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Fernando Solís & Alicia Peña |
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Enero de 1962 (II) |
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Finales de enero de 1962
Había intentado terminar tres veces el artículo que debía entregar en dos días pero le era imposible, tachaba, escribía encima, tomaba otra hoja después de arrugar la anterior. Se frotó la frente, encendió un cigarro y recordó la carta que tenía pendiente.
Queridos Pelayo y Marce
¿Qué tal va todo por Madrid? Espero que el nuevo año os traiga todo lo bueno que os merecéis. Tengo una sorpresa para vosotros… Hace unos días me encontré con Antonio Ramírez, sé que fuisteis grandes amigos; para mí fue una sorpresa también, hacía muchísimos años que no le veía… Regresó hace unos meses a París, ha retomado su relación con Liberto, creo que les ha costado mucho, la muerte de Andrea, que le dejasen con Mario… Pero lo están consiguiendo; ayer mismo estuvieron cenando en casa y pude ver al Liberto que conocí cuando todavía era un chico, Antonio no volverá a ser el mismo, la muerte de Andrea le pesa en la conciencia… Aunque no tanto como a mí, es algo que nunca podré perdonarme. El caso es que os mandan un abrazo muy fuerte, a Antonio le encantaría volver al barrio, ver lo cambiado que está, pero por ahora es imposible.
En cuanto a Roberto y Alicia, el niño está cada vez más grande, es increíble lo rápido que crece, a veces tengo miedo de que se haga mayor sin darme cuenta, me encanta tenerle en brazos y no quiero pensar en el día en que sea demasiado mayor para ello… Y Alicia, sigue trabajando duro, es una de las mejores abogadas de París, ahora mismo está llevando un caso complicado, pero sé que hará todo lo posible para conseguir sacarlo adelante. Hace unos días me publicaron un artículo que sé que os encantaría leer, sobre todo a ti Pelayo, pero creo que es muy peligroso mandároslo.
Seguro que todo os va muy bien, Marce espero que no te den muchos quebraderos de cabeza los niños, yo con uno ya no pienso en otra cosa, no quiero ni imaginarme lo que tiene que ser con seis…
Un abrazo muy fuerte, en París siempre tendréis una casa.
Fernando Esquivel
Mientras escribía, las imágenes de la cena con Antonio y Liberto se sucedían en la cabeza, se imaginaba a Pelayo y Marcelino en esa mesa, la charlas que Marce les daría, la comprensión de Pelayo. Suspiró recordando que si el destino había vuelto a poner a Antonio en su camino era por algo, que era el recordatorio viviente de la mejor y más valiente amiga que había tenido pero, también, de los errores que no volvería a cometer. Al recordar lo bien que habían conectado Antonio y Alicia no pudo sino echarse a reír, no podían negarlo, eran dos idealistas de los pies a la cabeza. Al cerrar la pluma la imagen que le sorprendió tan viva cómo si fuera ese momento fue la de él mismo abroncando a Andrea por la carta que le estaba escribiendo a Antonio, movió la cabeza con auto indulgencia, ese día fue muy duro.
Pensó en su reencuentro con Antonio, hacía muchos años que no le veía, ni siquiera coincidió con él cuando regresó del fallido atentado contra Franco. Cuando regresó para cazar al topo, había pasado la noche anterior con Andrea, ella estaba mal, hacía unos días que se habían separado, no habían encontrado la forma de llegar a un punto común en su modo de vida. En aquel momento sintió no haberse podido despedir de Antonio; su amiga era Andrea, cuando la conoció surgió un vínculo muy fuerte entre ellos, pero admiraba a Antonio y se llevaban muy bien.
Unos días antes
Fernando iba camino de la redacción, llegaba tarde, Alicia se había quedado dormida y habían tenido que desayunar y cambiar a Roberto en un tiempo récord. Se giró cuando oyó que alguien le llamaba, al ver a Antonio abrió los ojos, le parecía casi un espejismo, aunque al comprobar que era él, el único sentimiento que quedó fue la culpa… Andrea siempre estaba presente para él, pero encontrarse de frente con Antonio, con su gran amor, hacía que ese sentimiento de culpa se magnificase. Se abrazaron mientras Fernando no dejaba de pensar en Andrea; le invitó a subir a la redacción, quería por lo menos llegar aunque no se pusiese a trabajar.
-Siéntate, por favor, le pediré a Catherine que nos traiga dos cafés…
-Si es por mí no te preocupes, Fernando, estoy bien así…
Sin la excusa de los cafés no sabía cómo afrontar aquel encuentro, le miraba y seguía sin creerse que fuese Antonio. Antonio se movía por el despacho cómo si hubiera estado mil veces allí, era algo que le gustaba de él, la capacidad de adaptación que tenía, la edad le había curtido pero no podía ocultar ese brillo en la mirada de una esperanza que había perdido al desaparecer Andrea de su vida. Liberto no tenía capacidad de odio pero su educación había hecho de él un hombre diferente al que ellos hubieran esperado, aun así, era su hijo y daría lo que fuera por normalizar la relación.
