Fernando Solís & Alicia Peña  
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Fernando fingió estar dormido cuando sonó el despertador, no había dormido en toda la noche pero no quería que Alicia dudase de su viaje. En unas horas salía su avión, serían muchas horas de viaje, nada más llegar tendría la primera reunión, después dormiría unas horas hasta la siguiente reunión, después de otro momento de descanso tendría la última reunión y cogería el avión de vuelta. Alicia se había preparado mucho para asistir a esas reuniones, estaba nerviosa por intervenir y además se sumaba la intranquilidad de alejarse de su familia; había conseguido dormir gracias a que Fernando no había dejado de estar pendiente de ella, después de un rato sintiendo cómo le acariciaba el pelo se quedó dormida abrazada a él. Sin embargo Fernando pasó la noche velándola, sentía una punzada extraña al pensar que Alicia estaría fuera unos días, sería la primera vez que se separasen desde que estaban en París; pero sabía que no pasaría nada, Alicia había notado que llevaba días mirándola embobado, él simplemente sonreía y pensaba en la gran mujer con la que compartía su vida y qué distinta era de la que tras años en Madrid se había desengañado y había perdido la fuerza y la alegría. Alicia se estiró molesta, apagó el despertador y le besó para acto seguido echarse a reír.
-Sé que no  has dormido, podías haber apagado el despertador antes de que sonase…
-Tienes razón –se sentó en la cama divertido- pero me habría perdido verte manotear para que dejase de sonar.
-Serás…
Fernando cerró los ojos al sentir la almohada en la cara, empezaron a hacerse cosquillas sin pensar que podrían despertar a sus hijos con sus risas; Roberto sonrió y se incorporó de golpe llamando a Tor, que dormía en la manta al lado de su cama. Juntos fueron hasta la habitación de sus padres, se subió en la cama sin ayuda diciéndole a Tor que subiese él también, consiguió que Fernando se sobresaltase mientras que Alicia le llenó de besos sin parar de reír.
-Roberto, no puedes levantarte solo, nos tienes que llamar.
-Enos ías papá –le besó alegremente ignorando el tono preocupado- mamá te va…
Alicia se enterneció con el gesto triste de su hijo, dos días antes le habían explicado que estaría fuera unos días, tenía que trabajar, enseguida su hijo la abrazó y se hizo una composición tan real de la situación que acabó diciendo que su madre se iba a luchar por las mujeres. Fernando se levantó y se quedó mirándoles, estaba seguro que se echarían mucho de menos, tragó saliva recordando cuando se despidieron, había sido tan duro dejarla atrás, pero en ese momento había tenido la certeza de que Alicia no debía embarcarse en una vida como la suya. Se equivocó, el peor error de su vida, el más doloroso; pero no tenía nada que ver con la despedida que tendrían en unas horas, Alicia sólo pasaría tres días fuera de casa y a la vuelta tendrían todo el tiempo del mundo para disfrutar de su familia.
-Voy a preparar el desayuno, en un rato se despertarán las niñas… Podéis seguir jugando, ¡qué envidia!
-Papá juar con nootos.
Se acercó a besarles y pellizcó el moflete de su hijo, los próximos días serían difíciles para los dos; al llegar la cocina abrió la puerta del patio y sonrió al ver el balancín, salió y fumó un cigarro escuchando de fondo las risas de su mujer y su hijo, desde que Andrea había tenido la infección, ya no fumaban dentro de casa, Fernando incluso ignoró al doctor cuando les dijo que ya no tenían que preocuparse tanto y podían volver a fumar en su casa si querían. Alicia abrazó a Roberto suspirando, les iba a echar tanto de menos; por suerte, tendría poco tiempo para pensar, el viaje sería muy intenso y cansado, cuando quisiese darse cuenta, estaría ya de vuelta. Lo peor eran las horas de avión, para la ida podría ir repasando los documentos para la reunión, pero en la vuelta… Estaba segura que se le haría eterna pensando en volver a abrazar a su familia. Se echó a reír cuando su hijo le preguntó si podía columpiarse, Roberto había decidido que el balancín no era para descansar, le encantaba coger cierta velocidad en el vaivén, aunque Fernando lo controlaba en todo momento, varias veces Roberto le había llamado aguafiestas. Alicia recordó el momento en que al abrir la puerta se encontró con dos hombres llevando el balancín, no podía creerse que Fernando lo hubiese comprado, se entusiasmó tanto que ni siquiera les había hecho pasar, se quedó mirando el balancín y tocándolo suavemente; había sido Fernando quien les indicó dónde debían dejarlo. Esa tarde se olvidaron del trabajo y disfrutaron del atardecer en el patio, los edificios de alrededor no les dejaban buenas vistas, pero poco les importaba. Fernando había sacado muchas fotos y había grabado a Alicia en el balancín, cuando Roberto lo probó los dos comprendieron que su hijo no pensaba relajarse, para él era un juego. Alicia se había emocionado al ver cómo Fernando pasó la mayor parte del tiempo en la cocina mirándola, Andrea ya estaba perfectamente pero él no dejaba de mostrarse cauteloso, no fumaban en casa, no le habían devuelto el chupete y no dejaba que pasasen mucho tiempo en la calle; el tiempo en París había mejorado pero solía engañar porque a última hora seguía haciendo mucho frío. Esa noche, durante la cena, Alicia le tomó el pelo con las costumbres burguesas a las que se había acostumbrado a la perfección, Fernando se rascó el pelo pero terminó echándose a reír y reconociendo que lo había pensado mientras lo encargaba.
Fernando terminó de preparar el desayuno pero se quedó parado un segundo, era consciente que su cara delataba lo que sentía, no quería que Alicia se sintiese mal por el viaje, no era justo. Tragó saliva y respiró hondo para poner su mejor cara, no le costaba tanto porque realmente estaba ilusionado por el gran trabajo de su mujer y que la reconociesen, aunque la angustia por verla alejarse seguía estando presente. Alicia se había sentado en la cama mientras Roberto, abrazado a ella, le contaba qué iban a hacer esos días que ella se pasaría luchando; Fernando se quedó mirándoles sonriendo, se le olvidó el viaje, se le caía la baba ante esa escena. Roberto le miró y se separó de Alicia para ponerse a saltar en la cama pidiendo el desayuno. Cuando se calmó, Fernando posó la bandeja, se sentó junto a Alicia y le pasó un brioche, Alicia se mordió el labio emocionada al darse cuenta de sus esfuerzos para que no se le notase la preocupación por el viaje.
-Mi amor… Os voy a echar tanto de menos, va a ser tan difícil irme a dormir y no abrazarme a ti…
-Alicia, desayuna; –la besó la frente y cogió una tostada- y no te preocupes tanto como yo… -sonrieron mientras Roberto metía una galleta en su taza de leche y se pringaba entero- En tres días estarás de vuelta, sólo tres días que serán tan importantes, estarás haciendo historia Alicia.
-Eres un exagerado –limpió las manos de su hijo y le ofreció un brioche- sólo es una reunión.
-No, es más que eso, Alicia; –la miró fijamente emocionado- estás luchando por un mundo mejor, por un mundo más justo para nuestros hijos, para que Andrea y Ana no sufran desigualdades…
Alicia se emocionó por la forma en que hablaba, le besó despacio y respiró hondo antes de terminarse el café; Roberto hizo que el resto del desayuno fuese menos emotivo, charlaba mientras mordisqueaba unas galletas. Fernando tuvo la impresión de que intentaba mantenerles ocupados para que no pensasen en la despedida, notaba cómo desviaba la mirada suspirando para acto seguido volver a la carga y hacerles reír; no podía explicar todo lo que sentía al ver esos momentos de su hijo, nunca pensó que se pudiese amar tanto. Alicia miró hacia la puerta, la noche anterior había hecho la maleta, le había costado tanto prepararla, Fernando se había ofrecido a ayudarla, pero prefirió hacerlo sola, quería ser consciente que era real, que pasaría tres días lejos de su familia y hacer la maleta era la mejor evidencia de que sería así. Había elegido los trajes que le parecía le favorecían más a la hora de ofrecer una imagen de impecable abogado, no quería dejar nada al azar y sentirse segura con su apariencia era una buena forma de presentarse. Sonrió mordiéndose el labio, al final se había alegrado de que Fernando no la ayudase, sabía que le costaría conciliar el sueño en el hotel por eso, al encontrarse sin esperárselo con una vieja camisa de pijama de Fernando, había decidido meterla en la maleta, antes había cerrado los ojos oliéndola, desprendía su olor, ese olor que hacía años que no podía olvidar, incluso los años en los que le creyó muerto.
Fernando se quedó mirándola mientras terminaba el café, era consciente que esa mañana era difícil para los dos, por eso le sorprendió la sonrisa relajada de Alicia.
-¿En qué piensas?
