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Alicia se levantó sigilosamente, era muy pronto y no quería despertar a Fernando, no pasarían el día juntos pero sí podían desayunar, ella no había vuelto al despacho, lo haría el lunes siguiente, había querido cogerse los días por la visita de Inés y para poder pasar con Fernando todo el tiempo posible el día de su cumpleaños. Comprobó que las niñas seguían dormidas, mientras caminaba por el pasillo de puntillas, estuvo a punto de echarse a reír al ver delante de ella a Roberto quien le dijo entre susurros que era el cumple de papá y había que darle sorpresas. Le cogió en brazos y le llenó de besos entrando a la cocina y cerrando la puerta, el día anterior había comprado todo lo necesario para hacer ella misma una tarta, quería que ese desayuno fuese especial y compensar el hecho de no poder pasar todo el día juntos. Hacía un par de días Fernando se había tenido que quedar todo el día en la redacción, a pesar de todavía no haber publicado el primer número, la actualidad les hizo dedicarse a la revista todo el día. En Madrid habían estallado dos bombas, una dentro de la DGS y otra junto a la sede de Sindicatos, no había habido víctimas mortales pero la prensa franquista no había dejado de publicar artículos criticando a los anarquistas. Fernando se había sentido raro al no poder publicarlo todavía, habían trabajado como si la revista saliese al día siguiente informando de ello pero en realidad hasta octubre no podrían incluirlo, ya no sería noticia pero esperaba conseguir alguna entrevista con los responsables. Además, en el primer número hablaría de la huelga de los mineros asturianos, cada vez eran más, incluso no sólo mineros sino también otros trabajadores; Alicia notaba la pasión de Fernando al hablar sobre ello, al principio no había estado seguro de aceptar el trabajo pero se notaba que le gustaba de verdad. Sacó todos los ingredientes que había comprado, por suerte tenía a Diane para esas cosas, le había dado una receta que parecía fácil y que podría gustarle a Fernando, ella no habría sabido por dónde empezar. Dejó que su hijo se pusiese de pie en la silla para que pudiese ayudarla, le pareció un momento especial, Roberto mostraba curiosidad por todo, quería aprender y, sobre todo, hacerlo por sí mismo, aunque no dejaba de ser un niño y terminó lleno de chocolate. Intentaba aguantar la risa todo lo posible, Tor iba de un lado a otro de la cocina esperando que le diesen algo, fue Roberto el que se puso serio diciendo que hacían mucho ruido, en momentos así Alicia sentía ganas de gritar cuánto quería a su niño, no sabía otra forma de expresarlo. Fernando se removió confundido, la voz de Roberto había llegado hasta la habitación a pesar de estar las puertas cerradas, entrecerró los ojos, la puerta de su habitación cerrada, nunca la cerraban… Se movió comprobando que Alicia no estaba en la cama, resopló divertido pues estaba seguro que la idea de Alicia era volver a la habitación antes de que se despertase, se incorporó cuando Andrea empezó a llorar.
-Shhh pequeña, no nos puede oír mamá, tenemos que dejar que nos sorprenda, ¿no te parece?
-Maaaaaaaaaaaaaa
-Andrea… -la besó emocionado olvidándose de hablar en voz baja- Si lo dices cuando mamá venga se va a alegrar mucho ¿ensayamos? Mira –la cogió para tenerla delante de él- mamá, mamá.
Siguió repitiéndolo durante unos minutos y terminó riéndose de sí mismo, le había pasado lo mismo con Roberto, por más que él intentase que hablasen en un momento determinado, sus hijos hablarían cuando quisiesen. La dejó en la cama y cogió a Ana, que había empezado a manotear sin hacer ruido, empezó a hacerles pedorretas disfrutando de cómo sus hijas le imitaban. Sonrió al verlas mirarle fijamente, pensó en todos los cumpleaños que tenían por delante y en cuántos pudieron haber compartido Alicia y él si no hubiese sido por él mismo. En ese momento no podría ni plantearse no tenerles en su vida, ver a sus hijas crecer demasiado rápido, a Roberto asumir responsabilidades sin dejar de ser un trasto, a Alicia ser feliz con ellos y su trabajo… La felicidad existía y ellos la tenían por estar juntos, cosas simples que en el pasado no había valorado; sabía que Alicia planeaba cenar fuera, pero dejaría que le sorprendiese. Alicia contempló la tarta, no era la mejor del mundo, pero estaba satisfecha, miró a su hijo y se echó a reír, estaban los dos llenos de chocolate.
-Tenemos que limpiarnos mi amor…
Fernando se asomó con las niñas en brazos, habría esperado en la cama pero estaba deseando besar a Alicia y decirle lo feliz que era; al verles manchados y riendo sonrió como un niño pequeño.
