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Alicia se estiró medio dormida, suspiró y miró hacia la puerta al notar que Fernando no estaba en la cama; la noche anterior se había quedado escribiendo, hasta más de las tres de la madrugada no se fue a dormir, cuando le sintió junto a ella le abrazó volviendo a dormirse. Las niñas seguían dormidas, todavía era pronto para que se despertasen, se levantó con cuidado y entró de puntillas a la habitación de Roberto, Fernando estaba sentado en la mecedora escribiendo; se quedó en el quicio mirándole. Escribía muy concentrado, tenía las mangas subidas y el pelo despeinado; sonrió recordando a aquel Fernando que decía que no servía para expresar sus sentimientos, que él era un hombre de acción. Se acercó despacio sin dejar de sonreír y se sentó en el brazo de la mecedora, notó cómo Fernando se sobresaltaba.
-Shh tranquilo, soy yo.
-Alicia…
La besó suavemente y respiró hondo, escribir el libro había supuesto reencontrarse con muchos sentimientos del pasado, escribir la muerte de Belle había sido muy duro, era la primera vez que lo hacía, además sabía que muchas personas iban a leerlo, no era fácil asumir algo así; cuando sentía que no podía recordar más, se refugiaba en Alicia y sus hijos.
-Acabo de terminar… Bueno, yo no, en realidad he terminado con un poema de Miguel Hernández.
Alicia sonrió, le miró pidiéndole permiso y Fernando dejó en sus manos las últimas cuartillas de su libro, tragó saliva esperando su reacción.

“España también tiene una deuda con todos los hombres y las mujeres que lucharon por la República, por la libertad… La tiene con los propios españoles, pero también con todas aquellas personas de otros países que no dudaron en poner su vida en peligro por defender la justicia. Como he querido señalar con este libro, Francia tiene una deuda, no sólo con los españoles, sino con todos los hombres y las mujeres que formaron parte de la Resistencia sin ser franceses, muchos murieron por intentar liberar París, por acabar con el fascismo.
Los españoles fuimos los primeros en entrar en París, recuerdo ese día como si no hubiese pasado el tiempo, la alegría de las calles, la forma en que nos recibieron, la ilusión en las miradas; muchas veces he soñado con que España viva algo parecido, pero no, en mi país, quienes luchamos por devolver a España su libertad somos considerados asesinos. Después de perder nuestra guerra, nuestra libertad y en muchos casos a familia y amigos; los españoles llegamos a Francia y nos encontramos con otra guerra, alemanes e italianos, contra quienes ya habíamos luchado en España. Volvimos a arriesgar nuestra vida para conseguir liberar Francia del fascismo, algo que no conseguimos en nuestro país, pero no nos importó, lo hicimos y, por suerte, esta guerra sí la ganamos. Todos perdimos mucho por el camino, nos dejamos parte de nuestra vida, de nuestra inocencia en esta guerra y a muchas personas… Nadie ha reconocido nuestra intervención, como tampoco en España se ha reconocido, por eso quiero acabar con un poema de Miguel Hernández, dedicado a aquellos hombres que vinieron a España a luchar con nosotros contra Franco y no sobrevivieron. España, como Francia, tiene una deuda con las personas que lucharon por su libertad; sirva como reconocimiento este poema, porque la libertad no tiene fronteras.
No quiero terminar sin tener un recuerdo para todas las personas que me han ayudado en mi camino; son muchas personas, más de las que merezco, pero sobre todo quiero recordar a Roberto, Andrea y Belle, tres grandes personas que no dejaron de luchar y cayeron. A mis hijos, que ellos nunca lleguen a vivir algo parecido a lo que nuestra generación vivió, y que puedan vivir en una España libre, de momento vivirán en una Francia libre, liberada por el esfuerzo de muchos. Y a Alicia, por todo, por tanto…

Al soldado internacional caído en España

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
Las patrias te llamaron con todas sus banderas
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras
y flameaste henchido contra sus atropellos.
Con un sabor a todos los soles y los mares
España te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces
abrazando a los hombres universal, fielmente.

Miguel Hernández, 1937”

Alicia se había emocionado, sonrió posando en la cómoda las cuartillas y miró a Fernando con lágrimas en los ojos, no podía hablar, tenía un nudo en la garganta; Fernando la miraba expectante, el libro había supuesto mucho a nivel personal pero también había querido escribirlo por todas las personas que no habían sobrevivido.
-Fernando, es… -se abrazó a él sin poder expresar cómo se sentía en ese momento- Eres increíble; este final es perfecto, de verdad.
Fernando respiró aliviado aunque no estaba seguro si Alicia era objetiva, sabía que si lo decía era porque lo pensaba pero precisamente porque era él podría no ser imparcial a la hora de dar su opinión. Se abrazó a ella como si no existiese nadie más, gracias a Alicia había superado los peores momentos de su vida; tanto la muerte de Belle como el fusilamiento.
-Gracias Alicia.
-He hablado en serio, me parece el mejor final que podrías haber escrito.
-No Alicia… No te daba las gracias por lo que has dicho. Te doy las gracias por esto, por todo… Si hoy tenemos una familia es gracias a ti, si he superado tantas cosas es gracias a ti; eres la mujer más fuerte que he conocido nunca.
-Te valoras muy poco Fernando; -estaba emocionada y enternecida mirándole fijamente pero hablaba con voz firme- yo podré haberte ayudado, pero has sido tú quien ha superado esas cosas. Y nuestra familia… -sonrió y cambió el tono- Yo sola creo que no he sido… ¿No?
El tono de Alicia y su comentario le hizo reír sin recordar que estaban en la habitación de Roberto y él estaba dormido, la besó intensamente y preguntó por las niñas, había querido cogerlas cuando se despertó, pero las había dejado dormir sin molestarlas.
-Hubiese traído la cuna aquí, pero no quería que te despertases y no pudieses verlas…
Se levantó emocionada para dejarle ir a por la cuna, se quedó mirando cómo salía de la habitación, le parecía increíble que siguiese siendo capaz de disfrutar, después de todo lo que había pasado estaba segura que muchos en su lugar no lo habrían superado. Ella tardó años en superar la violación de Angulo, nunca superó pensar que Fernando estaba muerto… Tener que matar a la persona que amas y sobrevivir a un fusilamiento eran hechos traumáticos, algo que difícilmente podrías superar; vio a Roberto despertarse y se sentó en el borde de la cama abrazándole.
-Buenos días mi amor, -le besó dulcemente y sonrió al verle frotarse los ojos- tenemos mucha suerte con papá, ¿verdad?
-Mamá tú tamién luchas.
No pudo reprimir las lágrimas de emoción, su hijo parecía entender perfectamente cada momento, le abrazó para terminar haciéndole cosquillas; las carcajadas de su hijo sólo se interrumpieron cuando Fernando entró con la cuna, no quería molestar a sus hermanas. Fernando dejó la cuna al lado de su hijo y se sentó junto a Alicia, hablaron con su hijo en voz baja, Roberto no dejaba de preguntar por la pequeña Inés, el día anterior Alicia había hablado con Inés, en un par de semanas estarían en París, Roberto se había entusiasmado cuando lo supo. Fernando miró de reojo a Alicia, Inés le había dicho que llegaban dos días más tarde de lo que en realidad lo harían, no era una gran sorpresa pues Alicia ya sabía que disfrutaría de unos días con su amiga, pero estaba deseando verle la cara cuando Inés apareciese en casa sin previo aviso. Sonrieron al oír maullar al nuevo gato de la vecina, era un cachorro que había aparecido en su patio, por suerte Tor no intervino al estar todavía recuperándose; ellos no podían quedarse con él, tres hijos y un perro era demasiada responsabilidad, le tuvieron en casa un par de horas hasta que Alicia le consiguió un hogar. Roberto le había acariciado pero cuando le metieron en casa le había mirado con recelo diciendo que Tor era su amigo y no podían quedarse con el pobre gatito. Cada vez que se cruzaban con su vecina, Roberto le preguntaba por el gato; le miraban orgullosos y sin saber qué decir ante esa preocupación de su hijo. Tor gruñó al escuchar al gato, ya estaba del todo recuperado, había visto al gato un par de veces cuando le sacaban a pasear y parecía que le guardaba rencor por haber estado en su casa. Roberto acarició a Tor asegurándole que ese gato no volvería a casa, Fernando abrazó a Alicia sonriendo y le explicó a Roberto por qué a Tor no le gustaban los gatos. Unos minutos después, Fernando se había quedado dormido apoyado en el cabecero de la cama abrazado a Alicia; inclinó la cabeza al notar su respiración más relajada, sonrió al comprobar que se había quedado dormido. Entre susurros habló con su hijo y tumbó a Fernando para que durmiese unas horas; esa mañana había quedado con René para entregarle el manuscrito del libro y también con Michel. Había sido el propio Fernando quien no había querido ir a la reunión con Michel sin haber terminado el libro, cuando tenía un trabajo entre manos se centraba en él y no quería empezar otro. Después de arroparle se sentó en la mecedora con Roberto entre sus brazos, estuvieron unos minutos viendo cómo Fernando y las niñas dormían, Alicia empezó a hablarle a su hijo de sus abuelos, sus padres y los de Fernando, le parecía importante que sus hijos supiesen de ellos, miró a Fernando y se mordió el labio, su marido había pasado gran parte de su vida solo, había perdido a su padre cuando era un niño y la guerra le dejó sin familia y amigos.
-Vosotros nunca pasaréis por algo así, ni papá ni yo lo permitiremos…
-El tío Pierr y la tía Dian están con nosotos ¿no? Y Peayo, y Atonio, y Grace, y Libeto, ¡Y Loan!
-Eso es mi amor, tenemos una familia de verdad y pase lo que pase nunca estaréis solos.