-En ti…
Empezó a besarle y estuvieron a punto de olvidarse de todo pero Andrea empezó a llorar y se separaron riendo; en otro momento de sus vidas habrían disfrutado cada segundo antes de despedirse para estar juntos, para sentirse el uno al otro… Pero eran padres y no podrían ser más felices por ello, Alicia cogió a Andrea y respiró hondo mientras Roberto besaba a su hermana, Fernando les besó y se levantó a preparar el biberón, le gustaba hacerlo con Andrea en brazos pero entendía que Alicia necesitase estar cerca de sus hijos. Él no podría pasar una noche fuera de casa, lejos de su familia; Alicia le parecía tan fuerte, estaba seguro que le costaría pero sería capaz de deslumbrar a todos los miembros de la Comisión, a veces recordaba esa fuerza que ya transmitía con 18 años, siempre supo que ella era especial, para él lo fue desde el principio aunque se negase a aceptarlo. Alicia se emocionó cuando Andrea dejó de llorar para alargar los brazos hacia su cara y echarse a reír, la hizo unas suaves cosquillas mientras Roberto se quedaba mirándolas sonriendo. Al llegar a la habitación, se quedó un segundo en el quicio de la puerta mirándoles, si tenían una familia era por Alicia, por su fuerza y su valentía, por su lucha; se acercó y la besó suavemente antes de pasarle el biberón. Cogió a Ana en brazos, que debía llevar un rato despierta pero sin quejarse, y se sentó apoyándose en el cabecero sin dejar de mirar a Alicia, Roberto hacía lo mismo aunque desviaba la vista para comprobar que Ana estaba bien. Esa mañana fue Alicia la que se ocupó de las niñas, de darles el biberón y cambiarlas, cada segundo que pasaba sentía que se quedaba sin tiempo para estar con ellas, sabía que no era un pensamiento racional pues en tres días estaría de vuelta, pero pensar en alejarse de ellos le hacía sentirse vulnerable, como hacía mucho tiempo que no se sentía. Sólo los suaves ladridos de Tor al escuchar el timbre rompió ese momento, Fernando resopló y se levantó; Andrea estaba en la cuna escuchando el cuento de su hermano mientras Alicia terminaba de cambiar a Ana. Fernando caminó despacio hacia la puerta, todavía tenían que prepararse, estaba seguro que serían Diane y Pierre, se habían empeñado en llevarles ellos al aeropuerto. Al principio Fernando se negó, en otro momento hubiese sido porque prefería intimidad, pero en ese momento lo había hecho porque creía que sus amigos hacían mucho por ellos, tanto que muchas veces sentía que no podrían devolverles ni la mínima parte. Pero al final, el lado práctico de Diane consiguió convencerle, ir en coche con los niños podía ser buena idea, pero a la vuelta no podría conducir si iban los tres niños y él solo en el coche. Abrió con una sonrisa resignada y saludó a sus amigos, tenía la sensación que además no querían dejarle solo ese primer día en que Alicia estaría fuera; no se acostumbraba del todo a ser tan transparente para sus amigos. Alicia sonrió cuando les vio entrar, se dio cuenta que todavía tenían que prepararse, dejó a Ana en la cuna y las besó para acto seguido arroparlas, besó a Roberto y se disculpó para ir a ducharse, Fernando la siguió dejando a los demás en el salón.
-Fernando, no hace falta que me vigiles, puedo ducharme sola…
-Lo sé, y no te vigilo, sólo… Te miro, eres preciosa, cada día más.
La abrazó y la besó suavemente, empezó a desnudarla mientras Alicia cerraba los ojos, la ayudó a entrar en la bañera y sonrió al verla arrugar la nariz porque él no entraba.
-Voy al salón, tenemos invitados, cuando estés lista me ducharé yo y…
-Te amo Fernando.
Volvió a acercarse a ella y la besó mojándose el pelo, escuchó la risotada de Alicia cuando ya había cerrado la puerta, cuando llegó al salón Diane y Pierre estaban tomando un café, les miró divertido pensando que los dos se sentían como en su propia casa y eso le hacía feliz. Alicia no pudo evitar terminar llorando mientras el agua caía sobre ella, su parte más irracional le recordaba lo que era sentirse sola por la noche, llegar a casa y no tener a nadie con quien comentar el día, con quien reír… Su parte racional le recordaba que sólo eran tres días, que estaría haciendo un gran trabajo y a la vuelta estarían esperándola sus hijos, Fernando y sus amigos; pero su parte racional nunca pudo sobre la irracional. Se permitió unos minutos de flaqueza, pensó en todos los momentos que echaría de menos, ver a sus niñas sonreír, a Roberto saltar encima del sofá o a Fernando escribir a máquina; cerró los ojos y movió el grifo para terminar la ducha con agua fría y despejarse. Fernando recogió la habitación, la bandeja con los restos de desayuno seguía allí, mientras Diane vestía a Roberto, intentaba hacer todo con normalidad pero no podía evitar moverse bruscamente, tenía que reconocer que le costaba asimilar pasar unos días sin Alicia. Por un segundo recordó la despedida con Isabela en París, no era ni de lejos el mismo sentimiento; al despedirse de Isabela sintió que no podría hacer nada sin ella, no podía reconocerse a sí mismo en esa relación. Echaría mucho de menos a Alicia y le afectaría no poder compartir con ella cada segundo de esos días, de las ocurrencias de Roberto o los pequeños avances de sus hijas; pero iba a atender a sus hijos con toda la atención del mundo. Estaba seguro que de haber tenido que ocuparse de unos niños al irse Isabela, no habría salido adelante, probablemente se habría refugiado en el alcohol, como había hecho al poco de llegar a Madrid. Se secó las manos sonriendo, esos casi dos años que llevaba con Alicia habían sido los mejores de su vida, ella le demostró que estaba vivo, muy vivo, de hecho, después de reencontrarse con ella por primera vez quiso demostrar que seguía siendo Fernando Solís, ese Fernando que ella conoció. Nunca podría expresar todo lo que sentía por Alicia y por sus hijos, le parecían que las palabras se quedaban muy cortas; al regresar al salón, Roberto estaba contándole a su tía que su madre se iba lejos y él también quería irse.
-¿Y nos dejas solos a tus hermanas y a mí? –se agachó junto a él intentando sonar despreocupado- Voy a tener mucho trabajo y tú tendrás que ayudarme ¿quieres?
-Audar papá, peo mamá te va lejos.
Alicia salió en ese momento ya vestida y se emocionó al escuchar el tono triste de su hijo, se agachó junto a ellos sin reparar que sus amigos presenciaban la escena.
-Mi amor, antes de que te des cuenta estaré de vuelta, además… Tendrás que ayudar a papá para que no se preocupe por todo ¿no crees?
Roberto sonrió y se abrazó a ella, Fernando la miró sonriendo, él no pudo oír el susurro de Roberto en el oído de Alicia, cuidaría de papá y de sus hermanas, terminó susurrando “bon voyage”. Alicia se levantó emocionada, besó a Fernando antes de que se fuese a duchar y se sentó junto a Diane preguntándole si ya habían desayunado, la cuna estaba al lado suyo y no dejó de desviar la vista hacia sus hijas mientras tenía a Roberto sentado sobre ella; la conversación con sus amigos le dio la oportunidad de olvidarse por un momento del viaje. Fernando se relajó en la ducha, además de sentir la tristeza de la despedida, estaba dispuesto a hacerse cargo de todo, de hecho pensaba decirle a Diane que no era necesario que fuese esos días; sus hijos eran su responsabilidad y en ausencia de Alicia no pensaba dejar de atenderles ni un segundo. La responsabilidad que sentía en ese momento le daba mucho respeto, pensar en fallar a sus hijos y a Alicia le daba pánico, esos días serían una prueba constante para él y pensaba estar a la altura. Se secó y vistió tan rápido que al salir todos se le quedaron mirando, apenas había tardado nada. Recibió las miradas preocupadas y terminó bromeando con la actitud preocupada de todos cuando se suponía que era él quien se preocupaba en exceso. Alicia miró el reloj y se mordió el labio, iban con algo de adelanto pero sería mejor salir ya de casa por si encontraban mucho tráfico; Diane y Pierre sacaron a Tor a pasear mientras ellos se ponían la chaqueta. Roberto suspiró abrazándose a Alicia, Fernando sonrió y terminó haciéndoles cosquillas para que cambiasen ese gesto tan compungido que se les había quedado a ambos. Antes de salir de casa, Alicia se quedó mirando el salón y a Tor volver de la calle y tumbarse en la caseta, sintió el abrazo de Fernando y le besó sonriendo.
-Acabo de recordar a Macarena… Ella siempre dice que no hay que alargar las despedidas, que es de lágrima fácil… Somos unos exagerados todos Fernando –se echó a reír con lágrimas en los ojos y le besó- sólo es un viaje de trabajo y parece que nuestra vida vaya a cambiar totalmente… Se me habrá pegado algo de tu preocupación…
-¡Tendrás cara!
