Fernando Solís & Alicia Peña  
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Fernando había apagado el despertador al primer timbre, se giró con cuidado para no despertar a Alicia. Había cruzado el pasillo despacio para darle un beso a su hijo, tuvo que afeitarse y ducharse casi a la carrera, apenas disfrutó de la sensación de estar debajo del agua caliente. Fue abrochándose los botones de la camisa ya en el ascensor para recoger los brioches recién hechos. No pudo evitar recordar las mañanas que Alicia cruzaba todo el barrio para comprar unos, se sorprendió a sí mismo reviviendo momentos que, durante muchos años, había intentado dejar en el olvido.
No se dio cuenta de lo serio que se puso ante ese pensamiento hasta que el portero le preguntó si sucedía algo. Por suerte el café recién hecho, aderezado de un cigarro en la soledad de la cocina, le ayudó a ahuyentar fantasmas del pasado y remordimientos de conciencia. Estuvo a punto de pisar uno de los últimos regalos de Pierre a su hijo y no pudo evitar reírse ante la devoción mutua que se profesaban Roberto y su amigo. Otro padre hubiera sentido envidia. Alicia se giró molesta para apagar el despertador, Fernando había salido de casa hacía unas horas, se había despertado sólo para besarle antes de que se fuese, él prometió que estaría en casa para comer. Se estiró con cuidado y sonrió al notar una patada, sus niñas la dejaban dormir tranquila, pero en cuanto se despertaba, ellas también parecían hacerlo; evitó un bostezo mientras se ponía la bata, Diane llegaría en una hora. Tenía una reunión con Emile y una persona de la editorial que publicaría su libro; torció el gesto porque no le apetecía nada. Ella quería centrarse en los casos, escribir el libro le había gustado mucho pero todas las formalidades para publicarlo le aburrían y le impacientaban; subió la persiana y suspiró al ver el día lluvioso. Fue despacio a la habitación de su hijo, sonrió al verle dormir, sabía que se había despertado cuando sonó el despertador para que Fernando se levantase, su hijo y su marido parecían estar sincronizados. Le acarició suavemente la mano y fue a la cocina, en días así le gustaría tomar un café bien cargado, pero se conformó con un chocolate, hacía tan mal día que el chocolate caliente le sentó bien. Cogió un brioche sonriendo, estaba segura que Fernando había bajado a la cafetería a por ellos antes de irse a trabajar, se mordió el labio riéndose al recordar el desayuno que no compartieron el día después de las jornadas del Ateneo. Ese día había sido ella la que había salido a por pan para el desayuno, pero sólo para no seguir en casa dándole vueltas a lo que había pasado; torció el gesto al recordar cómo, esa mañana, Fernando había intentado bromear y ella se había mostrado fría y distante. Todo aquello le parecía que quedaba muy lejos pero no podía evitar recordarlo, nunca olvidarían esos meses en Madrid y, por duro que fuese recordar ciertas cosas, ella no quería olvidarlo porque era parte de su historia, de todo lo que lucharon para tener la vida que tenían. Resopló al oír el teléfono, se levantó despacio mientras terminaba el brioche, descolgó y contestó fríamente sentándose en el brazo del sofá.
-Alicia, soy yo.
-¡Mi amor! ¿Ha pasado algo?
-No, claro que no, sólo quería darte los buenos días.
Alicia se echó a reír, estaba segura que había estado mirando el reloj para llamar poco después de que se hubiese despertado.
-Buenos días Fernando.
-¿Has desayunado? –hablaba entre risas mientras jugaba con el cable.
-Sí, gracias por los brioches, están buenísimos.
Se echaron a reír los dos, Fernando se mordió el labio pensando que le encantaría estar en casa en ese momento, Alicia lo notó y le recordó que ella saldría en un rato así que los dos estarían en el trabajo.
-Oye Alicia, he pensado que podemos salir a comer fuera, hace tiempo que no salimos juntos.
-¡Claro! Si quieres pasamos a buscarte, no creo que Emile me entretenga mucho, vuelvo a por Roberto y vamos a buscarte, así puedo subir a la redacción y saludo a todos.
Fernando se echó a reír y se despidieron, esas llamadas hacían que se olvidasen de las horas que pasaban fuera de casa. Fernando colgó recordando la cena de hacía unos días, había salido muy bien y no pudo más que admitir que Alicia siempre tenía buenas ideas.

Unos días antes
Alicia se había esmerado en poner la mesa y dejarla perfecta, faltaba todavía un rato para que llegasen Sophie y Gabrielle, a ella le hubiese gustado invitar a todos sus amigos pero no quería presionarlas de ninguna forma. Sonrió recordando la tranquilidad con la que Sophie recibió la propuesta, les conocía muy bien como para saber que sólo querían compartir con ella su felicidad y eso, en su situación, no era muy común. Fernando estaba terminando de vestirse, cuando Alicia le dijo que había hablado con Sophie, la miró siendo consciente que su mujer siempre conseguía todo lo que quería, pensó en sus compañeras y sonrió esperando que todo saliese bien. Roberto jugaba tranquilamente en la manta, el último juguete que le había regalado Pierre le había entusiasmado y no quería separarse de él. Tuvieron que esperar todavía unos minutos para oír el timbre, Fernando sonrió al notar la tranquilidad de Alicia, su actitud no tenía nada que ver con los nervios que sintieron cuando esperaban el encuentro entre Catherine y Jean. Se sentó junto a ella en el sofá y la besó mientras se relajaba, estaba seguro que todo iría bien y que pronto Sophie y Gabrielle formarían parte de su pequeña familia de amigos. Cuando sonó el timbre, Alicia se levantó despacio y abrió la puerta sonriendo, Fernando se quedó en un segundo plano después de haber cogido en brazos a Roberto. Las saludó con total confianza, Fernando notó el nerviosismo de Gabrielle mientras Sophie estaba totalmente relajada, las saludó y todos se echaron a reír cuando Roberto alargó los brazos hacia Sophie. Tomaron una copa mientras Fernando daba de cenar a Roberto, tuvo que tener más paciencia que nunca porque el niño se empeñaba en mirar hacia el sofá llamando la atención de ellas. Sonrió al escuchar cómo Sophie y Alicia hablaban sobre política, Gabrielle movía la pierna nerviosa pero, al notar cómo Sophie apretaba su mano, empezó a tranquilizarse y a intervenir en la conversación. Dejó delante de Roberto un plato con algunas galletas y se levantó diciéndoles que podían empezar a cenar; Alicia se acarició la tripa mientras se sentaba, Fernando posó su mano sobre la de ella y le sonrió. En ningún momento de la cena se sintieron tensos, ni siquiera Gabrielle volvió a estar nerviosa o cohibida, las conversaciones se sucedían y se sorprendieron cuando Gabrielle les dijo que su familia materna era española. Ella había nacido poco después de que llegasen a Francia huyendo de la represión de la posguerra, pero había visitado Madrid un par de veces. Alicia compartió con ella su experiencia como hija de exiliados y su dura experiencia al volver a vivir en España, sonrió al ver cómo Fernando hablaba de Madrid y los amigos que allí habían dejado, el momento tenso al recordar a su familia se le pasó escuchando a Fernando y recordando las cosas positivas de su paso por España. Roberto mordisqueaba las galletas atento a su padre pero no dejaba de llamar la atención de Sophie intentando que le cogiese en brazos. Fernando no dejaba de estar pendiente de Alicia, jugaba con su pelo o acariciaba la tripa mientras hablaba; Sophie y Gabrielle llegaron a relajarse tanto que, por primera vez delante de otras personas, tenían también esos gestos involuntarios, Alicia sonrió al notarlo. Hablaron también del libro de Alicia, a Gabrielle le pareció muy interesante la idea de incluir tantas experiencias de personas que vivieron de primera mano la injusticia en España. Sophie y Fernando empezaron a criticar a su jefe por el trabajo extra al que tuvieron que hacer frente cuando se hicieron cargo del suplemento, Alicia se reía mientras Gabrielle se mordía la lengua para no criticar a Antoine. Al ver a Roberto cabecear, Alicia se levantó para acostarle, Fernando intentó que le dejase a él pero le besó sonriendo y cogió a su hijo. Sophie se disculpó y siguió a Alicia, quería agradecerle la invitación; cuando se quedó a solas con Gabrielle, le sirvió una copa y le preguntó sobre la familia de su madre. Ella sonrió con timidez y empezó a contar las historias que se sabía casi de memoria, Fernando la miró con envidia al oírla hablar de su abuela con orgullo, él se había exiliado solo, había perdido a su familia por la guerra. Alicia le quitó importancia a la invitación, arropó a Roberto y miró a Sophie sonriendo, Fernando había tenido razón, se la notaba diferente y se alegraba por ello. Antes de volver al salón, se permitió preguntarle por Gabrielle, ella sonrió abiertamente, le contó que llevaban casi un mes juntas y que nunca había sentido tanto por otra persona. Fernando se dio cuenta de la capacidad que tenía Alicia para reconfortar a quienes le rodeaban, siempre había sido así, pero desde que se reencontraron fue viendo cómo la mujer había superado a la chiquilla. Aquella velada significaba tenderles la mano a dos personas que, para gran parte de la sociedad, eran diferentes e incomprendidas. La cena se alargó tanto que cuando se quisieron dar cuenta, ya había pasado la medianoche, se despidieron de ellas sonriendo y asegurándoles que tenían que repetir aquella cena; cuando se cerró la puerta, Sophie la besó suavemente antes de salir del portal, se sentía bien después de aquella cena. Cuando se despidieron en la puerta, Fernando se echó a reír ante la mirada de Alicia que llevaba el mensaje de "te lo dije", no dejó de reconocer en lo que quedaba de noche que su mujer siempre tenía razón. Sonrió pensando en sus compañeras, estaba seguro que habían disfrutado de la cena, la compañía y, sobre todo, de ser ellas mismas durante aquella noche.

