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Finales de noviembre de 1961
Cuando esa mañana sonó el despertador le costó localizarlo, resopló cuando se dio cuenta que debía levantarse si quería llegar a la hora a la redacción, Alicia se dio la vuelta diciendo que hasta las doce no la esperaban en el despacho. Mientras se duchaba se dio cuenta que jamás le había costado levantarse tanto cómo ahora... Después de vestirse dejó la bandeja del desayuno para Alicia, decidió tomarse un café rápido mientras preparaba sus cosas. Desde que se había levantado tenía una sensación extraña...
Escribir a Pelayo y Marcelino siempre le sacaba una sonrisa, podía sentirse, de nuevo, sentado en el bar bebiendo una cerveza acompañada de un pincho de tortilla, por desgracia, ese día su concentración era mínima, se frotó los ojos con las manos.
Queridos Pelayo y Marce
Espero que todo vaya bien por Madrid, Daniel me dijo que Manolita se ha quedado con el traspaso del Hostal, seguro que sabe cómo manejarlo, ¡menuda es Manolita! Os mando una foto del día de la boda, Alicia y yo os echamos de menos, fue un día perfecto, pero siempre falta alguien… No pude evitar recordaros, siempre ocupáis un lugar en nuestros recuerdos, pero ese día… Recordé la reacción de Manolita al volver a verme, nunca olvidaré sus ojos mientras me decía que esa noche la pasaría en vuestra casa… Nunca se lo podré agradecer lo suficiente. Tiene que llegar un día en que pueda decíroslo en persona. Alicia ya está casi de ocho meses, estamos deseando que pase ya este mes y pico que queda y tener a nuestro hijo en casa.
Como me pedisteis, os mando uno de mis artículos traducido… Tened cuidado, por favor, no me gustaría que esto os metiese en problemas…
Un abrazo muy fuerte, os recuerdo que aquí tenéis una casa siempre que queráis.
Fernando Esquivel
Fernando terminó de escribir la carta, estaba en la redacción, acababa de recibir una llamada que no le había gustado y quiso concentrarse en esos amigos que había dejado atrás. Al terminar, recordó la conversación con Francisco, el padre de Isabela; hacía mucho tiempo que no hablaba con él, al parecer, Isabela le había dicho que ya no estaban juntos. Francisco llegaría en media hora, quería devolverle algo que se quedó en la casa que compartía con Isabela, al llegar a París, él había pensado en ir a recuperar alguna de sus cosas, no necesitaba mucho, pero había una pequeña caja de madera que le hubiese gustado recuperar… Al final había decidido no hacerlo, eran recuerdos importantes pero los tenía guardados en su mente, no necesitaba más. La llamada de Francisco le hizo recordar aquella caja, seguramente era eso lo que quería entregarle; Isabela le había preguntado en más de una ocasión qué había dentro, pero él nunca lo compartió con ella… Ahora lo veía claro, en ese momento pensó que era parte de una relación, no compartir los recuerdos dolorosos; pero eso no era cierto, no pudo compartirlo con ella, no pudo dejar que le conociese… En el fondo, Isabela solo conocía al Fernando estancado en el fusilamiento, no conocía a la persona. Encendió un cigarro, estaba deseando que el encuentro con Francisco pasase ya, no sabía qué le habría contado ella, eran camaradas y no quería discutir con él… Cuando murió Belle fue incapaz de enfrentarse a Pierre, la vergüenza y el sentimiento de culpa pudieron a pesar de la amistad que existía entre ellos; con Francisco la situación fue totalmente diferente, estaba seguro que, sabiendo de la traición de Isabela, su camarada hubiera sido capaz de ejecutarla. Era una cuestión práctica, él nunca jamás había sido un chivato, tendría que ser ella quién se enfrentara a su padre, no estaba dispuesto a cargar mínimamente en su conciencia con la muerte de Isabela.
Catherine anunció la visita, Fernando se levantó, saludó a Francisco con un apretón de manos y le invitó a sentarse.
