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Fernando Solís & Alicia Peña |
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Agosto de 1962 (III) |
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Finales de agosto de 1962
Fernando estaba terminando de arreglarse mientras Alicia se duchaba, sonrió al escucharla tararear una canción, consultó el reloj, llegarían tarde pero tampoco tenía prisa. Al día siguiente se publicaría el suplemento, después de más de dos meses por fin verían el resultado del trabajo, pero lo que más le importaba era que dejaría de tener tantas responsabilidades y podría pasar más tiempo en casa. Tenían una celebración en la redacción, Alicia se había mostrado ilusionada cuando se lo dijo por teléfono, pero la tarde anterior se la había pasado de compras porque decía que ya nada le quedaba bien. Egoístamente, a él cada día le parecía que estaba más guapa y estaba deseando que la tripa se notase de verdad y que su hija empezase a dar patadas. Miró hacia la cuna y se dio cuenta que Roberto estaba despierto e incorporado agarrándose a los barrotes.
-Roberto, no puedes ponerte de pie en la cuna, puedes hacerte daño… -le cogió y le besó los mofletes- Cuando te despiertes lo que tienes que hacer es llamarnos a mamá o a mí…
-¡Mamá!
Alicia sonrió al ver que su hijo señalaba hacia la puerta en el momento en que ella entraba, besó a su hijo mientras terminaba de secarse. Para Alicia aquel era un día y un momento importante, podía ver a Fernando con la boca torcida pensando que muchas felicitaciones pero su jefe no era el que se había quedado hasta las tantas trabajando. Sonrió mientras escuchaba los balbuceos de Roberto, no pudo evitar recordar lo bien que se lo pasaba en el parque, compartiendo momentos con otros niños y ella riéndose de un Fernando que la sola idea que su hijo se cayese al suelo era un gran problema. Hacía unos días habían decidido que Roberto debía dormir en su habitación, la primera noche la pasaron despiertos atentos a cada ruido que pudiese haber, ella se había dormido poco antes de amanecer, Fernando no durmió en toda la noche, lo que le pasó factura en el trabajo. Por suerte, la noche siguiente habían conseguido dormir más tranquilos, lo que peor llevaban era no verle nada más despertarse, sentían que les faltaba algo. Esa mañana Fernando se había despertado muy pronto y con cuidado salió de la habitación, se quedó un instante mirando a su hijo en su habitación, le parecía muy pequeño para una habitación tan grande, movió la cuna despacio y la dejó en el lado de Alicia. Al ver la sonrisa de Alicia nada más abrir los ojos la miró emocionado, había echado de menos ese momento desde que Roberto dormía en su habitación. Se echó a reír cuando vio a Alicia dar vueltas sin saber dónde tenía los pendientes; ella le miró entrecerrando los ojos.
-No te rías tanto, vamos a llegar tarde.
-¿Y qué más da? –la abrazó mientras Roberto enredaba los dedos en su pelo- No hay prisa por llegar, de hecho por mí ni iríamos…
-Pues yo estoy deseando llegar… Fernando, es una celebración porque habéis hecho un gran trabajo, tienes que estar orgulloso.
Sabía lo que le costaba a Fernando aceptar halagos, nunca sabía qué decir y se rascaba el cuello de forma nerviosa; pero se lo merecía después de tantas semanas trabajando duro, casi sin tomarse un respiro.
-Bueno, pues si estás deseando llegar, deberías terminar de arreglarte… -se separó de ella y cambió el tono- A ver si terminas antes de que cambie a Roberto.
Antes de salir de la habitación Fernando vio cómo cogía un cojín y lo tiraba intentando darle, ya en la habitación de Roberto se echó a reír. Al abrir el armario de su hijo se quedó pensativo, no sabía qué ponerle, sonrió irónico pensando que se le habían pegado algunas costumbres de su mujer. Decidió ponerle el último traje que le había regalado Pierre, siempre que aparecía por casa lo hacía con algún regalo para el niño, recordó el momento en que le dijo a su amigo que no sabía si era bueno que Roberto tuviese un regalo cada vez que le veía, podía malcriarle, sonrió recordando que Diane le había dado la razón. No se le olvidaba la cara algo avergonzada de su amigo mientras decía que procuraría controlarse con los regalos. Le sorprendió que su hijo alargase los brazos al ver el traje que había elegido, estaba seguro que sabía que era un regalo de Pierre, cada vez que le veía reía a carcajadas y no dejaba de reclamar su atención. A él le hacía feliz ver esa unión de su hijo y su amigo, le estaba ofreciendo a su hijo la familia que él nunca tuvo, y eso era muy importante para él. Luchó con un Roberto que no tenía muchas ganas de vestirse por no soltar su juguete favorito, a veces pensaba en cómo había engañado al mismísimo Quintero y era incapaz de hacerlo con su hijo. Alicia entró a la habitación y le miró divertida.
-Yo ya estoy lista, cuando el señor quiera y termine podremos salir de casa…
-¡Gamberra!
La besó suavemente y fueron al salón, Roberto protestó cuando le sentaron en la silla de paseo, eran conscientes que su hijo odiaba esa silla, le encantaba andar torpemente, que le dejasen ver el mundo desde los brazos o caminando él solo. Pero la silla era necesaria cuando tenían que ir a algún sitio, por suerte, Fernando siempre conseguía calmarle, le hablaba despacio y el niño se le quedaba mirando como si nada más tuviese importancia. Alicia le miró, una vez más, maravillada, le parecía increíble que siempre consiguiese ese efecto en su hijo, cogió el bolso y abrió la puerta. El paso hacia el despacho fue lento, Alicia notaba la tensión de Fernando, algo que pasaba desapercibido para la mayor parte de la gente que, al contrario, tomaban esa actitud desenfadada en cinismo o, incluso, exceso de ego. Fueron en un silencio sólo roto por las parloteadas de su hijo, les hacía gracia cómo iba señalando cosas y les daba un nombre propio de su lengua. De momento, palabras con sentido sólo pronunciaba “papá” y “mamá”, aunque decía otras palabras como “paia” en vez de papilla o “abua” en vez de agua. Además, hacía unos días había llamado “Diiiia” a Diane, la había señalado cuando llegaba y lo había dicho, Alicia había visto cómo su amiga se emocionaba y le cogía en brazos riendo. Fernando había bromeado con la cara de decepción de Pierre al saber que a Diane sí la llamaba y a él todavía no. Durante el camino, Alicia le dejó su espacio, sabía que la celebración a la que iban no le gustaba nada, no quería ningún reconocimiento; de hecho, Fernando había dejado claro que el motivo por el que iba era para despedir a Jean, en unos días se trasladaría a Toulouse y querían hacerle una pequeña despedida en la redacción. Antes de entrar le miró sonriendo, Fernando acarició su mejilla y la besó el pelo; Roberto hizo que fuesen conscientes de dónde estaban, señaló hacia la puerta diciendo “Pieeeeeeee”. Fernando se echó a reír, Pierre se había quedado con la boca abierta y no podía reaccionar, Alicia les miró divertida mientras cogía en brazos a Roberto. Fernando le abrazó bromeando todavía y dio dos besos a Diane, Alicia se echó a reír cuando Pierre no le hizo ningún caso, cogió a Roberto y se olvidó de los demás. Fernando respiró hondo antes de entrar en el portal, Alicia le apretó la mano y se acercó a susurrarle en el oído que no pasaba nada y pronto estarían de vuelta en casa. Besó a Alicia en la mejilla y se giró para comprobar que Pierre no hubiese secuestrado a su hijo, entraron al portal volviendo a bromear sobre la actitud de su amigo. Antes de subir se encontraron con Catherine, Alicia la saludó efusivamente, hacía tiempo que no la veía, Diane y Pierre subieron antes mientras Fernando y ella se quedaron unos minutos hablando con Catherine. Cuando entraron, Fernando sonrió de forma forzada al recibir algunas felicitaciones, por suerte los que le conocían un poco evitaban felicitarle, sólo le saludaban y hacían lo mismo con Alicia. Quien llamó más la atención fue Roberto, no dejaba de parlotear y sus compañeros se reían de aquellas sílabas sin ningún sentido. La redacción olía a tabaco mezclado con el limpiador de la madera, Alicia disfrutaba en esas reuniones y pudo observar que su hijo también. Fernando se quedó en un segundo plano dejando que Jean se llevase todos los comentarios, poco a poco la situación se fue haciendo más normal y empezó a parecer que simplemente era una reunión de compañeros; Fernando se relajó un poco, además, veía a Alicia tan integrada que no podía dejar de sonreír. Roberto fue pasando por los brazos de todos sus compañeros, aunque trató de no ser controlador, no podía dejar de mirar atentamente al niño hasta que regresó a sus brazos. Sonrió al ver a Alicia charlar animadamente con Sophie, aunque se conocían desde hacía tiempo, no habían tenido la oportunidad de pasar mucho rato juntas; él siempre había pensado que se llevarían muy bien si se conociesen más. Estaba seguro que Alicia le propondría a Sophie ir a cenar con ella y sus amigos la próxima vez que fuesen; notó una mirada perdida de su mujer y fue consciente que en ese momento pensaba en Inés y Macarena. Se acercó a ella y cogió su mano apretándola, Alicia le miro sonriendo, le besó suavemente y volvió a meterse de lleno en una conversación con varios compañeros de su marido. Alicia no pudo evitar pensar en sus amigas pero también en la mirada de Catherine, aquella mujer seguía enamorada de Jean pero Fernando le hizo prometer no inmiscuirse.