-Así que no nos esperáis para jugar…
Ana soltó un pequeño ruido como si apoyase a su padre mientras Andrea levantaba los brazos, Alicia les miró sonriendo y se mordió el labio, le hubiese gustado despertarle llevándole el desayuno.
-¡Felitidades papá!
Roberto se abrazó a sus piernas pero terminó tirando de él para que se agachase y poder saludar a sus hermanas, Alicia se agachó junto a ellos y acarició el pelo de Fernando.
-Felicidades mi amor…
-Gracias Alicia, -la miró un segundo para después volver a mirar a sus hijos- no hay mejor manera de despertarme que saber que estáis aquí…
-Pa.
Alicia sonrió, Ana solía articular alguna sílaba pero era mucho más discreta que su hermana, la besaron entre risas y no pudieron evitar empezar a jugar con sus tres hijos. Fernando se echó a reír cuando Alicia le dijo que había tarta para desayunar, entre risas aceptó volver a la cama mientras Alicia se encargaba de preparar la bandeja del desayuno; Roberto se quedó con su madre no sin antes recordarle a Fernando que estuviese atento de sus hermanas. Al llegar a la habitación posó a las niñas sobre la cama y se quedó mirando el marco de la mesita, tenían una foto de los cinco, todavía a veces le parecía mentira que hubiesen podido conseguirlo, sabía que todo era gracias a Alicia, gracias a ella podían disfrutar de tantos momentos… Se tumbó de lado contemplando a sus hijas, en un día así solía pensar en todas las personas importantes que no podían compartir con él su cumpleaños; desde sus padres a Belle, pasando por Roberto, Andrea… Si todo hubiese sido distinto… Un suave manoteo de Ana le hizo sonreír asintiendo, no tenía sentido darle vueltas, además, si todo hubiese sido distinto probablemente no estarían los cinco juntos; las besó suavemente susurrando lo feliz que era a pesar de ser ya todo un vejestorio, los gorgojeos de Andrea le hicieron reír.
-Pues sí, hija, aunque no lo creas, tu padre ya no es un muchacho, veremos si dentro de unos meses puedo seguiros el ritmo…
Alicia sonrió desde la puerta, Roberto le había ayudado en todo, incluso se había mantenido quieto al salir al patio para cortar una rosa y ponerla en la bandeja. Dejó que Roberto se acercase y se subiese a la cama, Fernando la miró emocionado cuando los dos volvieron a felicitarle; dejó la bandeja en la mesita de Fernando y le abrazó susurrando en su oído que era el viejito más guapo del mundo.
Esa mañana no importó que las sábanas y mantas se manchasen, Fernando ni lo notaba, no dejaba de jugar con sus hijos y besar a Alicia, durante mucho tiempo cumplir años había sido una forma más de dejarse ir, desde el fusilamiento no había importado nada, ni recordaba haber celebrado su cumpleaños antes de vivir con Alicia. Ahora cada día era especial y su cumpleaños formaba parte de ello, celebraba estar con ellos, con su familia, haber burlado al destino y poder ser feliz a pesar de todas las dificultades que tuvieron. Se echaron a reír cuando sonó el teléfono, por más que sus amigos supiesen que ese día era mejor no interrumpir, Pierre era incapaz de no llamar, hablaron unos minutos con él entre risas y juegos, Andrea intentaba coger el teléfono casi tanto como Roberto, Alicia resopló divertida pensando en lo trastos que eran los dos y qué difícil sería mantenerse alerta en cuanto las niñas empezasen a andar. Miró de reojo el reloj y se mordió el labio antes de recordarle a Fernando que tenía que ducharse, las obligaciones le esperaban, le vio resoplar contrariado y besar a Ana, se hizo el remolón todavía un rato más pero finalmente la insistencia de Roberto pudo más y terminó levantándose de la cama de mala gana.
-No tenía intención de ir hoy, habría llamado y…
-Fernando, por favor, ¿a quién habrías llamado? ¡Eres el jefe!
Le miró divertida y terminó incorporándose para hacerle cosquillas, cuando le vio entrar al baño se estiró en la cama y abrazó a las niñas sin olvidarse de Roberto.
-Os amo, sé que dentro de un tiempo os pareceremos unos pesados porque os lo diremos a cada momento, pero necesito decirlo… Os amo tanto, y papá también…
-Mamá es cumpe de papá no poemos etar tistes ehh.
-Tienes razón mi amor, -empezó a hacerle cosquillas riendo- podemos seguir jugando mientras papá se ducha ¿verdad?