Entre risas cerraron la puerta de casa, Alicia llevaba el coche de las niñas pero tuvo que dejar que Fernando le desmontase al llegar al coche; Diane y Pierre les dejaron cierta intimidad, él conducía y ella iba de copiloto. Fernando metió el capazo en el coche y dejó que entrase Alicia, entró él sentándose a su lado y con Roberto en brazos. Ana se despertó poco después de arrancar, Alicia la cogió en brazos y la besó dulcemente; estaba segura que presentía que pasaba algo, Ana solía dormir bastante y pocas veces llamaba la atención para que la cogiesen. Roberto no dejaba de acariciar la mejilla de su madre mientras Fernando intentaba mantener una conversación relajada; Alicia notaba cómo estaba haciendo verdaderos esfuerzos, tenía que tragar saliva varias veces en cada frase para poder mantener esa pose. Teniendo a Ana en brazos su determinación parecía tambalearse, la veía tan pequeñita, tan indefensa, que lo único de lo que tenía ganas era de volver a casa y sentarse en la mecedora para atenderlas cada segundo de su vida. Fernando terminó bromeando sobre los americanos, el comentario sobre que no se dejase influir por los yanquis una vez allí, les hizo reír a todos menos a Roberto. Alicia sonrió recordando a Pelayo, estaba seguro que su amigo hubiese hecho los mismos comentarios que estaba haciendo su marido. Besó a Ana y arropó a Andrea, parecía que sus hijas se habían intercambiado los papeles; terminó apoyada en el hombro de Fernando mientras Roberto no dejaba de acariciarle el pelo. Fernando sentía que cada kilómetro que recorrían les alejaba un poco más pero a la vez les acercaba al momento de la vuelta; miró a Pierre conducir tranquilo, sonrió agradeciendo tener tantos buenos amigos. Nunca dejaría de pensar en Roberto o Ignacio, además de Pelayo o Daniel; pero sus amigos en París habían sido los primeros en mucho tiempo, en toda su vida, de los que no había tenido que despedirse ni les había pasado nada.
Al llegar, Diane y Pierre decidieron esperarle en el coche, Diane abrazó a Alicia sonriendo y le guiñó un ojo diciendo que dejaría a todos impresionados, se despidió también de Pierre y esperó a que Fernando montase el coche de las niñas. Manejaba el coche de sus hijas con Roberto en brazos mientras Fernando llevaba la maleta, iban en un silencio sólo roto por el ruido que hacía el coche además de los suaves gorgojeos de Ana, que no parecía dispuesta a dormirse. Alicia sentía la presión del abrazo de Roberto mucho más fuerte que otras veces, Fernando cambió de mano la maleta para abrazarla también, Alicia sonrió, apenas notaba la mano de Fernando en su hombro, estaba segura que no quería que notase ningún tipo de presión, Fernando no haría nada para que ella dudase de su viaje, y menos de un viaje por trabajo. Se quedaron mirándose al llegar a la puerta de embarque, no sabían muy bien cómo actuar, Alicia se echó a reír dejando perplejo a Fernando.
-No me he vuelto loca, tranquilo… -le besó suavemente y se quedó mirándole sonriendo- Es casi irónico ¿no? En el pasado nos despedimos muchas veces, aunque yo no fuese consciente de muchas de ellas, y ahora no sabemos cómo despedirnos. Lo mejor es que esta despedida no es como las demás, sabemos cuándo vamos a volver a vernos, tenemos una familia y esta despedida sólo es momentánea.
Fernando la miraba emocionado, tenía razón, se había despedido de ella muchas veces, muchísimas, cada despedida le había dolido más que la anterior; pero ahora no sabían qué decirse. Ana seguía despierta haciendo suaves ruidos mientras Andrea dormía plácidamente y Roberto se abrazaba a Alicia como si no quisiese soltarla.
-Quizás porque siempre era yo el que se iba, el que ponía distancia…
-Bueno, eso no siempre fue así, -Alicia recordó cómo había salido corriendo del piso franco al saber lo de Jesús, o cómo se había negado a irse con él cuando se lo propuso en su casa en Madrid o en el despacho de Bonilla- pero eso da igual ahora.
-Sí, gracias a ti da igual; desde que empezamos nuestra vida juntos no he vuelto a sentirme solo, no he vuelto a salir huyendo… Este viaje es la prueba de todo lo que has luchado, disfrútalo Alicia, porque te lo mereces.
-Pero os voy a echar de menos…
-Eso espero, –la besó suavemente con un nudo en la garganta- porque no te has librado de nosotros ¿verdad Roberto?
-Tes días solo eh mamá.
-Eso es, en tres días tendrás que volver a cargar con nosotros.
Alicia se emocionó sin poder evitarlo, besó primero a Roberto y después a Fernando susurrando cuánto les amaba; se inclinó para besar a las niñas, Ana suspiró fuertemente y llevó una mano hasta su cara.
-Portaos bien mis niñas, antes de que os deis cuenta estaré de vuelta. Os amo tanto…
Dejó a Roberto en brazos de Fernando y se abrazó a ellos intentando controlar las lágrimas.
-Sólo puedo separarme de vosotros porque sé que en tres días estaremos juntos; sólo tres días mi amor.
Les miró a los dos, Fernando la besó casi con desesperación pero se contuvo y se separó, Alicia sonrió con lágrimas en los ojos, cogió la maleta y caminó despacio, cada dos pasos giraba la mirada para verles allí detrás, esperando por ella. Fernando no se movió ni un milímetro hasta que la vio desaparecer, acariciaba el pelo de Roberto y movía suavemente el coche de las niñas intentando que Ana se durmiese, ni siquiera cuando perdió de vista a Alicia salió del aeropuerto, se quedó en la cristalera hasta que el avión despegó y dejó de verse desde donde estaba. Hablaba con Roberto explicándole que su madre pasaría casi medio día en ese avión, tardarían en hablar con ella pero tenían que estar muy orgullosos.
Alicia sonrió a una azafata, se acomodó en su asiento, por suerte le había tocado en la ventana, y se quedó mirando hacia el edificio donde sabía que estaban Fernando y sus hijos; hasta que no dejase de ver el avión, estaba segura que no se movería de allí. Sacó la documentación que iba a revisar durante el largo viaje, pero no podía dejar de mirar hacia el edificio; se abrochó el cinturón y permitió que sus lágrimas saliesen mientras despegaban, sabía que estaba exagerando y dejándose llevar por un sentimiento irracional, pero alejarse de su familia la hacía sentirse tan vulnerable. Cuando ya no podía ver el edificio decidió ojear la documentación, a su lado estaba sentado un hombre mayor que encendió un cigarro y le ofreció uno a ella.
-Gracias –lo cogió sonriendo y se frotó los ojos para despejarlos de lágrimas- es muy amable.
-Tutéame por favor, vamos a pasar muchas horas en este avión ¿eres española?
-Sí –cambiaron de idioma en ese momento- aunque crecí en París después de que mi padre y yo nos exiliásemos tras la guerra. Hace más de 10 años volví a Madrid pero finalmente volví a exiliarme… ¿Cuál es tu historia?
-Llevo más de 20 años sin pisar España…
Durante los siguientes minutos Alicia conoció la historia de Manuel, sus vivencias las había escuchado otras veces, de hecho se planteó si Fernando y él se habrían cruzado en algún momento; aquel hombre había pasado varios meses en un campo de concentración al llegar a Francia, poco después se había unido a la Resistencia como tantos españoles. Compartió con él el recuerdo de su padre, lo que pasaron en Madrid durante la guerra, la muerte de su madre, la llegada a Francia y cómo su padre tuvo que aceptar cualquier trabajo para sacarla adelante, la anécdota sobre su determinación cuando era una niña para ir al frente y le habló de Fernando, Manuel veía en su mirada algo especial al hablar de ese hombre, sabía que era su marido y entendía que el amor le haría hablar así, pero notaba algo más, el orgullo de Alicia por la lucha de Fernando podía notarse con cada palabra, con cada mirada hablando de él. Al final terminó contándole el motivo de su viaje, lo difícil que era pensar estar lejos de su familia pero lo realizada que se sentía al saber que iba a formar parte de algo tan importante; Manuel no podía dejar de escucharla, recordó a su hija y apretó la mano de Alicia.
-Perdona, si te he molestado…
-No, -Manuel había retirado su mano pero Alicia la volvió a coger- en absoluto.
-Al oírte hablar así recordé a mi hija… Murió en un bombardeo, en Barcelona, era apenas una chica, no tenía ni 17 años… Pero ya con esa edad tenía una fuerza impresionante, casi tanta como la que he notado en ti al hablar de tus padres, de tu marido y, sobre todo, de tu lucha en la Comisión…
Alicia había conseguido olvidarse un poco de la tristeza que le causaba alejarse de Fernando y los niños, ese hombre le transmitía tanta confianza y le parecía tan cercano que en cierta forma le parecía estar recuperando durante un momento a su padre.
Fernando había caminado hasta el coche con paso lento, Ana lloraba suavemente pero no podía calmarla, Andrea empezaba a revolverse en el coche y Roberto no dejaba de preguntar dónde estaba “Neva Yo”. Tragó saliva y miró al cielo, todavía podía verse el avión alejarse, respiró hondo y puso su tono más despreocupado para hablarle a su hijo de esos yanquis que tan poco le gustaban. Pierre estaba fumando un cigarro cuando vio llegar a Fernando, lo apagó instintivamente, Fernando se rio por lo bajo, en su obsesión por no fumar en casa había influido en todos sus amigos y cada vez que estaban con las niñas, ninguno fumaba. Le abrazó evitando emocionarse, miró a Diane y les instó a entrar en el coche, tenían que volver a París; Diane resopló cuando les dijo que podían disfrutar solos del día, incluso podrían ir en coche a alguna ciudad apartada.
-Fernando, estás loco si piensas que no voy a estar con los niños estos días.
Fernando la ignoró mientras desmontaba el coche de sus hijas, dejó el capazo en el asiento trasero y entró sentándose al lado con Roberto en brazos; se acomodó y, jugando con el mechero, miró a Diane.