Alicia colgó el teléfono levantándose despacio, miró el reloj pensando que pronto llegaría Diane, recogió la cocina y fue a ducharse pensando en la reunión que tenía. Tardó bastante en prepararse, hacía días que no pasaba por el despacho, estaba llevando un caso pero lo hacía desde casa, ya estaba de cinco meses y los pies se le solían hinchar. Se miró en el espejo echándose a reír, se notaba mucho el embarazo pero no le importaba, estaba deseando tener a sus niñas en brazos. Abrió a Diane y la abrazó haciéndola pasar, los últimos días no se habían visto y se permitió tomar un té con ella mientras se ponían al día. Fernando sonrió al ver a Pierre, le invitó a tomar un café en una de las salas mientras hablaban sobre las noticias que llegaban de la otra parte del mundo. Hacía unos días Cuba había sido bloqueada por Estados Unidos tras descubrir los movimientos de misiles que se daban en la isla, Fernando había seguido con atención todas las noticias que habían llegado esos días pero se alegró de no tener nada que ver con los artículos sobre política internacional, había visto a muchos compañeros, entre ellos Pierre, casi sin tiempo para volver a casa y dormir unas cuantas horas. Solía llamar a casa para mantener informada a Alicia, ella sonreía sabiendo lo interesado que estaba en la situación pero, a la vez, lo aliviado que se sentía por no tener que escribir sobre ello y pasar días enteros en el trabajo. Bromeó con Pierre sobre todo el trabajo que había tenido últimamente, Pierre suspiró cansado y encendió un cigarro, hacía días que no podían hablar con calma, incluso hacía días que no veía a Roberto, les invitó a los tres a cenar esa noche con él y Diane, Fernando aceptó encantado, había echado de menos las visitas diarias de su amigo y sabía que su hijo le echaba todavía más de menos. Sonrió pensando que el domingo también habían quedado pero, finalmente, no pudieron cenar juntos porque él tuvo que quedarse en la redacción para escribir sobre el referéndum del sufragio universal, aceptado por más del 60% de los votos. Antoine se lo pidió a última hora, incluso le llamó a casa, quien tenía que hacerse cargo de informar sobre ello había caído enfermo y a Fernando no le quedó más remedio que renunciar a una tarde con su familia para ir a la redacción. Volvieron al trabajo entre risas después de haber criticado a su jefe, Fernando estaba seguro que si Antoine les hubiese oído, se hubiese acabado riendo con ellos. Suspiró sentándose porque la semana siguiente la revista empezaría a dar cobertura a la campaña electoral y tenía claro que Antoine le haría cubrir alguna entrevista aunque esperaba que le dejase hacer algún análisis en vez de dedicarse a hacer publicidad gratuita a los candidatos. La vuelta a la oficina supuso gran parte de trabajo extra, tenían muchos frentes abiertos y poco personal para cubrirlos todos. Encendió la radio de su despacho y comenzó a trabajar mientras fumaba un cigarro.
Alicia se despidió de Diane y de un Roberto que acababa de despertarse, sonrió mientras se ponía el abrigo y cogía un paraguas. Saludó al portero con la mejor de sus sonrisas, se sentía pletórica por volver al despacho aunque fuese a esa reunión que no le apetecía; torció al gesto al ver que llovía con fuerza, abrió el paraguas y empezó a caminar todo lo deprisa que pudo. Al llegar a la altura de su antiguo portal, se encontró con los dos niños y su madre, la saludó mientras comentaban el mal tiempo, los niños le preguntaron por Roberto recordando el último día que habían ido a jugar con él en el patio. Al despedirse de ellos no pudo evitar recordar la imagen de los dos niños jugando con Fernando y Roberto, aquel día les había grabado sin dejar de emocionarse. Mientras volvía a caminar, recordó la tarde del sábado, habían invitado a Sylvie, su vecina, y a su hija a merendar, disfrutaron viendo cómo Roberto intentaba ayudar a su nueva amiga a caminar, tenía un par de meses menos que él y todavía gateaba. Sonrió al recordar que su hijo había decidido gatear junto a ella en vez de andar, además, la tarde sirvió para conocer mejor a aquella mujer que parecía tan esquiva, disfrutaron de su compañía y viendo a sus hijos jugar juntos. Tardó unos minutos en llegar al despacho, al entrar respiró hondo y sonrió al ver la actividad de sus compañeros, realmente echaba de menos esos momentos. Cuando la vieron, todos se levantaron a saludarla, recibió los abrazos conteniendo la emoción, posó el maletín y fue con Grace hacia su mesa, llevaban unos días sin verse aunque hablaban por teléfono todos los días.
-Cuéntame –Alicia se sentó despacio poniendo una mano sobre su tripa- ¿cómo van los trámites?
-Ya sabes… -hizo un gesto cansado con la mano mientras encendía un cigarro- Nos dan largas, pero ya sabíamos que tardaríamos en poder tener a nuestro hijo… Pero estamos tan ilusionados, de verdad, Alicia, creo que ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida.
Alicia apretó la mano de su amiga sonriendo, notaba toda la ilusión que no había notado en ella el día de su boda con Antonio; se sintió feliz por ellos, sabía exactamente el sentimiento que tenía Grace, era el mismo que tenía ella esperando a sus hijas. Se levantó despacio cuando Emile se acercó, René, el representante de la editorial acababa de llegar; Alicia le tendió la mano con una sonrisa y pasaron al despacho de Emile. Se preparó para escuchar toda clase de datos empresariales de su libro; para su sorpresa, René comentó el contenido del libro, se enderezó en la silla mientras le escuchaba. A aquel hombre parecía que le apasionaba el contenido de su libro, todas las pequeñas historias que le integraban; sólo por eso, René se ganó su respeto y su buena opinión. Ella había esperado que tratasen el libro como simple mercancía para vender ejemplares, cosa que entendía racionalmente porque para eso era una editorial, pero emocionalmente nunca le había gustado esa idea; ver que en la editorial se tomaban el libro en serio, le animó a seguir con la reunión. Era consciente de cómo las historias del libro la convertían, de nuevo, en una mujer vehemente y apasionada. Se echó a reír porque en esos momentos estaba más cerca de aquella chiquilla de 18 años que de la mujer en la que se había convertido. En un momento sonrió pensando en la cara de Fernando cada vez que nombrase a René, sabía que no diría nada, como mucho alguna broma soterrada, y mucho menos después de la discusión sobre Antonio. Emile se echó a reír ante la conversación relajada de los dos, notó cómo a Alicia le había caído bien; propuso comer los tres juntos para seguir hablando del libro pero Alicia se disculpó, ya había quedado para comer. Sonrió pensando que le apetecía mucho comer con Fernando y Roberto fuera, jugó con la alianza mientras se acariciaba la tripa y volvió a poner toda su atención en la reunión y lo que proponía René para la promoción del libro.
Fernando estaba escribiendo concentrado, Antonio entró en su despacho y se echó a reír al ver que no notaba que alguien había entrado, poco quedaba ya de aquel hombre que estaba siempre en tensión y alerta ante cualquier detalle. Se levantó para saludarle mientras se rascaba el pelo, llevaba un par de horas sin levantar la vista de la máquina de escribir y había perdido la noción del tiempo; hacía días que no se veían, le ofreció tomar un café y al sentarse encendieron un cigarro a la vez. Fernando evitó preguntar por los trámites de la adopción, sabía por Alicia que les llevaría mucho tiempo así que prefería no recordárselo, no pudo más que sonreír cuando fue Antonio el que sacó el tema. Le preguntó por Alicia y por el libro, Fernando sabía que tenía muchas ganas de poder leerlo, Antonio también había ayudado a Alicia contándole algunas cosas de su pasado en la guerra, el resto de su vida Alicia ya la conocía. Fernando notó que había algo que Antonio no le decía, movía las manos nervioso y había encendido otro cigarro en cuanto apagó el anterior; se acomodó en la silla dejándole tiempo para que se decidiese a hablar.
-Fernando… Necesito contarte algo, –le miró de frente, estaba preocupado pero bastante seguro de su decisión- hace unos días un viejo contacto apareció en la academia… -Fernando se puso alerta, a esas alturas no esperaba aquello- La organización universitaria de Valencia se ha caído por el apoyo a las huelgas mineras asturianas, estudiantes y dirigentes del Partido detenidos…
Fernando había leído sobre esas detenciones, cuando se enteró torció el gesto, los detenidos eran estudiantes de Derecho, de Filosofía, hasta un cura, pero dirigentes reales del Partido ninguno, la cúpula se mantenía en sus despachos, los dirigentes detenidos eran jóvenes, algunos incluso estudiantes, y todos del interior. El Partido sabía cubrirse las espaldas y sólo pagaban las consecuencias los que de verdad luchaban y se exponían, se le vino a la cabeza la imagen de Valeriano justificando su traición; respiró hondo intentando concentrarse en su amigo y conteniéndose para no levantarse y dar vueltas por el despacho.
