Principios de noviembre de 1962
Fernando se estiró en la cama al oír a Roberto llamarle, era la primera vez que les llamaba por la mañana desde su habitación, debía llevar un rato despierto para haberse decidido a llamarle. Miró el despertador y se giró para ver cómo Alicia se daba la vuelta mientras agarraba las mantas; la besó en el pelo y se incorporó despacio. Apenas había dormido por la multitud de vueltas de Alicia en la cama, sin embargo, se levantó cargado de energía, torció el gesto al recordar que por la tarde tendría que ir a la redacción, había intentado evitarlo, esa noche Alicia hablaría de su libro por la radio y quería estar todo el tiempo posible en casa. Alicia se lo había contado entusiasmada, era en la misma emisora que había participado él, dentro del programa “IV Coloquio Franco-Español de Facultades de Derecho Pirenaicas”; la vio tan entusiasmada que evitó compartir con ella la preocupación que sentía al pensar que se acostaría tan tarde. Lo que sí compartió con su mujer fue la admiración que sentía por ella, había sonreído pensando que ella no se pondría nerviosa, actuaría como la perfecta abogado que era y con todo el aplomo que siempre mostraba en su trabajo. Se rascó el pelo pensando que le encantaría acompañarla, de hecho le había propuesto ir los tres en coche, pero era muy tarde para Roberto; se mordió el labio pensando en la impaciencia que sentiría en cuanto Alicia saliese de casa y él tuviese que esperar a que empezase el programa. Entró a la habitación de Roberto todavía medio dormido, tuvo que reírse al recibir un golpe del coche de peluche de su hijo dándole los buenos días; le cogió en brazos mientras le hacía cosquillas. Alicia había sentido a Fernando levantarse, sonrió mientras se daba la vuelta para dormir un rato más; cada día le costaba más encontrar una postura en la que descansar, escuchó las risas de fondo y se frotó los ojos mirando el reloj. Respiró hondo pensando que no estaba nerviosa, sí lo había estado cuando René le propuso ir a la radio, no era obligatorio pues no entraba dentro de la promoción ya que el libro no se comercializaría en España y la emisora se escuchaba más en España que en Francia; aun así, aceptó encantada, los nervios que sintió en ese momento fueron más por pensar que sus amigos la escucharían desde Madrid o Barcelona. Comentó con René si podrían grabar su participación para emitirlo por la noche, no quería estar fuera de casa por la noche, era tarde y llevaba semanas durmiendo mucho; además, le encantaría estar con Fernando y Roberto escuchando la radio, pero no podía ser, el programa era en directo y le harían preguntas. Cuando Fernando le propuso ir en coche los dos juntos, estuvo a punto de aceptar, pero no iba a permitir que su hijo estuviese fuera de casa a esas horas. Cogió de la mesilla la libreta donde había ido haciendo borradores de lo que quería hablar; no pensaba leer, pero quería ir preparada y no improvisar, sonrió recordando que Fernando la miraba emocionado cada vez que tachaba o escribía en aquella libreta. Eran más de las once de la mañana, se mordió el labio pensando que en menos de doce horas, estaría ya en la emisora preparando su intervención; había muchos temas de los que quería hablar y esperaba que la dejasen hacerlo.
Fernando entró en la cocina pensando si debería despertar a Alicia, decidió hacer antes el desayuno, Roberto esperó pacientemente en la trona hasta que le dio una galleta, sonrió pensando que su hijo imponía sus gustos casi siempre. Estar en la cocina mientras conversaba con su hijo eran momentos muy especiales. Preparó zumo, té y chocolate, no estaba seguro de lo que preferiría Alicia; además, hizo tostadas, crepes y hasta una tortilla francesa, sacó cruasanes y brioches, preparó la papilla para Roberto y un café para él; hacía mucho que no preparaba un desayuno en condiciones y le apetecía que desayunasen tomándose todo el tiempo del mundo. Quería que Alicia descansase todo lo posible durante el día, aunque tenía claro que ella no estaría todo el día sin hacer nada, pero esperaba que se centrase en preparar su intervención y no pasase por el despacho. Se tomó el café y empezó a llevar las cosas a la mesa, se echó a reír porque tuvo que hacer varios viajes a la cocina, había preparado mucho desayuno; cuando terminó, llevó a Roberto y la trona al salón. Miró la mesa pensando que acababa de preparar comida para muchas personas, terminó riéndose de los intentos de Roberto de tirar del mantel para acercar las cosas a su trona. El niño protestó, hacía rato que había terminado la galleta y pedía más.
-Vamos a despertar a mamá y después desayunamos ¿de acuerdo?
-¡Mamá!
-Sí, vamos a despertarla –le cogió en brazos torciendo el gesto al notar cómo tiraba de los botones- y después desayunaremos juntos.
-¡Emanas!
-Dentro de unos meses también desayunaremos con tus hermanas, sí.
Fernando le besó evitando emocionarse, estaba seguro que Roberto entendía todo lo que le contaban y recordaba lo importante, los últimos días no habían dejado de hablarle de sus hermanas.
Alicia se estiró en la cama y se levantó despacio, notó una patada fuerte y sonrió, una de sus hijas solía darle los buenos días de esa forma, subió la persiana y suspiró al ver el día gris y lluvioso; esperaba que no hiciese mucho frío. Se sentó para ponerse las zapatillas pensando en la cara que pondría Fernando al verla andar descalza, Fernando entró despacio y sonrió al verla ya despierta.
-Vaya… Veníamos a despertarte y a darte los buenos días…
Se sentó junto a ella y Roberto la abrazó después de poner una mano sobre la tripa, les besó a los dos y cerró los ojos respirando el olor que llegaba del salón.
-Es la mejor forma de despertarme, con vosotros. Además, huele tan bien que dan ganas de levantarse inmediatamente.
Se apoyó en Fernando para tomar impulso, Fernando se levantó sin soltarla; dejaron que Roberto caminase solo mientras ellos iban detrás de él pendientes a cada paso de su hijo. Alicia se echó a reír al ver la mesa puesta y todas las cosas que había preparado.
-¡Madre mía Fernando! Podríamos desayunar durante días con todo lo que has preparado.
-No seas exagerada, -se echó a reír mientras servía el zumo- además, últimamente comemos mucho y no podemos quedarnos con hambre.
