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Alicia llevaba una mañana demencial, en los jugados la entretuvieron mucho, al llegar al despacho se encontró con nuevos informes de un caso que se estaba complicando. Estiró el cuello y encendió un cigarro, dio una calada profunda y decidió llamar a casa, era la primera vez que llamaba en todo el día. Estuvo hablando con Diane unos minutos, Fernando había llamado hacía un rato, sonrió pensando que eran incapaces de estar una mañana sin saber de su hijo. Mientras colgaba el teléfono abrió el bolso para sacar unas cerillas y se dio cuenta de lo diferente que era ahora su bolso, llevaba tantas cosas de Roberto que había tenido que optar por uno mucho más grande, nada que ver con el bolso de mano que usaba en Madrid. Miró la caja con el chupete nuevo que había comprado esa mañana aunque lo guardó inmediatamente al escuchar a Emile, le anunció que tenía una visita, le miró extrañada, no esperaba a nadie; al ver a Antonio se levantó sonriendo. Antonio le producía una sensación de confianza como si se conocieran desde hacía muchos años, se notaba por su mirada que había tenido una vida difícil, aun así le parecía un hombre encantador, la clase de hombre que no deja indiferente a ninguna mujer que pase a su lado.
-¡Antonio! –le dio dos besos- Qué alegría verte, siéntate por favor –le señaló la silla y Antonio se sentó- ¿Te apetece tomar algo? ¿Un café?
-¿Podría ser una copa de coñac?
-Claro, sin problema.
Lo sirvió ella misma a la vez que servía un café cargado para ella, Antonio dio un largo trago nada más ponerle la copa delante. Alicia arrugó la nariz, esperaba que no pasase nada, se fijó más en Antonio, se le notaba nervioso, se sentó frente a él.
-Alicia… Quiero pedirte algo, no sé cómo hacerlo, puede traerte problemas… Y sé que a Fernando no le gustará que te lo pida…
-Bueno, a quien tiene que gustarle es a mí –Alicia sospechó de inmediato a qué se refería- no te preocupes por Fernando y dime en qué puedo ayudarte.
-Fernando me habló de Manuel, el maqui asesinado al que intentas encontrar… Llevo años pensándolo, pero al final siempre lo descartaba, por peligroso e imposible… Pero al saber que tú sí lo estás intentando con la familia de Manuel… Me gustaría que aceptases encontrar el cuerpo de Andrea, necesito hacerlo…
Alicia tragó saliva, una cosa era llevar el caso de la familia de Manuel, aunque le costaba podía mantener las distancias, no implicarse emocionalmente. Pero con Andrea era distinto, la frustración de no conseguirlo sería muy grande… Aunque tenía claro que aceptaría el caso, por Andrea, por Antonio, por Fernando, por su hijo, por ella misma…
-Necesito saber todos los detalles que puedas darme, quién la detuvo, cómo se llevó a cabo el operativo, dónde –cerró los ojos un segundo, el lugar de la detención era muy cerca del lugar del fusilamiento de Fernando-, quiénes la interrogaron… En fin, todo lo que me pueda servir.
-Pero… ¿Has aceptado el caso? ¿Sin pensarlo?
-He aceptado el caso y ha sido pensándolo, te lo aseguro… Por cierto, respecto a Fernando…
-No te preocupes, no le diré nada…
-Gracias, pero no es por su preocupación o porque piense que me diría que no lo hiciese… Sé que me apoyaría. Él es muy escéptico, piensa que no conseguiré nada en el caso de Manuel; pero estoy segura que si sabe que lo intento con Andrea, tendrá esperanzas, pensará que es posible… Andrea es muy importante para Fernando, no quiero que sufra todo el proceso sin garantías de nada… No te voy a engañar, será muy complicado, prácticamente imposible, un proceso muy largo; así que tendremos que ser fuertes, intentar alejarnos emocionalmente… ¿Estás preparado para afrontarlo?
Mientras le hablaba de intentar recuperar el cuerpo de Andrea tenía muchos sentimientos encontrados, había sido muy categórica en la opinión de Fernando pero estaba segura que no le iba a gustar nada. Siendo sincera si fuera al revés ella sufriría mucho.
-Por supuesto, tendría que haberlo hecho hace mucho, muchísimo tiempo…
-Bien, sé por Fernando que Mario Ayala estuvo en contacto con ella en aquellos momentos, fue la época en que yo conocí a Mario… -cerró los ojos para alejar esos pensamientos- ¿crees que colaboraría?
-Sin lugar a dudas, no sé si sabes que después él estuvo unos días detenido…
-Sí, al salir vino a casa… -pensó en el mensaje de Fernando, en Mario diciéndoselo, respiró profundo, iba a ser más difícil de lo que pensaba- Bueno, centrémonos en Andrea y en localizar a Mario.
Durante una hora intentaron sin éxito dar con Mario en los diferentes números de teléfono que Antonio tenía. Al final, Alicia consiguió hablar con él; cuando la escuchó no pudo evitar sonreír, Alicia le había impresionado cuando la conoció. Alicia le explicó por encima el motivo de su llamada, Mario tuvo que sentarse para poder pensar con claridad, cuando reaccionó, sorprendió a Alicia diciéndole que en dos días estaría en París.
Le costó encender la cerilla después de despedir a Antonio, se distrajo con la atención que Emile le dio, pero las manos le temblaban porque escuchar la voz de Mario le llevó, inexorablemente, a unas de las peores semanas de su vida.


No tenía ni idea del tipo de relación que tenían Antonio y Mario, ni siquiera de si éste último pondría, de nuevo, su vida en peligro por recuperar el cuerpo de la mujer de su vida.
