Mediados de abril de 1963
Alicia miró a Fernando echándose a reír en cuanto se cerró la puerta, Don Patricio se acababa de ir y echarían de menos esas conversaciones tan divertidas con él. Unos días antes Pelayo había llamado dando la noticia del nacimiento de Daniel, Fernando se emocionó al saber el nombre del nuevo hijo de Manolita y Marce, y pidiéndoles un favor, un amigo suyo visitaría París y necesitaba encontrar un lugar donde quedarse. Al principio, Fernando le ofreció su casa pero Pelayo le convenció que era mejor que no, en ese momento entendían tanta insistencia de Pelayo. Don Patricio les había caído bien a pesar de las diferencias en ideas, pero se notaba que era un caradura, a Pelayo le había costado mucho tener que pedirles el favor por miedo a que Don Patricio se quedase en casa de sus amigos por la cara. Roberto suspiró mirando triste hacia la puerta, Alicia sonrió pensando que su hijo parecía entender que todas las visitas eran importantes porque venían de España, se notaba que se quedaba triste con cada despedida. Fernando se echó a reír haciendo cosquillas a su hijo y recordándole que tenían que irse a la guardería; Diane llegaría en unos minutos para quedarse con las niñas, que acababan de tomar su biberón y se habían quedado dormidas, y todavía no estaban preparados. Ese día Alicia tenía un par de reuniones, una para conocer un nuevo caso y otra con una persona de la Comisión; Fernando había quedado en pasarse por la editorial para hablar con René, al final había decidido proponerle el libro sobre la Resistencia, la mirada de Alicia cada vez que hablaban de ello le había convencido.
Preparó a Roberto mientras Alicia terminaba de preparar el maletín para sus reuniones, se mordió el labio recordando la llamada del abogado de Grimau, en tres días sería el juicio, Fernando seguía escribiendo toda la información que llegaba, ella seguía en contacto con los juristas que llevaban la campaña en su favor. La sociedad francesa estaba volcada en ese tema, era uno de los temas de los que más se hablaba, Alicia seguía siendo un tanto ilusa y pensaba que quizás tanta presión tuviese consecuencias; esperaba que le condenasen a muerte, de eso no dudaba, pero quizás después de esa sentencia, algunos países empezasen a darle la espalda a Franco. Fernando, en cambio, era mucho más escéptico, aunque no podía dejar de mirarla con una media sonrisa, esa fuerza que demostraba Alicia le hacía querer creer en que podrían conseguirlo, pero era realista y no lo esperaba. A pesar de saber que estaba condenado de antemano, no dejaba de escribir artículos, editoriales, reportajes e incluso hacer entrevistas; Antoine le había dado carta blanca para publicar lo que quisiese, no sabía si porque le interesaba de verdad el tema o sólo para contentarle y que volviese a implicarse en la revista como antes de que despidiesen a Gabrielle. Mientras vestía a Roberto le habló de Toulouse, el día anterior Catherine y Jean les habían llamado para contarles la manifestación por la República, les habían invitado a ir pero las niñas eran muy pequeñas para un viaje tan largo; sus amigos habían hecho muchas fotos y prometieron enviárselas cuanto antes. La llamada duró mucho, Jean se empeñaba en darle los nombres de todos los españoles con los que se cruzaron por si les conocía, entre risas escucharon a su amigo mientras Fernando resoplaba divertido; ante tanto nombre, Roberto había terminado llamando al tío Jean pesado; por suerte estaba lejos del auricular y lo único que Jean pudo oír fueron las risas que provocaron en Alicia y Fernando el comentario de su hijo. Alicia habló con Catherine, ella se centró más en el ambiente que había, les dio la impresión de estar en España entre tantos españoles y tantas conversaciones sobre la República, la dictadura e incluso la lucha actual. Fernando sabía cuánto le hubiese gustado a Alicia estar presente en esa manifestación, antes de quedarse dormidos la noche anterior, le prometió que al año siguiente estarían allí para vivirlo los cinco juntos. Roberto no acababa de entender por qué su padre vinculaba Toulouse a España, le miraba torciendo el gesto valorando lo que decía, al final Fernando tuvo que insistir para que le dejase vestirle, estaba tan concentrado en la conversación que no recordaba que tenían que irse. Cuando Diane llegó, estaban listos para salir, Fernando se entretuvo arropando a las niñas y susurrando que se portasen bien, le costaba tanto dejarlas en casa mientras ellos trabajaban; Diane seguía pensando en lo exagerados que eran pero no comentaba nada, ya estaba acostumbrada y sabía que no tenía nada que ver con que desconfiasen de ella. Alicia besó a sus hijas y arrastró a Fernando hasta la puerta donde ya les esperaba Roberto; se echaron a reír porque lo de su hijo sólo había sido una pose para que ellos no tardasen, en cuanto llegaron a su lado, Roberto echó a correr para despedirse de sus hermanas. Diane le besó recordándole que tenía que ir a clase, Roberto se alejó diciéndole adiós con la mano, se agarró a las piernas de Alicia pidiéndole que le cogiese en brazos, se miraron extrañados, normalmente Roberto prefería ir solo, incluso les costaba que accediese a darles la mano, cosa en la que Fernando era inflexible. Caminaron deprisa hasta la guardería, estaba sólo a un par de calles de su casa; los dos llegaban tarde pero llevar a su hijo a la guardería era algo que no pensaban dejar de hacer nunca. Se quedaron en la puerta después de que Roberto les diese un beso, siempre sonreían al verle tan desenvuelto con los demás niños, andaba con una seguridad increíble para su edad, parecía que llevaba allí toda la vida, saludaba a todos, incluso a padres y madres, y antes de ponerse a jugar siempre giraba la vista para sonreírles y decirles adiós con la mano mientras guiñaba un ojo a Fernando. Salieron abrazados comentando todo lo que tenían que hacer ese día, Fernando iría a comer a casa pero Alicia creía que no podría; suspiró al oírla, estaba seguro que se le olvidaría comer, Alicia sonrió y le besó, sabía que Fernando iría al despacho a llevarle algo de comida. Aumentaron el paso para llegar cuanto antes, Alicia estaba cerca del despacho pero Fernando tenía que cruzar medio París para llegar a la editorial, aun así, se tomó su tiempo para despedirse de Alicia. La noche anterior habían hablado mucho de Toulouse y España, de la República, la lucha y cuándo podrían volver, Fernando siempre sentía cierta culpabilidad, Alicia no vivía en España por él; la besó despacio y la abrazó. Alicia se separó despacio diciéndole que le esperaba a la hora de comer, se echó a reír mientras la vía subir las escaleras, encendió un cigarro y empezó a caminar con rapidez, le hubiese dado igual llegar tarde si fuese Antoine el que le esperaba, pero con René no tenía tanta confianza. Sonrió recordando cómo Alicia se había hecho la interesante cuando le hablaba de él antes de que le conociese, ella estaba segura que no le pondría ningún problema sobre el tema del libro, pero Fernando no le conocía tanto como para pensarlo. Alicia saludó a todos al entrar, se quitó la chaqueta y en unos minutos estaba sentada a su mesa con los informes del caso nuevo, en menos de una hora llegaría su cliente y tenía que tener una posible defensa preparada. Encendió un cigarro y se echó a reír recordando las conversaciones de Fernando con Don Patricio, habían hablado mucho en los pocos días que estuvo en París, pero sus conversaciones eran casi idénticas todos los días.
Fernando se sentó en el sofá después de conseguir que Andrea se durmiese, Roberto había salido a pasear con Diane y Pierre; Alicia le pasó la copa mientras Don Patricio terminaba el postre
-¿Y entonces? –encendió un cigarro y le miró divertido- ¿Qué piensa hacer el Borbón para echar a Franco?
-¡Oiga Fernando! No me gusta ese tono para referirse a Don Juan, –Alicia se aguantó la carcajada y bebió un trago para evitar intervenir; a pesar del reproche, Don Patricio le miraba con simpatía- el Rey está atado de pies y manos, tenemos que esperar, pero un día le veremos regresar a España como se merece, con todos los honores.
-Sí, y mientras tanto Franco sigue asesinando… ¿Volvería el Borbón aunque tuviese que pactar con el dictador para ello?
-¡Por supuesto que no! –Alicia sonreía ante la vehemencia de Don Patricio y la ironía de Fernando- Don Juan es el legítimo Rey de España, no tiene que pactar con nadie para recuperar lo que le pertenece, es el heredero legítimo.
-Bueno, legítimo… Los españoles no lo consideramos así en el 31…
-Convendrá conmigo que la sociedad española del 31 no tiene nada que ver con la actual.
-Por supuesto, Franco, o el chaparro como le llama un buen amigo nuestro, -sonrieron pensando en Pelayo- se ha encargado de que así sea aniquilando a todos los que apoyasen la República, obligándoles al exilio, asesinándoles, encarcelándoles… En eso estará de acuerdo ¿no?
-Sin duda, y estoy seguro que Don Juan nunca lo hubiese permitido. –Fernando le miró enarcando las cejas- Pero como la sociedad ha cambiado, tendremos que pensar que España ya no sería republicana aunque Franco dejase paso a un nuevo sistema.
