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25 de diciembre de 1961
25 de diciembre de 1961

Eran más de las 12, Roberto dormía plácidamente en su cuna; aquel día fue Alicia la primera en despertarse, Fernando estaba sentado, le acarició el pelo, cuando se despertase le dolería el cuello.
-Fernando, mi amor… -le habló al oído, él se movió todavía dormido y en un acto reflejo la abrazó.
Alicia decidió no despertarle, debía haber descansado muy poco aquella noche en la que él atendió al niño más que ella. Se levantó y trató de tumbar a Fernando, él seguía dormido pero entre sueños sentía a Alicia y se tumbó cogiéndole la mano. Le miró enternecida mientras trataba de recuperar la mano, fue al baño y se dio una ducha rápida. Bajó la persiana sin hacer ruido, con cuidado sacó la cuna con Roberto todavía dormido y cerró la puerta de la habitación. Al entrar en el salón se mezclaba el olor del champán derramado en el mantel, las colillas de los ceniceros y demás restos de la noche anterior. Abrió la ventana y cerró los ojos respirando el aire frío con olor a jengibre, imaginó que alguno de sus vecinos estaba preparando galletas. El salón desordenado le recordó la noche anterior, valía la pena tener tanto que recoger sabiendo que habían disfrutado sus primeras navidades juntos. Sabía que Fernando pretendía ser quien lo recogiese pero, por una vez, ella le sorprendería en las tareas de la casa. Se sentía físicamente mejor cada día que pasaba, además su vena presumida no podía evitar estar contenta al ir recuperando su figura. Se rio pensando en las semanas que Fernando llevaba ocupándose de todo, en realidad, solía hacerlo siempre más que ella, no le gustaba reconocerlo, pero ella era un desastre. Antes de que se despertase Roberto le dio tiempo a llevar todo a la cocina y dejar el salón presentable. En cuanto sintió al niño le cogió en brazos, no quería que pudiese despertar a Fernando; se sentó en la mecedora, en ese momento echó de menos que les estuviese contemplando, podría acostumbrarse a esos momentos para siempre… Después de amamantarle, cambió a un Roberto ya dormido, tenía la impresión que cada día dormía más horas seguidas, pronto haría la noche de un tirón. Aprovechó para fregar todo lo que ya tenía en la cocina, puso la radio bajita mientras dejaba la puerta abierta para estar atenta al niño. Tuvo que desabrocharse las mangas de la camisa y subirlas hasta el codo para arreglar el desaguisado de la cocina, caminaba suavemente por la cocina, como si estuviera bailando y se sintió satisfecha al ver el resultado. Se sirvió una taza de café negro junto con una porción de tarta, cerró los ojos mientras la comía disfrutando de ese momento suyo, sólo para ella y que tanto le gustaba... Por la ventana pudo oír a sus dos vecinos, estaban peleándose por la nueva bicicleta que Papá Noel le había traído al mayor; no pudo evitar sonreír al recordar su bicicleta destrozada por el coche de Fernando.
Terminó de recoger todo antes de lo que pensaba, eran casi las 3 de la tarde, Fernando seguía durmiendo, preparó la mesa en el salón y calentó la comida que había sobrado la noche anterior. Al entrar en la habitación se apoyó en la puerta mirando a Fernando, había agarrado la almohada y tenía la impresión que se imaginaba que era ella. Primero le acarició el pelo, después le olió el cuello pero tuvo que ser más expeditiva para conseguir que se despertara. Siempre lo hacía sobresaltado, cómo si no hubiera perdido ese estado de alerta continuo en su subconsciente...
-Fernando… Es la hora de comer –le besó justo cuando él empezaba a despertarse- tendrías que levantarte…
-Alicia –se sobresaltó como ella ya esperaba- ¡Pero si he dormido toda la mañana!
-Bueno, es justo ¿no? No habías dormido en toda la noche… Cuando me desperté estabas sentado, te habías quedado dormido sentado…
-Entonces no era un sueño… -se acercó a besarla- Noté que estabas hablándome y que nos tumbábamos…
-Bueno, tú te tumbaste, y me cogiste la mano… ¡Casi me tengo que quedar en la cama!
