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Fernando Solís & Alicia Peña |
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Febrero de 1962 (II) |
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Mediados de febrero de 1962
El recorrido hasta la revista lo realizó con paso firme y seguro, usaba su mano derecha para cerrarse el abrigo más cómo efecto reflejo por el frío que sentía, esa mañana había madrugado más que de costumbre, el problema había sido que Alicia también y estuvieron a punto de llegar tarde. Al entrar en el despacho tuvo que quitarse el abrigo de inmediato ante el contraste por la calefacción tan alta, descolgó el teléfono para indicar que no le pasaran llamadas, movió el cenicero hacia adelante y, mientras se fumaba un cigarrillo, comenzó a escribir.
Protestas, muerte segura; por Fernando Esquivel
8 de febrero, lo que estaba siendo una manifestación pacífica para protestar contra los atentados, se convirtió en un campo de batalla cuando la gente ya se estaba dispersando. La carga policial hizo que cientos de personas retrocediesen hacia la boca del metro Charonne, personas caídas, mucho miedo, aglomeración, la policía no pensaba frenarse… El resultado ya le conocemos todos, siete personas murieron asfixiadas, una persona murió a golpes, cientos de heridos… En eso se ha convertido la policía francesa, en represora de manifestaciones pacíficas, asesinos que no dudan en golpear a alguien hasta la muerte, que no dudan en acorralar a inocentes hasta provocar la muerte por asfixia. Ocho personas muertas, obreros, militantes del PCF, personas que luchan por lo que creen justo… ¿Qué clase de Gobierno permite eso?
La manifestación se convocó para protestar contra los atentados de la OAS ¿hay algo de malo en ello? ¿Merecían esas personas ser acorraladas hasta morir asfixiadas o a palos? ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo? No creo que nadie quiera un mundo así para sus hijos, puede que sea hora de plantarnos. Plantarnos como hicieron miles de personas ayer, 13 de febrero, en París, que se convirtió en una ciudad protesta el día de los funerales. Cuando la policía actúa como perro guardián del poder y no del ciudadano algo va mal, algo tiene que cambiar y manifestaciones como las de ayer tienen que ser el principio de algo más grande.
Desde mi punto de vista, las cosas no pueden ir de otra manera cuando Papon, el jefe de policía, fue colaborador nazi; ¿cómo esperamos que gestione bien la autoridad de la policía? En algún momento esta situación tiene que estallar, y esperemos que no se lleve a más personas inocentes por delante.
Antes de firmar el artículo se frotó la cara mientras lo releía y se estiró en la silla recordando las sensaciones del día anterior, tiró la pluma sobre la mesa. El día anterior se habían acercado los tres al cementerio de Père Lachaise, apenas podían moverse entre tanta gente, se emocionaron al ver la movilización que habían provocaron las muertes de aquellos inocentes. Estuvieron sólo unos minutos, no era fácil moverse con el coche de Roberto y tampoco querían ponerle en peligro, no estaban seguros que no hubiese cargas policiales. En el camino de vuelta no dejaron de ver las calles llenas, Alicia no pudo evitar que se le escapase una lágrima, hacía mucho que no veía tantas personas luchadoras unidas. Pensó que París brillaba más que nunca y sin necesidad de luces artificiales.
Se levantó, aquella vez no había incertidumbre, le habían encargado el artículo, la revista se la iba a jugar incluso nombrando a Papon. No tenía claro si debía firmarlo con su nombre, pero no quiso darle más vueltas, no estaba haciendo nada malo, sólo era un artículo. Al pasar por la mesa de Pierre le miró sonriendo y pensando que esa vez sí, esa vez se publicaría; se echó a reír cuando vio que Catherine se acercaba una vez más a la mesa de Pierre con una excusa tonta. Al llegar al despacho de Antoine, posó el artículo delante de él, se fijó en Fernando, se le notaba un aire victorioso que le hizo reír.
-Esta vez no habrá llamadas Fernando…
-Eso espero…
Salió del despacho con el mismo aire victorioso con el que había entrado, todavía era mediodía, pensó en Alicia, probablemente estaría ocupada en el despacho. Pero decidió acercarse a buscarla, Pierre le vio salir y le invitó a una copa pero la rechazó, le apetecía ver a Alicia, abrazarla y contarle todo lo que estaba sintiendo al poder, por fin, publicar algo sobre lo que pasaba en el país. Recogió tranquilamente la mesa, se puso el abrigo y los guantes mientras veía sorprendido que Catherine empezaba a atosigar a Jean ante el evidente desinterés de Pierre. Se fijó también en Pierre, estaba hablando por teléfono, probablemente con Diane porque tenía una cara de embobado…
-Pierre, ¿me haces un favor? –Pierre tapó el auricular y le miró asintiendo- ¿Podrías decirle a Diane que hoy llegaremos pronto?
Fernando disfrutó viendo a Pierre azorado, se había sentado en la mesa para darle el mensaje y se incorporó para dirigirse a la salida hablando entre dientes de Pierre y sus llamadas a su casa. De camino al despacho, no dejó de ver los escaparates decorados, tenía muchas ganas de sorprender a Alicia con algún detalle, pero no lo hizo, no aquel día, no porque otros quisiesen que él celebrase el amor. Entró a la floristería de siempre pero evitó en todo momento las rosas, hacía varios días que no cambiaban las flores de casa y ese día le apetecía, sólo con verle pasar, se notaba la felicidad que sentía. Antes de conocer a Alicia le costaba entrar en una floristería sin recordar a Belle, nunca había estado muy a favor de cortar flores para dejarlas marchitar unos días, de hecho era él quién se encargaba de regar las macetas con flores que había en casa. Se echó a reír pensando cuánto hubieran durado de la mano de Alicia, aunque merecía la pena cuando se asomaba al balcón y las tocaba mientras las olía. Miró el reloj intentando hacerle entender a la floristera que tenía prisa, algo que le costó comprender. Decidió llevar las flores a casa, no quería que Alicia pensase que las había comprado por el día que era y por eso aparecía en el despacho con ellas; saludó a Diane, cogió en brazos a Roberto y empezó a cambiarle. Diane terminó de hacer la comida, daba igual las veces que ellos insistiesen en que no estaba allí para atender la casa, ella lo hacía igual. Fernando le dijo que no hacía falta que se quedase más, que él se haría cargo del niño; Diane besó a Roberto y recogió sus cosas, Fernando la miró suspicaz, parecía que Diane también tenía planes para Pierre aquella mañana. Antes de salir de casa comprobó que Roberto no fuera sólo abrigado, también perfectamente limpio, cuando el resultado fue óptimo decidió abrir la puerta. Aquella mañana no hacía mucho frío, pero en París y en pleno febrero, no podía fiarse, y menos cuando se trataba de su hijo. Roberto se revolvía en el coche, ya no le gustaba tanto como al principio ir siempre tumbado cuando salían a la calle. Fernando intentó calmarle, por suerte, el despacho estaba muy cerca de casa y, cuando se quiso dar cuenta, ya estaban en el portal. Al entrar, dejó el coche en un lado mientras cogía a Roberto, que dejó de llorar inmediatamente.
