los meses que quedaban hasta volver a ser padres.
Alicia se relajó mientras cerraba los ojos y sentía el agua caliente, se llevó una mano al vientre y sonrió; sabía que Fernando se preocupaba sinceramente pero no pensaba ceder en algo así. Se le pasó por la cabeza qué pasaría si tuviesen gemelas, ella seguía convencía que iba a ser niña, estaba segura que en ese caso Fernando se pasaría el día atendiéndola todavía más, sin dejarla mover un dedo y preocupado por todo. Mientras salía de la bañera pensó en la mudanza, aunque sólo eran unos metros, tenían muchas cosas que trasladar de una casa a otra; pensó si sería buen momento para volver a insistir con el tema de la compra de un coche. Se echó a reír porque seguramente no lo era, acababan de alquilar una casa más grande, con más comodidades, proponer ahora lo del coche haría que Fernando se sintiese mal ante tanto gasto. Se puso el pijama y la bata y se peinó ya vestida, sentada en la cama, a veces en esos momentos a solas no podía evitar simplemente sonreír pero, además, pensó que tenían que compartir las buenas nuevas con sus amigos. Sintió algunas arcadas y decidió que le vendría bien esa cena, a pesar que algunos olores le estaban afectando más que en el embarazo de Roberto. Entró al salón sonriendo, Fernando estaba poniendo la mesa, levantó la vista y se quedó unos segundos sin moverse, casi sin reaccionar, cada día le parecía más guapa aunque no supiese explicar cómo era posible. Se acercó a ella cerrando los ojos y oliendo su pelo.
-La cena ya está lista, sólo queda calentar el puré para Roberto –tiró suavemente de su mano para que se sentase- vuelvo en un segundo.
Le vio entrar a la cocina con paso decidido, pensó que no quería estropear la cena, pero tenían que hablarlo cuanto antes. Regresó con el plato del puré de Roberto y el plato de sopa para Alicia, lo posó delante de ella y sonrió al ver que cogía la cuchara sin perder tiempo. Él empezó a darle el puré a su hijo, no parecía tener mucha hambre; Alicia disfrutó de la sopa mientras veía la paciencia de Fernando con Roberto, finalmente consiguió que se comise casi la mitad del plato. Cuando regresó de la cocina con su plato de sopa, vio cómo su hijo se frotaba los ojos, tendrían que bañarle antes de dormir, así que decidió esperar a que terminasen de cenar ellos. Le quitó el babero a su hijo mientras se sentaba, cruzó una mirada con una Alicia pensativa mientras le acariciaba la mano. Se sirvió un vaso de vino para acompañar a la cena teniendo cuidado de dejar la botella lejos de las manos de su hijo que estaba cogiendo la mala costumbre de tirar todo de la trona. Fingió un suspiro cansado por todo el trabajo del día, lo que hizo reír a Alicia que le cogió la mano para besarla; ella ya había terminado la sopa pero esperaría a que él la terminase para comer juntos el pescado.
-Fernando, creo que tenemos que hablar.
-¿Tiene que ser ahora? ¿Porque no disfrutamos de la cena y hablamos después?
-No, mejor ahora; -le miró directamente a los ojos, no quería que discutiesen, pero pensaba dejárselo muy claro, no quería ni una duda con ese tema- voy a seguir trabajando como hasta ahora.
-Claro, yo no te he dicho lo contrario Alicia… No sé quién piensas que soy…
Roberto volvió a bostezar en ese momento, Fernando desvió su mirada hacia él y le acarició la cara; Alicia le cogió por la barbilla para que volviese a mirarla.
-Pienso que eres Fernando Solís, un hombre al que amo más que a nada, pero que sé que tiene cierta tendencia a querer sobreproteger a las personas a las que quiere… Fernando, entiendo que te preocupes por mí, por Roberto, por nuestra hija; y asumo que es parte de ti sentirte responsable por todo y querer controlarlo todo… -notó la mirada entre avergonzada y preocupada de Fernando- Pero no puedes pasarte casi ocho meses evitando que yo mueva un dedo, evitando que coja a mi hijo en brazos o que me prepare un baño… Sé que no quieres que deje de trabajar, que no quieres que me sienta una inútil, que no quieres que me aleje de Roberto. Pero tienes que controlar esa parte de ti que hace que preferirías meterme en una urna de cristal, esto no es negociable, estoy embarazada, no enferma ni impedida. Cuando no pueda seguir haciendo las cosas que hago, yo misma te pediré que lo hagas, que cojas a Roberto en brazos o que me ayudes a vestirme porque no me vea mis propios pies… Pero mientras tanto seguiré como hasta ahora, y tú seguirás como hasta ahora ¿de acuerdo?
-Por supuesto Alicia, en ningún momento he pensado que no puedas hacer las cosas por ti misma ni que estés impedida… Sólo pretendo hacer las cosas más fáciles para los dos; Alicia, yo suelo preparar el baño estés o no estés embarazada, me parece absurdo que no pueda hacerlo ahora…
Alicia suspiró porque era consciente que la parte protectora de Fernando nunca cambiaría, que llevaba toda la vida cuidando de los demás pero también reconoció sus intentos por no querer parecer tan paternalista.