Se sirvió una copa, no pudo evitar pensar en Fernando… ¿Qué pasaría si no conseguía encontrar el cuerpo de Andrea? ¿No le diría nunca que lo había intentado? Y si, por imposible que fuese, al final lo conseguía ¿cómo reaccionaría Fernando al darse cuenta que se lo había ocultado, que le había mentido? Por un momento pensó en lo que podría significar para ellos como pareja aceptar ese caso sin contárselo a Fernando; su primer impulso había sido protegerle, intentar que no sufriese un proceso interminable… ¿Pero no era eso lo que ella siempre le había reprochado? ¿Qué decidiese por ella para protegerla?  Cerró los ojos y pensó en Liberto, ya no era un niño, pero la falta de sus padres le había condicionado a ser el joven que ella conoció hacía unas semanas. Se imaginó a Roberto de mayor, no quería que su hijo pasase por nada parecido; por un momento pensó en dejar los dos casos, en rendirse, no arriesgarse lo más mínimo… Tal y como estaban las cosas entre España y Francia, en cualquier momento podrían tener consecuencias. Pero no podía hacerlo, nunca podría hablar con su hijo mirándole a los ojos si renunciaba a intentar luchar por un mundo más justo, al fin y al cabo sólo estaba intentando recuperar los restos de dos personas que ya no podrían seguir luchando, no eran un peligro. Empezó a pensar que se había precipitado al decirle que sí a Antonio; no porque quisiese rechazar el caso, sino porque contar con la opinión de Fernando era importante. No podía mantenerle al margen, Andrea era muy importante para Fernando y sabía que lo pasaría mal durante todo el proceso, pero ocultárselo no era justo. Aunque sabía que lo primero no era que lo pasase mal, sino que se preocuparía por ellos, por estar significándose tanto… Se le pasó por la cabeza que quizá Fernando tenía razón, que estaba poniendo en peligro todo lo que tanto les había costado conseguir… Dio el último trago a la copa, recogió la mesa totalmente distraída, no se dio cuenta que Emile había entrado, sonrió casi por inercia mientras se abrochaba el abrigo. Antes de salir por la puerta se apoyó en la mesa sujetándose la cara con la mano, estaba hecha un lío, no iba a renunciar a los ideales que tenía de justicia pero tenía que conjugarlo valorando los peligros.
Fernando llevaba toda la mañana con una sensación extraña, le molestaba la corbata, estaba nervioso y apenas había logrado concentrarse. Escuchar a Diane por teléfono debería haberle dejado tranquilo, aun así tenía una extraña quemazón. Le dijo a Catherine por quinta vez aquella mañana que no le molestase, que necesitaba tranquilidad para escribir. Su paciencia con ella empezaba a acabarse, aunque sonrió pensando que Pierre se estaba llevando la peor parte. Arrugó la hoja que estaba escribiendo, no podía centrarse, había llamado a Alicia y la encontró rara, sabía que pasaba algo aunque ella cada vez disimulaba mejor. Hasta que no terminase no podía ir a casa, debería haber entregado ese artículo hacia un par de horas, estaba estancado y nada de lo que escribía le convencía. Llamó a Antonio, le apetecía que aquella noche fuesen Liberto y él a cenar, hacía días que no se veían y no quería que volviesen a perder el contacto. Fue Liberto quien contestó, Antonio no estaba, le propuso la cena, Liberto resultaba un joven un tanto esquivo, probablemente por haber crecido separado de sus padres; le dijo que se lo diría a Antonio. Pensó que no le gustaría que su hijo le llamase por su nombre, le parecía una manera muy dura de mantener la distancia. Fernando colgó el teléfono y se quedó con el cable en la mano, jugueteando con él, arrugó el ceño mientras tomaba el paquete de tabaco para fumarse un cigarro, para su desgracia no quedaba ninguno. Valoró pedirle a Catherine el favor de comprarle un paquete pero decidió que era mejor salir él, el aire frío le despejaría y, con suerte, podría terminar el artículo antes de medianoche. El tabbac estaba a media manzana, le vino bien estirar las piernas e intentar centrar sus pensamientos en el artículo, tanto fue así que fue sentarse de nuevo en la mesa, ni siquiera se quitó el abrigo, y escribirlo de un tirón. Miró el reloj y decidió regresar a casa cuanto antes, algo no iba a bien, estaba seguro.
Alicia entró en casa, pudo oler la comida que Diane había preparado; insistía en dejarles la comida hecha por más que ellos le decían una y otra vez que estaba allí para hacerse cargo del niño, no de la casa. Aquel día agradeció no tener que cocinar, dio un beso a un Roberto que dormía profundamente, se desabrochó el abrigo con pereza, intercambió algunas frases con Diane y se despidieron. Sabía que Fernando llegaría tarde, probablemente comería algo en la redacción; preparó la mesa, no le gustaba comer sola, le recordaba a los últimos años en Madrid… Además, en ese momento no quería seguir pensando en Antonio, Andrea, Liberto; en Fernando cuando se enterase… Le hubiese gustado que Fernando llegase, comiese con ella mientras no dejaba de bromear por cualquier cosa… Por suerte, Roberto se despertó, le oyó gimotear y fue corriendo a cogerle, comería más tarde, necesitaba más que nunca sentirle en sus brazos, olerle, besarle. Hasta que no le tuvo contra ella no logró cerrar los ojos y sentir un poco de paz. Se sentó en la mecedora, Roberto no parecía tener mucha hambre, Alicia cogió el cuento que había escrito para su hijo y empezó a leerle una página. Le dolía la cabeza de dar vueltas y vueltas al mismo tema, Roberto debió notarlo y manoteó su cara, esa fue la primera sonrisa sincera desde que Antonio había salido del despacho. En aquella habitación, con su hijo en brazos, susurrándole… Se sentía totalmente protegida del mundo exterior, a salvo de cualquier peligro; sólo faltaba Fernando, mirándoles, sin dejar de atenderles a los dos. Cerró los ojos un instante sin pensar que llegaría a dormirse, Roberto se quedó dormido en sus brazos casi a la vez que ella. Se despertó sobresaltada, no había oído la puerta, pero sintió la presencia de Fernando, al abrir los ojos él estaba en el quicio de la puerta y sonreía mientras no dejaba de mirarles.