-Mucho has aprendido tú…
Le besó en la frente y le acomodó en sus brazos; pensó en subir a buscar a Alicia, pero sabía que cuando estaba trabajando no le gustaba saber que había alguien esperando a que acabase.
Alicia había tenido un día ajetreado pero en el primer descanso que pudo realizar se sentó para llamar por teléfono, enrollaba el cable mientras contestaba a uno de sus compañeros, arrugó el ceño mientras marcaba otra vez. Empezó a ponerse nerviosa, colgó, cogió el bolso, se olvidó del abrigo, los guantes y el paraguas. Emile le habló, ella no le escuchó, se disculpó con la mano y cerró la puerta. El ascensor tardaba, empezó a impacientarse, tuvo que refrenar las ganas de dar una patada al ascensor, abrió la puerta con fuerza, pulsó al botón casi sin aliento. Algo tenía que haber pasado para que Diane no cogiese el teléfono, se tranquilizó pensado que en unos minutos llegaría a casa, estaba muy cerca. Cuando llegó al portal, Fernando la vio y sonrió, ella ni le miró, estaba lanzada, pero en cuanto pasó de largo, notó ese olor, era inconfundible… Se giró y respiró tranquila, estaban allí los dos.
-Fernando… Estaba asustada, acabo de llamar a casa y…
-Lo siento, lo siento, lo siento…
La abrazó con cuidado posando a Roberto en sus brazos, le agarró la mano libre pasa besársela, Alicia seguía temblando.
-Sólo quería darte una sorpresa, siento haberte asustado…
-No pasa nada –se rio suavemente- mírame, siempre diciéndote que no debes preocuparte tanto, y a las primeras de cambio soy yo la que se asusta…
-Es normal –Fernando la miró enternecido- no debí haber salido de casa sin avisarte… Alicia –vio que solo llevaba el bolso en la mano- ¿te has olvidado del abrigo?
Alicia se miró y se echó a reír, no había sido consciente de la rapidez con la que había reaccionado, le dijo que bajaba en un minuto y subió a por sus cosas con Roberto en brazos. Al verles abajo había respirado tranquila, Roberto estaba cada día más grande pero se fijó que Fernando sonreía de una forma enigmática. Subió a recoger el abrigo pensando qué andaría tramando. Fernando se quedó sonriendo, la vio entrar al ascensor y pensó en lo que habría pensado él si al llamar no hubiese contestado nadie… Pensó divertido que eran unos auténticos padres primerizos…
Alicia se entretuvo unos minutos, cada vez que Roberto aparecía por el despacho, hacía las delicias de todos sus compañeros. Recogió sus cosas despacio, pensando en lo impulsiva que había sido al salir del despacho sin nada; al guardar el expediente del caso de Andrea recordó el encuentro con Mario. Se quedó de pie, mirando por la ventana, apoyada en la mesa mientras lo recordaba.
Unos días antes
Fernando había acompañado a Alicia casi hasta la cafetería, la llevaba agarrada y notaba su ansiedad, intentó hacer que se relajara, en otro momento hubiera bromeado con el fusilamiento pero la última vez se ganó una de las peores miradas que recordaba. Se paró para besarla mientras se despedía, tocó suavemente la lana del abrigo mientras le pasaba el dedo por la nariz. Alicia sonrió y le recordó toda la plancha que tenía en casa, Fernando se mordió el labio y continuo su camino por la calle, ella se apoyó en la puerta de la cafetería antes de entrar. Estaba muy nerviosa, Fernando había decidido no ir, sabía que podía confiar en Mario, no dudaba de él aunque no le conociese mucho. Pero ya demasiadas personas a las que quería sabían que había sobrevivido, no quería poner en peligro a Mario. Fumaba nerviosa, sabía que ver a Mario le traería demasiados recuerdos, malos recuerdos, le gustó conocerle, saber que había estado con Fernando hasta el último momento, pero no podía separar los sentimientos negativos que le causaba pensar en aquellas semanas. Antes de dejar la taza en la mesa, de nuevo, olió la tila intentando controlar su nerviosismo pero como no le estaba haciendo efecto, decidió pedir una copa; al verles entrar le temblaron las manos, respiró hondo mientras se levantaba para saludarles. Saludó a Antonio como siempre, con dos besos, iba a ofrecerle la mano a Mario cuando él la abrazó. A Mario le había marcado conocer a Fernando y Alicia; aunque ninguno de los dos se lo dijo, él notó que entre ellos había más que una simple amistad.
-Mario, muchísimas gracias por venir… -se sentaron- Sé que esto no tiene que ser plato de gusto para ti…
-Alicia, haría lo que fuese por Andrea… Por ayudar a recuperar su cuerpo…
Alicia vio en la mirada de Mario lo mismo que en la mirada de Antonio, no cabía duda que Andrea había sido muy importante para aquellos dos hombres. Una de las camareras interrumpió mientras les preguntaba qué querían; cuando tuvieron en la mesa lo que habían pedido, comenzaron a hablar.
-Alicia me ha contado que para empezar a trabajar necesita saber todos los detalles de los últimos días de Andrea… -Antonio no se sentía del todo cómodo con Mario, volver a verle le recordaba el abandono de Liberto, cuando se enteró de la muerte de Andrea y decidió que su hijo estaba mejor con él- Es posible que no recuerdes todo pero…
Mario le interrumpió, empezó a relatar su reencuentro con Andrea desde el principio, los detalles estaban claros en su cabeza, el momento en que la vio en aquella cena en casa de los Rivas, cuando supo a qué había venido, las vueltas que dieron para encontrar pistas… Alicia cerraba los ojos cuando hablaba de las visitas a Fernando, Mario intentó ser muy cuidadoso, notaba que Alicia se ponía muy tensa en esos momentos. También intentó ser cuidadoso en lo respectivo a la relación personal con Andrea, no creía que Antonio necesitase saber que retomaron su historia… Bueno, que él retomo su historia y Andrea se dejó querer. A lo largo de la charla, Alicia pensaba en lo diferentes que eran Mario y Antonio, sus gestos, la pausa de Mario hasta para encender un cigarro, el brío de Antonio, todo en ellos era diferente, sin embargo, había un respeto entre ellos una especie de pacto. Se alegró que Fernando hubiera estado acompañado aquella noche por alguien como Mario. La tensión de los primeros minutos fue desapareciendo, hasta tal punto que Alicia se encontraba hablando de su hijo y su marido; Mario la escuchaba con una sonrisa, era tan distinta a la mujer que él había conocido hacía 11 años… Alicia rectificó cuando estaba a punto de hablar de Fernando, Antonio lo notó y empezó a hablar de la última ocurrencia de una de sus alumnas. En silencio, Alicia le agradeció a Antonio que hubiese estado atento, se disculpó un momento, se acercó a la barra y le pidió a su amiga usar el teléfono. Mario sentía que ocurría algo, su trabajo y todas las vivencias le hacían estar alerta. No conocía mucho a Alicia pero era un manojo de nervios, había roto dos cigarros, estaba hablando por teléfono y agarraba el cable con tanta fuerza que pareciese fuese a romperlo. Antonio siguió con su charla animada. Alicia habló con Fernando unos minutos, le hizo un resumen del encuentro, omitiendo cualquier comentario sobre Mendoza, eso se lo diría en persona, y le dijo si estaba seguro de no contarle a Mario que había sobrevivido. Notó la duda en Fernando, ese silencio era más elocuente que cualquier palabra, le oyó respirar profundo.