-El caso es que se ha desarticulado todo el partido en la universidad, y quieren rehacer la red de apoyos pero a través de los obreros, sindicatos, en los barrios…
Fernando encendió un cigarro sin mirar a Antonio, notaba la reticencia de su amigo al hablar y esperaba que no fuese porque quería proponerle algo, miró la máquina, había dejado un artículo a medio escribir pero en ese momento le importaba poco.
-¿Qué pretendes decirme Antonio?
-Tranquilo, –sonrió porque notaba que Fernando estaba a la defensiva- no pretendo involucrarte en nada, sólo necesitaba hablarlo con alguien y… Sé que tú eres quien mejor me podrá entender. –Fernando le miró entrecerrando los ojos, no tenía claro si Antonio ya había decidido algo o no- Me han propuesto ayudar a crear una nueva red en Barcelona, no tendría que vivir allí pero sí viajar con regularidad…
Fernando movió el vaso dándose cuenta que ni por una milésima de segundo había tenido la necesidad o el ímpetu de ofrecerse para aquella misión. Pasó su mano por los bordes del cenicero inconscientemente, a la vez que pensaba cómo podrían ayudar desde fuera y sin involucrar a la cúpula del partido. Se levantó y sirvió dos copas, estuvo a punto de echarse a reír pensando que hacía mucho que no tenía ese tipo de conversación con nadie; se sentó ofreciéndole una copa a Antonio y respiró hondo antes de beber un trago.
-¿Has decidido algo? –se mordió el labio pensando en Liberto y Grace- Se lo has contado…
-No, –Antonio le cortó antes de que nombrase a su mujer y su hijo- sólo te lo he contado a ti… Y sí, he decidido, de hecho… Respondí en cuanto me lo propusieron. Fernando, hemos sacrificado mucho todos estos años, lo hemos dado prácticamente todo por intentar crear un mundo mejor –Antonio suspiró, habían dado todo, a él le condenaron a muerte y se libró por el pacto de Andrea con Rodrigo, a Fernando le habían fusilado; los dos habían estado a punto de morir por su lucha- y no me arrepiento de haber luchado, sí de otras decisiones personales, Andrea, Liberto… Hay cosas que nunca me perdonaré; por eso rechacé la propuesta en cuanto me la hicieron; no voy a separarme de Liberto, no debí hacerlo nunca, me costó recuperar su confianza y no voy a perderla otra vez. Además, acabo de casarme con Grace, vamos a ser padres… No creo que haya nada que decidir, les ofrecí toda la ayuda que pueda darles desde aquí, pero no pienso moverme de París ni involucrarme tanto como para que haya consecuencias.
Fernando respiró hondo, le miró fijamente mientras pensaba que hacía no mucho él se había planteado toda su vida de la misma manera que ahora lo hacía Antonio; evitó darle su opinión sobre la cúpula del Partido y los dirigentes, levantó el vaso hacia él y brindó por Liberto y Grace, en silencio también por Andrea. Antonio notó el silencio de Fernando, también su mirada de comprensión absoluta y no pudo evitar recordar el día que tomó un avión para comenzar su andadura lejos del Partido Comunista y, sobre todo, lejos de Andrea y de su hijo. Decidió cambiar de tema preguntándole por Roberto, Fernando sonrió y empezó a contarle alguna de las travesuras de su hijo en el pequeño jardín, era un trasto y en cualquier descuido iba hacia las plantas para jugar con ellas.
Alicia se despidió de Grace mientras se ponía el abrigo, miró el reloj arrugando la nariz, había esperado salir antes del despacho pero René la había entretenido; se echó a reír porque una de las propuestas para publicitar el libro era ir a dar una conferencia a la universidad, hacía mucho que no se encontraba en esa situación. Salió del portal y sonrió al ver que no llovía, caminó despacio hacia casa, le dolían los pies más de lo que admitiría ante Fernando, decidió que cogería el coche para ir a buscarle, así podrían comer fuera de París. Al llegar al portal, saludó a su vecina mientras acariciaba la mejilla de la niña, bromearon sobre las ganas que tenían sus hijos de volver a jugar juntos; antes de abrir la puerta escuchó reír a Roberto y sonrió al notar una patada suave. Entró como un torbellino en casa, por suerte su hijo la recibió con la misma energía, dejó el abrigo y el paraguas en la silla, el maletín en la mesa y saludó a Diane mientras iba directa a besar a su hijo, notar su abrazo la hacía sonreír emocionada. Estaba deseando volver a quedar con su vecina y que compartiera juegos con la niña, acarició el pelo de Roberto pensando que muy pronto ya no estaría sólo. Se sentó un momento en el sofá mientras Diane le contaba la llamada de Pierre, Alicia sonrió porque esperaba esa cena, el domingo no había podido ser y echaba de menos esas charlas con Pierre, las confidencias con Diane y, sobre todo, los juegos de su hijo con Pierre. Sus amigos adoraban a Roberto casi como si fuese su propio hijo; se mordió el labio porque no había hablado ni con Fernando ni con Diane qué pasaría cuando naciesen las niñas. No sabía si Diane podría con sus tres hijos, la miró dudando pero prefirió dejarlo para hablarlo durante la cena; se levantó del sofá y proponiéndole que fuesen a la redacción en coche. Diane cogió a Roberto mientras Alicia volvía a ponerse el abrigo; salieron juntas del portal comentando las nuevas palabras que había aprendido Roberto, en los últimos días había intentado hablar en francés más a menudo, Alicia solía contestarle en francés mientras Fernando suspiraba pensando que en casa no le gustaba hablar en francés. Alicia cerró la puerta del coche mientras miraba a Roberto, estaba sentado sobre Diane y alzaba los brazos hacia ella para que le cogiese. Le besó antes de arrancar, durante el camino le habló a Diane de la reunión de aquella mañana, estaba satisfecha con la editorial que había propuesto Emile.
Cuando Alicia llamó a la puerta, Fernando y Antonio charlaban animadamente, Diane se había encontrado en la puerta con Pierre y se fueron a comer a casa. Fernando se levantó de un sólo gesto al ver a Alicia y Roberto en el despacho, por suerte, la sonrisa de Alicia le tranquilizó, besó a Roberto mientras la abrazaba, Alicia notó su intranquilidad al verles, miró a Antonio y se echó a reír porque era capaz de notar que habían tenido una conversación importante antes de que ella llegase. Fernando corrió a abrir la ventana, el despacho estaba cargado aunque torció el gesto al notar el viento frío que entraba. Antonio dio dos besos a Alicia y cogió a Roberto en brazos, tenerle siempre le hacía sonreír; se despidió dejando a Roberto en brazos de Fernando.
-Se me ha ido el tiempo, no pensé que fuese tan tarde…
-Y eso que vengo tarde, a mí también se me ha pasado volando la reunión…
Fernando cogió el abrigo mientras apagaba la luz, decidió no despedirse de nadie y caminaron hacia el ascensor abrazados y sintiendo los manoteos de Roberto. Saludaron a Sophie al verla salir del ascensor, Alicia se quedó con la palabra en la boca porque se cerraron las puertas, torció el gesto ante la risa de su marido pero sonrió al sentir su mano en la tripa. Fernando la miró resignado al ver el coche, dejó que ella condujese y se acomodó en el asiento del copilo con Roberto en su regazo. Mientras se colocaba en el coche dudó si contarle o no la conversación con Antonio mientras Roberto golpeaba la ventanilla al ver a Pierre por la calle con Diane, miró a Alicia que conducía concentrada aunque estaba seguro que pronto le sería muy incómodo, puso la radio mientras su hijo entonaba palabras inconexas, esta vez en francés. Durante el camino, escuchó todos los detalles de la reunión de su mujer, tuvo curiosidad por ese tal René, sabía la reticencia de Alicia sobre la editorial y no dejaba de sorprenderle ese cambio. Roberto no dejaba de parlotear en francés para fastidio de su padre y diversión de su madre, Fernando consiguió que le llamase papá y, en ese momento sí, se echó a reír.