-Antonio… Me gustaría disculparme, cuando supe que Andrea había muerto intentando salvarme, que la habían asesinado…
-No tienes que disculparte –Antonio cerró los ojos, pensar en la muerte de Andrea le hacía sentir más culpabilidad que la que Fernando pudiese sentir- tú no sabías nada, ella lo decidió… No hizo caso a nadie, pero he aprendido que era lo que tenía que ser, ella no podía dejarte a tu suerte, a un amigo, a quien le salvó la vida… Fue coherente con lo que sentía y, aunque la odié cuando me enteré que murió por volver a España, sé que no hubiese sido ella misma si no lo hubiese hecho… Pero ahora, cuéntame cómo es que estás vivo…
Fernando le relató la historia del fusilamiento, también las pesadillas, la incertidumbre que sentía algunas noches al despertarse y no estar seguro de seguir vivo o no… No se sintió mejor, era muy duro todo lo que había pasado, su sufrimiento… Pero Andrea estaba muerta por intentar salvarle, ese hijo de la gran puta de Mendoza la asesinó mirándola a los ojos. Relató su historia sin enfocar la mirada a sus ojos, podía contar sus vivencias mil veces y mil veces sentía que se le paraba el corazón al oír el primer disparo, la sangre emanando de su cuerpo, los animales posándose sabedores de carne fresca… La mano de Antonio en el hombro le reconfortó, se quedó impresionado con el relato de su historia, no se imaginaba pasar por algo así y seguir adelante; si en algún momento tuvo algún sentimiento de rencor hacia Fernando, quedaba completamente anulado. Andrea murió intentando salvarle, merecía la pena salvar a alguien como Fernando.
-Fernando, sé que Andrea estaría feliz sabiendo que sobreviviste, que aunque ella falló, la suerte o el destino, o lo que sea, quiso que siguieses vivo, que luchases por ti, por los demás… -no pudo evitar fijarse en la foto que tenía Fernando en su escritorio, era la primera que se habían sacado los tres juntos el día de reyes- Sales muy bien en esa foto… Salís muy bien; ¿cómo se llaman?
-Roberto –sonrió al mirar la foto- nuestro hijo se llama Roberto, ella es Alicia, la mujer de mi vida… Tengo que agradecerles a muchas personas que hoy esté aquí, pero la primera es Andrea… Conocí a Alicia en el mismo momento en que pisé la Plaza de los Frutos, cuando acepté la propuesta de Andrea de atentar contra Franco…
Antonio le escuchaba ilusionado y mientras Fernando le contaba algunos de los momentos más especiales de su historia con Alicia, él recordaba momentos con Andrea, la Plaza de los Frutos, o más bien la azotea del edificio de los Robles, vio nacer su amor cuando todavía eran unos niños. Recordó el primer beso que se dieron ya siendo unos jóvenes, en la azotea…
El sentimiento de culpa de ambos se desvaneció, compartieron muchas anécdotas de sus relaciones, aunque no todo fueron momentos bonitos, Fernando le contó las visitas de Mario en la cárcel antes del fusilamiento, la noche antes… Antonio le escuchó emocionado, sabía que Mario era un gran hombre aunque hubiese cometido algunos errores… Todos habían cometido errores, las personas los cometen, lo bueno es aprender de ellos, por eso había querido recuperar su relación con Liberto, nunca debió dejarle con Mario por muy afectado que estuviese ante la noticia de la muerte de Andrea.
Fernando despejó los recuerdos de su mente, tenía mucho trabajo antes de regresar a casa y no quería entretenerse. Guardó la carta en el sobre y este en el bolsillo de la chaqueta, antes de volver a casa se encontraría con Pedro para darle la carta. Se centró en su artículo, en lo que llevaban de mes, los atentados se habían hecho más crudos, posiblemente los muertos superaban a cualquier otro año. Todos veían que la situación estaba llegando al límite, que la guerra tendría que acabar, pero en enero de 1962 todavía seguían en guerra. Una llamada a la puerta, cuando ya estaba terminando de escribir, le hizo reaccionar. Su secretaria era especialmente empalagosa y estaba cansándose de interrupciones continuas, le salvaba que era eficaz en su trabajo. Mientras recogía la mesa y se ponía el abrigo se dio cuenta que la inspiración le había llevado a escribir otros dos artículos más. De camino a casa compró pan recién hecho, saludó a su amiga italiana que le tenía guardados los mejores brioches que podían comerse en todo París y compró dos ramos en la floristería, sabía que Alicia le gustaba tener el despacho con flores frescas.
Por un día, Alicia llegaba a casa antes que Fernando, Diane la vio entrar e ir directa a la cuna para besar a su hijo. Se despidieron y Alicia cogió al niño en brazos, no había día en que no echase de menos pasar todo el tiempo con él; era pronto, sabía que Fernando iría a comer, decidió preparar algo rápido, no quería perder un tiempo precioso con su hijo. Su día también había sido bastante ajetreado, los juzgados estaban bastante lejos del despacho y, por desgracia, tuvo que ir tres veces esa mañana. A primera hora de la mañana, había ido a la peluquería, aquel día se sentía espléndida; el día anterior había ido sola al ginecólogo, Fernando no pudo acompañarla porque tenía una reunión. Tras la revisión, el doctor le dijo que todo iba muy bien, tanto el niño como ella y, como no decía nada, Alicia le preguntó nerviosa cuándo podrían volver a la normalidad en sus relaciones. El doctor sonrió, le dijo que ya no había ningún problema, todo iba perfectamente; Alicia respiró aliviada mientras le preguntaba qué método les convendría más para no quedarse embarazada. Lo habían hablado unos días antes, Fernando no veía necesario evitar un embarazo, pensaba que podrían con ocho niños más si fuese necesario. Alicia se había echado a reír diciendo que ella no iba a tener ocho hijos; finalmente, acordaron esperar un tiempo, disfrutar primero de Roberto y ya irían viendo qué hacer en el futuro. Al salir de la consulta del médico se quedó pensando con la mano en la cara, tenía muchas ganas de estar con Fernando y optó por comprar algunas cosas para ese día.