-Veros dormir a los dos es la imagen más perfecta que hay en el mundo…
Alicia sonrió mientras veía que Fernando tenía la cámara en la mano, Fernando se acercó, besó a su hijo en la frente y a Alicia en el pelo. Dejó al niño en la cuna y se abrazó a Fernando, se aferraba a él como si le fuese la vida en ello. Él correspondió ese abrazo, agarrándola fuerte, algo pasaba y empezaba a preocuparse; salieron de la habitación y entornaron la puerta.
-Alicia ¿te pasa algo?
-No te preocupes, solo es que me he despertado un poco atontada… Diane dejó la comida preparada, pero no quise comer sola… La mesa ya está puesta, ¿comemos?
Mientras comían, Fernando bromeó con que estaba seguro que le hubiese gustado ver la mirada que le echó a Catherine cuando le interrumpió por quinta vez, Alicia se echó a reír olvidando por un momento todas las preocupaciones. Fernando notaba la mirada esquiva de Alicia, sus movimientos eran mecánicos y estaba nerviosa, se mordía el labio, tocaba la alianza, alisaba una arruga inexistente en su falda, incluso durante la comida había momentos que no parecía estar allí. Volvió a ponérsele un nudo en la garganta, muchas veces tenía miedo de despertarse y que desapareciese esa vida que parecía prestada, pero se negaba a que ese pensamiento gobernase su vida. Alicia se sentó sobre Fernando cuando tomaron el café; le contó que había llamado a Antonio para invitarle a cenar aquella noche. Alicia cerró los ojos respirando profundo, Antonio no le iba a contar nada, eso no lo dudaba, pero ella necesitaba contárselo, no quería esperar a que pasase la cena para que supiese algo que ellos dos ya sabían. No era justo y además a ella no le gustaría que Fernando hiciese algo así. Se levantó, Fernando la miraba con preocupación, arrastró una silla hasta ponerse al lado, le cogió las manos pero no podía mirarle a los ojos.
-Alicia, me estás asustando… ¿Qué ha pasado?
Encendió un cigarro, no quería fumar, pero eso le daba la oportunidad de tener algo entre las manos, de poder concentrarse en algo que no fuese la mirada de Fernando.
-Esta mañana Antonio vino al despacho, quería ofrecerme un caso…
Fernando le miró extrañado, no entendía qué podría haberle dicho Antonio para que Alicia estuviese así, no le miraba y eso le preocupaba.
-Alicia, por favor, no des rodeos, no sé qué te habrá pasado con Antonio, pero puedes contármelo…
-Quiere que le ayude a encontrar los restos de Andrea…
La voz de Alicia se fue apagando hasta que se convirtió en un susurro, Fernando no reaccionó, estaba intentando comprender lo que Alicia acababa de decir, Andrea se materializó en su mente, el momento en el que cogieron aquella avioneta…


-¿Lo has aceptado?
-No lo pensé –miraba a Fernando a los ojos, no entendía que no hubiese reaccionado- sólo pude pensar en Liberto, en Antonio, en ti… Lo acepté sin pararme a pensar, de hecho mi mente empezó a bombardearme con las preguntas que debía hacerle a Antonio, con lo que necesitaba para empezar a trabajar… En ese momento me di cuenta de lo difícil que iba a ser, de lo que implicaba… Los recuerdos de esos días, Mario Ayala, el lugar donde la detuvieron tan cerca de… Quizás no tendría que haber sido tan impulsiva, haberlo hablado antes contigo… Pero no pude decirle a Antonio que tenía que pensarlo; era Andrea, no podía no aceptarlo…
Fernando cerró los ojos intentando reprimir las ganas que tenía de levantarse, el primer pensamiento fue para Antonio, nunca debió hablar a solas con Alicia, si lo hubiese hablado con él, podrían haber encontrado a alguien que llevase el caso, alguien que supiese lo que hacía sin necesidad de poner en peligro a su familia… Se arrepintió de ese pensamiento al segundo; no era justo con Antonio, ni con Andrea, ni mucho menos con Alicia… Al abrir los ojos vio la preocupación en la mirada de Alicia, se sintió mal, mal consigo mismo, con Alicia, con Antonio, con la situación… ¿Podrían vivir sabiendo que pudieron hacer algo por encontrar el cuerpo de Andrea y no lo hicieron? Pero ¿y si había consecuencias…? Ya era peligroso aceptar un caso así, pero aceptar dos… Era prácticamente un desafío, de repente tuvo una sensación de miedo y de ahogo que hacía mucho que no tenía.
-Alicia… Parece que no sabemos vivir sin ponernos en peligro… ¿Te das cuenta de lo que significa llevar dos casos así? –cerró los ojos apretando los nudillos, no quería transmitirle a Alicia el cabreo que tenía con ella y Antonio- Te aseguro que soy el primero que quiere que Andrea no esté en una zanja en mitad de la nada, pero no está en nuestras manos…


Alicia le miró, vio a un Fernando cansado, exactamente igual a como le vio después de las traiciones de Isabela y Valeriano. Se sintió culpable, las lágrimas asomaban a sus ojos, Fernando lo vio y la besó.