Se echaron a reír mientras Fernando se levantaba y se pasaba la mano por el pelo, había descansado más de lo que pensaba, no quedaba ni rastro del cansancio de la noche anterior. Salió de la habitación y fue directo a la cuna, besó con suavidad al niño para no despertarle, se sorprendió al ver el salón recogido y también la cocina, agarró a Alicia y se quedó mirándola para notar los signos de cansancio pero lo único que percibió era una energía renovada, además de esa sonrisa que tantos quebraderos de cabeza le había dado desde que la conoció...
-¡Pero si está todo recogido!
-¡Claro! ¿Qué te creías? –se puso coqueta- ¿Que sólo tú puedes recoger mientras los demás descansan? Siempre dices que soy un desastre, pero ya ves que cuando quiero…
-Pero solo cuando quieres ¿no? –la abrazó besándole el pelo- Ahora me toca a mí… Señora Solís, siéntese que yo sirvo la comida.
Comieron entre recuerdos de la noche anterior, la llamada de Manolita, la sensación que causó Roberto, los abrazos con sus amigos, sus momentos a solas… El balance de su primera nochebuena era muy positivo, brindaron por su amor y por su hijo y por tener más navidades como aquellas.
-Fernando, he pensado que esta tarde podríamos salir a dar un paseo los tres, las calles están muy bonitas, estará lleno de gente…
-No sé… Igual para Roberto es muy pronto, además, estamos en pleno diciembre y hace mucho frío…
Alicia soltó una carcajada, Fernando era tan previsible…
-Bueno, como sabía que dirías eso… A los niños les viene bien salir de casa, conocer mundo, da igual que tenga muy pocos días, le vendrá bien un poco de aire fresco. Y el frío… ¡Pero si ya te encargarás tú de que parezca una bolita de abrigo!
Fernando se echó a reír, su vena protectora seguramente les haría tener más de una discrepancia en cuanto a su hijo… Confiaba en que la sangre no llegase al río, con el carácter que tenían ellos y el carácter que probablemente tendría su hijo, podrían estar discutiendo durante semanas sobre qué podría hacer Roberto y qué no. Fernando se duchó mientras Alicia se preparaba y preparaba al niño. Mantuvo el agua caliente en sus cervicales durante minutos, realmente ya no estaba para dormir sentado, ni en cualquier sitio, por mucho que usara ese farol continuamente en el tiempo que estuvo en España. Al ducharse sintió una sensación de paz que ya no le era desconocida. Paz consigo mismo, con su vida, con sus decisiones, con tener a Alicia y Roberto junto a él… A veces le daba miedo sentir tanta felicidad, si ahora lo perdiese sabía que no podría salir adelante; no se imaginaba ni un día sin Alicia y Roberto. Intentó espantar de su cabeza esos pensamientos mientras se vestía, era el primer paseo de su hijo y no pensaba dejar que nada lo estropease. Después de afeitarse y vestirse miró por la ventana, mientras estiraba la cama, y parecía que el sol respetaría el día de Navidad... Cuando Alicia le vio no pudo evitar acercarse para besarle y olerle.
-Vaya, vaya… El señor Solís se ha arreglado mucho… ¿Quiere presumir de hijo?
-No solo de hijo… -empezó a besarla pero Roberto les interrumpió- Este niño nos va a dar mucha guerra…
Alicia soltó una carcajada mientras cogía al niño, tenía que amamantarle antes de salir, repitieron el mismo ritual, Alicia se sentó en la mecedora con el niño, Fernando lo hizo en la alfombra. Roberto no pudo darse cuenta del juego de miradas que se traían sus padres, volvían a ser dos adolescentes enamorados; esos momentos los tres juntos los echarían mucho de menos cuando ya no pudiesen tenerlos. Mientras estaban en la habitación del niño, Fernando tenía la sensación que el tiempo se paraba, ocultaba ese pensamiento con sus habituales bromas, pero no podía evitar sentir quedarse sin aire pensando si todo lo que estaba viviendo era prestado. Ese pensamiento desaparecía cuando escuchaba llorar a Roberto...