-Estos días no voy a trabajar, no voy a hacer otra cosa que estar con mis hijos, creo que podré apañármelas…
-Y me parece muy bien, pero te olvidas que además de tus hijos son nuestros sobrinos, -Diane le miraba tiernamente pero hablaba con tono firme- las niñas son muy pequeñas pero seguro que notan que su madre no está, y Roberto… Lo siento, pero no puedes dejarnos al margen de tus hijos en unos días que serán difíciles para ellos.
Fernando no supo qué decir, no pretendía molestar a sus amigos, ni siquiera hacerles sentir que no tenían nada que ver con sus hijos, seguía jugando con el mechero y, antes de hablar, arropó a sus hijas.
-Lo siento Diane, no pretendía dejaros al margen, ni insinuar que no tenéis derecho a verles, -tragó saliva pensando en lo torpe que había estado, la despedida con Alicia le había afectado- sabéis que sois las únicas personas con las que dejamos a nuestros hijos, y es cierto, son vuestros sobrinos… Lo siento, de verdad, yo…
-Fernando, no estoy molesta, deja de disculparte –le sonrió a través del retrovisor- sólo quise dejarte claro que aunque sabemos que te las apañas perfectamente, nosotros estaremos estos días en casa porque lo hacemos siempre y porque queremos.
Fernando se acercó y la apretó el hombro, agradeció que Pierre empezase a hablar de Antoine, tragó saliva y se centró en sus hijos sin dejar de hablar con sus amigos. Ana seguía llorando suavemente, la cogió en brazos y sonrió cuando Roberto se empeñó en ir en el capazo, por una vez le dejó sentarse junto a Andrea. La risa de Diane ante esa escena relajó un poco el ambiente, Fernando puso su mejor cara y se guardó para sí mismo lo que le afectaba saber que Alicia no volvería esa noche. Alicia sentía mucha confianza con Manuel, en menos de una hora se habían puesto en antecedentes sobre su vida y sus por qués para abandonar España; Manuel había oído hablar del intento de atentado contra Franco en una reunión del Partido hacía muchos años. Una azafata les ofreció un aperitivo que ambos aceptaron, Alicia suspiró pensando en las horas que quedaban por delante, nunca había hecho un viaje tan largo, su huida con Fernando había durado más, hicieron gran parte del camino a pie, pero nunca había estado tanto tiempo sentada viajando. Terminaron hablando sobre Grimau, Alicia había omitido de su historia lo relacionado con el fusilamiento de Fernando, también lo relacionado con Angulo, cada vez que hablaba de Grimau tenía que hacer esfuerzos por no alterarse, la noche anterior a su ejecución no pudo dormir, Fernando tampoco. No habían podido dejar de pensar en lo que ellos mismos pasaron 12 años antes, Alicia pensaba en la familia de ese hombre, en cómo tendrían que sentirse mientras Fernando se centraba en él, en sus últimas horas encerrado, sin poder despedirse y sabiendo que en pocas horas le habrían matado.

Unos días antes
Fernando llegó cansado a casa, había tenido que pasar todo el día en la redacción a la espera de novedades provenientes de España, la presión internacional, las distintas peticiones de clemencia… Nada había servido, como él había previsto, le ejecutarían sin importar nada más que la venganza y la injusticia que seguía imperando en España. El abogado le había llamado minutos antes de salir de la redacción, acababa de despedirse de Grimau, en unas horas sería ejecutado; sonrió cuando abrió la puerta y escuchó el suave llanto de Ana, la besó y fue directo a la cuna para comprobar que Andrea estuviese bien, todavía le daban antibiótico y él seguía muy preocupado. Alicia le miró resignada, ese día había llamado a casa más veces de las que podía recordar, Fernando se abandonó al abrazo que le dio, durante todo el día había necesitado llegar a casa, saber que ellos pudieron conseguirlo, no se sentía del todo bien con esos pensamientos, Grimau y tantos otros seguían siendo asesinados, probablemente delatados por el Partido, pero no podía dejar de dar las gracias porque ellos habían tenido una segunda oportunidad. Entró sigiloso a la habitación de Roberto, estaba dormido destapado, sonrió tiernamente y le arropó sentándose en un rincón de su cama, Tor se levantó y puso el hocico en su pierna, le acarició suavemente mientras contemplaba cómo dormía su hijo. Alicia le dejó su espacio, todo lo relacionado con el fusilamiento de Grimau les hacía remover muchas cosas, habían dejado todo atrás, sobre todo Fernando después de haberlo compartido con ella para el libro, pero pensar que otra persona estaba pasando por lo mismo en ese momento, les hacía recordar todo lo que pasaron. Además, estaba segura que Fernando no dejaba de pensar en Valeriano e Isabela, los rumores sobre la traición a Grimau no cesaron, Antonio había oído varias versiones sobre lo que había pasado; pero a Fernando nadie podía quitarle de la cabeza que había sido delatado. Al girar la vista vio a Alicia en la puerta, sonrió y se levantó con cuidado, antes de ir hacia ella dio un suave beso a Roberto, salieron de la habitación y Alicia le arrastró hasta el baño.
-Tienes que cenar pero quizás nos vendría bien un baño antes…
Dejó abierto el grifo y fue a mover la cuna para que estuviese cerca del baño, desnudó a Fernando despacio, le miró tiernamente pensando en las veces que tuvo que hacerlo en el piso franco cuando estaba herido; le acarició el pelo recordándole que estaban juntos y a salvo. Fernando se abrazó a ella todo lo fuerte que pudo, había sido muy difícil fingir en el trabajo que ese tema sólo le preocupaba relacionado a sus artículos; sólo Pierre y Sophie eran conscientes de lo que podía estar sintiendo en esos momentos. Alicia le besó y le hizo entrar a la bañera, sonrió y empezó a desnudarse, Fernando la abrazó y cerró los ojos, tragó saliva pensando lo que le hubiese gustado poder abrazarla antes del fusilamiento.
-Siempre pensé que era lo mejor, que no nos viésemos, que lo superases, que pudieses ser feliz sin que mi recuerdo te condicionase… Pero no sabes qué difícil fue saber que iba a morir sin verte por última vez, -le acarició el pelo sin mirarla, Alicia le miraba con lágrimas en los ojos- pensaba que para ti era lo mejor, pero cuando vinieron a por mí tuve que mandarte ese mensaje a través de Mario. No lo pensé, simplemente quería despedirme de ti…
-Yo me desesperaba pensando que no podía ir a verte, de hecho me planteé si Álvaro podía haber movido algún hilo para que yo pudiese ir, no en vano fue él quien consiguió la visita suya y las de Mario…
Fernando la abrazó más fuerte, él no podía darle esas respuestas, aunque en silencio pensó que en el pasado habría estado de acuerdo con Álvaro para no ayudar a que pudiesen verse… Estuvo tan equivocado en cuanto a Alicia, siempre pensó que tenía que alejarla, se habrían ahorrado mucho sufrimiento si él no hubiese decidido por ella. Alicia cerró los ojos intentando alejar la rabia, durante muchos años le había reprochado en silencio a Álvaro lo poco que hizo en aquellos momentos, le había llamado un alto cargo de gobernación para comunicarle que ya le habían ejecutado, nunca supo qué influencias pudo tener para que hicieran esa deferencia con él. En ese momento recordó a la Marquesa de Campomoro, había aceptado quedar con Inés y con ella porque Álvaro la convenció; nunca había pensado en ello, nunca se había parado a analizar hasta qué punto Álvaro podría tener contactos en las altas esferas, ¿podría haber conseguido que ella visitase a Fernando? ¿Lo intentó siquiera? Nunca lo sabría y, la verdad, ya no le importaba; pero en aquel momento había necesitado verle por última vez, decirle que nunca le olvidó, que le amaba… Recordó el vacío que sintió los días posteriores, daba igual salir que entrar, ir a clase que quedarse en casa recordando; sólo las conversaciones con Pedro lograban sacarla de ese mutismo en el que se había sumido. Pasó meses llorando por las noches, pensando en los últimos minutos de vida de Fernando, pensando si de verdad había hecho todo lo posible por él y pensando que le habían dejado tirado en cualquier cuneta. Fernando se había quedado con la mirada perdida, Álvaro podría tener o no responsabilidad en que no se viesen por última vez, pero el sufrimiento de Alicia durante 10 años al creerle muerto sólo era responsabilidad suya. Nunca se lo perdonaría, durante los meses que duró su recuperación pensó muchas veces si decírselo o no; en ese momento no podía planteárselo, la familia que lo recogió estaba corriendo mucho peligro, de hecho, la primera vez que fue consciente de que se lo había planteado fue porque le oyó decir a aquel niño si quería que avisase a Alicia. El niño le había escuchado entre delirios, le preguntó quién era esa tal Alicia y si ya había decidido contárselo o no; pero en aquellos momentos no había podido tomar una decisión, sería ponerles en peligro a todos, a Alicia y a aquella familia que le había cuidado hasta recuperarse. Una vez en Francia, su deber se impuso a cualquier otro sentimiento; no podía plantearse contarle a Alicia que había sobrevivido, estaba casada con Álvaro, podía llevar una vida feliz y tranquila con él, y, además, hacía casi un año que había pasado todo. Poco a poco Isabela hizo que no se plantease nada más, había sobrevivido y era otro Fernando, sus recuerdos ya no le pertenecían, lo mismo que esa caja que decidió no abrir más para no ver su contenido. Realmente no habían sido años fáciles para él, pero nunca debió ocultárselo a Alicia.