Posó a Roberto en la cuna mientras empezaba a preparar un poco de sopa y unos filetes de pollo, por un día quería que Fernando se encontrase la comida hecha al regresar del trabajo. Cuando Fernando entró en casa, vio la cuna cerca de la puerta de la cocina, el olor a comida le hizo pensar que Diane estaba preparando algo, pero se sorprendió al escuchar la voz cantarina de Alicia, podría distinguir su voz entre la de cientos de personas. Posó las cosas en la mesa y, sin perder un segundo, fue a ver a su hijo, Roberto estaba dormido prácticamente destapado, le tapó con cuidado y abrió la puerta de la cocina. Alicia no le oyó entrar, estaba terminando de preparar la sopa cuando sintió las manos de Fernando en su cintura. A los diez minutos de estar Fernando en la cocina, la comida ya estaba quemada, Alicia no le había dejado reaccionar, en cuanto sintió sus manos se giró para besarle. Él intentó saludarla, preguntarle por el día, pero no le dejaba ni pronunciar dos palabras seguidas; Fernando recordó que había sido muy escueta explicándole la visita al ginecólogo, empezaba a entender por qué…
Fernando se apartó un segundo para quitar la comida del fuego, por suerte la sopa se había salvado porque ya estaba hecha, pero los filetes estaban churruscados. Empezó a reírse pero Alicia interrumpió su carcajada, siguió besándole, Fernando la tomó en brazos y se dirigió al salón sin dejar de besarla. Echó un vistazo a la cuna, Roberto seguía dormido; la posó en el sofá y cerró la ventana, por un momento pensó en ir a la habitación, pero tendrían que mover la cuna y los besos de Alicia le tentaban demasiado como para perder tiempo… La intención de Fernando no había sido comenzar un interludio amoroso, notaba la impaciencia de Alicia, ni siquiera la comida quemada consiguió romper el momento que estaban viviendo. Intentó contenerse pero se dio cuenta que estaba desnudándose en el salón. Durante ese tiempo habían compartido muchos momentos especiales, también íntimos, le gustaba ver cómo se preparaba, cómo leía mientras enredaba los mechones del pelo, incluso cómo fruncía el ceño mientras trabajaba, pero en ese momento no podía pensar en nada que no fuera hacer el amor con Alicia. Alicia siguió desnudándole, se entretuvo con la corbata, en ese momento no tenía paciencia para esas cosas; Fernando se echó a reír mientras se la quitaba él. Alicia se frenó, quería que fuese Fernando el que la desnudase, hacía semanas que necesitaba sentir sus manos, su mirada… Quería saborear el momento, Fernando empezó a desnudarla despacio, saboreando también el momento, por un instante vio en su cabeza el momento en que fue desnudando poco a poco a Alicia en su cumpleaños.
La sensación volvía a ser la misma, las miradas reflejaban el mismo deseo, la misma pasión, pero todavía más amor que en aquel momento. Mientras estaba en el sofá besándose con Fernando tuvo un pequeño momento de miedo, su cuerpo había cambiado, hacía meses que no mantenían relaciones, por suerte se olvidó de ello al sentir a Fernando piel con piel. Cerró los ojos un instante, sentir la mano de Fernando recorrer su brazo le erizaba la piel; siguió desnudándola mientras volvía a besarla. Alicia se dio cuenta que Fernando se quedó mirando el conjunto que se había comprado para ese momento, sonrió complacida mientras se lo quitaba ella misma.
Alicia estaba tumbada sobre Fernando, dio una calada y le pasó el cigarro, estaba sumamente relajada, acariciaba el pecho de Fernando cerrando los ojos. El agua golpeaba la ventana con virulencia, Fernando estiró sus piernas, quedando fuera de la manta mientras acariciaba la nuca de Alicia, había notado la inquietud, inquietud que era compartida, sin embargo había sido uno de los momentos más intensos que podía recordar. Sus cuerpos se iban relajando consiguiendo una laxitud, algo que sólo rompía las caricias y los besos.
-Ha merecido la pena la espera…
-Hace unos días no decías eso... -se rio consiguiendo que Alicia abriese los ojos y le hiciese una mueca.
-Ya sé que te ha divertido esta situación…
-Sabes que no es así, yo lo deseaba tanto como tú… Pero no puedo negar que me encantaban tus gestos cuando yo te frenaba…
-Claro, como tú tienes todo ese autocontrol…
-No creas, he comprobado que no tengo tanto cuando se refiere a ti…
Alicia sonrió complacida, aunque lo ocultaba mucho mejor que ella, sí había notado la flaqueza de Fernando en algunos momentos. Le besó apasionadamente, quería volver a sentirle, la sensación de hacer el amor con Fernando era algo que nunca había sentido con otra persona. Se rindieron a aquel beso pero Roberto empezó a llorar, Alicia se quedó mirando la cuna sin creérselo mientras Fernando se levantaba y empezaba a vestirse para coger a su hijo. Recogió con una mano la ropa interior de Alicia para pasársela, ella se la quito de la mano en tono de broma y comenzaron a vestirse. Alicia se sentó en el sofá con las piernas cruzadas, vio a Fernando acunar al niño, se sentó junto a ella. Al sentarse con Roberto, Fernando se hizo a un lado, terminó de ponerse los pantalones y la camisa.