Sonrió cuando su hijo cambió de tema, parecía dispuesto a hacerla reír, hablaba del último día en el parque, Andrea no había dejado de llorar hasta que Fernando se agachó con ella y la dejó en el suelo, quería mantenerse en pie ella sola pero era muy pequeña para eso; esa tarde se lo habían pasado en grande a pesar del enfado de Andrea. Miró el reloj y se levantó, esa mañana tenía una reunión con una nueva cliente del despacho, la habían acusado de estafar a una vecina; aunque se había alejado un poco de los casos del despacho, seguía formando parte de él y se interesaba por algunos casos, Emile solía pasarle los que más podrían interesarle. Preparó el desayuno con la ayuda de Roberto, sonrió cuando su hijo preguntó por qué no hacía el desayuno su padre, siempre lo hacía él; le explicó que le dejarían dormir un poco más porque tenía mucho trabajo ese día. Roberto resopló diciendo que no quería ir a la guardería, quería quedarse en casa con todos y jugar todo el día; Alicia le miró divertida, su hijo era muy responsable pero no dejaba de ser un niño, le besó dándole las servilletas para que las llevase al salón. Terminó de preparar el desayuno y lo llevó al salón, llegó justo cuando Roberto estaba mirando la última foto que habían enmarcado, era de Diane y Pierre en Colmar, no podían salir más sonrientes, habían disfrutado el regalo de sus amigos y habían vuelto con muchas ganas de verles, tantas que la misma noche en que llegaron cenaron en casa para contarles cada detalle. Alicia y Fernando habían comprobado su sonrisa al volver a ver a los niños, Fernando la había abrazado susurrando lo afortunados que eran por tener tantos amigos en su vida y poder ofrecerles a sus hijos toda una familia. Fernando se despertó sobresaltado, sonrió al ver a sus hijas dormir tranquilamente, tragó saliva recordando el sueño que había tenido, había soñado con Belle y con su fusilamiento, estaba claro que escribir el libro le había afectado y le había hecho recordar los dos peores momentos de su vida. Se inclinó hacia la cuna y dio un suave beso a las niñas, todo por lo que había pasado le había llevado hasta donde estaba, eso era lo importante, Alicia y él disfrutaban mucho más lo que tenían porque les había costado mucho lograrlo. Sonrió al ver a Ana alargar sus manos hasta tocarle la cara, las besó y movió la cuna para llegar al salón; se quedó parado mirando cómo Alicia y Roberto miraban la foto de sus amigos y hablaban de ellos. Movió la cabeza enternecido, recordaba perfectamente el día que conoció a Pierre en la redacción, fue uno de los primeros compañeros con los que habló, le pareció tan inocente, podía recordar las primeras bromas entre ellos, cómo Pierre no sabía contestarlas… Pensó también en Roberto, con él no había podido compartir momentos así, de hecho nunca antes de volver a París junto a Alicia había podido compartir momentos así con las personas a las que quería, pensó en Marce, echaba de menos tomarse una cerveza en el Asturiano y tener una charla relajada con él. Alicia se incorporó y sonrió al verle tan pensativo, le pareció que estaba guapísimo, despeinado, todavía un poco adormilado pero ya pensando en algo importante… Se acercó y le besó antes de que Roberto se diese la vuelta diciendo que tenían que desayunar; Fernando se rascó el pelo por haberse dormido pero no dijo nada, cogió a Ana en brazos y la besó antes de sentarse a la mesa. Ver a Alicia y Roberto frente a él desayunando le hacía sonreír olvidando por completo sus preocupaciones de un momento antes; desayunaron pendientes de sus hijos, Roberto cada vez requería menos ayuda pero esas conversaciones que mantenían con él les hacía olvidar que no les necesitaba para desarrollar esas tareas cotidianas, Ana estuvo tranquila en brazos de su padre mientras que Andrea siguió dormida un buen rato, cuando se despertó empezó a llorar haciéndolo notar.
-¿Te vas duchando mientras yo preparo el biberón?
-Fernando, vas a llegar tarde.
-No, -se levantó y la besó- hemos madrugado mucho, además, tú también tienes una reunión y no puedes llegar tarde.
Alicia sonrió, estaba segura que no quería llegar tarde a la editorial, había cumplido cada plazo y cada reunión con René, había podido decidir cada cuestión que tenía que ver con su libro y la única condición había sido ésa, no quería incumplirla; pero aun así, prefería que ella no llegase tarde. Besó a sus hijos antes de ir al baño, estaba deseando que pasase el día; tenía ganas del nuevo caso pero también tenía ganas de que Fernando hablase con ese tal Michel, no habían vuelto a hablar del tema desde el día que Antoine se lo propuso, sólo lo comentaron el día que Fernando concertó la reunión, pero no habían vuelto a hablar seriamente de ello. Sabía que Fernando lo había estado pensando todos esos días pero también que no tomaría una decisión hasta saber todas las condiciones; no podía negar que le hacía feliz saber que quería asegurarse de tener tiempo para su familia si lo aceptaba. Cerró los ojos al sentir el chorro de agua en su cabeza, el día iba a ser intenso y quería coger fuerzas.
Fernando sonrió cuando Roberto trató de ayudarle con el biberón, había dejado a Ana en la trona y tenía a Andrea en los brazos, podía perfectamente preparar el biberón con una de sus hijas, pero su hijo pensaba que necesitaba ayuda, de hecho había notado que le miraba frunciendo el ceño, como cuando sus amigos cogían a sus hermanas y él quería estar alerta. Roberto sólo se relajó cuando le vio sentado dando el biberón a Andrea, Fernando sonrió porque al comprobar que ya se había sentado, se acercó a la trona para estar con Ana; le parecía increíble la capacidad de su hijo para estar atento a las dos, él a veces sentía que no atendía a Ana todo lo que debería, Andrea exigía mucha atención, estar pendiente de ella en todo momento, mientras que Ana era tan tranquila y llamaba tan poco la atención. Se emocionó cuando Roberto se giró para guiñarle un ojo diciendo que eran un equipo, muchas veces tenía la sensación de que su hijo podía entender cualquier sentimiento que ellos tenían. Alicia tardó en vestirse más de lo que le hubiese gustado, no quería que Fernando llegase tarde pero, a la vez, le apetecía arreglarse; cuando salió, las niñas ya estaban dormidas en la cuna mientras Fernando estaba vistiendo a Roberto.
-Mi amor, ya termino yo, vete a ducharte que vas a llegar tarde…
Fernando se quedó mirándola, sonrió y se levantó para besarla, a veces no podía evitar recordar los primeros días que compartieron en Madrid cuando se reencontraron, veía a Alicia prepararse para trabajar, con esa fuerza, esa mirada… Y la recordaba en el pasado, a pesar de notarla tan cambiada, él podía ver a la misma chiquilla pero ya siendo una mujer, sabía que en algún momento Alicia volvería a ser un poco como antes.
-Estás impecable, como siempre…
Alicia se echó a reír instándole a ir al baño, se agachó para seguir vistiendo a Roberto, en el rato que ellos habían estado hablando, su hijo había intentado ponerse la camisa, le miró divertida recordando la vez que ella también se abrochó mal los botones, aunque no tenía nada que ver con la razón por la que lo había hecho su hijo.
-¿Mamá mien?
La había tocado la cara, Alicia evitó una carcajada, por suerte su hijo todavía no podía entender ciertas situaciones.
-Muy bien mi amor, sólo estaba recordando… Papá siempre ha conseguido desconcentrarme…
Roberto torció el gesto sin entender a su madre, Alicia estuvo a punto de echarse a reír pero se contuvo, gracias a la confusión de su hijo pudo vestirle más fácilmente porque no se empeñaba en hacerlo él. Fernando se duchó pensando en las decisiones que tendría que tomar ese día, el libro estaba acabado, en pocas semanas mucha gente leería algo que le había costado compartir con alguien y sólo había podido hacerlo con Roberto y Alicia. Pensó en Pierre, el hermano de Belle, no había vuelto a saber nada de él, ¿seguiría vivo y en Francia? ¿Podría llegar a leer el libro? Esas preguntas le habían atormentado la noche anterior, nunca pudo volver a mirarle a los ojos y ahora contaba todo en un libro, de repente no le pareció justo escribir sobre personas a las que quiso pero que no sabía si querrían aparecer en el libro. En ningún momento había escrito apellidos o detalles que pudiesen reconocer a las personas que aparecían, sólo sus nombres, pero Pierre se reconocería perfectamente en ese libro. Mientras se duchaba fue más allá, ¿haría algo Pierre? El libro no aparecería firmado, sólo sus verdaderas iniciales en la portada, no tenía ni idea de si Pierre había seguido su pista después de volver a España tras la liberación, pero si había sido así, podría saber que había sido fusilado, con el libro le quedaría claro que no había muerto en el fusilamiento… ¿Le culparía por la muerte de Belle y querría vengarse? Nunca supo si en algún momento le culpó, no se había atrevido a hablar con él después de la muerte de Belle, al principio se había cruzado un par de veces con él en el cementerio, incluso Andrea le había contado, después de fracasar la misión y volver a Francia, que le había visto alguna vez en el cementerio cuando ella iba a ponerle flores a Belle. Después del fusilamiento no había vuelto al cementerio así que nunca supo si la tumba de Belle había tenido flores, pero desde que había vuelto con Alicia a París solía ir a menudo, a veces con Antonio, otras muchas con Alicia y otras tantas él solo. Ninguna de esas veces se había encontrado con Pierre y tampoco había notado que otra persona pusiese flores en su tumba. Se afeitó sin dejar de darle vueltas al tema, esperaba que no le molestase si llegaba a leerlo, había querido hacer un homenaje a todos los que se quedaron en el camino, sobre todo a Belle, Roberto y Andrea; no le gustaría que Pierre se lo tomase de otra forma muy distinta. Cuando llegó al salón ya vestido disimuló lo mejor que pudo, no tenían tiempo para esa conversación, aunque estaba deseando compartir con Alicia ese miedo, escuchar su opinión y, aunque no fuesen a solucionar nada, sentir que no estaba solo, que Alicia siempre estaría con él. Alicia notó sus esfuerzos por disimular, le besó y cogió el maletín, esa vez esperaría a que quisiese compartirlo con ella, era consciente que el libro había traído antiguos sentimientos y culpas, a veces ella misma se sentía culpable, había insistido para que escribiese el libro. La insistencia de su hijo para que se quedasen en casa todos justos les hizo olvidar a los dos sus propios pensamientos, Fernando le cogió en brazos justo cuando llamó Diane, ese día las niñas no les acompañarían a la guardería, los dos tenían prisa y no podían volver a casa a dejarlas con su amiga. Roberto protestó pero terminó despidiéndose de ellas como hacía siempre, como si ya estuviesen a las puertas de la guardería, Tor ladró moviendo la cola y Roberto aseguró que le había dicho que él cuidaría a sus hermanas y a la tía Diane. Se despidieron de las niñas y de su amiga y salieron de casa divertidos sin dejar de hablar con su hijo, a Roberto le costaba entender que no se pudiese quedar en casa, después de las vacaciones en la playa había asumido que era verano y podía disfrutar todo el tiempo con sus padres y sus hermanas. Fernando le miró serio, parecía que su hijo le estaba dando un argumento para no aceptar ese nuevo trabajo, Alicia le miró levantando las cejas, la miró y se echó a reír al reconocer en Alicia uno de sus gestos. No hacía falta que hablasen para saber qué estaban pensando, Fernando tuvo que dejar a Roberto en el suelo poco antes de llegar, acababan de encontrarse con uno de sus compañeros y su hijo quería hablar con él; Alicia se acercó para susurrar en su oído que al final a su hijo no le disgustaba tanto pasar horas en la guardería. Fernando la miró sonriendo y la abrazó más fuerte hasta que llegaron, despedirse de Roberto ese día representó más para Fernando que otros días, el hecho de que su hijo también estuviese preocupado por no estar ese día en casa lo hacía más difícil. Tuvo que ser Alicia la que se pusiese seria, no se despedían para siempre, esa tarde estarían todos en casa, Fernando se echó a reír, besó a su hijo y se incorporó dándole a entender que debía entrar, Roberto se abrazó a Alicia diciéndoles que les quería y acto seguido entró en su clase saludando a todos su compañeros y compañeras. Se miraron orgullosos antes de despedirse, el despacho de Alicia y la editorial estaban algo alejados, Fernando hubiese querido acompañarla pero entonces llegaría tarde.