-Cosa que no va a pasar… -Alicia intervino en ese momento, pensar en Franco haciéndose a un lado del poder era algo imposible- Todavía quedan años de dictadura, y el régimen está en mejor posición que nunca a pesar de la críticas que está recibiendo por el próximo consejo de guerra contra Grimau.
Fernando apretó la mano de Alicia, sabía que para ella era muy difícil aceptar que el régimen se hacía más fuerte día a día, el idealismo de Alicia chocaba con la realidad; Alicia sonrió y miró a Don Patricio casi como un desafío a que negase lo que ella había afirmado. Se echaron a reír cuando Don Patricio preguntó por el Gobierno de De Gaulle, seguro que no era ideal; comenzaron entonces una crítica hacia los errores del gobierno francés, pero Fernando no dejaba de soltar pullas, ese gobierno lo habían elegido los franceses, el de Franco se impuso por las armas y en cuanto al Borbón, su padre dejó el trono porque los españoles no querían monarquía.
Alicia movió la cabeza divertida, esa conversación se repitió una y otra vez, quizás variando el tema central, pero Fernando y Don Patricio siempre se soltaban comentarios irónicos; dio una calada y se centró en el informe para poder tener todo preparado antes de que llegase su defendido. Fernando entró en la editorial un tanto nervioso, si todo iba bien, iba a escribir un libro sobre la Resistencia, no estaba seguro de ello, ni de que le interesase a alguien ni mucho menos de hacerlo bien. Sonrió recordando la mirada de Alicia cuando le expresó esas dudas, en el pasado nunca lo hubiese reconocido en voz alta; Alicia le miró segura y le hizo pensar en la carta que le había escrito en el piso franco, en los artículos para la revista y el periódico y en las cartas que escribían para sus amigos. Sabía expresarse perfectamente y, además, era experto en el tema sobre el que iba a escribir, estaba segura que el libro sería un éxito. Tragó saliva y acudió a esa máscara de nervios de acero que había dejado atrás hacía mucho tiempo; puso su mejor sonrisa y preguntó por René, tuvo que esperar unos minutos y cuando le vio le tendió la mano aparentando una seguridad que imponía. René le saludó sonriendo, esperaba conseguir convencerle aunque sabía por Alicia que no estaba seguro, lo que no se esperaba era que Fernando fuese directo al grano y que incluso tuviese una propuesta distinta a la que él había pensado. Alicia recibió a su defendido con una sonrisa profesional, le había costado encontrar el enfoque pero ya estaba segura, era consciente que se transformaba en su trabajo, necesitaba transmitir seguridad y confianza además de profesionalidad. Era algo que en España había sido necesario, casi obligatorio, era difícil para las mujeres llevar adelante una carrera en la abogacía y si notaban la mínima duda estabas perdida; en ese momento no era una obligación, pero se había acostumbrado a ser así en su trabajo, le gustaba darles seguridad a sus defendidos. Mientras servía un café para los dos, recordó cómo le había hablado a Macarena de lo que suponía ponerse frente a un tribunal, la primera vez que lo hizo se sintió realizada; había dejado su vida personal de lado pero ahí estaba, defendiendo a un acusado y llevando adelante lo que había aprendido en los años de universidad. Secretamente, esa primera vez frente a un tribunal fue en nombre de su padre y de Fernando, todavía no había pasado lo de Angulo, pensar en ellos le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante y ser lo que siempre quiso ser, recordaba perfectamente lo que le dijo Fernando cuando la besó por primera vez; en esos momentos pensaba que estaba muerto, pero pensar en una sonrisa suya al verla cumplir su destino la hacía sentir bien. Al posar los cafés sobre la mesa volvió al presente, sonrió y empezó a detallarle la defensa que llevaría a cabo preguntándole además algunos datos que no venían en los informes. La reunión de Fernando y René duró más de una hora, Fernando expuso sus condiciones, lo primero de todo, dejó claro que sería sobre su participación en la Resistencia y no sobre el fusilamiento, además, no quería ningún cambio en lo que escribiese, ningún tipo de censura y tomar la última decisión en cuestiones de promoción. René se echó a reír mirándole, Fernando no dejó de mirarle con una sonrisa, era consciente que estaba echándole un pulso y que además sería difícil ganarle, pero si iba a escribir, quería controlar todo. Finalmente, René sonrió tendiéndole la mano y asegurándole que estaría encantado de publicar ese libro incluso aunque pusiese tantas condiciones, Fernando se echó a reír y se relajó en la silla mientras René le hablaba de los plazos para entregar el primer borrador. Suspiró pensando en las horas que tenía que dedicar a escribir además de las horas de trabajo, por lo menos pasaría más tiempo en casa, con sus hijos, aunque tendría que establecer un horario para trabajar en el libro en el pequeño cuarto, estaba seguro que con sólo oír a sus hijos le apetecería dejar lo que estuviese haciendo para salir a jugar con ellos. René le miró con una media sonrisa valorando si después de tantas condiciones estaría dispuesto a aceptar los plazos de la editorial, Fernando se echó a reír diciéndole que no se preocupase, le gustaba trabajar con presión y cumpliría todos los plazos que acababan de establecer. La secretaria de René miró a Fernando sorprendida, su jefe no solía aceptar pretensiones de estrellitas, como él mismo llamaba a los escritores que pretendían que aceptase todas sus condiciones; Fernando se dio cuenta que le miraba y le aguantó la mirada, estuvo a punto de echarse a reír al ver que ella sonreía divertida. Se despidió de René riéndose pero se puso serio para asegurarle que la semana siguiente le enviaría un índice con los capítulos; salió del despacho y suspiró, ya era real, tendría que escribir sobre la Resistencia, sobre Belle… Se mordió el labio pensando en los meses posteriores a la liberación de París, el libro tenía que acabar con la liberación, no quería recordar esos meses que pasó dando tumbos refugiándose en el alcohol y sin importarle qué le pasase. Sonrió pensando en Alicia, ella le había devuelto la ilusión, el amor; bajó las escaleras con ganas de llevarle la comida, aunque antes tenía que pasar por la redacción. Se quedó mirando el escaparate de una tienda de niños, resopló y terminó entrando, no le gustaba dar vueltas por las tiendas, pero desde que habían nacido las niñas disfrutaba comprándoles ropa idéntica, estaba seguro que cuando creciesen torcerían el gesto al verse en las fotos y, cuando pudiesen decidir, vestirían totalmente diferentes la una de la otra. Compró también un conjunto para Roberto, sabía que su hijo no sentiría celos si no le llevaba nada, pero no quería hacer ninguna distinción entre sus hijos; sonrió recordando uno de los días anteriores, habían salido de compras con las niñas mientras Roberto se quedaba en casa de Grace y Antonio jugando con Loan. Esa tarde compraron bastantes cosas, ropa para las niñas, algún juego para Roberto, pero, lo más importante, le compraron un par de regalos al nuevo hijo de Manolita y Marcelino. Alicia eligió un traje que le encantó y él se decidió por un pequeño juguete musical; se emocionaron mientras lo pagaban, les debían mucho a sus amigos y cada vez que les escribían o compraban un regalo, sentían que les devolvían una pequeñísima parte de todo lo que les habían ayudado. Volvió a la realidad cuando el dependiente insistió para cobrarle, se rio de sí mismo y le dio las gracias mientras pagaba. Alicia despidió a su defendido con un apretón de manos y una sonrisa, había tardado pero ya tenía una línea de defensa clara, el juicio sería en dos semanas pero ya tenían todo preparado. Se frotó la cara y decidió tomar un café, necesitaba estar despierta para la reunión, una semana antes la Comisión había tenido una reunión en Ginebra y ese día ella conocería lo que les parecía el primer informe que ella había aportado. Sonrió al ver entrar a Antonio, Grace estaba en los juzgados pero Antonio ya lo sabía, se sentó frente a ella y le habló de un chico detenido en la frontera, Alicia suspiró, sabía que no quería implicar a Grace en su trabajo. Unos días antes habían estado hablando y Alicia se ofreció a llevar cualquier tema que tuviese que ver con su trabajo en el Partido, esa decisión le había costado una conversación seria con Fernando, no habían discutido porque Fernando en ningún momento le dijo qué tenía que hacer. Fernando seguía preocupándose en exceso por esa parte de su trabajo, pero aceptaba que era abogado para defender a cualquier acusado, al menos tenían a favor vivir en Francia, tenía claro que en España no permitiría que se pusiese en peligro de esa forma. Sirvió una copa para Antonio mientras le informaba que en unos minutos tenía una reunión que no podía cancelar, habían detenido al chico con propaganda y algunos documentos importantes; Alicia se mordió el labio, por un momento recordó a Isabela pero ese recuerdo desapareció de inmediato. Terminó el café y le pidió más información; era español nacido en Francia, sus padres se habían exiliado y él estaba estudiando en Madrid pero solía viajar a París. Alicia sonrió al saber que tenía nacionalidad francesa, quizás mediante los contactos de Emile podría conseguir que le juzgasen en Francia, aunque el Partido también era ilegal, la condena sería irrisoria comparada con la que tendría en España, incluso podría defender que esa propaganda no era suya. Fernando aguantó la reunión con Antoine con una mirada irónica, no le gustaba que su jefe le tratase con tanta consideración, ya apenas tenían ese tira y afloja que tanto le gustaba; Antoine quería que volviese a implicarse con la revista y para ello le daba todo lo que quería. Terminó contándole que después de la campaña por Grimau, dejaría de ir tan asiduamente; tenía el trabajo en el periódico y el proyecto del libro; Antoine resopló, no quería perder a alguien como Fernando pero sabía que tarde o temprano, dejaría la revista. Le convenció para escribir un artículo