-No me esperaba tu llamada… -Fernando jugaba con la copa que se había servido- Hace tanto tiempo que no hablamos…
-Sí, es cierto, llevo casi dos años fuera de París, ni siquiera me enteré de que me hija fue a España y estuvo encarcelada…
-Francisco, intenté que no fuese, de eso puedes estar seguro…
-Eso lo sé, nunca lo he dudado… Mira, no sé lo qué os ha pasado –se fijó en la alianza de Fernando, pero no iba a preguntar- y no quiero saberlo, sois adultos y vosotros sabréis qué queréis hacer con vuestra vida… Solo sé que Isabela ya no está en el piso que compartíais, y tú tampoco, claro; pero has seguido pagando el alquiler…
Fernando abrió los ojos, ni se acordaba del alquiler, de la orden que tenía en el banco para pagarlo… Llevaba meses pagando un piso en el que nadie vivía.
-La verdad, ni recordaba el alquiler… Cuando regresé sí pensé en ir a buscar mis cosas, pero no caí en la cuenta de que lo seguía pagando…
-Me lo imaginé… Isabela me pidió que fuese a recoger la ropa suya, al hacerlo encontré esto –sacó la caja de madera y la puso encima de la mesa de Fernando- sé que para ti es importante, así que me imaginé que querrías tenerla…
Fernando pasó los dedos por la caja, hacía mucho que no la abría, los últimos años no quiso hacerlo, había tantos recuerdos concentrados en esa caja que había querido olvidar…
-Gracias Francisco, si en algún momento pensé en ir al piso, lo único que quería llevarme era esto.
Francisco asintió, conocía demasiado bien a Fernando y, hubiese pasado lo que hubiese pasado entre ellos, Fernando seguía siendo una persona importante de su pasado. Se despidieron con otro apretón de manos, Fernando se seguía sintiendo raro, desde hacía años pensar en Francisco había sido pensar en Isabela, pero parecía que eso hubiese pasado hacía mucho, mucho tiempo. Después de ese encuentro sabía que no podía seguir trabajando, fue a casa sin recoger la mesa, ni hablar con nadie, tener esa caja en sus manos le afectaba. Mientras caminaba a casa, agarrando la caja cómo si fuera el mayor de los tesoros, repasó parte de su vida e intentó recordar un día verdaderamente importante, un día que se hubiese sentido feliz entre la despedida con Alicia y la siguiente vez que se vieron 12 años después, fue incapaz de recordar uno...
Alicia no estaba en casa, llegaría para la hora de comer, quedaban un par de horas. Le habría encantado que estuviese allí, creía que necesitaba abrir la caja con ella; pero no quiso esperar tanto tiempo, cuando llegase le contaría todo e iría enseñándole su contenido. Se descalzó, se sirvió una copa, encendió un cigarro y se sentó en el sofá mientras ponía la caja a su lado. La acarició con la mano, muy despacio, sabía lo que allí se iba a encontrar, por eso hacía muchos años que no la abría, porque cuando sobrevivió lo hizo con la certeza de que el Fernando que todos conocían había muerto en el fusilamiento, esos recuerdos le pertenecían a ese Fernando… Alicia, desde que se habían reencontrado, le había hecho comprender que no había muerto en el fusilamiento, que seguía siendo el mismo Fernando solo que con más sufrimiento a las espaldas. Sintió la rabia que le provocaba saber que durante diez años había sobrevivido pero no vivido, Isabela habría sido fundamental para que siguiese adelante, pero seguramente eso había hecho que no luchase por vivir, por superar lo que le pasó… Intentó calmarse, no servía de nada pensar en lo que pudo haber hecho y no hizo; ahora tenía una vida que le hacía feliz, tenía a Alicia, tendrían a su hijo…
Acomodado en el sofá, con los pies encima de la mesa -aprovechando que Alicia no estaba para regañarle- fue sacando pieza a pieza de su vida de esa caja... Dio un trago a la copa, el nudo de su garganta le hizo recordar por qué no había querido abrir esa caja durante años. Lo primero que vio fue un recorte de periódico, de aquella rueda de prensa que preparó en El Morocco para animar a Don Paco. Había una foto, aparecían él, Don Paco y Roberto, acarició la foto, hacía tantos años de aquello… Roberto, su gran amigo, casi un hermano; nunca podría dejar de culparse por su muerte, los dos estaban en la misión, sabía que era el riesgo que corrían, pero cada muerte de cada amigo le pesaba en la conciencia. Posó ese recorte en la mesilla, siguió sacando una tira de fotos, Alicia posando en la Productora. Ella nunca lo había llegado a saber, pero se había quedado con una tirada de esas fotos, él había sabido que era peligroso, que no debía… Pero necesitaba hacerlo, lo había guardado en el piso franco, cuando salió de allí con Alicia, lo llevaba encima, muy bien