Mediados de noviembre de 1962
Fernando se incorporó con cuidado, acarició el pelo de Alicia y decidió levantarse. Mientras se abrochaba la camisa del pijama miró el día a través de la ventana, podía notar la humedad metida en los huesos, por suerte los días de esconderse en cualquier cuchitril habían pasado. Alicia se estiró en la cama, una patada de una de las niñas la había despertado, se giró y abrió los ojos al notar que no estaba Fernando; movió la cabeza divertida al oír los ruidos de la cocina. Hacía un año que se habían casado, podían celebrar muchas fechas igual o más importantes, pronto su hijo cumpliría el primer año; pero el aniversario de su boda les hacía recordar las visitas que tuvieron ese día, cada detalle, los nervios mientras se preparaban, las miradas, la comida en el barco y, sobre todo, estar juntos, poder celebrar con sus amigos su nueva vida. Se incorporó para sentarse en la cama y subió la manta, el frío ya no daba tregua en París; se echó a reír al oír a Roberto llamar a su padre y a Fernando, inmediatamente, entrar a la habitación de su hijo. Sonrió al ver el primer libro editado que le había mandado la editorial, el mes siguiente saldría a la venta; tuvo que reconocer ante Fernando que eso sí le ponía nerviosa. Pasó las manos por la portada, recordó la emoción de Fernando al ver la primera página, se lo había dedicado a su padre, su marido, su hijo y sus hijas; volvió a dejarlo sobre la mesita y se levantó despacio. Se acarició el abdomen mientras planeaba qué le compraría a Fernando, sonrió al escuchar a Roberto reírse de tirar algo y a Fernando intentando ponerse serio sin lograr conseguirlo. Era curiosa la forma en la que se transformaba con su hijo. Fernando había dejado preparado el desayuno antes de ir a la habitación de su hijo; le cogió en brazos y empezó a hablarle del día que era, sonrió mientras Roberto llamaba a su madre. Entró en la habitación suspirando, en un par de horas debía estar en la redacción, llevaban unos días algo ocupados con entrevistas de cara a las elecciones, por suerte, él había podido hacer un reportaje sobre la opinión de la gente y no sobre los candidatos. Sonrió al ver a Alicia mirando por la ventana, sabía lo poco que le gustaban esos días grises y lluviosos, Roberto insistía en salir al patio pero no podía ser; la abrazó por detrás mientras el niño enredaba los dedos en el pelo.
-Buenos días petit Alice.
-Buenos días mi amor.
La besó en el cuello pensando en las sensaciones que había tenido al verla entrar al ayuntamiento un año antes; pero lo más importante era saber que había sido sólo un paso más hacia la vida que tenían ahora. Fernando notó una patada de los bebés que parecían llevar unos días intranquilas, Roberto siempre miraba con la boca abierta cuando sentía esos pequeños golpes e imitaba el gesto que le hacían ellos cuando se caía. Le resultaba increíble ver su evolución día a día, disfrutar de cada paso nuevo que daba. Alicia se giró para besarle lentamente y se echó a reír al oír a su hijo protestar, le dio los buenos días sonriendo y salió de la habitación preguntando por el desayuno. Al llegar a la cocina, se emocionó cuando vio una pequeña rosa blanca en la bandeja preparada para llevarla al salón; miró hacia el patio y vio el rosal que Fernando estaba mimando diariamente, apenas había tres rosas más, todavía eran pequeñas. Fernando entró en la cocina sonriendo, llevaba días mirando el rosal y deseando que floreciese; quedaban meses para poder tener todo un ramo de rosas, pero ese día se conformaba con dejar una en la bandeja. Arrastró a Alicia hacia el salón, la ayudó a sentarse y dejó a Roberto en la trona dándole una galleta; besó a Alicia en el pelo antes de ir a por la bandeja. Antes de regresar al salón, miró en el armario, esperaba que Alicia no lo encontrase antes de esa noche; habían planeado salir a cenar, él se encargó de planearlo sin decirle dónde irían. Sonrió pensando que ni Alicia ni él habían pensado dejar a Roberto en casa con Diane, su hijo tenía que celebrar con ellos ese primer aniversario. Esperaba que ese día Antoine no le entretuviese mucho, tenían una reunión de toda la plantilla, después debía escribir un artículo antes de volver a casa y llevarse documentación para escribir en casa y llamar para dictarlo antes de salir a cenar. Sabía que Alicia se había tomado el día completamente libre; llevaba unos días pasando toda la mañana en el despacho con Liberto, revisaban antiguos casos para que viese la defensa o la sentencia, incluso habían ayudado a Grace con uno de los nuevos casos. Pero ese día, Alicia quería ir a la peluquería y de compras; Fernando había torcido el gesto pensando en las horas que pasaría fuera de casa sola, por suerte, Roberto se quedaría con Diane. Posó la bandeja delante de Alicia y la besó el cuello recordándole que tenían una cena, ella se echó a reír y cogió un brioche. Se sentó en frente y le dio el biberón a Roberto, se empeñaba en tomarlo él solo aunque Fernando solía estar pendiente. Suspiró pensando en la mañana que tenía por delante, no sabía si podría llegar a comer a casa.
-Fernando, porque no comamos juntos un día no pasa nada, además, si queremos pasar la tarde juntos, será mejor que no te escabullas tan pronto ¿No?
La miró sonriendo, si por él fuese, no iría a trabajar ese día, bueno, ni ese día ni ninguno; le encantaría estar todo el tiempo con Alicia y Roberto, se mordió el labio imaginando la cara de Alicia si compartía con ella ese pensamiento. Cuando Roberto posó el biberón, dejó el plato con la manzana troceada en la trona, Roberto solía desayunar tranquilo, sólo cuando terminaba de comer empezaba a hablar con ellos. Desayunaron mientras recordaban algunos momentos del día de su boda, Alicia sonrió cuando Fernando recordó lo que sintió al ver a Daniel en la puerta o al verla llegar al ayuntamiento; si cerraban los ojos, podían verse allí. Roberto les sacó de sus recuerdos y sonrieron pensando que hacía un año esperaban su llegada con impaciencia; Fernando se levantó y le dio el coche, se había convertido en su juguete preferido. Se sentó junto a Alicia y sonrió al ver el plato de brioches prácticamente vacío, sabía lo que le molestaba a ella engordar tanto pero también lo feliz que se sentía esperando a las niñas. Hacía unos días habían hablado de los nombres pero, finalmente, tuvieron que dejarlo para otro momento porque Roberto se había empeñado en que jugasen con él. Alicia le acarició el pelo sonriendo mientras miraba a su hijo; sabía que Fernando había comprado algo y lo escondía en la cocina, ella lo compraría esa mañana.
-Deberías ducharte ya o llegarás tarde a la redacción…
-Sí, ya, -la miró sonriendo- lo que quieres es que me vaya para ponerte a rebuscar.
-Para tu información –se levantó despacio y se sentó sobre él con cuidado- ya sé dónde escondes lo que sea que has comprado… Tranquilo, no pienso abrirlo hasta que me lo des…
Fernando se echó a reír pero Alicia le interrumpió empezando a besarle, se rindió a aquel beso sin pensar en el trabajo o la hora, fue Roberto quien les devolvió a la realidad, llamó a su madre mientras pedía que le dejase en el suelo. Alicia sonrió mirándole, se levantó despacio y cogió a Roberto para dejarle sobre la manta, cada día le costaba más mantenerle en brazos; Fernando se levantó a recoger la mesa pero Alicia se adelantó diciéndole que tenía que ducharse. La besó antes de ir al baño, estiró el cuello mientras abría el grifo, no pudo evitar recordar la conversación que había tenido con Pierre cuando se enteró de la detención de Julián Grimau.
Unos días antes
Fernando estaba concentrado escribiendo cuando Pierre entró al despacho saludándole, le miró con media sonrisa, sabía que había algo que quería contarle, le ofreció un cigarro y dejó a un lado la máquina de escribir. Pierre posó un par de hojas sobre la mesa, era una información que llegaba desde España, lo cogió mirándole, Pierre parecía inquieto; al leer que habían detenido a Julián Grimau suspiró pero, cuando leyó que había rumores de que le habían delatado, apretó los dientes y los puños. Pierre sirvió una copa pero él la rechazó; movió la cabeza porque estaba seguro que nunca se sabría la verdad, aunque no le había sorprendido que hubiese esos rumores, hacía mucho que algo así no le sorprendía…
Pierre le miró preocupado, no sabía si aquel hombre detenido era importante para su amigo o sólo le había hecho recordar algo de su propia vida; Fernando dio una calada y le contó las traiciones de Valeriano e Isabela. Pierre le escuchaba sin intervenir, Fernando pocas veces daba detalles de su vida antes de volver a Francia, sabía la historia de su fusilamiento además de la historia de Andrea y el atentado contra Franco; pero lo que estaba contando era nuevo para él. Se sorprendió al conocer algunos detalles, Valeriano había entregado a camaradas sin importancia para salvarse él, pero lo que más le impresionó fue lo que hizo Isabela.
-¿Por eso dejaste el Partido?