-Alicia… -la besó suavemente y sonrió- Nada, déjalo, esta tarde hablamos.
-Está bien –le miró intensamente, no podía negar que le había gustado que quisiese compartir con ella sus dudas, lo haría si tuviesen tiempo- hoy no me da tiempo a llegar a comer, pero llegaré pronto, no te librarás de mí esta tarde…
Fernando sonrió y la besó para susurrar que no quería librarse de ella nunca, se alejó un poco y volvió a mirarla, Alicia sonrió como cuando era una chiquilla, de hecho recordó el día que Fernando la animó tras la suspensión de la obra de teatro; movió los labios para decirle que le quería y se alejó a paso ligero, ella también llegaría tarde si no se daba prisa.
Fernando andaba a paso ligero, llevaba el manuscrito en el maletín y no dejaba de pensar en ello, en poco tiempo lo leerían muchas personas, el recuerdo de Belle le torturó durante muchos años, lo había compartido con muy pocas personas y ahora todos podrían leer que él tuvo que matarla. Encendió un cigarro pensando en lo que había cambiado su vida, unos años antes hubiese sido impensable escribir un libro sobre la Resistencia, sobre Belle; era feliz y junto a Alicia podía afrontar todo, terminó sonriendo pensando en sus tres niños, estar con ellos daba sentido a todo. Alicia llegó al despacho con prisa, apenas saludó al portero, no quería llegar tarde, al final Emile terminaría por decirle algo, todavía no había llegado la nueva cliente, estuvo unos minutos hablando con Grace, durante el camino no había dejado de pensar en lo que le pasaría a Fernando, hablar con su amiga la hizo centrarse en el trabajo. Grace estaba llevando un caso complicado, le gustaba escucharla y aprender esa parte del Derecho que ella no había conocido en España, todavía a veces no se acostumbraba a poder ejercer su profesión sin ningún tipo de trabas. Al final Grace se quedó con ella cuando llegó Mireille, la nueva cliente del despacho, juntas escucharon su historia y empezaron a pensar una posible defensa.
Fernando apagó el cigarro antes de entrar a la editorial, llegaba unos minutos tarde así que no esperó al ascensor, cuando llegó al despacho de René tuvo que pararse a coger aire, suspiró pensando que los años no pasaban en balde. René le miró divertido cuando entró, se notaba que había llegado con prisa, le saludó haciéndole sentarse, Fernando sacó el manuscrito del maletín y, antes de sentarse, lo posó sobre la mesa.
-La verdad es que ahora mismo no estoy muy seguro de querer publicarlo, pero aquí está…
Se sentó desabrochándose la chaqueta, tenía ganas de salir de allí, sabía que ya no había vuelta atrás así que cuanto antes estuviese en poder de René, antes podría olvidarse hasta que se publicase.
-Os pasa a todos los escritores Fernando, soléis ser un tanto inseguros cuando acabáis el trabajo…
Fernando se echó a reír, René era bastante intuitivo normalmente, pero en esa ocasión se equivocaba.
-Mi inseguridad no es por la forma en la que lo he escrito, es por haberlo escrito… Algo tan personal es muy difícil de asumir… De todas formas, ya está hecho.
-Eso es cierto; ya tenemos hasta fecha de publicación… -Fernando sonrió un tanto forzado- Se publicará a finales de verano, en septiembre, bueno, todavía tengo que leer esto último y…
René se echó a reír ante la cara sarcástica de Fernando, una de las condiciones había sido que no se cambiaría ni una coma de lo que él escribiese.
-Sí, sí, tienes razón, no hay nada que decidir, pero comprenderás que tengo que leerlo antes de editarlo ¿no?
Fernando le miró divertido, René había tenido mucha paciencia con él y sus exigencias, de hecho era probable que se lo hubiese tomado como un ego desmedido, con otro tema no hubiese sido así, pero escribir sobre la Resistencia y su experiencia era muy personal y nunca quiso que nadie pudiese intervenir. Se quedó boquiabierto cuando René le enseñó la posible portada, Francia y España unidas, sin ningún tipo de punto en el que se viese qué pertenecía a cada país, el título en letras con relieve y sus iniciales más pequeñas. René esperaba su aprobación, terminó echándose a reír al ser consciente de todas sus condiciones, le dio el visto bueno a la portada y se despidieron, René le llamaría en unos días, cuando hubiese leído el final, para decirle qué le había parecido, aunque era un mero formalismo pues los dos sabían que no se cambiaría nada. Al salir de la editorial sintió como si se hubiese quitado un peso de encima, el manuscrito ya no estaba en su poder, no podía hacer nada para que no se publicase; no tenía sentido darle más vueltas, ya estaba hecho.
Alicia y Grace habían escuchado atentamente la historia de Mireille, las dos se dieron cuenta que había un par de contradicciones en su relato, no estaban seguras que estuviese contando la verdad ni tampoco que fuese inocente de lo que se le acusaba.
-Mireille recuerda que somos tus abogadas –Alicia trató de modular su voz para sonar más cercana, necesitaban saber la verdad- no estamos aquí para juzgarte, pero sí necesitamos que nos cuentes todo… Seas culpable o no, nosotras vamos a defenderte; pero para ello tenemos que conocer todo lo que pasó.
Se dio cuenta que Grace encendió un cigarro para no ponerse dura con esa mujer que parecía no querer contar la verdad a pesar de estar acusada de estafa; Alicia la miró preocupada, sabía que su amiga no podía entender por qué las personas que acudían a un abogado no contaban toda la verdad. Vieron como la mujer empezaba a ponerse nerviosa, Alicia sirvió café intentando transmitirle confianza pero todavía tardó unos minutos en confiar en ellas, Alicia miraba de reojo a Grace esperando que no se acabase su paciencia. Mireille se decidió y por fin les contó la verdad, la vecina que le había denunciado era la mujer del hombre con el que había tenido una aventura, tenía miedo que la juzgasen por eso, pero en realidad no había estafado a su vecina. Alicia apretó su mano apoyándola, no era fácil contar algo así a personas a las que acababa de conocer, siguieron hablando unos minutos más planeando la defensa, después de esa confesión la mujer se relajó y les contó con todo detalle cómo habían pasado las cosas. Alicia empezó con su habitual tormenta de preguntas, en momentos así sus compañeras podían ver el cambio evidente en su actitud, se centraba en cada caso como si no existiese ningún otro, valoraba todas las posibilidades y era capaz de adelantarse a los inconvenientes que podrían encontrarse en la defensa que planeaban.
Fernando caminó sin prisas hasta el despacho de Michel, en unas horas tendría que tomar una decisión sobre su futuro profesional, el trabajo en el periódico no era diario, le pagaban bastante bien pero al fin y al cabo se limitaba a escribir un par de artículos a la semana y muchas veces ni siquiera tenía que ir a la redacción. Pero aceptar dirigir una nueva revista le iba a quitar mucho tiempo, demasiado, no quería pasar días enteros fuera de casa, no ver los avances de sus niñas, los juegos de Roberto, no disfrutar de una tarde con Alicia… Sonrió pensando precisamente en Alicia, estaba seguro que se había contenido para no volver a sacar el tema, pero ella quería que lo aceptase o al menos que lo considerase seriamente. Se quedó mirando el portal antes de decidirse a subir, esa reunión podía cambiar parte de su vida en París, cuando en Madrid le dijo a Alicia que iba a cambiar de vida completamente nunca se hubiese imaginado algo así, dirigir una revista, tener que ejercer de jefe, seguía sin convencerle… En esa ocasión esperó al ascensor, era consciente que intentaba retrasar el momento todo lo posible, al entrar al despacho se fijó en la decoración, parecía más la antigua casa de su amigo Pierre que el despacho de un accionista de una revista, sólo al saludar a Michel recordó que era uno de los colaboradores de la revista que mejor le había caído cuando le conoció. Hacía mucho que no se veían, pero enseguida sintieron la misma conexión que las veces que colaboraron en algún artículo o entrevista; pasaron los primeros minutos hablando de España, Michel parecía muy interesado en conocer de primera mano cómo estaban las cosas, Fernando sonrió con tristeza pensando que ya ni él sabía de primera mano cómo estaban las cosas, hacía más de dos años que habían llegado a París; tragó saliva pensando cuándo podrían volver a su país, estaba seguro que quedaban muchos años para eso. Cambió el gesto cuando Michel se centró en la nueva revista, sería una publicación semanal sobre política, actualidad y una sección dedicada a hablar sobre la situación de los trabajadores, también habría una sección sobre España y, lo que más le gustó a Fernando, la primera portada que tenía en mente sería sobre la huelga de los mineros asturianos siempre y cuando él estuviese de acuerdo, le miró divertido al notar que ya daba por hecho que él estaría en ese proyecto.
