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6 de enero de 1963
6 de enero de 1963

Eran poco más de las siete de la mañana cuando oyeron a Roberto gritar desde su habitación, la noche anterior le habían estado hablando de los Reyes, vendrían esa noche y cuando se despertasen tendrían los regalos. Fernando se echó a reír mientras se ponía las zapatillas, besó a Alicia diciéndola que esperase en la cama; él se había levantado unas horas antes para poner los regalos y que su hijo los viese al despertarse, había mirado los paquetes que había comprado Alicia, uno de los regalos era un libro, aunque no sabía para quien. Entró en la habitación y suspiró, Roberto estaba de pie en la cuna agarrado a los barrotes mientras Tor se había sentado en frente suyo atento a cualquier movimiento de su hijo.
-Buenos días Roberto.
-¡Papá ealos! Rees maos mamá.
-¡Es verdad! Ya han llegado los Reyes, -le cogió y le besó sonriendo- vamos a saludar a mamá y después abrimos los regalos.
Tuvo que dejarle en el suelo ante sus continuas protestas, Roberto echó a correr y se paró delante de los regalos, se giró para mirar a su padre y llamar a su madre; Tor salió de la habitación detrás de Fernando, al llegar al salón, Roberto volvió junto a él y le dio la mano volviendo a llamar a su madre. Alicia estaba sentada en la cama y se echó a reír cuando Roberto entró en la habitación dando pequeños saltos, Fernando se sentó junto a ella mientras su hijo la abrazaba diciéndole que habían venido los reyes magos. Alicia le acarició el pelo emocionada, nunca había pensado que ese año su hijo ya se ilusionase con los reyes magos o que supiese que ya habían llegado; besó a Fernando y bromeó con lo listo que era Roberto mientras él empezaba a saltar en la cama nombrando a los Reyes, los regalos, a Liberto y a Pelayo. Dejaron que su hijo bajase de la cama y se echaron a reír cuando le vieron correr hacia el salón seguido por Tor, Fernando la ayudó a levantarse mientras volvía a preguntar por los regalos, Inés y ella se habían mostrado muy misteriosas cuando volvieron de su mañana de compras, Alicia le miró con una amplia sonrisa y salió de la habitación haciéndose la interesante.

Unos días antes
Alicia se echó a reír al cerrar la puerta de casa, Fernando había intentado no agobiarla pero fue incapaz de no recordarle que tenía que tener cuidado y que evitasen las tiendas abarrotadas. Se agarró a Inés y empezaron a caminar despacio, compartir una charla relajada con Inés mientras miraban escaparates era algo que nunca habían podido hacer; Inés se quedó sorprendida de toda la gente que saludaba a Alicia, llevaban más de un año en ese barrio y ya formaban parte de él. Alicia la miró divertida cuando Inés decía que no tenía ni idea de qué comprarle a Mauro, entraron a una tienda de bebés, Alicia no dejó de mirar cada estantería mientras Inés estaba pendiente de ella y suspiraba, salir de compras no le gustaba mucho, aunque lo estaba disfrutando porque iba con Alicia, la había echado tanto de menos que hasta ir de compras le parecía buen plan. Alicia la miró riéndose al darse cuenta del contraste entre su entusiasmo y la resignación de Inés, ni siquiera la decoración navideña parecía interesar a su amiga. Arrastró a Inés hasta una esquina de la tienda, había una estantería con cuadros para bebés, algunos de ellos con los nombres; Inés la miró sonriendo y cogió el que más le gustó, Alicia dudó, le gustaba que no era el típico cuadro para niñas, con el nombre en rosa o cursilerías de esas; pero estaba dibujada la Torre Eiffel, ella hubiese preferido que el primer regalo de Reyes para sus hijas tuviese que ver con España, aunque era consciente que sería imposible encontrar algo así. A Inés, en cambio, era eso precisamente lo que más le gustaba, que tenía la Torre Eiffel, un recuerdo del primer viaje de su hija fuera de España; Alicia la abrazó comentando que sus hijas recibirían el mismo regalo de Reyes. Tuvieron que esperar un rato a que el dependiente tuviese listos los nombres de las tres niñas, Inés se mordió la lengua antes de recordarle a Alicia que podía tener dos niños, esperaba que su amiga tuviese razón. Alicia la miró y se echó a reír, podía ver perfectamente lo que pensaba, la abrazó asegurándole que ella sabía que serían dos niñas, Inés sonrió y le acarició la tripa pensando lo que le gustaría que Inés pudiese jugar con las dos niñas de su amiga.
Cuando salieron de la tienda, Alicia propuso ir a la juguetería que iban siempre, no tenía muy claro qué regalo elegir para su hijo, pero sabía que dando un paseo por esa tienda, encontraría algo. Sonrió al ver a Inés entusiasmada mirando los juguetes, al fin parecía que su amiga disfrutaba de la mañana de compras, estaba segura que la pequeña Inés recibiría más de un regalo en Reyes, su amiga compraría algo en la juguetería. Después de dar un par de vueltas por la juguetería, Alicia eligió un juego de plastilina, estaba segura que a su hijo le encantaría hacer formas con esa masa, aunque para Fernando sería un juego peligroso; tendrían que estar pendientes de él cuando jugase. Sonrió al ver un juego de cubo y pala para la playa, cuando estuvieron en Marsella Roberto todavía era pequeño, pero estaba segura que, la próxima vez que fuesen a la playa, su hijo se divertiría jugando con la arena. Compartió con Inés el recuerdo de la playa, los esfuerzos que hizo su hijo por jugar con la arena o el agua aunque todavía era pequeño para ello y no le dejaron. Inés eligió un juego parecido al que tenía Roberto de las piezas de construcción, su hija se había entretenido con ello aunque sólo fuese lanzando las piezas para ver cómo se caían. Alicia suspiró cuando Inés se empeñó en llevar todas las bolsas, se agarró de su brazo para empezar a caminar mientras pensaba que Fernando la había aleccionado muy bien. Inés se paró frente a un quiosco, Alicia la miró extrañada y se echó a reír cuando la vio coger un cómic. Hizo de traductora con el quiosquero y, finalmente, Inés eligió toda una colección de cómics en francés; se echó a reír pensando en el momento en que se habían perdido y cómo Mauro fue incapaz siquiera de intentar hacerse entender. Acabó diciéndole a Alicia que debían ir a una librería porque quería comprar también un diccionario; Alicia se echó a reír divertida y volvió a cogerse de su brazo empezando a caminar. Mientras Inés pedía el diccionario, Alicia se paseó por los pasillos de la librería, al fondo del primer pasillo vio una estantería que llamó su atención, se acercó y empezó a rebuscar entre los libros. Le tembló la mano al toparse con un libro de Machado en español, recordó la cena en casa de sus tíos, cómo Fernando había intervenido para que ella no se viese metida en un aprieto y cómo tuvo que decir que le gustaba Manuel Machado y no Antonio, que era más aburrido.
Se mordió el labio intentando dejar a un lado el recuerdo de sus tíos, y sonrió al ver el título “La guerra”, escrito en el 36; abrió una página y leyó  en voz baja “Pienso en España vendida toda / de río a río, de monte a monte, / de mar a mar”. Volvió junto a su amiga agarrando el libro con las dos manos. Cuando salieron, compartió con Inés el recuerdo de aquella cena de hacía muchos años en Madrid, se mordió el labio pensando que no era un gran regalo, quizás debería comprar algo más, pero inmediatamente se lo quitó de la cabeza, estaba segura que le gustaría mucho.

Alicia sonrió al ver que su hijo se había quedado parado delante de los regalos, besó a Fernando y se sentó en la butaca casi deseando poder sentarse en la alfombra. A Fernando seguía sorprendiéndole la alegría y entusiasmo de Roberto en cada momento, se apoyó en el quicio de la puerta mirando cómo palmeaba y les contaba cosas en su media lengua. Le propuso a Alicia sentarse los tres en el sofá, la ayudó a sentarse y convenció a Roberto para que se sentase junto a ella, trasladó los regalos mientras volvía a pensar qué habría comprado Alicia, sentía verdadera curiosidad sobre todo por la complicidad que había visto entre ella e Inés a la vuelta de las compras.
-¡Ealos! Mamá han menido los rees maos.
Roberto acarició la tripa mientras les decía a sus hermanas que había regalos de los reyes, Fernando no dejaba de mirarle sonriendo, nunca se habría imaginado que le haría tanta ilusión el día de reyes pero veía a Roberto tan feliz que daba igual cualquier otra cosa. Alicia se echó a reír al verle embobado y cogió uno de los regalos.
-Este es para las niñas, -se lo tendió mientras Roberto alargaba las manos- ¿quieres abrir con papá el regalo de tus hermanas?
-¡Anea! ¡Ana!