-Bueno… Fueron muchas cosas, llevaban años apartándome, pero yo sólo tenía mi compromiso político, quería ayudar a crear un mundo mejor… -Pierre se culpó por haberle hecho recordar tantas cosas, Fernando hablaba tranquilo- Las traiciones hicieron que me diese cuenta que ya no quedaba nada, la lealtad, el compromiso… Todo eso había quedado trasnochado, no importaba más que salvarse a uno mismo… Mi compromiso era real y hasta las últimas consecuencias, me fusilaron por mi compromiso, por luchar por la libertad y la justicia. Siempre estuve dispuesto a todo, sin reservas, y no me arrepiento de ello… Pero al reencontrarme con Alicia, volver a vivir nuestra historia, estar con ella y olvidarme de todo, saber que iba a ser padre… Mi compromiso ahora es mi familia, nunca haría nada que pueda alejarme de ellos; me encantaría que llegase el momento en que España sea libre, volver a mi país; y siempre que pueda intentaré hacer algo por ello, pero mi compromiso… Ese compromiso sin reservas, es con mi familia.
Pierre sonrió, a pesar de todo lo que había conocido del pasado de su amigo, notaba en su voz que eso había quedado muy atrás, tenía una familia y una vida; estaba seguro que Fernando sería capaz de dar su vida por su familia, el mismo compromiso que le llevó a querer una vida mejor para los demás, ahora lo tenía con su familia. Fernando suspiró y siguió leyendo, estaba seguro que le iban a fusilar, la información hablaba de que se había tirado por la ventana causándose graves lesiones, apretó los puños recordando a su amigo Roberto, estaba seguro que Grimau no había saltado, le habían torturado, sólo en ese momento se cuestionó a sí mismo si lo que le habían dicho a Natalia era verdad, si Roberto de verdad se tiró por la ventana. Tragó saliva intentando centrarse en el presente, apagó el cigarro y comentó con Pierre la idea de escribir algo para la revista sobre ese tema. Un par de horas después, le presentó a Antoine un reportaje sobre el tema, todavía no se sabía casi nada del proceso o la detención, pero Fernando lo escribió muy seguro; Antoine sonrió y le dio el visto bueno. Cuando llegó a casa y se lo contó a Alicia, ella le miró admirándole y enseguida propuso una campaña de apoyo; habían encontrado una forma de empezar a ayudar de manera independiente y sin que pudiese haber consecuencias.
Volvió al presente al oír a Alicia soltar un taco mientras fregaba, se echó a reír y salió de la ducha pensando en las ganas que tenía de volver a casa y celebrar ese primer aniversario que sólo era el principio. Había logrado tener una familia, nunca podría dejar de pensar en lo afortunado que era a pesar de todo lo que había vivido. Alicia se había quedado mirando la puerta por la que se había ido Fernando, el tema de Grimau le producía una tristeza infinita, también sentía removida una parte de su vida muy lejana. Cada noticia o portada parecía transportarla al salón de la casa de Álvaro, a aquellos días tan duros y difíciles. Fernando le había contado su conversación con Pierre, ella no solía nombrar habitualmente a Valeriano o Isabela, también se habían quedado en otra vida. Muchas veces le pareció verla por la calle pero, aunque fuera ella, no creía que tuvieran nada que decirse. La risa de Roberto sacó a su madre de ese ensimismamiento y se reprendió pues ese día representaba mucho para ella. Dejó al niño en la manta y fue a la cocina recogiendo todo, tenía ganas de salir de casa, quería cambiarse el peinado aunque no sabía cómo; además, le apetecía comprar algo de ropa, para ella y para sus hijas, pensó que, además, podría aprovechar para comprar ropa de invierno para Roberto. Al terminar de fregar, se secó las manos y fue hacia el salón, se sentó en el sofá mientras su hijo cogía una de las piezas de aquella caja y se acercaba a dársela. Fernando se vistió despacio mirando el reloj, si no se daba prisa, llegaría tarde; Antoine le había propuesto que llevase él toda la información sobre el proceso de Grimau. Todavía no habían llegado datos nuevos, se había puesto en contacto con su abogado pero lo poco que pudo decirle es que había sufrido torturas. Al entrar al salón y ver a Alicia sentada mientras Roberto le daba piezas de su juego, tuvo muchas ganas de llamar a Antoine y decirle que no iría; Alicia adivinó sus pensamientos y se echó a reír.
-Fernando, tienes que ir; además, yo hoy estaré toda la mañana ocupada…
-Ya… -se acercó a ella agachándose y la miró preocupado- Alicia, coge un taxi en cuanto te canses un poco, de verdad, hoy no hace día para pasear…
-Fernando, por favor, que ya soy mayorcita para que me des esos consejos.
Le miró divertida intentando aligerar esa mirada de preocupación, Fernando sonrió besándola y bromeó sobre lo mucho que le apetecía quedarse a jugar con Roberto mientras ella salía a la peluquería y de compras, se incorporó para ponerse el abrigo.
-Y si hoy no hace día para pasear, ¿se puede saber qué vamos a hacer esta noche?
-Ya me extrañaba que no te impacientases…
Alicia torció el gesto y se echó a reír, se levantó despacio mientras veía cómo Fernando terminaba de arreglarse, le besó suavemente recordándole que esa noche tenían una cita, Fernando la abrazó y se agachó al notar cómo su hijo se acercaba a él. Sonrió cuando Roberto le tendió una de las piezas del juego, suspiró volviendo a pensar lo que le gustaría quedarse esa mañana en casa.
-Gracias Roberto, -se agachó y le besó la frente- pero ahora me tengo que ir, te prometo que en cuanto vuelva jugamos juntos ¿de acuerdo?
-Untos papá juar.
Se ató la chaqueta con pereza, sintió las manos de Roberto en su pierna que parecía pedirle que no se fuera, tuvo que volver a despedirse de él. Volvió a besarle sonriendo mientras Alicia movía la cabeza pensando en lo exagerado que estaba siendo; la besó suavemente y salió de casa inquieto por volver cuando antes. Alicia consoló a un Roberto que no le había sentado bien que su padre se fuera, pasó la mano por su rebelde pelo intentando explicarle que tenía que trabajar. Su hijo dejó de gimotear pero no parecía nada convencido, se levantó del sofá mientras decía en voz alta que a quién había salido. Decidió esperar a que llegase Diane para ducharse, no se atrevía a dejar solo a Roberto, se sentó torpemente junto a él en la manta y se echó a reír pensando lo que hubiese dicho Fernando de haberla visto. Su hijo la recibió con una sonrisa aunque sin dejar de llamar a su padre, unos minutos después, estaban los dos jugando con las piezas. Fernando caminó despacio, las calles estaban abarrotadas y llovía, se había olvidado del paraguas pero no volvió a por él; no estaba seguro de volver a salir si regresaba a casa. Sonrió pensando en la cena de esa noche, mientras lo planeaba, había recordado el día que Delmas comió callos en el antiguo Asturiano y la galantería que se traía con Alicia, no había podido evitar recordar su comparación del Asturiano con Chez Maxim’s, se había reído al recordar que Delmas aseguró que el Asturiano lo superaba porque Alicia estaba allí.
Había desechado esa idea inmediatamente, ese restaurante tan presuntuoso no iba con ellos, pero le pareció gracioso recordarlo después de tanto tiempo y pensó qué diría Alicia si la hubiese llevado allí sólo por ese recuerdo. Apretó el paso al mirar el reloj, llegaba tarde y tenía una reunión; cuando entró, Antoine le miró moviendo la cabeza, se quitó el abrigo y fue directo al despacho, se quedó de pie al final de la sala, esperaba no tener que intervenir mucho en aquella reunión. Alicia recibió a Diane con la mejor de sus sonrisas, se echó a reír cuando ella insistió en quedarse con Roberto para que ellos pudiesen cenar solos; les dejó en el salón mientras iba a ducharse. Se estiró acariciándose la tripa, cada día se notaba más torpe, todavía no había cumplido los seis meses de embarazo pero sentía que le costaba moverse; se tomó su tiempo para ducharse recordando cada detalle del día de su boda. Nunca la importaron los convencionalismos ni sentir que estaba casada para formalizar su relación; pero su boda, la boda que ella siempre quiso, le dio la oportunidad de borrar del recuerdo la boda que en el pasado sirvió para escapar de la tutela de su tío. Su boda con Fernando la había elegido, eso era lo importante, no tenía que ver con ser la mujer de o no serlo; un año antes había sido feliz casándose con Fernando. Sonrió recordando las sensaciones de ese día, se echó a reír pensando que hasta el tiempo había dado tregua, hizo frío pero lució el sol todo el día, al contrario que en ese momento. Estaba intrigada por lo que hubiese preparado Fernando, si hiciese mejor tiempo, estaba segura que hubiese alquilado un pequeño barco para que cenaran esa noche; pero con lo cuidadoso que era Fernando, no se imaginaba que quisiese cenar en un barco, estaría toda la noche pendiente de si Roberto y ella tenían frío, estaban bien abrigados o querían volver a casa. Se vistió despacio mientras escuchaba cómo Diane intentaba que Roberto se sentase a jugar un rato; sonrió al oír un grito de su hijo, no podían negar que era hijo de ellos, ya demostraba un fuerte carácter e independencia. Deambuló por la habitación intentando encontrar los zapatos, se echó a reír pensando la cara de ironía de Fernando si la viese en ese momento, a la vez las risas de Roberto inundaban la casa. Cuando los hubo encontrado se sentó en la silla para ponérselos. Se miró en el espejo y arrugó la nariz porque seguía sin saber qué hacerse en el pelo, llevaba unos meses sin cortárselo y le había crecido un poco; salió despacio a tiempo de ver cómo Roberto echaba una pequeña carrera para hacer correr al coche. Roberto la vio y fue corriendo hacia ella, le abrazo agachándose un poco aunque la tripa no le dejaba hacerlo del todo. Estuvo unos minutos hablando con Diane, Pierre y ella estaban planeando unas vacaciones para la semana siguiente, Alicia se había emocionado cuando supo que no querían irse después de que naciesen las niñas. Se despidió de Roberto mientras se ponía el abrigo, Roberto alzó los brazos hacia ella, Alicia se mordió el labio.