-Alicia… En ningún momento he estado seguro de no estar ahí contigo, esta tarde ha sido muy dura, al menos tenía a Roberto… Preparo al niño y bajó en unos minutos… Deberías preparar a Mario para verme, fue el último que me vio con vida, no tiene que ser fácil volver a verme…
Fernando se quedó mirando el teléfono durante un momento, fue Roberto quién lo sacó del trance, mientras lo cambiaba se dio cuenta que estaba fuera de España y una persona más o menos que supiera que estaba vivo, a esas alturas, no supondría mucha diferencia. En el fondo tenía ganas de ver a Mario y agradecerlo todo lo que hizo por él, sentía admiración a pesar de las diferencias. Alicia volvió a la mesa, Antonio se dio cuenta que pasaba algo, cogió la mano de Alicia, la miró a los ojos y supo que Fernando estaba a punto de llegar.
-Mario, dentro de un momento van a venir mi marido y mi hijo… -Él sonrió, veía a Alicia tan feliz que tenía ganas de conocer a su familia- Creo que va a suponer una impresión para ti…
Mario la miró confundido, Alicia terminó su copa, tomó aire, respiró fuerte, se sentó de frente a Mario y tomó carrerilla, ella misma movió la copa nueva que le habían servido -casi vuelve a beberla de un trago-.
-No pienses que he querido mentirte… No es fácil revelarlo, de hecho puede ser hasta peligroso. Mi marido es Fernando… -la miró todavía sin entender- Fernando Solís. Cuando le fusilaron no se aseguraron que no tuviese pulso… Fernando sobrevivió al fusilamiento.
Si no hubiera sido tan importante y grave se hubiese reído ante la cara cómica de Mario. Hasta ese momento pensaba que ese hombre no sudaba, que siempre iba impecablemente vestido, peinado, calzado, se equivocaba… La expresión de Mario fue cambiando, Alicia se dio cuenta de todos los sentimientos que le había provocado su afirmación sobre Fernando. Su mente repasaba las pocas horas que había pasado con Fernando, todo lo que se dijeron, la impresión que le causó conocer a alguien tan valiente, tan consecuente con su modo de vida… ¿Había sobrevivido? ¿Alicia y él habían formado una familia? Cuando Fernando entró en la cafetería, Mario aún no se había repuesto de la impresión, Fernando se acercó, Alicia cogió a Roberto en brazos y apartó el coche para una esquina. Mario le miró sin poder creérselo, en su mente se materializó la última mirada de Fernando antes de salir de aquel cuarto…
Le abrazó, no pudo saludarle, sólo le abrazó; Fernando se emocionó, sintió que, de alguna manera, sobrevivía del todo en aquel abrazo. Mario había sido la última persona con la que habló antes del fusilamiento, la última persona que le vio con vida… Volver a verle era la confirmación definitiva de que todo era real. Mario golpeaba con afecto y sorpresa el hombro de Fernando, no sabía si reír o enfadarse, optó por lo primero, de todas formas el hombre que tenía ahora enfrente era muy distinto al que encontró en la cárcel. Por un momento se planteó si Andrea pudo tener tanta suerte…
Cuando se separaron, todos estaban emocionados, incluso Antonio que no había vivido aquellos momentos con ellos. Alicia le presentó a Roberto, Mario sonrió todavía emocionado, el hijo de Alicia y Fernando, era algo inconcebible para él… Las horas se hicieron cortas en aquella cafetería, la tarde se llenó de emoción, conversaciones, abrazos, miradas, y sobre todo agradecimientos. Mario y Fernando no dejaron de sentirse extraños, volver a hablar el uno con el otro era algo que no podían manejar. La despedida fue un baile de cruces de manos y carantoñas al niño, Fernando ayudó a abrocharse el último botón del abrigo mientras la miraba interrogante, Alicia sonrió, se dio cuenta que todos los miedos habían desaparecido.
Roberto empezó a llorar y Alicia terminó de recoger los expedientes, se despidió de todos y salió, esa vez con todas sus cosas y muy tranquila. Fernando estaba fumando un cigarro cuando la vio salir del portal, dio una última calada y lo tiró, Alicia metió a Roberto en el coche, lo que hizo que el niño se revolviese y ellos se echasen a reír. Una vez en la calle, empezaron a caminar muy juntos, Alicia notaba una extraña alegría en la mirada de Fernando, cuando le propuso salir a comer fuera no pudo evitar pararse y hacer que él parase.
-Un momento Fernando Solís… Tú y yo no celebramos San Valentín…
-Bueno, no hace falta celebrar esa fiesta para tener algo que celebrar…
Alicia le miró intrigada, él hizo que retomasen la marcha con una sonrisa enigmática. Alicia le hizo unas suaves cosquillas en el cuello, él se echó a reír mientras se alejaba.
-No vas a conseguir nada… Hasta que no estemos frente a una copa de vino no voy a decirte nada… Así que mejor disfruta del paseo.
Fernando se echó a reír mientras Alicia arrugaba la nariz y se abrazaba a él, que llevaba el coche de Roberto. Disfrutó haciendo rabiar a Alicia, intentaba sonsacarle por todos los medios, un par de veces estuvo tentado pero no cayó en la trampa, eso provocó que Alicia se agarrase al coche digna poniendo distancia, Fernando se acercó a susurrarle al oído y, al final, aceptó de mala gana la espera.
Eligieron un restaurante cerca del Sena, era modesto pero les gustó mucho el estilo, Roberto se había dormido poco antes de entrar, todavía le quedaban dos horas para el siguiente biberón, por suerte, Fernando había pensado en todo y podrían dárselo allí. Fernando se divertía con la impaciencia de Alicia, se quitó el abrigo prácticamente de un movimiento, los guantes con la boca, colocó el bolso en la silla que estaba junto a ella y se sentó esperando mientras tamborileaba los dedos en la mesa. Él, en cambio, dobló cuidadosamente el abrigo colgándolo en el respaldo de la otra silla, arrimó lo suficiente el coche para no impedir el paso de los camareros y se sentó recreándose, escuchaba resoplar a Alicia desde el otro lado de la mesa.
-Bueno, ya estamos aquí, creo que he tenido suficiente paciencia ¿no?
-¿Paciencia tú? –Fernando se echó a reír mientras Alicia arrugaba la nariz y entrecerraba los ojos- La paciencia y tú no os lleváis muy bien… Pero recuerda lo que te dije, con una copa de vino…
Alicia suspiró resignada mientras abría la carta y la miraba como si no le interesase nada de lo que tenía que decir Fernando. Él se asomó por encima para mirarla a los ojos, Alicia le aguantó la mirada unos segundos pero enseguida se echó a reír, Fernando le cogió la mano y se la besó despacio, recreándose.