Fernando se sentó y acarició la cabeza del perro, el pobre estaba algo cansado de seguir el ritmo de su pequeño amo que parecía totalmente incansable. Dejó que fuese Roberto quien abriese el regalo de sus hijas, no dejaba de llamar a sus hermanas mientras rompía el papel sin ningún cuidado, Alicia se echó a reír ante la mirada divertida de Fernando, estaba segura que pensaba que en eso era igual que ella. Su hijo aplaudió al ver los pequeños cuadros mientras Fernando se mordía el labio intentando no emocionarse, un par de años antes se hubiese reído al pensar que podría emocionarse sólo con un regalo para unos bebés que aún no habían nacido, pero en ese momento sólo pensaba en tenerlas con ellos. Roberto cogió con cuidado uno de los cuadros, Fernando le ayudó a sujetarlo, y lo puso delante de la tripa llamando a sus hermanas. Alicia agarró la mano de Roberto a la vez que le enseñaba el regalo cómo si sus hermanas pudieran verle, se mordió el labio pensando en lo felices que eran al verle feliz, bromeó con Fernando que intentaba evitar que su hijo terminase en el suelo ante tanta carrera por la casa. En momentos así, Alicia no podía dejar de pensar en lo rápido que aprendía Roberto, relacionaba todo lo que le decían para después usarlo en el momento oportuno; se parecía mucho a ella, pero había ciertas cosas en las que era igual que Fernando, esa manera de analizar todo para intentar darle un sentido, recordar cosas para luego poder entenderlas… Se dio cuenta que se le había escapado una lágrima cuando Fernando le acarició la mejilla, sonrió asegurándole que era muy feliz; se frotó los ojos y decidió darle a Fernando su regalo. Sonrió cogiendo el libro que Alicia le tendía, no sabía cuál podría haber elegido, lo desenvolvió lentamente, intentando no romper el papel y hacerlo en orden; Alicia resopló mientras Roberto se abrazaba a ella para quedarse mirando a su padre. Fernando se rascó el pelo al ver el libro, la miró emocionado pensando en el momento en que se le escapó que le gustaba Machado pero, sobre todo, en lo que significaba que ella lo recordase. La besó intensamente y se separó al oír las protestas de Roberto.
-Tienes razón Roberto, perdona, tú todavía no tienes tus regalos y eres tan impaciente como tu madre… -le besó los mofletes y volvió a mirar a Alicia- Pero es que mamá me ha hecho uno de los mejores regalos que existen.
-¿De verdad te gusta? Lo encontré de casualidad y no sé, pensé que te gustaría tenerlo en español y bueno, Machado te gusta aunque Antonio sea muy aburrido…
Fernando se echó a reír y volvió a besarla, lo abrió despacio pero sin posar la vista en ninguna página, tragó saliva pensando en lo injusto que era que en España no pudiese recibir un regalo así.
-Me encanta Alicia, es… Perfecto. Gracias.
Volvió a besarla y se separó pensando en su hijo, estaba teniendo mucha paciencia y era justo que pudiese abrir sus regalos; Alicia le dio el paquete grande, el niño se entusiasmó ante un regalo tan grande, Fernando posó el libro en la mesilla y la miró intrigado sin saber qué podría ser. Esa vez tuvo que ayudar a Roberto, era un paquete muy grande para que pudiese abrirlo solo, se echó a reír cuando vio el cubo y la pala, estaba seguro que Alicia querría estrenarlos cuanto antes en otras vacaciones; le explicaron a Roberto para qué se usaba y sonrieron orgullosos cuando su hijo nombró la bañera para jugar con ello. Alicia le acarició el pelo diciéndole que todavía quedaban más regalos, su hijo aplaudió y empezó a saltar en el sofá; Fernando tuvo que tranquilizarle para que no se hiciese daño y no pudiese dar a Alicia. Se sentó resoplando mirando a su padre pero enseguida cambio el gesto serio para echarse a reír empezando a abrir el siguiente regalo. Volvió a romper el papel deprisa, Fernando no dejaba de recoger los trozos que se caían a la alfombra, Alicia le miró divertida mientras sentía una suave patada; vio cómo Fernando torcía el gesto al ver la plastilina y se echó a reír.
-Le dejaremos jugar con ella sólo cuando estemos nosotros…
Fernando se echó a reír mirándola y le explicó a su hijo cómo se jugaba; Roberto tocó la masa entrecerrando los ojos sin fiarse del todo de ese nuevo juego pero, al notar el tacto, se echó a reír y empezó a moldear el pequeño trozo que le había dado su padre. Se lo enseñó a Alicia sin dejar de reír, miraron a su hijo riéndose y empezando a jugar con él; observaron las reacciones del pequeño ante sus regalos y, durante horas, tan sólo disfrutaron en silencio o contestándole dejando que ese fuera su día porque, en el fondo, él era el mejor regalo que podían tener.
Fernando se levantó a por la cámara de video, se había olvidado por completo de sacar fotos o grabar, disfrutaba tanto esos momentos con su hijo que olvidaba cualquier otra cosa. Grabó unos minutos a Roberto y Alicia jugando con la plastilina, cada vez que hacían una figura, su hijo la acercaba a la tripa para enseñársela a sus hermanas; en ese momento fue consciente que habían implicado a su hijo en la espera y el nacimiento de sus hermanas, nunca podría sentir celos porque lo estaban viviendo los tres juntos. Dejó delante de Alicia el plato de brioches, se habían olvidado hasta de desayunar, sonrió al ver que Roberto y ella cogían uno casi a la vez y fue a preparar chocolate para los tres. Alicia se quedó mirando cómo entraba en la cocina, sonrió y abrazó torpemente a Roberto pensando que podrían haberse perdido esos momentos; por suerte, una carcajada de su hijo le devolvió al presente y siguió jugando con él mientras escuchaba cómo Fernando trasteaba en la cocina. Fernando suspiró al ver que estaba lloviendo, esperaba que el fin de semana siguiente no hiciese tan malo, sabía que no haría sol ni calor, pero al menos que no lloviese. Mientras se calentaba el chocolate sonrió pensando en el poco tiempo que había estado en su nuevo trabajo, apenas saludó a sus compañeros, habló unos minutos con su jefe y pudo irse. No quería resultar antipático ni mucho menos presuntuoso, pero tampoco le apetecía conocer a la gente y estar a gusto en ese nuevo trabajo, no quería pasar mucho tiempo fuera de casa así que se limitaría a escribir su artículo semanal y nada más. Después de salir de la redacción, fue a comprar los regalos de Reyes, tenía muy claro qué quería regalarle a Alicia y pensaba controlar su preocupación para disfrutar los tres juntos de un día fuera aunque también estaría pendiente de que Alicia no se cansase ni hiciese esfuerzos. Tardó casi dos horas en llegar, pero no podía hacer las gestiones desde París, lo poco que vio de la ciudad le gustó, y ya podía imaginarse a Alicia y Roberto paseando por esas calles o disfrutando de una pequeña travesía en el barco. Al volver a entrar al coche había mirado el reloj, estaba seguro que Alicia no se creería que había estado todo ese tiempo en su nuevo trabajo; si no hubiesen estado en casa Inés y Mauro, quizás no habría pasado tantas horas fuera, habría intentado que alguien lo hiciese por él, por nada del mundo hubiese dejado a Alicia tantas horas sola en casa. De vuelta en París, entró a una tienda de bebés, se echó a reír porque estaba seguro que Alicia habría disfrutado de ir con él; enseguida vio algo que le gustó. Se acercó a una estantería y cogió un pequeño muñeco de trapo, preguntó si tenían otro igual, sonrió pensando que ya tenía el primer regalo para sus niñas. Decidió comprarle uno también a la pequeña Inés, le hubiese gustado regalarles otra cosa, quizás una cuna o un juguete hecho por él, pero no tenía tiempo para poder dárselo antes de que se fuesen. Terminó comprando también dos mantas para la cuna, tenían un espacio para bordar el nombre y se echó a reír, tendría que ser él quien lo hiciese porque Alicia no tendría paciencia para ello. Cuando estaba pagando vio una casita de madera que le gustó y fue a mirarla más de cerca; su hijo aún era pequeño pero estaba seguro que le gustaría tener una casa con la que jugar, poner y quitar los muebles, decorarla él… Le pidió a la dependienta que la bajase y, después de inspeccionarla, le pidió que la envolviese para regalo. Poco a poco tendría que hacer los pequeños muebles para que su hijo tuviese una verdadera casa en miniatura. Al llegar a casa, Alicia se echó a reír al verle cargado con tantas bolsas pero no preguntó nada. Sirvió el chocolate con ganas de ver la cara de Alicia cuando abriese todos los regalos; volvió al salón con una bandeja y se echó a reír cuando Alicia le recordó que ella seguía esperando por su regalo, dejó la bandeja y convenció a su hijo para dejar la plastilina para otro momento. Roberto se enfurruñó y cruzó los brazos, Alicia se echó a reír al ver la mirada divertida de Fernando, ese gesto lo había aprendido de ella. Tor se levantó y se tumbó a los pies del niño apoyando la cabeza en sus piernas, Roberto no alargó más su pequeño enfado, abrazó a su perro riéndose y volvió a preguntar por los regalos. Alicia se había fijado en la mirada de fingido enfado de Fernando a su hijo que duró tan poco como su intento de plantón, acarició suavemente la tela del sofá sonriendo ante la escena. Fernando se sentó junto a él divertido y le llenó de besos sin dejar de reírse; Alicia tomaba pequeños sorbos de su taza de chocolate y le dio un poco a su hijo. Le dio su regalo a Alicia esperando que le gustase y bromeando sobre la paciencia que había tenido.
-En realidad no ha sido paciencia… Estábamos tan bien jugando los tres que se me había olvidado.
Fernando sonrió y la besó el pelo apremiándola a abrir el regalo mientras su hijo intentaba cogerlo; Alicia se puso al lado de Roberto y cogió el sobre que le daba Fernando. Se echó a reír recordando el balneario del año anterior, lo abrió despacio y sonrió al ver el ticket del barco.