-¡Mamá! ¡Calle!
Suspiró pensando que no podía llevársele, le abrazó intentando tranquilizarle, Diane le quitó importancia y empezó a darle piezas diciéndole que las colocase. Alicia sonrió al ver a su hijo poner toda su atención en aquella caja de juegos; le besó suavemente y se despidió de su amiga dándole las gracias por todo. Al cerrar la puerta oyó cómo su hijo la llamaba, movió la cabeza emocionada pero caminó hacia la calle, saludó al portero mientras abría el paraguas, hacia un día frío y lluvioso, pero se sentía bien. Se encontró con su vecina y su pequeña hija, esa niña era un encanto y estaba segura que dentro de unos años sus hijos y ella serían buenos amigos; su vecina le preguntó por el embarazo, estuvo un momento hablando con ella y se despidió recordándole que tendrían que volver a merendar juntas y así los niños podrían jugar. En pocos minutos llegó a la peluquería, se sentó a esperar que la atendiesen, rechazó las revistas que le ofrecieron y sacó del bolso el libro que estaba leyendo, en cuanto lo abrió, se olvidó de todo y se le pasó la espera como si fuese un suspiro.
Pierre dio un codazo a Fernando para que se centrase en la reunión, Fernando le miró y encendió un cigarro después de mirar el reloj, quería dejar el trabajo hecho cuando antes y volver a casa. Suspiró al saber que Antoine había hecho esa reunión para decirles que el domingo tendrían que trabajar, era la primera vuelta de las elecciones y debían cubrirlo para publicarlo al día siguiente. Se rascó el pelo valorando si podría librarse de ir a trabajar el domingo, al fin y al cabo, no trabajaban en un periódico, sino en una revista semanal. Se giró cuando la secretaria le informó que tenía una llamada desde España, oírlo le sobresaltó pero enseguida recordó que el abogado de Grimau había quedado en llamarle en cuanto hubiese novedades. Se disculpó con su jefe, Antoine le miró sonriendo porque sabía que estaba deseando salir de allí; se sentó mientras respondía a la llamada. Atendió la llamada sin poder intentar imaginar todas las que había realizado Mario para intentar librarle de la muerte, el tema de Grimau le hacía revivir muchos recuerdos y, aun dándose cuenta de lo diferente que era desde que compartía su vida con Alicia, no podía evitar tomárselo de una forma personal. Tragó saliva cuando supo la razón de la llamada; aunque todavía no había trascendido, Grimau sería condenado por su actividad en la guerra y no por su militancia clandestina. Si cuando supo la detención tuvo claro que sería condenado a muerte, en ese momento lo confirmó; preguntó al abogado pero no pudo decirle mucho más, sólo le dio el contacto de unos juristas que estaban empezando una campaña internacional de apoyo. Al colgar suspiró, tenía una mala sensación con respecto a este caso y no solían fallarle, miró el papel donde había apuntado el teléfono y el contacto, sabía todo lo que Alicia sentía ante una campaña internacional; cerró los ojos y se frotó la frente pensando si debía decírselo. Suspiró guardando el papel en la cartera, si había aceptado ese contacto era pensando en Alicia, él no era jurista, no podría ayudar en ese sentido, sabía que su mujer sí lo haría. Antes de volver al despacho de su jefe, cogió el teléfono para llamar a casa; Diane contestó al primer timbre, Fernando movió la cabeza pensando en la mañana de compras de su mujer, saludó a Roberto por teléfono y se echó a reír cuando su hijo empezó su particular charla, sólo podía entenderle cuando le llamaba a él o a Alicia. Colgó con más ganas de las que ya tenía antes de volver a casa; cuando entró en el despacho de su jefe, la reunión ya había terminado, se sentó en frente de él sin atreverse a hablar, Antoine sabía lo que pretendía decirle.
-Fernando, el domingo es imposible que puedas quedarte en casa; pero puedes trabajar desde casa el resto de la semana.
Fernando se echó a reír, le miró sonriendo y se rascó el pelo, Antoine sabía cómo hacerle aceptar algo que no quería, no podía decir nada ante la oferta de su jefe. Cuando le contó las novedades sobre Grimau, Antoine le pidió que escribiese un editorial sobre ello; Fernando le miró sorprendido pero sonrió, le estaba dando carta blanca para expresar su opinión. Salió del despacho con prisa y se sentó a escribir; tenía un artículo pendiente además del editorial, primero se centró en el artículo para tomarse su tiempo con el editorial.
Alicia se estiró al levantarse después de pasar casi una hora sentada, las niñas habían estado inquietas en todo momento, parecía que no se fiaban de aquella peluquera. Se miró en el espejo y sonrió, no se lo había cortado mucho pero había cambiado el tipo de corte; no se lo había dejado tan redondo como ella lo tenía, además, le había ondulado el pelo. Sonrió satisfecha, hacía mucho que quería cambiar el peinado pero nunca se decidía; salió de allí con ganas de entrar a alguna tienda. Suspiró aliviada al comprobar que en ese momento no llovía; caminó despacio hasta que llegó a una de sus tiendas preferidas. No tardó nada en encontrar un vestido que le gustase, torció el gesto al pensar que sólo podría ponérselo esos meses, decidió probárselo en casa, la dependienta fue muy amable y estuvo unos minutos hablando con ella. Visitó varias tiendas de niños, en una de ellas encontró una traje para Roberto con el que estaría bien abrigado, sonrió pensando en lo que había crecido su hijo, pronto cumpliría un año y se les había pasado volando. Paseó por la tienda buscando algo para sus hijas, nada le convencía, justo cuando iba a salir se fijó en una estantería del fondo, había un vestido precioso, esperaba que tuviesen otro igual. Después de preguntar y conseguir los dos vestidos iguales, pagó la ropa para sus hijos sonriendo; unos años antes nunca se imaginó que podría estar comprando ropa para bebés, para sus propios hijos. Sólo le quedaba el regalo para Fernando, miró el reloj, y se mordió el labio al mirar las bolsas, no pesaban pero abultaban mucho, sonrió pensando que Fernando le diría que cogiese un taxi en ese momento. Salió de la tienda pensando qué regalarle a su marido, pensó en un perfume pero no sabía si a él le gustaría cambiar el suyo, además, a ella le gustaba su olor y no quería cambiarlo. Entró a una perfumería sin estar del todo segura, probó alguno pero no le gustaban demasiado; cuando iba a salir, un dependiente se acercó a ella, le pareció tan amable que decidió contarle qué estaba buscando. Alicia se sentó en una silla mientras el dependiente le hacía preguntas para buscar un buen perfume que le gustase; después de probar tres más, el dependiente sacó uno que le gustó, era muy parecido al que usaba Fernando pero tenía un toque que no sabía reconocer y que le gustaba, esperaba que a él también le gustase. Entró en una tienda de regalos al ver el escaparate, pensó en comprarle un mechero, sonrió pensando en la de veces que jugaba con el mechero cuando se ponía nervioso, estaba preocupado o no sabía qué decir. Tardó en elegir uno pensando en los gustos de Fernando y no en los de ella; cogió el que le había gustado, pudo imaginarse a Fernando abriendo el regalo. Lo pagó mientras pensaba en coger un taxi, no quería cansarse, quería disfrutar la cena de esa noche como había disfrutado el día de su boda. Aunque había estado a punto de volver a casa ante las llamadas de Roberto, tenía que admitir la sensación tan maravillosa que era pasear por París, entrar en las tiendas, aunque todo le recordase a su familia o a sus amigos, esa ciudad siempre había significado la felicidad y la libertad para ella. En una de las tiendas había tenido que tomar asiento, últimamente los pies se le hinchaban y había hecho muchos excesos ese día. El trayecto en taxi fue tranquilo, conversó con el taxista, sonrió porque todo el mundo le preguntaba cuándo daría a luz pensando que ya le quedaba poco, cuando llegó a su calle, le indicó seguir conduciendo hasta que llegó a su cafetería. Su amiga siempre la atendía con el mayor de los cariños, aprovechó para tomar un chocolate caliente mientras le preparaba la tarta para llevar y los bombones. Respiró hondo feliz después de la mañana de compras, hacía mucho que no se tomaba toda una mañana para ella; sonrió al notar una suave patada de una de las niñas, ellas también habían estado de compras. Se despidió de su amiga prometiéndola que irían los tres al día siguiente, tenía muchas ganas de ver a Roberto; sonrió cuando el portero la abrió sin esperar a que buscase las llaves, realmente llegaba muy cargada aunque no pesaba nada. Abrió la puerta y se emocionó al ver a Roberto ya esperándola, dejó torpemente las bolsas sobre la mesa mientras su hijo se agarraba a sus piernas. Agradeció la temperatura de casa además del cariño de su hijo, le cogió con cuidado y le abrazó casi como si hiciese días que no le veía; Diane les miró pensando lo exagerados que eran los dos, tanto la madre como el hijo. Alicia la miró algo avergonzada sabiendo lo que estaba pensando y la invitó a comer con ella; ya era tarde y pensó que Fernando no habría podido escaparse para comer en casa. Miró a su amiga pensando que era imposible poder transcribir con palabras aquellos momentos.