-Alicia, -se incorporó para mirarla fijamente- siento mucho no haberme puesto en contacto contigo, nunca debí dejar que creyeras que había muerto…
Bajó la mirada pero tragó saliva y volvió a mirarla, no pretendía darle lástima, sabía que Alicia lo había dejado atrás, pero él muchas veces lo pensaba, sería algo con lo que tendría que vivir siempre.
-Fernando, ¿cuántas veces lo hemos hablado? –le besó y se apoyó en él- Te has disculpado muchas veces, has reconocido que te equivocaste, de hecho, sé que de vez en cuando sigues culpándote por ello… Fueron años difíciles para los dos, pero estamos aquí, estamos vivos y tenemos una familia por la que luchar; y eso lo hemos conseguido juntos, dejando atrás las culpas y los remordimientos.
Empezó a besarle despacio, Fernando se separó para mirarla pero volvió a besarla sin pensar en nada más; estaban juntos y felices, era algo que muchas personas no habían podido conseguir, tenían que disfrutar de ello. Por un momento se olvidaron de la realidad, de España y Grimau, del trabajo, del próximo viaje de Alicia, sólo con sentir las manos del otro sonreían sin poderlo evitar.

Fernando se incorporó para salir de la bañera, el agua se había quedado fría pero ni se habían dado cuenta, envolvió a Alicia en la toalla y le tendió la mano para que saliese de la bañera. Alicia se agarró a su cuello y le besó despacio, entre caricias y besos llegaron a la habitación, se pusieron el pijama sabiendo que no dormirían en toda la noche. Alicia le recordó que tenía que cenar, Fernando se rio suavemente, estar con ella siempre le hacía perder la noción del tiempo; mientras Fernando cenaba, Alicia le habló del despacho, habían entrado nuevos clientes y tenían bastante trabajo, además, su ausencia durante unos días les haría tener más carga de trabajo al resto. Evitaron hablar del libro, Fernando ya había entregado el índice de temas a René, éste se había mostrado entusiasmado aunque, si no hubiese sido así, a Fernando le hubiese dado igual, escribiría sobre lo que él quisiese. Ya había empezado a escribir el principio, el momento en que fueron conscientes que la guerra estaba perdida y tuvieron que huir hacia Francia; Alicia había ido leyendo algunos trozos aunque quería esperar a que lo terminase para leerlo. Fernando seguía dándole vueltas al título, pero de momento no había encontrado uno que le gustase; bebió un poco de vino y le preguntó por los niños, quería saber qué habían hecho todo ese día que él no había podido escaparse ni un minuto del despacho. Alicia suspiró resignada recordándole que había llamado cada hora pero, aun así, empezó a hablarle de una trastada de Roberto, llevaba días queriendo coger una de las plantas del jardín, esa tarde había conseguido despistarla mientras terminaba de preparar el biberón para las niñas. Fernando movió la cabeza entre divertido y enternecido, su hijo era muy cabezota, se había fijado en esa planta y no paró hasta que pudo desenterrarla.
-Me gusta que no siempre sea ese niño tan preocupado y responsable, muchas veces he pensado que por mi culpa se está perdiendo esos momentos, si no se fijase tanto en los momentos en los que yo me preocupo por todo…
-Fernando, es algo innato, Roberto es así, no tiene que ver con lo que hagamos, aunque claro, se parece a ti, pero es innato. Además, nunca ha dejado de jugar y reír, -le cogió la cara sonriendo- es feliz, de eso no podemos dudar.
Fernando se levantó de la mesa, por una vez no tuvo el más mínimo impulso de recoger, movió la cuna y dio la mano a Alicia para guiarla hasta el sofá. Se tumbaron sin dejar de acariciarse, hablaron durante horas, intercalaban temas y recuerdos; Alicia no dejaba de pensar en Luisa y en su madre, Fernando, en cambio, tenía muy presente a Andrea. Le parecía muy cruel que la hubiesen matado intentado salvarle, él pudo salvarse pero Andrea no, muchas veces miraba a Liberto todavía con culpa, su madre podría haber estado junto a él si no hubiese vuelto a España. Fue en ese momento cuando Andrea empezó a llorar, Fernando sonrió emocionado pensando en todo lo que sus hijos no vivirían, nunca les ocultarían la realidad, pero no lo vivirían en primera persona. Se levantó dejando a Alicia en el sofá, cogió a Andrea pero antes de preparar el biberón le dio el antibiótico, seguía muy preocupado por su infección aunque ella ya no se quejaba. Mientras atendían a sus hijas se olvidaban de todo, verlas comer o reír les hacía sentir muy especiales; Alicia sirvió dos copas después de que las niñas se quedasen dormidas, se sentaron en el sofá recordando algunos momentos, Alicia no dejaba de acariciarle el pelo. El teléfono les interrumpió cerca de las seis de la mañana, Fernando se levantó rápidamente para que el ruido no despertase a sus hijos; el abogado le informó que ya había sido ejecutado. Tuvo que sentarse ante el relato de aquel hombre, fueron soldados jóvenes los que tuvieron que disparar, después de varios intentos no le habían matado así que fue el teniente el que le pegó dos disparos en la cabeza que acabaron con su vida. Fernando colgó y tragó saliva, por un segundo pensó que le podría haber pasado a él, si el teniente que le dio el tiro de gracia no hubiese sido un inútil, podría haber muerto. Nunca fue tan consciente de la suerte que había tenido como en ese momento, Grimau podía haberse salvado, como él, si nadie se hubiese dado cuenta que los disparos de esos jóvenes soldados no le habían matado. Lo compartió con Alicia y no pudo evitar llorar, se abrazó a ella con desesperación; pensar que podría no haber conocido a sus hijos, no haber conseguido ser feliz con Alicia… Se culpó por haber pensado durante tantos años que debió morir y que en realidad estaba muerto; había tenido una segunda oportunidad y tenía que aprovecharla. Se frotó los ojos y besó a Alicia recordándole que tenían que dormir un poco, llevaron la cuna a la habitación y se metieron en la cama, pero no durmieron. Sentir a Alicia junto a él era lo más especial en esos momentos, en unas horas escribiría un artículo sobre el fusilamiento, pero ese momento era sólo para ellos.

Manuel sonrió al saber que habían estado en la manifestación de París en protesta por la ejecución de Grimau, él también había estado, de hecho, al día siguiente leyó la crónica que hizo Fernando sobre esa multitudinaria manifestación.
-No te creas, no fue fácil decidirnos a ir… Fernando tenía que ir por su trabajo, pero una de nuestras hijas tuvo infección de oídos unos días antes y todavía estaba con antibiótico; Fernando es muy exagerado, a veces se preocupa en exceso… -Alicia hablaba relajada, tanto que le parecía estar hablando con alguien que conocía de toda la vida- Además, Fernando había estado en la manifestación cuando se conoció la sentencia, en la plaza de l'Alma frente a la embajada española, no sé si estuviste…
-No, pero leí la crónica de tu marido…
Alicia sonrió, Fernando había llegado muy impresionado de esa manifestación, no se había esperado tanta afluencia aunque al final se produjeron incidentes violentos, por eso no estaba convencido de que fuesen todos a la manifestación de protesta por el fusilamiento.
-Nos costó decidirnos, no queríamos poner en peligro a nuestros hijos… Al final pude convencerle, yo también quería estar en la manifestación, era justo y quería formar parte de ello; podríamos haber dejado a los niños en casa con Diane pero decidimos llevarlos. Cuando sean mayores sabrán cuánto luchamos por recuperar la libertad de España, estar en esa manifestación fue casi como adelantarnos a ese momento. Ha sido especial ver cómo la sociedad francesa ha respondido ante esta injusticia, hace 12 años yo intenté algo parecido, pero apenas tuvo repercusión… Por eso quise estar presente, Fernando desde el principio tuvo claro que le ejecutarían, que la presión no conseguiría nada, yo intentaba ser más optimista, supongo que un poco ilusa… De todas formas, ninguno de los dos dejamos de intentarlo, mi marido lleva meses dedicado exclusivamente a este tema en la revista, estos días no ha dejado de escribir sobre ello…
-Vaya, me perderé sus últimos artículos entonces…
Alicia sonrió y le apretó la mano, el viaje de Manuel era para reencontrarse con uno de sus hermanos, había escapado de unos falangistas en el 37 y había podido embarcarse hacia México, años después había conocido a su mujer y se mudó a Nueva York. Llevaba sin verle desde que estalló la guerra, hacía unos meses habían recuperado el contacto y viajaba para pasar una temporada con él.
-No te los perderás porque me vas a dar tu dirección y pienso mandártelos.