Alicia sonrió cuando vio el cartel anunciando Chelles, hacía tiempo que quería visitar esa pequeña ciudad cercana a París, Fernando atendió a Roberto que empezaba a impacientarse al ver por la ventanilla algunos niños corriendo por las aceras. Se quedó mirando por la ventanilla intentando adivinar qué tendría esa ciudad para que Alicia la hubiese elegido ese día; se respiraba tranquilidad y estaba rodeado de montañas y naturaleza, pero con el día frío y lluvioso que hacía no podrían disfrutarlo. Aparcó al encontrar el modesto restaurante que le había recomendado Sophie, estaba regentado por españoles y ofrecían comida francesa y española. Fernando se echó a reír al ver el cartel del restaurante, la pizarra estaba escrita en los dos idiomas; besó a Alicia mientras sujetaba a Roberto que ya protestaba para salir del coche. A pesar de haber aparcado enfrente de la puerta, Fernando cogió del coche el paraguas, Alicia suspiró pero evitó hacer ningún comentario mientras se acercaba a él para acariciar el pelo de su hijo. Al entrar sonrieron cuando les saludaron en español, Fernando miró divertido a Roberto cuando dijo hola y no bonjour, su hijo se adaptaba mejor que ellos a los cambios de idioma. Antes de sentarse a la mesa, ya sabían la historia de los dueños, llevaban toda la vida en Francia pero soñaban con volver a España; Fernando sentó a Roberto en la trona con el consiguiente enfado del niño. Por suerte, poco después mordisqueaba sonriendo una galleta mientras tomaban nota a sus padres; Fernando no pudo evitar sonreír al leer la carta, se rascó el pelo sin saber qué pedir, aunque tenía claro que por un día nada de comida francesa. Alicia se decidió por gazpacho y pulpo mientras Fernando elegía paella y cochinillo; sacó de la bolsa de Roberto el puré para que se lo calentasen, pidieron para su hijo un poco de pollo cocido, cada día pedía más comida y sabían que no se conformaría con el puré. Alicia comentó emocionada que era la primera vez que pedían comida para su hijo, Fernando la miró sonriendo y pensando en las comidas de dentro de unos años, estaba deseando compartir momentos así con sus tres hijos y su mujer. Roberto gritó feliz cuando su padre le dejó la cuchara a él solo, Fernando le miraba fijamente atento a cualquier movimiento, se mordía el labio mientras frenaba los impulsos que tenía para ayudarle con la cuchara. Tardó en terminar el puré más que otros días, pero lo había comido solo, le llenaron de besos sin importarles estar en el comedor de un restaurante. Estaban solos aunque los camareros iban y venían atendiéndoles pero también preparando otras mesas; disfrutaron de la comida sin dejar de atender a un Roberto que llamaba la atención de todos los camareros y camareras. No dejaron de hablar de los recuerdos que tenían de Madrid, hacía mucho que no comían comida española fuera de casa; hasta Roberto parecía saber que esa comida les traía muchos recuerdos a sus padres porque no dejó de llamar a Pelayo en toda la comida. Al terminar la paella, Fernando ayudó a su hijo a comer el pollo, aunque Roberto prefería comerlo a su aire con las manos, Alicia les miraba divertida mientras Fernando suspiraba al ver las manos y el babero del niño. Mientras comían el segundo plato, Fernando le propuso ir a comprar todo lo que necesitaría para la cuna de las niñas, podían ir antes de volver al despacho, Alicia sonrió recordando que la primera cuna había sido una sorpresa para ella. Se ilusionó y le dijo que aquella vez quería ver todo el proceso, Fernando se echó a reír recordando la cuna de Roberto y cómo había intentado que no se diese cuenta. Durante el postre, Fernando miraba a Roberto comer la manzana solo y no podía evitar pensar en Antonio y la conversación que habían tenido, Alicia se dio cuenta el momento exacto en el que Fernando dejó de sonreír, había fruncido el ceño e intentaba que no se notase su nerviosismo. Se puso nerviosa porque normalmente sabía qué era lo que le preocupaba y esa vez no podía imaginarse de que habrían hablado; comió la tarta conteniéndose para no preguntarle. Fernando estuvo a punto de encender un cigarro pero al mirar a Alicia sonrió y dejó el paquete sobre la mesa; notó la mano de Alicia apretando la suya y se echó a reír. Pidió un café cargado, hasta que no dio un buen sorbo no empezó a contarle a su mujer lo que le preocupaba.
-Antonio vino al despacho porque quería hablar de algo… -Alicia miró a los lados, seguían solos, se levantó despacio para sentarse sobre Fernando, le besó antes de que volviese a hablar- Le han propuesto organizar una red de apoyo en Barcelona, a través de sindicatos… Hace unos meses cayó la red en la universidad de Valencia, han detenido a estudiantes y algunos dirigentes de esa red, no del Partido… -Alicia se acarició la tripa sin dejar de mirar a Fernando, sonrió al notar cómo Fernando no dejaba de acariciarle la espalda- Antonio ni siquiera lo consideró, no va a irse de París ni a involucrarse en algo peligroso pero… Ha ofrecido su ayuda desde aquí.
Roberto protestó al terminar la manzana, quería que le sacasen de aquella trona, Alicia se levantó pero fue Fernando quien cogió a Roberto, sólo tenerle en brazos le hacía sonreír, ella se sentó al lado de Fernando esperando que acabase de contarle lo que le preocupada. Fernando acomodó a Roberto en sus brazos y miró a Alicia, sonrió al ver la tranquilidad con la que le miraba esperando que contase todo lo que le preocupaba.
-Alicia… Les dejan solos, esos estudiantes detenidos pasarán años en la cárcel, nadie hará nada por ellos, les dan cuatro indicaciones desde París y les mandan a organizar una red para el Partido, si todo sale bien es mérito del Partido, si sale mal, sólo los estudiantes y jóvenes del interior pagan las consecuencias… No es justo.
Al escucharle hablar del partido, de España, de Antonio, sintió un sudor frío por la espalda, intentó parecer relajada, comprensiva pero contuvo el aire hasta que Fernando la miró fijamente contándole cuales eran sus verdaderos dilemas. Le acarició la mano siendo consciente que una parte de ella siempre tendría miedo al igual que una parte de Fernando siempre se sentiría culpable. Respiró hondo, Antonio, sin pretenderlo, le había hecho recordar muchas cosas que había visto durante tantos años, le acarició la mejilla intentando trasmitirle serenidad, Fernando la miró y sonrió, Roberto se había dormido y se agarraba a uno de sus botones.
-Ni por un segundo pensé en volver, Alicia, no quiero tener nada que ver con el Partido; además, jamás os dejaría, nunca participaría en nada que pueda hacer que no esté con vosotros, que me detengan o… No, eso no pasará nunca. –la besó y acarició suavemente la cara de su hijo- Pero esos chicos… Seguirán cayendo mientras los que dirigen el Partido les manden a ellos implicarse, les dan igual y eso es lo que me cabrea; no sé exactamente cómo va a colaborar Antonio, y no creo que yo pueda hacer nada, pero no dejo de pensar…
Alicia respiró hondo, entendía la impotencia de Fernando ante la situación y le admiraba cuando dejaba a un lado todo lo que él había pasado para pensar en lo que seguían pasando otras personas que se implicaban.
-Fernando, seguro que podemos hacer algo desde aquí… No sé, puedes escribir sobre ello, estoy segura que Antoine lo publicaría, o puedes contactar con alguno de esos chicos, suelen venir a París a recibir instrucciones y propaganda… Seguro que tú podrías enseñarles a moverse sin llamar la atención, no hace falta que sea a través del Partido.
-No sé, Alicia, aunque no estuviese en el Partido, estaría colaborando en ello y podría haber consecuencias, no pienso hacer nada que me pueda alejar de vosotros.
-Eres periodista Fernando, esas reuniones podrían ser parte de tu trabajo, no hay mejor coartada… Yo podría intentar defender a los estudiantes detenidos, pero eso desde París es más difícil, quizás podríamos hacer una campaña en apoyo a los estudiantes…
Alicia se mordió el labio, pensar en una campaña de apoyo le hacía pensar en la campaña que llevó a cabo para que conmutasen la pena a Fernando. Fernando se sintió más relajado al compartir sus pensamientos con Alicia, no había dado una solución al problema, exactamente estaba igual que al terminar la conversación con Antonio pero compartir sus pensamientos, sus miedos y sentimientos con Alicia producían una sensación de paz indescriptible. La miró sonriendo, se acercó a besarla y, con cuidado de no incomodar a Roberto, posó una mano en la tripa pensando en sus hijas; decidiese lo que decidiese, sabía que nunca se separaría de ellos. Su familia era lo más importante y su compromiso más firme, les amaba por encima de todo y era feliz sólo por tenerles en su vida. Roberto conseguía que terminasen viendo los problemas, las injusticias y sus propios miedos de otra forma, la forma en la que alargó la mano llamándole papá medio dormido fue un bálsamo. Pidió la cuenta mientras empezaba a relatarle a Alicia cómo se había imaginado la cuna que haría para sus niñas; Alicia sonrió emocionada, empezó a hablar de la cuna y las compras, minutos después se reían los dos mientras Roberto se removía molesto por el ruido. Estaba deseando ver ya la cuna montada, no podía evitar seguir siendo impaciente, había disimulado demasiados años sus sentimientos, a veces llegó a pensar que sólo de esa forma pudo conseguir abrirse paso cómo abogada en una España franquista ,otras era sincera con ella misma y asumía los casos de poca monta que había ganado. Tardaron todavía un rato en salir del restaurante, la dueña no les dejaba irse sin que le contasen cosas sobre Madrid, hacía muchos años que no iban y lo echaban de menos; disfrutaron mucho esa conversación, Fernando no dejó de mirar a Alicia emocionarse al hablar de su país, mientras salían del restaurante la besó recordándole que algún día volverían a vivir en España junto a sus amigos. Fernando suspiró al ver que volvía a conducir Alicia, ella se echó a reír y le besó antes de entrar al coche, una vez dentro, le dijo que quería aprovechar para conducir porque dentro de poco ya no podría. Fernando la miró sonriendo y deseando que pasasen pronto los meses que quedaban hasta que naciesen sus hijas; Roberto seguía dormido pero notó cómo se agarraba más fuerte a él, le besó la frente y se acomodó en el asiento mientras Alicia arrancaba. Durante el trayecto de vuelta volvió a escuchar hablar de ese tal René, Alicia se echó a reír ante la cara de Fernando, una mirada entre curiosidad y confianza que hacía que no pudiese dejar de sonreír.
-Ya me está picando la curiosidad eh…
-Estoy segura que te caerá bien, -Alicia estaba atenta a la carretera pero no podía evitar mirarle de reojo divertida- está empeñado en que vaya a una conferencia en la universidad, además no ha dejado de hablar del libro, le ha impresionado la parte de los fusilamientos, de tu experiencia, no le he dicho quién me ayudó en esa parte, pero insistió en conocer a la persona… Te gustará, seguro.