Fernando miró cabreado a la secretaria cuando volvió a interrumpirle, había tenido que atender a un par de publicistas porque Antoine había salido; por suerte aquella interrupción sólo era para informarle que se iba a comer y no podría pasarle llamadas. Le dio las gracias mirando el reloj, tenía que escribir el editorial y quería hacerlo bien aunque estaba deseando salir de trabajar. Cogió la pluma dejando a un lado la máquina de escribir, siempre lo hacía cuando lo que escribía era importante.
En guerra más de 20 años después
La noticia de la detención de un miembro del Partido Comunista en España no puede sorprender a nadie; el régimen español se caracteriza por perseguir a todo aquel que difunda ideas contrarias a las oficiales. Julián Grimau, un importante dirigente del PCE, ha sido detenido hace unos días en Madrid; desde entonces, la prensa internacional no ha dejado de señalar las torturas que ha sufrido y está sufriendo en este momento.
Desde hace más de 20 años, cualquier persona que no sea de la ideología franquista está expuesta a detenciones, torturas, muerte, exilio… Ésa es la realidad que se vive en el país vecino; a pocos kilómetros de Francia, pensar distinto es un delito duramente perseguido y castigado. Miles de personas pueden confirmar lo que han vivido en España desde que en 1936 una parte del ejército se sublevara contra el gobierno legítimo de la República. Desde la democracia francesa puede parecer casi irreal, algo que no puede pasar tan cerca de Francia; pero es así, si se piensa distinto no se puede levantar la voz sin que haya represalias.
Franco y su régimen se empeñan, año tras año, en celebrar el final de una guerra que ganaron con el apoyo de los fascistas; esa celebración, que intentan vender como celebración de los años de paz, lo único que celebra es la imposición de unas ideas arrasando a todo aquel que no piense igual. Con la detención de Grimau y su acusación queda todavía más claro que no celebran años de paz, sino de venganza. Pocos podrán imaginar que el delito del que se le acusa es de su implicación en la guerra civil española, una guerra que comenzó hace 26 años. Julián Grimau, detenido el 7 de noviembre de 1962, será juzgado por ser policía republicano en 1936; quizás esta acusación sea para que no tenga la más mínima posibilidad de librarse de la pena de muerte.
Sí, en España se sigue matando conforme a la ley, lo que previsiblemente harán con este comunista español será totalmente legal; él, que cumplió su labor como policía de la legalidad de la república, será condenado legalmente por un régimen totalitario. Paradoja o no, desde la comunidad internacional se debería condenar este hecho; Franco y su régimen están aceptados por muchos organismos que se dicen contrarios a una dictadura. Muy bien, ahora es el momento de demostrarlo, que este nuevo asesinato de los fascistas que ocuparon el poder en España no quede sin consecuencia.
Cerró la pluma moviendo el cuello, no se paró a releerlo, había escrito lo que le había salido, lo que necesitaba decir; sonrió porque nunca hubiese firmado ese texto sin poner su apellido real, por suerte, era un editorial. Lo dejó en la mesa de Antoine, volvería a media tarde pero él no pensaba esperarle, le dejó una nota y se fue al despacho a por el abrigo. Había terminado de escribir sintiéndose liberado, miró la agenda para el resto de la semana y decidió regresar a casa. Miró el reloj pensando que seguramente Alicia ya habría comido, mientras bajaba las escaleras terminó de abrocharse y cerró el maletín esperando encontrar un momento esa tarde para poder escribir el artículo que le quedaba. Aquella mañana le había costado separarse de su hijo. Decidió pasar por la juguetería y comprarle algo, de paso terminó comprando algo para sus hijas. Se quedó parado antes de abrir la puerta, podía oír a Alicia canturrear mientras Roberto se empeñaba en que le contestase a algo que no podía entender, sonrió pensando que todo tenía sentido si al llegar a casa estaba con ellos. Entró despacio y miró a Alicia al ver las bolsas de las compras en la mesa, estaba seguro que ni siquiera había guardado el regalo que le había comprado. Al ver el nuevo peinado de Alicia sonrió, podría decir que estaba más guapa que nunca, pero eso nunca se cumplía porque cada día se lo parecía. Recibió a Roberto, que había ido directo hacia él, con una sonrisa mientras posaba sus propias bolsas al lado de las de Alicia.
-¡Hola Roberto! –le cogió en brazos y le besó pero el niño enseguida empezó a protestar para que le dejase en el suelo y jugase con él- Ahora jugamos, -le dejó en el suelo y se acercó a Alicia- Estás preciosa –Alicia sonrió pero esperaba algo más- ¿estás muy cansada?
-Fernando… Estoy bien, perfectamente, –le besó intensamente y se separó al oír a su hijo- ¿has comido?
-No… Ha sido una mañana complicada, pero bueno, ahora pico algo…
-De eso nada, tienes que comer en condiciones.
-¡A sus órdenes! –la abrazó cerrando los ojos y le acarició la tripa- En realidad, sólo necesitaba esto. Por cierto, me encanta como te queda el pelo, siempre me ha encantado como te queda.
Alicia recordó su mirada en el piso franco al verla con el corte de pelo pero también un comentario en su casa en Madrid, sonrió y volvió a besarle.
Fernando sonrió al notar las manos de su hijo y le cogió en brazos, miró hacia las bolsas pero Roberto tenía que dormir la siesta, después le daría el nuevo juguete. Para Fernando aquel día no era menos especial que cualquier otro desde que Alicia aceptó salir del país con él, sin embargo, había algo en el ambiente diferente. La felicidad de su mujer, las risas de su hijo y esa sensación de complicidad que siempre fluía entre ellos. Estuvo a punto de darle un masaje a Alicia, estaba seguro que le dolían los pies más de lo que nunca admitiría, pero al ver la mirada de Alicia tuvo que ir a la cocina para preparar una bandeja y comer. Roberto se sentó en el sofá junto a su madre, poco a poco se fue quedando dormido mientras Fernando, ya sentado a la mesa, ponía al día a Alicia sobre las novedades, ella ya había esperado que el domingo tuviese que trabajar, era lógico por mucho que a Fernando no le gustase. Apartó la mirada para centrarse en el plato, no quería contarle lo de Grimau en ese momento, le preguntó por las compras pero Alicia sabía que pasaba algo, le vio jugar con la cuchara mientras ella contestaba. Le dejó su espacio, sabía que lo compartiría con ella pronto, siempre lo hacía; le contó todo lo que había comprado para ella y sus hijos omitiendo sus regalos. Se levantó despacio para recoger las bolsas, Fernando la miró diciendo que en cuanto comiese lo recogería él pero ella se negó, tenía que guardar su regalo; la miró sonriendo y dejó que llevase las bolsas a la habitación. Sacó de la cartera el papel con el contacto que le había dado el abogado; pensó que podría esperar al día siguiente para decírselo, precisamente ese día no quería que pensasen en otra cosa que no fuese disfrutar de la tarde y la cena fuera. Pero sabía que, si no se lo contaba, no dejaría de darle vueltas en lo que quedaba de día; compartir sus preocupaciones con Alicia siempre le hacía sentirse bien, además, estaba seguro que ella querría saberlo. Antes de tomar el postre, se levantó a dejar a su hijo en la cuna, le vio moverse después de arroparle y no pudo más que sonreír, pensó que había crecido muy deprisa. Alicia guardó en el cajón de su mesilla los regalos para Fernando, tenía muchas ganas de salir a cenar; guardó en el armario el vestido y cogió el traje de Roberto y los vestidos de las niñas para enseñárselos a Fernando. Al entrar al salón, Fernando estaba disfrutando de un trozo de tarta, dejó en la butaca la ropa de sus hijos y se acercó a él para quitarle una cucharada; Fernando se echó a reír al ver la comisura de sus labios manchada de chocolate. La besó despacio mientras empezaba a acariciarla, no había pretendido que el beso fuese tan pasional como estaba empezando a ser, se separó despacio pero Alicia le cogió de la mano sonriendo; fueron hacia el sofá sin dejar de besarse. Alicia se olvidó del postre, le hubiera gustado saborear la tarta pero la pasión entre los dos siempre hacía que desapareciese todo. Fernando se separó y miró el sofá, por cómodo que fuese, Alicia estaría mejor en la cama; ella sonrió y se dirigió a la habitación mientras volvía a besarle. Hizo que Alicia se acomodase en la cama mientras empezaba a desnudarla, ver la sonrisa y la mirada de su mujer le hacía olvidarse de todo. Alicia se incorporó levemente para volver a besarle, le desabrochó la camisa sin dejar de besarle, Fernando sonrió olvidándose de todas las preocupaciones de aquella mañana.
Alicia se echó a reír mientras Fernando intentaba arroparla, sonrió cuando notó cómo deshacía uno de los mechones ondulados que le había dejado la peluquera; estuvo tentada de sacar los regalos de la mesilla y dárselos, pero le besó decidiendo que esperaría a la cena, como seguramente haría él. Fernando miró la hora en el despertador pensando en el día de su boda; habían pasado toda la tarde en el barco bailando y riendo con sus amigos.
-Nunca me imaginé que acabaría casándome o celebrando aniversarios de boda… -acarició el pelo de Alicia mientras sonreía- Y sin embargo, no puedo ser más feliz; recuerdo muy bien ese día, todas las sensaciones… -Alicia le escuchó en silencio, le gustaba cuando era él quien pensaba en alto- Al verte aparecer en el ayuntamiento fue como si desapareciese el resto del mundo, aunque siempre me ha pasado cuando estoy contigo.