-Esta vez no he sido yo, eh…
Alicia se echó a reír mientras cogía en brazos a Roberto y se apoyaba sobre Fernando; seguía teniendo ganas de estar con Fernando, pero estar sentada sintiéndoles a los dos era lo único por lo que merecía la pena ser interrumpidos. Fernando abrió completamente la manta para cubrirlos y llevarlos contra él, el niño se quedó dormido inmediatamente. Se quedaron así un buen rato, no sabrían decir si un minuto o una hora; Fernando oyó el estómago de Alicia, recordó la comida quemada y se echó a reír. Alicia se levantó con cuidado, dejó a Roberto en la cuna y le tapó, Fernando recogió la ropa de Alicia y se la dejó en el sofá, ella se fue vistiendo sentada, con lentitud, estaba demasiado relajada, estaba metiéndose la camisa por la falda cuando Fernando apareció con los platos. Se acercó por detrás para agarrarle por la cintura, Fernando pasó el brazo por su hombro mientras movía la silla para que se sentara. No se había dado cuenta del hambre que tenía hasta que el humo de la sopa caliente llegó a su nariz. Fernando sirvió la sopa mientras Alicia se sentaba pensado que afortunadamente se había salvado algo de lo que había preparado.
-Para una vez que intento tener la comida preparada antes de que llegues…
-Te aseguro que me sabrá mejor que nunca…
Alicia se rio con fuerza, era una pena que no hubiese terminado de cocinar antes de que llegase Fernando, pero con gusto comería los filetes quemados sabiendo la razón por la que se habían quemado. Fernando se levantó con el plato de sopa, mientras la terminaba preparó una tortilla francesa para Alicia, partió dos huevos para hacer la tortilla, estaba tan poco concentrado que salpicó la camisa y la camiseta interior, se echó a reír mientras sacaba el tenedor del cajón
-Fernando –alzó la voz para que la oyera desde la cocina- podemos comer los filetes, no hace falta que te pongas a hacer nada…
Fernando se asomó a la puerta, le sonrió y siguió a lo suyo; Alicia cerró los ojos, respiró profundo y tuvo la necesidad de guardar aquel momento para siempre. Con sigilo cogió la cámara, se acercó a la cocina, llamó a Fernando y en cuanto se giró, sacó la foto. Fernando estaba despeinado, la camisa la llevaba por fuera y su cara transmitía la felicidad y relajación que sentían los dos.
-Así que la señora de Solís también saca fotos mientras los demás están desprevenidos… Mucho has aprendido tú…
-¿Sorprendido?
Intentó quitarle la cámara entre bromas para sacarle una foto a ella, desde luego no era consciente del pelo revuelto, le faltaba un pendiente, no llevaba el botón de la falda abrochada y la camisa estaba mal atada, la idea de ayudarle a recomponer su ropa sabía que les llevaría a olvidarse de la comida. Se acercó a besarle, Fernando se rindió a ese beso un segundo. Pudo sentir sus costillas mientras la abrazaba apoyado contra el fregadero, le besó la nariz y volvió a concentrarse en la comida, al ver que arrugaba la nariz, sin mirarla, pues podía sentir incluso esos gestos, uso su brazo izquierdo para atraerla hacia él y abrazarla
-Alicia… ¿Quieres echar a perder también la tortilla?
-Está bien… -hizo una mueca infantil de fastidio- Esperaré pacientemente en el salón…
-Buena chica…
Fernando se echó a reír mientras terminaba de cocinar, sentía una extraña alegría, no era por el sexo, había estado muy bien, pero era algo más profundo, hacer el amor con Alicia era algo especial, sentir su piel, cómo se mezclaba el olor de ella con el suyo, verla con los ojos cerraros, con la piel erizada… Llevó el plato al salón y se lo puso a Alicia delante, sonrió pensando que en eso era como una niña, podría pasar todo el día sin comer si alguien no le plantaba un plato delante y le decía que era hora de comer.
-¿Y tú no vas a comer más?
-Por supuesto que sí…
Al llegar a la cocina se terminó de abrochar la camisa y se la metió por el pantalón, podían tener alguna visita inoportuna y no quería que le vieran de esa guisa. Decidió rescatar una parte de los filetes, no le gustaba tirar comida y, aunque quemado, ese filete podía comerse. Mientras los seleccionaba se dio cuenta que su camisa olía al perfume de Alicia, le solía pasar con frecuencia pero la intensidad de no haber estado con ella en todo ese tiempo despertó todos sus sentidos. Siempre que estaban juntos terminaba con la sensación de haber desaprovechado tanto tiempo, tantos años y un sabor amargo por todas las veces que no se habían besado o acariciado, por las mañanas en las que se despertaba completamente destapado, eso hacía que cada momento fuera mucho más especial, si cabe, que lo hubiera sido hace años. Regresó con el plato al salón.