Fernando sonrió cerrando los ojos mientras se quitaba el pijama, había dejado la puerta entreabierta justamente para eso, para poder oírles reír, no podría vivir sin ese sonido, de hecho no entendía cómo había vivido tantos años sin disfrutar de esa sensación. Se metió en la ducha recordando que tenía prisa, iba a ser el primer día que llegase tarde al trabajo; por suerte, salvo Gabrielle, nadie sabía que era su cumpleaños. Gabrielle había aceptado trabajar con él en el nuevo proyecto, Fernando no aceptaba que dijese para él, podía compaginar la radio y la revista y para Fernando había sido un alivio poder contar con ella. Dejó que el agua caliente cayese sobre él mientras seguía escuchando a su mujer y sus hijos, movió la cabeza divertido por esas palabras tan criticadas hacía unos años y tan comunes en ese momento, mi mujer y mis hijos.
Antes de salir de la ducha movió el mando para despejarse con agua fría, necesitaba estar despierto para terminar el trabajo de ese día cuanto antes. Alicia remoloneó en la cama, esa mañana se le haría muy larga, tenía que ir a recoger el regalo de Fernando, por suerte Diane le acompañaría y podría entretenerse hasta la hora de la comida; había encargado comida española a un nuevo restaurante que habían abierto cerca del barrio, le hubiese gustado cocinar pero sabía que ese día no tendría paciencia para ello. Sonrió cuando Roberto la miró serio diciendo que ese día no iba a la guardería, le besó riendo asegurándole que no iría, se quedarían todos en casa esperando a papá. Se levantó cogiendo a las niñas y las dejó en la trona para prepararles el biberón, habían comido un poquito de tarta, ya podían ir introduciendo nuevos alimentos, era un poco pronto para el chocolate pero era un día especial; aun así, no podían saltarse su biberón. Fernando terminó de afeitarse y se vistió lo más rápido que pudo, resopló al anudarse la corbata, había pensado vestir más informal en su nuevo trabajo, pero algunos de los trabajadores solían ir como pinceles y aceptó a regañadientes ir igual de arreglado. Cuando entró en la cocina se echó a reír, Alicia y Andrea estaban teniendo un pequeño tira y afloja, su hija se empeñaba en sujetar el biberón mientras Alicia insistía en hacerlo ella, besó a Andrea en la nariz y a Alicia en el pelo.
-Sois igual de cabezotas…
Alicia le miró enarcando las cejas, Roberto se echó a reír llamándoles cabezotas a los tres mientras guiñaba un ojo a Ana; Fernando se agachó y le abrazó todo lo fuerte que pudo intentando no dañarle, a pesar de lo que había crecido, todavía le sentía como aquel bebé que cogió por primera vez en el hospital. Miró el reloj contrariado, Alicia se mordió el labio y se incorporó.
-Mi amor, no lo pienses más –le besó suavemente y sonrió- vete cuanto antes y volverás cuanto antes…
-Te amo Alicia, os amo… No es que hoy sea más especial que otros días, sabes que cada día con vosotros lo es…
-Lo sé Fernando.
La besó intensamente, revolvió el pelo de Roberto, que estaba empezando a jugar con Tor, y mordió suavemente la nariz de sus hijas, las risas que provocó ese gesto le hicieron sonreír emocionado. Respiró hondo poniéndose la chaqueta, Alicia se acercó, le colocó la corbata y le besó instándole a salir de casa, le vio caminar lento hacia la puerta, Roberto echó a correr, le abrazó las piernas y le recordó que esa tarde tenían que jugar, se agachó para besarle y asegurarle que era lo más importante que tenía que hacer ese día. Cerró la puerta despacio y se apoyó en ella antes de salir del portal, respiró hondo y se echó a reír burlándose de sí mismo, ¿desde cuándo daba tanta importancia a un día concreto? Cada día juntos era importante, caminó decidido a ir al trabajo y volver cuanto antes. Alicia miró a sus hijas a tiempo de ver cómo Ana intentaba limpiar la mejilla de su hermana, se había manchado en su intento de tomar sola el biberón.
-Tenemos que prepararnos mis niñas… -besó a Ana en la mano y a Andrea en la mejilla- Enseguida vendrá la tía Diane y no puede vernos así…
Los siguientes minutos los pasó recogiendo todo, duchándose y arreglando a sus hijos, se sentía especialmente feliz, otro cumpleaños más junto a Fernando, otra oportunidad de resarcirse por todos los que no pudieron compartir.
La redacción estaba cerca de casa, entró con todo el aplomo del que fue capaz y empezó a saludar a sus compañeros, le gustaba pensar que eran eso, compañeros, él tomaba las decisiones pero no quería ser el jefe, no quería que le tratasen con esa distancia. El primer día que estuvo en la redacción no pudo evitar recordar los tiempos de Numancia Films, toda esa arrogancia que desprendía muchas veces sólo era parte del papel de frívolo productor de cine, recordó a Andrés Castilla y las broncas que tenían porque no le dejaban escribir lo que quería, a Isidro y su manera de seguir el trabajo de Andrés, a Don Paco, a los Juanitos… Y, por supuesto, a Roberto, su amigo, esa persona que fue capaz de traspasar el muro que había formado, Alicia y él lo fueron en distinta medida durante aquellos meses en Madrid. Saludó a Gabrielle de manera cómplice y se sumergió de lleno en esa mañana de trabajo.