-No quiero que te sientas mal –hablaba mientras la besaba- pero has aceptado estos dos casos, el de Andrea sin ni siquiera contármelo antes…
-Fernando, no lo pensé, simplemente actúe… Pensé en no contártelo, eso es verdad… -Fernando la miró, los ojos expresaban la ira que no dejaba que el resto del cuerpo expresase- No quería que te implicases, que sufrieses con el proceso…
-Claro, y me lo has contado porque esta noche viene Antonio ¿no?
-No, Fernando, no es así. Supongo que sí que te lo haya contado ahora y no esta noche o mañana; pero ya había decidido contártelo, no era justo que no te lo contase… Quería evitar que pensases en Andrea, en que podríamos recuperarla, no quería que vivieses la angustia de todo el proceso, las trabas que nos pondrían… Pero ya había decidido contártelo antes de saber que Antonio vendría.
-Pero lo has aceptado sin contármelo…
-Ya te he dicho que no lo pensé, me salió de manera automática…
Fernando procesaba todo lo que le había contado Alicia, sintió la boca seca, la muerte de Andrea siempre pesaría en su conciencia, y no podría vivir sabiendo que pudieron intentar recuperarla y no lo hicieron. Pero el peligro era muy grande, Alicia se empeñaba en arriesgarse una y otra vez y eso le daba mucho miedo. Tomó a Alicia de la mano, hizo que se sentase sobre él, cerró los ojos respirando el olor de su pelo.
-Alicia… Nunca podría pedirte que no lo aceptases, pero quiero que lo pienses bien, que calcules las consecuencias que podríamos tener… Estoy seguro que Antonio no quiere que nuestro hijo crezca sin padres, Liberto ha pasado por eso y Antonio se arrepiente cada día… Piénsalo, por favor, lo has aceptado sin pensar, yo sólo te pido que lo pienses, que te tomes tu tiempo… Si decides seguir adelante, deberías buscar alguien que lleve los dos casos contigo, un abogado pantalla, es muy peligroso que te signifiques en dos casos tan parecidos a la vez.
Mientras la respiración de Alicia se normalizaba y se sentía mucho más segura sentada sobre Fernando, Fernando había dejado de sentir su peso en las piernas, intentó sonreír y animarla a pedir ayuda para llevar los casos. Pensó en un par de abogados que habían colaborado con el partido en Francia, uno de ellos vivía no muy lejos del centro de París, el otro estaba en los extrarradios. Su primer instinto fue llamar a Antonio y decirle que no volviera a acercarse a ellos, que él no le debía nada, evidentemente ese pensamiento no fue justo pero estaba harto de luchar día a día contra los mismos muros. El fusilamiento no sólo significó que le arrancasen la vida, él estuvo detenido semanas hasta ese día, semanas dónde los golpes y los interrogatorios se hicieron insoportables. Apenas andaba el día que Álvaro fue a visitarlo a la cárcel. Se frotó la cara y alargó la mano para encender un cigarro, le ofreció una calada a Alicia decidiendo que si tenían que jugársela, lo harían juntos, así minimizaría los riesgos y controlaría la situación, no la jurídica que no estaba en sus manos, pero sí el resto. Le acarició la cara y la besó con tanta desesperación que Alicia pudo saborear su miedo, le volvió a abrazar con toda la fuerza que tenía. Pensó en la discusión que habían tenido cuando le contó el caso de Manuel, se sintió muy injusta con Fernando por ponerle siempre en la situación de ser el que se preocupase, ser ella la que asumía riesgos… Pensó en las veces que había reprochado a Fernando su tipo de vida; se sintió muy mal consigo misma, pero no podía hacer otra cosa. No podría sentirse en paz consigo misma si no ayudaba a Antonio, si no hacía nada por encontrar el cuerpo de la mujer que arriesgó su vida por salvar a Fernando.
Roberto les interrumpió, Alicia se levantó y fue a coger al niño, Fernando preparó el biberón. Comprobó dos veces que el biberón tuviera la temperatura adecuada, antes de llevarlo a la habitación se apoyó en el fregadero pensando cuando sería capaz de superar esa sensación de estado de alerta casi continuo. Se dirigió hacia la habitación con paso firme con el biberón en la mano, en cuanto entraron en la habitación del niño se olvidaron de todo, sólo importaba Roberto, Alicia se sentó en la mecedora y Fernando en el brazo, no dejaron de mirar al niño, que estaba tranquilo. Mirándole recuperaron la tranquilidad, estar los tres juntos hacía que todo fuese fácil, que no importase nada que estuviese fuera de aquella habitación. Esos momentos que compartían los tres paraban, de alguna forma, el mundo, le daban la sensación de estar aislados, besó a Roberto y pensó cuando lo llevaría de la mano al colegio, probablemente entonces ya no aceptaría los besos tan fácilmente, cuando tendría que salir al parque a jugar al balón o arrugaría la nariz ante algunos de los mejunjes que cocinaba Alicia. Roberto llevaba ya un rato dormido cuando escucharon el teléfono, Fernando besó la frente de su hijo y a Alicia en el pelo y fue a cogerlo. Al oír la voz de Antonio se puso tenso pero intentó controlarse, no quería pagar sus miedos con él, por mucho que todo hubiese empezado con su propuesta… Si era sincero, no le apetecía ver a Antonio aquella noche, no estaba seguro de no soltar alguna frase fuera de tono; pero a pesar de ello, le invitó a la cena. Esperaba que fuese una situación fácil, Antonio le caía muy bien y podían hablar de cualquier cosa, por un momento recordó una cena con Andrea, Antonio y Liberto justo antes de volver a España para preparar el atentado. Sonrió mientras se despedía de él, al regresar a la habitación del niño, vio como Alicia le metía en la cuna y le tapaba. La abrazó por detrás mientras se quedaban contemplando el sueño de su hijo.