Alicia se abrazó a él, no podía explicar lo que sentía al hablar con ese hombre, se separó y empezó a hablarle de sus hijos, las trastadas de Roberto y su responsabilidad, la tranquilidad de Ana, el carácter de Andrea… Fernando propuso ir al parque, aunque Diane estaba como siempre, quería que la conversación que tuvieron en el coche se olvidase; él no dejaba de pensar en Alicia y en las horas que tendría que estar en ese avión, pero por suerte Roberto parecía dispuesto a que dejase de pensar en ello. Notó en Diane y Pierre la misma actitud, sonrió mientras cogía a Ana en brazos, que parecía intranquila, ignoró haberse dado cuenta de la actitud de sus amigos, no quería molestarles y, en el fondo, se sentía afortunado por tener tantas buenas personas que les querían. Mientras Roberto y Pierre corrían por el parque, volvió a disculparse con Diane, ella le miró resignada y le preguntó  por el libro; Fernando se echó a reír diciendo que no quería hablar de trabajo.
A Alicia se le pasaron las horas volando, la azafata volvió con las bandejas de la comida, Manuel y ella no dejaban de hablar, durante la comida Alicia escuchó algunos episodios de la República. Ni siquiera había recordado que tenía documentación que revisar, suspiró al probar el vino, no le gustó el que sirvieron; cuando terminaron de comer se levantaron para dar un par de vueltas por el pasillo, las piernas se les habían empezado a dormir y se sentían entumecidos de tantas horas sentados. Fumaron un cigarro mientras hablaban de los planes que tenían para los próximos meses. Fernando había preparado la comida mientras Diane y Pierre jugaban con Roberto en el patio; les había mirado de reojo en todo momento, le parecía increíble sentir que, pasase lo que pasase, sus hijos nunca estarían solos. A pesar de la ausencia de Alicia, se sentía feliz, sus amigos eran como los hermanos que nunca tuvieron, Alicia alguna vez había comentado las ganas que tuvo de pequeña de tener un hermanito al que cuidar y mimar; al igual que él, Alicia no lo había compartido con su padre; él había tenido el mismo sentimiento con respecto a su madre. Su madre no se dejó vencer después del accidente de caza, pero hablarle de tener un hermano era recordarle lo que ya no podían tener; en cierto modo siempre se sintió culpable de la muerte de su padre, aquel día no pudo mirar a su madre a los ojos. Tragó saliva pensando en esa mujer tan fuerte, la recordaba perfectamente; sonrió pensando que Alicia se parecía bastante a ella, la risa de Diane junto a la de Roberto le hizo regresar al presente. Se echó a reír llamándoles para que entrasen a comer; Pierre dejó que Diane y Roberto fuesen hacia el salón, arropó a las niñas, que estaban dormidas en la cuna junto a la puerta de la cocina y aceptó la copa de vino que Fernando le ofrecía.
-Fernando, diga lo que diga Diane, podemos salir esta tarde, así puedes estar tranquilo con los niños y…
-No importa, de verdad, -apretó el hombro de su amigo sonriendo- de hecho puede que hasta me venga bien que estéis aquí, -se rio por lo bajo pensando que hacía un tiempo nunca lo habría reconocido en voz alta- las horas parecerán años mientras Alicia no esté, y estando vosotros… Gracias por ser parte de nuestra familia.
Se echó a reír al ver la mirada irónica de Pierre, terminaron riendo juntos y llevando los platos a la mesa. Compartieron una comida de lo más entretenida, las bromas de Pierre acompañadas de las risas de Roberto o los comentarios de una Diane intentando picar a Pierre, hicieron que disfrutase de verdad de la comida. De todas formas, no podía evitar quedarse con la mirada perdida unos segundos pensando en cómo llevaría Alicia tantas horas de viaje.
Alicia se había quedado dormida poco después de comer, Manuel la observaba con ternura, aunque se la notaba una mujer fuerte y valiente, él sentía que tenía cierto punto de inocencia que le recordaba a su hija. Estuvo pendiente de ella en todo momento, la arropaba si se removía, intentaba corregir su postura para que después no tuviese dolor al dormir en mala posición. Alicia se desperezó y sonrió al verle tan pendiente, al oír el llanto de un niño se mordió el labio pensando en sus hijos, estuvo a punto de levantarse instintivamente y sonrió al padre de aquel niño que debía tener sólo unos meses más que sus hijas.
-Gracias por estar tan pendiente, es casi como si estuviese en casa…
-Alicia, seguro que tus hijos están muy bien atendidos.
-Lo sé, -le sonrió sentándose derecha- no es eso; Fernando les cuida mejor que yo y nunca he dudado de eso, sólo… No sé, antes de ser madre oía llorar a un bebé y le miraba embobada, ahora sin embargo, tengo tentaciones de cogerle, de consolarle… Y echo de menos a mis hijos, Roberto tiene el mismo instinto que yo y que Fernando, de hecho estoy segura que si estuviese aquí se habría enfadado al no dejarle ir donde ese niño a atenderle, y mis niñas… Son tan pequeñitas y tan perfectas…
Manuel sonrió escuchándola, los siguientes minutos no dejó de oír hablar de esos niños; le sorprendía la facilidad con la que Alicia relacionaba a sus hijos con su lucha, conseguir un mundo más justo para ellos, luchar para que sus hijas no viviesen en un mundo que las tratase como menores de edad… La pasión de Alicia por su trabajo sólo era superada por su pasión por su familia; cuando Manuel compartió con ella ese pensamiento, se quedó callada un momento recordando cómo hacía no tanto tiempo, había sido una persona totalmente distinta. Manuel se mostró muy comprensivo, vivir más de 10 años en un país en dictadura tenía que cambiarte a la fuerza.
Fernando aprovechó esa tarde para ver algunos videos, ni siquiera se sintió incómodo porque sus amigos viesen esos momentos íntimos de su familia; había sido él quien atendió a las niñas cuando se despertaron para tomar su biberón, Roberto había dejado a sus tíos con la palabra en la boca para acompañar a su padre. En ese momento, estaban viendo un video de las navidades, Diane y Pierre se habían sentado en la manta pero Roberto les había dejado solos, Fernando estaba en el sofá con Ana en brazos y quería aprovechar para estar cerca de su hermana. Normalmente era Andrea la que menos dormía, pero ese día Ana estaba intranquila y no dejaba de protestar al dejarla en la cuna; Fernando disfrutó de esos momentos con su hija y de ver a Roberto tan entregado con su hermana, le contaba cuentos y le hablaba de los videos que iban viendo. Diane miró a Pierre, unos días antes le había pedido que se casase con él; había resultado muy divertido verle tan nervioso después de tanto tiempo compartiendo su vida con él. Entendía que para Pierre era un paso más en su relación, en su compromiso, pero ella no lo veía así; vivían juntos, eran una pareja y no necesitaba ningún papel. Aun así, se emocionó al ver a Pierre tan nervioso, con el ramo de flores y la mesa preparada para una cena romántica; su respuesta automática hizo sonreír a Pierre, que no las tenía todas consigo, conocía su opinión sobre casarse así que le había costado mucho dar el paso. Al día siguiente les hubiese gustado compartirlo con sus amigos, pero el tema de Grimau estaba tan presente que pensaron que no era el momento; Diane sentía lo mismo al ver a Fernando con sus hijos pero tragando saliva cada poco tiempo pensando en Alicia. No era el momento para hablarle de su boda, Pierre pensaba que era justo al contrario, Fernando se animaría e incluso intentaría tomarle el pelo imaginándose cómo se lo habría pedido, estaba seguro que dejaría de pensar en Alicia por un momento; pero respetaba que Diane quisiese esperar a la vuelta de Alicia para compartirlo con los dos a la vez.
-¿Os pasa algo? –Fernando se quedó mirándoles- Decía que si queríais salir al parque con Roberto, pero si no os apetece no pasa nada…
-Perdona Fernando, estaba distraída… Podemos salir al parque y así sacamos a Tor, ¿quieres?
Diane tendió la mano a Roberto, que dudó un momento mirando a su padre, Fernando sonrió animándole, al final el niño soltó un resoplido y cogió la mano de su tía diciendo que tenían que regresar pronto. En cuanto se cerró la puerta, Fernando resopló mirando a Ana.
-No se lo digas a nadie, pero estos días van a ser los más difíciles en años… -sonrió cuando Ana le miró haciendo un gesto como si le comprendiese- Pero tenemos que estar muy orgullosos de mamá, cuando crezcáis seguro que lo estáis, es la mujer más increíble que he conocido nunca, te lo prometo. Tengo mucha suerte de teneros a los cuatro y espero estar a la altura…
Le dio un suave beso en la frente, miró hacia la cuna y vio a Andrea dormida, sonrió pensando en las diferencias entre ellas; se sentó en la mecedora con Ana en brazos; recordó el momento en que las tuvieron en brazos por primera vez, no entendía cómo había pasado tantos años sin esa sensación, había perdido tanto tiempo… Ana alargó su mano para tocarle la cara y sonrió.
-Tienes razón pequeña, lo importante es que estamos juntos, nunca os dejaremos solos.
Se frotó los ojos al oír la puerta, apenas le dio tiempo porque Roberto entró como un vendaval y llegó hasta él preguntándole por sus hermanas. El torbellino de su hijo le hizo reír, se rascó el pelo al ver a sus amigos parados mirándole, dejó a Ana en la cuna y preparó la merienda, sin darse cuenta había sacado del armario la taza de Alicia; sonrió mientras la guardaba.