Alicia se echó a reír y cogió una tostada, Fernando la besó y sentó a Roberto en la trona poniéndole la papilla delante y una cuchara, los últimos días le dejaban comer solo todo lo posible, a veces tenían que ayudarle porque se distraía, pero normalmente le veían disfrutar de comer él solo. Antes de sentarse, fue a por la cámara de fotos, Alicia dejó la tostada en el plato y se echó a reír posando para la foto; Fernando sonrió, y le dijo que se acercase a Roberto, Alicia sonrió al ver que él también se ponía y salían los tres en la foto. Se sentó junto a Alicia y cogió una tostada mientras empezaba a bromear sobre lo poco que quedaba ya en la mesa. Disfrutaron del desayuno como si fuese el primero que compartían, rieron ante los gestos de un Roberto que se enfadaba si no le daban algo de lo que ellos comían, hablaron de sus hijas y las ganas que tenían de que naciesen. Alicia disfrutó del desayuno sin apenas pensar en la entrevista, había organizado el guion, sabía qué quería decir y cómo pero, aun así, tenía cierto reparo. A veces se quedaba mirando a Fernando atendiendo a Roberto o jugando con él y le era muy difícil expresar lo que sentía. Sonrió porque estaba segura que Fernando intentaba evitar el tema de la radio; sabía que a él le gustaría estar ahí con ella y que hasta que no llegase a casa no respiraría tranquilo, pero también sabía la mirada que tendría al escuchar su voz por la radio. Se levantó torpemente y se sentó sobre él, se mordió el labio porque Fernando siempre le aseguraba que no le molestaba pero ella sentía que había engordado mucho y podría estar incómodo. Fernando, al notar su duda y saber en qué estaba pensando, la besó suavemente y empezó a acariciarla el cuello hablándole de todo lo que pasó por su mente mientras hablaba por la radio. Sabía que Alicia no necesitaba ningún consejo, estaba segura de su libro y había preparado su intervención; pero quiso hablar del tema al recordar cómo todos intentaron evitarlo aquel día con él. Alicia le escuchaba atentamente y le interrumpía para preguntarle más datos; se echaron a reír cuando Roberto les llamó pidiendo más galletas. Alicia se levantó y besó a Roberto diciéndole que ya había comido muchas, su hijo, como respuesta, torció el gesto y llamó a su padre. Fernando no pudo evitar reírse, Roberto era más listo de lo que pudiesen pensar, empezó a recoger la mesa mientras Alicia se sentaba en el sofá con la libreta y Roberto se sentaba en la manta sin dejar de mirar a su madre. Cuando volvió a por lo que quedaba en la mesa, Roberto le siguió, Alicia les miraba sonriendo y pensando en la suerte que tenían de compartir juntos esos momentos, volvió a centrarse en la libreta después de escuchar cómo Fernando empezaba su particular conversación con Roberto, siempre le emocionaba el tono que usaba con su hijo. Fernando fregó todo mirando de reojo a Roberto, el niño se acercó a la puerta del patio y se echó a reír al ver uno de los gatos que solían saltar el muro para curiosear el jardín; escuchó cómo su hijo le decía, en su media lengua, que quería coger al gato, se agachó para besarle riéndose. Al terminar de fregar, dudó mirando el cielo, hacía frío y Roberto estaba en pijama, abrió un poco la puerta y se mordió el labio al ver el enfado de su hijo porque el gato había salido corriendo al escuchar el sonido de la puerta.
-Roberto, nos tiene miedo, por eso se ha ido.
-Ido.
Empezó a hacerle cosquillas para que quitase ese gesto de decepción que tenía, fueron al salón sin dejar de reírse, Alicia escuchó la nueva aventura de su hijo y se echó a reír. Fernando se sentó junto a ella pidiéndole permiso para leer sus nuevos apuntes, le pasó la libreta y abrazó a Roberto que pedía que jugase con él. Sonrió al ver nuevos tachones y más palabras escritas encima de otras; se mordió el labio para evitar decirle lo desastre que era, Alicia lo notó y arrugó la nariz tirándole un cojín; su hijo abrió mucho los ojos pero, al momento, quiso coger otro cojín para tirársele a su padre, acabaron los tres riendo a carcajadas.
Fernando fue a cambiar a su hijo después de desayunar, Pierre le había regalado un orinal que Roberto usaba para meter cosas, se rascó el pelo pensando en que hacía no mucho tiempo sabía de niños mucho menos que su amigo. Alicia se sobresaltó al escuchar el teléfono, estaba muy concentrada, por suerte Fernando llegó caminando pausado a cogerlo antes de que pudiera ni siquiera intentar levantarse. Roberto miró a su padre y se dedicó a ponerse un juguete en la oreja imitándolo, Alicia escogió esa imagen para cuando tuviera alguna duda estando en la radio. Fernando suspiró divertido al oír a Diane al otro lado del teléfono, ya le habían dicho que no hacía falta que fuese ese día, pero llamaba para insistir en que podría quedarse con Roberto si querían ir los dos a la radio, sonrió mirando a Alicia, que estaba ajena a la llamada y jugaba con la el lápiz mientras repasaba las notas; estaba tentado de aceptar pero no lo haría. Miró el reloj deseando que pasasen rápido las horas y Alicia ya estuviese de vuelta; se despidió de Diane y le recordó la hora del programa, sólo en ese momento Alicia levantó la vista.
-Era Diane, -se agachó para besarla mientras acariciaba la tripa- quería repetirnos que ella puede quedarse con Roberto…
Alicia sonrió porque sabía que le encantaría acompañarla pero que nunca dejaría a su hijo en casa a esas horas sin que estuviesen alguno de los dos, además, sabía que no quería resultar obsesivo con controlarlo todo; sonrió cuando le vio remangarse, el día anterior había empezado a trabajar con la madera, ella no podía dejar de mirarle, transmitía mucha paz al concentrarse tanto.
-Voy a traer la tabla de madera y así voy adelantando la cuna, deberías descansar un poco…
-Fernando, estoy leyendo y escribiendo, ¿cómo me voy a cansar por eso?
Se rascó el pelo sin dejar de mirarla, sonrió porque no notó nada de reproche en Alicia, la besó y, antes de ir al cuarto, sacó uno de los juegos que habían comprado el día anterior. Habían salido de compras, Fernando se empeñó en ir en coche, Alicia le miró resignada pero sin decir nada, cuando sí se lo dijo fue cuando pararon por segunda vez y no encontraban sitio para aparcar, Fernando se había echado a reír nada más escucharla, sabía que en algún momento le miraría en tono burlón y sonriendo. Habían entrado en la juguetería por Roberto, había visto el escaparate y le había señalado riendo, Fernando le miró divertido y entraron despacio. Roberto se había revuelto en sus brazos, quería que le dejase en el suelo para investigar cada rincón de esa tienda y jugar con todos los juguetes, pero esa vez sus protestas sirvieron de poco; Alicia trató de calmarle y sonrió cuando su hijo dejó de llorar pero ponía una cara lastimosa que, estaba segura, en el futuro haría mella en ellos. Fernando señalaba cada juguete pensando en su utilidad, al final compraron algunos que, según la dependienta, le servirían para jugar y aprender. Roberto sonrió cuando la dependienta le dio una galleta, Fernando le miró divertido mordiéndose el labio. Al volver al salón, lo hizo con una gran caja con agujeros con formas, a Roberto le gustaba mucho ese juego, se enfadaba cuando no localizaba el agujero correcto para meter el círculo o el triángulo, pero montaba una fiesta cuando lograba encajarlo. Dejó la caja junto a su hijo, Alicia le miró emocionada, en cuanto la tuvo delante, empezó a intentar meter todas las piezas, les encantaba la manera en que miraba la caja y las piezas casi analizando cada detalle antes de intentar encajar las piezas. El día anterior, Alicia había bromeado con lo que se parecía a Fernando en eso, analizaba hasta el más mínimo detalle para encontrar una solución.
La mañana se les pasó volando, Fernando estaba concentrado en la madera y había empezado a trabajar con el mimbre, pero no dejaba de estar pendiente de Alicia; ella sonrió cuando, a media mañana, se levantó para ir a la cocina y volver con bombones. En los momentos en que se cansaba de repasar las notas, se quedaba mirando a Fernando y sonreía al verle trabajar para hacer la cuna de sus niñas; se acarició la tripa deseando que ya estuviesen con ellos. Roberto no había dejado de jugar a la vez que intentaba que lo hiciesen sus padres; le miraban sonriendo y contestando a sus preguntas aunque no le entendiesen del todo. Fernando estiró el cuello y se sorprendió al no escuchar ningún ruido, Roberto cada día pasaba más horas jugando, sonrió mientras se frotaba los ojos porque apenas si dejaba de pensar como un padre. Miró el reloj, suspiró al pensar que quedaba mucho para que el programa de radio ya hubiese acabado. Se incorporó y dejó a un lado la madera y el mimbre, Roberto, al ver que su padre se levantaba, se levantó también y caminó hasta el sofá alargando los brazos para que Alicia le cogiese. Sonrió al verles a los dos sentados en el sofá, fue a preparar la comida pero, antes, se acercó a besarles tomándose su tiempo; se separó de Alicia riéndose al oír a su hijo protestar.