-Podemos ir el fin de semana que viene… Aunque me tienes que prometer que no harás esfuerzos ni…
-¡Fernando! ¡Que es un regalo! Deja las precauciones para otro momento…
Fernando miró a Roberto saltar y a Alicia entusiasmada por el regalo, realmente entre el embarazo y el tiempo tan pésimo apenas habían pasado tiempo fuera de París. Alicia le abrazó sonriendo mientras le preguntaba por los planes para ir a Melun, aunque estaba cerca de París, ella nunca había ido. Fernando le explicó que él tampoco había estado antes de preparar el regalo, había alquilado un barco aunque no hacía falta que navegasen si se mareaba, comerían en él y después podrían pasear un poco por la ciudad y ver las cuevas que había, por supuesto, sin cansarse. Alicia le miró resignada pero feliz, le gustaba mucho viajar y sonrió pensando que desde que estaban juntos había viajado más que en los últimos 12 años en Madrid.
-Gracias, me apetece muchísimo ir, -le besó sonriendo y se mordió el labio- aunque esperar al fin de semana que viene…
-Vaya, de repente la señora Peña no quiere trabajar… Yo que pensaba que eras la responsable…
Alicia torció el gesto y le tiró un cojín, Roberto, que les había escuchado atento mientras acariciaba a su perro, empezó a saltar en el sofá intentando que Tor subiese también. Alicia se echó a reír al ver el entusiasmo de su hijo mientras Fernando colocaba el cojín riéndose también.
-No tendría que haberte dado el regalo antes que a Roberto, por tirarme el cojín tendrías que esperar un buen rato…
Alicia se echó a reír al notar que había intentado poner el tono serio que utilizaba con su hijo pero no le había salido, le besó despacio y le hizo cosquillas antes de separarse, Fernando se echó a reír y tuvo que levantarse porque estuvo a punto de caerse del sofá, Tor y Roberto no dejaban se saltar y ocupaban gran parte del sofá mientras Alicia estaba sentada en el otro lado. Alicia se mordió el labio para evitar reírse y le recordó a Roberto que quedaban más regalos todavía.
-¡Ealos! Rees maos enos.
-Eso es porque tú también has sido bueno.
-¿Eno? ¡Papá!
Fernando se emocionó ante el abrazo de su hijo, Alicia les miró sonriendo y pensando que a ella se le había olvidado su regalo pero también a su hijo; Roberto se separó y acarició la tripa de Alicia contándole a sus hermanas que había más regalos.
-Primero abrimos el de Andrea y Ana ¿te parece?
-¡Anea Ana!
Fernando le dio el regalo a Alicia y dejó que lo abriesen juntos, Alicia se impacientó y su hijo chilló porque no le había dejado abrirlo a él.
-Lo siento mi amor, es que tengo ganas de ver que es…
-Mamá qué es.
Alicia le besó sonriendo, terminó de desenvolver el regalo y miró a Fernando al ver dos muñecos de trapo iguales al que le había regalado a Inés; ese año sus hijas tendrían los mismos regalos que la hija de su amiga.
-Son preciosos, iguales que el de Inés…
Fernando sonrió al verla emocionarse, sabía que a Alicia le había gustado mucho el de Inés pero estaba seguro que no se esperaba que fuese lo mismo para sus hijas; la apremió para terminar de abrir el regalo y sonrió cuando vio cómo pasaba su mano por las suaves mantas. Se miraron emocionados cuando Roberto cogía un trozo de manta para pasarla por la tripa y enseñársela a sus hermanas.
-Muy bien mi amor, son para tus hermanas, no van a pasar frío nunca.
Se echó a reír al ver el lugar que quedaba para bordar y bromeó con Fernando sobre quién lo haría. Le abrazó mientras su hijo se abrazaba a los dos, era difícil explicar lo que sentían ante los primeros reyes en los que su hijo se ilusionaba con los regalos; para ellos era importante darle a su hijo todo lo que ellos no habían podido tener durante muchos años. Se separaron cuando Roberto llamó a Tor, que se había tumbado en la caseta pero estaba pendiente de todo; Alicia miró el regalo de Roberto, era mucho más grande que el regalo del cubo y la pala para la playa, no tenía ni idea de qué podía ser. Fernando se rascó el pelo, no sabía si a Alicia le gustaría, en el fondo no era un juguete y hasta dentro de unos años Roberto no podría jugar de verdad con ella; pero le hacía ilusión pensar que dentro de un tiempo podrían ir confeccionando todos los accesorios entre los cinco, aunque quizás Alicia no tuviese paciencia para ello… Alicia le miró enarcando las cejas, se estaba riendo y ella no sabía por qué; la besó sin dejar de reír y dejó que abriesen juntos el regalo. Roberto rasgaba el papel mientras hablaba con su madre, no pudieron evitar reírse pues su hijo no dejaba de nombrar a Mauro e Inés, desde que se fueron, Roberto echaba de menos todas esas historias que Mauro le contaba poniendo voces de personajes y, lo que les parecía más divertido, echaba de menos oír a la niña llorar o reír aunque no le hubiese hecho mucho caso a él en los días que estuvieron. Alicia ayudó a su hijo que no podía terminar de desenvolver el regalo, al ver la casa abrió mucho los ojos; si alguien le hubiese dicho que le regalaría una casita a su hijo hubiese arrugado el gesto, pero ésa era distinta, era sencilla y de madera. Alargó las manos para tocarla suavemente y miró a Fernando, no sabía qué decir; Fernando se mordió el labio a la espera de su veredicto, no tenía muy claro si de verdad le gustaba, en cambio de su hijo sí lo sabía, estaba intentando abrirla sonriendo y le indicó cómo hacerlo con cuidado.
-Tenemos que tener mucho cuidado Roberto, no podemos romperla ¿de acuerdo? –miró a Alicia y se rascó el pelo, empezaba a ponerse nervioso- No te gusta…
-¡Claro que me gusta! –le miró tiernamente al ver su inseguridad- ¿Cómo no me va a gustar? Si es preciosa…
Ayudó a su hijo a inspeccionar la pequeña casa y sonrió al ver que apenas tenía muebles dentro, miró a Fernando y éste le confirmó que podrían ir construyendo poco a poco los muebles, así sería una casa al gusto de ellos. Alicia no sabía qué decir, le besó intensamente y se separó al notar que su hijo la llamaba, empezaron a jugar con él explicándole cada habitación, se echaron a reír cuando Roberto empezó a decir de quién era cada habitación. Le vieron salir corriendo y se miraron divertidos esperando a ver qué se le había ocurrido, Alicia aprovechó para comer otro brioche, no podía negar que tenía hambre, Fernando le acarició la tripa pensando en lo poco que quedaba para tener a sus tres hijos juntos. Roberto volvió con una de las piezas de su juego de construcción y la dejó en la habitación que había dicho que era para él; se echaron a reír abrazándole mientras él intentaba separarse para seguir inspeccionando el nuevo juguete. Alicia pensó en el significado de aquel regalo para Fernando, él, que nunca había tenido un sitio, ahora le ofrecía a Roberto el suyo, su casa, su espacio para compartir con ellos, con Tor, sus hermanas y sus amigos. Dejó que hablaran y fueran introduciendo cosas mientras ella saboreaba los últimos sorbos del chocolate.
Podrían haber estado todo el día jugando con su hijo, sin acordarse de la comida o la hora, si no hubiese sido porque sonó el timbre; Alicia se aguantó la risa pensando que el resoplido de Fernando le debían haber oído desde la puerta. Se levantó pasándose la mano por el pelo, estaba en pijama, despeinado y con alguna mancha de chocolate; Alicia se mordió una uña para evitar reírse, estaba segura que despacharía a quien fuese, a no ser que alguno de sus amigos se presentase sin llamar. Se miró al espejo antes de abrir y torció el gesto porque, en ese momento sí, Alicia se echó a reír, la miró a través del espejo intentando mostrarse contrariado pero no podía ocultar una sonrisa divertida. Abrió la puerta esperando encontrarse a algún vecino pero eran Diane y Pierre, suspiró ante el repaso que le dio su amigo, podía ver los esfuerzos que estaba haciendo por no reírse. Tor se levantó para ir hacia la puerta y empezó a saltar alrededor de Diane y Pierre para que le saludasen.
-Pensábamos que a estas horas ya podríamos venir… Traemos la comida –Pierre alzó los brazos con las bolsas de la cafetería como si quisiese justificarse- y algún regalo que han dejado los Reyes…
-Claro –le abrazó divertido- y no se os ha ocurrido llamar antes de venir ¿verdad?
-No, ni por un momento lo pensé, total, hay confianza y ya son horas…
Fernando se quedó un segundo parado al ver a Pierre, instintivamente se miró en el espejo, resopló y sonrió haciéndose a un lado para que entrasen. Se echó a reír al ver que Pierre ni se inmutaba y pasaba dentro para abrazar a Roberto, saludó a Diane pensando que un año antes Pierre nunca habría contestado así, Alicia presenció la escena divertida e intercambiando miradas con Diane. Estaba levantándose cuando ella se acercó a toda prisa para que no lo hiciese, la saludó con dos besos mientras Diane la ayudaba a sentarse otra vez; Alicia resopló pero la conversación de su hijo con Pierre hizo que no le recordase lo exagerada que estaba siendo. Fernando sonrió resignado y renunciando a cambiarse, empezó a poner la mesa mientras Roberto les explicaba a sus tíos todo lo que habían traído los reyes. Pierre se había sentado con él en la manta frente a la casa, Fernando se echó a reír al ver el entusiasmo de los dos conversando sobre cada habitación, Roberto hasta les había reservado una habitación a Diane y él. Alicia se quedó mirando a su marido, nunca hubiese creído que podría actuar de una forma tan natural, estaban los tres en pijama, llevaban horas jugando sin acordarse de nada; era algo tan cotidiano que a veces le parecía increíble que fuese su vida, sonrió pensando que su hijo no conocería otra vida que no fuese esa. Pierre dejó a Roberto jugando y se acercó a Fernando, el niño protestó pero Diane le subió al sofá y empezaron a jugar con la plastilina mientras Alicia se quedaba mirando a Fernando y Pierre.