Cuando Diane llegó, Alicia ya estaba lista para salir de casa, Roberto parecía muy nervioso mientras que las niñas se habían quedado tranquilas en la silla de paseo, incluso Andrea que normalmente protestaba cuando la sentaban en ella. Diane miró tiernamente a Roberto y le abrazó intentando que dejase de pensar en que su padre no estaba, Alicia se mordió el labio un tanto decepcionada, ella no había pensado que su hijo podría echar de menos a Fernando ese día. Por suerte la naturalidad de su amiga le hizo olvidar esa reacción un tanto celosa, todavía a veces le pasaba con Diane, pasaba muchas horas con sus hijos y les conocía casi mejor que ella. Mientras salían de casa recordó cómo con Inés no le había pasado en ningún momento, Ana había congeniado mucho con ella, tanto que durante los días que pasaron en París sólo quería estar en sus brazos. Alicia sonreía al verlas juntas, lejos de sentirse molesta por la cercanía de su hija a otra mujer, le hacía feliz ver cómo su hija se sentía en familia en brazos de su amiga. Fueron unos días muy felices, pudo aprovechar para pasar alguna tarde con Inés a solas, pero también con los niños, con Fernando y Mauro… La despedida había sido muy dura, los niños se habían encariñado con ellos, Alicia había cogido el truco a la pequeña Inés, estaba acostumbrada a tomar un té con su amiga en alguna terraza. Fernando se tomó ese día libre para pasarlo juntos y que notase menos la ausencia de Inés y su familia; Alicia le miraba sin dejar de sonreír, le parecía perfecto, siempre atento a todo. Se dio cuenta que se había quedado ensimismada cuando Diane le preguntó por tercera vez si tomaban un café en su cafetería o iban directas a por el regalo; se disculpó con una sonrisa y aceptó el café antes de las compras.
Fernando no estaba teniendo una buena mañana, sus compañeros, que ya empezaban a conocerle un poco, lo notaron enseguida, se le notaba tenso, nervioso y, desde luego, poco centrado en el trabajo. Había gritado a un par de contactos por teléfono, le desesperaban algunas formalidades a la hora de hablar con los cargos del gobierno; sólo se tranquilizó cuando por fin recibió la llamada que esperaba, un miembro del CIL estaba dispuesto a ofrecerle una entrevista aunque, claro, había algunas condiciones. Después de esa llamada se sirvió un café bien cargado, se aflojó la corbata y se relajó en la silla, estaba a punto de conseguir una entrevista que otros deseaban, ayudaría a dar a conocer la versión del CIL y no la manipulación franquista; era muy importante, así lo sentía, pero realmente lo único que le apetecía era volver a casa, disfrutar de sus hijos, ver la ilusión con la que Alicia le quería sorprender. Sólo podía pensar en eso, su mujer y sus hijos, su casa, una mañana relajada, con juegos y risas… Terminó riéndose de sí mismo y de la cara que pondría Roberto al verle así, suspiró pensando en esos años en los que estaba convencido que el deber estaba por encima de todo y, por supuesto, por encima de su propia felicidad; quedaban muy lejos esos tiempos. Una nueva llamada le hizo volver al trabajo, empezaba a cansarse de tanta formalidad, ser el jefe tenía cosas malas, hacía semanas que no podía escribir a su aire, se pasaba el día atendiendo llamadas, leyendo lo que escribían los demás, reunido con los jefes de sección… Terminó el café de un sorbo y contestó con voz firme.
Alicia disfrutó el café con su amiga sin dejar de reír, las niñas seguían tranquilas mientras Roberto iba de un lado a otro de la cafetería; escuchó divertida cómo Diane contaba que Pierre había planeado ir a despertarles esa mañana y tuvo que ser ella quien le convenciese de no hacerlo, a Pierre le daba igual que Fernando prefiriese intimidad ese día, no quería perderse el cumpleaños de su amigo y, sobre todo, no quería perderse los juegos de los tres niños. Alicia agarró su mano emocionada, tenían una verdadera familia, Roberto aligeró el momento emotivo regresando hasta la mesa con la mano llena de chuches; Alicia se echó a reír cuando las miró lastimosamente intentando convencerlas de que le dejasen comerlas pero Diane fue inflexible, antes de comer no, por la tarde quizás. Conversaron con la dueña, para Alicia seguía siendo casi como una madre, ver cómo Roberto la miraba con admiración le hacía muy feliz, encargó la tarta preferida de Fernando para la cena, aunque no lo reconocería en voz alta, la que ella había hecho no estaba muy buena, se mordió el labio casi riendo porque estaba segura que Fernando la terminaría diciendo que estaba riquísima, ya en el desayuno dijo que le gustaba mucho. Justo cuando salían de la cafetería, Andrea empezó a protestar, Diane la miró seria mientras Alicia se reía en voz baja, su hija iba a ser un trasto, probablemente más que Roberto; a pesar de la mirada de Diane, decidió cogerla en brazos, Ana sonrió al ver cómo su hermana volvía a reír en brazos de su madre. Pero a Andrea le duró poco la sonrisa, tampoco quería estar en brazos, quería estar en el suelo, Roberto se lo dijo a su madre y Diane le explicó con paciencia pero voz firme que su hermana era muy pequeña para andar sola. Tardaron mucho en llegar a la tienda, Andrea no dejó de protestar mientras Roberto echaba a correr y regresaba entre risas, Ana en cambio seguía muy tranquila sentada en la silla observando a sus hermanos; Alicia la miraba sonriendo dándose cuenta cada vez más de lo mucho que se parecía a Fernando.