-¿Y por qué ese tema? La prensa no lo está tratando, no parece que sea un tema importante para la sociedad francesa.
-Por eso mismo, Fernando, porque nadie lo está tratando, así quiero que sea mi revista, nuestra revista; –Fernando sonrió ante su rectificación del singular- tenemos que hablar de todos los temas importantes y sobre todo de los temas de los que nadie habla. No vamos a ser una revista más y por supuesto, no recibiremos ningún tipo de presión…
-Eso es fácil decirlo, pero después…
-Es cierto, seguro que alguna vez no podemos publicar todo lo que queremos, pero no será decisión de los accionistas, no será mi decisión. Te aseguro que yo no me meteré en qué se publica y qué no, si en algún momento no podemos publicar algo será porque han impuesto censura para todos los medios, pero ni yo ni ningún otro accionista que pueda haber en el futuro decidiremos nada de los contenidos ni de la postura que tome la revista.
Fernando le miró detenidamente, parecía sincero pero no llegaba a entender qué motivos podría tener para ser accionista de una revista que él no controlaría, quizás por dinero, algo que le gustaba tan poco como el hecho de que quisiese controlar la línea de la revista. Michel le vio dudar y le invitó a una copa, mientras la tomaban le contó cómo su padre había trabajado en Libération, el periódico clandestino de la Resistencia francesa, había muerto antes de la liberación de París, su madre le había hablado mucho de él y su pasión por el periodismo, gracias a todo lo que luchó su madre, él pudo ir a la universidad, era doctor en uno de los mejores hospitales de París, pero siempre había tenido la espinita del periodismo así que durante años ahorró y gracias a eso podía iniciar una revista de cero y sin necesidad de más inversores. Fernando se había relajado al ir escuchando la historia de Michel, tanto que por un momento olvidó que lo que más le importaba era el tiempo que tuviese que invertir, se removió en la silla y cambió el gesto dando la impresión de una seriedad que a Michel le sorprendió.
-No me esperaba un proyecto así, la verdad es que me gusta y podría estar bien formar parte de él…
-¿Pero?
-Pero –sonrió casi involuntariamente, parecía que Michel le conocía demasiado bien- no pretendo pasar todo el día trabajando, tengo tres hijos pequeños –se mordió el labio pensando que en el pasado nunca habría hecho esa confidencia a las primeras de cambio- y no quiero perderme sus momentos importantes.
-Te entiendo, Fernando, es cierto que una nueva revista nos dará mucho trabajo, es algo que no podemos evitar; pero el primer número saldría en octubre, tenemos mucho tiempo para prepararlo y, al ser una publicación semanal, no exige tanto como un periódico, si no me equivoco trabajas para Le Canard enchaîné.
-No, claro que no te equivocas, supongo que Antoine te puso al día… -Michel se echó a reír- Pero mi colaboración es mínima, escribo un par de artículos, ni siquiera paso mucho tiempo en la redacción…
-Tenemos meses por delante para preparar el primer número y hacer que todo funcione antes de publicar, tendrás un equipo que tú mismo podrás seleccionar… Si quieres podemos decidir ahora tu horario de estos meses; no te voy a engañar, una vez que salga el primer número tendrás que echar horas y estar pendiente del equipo, pero si en estos meses logramos que todos los trabajadores se impliquen, será más fácil trabajar semanalmente para publicar la revista.
Fernando lo valoró, de hecho pensó en Pierre como parte del equipo, pero enseguida se lo quitó de la cabeza, tenía su trabajo, no quería arrastrar a su amigo a un trabajo que podía durar o no, además tampoco se sentiría cómodo siendo su jefe. En quien sí pensó fue en Gabrielle, seguía trabajando en la radio pero su programa le dejaba mucho tiempo libre. A pesar de todos sus pensamientos, tenía claro que no decidiría nada en ese momento, antes hablaría con Alicia; escuchó el horario que propuso Michel para esos meses, no era un mal horario, desde luego, pero a partir de octubre tendría que pasar muchas horas en la redacción; también hablaron del sueldo, algo que para Fernando era más secundario aunque en esos momentos de su vida era importante poder ofrecer una estabilidad a su familia. Sonrió al escuchar que la redacción estaría cerca de su casa, movió la cabeza casi divertido, estaba seguro que era casualidad pero podría decirse que Michel no le estaba dando opciones a rechazar la propuesta.
-No te voy a negar que tu propuesta es inmejorable, pero no puedo tomar una decisión así sin pensarlo, sin valorar todo, sin…
-Por supuesto, no quiero tu respuesta ahora, de hecho prefiero que lo pienses tranquilamente, que estés seguro de aceptarlo o rechazarlo, que no sea algo que decides con prisas. Tómate el tiempo que quieras, puedes llamarme a este número –cogió una de sus tarjetas- aunque te voy a apuntar también el de mi casa, por si no estuviese aquí.
Fernando sonrió, se terminó la copa y guardó la tarjeta en la cartera, hubiese sido más fácil que Michel no le cayese bien, que hubiese puesto unas condiciones inasumibles o que quisiese vigilar los temas o el enfoque que se les daba. De haber sido así, no tendría nada que pensar, lo hubiese rechazado y se hubiese acabado el tema, le dio la mano a Michel asegurándole que le llamaría cuando antes, en realidad sabía que tomaría una decisión ese mismo día, sólo necesitaba hablar con Alicia y podía incluso anticipar cuál sería su reacción. Mientras bajaba en el ascensor miró el reloj dándose cuenta que era hora de ir a buscar a Roberto, ese día tenía muchas ganas de abrazar a su hijo, incluso pensó en llevarle un rato al parque, iría también a por las niñas pero Diane se molestaría pensando que otra vez intentaba estar con sus hijas en todo momento, casi como si no se fiase del todo de ella; los días que Diane y Pierre habían estado fuera, él estuvo en todo momento con sus hijos, siempre que pasaba unos días sin separarse de ellos le costaba volver a dejarles con Diane o a Roberto en la guardería.
Alicia y Grace se miraron satisfechas después de que Mireille se despidiese de ellas, tenían toda la información que necesitaban, Alicia encendió un cigarro y empezó a pasar a limpio sus notas.
-No lo entiendo… Perdóname pero no lo entiendo… ¿De verdad pensaba dejar que creyésemos que era una estafadora sólo por no contarnos que se había liado con un hombre casado?
Alicia suspiró ante la perplejidad de su amiga, ella podía entenderlo perfectamente, en Madrid ella misma había callado durante mucho tiempo, ni siquiera cuando volvió a ver a Fernando fue capaz de dejar de pensar en las apariencias.
-Yo sí puedo entenderla, durante muchos años guardé las apariencias, ya no vivía con mi marido pero llevaba la alianza y hablaba de él como si todavía siguiésemos juntos…
-Claro, Alicia, porque estabas en Madrid, sin posibilidad de separarte legalmente, cometiendo adulterio si tenías otra relación… ¿Pero aquí? Es que no puedo entenderlo.
-Grace, piensa que nosotras somos dos desconocidas para ella, no es fácil sincerarse con dos mujeres, abogados además, a las que no conoces… A mí me costó mucho contárselo a una buena amiga a la que conocía desde hacía años; cuando volví por  la Plaza donde vivía cuando conocí a Fernando nadie sabía que estaba separada de Álvaro… Separada todo lo que podía claro.

Grace apretó su mano casi disculpándose por haberle traído esos recuerdos, Alicia se echó a reír y la dio un beso asegurándole que hablar de ello no le afectaba; terminó el café recordando a Manolita, siempre había sido un apoyo tenerla cerca, le hubiese gustado estar para ella con el nacimiento del pequeño Daniel, estaba segura que había sido duro para su amiga pensar en tener otro bebé. Grace se despidió con prisas, tenía que ir a los juzgados, vio cómo salía del despacho y sonrió ante la vida tan diferente que habían llevado; encendió otro cigarro y se centró en el caso de Mireille, quería tener todo bajo control y adelantarse a la actuación de la acusación.
Fernando abrazó a Roberto, en cuanto le había visto había dejado a dos niños con la palabra en la boca para correr hacia él, le puso la chaqueta y salieron de la guardería sin dejar de hablar; el niño le preguntaba por el trabajo mientras Fernando insistía en hablar del parque.
-¡Papá! –tiró de su mano y le hizo pararse- No podemos ir al paque sin mamá y sin Anea y Ana.
-Roberto –se agachó junto a él sonriendo, le gustaba notar la preocupación de su hijo por incluir en los planes a toda la familia- mamá está trabajando, y tus hermanas… Seguro que Diane está jugando con ellas y se enfada si queremos ir los cuatro al parque sin ella, ¿no te parece?
Roberto dudó un instante, volvió a darle la mano y empezaron a caminar eso sí, sin dejar de hablar de sus hermanas, Roberto estaba deseando que empezasen a andar, Fernando le miraba casi con miedo, Andrea ya intentaba gatear por su cuenta aunque Ana parecía mucho más tranquila. Fernando observó a su hijo, saludaba a todas las personas que le miraban, en momentos así no podía evitar recordar las veces que se cruzó con Alicia por la Plaza cuando se conocieron, tanto Roberto como Alicia desprendían esa luz, esa alegría que hacía que él se quedase boquiabierto. Mirando a su hijo tuvo la misma sensación que tenía cuando miraba a Alicia en el pasado, ese deseo de que nadie pudiese dañarles, robarles su alegría, cortarles las alas; apretó la mano de su hijo prometiéndose que a sus hijos nunca les pasaría algo parecido. Se echó a reír cuando Roberto se paró delante de él preguntándole si estaba bien.