-Quizás debimos llamar antes de venir, lo siento… Tenía ganas de darle su regalo a Roberto y…
-Pierre por favor, deja de decir tonterías, esta es vuestra casa; -le apretó el hombro y terminó de poner la mesa- lo único es que espero que no os molesten nuestras pintas…
Fernando se miró y miró a Alicia con el pijama y la bata, se echaron a reír mientras Roberto dejaba la plastilina y empezaba a aplaudir. Fernando sacó la comida de las bolsas y sonrió mirando a su amigo, habían comprado de todo y, especialmente, la tarta preferida de Alicia y las galletas de Roberto. Iba a ir a cambiarse para sacar a Tor a la calle pero Pierre se adelantó, no pudo ni replicar porque ya se había puesto el abrigo y estaba atando al perro, Roberto le miró dudando, Fernando se echó a reír cuando le vio decir adiós con la mano y abrazar a Diane hablándole de los reyes magos. Pierre sonrió y salió de casa a toda prisa para evitar que Fernando se empeñase en ir él. Cuando sonó el teléfono no pudo evitar mirar a Alicia riéndose, no habían planeado nada pero parecía que sus amigos no se olvidaban de ellos, a no ser que fuese Antoine, en cuyo caso le mandaría a paseo con buenas palabras, claro, que para eso era su jefe. Lo cogió decidido mientras Alicia se levantaba para ir a mirar la comida que habían traído sus amigos; saludó a Liberto con una sonrisa, hacía dos días que su amiga y él habían llegado a Madrid, les había llamado cada día y ya habían estado en El Asturiano. Habló unos minutos con él, estaban en casa de Mario, ese día comerían allí, se notaba que a Liberto le afectaba estar allí, habían sido como un padre y hermanos para él, pero en el fondo siempre supo que no lo eran y los años junto a él habían sido difíciles por mucho que todos se hubiesen esforzado. Sonrió cuando le dijo que la tarde anterior habían estado en la cabalgata y se habían encontrado con Pelayo y sus dos nietos pequeños; le pasó el teléfono a Alicia, que estaba impaciente por hablar con él. Alicia le saludó con la mejor de sus sonrisas y no pudo evitar cierta tristeza pensando que su hijo no podía disfrutar de la cabalgata con Pelayo y sus nietos; le dio las gracias a Liberto cuando éste le dijo que esa mañana había llevado flores a la tumba de su padre pero acabó riéndose de las anécdotas que Pelayo le había contado a Liberto en las horas que estuvieron juntos. Fernando se echó a reír cuando Roberto tiró suavemente de la bata de su madre llamando a Liberto, se acercó para agacharse junto a él poniendo el auricular en su oído. Observaron a su hijo mientras conversaba con Liberto, ellos no eran capaces de entender todo lo que decía, pero estaban seguros que Liberto sí podía; se despidieron de él mandándole recuerdos a Mario. Al colgar, Fernando se quedó mirando a Roberto y se mordió el labio esperando que llegase el día en que su hijo pudiese pasear por Madrid, volver a su país sin temer nada; Alicia notó esa mirada de culpabilidad y le besó recordándole que tenían que comer. Se sentaron a la mesa y esperaron a Pierre, que estaba tardando un poco. Pierre se echó a reír mientras regresaban al portal, Tor le había arrastrado siguiendo a otro perro del barrio y no pudo evitar echar a correr con él; respiró al llegar al portal pero sonrió nervioso cuando vio a Fernando abrir la puerta.
-Parece que te ha sentado bien el paseo…
-Bueno, echamos una carrera y se nos pasó el frío.
Fernando se echó a reír, se apartó para que entrasen y cerró la puerta; Tor fue directo a la cocina y bebió agua con ansía, Roberto le miró asustado y se giró para preguntarle a su padre qué le pasaba.
-Tranquilo, está bien, el tío Pierre tenía ganas de pasear…
-¡Tío Pierre! ¡Tor!
Roberto seguía preocupado, Fernando se aguantó la risa mientras Pierre se agachaba junto a él para explicarle que se habían encontrado con otro perro, Roberto se entusiasmó y quiso salir a la calle para jugar también. Fue difícil convencerle de sentarse en la trona, Diane sacó las galletas para ofrecerle una y, en ese momento sí, Fernando pudo sentarle. Empezaron a comer mientras Diane y Pierre les contaban lo bien que lo pasaron en el balneario, habían ido el día anterior y les había gustado mucho. Alicia sonrió satisfecha por haber acertado con el regalo, les contó el regalo que le había hecho Fernando, Diane se ofreció para quedarse con Roberto si querían ir solos, Fernando la miró sonriendo, no necesitó decir nada para que Diane se echase a reír sabiendo que ni por un momento se lo había planteado. Pierre preguntó por Inés y Mauro, habían vuelto a Barcelona hacía dos días, Alicia sonrió recordando a su amiga y la llamada que recibieron de ellos nada más llegar al aeropuerto de Barcelona. Jugó con el vaso mientras pensaba en Inés, notó las manos calientes de Diane y sonrió sabiendo que entendía ese sentimiento.

Dos días antes
Fernando no dejaba de mirar a Alicia, la notaba triste, hacía mucho que no la veía así; compartir esos días con Inés, Mauro y su hija había sido muy especial, pero la despedida era todavía más dura que las veces anteriores. Inés estaba terminando de darle el biberón a su hija mientras Mauro arreglaba las maletas; Fernando besó a Alicia y se separó para ir a la habitación a por el regalo para la pequeña Inés. Podría habérselo dado el mismo día que lo compró, pero sabía lo difícil que sería la despedida así que quiso dejar el regalo para ese momento y alegrar un poco el mal trago. Inés le miró divertida, Alicia había comentado con ella que estaba segura que Fernando compraría algo para la niña; le dio las gracias mientras dejaba a su hija en el coche y cogió el regalo sonriendo. Mauro se quedó mirándola y dejó que fuese ella quien lo abriese, Inés miró a Alicia al ver el pequeño muñeco de trapo, era precioso, abrazó a Fernando diciéndoselo y apretó el muñeco contra su regazo para, inmediatamente, dejarlo al lado de su hija que estaba empezando a dormirse. Mauro no pudo evitar emocionarse cuando vio cómo su hija se movía y abrazaba el muñeco; se agachó para besarla mientras Alicia se acercaba a Fernando para besarle el cuello y susurrarle lo que le gustaba ese regalo. Roberto estaba jugando en la manta y vio cómo Mauro cerraba la maleta, se levantó torpemente y tiró de la mano de Mauro.
-¿Epana?
Inés seguía sin acostumbrarse a que el hijo de su amiga fuese tan despierto, se le quedó mirando totalmente sorprendida mientras Mauro le explicaba que se iban a España porque allí estaba su casa.
Fernando sintió una punzada de culpabilidad, la casa de Roberto también podría estar en España junto a sus amigos de no ser por él; Alicia le miró fijamente negando.
-Nuestra casa está aquí, juntos los tres y pronto los cinco.