Alicia se dispuso a leer un rato, Manuel se había quedado dormido y ella no dejaba de mirarle, era extraño pero le recordaba mucho a su padre; hablarle de sus hijos o su marido era casi como si hiciese que su padre les conociese… Podía imaginarse a su padre riéndose con Roberto y hablándole de su madre al conocer a las niñas, emocionándose al saber que una de ellas se llamaba Ana… Y, por supuesto, hablando con Fernando sobre la República y la guerra, esas anécdotas que siempre le contaba a ella y, estaba segura, muchas otras que nunca compartió con ella para que no fuese consciente de la magnitud de la guerra civil y la posguerra. Sonrió al mirar el reloj, cerró los ojos imaginándose qué estarían haciendo Fernando y los niños; pudo ver a Roberto inquieto sin separarse de sus hermanas, a Fernando atendiéndoles mientras pensaba en qué estaría haciendo ella. Respiró hondo pensando que al final la vida había sido justa, habían sufrido mucho pero estaban juntos y tenían una familia, una familia que estaría esperándola a la vuelta después de esas reuniones. Volvió a quedarse dormida casi sintiendo la mano de Fernando en su pelo y escuchando de fondo la risa de Roberto.
La tarde había sido mucho más tranquila que la comida, se notaba que todos pensaban en Alicia y en las horas que ya llevaba en aquel avión, además de las que le quedaban; Roberto no dejó de preguntar por Nueva York en su media lengua, al final Fernando había sacado un atlas, lo habían encontrado unos meses antes con las pocas cosas que estaban en casa antes de entrar a vivir allí. Roberto se entusiasmó al saber que la separación azul entre donde vivían y donde estaba su madre era mar, terminó aplaudiendo pidiéndole que le llevase a la playa. Diane y Pierre se despidieron a última hora, a él le parecía excesivo quedarse a dormir y Diane tuvo que conformarse aunque le hubiese gustado quedarse incluso a dormir. Fernando les despidió enternecido, no podrían tener mejores amigos; por la tarde había llamado Antonio pero no pudieron pasarse esa tarde, aunque le aseguró que al día siguiente estarían a primera hora en su casa para salir a desayunar. Al quedarse solos se centró en preparar la cena mientras intentaba convencer a Roberto para no salir al patio, estaba seguro que querría arrancar otra planta, era un trasto pero le hacía tan feliz que fuese así. Antes de terminar la cena, Andrea empezó a llorar, la cogió con cuidado besándola.
-Hoy has descansado más de lo normal… -la apoyó sobre su hombro a la vez que notaba que Roberto tiraba de su camisa- Roberto, tengo que preparar el biberón ¿de acuerdo?
-Birón papá, ¿te audo?
Le miró tiernamente, oyeron a Ana y le propuso a su hijo que le contase un cuento mientras hacía el biberón y Andrea comía. Esos momentos con Roberto le parecían increíbles, cada gesto de los tres se lo parecía, pero se sentía muy especial cuando su hijo interactuaba con él, le preguntaba cosas y le ayudaba.
Alicia cerró el libro y sacó cuartillas, quería aprovechar ese rato para escribir a Inés, le gustaría tanto que su amiga formase parte de ese viaje, de esas reuniones… Tanto ella como Macarena se habían hecho un nombre en Barcelona, su bufete era uno de los más prestigiosos de la ciudad y sus amigas tenían grandes casos. Pero ejercían el derecho con muchas limitaciones, con todas las que tuvo ella durante tantos años; no era justo. Además, estaba segura que su amiga haría un gran trabajo para la Comisión; sonrió porque aunque hacía meses que no se veían, la sentía muy cerca.

Mi querida Inés
Te escribo desde el avión, estoy viajando a Nueva York para asistir a las reuniones de la Comisión. No sabes lo difícil que ha sido despedirme de Fernando y los niños, sé que sólo serán tres días pero pasar una sola noche sin verles va a ser tan difícil. El viaje está siendo entretenido, he conocido a un hombre muy cercano, un exiliado español que viaja para reencontrarse con su hermano; aunque estoy bastante cansada. Lo peor es que, por el cambio de horario, al poco de llegar tenemos la primera reunión así que no podré descansar mucho. De todas formas, me costará dormir sin sentir a Fernando, sin dar un beso de buenas noches a Roberto y sin arropar a las niñas. Estas horas he pensado mucho en mi vida antes de reencontrarme con Fernando y antes de conoceros a Macarena y a ti… Estaba tan sola en aquellos momentos; ahora mismo sé que es momentáneo, por eso puedo sobrellevarlo, pero pensar en volver a quedarme sola… No podría pasar por algo así, ya no.
La despedida ha hecho que se me pasen un poco los nervios por las reuniones, pero cada vez que pienso que voy a hablar para tanta gente, para mujeres que llevan décadas luchando por nuestros derechos… Me siento muy bien al pensar en que voy a formar parte de ello, pero no puedo evitar ciertos nervios ante algo tan grande. Fernando ha empezado a escribir un libro sobre su participación en la Resistencia, sé que va a ser difícil para él, pero estoy segura que le ayudará a superar ciertos momentos. Hace un tiempo escribió sobre toda su experiencia, pero no quiso publicarlo, no quiso que nadie más que yo lo leyese. René no le ha puesto ninguna condición para publicar, sólo tiene que cumplir plazos de entrega, pero puede escribir lo que quiera y nadie lo modificará; para Fernando era importante ese punto.
Las niñas están cada día más guapas, en la próxima carta te envío una foto; tu hija ha crecido un montón, tengo ganas de volver a veros. Cuando vuelva a París tengo pensado convencer a Fernando para empezar a planear las vacaciones, las niñas serán pequeñas para viajar, así que no creo que nos alejemos de París, pero me apetece salir de la ciudad, descansar unos días. Me encantaría poder pasar las vacaciones con vosotros, realmente, me encantaría poder conocer vuestra casa, pasear por Barcelona juntas con nuestra familia… Ya sabes que aquí siempre tendréis una casa, os echo de menos y tengo muchas ganas de veros, y a Macarena, que hace más que no la veo.
Un abrazo muy fuerte
Alicia Peña

Respiró hondo al firmar, Manuel se había despertado pero había respetado ese momento en que la vio tan lejana del avión, así se lo dijo después, Alicia sonrió pensando que siempre que escribía a Inés o Macarena se sentía con ellas en Madrid, aquellos momentos que compartieron, todo su apoyo… Miró el reloj y suspiró pues aún quedaban un par de horas para llegar.
Fernando había disfrutado de dar el biberón a Andrea, pero al dejarla en la cuna para dárselo a Ana, se había puesto a llorar; fue todo un reto para su mente intentar controlarse y parecer sereno para alimentar a Ana mientras Andrea lloraba con todas sus fuerzas. Aquella noche ni Roberto con su cuento había conseguido que su hermana se tranquilizase; sirvió la cena para Roberto y volvió a coger a las dos niñas; Ana tampoco tenía intención de dormir aunque ella no lloraba, pero Andrea seguía llorando.
-Sé que echáis de menos a mamá, pero tenemos que pensar que está luchando mucho, en unos días estará aquí… De momento os tendréis que conformar conmigo pequeñas.
-Papá es bueno, mamá momerá dento de poco.
Fernando sonrió a su hijo, pero le instó a que terminase de cenar; iba a ser más difícil de lo que pensaba pero quería que Roberto siguiese su rutina, resopló pensando en el momento en que tuviese que bañarles. Besó a Ana que acababa de quedarse dormida y pensó que quizás era mejor que bañase primero a Andrea, así se relajaría y después podría bañar a Ana y luego a Roberto. Se emocionó cuando Roberto terminó de cenar y se bajó de su silla recogiendo su plato, había crecido mucho pero todavía no podía llegar al fregadero, dejó su plato en una de las sillas de la cocina y volvió para decirle a su padre que él le ayudaba a bañar a sus hermanas. Esa noche el momento del baño fue casi de locos, controlar que ninguno de sus hijos pasase frío, que no estuviesen mucho rato en la bañera, que Andrea se quedase dormida antes de bañar a Ana, que Roberto no se empeñase en enjabonar a sus hermanas… Cuando por fin hubo terminado se dio cuenta que apenas quedaba una hora para que Alicia aterrizase, le llamaría al llegar al hotel antes de salir para la primera reunión. Roberto estaba en la cama jugando con las sábanas, las niñas dormían en la cuna al lado de la cama; había intentado que Roberto se quedase en su habitación pero al final desistió, en realidad quería compartir con él esa primera noche solo con sus hijos y, sobre todo, controlar que durmiese, así que no le importó que por una noche no durmiese solo. Resopló mientras iba recogiendo el salón y el baño, parecía que había pasado por su casa todo un batallón, mientras recogía los platos se preparó un bocadillo al darse cuenta que no había cenado, pero en realidad no tenía mucha hambre, aunque se obligó a comer un poco, no quería descuidarse, tenía que estar al 100% para cuidar de sus hijos. Miró el reloj y resopló, estuvo a punto de servirse una copa pero se controló, en otro momento habría bebido hasta quedarse dormido, pero esa época había pasado, su vida con Alicia le hacía feliz, la echaba de menos y estaba deseando que volviese, pero en su ausencia, tenía que ocuparse de todo y no pensaba fallar a sus hijos. Cogió el teléfono alargando todo el cable para dejarlo en la mesilla de su habitación, y se metió en la cama abrazando a Roberto.