-¿Tienes hambre?
-¡Ame!
-¿Vienes conmigo a preparar la comida?
Alargó una mano pero su hijo torció el gesto diciendo “mamá”, le pellizco suavemente la nariz y fue a la cocina mientras Alicia no dejaba de mirarle. Acarició el pelo indomable de su hijo y se echó a reír al ver que prefería quedarse con ella, tenía tan buen carácter y estaba segura que les ayudaría a cuidar de sus hermanas con todo el cariño que desprendía. Le hubiera gustado achucharle pero la barriga le impedía hacerlo cómo ella desearía
-¿Sabes qué? Tenemos que ayudar a papá, –sonrió al ver que su hijo la miraba fijamente- sí, ya sé que él no nos deja.
No pudo seguir con la conversación porque su hijo la abrazó y empezó a hacerle cosquillas del mismo modo en que había visto tantas veces a su padre hacérselas. Fernando escuchó las risas desde la cocina y sonrió mientras abría la puerta del patio, había empezado a llover pero no hacía mala temperatura; se rascó el pelo pensando que después de comer iría a la redacción, aprovecharía la siesta de Roberto para que Alicia pudiese descansar escribiendo y volver antes de que se despertase su hijo. Alicia se levantó despacio dejando a Roberto en el suelo, hacía días que protestaba si le llevaban en brazos por la casa, disfrutaba caminando él solo; Roberto se adelantó entrando en la cocina y yendo directo a agarrarse a la pierna de su padre, Alicia se quedó en el quicio mirándoles un momento. A veces todavía se culpaba por las dudas que tuvo en Madrid, no hubiese sido justo para Fernando no saber que tenía un hijo, pero mucho menos hubiese sido justo para Roberto no dejarle crecer al lado de su padre; sólo ver la adoración con la que se miraban el uno al otro la hacía sentir feliz. Fernando acarició el pelo de su hijo y quitó la sopa del fuego; se agachó para besarle y se emocionó cuando Roberto le abrazó diciendo “papá”.
-Voy a empezar a ponerme celosa…
Fernando se echó a reír incorporándose con el niño en brazos, se acercó a Alicia y la besó mientras intentaba calmar a Roberto, que protestaba para que le dejase en el suelo.
-Pues déjame decirte que cuando estás celosa te pones muy guapa…
Alicia le hizo burla y se echó a reír, puso la mesa sin dejar de sonreír, al sentir una patada tuvo que sentarse, cuando Fernando entró en el salón llevando la trona, se mordió el labio y salvó la distancia en dos pasos para llegar hasta ella.
-No pasa nada, sólo es una patada… Deben estar jugando.
Fernando sonrió, era consciente del esfuerzo que hacía Alicia por sonar despreocupada; la besó el pelo diciéndole que se quedase sentada, él terminaría de poner la mesa. Alicia suspiró cuando le vio entrar en la cocina y se acarició la tripa pensando en los meses que quedaban, estaba siendo un embarazo más complicado que el de Roberto. Fernando sentó a Roberto en la trona dejándole delante el coche de juguete, sólo así conseguían que no protestase al estar sentado; puso delante de Alicia un plato de sopa y la apremió para que empezase a comer. Ella sonrió cogiendo la cuchara mientras Fernando le daba a su hijo la cuchara y dejaba en la trona el plato de puré; mientras comían, le contó a Alicia su idea de ir a la redacción cuando Roberto echase la siesta, no pensaba alargar la reunión con Antoine y volvería enseguida. Alicia siguió comiendo sin dejar de mirarle dándole por imposible aunque en realidad estaba deseando que volviese; ese día no le apetecía estar sola en casa. Acabó bromeando por su actitud, estaba segura que dentro de unos meses apenas saldría de casa, Fernando torció el gesto pero en silencio pensaba que tenía razón, esperaba no llegar a molestarla al controlar todo. Tuvieron que reírse al ver a Roberto esperar pacientemente el segundo plato, había dejado la cuchara en el plato y les miraba expectante pero sin protestar; Fernando le puso el plato con la tortilla francesa en trozos, era la primera vez que le daban tortilla. Se rascó el pelo pensando si debía comerlo con tenedor, nunca le habían dado el tenedor y no pretendía hacerlo, por mucho que fuese de plástico, podría hacerse daño. Cogió un trozo con la mano y se lo dio, Roberto se quedó mirando entrecerrando los ojos, se rieron al verle torcer el gesto y, finalmente, probarlo. Cuando su hijo lo saboreó y empezó a cogerlo él solo, respiraron tranquilos y siguieron comiendo sin dejar de estar atentos a él. Las comidas siempre eran divertidas, Alicia se dio cuenta que desde que murió su padre nunca había disfrutado comiendo, cenando, desayunando o merendando, salvo con Fernando, ahora también con su hijo, hablaban, bromeaban y, tenía que reconocerlo, también habían discutido mucho durante esos momentos. Fernando sirvió el postre para Alicia y Roberto y empezó a recoger, Alicia le miró suspirando.
-¿No puedes dejar los platos en la mesa y disfrutar de un trozo de tarta?
-Alicia… Quiero recoger todo antes de irme, además, -cambió el gesto y cogió una cucharada de la tarta de Alicia- estos días he engordado un poco…
Se echó a reír y siguió comiendo la tarta mientras él iba y venía, Roberto no dejaba de llamarle al encontrar algunos trozos de pera entre los trozos de manzana, siempre le miraban divertidos ante sus protestas, al final Diane había tenido razón y terminaba comiendo la pera mezclada con la manzana, aunque sin dejar de protestar. Mientras fregaba recordó las vacaciones y se echó a reír, le gustaría pedirle unos días a su jefe, no para viajar porque nunca permitiría que Alicia pasase tantas horas en el coche, sino para disfrutar unas pequeñas vacaciones en casa. Se mordió el labio pensando que era mejor no pedírselos ahora, estaba seguro que cuando naciesen las niñas querría estar todo el día en casa así que esperaría un poco para hablar con su jefe. Alicia terminó la tarta y limpió la mesa para sacar algunos documentos, quería recordar algunos casos sobre los que se había documentado para su libro, miró a su hijo, que se frotaba los ojos, le sacó de la trona, Roberto se agarró a ella queriendo que lo acomodase en sus brazos. Se mordió el labio pensando que hacía mucho que su hijo no dormía en sus brazos, Fernando se secó las manos y, al entrar al salón, sonrió al ver el abrazo de su mujer y su hijo. Se dio cuenta de la mirada pensativa de Alicia y la besó suavemente preguntándole qué le pasaba, ella le quitó importancia y fueron juntos a la habitación de Roberto para dejarle en la cuna. Se echaron a reír cuando le vieron ocupar todo el espacio, Fernando movió la cuna al salón, suspiró al ver que Alicia pretendía trabajar en la mesa, sentada en la silla no estaría muy cómoda, ella le miró y sonrió.
-Voy a trabajar un rato, pero después quiero escribir a Inés, si me canso puedo tumbarme en el sofá.
Fernando la miró un poco avergonzado y se rascó el pelo, Alicia se adelantaba a todas sus preocupaciones y, al hacerlo, se daba cuenta de lo pesado y controlador que podía llegar a ser. Se puso el abrigo mientras Alicia se sentaba despacio, se acercó a ella y la besó acariciándole la tripa, sonrió al sentir una suave patada.