escondido, además, ocupaba muy poco y podía esconderlo con facilidad. Cuando volvió a España, había dejado esos recuerdos en casa de Francisco, por eso pudo recuperarlos al volver después del fallido fusilamiento. Sonrió pensando en la mañana que pasaron en la productora, en la sonrisa de Alicia, en esas miradas que ya eran algo importante en su vida… Y recordó también el momento en que Roberto se lo echó en cara, cuando le respondió que sólo jugaba y que la utilizaba, no había sabido a quien intentaba convencer, si a Roberto o a sí mismo. Se sintió mal, su vida había pasado entre mentiras y medias verdades, siempre escondiendo lo que sentía… Probablemente, si no hubiese sido por Alicia, no habría vuelto a sentir el amor, enamorarse de alguien, sonreír por el simple hecho de estar con esa persona… Le pasó cuando la conoció, y le había pasado cuando se reencontraron hacía unos meses en Madrid. Ya no había mentiras, no ocultaba lo que sentía, no había sido fácil, siempre pensó que no se le daba bien expresar sus sentimientos. Posó las fotos junto al recorte y sacó una carta que le había escrito a Alicia al poco de llegar a París después de haberla dejado en Madrid, nunca había pensado en enviarla, pero aquella noche había deseado no haber renunciado a ella y no había podido evitar escribirla. No quiso leerla, dejaría que Alicia la leyese, se lo debía después de tantas cosas que habían pasado hasta estar juntos.
Encontró otro recorte de periódico, esta vez de la redada en la Productora, no decían nada del atentado contra Franco, como diría su buen amigo Pelayo, esas cosas no pasaban en la finca del Pardo… No había fotos, habían querido silenciar al máximo el atentado, solo había una nota de los comunistas detenidos en una productora de cine. Otro recorte le hizo recordar su consejo de guerra, en esta ocasión sí salía su foto, estuvo a punto de aplastar el recorte, pero quería que Alicia viese todo el contenido. Pensar en los días antes al fusilamiento no le afectaba tanto, se había mostrado sereno, frío, aceptando su destino y sin arrepentirse de nada; recordaba que el único momento en que dudó fue cuando se despidió de Mario, cuando le dio el mensaje para Alicia y le dedicó una última mirada. No pensaba dejar que los que iban a matarle le viesen vencido, eso jamás. Lo que le afectaba del fusilamiento era el después, despertó después de unos días con varios disparos en el cuerpo, le dolía todo, respirar le costaba como si fuese a morir… Esos momentos nunca los olvidaría, había pasado un infierno hasta recuperarse un poco de ello. Al ver la foto de su familia se emocionó, salían sus padres y él, hacía tanto tiempo que no veía una foto de su infancia… A Alicia le gustaría ver cómo eran sus padres y como era él de pequeño, estaba seguro; de pronto, recordó el día en que se sacaron aquella fotografía, nunca antes había recordado ese día. Era su quinto cumpleaños, habían salido a comer y al regresar a casa, su padre vio a un hombre que iba haciendo fotografías y quiso tener un recuerdo. Sus padres… Pasó años sin pensar en ellos, cuando supo que iba a tener un hijo no pudo evitar recordarles, cómo les hubiese gustado ser abuelos… De su padre tenía un recuerdo más lejano, otra muerte de la que se sentía culpable; por mucho que sólo fuese un niño… Recordó la manera en que su padre acariciaba el pelo a su madre, de niño pensaba que eran la pareja perfecta; recordó también la primera vez que fue a cazar con él. Fue un año antes del accidente de su padre, se lo pasó muy bien aquel día en el monte, le había contado cosas de su infancia, de cuando conoció a su madre… Seguramente, fue la vez que más conoció a su padre, no le dio tiempo a conocerle del todo, tenía nueve años cuando murió. A su madre la recordaba siempre yendo de un sitio para otro, era una mujer muy activa, no era la típica esposa que se quedaba a la sombra de su marido. Todas las noches le arropaba y le leía algún capítulo de un libro, según crecía, iba eligiendo libros más complejos. Recordó la sensación del beso que todos los días le daba antes de salir de casa, la mirada tierna de su madre… Podía oler el pelo de su madre tan sólo cerrando los ojos o el timbre seco y fuerte de la voz de su padre, esperaba que pudieran compartir muchos momentos con su hijo o sus hijos y que no supieran jamás el miedo de sentirte totalmente desarraigado y perdido... Había más recuerdos en la caja, algún dibujo de cuando era niño, alguna vieja carta, más fotos de hacía mucho tiempo, una foto de Belle… Pero lo más importante, lo que quería compartir con Alicia ya lo había visto.