-Alicia… Si te pasara algo… -tragó saliva, no podía ni siquiera planteárselo- Yo no podría seguir…
-Claro que podrías, no conozco a nadie que haya pasado por tanto y siga encontrado motivos por los que vivir… Pero no me pasará nada, no nos pasará nada. La vida nos debe mucha felicidad, estos meses sólo han sido el principio.
Alicia acarició la cara de Fernando intentando borrarle esas arrugas de la frente que surgían cuando estaba preocupado, le besó, era un beso calmado, se olvidaron por un momento de las preocupaciones, de su lucha, de su pasado, sólo existían ellos y su hijo. Alicia se separó cuando se dio cuenta que el beso se había vuelto muy pasional, llevaban la ropa desarreglada y varios botones abiertos de sus camisas, Fernando resopló pensando en lo oportuno que era siempre Pierre, apartó el resto de sus pensamientos porque preocuparse por adelantado era estéril. Fernando había quedado con Pierre para acordar el enfoque que le darían a un reportaje que estaban preparando juntos, le había llamado después de comer para decirle si podía ser en casa, no quería dejar sola a Alicia después de la mañana que había tenido. En menos de media hora, estaban los tres sentados en el sofá, Alicia se integró perfectamente en el debate de Fernando y Pierre. Fernando disfrutó mucho viendo a Alicia intervenir tan confiada, sobre todo después de la mañana tan tensa que había tenido, escuchar a Antonio hacer la propuesta, pensar en todos, en el peligro, en lo que él le diría al enterarse… Le apretó la mano mientras Alicia estaba hablando con Pierre, ella le miró emocionada, y siguió defendiendo su postura frente a un Pierre que ya estaba pensando en que le gustaría que Diane y él llegasen a esa capacidad de comunicarse sin hablar. Fernando se levantó a preparar un café, desde la cocina oía a Alicia y Pierre, en ese momento hablaban de la censura, no pudo evitar reírse, le encantaba cómo se apasionaban los dos defendiendo su postura. Regresó con el café y vio que Alicia ya estaba acomodada en el sofá, con los pies subidos y una actitud relajada, se sentó junto a ella. Pierre siempre daba un aire fresco en sus visitas, conseguía hacerles reír, además su español mezclado con tantas palabras en francés daba a las conversaciones un toque divertido.
Cuando ya había anochecido, Pierre se despidió, le invitaron a quedarse a cenar, pero lo rechazó. Alicia miró divertida a Fernando, en cuanto Pierre cerró la puerta había empezado a recoger las tazas del café. Le siguió a la cocina, quedaba poco más de una hora para que Antonio y Liberto llegasen, tenían que preparar la cena.
-¿Y si encargamos algo? A mí no me apetece mucho cocinar…
-A ti nunca te apetece –Fernando se echó a reír mientras ella le miraba con cara de fastidio- pero yo preparo algo… Puedo preparar pollo y unos canapés, nada del otro mundo…
-Puedo ayudarte… -Fernando notó su insinuación y se echó a reír- Te lo digo en serio…
-Si quieres que tengamos algo decente preparado para cuando lleguen… Será mejor que no…
Fernando había cambiado de expresión al ver que la hora de la cena se acercaba, especialmente al despedirse de Pierre, por suerte cocinar estaba siendo una terapia para controlar sus fantasmas. Antes de llegar Antonio y Liberto, Alicia dio vueltas por la cocina, sabía que quería preguntarle o decir algo así que se sentó en una silla y le agarró las manos para que se apoyara en la mesa frente a él, le subió la barbilla animándola a decírselo.
-Fernando… Creo que esta noche es mejor que no hablemos de Andrea…
-Alicia, no te preocupes, todo irá bien… Mira, Antonio me conoce, si en algún momento se me escapa alguna cosa… Sabrá entenderme. No tengo intención de sacar el tema, de ponerme duro con él, pero tampoco voy a evitar un tema tan importante. Es una cena entre amigos, no va a pasar nada por hablar de todo…
Mientras iba al altillo, intentando encontrar una carpeta, no dejaba de repetir por qué quería una foto de Andrea. Suspiró al encontrarla, se sentó en la cama mirando a su amiga, sintiendo la rabia pero también recordó una conversación con ella. Alicia entró en la habitación y se sentó al lado, tomó la foto y vio un brillo que conocía en la cara de Fernando. Le apretó la mano, después de besársela.
Sonó el timbre, Fernando no pudo evitar ponerse tenso, intentó relajarse mientras se levantaba, Alicia dejó que fuese él quien abriese la puerta, sabía que necesitaba hacerlo; ella fue a la habitación del niño, Roberto seguía dormido, le arropó antes de salir a recibir a Antonio y Liberto.
Antonio supo que Alicia había hablado con Fernando, lo vio en la mirada de él, Fernando le abrazó intentando sonreír, intentó bromear con Liberto, pero entre que él no estaba relajado y que el chico no parecía el mismo al que él había conocido… Alicia apareció en el momento justo, Fernando no sabía cómo empezar a hablar con Antonio, cómo dejar a un lado todo lo que había sentido cuando Alicia le contó sus planes…
-Me alegro de que hayáis venido a cenar –dio dos besos a Antonio y un apretón de manos a Liberto- Pero pasad, no os quedéis en la entrada.