-Volveré pronto, en cuanto pueda...
-Fernando, por favor, no hagas un drama, -le miró divertida y sonrió tiernamente al ver el apuro de su marido- volverás cuando termine la reunión, no pasa nada porque tengas que ir al trabajo…
Volvió a besarla y fue hacia la puerta, cogió el paraguas, respiró hondo y miró hacia la cuna y después a Alicia.
-Fernando… -estaba abriendo la puerta cuando la escuchó- Te amo.
No sabía por qué, pero al verle salir de casa tan ansioso por volver, al ver su mirada preocupada por dejarles solos; necesitó decírselo. Fernando dio dos zancadas para volver a su lado y la besó intensamente, le costó tanto separarse que tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para hacerlo, antes de incorporarse susurró en su oído un suave “te amo” y se alejó de ella despacio. Al cerrar la puerta, cerró los ojos un segundo y empezó a caminar deprisa, saludó al portero sin entretenerse; salió del portal concentrándose en el trabajo que debía hacer en la redacción, era una forma de enfrentar su desgana, abrió el paraguas y empezó a caminar sin importarle que el viento hiciese que el paraguas no sirviese de mucho. Alicia puso la radio y sacó cuartillas, no necesitaba repasar mucho, se sabía la mayoría de los relatos que había incluido en su libro, había sido muy importante para ella cada persona que le contó su experiencia; además, tenía claro que hablaría mucho de Fernando, Pelayo y Carmen, aunque sin nombrarles. Empezó a escribir a su amiga y sonrió, Inés le había asegurado que esa noche escucharía la radio con mucha atención; llevaba meses queriendo compartir con ella muchas de las cosas que le pasaban.
Mi querida Inés
No sabes lo que te echo de menos, me encantaría poder compartir contigo tantos momentos… La verdad es que no estoy nerviosa por el programa, tengo bastante claro lo que quiero contar del libro y, sobre todo, de las personas que me han ayudado; pero tengo ganas de estar allí, de enfrentarme a ese momento. Creo que Fernando está más nervioso que yo, aunque creo que es porque le gustaría acompañarme, sé que estará ansioso en cuanto salga por la puerta, le costará esperar a que empiece. Me alegro que el bufete vaya bien, no podía ser de otra forma, a veces no puedo evitar imaginarme trabajando con Macarena y contigo; pero, aunque no nos veamos, os siento muy cerca y te aseguro que muchas veces pienso en lo que dirías tú sobre algún caso.
Tu hija está tan guapa, es preciosa y parece muy lista, me encantaría que Roberto, mis hijas y la tuya se conociesen, que creciesen juntos. Estoy deseando tener en brazos a mis hijas, saber a quién se parecen, poder besarlas… Odio la espera, además, tengo más molestias que cuando estaba embarazada de Roberto; pero lo único que me importa es que ellas están bien, suelo sentirlas todos los días, incluso las distingo, creo que van a ser muy distintas en su carácter. La verdad es que soy muy feliz, nunca creí que pudiese llegar a formar una familia, pasé tanto tiempo sola… Sólo con ver a Roberto y Fernando jugar en el salón sonrió como una boba.
Me encantaría que volvieseis a París, conocer a vuestra hija y poder volver a abrazarte, ya sabéis que aquí siempre tendréis una casa y unos amigos encantados de recibiros. Sé que tu hija es pequeña para viajar, pero quizás dentro de unos meses pueda ser.
Un beso muy fuerte
Alicia Peña
Respiró hondo y dobló la carta sonriendo, se levantó despacio, subió un poco el volumen de la radio y arropó a Roberto, le parecía adorable cuando dormía, pensó que, al verle tan tranquilo, cualquiera diría que derrochaba tanta energía cuando estaba despierto. Le hubiera gustado poder compartir la siesta con él en la cama, el problema era que su hijo asimilaba estar con ellos en la cama cómo un juego. Cogió bombones y un libro y se acomodó en el sofá relajándose, quería descansar todo lo posible para no sentirse cansada esa noche. Antes de abrir el libro intentó imaginarse cómo sería el día a día de su amiga Inés, siempre pensó que hacía una pareja singular con Mauro y, a la vez, se complementaban perfectamente. Acarició el escapulario de sus padres sin dejar de pensar en lo feliz y completa que se sentía y esperaba que su amiga sintiera lo mismo. Fernando entró en el portal de la redacción resoplando, el viento había hecho que la lluvia le mojase, se quitó el abrigo al notar el calor agobiante, los cambios tan bruscos siempre le afectaban; entró al ascensor pensando en volver a casa. Suspiró al ver la redacción a pleno rendimiento, saludó a sus compañeros intentando evitar empezar alguna conversación larga; Pierre le miró y estuvo a punto de echarse a reír al ver su impaciencia. Se acercó a él para recordarle que Diane y él podrían quedarse con Roberto hasta que volviesen de la radio, Fernando se relajó al escuchar a su amigo y sonrió asegurándole que no hacía falta. Se acercó a la mesa de Sophie para recoger información para uno de sus artículos, la miró divertido cuando preguntó por el programa de Alicia, se rascó el pelo pensando que hacía no tanto tiempo no daba ningún detalle a nadie sobre su vida. Se disculpó al ver entrar a Antoine, le miró cínicamente pensando que había sido él quien había querido verle y encima cuando llegaba ni siquiera estaba allí; entró al despacho de su jefe y se quedó de pie frente a él. Antoine captó la intención de Fernando, no pensaba quedarse mucho tiempo; encendió un cigarro y empezó a contarle el motivo de la reunión. Fernando se apoyó en la silla al oírle hablar de la nueva campaña de promoción de la revista, al parecer habían bajado las ventas, movió el pie nervioso porque no entendía qué tenía que ver él en todo eso; le cortó para pedirle que fuese al grano, intentó hablar con calma pero sólo podía pensar en volver a casa cuanto antes. Tuvo que sentarse al escuchar la razón por la que su jefe le contaba todo aquello, había pensado en él para que le entrevistasen en distintos medios, periódicos nacionales, televisión, radio… No dejaba de mover el mechero mientras escuchaba a su jefe, ni por un momento valoró su propuesta, además perdería lo más importante de trabajar para un medio de comunicación, la posibilidad de expresarse, de denunciar injusticias. Se rascó el pelo pensando cómo podía negarse a la petición de su jefe, él no estaba para pasar por todo eso, además, no le interesaba. Respiró hondo y movió la cabeza antes de responder a un Antoine que se imaginaba la contestación, contaba con ello pero quería proponérselo porque le parecía alguien con carisma, capaz de convencer al público.
-Mira, Antoine, en este momento no puedo pensar en algo así; me comprometí a dirigir el suplemento y lo hice sin reservas, pero ahora mismo no puedo comprometerme en ese grado así que creo que es mejor que pienses en otra persona.
-La promoción no te quitaría tanto tiempo Fernando, además, podrías darte a conocer, algún medio puede interesarse en ti…
Antoine interrumpió su razonamiento al ver la mirada sarcástica de Fernando, sabía que estaba pinchando en hueso; le miró y suspiró, Fernando tuvo que contener la risa, su jefe empezaba a conocerle y parecía que lo aceptaba. Había dudado de cómo decírselo porque pensaba que al rechazar tantas ofertas, Antoine podría pensar que no le importaba el trabajo y terminar despidiéndole; no le importaba buscar otro trabajo, pero allí tenía grandes amigos y, lo que era más importante para él, podía trabajar desde casa si necesitaba quedarse. Se permitió quedarse unos minutos más con su jefe hablando de temas sin importancia; estaba deseando salir del despacho pero intentó sonar despreocupado. Cuando por fin Antoine le dijo que tenía otra reunión, se levantó despacio y fue hacia la puerta, aguantó la respiración cuando le oyó llamarle; al escucharle decir que al día siguiente podría llegar una hora más tarde, resopló aliviado y se despidió de él con una sonrisa. Aprovechó que sus compañeros estaban ocupados para escabullirse sin tener que despedirse, sabía que estaba exagerando, pero quería llegar cuando antes a casa. Mientras bajaba por las escaleras para no esperar al ascensor, encendió un cigarro pensando en lo difícil que le resultaría dentro de unos meses estar fuera de casa; esperaba no agobiar demasiado a Alicia, abrió el paraguas de forma automática, el abrigo estaba empapado así que poco le importaba volver a mojarse.