-Muy bien Roberto, mejor que nunca, y ahora… -le revolvió el pelo sonriendo- ¿echamos una carrera?
Salir corriendo y comprobar cómo su hijo salía detrás suyo le hizo reírse como si fuese un chiquillo, como si durante años no hubiese vivido el peor de los infiernos. Los adultos con los que se cruzaron hasta llegar al parque se les quedaban mirando entre admirados y molestos, Fernando era consciente que en momentos así dejaba de ser ese hombre que intentaba no llamar la atención, ese hombre que tuvo que ser a la fuerza; estando con sus hijos poco quedaba ya de aquel hombre en el que tuvo que convertirse para sobrevivir. Después de unas carreras con Roberto le faltaba el aire, se quedó parado junto a los columpios mientras su hijo se reía.
-No vas a darme tregua ¿verdad?
-Papá tenemos que juar.
-Sí, pero ya estoy un poquito mayor para tanto trote, tendrás que tener un poco de paciencia…
Le miraba divertido mientras Roberto no dejaba de reírse, jugar con él le hacía sentirse joven aunque le faltase el aliento; pasaron cerca de media hora sin dejar de jugar y reír, en ciertos momentos Fernando veía cómo su hijo miraba alrededor intentando analizar a las personas que les rodeaban. Se echó a reír recordando las veces que Alicia le decía que se parecía mucho más a él que a ella, en realidad se parecía a los dos y eso le hacía muy especial, disfrutaba igual de unas cosquillas que de quedarse contemplando el sueño de sus hermanas para comprobar que estaban bien. Cuando le recordó que debían volver, Roberto se puso serio y le dio la mano diciendo que le apetecía leer un cuento a sus hermanas; Fernando le cogió en brazos y le besó el pelo susurrando cuánto les quería a los tres.
Alicia tomó un descanso ante la visita de Liberto, al día siguiente tenía un viaje con su amiga y quería despedirse; ya se había matriculado para empezar después de verano a estudiar Derecho, Alicia le había acompañado y no había podido evitar recordar a su padre y a ella misma cuando era una adolescente. Si su padre no hubiese querido volver, ella habría estudiado en París, la vida que habría llevado hubiese sido tan distinta… Pero se alegraba profundamente de haber vuelto, de poder sentir el amor hacia España como sus padres lo sentían; le pasaron muchas cosas en Madrid, pero el país no tenía la culpa, era su país y un día podrían volver a vivir en él. Tomó un té hablándole a Liberto sobre sus años de universidad, en realidad se centró en el primer año, los años siguientes no fueron muy buenos, ya estaba casada con Álvaro, apenas tenía relación con sus compañeros y durante uno de los cursos fusilaron a Fernando. Sonrió nostálgica recordando a Camilo y a Luisa, no olvidaba las primeras charlas con Camilo, tampoco las horas de estudio junto a la pobre Luisa, a la que nunca aprobarían sus oposiciones.
-Tenemos mucha suerte Liberto, estamos aquí, vivimos libres, podemos estudiar o trabajar, ser felices…
-Sí, lo sé… Estos días no dejo de pensar en mi madre, sé cuánto quiso ella ir a la universidad, le encantaba pintar y le hubiese gustado poder estudiar pero su padre no la dejó, era una mujer…
Se embarcaron en una conversación sobre Andrea y sus aspiraciones, junto a Mario había podido dedicarse a la pintura, pero no era suficiente, no estaba con Antonio, su verdadero amor; Alicia sonrió entendiendo a Andrea mejor de lo que Liberto podría hacerlo nunca.
Fernando entró en casa sin dejar de sonreír, Roberto insistía en llegar cuando antes para poder leerles el cuento a sus hermanas, cuando entraron, Ana estaba terminando de comer mientras Andrea no dejaba de llorar sentada en la trona. Fernando la besó suavemente pero se separó al instante para que no pensase que llorar servía para que la hiciesen caso; acarició la cara de Ana mientras saludaba a Diane. Tor saltó a su alrededor y no dejó de hacerlo hasta que le saludó, tenía que sacarle a la calle antes de que se fuese su amiga.
-Pensé que os habíais perdido, habéis tardado mucho en llegar ¿no? ¿O te entretuviste en tu reunión?
Fernando notó un punto de curiosidad en el tono de su amiga, se echó a reír explicándole que habían estado en el parque, antes de ir a la cocina para prepararse la comida, se giró.
-En cuanto a la reunión… Ha ido bien, no te preocupes, aunque antes…
-Lo sé, antes lo hablarás con Alicia, –sonrió y dio un beso a Roberto que inmediatamente se sentó al lado de Andrea para contarle el cuento- no pretendía que me lo contases antes a mí.
Fernando entró en la cocina moviendo divertido la cabeza, todos sus amigos podían adelantarse a lo que iba a decir, seguía sintiéndose raro siendo tan transparente. Dejó el bocadillo preparado y sacó al perro, no quería hacerlo con los tres niños, Andrea y Ana se quedarían dormidas y no quería molestarlas trasladándolas a la silla. Diane metió a las niñas en la cuna, a primera hora de la tarde solían echar una pequeña siesta, aunque a Andrea le costaba más quedarse dormida. Se sentó junto a Roberto, que seguía contando un cuento inventado, le escuchó atentamente para darse cuenta que los cuentos empezaban a tener un sentido en sí mismos, ya no eran relatos inconexos. Fernando entró en casa a tiempo de ver cómo Ana se giraba y pasaba su brazo por encima de su hermana quedándose dormida, sonrió y se sentó a la mesa mientras Diane recogía sus cosas. Valoró contarle a su amiga que le hubiese gustado ir al parque con los tres niños, pero lo dejó pasar, se despidieron casi entre susurros para no molestar a las niñas. En cuanto se cerró la puerta, Fernando se levantó, sonrió a Roberto cuando éste apartó un segundo la mirada de la cuna para mirarle a él, cuando su hijo volvió a centrarse en las niñas, cogió el teléfono y marcó el número del trabajo de Alicia alejándose un poco de la cuna para no molestar a sus hijos.
Acababa de irse Liberto cuando sonó el teléfono, lo cogió un tanto molesta, todavía tenía que revisar algunos informes de la Comisión antes de volver a casa; Fernando se echó a reír al oír su saludo y su resoplido, Alicia se mordió el labio sonriendo.
-Perdona mi amor, no pensaba que fueses tú.
-Siento molestarte Alicia…
-No, no, no me molestas Fernando; ¿cómo ha ido el día?
-¿El día? Las reuniones, quieres decir, ¿no? –escuchó a Alicia reírse y se giró para comprobar que Roberto seguía con el cuento- Ha ido bien, bueno, con René como siempre; dice que se publica a finales de verano, me ha enseñado una portada que me ha gustado mucho así que la he aceptado… Con Michel, la verdad es que demasiado bien…
-¿Demasiado? Eso quiere decir que no has podido poner ningún inconveniente a su propuesta para rechazarla en el momento ¿no?
Fue Fernando quien se echó a reír en ese momento, hablaron unos minutos más, no quería contárselo por teléfono pero había necesitado hablar con ella, decirle que ya había salido de las dos reuniones y estaba en casa con los niños.
-En cuanto pueda me escapo del despacho.
-Alicia, si tienes que quedarte, hazlo, no tengas prisa, nosotros estaremos aquí cuando llegues.
-Te amo Fernando.
Alicia colgó y volvió al trabajo, estaba deseando acabar cuanto antes, se había quedado intrigada con la respuesta de Fernando, además estaba segura que necesitaba hablar de lo que le pasaba esa mañana; el libro ya estaba terminado pero escribirle había sido un duro paso para Fernando.
Terminó el bocadillo y se sentó al lado de Roberto después de coger un libro, empezó a leerles, aunque sus hijas ya estaban dormidas; Roberto se abrazó a él sonriendo, hacía algunas preguntas sobre el cuento pero disfrutaba escuchando la voz de su padre.
-¿Papá?
Roberto inclinó la cabeza y se dio cuenta que su padre se había quedado dormido, se abrazó más a él cerrando los ojos aunque antes miró a sus hermanas para comprobar que estaban dormidas.
Alicia había comido un sándwich con Emile, sabía que debía alimentarse mejor pero no le daba tiempo a comer en casa y al final siempre acababan comiendo algo ligero en el bar de debajo del despacho, terminó de sacar las conclusiones de un informe y empezó a recoger sus cosas para volver a casa. Sonrió cuando Emile le recordó que quedaba poco para el 14 de julio, sería la primera verbena de sus niñas, tenía muchas ganas de que llegase; en ese momento fue consciente que Inés no llegaría para compartir ese día en París, llegaría dos días más tarde, tenía que haberlo pensado cuando habló con ella y lo planearon, podrían haber compartido esa noche todos juntos. Al salir a la calle cerró los ojos molesta por el sol, se había olvidado las gafas de sol, sonrió pensando que tenían que disfrutar al máximo de las próximas semanas, el buen tiempo había llegado a París, lejos quedaban ya los días de lluvia. Decidió regresar a casa andando, a veces tomaba un taxi sólo para llegar cuanto antes, pero ese día le apetecía caminar por las calles parisinas y disfrutar de su luz. Saludó al portero sin dejar de sonreír, antes de abrir la puerta de casa se dio cuenta del silencio que había dentro, normalmente podía oír a Andrea llorar o reír, a Roberto hablar alto para que su hermana se tranquilizase e incluso a Tor hacer suaves ruidos. Entró con sigilo a la vez que Tor se levantaba de su caseta y la saludaba, se quedó parada frente al sofá mirando cómo su familia dormía; Andrea se había revuelto en la cuna pero su hermana poniendo el brazo sobre ella había conseguido que no se despertase del todo. Dejó el maletín y la chaqueta sobre la mesa, besó a sus hijas suavemente y se agachó junto al sofá, no pudo evitar sonreír al ver cómo Fernando se despertaba sobresaltado.