Fernando se puso tenso de nuevo en el momento en que Antoine entró, tenía claro que daría un pequeño discurso por el suplemento, aunque pensó que por suerte la noticia de que Jean dirigiría la nueva publicación local acapararía una parte del discurso. Guardaron silencio cuando su jefe cogió una copa, Fernando dejó a Roberto en brazos de Alicia y pasó su brazo por el hombro de ella atrayéndola hacia él. Escuchó las palabras de su jefe intentando centrarse en su hijo, notó cómo las miradas de casi todos sus compañeros se dirigían a él y respiró hondo, sonrió al notar cómo su mujer apretaba su mano. Antoine le cedió la palabra, se movió nervioso pero no soltó a Alicia.
-Creo que Antoine ya lo ha dicho todo… Sólo me queda añadir que el protagonista hoy es Jean, estoy seguro que realizará un gran trabajo en Toulouse aunque aquí le echaremos de menos… Así que este brindis se lo dedico a él, -miró a su amigo sonriendo- espero que te vaya muy bien en Toulouse, y que encuentres grandes compañeros como los que tenemos aquí… Eso sí, vuelve de visita a París –soltó a Alicia para acercarse a su amigo- que queremos noticias del flamante nuevo jefe…
Levantó la copa, brindaron y, a partir de ese momento, dejó que Jean fuese el protagonista absoluto. Cuando la situación volvió a normalizarse y nadie era el centro de atención, Fernando se acercó a Jean, le abrazó y le recordó que el día antes de marcharse tenían una comida pendiente. Había sido idea de Alicia, a él le había gustado y en seguida empezó a llamar a todos sus amigos para organizarle una comida de despedida. Se acercó a Alicia, que estaba hablando con la secretaria y tenía cara de aburrirse, se disculparon con ella y se quedaron solos con un Roberto que se había tranquilizado después de haber pasado por los brazos de todas las personas que estaban allí.
-Alicia… ¿Nos vamos a casa? No creo que nadie se dé cuenta…
Sonrió a su marido, le besó antes de dirigirse al perchero para coger las chaquetas; se escabulleron sin despedirse de nadie, aunque ella se sentía muy orgullosa de Fernando, entendía que a él no le gustaba ser el centro de atención. Al llegar al portal del despacho ya se había soltado el nudo de la camisa y llevaba la chaqueta colgada de la mano, Roberto empezaba a notar el cansancio del ajetreo y notó a su mujer más callada de lo normal. Estaba seguro que planeaba algo y pronto lo descubriría. Alicia notó cómo se iba relajando a medida que se alejaban de la redacción; Fernando empezó a bromear con la cara de Pierre, Alicia se echó a reír y le cogió del brazo caminando despacio. A mitad de camino Alicia se frenó, Fernando la miró con una media sonrisa sin saber qué estaba pensando, aunque suponía que era algo importante y que posiblemente al él no le haría mucha gracia. Se apartaron hacia una esquina, Alicia miró a Roberto antes de mirar a su marido a los ojos.
-Fernando… -se alisó el vestido antes de decidirse a hablar- Creo que tendríamos que hacer algo con Jean y…
-Alicia, -la interrumpió porque ella había prometido mantenerse al margen, la miró serio y habló despacio- no es asunto nuestro.
-Son nuestros amigos –Fernando se sorprendió al darse cuenta que no distinguía entre Jean y Catherine, consideraba amigos a los dos- Jean se va, Toulouse no es el fin del mundo, pero está lejos y cada vez vendrá menos por mucho que tenga amigos aquí y a sus padres y hermanos… ¿De verdad crees que no tenemos que hacer nada? –Fernando la miraba medio sonriendo, sabía que su mujer era incapaz de dejar las cosas como estaban, pero creía de verdad que ellos no eran nadie para meterse en esas cosas- No sé lo que les pasaría ni quiero saberlo, ¿ves? Eso sí que no es asunto nuestro. Pero el hecho de que Jean no haya pasado página por mucho que se fuese con aquella mujer del bar, sí es asunto nuestro porque es nuestro amigo. Y Catherine… Fernando, tuvo que pedir el traslado a otra sección para no verle a diario, por supuesto que no lo ha superado. –Fernando había dejado de mirarla para mirar a su hijo, se mordió el labio pensando que si Daniel no se hubiese metido en sus asuntos, probablemente nunca se habría reencontrado con Alicia y no tendrían a Roberto, ni a su hija, ni una vida juntos- No quiero que sea una encerrona, simplemente podemos invitar a Catherine a la comida, al fin y al cabo es en nuestra casa, y es una compañera de la redacción…
Fernando levantó la vista, no estaba seguro si Jean querría tener esa oportunidad, se rascó el pelo negando con la cabeza.
-Alicia… -suspiró pensado que jamás pensó que él se metería en algo así- ¿Sabes que puede salir mal? Si es así, sería muy triste que la última comida que compartimos con Jean fuese tensa…
-Seguro que al principio estarán incómodos, pero confía en mí, estoy segura que les vendrá bien tener una oportunidad para hablar… No digo que se echen el uno en brazos del otro, pero pueden aclarar las cosas antes de que Jean se vaya… Nuestra primera conversación después de reencontrarnos no fue fácil, pero aquí estamos… Y todo porque Daniel decidió que a él sí le incumbía lo que te pasase…
Fernando la miró emocionado, estaba seguro que Alicia sabía que diciendo eso daría en su punto débil… La abrazó y acarició su tripa mientras empezaba a caminar, Alicia levantaba la vista intentando adivinar qué pasaba por la mente de su marido, quería una respuesta, ella no podía quedarse sin hacer nada pero quería que Fernando estuviese de acuerdo. Fernando sentía la mirada insistente de su mujer, ya había decidido que dejaría que Alicia llamase a Catherine, pero tenía una lucha consigo mismo. Era cierto que Jean no había pasado página, de hecho había llegado a pensar que él había visto como una suerte haber participado en el suplemento, habían tenido tanto trabajo que no tenía tiempo de pensar en otra cosa. Pero por otro lado pensaba que ellos no eran nadie para hacer que Jean se enfrentase a esa situación, si prefería irse sin hablar con Catherine tendría sus motivos. Al sentir otra vez la mirada de Alicia, fue consciente que no había pensado en Catherine, recordó por un momento que en el pasado él no calculó bien el daño que podría hacerle a Alicia al no sincerarse con ella. Además, era verdad que Catherine tampoco lo había superado, poco quedaba de aquella mujer insistente y que probaba suerte con todos. Notó cómo Alicia se separaba y volvía a pararse, Roberto se había quedado dormido, antes de mirar a Alicia se agachó para corregir la postura de su hijo y arroparle.
-Fernando, dime lo que piensas… De verdad, creo que les vendría bien hablar, aclarar las cosas. Te prometo que si alguno de los dos se enfada sabrán que ha sido sólo cosa mía, yo asumo la responsabilidad…
Fernando estuvo a punto de echarse a reír, sabía que hasta que no le dijese que sí, Alicia no dejaría de insistir.
-Luego hablamos.
Notó cómo a su mujer esa respuesta no le satisfacía, reanudó el camino llevando ella a Roberto y sin agarrarse a él. No pudo evitar divertirse al ver la indignación de Alicia, estaba convencido que no debían meterse en la vida de nadie pero tampoco le parecía mal que estuviera Catherine en la reunión. Antes de abrazarla miró a Roberto resoplando y siendo consciente que se aliaría con ella en terquedad. Al abrazarla y besarla en el pelo seguía notando su reticencia. Unos minutos después la abrazó un poco más fuerte y decidió susurrarle en el oído.
-Está bien, llama a Catherine.
Alicia se echó a reír mientras correspondía a su abrazo, Fernando movió divertido la cabeza, se rascó el pelo pensando que Alicia siempre se salía con la suya, incluso en algo así… Quién le iba a decir que después de tantos años actuaría de casamentero, Fernando, te has hecho mayor… Al reanudar el paso Alicia empezó a hacer planes, Fernando la miró sonriendo, había alargado el momento de decirle que sí, pero también había echado de menos la alegría de su mujer mientras caminaban. No dejó de mirarla en todo el camino, en momentos así parecía más una chiquilla que la mujer que era; intentó controlar su emoción, él no tenía tan claro que todo fuese a salir bien.
-¿Te apetece tomar un té en la cafetería? Hace días que no paramos.
No tuvo que esperar la respuesta de Alicia, sólo con mirarla supo que tenía muchas ganas de charlar con su amiga. Hizo que Alicia se tranquilizase, caminaba dando pequeños saltos y podría marearse, por una vez no le molestó que su marido se preocupase, estaba tan satisfecha de haberle convencido que no le importaba nada más. Había bastante gente en la cafetería, por suerte, su mesa estaba libre, siempre les había gustado, estaba en un rincón y eso, unido al trato que siempre les daba su amiga, les hacía sentirse como en su propia casa. Fernando movió la silla para que se sentase, la besó suavemente y fue a pedir, mientras esperaba a que le atendiese uno de los camareros, no dejó de mirar a Alicia. Estaba inclinada hacia Roberto, que seguía dormido, sólo con mirarla se notaba que estaba ilusionada, suspiró pensando que ojalá tuviese razón y todo saliese bien. Además del té y el café, pidió un trozo de la tarta preferida de Alicia, los últimos días solía comer bastante y, aunque había picado algo en la redacción, hacía algunas horas que habían desayunado. Al posar la tarta sobre la mesa Alicia se echó a reír, si era sincera, tenía bastante hambre; torció el gesto al enterarse que su amiga aún no había llegado aquella mañana, no era propio de ella, esperaba que no le hubiese pasado nada.