Alicia miró a su hijo dormido y sonrió recordando muchos momentos, Roberto estaba unido al principio de su vida en París, habían empezado de cero los dos juntos esperando a su hijo. Paso unos minutos más leyendo pero, finalmente, el sueño la había vencido; se quedó dormida con una mano en la tripa y otra agarrando la cuna. Fernando entró en la cafetería chorreando, tenía que quitarse la ropa mojada porque sus huesos llevaban mal la humedad. Llevaba varios días levantándose con algunos dolores pero estos disminuían en cuanto miraba a Alicia o se ponía a jugar con Roberto. Llegó al portal resoplando después de encargar la cena en la cafetería, no quería perder tiempo en la cocina, miró el reloj pensando que quizás Roberto ya se hubiese despertado; saludó al portero mientras cerraba el paraguas. Al abrir la puerta sonrió viendo a Alicia dormida en el sofá con el libro en el regazo, una mano en la tripa y otra en la cuna, Roberto también estaba dormido. Dejó las bolsas y el maletín sobre la mesa y se acercó a ella agachándose para arroparla, Alicia sonrió abriendo los ojos, había intuido la presencia de Fernando, estaba segura que había entrado con todo el sigilo del mundo, le miró torciendo el gesto para que se cambiara. Ella sabía que seguía teniendo dolores pero también veía cómo se enfrentaba a ellos e intentaba cuidarse, le acarició el pelo húmedo y le besó suavemente.
-Deberías cambiarte, estás empapado…
-Llueve un poquito… -Alicia se echó a reír mientras se incorporaba- Espero que hayas podido descansar.
-Creo que he dormido un buen rato –movió el cuello sonriendo- ¿qué tal te ha ido con Antoine?
El suspiro de Fernando la hizo volver a reírse, sabía lo que odiaba esas reuniones con su jefe, normalmente eran para darle más trabajo y era difícil decirle que no. Se quitó el abrigo antes de contestar, estaba seguro que a Alicia le encantaría la idea de su jefe.
-Quería que me dedicase a promocionar la revista, entrevistas en periódicos, televisión, radio… -se mordió el labio al ver la sonrisa de su mujer- Le he dicho que no, ni me interesa darme a conocer, ni quiero pasar tanto tiempo fuera de casa ahora mismo.
Alicia le acarició la mejilla tiernamente, en momentos así solía recordar las veces que Fernando le había dicho durante la huida que el único compromiso que le importaba era con su familia; trabajaba para vivir y no pensaba perderse momentos con ellos.
-¿Y qué cara puso Antoine?
Fernando se echó a reír al notar su tono divertido, sonrió pensando que no le cuestionaba su decisión y empezó a contarle cada detalle de los gestos de su jefe, Alicia le miró sabiendo que Antoine se había acostumbrado a su forma de ser. Se echaron a reír cuando Roberto les llamó, ya estaba incorporado en la cuna, Fernando le miró torciendo el gesto, le preocupaba que se pudiese caer intentando salir de la cuna. Le cogió en brazos con cuidado de no mojarle y le dejó junto a Alicia en el sofá.
-Creo que me voy a ir a duchar, y así me quito el frío de la calle… Cuando salgas, deberías abrigarte…
-Tranquilo, no pasaré frío; además, estoy segura que no me dejarás salir de casa hasta que esté el taxi en la puerta…
Fernando se rascó el pelo sonriendo, se lo había planteado el día anterior, no quería resultar alarmante pero no pensaba dejar que fuese andando a esas horas con el frío que hacía; se había sorprendido cuando Alicia lo aceptó sin poner ningún pero. Un cojín lanzado por Roberto le sacó de sus pensamientos, se quedó con la boca abierta mientras Alicia se reía abiertamente.
-Señorito –se agachó para quedar a su altura pero evitó acercarse para no mojarle- no deberías fijarte tanto en mamá…
Alicia le hizo burla mientras Roberto alzaba los brazos para abrazarle casi como si quisiese disculparse con él; Fernando se echó a reír, le besó suavemente y besó a Alicia. Fue a la cocina, preparó un poco de té para Alicia y unas galletas para Roberto, quedaba todavía un rato para que les llevasen la cena; Alicia sonrió al verle aparecer con la bandeja, se mordió el labio porque ese simple gesto, preparar el té o el café, lo hacía siempre, incluso cuando estaban en Madrid. Probó el té mientras Roberto recibía las galletas con un pequeño grito; Fernando les miró un momento y fue a ducharse, al entrar al baño torció el gesto, la humedad de esos días le pasaba factura, se masajeó el cuello y abrigó el grifo. Alicia sonrió al escuchar cómo su hijo empezaba a hablarle, podía seguirle en algunas palabras, pero otras eran un auténtico misterio para ella; aun así, le contestaba como si le entendiese. Esas conversaciones con su hijo le hacían muy feliz, empezó a hablarle de sus hermanas y todas las cosas que podrían hacer los tres juntos cuando creciesen un poco; le acarició el pelo pensando, que además de jugar, Roberto cuidaría de sus hermanas como ellas cuidarían de él. Fernando pasó unos minutos debajo de la ducha, quería tardar poco para que Alicia pudiese prepararse con calma, sonrió al escuchar su voz hablando con Roberto, Alicia solía decir que él usaba otro tono para hablar con su hijo, pero en ese momento se dio cuenta que ella también cambiaba el tono. Cerró los ojos disfrutando de su voz y cogió la toalla para empezar a secarse; se puso el pijama, empezaba a impacientarse pensando en el momento en que Alicia saliese de casa. Al llegar al salón vio cómo Alicia se levantaba despacio, tuvo que frenar su impulso para no ir corriendo hacia ella para ayudarla a incorporarse; Alicia le pasó la mano por el pelo húmedo y le besó despacio. Roberto les interrumpió llamando a su padre, Fernando se echó a reír mientras Alicia suspiraba, le besó una vez más y empezó a andar hacia el baño.
-Alicia… Antes de llegar pedí la cena en la cafetería, la traerán en un rato.