Lo dijo en su oído esperando que Mauro no lo oyese, no quería hacerle sentir mal por un comentario que para él sería inocente; Fernando sonrió débilmente y la besó intentando quitarse esas ideas de la cabeza. Contempló el abrazo que se dieron Inés y Alicia, cogió a Roberto en brazos dejándolas su espacio para despedirse, les llevarían al aeropuerto pero los abrazos allí carecían de intimidad. Alicia sonrió porque desde que habían llegado a París, había visto a Inés emocionarse más veces de las que la vio en Madrid. Se agachó torpemente para dar un suave beso a la hija de su amiga, echaría de menos escuchar sus lloros desconsolados o sus risas ante los intentos de Roberto porque jugase con él. Abrazó a Mauro mientras Fernando se despedía de Inés, la abrazó volviendo a agradecerle que hubiese aceptado la invitación, esos días juntos habían sido muy importantes para Alicia y para él; Inés besó a Roberto y le acarició el pelo mientras el niño la llamaba guapa, se echó a reír volviendo a pensar en lo listo que era. Fernando se echó a reír abrazando a Mauro, haber convivido con él esos días le había hecho recordar los días que durmió en el sofá de la casa de Inés; Mauro no era el mismo, había madurado aunque conservaba parte de su inocencia. Al separarse cambió el tono para apremiarles, si no salían ya de casa, perderían el avión; Alicia se frotó los ojos aunque sabía que en el aeropuerto no serviría de nada, no podría evitar emocionarse. Fernando salió de casa con las maletas para colocarlas en el maletero, se rascó el pelo pensando en el cochecito de Inés, cuando todos estuvieron en la calle, Mauro propuso llevar a Roberto en brazos y así cabría el capazo en el coche. Alicia se echó a reír una vez sus amigos se acomodaron en el asiento trasero, podía imaginarse dentro de unos años a sus tres hijos en el coche; besó a Roberto y dejó que se sentase sobre Mauro. Al sentarse en el asiento del copiloto fue incapaz de retener una lágrima; Fernando le acarició la mejilla y la miró tiernamente antes de arrancar. Sonrió al notar los esfuerzos de Mauro por mantener una conversación relajada, aunque se entrecortaba para contarle historias a Roberto; se mordió el labio al notar la mano de Fernando en su rodilla y le miró emocionada, si había podido disfrutar de la visita de Inés y su familia, había sido gracias a él. Cuando llegaron al aeropuerto, le costó salir del coche, miraba por el retrovisor cómo Inés besaba a Roberto y no podía evitar pensar que ojalá pudiesen quedarse, el niño se abrazó primero a Inés y después a Mauro como si supiese que tardaría en volver a verles; Inés se emocionó cuando le vio inclinarse para lanzar un beso a su hija que dormía plácidamente. Les acompañaron hasta la puerta de embarque, Fernando cogió a Roberto en brazos, parecía tan triste como su madre, dejó que Alicia volviese a abrazar a Inés mientras se prometían volver a verse pronto, Inés le recordó que tenía que conocer a las dos niñas que pronto tendrían, él se mantuvo en segundo plano, hacía muchos años que odiaba las despedidas, se había despedido en casa y no quería volver a hacerlo. Alicia acarició la mano de la pequeña Inés y se abrazó a Fernando cuando les vieron alejarse, Fernando intentó limpiar el rastro de lágrimas de sus mejillas, caminaron hacia el coche despacio. Roberto se apoyó en el hombro de su padre mientras iba quedándose dormido, Alicia vio el gesto triste de su hijo y le acarició el pelo; Fernando la besó y empezó a hablar de los regalos de reyes, Alicia se echó a reír y empezó a hacerle preguntas para intentar adivinar qué eran. Ya en el coche, antes de arrancar, Alicia se acercó al asiento de Fernando teniendo cuidado de no despertar a Roberto, que dormía a su lado, le besó el cuello agradeciéndole la sorpresa de fin de año, terminó diciéndole cuánto le quería y volvió a acomodarse en el asiento. Fernando miró por el retrovisor y sonrió al ver que, pese a tener la mirada perdida seguramente por estar pensando en Inés, sonreía relajada. Notó lo mucho que se parecían Roberto y Alicia cuando estaban tristes, la mirada, el silencio en el que entraban, por suerte llegar a casa produjo, de nuevo, la algarabía, Roberto jugando con Tor y Alicia intentando que no se subieran los dos a los sofás. Sin que se dieran cuenta estuvo un rato observándoles y viendo la capacidad que tenía de superar las cosas. Esa tarde propuso dejar que Roberto jugase por primera vez con el balancín que Alicia había tenido de pequeña; Alicia pasó la tarde disfrutando de la felicidad de su hijo al estar en ese nuevo juguete que, hasta ese día, no le habían dejado jugar por ser pequeño; no podía evitar recordar a su padre y lo feliz que sería al ver que lo había recuperado y que sus nietos jugarían con ese balancín que había sido como un símbolo de todo lo que dejaron atrás en tiempos tan difíciles como los que vivieron cuando ella era pequeña.

Fernando notó que la pregunta de Pierre había hecho que Alicia recordase a su amiga; por suerte, Roberto siempre intervenía dejándoles con la boca abierta y haciendo que sonriesen; en ese momento hablaba sobre su nueva casa, Alicia se echó a reír y besó a Fernando, le había encantado ese regalo y parecía que a su hijo también. Escuchar a Roberto siempre le producía salir del ensimismamiento además se dio cuenta de lo llena que estaba su vida y de cómo se debía a recuperar a Fernando y conocer a Inés. Fernando sirvió el postre y se echó a reír al ver la cara ilusionada de Alicia ante su tarta favorita, se quedó unos minutos callado observando a su mujer y su hijo y a sus amigos, una comida de reyes, con regalos, con amigos, en pijama… No entendía cómo había pasado tantos años negándose la posibilidad de vivir algo así, terminó la copa de vino pensando que en realidad sólo con Alicia había deseado todas esas cosas. Roberto terminó el pequeño trozo de tarta que le había dado y quiso bajar de la trona, echó a correr seguido de Tor y llegó a la cocina señalando el patio; Diane se levantó para convencerle del frío que hacía fuera. Fernando se echó a reír cuando Pierre habló de Antoine, llevaban unos días relajados con las fiestas pero parecía que al día siguiente volverían a trabajar al mismo ritmo de siempre y Pierre no tenía ganas de pasarse allí horas y horas en las reuniones que ya había anunciado que tendrían para empezar el año. Fernando se mordió el labio mirando a Alicia, llevaba unos días pensando hablar con Antoine para no tener que ir por la redacción en los próximos meses, a Alicia le quedaban menos de dos meses de embarazo y cada vez le costaba más hacer cualquier esfuerzo, además, las primeras semanas después de nacer sus hijas no quería pasar mucho tiempo fuera de casa, dos bebés darían mucho trabajo y tenían que estar pendientes de Roberto también. Alicia se quedó mirándole, se había puesto serio y no sabía qué podía pasar; Diane volvió de la cocina con Roberto en brazos, las risas de ellos hicieron que Fernando dejase de pensar en otra cosa que no fuese disfrutar del día de reyes, Alicia sonrió y decidió preguntarle más tarde. Pierre les recordó que los reyes también habían llegado a su casa, Roberto preguntó por los reyes riéndose y alzando los brazos para que Pierre le cogiese. Fernando ayudó a Alicia a levantarse y fueron al sofá mientras Pierre se sentaba en la manta cogiendo la bolsa de los regalos, Diane se sentó en la butaca riéndose de la imagen de Pierre junto al niño, se mordió el labio recordando la ilusión que vio en él cuando creyeron que podría estar embarazada… Por suerte, Roberto corrió hacia ella y la abrazó volviendo a preguntar por los reyes; Diane intentó calmarle y cogió los regalos de Alicia y Fernando. Alicia la miró sonriendo mientras Fernando se rascaba el pelo, no se acostumbraba a recibir regalos de sus amigos. Dejó que fuese Alicia la primera en abrir su regalo, se notaba que era un disco por la forma pero no sabían cuál podrían haber elegido para Alicia, se echó a reír porque Alicia rompió el papel a toda velocidad y Roberto se quedó mirándola, estaba seguro que su hijo se había quedado con las ganas de ayudarle a abrir el regalo. Alicia se mordió el labio al ver la mirada de su hijo y se acercó a él para darle un suave beso; Diane sonrió mientras Pierre se sentaba en el brazo de la butaca para abrazarla. Fernando se echó a reír ante tanta emoción y apremió a Alicia para que pudiese ver qué le habían traído los reyes. Alicia dejó que su hijo terminase de romper el papel y sonrió al ver la portada, era un disco de Raimon con las canciones “Al vent”, “Som”, “La pedra” y “A colps”; Fernando miró a Diane y Pierre siendo consciente de lo mucho que sus amigos les conocían y también de lo presente que estaba España en su vida a pesar de vivir en París.
-Muchas gracias, es… Un regalo perfecto, -se frotó los ojos y sonrió- pero no sabía que había grabación de estas canciones.
-Todavía no ha salido a la venta, creo que lo hará en breve… Pierre tiene algunos contactos y… Bueno, pudimos conseguir una copia.
Fernando cogió a Roberto para que Alicia pudiese levantarse y abrazase a Diane, él simplemente les miraba sonriendo, Pierre se echó a reír ante esa mirada que decía tanto, un año antes no habría sabido cuánto significaba esa peculiar forma en que le miraba Fernando. Alicia se separó de Diane y fue directa a poner el disco, Roberto aplaudió con las primeras notas mientras ella volvía a sentarse junto a él y Fernando. Fernando la besó y aceptó el regalo que le daba Diane, Alicia se echó a reír porque él sí esperó a que fuese Roberto el que empezase a romper el papel; al ver la caja miró a Pierre emocionado, estaba seguro que había sido idea suya. Era la maqueta de la Puerta de Alcalá para construirla él mismo, Roberto toco la foto que había en la caja preguntando qué era y Alicia sonrió cuando Fernando se lo explicaba emocionado.
-Gracias, yo… -se rascó el pelo y agradeció el beso que le dio su hijo en ese momento- De verdad, gracias.
Pierre se echó a reír, nunca se había imaginado a Fernando sin saber qué decir, las canciones de Raimon seguían sonando de fondo pero Roberto intervino en el momento justo pidiendo su regalo y ofreciendo a su padre la oportunidad de frotarse los ojos para ocultar la emoción. Se echaron a reír mientras Roberto aplaudía al recibir su regalo, rompió el papel todo lo rápido que pudo, llamó a Tor cuando vio el dibujo de la caja lleno de animales, empezó a hacer todos los sonidos de los animales que conocía mientras Fernando abría la caja para que su hijo pudiese ver de cerca la granja con los animales. Tor le miraba con atención y se acercó a él para tumbarse a su lado; Roberto cogió la vaca de juguete mientras hacía el sonido del perro, Alicia se echó a reír y le acarició el pelo explicándole que la vaca hacía “múuuuu”
-Múuuuuuuu mamá, aca múuuuu.
Fernando se echó a reír y empezó a jugar con él, disfrutaron al ver a su hijo descubrir cada animal y enseñándole su sonido aunque él terminaba maullando o ladrando para cada animal que cogía, cuando Fernando hizo el sonido del gallo, Roberto se echó a reír intentando imitarle.