-Fernando, mañana tendré que ir al despacho, Valentine quiere traspasar a nuestro despacho sus asuntos legales y será mejor que le reciba en el despacho para tener todo a mano.
Se echó a reír, hacía días que Alicia no iba al despacho, su libro avanzaba aunque estaba seguro que pasaba una parte del día jugando con Roberto. Aunque le preocupaba que pasase allí toda una mañana, no pensaba volver a ponerse pesado sobre ello. Acarició la mejilla de Alicia recordando que a ese tal Valentine le había conocido una de las noches que había salido a cenar con sus amigas.
-Algún día me tendrás que contar la historia Alicia…
Sonrió porque sabía que su marido se moría de curiosidad, algo impropio en él; le divertía la situación, intentaba que no se le notase pero quería saber cómo se habían conocido. Los dos adquirían una pose un tanto fingida cuando salía el tema, sonrió pensando que Fernando no sentía celos, habría actuado de manera muy diferente si hubiesen sido celos. Alicia tomó la taza con cuidado mientras sonreía haciéndose la interesante con respecto a Valentine, era consciente que si Jean y Catherine entraban en conflicto en la comida Fernando no diría nada pero ella se sentiría realmente mal. Era un riesgo que estaba dispuesta a asumir. Recordar las cenas con sus amigas le produjo cierta nostalgia por no haber podido compartir ese tipo de momentos con Inés y Macarena, España seguía estando a años luz de Francia. Tomó un trago del té y empezó la tarta mientras le contaba a su marido cada detalle del momento en que conoció a Valentine.
Unos días antes
Alicia llegaba tarde, había tardado tanto en despedirse de Fernando y Roberto que aunque llevaba rato preparada, al final llegaba tarde. Grace se echó a reír al verla entrar al restaurante a toda prisa, las saludó mientras se disculpaba, aquella noche sólo estaban ellas dos y Diane, era una época de bastante trabajo en el despacho y eso hacía que no todos acudiesen a esas cenas. Grace y Diane se habían pedido una copa mientras la esperaban así que decidió pedir un refresco antes de pasar a cenar; le preguntaron por el libro, resopló mientras contestaba que estaba cansada de tanto trabajo. Las tres se echaron a reír y empezaron a hablar de cualquier otro tema que no fuese el trabajo, excepto Diane porque Roberto sí salió en la conversación aunque, como ella misma decía, cuidar de Roberto había dejado de ser un trabajo hacía mucho tiempo. Después de un rato, su conversación fue interrumpida por un chico, debía tener unos 25 años, Alicia se quedó sorprendida por la naturalidad con la que las había interrumpido. Después de presentarse, Valentine le había ofrecido la mano preguntándole si bailaba, Alicia se echó a reír, no pudo evitarlo pero al ver la decepción en su cara se contuvo.
-Lo siento Valentine, no debí reírme… La verdad es que no bailo muy bien, así que será mejor que saques a otra a bailar.
Grace la miró sonriendo, conocía muy bien a Alicia y sabía que no necesitaba decirle que estaba casada para rechazar su invitación.
-Puedo enseñarte, estoy seguro que aprendes rápido…
Sonrió mientras se fijaba más en él, no podía negar que era atractivo, aunque demasiado joven para su gusto, pensó divertida qué pensaría Fernando al ver el atrevimiento de aquel muchacho.
-De verdad, te lo agradezco pero deberías buscar a otra chica.
Vio cómo Valentine se sonrojaba al escuchar la palabra chica, en ese momento supo que no tenía nada que hacer con Alicia. Ella no dejó de sonreír, no podía negar que se había sentido bien al llamar la atención de un hombre, aunque fuese un chico demasiado joven para ella. Llevaba unos días viéndose demasiado gorda y, aunque Fernando le decía cada día lo guapa que la encontraba, ella pensaba que no era cierto. No dudaba que Fernando sí la veía guapa, pero era Fernando y siempre la veía guapa; por eso se sintió halagada cuando aquel chico la invitó a bailar. Al final Valentine consiguió ganarse la confianza de las tres, empezaron a hablar sobre política, un tema en el que Alicia no se quedaba callada y mucho menos Diane. Alicia sonrió cuando Grace le propuso que se quedase a cenar con ellas; la cena resultó muy entretenida y, en ese momento sí, Alicia habló de su marido y su hijo e incluso de su embarazo. Valentine les causó tan buena impresión que no dudaron en recomendarle su bufete para los asuntos de su empresa. Cuando Alicia llegó a casa, le contó a Fernando que aquella noche habían conocido a Valentine y que posiblemente sería cliente del despacho, pero no dio más detalles. Sonrió cuando notó que su marido no preguntaba nada más, ya en la cama le abrazó fuerte siendo consciente de la confianza que tenían el uno en el otro.
Fernando había escuchado el relato de Alicia mientras se fumaba un cigarro y jugaba con la cucharilla del café, ver la diversión incluso la boca torcida cuando le echó en cara que sólo él la había llamado vieja, le causaba bastante gracia. Había sonreído al saber que no había dicho de primeras que estaba casada, simplemente le había rechazado, era una reacción propia de Alicia, si alguien le hubiese preguntado qué haría su mujer en una situación así, se habría imaginado que pasaría justo como ella misma se lo había contado. Alicia no se ahorró ningún detalle, ni siquiera el hecho de sentirse halagada por interesar a otro hombre.
-Entonces ya has comprobado que estás más guapa que nunca ¿no? –acarició suavemente el pelo de Alicia mientras controlaba las ganas que tenía de que se sentase sobre él y besarla- Ahora te lo creerás cada vez que lo diga, porque es verdad. Eres la mujer más guapa de todo París.
-¡Exagerado! –sonrió mientras se levantaba y se sentaba sobre él- Además, tú me verías guapa aunque no lo estuviese… -le besó intensamente aunque se separó rápido- Nunca he dudado de que me lo digas en serio, pero claro, podía ser que tú me vieses así pero la realidad fuese otra…
-Bueno, ya has comprobado que no es otra… -cambió el tono fingiendo estar celoso- Ahora no sé si tendré que preocuparme…
Alicia se echó a reír mientras le abrazaba fuerte, se mordió el labio intentando no emocionarse, siempre se había imaginado una relación así, Fernando era todo lo que podía pedir. Agradeció profundamente la reacción de Fernando, la confianza ciega que había entre ellos era una de las cosas más importantes de su relación, además ella agradecía el hecho de poder despertar interés o admiración. Nunca le había gustado la falsa humildad. Roberto se despertó con su buen humor característico pidiendo agua y riéndose. Fernando atendió a Roberto mientras Alicia volvía a su sitio para terminar la tarta, su hijo alargó los brazos hacia ella, Fernando empezaba a pensar que el niño era muy listo y sabía que en brazos de su madre podría conseguir tocar la tarta o lo que tuviese delante. Se tranquilizó al recibir el biberón del agua, ya lo sostenía él solo aunque Fernando se empeñaba en sujetarlo mientras bebía. La cafetería era el lugar más acogedor de los locales que visitaban, el gentío, el dulce olor de pan y croassant recién hechos, la sensación de tranquilidad que proporcionaba el café de aquel lugar, siempre les sacaba una sonrisa. Alicia se sentía especialmente feliz, le hubiese gustado quedarse algo más en la redacción, poder hablar con todos y, sobre todo, ver a Fernando interactuar con sus compañeros. Disfrutaba mucho al verle en su trabajo, aunque era consciente que a él le gustaba poco estar allí en días como ese así que no le importó desaparecer sin llamar la atención. Veía a Fernando atender al niño y se emocionaba, se acarició la tripa pensando que últimamente estaba demasiado sentimental. Fernando se quedó mirando a su hijo y de pronto recordó los celos que tuvo Alicia de Catherine, estuvo a punto de echarse a reír pensando en cómo habían cambiado las cosas. El sentimiento de admiración hacia su mujer fue lo que hizo que no se riese, levantó la vista para mirarla intensamente, podía ser la persona más tozuda y pasional que conocía, pero sabía superarlo y, llegado el caso, ponerse en el lugar de la otra persona. Estaba seguro que Alicia sabía lo poco que le gustaba a él meterse en la vida de sus amigos y, aun así, había sacado el tema hasta conseguir hacer algo por Jean y Catherine, darles esa oportunidad que se habían negado… Alicia notó la mirada y le sonrió, por un momento deseó estar en casa solos; se echaron a reír al oír cómo Roberto gritaba “mamá”, se acercó a ellos y cogió a su hijo ante la mirada de falsa decepción de Fernando.
Alicia tamborileaba sus dedos pensando en cómo iba a encuadrar la conversación con Catherine y sabía que Fernando le estaba leyendo el pensamiento al reírse con la boca torcida de forma cínica.
-Alicia –miró el reloj dándose cuenta que se habían entretenido- quizás deberíamos ir a comer a algún sitio, si todavía tienes hambre después de la tarta… -Alicia se echó a reír y le miró algo preocupada pensando que él no había comido nada desde que habían desayunado- Aunque tendríamos que pasar por casa a preparar el puré de Roberto.