Alicia entró por la puerta después de un día ajetreado en los juzgados... Había estado a punto de llegar tarde, cuando Fernando salió de la cama ella se quedó completamente dormida de nuevo, si no hubiera sido por el maullido del gato de la vecina del bajo seguiría en la cama, tapada hasta las orejas. Por suerte esa tarde podía trabajar en casa, llevaba horas deseando descalzarse. El apetito iba incrementándose según pasaba delante de cada piso, esperaba que Fernando tuviera algo caliente y de su gusto porque apenas le había dado tiempo a desayunar.
Fernando estaba tan absorto que no escuchó la puerta, algo que alertó a Alicia, llevaba las mangas de la camisa subidas de forma desigual, estaba completamente descalzo con los pies apoyados en la mesa auxiliar, el cenicero contaba con más colillas que el paquete abierto y parte de los cojines estaban esparcidos por el suelo. Sólo con verle despeinado, desaliñado y con una mirada perdida ya era consciente que sucedía algo, a esas horas no era normal verle así… Se quitó el abrigo, lo dejó en una silla, el maletín también aunque con las prisas cayó al suelo, ni se molestó en recogerlo. Se acercó a Fernando, le besó mientras vio la caja abierta y muchos recortes de periódicos fuera. Al besarle notó que tenía los labios fríos y el sabor a coñac, pensó que había bebido más de una copa mientras abría esa caja; por un momento tuvo miedo de la particular caja de Pandora de Fernando, por suerte lo único que podía reconocer fue la forma en que le acarició la mano mientras veían juntos su contenido...
-Alicia… Quería esperarte para enseñártelo, pero no pude evitar abrirla…
Ella no entendía nada, le quitó la copa de las manos, que Fernando apenas había probado, le abrazó durante un instante, él respiró profundo, necesitaba ordenar sus pensamientos, necesitaba encontrar las palabras justas para explicarle a Alicia.
-Lo siento… No te he preguntado, ¿qué tal el día?
-Fernando, deja el día, ¿estás bien?
Se dio cuenta del aspecto que debía tener, llevaba casi dos horas fumando, leyendo y mirando cada recuerdo, Alicia se estaría preocupando.
-Sí, sí, Alicia, estoy bien… No es nada malo, solo son… Recuerdos. Ven –tiró suavemente de su mano haciendo que ella se sentase junto a él- siéntate conmigo… Francisco, el padre de Isabela, me trajo esta caja, la había dejado en el piso que compartía con ella… -Alicia le miraba entre preocupada y enternecida- Al llegar a París pensé en ir a por alguna cosa, sobre todo esta caja… Al final decidí no hacerlo, esa casa me recordaría tanto sufrimiento… Hoy me llamó Francisco, resulta que he seguido pagando el alquiler de ese piso… Él ha recogido las cosas de ella –no le gustaba recordar los años con Isabela, seguía sintiéndose muy raro al recordarse junto a ella, como si esos años los hubiese vivido otra persona- y encontró mi caja… Hacía muchísimos años que no la abría; siempre he sido consciente de todo lo que contenía esta caja, pero al no verlo era como si no existiese, como si pudiese enterrar esa parte de mi pasado, algo que le había pasado a otro Fernando… No sé cómo explicarlo, la verdad… Nunca he compartido mis recuerdos con nadie, solo yo sabía qué había en esta caja… Hasta hoy –le pasó la foto con sus padres, era lo primero que quería que Alicia viese- Ese día era mi cumpleaños, cinco años…
Alicia miró la foto, sonrió al ver la cara de pillo que tenía Fernando con solo cinco añitos, sintió una ternura especial cuando vio su foto de familia, conocía a Fernando y era consciente que el miedo a fallarles era un lastre y algo a lo que se enfrentaba todos los días... Su madre le pareció muy guapa, tenía la piel suave, se notaba solo con ver la foto; al ver a su padre vio a Fernando, se parecía muchísimo a él. Lo único que tenía Fernando de su madre eran los ojos, en lo demás, era clavadito a su padre; miró varias veces la fotografía mientras miraba a Fernando.