Fernando se apartó para que pudiesen pasar, necesitaba volver a controlar la situación pero le estaba costando; de pronto la imagen de Andrea se apareció en su mente y todo empezó a ser fácil. En unos minutos estaban los cuatro sentados en la mesa, cenando y compartiendo anécdotas, Liberto les escuchaba y, por primera vez desde que había vuelto a París, sintió que Antonio era su padre, que Fernando era el gran amigo de su madre… Del momento frío en el recibidor al salón lleno de sonidos, risas, cucharas y tenedores moviéndose, tan sólo habían pasado unos minutos, ni siquiera una hora. Alicia se distrajo escuchando las conversaciones, los cruces de miradas de Fernando y Antonio que demostraban se conocían más de lo que parecía. A Liberto, escuchar las historias de ellos con su madre le hizo recordar todo lo que había vivido en París antes de que su madre volviese a Madrid. Pasar los últimos años junto a Mario no había sido fácil, Mario y sus hijos fueron como una familia para él, pero no eran su familia, no era su padre, Mario le hablaba de los años que compartieron en Madrid antes de exiliarse y él no sentía que esa fuera su madre. Fernando vio el brillo de la mirada de Liberto, eso le animó a seguir hablando de Andrea, mientras él estuviese junto a Liberto, no pensaba dejar de recordarla, de que pensase en ella, al menos haría eso por ella ya que en el pasado ella murió por tratar de salvarle. Fernando estiró el brazo y comenzó a jugar con una miga de pan mientras recordaban a Andrea, Antonio sabía casi todas las anécdotas de su huida, incluido el beso que sirvió para despistar a la policía, Liberto escuchaba todas las historias como si no fuera posible que su madre hubiera protagonizado todas esas experiencias. Antonio le tomó el pelo con su frase de película americana de "un hombre te espera en París", hacía más fácil sobrellevar su recuerdo, además de no pensar lo difíciles que fueron esos días sin noticias de ella.

Alicia se había dado cuenta, viendo la foto, que probablemente había conocido a Andrea hacía muchos años, su padre tenía mucho contacto con españoles exiliados y recordaba vagamente la imagen junto con la historia cuando huyó de su casa.
Había momentos en que la conversación se tornaba más trivial, Antonio había empezado a trabajar dando clases de español en una academia y estaba muy ilusionado. Alicia evitó hablar en todo momento de su trabajo, pero no dejó de hablar de la Plaza de los Frutos, de los cambios, Liberto la escuchaba ilusionado mientras Antonio lo hacía con un punto de nostalgia que nunca podría evitar al recordar el lugar donde se había criado. Fernando se dio cuenta de los esfuerzos de Alicia por mantener un ambiente relajado, le cogió la mano y empezó a hablar de Numancia Films, le contó a Antonio la intervención de Pelayo en una escena de la película y acabaron los cuatro riendo a carcajadas.
Después de cenar, Fernando recogió la mesa con la ayuda de Liberto, mientras iban y venían de la cocina, Liberto le contó que había conocido a una chica española, hija de exiliados. Fernando le miraba divertido, pensó en lo que le diría Andrea de estar allí e intentó actuar como si ella estuviese. Alicia y Antonio conversaban en el sofá, ella se sorprendió al saber que había conocido a Luisa, que había tenido una relación con ella; en un momento, el tema principal era Luisa. Fernando sirvió una copa a Antonio y otra a Alicia mientras cogía la suya y se sentaba al lado de Alicia; Liberto se sentó en la butaca y escuchándoles se fue quedando dormido. Fernando le contó a Antonio que cuando regresó a Madrid a cazar al topo, lo hizo porque era quien había preparado la emboscada en la que murieron Luisa e Ignacio. Antonio se sintió mal, pensó en Luisa, en Andrea, en Alicia cuando le propuso recuperar los restos de Andrea… Y en Fernando, le tenía delante, sabía que Alicia se lo había contado, y aun así no le recriminó nada, fue consciente de todo lo que había vivido Fernando, de todo su sufrimiento. Él también lo había pasado mal los últimos 10 años, pero sobrevivir a un fusilamiento, saber que una buena amiga murió por intentar salvarte… Mirando a Fernando a los ojos comprendió lo duro que tuvo que ser para él saber que Alicia había aceptado su propuesta sin hablarlo con él. Fernando se levantó a arropar a Liberto, no era un niño ya, pero le seguía provocando la misma ternura que cuando le conoció. Cuando se sentó de nuevo, vio la mirada de Antonio, supo que su amigo había elegido ese momento para hablar de lo que toda la noche habían evitado.
-Fernando… Quiero disculparme por no haber hablado también contigo…
Alicia le miró sorprendida, estaba segura que la actitud de Fernando no había evidenciado que lo sabía… Pensó que en aquella relación se había perdido mucho, y que Fernando tenía razón, Antonio le conocía de sobra.
-Antonio, no te voy a decir que no me molestase, de hecho, si llegas a estar aquí en ese momento… -Antonio le miró y sonrió asintiendo, sabía perfectamente qué habría pasado- Entiendo que quieras encontrar el cuerpo de Andrea, y te aseguro que soy el primero que quiere que lo encuentres… -Alicia le cogió la mano- Pero es prácticamente imposible y además, muy peligroso…
-Antonio, esta mañana te dije que sí sin dudar, me precipité; quiero hacerlo, quiero ayudarte, pero antes quiero poder pensarlo, poder buscar la forma de llevar los dos casos sin que haya consecuencias…
-Claro, entiendo que te puse en un aprieto, que tenía que haber hablado con los dos, sin presionar… Yo también me dejé llevar por un impulso, es algo que tenía que haber hecho hace mucho…
Fernando le comentó su idea de conseguir que otros abogados diesen la cara aunque el proceso lo llevase Alicia; entre los tres hablaron de la mejor solución. Cuando oyeron llorar a Roberto, Fernando se levantó a preparar el biberón, Alicia llegó al salón con el niño en brazos. Antonio miró al niño y sonrió, nunca habría pensado que después de tanto tiempo, se encontraría a Fernando siendo padre. Fernando estaba en la cocina recogiendo todo, Liberto seguía dormido en la butaca, Antonio se disculpó con Alicia, que estaba dando el biberón a su hijo, y fue a la cocina, quería hablar a solas con Fernando.