-Bueno, pues pasamos y después encargamos comida para llevar… ¿Sabes lo que me gustaría? Comer en los Jardines de Luxemburgo, hace días que no vamos y pronto empezará el frío…
En ese momento entró su amiga en la cafetería, Alicia se levantó sin pensárselo pero miró a Fernando, el asintió sonriendo, sabía que se había quedado preocupada al no verla cuando llegaron, dejó al niño en brazos de Fernando y fue directa hacia ella. Mientras Alicia hablaba con ella, Fernando recordó a Pelayo, los últimos días había estado muy presente, no sólo por saberle enfermo, enfrentarse a despedir a otro amigo hacía que recordase a todos los que había dejado atrás. Hacía un par de días habían recibido carta de Marcelino, al parecer ya estaba mejor aunque seguía descansando en casa. Acarició la mano de su hijo pensando en lo que le gustaría que llegase a conocer a Pelayo, fantaseó con la idea de volver a Madrid durante unos días, nadie le buscaba, tenían el pasaporte en regla, Alicia podía entrar siempre que quisiese y a él nadie lo relacionaba ni con el Partido ni con su verdadero apellido… Miró a Alicia, que seguía hablando animadamente con su amiga, y sonrió, algún día volverían, pero cuando el país fuese libre; no se permitiría nunca poner en peligro a Alicia y Roberto, hasta que no fuese seguro no regresarían. Fernando se levantó para saludar a su amiga, Alicia le miró detenidamente, estaba segura que en ese momento Fernando estaba muy lejos de la cafetería, probablemente en Madrid. Roberto recibió encantado las atenciones de su amiga, Alicia disfrutó de esa cercanía, se mordió el labio pensando que les estaban dando una verdadera familia a sus hijos en todos los sentidos. Cuando su amiga les dejó solos Alicia le miró directamente a los ojos.
-Fernando… ¿En qué piensas?
Se echó a reír mientras la abrazaba, Roberto protestó al ver que dejaban de hacerle caso, sentó al niño en la silla, lo que hizo que empezase un llanto escandaloso. Fernando se agachó para mirarle tranquilo, intentaba negociar con Roberto que estaba bastante más interesado en las cosas de la mesa que en sus juguetes, eran conscientes que odiaba estar en aquella silla sentado, de hecho no soportaba sentirse cercado por nada pero todavía era pequeño para campar a sus anchas. Fernando suspiró ante ese pensamiento.
-Roberto, tenemos que salir –su hijo insistía en llorar aunque cada vez con menos fuerza- en un rato podrás dar paseos en los jardines, pero ahora tienes que quedarte en la silla.
Alicia le miró sonriendo, no entendía cómo siempre conseguía que se calmase; cuando se incorporó se acercó a él besándole el cuello. Fernando obvió el hecho de que le mirase insistiendo en su pregunta y se despidieron de su amiga mientras salían a la calle. Alicia le miraba divertida, estaba segura que había pensado en Pelayo o Marce, en Madrid, pero decidió no insistir más, Fernando se echó a reír al ver la forma en que caminaba Alicia, parecía que no tocaba el suelo. La abrazó atrayéndola hacia sí mientras controlaba la silla de un Roberto que iba señalando lo que se encontraban por el camino y pronunciando sílabas inconexas.
-Después de comer podríamos ir al concesionario, recuerda que dijimos que por estas fechas compraríamos el coche…
Fernando se echó a reír y la besó el pelo, le gustaba mucho ver cómo Alicia disfrutaba de no trabajar; cuando se reencontraron en Madrid era todo lo contrario, sólo se volcaba en su trabajo y había anulado su parte alegre y vital.
-¿Por qué no lo dejamos para el mes que viene? Hoy podemos disfrutar paseando, en el parque…
-Fernando –se frenó para mirarle sonriendo- no te hagas de rogar, vamos a comprar un coche ¿no? Pues no hay motivo para alargar el momento. Claro que hoy iremos al parque, pero hay tiempo para todo.
Fernando sonrió negando con la cabeza, abrió el portal cediéndole el paso, el portero les saludó, como siempre, en un perfecto castellano, se agachó para saludar a Roberto.
-Hola Roberto.
El niño movió los brazos riendo mientras decía “bouuuuuuuuu”, Fernando se echó a reír mientras Alicia se quedaba mirándole con los ojos muy abiertos. Abrió la puerta mientras notaba que Alicia seguía sorprendida, al entrar en casa se quedó mirándola, ella sonrió torpemente y cerró la puerta.
-Fernando, ¿ha intentado decir bonjour? En casa sólo intenta decir hola, pero…
-Pero nada Alicia –la abrazó mientras miraba a Roberto alzar los brazos para que le sacasen de la silla- Roberto es muy listo, ha visto cómo con el portero todo el mundo habla en francés así que así lo hace él.
Alicia se echó a reír y se agachó junto a su hijo, vio cómo alargaba los brazos y le cogió sentándose en el suelo y sentando al niño junto a ella. Fernando sonrió ante la imagen de los dos en el suelo, parecían dos niños, fue a por la cámara y empezó a grabarles sin que se diesen cuenta. Se agachó junto a ellos, Alicia se dio cuenta que tenía la cámara en la mano, la cogió para alargar el brazo y grabarles a los tres. Roberto se tumbó sobre Fernando sin dejar de reír, Alicia le ayudó a hacerle cosquillas a su padre, aunque le costaba controlar la cámara mientras le hacía cosquillas. Acabaron los tres riendo a carcajadas, Alicia se dio cuenta de la hora al escuchar el estómago de Fernando, apagó la cámara mientras él la miraba algo avergonzado.
-Será mejor que prepare el puré y salgamos de casa…
Besó a Alicia, dejó al niño en sus brazos y se levantó, al llegar a la cocina preparó las verduras sonriendo, a partir de ese día volvería a pasar en casa muchas más horas, pensaba aprovecharse de las felicitaciones por el suplemento para conseguir que Antoine le dejase trabajar más a menudo desde casa. Alicia aprovechó para llamar a Catherine, se sentó en el sofá, Roberto estaba en sus brazos y cogía el cable sin dejar de reírse. Cuando oyó la voz de Catherine movió la pierna nerviosa, estaba segura de lo que iba a hacer, pero si salía mal sería sólo culpa suya. La conversación con ella fue relajada, estuvieron hablando unos minutos, Catherine parecía encantada de hablar con ella, se mordió el labio pensando si no debía haberlo hecho hacía mucho, no sabía nada de su vida, quizás se había sentido sola después de lo de Jean… Mientras Alicia hablaba con su amiga aprovechó para fumarse un cigarro sintiéndose algo preocupado por Pelayo, para él era ese padre que no había podido acompañarle durante la mayor parte de su vida, estaba realmente tentado a invitarle a pasar una temporada en París. Se rascó la cabeza pensando si a Alicia y a Marce les parecería una buena idea. Alicia volvió al presente cuando Catherine le preguntó por Roberto al oírle reír, Alicia le habló de su hijo como hablaba siempre, al final terminó diciéndole el motivo de su llamada. Habló despacio intentando sopesar cómo se lo iba tomando, notó cómo le temblaba la voz.
-Pero… ¿Jean lo sabe?
-Bueno, Jean sabe que vamos a organizar una comida para despedirle, estaremos todos, tú eres una compañera del trabajo ¿no?
Empezó a retorcer el cable del teléfono nerviosa esperando la respuesta, Roberto protestó porque no le dejaba a él jugar, sonrió a su hijo ofreciéndole el cable y besándole la cabeza.
-No sé… Puede que no quiera que yo esté allí.
-Catherine, Jean se va a ir, no podéis dejar las cosas como están… Y te lo digo por experiencia, –Alicia se recordó a sí misma hablando con Inés sobre decirle o no a Fernando que estaba embarazada- sólo es una comida de despedida, no tiene por qué pasar nada.
Catherine sonrió ante la insistencia de Alicia, aceptó todavía dudando y notó la sincera alegría que transmitía Alicia con su voz, antes de colgar bromeó sobre lo mal que le había caído cuando se conocieron. Alicia sonrió avergonzada y se despidió de ella recordándole la hora de la comida. Cuando colgó, se dio cuenta que Fernando estaba en el quicio de la puerta, le miró con cara inocente.
-Espero que sólo la hayas invitado…
-Bueno, le he dado un pequeño empujoncito, saldrá bien, Fernando.
Se acercó a ella sonriendo, la amaba más de lo que nunca habría podido imaginar, le besó tiernamente mientras le recordaba que tenían que comer. Alicia estaba deseando comer bajo los tilos, recostada en su manta favorita y dormitar mientras escuchaba a su hijo parlotear. Fernando tuvo que asegurarle que había picado un poco de queso mientras preparaba el puré, sonrió divertido pensando que Alicia preocupada era bastante peor que él. Roberto se negó a volver a sentarse en la silla, Fernando le cogió en brazos mientras posaba las cosas en la silla, se quedó mirando a su hijo pensando la facilidad que tendría para poder hablar los dos idiomas a la vez, él llevaba muchos años en Francia y aún tenía problemas con el idioma. Alicia le dio un beso mirándole con falsa humildad y sabiendo que estaba pensando de dónde le venía esa facilidad a Roberto, cogió la silla y salieron de casa sin dejar de sonreír y planeando las próximas horas.