-Shhh mi amor, no pasa nada, está todo bien.
-Alicia… -se frotó los ojos y se movió intentando no despertar a Roberto- Ya estás aquí.
-Claro, –le besó sonriendo y se apartó para que se sentase junto a ella en la alfombra- tenía ganas de volver a casa.
Alicia se mordió el labio pensando en los años en que no quería regresar a su casa y prefería seguir trabajando, había pasado muchos años sola; abrazó a Fernando, que seguía medio dormido.
-Además, hoy tienes mucho que contarme ¿no?
Fernando se rio suavemente y se estiró para terminar abrazándola.
-Ahora no quiero pensar en nada, sólo quiero estar así, para siempre.
Alicia no pudo evitar una carcajada, la palabra siempre dicha por Fernando seguía resultándole muy rara, se descalzó y empezó a besarle recordando aquellos días en los que era ella la que no quería salir del piso franco.

-Alicia… -volvió a besarla pero se separó- Los niños se van a despertar enseguida, además, ¿has comido?
-Deja de pensar…
Volvió a besarle venciendo su resistencia, también eso le gustaba especialmente, notar cómo Fernando ya no era aquel hombre del autocontrol excesivo le hacía sentir muy especial. Se separó un segundo para mirarle, durante muchos años no supo lo importante que fue para él, ni siquiera pensaba, antes de volver a verle, que la hubiese querido tanto como ella le quería a él. Fernando se quedó mirándola preocupado pero sonrió cuando volvió a besarle, unos minutos después ninguno de los dos se acordaba de las novedades de aquella mañana en el trabajo.

Se abrazó a Alicia riendo, no podía dejar de pensar que Alicia siempre le hacía olvidarse de todo; se mordió el labio al verla encender un cigarro pero no dijo nada, Alicia movió la cabeza divertida, iba a apagarle cuando Fernando se le quitó para darle una calada. Alicia empezó a vestirse sin dejar de reírse, volvió a pensar en todo lo que tenían que contarse ese día.
-Deberías vestirte Fernando.
-Sí, es verdad…
Le pasó la camisa divertida, en el pasado no había querido vestirse, había querido disfrutar relajado un rato, pero ahora eran padres y tenían muchas cosas que hacer antes de poder irse a dormir y abrazarse sin pensar en nada más. Fernando miró hacia el sofá, Roberto no se había movido, no era normal que echase la siesta durante tanto rato, en cambio, Ana estaba despierta moviendo el pequeño peluche que siempre agarraba para dormir, Andrea seguía dormida pero no tardaría mucho en despertarse. Fernando sirvió un par de copas de vino y llevó la cuna a la cocina a la vez que Roberto se despertaba; mientras él preparaba el puré para las niñas, Alicia se sentó a disfrutar de la copa de vino con Roberto en sus brazos y escuchando divertida lo que Fernando contaba sobre la reunión con René. Cuando Andrea se despertó, Fernando la cogió en brazos, Alicia no podía evitar mirarles enternecida, Andrea, con esas ganas inmensas de poder andar o al menos gatear por sí misma, no dejaba de revolverse en brazos de su padre mientras él intentaba terminar el puré de la merienda. Dejó a Roberto en el suelo para coger a Andrea y dejarla en la trona, no pudo evitar su enfado ni siquiera dándole una galleta; vio cómo Fernando resoplaba al escucharla llorar, era muy difícil no atender esos enfados pero Fernando seguía pensando que era lo mejor, no debían consentirla tanto. A veces se miraban divertidos ante esos pensamientos sobre Andrea, no podían dejar de pensar que se parecía mucho a Alicia, ella terminaba torciendo el gesto y haciéndole burla. Al hablar del libro Fernando recordó su miedo sobre Pierre pero prefirió hablarlo en otro momento, le preguntó a Alicia por su día en el trabajo y sonrió orgulloso cuando supo cómo había dado confianza a Mireille para que les contase la verdad. Dejaron salir a Roberto al patio, verle jugar con Tor les hacía reír, Fernando no dejaba de vigilarles para que no se acercasen al jardín, los dos juntos tenían mucho peligro.
-Mañana podríamos ir a comprar las camas para las niñas, así cuando vengan Inés y Mauro no tienen que irse a ningún hotel.
-Pero quedan muchos días Fernando, tenemos tiempo.
Empezaron a dar el puré a las niñas, con Ana siempre era fácil pero Andrea conseguía poner a prueba la paciencia de ambos.
-Tendremos que encargar los muebles Alicia, además, ellos llegarán después del 14 de julio, si lo dejamos pasar nos pillarán las fiestas en medio y no podremos tener lista la habitación.
Alicia le miró con suspicacia, tenía sentido lo que decía pero había sido la manera de decirlo… Un manoteo de Andrea les hizo centrarse en sus hijas, tenían mucho trabajo por delante; Fernando giró la cabeza a tiempo de ver cómo Roberto arrancaba una de las plantas del pequeño jardín, resopló y miró a Alicia poniendo los ojos en blancos, a ella le resultaba muy divertido el tira y afloja que se traían entre padre e hijo por culpa del jardín y esas plantas que Fernando cuidaba tanto. Se levantó para ir hasta el patio, miró muy serio a su hijo y se agachó junto a él.
-Roberto, no puedes arrancar las plantas, eso no se hace.
Tuvo que frenar las ganas de abrazarle al verle agachar la cabeza y disculparse en francés, en casa ya apenas hablaba francés pero en momentos así sí solía utilizarlo para disculparse. Roberto le prometió que no volvería a hacerlo, Tor se acercó y lamió la mano de Fernando, le miró suspirando.
-Con vosotros no se puede ehh –besó a Roberto en el pelo- si volvéis a hacer algo así, no podré dejaros jugar en el patio, no queréis eso ¿verdad?
-Papá no voverá a patar, te lo pometo de vedá.
Le revolvió el pelo volviendo a sonreír y le hizo entrar en casa mientras arreglaba el desastre que habían hecho en una de las esquinas del jardín. Alicia les había observado mientras terminaba de dar el puré a Andrea, Ana ya había terminado, le sorprendía, y lo haría siempre, la extrema paciencia que mostraba Fernando con sus hijos, un hombre que había pasado todo lo que él pasó en su vida podría haberse vuelto duro, de hecho, Fernando lo había sido, cuando se reencontraron no era aquel hombre vital y alegre que siempre fue. Pero a pesar de todo, seguía siendo capaz de ponerse serio sin mostrarse duro, terminó sonriendo porque en el fondo ella siempre había sabido que Fernando sería un gran padre, eso nunca lo dudó. Cuando Andrea terminó, las limpió la cara y las manos llenas de puré y fue con ellas al salón, las dejó en la manta sentándose con ellas después de poner algunos juguetes a su alrededor. Fernando preparó algo para picar y la merienda de Roberto, cuando fue al salón, los cuatro estaban jugando.
-Vaya –dejó la bandeja en la mesita y se rascó el pelo- no me esperáis… Claro, ya estoy muy mayor para jugar ¿verdad?
Alicia se echó a reír y se movió para dejarle un sitio junto a ella susurrando que era el viejito más guapo que había visto nunca.
-Se te olvida, Alicia, que tú tampoco eres una niña ya ehh…
Le miró arrugando el gesto, no pudo evitar recordar su puya sobre la edad cuando valoraban quién se haría pasar por Pía.
-Pero siempre seré algunos años más joven.
Fernando se echó a reír y la besó sonriendo, le encantaba la manera en que Alicia siempre se picaba, estaba seguro que por muchos años que pasasen, siempre conseguiría sacarle esa reacción.
-Estás preciosa cuando te pones así…
-Cuando me picas, querrás decir.
Entre risas volvieron a jugar con sus hijos, habían notado cómo Roberto se había quedado callado mirándoles, parecía que su hijo entendía esos momentos entre ellos porque al final terminaba echándose a reír dándoles por imposibles. Fernando se quedó mirando a los cuatro mientras jugaban, le parecía increíble cómo estar con ellos dejaba fuera de casa cualquier preocupación, era como si verdaderamente sólo ellos existiesen, como si lo de fuera importase poco. Se quedó perplejo cuando Andrea empezó a gatear y llegó hasta él para apoyarse e intentar ponerse en pie; por suerte, todavía era muy pequeña para eso, la cogió en brazos y ante su evidente enfado, empezó a hacerle cosquillas consiguiendo que se echase a reír.
La tarde se les pasó volando, jugar con sus hijos y atenderles les hacía no pensar en nada más, podrían pasar horas entre pañales y berrinches y no aburrirse por más que atenderles no fuese una tarea sencilla ni mucho menos descansada. Acababan los dos agotados pero tan felices que nunca se cansarían; además, Roberto solía mostrarse muy colaborador, tanto que a veces parecía tan cansado como ellos. La llamada de Pierre interrumpió una conversación entre Fernando y Roberto, Alicia solía permanecer mirándoles siendo consciente de que era real, hacía apenas dos años acababan de llegar a París y ahora ya eran capaces de tener conversaciones con su hijo, era tan maravilloso que a veces llegaba a tener miedo de que pasase algo. Sonrió a Fernando cuando éste contestó el teléfono, estando con él nunca le había pasado nada malo; Pierre llamaba para preguntarle por el nuevo trabajo, Fernando se echó a reír y quedaron al día siguiente para cenar, al colgar miró a Alicia.