semanal, como en el periódico; Fernando salió del despacho resoplando, cada vez que estaba allí recordaba lo que había pasado con Gabrielle, ella estaba mejor que nunca en su nuevo trabajo pero eso no cambiaba el hecho de que él seguía trabajando para las personas que la echaron de la revista. Se tomó un café con Pierre y algunos compañeros más, le pusieron al día de las novedades, le preguntaron por Alicia y sus hijos y Pierre quiso ver lo que les había comprado; pero fue inevitable hablar sobre Grimau, Fernando se sentía bien cuando le preguntaban. Todos los países se estaban volcando para hacer presión pero, lo que a él le parecía más importante, la sociedad estaba respondiendo casi con más contundencia; entre sus compañeros había algunos optimistas, él les miraba moviendo la cabeza y pensando que en unos días se sentirían mal al haber tenido esperanzas en que los gobiernos extranjeros consiguiesen algo. Cuando iba a salir vio a Sophie, estuvo hablando unos minutos con ella, le preocupaba que intentasen echarla a ella también pero en vez de ir de frente como hicieron con Gabrielle, intentando que se fuese ella; Sophie le miró riéndose, sabía que Fernando se preocupaba por todas las personas que quería, le dejó claro que nada había cambiado en la revista, al menos para ella, y le recordó que Gabrielle tenía mejor trabajo ahora. Fernando se despidió de ella con una sonrisa pero mirándola de forma irónica, él no iba a volver a la revista como antes, estaba feliz porque ellas estuviesen bien, pero para él nada había cambiado. Al salir a la calle respiró hondo y miró el reloj, sonrió pensando en el abrazo que le daría Roberto en unos minutos, a pesar de lo que le costaba dejarle en la guardería, le gustaba el momento en que llegaba y su hijo se abrazaba a él contándole todo lo que había hecho esa mañana. La profesora de Roberto solía mirarle con desaprobación por hacer de cada reencuentro un momento tan trascendental, pero él la ignoraba, su hijo entendía más de lo que esa mujer pensaba. Si no fuese porque Roberto estaba encantado con ella, a él le caería mal y se pensaría el hecho de dejarle todos los días con ella. Caminó deprisa intentando organizarse para los próximos días, tendría que cumplir un horario y hacía mucho que no lo tenía que hacer; llevaba meses sin estar diariamente en la redacción y su trabajo en el periódico era totalmente independiente, suspiró pero terminó sonriendo al darse cuenta que acababa de llegar a la guardería. Se paró un momento para recuperar el aire, había llegado a toda prisa, casi ansioso y no quería que su hijo le viese así; entró despacio y sonrió al ver a Roberto ya con el abrigo puesto, estaba seguro que había insistido hasta que su profesora le dio permiso, sabía que la hora de volver junto a sus hermanas se acercaba. Roberto giró la cabeza y sonrió ampliamente, se despidió de la niña con la que estaba hablando y echó a correr hacia su padre. Fernando disfrutó de esa carrera, del choque de su hijo con sus piernas y del abrazo que le dio, era uno de sus momentos preferidos del día; tuvo que contestar a las preguntas de Roberto con rapidez, siempre preguntaba primero por sus hermanas, después por su madre y ya por último por su trabajo nombrando al tío Pierre.
Alicia sonrió orgullosa al conocer la opinión sobre sus informes, estaba bastante nerviosa ante esa reunión pero al ir escuchando detalles de las conclusiones se fue relajando; quería ayudar en todo lo que fuese posible y creía que podía hacer un buen trabajo. La reunión se alargaba pero en ningún momento se le hizo pesada, disfrutaba conociendo más detalles de la lucha de la Comisión y se indignaba al conocer más datos sobre la discriminación de las mujeres en todo el mundo. No dejó de pensar en Inés, estaba segura que su amiga también podría aportar mucho en esa lucha, aunque sabía que el trabajo de Inés se enfocaba hacia otro ámbito, sonrió recordando la última carta, su despacho ya tenía prestigio en Barcelona y cada vez les llegaban más casos, sobre todo de penal. También pensó en Mati, por ella no había podido hacer nada, pero tenía que luchar para que otras mujeres no pasasen por lo que pasó su prima o ella misma; unos días antes había contestado su carta, esperaba ansiosa la respuesta, en realidad le gustaría tanto volver a abrazarla.
Mi querida Mati
He leído tu carta muchas veces, Roberto, mi hijo, ya te nombra de tantas veces que le he hablado de ti; me encantaría que le conocieses, tiene casi 15 meses pero parece más mayor, está todo el día pendiente de sus hermanas.
Siento todo lo que has tenido que pasar, me alegro que los peores momentos quedaran atrás y ahora seas feliz en el Pozo ayudando a los vecinos. Aunque si tengo que ser sincera, me gustaría que pudieses dejar todo eso atrás, que decidas por ti misma dónde quieres estar; y, por supuesto, que pudieses visitarme en París. Yo por el momento no puedo volver, es complicado de explicar, aunque sí quiero decirte algo importante. Anulé mi matrimonio con Álvaro, nunca fuimos un matrimonio de verdad, hace años que no estamos juntos aunque en España seguía manteniendo las apariencias. Cuando supe que estaba embarazada decidí hacer las gestiones para anularlo, mi hijo tenía que llevar el apellido de su padre; bueno, no exactamente el de su padre, es parte de lo que no puedo explicarte por carta. El caso es que me casé en París hace algo más de un año, es el amor de mi vida y día tras día pienso que no puedo ser más feliz; ojalá pudiese compartir mi familia contigo, además de todo lo que nos pasó, no nos dejaron ser primas, es todo tan injusto. Si te soy sincera, me encantaría poder vivir en Madrid, París es muy especial para mí, siempre me recordará a mi padre, mi niñez, y ahora además el principio de mi familia; pero España es mi país, nuestro país, he aprendido a amar España tanto como tú recuerdas que amaba París, y algún día volveremos para vivir en Madrid con nuestros hijos, cuando el país sea libre.
Te mando una foto de mis tres hijos, para mí son los niños más bonitos del mundo, como te he dicho, Roberto no deja de estar pendiente de ellas, incluso en las fotos; Andrea es la que le coge del dedo mientras Ana está dormida, son casi idénticas físicamente, Andrea tiene la mirada de su padre pero en el resto son iguales, pero en el carácter son muy distintas. Cuando supe que iba a tener dos bebés pensé mucho en mi madre y en Regina, no podría soportar que mis hijas llegasen a tener tan mala relación como ellas, sé que mi madre quería mucho a Regina, pero ella nunca le perdono algo que les pasó de jóvenes… No quiero que nos pongamos tristes así que mejor centrarnos en el presente; si las vieses Mati, estoy segura que te enamorarías de ellas, son perfectas.
No pienses que me dedico sólo a mi familia, trabajo en un despacho de mujeres, llevo casos de todo tipo aunque ahora además participo en una Comisión internacional que lucha para conseguir la igualdad de las mujeres en todo el mundo. Al aceptarlo pensé mucho en ti, en lo que te pasó y también en lo que me pasó a mí desde que llegué a España; ojalá ninguna mujer tenga que pasar por algo parecido, tenemos que luchar para conseguirlo, será difícil pero hay que intentarlo.
Te mando un abrazo muy muy fuerte, y otro de parte de Roberto, está sentado conmigo y no deja de preguntar por ti. Si en algún momento viajas a Francia, recuerda que aquí tienes a tu familia, me encantaría que pasases unos días con nosotros. Te quiero prima.
Alicia Peña
Dejó de pensar en Mati y encendió un cigarro concentrándose en la reunión, ni siquiera pensó en la hora. Fernando se entretuvo en el camino, Roberto preguntaba por la bolsa que llevaba y hacía planes para esa tarde; además, quiso saludar a un niño que estaba jugando en el parque, Fernando trató de convencerle de que tenían prisa pero su hijo era más cabezota, sonrió pensando que era casi tan cabezota como Alicia. Miró el reloj al llegar al portal, bromeó con Roberto sobre lo tarde que se les había hecho y obtuvo respuesta de él, se acabó riendo y le besó antes de abrir la puerta. En cuando le dejó en el suelo, Roberto fue corriendo hacia la cuna, ni siquiera saludó a Diane, Fernando y ella se miraron divertidos y contemplaron cómo se ponía de puntillas para llegar a darles un beso. Ya habían tomado su biberón y acababan de dormirse, Roberto se giró para indicarles que no hiciesen ruido, Diane le miró sonriendo, Fernando le pidió que se quedase un momento para poder sacar a Tor; sabía que Roberto no querría salir a la calle en ese momento, llevaba toda la mañana sin estar con sus hermanas y no pensaba alejarse así como así. Tor le arrastró por todos los jardines del barrio, tuvo que ponerse serio e indicarle que volvían a casa, el buen tiempo hacía que su perro quisiese quedarse más rato en la calle. Al volver a casa, Roberto acompañó a Tor a la caseta y le abrazó antes de dejarle dormir, Diane se despidió entre susurros; Fernando la miró dudando, tenía que llevarle la comida a Alicia y le encantaría ir con sus hijos, pero los niños podrían desconcentrar a Alicia o a sus compañeros. Decidió que iría con ellos y así después podían quedarse un rato en el parque, esperaba que Alicia no se molestase; sonrió al ver la mesa puesta, Diane nunca cambiaría. Sirvió la comida y disfrutó de la charla de su hijo, Roberto conseguía que no pensase en que Alicia no estaba en casa para compartir esa comida; oyó hablar de más amigos de su hijo, le hacía gracia ver lo sociable que era para su corta edad. A veces se quedaba mirándole como un bobo recordando muchos momentos con él hasta que Roberto soltaba alguno de sus comentarios y se echaba a reír contestándole; al terminar de comer limpió la cara y las manos de su hijo, no quería que le ayudasen a comer pero al final siempre terminaba manchado hasta las orejas. Le besó dejándole en el suelo y sonrió cuando empezó a arrastrar la bolsa de sus hermanas para prepararla; recogió los platos y preparó una tartera para Alicia mientras Roberto sacaba cosas de la habitación de las niñas para llevarlas cuando saliesen.