Alicia se empeñó en pedir unos bocadillos en el primer bar que vieron de camino, Fernando se echó a reír ante la cantidad de comida que pidió; Alicia le miró sonriendo mientras pedía que les pusieran dos trozos de tarta. Mientras esperaban el pedido, Fernando la besó en el cuello pensando que era normal que hubiese engordado más de la cuenta, comía mucho más que cuando estaba embarazada de Roberto. Se mordió el labio y evitó compartir con ella ese pensamiento al pensar en la cara que pondría. Después de salir del bar con la comida, tardaron apenas unos minutos en llegar, Fernando suspiró al ver los Jardines llenos de gente, sonrió pensando que todo el mundo quería aprovechar al máximo los días de sol, en unas semanas el tiempo de París cambiaría por completo y tardaría en darles tregua. Alicia sonrió sabiendo lo que le gustaría a su marido que hubiese menos gente, sobre todo pensando en que Roberto querría jugar con todos los niños y adultos que se encontrasen. Extendió la manta mientras Fernando inspeccionaba el lugar que habían elegido para comer, aunque no estaban aislados, tenían algo de intimidad. Sonrió al ver cómo su mujer se sentaba sin reparar en él y cerraba los ojos respirando el olor de los tilos, se descalzó con cuidado mientras Roberto pataleaba en sus brazos para que le dejase en el suelo. Al sentarse junto a Alicia, Roberto fue directo a su madre y la abrazó, Alicia abrió los ojos sonriendo, le encantaba la espontaneidad de su hijo. Fernando les miró embobado durante unos segundos para terminar sacando la bolsa de los bocadillos y el puré de Roberto. Alicia sentó a Roberto sobre ella para que Fernando le diese de comer, desde el principio notó que le iba a costar más que en casa, tuvo que luchar con él para que le dejase ponerle el babero. Alicia le miró divertida, Fernando se concentraba en cada tarea por pequeña que fuese, finalmente, vio cómo conseguía anudar el babero y sonreía a su hijo. Hacer que prestase atención a la cuchara fue bastante más difícil, volvía la cara curioso ante cualquier ruido, Fernando suspiró mientras Alicia se aguantaba la risa, se fijó que varias mujeres se quedaban mirando la escena y sonrió orgullosa de su marido y su hijo.
-Espero que nuestra hija saque mi buen carácter… -miró de reojo a Alicia- Está claro que con Roberto ya es una batalla perdida, se parece tanto a ti…
-¿Tu buen carácter? –Alicia hablaba entre risas- Eso también forma parte de la broma ¿no?
Fernando se rio mientras le daba otra cucharada a Roberto que, al ver a sus padres tan divertidos, decidió que él también quería divertirse. Movió con fuerza los brazos mientras se echaba a reír, al manotear la cuchara hizo que el puré cayese en la manta, Alicia se mordió el labio divertida evitando reírse.
-Roberto –Fernando se acercó a él con una media sonrisa y limpió sus manos- no puedes hacer eso, has manchado la manta… -limpió también la manta- Está bien, ha sido culpa nuestra, -le besó la nariz- pero lo malo no hace falta que lo aprendas ¿de acuerdo?
-¡Papá!
No pudo resistir más la risa, dejó el plato a un lado y cogió al niño en brazos haciéndole cosquillas, el niño estalló en una carcajada que hizo que varios niños se les quedasen mirando. Fernando suspiró al darse cuenta que siempre llamaban la atención, sentó a Roberto sobre él y le pasó un bocadillo a Alicia, cogió el suyo reconociendo que tenía bastante hambre. Casi en silencio disfrutaron de los bocadillos, sólo Roberto hacía pequeños ruidos mientras jugaba con los botones de la camisa de su padre. Al ver a Fernando mordiendo el bocadillo, Alicia recordó el día en que en su casa de Madrid Fernando tuvo que hacerse un bocadillo, no tenía otra comida en casa. Se concentró pensando en lo que había cambiado su día a día para no recordar la situación que tenían en el pasado. Antes se preocupaba poco de si tenía provisiones o no en casa, ahora siempre intentaba ser ordenada en eso, aunque lo hacía principalmente por su hijo. Tuvo que reconocerse a sí misma que casi siempre era Fernando el que controlaba que tuviesen lo necesario para los purés y las papillas del niño. Fernando la miró intentando adivinar en qué pensaba, sólo al sentir la mano de Fernando en su mejilla volvió al presente. Movió la cabeza con fuerza para dejar de pensar en el pasado y sacó los trozos de tarta, Fernando sonrió mientras sujetaba las manos de Roberto, que seguía empeñado en coger todo lo que ellos tenían entre las manos. Se echó a reír al ver la velocidad con la que Alicia comía la tarta, ni siquiera se había dado cuenta que el chocolate iba manchando sus labios, sacó la cámara de fotos pensando que desde que compraron la de video no la usaban mucho y con la ayuda de su hijo, que se empeñó en dar él mismo al botón, le hizo una foto a Alicia con la boca llena de chocolate. Alicia hizo una mueca divertida y se echó a reír viendo cómo Fernando saboreaba lo que le quedaba de tarta. Cuando terminaron de comer fue Fernando el que guardó todo, Alicia se había tumbado con los ojos cerrados, le hubiese gustado tener a su hijo sobre ella, pero pesaba mucho y le daba miedo que con un pataleo le pudiese dar en la tripa. Fernando cerró la bolsa y se tumbó junto a ella, dejo que Roberto pusiese la cabeza sobre el pecho de Alicia y el cuerpo sobre él, y abrazó a Alicia cerrando los ojos. Alicia acarició con una mano el brazo de su marido y con la otra la cabeza de su hijo.
-Alicia… Esta tarde podríamos llamar a Marce, me gustaría saber cómo está Pelayo, o podemos dejarlo para la noche, les llamamos a casa y así hablamos también con él…
Alicia le miró sonriendo, había notado la preocupación en la voz de su marido, desde que recibieron la carta de Marcelino estaba segura que Fernando había pensado en ir a Madrid, sabía que no lo haría, que ni siquiera se lo plantearía en voz alta, pero estaba segura que se le había pasado por la cabeza.
-Seguro que Pelayo se alegra de oírnos –se incorporó suavemente para besarle el pelo intentando no molestar a su hijo- pero Fernando, deja de preocuparte… Ya leíste la última carta, Pelayo está mejor.
-Sí… Pero no ha vuelto al Asturiano, y eso significa algo…
-Bueno, Pelayo ya tiene una edad, puede que simplemente se jubile, pero Marce dice que está mejor, que se está recuperando.
-Ya… -miró a Roberto, que ya estaba dormido, y se mordió el labio esperando que Alicia no se enfadase- Alicia…
Antes de volver a hablar se sentó cogiendo en brazos a su hijo, el niño protestó hasta que se acomodó, Alicia le miró preocupada, se incorporó para quedar frente a él pensando si se habría equivocado y Fernando se estaba planteando de verdad volver a Madrid.
-¿Crees que sería buena idea invitar a Pelayo unos días a París? –Alicia sonrió emocionada- Si es verdad lo que dice Marce y está recuperado, puede hacer el viaje y después pasar unos días aquí, en nuestra casa…
Alicia le cogió la mano intentando controlar la emoción, sabía que era muy importante Pelayo, pero además reconoció en Fernando esa necesidad que tenía de devolverle a Pelayo todo lo que había hecho por él en el pasado. Ofrecerle su casa era más que eso para él, respiró hondo despejando las lágrimas, no quería quitarle la ilusión, pero se mostró más realista que su marido.
-No sé, Marce dice que está mejor, pero un viaje tan largo…
-Puede venir en avión, no tardará nada y yo mismo iré a recogerle al aeropuerto.
-Pero Fernando… -se mordió el labio, no quería ser ella quien le quitase la ilusión de volver a ver a Pelayo, pero tampoco quería que se hiciese ilusiones- Puede que no les venga bien pagar un billete de avión, son una familia muy grande…
-Si ese es el problema, nosotros podemos regalárselo, y no me digas que no va a querer aceptarlo… -Fernando sonrió al imaginarse a Pelayo por teléfono- Después de todo lo que ha hecho por mí, creo que bastante poco es pagarle un billete de avión, por muy cabezota que se ponga pienso convencerle…
Alicia se echó a reír imaginándose la conversación de los dos por teléfono, le propuso decírselo antes a Marce, quizás Pelayo aceptase encantado pero sin pararse a pensar en su salud. Fernando no sólo lo aceptó, sino que le aseguró que si Marce pensaba que era demasiado un viaje a París, él ni se lo propondría a Pelayo. Vio cómo Alicia volvía a tumbarse y se tumbó junto a ella con su hijo sobre él, entre susurros fueron imaginando los lugares que le enseñarían a Pelayo si al final podía viajar a París.