-Te puede la curiosidad ¿verdad? –vio cómo le hacía burla y se sentó junto a ella, las niñas estaban jugando con los muñecos de guiñol intentando averiguar cómo funcionaban mientras Roberto las miraba atentamente- Es una gran oferta, eso no puedo negarlo…
Alicia escuchó atentamente las condiciones del nuevo trabajo, sonreía cuando Fernando describía su actitud con Michel al principio, se notaba que le había caído bien, suponía que por esa historia de su padre y el periódico durante la Resistencia. Andrea empezó a llorar y Fernando la cogió, entre susurros terminó de contarle a Alicia la oferta de trabajo, besó a su hija cuando por fin le contó todos los detalles. Alicia frenó su entusiasmo, no quería condicionar a Fernando, pero a ella le encantaría que aceptase ese trabajo, estaba segura que sería un gran jefe y gracias a esa revista habría muchas historias que llegarían a publicarse.
-¿Ya sabes lo que vas a hacer?
-No, Alicia… No quería decidir nada sin que tú supieses todo… -acomodó a Andrea y jugó con ella sin dejar de hablar- Sé que tengo que volver a tener un horario, unas responsabilidades, no preocuparme tanto por los niños… Pero dirigir es demasiado, no quiero salir a primera hora de la mañana y llegar cuando los niños ya estén durmiendo.
-Yo estoy segura que vas a ser el mejor jefe Fernando, vas a poder publicar historias y hechos que el resto de publicaciones no tiene en cuenta. El horario que te ha ofrecido para esos meses es muy bueno, eso no puedes negarlo; ¿y si buscas un buen equipo? Además, trabajar muchas horas no te hace mal padre, Fernando, no puedes pretender estar todo el día con los niños, no es bueno para ti y tampoco para ellos.
Fernando se echó a reír, antes de hablar con Alicia ya sabía cuál sería su posición, y no podía evitar sentirse bien al notar el orgullo con el que hablaba de él y su trabajo, hubo tantos momentos en los que nadie podría sentirse orgulloso… Compartió con Alicia el recuerdo de Daniel y aquella conversación sobre trabajar y volver a tener una vida normal, en el fondo, desde que volvió a encontrarse con Alicia todo había cambiado, en realidad desde que la conoció todo había sido distinto, por eso se había empeñado una y otra vez en alejarla de él, no se podía permitir enamorarse de ella. Se quedaron mirando a Roberto, que estaba intentando explicarles a sus hermanas cómo se jugaba con los muñecos de guiñol. Tor había aprovechado para coger uno de los huesos que no solían darle y se entretenía mordiéndole.
-¿Y bien? ¿No me vas a decir qué has decidido?
-¿Crees que Gabrielle querría trabajar en la revista? La radio le deja bastante tiempo libre…
Alicia se abrazó a él entusiasmada, se sentía aliviada por no tener que convencerle, pensaba que era una gran oportunidad para Fernando y les vendría bien a él y a los niños, pero no le hubiese gustado tener que ser ella la que le diese argumentos para aceptar.
-Seguro que estará encantada de volver a trabajar en una revista, sabes que le gusta más que la radio. Enhorabuena Fernando, te mereces este trabajo.
-No lo sé… Pero me alegra que lo pienses, no puedo evitar recordar aquellas borracheras en tu casa…
-Mi amor –le besó suavemente- deja atrás todos esos recuerdos… Estabas en un mal momento, sólo eso.
-Un mal momento que duró 10 años…
-Pero lo superaste, igual que yo tardé años en superar todo lo que me pasó en Madrid… Y no hay más que hablar, el pasado está bien en su sitio y nosotros tenemos mucho trabajo aquí.
Alicia se levantó de un salto recordándole la cena, el baño de los niños, las protestas de Andrea cuando la desnudasen… Fernando se levantó, la besó y cogió a las niñas en brazos para dejarlas en la trona, prepararon la cena juntos hablando de los planes para los próximos meses, Roberto iba y venía al salón llevando servilletas y copas mientras las niñas se entretenían con una galleta y empezando una particular charla en la que parecía que ellas sí podían entenderse. Siguieron las bromas entre ellos, por la edad y alguna otra puya que se lanzaron, siempre terminaban riendo y divertidos por las reacciones de su hijo; entre Fernando y Roberto pusieron la mesa mientras Alicia recogía el maletín y la chaqueta, sonrió divertida al darse cuenta que Fernando había dejado pasar su habitual desorden, estaba segura que ni siquiera había reparado en ello. Fernando y Roberto volvieron a la cocina para terminar se hacer la cena, Alicia aprovechó que las niñas estaban tranquilas en la trona para contestar la última carta de su prima, por el momento era imposible que les visitase en París, no se sentía bien ocultándole que su marido era Fernando, pero no podía hacer otra cosa; Mati no ganaría nada sabiéndolo y saber esa verdad podía ponerla en peligro. Se sentó en la mecedora frente a la trona de las niñas, sonrió ante una pedorreta que hizo Ana, había aprendido unos días antes y solía hacerlo cuando se aburría. Respiró hondo diciéndose a sí misma que lo mejor era no decirle nada a su prima, por más que quisiese sincerarse con ella, había cosas que no podía hacer.

Mi querida Mati
Cada carta tuya me trae a París una nueva alegría, me gustaría tanto poder abrazarte. Muchas veces jugando con mis hijos pienso en ti, en las caras que pondrías al verme atenderles, han pasado tantos años desde que compartimos habitación y confidencias. Hoy ha sido un día agotador, en el trabajo tengo varios frentes abiertos, aunque no puedo sentirme más realizada entre el trabajo en el despacho y la Comisión; y en casa… Imagínate con tres niños pequeños, las niñas ya empiezan a moverse por sí mismas, Andrea gatea mientras Ana va más lenta porque prefiere ir sobre seguro. Tendrías que escuchar las conversaciones que tenemos con Roberto, tiene menos de dos años pero ya podemos hablar con él como si fuese más mayor, no sabes la sensación que tengo al escucharle contestarme cuando le pregunto o al escuchar cómo me anima cuando nota que es un momento importante. Son lo mejor que me ha pasado, ojalá algún día puedas llegar a conocerles.
Me alegro de lo feliz que eres ayudando en el Pozo, pero me gustaría otra vida para ti, si soy sincera; te mereces toda la felicidad del mundo y olvidarte de todo lo que pasó. Sé que te conformas con poco, pero mereces elegir por ti misma, te lo digo yo que dejé que durante años los demás eligiesen por mí… Pero hace mucho que decidí qué hacer con mi vida, y aquí estoy, con una familia que me hace inmensamente feliz y un trabajo que en España nunca podría tener, ejercer en Madrid me salió muy caro, demasiado… Pero todo eso ha quedado atrás, aunque me encantaría llevar la vida que llevo aquí pero en Madrid, y sé que un día volveremos, queda mucho tiempo seguro, pero volveremos.
Sabes que si quieres venir, aquí siempre tendrás una casa, me encantaría poder recibirte en París y compartir contigo mi felicidad.
Un beso muy fuerte prima
Alicia Peña

Posó la carta en la mesita y sonrió al sentir cómo Fernando le masajeaba el cuello, cerró los ojos pensando en todo lo que tenían y lo injusto que era que su prima no llegase a vivir una felicidad así.
-Mmm me encantan tus masajes.
Fernando sonrió y siguió dándole el masaje hasta que Roberto les interrumpió instándoles a cenar, ya era tarde y tenía hambre. Fernando se echó a reír y le dio la mano para llegar hasta la mesa.
-¿Sabes que eres un aguafiestas?
Roberto le miró muy serio, se cruzó de brazos y se negó a sentarse en la silla.
-Hijo, lo siento, era una broma.
Alicia les miró enternecida y se miraron emocionados cuando Roberto le abrazó y terminó sentándose a la mesa volviendo a sonreír. Mientras cenaban escucharon el relato de Roberto sobre la mañana en la guardería, quería que sus hermanas fuesen también para poder jugar con ellas. Fernando se quedó mirando a sus niñas pensando en el día en que ellas también fuesen a la guardería, y fue más allá pensando en que llegase el momento de ir al colegio, del instituto, la universidad… Alicia le acarició la mejilla recordándole que quedaba mucho tiempo para que sus hijos creciesen, Fernando sonrió agarrando su mano y la besó antes de volver a cenar; en el fondo le hacía feliz pensar que sus hijos creciesen, darles a sus hijos una infancia normal era muy importante para él después del desastre que había sido su vida hasta el momento de volver a París con Alicia.
Cuando terminaron de cenar se dieron cuenta que las niñas se estaban quedando dormidas, todavía tenían que bañarlas y darles el último biberón del día; Alicia miró divertida a Fernando cuando descartó recoger la mesa antes, le vio ir al baño a preparar la bañera. Se levantó deprisa para ir detrás de él, le encantaba verle prepararlo, cerraba la ventana, abría el grifo controlando la temperatura, preparaba el gel y champú para sus niñas, lo hacía todo tan calmado y con tanto mimo y atención  que parecía que estuviese haciendo algo de una importancia crucial. Roberto entró corriendo con los pijamas de sus hermanas en las manos, Alicia le besó dándole las gracias, su hijo sólo contestó que eran un equipo. Bañar a las niñas esa noche les relajó mucho a pesar de que Andrea no dejaba de chapotear, Ana balbuceaba intentando comunicarse con ellos, al ver que no la entendían, terminaba frunciendo el ceño y guardando silencio, Alicia bromeaba con que no hacía esfuerzos para nada, si no podía hablarles, dejaba de llamar la atención. Roberto solía mantenerse alerta esperando a que las sacasen del agua para pasarles las toallas, estaba volcado en el cuidado de sus hermanas, cada vez que lo notaban le miraban orgullosos y con un amor que no podían explicar. Ponerles el pijama después del baño siempre era más fácil, Ana no solía molestarse, pero Andrea manoteaba cada vez que intentaban meterle los brazos en el pijama o en la ropa; Alicia dejó que Fernando, con la ayuda de Roberto, preparase el biberón mientras ella esperaba en el salón con las niñas. Tenerlas en sus brazos tan relajadas le encantaba, sobre todo en Andrea, que no solía mostrarse así durante el resto del día.
-¿Sabéis? Este es uno de mis momentos preferidos del día, estamos los cinco juntos, tranquilos, sin prisas, sin trabajo, sin nada que nos moleste.
-Maaaaaaa.