Antes de salir de casa, Fernando preparó a Roberto, incluso aunque Alicia le hubiese preparado ya… Roberto se mantuvo quieto hasta que Fernando le intentó poner las manoplas y el gorrito, Fernando se dio cuenta que había cogido cierta destreza que nunca pensó que pudiera tener a la hora de manipular un bebé. Al principio le daba miedo, era tan pequeño y tan frágil, sin embargo los instintos pudieron sobre esas reticencias. Echó un poco de colonia especial para el niño, después de palmeársela en sus manos, y lo llevó contra él mientras le besaba la cabecita, ya con el gorrito puesto, mientras Alicia terminaba.
Alicia se encargó de sacar de la habitación el cochecito. Lo habían comprado una tarde que salieron a pasear, lo vieron y no pudieron resistirse, aún quedaban dos meses para el nacimiento pero lo compraron igual. Al probarlo en la tienda, Alicia se pudo imaginar ya con su hijo, por las calles de París, Fernando y ella peleándose cariñosamente por llevar el carrito… ¡Tenían que comprarlo!


Alicia lo llevó hasta el salón, Fernando dejó al niño en el coche, que empezó a manotear como si supiese que era un momento importante haciendo que su padre se emocionase; cada preparativo de cada cosa nueva que hacían con su hijo le llenaba de felicidad. Al agacharse a meter a Roberto pudo inhalar el olor a nuevo del coche y del cubrecoche que habían comprado. Alicia dio alguna vuelta comprobando que llevaba todo en el bolso ante la postura relajada de Fernando, que esperaba con las dos manos apoyadas en el coche y mirándola cómo parecía una peonza, miró el reloj para comprobar la hora. Cuando comprobó que Roberto estaba abrigado, hizo lo mismo con Alicia, quien le miró fastidiada y sacándole la lengua.
-Mejor harías en abrigarte tú… Las personas mayores se resfrían más fácilmente…
Fernando se echó a reír, le encantaban esos pequeños piques con Alicia, le recordaban tanto a cuando se conocieron…
-Eres una gamberra… Pero no te das cuenta que tú tampoco eres una niña ya…
Entre risas terminaron de prepararse, Fernando comprobó que las luces estaban apagadas, las ventanas cerradas y salieron de casa. Cuando cerró la puerta de casa, se paró un momento, mirando a Alicia con ese vestido marrón que tanto le gustaba a él y con el coche, tendría que comprar una cámara de fotos, esos momentos se quedaban en su memoria, pero le encantaría tenerlos fotografiados, que el paso del tiempo no pudiese borrar esas sensaciones. En el ascensor casi no cabían, Fernando y Alicia tenían que estar de lado y casi pegados a la pared, les dio igual, podrían haberse quedado allí durante horas. Fernando abrió la puerta, ofreció su mano a Alicia para ayudarla a salir y sacó el cochecito para ofrecérselo a ella, los dos estaban ilusionados con ese momento y él quiso que fuese Alicia la primera en enseñarle el mundo a Roberto. El frío de la calle golpeó sus caras, lo único que tenían descubierto, por suerte lucía el sol y amortiguaba dicha sensación. Saludaron a algunos vecinos que se acercaron para interesarse por Roberto, con mucha educación miraron al bebé dándoles la enhorabuena. En ese momento, Fernando pensó que jamás se había sentido tan burgués y, a la vez, jamás se había sentido tan feliz. Por un momento, se le pasó por la cabeza preguntarle a Alicia por las navidades con Álvaro, estuvo a punto de hacerlo, pero prefirió no recordar esos años de la vida de Alicia… Sentía contrariedad sobre Álvaro, por una parte unos celos lógicos y, por otra, le hubiera gustado que fuera feliz con él.
Ya en la calle, Alicia caminaba despacio, mirando en todo momento al niño que estaba despierto, le hablaba entre susurros mientras intentaba explicarle por dónde pasaban. Fernando iba pegado a Alicia, de vez en cuando corregía la dirección del cochecito, ella sonreía, siempre estaba pendiente de todo, también de que no se destapase ni pasase frío. Intercambiaban la posición para llevar el coche ante la mirada del niño, éste intentaba, por todos los medios, quitarse las manoplas pero fue inútil. Los niños jugaban en la calle y en los parques con sus regalos, el día de Navidad unido al día soleado propició que las terrazas estuvieran llenas, esto dificultaba un poco el tránsito con el cochecito. Alicia hablaba con Roberto cómo si fuera a contestarle, algo que enternecía profundamente a Fernando, aunque lo ocultaba bromeando sobre ello.