Fernando oyó un gimoteo de Roberto, le vio destapado, le arropó con cuidado, Alicia les miraba emocionada, era la primera comida de los tres fuera de casa. Fernando había dejado el coche al lado suyo, Alicia tenía claro que cada cinco minutos le dedicaría una mirada a su hijo, por eso necesitaba tenerle a su lado. Pidieron vino tinto, además de una tabla de quesos que, por supuesto, no incluían el manchego. De primero los dos pidieron una crema de espárragos, Alicia dudó con el segundo plato, finalmente pidió croquetas mientras Fernando se decantaba por pollo asado. En cuanto les sirvieron el vino, Alicia cogió la copa y la levantó en señal de brindis, Fernando se echó a reír mientras cogía su copa. Cerca había una pareja de enamorados algo empalagosos, pero ellos se sentían solos en el restaurante.
-Por ti, Alicia, y por nuestro hijo… Salud.
-¡Nada de salud! Ya tenemos una copa de vino delante, cumple tu palabra Fernando Solís…
-¿Qué decías antes de tu paciencia? –Alicia sonrió fastidiada, Fernando posó su copa- Lo van a publicar Alicia… -ella supo qué iban a publicar antes de que explicase más, le miró sonriendo y muy orgullosa- He escrito un artículo sobre la muerte de esas ocho personas, sobre la manifestación de ayer, nombrando a Papon… Y lo van a publicar, esta vez sí…
Alicia levantó su copa con los ojos emocionados, Fernando la imitó y brindaron.
-Por ti Fernando, por no rendirte jamás… Por seguir luchando a pesar de todo lo que ya has luchado y perdido…
Se sintió emocionado mientras le contaba la publicación del artículo, nunca se lo había confesado pero él jamás había dejado de admirarla, sin embargo, era consciente que Alicia no sentía lo mismo durante un período al reencontrarse en España. La mano izquierda la tenía apoyada en el coche de Roberto, instintivamente, era un gesto de protección pero esta vez también quería compartir con él su alegría. Había muchas formas de luchar y ellos habían encontrado la suya.
-Alicia, sin ti no lo habría conseguido… Las pérdidas nos tienen que dar fuerzas, y lo más importante es que todo lo que hemos vivido nos ha traído hasta aquí, hasta este momento los tres juntos, hasta la vida que hemos construido y que seguiremos construyendo… Es lo importante, que estamos juntos, que somos felices…
Volvieron a brindar y tomaron un sorbo de la copa, la pareja de enamorados estaban armado alboroto, él le había regalado un viaje y ella estaba gritando de emoción; Fernando les miró fríamente mientras intentaba relajarse. Alicia sintió una alegría inmensa al conocer la noticia aunque, en ese momento, veía la cara de pocos amigos de Fernando ante el escándalo público de otros comensales, contuvo su carcajada pensando que menos mal que Roberto no se había despertado alarmado. Fernando no podía con aquellas celebraciones, estar enamorado no era estarlo un día al año, apartó la vista de aquella pareja y se concentró en Alicia. Dejó de escuchar el sonido del resto de clientes, los cubiertos contra los platos, el sonido del vino vertiéndose en la copa, incluso el olor mezclado de alimentos. Alicia le pareció cansada, había tenido una mañana complicada, pero a la vez, la notaba feliz, sin preocupaciones. Pensó en Andrea, Alicia no le daba muchos detalles, sabía que estaban investigando a Mendoza, pero no había querido contarle nada más; en momentos así agradecía no saber mucho, podía quitarse a Mendoza de la cabeza simplemente mirando a su hijo. Lo que no sabía era lo que le costaba a Alicia quitarse el caso de Andrea de la cabeza, sólo Fernando era capaz de conseguir que por un momento no pensase en ello. Desde que salió del despacho no había pensado en nada que tuviese que ver con ese caso. Les sirvieron la crema a la vez que la tabla de quesos, Alicia empezó a comer antes que Fernando, la miraba sonriendo, casi pensando en toda su historia, cada sonrisa de Alicia estaba en su cabeza, recordó la tarde antes de su cumpleaños, el momento en que la hizo cosquillas en el sofá… Despejó su mente y probó el queso antes de empezar con la crema; no quería que la comida se volviese muy emotiva, y menos siendo el día que era.
-¿Sabes? –Alicia le miraba mientras comía- Hoy Catherine ha descubierto un nuevo objetivo… Cuando salía de la redacción la vi acercándose demasiado a Jean…
Alicia se echó a reír haciendo que Fernando lo hiciese también, compartir esos pequeños detalles de su trabajo era parte de su día a día. Aunque Alicia los últimos días evitaba cualquier comentario de su trabajo, intentaba limitar al máximo las veces que hablaban de Andrea, no quería que su vida diaria estuviese marcada por los avances o retrocesos de la investigación.
-Pobre Jean… Con lo poquita cosa que es, no sabrá quitársela de encima…
-Bueno, quién sabe, quizás no quiera quitársela de encima… De todas formas, le has cogido una manía a Catherine… La chica no es mala, un poco pesada, pero nada que no se pueda soportar con un poco de mano izquierda…
Alicia estaba con las manos encima de la mesa casi unidas mientras que Fernando apoyó la espalda en el respaldo, hablar de Catherine le ponía de los nervios y no veía la hora que terminasen contratando otra secretaria más efectiva y menos empalagosa. Era consciente que Fernando disfrutaba picándola con el tema e intentó hacerse la digna resaltando todas sus virtudes aunque duró poco tiempo. A Fernando le divertía ver a Alicia complacida por haber tenido razón respecto a Catherine, si la veía podía hablar con ella sin ningún problema, pero a solas siempre le quedaba alguna reserva respecto a ella, y, cuando Fernando lo confirmaba con algún comentario de ese tipo, siempre sonreía victoriosa, ella la vio venir desde el principio. Mientras hablaban de Catherine y sus conquistas no pudieron evitar recordar la lata que les había dado Delmás durante el rodaje de la película, Fernando soltó una carcajada recordando su experiencia y le confesó que estuvo a punto de mandarlos a todos a tomar por saco. Fernando desvió su mirada hacia el niño, dormía tranquilo, se le había caído el chupete pero no protestaba y, por una vez, no estaba destapado.