-¿Tan feo soy ahora?
-No digas tonterías, estaba mirando el parecido que tienes con tu padre… La foto es preciosa y ya puedo imaginarme a nuestro hijo con esa carita de pillo…
Fernando sonrió, cogió de nuevo la foto, nunca había reparado en el parecido con su padre, para él era eso, su padre, siempre había sido así y no había sacado parecido suyo.
-Nunca me había fijado en que me pareciese a mi padre… Me hubiese gustado conocerle más, era pequeño cuando murió… Mira –le pasó el artículo sobre Don Paco-, no sé ni cuántas veces leí este pequeño recorte sobre ese día...
Alicia acarició la cara de Roberto, sin saber por qué, pensó en Luisa… Recordar a Luisa y Roberto le transportó a otros momentos, podía sentir a Luisa en el estudio, apoyándola, escuchándola sin juzgarla jamás. Pensó que un día, en el Asturiano, tuvo ocasión de conocer a su hija, era su mismo retrato y estaría muy orgullosa de haber conocido a su madre ¡y qué decir de Roberto! Podía recordar su forma de subirse las gafas cuando estaba nervioso, que era bastante a menudo, o incluso de mirarle casi con pena porque creía que Fernando jugaba con sus sentimientos. Miró a Fernando durante un segundo intentando imaginar qué pensaría, precisamente, Roberto si los viera ahora, entrelazados en el sofá, buceando sobre un pasado que debían abordar...
-¿Sabes? Recuerdo que Luisa me contó una vez que a Roberto se le escapó que tú habías luchado en la Resistencia…
-¿En serio? –Fernando se sorprendió, pero al segundo sonrió con nostalgia- Robertiño… Qué difícil fue para él ocultar lo que era… Aunque entiendo que con Luisa le costase más que con cualquier otra persona, a mí me costaba más contigo…
-¿Cómo? ¿Dices que Luisa y él…?
-Nunca me lo contó, pero sí, hubo algo entre ellos –sonrió al recordar la mañana en que Roberto estaba más disperso que nunca, la broma que le hizo sobre la hierba Luisa- Él tenía claro que no podía ofrecerle nada, eran amigos y nada más… Pero pienso que le hubiese gustado conocerla en otras circunstancias, que todo fuese distinto…
-Las circunstancias…
-Bueno, recordemos los mejores momentos con ellos, tenemos que quedarnos con eso… -acarició la mejilla de Alicia, no quería que los recuerdos la pusiesen triste- ¿Recuerdas este día?
Le pasó la tira de fotos de ella, a Alicia le tembló la mano al cogerla… Ver las fotos de aquella mañana en la productora y saber que no las había destruido significó mucho más para ella de lo que Fernando pudiera pensar...
-¿Cómo conservas estas fotos? No sabes lo que hubiese dado yo por tenerlas conmigo durante los últimos años… Se quedaron en casa de mis tíos, no pude recuperar nada más que el cuadro de mi padre…
-Siempre las conservé… Sabía que no debía, que era peligroso… Pero ocupaba poco y yo había asumido que no pasaría nada entre nosotros, que tenía que alejarme de ti, así que me permití esta pequeña debilidad… Las guardé en el piso franco; el día que recogimos todo para irnos de allí, las llevaba encima, bien escondidas, pero conmigo… Cuando volví a París no las guardé en la caja con lo demás… Las tenía en la mesilla, alguna noche me despertaba de algún sueño contigo, y las miraba… -Alicia le pasó la mano por la mejilla, cuando se despidieron ella nunca pensó en los sentimientos de él, solo en lo mal que estaba ella, en lo que le dolía estar lejos de él- Las guardé en la caja cuando volví a España…
Alicia le besó, recordó una de las conversaciones en Madrid después de reencontrarse, él le dijo que a lo mejor no había olvidado tanto como creía… Fernando se sintió en paz, nunca antes le había dicho a Alicia que había conservado su recuerdo siempre.
-Durante mucho tiempo quise olvidar todo esto, de hecho actuaba como si no recordase nada… No me sentía el mismo Fernando así que creía que eran cosas superadas… Pero no, cada vez que abría esa caja recordaba todo, volvía a pensar en Roberto, en ti… Por eso decidí no volver a abrirla, hace ya años que no veía el contenido de la caja…
Fernando fue saliendo de ese pequeño trance poco a poco, sentir las manos delicadas de Alicia, su mirada emocionada y saber que ya no tendría que conformarse con ninguna foto. Él sabía qué significaba no haber destruido esas fotos, ahora Alicia también.