Hacía semanas que no daban un paseo tan largo, no recordaban que, de una forma u otra, siempre acababan en los Jardines de Luxemburgo. Se dieron cuenta cuando llegaron, sonrieron y empezaron a contarle a Roberto dónde estaban, lo que sentían al estar allí, que allí Alicia le pidió matrimonio a Fernando… Los jardines de Luxemburgo estaban llenos de niños y turistas, de parisinos paseando con sus perros o con sus familias, Fernando y Alicia se diluían entre ellos resaltando, tan sólo, las risas de Alicia ante las ocurrencias de Fernando. El niño estuvo despierto en todo momento, Fernando llegó a decir que sonrió un par de veces, aunque Alicia creía que era muy pronto para que sonriese. Después de su primer paseo largo de esas últimas semanas, Alicia se dio cuenta que debía ir a la peluquería porque tenía el pelo ya sin la forma del peinado.
Empezaron a regresar a casa cuando Fernando notó que Alicia sentía frío, le cedió su abrigo, cosa que ella rechazó pero eso no evitó que él se lo pusiese por encima de los hombros. Abrigó más a Roberto sacando una toquilla de la bolsa, Alicia le cedió el cochecito y se agarró a su brazo; regresaron los tres juntos y felices. Al regresar entraron a saludar en la cafetería, fueron recibidos con entusiasmo y una caja de dulces preparados, su dueña estaba a punto de cerrar pero, aun así, les pidió que se tomaran algo con ella. No pudo resistirse a tomar al niño en brazos y se quedó prendada de él, Alicia y Fernando le miraban orgullosos. Fernando no podía evitar recordar cuántas veces Alicia le decía que era imposible encontrar un brioche en Madrid que supiera y oliese cómo en París, en esos momentos el olor de la cafetería se lo confirmaba. Se despidieron cuando notaron que Roberto empezaba a gimotear, pronto le tocaría la siguiente toma y querían llegar a casa. Mientras subían a casa en el diminuto ascensor, Alicia aprovechó para quitarle las manoplas a Roberto mientras Fernando bromeaba quitándole los guantes a ella. Al entrar, Fernando fue directo a poner la calefacción, aunque no habían estado mucho tiempo fuera, se notaba la falta de calor en casa. Alicia fue quitando las capas de ropa a Roberto, Fernando la miró y sonrió al ver la cara que tenía ella ante tanta ropa que quitar. Alicia se sentó en la mecedora con el niño, Fernando les contempló unos segundos, le hubiese gustado quedarse ahí con ellos, pero tenía que preparar la cena. Al entrar en el salón dejó la chaqueta en una de las sillas y fue a la cocina mientras se subía las mangas del jersey, desde el fusilamiento su temperatura temporal era diferente, había sido un hombre caluroso y ahora le costaba bastante más encajar el frío. La cocina se convirtió en breves momentos en un conjunto de olores, aprovechó comida que aún les quedaba sirviéndola junto con una sopa de marisco, se tomó una copa de vino mientras removía la sopa. Una vez que estaba todo listo abrió la ventana para fumarse un cigarro apoyando un brazo en el quicio de la misma, poco a poco las calles iban quedándose vacías. Pensó en las veces que le habría gustado en el pasado saber que Alicia estaba en la habitación de al lado… Si era sincero, nunca se imaginó con hijos, pero sí con Alicia, en una casa de los dos; cuando tenía esos pensamientos, se sentía muy egoísta, ella debía rehacer su vida y olvidarse de él… Recordó también una noche con Isabela de hacía un par de años que había olvidado por completo o quizás solo quiso olvidarlo… Él estaba haciendo la cena mientras ella estaba en una reunión del partido, cuando oyó la puerta dejó la comida en el fuego para ir a saludarla, por un momento, olvidó que era Isabela, pensó que quien llegaba era Alicia… Aquella noche no pudo dormir con ella, se quedó en el sofá intentando ocultar otra vez su pasado, intentando que no se filtrase nada del Fernando que murió fusilado… Se dio cuenta que Alicia había conseguido lo mismo que cuando se conocieron, había borrado todos sus recuerdos anteriores, dejándolos en meras vivencias sin importancia. Al recordarlo, le dio rabia todo el tiempo que había perdido, tantos años con la certeza de que era otro Fernando, que los recuerdos del anterior Fernando no le pertenecían… Y, sobre todo, se sintió mal por Alicia, ella no se merecía haber creído durante 10 años que había muerto, no se merecía que él enterrase su recuerdo… Apagó el cigarro y dejó la ventana entreabierta.