Alicia se había quedado sorprendida ante la propuesta, al principio no se lo creía y después sonrió como hacía mucho que no lo hacía en el trabajo, recordó la propuesta de Inés de asociarse juntas.
Se mordió el labio pensando que nunca se había separado de sus hijos y tampoco de Fernando desde que estaban en París, le habían propuesto asistir a la siguiente reunión, en menos de dos semanas. Estaba ilusionada con su trabajo para ellos y esa reunión era importante, al menos para ella, pero no quería separarse de su familia; sonrió pensando en la reacción de Fernando. Estaba segura que se ilusionaría por ella, la miraría orgulloso y se pondría a alabar su trabajo, pero sabía que también tragaría saliva pensando en los días que pasarían separados aunque nunca se lo diría. Pensar en perderse los avances de Roberto en la guardería, no poder abrazarle al llegar a casa; y sus niñas… Antes de dormir siempre se quedaba unos segundos mirándolas, eran tan pequeñas y tan perfectas. En realidad no serían más que tres días pero les echaría tanto de menos; si las niñas no fuesen tan pequeñas, le encantaría que fuesen todos, pero no quería que sus hijas pasasen por un viaje así. Eran muchas horas en avión y sería muy cansado, no dejaría que Roberto, Andrea o Ana pasasen por algo así si no era imprescindible. Respiró hondo y aceptó la propuesta, sonrió emocionada aunque algo nerviosa, sería difícil alejarse de los niños y de Fernando, no darles las buenas noches, ese abrazo de Roberto antes de dormirse, escuchar entre sueños a Andrea empezar a llorar, o sentir a Fernando junto a ella en la cama. Al quedarse sola en el despacho se quedó mirando la foto que tenía enmarcada, salían los cinco el día de la fiesta para celebrar el nacimiento de las niñas, hacía poco más de dos meses pero ya no se podía imaginar su vida sin las niñas. Acarició las caras de sus hijas y miró el reloj, sólo en ese momento se dio cuenta de la hora que era, Fernando debía estar a punto de llegar o quizás no había podido acercarse, no sabía si esperarle o picar algo mientras ojeaba los informes que le había dejado Emile sobre uno de los casos. Fernando resopló al darse cuenta de la hora, apretó el paso pero era imposible ir más deprisa, llevaba a Roberto en brazos, que no dejaba de manotear para que le dejase en el suelo, y manejaba el coche de las niñas con el mayor de los cuidados. Se puso serio con su hijo, Roberto le miró con el ceño fruncido y terminó disculpándose en francés, Fernando movió la cabeza sonriendo, en el futuro tendría que aguantar mejor la pose, pero no podía evitar sonreír ante las reacciones de su hijo. Llegó al portal resoplando, las niñas no se habían despertado, esperaba que no lo hiciesen cuando estuviesen en el despacho; subió en el ascensor mientras le explicaba a Roberto que su madre todavía tenía que comer. Alicia sonrió al oír el timbre, ya se habían ido todos y estaba segura que era Fernando, despejó la mesa para poder comer y fue a abrir; su sonrisa se ensanchó al verle con los niños, besó a Roberto y le cogió para abrazarle, Fernando fingió decepción al ver que no dejaba de mirar a las niñas y a Roberto. Alicia se echó a reír y le besó preguntándole por el trabajo, Fernando resopló y a su vez le preguntó si había comido, se miraron divertidos y pasaron al despacho de Alicia. Roberto se sentó en una de las sillas y hablaba en voz baja, le miraron sonriendo, siempre que iba a ver a su madre al trabajo se adaptaba al ambiente y trataba de parecer más serio; mientras Alicia comía, Fernando le detalló la reunión con René y cómo había aceptado todas sus condiciones. Alicia sonrió mirándole, Fernando sabía cómo convencer a cualquier persona y René no iba a ser menos; respiró hondo al terminar el postre, Roberto se había sentado encima suyo y se había quedado adormilado, Andrea se removió protestando pero al notar que Fernando le ponía el chupete, volvió a quedarse dormida.
-Fernando… Hay algo que…
Fernando estaba arropando a las niñas, se giró para mirarla y la vio nerviosa, la besó la mano sonriendo.
-¿Qué pasa Alicia?
-A la Comisión le ha gustado mucho mi informe.
-Eso es maravilloso –la besó el pelo y acarició la cara de Roberto que luchaba para no quedarse dormido- aunque yo no tenía ninguna duda de que sería así.
Alicia se emocionó al ver su mirada orgullosa, se mordió el labio esperando que no le molestase haber aceptado el viaje antes de hablar con él, tenían una familia y las decisiones tenían que tomarlas juntos. Tragó saliva y abrazó más fuerte a Roberto, notó cómo Fernando empezaba a preocuparse, sonrió y respiró hondo.
-Quieren que vaya a la siguiente reunión, será en Nueva York en dos semanas, estaría fuera tres días.
Fernando sonrió sinceramente pero, a la vez, tragó saliva, no se habían separado desde que llegaron a París, además, estaba seguro que los tres niños la echarían de menos.
-Tu primer viaje como abogado, -sonrió mirándola embobado- estoy seguro que les dejarás impresionados.
-Ya, pero tendría que separarme de vosotros…
-Alicia, serán tres días, a la vuelta estaremos aquí, esperándote para abrazarte. Te voy a echar mucho de menos, no verte, no poder abrazarte… Y no voy a negar que me encantaría acompañarte, pero Alicia, -cogió su mano mirándola sonriendo y tranquilo- no se acaba el mundo; es una oportunidad para ti y no puedes desaprovecharla. No vamos a perder nuestra familia por tres días, aunque ya estoy empezando a echarte de menos…
La besó suavemente pero se separaron riendo al notar a Roberto manotear para que le hiciesen caso; Fernando empezó a recoger los restos de comida pero se interrumpió al oír a Andrea. Alicia se adelantó y la cogió sonriendo, se quedó absorta viendo cómo su hija se iba tranquilizando; Roberto, entre susurros, les recordó que tenía que tomar el biberón. Fernando le revolvió el pelo y se echó a reír cuando su hijo puso una mueca ante lo poco que le gustaba ese gesto tan paternal. Besó a Alicia y fue a la sala de reuniones para calentar el biberón, miró el reloj pensando que pronto empezaría a llenarse el despacho, esperaba que sus hijas hubiesen terminado de comer. Mientras se calentaba el agua pensó en los días que Alicia estaría fuera, se le harían eternos, no quería que se quedase pero sabía que la iba a echar de menos en todo momento, de hecho estaba seguro que sus hijos notarían que no estaba, Roberto seguro, pero también Andrea y Ana. Cuando Alicia salía a cenar con sus amigas, sus hijas tardaban más en dormirse, incluso a Ana le costaba. Sonrió recordando la insistencia de Alicia para que él volviese a salir a cenar con sus amigos, desde que habían nacido las niñas no había querido hacerlo, alejarse tantas horas de casa seguía sin gustarle. Cuando regresó al despacho de Alicia, Roberto se había levantado para ponerse al lado del coche y acariciar la mano de Ana que ya se había despertado; miró a Alicia y se rio en voz baja, no dejaba de mirar a Andrea como si no existiese nada más, le pasó el biberón para que se lo diese ella y cogió a Ana. Alicia disfrutó de darle el biberón a su hija, se había sentido bien al ver la reacción de Fernando ante su viaje, aunque nunca esperó otra cosa; pero se sentía muy nerviosa ante los días que pasaría alejada de su familia. Roberto se echó a reír ante las risas de Ana, normalmente solía ser muy tranquila mientras esperaba, pero ese día reía a carcajadas alargando las manos hacia Fernando. Dejó a Ana en brazos de Alicia sonriendo, notaba en Alicia la urgencia por pasar tiempo con sus hijos, como si los tres días que viajaría fuesen a ser eternos y necesitase aprovechar cada segundo; como habían hecho ellos en el pasado, en Madrid.