-¿Cómo vas a comer eso? Fernando, por favor, está echado a perder…
-¡Qué exagerada! –cortó un trozo y se lo llevó a la boca saboreándolo- ¿Ves? Está riquísimo…
Alicia se echó a reír mientras empezaba a comer la tortilla, no estaba segura si lo hacía por darle gusto a ella o por no tirar toda la comida, pensó que probablemente por una mezcla de las dos razones. Comieron sin dejar de mirarse, ya era tarde, Alicia debería estar de vuelta en el despacho, aunque ya había decidido llamar para decir que al día siguiente iría temprano para compensar el no ir esa tarde. Pensó en lo que le costaría madrugar, pero si por quedarse esa tarde en casa con Roberto y Fernando tenía que madrugar más, lo haría con gusto. Se tomó el café sentada encima de Fernando, completamente recostada, haciéndose la perezosa, mientras planificaban el resto de la semana. Fernando había adelantado tanto trabajo aquella mañana, que no iba a volver; le costó romper el momento pero Roberto se despertaría más temprano que tarde así que empezó a recoger su plato. Los cacharros de la comida que Alicia había preparado todavía estaban en el fregadero. Pensó resignado que casi era mejor que Alicia no cocinase, cada vez que lo hacía dejaba la cocina como si hubiese pasado un huracán. Alicia se rio al escuchar cómo Fernando empezaba a fregar, era tan sumamente ordenado y meticuloso que, a veces, le creaba cargo de conciencia; se levantó recogiendo su plato, al entrar Fernando la miró sonriendo, no había tardado ni diez minutos y ya estaba Alicia en la cocina, ella no se había molestado en arreglarse. Dejó el plato en el fregadero y cogió un brioche, comió la mitad saboreándolo y el resto se lo dio a Fernando en la boca.
-¿Te ayudo? Siempre lo haces tú todo…
Fernando le dedicó una mirada sarcástica.
-Me encantas, de verdad, pero esto no es lo tuyo…
Alicia se echó a reír mientras cogía el trapo para darle un suave golpe en la pierna, Fernando, que había visto sus intenciones con el trapo, se tomó la revancha salpicándole agua… Cuando se dio cuenta estaban empapados de agua, pensó que a la camisa ya no le faltaba nada, agua, grasa, vino; suspiró mientras intentaba reducirla de broma.
-¿Ves? Por esto es mejor que lo haga yo solo… Me desconcentras y pasa lo que pasa…
-¿Que te desconcentro? ¡Pero si el que ha salpicado primero has sido tú!
Alicia empezó a fregar mientras miraba con una suficiencia fingida a Fernando, él se sentó y encendió un cigarro. Pensó que Alicia creería que la estaba mirando por seguir con la broma de que nunca hacía nada; pero en realidad la miraba porque no podía apartar su vista de ella. La blusa se le había pegado al cuerpo por el agua que habían salpicado, seguía teniendo la falda desabrochada y el pelo desordenado, evitó hacerle una foto para no volver a empezar una batalla, pero le hubiese encantado tener esa imagen para siempre. Alicia era consciente de la mirada de Fernando mientras fregaba, podía escuchar la forma de dar las caladas largas, a pesar de lo feliz que era se sentía algo cansada. Cuando terminó, se sentó sobre Fernando quitándole el cigarro para darle una calada.
-¿Has visto? Soy capaz de ordenar lo que mancho igual o mejor que tú…
-Nunca lo he dudado… Eres capaz de cualquier cosa que te propongas, eso lo sé hace mucho… -Alicia le miró emocionada- Pero una cosa es que seas capaz y otra que te guste hacerlo, o incluso que necesites hacerlo… Tú serías feliz recogiendo sólo lo que necesitas en el momento…
-Probablemente sí –sonrió dándose cuenta de lo bien que la conocía Fernando- pero tú estás conmigo, siempre pendiente… Y menos mal, porque Roberto no podría vivir en una casa que estuviese echa un desastre…
Fernando estaba fumando mientras acariciaba la piel de la cintura, era una de las ventajas de que no se hubiera molestado en vestirse bien, se echó a reír al notar el suspiro de Alicia cuando escuchó a Roberto, la siguió con la mirada mientras salía de la cocina. Se incorporó con movimientos lentos a la vez que dejaba la camisa en el cesto de la ropa sucia. Al coger al niño, le dio un dulce beso en la frente, entró a la habitación y se sentó con él en la mecedora. Fernando les miraba embobado, había momentos en los que pensaba que no podría pasarse así los días, no había otra cosa que quisiese hacer que contemplar a Alicia y Roberto.
-Fernando –hablaba en susurros, aunque Roberto tenía tanta hambre que esa vez no se desconcentró- he pensado que podríamos salir a dar un paseo, ha escampado y no parece que vaya a llover en toda la tarde. Hace días que no paseamos los tres…
Fernando barajó la idea del paseo, podían aprovechar y tomarse un café con su amiga, comprar algunas cosas que hacían falta para casa, y pasar por la farmacia por la leche para el biberón. Alicia ni siquiera se daba cuenta que se levantaba de madrugada para darle el biberón a Roberto, era un momento especial, el silencio absoluto, el viento golpeando suavemente las ventanas, su hijo, sobre todo su hijo entre sus brazos. Terminaban los dos dormidos antes de que terminase el biberón, por suerte el crujir de la mecedora impedía que se quedase profundamente dormido. Después de dejarle en la cuna se quedaba mirándole.