Alicia se mordió el labio y sonrió, sabía que no quería perderse ni un momento de las horas que quedaban hasta que saliese de casa. Fernando puso la televisión con el sonido bajo y se sentó con su hijo en el sofá, Roberto señalaba la pantalla intrigado, Fernando le miró sonriendo pensando que su hijo sabía lo poco que le gustaba a él la televisión y por eso se extrañaba de que la encendiese. Se tumbó y dejó que Roberto se acomodase sobre él, empezó a hablarle de Alicia, de lo orgullosos que tenían que estar de su madre, Roberto le contestaba llamándola o preguntando cosas que él no podía entender. Cerró los ojos al sentir el abrazo del niño, al momento se echó a reír sintiendo sus manoteos, Roberto había dormido la siesta y en ese momento sólo quería jugar. Se sentó junto a él y cogió la caja de juegos, la puso entre los dos, Roberto cogía las piezas y se las pasaba a su padre preguntándole dónde iban. Roberto revolucionaba la casa en cuanto se levantaba, Fernando se dio cuenta que tenía medio salón ocupado con sus juguetes y pensó en cómo pronto sería el salón entero ocupado por sus tres hijos. Su hijo interrumpió este pensamiento lanzando una pieza que no sabía dónde colocar y, mientras entraba Alicia en el salón bromeó de cómo había heredado su carácter. Alicia había tardado en salir de la ducha, se relajó al sentir el agua caliente, las siguientes horas tendría mucho en lo que pensar y no quería estar cansada; se puso el albornoz y fue a la habitación pensando en sus padres, se le vinieron a la mente todas las personas que no podrían escucharla esa noche, su amiga Luisa, sonrió recordando las conversaciones que tuvo con ella sobre Fernando pero, sobre todo, lo que Luisa le había dicho sobre la muerte de Jesús, en aquel entonces le había costado entender la posición de Luisa, pero tantos años después comprendía demasiado bien a su amiga, había pasado por tanto hasta llegar donde estaba…
Se frotó los ojos para limpiar las lágrimas; del recuerdo de Luisa, sus padres, Ignacio, Roberto o Andrea, tenían que sacar las fuerzas para seguir luchando, se lo debían. Volvió a la habitación para arreglarse, mientras se vestía se imaginó a Macarena en casa de Inés y Mauro, estaba segura que cenarían juntos, podía ver a Macarena jugando con la niña o a Inés tratando de concentrarse en algún documento, después escucharían los tres la radio, sonrió imaginándoselos en silencio mientras ella hablaba. Se miró en el espejo y sonrió al notar una patada; aunque no le gustaba haber engordado tanto, siempre que se miraba en el espejo sonreía pensando que en poco tiempo tendrían a sus hijas con ellos. Oyó el timbre y terminó de maquillarse, arrugó la nariz porque antes de salir de casa tendría que retocarse el maquillaje, debería haber esperado a terminar de cenar. Fernando dejó a Roberto en el suelo y fue a abrir la puerta seguido por el niño; sonrió al ver a una de las camareras de la cafetería, se disculpó por no haber ido él mismo a por la cena, pero ella le quitó importancia. Antes de despedirse, Fernando insistió en que cogiese la propina, se echó a reír cuando ella lo aceptó de mala gana, Roberto le dijo “au revoir” a su manera y Fernando le miró riéndose, le encantaba la forma en que su hijo se adaptaba al cambio de idioma. Alicia estaba relajada, lo peor de aquella entrevista era el horario, cada día tenía más sueño y se dormía antes, por suerte el café de Fernando conseguiría mantenerla despierta. Respiró hondo antes de salir de la habitación, sonrió al ver a Roberto en la trona con su coche y a Fernando poner la mesa, se acercó y le besó, Fernando movió la silla para que se sentara y pudieran cenar tranquilos, le acarició la mejilla y se sentó despacio en la suya. Roberto no dejaba de imitar el ladrido del perro de uno de sus vecinos al que había cogido bastante cariño. Alicia movió la cabeza y le dijo a Fernando “No!”, tener un animal en casa era una responsabilidad y más con dos bebés en camino. Fernando se echó a reír y dejó el plato de puré delante de Roberto. Durante la cena, Alicia compartió con él el recuerdo de Luisa y aquella conversación, notaba cómo hablaba con cautela pensando en lo que podría hacerle sentir a él; Fernando se mordió el labio y la escuchó sin dejar de mirarla, sonrió dándose cuenta que frente a ella podía hablar de todo. Por suerte, Roberto estaba ajeno a los recuerdos y enseguida empezó a pedir su atención, Alicia sonrió al ver la ternura con la que Fernando le limpió la cara llena de puré. La miró sonriendo y recordó a Inés y Macarena, él también podía imaginárselas juntas escuchándola por la radio, veía a Macarena hacer comentarios mientras Inés insistía en que guardase silencio para poder escuchar todo; Alicia se echó a reír, siguieron cenando sin dejar de pensar en todos los amigos que la escucharían esa noche.
Fernando se echó a reír cuando, nada más acabar el postre, Alicia se levantó y se miró en el espejo, se rascó el pelo viendo cómo se retocaba el maquillaje, ella le miró con inocencia y torciendo el gesto. Miró el reloj mientras la veía coger la libreta de sus apuntes y meterla en el bolso, estaba seguro que no la consultaría mucho, Alicia sabía lo que quería decir y llevaba días preparándolo. Alicia besó a su hijo, se quedó un momento mirándole, salir de casa aquella noche era distinto, le gustaría que pudiesen acompañarla; miró a Fernando y sonrió mostrándose relajada, sabía que él intentaba disimular las ganas que tenía de que ya estuviese de vuelta, de haberla escuchado y volver a abrazarla. Se acercó a él y le abrazó fuerte, estaba más nerviosa por cómo estaría él las horas que estuviese fuera que por participar en el programa; Fernando se separó despacio y sonrió, no quería que se preocupase por él. Alicia se quedó mirándole mientras llamaba al taxi, se puso el abrigo despacio y se mordió el labio al oír a su hijo llamarla; Fernando hizo que se sentase para esperar al taxi, sonrió cuando se empeñó en darla un masaje en los pies antes de salir de casa. Al oír el pitido de taxi, Fernando se puso tenso, Alicia lo notó aunque se dio cuenta que intentaba ocultarlo; se levantó despacio y le besó suavemente, Fernando la acompañó a la puerta. Roberto protestó, Alicia regresó para volver a besarle.
-Vuelvo enseguida mi niño, te quiero mucho…
Se mordió el labio dándose cuenta que estaba exagerando, se echó a reír al ver a Fernando parado mirándoles, fue hacia la puerta con la mejor de sus sonrisas, le besó y le dijo que antes de que se enterase, estaría de vuelta.
Respiró hondo en cuanto cerró la puerta, salió del portal arrugando la nariz al notar el frío, por suerte, el taxi estaba a la puerta, miró hacia la ventana del salón y vio a Fernando con Roberto en brazos, sonrió mientras el taxista arrancaba. Se quitó de la ventana cuando dejó de ver el taxi, miró a Roberto pensando que tenía que recoger la mesa y, además, bañarle. En otro momento, se habría bañado con él, pero sólo podía pensar en que pasase el tiempo para poder oír a su mujer por la radio; dejó a Roberto en la manta con la caja de juegos y empezó a recoger. Miró el reloj y se echó a reír pensando en las veces que lo miraría hasta escuchar a Alicia por la radio, terminó de fregar en un momento, no se daba cuenta pero sus movimientos eran rápidos; de vuelta en el salón, miró a su hijo jugar. Hasta Roberto parecía inquieto y llamaba a su madre mientras movía las piezas del juego; encendió un cigarro y se sentó en el sofá mirando al niño. Sintió el silencio de la casa, a pesar de las palabras de Roberto, sentía que la casa estaba demasiado callada. Cuando salían a cenar con sus respectivos amigos tenía otra sensación, quizás no estar para darle su apoyo le producía esos sentimientos. Normalmente disfrutaba los momentos que estaba a solas con su hijo, eran sus momentos, padre e hijo, pero aquella noche no dejaba de pensar en Alicia; aunque era consciente que ella estaba muy segura. Apagó el cigarro cuando su hijo caminó hasta él y se agarró a su pierna; se levantó intentando coger a su hijo en brazos pero el niño protestó. Encendió la radio y se sentó junto a su hijo en la manta para jugar con él; cada gesto de Roberto le hacía sonreír, empezó a hablar con él contándole dónde estaba su madre.