-Si no tuviese que revisar el nuevo caso, nos iríamos todos al parque…
Fernando dejó a Andrea en el coche y acarició la mejilla de Alicia mirándola tiernamente, Roberto besó a su madre pero se acercó al coche para contarle un cuento a su hermana. Se sentó al lado de Alicia y se quedó mirándola, echaba de menos esos momentos de los cinco juntos en la habitación mientras Alicia amamantaba a las niñas; sentía que el tiempo pasaba muy deprisa, si por él fuese, lo pararía para quedarse siempre con su familia. Trató de evitar esos pensamientos, estaba seguro que Alicia podría leerle la mirada y no quería hacerla sentir mal por haber aceptado el viaje; era su trabajo y nunca intervendría, además, no era como si viajase a España o fuese a estar meses fuera, sólo serían tres días. Sonrió pensando que tenía que llamar para confirmar si al día siguiente les llevarían el balancín que había encargado para el patio, Alicia no sabía nada y esperaba sorprenderla; Alicia le miró arrugando la nariz.
-¿En qué piensas?
Fernando se echó a reír moviendo la cabeza, se levantó para sentarse en el brazo de la silla donde estaba sentada Alicia, acarició el pelo de Ana y miró a Alicia.
-En nada en concreto, sólo en ti.
-Seguro… -sonrió y le besó- Por cierto, Antonio estuvo aquí, han detenido a un chico con propaganda…
Notó cómo Fernando se tensaba, le contó la poca información que Antonio le había dado antes de la reunión; al día siguiente volvería al despacho para conocer todos los detalles. Fernando suspiró y pensó en pasar por casa de Grace y Antonio para que Loan fuese también al parque, seguro que su amigo necesitaba olvidarse del trabajo. Ana se quedó dormida en cuanto terminó de comer, Alicia la besó suavemente antes de dejarla en el coche; se mordió el labio y guardó la documentación y un par de libros que necesitaba consultar.
-¡Decidido! Por hoy se terminó el trabajo, puedo seguir esta tarde en casa, pero ahora nos vamos al parque.
-Alicia… No vine con los niños para que dejases de trabajar.
Alicia sonrió mirándole mientras se ponía la chaqueta, recordó aquella mañana en Madrid en la que Fernando le propuso pasar tiempo juntos recordando el pasado…
En aquellos momentos sólo trabajaba porque era lo único que tenía en la vida, aunque había empezado a cambiar, ya tenía a Inés y Macarena, y ayudaba a Fernando sin reservas. Precisamente el trabajo que tenía para aquel día era el caso de Isabela, un caso que sólo aceptó porque era importante para Fernando. Se abrochó la chaqueta dejando atrás esos recuerdos y le besó.
-Ya sé que no has venido para tentarme, pero yo no quiero trabajar más en el despacho, espera –cogió un bloc de notas- voy a dejarle escrito a Emile que sigo trabajando en casa. Mañana le contaré la reunión en Nueva York, pero hoy no quiero saber nada más del trabajo.
Fernando cogió en brazos a Roberto mientras veía cómo Alicia empezaba a escribir la nota para Emile, no había sido su intención que Alicia no se quedase, pero tenía que reconocer que no podía hacerle más feliz pasar la tarde con su mujer y sus hijos. Se rascó el pelo recordando la llamada que tenía que hacer, tendría que encontrar un momento en el que Alicia no estuviese pendiente.
Al salir a la calle, Fernando dejó en el suelo a Roberto adivinando las intenciones de madre e hijo que, inmediatamente, echaron a correr hacia la plaza más cercana al despacho. Movió la cabeza divertido, arropó a las niñas y empezó a caminar despacio para alcanzarles; cuando veía a Alicia jugar y saltar con su hijo no podía evitar recordar aquella Alicia tan estirada con la que se reencontró, en buena medida se sentía responsable de todo por lo que pasó Alicia. Solía dejar atrás esos pensamientos al escuchar su risa, esa risa que desde que la conoció le había hecho sonreír como un bobo; compartió con sus hijas ese pensamiento, Andrea abrió los ojos y le sonrió, no pudo resistirse a inclinarse a darle un beso, su sonrisa era igual que la de Alicia. Antes de ir a casa de sus amigos pasaron por la suya a buscar a Tor, Fernando se sorprendió pensando en lo burgués que se hubiese parecido a sí mismo un par de años antes; ató al perro y se rio compartiendo ese pensamiento con Alicia. Alicia le miró divertida pensando en todo lo que había supuesto para los dos empezar una vida juntos; cogió el coche de las niñas mientras Roberto daba pequeños saltos alrededor del perro. Se encontraron a Grace de camino a su casa, su amiga no podía disfrutar de la tarde de juegos, tenía que pasarse por los juzgados y no sabía a qué hora acabaría; Fernando sonrió al saber que Antonio estaba en casa con Loan y Liberto, Roberto se puso a saltar al escuchar los dos nombres y empezó a hablar de todo lo que jugarían. Alicia le contó a su amiga la propuesta de la Comisión, Grace se entusiasmó y la felicitó abrazándola; vieron cómo su amiga se alejaba maldiciendo entre dientes el tiempo que perdería en los juzgados. Alicia besó a Fernando y se abrazó a él para seguir caminando hasta casa de sus amigos, Roberto se agarró al barrote del coche de sus hermanas; Fernando le miró orgulloso, estaba seguro que en no mucho tiempo, tendrían que convencerle de que él no podía manejar el coche de las niñas, todavía era pequeño aunque quisiese crecer muy deprisa. Antonio sonrió al oír el timbre, Loan les había oído llegar por la ventana; Roberto entró corriendo para abrazarse a él y después a Liberto, Fernando disfrutaba mucho de esa espontaneidad de su hijo. Miró a Antonio y respiró hondo pero decidió no hablar del chico detenido, él no podía hacer nada y no quería pensar en el Partido y en que siempre pagaban las consecuencias los mismos. Liberto abrazó a Alicia cuando le contó las novedades de la Comisión, Fernando encendió un cigarro mirándoles, estaba seguro que Andrea sería feliz si pudiese ver a su hijo en ese momento. Esperaron a que Antonio se preparase, Tor se había quedado sentado a la entrada, siempre que entraba en una casa ajena se sentaba esperando a irse, ni siquiera los intentos de Roberto porque se uniese a los juegos de Loan y él hicieron efecto. Fernando se agachó para acariciarle, su hijo había hecho una buena elección al encontrarle en el patio; se incorporó y besó a Alicia, Liberto les habló de un par de profesores a los que ya conocía, solía pasarse por la facultad un par de días a la semana para intentar adelantar temario del primer curso que empezaría en unos meses. Fernando se fijó en la mirada ilusionada de Alicia, por un momento pensó si estaría recordando a Álvaro, sabía que esos pensamientos no eran justos, pero no podía controlarlos, desvió la mirada para que Alicia no pudiese darse cuenta de lo que acababa de pensar. Por suerte, Roberto siempre intervenía en el momento preciso, fue hasta su padre para decirle que Loan y él se iban ya al parque porque el tío Antonio tardaba mucho; las carcajadas resonaron por toda la casa pero Fernando se puso serio para dejarle claro que eran pequeños para irse solos. Roberto resopló consiguiendo que Alicia volviese a reírse al notar cómo resoplaba igual que su padre; cuando Antonio regresó, los dos niños ya estaban en la puerta esperando, bromearon sobre lo independientes que eran sus hijos y salieron de casa. Fernando y Antonio pusieron los ojos en blanco cuando Alicia y Liberto empezaron a hablar de un caso antiguo, Liberto no veía clara la línea de defensa y Alicia se quedó sorprendida con la defensa que él habría hecho. Cuando llegaron al parque, Alicia echó a correr detrás de los dos niños seguida por Tor mientras Fernando se quedaba mirándoles, Antonio le ofreció un cigarro y le miró con un punto de culpabilidad; sabía lo que pensaba Fernando del Partido, de los chicos a los que detenían, y él no hacía más que recordárselo con su trabajo y ahora, además, implicando a Alicia, estaba seguro que ella se lo había contado.
-Fernando, siento que mi trabajo os salpique…
Fernando le miró casi riéndose, parecía que esa situación se iba a repetir una y otra vez, le quitó importancia, era el trabajo de Alicia, él nunca haría nada para cambiar eso; Andrea se despertó en ese momento y Liberto insistió en cogerla. Al tenerla en brazos siempre pensaba en su madre, muchas veces se reía en voz baja pensando la cara sarcástica que pondría al conocer a los hijos de Fernando; pero al instante se emocionaría al saber que una de sus hijas llevaba su nombre. Estaba seguro que su madre adoraría a las niñas, estaría enamorada de Roberto y su desparpajo, y se llevaría estupendamente con Alicia; miró a Fernando y los dos supieron qué estaban pensando. Andrea se quedó dormida casi al momento, Liberto la dejó en el coche y volvió a mirar a Fernando, Alicia regresó a tiempo de ver esa mirada, apretó la mano de Fernando sonriendo, le besó y le propuso ir a jugar con Roberto y Loan mientras ella se quedaba con las niñas; Fernando sonrió besándola intentando alejar cualquier otro pensamiento y llegó hasta donde estaba su hijo. Jugar con Roberto le hacía olvidar cualquier otra cosa, su hijo tenía tanta vitalidad que no le dejaba ni un segundo de respiro, Loan parecía el compañero perfecto de juegos mientras Tor se había quedado frente a ellos atento de que no les pasase nada. Alicia fumó un cigarro mientras charlaba con Antonio, le encantaba jugar con su hijo pero ver a Fernando tan integrado en los juegos de Roberto y Loan le parecía especial; finalmente terminaron hablando de trabajo, Liberto terminó bromeando sobre que no sabían desconectar, Alicia arrugó la nariz y se echó a reír a la vez que Andrea volvía a despertarse. Fernando vio cómo Alicia cogía a Andrea en brazos, se mordió el labio pensando que su hija estaba durmiendo muy poco, mucho menos que otros días; quizás le pasaba algo. Se incorporó para ir donde ellos pero se frenó antes de dar un paso, estaba siendo muy exagerado, respecto a sus hijos no podía controlar ese miedo a que algo les pasase; Roberto tiró de su mano para que volviese a jugar con ellos, le besó y sacudió la cabeza intentando alejar esos miedos, aun así, mientras jugaba con los niños no dejaba de mirar hacia Alicia y sus hijas.