Durante el segundo plato recordaron el cumpleaños de Alicia, la comida que ella preparó con apenas cuatro cosas que quedaban en el piso franco, la tarta que no llegaron a tomar de postre hasta después del baile y de que Alicia desvelase su deseo… Fernando quiso probar una de las croquetas, Alicia se hizo la interesante y al final acabaron riéndose a carcajadas haciendo que la pareja de enamorados les mirasen extrañados. Roberto se despertó antes del postre, Fernando le cogió en brazos mientras Alicia preparaba el biberón y pedía si se lo podían calentar un poco. Fue Fernando el que, después de comprobar la temperatura de la leche, le dio el biberón a Roberto, los camareros le miraban entre divertidos y sorprendidos, Alicia disfrutaba del postre mientras veía cómo Fernando alimentaba a su hijo. Seguía sorprendiéndola día a día, sabía que sería un padre generoso, cariñoso y protector pero no era el modelo de padre estándar, al uso. Prácticamente todos los hombres que conocía relegaban a las madres las tareas de la comida y la higiene personal de niño, Fernando no sólo hablaba de la igualdad, la demostraba, además nunca se veía importunado por tener que dejar de comer, apagar un cigarro o dejar de trabajar por Roberto. Se echó a reír cuando vio su cara ante la nueva mancha en la camisa aunque el niño parecía complacido. Cuando terminó, Alicia cogió a Roberto para que Fernando tomase el postre, le acunó en brazos y al final tuvo que tararear una canción en bajo para que el niño fuese durmiéndose. Fernando sonreía al escuchar a Alicia, disfrutó del postre sin el menor entusiasmo por saborearlo, prefería saborear esa imagen de Alicia con Roberto. Sacó la cámara que llevaba en la bolsa del coche y Alicia posó sonriendo; llamó a un camarero y, hablando en voz baja para no molestar a Roberto, le pidió si podía sacarles una foto a los tres. Fernando se agachó al lado de Alicia, quedando a la altura de la cabeza de su hijo, pasó su brazo por detrás de los hombros de Alicia y se quedó mirándola, no necesitaba salir bien en la foto, sólo recordar esa sensación de estar viendo a Alicia y a su hijo. Decidieron no alargar la sobremesa, dejaron el café para otro momento; Fernando guardó la cámara y ayudó a Alicia a ponerse el abrigo, cogió el paquete de tabaco y el mechero, colocándolos en el bolsillo del abrigo. Alicia acomodó a Roberto en el coche mientras Fernando pagaba, al sacar la cartera vio el ticket para recoger los carretes en el estudio de fotografía. Al salir a la calle notaron el aire frío, Alicia se encogió en su abrigo y Fernando se aseguró que Roberto no pasase frío. Fueron caminando sin un rumbo claro, estaban tranquilos y felices, Alicia llevaba el coche mientras Fernando la tenía abrazada atrayéndola hacia sí. Le gustaba mucho la sensación de caminar sintiendo a Alicia, habían perdido tanto tiempo que disfrutaban de cualquier pequeña cosa, ella caminaba, abrazada a Fernando, dando pasos cortos, casi sin pisar el suelo. No dejaron de ver a parejas paseando, parecía que todos los enamorados se habían puesto de acuerdo; Alicia sonreía pensando que a los demás les parecería que ellos también celebraban el amor aquel día, la diferencia era que ellos lo celebraban siempre y que, además, aquel 14 de febrero tenían algo más importante que celebrar que una festividad consumista. Ver a algunos padres correr detrás de sus hijos intentando darles caza, les hizo pensar en cuando su hijo pasease por sí mismo, cuando le pudiesen coger de la mano, corriesen detrás de él…
-Ya te imagino corriendo detrás de él, como si tú también fueras una niña…
-Claro, y tú te quedarás mirándonos y sacándonos fotos ¿no?
Fernando se echó a reír, se había imaginado a sí mismo justo haciendo eso; besó en el pelo a Alicia y arropó a Roberto que se acababa de remover en el coche. Mientras hablaban podía visualizar perfectamente a Alicia llamando a Roberto corriendo, sonrió sólo de pensarlo y sintió la necesidad de guardar esa imagen porque no recordaba, antes de pedirle a Alicia que huyera con él, cuando había sido la última vez que había hecho planes más allá del día siguiente.
-Bueno, también correré detrás de él si tú no puedes alcanzarle… Creo que será un terremoto, así que podemos prepararnos…
Alicia sonrió soñadora pero a la vez con un poco de tristeza, Roberto estaba a punto de cumplir dos meses, dos meses que se le habían pasado volando; le dio pena pensar en la rapidez con la que pasaba el tiempo, cuando se quisiesen dar cuenta, Roberto ya sería un niño grande y no podrían ateclarle tanto como lo hacían en ese momento. Sin darse cuenta, habían llegado a los Campos Elíseos, nunca habían estado allí juntos. Fernando le contó las sensaciones que tuvo el día de la liberación de París, la alegría de la gente, la satisfacción de haberlo conseguido, pero también la culpabilidad de no haber llegado todos hasta ese momento, ganaron la guerra, pero él perdió a Belle, perdió su vida personal, su corazón, sus sentimientos… Alicia le acarició la mejilla haciendo que levantase la mirada y siguiese hablando.
-Pero, a pesar de todo, liberamos París… Ese día París era una fiesta, sólo con ver la alegría de los chicos y chicas… Daba igual lo que hubiésemos perdido, habíamos devuelto a París su libertad.
-Yo estuve aquí aquel día…
-¡Claro! Perdona, me he centrado tanto en mis recuerdos…
-No me pidas perdón, Fernando… Yo sólo era una adolescente, sentía la alegría, la felicidad, veía a mi padre ilusionado, la gente riendo otra vez, arrojando flores a los soldados… Pero no sabía el alcance de lo que estaba viviendo, todavía no era del todo consciente… -Alicia se quedó pensativa y sonrió- ¿Te imaginas que hubiésemos llegado a cruzarnos aquel día?
Fernando se echó a reír intentando recordar imágenes de aquel día, habían pasado muchos años y sólo podía recordar sensaciones y la gran multitud que había esperándoles.
-Creo que si te hubiese visto me acordaría…
Hablar de la liberación de París le producía un profundo orgullo, habían hecho historia pero también se mezclaban muchos sentimientos. Estaba en paz consigo mismo y con el recuerdo de Belle pero mirar a Alicia y no sentir nada más que comprensión, no había compasión o rechazo, le reconfortaba. Regresó de sus pensamientos intentando imaginar a una Alicia de niña, podía verla con los ojos grandes, el flequillo y una boina. Probablemente se pudieron cruzar en esos años, en alguna calle, en algún lugar, pero terminó siendo Madrid, otro símbolo para la lucha, el sitio elegido por el azar.
-¡Exagerado! Ya te he dicho que era una chica, seguramente ni te hubieses fijado en mí aunque nos hubiésemos cruzado… Y no lo digo molesta, eh, pero es la realidad; en cambio, creo que yo sí me acordaría de un apuesto soldado español…
-Capitán Alicia, capitán…
-¡Perdone usted señor capitán! –se echó a reír consiguiendo que Fernando riese también- A lo que iba, yo sí que me acordaría de un guapo capitán español si me hubiese cruzado contigo, un héroe que había luchado con la Resistencia, muy guapo, cansado pero victorioso… Estoy segura que aquel día muchas mujeres suspiraron por soldados y capitanes de la Resistencia…
-Seguro que sí… La alegría de la victoria, tener que recuperar el tiempo que habían perdido durante la guerra…
Fernando sonrió al recordar a un par de mujeres que se acercaron a él aquella tarde, las despachó sin la menor contemplación, estaba orgulloso de aquella victoria, pero él había perdido a Belle y no quería celebrar nada con nadie, y menos con una mujer…
Roberto rompió la nostalgia del momento, los dos le oyeron llorar y se incorporaron hacia el coche, Fernando sacó la manta extra que llevaban en la bolsa, cogió a Roberto y le envolvió en ella. Alicia le miró sonriendo y pensando que Fernando estaba intentando controlar su sobreprotección, a Roberto no le pasaría nada por cogerle en brazos en la calle. Se sentaron en un banco, Fernando le tenía en brazos y, entre los dos, le contaron que aquella avenida había sido un lugar muy importante hacía muchos años, la esperanza de tanta gente llenó la plaza… Roberto parecía entender a sus padres, según quien hablase, fijaba su mirada en uno u otro. Fernando se quedó mirando un segundo al vacío intentando recordar el hueco de su memoria entre la liberación de París y su llegada a Madrid, no había nada, ningún recuerdo que no fuera una botella de whisky. Miró a Roberto prometiéndole de forma velada que no le fallaría jamás.