Alicia se había quedado dormida hacía un rato, Fernando estaba fumando un cigarro sin dejar de mirar cómo dormían los dos; sonreía ante la mirada de algunas personas que al pasar se les quedaban mirando. Miró el reloj sonriendo, ya era tarde y estaba seguro que si Alicia no se hubiese dormido ya estarían de camino a mirar coches; se rio de sí mismo pensando que él ya lo había asumido, cuando le había dicho que iría a buscar a Pelayo al aeropuerto lo hizo pensando en que iría en su propio coche. Suspiró reconociendo que en el fondo se había acostumbrado demasiado a esa vida que hacía poco más de un año hubiese tachado como vida burguesa. Había encendido el cigarro mientras estiraba completamente las piernas, el bullicio comenzaba a dispersarse y disfrutó de la sensación de tranquilidad. No necesitó mirar para saber que Roberto comenzaba a despertarse, desde que había nacido era como si tuviera un sexto sentido. Movió la cabeza pensando en lo mucho que le gustaría poder ver la sorpresa de su amigo Roberto si le viese en aquel momento. Cogió a su hijo en brazos para evitar que despertase a Alicia con sus manoteos; el niño bostezó mientras se estiraba, se echó a reír porque estaba seguro que en breve vería los mismos gestos en su mujer. Alicia se movió ligeramente y notó que no tenía a su hijo junto a ella, abrió los ojos asustada y sonrió al ver a Roberto en brazos de Fernando, se estiró con disimulo sin olvidar dónde estaba.
-Roberto acaba de hacer eso mismo…
Se acercó a ella y la besó suavemente, Alicia se frotó los ojos mientras observaba a Fernando y a su hijo, esperaba que no se ilusionase con el viaje de Pelayo y, al final, no pudiese llevarse a cabo. Acarició el pelo de su hijo pensando nostálgica la pena de no poder ofrecerle a su hijo ningún abuelo para malcriarlo y sabiendo que Pelayo representaría perfectamente ese papel.
-¿He dormido mucho? –miró el reloj y torció el gesto al darse cuenta de la hora- Si es tardísimo…
-¡Qué va! Tenemos todo el tiempo del mundo… Si tienes sueño ¿por qué no vas a dormir?
Le sonrió sabiendo que a él le daría igual dónde estuviesen, si tenía sueño tenía que dormir. Se levantaron y se calzaron, Fernando se echó a reír al notar que Alicia intentaba hablar pero no se decidía.
-Sí, Alicia… Ya sé que vamos a mirar el coche hoy…
La carcajada de Alicia fue más escandalosa de lo que le hubiese gustado, otra vez aquel día llamaron la atención de una parte de las personas que estaban allí. Mientras recogía la manta no pudo evitar reírse con la conversación de Alicia con el niño al que intentaba convencer de lo mucho que le gustaría el coche nuevo. Torció el gesto con una sonrisa. Sentar a Roberto en la silla volvió a ser imposible, Alicia se echó a reír cuando Fernando le ofrecía la silla y él cogía a Roberto. Les miró emocionada cuando Fernando decidió que su hijo fuese andando un rato, eso sí, siempre cogido de su mano; Fernando iba agachado y andando torpemente mientras Roberto se reía dando pequeños pasos. Se mordió el labio pensando que dentro de no tanto tiempo, Roberto iría de la mano pero ya caminando por sí mismo, los meses habían pasado muy deprisa… Antes de salir de los Jardines, Fernando cogió a Roberto en brazos, el niño se echó a llorar hasta que volvió a tener los botones de la camisa en sus manos. Fernando se echó a reír abrazando a Alicia, caminaban despacio y sin dejar de hablar sobre la comida para Jean; Alicia ya había pensado qué podrían preparar, o más bien qué podría preparar Fernando. La besó el cuello pensando que no podría ser más feliz.
Durante el camino fueron en silencio, sólo Roberto hacía pequeños ruidos y llamaba la atención de sus padres. Fernando no dejaba de pensar en Pelayo, estaba deseando llegar a casa y llamarles, quería oírle, comprobar que estaba mejor, y saber si dentro de no mucho volvería a verle; Alicia pensaba en Catherine y Jean, estaba segura de lo que había hecho, pero si salía mal, si Jean se enfada o Catherine se sentía mal en la comida… Sólo sería culpa suya, no les conocía tanto como para saber cómo se tomarían un encuentro, sobre todo Jean, que ni siquiera sabía que Catherine estaría allí. Sonrió al notar que Roberto manoteaba su cara, Fernando había notado que estaba pensativa y acercó al niño.
-¿En qué pensabas?
-En nada –le besó mientras le indicaba que ya habían llegado- tenemos que entrar Fernando…
Puso los ojos en blanco echándose a reír y abrió la puerta del concesionario cediéndole el paso a Alicia. Estuvieron unos minutos dando vueltas mirando los coches que tenían, Alicia se fijaba en los de colores llamativos mientras Fernando se fijaba más en que tuviesen espacio en el asiento de detrás y en el maletero, si lo compraba era para que pudiesen viajar cómodamente con sus hijos, él creía que en otro caso no necesitaban coche para nada. Alicia no dejaba de sonreír al ver los resoplidos de Fernando, estaba segura que el coche seguía recordándole las veces que había criticado lo que él llamaba vida de burgués, pero en esos momento le parecía muy divertido. Un comercial algo mayor se acercó a Fernando suponiendo que él sería quien decidiría la compra, se presentó pomposamente, Fernando suspiró antes de decidirse a hablar. Le dijo lo que estaban buscando mientras hacía que Alicia se acercase a ellos, notó cómo su mujer miraba al comercial arrugando la nariz por haberla ignorado deliberadamente. Fernando había pensado en regalarle la matrícula en una autoescuela para sacarse el carnet de conducir, pero iba a esperar para darle la sorpresa. Estuvo a punto de echarse a reír al ver que su hijo no se reía con las atenciones del comercial, parecía que le gustaba tan poco como a Alicia. Poco después, los dos estaban cansados de la insistencia de aquel hombre, decidieron volver a mirar ellos solos los coches, Alicia no reparaba en los precios, le señaló a Fernando uno de los más caros, era uno de los que más le gustaba.
-Alicia, creo que es muy caro… -dieron una vuelta alrededor del coche- Si es que hasta parece que es lujoso ¿no?
Se echó a reír al ver el gesto de su marido ante el coche que había elegido, suspiró mientras le arrastraba a ver otro pensando que le gustaría más, era algo más grande, con cuatro puertas y menos lujoso. Fernando torció el gesto mirando el llamativo color rojo y se concentró en inspeccionar el coche, no le importaban los detalles técnicos sobre velocidad de los que el comercial no había dejado de hablar, pero sí sobre la seguridad. Alicia abrió la puerta delantera sin saber si podría hacerlo, pasó la mano por el asiento mientras Fernando se centraba en los cinturones y en el espacio que había en el asiento trasero. El tiempo se les pasó rápidamente, no pararon de bromear con el hecho de conocerse por el atropello de Fernando.
Alicia suspiró cuando vio volver al comercial, les propuso probar el coche ofreciendo a Alicia pasar al asiento de detrás; Fernando se echó a reír mientras él entraba con el niño a la parte trasera y dejaba a Alicia el asiento de copiloto. Alicia respiró tranquila acariciándose la tripa, examinó al comercial mientras ponía en marcha el coche, por el retrovisor vio la mirada divertida de Fernando y le hizo una mueca sonriendo. Roberto se empeñó en que Alicia le cogiese, antes de arrancar, Fernando tuvo que dejarle en brazos de Alicia, una vez en brazos de su madre, no dejó de mirar por la ventanilla mientras agarraba la mano de su madre y llamaba a su padre. Los dos se echaron a reír sin reparar en la presencia del comercial, éste carraspeó y empezó a hablarle a Alicia de las ventajas de ese coche. Fernando la miró sonriendo al darse cuenta que su mujer trataba de ser simpática y darle conversación, sólo intervino para preguntar por la seguridad del coche, la capacidad del maletero y el precio. Alicia le miró por el retrovisor divertida, el comercial parecía no hacerle mucho caso a él y contestaba casi obligado. Le indicó que podían volver al concesionario, el hombre la miró sorprendido, solía pensar que si a la persona no le interesaba mucho probar el coche, terminaría por no comprarlo. Cuando se bajaron del coche, Fernando abrazó a Alicia esperando que diese su opinión sobre el coche.
-A mí me gusta más el otro la verdad… -Alicia le miró de forma inocente- Pero éste no está mal ¿no?
Fernando se echó a reír mientras miraba de reojo al comercial, que les había dado por imposibles y ya estaba atosigando a otra pareja.
-¿Entonces te gusta? Yo creo que podríamos ir los cuatro muy cómodos, y no es tan caro como el primero…
-¡Pues decidido!
-¡Sí!
Se echaron a reír cuando su hijo afirmó levantando los brazos, Alicia le besó mientras le hacía cosquillas, caminaron hasta el mostrador. El comercial les hizo esperar hasta que la otra pareja se despidió, regresó de mala gana y forzó la sonrisa.
-Ustedes dirán.
-Ya nos hemos decidido, compraremos el que hemos probado.
Fue Alicia la que habló, vio cómo la miraba extrañado y, con movimientos lentos, empezaba a sacar la documentación para formalizar la compra. Roberto no pudo evitar darle un manotazo al comercial cuando intentó pellizcarle los mofletes, Alicia se mordió el labio para evitar reírse y Fernando fingió no haberse dado cuenta. Firmar aquellos papeles era otro paso a un tipo de vida que jamás pensó en llevar.