Alicia vio el recorte de periódico donde se informaba de su fusilamiento, no quiso ni cogerlo, Fernando vio la reticencia de Alicia, cogió el recorte y lo estrujó en su mano.
-Desde que he abierto la caja quería hacerlo…
Alicia le abrazó, nunca olvidarían todo lo que habían pasado hasta llegar donde estaban, tampoco creía que debiesen olvidarlo… Pero sí debían dejar atrás todo el sufrimiento, apenas quedaba ya nada del Fernando estancado en el fusilamiento, aunque algunos días seguía teniendo pesadillas, pero ella le despertaba y le hacía calmarse, con ella siempre se calmaba. Fernando cogió fuerzas en ese abrazo, ya no se compadecía, así que recordar no debía hacerle retroceder. De repente pensó en la hora que era, sintió un movimiento del bebé y el sonido del estómago de Alicia.
-Alicia, ¿has comido? ¡Tendrás hambre!
-Sí, la verdad es que tengo bastante hambre… Casi no pude desayunar porque me levanté con el tiempo justo…
-¡Haberlo dicho antes! Voy a preparar algo, quédate en el sofá, si quieres pongo música… Pero puedes seguir mirando mis recuerdos, me gustaría que conocieses todo de mí… Por cierto, Alicia… Hay una carta, la escribí poco después de despedirnos… Quizás quieras leerla…
Alicia le besó, antes de dirigirse a la cocina recogió el cenicero, el vaso y los cojines, al pasar por delante del perchero vio las cosas de Alicia tiradas e, instintivamente, olió con delicadeza el abrigo... No hacía mucho tiempo se hubiera debatido entre darle esa carta y no dársela, recordar el pasado, su pasado, sus errores, no era fácil, nada fácil. Sin embargo sentía que le hubieran quitado una losa de encima...Alicia se acomodó en el sofá, puso la caja al lado y escuchó cómo Fernando empezaba a trastear en la cocina. Una carta, una carta de Fernando para ella, de hacía más de 10 años… Por un momento, le dio miedo, volver a pensar en aquellos días, volver a tener la sensación de abandono… Pero sabía que la leería, ojalá la hubiese tenido en aquel momento. Desdobló la carta con cuidado, casi podía ver a Fernando escribirla en mitad de la noche, recordando algún momento con ella, quizás cuando la veía dormir… Respiró hondo, le hubiese gustado encender un cigarro, dar una calada, pero controló ese impulso y empezó a leer.
Mi querida Alicia
Hace unos días que llegué a París, sin poder evitarlo, mi mente sigue en Madrid… Sé que te he hecho daño con nuestra despedida, pero era lo mejor; tú no te mereces esta vida, no mereces volver a exiliarte, no poder estudiar, no disfrutar de tu país… Probablemente no llegue a enviarte esta carta, pero me gustaría pensar que algún día la leerás, quizás cuando ya te hayas olvidado de mí, cuando solo guardes un bonito y nostálgico recuerdo de aquella historia que vivimos. Yo no puedo olvidarme de esos días, de tu cumpleaños, de nuestro pequeño paraíso escondidos de todos… Intenté evitarlo una y otra vez, pero en el fondo puede que no quisiese evitarlo, todo se me fue de las manos. Lo más irónico es que se me fue de las manos en el mismo momento en que pisé la Plaza de los Frutos… Fuiste a la primera persona que conocí en Madrid, nunca habría pensado encontrar el amor en mitad de la misión, Roberto y yo teníamos que centrarnos en nuestro deber, los sentimientos tenían que quedar a un lado. Pero apareciste tú y desbarataste todos mis planes… Recuerdo cada uno de nuestros besos, pero también cada uno de tus enfados al no entender por qué te dejaba plantada, por qué hablaba con tu tío de determinadas cosas… Me costó muchísimo ocultarte quien era, estuve a punto de descubrirme alguna que otra vez…
Yo estaba muerto por dentro cuando te conocí, tú me volviste a hacer sentir, tú hiciste que recordase lo mejor del amor, la pasión, las sonrisas… Ojalá todo hubiese sido distinto, ojalá nos hubiésemos conocido en París… París ya no es lo mismo para mí, faltas tú, siempre faltarás tú…
Sigue con tu vida, disfruta de todo, vive como si no hubiese más tiempo… Te lo dije una vez, espero que no lo hayas olvidado, yo seré feliz si tú cumples tu destino. Eso es lo que quiero para ti, que puedas ser feliz en tu país, porque te lo mereces, porque nadie tiene derecho a arrebatarte la tierra de tus padres, tu tierra…