Fernando se echó a reír al ver aparecer a Pierre en la nueva redacción, traía su mejor sonrisa y un paquete, movió la cabeza divertido porque todavía se seguía aturullando cuando no estaba seguro de haber hecho bien. Su amigo sabía que prefería pasar el día en familia, solos en casa, pero Fernando asumía que Pierre era incapaz de no estar presente ese día. Le abrazó entre bromas, estaba seguro que había esperado a que Diane saliese de casa para arreglarse y salir él; tomaron una copa pero eran interrumpidos constantemente por nuevas llamadas. A Pierre le gustó ver cómo Fernando tomaba el mando de forma natural, estaba seguro que no era consciente de estar actuando como un jefe. Al final el propio Pierre tuvo que revisar alguna documentación, notaba cómo Fernando estaba deseando acabar ese día así que, ya que había ido a felicitarle sin importarle que él prefiriese intimidad, al menos le ayudaría a llegar a casa cuanto antes. Alicia sonrió a la dependienta, había encargado un traje elegante y fino para el verano, aunque no era el regalo más importante, sabía que ese verano no podrían salir de París pero había organizado para noviembre unos días en Alemania, ya había hablado con Daniel y habían encontrado un pequeño apartamento para los días que estuviesen. Daniel había ofrecido su casa pero Alicia se negó, tres niños pequeños y más sus hijos, daban mucho trabajo y no quería incomodar a Daniel o Belén, había sonreído al hablar unos minutos con Dorita, se la notaba entusiasmada y hasta le habló en alemán. Recogió la bolsa con el traje y salió de la tienda, Diane se había quedado fuera con los niños, volver a casa fue todavía más difícil, Roberto quería llevar la bolsa, que era demasiado grande para él, Andrea insistía en que la dejasen en el suelo para andar mientras que Ana parecía intranquila mirando a sus hermanos, Alicia estaba segura que su intranquilidad era por ver a sus hermanos protestando, la miraba tiernamente casi emocionada. Cuando entraron en casa Tor empezó a saltar a su alrededor, Roberto se olvidó de la bolsa y empezó a jugar con él, en unos minutos estaban los dos recorriendo el patio sin dejar de correr. Andrea sólo se calmó cuando la dejó en la manta rodeada de algunos juguetes y empezó a gatear, Alicia la miraba preocupada porque no dejaba de intentar ponerse de pie, estaba segura que iba a darles más de un susto hasta que aprendiese a andar; Ana, en cambio, se relajó en la silla en cuanto dejó de oír quejarse a sus hermanos. Alicia fue a colgar la bolsa con el traje al armario y en cuanto volvió al salón cogió a Ana en brazos, la besó dulcemente y se despidió de una Diane que sonreía deseándoles que pasasen un gran día. Se sentó en la butaca con Ana en brazos pero sin dejar de controlar a Andrea, que la miraba cada vez que intentaba ponerse en pie, reconoció esa mirada como propia, su hija intentaba calcular si se enfadaría mucho con ella, se rio por lo bajo a la vez que Roberto entraba corriendo, besaba a sus hermanas y volvía al patio seguido de Tor. Fernando se despidió de sus compañeros, Gabrielle le sonrió de forma cómplice, y salió de la redacción acompañado de un Pierre que parecía que no quería dejarle solo, en realidad el paquete que llevaba no era un regalo para él sino para sus hijos. Suspiró dándole por imposible, le agradeció la visita y le dio un último abrazo, en el fondo Pierre representaba a muchos amigos con los que no había podido compartir una vida más normal, cumpleaños, celebraciones, comidas… Roberto, siempre tenía su imagen en la cabeza, cómo le hubiese gustado poder compartir con él a su familia, poder disfrutar de una tarde sin más preocupaciones que charlar con él, verle ser feliz; ya caminaba hacia su casa solo y sonrió de manera tierna, aquella mañana en El Asturiano nunca la olvidaría, Luisa y Roberto... Respiró hondo pensando en el final de los dos, no se lo merecían, encendió un cigarro intentando concentrarse en dejar esos pensamientos atrás, sabía que Alicia había preparado sorpresas para ese día y no quería desilusionarla. Al llegar al portal ya sólo pensaba en abrazarse a Alicia y mirar cómo sus hijos jugaban durante horas, decidió llamar al timbre por si Alicia estaba preparando una de las sorpresas. En realidad, llevaba unos minutos preparada, había encargado comida y unos minutos antes había llegado, acababa de poner la mesa cuando sonó el timbre, se echó a reír porque se imaginaba que