Alicia se frotó el cuello nerviosa al saber que sus amigos estaban planeando un viaje a Barcelona, le alegraba que Antonio tuviese la oportunidad de volver a España, aunque estaba segura que preferiría visitar Madrid; pero ese viaje no sólo era por visitar su país, tenía que ver con su trabajo en el Partido y eso era lo que le preocupaba. Antonio le quitó importancia, iban a aprovechar un cliente del despacho para viajar a Barcelona, irían con Loan así que era un viaje de trabajo de su mujer y para todo el mundo aprovecharían para cogerse unos días. Alicia se mordió el labio pensando en Inés, le gustaría tanto poder viajar también a Barcelona; pero hasta que no pudiese volver con su familia, con su marido sin correr ningún peligro, no pensaba pisar su país. Antonio sabía lo importante que era Inés para Alicia, le hubiese gustado invitarla al viaje, pero sabía que no era lo que querían, ni Alicia ni, estaba seguro, Fernando. Hablaron sobre Inés y Macarena, sería una de las visitas obligadas al llegar a Barcelona, Alicia sonrió pensando en sus amigas y decidió que al día siguiente saldría de compras, al menos para tener un detalle con la hija de su amiga, en la última foto estaba mucho más grande. Fernando se acercó seguido de Roberto mientras Loan se quedaba con Tor corriendo; Roberto se abrazó a su madre preguntándole por sus hermanas, Fernando sonrió pensando que la pregunta de su hijo le daba la oportunidad de no parecer el padre paranoico que era.
-Mi amor, están dormidas, mira; –le cogió en brazos para inclinarle- creo que Andrea quería jugar también, pero al final se ha dormido.
-¿Juar? Es penena, tene que momir.
-Claro. –le abrazó más fuerte y miró a Fernando- No sé cuál de los dos tenía más interés en saber cómo está Andrea…
Fernando sonrió siendo consciente que Alicia le había visto mirar con recelo a su hija, la besó un tanto cortado porque Antonio hubiese presenciado esa afirmación de Alicia; al final terminó riéndose de sí mismo y recordó el momento en que Roberto cogió catarro de bebé. En realidad, el miedo por sus hijos era un miedo que nunca antes había tenido, pensar en que les pudiese pasar algo le hacía sentirse vulnerable e impotente, le gustaría controlar cada cosa que les pasase a sus hijos y saber que nunca estarían en peligro. Andrea volvió a despertarse haciendo que Fernando no pudiese frenar su impulso de cogerla; aunque lloraba, no era el llanto de siempre, el que utilizaba para avisarles de que quería comer, que la cambiasen o que la hiciesen caso. Era un llanto más agudo, pataleaba inquieta y no dejaba de mover los brazos tocándose la cara. Alicia se emocionó al ver cómo Fernando intentaba saber qué le pasaba, la besó la frente para tomarle la temperatura, acarició su cara y la acunó en sus brazos, todavía quedaba un rato para la siguiente toma.
-Alicia, deberíamos ir al hospital, tiene un poco de fiebre y creo que puede pasarle algo.
Antonio les propuso quedarse con Roberto y Tor, Alicia se había quedado paralizada pero Fernando tomó el control, habló con Roberto transmitiéndole calma, su hijo le miraba muy serio y preguntó por qué iban al hospital.
-Roberto, Andrea está bien, sólo necesita que la vea un médico, nada más –le besó el pelo intentando alejar las lágrimas al verle tan preocupado- todo está bien y en un rato volveremos a jugar ¿de acuerdo?
-Uida de Anea papá.
Roberto se inclinó para darle un beso, Fernando se mordió el labio emocionado, al incorporarse se dio cuenta que Alicia miraba a Andrea sin saber qué hacer.
-Alicia –la besó suavemente mientras balanceaba a su hija en brazos- todo va a ir bien; en un momento estaremos en el hospital y atenderán a Andrea.
Alicia intentó sonreír pero se echó a llorar, ocultó su cara en el cuello de Fernando para que su hijo no la viese, sus niñas le parecían tan indefensas que sentía un miedo paralizante, se frotó los ojos, respiró hondo y besó a Roberto mientras Fernando iba a pedir un taxi; Ana se había despertado y se movía por el coche intentando encontrar a su hermana. Liberto trató de relajar la situación consiguiendo que Alicia le mirase agradecida, de todas formas, Roberto no les hizo caso cuando le dijeron que volviese a jugar con Loan. Fernando regresó a toda prisa pero se frenó antes de llegar para que su hijo no le viese tan ansioso, puso su mejor sonrisa y volvió a ser el hombre de los nervios de acero, le recordó a su hijo que eran un equipo y debía cuidar de Tor mientras ellos iban al hospital, Roberto le guiñó un ojo pero antes de dejar que se fuesen se inclinó para besar a su hermana.
Andrea no dejó de llorar en todo el trayecto, Fernando la llevaba en brazos mientras Alicia estaba apoyada suavemente en su hombro, con una mano agarraba la mano de Andrea y con la otra acariciaba la cara de Ana, que seguía moviéndose en el capazo buscando a su hermana. Fernando besó el pelo de Alicia, notaba cómo estaba tensa, ni siquiera quería coger a Andrea para no transmitirle su miedo.
-Alicia, no va a pasar nada, no dejaré que le pase nada, -sonrió mirándola, no sabía de dónde sacaba tanta tranquilidad, pero le hablaba como si no pasase nada- los niños tienen que ponerse malos de vez en cuando, ya verás como será un catarro o gases, o algo así… Recuerda cuando Roberto se puso malo, en unos días estaba perfectamente.
Alicia sonrió y le besó, besó a su hija susurrándole que enseguida dejaría de dolerle, Andrea se agarró a su mano y la llevó a la boca. Fernando estuvo pendiente de las tres, mantenía el tipo pero por dentro deseaba que pasasen las horas y saber que su hija estaba bien, no podía plantearse que le pasase algo malo a alguno de sus hijos o a Alicia. Cuando llegaron salieron inmediatamente del taxi, le pagó sin esperar la vuelta y sacó del maletero las ruedas del coche; entrar en el hospital le hizo ponerse nervioso, una enfermera pretendía hacerles esperar, iba a intervenir en ese momento pero Alicia lo hizo por él. Habló segura, con tono firme y mirada desafiante, su hija necesitaba atención y no iban a esperar, la enfermera resopló murmurando entre dientes lo que tenía que aguantar con las madres primerizas; se estaba alejando cuando oyó a Alicia decir en voz alta que no era madre primeriza, hizo caso omiso y entró para llamar al médico. Si no hubiese estado tan nervioso por Andrea, Fernando se hubiese reído del arranque de Alicia, la besó diciéndole que la amaba más que a nada; ese aplomo para defender a su familia le hacía ser consciente de la gran mujer que era y de la suerte que tenía por compartir su vida con ella. Ana se había quedado dormida con una mueca, estaban seguros que echaba de menos a su hermana y se había quedado dormida por el cansancio de buscarla junto a ella. Andrea seguía pataleando pero ya no lloraba, Alicia le acarició la frente y se mordió el labio al comprobar que tenía fiebre, por suerte, su médico llegó, ese hombre le daba confianza y agradeció que estuviese en el hospital. Pasaron a la consulta con prisa, en unos minutos, Andrea era examinada ante la mirada de sus padres, que no pensaban perderla de vista. Ana protestó consiguiendo que su padre se acercase a cogerla, la besó y la acomodó en sus brazos asegurándole que su hermana estaría bien. El médico tardó más de lo que a ellos les hubiese gustado, aun así, no le dijeron nada, Alicia se frotaba las manos nerviosa mientras Fernando acunaba a Ana y besaba a Alicia.
-No se preocupen, no es grave –volvió a vestir a Andrea y la dejó en brazos de Alicia- tiene una pequeña infección de oídos, pero con un antibiótico y quizás unas gotas para el dolor de la niña, en unos días estará como si nada.
-¿Seguro? –Fernando le vio asentir pero no se tranquilizó- ¿Pero por qué le ha pasado? ¿Ha podido ser por coger frío o…?
-No se preocupe, su hija está bien; puede haber varias causas pero no tiene nada que ver con que haya estado mal atendida, si es eso lo que le preocupa. En unos días estará perfectamente, no tienen que asustarse.