-Tienes razón, sueles hacerlo, pero hoy además tenías que hacer la cena y ya era tarde. A eso me refiero Fernando, podemos seguir haciendo las cosas los dos, unas veces tú y otras yo, pero sin intentar que el otro no haga nada.
Fernando tragó saliva, era consciente, siempre lo fue, que Alicia tenía razón, pero le resultaba muy difícil no preocuparse y no mostrar esa preocupación.
-Alicia, voy a intentarlo, te doy mi palabra. –cogió su mano mirándola a los ojos- Pero tendrás que tener algo de paciencia.
Alicia sonrió, estaba segura que lo iba a intentar, pero también sabía que volverían a tener esa conversación en algún momento de los próximos meses; le apremió a tomarse la sopa diciéndole que tenía hambre y quería comer el pescado. El resto de la cena hablaron sobre su nueva casa, Fernando reconocía esa mirada soñadora de su mujer, sólo podía sonreír ante la cantidad de planes que ya tenía para la casa que aún no habían estrenado. Dejó que Alicia preparase el baño para Roberto mientras él recogía, al empezar a fregar sonrió pensando que Alicia siempre se salía con la suya y lo solía hacer razonando, sin voces ni discusiones. Aunque tenía que reconocer que en ese tema Alicia siempre tenía razón, era su parte más irracional la que no quería reconocer que no podía hacer que Alicia se quedase sentada durante los meses de embarazo. Antes de terminar de fregar, Alicia entró en la cocina con su hijo en brazos, se sentó sin dejar de mirar cómo fregaba. Cerró el grifo y cogió el trapo para secarse las manos, se agachó junto a Alicia y pasó su mano por la cara de Roberto.
-Alicia, soy muy feliz, tanto que a veces me da miedo…
-No tienes nada que temer, -acarició el pelo de Fernando- no vivimos una vida prestada, esto es real, Roberto es real, nuestra vida es real, y nuestra hija ya es real, dentro de unos meses la tendremos con nosotros. No hay nada por lo que preocuparnos.
Fernando la miró intensamente recordando cada momento con ella, se levantó despacio para ir hacia el baño. Sonrieron cuando Roberto protestó al sentir que le desnudaban, en unos minutos sólo se escuchaban las risas de los tres; acabaron salpicados por su hijo que cada día disfrutaba más de los baños. Vieron cómo por fin se tranquilizaba y casi se quedaba dormido, Fernando le sacó del agua antes de que se enfriase dejándole sobre la toalla que ya tenía preparada Alicia. Mientras Alicia le secaba, Fernando llevó la nueva cuna a la habitación después de apagar las luces del salón, al dejarla en el lado de su mujer, le pareció extraño, llevaban muchos meses con aquella pequeña cuna que él mismo había hecho. Alicia entró en la habitación con un Roberto ya dormido, le acomodó en la cuna arropándole; vieron cómo se daba la vuelta estirándose y casi ocupando la cuna por completo. Fernando se echó a reír bromeando sobre lo mucho que se parecía a ella en ese gesto de ocupar todo el sitio; Alicia le tiró un cojín en broma. Esa vez, Fernando no se lo esperaba, el cojín le dio en toda la cara, se acercó a ella despacio y empezó a hacerle cosquillas. Fernando besó el pelo de su mujer mientras veían a Roberto quedarse profundamente dormido, bajó la persiana con cuidado y se dio cuenta que Alicia tenía las manos muy frías e intentó, a base de caricias, calentárselas. Alicia le besó haciendo que se olvidase de todo, se tumbaron despacio en la cama, Fernando no pudo pensar en nada más que no fuese recorrer el cuerpo de su mujer, la miró intensamente separándose.
-Alicia te amo, no podría ser más feliz…
Ella le miró sonriendo y volviéndole a besar, se dio cuenta que Fernando se manejaba con mucha suavidad pero no notaba la reticencia que otras veces había mostrado pensando que estaba embarazada y podría pasar algo. Al notar la mano de Fernando sobre su espalda se olvidó de todo y cerró los ojos para disfrutar de cada sensación que le provocaba hacer el amor con él. De fondo se escuchaban los coches pasando por la avenida, los gatos en el patio unido al sonido de los televisores de los vecinos.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!! |
|
|
|
|
|
|
|
|
Enlaces de otros Blogs |
|
|
|
|
|
|
|
¿Te ha gustado esta página? ¡Compártelo! |
|
|
|
|
|
|
|
Novedades |
|
|
|
|
|
|
12/10/17 Nuevo videomontaje: "Fernando & Alicia: Tan posible y tan quimera"
29/04/15 Epílogo final del relato "Cartas desde el exilio"
20/10/14 Incluido apartado de la entrevista a Sara Casasnovas en el foro Amar en antenas revueltas
13/08/14 Incluido apartado de la entrevista a Carlos García en el foro Amar en antenas revueltas
22/01/14 Actualizada información sobre la encuesta de la web de Amar en Antena 3
08/09/13 Añadidos videos recopilatorios de las mejores escenas de Fernando & Alicia en Amar es para siempre
04/09/13 Añadidas capturas del capítulo 165 de AEPS en http://relatosnoa4.es.tl/
04/09/13 Añadidas escenas de los capítulos 163, 164 y 165 de AEPS |
|
|
|
Hay 1083715 visitantes ¡En RelatosNoa! |