Salieron de allí casi media hora después, el comercial fue todo simpatía desde que supo que comprarían el coche, al salir, Fernando la miró sonriendo, acababan de comprar un coche, suspiró pensando en cuántas cosas había hecho desde hacía más de un año que nunca pensó hacer. Alicia adivinó sus pensamientos, le acarició el pelo y sonrió quitándole importancia a la compra. Alicia había salido con una sonrisa deslumbrante del concesionario, poder viajar era una de las prioridades desde pequeña, descubrir nuevos sitios, sonrió a un Fernando que sabía deseaba llegar a casa para hablar con Pelayo.
-Cuando nos entreguen el coche podríamos salir fuera de París, no muy lejos pero así le estrenamos…
-Alicia, queda casi una semana para que nos le den… -la besó la nariz sonriendo- Eres una impaciente.
Empezaron a caminar, Roberto parecía cansado, le acomodó en sus brazos mientras miraba el reloj y se daba cuenta que era tarde. Alicia notó cómo aligeraba el paso, se agarró a él mientras con la otra mano llevaba la silla con las cosas dentro. Antes de llegar a casa, Alicia propuso parar en la cafetería para encargar la cena, no le apetecía cocinar y no quería que Fernando se preocupase por eso. Suspiró mientras dejaba a un Roberto ya dormido en la silla intentando que no estuviese incómodo, al incorporarse acarició el pelo de Alicia.
-¿No hemos gastado suficiente por hoy?
-Fernando… Es muy tarde, ¿quieres ponerte a cocinar al llegar? –le acarició la frente para que desapareciesen sus arrugas de preocupación- El coche es necesario, cuando nazca nuestra hija no podremos ir a ningún sitio si no tenemos coche, ir con los dos será imposible entre el cochecito y la silla… Es un gasto necesario y que vamos a amortizar. Y la cena… Por favor, Fernando, que a estas alturas te preocupes porque encarguemos una noche la cena…
Fernando no podía evitar hacerle rabiar con la vida de burgueses, Alicia se picaba con facilidad y no pudo evitar echarse a reír en medio de la calle. Se quedó mirándola mientras se agachaba a arropar a Roberto pensando que los días pasaban en el calendario de otra forma. Se echó a reír mientras la abrazaba y cogía la silla para continuar caminando, sabía que comprar el coche había hecho que algunos fantasmas reapareciesen; eran demasiados años criticando una vida como la que ellos llevaban. Pero sólo con recordar lo feliz que era, una felicidad que pensó que nunca podría llegar a alcanzar, se olvidaba por completo de sus prejuicios sobre coches y vidas burguesas. Respiró hondo y empezó a hablar de la cara que se le quedaría a Pelayo cuando viese su casa o el coche, Alicia notó sus esfuerzos por dejar de preocuparse y se animó tanto que evitó decir en voz alta que quizás Pelayo no pudiese viajar. Alicia contuvo las arcadas al entrar en la cafetería, alguien estaba fumando un puro y se quedó blanca como la cera. Por suerte la mano de Fernando en su cintura y su mirada de preocupación hicieron que se le olvidara, también la petición completamente correcta de su marido a aquel señor que apagó el puro disculpándose. La cafetería estaba llena, por suerte, su amiga les atendió en cuanto les vio, no pudo estar mucho rato con ellos, sólo mientras apuntaba el pedido. Mientras esperaban la cena, Alicia aprovechó para comer unos brioches, Fernando no dejaba de mirarla sonriendo, recordó que al día siguiente madrugaría para ir al despacho, justo el día que él no tenía que madrugar. Fantaseó con decirle que llamase a Valentine para retrasar la reunión y así disfrutar la mañana sin hacer nada, pero se mordió el labio evitando decirlo, sabía perfectamente lo que diría Alicia ante esa propuesta. Le quitó uno de los brioches para comérsele, Alicia le dio un suave manotazo torciendo el gesto pero sin dejar de reír. Se despidieron de su amiga al recibir el pedido, les encantaba esa cafetería, pero cuando estaba llena les parecía agobiante aunque entendían que se llenase, era la mejor de todo París. Al llegar a su calle se encontraron con sus dos vecinos, ya llevaban un mes en su nueva casa y conocían a los nuevos vecinos, pero esos dos niños siempre serían sus vecinos. Protestaron al ver a Roberto dormido, Fernando les revolvió el pelo divertido y les invitó a casa al día siguiente, podrían jugar con el balón en el patio, aceptaron encantados pero con la condición de que Roberto jugase con ellos. Alicia se echó a reír ante la ocurrencia de los niños, se despidieron echando a correr y haciendo que ellos se quedasen todavía unos segundos mirándoles.
-Estoy seguro que así será Roberto dentro de unos años…
-Pues podemos prepararnos entonces… -le acarició suavemente la mejilla- Te da pena que pase el tiempo, que Roberto crezca… Pero al final siempre piensas en lo que hará dentro de un tiempo.
Fernando se echó a reír dándose cuenta que Alicia tenía razón, abrió el portal cediéndole el paso, al pasar junto a él le acarició suavemente la tripa. Alicia se descalzó en cuanto entró en casa, Fernando cogió a Roberto y le metió en la cuna arropándole, se mordió el labio pensando que todavía tenía que cenar. No le gustaban nada esos días en los que no seguían horarios, Roberto acababa dormido a última hora después de un día fuera y tenían que despertarle para cenar. Alicia puso la mesa mientras Fernando sacaba la cena, le miró intentando adivinar si querría llamar a Marce antes de cenar.
-Fernando… ¿Te parece que llamemos ya a Marce? –se acercó despacio a él- Seguro que a estas horas ya están en casa…
Se quedó parado, era el momento que llevaba toda la tarde esperando pero podía ser que Marcelino prefiriese que su padre no se moviese de Madrid. Terminó de poner la cena en los platos y se sentó en el sofá viendo cómo Alicia iba dejando todo por el medio, subió las mangas de la camisa, doblándola con cuidado, mientras sacaba la cartera dónde llevaba los números de sus amigos. La miró recordando, primero, que no la necesitaba, pues los teléfonos había aprendido a memorizarlos desde que entró en la resistencia, y, segundo, la impresión de Pelayo cuando se lo encontró malherido y escondido entre cubos de basura.
Al notar la mirada de Alicia, juntó las manos nervioso y compartió esos pensamientos con ella. Alicia se sentó junto a él y vio cómo le temblaban ligeramente las manos al marcar el número. Movió la pierna nervioso cuando al tercer tono nadie contestaba, se mordió el labio al escuchar la voz de su amigo.
-Marce… Soy Fernando.
-¡Anda mi madre! ¿Cómo estáis? ¡Qué sorpresa escucharte!
-Bien, estamos bien… ¿Cómo está tu padre?
-Mejor, de verdad, ya está mejor. Bueno, está algo preocupado por jubilarse, ya sabes cómo es…
-¡Menudo es Pelayo! No me le imagino jubilado, la verdad…
-No te creas, nosotros tampoco… Pero chico, si no hay más remedio… ¿Quieres hablar con él? Todavía no se ha ido a dormir.
-Sí, pero antes… -notó cómo Alicia apretaba su mano, la miró intentando sonreír- Verás Marce… Quiero pedirte algo…
-No me asustes Fernando…
Reconoció en su amigo el tono de voz del pasado, ese tono de voz que quería decir que él no podía meterse en nada peligroso.
-No, te asustes, tranquilo… Es que Alicia y yo hemos estado pensando y… ¿Qué te parecería que Pelayo viniese unos días a París? Podría quedarse en nuestra casa, estoy seguro que le vendrá bien cambiar de aires, olvidarse un poco de la jubilación… -el silencio de su amigo le asustaba- Eso sí, si no está para viajar no hay más que hablar.
-Hombre Fernando… Es que un viaje tan largo…
-En avión no es largo, Alicia y yo queremos regalárselo después de todo lo que ha hecho por nosotros…
-¡Qué vais a regalar! No os molestéis.
-De verdad, Marce, nos encantaría que nos visitase, si es por su salud dejo de insistir, pero…
-No, por la salud no sería, de verdad, él ya está mejor, y puede que tengas razón y le venga bien salir de aquí… Mira, te le paso y que sea él el que decida.
-Pero espera… ¿Tú estás de acuerdo?
Marcelino se echó a reír mientras le aseguraba que por él no habría problema.
-¡Fernando hijo!
-Pelayo… ¿Cómo estás? –le tembló la voz, Alicia se acercó más a él- Tenía muchas ganas de hablar contigo.
-Estoy perfectamente, no hagas caso al tontaina de mi hijo.
Fernando se rio de la broma de Pelayo, si estaba para ese tipo de comentarios, estaba recuperado.
-Pero hijo, no me digas que has llamado porque Marcelino te ha asustado.
-No, sí, bueno no… Alicia y yo queríamos proponerte algo…
-¿Proponerme algo a mí? Me tienes en ascuas.
-Nos gustaría que pasases unos días en París con nosotros, si tú quieres claro…
Alicia movía las manos nerviosa, estaba deseando volver a ver a Pelayo y sabía la ilusión que le hacía a Fernando, si al final no iba a París iba a ser duro para él.
-¿Yo? ¿A París? –Pelayo recordó que cuando viajó a Rumanía su tapadera era viajar a París, era como cumplir algo que había dejado pendiente en el pasado, también recordó a Amparo- Ya me gustaría… Pero no puede ser.