-Hijo, tenemos que dormir, te prometo que cuando llame mamá te despierto, pero todavía queda un rato, deberías dormir un poco.
-Teleno mamá llama y quero hablar con ella.
-Está bien… Eres muy tozudo.
-Como tú papá.
Se rio suavemente y se incorporó para arropar a sus hijas, fue inflexible cuando Roberto le pidió subir a Tor a la cama, por suerte el perro se tumbó en la alfombra y se quedó dormido. Se frotó el cuello a la vez que se sentaba apoyándose en el cabecero, alargó la mano y cogió el cuento que Alicia había escrito para Roberto. Abrazó a su hijo y empezó a leer casi emocionado, sentía una gran responsabilidad y bastante miedo a fallarles, pero, a la vez, se sentía muy especial al estar solo en casa con sus hijos, estaba dispuesto a dar lo mejor de sí mismo para ellos.
Alicia sonrió cuando anunciaron que iban a aterrizar, el vuelo se le había pasado rápido gracias a las conversaciones con Manuel, pero necesitaba estirar las piernas, respirar profundamente y poder hablar con Fernando. La última hora la pasó mirando el reloj, en todo el tiempo que llevaban juntos nunca habían estado tantas horas sin hablar, le hubiese gustado tanto que pudiesen viajar todos. La despedida con Manuel fue bastante emotiva teniendo en cuenta que se habían conocido esa mañana, se dieron la dirección y Alicia prometió escribirle en cuanto llegase a París y enviarle los últimos artículos de Fernando. Al salir del aeropuerto se sintió extraña por el cambio de horario, estaba muy cansada pero en Nueva York apenas eran las seis de la tarde mientras en París ya era medianoche; el trayecto en taxi al hotel lo hizo ensimismada, ni siquiera se fijó en la ciudad, sólo deseaba llegar y llamar.
Fernando no dejaba de mirar el reloj, tuvo que frenar el impulso de levantarse y ponerse a dar vueltas por la habitación, Roberto le abrazó diciéndole que pronto llamaría mamá; escuchar a su hijo ese tipo de frases le dejaba sin palabras. Alicia dejó la maleta a la puerta de su habitación y fue corriendo hacia la mesilla, ni siquiera se fijó en la amplia habitación, tuvo que armarse de paciencia para pedir la conferencia, tras unos minutos luchando con el idioma, consiguió llamar. Fernando contuvo la respiración al oír el teléfono, podía ser otra persona pero sabía que no, era Alicia, se movió despacio y lo cogió con cautela.
-¿Sí?
-Mi amor…
-¡Alicia! ¿Qué tal ha ido el viaje? –tragó saliva y notó cómo Roberto le apretaba la mano- ¿Estás cansada?
-Bueno, un poco, -jugó con el cable del teléfono mientras se tumbaba en la cama boca arriba- pero lo que me importa es que os echo mucho de menos…
-No te preocupes –puso su mejor tono jovial y se obligó a sonreír- en poco tiempo habrás vuelto; ahora sólo tienes que concentrarte en las reuniones, estoy seguro que harás un gran trabajo.
-¿Cómo están los niños? ¿Y tú? ¿Estás cansado?
-Andrea y Ana están dormidas y Roberto deseando hablar contigo… Tenías que haberme visto hace un rato, te hubieses reído bastante del desastre del salón y del baño…
Alicia se echó a reír imaginándose a Fernando queriendo tener todo bajo control, hablaron unos minutos más hasta que Roberto se impacientó, para Alicia, hablar con su hijo fue un momento mágico, hablaba atropelladamente intentando explicarle todo lo que habían hecho ese día, sus tíos, sus hermanas, y sobre todo su padre. Alicia se emocionó tanto que apenas podía contestar las preguntas de su hijo, se dio cuenta que estaba llorando cuando tuvo que contestar a si estaba bien. Se recompuso para contestarle, despedirse fue el peor momento; no sabían cómo hacerlo, al igual que les pasó en el aeropuerto.
-Bueno... Uffff
-Alicia, deberías prepararte para la reunión…
-Sí, claro, es verdad… Mi amor, os echo mucho de menos, pero en el fondo siento que estáis aquí conmigo, cierro los ojos y noto tu mano, oigo a Roberto, a las niñas… Os amo.
-Claro que estamos contigo, ya nunca estaremos solos Alicia… Te amo.
Alicia le mandó un beso para los niños y colgó, se incorporó para abrir la malera buscando la ropa que quería ponerse; Fernando se había quedado con el teléfono en la mano, por un momento pensó que lo que estaba sintiendo lo podía haber sentido el resto de su vida si Alicia no hubiese vencido su miedo y no hubiese ido a buscarle al despacho de Bonilla. No habría conocido a su hijo, no habrían tenido a sus dos preciosas niñas, no sabría la felicidad que le provocaba ser padre, cada gesto de esos tres niños era un milagro para él. Sería tan triste no haberlo llegado a sentir; pero lo peor sería el vacío al saber que Alicia seguía en España, lejos de él, recordaba perfectamente el vacío que sintió al cruzar la frontera en aquella camioneta después de dejarla en Madrid. Resopló culpándose porque si por sus decisiones hubiese sido, nunca habría vivido nada de lo que tenían, y no podía decir que no se lo mereciese.
-Papá momir.
-Sí –le besó y colgó el teléfono para tumbarse completamente- tienes razón, tenemos que dormir unas horas hasta que tus hermanas se despierten.
Echó un vistazo a la cuna, dormían profundamente, dio un suave beso a Roberto en la frente y subió las mantas para taparle; el niño se fue quedando dormido sin dejar de susurrar llamando a su madre, eso hizo que Fernando se emocionase sin poder evitarlo. Después de unos minutos se obligó a dormir, no tenía sueño, prefería velar el sueño de sus hijos; pero en unas horas Andrea y Ana se despertarían y quería estar despejado para atenderlas.
La ducha consiguió despejarla, trató de dejar de pensar en París, su familia siempre estaba en sus pensamientos pero la reunión era muy importante y quería centrarse. De todas formas, se permitió coger un momento la camisa del pijama de Fernando, la acarició suavemente y la olió cerrando los ojos; ese olor que le fue imposible olvidar durante tantos años. 12 años habían sido muchos, algunas conversaciones o situaciones se habían vuelto borrosas antes de volver a verle, pero ese olor jamás pudo olvidarle; sonrió porque pudo ver a Fernando en la cama de ese hotel diciéndole que estaría maravillosa en la reunión mientras Roberto intentaba descubrir cada detalle de esa inmensa habitación y las niñas dormían en la cuna. Dejó el pijama en la almohada para cuando regresase de la reunión, se miró en el espejo, se atusó el pelo y cogió el bolso y el maletín lista para enfrentarse a su primera reunión.
Durante las siguientes horas no tuvo ni un minuto para pensar en otra cosa que no fuesen los planes que tenía la Comisión para los próximos años; estaba emocionada después de haber conocido a tantas mujeres que luchaban día a día, también conoció a hombres luchadores, pero esas mujeres le parecían especiales, todas tenían una historia propia detrás, ella compartió la suya en el exilio con su padre, nombró de pasada su vuelta a España, pero era muy difícil explicar la historia de sus tíos, además, con muy pocas personas lo había hablado y, aunque sentía confianza y cercanía con esas mujeres, no creía estar preparada para hacerlo. Se quedó a tomar una copa con Marie Helene Lefaucheux, sus reuniones en París les habían hecho coger confianza; hablaron de algunas personas que Alicia había conocido esa tarde. No supo qué decir cuando Marie le preguntó si le gustaba la ciudad, realmente no se había fijado en nada; se echó a reír recordando el consejo de Fernando sobre los yanquis. Al llegar al hotel dejó el bolso y el maletín sobre la cómoda, sintió la habitación demasiado grande, fue desnudándose dejando la ropa tirada y se tumbó en la cama acariciando el pijama de Fernando. Estuvo tentada de coger el teléfono, pero no eran horas para llamadas a París; no quería molestar a sus hijos y prefería dejar que Fernando durmiese, aunque no sabía si estaría velando el sueño de los niños. Programó el despertador, apenas dormiría unas horas, encendió un cigarro a la vez que se daba cuenta de la ropa desperdigada por el suelo, sonrió pensando que Fernando nunca se iría a dormir dejándolo así. Cuando apagó el cigarro se acomodó en la cama cerrando los ojos y oliendo el pijama; podía sentir a Fernando abrazándola, acariciándole el pelo y susurrando que se durmiese. Con esa sensación se quedó dormida, antes de hacerlo completamente susurró el nombre de Fernando.
Fernando se despertó sobresaltado, al notar la mano de Roberto trató de calmarse, miró el reloj y pensó que estaba sincronizado con sus hijas, en unos minutos se despertarían para tomar su biberón; aunque en realidad tenía una sensación extraña. Se movió despacio intentando no despertar a Roberto, arropó a las niñas que seguían dormidas y fue al baño, se mojó la cara intentando alejar esa angustia que sentía; Alicia estaba trabajando, volvería en unos días y tenían todo el tiempo del mundo para seguir disfrutando de su familia. Se secó la cara y fue a la cocina a preparar el biberón, era muy temprano y el día sería muy largo.
 
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