Durante el camino de vuelta, Fernando pensó en el tiempo que hacía que no hablaba con alguien del día de la liberación de París… Roberto, con él fue con la última persona que habló de ese día; hacía muchos años, muchísimo tiempo, de hecho, Roberto todavía no le conocía, todavía no le había desvelado su doble juego. Suspiró, volvió a pensar en la idea de Alicia de escribir su experiencia en la lucha, realmente a veces necesitaba sacar todo lo que tenía dentro. Alicia le notó pensativo, le besó haciendo que Fernando regresase al presente y soltase una broma para alejar sus recuerdos. En la vuelta a casa tuvieron que entrar a saludar a su amiga a la cafetería, ya en el portal sus vecinos de abajo disfrutaron de ver a Roberto, Fernando se echó a reír cuando vio el anhelo de volver a tener a sus hijos tan pequeños y, sobre todo, controlables. El portero les entregó un paquete, lo cogió Alicia mientras Fernando llamaba al ascensor, miró extrañada el paquete, sonrió al ver el remitente.
-Fernando… Es de Pelayo.
Fernando se sorprendió, abrió la puerta metiendo el coche y cediendo el paso a Alicia mientras cogía el paquete. Lo miró emocionado, pasó el dedo por las letras del remite y tuvo que contener la emoción. Se emocionaron de formas distintas al ver el paquete, aunque suponían la familia que no tenían, Fernando, muchas veces, creía que no era merecedor de ese aprecio, que le habían dado mucho más de lo que él les había ofrecido, aunque su afecto y amistad era profundamente sincera, esperaba que recurriesen a él si algún día lo necesitaban. Al entrar en casa, Alicia encendió la calefacción, Fernando le quitó a Roberto todo el abrigo que llevaba y se sentó con él en el sofá poniendo al lado el paquete; esperó a que Alicia regresase, ella se sentó al lado mirando el paquete intrigada. Fernando la miró, ella asintió, con una sola mirada sabían qué pensaban; Fernando posó a Roberto en los brazos de Alicia y, con cuidado, tomó el paquete en las manos. Lo abrió despacio para desesperación de Alicia; cuando vio el contenido sonrió tiernamente, sacó una nota y el regalo. Era una bufanda preciosa, de color azul claro, se notaba que estaba hecha a mano. Le pasó la nota a Alicia para que la leyese en voz alta, en la voz de Alicia se notaba la emoción.
“Queridos Alicia, Fernando y Roberto
Espero que todo vaya muy bien en París, quería mandaros un regalo para Roberto en sus primeros reyes, pero aquí en Madrid hemos tenido mucho lío entre el bar, el hostal y la casa. Eso me ha dejado poco tiempo para tejer… Hace un momento que he terminado la bufanda, yo quería hacerla del Atleti, porque ese niño tiene que ser colchonero sí o sí; pero mi padre insistió en que hiciese una bufanda normal… Espero que os guste. ¡Qué jodíos, a la primera habéis tenido el niño! Espero que algún día mi Manolín y Roberto se conozcan.
Un abrazo muy fuerte, también de parte de mi padre.
Marcelino Gómez”
Alicia había tenido que hacer alguna pausa mientras leía, la emoción hacía que le temblase la voz, se había tapado la cara nerviosa varias veces, Fernando le había pasado la mano por la mejilla y bromeó con la bufanda, no tenía muy claro que hubiera sido Marcelino quién la había tejido, podía ver a Manuela supervisando la bufanda para terminar haciéndola ella. Fernando acarició la bufanda, Marce, el entrañable Marce, muy amigo de sus amigos, comprometido y padre de familia… Le hubiese gustado abrazarle en ese momento. Bromearon sobre el tema del niño, sabían lo mucho que Marcelino quería a sus hijas pero también lo que les había costado tener un hijo, Fernando acarició la coronilla de Roberto pensando si algún día podrían jugar juntos o compartir una cerveza cómo él había tenido la ocasión con Marcelino.
-Mira Roberto, esta bufanda te la ha regalado Marce –cogió suavemente la mano del niño para que tocase la bufanda- ya te hemos hablado de él, es nuestra familia en Madrid, algún día le conocerás…
Alicia besó al niño mientras cogía la bufanda, le gustó muchísimo y pensó en Marcelino tejiendo con cariño aquel regalo, planeó cómo corresponder a ese regalo y a todo ese afecto que les profesaban.
Alicia se levantó a guardar la nota con todas las cartas de sus amigos, Fernando se quedó recostado en el sofá con Roberto en su pecho; sonó el teléfono, tragó saliva y se puso tenso, resopló conteniendo varias maldiciones. Esa vez estaba seguro que no podía ser de la redacción, no podían hacer eso otra vez… Alicia cogió al niño, Fernando intentó levantarse con el menor cuidado posible, antes de coger el teléfono se pasó las manos por el pelo y descolgó el teléfono despacio, casi sin aliento. Al oír la voz de Grace se relajó, aunque en su tono de voz se notaba que seguía estando algo tirante, después de saludar a Grace le pasó el teléfono a Alicia, tenía que consultarle algo sobre un caso que estaban llevando juntas. Cogió a Roberto y respiró tranquilo, aquella tarde no habría llamadas, no podía haberlas; Alicia se entretuvo hablando unos minutos con Grace. Su defendida era una mujer maltratada, al principio no parecía un caso difícil, Alicia no dejaba de pensar en lo diferente que sería de estar en España; pero la familia de la mujer era un impedimento, estaban presionándola para que retirase la denuncia, por sus hijos, porque nadie debía enterarse de algo así… Grace le informó que al día siguiente tenían una reunión con la mujer y sus padres, Alicia se cabreaba por momentos, en su cabeza no entraba que unos padres quisiesen que su hija siguiese viviendo un infierno. Al colgar, se dejó caer en el sofá, al lado de Fernando.