Alicia disfrutó la conversación con el taxista, por una vez, ella se mantuvo en un segundo plano, dejó que él llevase las riendas de la charla y contestaba sus preguntas de forma amable pero escueta. Le gustaba aquel hombre, le hizo recordar a Pelayo y no pudo más que sonreír, estaba segura que Pelayo estaría en El Asturiano para escucharla como había escuchado a Fernando. Antes de bajarse del taxi sacó el pequeño espejo del bolso, se miró un momento, pagó al taxista y abrió la puerta segura de sí misma; sonrió al mirar al cielo y ver la luna llena rodeada de nubes. Cuando entró en la emisora, disfrutó de la actividad que allí había; antes de acercarse se fijó en cada detalle de las personas con las que compartiría la tertulia. Se presentó con una sonrisa y se sentó saludándoles; empezaron a preparar el programa mientras el presentador ojeaba el manuscrito del libro, Alicia evitó emocionarse, era la primera vez que veía a alguien con su libro, aunque fuese el manuscrito de la editorial. En unos minutos, las dos personas que intervendrían en el programa, el presentador y otro invitado, la escuchaban atentamente, Alicia se dio cuenta que había tomado carrerilla y que hablaba incluso con demasiado aplomo, se mordió el labio dando pie a que le preguntasen, contestó las preguntas del director del programa, Fernando le había hablado mucho de él y entendió por qué le había caído tan bien.
Fernando se echó a reír cuando su hijo protestó al cogerle en brazos, quería seguir jugando, aquella noche no parecía dispuesto a irse a dormir, parecía que sabía que era una noche muy importante para sus padres. Entró en el baño y sonrió al ver que Roberto dejaba de protestar entendiendo que era la hora de bañarse, preparó el baño mientras su hijo volvió al salón con paso decidido, se quedó mirándole y se echó a reír al ver que volvía con su coche de juguete, intentó evitarlo, pero su hijo fue más rápido y lo lanzó a la bañera. Se rascó el pelo pensando que a partir de ese día, los baños serían todavía más divertidos, desnudó a Roberto mientras le contaba dónde estaba su madre, el niño le miraba escuchándole atentamente hasta que le metió en la bañera y empezó a jugar salpicando y haciendo el ruido del motor del coche. Respiró hondo pensando que le gustaría que Alicia estuviese allí, no pudo seguir pensando porque su hijo terminó salpicándole entero, se miró el pijama y se echó a reír. Roberto tardó en calmarse en comparación a los demás días, no dejaba de jugar con el coche, Fernando le miraba divertido, por un momento se había olvidado de la hora, miró el reloj preocupado pensando si se le había pasado el comienzo del programa pero aún tenía tiempo. Dejó que su hijo se relajase un poco antes de sacarle del agua, le secó con cuidado y sonrió al ver cómo sonreía al ponerle el pijama, regresó al salón sin dejar de pensar en Alicia y en lo que le costaba ese día no compartir con ella esos momentos. Puso la radio más alta, quedaban apenas un par de minutos para que empezase el programa, se sentó en el sofá con su hijo en brazos y trató de dormirle.
Alicia respiró hondo, en ese momento le hubiese gustado encender un cigarro, se acarició la tripa descartando esa idea y saludó a los oyentes después de que la presentasen. Reconoció el ambiente acogedor de la radio, jugueteó con la alianza hasta que comenzó la conversación y pudo expresarse tal y cómo deseaba. Imaginaba a Fernando en el sofá, a Roberto frunciendo el ceño y llamándola, también el orgullo que su padre tenía que sentir estuviese dónde estuviese. Pensó en todas las personas que estaban escuchándola, en Francia y en España, en todos sus amigos, y sobre todo en Fernando y Roberto; sintió que las palabras salían solas exactamente igual que le pasó la primera vez que ejerció en los tribunales o la primera vez que habló en un seminario en la universidad. Empezó a hablar de todas las personas importantes que aparecían en el libro, habló con aplomo pensando que en España había personas escondidas escuchándola, emisoras de ese tipo eran la única posibilidad para que a su país llegase información sin pasar por la censura. El presentador le preguntó por el capítulo de los fusilamientos, se frotó las manos y le contestó de forma segura. Fernando la escuchaba atentamente, Roberto, al oírla saludar, había señalado la radio llamándola, le miró sonriendo y dejó que se sentase junto a él diciéndole que debían estar en silencio para poder escuchar a su madre. Notó el apasionamiento con el que hablaba Alicia, sonrió pensando que por mucho tiempo que hubiese pasado, Alicia seguía teniendo esa fuerza que tuvo a los 18 años, tragó saliva al escuchar cómo relataba algunos detalles de los fusilamientos y cómo explicaba que el caso que aparecía en el libro era real y que le agradecía a la persona que hubiese aceptado contarle su experiencia. Abrazó a su hijo pensando que ese día en que compartió con Alicia cada detalle supuso para él una liberación, tragó saliva y siguió escuchando a su mujer, admiraba su fuerza y su determinación, cada caso que comentaba era personal pero se la notaba tranquila y segura. Escuchó cada una de las palabras de la entrevista admirando un poco más, si cabía, a la mujer que compartía su vida. Era consciente que miraría el reloj hasta que llegase. Pensó que ni siquiera cuando hizo referencia a los abusos en los interrogatorios pareció ponerse nerviosa; Alicia se quedó un segundo con la mirada perdida pero enseguida retomo la conversación, había olvidado que estaba en la radio pero, en ese momento, lo recordó al pensar que Inés la estaría escuchando hablar de Angulo, a él sí le nombró denunciando sus abusos. Sonrió cambiando de tema, quería denunciar todas las injusticias del sistema judicial de España, pero también hablar de personas como Carmen que, durante los años de la República, habían luchado para conseguir justicia. Nombró también a su padre, sonrió cuando el presentador la interrumpió para que los oyentes supiesen quién había sido Joaquín Peña, se mordió el labio para evitar emocionarse pensando que aquel hombre había oído hablar de su padre. Cuando la interrumpieron diciendo que se acababa el tiempo, se quedó sorprendida, se había pasado la hora sin apenas darse cuenta, podría seguir hablando toda la noche y todavía le quedarían cosas por decir. Antes de despedirse de los oyentes, agradeció a todas las personas que le habían contado su historia para incluirla en el libro, tragó saliva pensando sobre todo en Fernando pero prefirió no nombrarle.