Fernando se echó a reír, era consciente que ese hombre había conquistado a Alicia por su manera de hablar del libro, pero también que Alicia se hacía la interesante, movió la cabeza divertido y siguió escuchando más detalles de la reunión.
Al llegar a su calle, Fernando le recordó que tenían que pasar por la ebanistería, quería comprar todo lo necesario para la cuna; Roberto seguía dormido, Fernando dudó pensando que su hijo necesitaba acomodarse en la cuna.
-Alicia… Igual es mejor que vosotros subáis, yo lo dejo encargado y pido que lo lleven a casa a última hora de la tarde… Tengo que pasarme por la redacción, Antonio me desconcentró y dejé un artículo a medio escribir, lo recojo y vuelvo a casa.
-Está bien…
Alicia no insistió en ir con él a comprar porque necesitaba descansar los pies, nunca lo reconocería delante de él, pero los últimos días se cansaba demasiado, torció el gesto porque pensó que todavía le quedaban unos cuatro meses para dar a luz. Saludaron al portero en español, era una tontería pero se sentían bien ante ese gesto que tenía con ellos; Alicia abrió la puerta y sonrió al ver que Fernando iba directo a dejar a Roberto en su habitación. Le metió con cuidado en la cuna y le arropó, antes de incorporarse le besó la frente pensando que todo lo que hiciesen para ayudar a crear un mundo mejor, lo disfrutarían sus hijos. Alicia se había sentado en el sofá poniendo los pies en alto, Fernando la miró, era consciente que Alicia estaba cansada y le dolían los pies, en el ascensor había pasado el peso de uno a otro intentando que no se diera cuenta, no quiso agobiarla y decidió que esa misma tarde pasaría para traerle una pomada que le aliviase. Se agachó junto a ella y le dio un suave masaje, Alicia sonrió y se relajó mientras le aseguraba que sólo era un poco de cansancio. Cerró los ojos sin esperar dormirse, pero la reunión le había pasado factura, estaba cansada y tenía mucho sueño; se quedó dormida con una sonrisa y sin dejar de sentir el masaje. Fernando la acomodó en el sofá, la arropó y le acarició la tripa, sonrió al sentir una suave patada.
-Descansad, mis niñas…
Besó a Alicia en la frente y se incorporó para salir de casa, antes de abrir la puerta se giró para mirar a Alicia, se rascó el pelo porque no quería dejarles solos cuando los dos estaban durmiendo. Suspiró riéndose de sí mismo, por las mañanas les dejaba durmiendo a los dos y no les pasaba nada; aun así, se obligó a darse prisa. Salió del portal despidiéndose del portero con un gesto de la mano, caminó rápido y se cerró el abrigo al notar el viento frío, ni siquiera había cogido el paraguas. Al entrar en la ebanistería sonrió porque estaba vacía, tardó unos minutos en elegir la madera y el mimbre que quería utilizar, escuchó al dependiente con atención para escoger lo mejor para sus niñas. Tenía una idea bastante clara de cómo iba a ser la cuna, esperaba que quedase tan bien como quedó la de Roberto; acordaron que antes de cerrar se lo llevarían a casa, salió a toda prisa, la redacción estaba alejada y quería regresar ya a casa. Fumó un cigarro intentando no pensar en lo que estaba tardando, a esas horas las calles estaban llenas, hombres y mujeres que iban o volvían del trabajo, niños que acababan de salir del colegio… Varias veces tuvo que disculparse al no poder sortear a las personas con las que se cruzaba, tiró el cigarro al llegar a la redacción, decidió subir por las escaleras para no esperar el ascensor. Miró con atención y no vio a Antoine, sonrió dirigiéndose al despacho para coger el maletín y el artículo a medio terminar; antes de que nadie se diese cuenta que había estado allí, ya había salido. Bajó en el ascensor mientras guardaba el artículo en el maletín, suspiró con impaciencia y en cuanto se abrieron las puertas salió como una exhalación. En el camino de vuelta se tranquilizó un poco, frenó el paso pensando que ya no estaba para tanto trote, paró en la cafetería y compró los bombones preferidos de Alicia. Abrió la puerta de casa con tanto sigilo que cualquiera que le hubiera visto se plantearía que era un ladrón, respiró hondo al entrar, nunca antes de vivir con Alicia había sentido paz sólo por llegar a casa; dejó todo en la mesa y se agachó junto a ella, la besó mientras la arropa. Antes de sentarse a escribir, fue a ver a su hijo, seguía dormido y, como su madre, estaba destapado; le arropó con cuidado y dejó la puerta abierta. Sentarse a escribir teniendo la imagen de Alicia dormida le hacía feliz, en casa solía escribir con la pluma evitando usar la máquina; estuvo a punto de echarse a reír al ver la mitad de artículo escrito a máquina y empezar a escribir a mano. Pasó varios minutos mirando dormir a Alicia y disfrutando con el golpeo del agua en el cristal. Estiró sus pies y comenzó a trabajar hasta que la voz de Roberto sonó de fondo.
Cuando escuchó a Roberto estaba terminando el artículo, sonrió mientras dejaba una frase a medias, oírle decir papá en la distancia hacía que todo lo demás dejase de tener importancia. Se levantó estirando los brazos, ya casi dormidos, antes de llegar a la habitación. Roberto se incorporó agarrándose a los barrotes cuando le vio entrar, tenía muy buen despertar, el único problema era la energía casi inagotable que demostraba hasta volver a quedar dormido, daba pequeños saltos en la cuna riéndose y aplaudiendo. Era como si supiera que esa noche tendrían visita. Fernando sonrió y le cogió en brazos para ir al salón; abrazar a su hijo, oler la mezcla de talco con aquella colonia de bebé que Diane les regalaba a menudo le enternecía profundamente, trató de que estuviese unos minutos calmado para terminar el artículo.
-Shhh que vamos a despertar a mamá…
-¡Mamá!
Fernando se rascó el pelo pensando que en momentos así no era buena idea intentar calmarle, repetiría todo lo que dijese. Cogió uno de sus peluches preferidos y, mientras su hijo le agitaba, pudo terminar la frase final del artículo; miró el reloj pensando en la cena, decidió llamar a Pierre y decirles si no les importaba que cenasen en su casa, prefería que Alicia no tuviese que salir, había sido un día cansado, la miró pero seguía dormida. Alargó el cable del teléfono y sonrió al escuchar a su amigo, no sabía cómo decírselo, Roberto jugaba con el cable mientras hacía pequeños ruidos. Al final, Pierre le preguntó divertido qué pasaba, cuando le dijo lo que le preocupaba, Pierre se echó a reír y le quitó importancia, no habían empezado a preparar nada y, además, a él no le apetecía cocinar. Fernando sonrió imaginándose a Diane insistiendo para que empezasen a preparar algo y no pudo más que reírse. Decidió jugar en la habitación de Roberto para no molestar a Alicia, pensó que era un buen momento para estrenar el último regalo de Pierre, recordó que su amigo se le había dado diciéndole que había leído que era bueno que el niño empezase a mover sus juguetes de un sitio a otro. Sonrió mientras sacaba el coche de peluche con ruedas, tenía una cuerda para hacerle andar, Roberto estaba sentado en la manta y le miraba con curiosidad.
-Mira Roberto, podemos hacer que el coche ande, ¡brum, brum!
Se echó a reír cuando escuchó cómo su padre imitaba el sonido que él hacía para referirse al coche, se incorporó sin dejar de mirar el juguete, Fernando sonrió al verle llevarse un dedo a la boca, parecía que estaba analizando cómo tenía que jugar. Hizo una demostración para que su hijo lo viese, el niño gritó feliz al ver cómo el coche se movía a la vez que su padre iba de un lado a otro de la habitación; Fernando se echó a reír cuando Roberto alzó una mano para pedir la cuerda. Se quedó parado mirando cómo Roberto disfrutaba de estar moviendo el coche sólo con agarrar la cuerda, los gritos de su hijo imitando el sonido del coche le hacían reír sin poder evitarlo. Alargó el brazo para coger la cámara, hacía días que la tenían en la habitación de Roberto para no tardar en reaccionar, grababan todos los momentos en los que su hijo les sorprendía; además, si uno de los dos se perdía esos momentos, podían verlos más tarde. Roberto estaba ajeno a la grabación, paseaba torpemente por su habitación mientras veía el coche moverse, Fernando se echó a reír porque había momentos en los que su hijo abría mucho los ojos sorprendido por lo que pasaba con ese coche, parecía querer entender por qué se movía.
-Es muy fácil Roberto, –dejó la cámara y se agachó para quedar a su altura- mira, la cuerda está atada al coche, y al tirar de ella, el coche se mueve.
-¡Oche!
Se echó a reír mientras se rascaba el pelo, Roberto era pequeño para ese tipo de explicaciones, volvió a coger la cámara y siguió grabando los paseos de su hijo arrastrando el coche.
Alicia se frotó los ojos, arrugó la nariz pensando que no había querido dormirse, miró confundida alrededor y sonrió la escuchar las risas que llegaban desde la habitación de su hijo. Se levantó despacio, intentó peinarse y caminó descalza hasta la habitación, Fernando tenía ya las mangas de la camisa arremangadas y estaba casi sudando, su hijo estaba tan feliz que contuvo las ganas de llorar. Fernando estaba de espaldas mientras su hijo daba pasos con el nuevo juguete, justo cuando iba a abrazarle, sintió una fuerte patada; sonrió acariciándose la tripa, se acercó a él y le besó en el cuello.