Fernando besó a Andrea y miró a Alicia, pensar que algo que ellos hubiesen hecho le hubiese podido causar la infección a su hija le daba miedo.
-¿Puede contagiarse su hermana? ¿Tendríamos que mantenerlas separadas?
-La infección de oídos no es contagiosa, no pasa nada porque duerman juntas, de hecho por lo que veo no parece que les guste separarse…
Alicia sonrió ante el comentario mientras Fernando seguía serio valorando la situación y todas sus dudas.
-¿Y qué debemos hacer ahora? ¿Algún cuidado especial?
Alicia le miró tiernamente, ella tenía las mismas preguntas pero no era capaz de verbalizarlas, sonrió sinceramente porque siempre tenía la certeza de que junto a Fernando no podía pasar nada malo, sus hijos estarían seguros en cualquier situación si dependía de él.
-Los cuidados normales además de darle el antibiótico; sería bueno que si usa chupete no lo usase en unos días, y si ustedes fuman, procuren no hacerlo en casa al menos de momento. En una semana debería volver a examinarla para comprobar que todo ha ido bien, si la fiebre persiste no duden en venir.
Fernando sonrió al médico pero le salió una mueca, tragó saliva pensando si la infección podía haber sido porque ellos fumasen en casa, terminó preguntándoselo al médico directamente, se sentía culpable pero sobre todo lo hizo para saber qué hacer en el futuro.
-No se angustie Fernando, la infección no ha sido causada por lo que ustedes hayan hecho, durante unos días es mejor que no fumen cerca de la niña, pero no hay de qué preocuparse.
Alicia le besó en la mejilla y le miró tranquila, después de que el médico la hubiese examinado y les hubiese dado una respuesta al por qué su hija estaba así, podía respirar tranquila y sin miedo. Sabía que para Fernando lo peor vendría a partir de ese momento, estaría pendiente de su hija a cada segundo, tomándole la temperatura, mirándola dormir, y estaba segura que se sentiría culpable a pesar de lo que hubiese dicho el médico. Tumbaron a las niñas en el coche y esperaron a que les diese las recetas necesarias, Alicia notaba cómo Fernando movía las manos nervioso, al ser consciente que se había dado cuenta, optó por guardarlas en los bolsillos; ya había pasado, ya sabían qué le sucedía a su hija, pero era en ese momento cuando a él le entraba el miedo, dejaba salir todo lo que antes había retenido. Al salir de la consulta Alicia le besó suavemente susurrando que todo estaba bien, Fernando sonrió pero se inclinó para asegurarse de que sus hijas estaban bien arropadas. Valoró coger un taxi pero de camino al parque tenían que parar en la farmacia así que ni se lo planteó a Alicia, ella llevaba el coche mientras Fernando la abrazaba, Alicia notó su tensión pero estaba dispuesta a darle tiempo, sabía que había mantenido el control en el momento clave y era después cuando dejaba salir sus miedos. Tuvieron que esperar en la farmacia, Fernando estuvo a punto de perder los nervios pero finalmente les atendieron y en unos minutos estaban fuera; Alicia estaba preocupada por él, estaba segura que esa noche no dormiría. Fernando se frenó antes de entrar al parque, no quería que su hijo le viese así, miró a Alicia torciendo el gesto y terminó sonriéndola.
-Sé que estoy exagerando pero…
-Bueno, ahora exageras tú pero antes lo hice yo; –le besó y se quedó mirándole- somos así Fernando. Yo no supe reaccionar en el momento mientras que tú tomaste el control al segundo, sé que esta noche no dormirás, que incluso resultarás un poco agobiante… Pero no quiero que cambies, te amo así.
Le abrazó y volvieron a caminar despacio, Fernando llevaba el coche de las niñas y sonrió al ver que, mucho antes de llegar a su lado, Roberto salía corriendo para llegar hasta ellos, Tor salió detrás de él como si no se hubiese separado de su hijo en ningún momento. Alicia abrazó a su hijo y estuvo a punto de echarse a reír por todas las preguntas que hizo en un momento, Fernando se frotó los ojos intentando sonreír, entre los dos le explicaron que su hermana estaba bien y en unos días estaría mejor, tenían que cuidarla un poco pero todo estaba bien. Roberto abrazó a Fernando cuando le cogió pero inmediatamente alargó los brazos para que le acercase al coche donde dormían sus hermanas, le dio un suave beso a Andrea llamándola guapa en un susurro. Ese gesto hizo que se emocionasen tanto que por un segundo se olvidaron que estaban en el parque y que Antonio, con Loan de la mano, se estaba acercando. Antonio les dejó un momento para recomponerse y después les contó lo que habían hecho mientras ellos no estaban; Roberto no dejaba de preguntar por ellos y hacía poco caso a Loan e incluso a Liberto, que se había ido hacía un rato. Fernando miró a Antonio agradeciéndole en silencio haberse hecho cargo de su hijo mientras ellos corrían al hospital, Antonio movió la cabeza poniendo los ojos en blanco y se despidió diciendo que había pensado ir a los juzgados y sorprender a Grace. Alicia se acercó a abrazarle antes de que se fuese, al quedarse solos, se miraron y empezaron a caminar; ese día fue más difícil convencer a Roberto de no ir en el coche con sus hermanas, llegó a enfadarse con su padre y se cruzó de brazos durante buena parte del camino a casa. Tor iba a la par que el niño mientras Fernando intentaba explicarle que sus hermanas necesitaban espacio para estar cómodas; Roberto no quería escucharle, sólo descruzaba los brazos para agarrar el barrote del coche e inclinarse para comprobar que sus hermanas estaban bien. A Alicia le enterneció tanto ese intercambio entre padre e hijo que no pudo evitar emocionarse incluso sabiendo que Fernando estaba pasándolo mal por el enfado de su hijo. Cogió a Roberto en brazos y le abrazó susurrando que su padre tenía razón, el niño se la quedó mirando y suspiró como si pensase que los dos se ponían de acuerdo; Fernando terminó sonriendo y le besó lleno de orgullo, era muy buen hermano mayor, el mejor que podrían tener.
Al entrar en casa, Roberto fue corriendo hacia un rincón del salón para llegar hasta la cuna, intentó coger las sábanas para que sus hermanas pudiesen entrar a dormir; Fernando le miró embelesado mientras encendía la calefacción y Alicia cogía a Ana y la dejaba en la cuna, besó a Roberto dándole las gracias. Tor se tumbó en la caseta sin dejar de estar pendiente de todo.
-¿Y Anea? Mamá Anea a la cuna, tiene e momir con Ana.
-Mi amor, Andrea tiene que tomar unas gotas pero ahora mismo la dejamos en la cuna.
-Roberto, –Fernando cogió a Andrea y se agachó junto a su hijo- Andrea necesita que la cuiden un poco, pero entre los tres lo haremos ¿verdad?
-Papá eipo los tes uidamos a Anea.
-Eso es, mira –se incorporó y posó a Andrea en el sofá después de coger el antibiótico y las gotas- le vamos a dar lo que nos ha dicho el médico y después la dejamos dormir ¿te parece?
Alicia se acercó y se quedó mirándoles, tenían los dos la misma mirada, la misma actitud protectora y preocupada, Fernando se levantó, besó a Alicia y dejó a Andrea en la cuna junto a su hermana. Respiró hondo sabiendo que tendría que controlar esos sentimientos que tenía, pero iba a ser difícil; Alicia le hizo sentarse en el sofá y dejó que Roberto se sentase con él.
-Voy a hacer la cena, –Fernando iba a replicar pero no le dejó- insisto, hoy la hago yo, vosotros descansad y procurad no mirar mucho hacia la cuna…
-Mamá miamos a la cuna para uidar a mis hemanas.
Fernando se rio suavemente y le besó el pelo, estaba seguro que si hubiese sido él quien contestase así, Alicia le habría mirado casi molesta, pero había sido Roberto y su reacción fue emocionarse. Les besó y se quedó mirando una bolsa en la que no había reparado, al ver las compras de Fernando sonrió feliz, Fernando ya ni recordaba esas compras, sólo podía pensar en Andrea. Fue a la cocina sabiendo que sus dos hombres tendrían una noche complicada por delante; mientras preparaba la cena pensaba en la suerte que tenían por ser tan distintos en esas situaciones. Ella nunca podría haber tomado el control en el momento oportuno, se había bloqueado y no podía actuar racionalmente; admiraba tanto a Fernando por eso, por ser capaz de controlar sus sentimientos para actuar y arreglar cualquier situación. Se sirvió una copa de vino pensando que quizás debía cancelar su viaje, todavía quedaban días para irse, pero en ese momento no podía pensar en alejarse de sus hijos. Fernando no se acomodó en el sofá, su hijo tampoco, tenían la cuna al lado y no dejaban de mirar cómo dormían las dos niñas; Roberto preguntaba a Fernando por Pierre entre susurros, hablaron así, en voz muy baja, Fernando a veces tenía la sensación que Roberto no podía oírle, pero su hijo no insistía para que contestase así que suponía que le oía. Cuando Alicia entró al salón para poner la mesa se quedó mirándoles, Roberto luchaba por no cerrar los ojos y en ese momento hablaba entre susurros de una compañera de su clase, Fernando dividía la atención entre él y la cuna. Tuvo que insistir para que se sentasen a la mesa, ninguno de los dos parecía dispuesto a cenar hasta que se puso seria, Fernando se rascó el pelo ante su mirada y terminó sonriendo y ayudándola a poner la mesa. Durante la cena hablaron de Pelayo y su familia, pronto llegaría carta con una foto del nuevo miembro de la familia, estaban deseando verle la carita a Daniel, terminaron hablando de Daniel, Roberto seguía insistiendo para ir a Alemania aunque, esa vez, dejó claro que no se irían antes de que su hermana se pusiese buena. Antes de tomar el postre Andrea empezó a llorar, el gesto alarmado de Fernando hizo que Alicia suspirase.