La besó despacio y se separó siendo consciente que antes o después compartiría con ella las preocupaciones de esa mañana; se incorporó para quedar sentada mirándole fijamente, había notado el cambio de estar hablando del día de su boda a esa mirada casi perdida. Fernando sonrió abrazándola, tampoco se había imaginado nunca que llegaría a ser tan transparente para alguien.
-Esta mañana llamó el abogado de Grimau… -Alicia se mordió el labio mientras se apretaba más a él- Le van a juzgar por su actividad durante la guerra, no por sus actividades clandestinas…
Alicia suspiró y le besó, sabía lo que eso significaba, movió la cabeza mientras pensaba que por mucho tiempo que pasase, algunas cosas nunca cambiarían si no caía el régimen. Sonrió al escuchar los detalles del editorial que había escrito Fernando, se le imaginó escribiendo a toda velocidad mientras las palabras salían solas, pudo verle con las mangas subidas y cogiendo velocidad sin poder evitar escribir atropelladamente.
-Hay algo más… -se rascó el pelo pensando que no era justo que ese día hablasen de ello- El abogado me ha dado un número para ponernos en contacto con unos juristas que están empezando una campaña internacional, creo que también preparan un informe para presentarlo en la Comisión en Ginebra a principios de diciembre…
-Mañana mismo llamamos, no creo que yo pueda ayudar mucho, estoy segura que saben cómo enfocarlo, pero ayudaremos en todo lo que podamos.
Respiró hondo pensando en cuántas veces pasarían por aquello, cuántas personas serían juzgadas y sentenciadas sin un juicio justo, cuántas familias pasarían los peores días de su vida como les pasó a ellos hacía más de 10 años. Intentó no ser condescendiente sobre ese tema, sabía que Fernando no soportaba que lo fuesen pero verle tan silencioso, sentir su miraba en la pared le producía cierta impotencia, exactamente lo mismo que su marido transmitía. Se quedó unos segundos contemplando la mirada preocupada de Fernando y se levantó despacio sonriendo, se vistió con lentitud mientras le decía que no le había enseñado la ropa de Roberto y las niñas, se puso la camisa de Fernando mientras él se echaba a reír. Caminó despacio hasta el salón, Roberto seguía dormido, se fijó en la mesa y se echó a reír al ver los platos de la comida de Fernando; pocas veces lo dejaba sobre la mesa sin ponerse a recoger inmediatamente. Cogió la ropa de sus hijos y volvió a la habitación con una sonrisa, Fernando estaba sentado en la cama, había frenado su impulso de encender un cigarro. Cogió el traje de Roberto y sonrió al ver que estaría bien abrigado; al ver los dos vestidos iguales se emocionó, los acarició suavemente y puso una mano sobre la tripa de Alicia.
-Tengo tantas ganas de tenerlas con nosotros… -se acercó a la tripa sonriendo- Vais a estar muy guapas.
Alicia se echó a reír y le abrazó muy fuerte, el pasado quedaba tan lejos que sólo podía pensar en lo feliz que era, se tumbó en la cama mientras le contaba a Fernando todo lo que había sentido al llegar a casa hacía un año ya como marido y mujer. La escuchó en silencio sin dejar de acariciarla, notaba cómo poco a poco se iba quedando adormilada, estaba seguro que la mañana de compras le había pasado factura aunque nunca lo reconociese. La arropó con cuidado y sonrió al volver a verla con su camisa, no le abrochaba por la tripa, pero le parecía que estaba tan guapa… Acarició suavemente su mejilla y empezó a vestirse sin poder ponerse la camisa; al llegar al salón se acercó a la cuna, arropó a su hijo disfrutando de la tranquilidad que desprendía al dormir. Empezó a recoger la mesa riéndose de sí mismo, sólo Alicia era capaz de hacer que se le olvidase cualquier cosa, terminó el trozo de tarta que había quedado en el plato y empezó a fregar respirando hondo. Nunca dejaría de valorar tener un hogar, una familia, estar con Alicia y tener a sus hijos; a veces pensaba que era mucho más de lo que merecía. Al terminar se sentó en la silla y encendió un cigarro mirando hacia el patio, sonrió al ver uno de los gatos que su hijo quería coger continuamente, ese gato era el más escurridizo y el más travieso, le encantaba caminar sobre el jardín sin importarle las plantas que él había plantado. Suspiró cansado al oír el teléfono, apagó el cigarro con rapidez y corrió a atender para que Alicia no se despertarse; torció el gesto al oír a su jefe, le saludó intentando no sonar brusco. Movió la cabeza divertido al oírle que llamaba para felicitarle por el editorial, cuando lo escribió ni se había parado a pensar si estaba yendo demasiado lejos o si Antoine querría suavizarlo para que se publicase, sonrió al saber que no sería así, se publicaría tal cual. Se despidió de él diciéndole que en un rato llamaría para transcribir el artículo que tenía pendiente; colgó el teléfono mientras se giraba al oír a su hijo llamarle. Le acarició la mejilla pensando en lo ajeno que era al mundo real, esperaba que le tocasen momentos menos duros que los que les habían tocado vivir a ellos. Le cogió en brazos y empezó a hacerle cosquillas, tenía muchas ganas de disfrutar un rato jugando con él; pensó en darle el nuevo juguete pero al final ni siquiera se lo había dicho a Alicia así que decidió coger el coche favorito de su hijo. Se echó a reír al ver a Roberto andar en círculos para mover el coche, se sentó junto a él cuando su hijo quiso jugar con la caja de las piezas, le gustaba mucho ver cómo se concentraba para intentar encajar todas y también el gesto cuando no lo conseguía. El tiempo se le pasaba volando cuando estaba con su hijo, suspiró pensando que tenía que ponerse a escribir, dejó a Roberto todavía concentrado con su caja de juegos y se sentó en la butaca cogiendo cuartillas y la pluma, tenía que escribir sobre la importancia de participar en las elecciones. Escribió despacio mientras pensaba en todas las personas que se jugaban la vida en su país para poder tener el derecho de votar en unas elecciones libres y democráticas.
Alicia se estiró en la cama, arrugó la nariz pensando que no quería pasar la tarde durmiendo, se sentó y sonrió al verse con la camisa de Fernando, escuchó los suaves ruidos de su hijo y supo que estaría jugando con esa caja de piezas que tanto le gustaba e intrigaba. Sintió una suave patada y se acarició la tripa, no dejaba de pensar que las niñas eran más inquietas que Roberto, a ellas las sentía durante todo el día. Se frotó la nuca y miró el reloj, no era muy tarde pero si querían salir tendría que empezar a prepararse; se levantó despacio y caminó hacia el salón. Al ver a Fernando escribir sonrió, acarició el pelo de su hijo y se acercó a Fernando abrazándole por detrás.
-Pensé que dormirías más…
-No quería perderme nada de esta tarde, de hecho no había pretendido dormirme…
Fernando la miró con una sonrisa pero ella supo que pretendía decirle que tenía que dormir todo lo que fuese necesario, se separó despacio y le preguntó por las bolsas que él había traído.
-Es verdad, al final no te lo he dicho, claro, me desconcentras…
-Fernando Solís, -le besó suavemente- has perdido facultades.