-Es increíble…
Fernando había oído hablar de ese caso muchas veces en los últimos días; al principio compartía su cabreo, hasta que se dio cuenta que lo que necesitaba Alicia no era que se cabrease con ella, algo que no le costaba y que le seguía pasando. Lo que necesitaba Alicia no era que dejase salir su rabia por una situación así, sino que él intentase que lo olvidase al estar en casa, que no se obsesionase con su trabajo, que esas emociones no las trasladase a su vida diaria. Agarró las manos de Alicia intentando transmitirle la tranquilidad suficiente, que esa rabia que sentía, y él compartía, no empañase su buen humor. Por dentro no dejaba de pensar en todos los desgraciados que hacían continuamente daño a sus parejas y a sus hijos, intentó concentrarse para que Alicia no sintiese esos pensamientos, especialmente, lo que les haría a todos y cada uno de ellos. Acarició la cara de Alicia mientras le acercaba a su hijo, se le puso sobre el pecho y el niño hizo el trabajo que Fernando esperaba, se acurrucó en ella y empezó a gorgotear feliz de estar con su madre. Al minuto, Alicia había aparcado su preocupación por el trabajo y estaba tranquila observando a su hijo; Fernando le besó el pelo, y se apoyó en su hombro mirando también al niño. De no ser porque sonó el timbre, podían haber estado allí hasta que anocheciese; Alicia se echó a reír ante la cara tan cómica de Fernando, el día no estaba siendo propicio para pasarlo juntos. Fernando se levantó con cuidado, Roberto estaba dormido profundamente, le cogió en brazos para llevarle a la cuna y Alicia fue a abrir la puerta. Se encontró con un Pierre pletórico, algo le decía que no sólo por la publicación del artículo; correspondió a su efusivo abrazo y se echó a reír. Fernando arropó a Roberto y salió a recibirle, cuando oyó a Pierre no supo qué pensar, era normal que se pasase por casa sin previo aviso, pero aquella tarde seguía temiendo las noticias que llegasen de la redacción. Al ver la cara de Pierre supo que no había pasado nada, que, de hecho, su visita nada tenía que ver con el trabajo. Fernando dejó pasar a Pierre que ya estaba entrando, estuvo a punto de decirle que se llamaba antes de aparecer en casa de alguien, pero Pierre se sentiría mal y pensaría que molestaba. Se saludaron y Fernando sirvió una copa a cada uno mientras Pierre se acomodaba en la butaca y Alicia se sentaba en el sofá descalzándose. Ya era toda una costumbre aquella escena, podrían hablar todos los días y aun así, siempre tendrían cosas de las que hablar, por las que apasionarse casi llegando a discutir aunque siempre respetando la opinión del otro. Fernando no dejó de insinuar sobre la relación con Diane, Pierre no le hacía caso, aunque se le notaba nervioso con cada comentario de Fernando. Alicia les miraba divertida, Pierre le provocaba una inmensa ternura y Fernando… Fernando era Fernando, le encantaba picar a las personas a las que quería, aunque si había que ponerse serios, era el primero. Fernando veía el azoramiento de Pierre, cómo modulaba el tono cuando hablaba o pronunciaba el nombre de Diane y a Alicia disfrutar de casamentera. Sacudió la cabeza riéndose de la situación y de sí mismo, en el último año había tenido más conversaciones sobre la vida privada de los demás y la suya propia que en toda su vida. Acabaron hablando del artículo, del día anterior, de la manifestación; Pierre y Diane también habían estado por allí, compartieron las sensaciones de estar allí, en mitad de algo grande. Llamaron al teléfono, Fernando lo miró casi cabreado, aquella tarde se empeñaban en llamar y a él los nervios le jugaban malas pasadas. Fue Alicia quien lo cogió, sonrió y miró a Pierre de reojo al escuchar la voz de Diane, él no se enteró, Fernando sí supo que era Diane. Quería saber si aquella tarde necesitaban que fuese a cuidar al niño, le dijo a Alicia que si querían celebrar el día de San Valentín ella podría quedarse por la noche con Roberto; Alicia se echó a reír pensando que no les conocía muy bien si hacía esa sugerencia, le agradeció la llamada pero le dijo que no hacía falta. Alicia disfrutó mientras hablaba por teléfono con Diane, ésta no se mostraba tan cohibida cómo Pierre, quien había intentado liar un cigarro tres o cuatro veces, al final, Fernando le pasó un cigarro de su paquete para mayor mortificación. Pierre miró a Alicia, ella adivinó sus intenciones y le dijo a Diane que había alguien que quería saludarla. Alicia y Fernando disfrutaron ante aquella conversación entrecortada, Pierre intentaba no contestar con muchos detalles, sabía que ellos estarían alerta ante cualquier evidencia. Por lo que pudieron intuir de lo que escuchaban, por la noche cenarían juntos, Pierre había reservado una mesa en un crucero por el Sena. Alicia evitó reírse, Fernando no pudo controlarse y entre dientes se rio con ganas; nunca había sido amigo de días con tanta parafernalia cómo ese, claro que al paso que iba terminaría vistiéndose de Rey Mago en alguna cabalgata. Podía recordar el día que hizo ese comentario delante de Alicia y las bromas que le estuvo gastando todo el día por ello. Al colgar, Pierre empezó a hablar de Roberto, sabía que hablando del niño evitaría cualquier pregunta. Por suerte para él, Roberto empezó a llorar, Fernando se echó a reír pensando que siempre era muy oportuno y fue a la habitación para cogerle. De vuelta en el salón, Pierre cogió al niño, Fernando había asumido que otras personas cogiesen en brazos a su hijo, ya no se ponía a la defensiva ni estaba pendiente cada segundo; aunque no sería él si no estuviese alerta ante cualquier gesto imprevisto. Pierre se despidió poco después, tenía que pasar por casa antes de cenar; él no lo dijo, pero ellos sabían que tenía que prepararse a conciencia para la cena de aquella noche. Se quedaron intrigados con cómo sería la cena, si se regalarían algo, si Pierre se pondría demasiado romántico… Cuando Pierre cerró la puerta, recogió todos los vasos y fue a limpiar el cenicero, ¿podrían estar el resto del día sin más interrupciones?