-Me pierdo tantas cosas por dormir tanto…
-No te pierdes nada, te lo estaba grabando –se giró y la besó la nariz- además, si tienes sueño, tienes que dormir.
Alicia se echó a reír ante el tono serio de Fernando, se agachó agarrándose a él y empezó a jugar con su hijo, le miró intentando contener la risa mientras su hijo intentaba explicarle en su media lengua cómo funcionaba el nuevo juguete. Le besó y miró a Fernando sonriendo, su hijo se hacía mayor y tenía ganas de gritar lo feliz que era; Fernando dejó la cámara y se sentó junto a ellos disfrutando de las risas y los juegos. Entre risas hablaron del momento en que en casa hubiese tres niños jugando y revolviendo todo, Alicia miró a Fernando sonriendo a la vez que sentía una suave patada, sonrió al saber que cenarían en casa, aunque nunca lo reconocería, estaba bastante cansada. Al oír el timbre recordaron la cuna, Fernando se levantó despacio mientras le decía que iba él, al mirar el reloj se dio cuenta de la hora, se rascó el pelo pensando que tenía que preparar la cena, por suerte, el hombre que llevaba el pedido tenía prisa, lo dejó en la entrada mientras se despedía sin esperar la propina que Fernando ya tenía preparada. Lo trasladó al cuarto que seguían sin utilizar como despacho, Alicia se levantó despacio y cogió a Roberto, el niño protestó porque quería seguir jugando con el descubrimiento que acababa de hacer.
-Mi amor, tenemos que ver lo que ha comprado papá.
-mor, ado, papá.
Alicia le besó y se echó a reír, fue despacio hacia el cuarto y sonrió al ver a Fernando colocando la madera y el mimbre con el mayor de los cuidados. Se acercó y pasó sus manos por las tablas imaginándose la cuna, dejó a Roberto en brazos de Fernando y le besó la mano deseando ver cómo hacía poco a poco la cuna.
-Son preciosas Fernando, va a ser la mejor cuna del mundo…
-No exageres, –la besó la nariz mientras notaba cómo Roberto le abrazaba- con que sea segura, será más que suficiente.
Alicia se echó a reír, era consciente que una de las razones para hacer él mismo la cuna era ésa; Fernando la acompañó a la habitación, sabía que Alicia se arreglaría antes de que llegasen sus amigos, llevó el nuevo juguete de su hijo y él fue a la cocina a preparar la cena. Mientras Alicia se vestía, Roberto andaba a su alrededor con el coche, reía al ver cómo se movía de un lado a otro. Fernando les escuchaba de fondo mientras cocinaba, se rascó el pelo pensando que no podría vivir sin esos sonidos, la conversación con Antonio había traído al presente muchas cosas pero había algo que tenía muy claro. Pasase lo que pasase, su familia estaba por encima de todo, había tardado muchos años en saber qué era ser feliz, tener alguien a quien amar, una mujer con la que compartir todo, un hijo al que ver crecer… En ese momento sólo podía pensar en ellos y en ver nacer a sus niñas; siempre estaría dispuesto a ayudar a quien lo necesitase, pero los tiempos en que su implicación estaba por encima de todo, incluso de su propia vida, habían pasado.
Abrió la puerta del patio y sonrió al ver el jardín, todavía no había flores, pero estaba seguro que en unos meses podrían reponer las flores del jarrón sin necesidad de ir a la floristería. Se estremeció al notar el aire frío pero no le gustaba que se quedase dentro el olor mezclado de los diferentes platos que estaba preparando. Alicia se miró al espejo y sonrió, hacía unos días había ido de compras, había engordado bastante y, aunque tenía ropa del embarazo de Roberto, le gustaba comprar prendas pensando que sólo las usaría mientras llevase a sus niñas dentro. Roberto la llamó mientras le ofrecía la cuerda, la cogió riéndose y caminó unos pasos para alegría de su hijo que, cada vez que veía moverse el coche, gritaba haciendo el sonido del motor. Dejó la cuerda en una de las manos de su hijo y le cogió la otra, caminó torpemente haciendo un esfuerzo, la tripa no le dejaba agacharse del todo pero sólo con sentir que su hijo andaba agarrado a ella, era inmensamente feliz. Llegaron hasta la cocina, Alicia resoplaba pero sonreía mirando a su hijo, Fernando se giró al oír los pasos y corrió hacia ella mordiéndose el labio preocupado.
-Tranquilo, estoy bien, sólo estábamos andando juntos ¿verdad mi amor?
-¡Mor! ¡Brum, brum! ¡Mamá, papá!
Fernando de echó a reír al escuchar a su hijo, parecía estar interviniendo para que no le recordase a su madre que tenía que tener cuidado, ayudó a Alicia a incorporarse y cogió a su hijo para sentarle en la trona. Fue imposible separarle de su nuevo juguete, estaban seguros que pasaría a ser uno de sus preferidos, Fernando miró a Alicia y ella le devolvió la mirada disimulando.
-Alicia… -suspiró pensando que debía pasar más tiempo en casa- Ese vestido es nuevo ¿cuándo saliste de compras?
Torció el gesto al darse cuenta de las veces que, estando sola con Roberto, agarraba la silla y se iba de compras. Suspiró porque lo único que deseaba era que no le pasase nada, esa obsesión que intentaba controlar por todos los medios pero que, irremediablemente, estando embarazada saltaba cómo un resorte. También se había acostumbrado a no decir nada, Alicia haría siempre lo que ella creyese conveniente, algo por lo que no sólo la amaba sino la respetaba profundamente. Notar el coche por encima de sus pies fue acompañado de una gran risotada de su hijo.
-Me acompañó Diane, pensé que te lo había dicho, estuvimos sólo un rato y no me cansé, así que deja de preocuparte…
Le acarició la mejilla sabiendo qué estaba pensando, las tiendas abarrotadas, ella con Roberto, agobiándose, la gente pasando al lado de ella sin ningún cuidado, algún codazo… Evitó decirle que había sido casi como se lo imaginaba, sólo que Diane estaba con ella y controló a Roberto además de estar pendiente ante cualquier gesto suyo, de hecho, ese día había llegado a pensar que Diane y Fernando se parecían mucho en ese sentido. Fernando la miró riéndose, estaba seguro que Alicia no le había dicho que habían salido de compras, se acordaría precisamente porque se hubiese preocupado, la besó antes de que Alicia fuese a poner la mesa; Roberto llamó a su madre al verla salir de la cocina.
-Roberto, mamá está poniendo la mesa para que podamos cenar, ¿no tienes hambre?
-hame, mamá.
El niño miraba hacia el salón y Fernando se echó a reír porque estaba seguro que entendía muchas de las cosas que le decían; quitó la sartén del fuego y empezó a fregar lo que había utilizado. Su hijo le llamaba queriendo jugar con el agua, al final se conformó con seguir jugando con el pequeño coche mientras no dejaba de repetir el sonido del motor. Alicia dejó la mesa puesta y volvió a la cocina, sonrió al abrir un armario y encontrarse bombones, comió uno mientras se sentaba mirando a Fernando, que estaba fregando.
-Los compré antes, se acaban muy rápido…
Alicia le hizo burla y comió otro, se mordió el labio pensando si sería malo comer tanto chocolate, Fernando se secó y se quedó mirándola.
-Alicia, no pasa nada porque comas bombones –se sentó junto a ella cogiendo uno- además están muy buenos.
Roberto pidió uno y se echaron a reír, Alicia estuvo tentada de darle uno pero el pediatra les había dicho que no era bueno darle chocolate todavía; Fernando la besó pero se levantó al oír el timbre. Fue a abrir la puerta con ganas de aquella cena, los últimos días de trabajo le habían agobiado y sólo quería disfrutar de una cena con sus amigos. Suspiró pensando si debería haber llamado a Antonio y Grace, después de la conversación de esa mañana le vendría bien una cena distendida, además Liberto hacía unos días que no visitaba a Roberto. Decidió llamarles antes de empezar a cenar para invitarles a tomar una copa en casa, abrazó a Pierre y Diane como si hiciese días que no les veía. Alicia se levantó despacio y dejó a su hijo en el suelo con su nuevo juguete, se agachó un poco para susurrarle en el oído.
-¿Vamos a ver al tío Pierre?
-Pieeeee, Diaaaaa, ¡brum, brum!
Alicia se imaginaba en esos momentos los juegos de sus tres hijos y no podía evitar emocionarse, iban a tener mucho trabajo pero merecía la pena. Se incorporó y empezó a andar detrás de él, estaba segura que Pierre se quedaría embobado al verle jugar con aquel regalo; Fernando se giró y sonrió al verles, miró a Alicia emocionado porque sabía lo que estaba pensando. Pierre abrió mucho los ojos cuando vio al niño y se emocionó cuando le oyó llamarle, se le olvidó saludar a Alicia, fue hacia el niño y se agachó junto a él para jugar con el coche. No pudo contener la risa al escuchar a Roberto intentar explicarle cómo funcionaba el nuevo juguete; Diane les miraba emocionada mientras Fernando abrazaba a Alicia y pasaba la mano por su mejilla para limpiar una lágrima. Fernando tuvo que intervenir para comenzar a cenar, sabía que si fuera por Pierre y su hijo, se pasarían el resto de la noche jugando, miró a Diane que parecía estar pensando en lo mismo. Roberto vino hacia él para abrazarle la pierna mientras él acariciaba su pelo pensando en que una de las mayores injusticias que la vida pudo hacerle es haberle privado de esos momentos.