-Sí, claro que puede ser… Mira, por el viaje no tienes que preocuparte, puedes venir en avión –notó que Pelayo iba a replicar pero no le dejó- nosotros te regalamos el billete, después de tanto como nos has ayudado no es mucho corresponderte con un billete de avión. Puedes quedarte en nuestra casa, hay espacio y te aseguro que estarás como en tu propia casa, puedes conocer a Roberto…
Fernando había hablado de carrerilla, Alicia se había quedado sorprendida, nunca le oyó hablar tan rápido; los dos contuvieron la respiración a la espera de una respuesta que no llegaba.
-¡Pero si lo tenéis todo pensado! Me has dejado in albis hijo… Pero claro, si ya está todo pensando, no tengo más remedio que aceptar.
-No, Pelayo, puedes decir que no, es decisión tuya.
No quería que Pelayo se viese obligado a nada, quería volver a verle, pero no pasando por encima de los deseos de Pelayo.
-Acepto encantado Fernando.
Alicia le vio sonreír y suspiró aliviada, podía ver a Manuela dar vueltas por el salón disimulando no tener interés por la conversación, a Marce pensando en la suerte de su padre de poder viajar y romper con la rutina y a Pelayo pensando si conseguiría volver a cruzarse con Amparo en París. Cogió el teléfono para saludar a Pelayo y preguntarle cómo estaba, además, empezaron a planear el viaje, Fernando escuchaba a su mujer sonriendo y casi sin poder creérselo. Oyó cómo planeaban que lo dejarían para dentro de un mes, sus nietos ya habrían empezado el colegio y pasarían menos horas en casa a su cuidado. Se despidieron de él quedando en volver a llamarle para seguir planeando los días que estaría en París. Al colgar, Alicia abrazó a Fernando sin dejar de sonreír, por fin su hijo iba a poder conocer a uno de sus amigos, casi a un abuelo para él… No podrían disfrutar mucho de la presencia de Pelayo, pero pensaban aprovecharlo al máximo. Se sentaron a cenar, Alicia comió deprisa pero Fernando sólo mareaba la comida sin dejar de pensar en la conversación que acababa de tener con Pelayo. Una mirada de Alicia le hizo empezar a comer casi riéndose, ella ya había terminado cuando Roberto gritó desde la cuna.
-Sigue cenando, voy yo.
Alicia cogió a Roberto en brazos, el niño no dejaba de repetir “paia” mientras movía los brazos.
-Sí, ya sé que tienes hambre, eres un impaciente, ahora cenamos…
Fernando les miraba sin dejar de cenar, tenía muchas ganas de que su hijo pudiese mantener una conversación con ellos, a veces se imaginaba qué les contestaría si pudiese, podía oírle perfectamente decirle a él que dejase de taparle todo el rato o a Alicia que le diese un poco de tarta. Alicia sentó a Roberto en la trona mientras iba a calentar la papilla que había sobrado por la mañana.
-Roberto –dejó de comer para quedarse mirando a su hijo- pronto Pelayo estará aquí, ya te hemos hablado de él… Vas a conocerle muy pronto, estoy seguro que te encantará –sonrió a ver a su hijo hacer pequeños ruidos como si le entendiese- y tú le gustarás mucho a él…
Alicia le escuchó desde el quicio de la puerta, se mordió el labio sonriendo, las semanas que quedaban hasta que llegase Pelayo se les iban a hacer muy largas. Fernando entretuvo a Roberto contándole las nuevas aventuras de sus amigos, él lo miraba riéndose y con admiración. Cerró los ojos esperando cumplir sus expectativas mientras Alicia comenzaba a organizar su maletín para el día siguiente. Alicia se acercó despacio, besó la mano de Fernando y empezó a dar de cenar a su hijo. Fernando les miraba sonriendo, se levantó para fumar un cigarro cerca de la ventana, no dejaba de pensar en Pelayo, en disfrutar de su familia junto a él, junto a esa especie de padre que siempre le había ayudado. Alicia se le quedó mirando cuando Roberto terminó de cenar, podía ver la ilusión en su mirada, se levantó despacio para coger al niño y abrazar a Fernando.
-Dentro de muy poco podremos volver a abrazar a Pelayo.
Fernando sonrió y la besó, estaba seguro que en los próximos días no hablarían de otra cosa, empezó a recoger la mesa mientras Alicia preparaba el baño. Mientras fregaba recordó a Jean, esperaba que su amigo no se enfadase con ellos; nunca le gustó meterse en los asuntos de los demás, pero reconocía que si no llega a ser por Daniel, probablemente Alicia y él no se hubiesen reencontrado… No sabía si para Jean resultaría tan bien como resultó para él, pero esperaba que por lo menos pudiesen hablar y aclarar las cosas. Alicia sonrió ante el pequeño berrinche de su hijo al desnudarle, le miró riéndose, hacía unos meses eran incapaces de ver a su hijo llorar sin preocuparse, ahora ya conocían a su hijo, podían anticiparse sabiendo cuándo iba a llorar y que no era porque le pasase nada. Le metió en la bañera y le vio empezar a reírse en cuanto notaba el agua caliente; Fernando entró en ese momento, sonrió y se agachó junto a Alicia. Seguían disfrutando mucho el momento del baño, al principio todo eran juegos y risas para después relajarse; unos días antes habían grabado el momento del baño dejando la cámara en el lavabo apuntando hacia la bañera. Cuando quisieron darse cuenta, estaban completamente empapados, Roberto cada vez tenía más fuerza y salpicaba más cantidad de agua. Vieron cómo su hijo se tranquilizaba, Fernando le pasó suavemente la esponja mientras Alicia se incorporaba para quitarse la camisa que estaba completamente mojada. Cuando sacó al niño del agua ya estaba casi dormido, Fernando le secó con cuidado y le puso el pijama, Roberto protestó al notar que le ponía las mangas, estaba acomodado y quería seguir durmiendo. Fernando se rio en voz baja de los pucheros de su hijo, le besó en la frente y le llevó a la habitación para acomodarle en la cuna.
-Ya está Roberto, -hablaba entre susurros- ya te dejo dormir tranquilo. Buenas noches hijo.
Alicia entró a la habitación de su hijo para darle el beso de buenas noches, se quedaron unos segundos abrazados en la puerta mientras miraban a su hijo. Desde la primera noche que durmió solo, ellos siempre se quedaban un momento mirándole, les costaba mucho separarse de él. Alicia sonrió al ver a Fernando dejar la puerta completamente abierta, ya en el salón, Fernando se quedó mirándola, a pesar de haberse quitado la camisa, no se había puesto el pijama, y tenía el pelo algo mojado. Se acercó a ella sin dejar de mirarla, Alicia sonrió y tiró de su mano para acabar en la habitación. Empezó a besarle despacio, se echó a reír al quitarle la camisa y notar el peso por el agua, Fernando miró cómo caía al suelo, estuvo a punto de recogerla y llevarla al baño pero un beso de Alicia hizo que se olvidase de todo.
Fernando no dejaba de mirarla, Alicia resplandecía más que nunca, cerró los ojos respirando su olor y la besó el pelo.
-Estás preciosa, cada día más…
Alicia se quedó mirándole, le besó mientras se acomodaba sobre él, respiró hondo pensando en las decisiones que habían tomado ese día; al principio había sido un día difícil para Fernando por la celebración del suplemento. Pero al final, el día había estado lleno de decisiones, Jean y Catherine, Pelayo, la comida fuera, el coche… Sonrió pensando que su vida se parecía poco a la que había llevado en Madrid, no entendía cómo había aguantado tantos años sola, sin nadie con quien compartir penas y alegrías. Ahora no podría pasar ni un día sin Fernando y Roberto, se acarició el vientre y compartió con su marido todos sus pensamientos, Fernando la miraba en silencio y sin dejar de sonreír. Le encantaban esos momentos, la abrazó pensando que era buen momento para contarle su idea.
-Alicia, mañana después de ir al despacho…
Se incorporó para mirarle, esperaba que no dijese nada sobre las horas que iba a pasar trabajando, al ver su gesto relajado supo que no tenía nada que ver con eso.
-Si quieres podríamos ir a una autoescuela para…
-¡Sí! –no le dejó continuar, lo había pensado en las vacaciones, pero al volver estuvieron ocupados con los cumpleaños, la mudanza y el suplemento- No te creas, lo había pensado… Creo que me gustará conducir.
-Perfecto, quería regalarte la matrícula, no sé, llevarte un día hasta la autoescuela y decírtelo allí… Pero me apetecía contártelo ahora.
Alicia le besó emocionada, no pudo evitar pensar en la cara del comercial si la viese conducir a ella, Fernando adivinó su pensamiento y se echó a reír mientras volvía a besarla.
-Está bien eso de la autoescuela para sacarme el carnet y eso pero… Tú también puedes enseñarme ¿no?
Fernando resopló divertido, ya podía verse dándole clases y perdiendo la paciencia mientras ella se empeñaba en hacerlo a su manera.
-Ufff no sé si seré capaz…
Alicia torció el gesto mientras se echaba a reír y le abrazaba, pocos minutos después, Fernando estaba completamente dormido, el día había sido muy largo y acababa de terminar una época de mucho trabajo, Alicia le acarició el pelo mientras le miraba. Nunca podría arrepentirse de haber vencido su miedo yendo al despacho de Bonilla, se mordió el labio para evitar echarse a llorar, el embarazo la tenía demasiado sentimental. Se abrazó a él mientras le susurraba en voz baja cuánto le quería, cerró los ojos sonriendo para quedarse dormida poco después.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!
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