Fernando se echó a reír y cogió las bolsas, primero sacó los dos sonajeros que había comprado para las niñas, hasta el momento sólo les habían comprado ropa, eran el primer juguete de sus hijas, Alicia sonrió al verlos, poco quedaba ya de aquel Fernando que no se permitía hacer planes. Los cogió con cuidado y los agitó delante de la tripa, se echó a reír al notar una patada, bromeó con Fernando sobre lo mucho que les habían gustado a sus hijas. Fernando sacó los pequeños muñecos de guiñol que había comprado para Roberto, estaba seguro que su hijo disfrutaría metiendo la mano para hacerles hablar y mover las manos; Alicia sonrió quitándoselos de la mano diciendo que eran preciosos, se agachó torpemente consiguiendo que su hijo la mirase pero también Fernando por sentarse sobre la manta. Fernando se sentó junto a ella intentando no decirle nada por estar en el suelo, Roberto la miraba con curiosidad aunque antes de poner su atención en ella encajó la pieza que tenía en las manos. Alicia hizo una demostración a su hijo, Fernando se levantó con velocidad y regresó con la cámara de video; pudo grabar la primera reacción sorprendida de Roberto. El niño abrió muchos los ojos señalando el guiñol mientras su madre lo movía, Fernando se echó a reír cuando vio cómo Roberto se lo pedía a Alicia, pocos minutos después, había descubierto cómo utilizar aquel nuevo juguete. Alicia intentaba disimular las ganas que tenía de que le entregase su regalo, enseñándole a su hijo el funcionamiento del juguete había lanzado varias indirectas que Fernando había esquivado con su particular sentido del humor. Se acercó a él susurrándole la suerte que tenían sus hijos de tener tan buen padre; Fernando dejó la cámara, la besó, y volvieron a mirar a su hijo sin dejar de sonreír al ver cómo disfrutaba jugando. Fernando era consciente que Alicia sentía nostalgia no tanto por el día de la boda cómo por la presencia de sus amigos, Roberto parecía ajeno a todo lo que no fuera jugar y reírse. Le recordó a Alicia la cita que tenían, si no empezaba a prepararse saldrían tarde de casa, ella torció el gesto mientras se levantaba despacio. Sonrió cuando su hijo la llamó al ver que dejaba de jugar con él; Fernando movió los muñecos de guiñol pero Roberto no se conformaba, Alicia volvió a agacharse apoyándose en Fernando, sonrió a su hijo y le habló de manera tranquila. Fernando la miró embobado, había conseguido que Roberto se quedase conforme sin apenas esfuerzo, la besó y dejó que se fuese a preparar, abrazó a su hijo mientras el niño protestaba para seguir jugando. Alicia se sentó en la cama y cerró los ojos, jugó con la alianza mientras recordaba algunos momentos con Fernando, sonrió pensando que podía recordar tanto los momentos en que acababan de conocerse como los momentos en París; pero el resto, el tiempo que pasaron separados, parecía muy lejano, como si no hubiese sido real. Si en el pasado le dijo a Fernando que había vivido más en una semana en el piso franco que en toda su vida, ahora pensaba que había vivido más en el último año que en toda su vida; ser madre, vivir su amor sin esconderse… Se acarició la tripa levantándose, tenía que prepararse y quería sorprender a Fernando; se miró en el espejo arrugando la nariz, se había despeinado y ya no le quedaba igual que al salir de la peluquería. Fernando dejó a Roberto entretenido con los muñecos de guiñol y se sentó en la butaca a terminar el artículo; había dejado una frase a medias cuando Alicia se había despertado. Lo terminó en un par de minutos y llamó a la redacción, le contestó Pierre que no dejó de preguntarle por Roberto; dictó el artículo sin perder de vista a su hijo, al final dejó que Pierre le hablase por el auricular, Roberto se puso a chillar llamándole. Se echó a reír mientras se despedía de su amigo, su hijo se puso serio llamando a Pierre, le abrazó sonriendo mientras le explicaba que su amigo estaba trabajando. Le miró con ternura al ver que no se quedaba satisfecho, tuvo que estar unos minutos moviendo los muñecos de guiñol para que volviese a reír. Alicia se arregló con esmero, disfrutaba cada minuto de los que compartía con Fernando, aquel año había sido el mejor de su vida, sonrió recordando las pocas discusiones que habían tenido. Se incorporó antes de comenzar a llorar de felicidad y estropear el maquillaje, escuchó las risas que provenían del salón, nunca se cansaría de ese sonido, se mordió el labio al recordar lo acostumbrada que había estado durante muchos años al silencio al llegar a casa; no podría volver a vivir algo parecido. Se acarició la tripa mirando el resultado, sonrió sabiendo que Fernando no dejaría de sacar fotos, no le gustaba del todo salir en fotos embarazada, pero sólo con pensar en tener juntos a sus tres hijos sonreía olvidándose de la tripa. Los primeros meses serían complicados, contaba con ello, pero la felicidad que sentirían sería imposible de superar. Preparó el bolso que llevaría esa noche, metió los regalos de Fernando en él sonriendo y miró el reloj, Fernando todavía tenía que prepararse y la verdad es que no tenía ni idea dónde irían o cuánto tiempo necesitarían para llegar. Salió de la habitación despacio a tiempo de ver cómo Roberto se echaba a los brazos de su padre para quitarle los muñecos de guiñol, sonrió al ver cómo se tiraban los dos al suelo. Fernando levantó la vista y, al verla, sonrió como si hiciese años que no la veía, se rascó el pelo mientras intentaba que Roberto se calmase, no podía apartar la vista de Alicia, se levantó torpemente a la vez que su hijo protestaba.
-Estás… Impresionante.
Se acercó a ella y la besó el cuello, Alicia se estremeció y se echó a reír.
-Eres un exagerado… ¡Venga! No te quedes parado, que aún tienes que prepararte.
Las bromas sobre el aspecto de Alicia le produjeron una carcajada, era tan fácil picarla y que terminase torciendo el gesto, Roberto estaba ajeno a la complicidad de sus padres sin dejar de jugar con su nuevo juguete. Fernando volvió a mirarla y sonrió, le costó moverse y apartar la vista de su mujer, cogió a Roberto mientras le decía que en unos minutos estarían los dos listos. Alicia se sentó en el sofá mirando cómo entraban a la habitación; pensó que debería poner un poco de orden en el salón, los juguetes de Roberto siempre estaban desperdigados y parecían parte de la decoración. Sonrió pensando en la mirada de Fernando si la veía agacharse a recoger, de hecho pensó que hasta se culparía a sí mismo por no hacerlo él. Fernando vistió primero a Roberto, el traje que Alicia le había comprado le quedaba como un guante y estaría abrigado frente al frío que ya hacía en París; Roberto se quedó mirándose en el espejo, hasta ese momento no había prestado gran atención a su reflejo. Fernando vio cómo movía las manos, al ver que el reflejo hacia lo mismo que él, Roberto se quedó con la boca abierta hasta que se echó a reír. Fernando estuvo a punto de llamar a Alicia en voz alta, pero se contuvo pensando que se asustaría e iría a toda velocidad, fue hasta el salón consiguiendo que Roberto protestase al dejar de ver su reflejo. Alicia levantó la vista y le miró torciendo el gesto al ver que él no se había cambiado; Fernando se acercó a ella sin dejar de sonreír.
-Alicia, Roberto se ha reconocido en el espejo.
Le miró divertida, estaba segura que al principio le había costado reaccionar ante el nuevo avance de su hijo, cogió la mano que Fernando le tendía para levantarse y fueron juntos a la habitación. Alicia se echó a reír al ver la reacción de su hijo mirándose en el espejo, Fernando bromeó comparando las veces que Alicia se miraba en el espejo; arrugó la nariz riéndose mientras Fernando empezaba a cambiarse para salir a cenar. Alicia no pudo evitar enternecerse ante la mirada de Fernando a su hijo, ningún niño era tan inteligente, ni hacía mejor las cosas que Roberto ante los ojos de su padre. Reconocía que echaba de menos profundamente al suyo y mucho más cuando era tan feliz. Fernando no podía dejar de reírse ante el escándalo que montaba su hijo cada vez que se movía y veía ese mismo movimiento en el espejo, se vistió despacio sin perderles de vista, en momentos así sólo podía preguntarse cómo podía haber estado tantos años sin ellos. Intentó escabullirse sin que Alicia le viese para meter los regalos en la bolsa de Roberto, Alicia le miró y se echó a reír pero decidió esperarle en la habitación, si había aguantado tanto sin preguntarle por el regalo, podría aguantar hasta la cena. Fernando se dio prisa en guárdalo, había salido con la camisa a medio abrochar, regresó a la habitación terminando de colocarse la camisa y sonrió ante la mirada divertida de su mujer. Alicia se quedó mirándole mientras Fernando cogía en brazos a un Roberto que seguía protestando si le alejaban del espejo; le besó suavemente y le susurró lo guapo que estaba. Lo más difícil fue sentar a Roberto en la silla, después de las risas frente al espejo, sólo quería seguir jugando, Fernando se agachó para quedar a su altura, le habló despacio y le ofreció uno de los muñecos de guiñol.
-¡Papá! Calle, guinol, brum, brum, andar.
-No, andar no –tuvo que aguantarse la risa mientras trataba de convencer a su hijo- tenemos que salir a cenar ¿de acuerdo?
-¿tenar?
-Sí, a cenar –dejó en sus manos el muñeco y vio cómo sonreía- buen chico.
Alicia presenció la conversación sin dejar de sonreír, estaba deseando escucharles cuando Roberto ya pudiese contestar y replicar; acarició el pelo de su hijo y besó a Fernando. Fernando la miró sonriendo y la ayudó a ponerse el abrigo, había pensado ir en coche, pero Roberto tendría que ir sentado con Alicia y ninguno de los dos iría cómodo; decidió llamar a un taxi, apenas serían cinco minutos en coche, pero no quería que fuesen andando. Alicia le miró intrigada, pero evitó preguntarle aunque sí se permitió preguntar por el regalo; la miró sonriendo, esperaba no decepcionarla, esa vez no había preparado nada espectacular como en el cumpleaños. Suspiró ante la mirada impaciente que veía en Alicia, Roberto estaba entretenido con el muñeco, le hacía hablar y moverse sin dejar de reír. Besó a Alicia y sacó el regalo de la bolsa de Roberto, al final no había servido de nada tanto secretismo, tuvo que agilizar viendo que terminarían por no llegar a cenar. Se quedó en silencio durante unos minutos ante los regalos que tenía en las manos, en esos momentos era feliz escuchando a Alicia o notando las manos calientes de su hijo en su pierna. Ellos eran todo lo que necesitaba y no se perdonaría nunca a sí mismo habérselo negado durante años.
-No es gran cosa, lo más importante de este día, del día de nuestra boda, fue saber que sólo era el principio… -le tendió el paquete mirándola fijamente- Hace un año era tan feliz que pensaba que sería imposible serlo más, pero día a día me demuestras que sí se puede ser más feliz, que a pesar de todo lo que pasa en el mundo… Al llegar a casa todo tiene sentido porque estáis aquí, porque estoy con vosotros. Si el día de nuestra boda es importante, lo es por lo que ha venido después y no por firmar ningún papel.