-Es su hora de comer, Fernando, de hecho está llorando como siempre… Intenta no preocuparte tanto, por favor.
Fernando notó que Alicia empezaba a agobiarse, la besó antes de levantarse y se aguantó la risa al ver cómo Roberto luchaba por bajar solo de la silla, Alicia le ayudó y le vio salir corriendo hacia sus hermanas. Mientras Fernando preparaba el biberón con Andrea en brazos, Alicia disfrutó de un trozo de tarta, Roberto iba y venía de la cocina, comprobaba que Andrea estuviese bien en brazos de su padre y volvía a comprobar que Ana siguiese dormida. Alicia le miró mordiéndose el labio pensando en el día siguiente, estaba segura que le costaría aceptar que tenía que ir a la guardería y alejarse de sus hermanas. Fernando regresó acunando a Andrea, se sentó en el sofá y empezó a darle el biberón, Alicia se sentó a su lado con Roberto sobre ella; compartieron el momento en silencio, era consciente que Fernando sólo podía pensar en que su hija estaba enferma y él no podía hacer nada más que vigilarla y darle los medicamentos. Cogió a Ana cuando notó que se había despertado, sonrió al ver que Fernando dejaba a Andrea en sus brazos después de que terminase el biberón y cogía a Ana. Le miró tiernamente, estaba segura que pensaba en no dejar de atender a Ana y Roberto, quería a sus hijos por igual y no haría ninguna distinción. Cambió a Andrea ante la mirada de Roberto, Fernando desviaba la vista cada poco tiempo pero se notaba que estaba centrado en que Ana tomase su biberón. Andrea no tardó nada en dormirse, eso le preocupó más a Fernando, Alicia le intentó tranquilizar, estaría cansada del esfuerzo que hizo cuando le dolían los oídos, su hija necesitaba descansar; Fernando asintió intentando sonreír pero a él no le valía esa explicación. Alicia empezó a recoger mientras Fernando cambiaba a Ana, Roberto se quedó de pie al lado de la cuna acariciando la mano de su hermana.
Ese día Roberto apenas jugó mientras le bañaban, les dejó enjabonarle sin dejar de hablar de sus hermanas, en unos minutos volvía a estar pegado a la cuna; Alicia se puso el pijama y se sentó en el sofá sirviendo dos copas, Fernando sonrió sentándose al lado suyo pero notaba que seguía tenso.
-He pensado dejar mi viaje para otro momento, puedo esperar a la siguiente reunión y…
-De eso nada Alicia, -la cogió las manos sonriendo, por un momento se olvidó de su preocupación- después soy yo el exagerado… -Alicia se echó a reír y se abrazó a él- Para cuando te vayas, Andrea estará perfectamente, ya oíste al médico; además, yo estaré las veinticuatro horas del día pendiente, sólo estarás fuera tres días… A tu vuelta estaremos tal y como estábamos antes de que te fueses. –la separó para mirarla a los ojos- ¿O es que no confías en mí?
-Mi amor… Sabes que no es eso, y lo digo en serio. Confío tanto en ti que lo hice incluso en los momentos en que no era fácil hacerlo; pero me siento mal al pensar en irme cuando Andrea nos necesita….
-No tienes por qué sentirte mal, los tres nos necesitan, somos sus padres; pero no quiere decir que tengamos que ser sólo sus padres. Nuestros hijos necesitan que estemos con ellos pero también que luchemos por su futuro, ese viaje es importante, mucho; cuando crezcan sabrán todo lo que ha hecho su madre por dejarles un mundo mejor.
-También sabrán todo lo que has hecho tú, estarán muy orgullosos de ti Fernando, pero es más importante que sepan todo lo que les queremos, que sean felices.
-Tienes razón pero será así, ¿a que sí Roberto? Somos felices porque estamos juntos.
-Untos papá –giró la cabeza para mirarles- feices los cinco.
Alicia se emocionó, besó primero a Roberto y después a Fernando, miró hacia la cuna para comprobar que sus hijas estaban dormidas y se abrazó a Fernando relajándose. Le acarició el pelo mientras Roberto seguía de pie junto a la cuna, intentó convencerle de sentarse con ellos en el sofá pero no sirvió de nada. Poco a poco, Alicia fue quedándose dormida con la seguridad de que estando juntos nunca les pasaría nada, ni a ellos ni a sus hijos, Fernando se quedó mirándola, se había quedado dormida con una sonrisa en los labios. Se movió despacio y la cogió en brazos para llevarla a la cama, se despertó un momento y le besó el cuello susurrando que confiaba en él más que en nadie en el mundo; Fernando le acarició el pelo y la acomodó en la cama. Fue a la habitación de Roberto para mover la mecedora a la suya, movió la cuna y sonrió al ver que Roberto caminaba a la par sólo para no perder de vista a las niñas, Tor se tumbó junto a la mecedora y se quedó dormido pero, al mínimo ruido, abría los ojos. Al mover la mecedora recordó la llamada que al final no había hecho, tendría que llamar al día siguiente para acordar la fecha de entrega del balancín que había encargado. Se puso el pijama hablando con sus hijos, les contaba el miedo que tenía a que les pasase algo, una mirada de Roberto le hizo comprender que él sí podía entenderle. Había puesto la mecedora frente a la cama, podía ver a Alicia dormir plácidamente, dejó la cuna a su lado y se sentó con Roberto en su regazo. Aprovechó ese momento para contestar a Pelayo, desviaba la vista cada poco tiempo y sonreía al ver que Roberto hacía lo mismo; escribir a su amigo le hizo tranquilizarse un poco aunque la tensión por su hija no desapareció.
Querido Pelayo
Nos alegramos mucho con la llamada, estoy seguro que el pequeño Daniel no dejará de daros alegrías; estamos deseando ver una foto suya y así conocer al nuevo miembro de la familia, quizás dentro de unos años Daniel y mis hijos puedan ser buenos amigos.
Esta mañana despedimos a Don Patricio, es todo un personaje tu amigo; la verdad es que nos hemos divertido mucho con algunas conversaciones, hasta echaremos de menos sus comentarios. Roberto no dejaba de reírse con la forma en la que hablaba, creo que en cierta forma le recordaba a ti; ahora mismo está sentado conmigo en la mecedora. Andrea se ha puesto mala, nada grave, no te preocupes, tiene infección de oídos, pero nos hemos asustado. Creo que Roberto, al igual que yo, no tiene intención de dormir en toda la noche para vigilar a su hermana. Pensar que a alguno de mis hijos les pase algo y yo no pueda hacer nada para evitarlo me da pánico, un miedo que sólo sentí de niño, un miedo que no puedo controlar.
Alicia va a viajar en unas semanas a Nueva York, está colaborando con la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU y hay una reunión a la que quieren que asista; estoy seguro que gracias a mujeres como ella, algún día se acabará la desigualdad, mis hijos, tus nietos, se merecen un mundo mejor, más justo e igual y, sobre todo, más libre. Yo estoy intentando no pasar mucho tiempo en la redacción, estoy llevando toda la información que se publica en la revista sobre Grimau, creo que habrá movilizaciones en Francia y en el resto de países cuando se sepa la condena, porque estoy seguro que le condenarán a muerte. Pasan los años y siguen matando a quien no piensa como ellos… Aunque ya no me duele, no dejó de pensar en mi propio consejo de guerra, en la condena, en el fusilamiento… Por suerte yo pude sobrevivir, hace mucho tiempo, desde que me reencontré con Alicia, que no pienso que debí morir aquella mañana, me siento afortunado por poder disfrutar de mi familia.
Roberto está luchando por no quedarse dormido, no quiere perder de vista a Andrea; será una noche muy larga, pero no hay nada mejor que contemplar cómo duerme mi familia, me pasaría la vida entera mirándoles.
Dale un abrazo muy fuerte a Manuela y un beso a Daniel, recibe tú otro abrazo y recuerda que aquí tenéis unos amigos que os consideran de la familia.
Fernando
Sonrió posando las cuartillas sobre la cómoda, después de escribir esa carta fue consciente de la facilidad que había ganado para expresarse, años antes hubiese sido impensable una carta así. Besó a Roberto y se balanceó en la mecedora intentando que su hijo se durmiese aunque era tan testarudo como él y no daba su brazo a torcer. Esa noche no durmió, vigiló a sus hijas y les dio el biberón además de darle a Andrea el antibiótico; Roberto había echado alguna cabezada pero intentaba en todo momento no dormirse. Alicia se despertó casi al amanecer y sonrió al verles con tanta complicidad mientras miraban la cuna, cerró los ojos pensando en la suerte que tenía de haber formado su familia y ser tan feliz.