A media tarde, Fernando dejó que fuese Pierre quien acompañase a su hijo en los juegos; se levantó para preparar un poco de chocolate y unos crepes, se quedó un momento en el quicio de la puerta disfrutando de la escena. Alicia se acarició la tripa mirando a su hijo y a Pierre, Diane se levantó para sentarse a su lado y abrazarla. Sonrió mientras calentaba el chocolate, escuchaba a su hijo hacer el sonido de cada animal y no podía sentirse más feliz. Sin duda, el sonido preferido de Roberto era el ladrido porque Tor se ponía a ladrar cada vez que él lo imitaba, sonrió al oír los pasos sigilosos de Alicia, se había levantado para volver a poner el disco pero antes de sentarse se acercó a la cocina, le abrazó por detrás y le besó el cuello.
-Si me desconcentras no podré hacer los crepes…
Alicia se separó y se sentó frente a él, daba igual las veces que le viese, le encantaba la forma en la que hacía las cosas, los movimientos lentos, la atención que ponía; aunque en ese momento se dio cuenta que estaba demasiado pendiente de ella, se echó a reír y volvió al salón para no desconcentrarle. Antes de sentarse sonó el timbre, Fernando resopló mientras Alicia decía que abría ella, acabó riéndose mientras terminaba de preparar los crepes. Alicia abrió la puerta y sonrió al ver a Grace y Antonio, les abrazó dándose cuenta que les pasaba algo, parecían muy felices pero sin saber cómo comportarse; evitó preguntarles mientras les invitaba a pasar. Antonio se echó a reír al mirar hacia la cocina y ver a Fernando en pijama preparando la merienda, se quitó el abrigo mientras comentaba el frío que hacía, Fernando le miró divertido y puso la merienda en una bandeja añadiendo dos tazas por si Grace y Antonio querían chocolate. Al dejar la bandeja en la mesa, recordó el chocolate que Alicia y él tardaron en tomarse en el piso franco y se echó a reír, aquellos días habían estado escondidos del mundo, no podía ser más distinta la escena que veía ahora. Roberto se levantó para saludar a Grace y Antonio, les contó, a su manera, la llamada de Liberto, Antonio no podía evitar mirarle con ternura pensando en la conexión que su hijo y él tenían; finalmente, Roberto miró la mesa y se acercó a su padre.
-Papá ¿olate?
-¿Quieres un poco? Ven –le cogió para sentarle junto a Alicia y sirvió un poco de chocolate en la taza- pero hay que tomarlo despacio ¿de acuerdo?
-¡Mamá! Olate depacio.
Alicia se echó a reír y sirvió chocolate para sus amigos mientras Fernando ayudaba a Roberto a tomar un poco, se dio que cuenta que Fernando miraba de reojo a Antonio, se mordió el labio para evitar reírse, estaba claro que querían contarles algo pero no se decidían. Fernando limpió la cara de Roberto y sonrió al ver cómo se abrazaba a él frotándose los ojos; todavía no había echado la siesta y se había despertado tan temprano que necesita dormir un poco. Le acomodó en sus brazos pensando en el tiempo que hacía que no dormía en sus brazos; vio a Antonio encender un cigarro y no pudo evitar reírse entre dientes. Alicia le miró de reojo aguantándose la risa y después miró a Pierre, que parecía no darse cuenta de nada; al final, fue Grace la que se echó a reír y empezó a hablar.
-Bueno, creo que se nos nota bastante ¿no? –Alicia le apretó la mano sonriendo y esperando a que les contase lo que fuese- Ayer a última hora tuvimos una reunión con Emile, la cosa se estaba alargando y decidí volver a pedirle que intentase acelerarlo… El caso es que esta mañana nos ha visitado una funcionaria, en unas pocas semanas podremos tener a nuestro hijo en casa.
Alicia no la dejó continuar, la abrazó felicitándola mientras Fernando sonreía a Antonio, llevaban meses esperando y por fin podría volver a ser padre.
-Loan tiene cuatro años –Antonio rompió su silencio intentando no emocionarse- le conoceremos en unos días y poco a poco pasaremos tiempo con él hasta que podamos tenerle con nosotros en casa…
Pierre y Diane les felicitaron también, Fernando acarició la cara de Roberto, ya dormido, sólo después de ser padre podía entender a Antonio, lo que debió suponer para él enfrentarse a haber dejado que Mario se llevase a Liberto, sabía que su amigo nunca se lo perdonaría pero ahora le ofrecía a otro niño la posibilidad de tener una familia, y estaba seguro que sería una familia de verdad, Antonio  no haría distinciones porque no fuese su hijo biológico. Se movió despacio para apretar el hombro de Antonio, se mordió el labio porque Roberto empezaba a pesar para tenerle dormido en brazos; Alicia lo notó, le besó primero a él y luego a Roberto y le propuso llevarle a la cuna. Fernando sonrió divertido al notar que Tor le seguía a la habitación, besó a Roberto después de que protestase al notar que le movía, le arropó limpiándole con cuidado un poco de chocolate en la mejilla y se quedó mirándole pensando en todos los momentos que compartían, no cambiará por nada todos esos momentos en los que su hijo descubría nuevas cosas, esas risas al ver los juguetes o al volver a ver a uno de sus amigos. Se incorporó y acarició a Tor que se tumbó al lado de la cuna, dejó la puerta entre abierta y se sentó junto a Alicia proponiendo un brindis, Alicia se echó a reír porque estaba segura que nunca se habría imaginado brindar con chocolate con sus amigos. Se abrazó a él y tomó un poco de chocolate de su taza, ella ya se había acabado el suyo; los protagonistas de los siguientes minutos fueron Grace y Antonio, ella estaba nerviosa ante el primer encuentro, mientras que él se mostraba ilusionado y confiado, dentro de muy poco conocerían a su hijo.
Las horas se les pasaban volando cuando sus amigos estaban en casa, Fernando estaba pendiente de Roberto, se levantaba de vez en cuanto para asomarse a la habitación; Alicia le miraba con una sonrisa resignada, nunca dejaría de estar pendiente de todo, y menos de su hijo. Diane se echó a reír la tercera vez que Alicia se levantó a poner el disco, Alicia la miró mordiéndose el labio y decidió no volver a ponerlo; aunque sabía que ese disco acompañaría muchas de las reuniones en su casa. Suspiró al ver cómo Pierre encendía un cigarro, Fernando la ayudó a sentarse y la besó antes de levantarse, fue a por bombones y brioches, Alicia se rio y cogió un bombón mientras se acomodaba en el sofá. Grace recordó que tenía que darle un informe que René le había dado a Emile, se disculpó por no haberse acordado hasta ese momento; Alicia lo cogió arrugando el gesto, esperaba que René no se hubiese empeñado en volver a publicitar el libro porque no le apetecía nada tener que ir a hacer más entrevistas. Hacía unos días había hecho tres distintas además de la que le hizo Pierre, se sintió cómoda con todos los periodistas y, por unas horas, disfrutó de volver a ponerse el traje de perfecta abogado, pero necesitaba descansar y no pensaba ir a ningún programa de la televisión. Antes de leer el informe, recordó la crítica que Fernando había hecho de su libro, mientras la leía había podido reconocer cada gesto de Fernando, cada mirada, no podría pensar que era una buena crítica porque fuese un libro suyo, había analizado cada detalle importante, hablaba como si él mismo hubiese escrito cada palabra del libro, conocía cada capítulo como si fuese suyo. Se mordió el labio evitando emocionarse ante el recuerdo de la crítica y centró su atención en el informe de René, Fernando se quedó mirándola y le acarició la mejilla cuando vio que se quedaba blanca.
-Alicia ¿estás bien? ¿Te mareas? ¿Han empezado las contracciones?
Alicia le miró extrañada y sólo reaccionó cuando notó que se iba a levantar, le sujetó intentando sonreír, Fernando tragó saliva, estaba asustado y parecía un manojo de nervios; era muy pronto para tener a las niñas.
-No pasa nada… No es eso Fernando –sonrió de forma tranquila intentando tranquilizarle, sus amigos estaban también en tensión- es por el libro, yo estoy bien, muy bien de hecho.
Le abrazó y se echó a reír, Fernando intentó abrazarla pero no dejaba de pensar en lo que le pudiese pasar, era muy pronto para que sus hijas naciesen; Alicia se separó, le besó y le pasó el informe, en ese momento fue consciente que no estaban solos y se mordió el labio pensando que sus amigos habían presenciado ese momento. Fernando tuvo que respirar hondo varias veces para poder leer el informe, no entendía nada ni podía fijarse en las letras, no podía deshacerse de esa sensación de miedo que le agarrotaba los músculos. Cerró los ojos un segundo y los abrió intentando leer, pasó rápido los primeros párrafos y suspiró aliviado al ver que era una gran noticia; las ventas del libro iban mucho mejor de lo esperado, se habían vendido el 60% de los ejemplares editados en los 10 días que llevaba a la venta. Abrazó a Alicia sonriendo aunque todavía sentía el regusto del miedo en el cuerpo; fue Alicia la que les dio la buena noticia a sus amigos. Antonio se tomó la libertad de ir a por una copa para todos y brindar por Alicia, ella brindó con la taza de chocolate de Fernando, Fernando levantó su copa sonriendo y le apretó la mano pero Alicia notó cómo se terminaba la copa de un trago. Se mordió el labio dándose cuenta de lo que había provocado en él su reacción ante la buena noticia, le acarició la mejilla emocionándose y asegurándole que estaba bien y que al lado suyo nunca podría pasarle nada malo.