Alicia se frotó los ojos despejando las lágrimas, oyeron el pitido del taxi pero no se movieron, cogió el paquete y lo desenvolvió con prisa; sonrió al ver un álbum de fotos, lo abrió intentando ocultar el temblor de sus manos. Se emocionó al ver las fotos del día de su boda y, sobre todo, al ver que no sólo era un álbum, era una especie de crónica de aquel día, pasó las yemas de los dedos sobre la escritura cuidada de Fernando. Le miró sabiendo que él preferiría que lo leyese sin estar él, había fotos de todos sus amigos; Fernando lo había escrito sin dudar, recordaba cada detalle de ese día como recordaba la mayoría de los momentos que había vivido con Alicia. Cuando Fernando decidió ese regalo, se había echado a reír recordando que siempre dijo que le costaba expresar sus sentimientos, aquella primera carta que le escribió a Alicia en el piso franco hacía sido el comienzo pero, ahora además, su trabajo le ayudaba a expresarse por escrito. Alicia le besó emocionada, Fernando se separó mientras le decía que quedaba algo más; Alicia rebuscó entre el papel de regalo y encontró un llavero algo grande en forma de media luna, sonrió pensando que nunca encontraba el suyo en los bolsos tan grandes que usaba. Le besó sin poder hablar, Fernando le preguntó si le gustaba, cuando compraba esos detalles nunca estaba seguro, Alicia se echó a reír al ver su inseguridad y volvió a besarle mientras le decía que era perfecto, siempre lo había sido para ella. Roberto protestó y sólo entonces recordaron el taxi y la cena; Fernando se echó a reír pensando que ella se había salido con la suya, tenía los regalos mientras él tendría que esperar. Cogió la silla de Roberto y salió de casa abrazando a Alicia, en ese momento apenas llovía aunque hizo que Alicia esperase en el portal, dejó a Roberto sentado en el taxi mientras le daba la dirección al taxista, metió la silla en el maletero y acompañó a Alicia llevándola casi en volandas. Ya en el taxi se relajó sintiendo a Roberto sobre él y abrazando a Alicia, cada regalo que se hacían, cada fecha que celebraban era sólo una señal más de que su vida era real, que no tenía fecha límite y que día a día construían su familia.
Durante el trayecto, Alicia aprovechó para cambiar el llavero, no podía dejar de sonreír y mirar a Fernando, él se echó a reír al ver su mirada confundida, habían pasado sólo unos minutos en el taxi y el taxista ya había parado. Al darse cuenta que tenían que bajar del coche, resopló intentando meter la última llave en el llavero, Fernando dejó de reírse para evitar que le diese un manotazo, la miró decidido y se lo quitó para terminar de hacerlo él mientras Alicia pagaba al taxista. Cuando le devolvió las llaves, Alicia las apretó en la mano, las guardó con cuidado en el bolso a la vez que Fernando salía del taxi con Roberto. Sonrió al ver que abría su puerta y le tendía la mano para ayudarla a salir; se agarró fuerte y al llegar a su lado se abrazó a él; Roberto volvió a protestar al sentarle en la silla pero Alicia en ese momento sólo podía mirar alrededor. Estaban en el Barrio Latino, a unos minutos de su casa, le miró intrigada, Fernando arropó a Roberto y se incorporó divertido al ser consciente de la impaciencia de su mujer. La abrazó y empezó a caminar, estaban sólo a unos metros, le indicó el bar donde cenarían, era pequeño y acogedor y solía tener actuaciones en directo; eso último no le convencía del todo por Roberto, pero pensó que a Alicia le gustaría. Alicia sonrió ampliamente y se quedó parada en la puerta, Fernando le recordó que tenían que entrar, hacía frío; pero ella se quedó un segundo mirando aquella puerta y disfrutando de la música que llegaba del interior.
Miró a Fernando, se abrazó a él y entraron despacio, sonrió al ver el ambiente del bar, no había mucha gente pero se notaba luz y alegría; Roberto alzó los brazos riendo, Fernando le miró sonriendo, había previsto esa reacción en los dos. Observaba las caras de Alicia, sabía que llevaba semanas sin salir a cenar y tomar algo con sus amigas, también lo poco que había visitado de noche el Barrio Latino. Notó las manos de Roberto que daban palmadas con la música sin dejar de pensar la felicidad que desprendía. Habló con un camarero sobre una reserva, Alicia movió la cabeza divertida cuando vio que cenarían en una pequeña sala. Desde allí oían de fondo la música y al resto de clientes, pero tendrían cierta intimidad y el volumen no sería muy alto. Fernando movió la silla para que se sentase, Roberto no tardó en protestar, seguía teniendo el muñeco en las manos pero no quería quedarse en esa silla que tanto odiaba. Acomodó a Alicia y cogió a Roberto en brazos, Alicia suspiró comentando que si estaba tan pendiente de todo no podría disfrutar; la miró sonriendo mientras le aseguraba que sólo disfrutaba cuando estaba pendiente de ellos. Pidieron una trona para Roberto, Fernando tuvo que coger el guiñol ante la insistencia de su hijo y le movió delante de él; Alicia sacó la cámara para hacer una foto a Fernando con ese juguete. Nunca se cansaría de ver cómo atendía a su hijo, cómo jugaba con él y tenía toda la paciencia del mundo para calmar sus pequeños enfados; Fernando levantó la vista y se echó a reír al verla con la cámara.
-Espero que te guste este sitio, no estaba seguro de si era el mejor…
-El mejor del mundo Fernando, siempre es el mejor sitio del mundo si estamos juntos, pero después saldremos ¿no? A bailar o a escuchar la música…
-Ya veremos… No sé si será bueno que Roberto esté en esa sala con tanto ruido…
-Fernando eres un exagerado, no hay tanto ruido, además… ¡Roberto suele hacer más ruido al reír o llorar!
-Orar.
Fernando miró a su hijo, últimamente pensaba que solía intervenir en las conversaciones para dejar claro que estaba de acuerdo con su madre, se echó a reír ofreciéndole el muñeco y acariciando la mano de Alicia. Mientras elegían la cena, compartió con ella el recuerdo de aquella comida con Delmas en el antiguo Asturiano. Alicia sonrió recordando las risas de aquel día, recordaba perfectamente las indirectas que se lanzaron Fernando y Delmas, se quedó pensando qué habría sido de él; Fernando comentó divertido que seguro que estaría triunfando en Hollywood y haciendo que más de un productor se desesperase. Alicia se echó a reír aunque Fernando tuvo que reconocer que Delmas había estado a la altura al grabar el final de Maximiliano.
Pidieron puré de verdura y un poco de pescado para su hijo; Fernando no estaba del todo seguro de darle comida que no fuese preparada por ellos o Diane. Pensó que debería haber preparado algo antes de salir de casa, Alicia le ofreció la copa para brindar y que dejase de preocuparse por todo.
-Gracias Fernando, por todo, no sólo por hoy o por esta cena… Hemos formado una familia y no podría ser más feliz; da igual qué día sea, todos y cada uno de los días que llevamos en París han sido perfectos. Por ti, por nosotros, por los cinco.
Fernando chocó su copa con la de Alicia, Roberto alargó los brazos para que le diesen una copa a él también, se echó a reír mientras chocaba la copa con el biberón del agua de su hijo.
-No, Alicia, gracias a ti… -la miró sonriendo y recordando el momento en que se reencontraron- Mis decisiones no fueron justas en el pasado, -Alicia iba a interrumpirle pero no la dejó- sí, ya sé que está superado, pero fue así, hay cosas que nunca me perdonaré. Gracias, de verdad, por hacerme comprender que no estoy muerto, que tenemos una vida que vivir y que se puede ser feliz porque estamos juntos. Te amo Alicia, brindo por la mujer más luchadora que he conocido nunca.
Alicia se mordió el labio sonriendo y volvió a chocar su copa con la de Fernando, finalmente, brindó también con su hijo que parecía entender qué debía hacer y cogió el biberón para beber agua después de brindar con su madre. Cuando llegó la comida de Roberto, Fernando se levantó para dársela mientras Alicia comía un trozo de pan; se echó a reír al ver a Roberto disfrutando con la comida, en cambio, Fernando le miraba preocupado pensando si le gustaba más que cuando comía en casa. Cuando Roberto no quiso terminar el pescado, Fernando se echó a reír y pidió una manzana, estaba seguro que eso sí lo comería. Mientras Roberto mordisqueaba los trozos de manzana e intentaba que su nuevo muñeco comiese también, ellos empezaron a cenar sin dejar de observarle. Alicia no dejaba de recordar detalles de hacía un año, la cara de Macarena al conocer a Fernando y compararle con la foto que había visto en su casa, la cara de Fernando al volver a ver a Daniel, lo guapo que se puso Fernando para casarse… Fernando simplemente la escuchaba y sonreía al ver la felicidad con la que Alicia hablaba de aquel día; Alicia sintió una patada y se acarició la tripa sonriendo. Miró a Fernando, que llevaba un buen rato callado y sonriendo, le cogió la mano y le preguntó en qué pensaba.
-Pues… No sé, en ti, en Roberto, en las niñas… En nosotros, estar aquí juntos, saber que nada podrá cambiar eso. Y pensaba en el momento en que nazcan las niñas, en tener a nuestros tres hijos y sólo pensar en ellos, poder verles crecer día a día; -se echó a reír recordando a Marce- eso es suficiente para ser feliz.