-Es cierto, la vuelta a la rutina nos ha dejado sin esos momentos… No se hable más, saldremos los tres, creo que es buen momento para que Roberto estrene el traje que le trajeron los reyes…
Alicia sonrió, quería disfrutar la tarde junto a su familia, el trabajo la llenaba pero la sensación de estar con ellos dos no podía compararse con nada. Cuando Roberto terminó de mamar, Alicia le dejó en brazos de Fernando para que le cambiase y fue a cambiarse ella. Fernando la vio salir de la habitación casi bailando, sin tocar el suelo; sonrió pensando en las semanas que había pasado frenando a Alicia. Cambió a Roberto despacio, inspiró su olor a colonia y polvos de talco, nunca podría explicar con palabras la sensación de tener a su hijo en brazos, de atenderle, ponerle contra su pecho… Cuando terminó, le acunó en sus brazos y le besó la frente, el miedo a fallarle le seguía invadiendo en momentos así, a solas con su hijo sólo podía pensar en estar siempre con él, en que no haría nada para dañar lo que tenían los tres juntos. Una vez que vistió a Roberto lo metió en el coche, el niño se dio cuenta que tocaba salir a la calle y llevaba los ojos abiertos como platos, Fernando miró el reloj pensando que era otra batalla perdida. Aprovechó para buscar el pendiente y colocar el salón Alicia era un pequeño terremoto y le encantaba que fuese así.
Alicia se dio una ducha rápida pero optó por no volver a lavarse el pelo, le costó domarlo pero quedó contenta con el resultado, sonrió mientras se miraba en el espejo terminándose de maquillar. Tenía muchas ganas de tomar el aire, de pasear por las calles de París, quería plantearle a Fernando hacer un picnic con los amigos para que el niño estuviera al aire libre. Salió de la habitación con el abrigo en la mano, abrazó por detrás a Fernando y le besó en el cuello.
-¿Están listos mis dos hombres?
-Roberto sí, yo debería cambiarme, tengo la camisa llena de lamparones de la comida…
Alicia se rio mientras cogía a Roberto y le veía entrar a la habitación, se dio cuenta que llevaba todo el día sonriendo. Fernando se duchó y arregló en tiempo récord, tardó más en recoger el baño y la habitación, de hecho se había tropezado con un zapato, una falda… Suspiró mientras se colocaba la chaqueta encima del jersey.
En unos minutos estaban ya en el portal, Fernando comprobó antes de salir, una vez más, que Roberto estaba abrigado, que no se había destapado. Sujetó la puerta mientras Alicia sacaba el coche, empezaron a pasear a ritmo lento, no tenían prisas por llegar a ningún sitio, sólo querían disfrutar de estar juntos. El niño iba manoteando en el aire, parecía que quería que le sacasen de aquel coche que no le dejaba ver nada de lo que le rodeaba.
-Mira, parece que quiere salir…
-Ya, pero hace frío Alicia, no podemos cogerle en brazos…
Alicia suspiró resignada, Fernando nunca le permitiría sacarle del coche con el frío que hacía. Con el vaivén del paseo, Roberto se fue quedando dormido, Fernando estaba atento a cualquier movimiento que le hiciese destaparse. Pasearon cerca del Sena, Fernando estaba preocupado por la humedad, pero intentó relajarse; a Alicia se le antojó entran a una pequeña tienda, le gustó mucho una boina del escaparate. Se había quedado pensativa pero el mismo Fernando le animó a entrar. Fernando se quedó fuera con el niño, comprobó que seguía tapado y encendió un cigarro. Alicia se entretuvo en la tienda, estaba indecisa porque dentro había otra boina que le gustaba, además de un pañuelo que no podía dejar de mirar. Se dijo que tendría que decidir, no podía comprar todo, siguió su primer impulso y decidió comprar la boina del escaparate. Su gesto comenzó a cambiar al ver a Fernando hablar con una desconocida, su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido, salió de la tienda con una sonrisa artificial, algo que Fernando captó inmediatamente. Arrugó la nariz mientras le cogía del brazo y veía cómo aquella mujer se despedía. Fernando sabía que soltaría algún comentario, la conocía demasiado bien…
-¿Quién era?
-Nadie –se armó de toda la paciencia de la que era capaz- al pasar de quedó mirando a Roberto y se paró para preguntarme por él, nada más… Se quedó encandilada con nuestro hijo.
-Que se quedó encandilada lo he visto, -no hablaba enfadada con él, pero sí molesta con aquella mujer- lo que ya no tengo tan claro es que fuese con Roberto…
Fernando se echó a reír mientras la atraía hacia él con un brazo y con la otra mano cogía el coche para reanudar el paseo.
-Alicia… Tienes que dejar de pensar que todas las mujeres que se me acerquen quieren algo conmigo… Ya no soy aquel jovencillo que conociste hace más de 10 años…
-¿Tú único argumento es la edad?
Sabía que Alicia no iba a conformarse, habló tranquilo, si él no le daba importancia esperaba que ella no se la diese.
-No, claro que no… Nunca he sido muy guapo…
Alicia se echó a reír, mientras se relajaba en sus brazos.
-Pues a mí siempre me pareciste guapísimo… Y estoy segura que a esa mujer también se lo has parecido, al igual que se lo pareces a Catherine –Fernando puso los ojos en blanco mientras la escuchaba tranquilo- ¿y qué me dices de aquella tal Mimí?
Fernando soltó una carcajada, nunca había vuelto a pensar en Mimí, sonrió tristemente recordando los tiempos en los que escondía lo que era y lo que sentía.