Alicia se estaba quedando dormida cuando sus amigos empezaron a irse, Fernando había estado pendiente de ella desde el pequeño susto que se llevó; se frotó los ojos para levantarse y despedirse de sus amigos, seguía notando cómo Fernando no estaba totalmente relajado. Una vez se cerró la puerta, se sentó junto a él abrazándole y le acarició el pelo.
-Fernando, siento haberte asustado… Todo está bien, de verdad, no he tenido ningún malestar, hoy ni siquiera estoy cansada, no hay nada de lo que preocuparse.
Fernando sonrió de forma forzada y la acomodó en el sofá poniendo varios cojines, hizo que se pusiese de espaldas a él para empezar a darle un masaje; Alicia cerró los ojos y le dejó su espacio sin insistir para que hablase. Fernando se relajó sin dejar de acariciar el pelo y el cuello de Alicia, sonrió cuando Alicia se giró para besarle; la ayudó a acomodarse en el sofá sin dejar de besarla hasta que se tumbó junto a ella abrazándola.
-Alicia… Llevo unos días pensándolo, no creas que es una decisión por lo que ha pasado antes. Mañana quiero hablar con Antoine, voy a proponerle trabajar por libre las próximas semanas… -se giró para ver la reacción de Alicia, ella le miraba con una sonrisa tranquila- Además, tengo que encargarme de los artículos que se publiquen sobre Grimau y no necesito estar en el despacho para eso… El resto de temas puedo organizarlos una mañana en el despacho y no ir en toda la semana…
Alicia le acarició la cara sonriendo, estaba segura que ya lo había pensado antes, pero esa tarde había terminado de decidirse después del miedo que sintió al ver su reacción ante el informe. Le besó suavemente y cogió su mano para ponerla sobre la tripa para que sintiese las patadas de sus hijas; se mordió el labio pensando en el día que iban a pasar fuera, no sabía si Fernando cancelaría todo y lo dejaría para dentro de unos meses.
-Fernando, estamos las tres perfectamente, –le besó y se separó sonriendo- no hay de qué preocuparse, además, no voy a pasar por el despacho, voy a descansar hasta que nazcan… -se echó a reír al ver su mirada inocente- No te estoy diciendo que no hables con Antoine, me parece bien que quieras trabajar en casa, sólo quiero dejarte claro que no hay nada por lo que preocuparse ¿de acuerdo?
-Bueno, nunca vienen mal unos cuidados extra ¿no?
Alicia se echó a reír ante su tono despreocupado que contradecía el resto de gestos todavía tensos; se abrazó a él sonriendo y le propuso aprovechar lo que quedaba de tarde para ver todos los álbumes de fotos que habían acumulado en el último año. Fernando se levantó, fue a la habitación de Roberto pero seguía dormido, le arropó y sonrió al ver cómo Tor abría un ojo pendiente de lo que pasaba; al llegar al salón se echó a reír, la caja de los álbumes cada vez pesaba más y eso que en los últimos meses habían usado mucho la cámara de video y no tanto la de fotos. Se sentó junto a Alicia y le pasó el primer álbum, Alicia sonrió al ver las fotos de reyes del año anterior, pasó los dedos por una de las fotos, su hijo era tan pequeño… Fernando se acomodó en el sofá dejando que Alicia se apoyase en él, le acariciaba el pelo mientras Alicia pasaba las páginas del primer álbum que tenían y bromeó con lo tranquilo que parecía Roberto en esas fotos. Se echó a reír al ver las migas que iban cayendo al sofá de los brioches que Alicia seguía comiendo, ella le miró disimulando y al final se rio también; le dio un trozo de brioche y pasó a la siguiente página del álbum. Pasaba las hojas del álbum sintiendo el abrazo de Fernando y sus comentarios y cerró los ojos durante un segundo porque no podría ser más feliz y sentirse más plena. Sonrió mientras veía en la mirada de su marido la misma ilusión de Roberto cuando descubría algo, en el fondo había una parte del mundo y de la felicidad que compartían los tres por primera vez.
Las horas pasaron entre fotos y recuerdos del último año, el primer año de la vida de su hijo; antes de que Roberto se despertase, Fernando decidió sacar a Tor a la calle, no quería que Alicia se quedase sola cuando Roberto ya estuviese despierto. La besó y se levantó del sofá dándose cuenta que seguía en pijama, Alicia se echó a reír, habían disfrutado de un día totalmente hogareño olvidándose de cualquier otra obligación. Fernando se cambió en un minuto, todas las mañanas lo hacía medio dormido para pasear a Tor, estaba tan acostumbrado que lo había de forma autómata. Volvió a agacharse junto a Alicia mientras se abrochaba el abrigo y la besó de forma intensa, casi con desesperación, Alicia le miró preocupada pero evitó repetirle, otra vez, que estaba bien, sabía que no serviría de nada y, además, no quería insistir sobre lo mismo. A Fernando le costó que Tor se levantase, no quería alejarse de la cuna, al final soltó un  resoplido y el perro se dio por aludido, Alicia se echó a reír al ver el tira y afloja entre ellos. Cuando Fernando cerró la puerta, se levantó despacio para poner la mesa, sintió una patada y sonrió, estaba segura que los próximos días Fernando se volvería agobiante, esperaba no acabar discutiendo con él al pasar tantas horas juntos y él tan preocupado por todo. Fernando notó el aire frío de la calle y pensó que Alicia podía sentirse agobiada ante tanta atención, miró a un Tor que ladraba mirando en dirección al portal y se consoló con que su perro entendía perfectamente ese instinto de protección. Fumó un cigarro mientras paseaba con el perro, todavía sentía un nudo en la garganta por el miedo de hacía unas horas. No podría soportar que les pasase algo a ninguna de las tres, todavía era pronto para que naciesen pero el médico había dicho que podía adelantarse, se obligó a sonreír al ver a un vecino y cruzó unas palabras con él intentando sonar relajado. Tiró el cigarro cuando Tor decidió que era hora de volver, regresó medio riéndose porque era el perro quien marcaba los tiempos. Tuvo que frenar un impulso al entrar en casa y ver a Alicia terminando de poner la mesa, Alicia se echó a reír y se acercó para besarle.
-Fernando, no puedes estar siempre alerta, ya no; -le vio sonreír- si me siento mal te lo diré enseguida, pero por favor, relájate.
-Está bien, lo intentaré…
Se quitó el abrigo y se echó a reír cuando su hijo le llamó, bromeó con lo listo que era, se despertaba cuando él llegaba para que ella no tuviese que ir a cogerle. Alicia le miró sonriendo y se sentó a la mesa esperando a que regresase con Roberto. Roberto imitó el sonido del gallo al verle entrar, se rascó el pelo porque en ese momento fue consciente que no habían estado solos cuando le enseñó ese sonido, estaban Diane y Pierre, se rio de sí mismo y cogió a Roberto en brazos haciéndole cosquillas. Alicia se les quedó mirando cuando entraron, respiró hondo siendo completamente feliz, nunca habría soñado una vida así. Mientras cenaban bromearon con la comida que habían llevado Diane y Pierre, había sobrado mucha y no necesitaron preparar nada de cena; de hecho, Fernando llegó a comentar que seguro que lo habían hecho aposta para que no tuviesen que cocinar en todo el día. Alicia se echó a reír y acarició la mano de Roberto, su hijo comía despacio mientras también hablaba con ellos; solían quedarse minutos enteros callados sólo escuchándole aunque no le entendiesen todo lo que decía. Roberto se levantó con energía renovada, sin embargo, Fernando iba acusando el cansancio de todo el día, le alborotó el pelo mientras observaba a Alicia comiendo con tranquilidad. Durante meses se había levantado con miedo de abrir los ojos y que todo aquello se desvaneciese delante de él, por suerte aquella sensación había pasado. Estuvo pendiente de Alicia intentando que ella no se diese cuenta, cosa que no conseguía y lo sabía; acercó su silla a la de Alicia y la besó despacio, se separó y se quedó mirando a su hijo.
-Lo estamos consiguiendo ¿verdad? Roberto es feliz, y las niñas lo serán también.
-Claro que lo estamos consiguiendo, pero Fernando –le giró la cara para que la mirase- yo no tenía ninguna duda de eso, nunca la tuve; siempre supe que querrías estar presente en la vida de nuestro hijo, que darías todo por él y conseguirías que fuese el niño más feliz. ¿Te sorprende que sea feliz? Te lo dije hace muchos años, yo sabía que podíamos ser muy felices juntos.
-Sí… Y yo te alejé…
-Fernando, por favor, no vuelvas a lo mismo; tú cometiste tus errores, pero yo también cometí los míos. Hemos hablado muchas veces de esto, pero lo importante de verdad son todos estos meses, desde que llegamos a París.