El ambiente, una vez que se quedaron solos, fue de silencio y calma, Fernando abrió la ventana para airear el salón después de recoger, se cruzó los brazos mirando por la ventana, los tonos tenues de la luz daban un contraste en las calles que comenzaban a vaciarse. Alicia se sentó en la mecedora mientras amamantaba a Roberto, cada vez lo hacía menos a menudo, al final Fernando se había salido con la suya y usaban muy a menudo el biberón. Pensó que era verdad que resultaba más cómodo, sobre todo entre semana, podía seguir trabajando sabiendo que el niño estaba atendido y alimentado; pero se sentía un poco triste al darse cuenta que esos momentos eran cada vez menos comunes. Despejó su mente de esos pensamientos y disfrutó del contacto con su hijo, le encantaba olerle, sentirle sobre ella. Alicia agarró la mano de Roberto y se fijó que Fernando ya le había cortado las uñas, ella había tenido reparos por si le hacían daño pero tampoco querían que se arañase, sonrió pensando que siempre daba una solución a todos y cada uno de los problemas que se planteaban. Fernando terminó de recoger y apareció en la habitación, él también echaba de menos esos momentos en los que Alicia y Roberto estaban tan unidos y él podía mirarles sin preocuparse por nada más. Se sentó en uno de los brazos de la mecedora, antes de sentirle en la mecedora, Alicia ya sabía que estaba allí. Besó al niño en la frente y a Alicia en el pelo y cerró los ojos respirando el olor de ambos. ¿Quién necesitaba más regalos que aquellos momentos juntos? Cuando Roberto se durmió, Fernando le cogió en brazos para dejarle suavemente en la cuna, por primera vez fue consciente de lo que había crecido en los casi dos meses que tenía, recordó el momento de su nacimiento, lo indefenso y frágil que parecía; se rio para sus adentros pensando en el miedo que sintió en aquel momento a no saber cómo atenderle… Ahora parecía que le hubiese atendido toda la vida; era capaz de distinguir el tipo de lloro, de saber cuándo necesitaba que le cambiasen sólo con echar un vistazo, por las noches se despertaba incluso antes de que empezase a llorar… Respiró hondo pensando en el tiempo que habían perdido separados Alicia y él; la felicidad que sentía nunca la había sentido en ningún otro momento de su vida. Acostar a Roberto en la cuna por las noches le hacía pensar que su tiempo se medía por su tiempo con Alicia y Roberto. Alicia le dijo al oído que iba a darse un baño, el día había sido agotador; Fernando le pidió que esperase, que lo preparaba él. Al entrar al salón, le sirvió una copa de vino haciendo que Alicia se acomodase en el sofá, ella sonrió mirándole mientras apoyaba la cabeza y cerraba los ojos descansando. Fernando supo que cuando volviese al salón, probablemente estaría dormida, sonrió pensando en lo que le gustaba conocer tanto a Alicia. Llenó la bañera después de echar las sales, además, echó un jabón que habían comprado hacía unos días y la bañera se llenó de espuma. Cerró la ventaja y bajó la calefacción, dejó sólo una de las luces del espejo encendida y preparó la toalla para cuando Alicia saliese; sólo faltaba un poco de música, fue al salón, miró a Alicia que respiraba profundamente, intentó darse prisa con el baño aunque, al entrar en el salón, se recreó mirándola, tomó la copa de vino con cuidado y se dio cuenta de la mancha de vino que llevaba en su camisa. Cogió la radio pequeña y la llevó al baño. Le hubiese gustado poner el disco de Edith Piaf, pero no podía trasladarlo al baño; buscó una emisora que Alicia solía escuchar y la puso bajita. Al regresar al salón, vio que Alicia se había dado la vuelta, no había duda que estaba completamente dormida. Se acercó, se sentó en el brazo del sofá acariciándole el pelo y susurrando en su oído.
-Alicia… El baño está listo…
Ella se revolvió casi molesta, tenía mucho sueño; se frotó los ojos mientras sonreía al ver a Fernando remangado.
-Lo siento… ¿Ves? Tenía que haber preparado yo el baño, así no me habría dormido…
-No digas tonterías, has descansado un poco, ahora toca relajarse con el baño…
Fernando la acompañó al baño, la vio desvestirse, Alicia le miraba divertida viendo lo que provocaba en él; por un instante, recordó la mañana en que Fernando llegó pronto a su casa y la pilló a medio vestir… Con su ayuda, se metió en la bañera, Fernando se puso detrás de ella, se agachó para darle un masaje mientras ella jugaba con la espuma. Alicia se relajó en el baño y se echó a reír cuando Fernando le pasó el vaso de vino, tomó un trago largo mientras le miraba fijamente.
-¿Por qué no te metes tú también a la bañera? Seguro que te viene bien un baño relajante…
Fernando se echó a reír rechazando la propuesta de Alicia, siguió dándole el masaje, de los hombros pasó al pelo, Alicia cerraba los ojos intentando no dormirse, sentir las manos de Fernando era una de las cosas más placenteras que podía sentir. Cuando Fernando terminó, Alicia abrió los ojos, había estado a punto de dormirse, decidió despertarse del todo y para ello salpicó a Fernando llenándole de espuma de jabón. Fernando la miró entrecerrando los ojos, en unos minutos el baño estaba lleno de espuma por todas partes y Fernando calado de arriba a abajo. Alicia estuvo tentada de meterle vestido a la bañera, pero pensó que era demasiado; finalmente, cuando sintió que el agua estaba empezando a enfriarse, se levantó para salir. A pesar de estar empapado, Fernando estuvo atento y cogió la toalla para envolverla en ella, la abrazó envuelta en la toalla aunque pensaba que no habría habido mucha diferencia sin toalla porque su ropa ya estaba mojada. Alicia ya no estaba adormilada, de hecho Fernando podía adivinar sus intenciones; la cogió en brazos y la posó en la cama, volvió al baño a apagar la luz, recogería aquel estropicio en otro momento… Al volver a la habitación, Alicia ya se había quitado la toalla, Fernando salió un momento para entreabrir la puerta de la habitación de Roberto, le vio dormir tranquilo y volvió a la habitación. Alicia se incorporó en la cama acercándose a él, empezó a desnudarle mientras se reía de la ropa empapada. Fernando miró su camisa tirada a un lado de la cama, tuvo que contener sus ganas de llevarla al cesto de la ropa sucia, Alicia notó ese impulso y se echó a reír mientras tiraba de su mano para que se sentase en la cama. En un minuto, Fernando se había olvidado de la ropa tirada en el suelo, de las llamadas inoportunas y hasta casi del día que era. Alicia empezó a besarle despacio, saboreando cada instante, se tumbó haciendo que Fernando se incorporase para besarla, recorrió su cuerpo muy despacio, parecía que el tiempo se hubiese parado sólo para que ellos pudiesen disfrutar de su amor.
Fernando se quedó mirándola mientras hacían el amor pensando que era el mejor broche de cada día, reflexionando cómo había podido vivir sin todas esas sensaciones.
Fernando contempló a Alicia, tenía los ojos cerrados, intentaba hacer esfuerzos para no dormirse, se rio besándola la nariz; al abrir los ojos y mirar los de Fernando, se sintió plenamente feliz. Le abrazó con cuidado, todavía le impresionaban las cicatrices, a veces evitaba tocarlas aunque, otras veces, las acariciaba con mucho cuidado mientras pensaba en todo lo que habían sufrido hasta poder estar en esa habitación abrazados y con su hijo durmiendo en la habitación de al lado. Alicia se quedó dormida disfrutando del contacto de sus manos, el suave masaje en su cuero cabelludo. Cuando notó que Alicia se había dormido, tuvo que escurrirse, le tenía abrazado y casi no le dejaba moverse; antes de ir a por la cuna se fumó un cigarro pero decidió apagarlo a la segunda calada cuando se dio cuenta que estaba quedándose dormido, se puso el pantalón del pijama y las zapatillas y fue a la habitación del niño, le vio despierto pero todavía no era la hora de la siguiente toma. Le cambió, le metió en la cuna y la llevó a la habitación; al dejarle al lado de Alicia, vio cómo ella se daba la vuelta, abría los ojos suavemente, sonreía al ver la cuna y volvía a dormirse. Fernando se tumbó al lado de Alicia, cerró los ojos oliendo su pelo, le encantaba el pelo de Alicia; tardó mucho en dormirse, sólo podía pensar en su mujer y su hijo, en lo feliz que era y lo que les había costado llegar hasta poder decir que eran felices. Era reconfortante sentir el calor del cuerpo de Alicia contra el suyo sin prisas, sin miedos, sin medir el tiempo.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!! |
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