Antes de sentarse llamó a Antonio, no tardó nada en aceptar la invitación, incluso Liberto estaba en casa y prometió que iría para jugar un rato con el niño; en unas horas estarían en casa. Le costó más que nunca que Roberto se quedase sentado en la trona, no dejaba de pedir el nuevo juguete, Pierre no podía dejar de reírse al escucharle pedirlo haciendo el sonido del motor, miró a Diane sonriendo, antes de comprar ese coche sabía que era una buena idea. La algarabía de la casa, las risas, el sonido de Roberto imitando al coche hizo que Fernando se quedara un segundo parado con el puré en la mano, Alicia era una perfecta anfitriona y se dio cuenta de que no sólo habían formado una familia, también le habían dado a Roberto una familia. Alicia no pudo evitar comer un trozo de pan antes que los demás, tenía hambre y ver la comida en la mesa no ayudaba; Fernando se rio mirándola, iba a empezar a dar de cenar a su hijo pero Pierre se empeñó en hacerlo él, Diane le miró poniendo los ojos en blanco, él se distraía más que el niño, estaba segura que tardaría parte de la noche para darle el puré. Fernando se sentó al lado de Alicia y miró cómo Roberto ganaba el pulso a un Pierre que le seguía en sus parlotadas, aun así, le emocionaba verles tan compenetrados, empezaron a comer mientras Pierre seguía intentando que Roberto terminase el puré. Tuvo que soportar las bromas de Diane que, finalmente, se levantó para terminar ella, se puso seria consiguiendo que Roberto dejase de reír y mover los brazos, dejó la cuchara en sus manos y le guio para que comiese despacio pero sin entretenerse. Pierre torció el gesto pero no podía dejar de mirar a Diane, se frotó las manos pensando si Diane se habría planteado ser madre; Fernando evitaba reírse pero veía a Pierre tan apurado que le costaba, Alicia le pellizcó suavemente la mano y se echó a reír. Se mordió el labio porque no sabía cómo plantearlo, pero le parecía importante y estaba segura que Fernando ya habría pensado en ello. Diane le dejó delante un plato con una manzana en trozos mezclada con algunos trozos de pera, no era bueno que se acostumbrase a comer sólo una fruta y, mezcladas, no podría distinguirlas, se giró para seguir cenando pero, antes, besó a Pierre y se echó a reír ante su mirada. Fernando miró a Alicia, seguía comiendo pero tenía la mirada perdida y parecía preocupada, apretó su mano y ella sonrió, sintió una suave patada que se tomó como si las niñas le diesen ánimo para que plantease el tema.
-Diane… -dejó la cuchara en el plato y movió las manos nerviosa- He estado pensando en cuando las niñas nazcan y…
Fernando la miró y tragó saliva, no lo habían hablado pero él también había pensado qué pasaría después del nacimiento, Diane atendía perfectamente a Roberto, estaba atenta a todas sus necesidades y a cada avance, muchas veces sus consejos les habían ayudado; pero tres niños pequeños igual eran demasiado para ella, apretó la mano de Alicia mientras dejaba que fuese ella quien lo plantease.
-Me gustaría saber si para ti será demasiado atender a las niñas y a Roberto, él no para quieto y ellas necesitarán mucha atención… -miró a Fernando y confirmó que él también lo había pensado- Entenderíamos que decidieses que no puedes seguir trabajando, –levantó la mano al ver que Diane quería interrumpirla- de verdad, lo entenderíamos porque sabemos que es demasiado. Dínoslo con total confianza…
Alicia se mordió el labio, esperaba no estar molestando a su amiga a la vez que esperaba que ella fuese sincera, Fernando acarició la tripa pensando que debería haber hablado él, notaba lo que le estaba constando a Alicia plantear el tema. Diane respiró hondo antes de contestar, ella no tenía ninguna duda pero no quería parecer impulsiva, escuchar a Roberto llamarla la hizo reír antes de contestar, Pierre sabía lo que iba a decir, jugó con los cubiertos evitando mirarles. Alicia llevaba un rato moviendo la pierna inconscientemente, le habían pedido mucho a Diane y Pierre al nombrarlos tutores de sus hijos pero al ver la mirada de ternura a Roberto se relajó.
-Yo tengo claro que ahora mismo no podría cuidar a ningún niño que no fuese Roberto, -les miró segura y notó que ellos estaban nerviosos- sabéis que hace mucho que dejó de ser un trabajo, no digo que sea fácil cuando nazcan las niñas, pero no tengo ninguna intención de dejar de venir todos los días. Esas niñas serán tan importantes para nosotros como ya lo es Roberto y no hay más que hablar.
Fernando se echó a reír por el aplomo de Diane, no admitía ni un argumento en contra de su opinión, la miró emocionado y recordando el día que llevó al hospital a Roberto, estaba seguro que ella podría con los tres al igual que ellos; levantó la copa y brindó por ella y por las niñas. Alicia brindó mientras le daba las gracias, aunque lo había llegado a pensar, no se imaginaba dejar a sus hijos con otra persona que no fuese Diane, Pierre la besó mientras levantaba la copa, no lo habían hablado pero sabía cuál sería su respuesta ante ese tema. Roberto les hizo reconducir el momento emotivo, escupió un trozo de pera torciendo el gesto y haciendo un pequeño ruido, Diane le miró sonriendo pero hablando seria, al final consiguió que el niño lo comiese a regañadientes. Los tres se les quedaron mirando maravillados, junto con Fernando, Diane era la persona a la que más caso hacía cuando le hablaba seria. Alicia sonrió y empezó a hablar de las noticias que llegaban de Catherine y Jean desde Toulouse, Fernando la miró sonriendo, estaba seguro que aún pensaba en las palabras de Diane, tenían mucha suerte de tener tan buenos amigos y poder ofrecerles a sus hijos una familia en todos los sentidos; siguieron comiendo mientras las conversaciones se sucedían. Cuando Fernando estaba sirviendo el postre, sonó el timbre, Roberto miró hacia la puerta llamando a Liberto, Alicia sonrió y se levantó despacio, antes de ir hacia la puerta, besó a su hijo. Los abrazos se sucedieron, Fernando respiró hondo mientras abrazaba a Antonio, algo en Grace le decía que habían estado hablando; además, Antonio ya no parecía tan preocupado como cuando hablaron esa mañana. Roberto alargó los brazos en cuanto vio a Liberto, hasta que no le cogió en brazos no se echó a reír; Fernando les miró divertido, Roberto quería enseñarle el nuevo juguete y no dejaba de hablar. Empezó a recoger mientras el resto disfrutaban del postre, Alicia estuvo a punto de seguirle para ayudarle pero la besó el pelo mientras le aseguraba que no tardaría nada. Se disculpó con todos y se sentó en el sofá, necesitaba tener los pies en alto, Fernando sonrió al volver a por los platos que quedaban, estaba acomodada en el sofá comiendo la tarta mientras no dejaba de hablar con sus amigos y de mirar cómo Liberto atendía a su hijo. Alicia se había sentado dándose cuenta que las fuerzas del día comenzaban a ser mínimas, sonrió al ver a Roberto en su salsa, completamente feliz, suspiró sabiendo por primera vez en su vida que su padre tenía razón, que ahora el tiempo se marcaba de forma diferente y empezaban a tener nostalgia de aquellos momentos que se iban. Por suerte venían otros cómo que corriese a darle un beso de buenas noches. Fernando fregó todo lo rápido que pudo; escuchaba las conversaciones y las risas de fondo y sólo podía pensar en sentarse junto a Alicia y disfrutar de la sobremesa. Alicia sonrió cuando su hijo la llamó al recibir una galleta de Liberto, parecía estar pidiéndole permiso para comerla.
-Mmm ¡qué rica! –alargó los brazos para recibir el abrazo de su hijo- Cariño, ¿qué se dice? Se dice gracias ¿no? Gracias.
-Die asias.
Liberto se quedó boquiabierto, hacía unos días que no le veía y, aunque sabía que empezaba a repetir todo lo que oía, nunca le había oído decir algo que tuviese sentido. Alicia sentó al niño con ella mientras comía la gallera, se echó a reír al ver cómo iba dejando miguitas en su regazo, le besó la frente pensando en lo feliz que era viéndole hacer cualquier cosa. Fernando se secó las manos y dejó todo recogido, quedaban los platos del postre pero eso lo dejaría para el día siguiente; apagó la luz de la cocina y, al entrar en el salón, sonrió al verles en el sofá. Miró el reloj pensando que Roberto debería dormirse pronto aunque sabía que habiendo visita le costaría convencerle de dormir; se sentó junto a ellos, Antonio estaba en la butaca con Grace, y Pierre y Diane se habían quedado en dos sillas muy juntos. Sirvió una copa para sus amigos y se relajó sintiendo a Alicia junto a él; Roberto no parecía querer hacerles mucho caso, no dejaba de llamar la atención de Liberto, los dos empezaron a andar por el salón llevando el coche con la cuerda. Fernando no dejaba de mirarles pensando en lo que Liberto había pasado, nunca querría que su hijo pasase por algo parecido; notó la mirada de Alicia y sonrió volviendo a la conversación. Grace comentaba lo que le estaba desesperando la burocracia para poder adoptar a su hijo, había miles de niños sin padres pero quienes querían adoptar tenían que pasar por mil trámites antes de poder darle un hogar a alguno de esos niños. Alicia se mordió el labio, sabía las ganas que tenía su amiga de ser madre, se acarició la tripa siendo consciente que ella siempre había sabido cuánto tendría que esperar para tener a sus hijas en brazos, tenía que ser muy difícil la situación de Grace y Antonio. Fernando observó que Antonio estaba más callado que de costumbre, el propio Liberto hacía bromas de la idea de tener un hermano que casi podría ser su hijo y su padre parecía a muchos kilómetros. Entendía qué le rondaba por la cabeza, cuántas veces se había arrepentido de no tomar antes esa decisión. Le ofreció un cigarro que Antonio encendió mientras intercambiaban miradas de comprensión. Las risas de Liberto y Roberto les hicieron sonreír a todos, Antonio se puso serio y dio una calada, no quería volver a sacar el tema, al abrazar a Fernando se dio cuenta que, sin quererlo, le había hecho pensar en su implicación; por suerte, Alicia recondujo la situación hablando de René, Fernando se echó a reír y la escuchó sin intervenir.