Había sido Ana quien había soltado esa sílaba, la besó emocionada, Andrea hacía suaves ruidos pero no parecía querer comunicarse con ella. Cuando Fernando y Roberto regresaron compartió con él ese pequeño avance de su hija, era la primera vez que Ana lo intentaba. Fernando empezó a darle el biberón a Andrea sin dejar de susurrar “mamá” en el oído de Ana, estaba deseando escuchar a sus pequeñas.
-Fernando, por favor, es muy pronto para que digan su primera palabra, sólo ha sido un pequeño avance ¿a que sí mi niña?
Besó a Ana sonriendo y dejó que Roberto se sentase junto a ellas, todavía tenían que bañarle pero su hijo parecía asumir e incluso defender que primero tenían que atender a sus hermanas, eran más pequeñas y tenían que irse a dormir antes. Fernando atendió a Andrea con el mayor de los cuidados, siempre sentía una responsabilidad enorme al tener en sus brazos a sus hijos; cuando terminó, dejó que Alicia se lo diese a Ana mientras él intentaba dormir a Andrea. La tumbó en la cuna cuando Roberto insistió para que lo hiciese y empezar a contarle su cuento, Andrea agarró la mano de su hermano babeándola, Fernando contempló cómo a su hijo no le molestaba. Ana apenas tardó en tomarse su biberón, Fernando estaba agachado junto a ella susurrando “mamá”, Ana alargó el brazo hacia él en cuanto terminó; la besó y la tumbó junto a su hermana. Unos minutos después, las dos niñas estaban dormidas mientras Roberto se quejaba de que casi no habían escuchado su cuento.
-Roberto, tenían sueño, además, los cuentos sirven para eso ¿no? Tú se los cuentas para que se duerman pronto y para que Andrea no llore ¿verdad?
-Ties raón papá, peo Ana no ecucha nada del qento.
Alicia le abrazó recordándole que tenía que bañarse, Fernando dejó a las niñas cerca de la puerta del baño, recogió el baño y lo preparó para su hijo aunque evitó meter ningún juguete, sería buena idea que Alicia se relajase también. Les vio entrar al baño y escuchó la risa de Alicia al darse cuenta que lo preparaba para ella también, la besó y empezó a desnudarla despacio.
-Me encanta oírte reír Alicia.
Alicia sonrió mirándole, a pesar de todo, podían recordar los momentos del piso franco como si no hubiesen pasado 14 años; Roberto se desnudó solo murmurando que su madre tardaba mucho, entre risas entraron a la bañera ante la atenta mirada de Fernando.
-¿Por qué no entras tú también? Nos vendrá bien a los tres.
-Ti papá, atí juamos mamá, tú y yo.
-Está bien, pero no podemos jugar Roberto, tenemos que relajarnos, mamá ha trabajado mucho hoy.
Alicia esperó a que se metiese, le besó y se separó divertida.
-Nada de relajarnos.
Empezó a salpicar riéndose, Roberto la siguió mientras Fernando movía la cabeza y sonreía al verles tan felices, les hizo cosquillas y empezaron una pequeña batalla los tres. Unos minutos después, parecía que habían pasado por ese baño un tropel de niños jugando con el agua, Roberto ya estaba relajado, casi dormido en el agua, Fernando se echó a reír levantándose, cogió la toalla murmurando cómo habían dejado el baño.
-Ahora lo recogemos Fernando, no te agobies.
-Eso papá, no te alobies.
Fernando les miró dándoles por imposible y cogió en brazos a Roberto envolviéndole en la toalla, Alicia siguió un rato más en la bañera viendo cómo secaba a Roberto y le ponía el pijama, su hijo solía querer hacerlo solo, pero después del baño se quedaba tan tranquilo que no ponía pegas. Secó con mucho cuidado su pelo, tendrían que volver a llevarle a la barbería, ya le había crecido bastante, sólo cuando estuvo seguro de que estaba completamente seco, le dejó ir a la habitación. Alicia se levantó y cogió la toalla que Fernando le tendía, se envolvió en ella y se abrazó a Fernando sin importarle mojarle de nuevo. Le besó suavemente y fueron a la habitación de su hijo para darle las buenas noches, ya no les esperaba para entrar a la cama, Tor estaba tumbado en la alfombra y al verles entrar abrió un ojo haciendo un suave ruido, Roberto le tradujo, les daba las buenas noches. Fernando se sentó al lado de su hijo riendo, le arropó diciéndole que ya era tarde, Alicia se acercó a darle un beso y se sentó en el taburete para leerle un poco, le encantaba ver cómo su hijo prestaba atención hasta que el sueño le vencía.
-Alicia, vas a coger frío…
Había sido apenas un susurro pero la mirada de Alicia le hizo desistir, esperó a que Roberto se durmiese, le dieron un beso y le arroparon. Al volver al salón recordaron que no habían recogido, Fernando se rio suavemente sugiriendo que fuese a la cama mientras él recogía.
-De eso nada, yo recojo el baño y tú el salón, ¿te parece? Trabajo en equipo.
Fernando tiró suavemente de su mano para acercarla a él, la besó y la dejó ir al baño sin recordarle que seguía con la toalla y el pelo mojado. Recogió los platos pensando en las decisiones de ese día, iba a aceptar el trabajo, dentro de unos meses sería el responsable de que una nueva revista saliese a la calle todas las semanas, movió divertido la cabeza porque todo era a causa de Antoine, su antiguo jefe le había puesto en la situación de hacerle la competencia. Alicia recogió el baño sin dejar de sonreír, estaba muy cansada pero dar las buenas noches a sus hijos, darse un baño con Roberto y Fernando, saber que esa era su vida… Daba igual el cansancio porque era muy feliz, pensó en Grace, debería haberla llamado al llegar para saber cómo le había ido en los juzgados, además, tenía ganas de que volviesen Antonio y ella con Loan para que sus hijos jugasen juntos, quizás las fiestas del 14 de julio les darían la oportunidad de organizar una tarde con los niños olvidándose del trabajo. Fernando terminó de recoger, llevó la cuna a la habitación y fue al baño, Alicia todavía no había terminado, la abrazó por detrás haciendo que se olvidase de cerrar los geles; fueron apagando las luces sin dejar de besarse. Una vez en la habitación, Alicia echó la toalla a un lado y se metió en la cama negando con la cabeza cuando Fernando le ofreció el pijama; se metió en la cama después de dar un suave beso a las niñas, Fernando se quitó el pijama y se tumbó junto a ella abrazándola, cerró los ojos respirando hondo.
-Alicia… Hay algo que no te he contado.
-Lo sé, no lo he olvidado.
-¿Y aun así no has preguntado?
-Para que veas que no soy tan impaciente como a veces insinúas…
Fernando sonrió, apagó una de las lámparas y dejó la de la mesita de Alicia encendida, se abrazó a ella pensando en lo que le había costado en el pasado compartir con ella el recuerdo de Belle.
-Hoy he pensado en Pierre, el hermano de Belle… No sé nada de él, ni si sigue en París, ni si llegó a culparme o lo sigue haciendo… Cuando volví después de dejarte en Madrid, Andrea me dijo que alguna vez le había visto en el cementerio; después del fusilamiento yo no había vuelto a llevar flores a Belle… ¿Has notado que otra persona le lleve flores?
-No, mi amor, –le besó el pelo correspondiendo a su abrazo, notaba cómo se aferraba a ella y no podía más que emocionarse- quizás se haya ido fuera, han pasado casi 20 años Fernando.
-Sí, es posible… ¿Pero y si no se ha ido? ¿Y si lee el libro? No me gustaría que pensase que me aprovecho del recuerdo de Belle para vender más libros, yo sólo quería hacerle un homenaje, quería reivindicar su lucha, la de Andrea, la de Roberto…
-Mi amor –se incorporó y le miró fijamente- si Pierre te conoce mínimamente, jamás podrá pensar algo así. Ha pasado mucho tiempo, seguro que Pierre ha tenido tiempo para asimilar la muerte de su hermana, para entender que no es culpa tuya, que Belle formaba parte de la Resistencia y podría haber corrido una suerte mucho peor…
-Puede ser…
-¿Pero? Fernando, por favor, no sirve de nada que sigas pensando que debiste hacer algo más, -recordaba el día que le había explicado cada detalle de esa fiesta nazi, la impotencia que sintió al verle decir que no lo intentó lo suficiente le había dolido- hiciste lo único que podías hacer por ella, y lo sufriste; tuviste que matarla y lo hiciste con todo el dolor de tu corazón para que ella no sufriese. Nadie puede reprocharte nada. Si Pierre lo ha hecho, o sigue haciéndolo, será el dolor y  la rabia lo que hable por él. Mírame, –Fernando había desviado la mirada pensando en ese momento, tuvo que volver a mirarla ante su insistencia- deja de culparte por algo sobre lo que no tuviste poder de decisión, fue decisión de Belle pertenecer a la Resistencia, te hizo prometer que la matarías si estaba en peligro de sufrir torturas; tú no tuviste elección posible mi amor.
Fernando la besó suavemente y volvió a tumbarse abrazándola fuerte, poco a poco fue quedándose dormido mientras Alicia le acariciaba el pelo, Alicia le miraba mordiéndose el labio, le encantaría poder borrar cualquier sentimiento negativo que tuviese, pero formaba parte de él; todo lo que habían vivido separados les había llevado a donde estaban. Cuando comprobó que se había quedado dormido apagó la lámpara y se acomodó junto a él; esa noche no dormiría, la pasó velando el sueño de su marido, siempre le gustó verle dormir. Se mordió el labio esperando que el hermano de Belle no supusiese un problema, quizás ya ni vivía en París, esperaba que si llegaba a leer el libro no se lo tomase mal; era posible que culpase a Fernando, Belle era su hermana, era muy joven cuando murió y había sido muy injusto, entendía que su hermano necesitase buscar un culpable, pero Fernando no lo era y no sería justo recibir reproches e incomprensión después de tanto tiempo. Le besó la frente sabiendo que juntos harían frente a cualquier situación, tenían una familia y saldrían adelante porque estaban juntos.

 
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