-Todo era pura fachada, todas esas a las que nombras nunca me conocieron de verdad… De hecho, probablemente sólo tú me has conocido de verdad…
-¿Ves? Esa labia que tienes es la que hace que todas te vayan detrás… -Fernando iba a interrumpirla, pero no le dejó- sé que me lo has dicho en serio… Pero, por favor, a la próxima que se te acerque encandilada con Roberto, le dices que si quiere saber algo del niño puede preguntárselo a su madre…
Fernando se echó a reír y la besó, hasta esa actitud algo celosa le gustaba de ella; no le gustaba el hecho de que fuese celosa, pero sí la manera de enfrentarlo. En otro momento hubiera aprovechado la ocasión para picarla, se conocían demasiado bien y sabía lo celosa que era Alicia; ahora no quería ni una mínima sombra en su relación pero no pudo evitar reír. Mientras la besaba se debatía en decirle que Catherine había cambiado de objetivo y su punto de mira era Pierre, que quien tendría que preocuparse sería Diane… Catherine seguía siendo demasiado empalagosa para su gusto pero una buena profesional, segundos después se había olvidado de Catherine, de Pierre y de la mujer que acababa de pasar.
En el camino de vuelta, se encontraron con Diane y Pierre, se habían conocido hacía un par de semanas en su casa. Pierre había ido a llevarle a Fernando información sobre un artículo en el que estaban trabajando juntos pero él había ido a esperar a Alicia al despacho. Cuando llegaron se encontraron a Pierre charlando animadamente con Diane y tomando una copa. Fernando sonrió irónicamente mientras Alicia se sentaba con ellos y se servía una copa; estuvieron unos minutos hablando de Roberto, hasta que Diane dijo que tenía que irse y Pierre se empeñó en acompañarla. Cuando cerraron la puerta, Fernando y Alicia se habían echado a reír.
Fernando saludó a Pierre con un apretón de brazos y varias miradas ante el sonrojo repentino de Pierre, Alicia permanecía charlando con Diane, Roberto estaba despierto mirándoles, ajeno a los pensamientos de cada uno de ellos. Se despidieron, Pierre y Diane siguieron su camino mientras ellos estaban giraros y les miraban.
-Vaya con Pierre, no pierde el tiempo…
-¡Qué gamberra eres! Déjale disfrutar…
-No, si yo no digo nada…
Se echaron a reír y siguieron caminando hacia casa, Alicia pensaba divertida que las dos veces que Pierre había conocido a alguien estando ella, las dos veces se había interesado… No cabía duda que era un romántico perdido. Fernando se frotó la nuca pensando si Diane era consciente de que Pierre se estaba enamorando de ella, a veces le parecía tan inocente que sentía cierta envidia, un apretón del brazo de Alicia le hizo regresar de esos pensamientos. Caminaban despacio, muy juntos, Alicia llevaba el coche mientras Fernando corregía la dirección del mismo; decidieron tomar un chocolate caliente en la cafetería antes de subir a casa. Antes de entrar en la cafetería se había dejado envolver por el abrazo de Fernando, le encantaba sentir el calor de su cuerpo, olerle con poco disimulo. La cafetería estaba completamente iluminada, producía un contraste con la calle dónde la luz de las farolas era más tenue, el oler a la última hornada de pan, la mantequilla, el café recién hecho y el tabaco producía una maravillosa sensación. Estaba prácticamente vacía, todavía era pronto y era un día de diario; se sentaron en la mesa de siempre y consiguieron que su amiga se sentase con ellos al ver a Roberto despierto. Le cogió en brazos y Alicia sintió una ternura inmensa, aquella mujer se había convertido en una figura maternal para ella y verla con su hijo en brazos la emocionaba. Mientras estuvieron allí, Alicia se fijó que Fernando, instintivamente, no soltaba el coche con una mano, podía estar tomando el café, fumando o gesticulando pero mantenía la mano firme en el coche. Se tomaron el chocolate y unos croissants mientras conversaban con ella, después de tantos meses, conocían de oídas a toda su familia, se preocupaban por sus problemas… Fernando disfrutó de la charla, los consejos y veía a una Alicia concentrada en cada palabra de su amiga, el miedo a que algún día se arrepintiese de tomar la decisión de irse con él se había desvanecido completamente pero verla feliz le importa mucho más que todo lo que él hubiera podido sentir. Sonrió pensando que, estuviese donde estuviese, al final siempre acababa haciendo amistad con los vecinos del barrio; su sonrisa se tensó al pensar que no, no siempre había sido así… Después del fusilamiento no lo había sido, no recordaba ninguna relación social salvo la que había tenido con Isabela… Por suerte, su hijo reclamo su atención al empezar a llorar, dejó a un lado los malos recuerdos para coger en brazos a Roberto. Se hacía tarde, Fernando pensó que con las prisas no había metido el biberón y la leche, podrían habérsele dado allí. Se despidieron de su amiga, cuando subió la capota del coche el llanto se agudizó, nadie podía decir que el niño no tuviera carácter, Alicia sujetó la puerta para que sacara el coche y le abrazó por la cintura, a buen ritmo fueron hasta su calle. Al entrar en casa, Fernando sacó a Roberto del coche, no paraba quieto, tenía hambre y no tenía intención de calmarse; puso la calefacción mientras Alicia dejaba el abrigo encima de una silla y preparaba el biberón. Fernando seguía con el abrigo en casa, posó a Roberto en la cuna un minuto para quitárselo, el niño empezó a llorar con toda la fuerza de la que era capaz.