Ajena a los pensamientos de Fernando, Alicia contemplaba dormir a su hijo, seguramente estaba cansado y por eso se durmió nada más terminar la toma. Por un momento, recordó un episodio de hacía mucho tiempo; no hacía ni dos años que había pasado el fusilamiento de Fernando, estaban en una cena a la que Álvaro tuvo que acudir en lugar del decano, ella no tenía ningún ánimo de ir, pero era su mujer… Durante la sobremesa, una de las mujeres que había en aquella cena le preguntó cuándo se animarían a tener hijos, Álvaro lo escuchó y se tensó, ella simplemente tuvo que contener las lágrimas mientras decía que ya tenían a Pedrito, que le quería como a un hijo… Soportó el resto de la velada como pudo, cuando llegó a casa se encerró en el despacho, no podía hacer como si no pasase nada… Aquella noche lloró como hacía meses que no lloraba, cuando Fernando fue fusilado ella tuvo la certeza de que nunca tendría hijos, habían matado a Fernando, no quería pensar en ser madre en un mundo en el que no estaba él. Cuando aquella mujer le preguntó por los hijos, abrió la caja de Pandora, era algo sobre lo que ya no pensaba, lo había enterrado en el fondo de su alma, como había tenido que enterrar a Fernando sin tener una tumba donde llorar… Regresó al presente cuando oyó gimotear a Roberto, le besó suavemente y respiró su olor, pensó en lo triste que habría sido perderse esas sensaciones, no haberse reencontrado con Fernando, no haberse atrevido a seguir su felicidad… Alicia se limpió una lágrima con disimulo y sonrió al mirar a Roberto, él significaba ese futuro que tanto se habían negado y un presente que deseaba vivir con toda plenitud. Dio un beso a su hijo y decidió irse a cambiar. Al entrar en la cocina vio a Fernando pensativo, preocupado, sonrió al darse cuenta que él también debía estar pensando en el pasado…
-Mmm huele bien –le abrazó por detrás mientras Fernando dejaba la sartén al fuego- Creo que me he acostumbrado tanto a que todo lo hagas tú, que ya ni te lo agradezco…
-¡Anda ya! –Fernando se quitó de la cabeza cualquier pensamiento negativo- Ni todo lo hago yo, ni hace falta que me agradezcas nada… ¿Pones la mesa mientras termino de preparar todo?
-Sí… Sólo si me prometes que hoy no recordaremos nada que nos haga ponernos tristes…
Fernando se giró para mirarla, reconoció su mirada, ella también había recordado algo que le dolía…
-Nada de recuerdos, solo nosotros y nuestro hijo.
La besó y vio cómo salía de la cocina con los platos, no podía creerse la suerte que tenía, la felicidad que sentía. Cenaron entre bromas y miradas, no hubo ninguna referencia al pasado, al menos no al pasado que dolía, pero sí recordaron algunos de los momentos de su historia. Alicia le echó en cara divertida el beso que no la dio cuando le explicó cómo se rodaban los besos en el cine, y sobre todo la cara que se le quedó a ella…


-Bueno, eso puedo arreglarlo… -se levantó se agachó junto a ella y la besó- Y siempre que lo recuerdes te podré dar un beso para compensar aquel… ¿Sabes? En ese momento ya sabía que debía alejarme de ti, que empezabas a ser alguien especial, con quien me gustaba estar… -Alicia le miró enternecida y con un punto de tristeza por la vida que había tenido que llevar Fernando, siempre ocultando lo que sentía- Aquella fue la primera vez que intenté alejarte de mí, pero eras tan insistente…
Se echó a reír consiguiendo que Alicia coquetease con él.