Alicia sonrió y se levantó despacio, quería estar al lado de su marido; Fernando se echó a reír cuando Alicia cambió su plato y copa para sentarse a su lado. Tuvieron que atender un pequeño berrinche de Roberto, había terminado la manzana y quería que le hiciesen caso. Fernando le ofreció el guiñol y estuvo jugando un rato con él olvidándose de la cena pero sin dejar de acariciar la mano de Alicia. Durante la cena, Fernando pidió a un camarero que les hiciese algunas fotos, desde hacía casi un año habían almacenado muchos álbumes, incluso demasiados, pero él nunca pensaría que eran suficientes. Alicia sabía que Fernando nunca preguntaría por su regalo, de hecho pensaba que aunque no le hubiese comprado nada, él sería feliz; cuando les sirvieron el postre decidió dárselos. Fernando hizo a un lado el plato con la tarta y, antes de coger los dos paquetes, besó suavemente a Alicia, tenía intriga por saber qué le había comprado, pero lo único que le importaba era estar con ella siempre. Roberto, al ver que empezaba a desenvolver los regalos, alargó las manos hacia él llamándole.
-¿Quieres ayudarme? Mira, tenemos que hacer así.
-Papá atí.
Alicia sonrió mientras Fernando ayudaba a su hijo a rasgar el papel de regalo, Roberto parecía más interesado en el papel que en lo que hubiese dentro. Fernando dejó que Roberto lo abriese del todo, se echó a reír cuando el niño empezó a manotear con el papel en las manos; miró la caja del perfume y sonrió. No se esperaba que le comprase un perfume, levantó la vista para encontrar la mirada impaciente de Alicia, estaba deseando saber si había acertado. Entre risas, por la inseguridad de Alicia, abrió el frasco y lo olió cerrando los ojos; no pudo más que sonreír, era muy parecido al que él usaba pero tenía un toque que lo distinguía.
-Me gusta mucho como huele…
Alicia sonrió complacida y le abrazó, se separó cuando su hijo le dio con el papel en la cara, seguía moviéndolo sin descanso; Fernando bromeó sobre lo fácil que sería regalarle algo a Roberto, sólo con el papel estaría feliz. Alicia le apremió a que abriese el otro regalo mientras ella probaba la tarta, Fernando la miró torciendo el gesto pero riéndose; al ver el mechero se emocionó, sólo ella era capaz de fijarse en todas las veces que jugaba con el mechero cuando estaba preocupado. La besó sin importarle dónde estaban, Alicia se dejó llevar y correspondió a sus besos, ni siquiera el ruido más alto que llegaba de la sala al abrirse la puerta les hizo separarse. Alicia se separó despacio al sentir una suave patada, se echó a reír mientras Fernando intentaba acomodarse en la silla mirando a ver si había entrado algún camarero. Se quedó mirando cómo Alicia comía su trozo de tarta, Roberto protestó y terminó cogiéndole en brazos, le miró divertido cuando el niño se negó a soltar el papel de regalo, ni siquiera el muñeco de guiñol consiguió que dejase el papel. Alicia disfrutó tanto del sitio que no podría olvidar las sensaciones, la mezcla de la música en directo, las conversaciones casi a media voz y los olores de una cocina muy francesa. Se levantó despacio al terminar la tarta, Fernando la miró divertido y sin estar seguro de salir para oír mejor la música, Alicia caminó hasta la puerta y se giró sabiendo que Fernando estaba detrás, cuando empezó a caminar él se había levantado para seguirla, se echó a reír y le abrazó. Disfrutaron de un baile los tres juntos, aunque Alicia pensó que era un baile de los cinco porque notó un par de patadas de sus hijas; Roberto parecía divertido ante la música y el ambiente. Fernando pidió una silla y sugirió a Alicia que se sentase, ella le miró suspirando aunque no se quejó y se sentó en un rincón de aquella sala sin dejar de sonreír al escuchar la música. Fernando se sentó junto a ella dejando a Roberto en el suelo aunque sin soltarle la mano, estuvieron un rato disfrutando de la actuación en directo mientras su hijo se movía casi al ritmo de la música. Fernando se hubiera quedado toda la noche sentado, relajado, escuchando a su mujer o intentando que Roberto no se cortara con el papel. Por desgracia tuvo que mirar el reloj y hacerle un gesto a Alicia para decidir regresar a casa. Llevaba toda la vida sin celebrar nada, ni las fechas ni los calendarios habían significado nada más que el hecho de seguir vivo o, lo peor, durante años no recordar que estaba vivo. Pidió a un camarero que llamase a un taxi, la besó mientras le decía que iba a por las cosas que habían dejado en la sala donde cenaron; sonrió al ver el papel de regalo en la mesa, guardó todo y le dio a Roberto su muñeco intentando que dejase el papel. Evitó una carcajada cuando su hizo dio un grito para coger las dos cosas, le miró dándole por imposible y salió para reunirse con su mujer; mientras esperaban el taxi, Alicia se apoyó en su hombro y susurró cuánto le quería y lo que le había gustado cenar allí aquella noche. Roberto se durmió en brazos de Fernando antes de que saliesen del bar, tuvo que hacer malabarismos para meter la silla en el maletero, Alicia le veía y no podía evitar reírse. Se acomodaron en el taxi mientras Fernando intentaba hacerse el ofendido por las risas de Alicia, tampoco él podía evitar reírse y acabó diciéndole lo mucho que le gustaba oírla reír. Apenas tardaron unos minutos en llegar a casa, Alicia había mirado hacia su antiguo portal, nunca echaba de menos su primera casa, pero en ese momento sintió nostalgia por todos los momentos que habían vivido en esa casa. Fernando la besó el cuello y salió del taxi para ayudarla, Alicia volvió a reírse al ver sus esfuerzos por sacar la silla sin despertar a su hijo. Al llegar al portal, Alicia sonrió y sacó las llaves del bolso, Fernando la miró sonriendo y entró en casa pensando que el día estaba a punto de terminar. Alicia se quitó el abrigo mientras Fernando cambiaba a su hijo, intentó ponerle el pijama sin que se despertase y sonrió al notar el manotazo que le dio cuando intentó meterle uno de los brazos. Le dejó en la cuna y esperó a que se acomodase para arroparle, Alicia caminó despacio hasta la habitación de su hijo, Fernando seguía con el abrigo, le ayudó a quitársele sin dejar de mirar a su hijo. Podrían estar horas viéndole dormir y nunca se cansarían; Fernando miró a Alicia y le dijo que iba a preparar un baño, hizo que Alicia se sentase en la mecedora y tuvo que llevarle el álbum de fotos que le había regalado porque quería leerlo en ese momento. Mientras Fernando preparaba el baño, Alicia se emocionaba leyendo lo que había escrito sobre el día de su boda. Cerró los ojos al leer lo que Fernando había sentido al verla llegar, pudo ver los nervios contenidos de Fernando, realmente no recordaba nada más que a Fernando, se había acercado despacio, sabía que allí estaban sus amigos, pero ella sólo había podido ver a Fernando porque lo demás había dejado de existir. Fernando vio a Alicia con los ojos cerrados pero sabía que no estaba dormida, se acercó despacio y se agachó quedando a la altura de la tripa; besó la mano de Alicia mientras susurraba que el baño ya estaba listo. Pensó en darle un masaje en los pies, estaba seguro que después del baile le dolerían, pero el agua se enfriaría; la ayudó a levantarse y, una vez en el baño, la miró intensamente mientras le quitaba el vestido que se había comprado para ese día. Alicia sonrió y le desnudó despacio, se sujetó a él para entrar a la bañera, Fernando se aseguró de que se acomodase antes de entrar él; sonrió cuando Alicia empezó a hablar de las compras que les quedaban por hacer para la habitación de sus hijas, la cuna todavía estaba a medio hacer, los últimos días no había tenido mucho tiempo para terminarla. Alicia quería comprar un armario que había visto esa mañana, además de algunos cuadros para decorarla; notó cómo iba hablando cada vez más bajo, empezó a acariciarla el pelo y terminó dándole un masaje. Alicia sonrió al notar las manos de su marido y poco a poco dejó de hablar para disfrutar del masaje; antes de que se quedase dormida y de que se enfriase el agua, Fernando la ayudó a salir, la cubrió con la toalla secándola. Alicia respiró hondo y sonrió ante tantas atenciones, aunque a veces la agobiaba, le gustaba mucho sentir cómo intentaba que ella hiciese el mínimo esfuerzo. Fernando se puso el albornoz y fueron hacia la habitación, Alicia se echó a reír porque parecía dispuesto a no dejarla hacer nada, la ayudó con el pijama y, finalmente, la ayudó a entrar en la cama. Se puso el pijama despacio, sin dejar de mirar a Alicia, sabía que ella no se relajaría hasta que le sintiese a su lado en la cama; se echó a reír al ver que sólo ocupaba una pequeña parte de la cama.
-Alicia, me encanta que ocupes toda la cama, no podría dormir sin sentirte junto a mi…
Se metió en la cama y la abrazó sonriendo, dormir junto a Alicia, aunque fuese casi sin espacio para moverse, era la mejor forma de dormir. Alicia, ya metida en la cama, fue repasando momentos de aquel año, venían cómo torrentes y se durmió con una sonrisa en los labios envuelta en los brazos de Fernando. No dejó de acariciarla hasta que se quedó dormida, Alicia habría querido seguir hablando de mil cosas, pero el día había sido muy largo y estaba cansada; Fernando aprovechó para acariciarle la tripa y susurrarles a sus niñas que pronto estarían todos juntos. Se acomodó como pudo al lado de Alicia y cerró los ojos feliz, se durmió pensando que compartirían muchos más aniversarios y fechas señaladas pero, sobre todo, el día a día, esa vida que tanto les había costado tener.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!