Te quiero Alicia, más de lo que me gustaría quererte, más de lo que puedo soportar…
Ni pudo ni quiso evitar las lágrimas que caían de sus ojos mientras leía la carta, pensó en los meses siguientes a despedirse de Fernando… Pensaba en toda la rabia y el dolor que sintió durante aquellos meses, incluso durante aquellos años, sin embargo, ahora sólo se imaginaba a Fernando en una habitación de un piso franco cualquiera sin nada más que sus dudas, su miedo y su auto convencimiento de haber hecho lo correcto... Aquella carta le hubiese dado fuerzas, seguramente habría llorado muchas noches recordándola, pero leerla le hubiese hecho sacar fuerzas de donde no tenía, luchar, mirar hacia delante… Pensó en Fernando escribiéndola, en todas las despedidas que llevaba a sus espaldas, en algún momento meses antes había pensado que se compadecía demasiado… Cualquier otro en su situación se hubiese dejado vencer, no hubiese seguido luchando. Acarició la carta y se la llevó al pecho pensando que todos esos momentos formaban parte de sus vidas y que no serían las mismas personas que eran ahora sin ellos. Probablemente eran capaces de disfrutar con más intensidad de una mirada, una caricia, un paseo o de un abrazo en las sábanas recién lavadas que cualquier otra pareja con un camino mucho más fácil. Se prometió que ninguno de esos sentimientos, de esos momentos ni, por qué no decirlo, de esas lágrimas caerían en saco roto. Sólo les quedaba mirar hacia adelante, juntos, en la misma dirección.
Se limpió las lágrimas, en la cocina Fernando seguía cocinando, antes de levantarse, con gran torpeza debido a su embarazo, se dijo a sí misma que nada de relamerse las heridas... Se acercó despacio, se quedó unos segundos en el quicio de la puerta mirándole, pasaron tantos sentimientos por su mente en aquel momento…
Mientras se sentaba en la cocina mirando cómo terminaba de cocinar, escuchando el agua golpear las ventanas y siendo consciente más que nunca desde que llegaron a París que estaban allí, que estaban juntos, que no iba a despertar, pensó en lo orgullosa que estaba de él, mucho más de lo que había estado nunca. Se acercó a él por detrás, le abrazó, le besó el cuello y le susurró al oído.
-Gracias…
-Gracias a ti por seguir aquí a pesar de todo… No te envíe esa carta, no hice nada por ponerme en contacto contigo…
Fernando recordaba el día que escribió esa carta, como tantos otros días se había despertado gritando su nombre, exactamente igual que sucedió durante los seis meses que pasó debatiéndose entre la vida y la muerte después del fusilamiento.
-Fernando… Sé cómo eres, pensaste que era lo mejor, equivocadamente desde luego, pero pensaste que era tu forma de ayudarme a seguir adelante…
Empezó a besarle, en un instante se habían olvidado de todo, se rindieron a aquel beso tan importante, un beso que unía su pasado y su presente. Estuvieron a punto de irse al salón, pero Alicia se percató del olor antes que él y se separó.
-Fernando, se te va a quemar la comida…
Soltó una carcajada mientras bajaba el fuego, cogía la sartén y sacaba el revuelto que estaba haciendo Fernando. Él seguía pensando en el sabor de sus besos, quieto, donde le había dejado Alicia plantado; cuando reaccionó se echó a reír…
-Señora de Solís, has estado a punto de quedarte sin comer por desconcentrarme…
-Te desconcentras muy fácilmente…
Lo dijo mientras le guiñaba un ojo y llevaba los platos al salón, Fernando se rio una vez más y la siguió al salón. Al agacharse para besarle el pelo sintió mucha más paz de la que había sentido nunca. Rompió el momento con una broma sobre sus vecinos, esos niños eran unos demonios y a juzgar por el ruido habían roto otra pieza de la casa.
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**Capítulo escrito por Iles y Noa, sin una de las dos partes, el relato no quedaría igual porque le faltaría parte de la escencia de los personajes!! |
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