-Tú tampoco te quedas atrás siendo insistente… ¿O no recuerdas cuando me seguiste a casa de Inés?
Se echaron a reír, Fernando rememoró por un momento la discusión que habían tenido, le hacía gracia recordarse en aquel momento… En el pasado nunca hubiese creído que no supiese controlar lo que sentía, que necesitase seguir a Alicia porque no podía estar ni una hora sin verla…

Justo mientras se besaban después de terminar de cenar comenzaron a sonar villancicos a gran volumen, sonrieron pensando en sus vecinos y comenzaron a recoger al ritmo de los mismos. Alicia se encargó de recoger el salón, Fernando de fregar los platos, entre los dos terminaron en un momento. Fernando estaba en la cocina tarareando un villancico, se paró en seco, cerró el grifo y se sirvió una copa pensando "con lo que yo he sido", por un momento se planteó si no terminaría vestido algún año de Papa Noel o Rey mago en alguna función del colegio, dio un trago largo a la copa posando el vaso delicadamente en la mesa.
Cuando terminó, Fernando llevó la cuna al salón, Roberto seguía dormido pero pronto se despertaría para la siguiente toma; sirvió dos copas de vino y se sentaron en el sofá, se abrazaron y podrían haber pasado así toda la noche, no necesitaban más. Después de la toma de Roberto y de cambiarle, se fueron a dormir, aquella noche Alicia se durmió al poco de acostarse, se había levantado con mucha energía, pero había aprovechado el día y necesitaba descansar. Fernando no podía dormir, estaba tumbado con los dos brazos metidos en el cuello sabía que Alicia estaba profundamente dormida, sus patadas y la forma de tirar de la ropa de cama se lo confirmaba, a veces en esos momentos temía quedarse dormido y despertarse en casa de aquella familia que lo rescató del fusilamiento. Esos pensamientos siempre eran disipados cuando escuchaba la manija del despertador y la respiración de Alicia y de Roberto. Se había levantado tarde así que no estaba muy cansado, además, seguía dándole vueltas al recuerdo sobre Isabela. No se había acordado de ello hasta aquel día, eso le hizo pensar en cuánto no recordaría de aquellos años, 10 años de su vida perdidos… Se tranquilizó viéndoles dormir a los dos, era real, les tenía a ellos, era feliz, el pasado no podía cambiarle, había perdido mucho tiempo pero no pensaba seguir haciéndolo, no lo estaba haciendo. Se levantó despacio, encendió la lámpara de su mesilla, cogió papel y pluma y empezó a escribir; no era ningún encargo, necesitaba escribir y lo primero que le salió fue hacerlo en forma de artículo, suponía que era la costumbre de los últimos meses. Escribió sobre la Guerra Civil, sobre el exilio, los campos de refugiados, la Resistencia, la lucha clandestina, el atentado contra Franco… Incluso llegó a escribir sobre el fusilamiento, algo que nunca había hecho; al principio escribió despacio, pero según iba contando su experiencia, según iba recordando tantos años en la lucha, el ritmo de la escritura fue frenético. Mientras escribía, apoyado en el cabecero, la tinta de la pluma manchaba sus manos pero notaba cómo sus pensamientos fluían con facilidad, enfrentarse a cada uno de sus fantasmas le ayudaba. Notaba los pies fríos de Alicia apoyados en la pierna y subió un poco más la manta, dejando los folios justo encima. Acabó acalorado de lo aprisa que escribía, reglones y renglones de su vida, una letra irregular, furiosa a veces… Cuando terminó, respiró profundo, pensó que quizás debería haberlo hecho antes, había escrito varias cuartillas; las guardó en el cajón de la mesilla, al día siguiente se lo enseñaría a Alicia, no quería ocultarle nada. El cansancio fue haciendo mella, se frotó la cara y decidió apagar la luz, antes se incorporó para mirar a su hijo, estaba dormido, en un par de horas probablemente se despertaría para la siguiente toma. Se tumbó junto a Alicia, que estaba de espaldas, la abrazó, respiró su perfume tomándose su tiempo y cerró los ojos feliz, tranquilo.
__________________________________________________
**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

 
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