-Fernando, de verdad, siento no haberlo hablado contigo.
-No pasa nada –dejó en el fregadero el vaso que tenía en las manos y se giró para mirarle- pero sí me gustaría pedirte que no vuelvas a dejarme al margen de nada… Lo que afecta a Alicia también me afecta a mí, además… Andrea era y sigue siendo muy importante, eso no puedes dudarlo… Pero no quiero poner en peligro a mi familia por algo que es imposible conseguir, nunca me perdonaría que le pasase algo a Alicia.
-Yo tampoco Fernando, no quiero eso, de verdad que no…
-Lo sé, sé que no lo has hecho con mala intención, pero no vuelvas a hacer algo así intentando que yo me mantenga al margen…
Antonio asintió, encendió un cigarro y le ofreció uno a Fernando, que ya había terminado de fregar, Fernando corrió la silla de la cocina para sentarse frente Antonio, éste apoyaba el pecho en el respaldo mientras le miraba fijamente a la vez que echaba el humo. El primer momento de la conversación había sido de tensión, entender al otro era fácil pero la mirada de Fernando le dejó claro a Antonio que no cometería los mismos errores que él. Al volver a salón, Alicia ya había terminado de dar el biberón a Roberto, que dormía tranquilamente en sus brazos, Liberto se había despertado y le contaba a Alicia los primeros recuerdos que tenía de París. Alicia estaba algo nerviosa, había dado su palabra y no estaba dispuesta a retirarse del caso, sobre todo por alguien que había dado la vida por intentar salvar a Fernando, tan en vano como ella, pero admiraba esa lealtad. Tocó el brazo de Fernando mientras miraba a Antonio, fue sintiéndose mucho más relajada, también se dio cuenta de la mirada de envidia de Antonio cuando vio a Fernando con Roberto en brazos. El momento a solas con su hijo produjo en Fernando una sensación de paz, cerró los ojos concentrado en el único sonido de Roberto. Le alegraba ver a Liberto congeniando con Antonio, recuperando el tiempo perdido, era injusto que las vidas que les robaron siempre causaran estragos en sus relaciones, combinar mirar a tus hijos con la conciencia tranquila con verles crecer parecía un reto. No se dio cuenta que había apretado demasiado a Roberto y se quejó por no tener margen de movimientos, eso le hizo sonreír y besarle en la frente haciendo una promesa velada y silenciosa de no tener que pensar en recuperar el tiempo perdido con él. Le metió en la cuna y pensó en Andrea, en que le hubiese encantado conocerle. Recordó la conversación sobre los hijos que tuvieron al poco de conocerse; sonrió con tristeza por el cinismo que se gastó en aquella conversación… Roberto, y los hijos que quería tener con Alicia, nunca serían una hipoteca, recordó las palabras de Andrea “los hijos son lo mejor de la vida”, sonrió recordando cómo Andrea había dado donde dolía cuando le dijo que ninguna mujer querría soportarle.
-Hijo, algún día te contaré quién era Andrea…
Arropó al niño y salió de la habitación dejando la puerta entreabierta; Alicia disfrutaba de la charla cuando Antonio miró el reloj y se dispuso a despedirse, ella apuró la copa que estaba tomando y apagó el cigarro para levantarse. Sonrió cuando vio a Fernando aparecer con restos del biberón en la camisa. Antonio y Liberto se estaban despidiendo, ya era tarde y al día siguiente tenían que trabajar. Liberto abrazó a Fernando, el primer abrazo desde que había vuelto a verle, Fernando sintió que en ese abrazo estaba presente Andrea. Alicia se despidió de Antonio con dos besos y de Liberto con un apretón de manos, finalmente, Fernando abrazó a Antonio y se sintió en paz.
En cuanto Antonio y Liberto cerraron la puerta, Alicia abrazó a Fernando, sabía lo duro que había sido para él afrontar lo que había pasado, recordar a Andrea, verla, de alguna manera, proyectada en Liberto, volver a sentir la culpa que su muerte le provocaba… Fernando se rindió a ese abrazo, relajó los hombros y los brazos, la besó dulcemente, como si fuese la primera vez que la besaba. Disfrutó oliéndole el pelo antes de separarse, fue apagando las luces mientras caminaban agarrados a la habitación de Roberto, dio una luz suave para no despertarle, notaba el contacto de Alicia agarrada a él e incluso su intranquilidad. Ya era tarde, al día siguiente madrugaban, pero verle dormir les daba paz. Fernando se sentó en la mecedora, Alicia sobre él, y durante los siguientes minutos se dedicaron a mirar a su hijo.
-¿Crees que entenderá nuestra lucha? ¿Que nos pongamos en peligro?