-Sí, tienes razón… -la besó intensamente, siempre tendría esos remordimientos al pensar en el pasado- Bueno –cambió el tono y se levantó- habrá que empezar a recoger, que últimamente estamos muy vagos…
Alicia se echó a reír a la vez que Roberto pedía bajar de la trona después de terminar su manzana; Fernando tuvo que aceptar que Alicia recogiese la mesa mientras él preparaba el baño para su hijo. Se rio en voz baja al escuchar algún que otro taco de Alicia mientras empezaba a fregar, Roberto entró al baño con algunos animales en la mano y los echó a la bañera, le miró riéndose y terminó de preparar el baño hablando con él de los animales. Alicia terminó de fregar y suspiró, no le gustaba nada tener que hacerlo, pero en esos momentos se sentía bien haciendo algo, se secó las manos y fue al baño frotándose el cuello. Fernando ya estaba desnudando a Roberto, les besó y se sentó en el taburete sonriendo al oírle decir que después prepararía un baño para ella. Fernando resoplaba al ver los chapoteos de su hijo, ese día más alborotados al tener a los animales de juguete en la bañera. Acabó con el pijama empapado, giró la cabeza un segundo para mirar a Alicia, que no dejaba de reírse, intentó ponerse serio pero no podía ocultar una sonrisa. Roberto empezó a calmarse, le enjabonó consiguiendo que disfrutase del agua caliente a la vez que iba quedándose adormilado. Le sacó antes de que se quedase completamente dormido, Alicia se levantó y le secó mientras Fernando le mantenía en brazos; sonrieron al ver cómo Roberto se agarraba a la mano de Alicia y musitaba mamá. Dejarle en su habitación le costó más que otros días, Tor se tumbó al lado de la cuna mientras ellos se quedaban unos minutos mirándole, dormía plácidamente, se dio la vuelta destapándose y Fernando volvió a arroparle pensando que su hijo nunca dormiría alerta, nunca sabría qué era estar en peligro. Abrazó a Alicia recordándole que tenía que darse su baño; volvió a preparar la bañera como si fuese para su hijo, la ayudó a quitarse el pijama y sonrió cuando Alicia se abrazó a él, empezó a besarle pero Fernando se separó.
-Alicia, el agua se enfría…
-Vaya, yo que pensaba que ya no eras aquel Fernando del autocontrol excesivo…
Fernando se echó a reír y la ayudó a entrar en la bañera, antes de incorporarse la besó en el cuello susurrando que le costaba muchísimo seguir siendo aquel Fernando. Alicia le besó y dejó que se incorporase mientras cerraba los ojos para disfrutar de su baño.
Fernando aprovechó el momento del baño de Alicia para escribir a Pelayo, le hubiese gustado tanto poder compartir las fiestas con él y su familia; se sentó en la butaca pero no dejaba de girar la cabeza en dirección al baño. Sabía que tenía que controlar su excesiva preocupación, sobre todo porque no estaba seguro si Alicia tendría tanta paciencia, y menos si las próximas semanas trabajaba desde casa. Se rascó el pelo y empezó a escribir sin dejar de estar pendiente del baño.

Querido Pelayo
Espero que por Madrid todo vaya bien, hoy hemos hablado con Liberto y nos ha contado que estuvisteis juntos en la cabalgata; no sabes lo que me hubiese gustado que Roberto hubiese podido estar también, que nosotros pudiésemos pasar las fiestas en Madrid, compartiendo momentos contigo y tu familia.
El libro de Alicia está siendo un éxito, las ventas van muy bien aunque yo estaba seguro que sería así; no queremos enviárosle porque sería peligroso que os llegase por correo… Si vuelves a París, no dudes que tendrás uno esperándote y dedicado. Sé que es muy difícil que puedas volver, pero quién sabe. En fin de año estuvieron con nosotros Inés y Mauro, para Alicia fue muy importante después de tanto tiempo sin ver a Inés. Roberto cada día está más grande, empieza a hablar frases con sentido, nos contesta, pide las cosas, analiza cada detalle… La verdad es que ser padres nos ha cambiado la vida, es increíble cómo podemos pasar todo el día sólo observándole sin necesitar nada más.
Desde hace unas semanas estoy escribiendo sobre algo de España, no voy a darte muchos detalles, pero estoy seguro que te gustaría leer los artículos que he escrito sobre el tema. En las fiestas me he relajado un poco, en la revista se publican temas más ligeros, pero a la vuelta seguiré informando sobre lo que pase en España.
Espero que tengáis un gran año, seguro que el nuevo miembro de la familia traerá mucha felicidad, nosotros seguimos esperando a nuestras hijas con mucha ilusión.
Un abrazo muy fuerte y dale otro a Manuela.
Fernando Esquivel

Posó rápidamente la carta en la mesilla para ir al baño, Alicia acababa de llamarle y ni siquiera se dio cuenta que la pluma se había caído al suelo. Entró al baño a toda prisa pero se frenó antes de acercarse, no quería que Alicia supiese que se había preocupado al oírla. Alicia abrió los ojos y sonrió, había oído los pasos apresurados pero notaba el esfuerzo que hacía para calmarse antes de acercarse, la ayudó a incorporarse y la envolvió en la toalla secándola delicadamente.
-¿Tú no te vas a dar un baño? –le acarició la mejilla, estaba segura que se había olvidado por completo de sí mismo, sólo se preocupaba por ella- Seguro que te relaja…
-Me ducharé ahora.
Alicia movió la cabeza sonriendo, con tal de no dejarla sola mucho tiempo, se daría una ducha rápida para volver junto a ella; suspiró y se agarró a él para ir a la habitación. La ayudó a ponerse el pijama y miró el reloj, era bastante tarde para haber madrugado tanto, además Alicia ni siquiera había echado la siesta. Cuando terminó de ayudarla, Alicia empezó a besarle despacio, Fernando la abrazó y la ayudó a tumbarse en la cama haciendo que se tapase con las mantas. Alicia se echó a reír, volvió a besarle y le dejó que fuese a ducharse, movió la cabeza divertida al verle salir de la habitación; decidió leer hasta que Fernando regresase, le gustaba dormirse sintiéndole. Fernando se miró en el espejo al entrar al baño, realmente estaba exagerando mucho, Alicia no se había encontrado mal, había sido la sorpresa por las ventas del libro; pero no dejaba de pensar en que pudiese sucederle algo y eso era incapaz de afrontarlo. Se desnudó y se metió bajo el chorro de agua intentando alejar todos esos pensamientos; se rio de sí mismo, durante el primer embarazo no había tenido tanto miedo, sí durante la huida, pero no una vez que estuvieron en París. Claro que este parto sería distinto, Alicia tendría dos bebés a la vez; se relajó unos minutos sintiendo el agua caliente, aunque ya no nevaba, el frío se notaba mucho todavía, y decidió salir de la ducha. Se secó despacio, le había sentado bien la ducha y sólo necesitaba abrazar a Alicia para quedarse dormido. Entró a la habitación despacio, intentando no hacer ruido, y se echó a reír al ver a Alicia tumbada de lado leyendo.
-No tenía mucho sueño, además… Me gusta dormirme abrazada a ti.
Se agachó junto a ella antes de ponerse el pijama y la besó suavemente, Alicia le pasó la mano por el pelo todavía húmedo; le abrazó cuando se metió en la cama y respiró hondo.
-Fernando… -se mordió el labio antes de decidirse a hablar- ¿Vamos a ir a Melun el fin de semana?
-¡Claro! –la besó el pelo y se relajó al sentirla a su lado- Es tu regalo ¿no? ¿Por qué no íbamos a ir?
Alicia se echó a reír porque notó que Fernando no entendía a qué venía esa pregunta, le besó y se apoyó en el tumbándose.
-Bueno, no sé… Quizás pienses que hace frío, o que sería demasiado pasar todo un día fuera…
-¡Tan exagerado no soy! –se echó a reír sin dejar de mirarla pero se rascó el pelo dándose cuenta de lo que podría pensar Alicia, Alicia le miró de forma irónica- Está bien, soy un poco exagerado pero… -la besó y volvió a relajarse- Me voy a controlar, además, ni por un momento pensé en dejarte sin regalo de reyes… Tendremos que tener cuidado, no cansarnos –Alicia sonrió porque hablaba en plural- pero vamos a disfrutar todo el día y Roberto también, hace mucho que no salimos y nos lo merecemos.
Alicia cerró los ojos abrazándole y lista para poder dormirse, le besó el cuello susurrando cuánto le quería incluso aunque fuese un poco exagerado; Fernando le acarició el pelo hasta sintió que se había quedado dormida. Acarició suavemente la tripa y habló con sus niñas en susurros, tenía muchas ganas de que naciesen y poder cogerlas en brazos, pero había que esperar, además, disfrutaba mucho esos momentos en los que hablaba con ellas mientras Alicia dormía. A veces se sentía un poco ridículo al hacerlo, pero sólo con pesar en las dos pequeñas que nacerían en pocas semanas, se le pasaba cualquier reticencia. Antes de quedarse dormido subió las mantas arropando a Alicia, apagó la lámpara de su mesita y respiró hondo abrazándola, se fue quedando dormido recordando todo lo que sintió al reencontrarse con ella, tenía muchísimos recuerdos con Alicia y también con Roberto, pero ese momento en el que Daniel hizo que se encontrase de frente con su pasado lo recordaba como si no hubiesen pasado casi dos años, cada sensación, la mirada de Alicia al principio perpleja y después emocionada, cómo se iba acercando poco a poco, cómo se le había secado la boca sin poder reaccionar ni mucho menos hablar. Aquel día, al verla, no había dejado de repetir su nombre en la cabeza pero no le había salido la voz, justo antes de quedarse dormido pronunció su nombre abrazándola un poco más.  No sabía por qué ese día había pensado constantemente en Daniel, incluso cuando escribió a Pelayo, era una sensación extraña. Por suerte finalizar el día disfrutando de la oscuridad de la habitación, el sonido del viento contra la ventana, el olor del pelo de Alicia y la felicidad que acumulaban cada día dejó paso a un sueño con pensamientos menos negativos.

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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

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