era Fernando, Roberto echó a correr hacia la puerta dejando a Tor en el patio para intentar abrir, contuvo el aliento al ver cómo Andrea se ponía de pie e intentaba salir corriendo tras su hermano. En un segundo salvó la distancia y la cogió en brazos regañándola suavemente; Ana, desde la trona, emitió un ruido tranquilizador, la miró moviendo la cabeza, en el futuro Ana sería quien terciase en las discusiones, estaba segura. Con Andrea en brazos no podía coger a Roberto para que fuese él quien abriese la puerta, se agachó y le besó el pelo; sonrió al ver a Fernando con la chaqueta al hombro y su mejor sonrisa, un recuerdo en su casa en Madrid le vino a la memoria pero al oír a Andrea chillar feliz dejó el pasado en su sitio.

Fernando besó en la nariz a su hija, revolvió el pelo de su hijo, que se había abrazado a sus piernas, y miró a Alicia casi emocionado, la besó suavemente y entró para ir directo hacia Ana y saludarla. Al ver la mesa puesta con la comida española se echó a reír, la miró divertido y cogió a Ana en brazos, se sentaron a la mesa sin dejar de hablar y sonreír, sus hijos parecían saber que era una comida especial y no se quejaron en ningún momento, ni siquiera cuando dejaron a las niñas en la trona. Brindaron por el futuro, sin añadir nada más, con la mirada ambos supieron que pensaban en su primer brindis, ese brindis en el que Fernando no se permitió hablar del futuro. Disfrutaron la comida sin dejar de compararla con la comida que podrían comer en El Asturiano, Fernando sonrió tiernamente, probablemente la comida del bar de sus amigos fuese mejor pero lo que sin duda la hacía mejor era estar allí, con ellos, con esa familia que habían dejado atrás al tener que huir de su país. Alicia le acarició suavemente la mano con una débil sonrisa.
-Mi amor, un día volveremos, te lo prometo.
-Lo sé Alicia, lo sé… Pero para eso queda mucho y, ahora señorita, estamos en París, ¿no hay cruasanes?
Alicia sonrió emocionada, con Fernando todo era fácil, siempre lo había sido; se levantó decidida a traer cruasanes de la cocina, Fernando la sujetó suavemente y tiró de su mano para besarla, quería volver, sin duda, pero en París tenía todo lo que necesitaba para ser feliz.
-Papá.
Apenas elevó la voz, pero ahí estaba, la primera palabra de Ana, la dijo sin llamar la atención, sin darse importancia, se miraron atónitos y fueron los dos hacia la trona para besarla. El suspiro de la propia Ana al ver el revuelo que se había formado les hizo reír, Roberto empezó a aplaudir y decir que sus hermanas ya podían hablar. La primera palabra de Ana interrumpió tanto la comida que pasaron más de una hora grabando en video intentando que volviese a hablar, Fernando se había emocionado y apenas podía hablar él tampoco.
Cuando se dieron cuenta ya era casi media tarde, Fernando empezó a recoger la mesa ante la mirada cansada de Alicia, ni siquiera ese día podía relajarse y dejar las cosas para otro momento, ella aprovechó para cambiar a las niñas, se habían empeñado en comer ellas solas y el resultado solía ser desastroso. Fernando fregaba sin dejar de recordar cada segundo con Alicia y sus hijos, le parecía increíble estar celebrando un cumpleaños con familia numerosa, era el tercer cumpleaños que celebraba con Alicia, en el primero acababan de llegar a París, en el segundo Roberto ya estaba con ellos y, en este tercero, también estaban con ellos Andrea y Ana; su familia al completo, habían formado una familia de verdad, esa familia con la que Alicia había soñado estando en Madrid y con la que él nunca se permitió soñar pero siempre había querido. Se echó a reír al sentir a Roberto chocar con sus piernas, empezaron una de sus largas conversaciones, Alicia les miró desde el quicio de la puerta, recordó la conversación con Héctor cuando supo que Fernando seguía en Madrid, no podía creer cómo estuvo a punto de perderse eso, ver a Fernando con sus hijos era tan especial. Le abrazó por detrás y le ayudó a terminar de recoger todo, las niñas se habían quedado dormidas, aunque sus siestas cada vez duraban menos; prepararon café y Fernando se echó a reír al ver a Alicia entrar en la habitación, la comida española no iba a ser ni mucho menos el único regalo de ese día. Roberto aplaudió cuando la vio regresar con la bolsa que él no había podido coger, Fernando movió la cabeza divertido y se dispuso a abrir la cremallera para ver el nuevo traje que había elegido Alicia.