-Me gustaría que no tuviera que entenderla, que no fuese necesario…
-Fernando, no podemos educarle entre algodones… Algún día crecerá y en ese momento se daría cuenta que su mundo ideal era una invención… -pensó en ella misma cuando llegó a España, no quería eso para su hijo- Nos costará contarle algunas cosas, pero no podemos negarle la verdad de nuestra lucha, de su origen…
-Lo sé, y estoy de acuerdo, pero me da tanto miedo que llegue a enterarse de tantas cosas… Creo que es más fácil que entienda tu lucha que la mía…
-No, Fernando, nuestra lucha es la misma, tú viviste una guerra civil, una guerra mundial… En el momento en que empezaste a luchar tenía que ser así; pero no es una lucha distinta a la mía, a la nuestra… Tu lucha también son tus artículos, esa manera de escribir sobre las injusticias, de ponerte en el lugar de cualquier persona que sufra… Roberto estará muy orgulloso de su padre, de que hayas luchado tanto, de que hayas sacrificado tanto para luchar por todos…
Fernando miraba a Alicia hablar de esa forma tan apasionada de su lucha que pareciese estar escuchando a Antonio la primera vez que lo conoció. Tragó saliva pensando que había muchos episodios difíciles de explicar, muchos, suspiró pensando que ella volvía a tener razón y no hablar no significaba que no existiese. Respiró profundo, sólo podía oler el perfume de Alicia mezclado con la colonia de Roberto y los polvos de talco, cerró los ojos pensando en todo lo que no le gustaría que supiese su hijo. Pero también pensó en todo lo que le gustaría contarle, hablarle de todos sus amigos, de los que estaban en España, pero también de los que ya no estaban, Roberto, Andrea… Al abrir los ojos lo hizo con la convicción de que nunca le ocultaría nada a Roberto por duro que fuese, según creciese podrían contarle unas cosas u otras, pero quería que su hijo le conociese tan bien como Alicia, todo lo bien que a él le hubiese gustado conocer a su padre. Esperaba estar a la altura, eso le daba mucho miedo, pensar que su hijo pudiese rechazarle de alguna forma… Alicia sintió cómo Fernando se relajaba, no sólo dejaba de tener el ceño fruncido, también le miraba fijamente, no rehuía la mirada. Pensó que ninguno tenía que avergonzarse de no haber tenido una vida fácil, intentar que la de Roberto lo fuera mucho más no significaba renunciar a sus identidades, a sus ideales. Miró a Alicia durante unos segundos y se levantaron de la mecedora, el salón estaba sin ordenar, pero no era el momento de hacerlo. Alicia llevó al cuna a su habitación mientras Fernando apagaba las luces y cerraba la ventana, Alicia ya estaba en la cama cuando él entró en la habitación. Empezó a desnudarse ante la atenta mirada de Alicia, se iba a poner el pijama cuando ella le sujetó la mano y le hizo entrar en la cama. Alicia estaba en ropa interior, cuando Fernando se tumbó junto a ella, le abrazó; tardaron en dormirse, Roberto se despertó antes de que ellos se durmiesen, Alicia le amamantó en la cama mientras Fernando no dejaba de mirarles y acariciar la mano de su hijo. Estaba apoyado en el cabecero, sentado en la cama, la almohada se la había cedido a Alicia para incorporarse mejor, notaba cómo madre e hijo libraban una batalla contra el sueño. Cuando terminó se encargó de Roberto mientras Alicia se limpiaba con un paño y se tumbaba. Apagó la luz central, dejando sólo la de una mesita, podía ver el cielo cubierto de nubes que presagiaban un día lluvioso. Hablaron de muchas cosas, Alicia le contó algunos recuerdos de la universidad, de los profesores con los que se había encontrado, de lo difícil que lo tuvo al estar casada con uno de ellos, de lo fuera de lugar que se sentía en clase… Fernando pensó en la estudiante que él había conocido en Madrid, alegre, luchadora, idealista, bastante ingenua; sintió una rabia profunda al pensar que Alicia había tenido que crecer de golpe, se sintió responsable de una parte de su sufrimiento. Alicia notó la tensión en la mirada de Fernando y empezó a hablar del año que compartieron en Madrid, por mucho tiempo que pasase, aquellos meses estaban muy claros en su memoria. Fernando recordó su llegada a París después de dejar a Alicia en Madrid, le habló de la soledad que sintió al instalarse en el piso que el partido le había conseguido, la sensación que tenía de que ella llegaría en cualquier momento con una sonrisa y haciendo que él sonriese también. Alicia le miró muy seria, ella también se sentía culpable cuando pensaba en lo que tuvo que sentir Fernando al separarse de ella. Fue Fernando el que lo decidió, se equivocó, desde luego, pero ella no hizo nada para cambiar su decisión, se conformó… Y nunca pensó en lo mal que estaría él, no era que pensase que Fernando no tenía sentimientos, porque sabía que los tenía; pero sólo pensaba en ella, en lo que le dolía estar lejos de él, sentirse atrapada en un matrimonio que no había elegido. Le besó con mucha tristeza, habían perdido mucho tiempo y habían sufrido mucho al estar alejados. Alicia se apoyó sobre él, siguieron hablando un rato, no dejaba de respirar el olor de Fernando, lo había echado tanto de menos en los últimos años… Disfrutó de la charla animada de Alicia, sólo la interrumpía haciendo algún comentario o dándole un beso, ella hablaba con la voz pastosa y el sueño le pudo. Cuando Alicia no le contestó a la pregunta que le acababa de hacer, Fernando entendió que se había dormido, tuvo que taparla, comprobar que Roberto también lo estuviera y apagó la luz, la besó en el pelo mientras acariciaba su cara.
-Descansa petit Alice…
Cerró los ojos para dormir él también, pero el día había sido tan intenso que le costó mucho. Finalmente, se quedó dormido con el sonido de la respiración tranquila de Alicia.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!!

 
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