Fernando se emocionó al escuchar el agradecimiento de su mujer y, sobre todo, su despedida, algún día volvería a España y habría justicia en su país. Roberto se había quedado dormido en sus brazos, se levantó despacio, apagó la radio y fue a la habitación de su hijo para acomodarle en la cuna. Después de arroparle, se sentó en la mecedora cogiendo el cuento que Alicia le había escrito a Roberto, pasó sus manos por la tapa sonriendo. En Madrid, Pelayo no tenía ganas de volver a casa, escuchar a Alicia le recordó todas las iniciativas que él había llevado a cabo en los últimos meses desde que se jubiló, en ese momento sentía la impaciencia de seguir luchando día a día, Daniel se echó a reír y le recordó la hora que era, se despidieron sin dejar de pensar en Alicia y todo lo que habían escuchado esa noche. En Barcelona, Inés apagó la radio sonriendo, se había emocionado al oír a su amiga, Mauro dejó a la niña en la cuna mientras Macarena estaba demasiado callada, había oído muchas cosas que nunca se habría imaginado, ella sabía de las ideas de Fernando y Alicia, que él estaba perseguido, que se jugaba la vida si le cogían, desde que empezó a trabajar con Alicia no era ajena a las consecuencias de tener otras ideas, pero nunca se habría imaginado tanto como Alicia había contado aquella noche. Inés la miró con una media sonrisa, sabía todo lo que pasaba por la cabeza de Macarena, empezó a hablar de Alicia y, entonces sí, Macarena reaccionó, las dos estaban de acuerdo en que había estado perfecta. En París, Grace escuchó a Alicia sin dejar de mirar a Antonio, hacía unos días habían hablado de la oferta que le habían hecho a Antonio, confiaba en él plenamente pero sabía que escuchar a Alicia le hacía recordar muchas cosas, errores del pasado, años luchando… En cambio, Liberto sólo podía pensar en la admiración que sentía por Alicia, ya le había contado a su padre que quería estudiar Derecho, Alicia le había propuesto empezar a leer algunos libros y dejarle algunos casos para que los estudiase. En algunos momentos había mirado a su padre, sabía que él había aportado datos para el libro, pocas veces hablaba con él sobre la guerra o la lucha, entendía que para él fuese difícil abordar todas las decisiones del pasado. Diane y Pierre escucharon a Alicia con atención, Diane no dejaba de pensar que debería haber insistido para quedarse con Roberto, estaba segura que tanto a Alicia como a Fernando les hubiese gustado compartir juntos ese momento.
Alicia se levantó despacio mientras se despedía, le encantaría quedarse un rato más, la conversación con aquel hombre le estaba resultando muy interesante, pero quería llegar a casa, besar a Roberto y Fernando y sentarse en el sofá sin pensar en nada más. Sus hijas habían estado tranquilas mientras intervenía en el programa, pero los pies le dolían bastante, además de la espalda al estar tanto rato sentada. Pidió que llamasen a un taxi, y recogió despacio sus cosas, estuvo a punto de echarse a reír al ver la libreta, no la había consultado ni una sola vez. Sonrió cuando el director le pidió que le dedicase el manuscrito que le había proporcionado la editorial, le tembló levemente la mano pero enseguida se recompuso y escribió con la mejor de sus sonrisas. Cuando oyó el pitido del taxi, se despidió entre risas después de escucharles decir que tenía que volver más días por el programa, en el exterior llovía pero apenas tenía que dar dos pasos para entrar al taxi. Se acomodó en el asiento trasero y suspiró cansada, estaba satisfecha pero no podía negar que necesitaba descansar de tantas emociones; acogió con agrado que el taxista fuese un hombre callado, sonrió al escuchar que subía un poco el volumen de la radio y empezó a tararear en bajo la canción que estaban emitiendo.
Fernando se levantó de la mecedora, arropó a su hijo sonriendo y fue al salón, miró la hora deseando que Alicia llegase ya a casa; buscó la cámara de video para proyectar los de los últimos días, tenían uno muy gracioso de su hijo descubriendo los juguetes que habían comprado el día anterior. Fumó un cigarro sin dejar de sonreír al ver cada gesto de Alicia y Roberto, cerró los ojos un segundo pensando en todo lo que habían pasado Alicia y él por separado hasta llegar a donde estaban; sus hijos les iban a ofrecer la familia que los dos habían perdido muy pronto. Se sirvió una copa mirando el reloj, no podía negar que estaba nervioso, sabía que no iba a pasar nada pero aun así, necesitaba abrazarla. Alicia dio una generosa propina al taxista, había tardado poco en llegar a casa y apenas había hecho uno o dos comentarios, se había sentido bien al no tener que hablar demasiado en aquel momento; sólo podía pensar en sus amigos, los que ya no estaban y los que estaban lejos, y en Fernando, no sabía si oírla relatar tantas cosas podría haberle afectado. Fernando giró la cabeza al escuchar a un coche parar frente al portal, era tarde y no habría mucha gente que llegase a esas horas, se asomó y sonrió al ver a Alicia bajar despacio del taxi, frenó sus ganas de salir hasta allí para ayudarla, pero sí abrió la puerta de casa esperándola en el recibidor. Tardó en encontrar las llaves en el bolso, sabía que Fernando se había asomado y sonrió pensando en lo que le estaría costando no salir a buscarla; al entrar al portal sintió la diferencia de temperatura, se desabrochó el abrigo y sonrió al ver la puerta de casa abierta. Miró intensamente a Fernando, él sonrió y se acercó a ella en dos pasos, se abrazaron justo en la puerta de casa; Alicia se echó a reír pensando que estaban exagerando, entraron en casa sin soltarse, Fernando cerró la puerta y empezó a quitarla el abrigo, lo dejó en el perchero y volvió a abrazarla. Lo mejor del día fue entrar en casa y compartir cada uno de los momentos vividos aquella noche, sentir la media sonrisa de Fernando y notar una mirada de admiración hacia ella. Fue despacio hasta la habitación de Roberto, le miró durante unos minutos, se agachó a arroparle y le besó sonriendo al ver su gesto contrariado. De vuelta al salón, se sentó en el sofá, sonrió cuando Fernando empezó a ofrecerle algo de comer, o una infusión, lo que quisiese, suspiró pensando en lo preocupado que estaba, hizo que se sentase junto a ella y simplemente le besó y abrazó. Estuvieron un rato así, Alicia empezó a contarle todas las sensaciones que tuvo al hablar, cada recuerdo que pasó por su mente, desvió la mirada y vio la copa que había sobre la mesilla y la cámara de video, le abrazó más fuerte y le preguntó qué había sentido él. Fernando se separó despacio para mirarla a los ojos, le cogió las manos y habló despacio y sin dejar de sonreír.
-Sólo pude sentir admiración por ti, por la fuerza de tus palabras, sonabas tan segura, con tanto aplomo… Recordé a la chiquilla de 18 años que me increpaba por no involucrarme para luchar contra las injusticias, como cuando quisiste usar la ciclostil y yo me negué, –la miraba fijamente, sus ojos transmitían todo lo que sentía, Alicia se echó a reír y se mordió el labio, las lágrimas amenazaban con salir- a pesar de todo lo que has vivido sigues teniendo la misma fuerza, el mismo empuje que hace años… Te amo Alicia.
Le besó intensamente, estuvo a punto de separarse para decirle que había pasado muchos años, demasiados, sin levantar la voz, sin luchar y sobreviviendo; sólo cuando pudo compartir con él lo que nunca le había dicho a nadie, había sacado fuerzas para enfrentarse a todo, a Angulo, al pasado; la Alicia que fue en Madrid se había resignado, la Alicia que se había reencontrado con Fernando tenía ganas de luchar. No se lo dijo, no hacía falta, además, todo eso quedaba muy lejos de su hogar, de París, de su hijo y de su vida con Fernando. Él se separó despacio pensando en el cansancio que debía tener; la ayudó a levantarse y empezó a apagar las luces; al entrar en la habitación, la ayudó a ponerse el pijama, Alicia le miraba sin dejar de sonreír. Entrar en la cama y abrazarse a Fernando era el mejor final para un día tan intenso; Fernando no dejó de acariciarle el pelo y la tripa, escuchó más detalles de su experiencia en la radio y sonrió cuando le dijo que le había caído muy bien el director. Poco a poco su voz fue más suave, Fernando sonrió al notar que había dejado de hablar, subió las mantas para taparla del todo y la abrazó cerrando los ojos; siempre había admirado la determinación y fuerza de Alicia, pero desde que se reencontraron mucho más. Habían pasado por muchas cosas hasta poder estar juntos, ser felices era la mejor forma de burlarse de todas las injusticias, justo antes de dormirse sonrió pensando en lo equivocado que había estado hace un tiempo en cuanto a las injusticias y la felicidad.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!