-Es precioso Alicia, gracias.
La besó suavemente, Alicia estuvo a punto de echarse a reír, no era el verdadero regalo pero él ni lo sospechaba, se contuvo y sonrió intentando mostrarse tranquila. Roberto animó a Tor y, sin casi darse cuenta, su hijo y su perro les envolvieron en juegos de los que no podían escapar, eso sí, sin hacer ruido para no despertar a sus hermanas, Roberto no dejaba de recordarlo.
Pasaron la tarde sin dejar de jugar y reír con sus hijos, Alicia notaba cómo en algunos momentos Fernando se quedaba mirándoles un tanto triste, faltaban muchas personas con las que celebrar ese día; pero sonreía al ver cómo volvía a reír con cualquier gesto o ruido de sus hijos. Recibieron llamadas de todos su amigos, la llamada de Antonio trajo el recuerdo de Andrea pero terminaron recordando los momentos más divertidos que compartieron; Alicia casi podía imaginar a Fernando haciéndose el chulo para pasar el control y a Andrea exasperada con el compañero que le había tocado. Una llamada les hizo volver a la realidad, Gabrielle se había quedado en la redacción y había llamado un minero asturiano que quería contar su historia, al día siguiente Fernando y ella prepararían la entrevista, sería Gabrielle quien viajase a Asturias, Fernando le propuso ir con Sophie, estaba seguro que les vendría bien un viaje.
-Alicia, se empieza a hacer tarde, ¿vamos a salir a cenar?
-Mmmm ¿intentando tirarme de la lengua?
Alicia soltó una carcajada que le hizo sonreír como siempre sonreía desde que la conoció; sólo pudo sonsacarle que no saldrían de casa, Alicia sabía que Fernando prefería la intimidad y había preparado sorpresas de acuerdo a eso. Fernando fue a abrir la puerta contrariado, llevaba unos minutos intentando que Andrea dijese “papá” pero lo más que conseguía era que dijese sílabas sueltas, su preferida era “má”, estaba seguro que la primera palabra de Andrea sería mamá, deseaba ver la mirada de Alicia al oírla. Al ver quien era se echó a reír, su amiga, la dueña de la cafetería, estaba de pie frente a él con varias bolsas; Alicia había encargado la cena a su cafetería preferida, era como su segunda casa. Invitaron a su amiga a una copa y brindaron con ella, sonrieron porque Ana parecía transformarse cuando su amiga estaba cerca, quería que la cogiese a toda costa, solían mirarse y los dos pensaban lo mismo, para sus hijos sería como una abuela, como esas abuelas a las que no pudieron conocer por culpa de la guerra. Cuando se quedaron solos Fernando la abrazó fuertemente, podría haber preparado cualquier otra sorpresa, pasar algunas horas fuera de casa con el buen tiempo que hacía Alicia lo adoraba, pero había querido darle gusto a él, pasar el día juntos en casa sin hacer nada más que estar juntos los cinco. La cena fue todavía más emotiva que la comida, no dejaban de recordar los mejores momentos en Madrid, Fernando se echó a reír al recordarla entrando al Asturiano con las gafas de sol, Alicia torció el gesto y terminó haciéndole burla seguida por su hijo; Fernando se levantó y empezó a hacerle cosquillas, se quedaron parados cuando Andrea empezó a aplaudir, ese día parecía que querían enseñarles nuevos avances. Alicia terminó acariciando la mejilla de Fernando, sabía que se le caía la baba con cada nuevo avance de las niñas pero, a la vez, tenía miedo, sus hijas crecían, cada día más, y pronto dejarían de ser unos bebés para ser unas niñas que andaban, jugaban y… Podían caerse, estaba segura que Fernando sentía verdadero pánico al pensar en algo así.
El momento del baño fue uno de los más divertidos de los últimos días, las niñas no dejaron de chapotear mientras Roberto intentaba hacerles cosquillas; Fernando acabó con la camisa empapada y Alicia se reía sin poderlo evitar. Después de unos minutos Andrea y Ana empezaron a relajarse, las sacaron del agua antes de que se quedasen dormidas, Roberto se quedó un poco más jugando con el agua mientras ellos secaban y ponían el pijama a sus hermanas. A su hijo le costó más irse a dormir ese día, después de arropar a sus hermanas se hizo el remolón, no quería despedirse de sus padres, les costó mucho que se metiese en la cama e, incluso, se negó a darles el beso de buenas noches pensando que así no terminaría el día. Fernando puso su tono firme aunque no dejaba de sonar tierno, a Alicia le maravillaba ese contraste, sonrió emocionada cuando Roberto les dio las buenas noches, le dieron un beso y apagaron la luz pero se quedaron unos minutos en el quicio de la puerta contemplando cómo su hijo se empezaba a quedar dormido. Alicia le abrazó por detrás y fueron hacia su habitación, la cuna de las niñas estaba, como siempre, en su lado de la cama, le encantaba verlas nada más abrir los ojos; Fernando empezó a besarla suavemente pero ella se separó.