-Eres un impaciente –le habló en un susurro a pesar de que casi ni se oía a sí mismo por el lloro de Roberto- exactamente igual que tu madre…
Terminó de quitarse el abrigo y le cogió inmediatamente, se acomodó en la mecedora y como pudo se remangó la camisa; Alicia entró con el biberón listo. Apenas le dio tiempo a comprobar la temperatura del biberón, les ponía nerviosos escuchar el llanto de Roberto, habitualmente eran pequeños reclamos pero esa noche tenía la cara surcada de lágrimas, mientras se tomaba con ansia el biberón, tomó un pañuelo de tela para limpiarle esas lágrimas.
-Le has cogido el gusto a darle el biberón… -Fernando le sonrió- y te despiertas antes que yo para dárselo por las noches…
Fernando se echó a reír mientras acomodaba en el regazo a su hijo. Alicia no le confesó que una de las noches lo encontró dormido, sentado en la cama, con el gesto de acunar a Roberto, éste estaba en la cuna dormido, y tuvo que ayudarle a tumbarse, disfrutó cómo siempre hacía viéndoles dormir a los dos.
-¿Creías que no me daría cuenta? –le acarició el pelo a Fernando- Gracias por querer que duerma toda la noche de un tirón. Aunque te aseguro que si me despiertas no pasará nada…
-¿Seguro? Haré la prueba esta noche…
Alicia sonrió pensando que seguramente se llevaría una pequeña regañina por despertarla pero al segundo estaría feliz de darle el biberón a su hijo. Se sentó en el brazo de la mecedora mirando a Roberto.
-Cada día está más grande…
-¡Lo dices como si ya corriese por el pasillo!
-Pues cuando nos queramos dar cuenta así será… -Fernando la miró divertido aunque también con ese punto de nostalgia que Alicia tenía- Mira cómo ha pasado el primer mes, ha sido visto y no visto…
-Pero Alicia, nosotros le veremos crecer, disfrutaremos con cada cosa nueva que haga, crecerá pero no nos perderemos ningún momento…
A los dos les producía vértigo cómo pasaban los días, ser conscientes que debían disfrutar lo máximo porque Roberto dejaría de ser un bebé antes de que se dieran cuenta. Precisamente por ese motivo pasaban todo el tiempo que podían con él, viendo como una hazaña cada nuevo gesto o pataleo. Alicia cogió la mano de su hijo y la besó, vio cómo se terminaba el biberón, Fernando dejó que le cogiese para echar el aire mientras iba a recoger las cosas que Alicia habría dejado en la cocina mientras preparaba el biberón. Cuando volvió a la habitación, Roberto ya estaba cambiado, y casi dormido, se quedó mirando cómo Alicia le dormía balanceándose en la mecedora mientras tarareaba una canción.
-Alicia, podríamos darnos un baño, ha sido un día agotador, ¿voy a prepararlo?
-Claro…
Fernando no pretendía insinuar nada, pero el tono de Alicia sí insinuaba, Fernando salió de la habitación riendo y pensando que con Alicia era imposible centrarse. Mientras llenaba la bañera tomó esas sales que le gustaban a Alicia y las vertió delicadamente, comprobó la temperatura. Cuando Roberto se durmió, le pidió a Fernando que llevase la cuna a la habitación de ellos y una vez allí posó al niño y le tapó. El baño ya estaba listo, Fernando sólo había encendido las dos bombillas del espejo, dejaron al niño cerca de la puerta para oírle, Alicia se desnudó despacio mientras Fernando la ayudaba. Alicia no recordaba nada del ligero miedo que había sentido en el sofá, estaba segura, desnudándose frente a Fernando; él empezó a quitarse la camisa y la camiseta, a Alicia le desesperaba la parsimonia de Fernando, que dejase la ropa colocada… Nunca antes se había fijado en el contraste de su ropa tirada en el suelo y la de Fernando perfectamente colocada. Fernando terminó de desnudarse, ayudó a Alicia a entrar en la bañera y entró él; se puso detrás de Alicia, haciendo que ella se apoyase sobre su pecho. El baño estaba totalmente empañado por la diferencia de temperatura, el contraste del agua caliente con la fría porcelana hizo que Fernando frunciera el ceño, Alicia lo tuvo más fácil al apoyarse en él. Podrían haber estado toda la noche con aquel juego de caricias, el agua caliente les relajó, Fernando empezó a acariciar el pelo de Alicia. Durante unos minutos jugó con la espuma y se relajó, hasta que sintió los besos de Fernando en el cuello y en la oreja. Por suerte la bañera era lo suficientemente grande para que pudieran estar los dos sin hacer raíces cuadradas. Alicia se decidió a besarle, no quería alargarlo más, sentir a Fernando con ella en la bañera era algo nuevo y le gustaba mucho.
Salieron de la bañera cuando el agua empezaba a enfriarse, Alicia sonreía relajada mientras Fernando la cubría con la toalla. La secó despacio, la cogió en brazos y la dejó en la cama mientras le pasaba el pijama que ella rechazó; se puso la ropa interior y abrió las sábanas, Fernando movió la cuna hacia el lado de Alicia. Después de actuar como un perfecto ayuda de cámara, Fernando recogió toda la ropa tirada, seleccionó de la suya la sucia y se puso las zapatillas, se metió en la cama imitando a Alicia. Se abrazaron, Alicia empezó a relatarle todo lo que había sentido, lo que él le había hecho sentir. Se quedó dormido, después de alcanzar a apagar la luz de la mesilla, con el sonido de su voz y el pelo húmedo contra su cara. Alicia pensó que era de las pocas veces que se dormía antes, le susurró “te amo Fernando”, respiró su olor y cerró los ojos.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!! |
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