Liberto consiguió que, poco antes de medianoche, Roberto aceptase irse a dormir, aunque tuvo que quedarse en la habitación del niño hasta que se quedó dormido; Fernando aprovechó ese momento para darle las gracias por atender a su hijo,
-No tienes que dármelas, le quiero mucho y mi madre también le querría.
Fernando se mordió el labio evitando las lágrimas, muchas veces se había imaginado la mirada de Andrea al verle con Roberto en brazos; antes de volver al salón, abrazó a Liberto y respiró hondo.
-Tu madre estaría muy orgullosa de ti.
-Me gusta pensar que sí… Hay algo que quiero decirte; supongo que tendría que decírselo antes a mi padre, pero… Quiero estudiar una carrera, -Fernando se rascó el pelo mirándole, estaba sorprendido, no porque quisiese estudiar, sino porque lo compartiese primero con él- Mario me lo propuso hace un tiempo, pero en aquellos momentos yo sólo podía pensar que no estaba en mi casa, que no era justo que él me mantuviese… Quiero estudiar Derecho, no sé por qué, quizás ver a Mario y a Alicia defender a las personas me ha hecho darme cuenta de lo importante que es su labor… El curso ya ha empezado, así que tendré que esperar, pero quiero ir poniéndome al día, leyendo algunos libros…
Fernando le apretó el hombro, sonrió pensando en Alicia, estaba seguro que se emocionaría y le ayudaría en todo lo que pudiese, prometió guardarle el secreto hasta que se decidiese hablar con su padre; aunque le preguntó si podía decírselo a Alicia, respiró aliviado al oírle decir que sí, no quería ocultárselo porque sabía lo feliz que estaría su mujer al saberlo. Cuando regresaron al salón, Antonio y Grace se estaban poniendo los abrigos, al día siguiente madrugaban y querían llegar pronto a casa; les despidieron entre risas, Alicia se dio cuenta de la mirada cómplice que se cruzaron Liberto y Fernando y les miró intrigada. Después de despedirles se sentó junto a Alicia y empezó a acariciarle el pelo, estaba seguro que tenía sueño y estaba cansada, pero nunca lo admitiría; Pierre parecía pensativo, tomaron una copa más y Fernando sonrió al notar que su amigo prefería no hablar de lo que fuese que le preocupase. Al despedirse, Fernando abrazó a Diane siendo consciente de todo lo que significaba esa mujer para su hijo, sólo confiaría en ella para dejar a sus hijos con otra persona que no fuese Alicia o él; cuando se cerró la puerta, Fernando cogió de la mano a Alicia y la hizo sentarse en el sofá, empezó a darle un masaje en los pies ante la mirada casi culpable de su mujer.
-La verdad es que estoy un poco cansada…
-Bueno, eso se arregla descansando y con un masaje.
Alicia sonrió, era consciente que Fernando se preocupaba siempre pero también que lo controlaba día a día para no agobiarla y no hacerla sentir una inútil; estuvo a punto de preguntarle por Liberto pero cogió un bombón frenando sus ganas de saber.
-Antes de que te mueras de curiosidad… -Alicia le hizo burla sonriendo- Liberto me ha contado algo muy importante para él que seguro que a ti te encanta… No se lo ha contado todavía a Antonio así que tendremos que esperar para comentarlo; pero está decidido a estudiar Derecho.
Alicia sonrió mientras se incorporaba un poco, quería mucho a Liberto y sólo pensar que podía ayudarle la hacía feliz, quiso conocer todos los detalles y Fernando se echó a reír mientras le contaba paso a paso cómo había sido la conversación. Al saber que ella pudo haber influido un poco en su decisión, tuvo ganas de abrazarle, estaba dispuesta a ayudarle en todo lo que pudiese. Poco a poco, se fue relajando, Fernando se sentó a su lado y la besó pensando en todos los días que pasaron alejados, necesitando al otro pero sin poder contar con su apoyo; compartir sus preocupaciones con Alicia le daba una paz que nunca hubiese imaginado. Se hubiera quedado toda la noche así, acariciando a Alicia y disfrutando del silencio de la noche, pero, al notar que Alicia se estaba quedando dormida, la besó mientras le decía que debían irse a dormir, Alicia suspiró resignada aunque llevaba días pensando que el sofá ya no le resultaba tan cómodo desde que estaba embarazada; se levantó despacio y sonrió al notar la mano firme de Fernando para tomar impulso. Fernando, antes de apagar la luz del salón, cogió cuartillas y la pluma, quería escribir a Pelayo pero lo haría en la cama, así Alicia podría dormir cómodamente. Pasaron por la habitación de su hijo a darle las buenas noches, Fernando sonrió al verle sin el chupete y agarrado al coche, ese nuevo juguete iba a ser su preferido; Alicia le besó en la frente y salieron sin hacer ruido. Se metió en la cama sonriendo al ver que Fernando esperaba para adaptarse al espacio que le dejase, se mordió el labio siendo consciente de que llevaba semanas ocupando gran parte de la cama. Fernando se echó a reír, hacía días que pasaba lo mismo y se dio cuenta que era la primera vez que Alicia lo pensaba, se metió en la cama y la abrazó mientras le aseguraba que dormía perfectamente al sentirla a su lado. Alicia sonrió y se estiró para acomodarse, Fernando empezó a acariciarle el pelo; le habló entre susurros contándole cómo iba a ser la cuna. Sonrió al notar que se había quedado dormida, la arropó y se incorporó un poco para empezar a escribir; evitaba hacer movimientos bruscos que pudiesen molestarla.

Querido Pelayo
Cada carta que recibimos nos hace muy felices; te echamos mucho de menos, creo que Roberto más que nadie, no deja de repetir tu nombre. Me alegro que todo esté bien, estoy seguro que ni Marce ni Manolita querían herirte al decir lo de la jubilación; seguro que te echaron de menos cuando estuviste con nosotros. En París todo está bien, estos días he tenido mucho trabajo, pero al llegar a casa todo tiene sentido; hoy he vuelto a pensar en lo que ha sido mi vida… No cambiaría por nada lo que tengo, Alicia, Roberto, las niñas, un hogar, amigos… Es algo que siempre pensé que no podría tener, cada día me alegro de haber tenido esta segunda oportunidad; oír las risas de Roberto, compartir con Alicia mis preocupaciones, ser feliz con los dos y esperar a nuestras hijas, creo que es más de lo que merezco.
Alicia ya terminó el libro, ojalá pudieseis leerlo, está entusiasmada con la publicidad que van a darle desde la editorial, tengo ganas de tener uno en mis manos, poder leer todas las experiencias que ha plasmado en él; no sé qué sentiré al leer sobre mí, al contarle todos los detalles me sentí liberado, lo compartí con ella y fue como si lo dejase atrás definitivamente. Sólo Alicia podía conseguir algo así.
Sabes que siempre que quieras tienes aquí una casa, estaríamos encantados de volver a tenerte con nosotros; y, sé que es más difícil, que Marce, Manolita y los niños viniesen también.
Un abrazo muy fuerte
Fernando Esquivel

Posó la pluma en la mesilla, al escribir no había dejado de pensar en sus amigos; en cuando Pelayo le ofreció su ayuda sin pensárselo al verle entre los cubos, o cuando Manolita le ofreció quedarse en su casa porque no podía seguir en el cuarto trastero estando herido… Nunca podría agradecérselo lo suficiente; le encantaría que viniesen todos, incluidos los niños, poder corresponderles a toda la ayuda que siempre les prestaron a Alicia y a él. Haber podido disfrutar de la compañía de Pelayo los días que estuvo en París fue un regalo, sabía que Pelayo se sentía agradecido por el viaje, pero ellos también se sentían así. Al terminar de escribir a Pelayo siempre se sentía cerca de Madrid, de España, podía cerrar los ojos y ver a su amigo Roberto entrar en el Asturiano nervioso por algo, escuchar los chistes de Marce o a Manolita poniendo orden. Acarició el brazo de Alicia y subió la manta un poco más, la abrazó y le acarició la tripa pensando que ojalá sus hijas llegasen a conocerles; apagó la lámpara y respiró el olor de Alicia mientras cerraba los ojos. Se quedó dormido, entre las patadas de Alicia al darse la vuelta y el silbido del viento contra la ventana, pensando en todas las cosas de las que podía disfrutar gracias a buenos amigos como Pelayo o Daniel y, sobre todo, gracias a Alicia, le había dado una oportunidad a pesar de todo. Alicia sonrió medio dormida al notar que se había relajado, se apretó más contra él para seguir durmiendo mientras le sentía.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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