-¿Crees que el regalo era sólo el traje?
Fernando se rio en voz baja, abrió la cama y se sentó contemplando cómo Alicia abría el cajón de su mesita; se sentó junto a él y le besó cerrando los ojos, le tendió el sobre nerviosa, esperaba que no pensase que era un viaje demasiado largo para sus hijas. Fernando sonrió, contempló el sobre y lo abrió lentamente, Alicia se frotaba las manos nerviosa e impaciente por la parsimonia de Fernando. Cuando vio el destino se pasó la mano por el pelo, iba a viajar con su familia a ver a su gran amigo Daniel.
-Alicia es… Perfecto, eres increíble.
-Tú sí que eres increíble mi amor…
-Te amo mucho petit Alice.
-Te amo Fernando…
Empezó a besarle suavemente pero al momento los besos fueron más intensos, podía recordar cada beso con él, cada mirada, cada gesto, cerró los ojos disfrutando de la sensación de estar con Fernando, le quitó la camisa del pijama y segundos después sólo pensaban en estar juntos y sentirse.


Hacía unos minutos que Alicia se había quedado dormida abrazada a él, habían hablado del futuro, del día que volviesen a España, los dos estaban seguros que lo harían pero, mientras tanto, tenían una vida que vivir en París, disfrutarían cada día como si fuese el primero. La acarició el pelo pensando en todo el tiempo que había desperdiciado, vio el sobre con el último regalo, sonrió y alargó con cuidado el brazo para coger cuartillas y la pluma, apenas se incorporó, no escribía muy cómodo pero no quería despertar a Alicia.

Querido Daniel
No sabes lo feliz que me ha hecho el regalo de Alicia, todavía quedan varios meses pero sólo pensar que pronto podremos disfrutar unos días con vosotros me alegra sinceramente.
Me alegro de que todo os vaya tan bien, os lo merecéis de verdad; nosotros también estamos muy bien, en uno de los mejores momentos de nuestra vida aunque bueno, desde que estamos en París pensamos eso. Estas semanas tengo mucho trabajo pero me gusta lo que hago, estoy deseando publicar el primer número de la revista, soy yo quien decide de qué vamos a hablar, me gusta no tener que escribir al dictado, aunque ahora apenas escribo, dirigir el equipo no me deja mucho tiempo. Alicia volverá al trabajo el lunes, tiene un gran camino por delante y está muy ilusionada.
Hoy Ana ha dicho su primera palabra, “papá”, no sabes lo feliz que me sentí, es imposible describirlo en palabras, pasé minutos sin poder articular palabra, sólo Alicia o nuestros hijos tienen ese efecto en mí. Andrea intenta hablar y andar pero es muy impaciente y no puede concentrarse del todo, pero estoy seguro que pronto lo conseguirá. Y Roberto… Madre mía, está cada vez más grande y más responsable aunque no deja de ser un trasto.
Tengo muchas ganas de poder disfrutar el regalo, de poder estar allí unos días con vosotros. Dale recuerdos a Belén y recuérdale a Dorita que cuando lleguemos nos tiene que enseñar a hablar alemán.
Un fuerte abrazo.
Fernando

Posó las cuartillas en la mesita y se acomodó junto a Alicia, respiró hondo pensando en las primeras noches que pasaron juntos en el piso franco, qué lejos quedaba aquello pero qué bien podía recordarlo. La besó la frente y cerró los ojos relajándose.
-Petit Alice te prometo que un día volveremos y podremos vivir libremente en nuestro país, pero tenemos por delante toda la vida y eso es lo que importa. Vamos a ser felices porque estamos juntos, da igual donde. Te amo.
Sonrió y la abrazó para quedarse dormido casi al momento; les quedaban muchos años para volver a España, pero tenían su vida en París, eso les bastaba hasta que pudiesen regresar para ser felices en Madrid. Francia, su segunda patria, sería testigo de muchos más cumpleaños, de muchos momentos juntos, de juegos con sus hijos, de las primeras palabras, los primeros pasos, las primeras discusiones, los primeros amigos del colegio… Su vida estaría en París durante muchos años pero ninguno iba a arrepentirse de ello, eran felices juntos y habían formado su familia, era lo único que les importaba.

 
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